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Hug Godwin: otra mirada de la transculturación (*)




Enviado por Alexandra Alba



    Monografía destacada

    RESUMEN

    Luis Britto García, en su novela Pirata, construye,
    a partir de datos históricos concretos,
    a su personaje central Hugh Godwin, el cual, a través de sus
    diversas transformaciones, simbolizará la noción de
    transculturación, y además advertirá, desde otra
    mirada, parte de la dinámica transculturadora
    que determinó al Nuevo Mundo y removió al Viejo. Se
    pretende analizar, entonces, la noción de
    transculturación tomando como eje al personaje principal de
    la novela, y así, de
    algún modo, precisar la compleja articulación de la
    identidad latinoamericana y de
    sus producciones culturales.

    Palabras-clave: Transculturación, identidad
    latinoamericana,

    Luis Brito García.

     

    ABSTRACT

    Based on specific historical data, Luis Brito
    García creates Hugh Godwin, the central character of his
    novel Pirata, who through several transformations will
    symbolize the notion of transculturation and will perceive, from
    another perspective, part of the transculturation dynamics that
    gave birth to the New World and discarded the Old World.
    Therefore, this article intends to analyze de notion of
    transculturation, taking as a focal point the main character of
    the novel, to somehow precise the complexity of articulation of
    the Latin American identity and its cultural
    manifestations.

    Key words: transculturation, Latin American identity,
    Luis Brito García.

     

    RÉSUMÉ

    Luis Britto García, dans son roman Pirata,
    construit, à partir des données historiques
    spécifiques, son personnage central Hugh Godwin. Celui-ci,
    grâce à plusieurs transformations, symbolisera
    l’idée de transculturation. En outre, il
    s’apercevra d’une partie du dynamisme
    transculturateur, lequel a déterminé le Nouveau Monde
    et a ému le Vieux. On prétend dans l´article
    présente analyser l’idée de transculturation, en
    prenant le personnage principal du roman comme axe. D´une
    certaine façon, également ici en plus préciser la
    complexe articulation de l’identité
    latino-américaine et de ses productions
    culturelles.

     

    I

    En Pirata (1998) Luis Britto García nos
    entrega un personaje construido a partir de acontecimientos
    históricos puntuales que servirá de hilo conductor
    entre los hechos históricos relatados por el autor a lo
    largo de un texto novelesco cuya
    cohesión surge gracias a un principio ficcional que se
    adueña parcialmente de la historia, la enlaza, la explica, la llena de
    coherencia y, sobre todo, permite un acercamiento a la realidad
    más íntimo, más pertinente con el
    presente.

    Este personaje es Hugh Godwin, personaje sumamente
    denso, cargado de pasado y de presente, que concentra la historia
    no sólo de sus numerosos años de vida, sino que,
    además, es el reflejo prematuro de cuatrocientos años
    de historia, es decir, de lo que en cierta medida representa el
    ser latinoamericano. Godwin encierra el enigma de la sangre mezclada y trasformada,
    del mar silencioso y abismal que acerca y aleja a los
    continentes. Godwin es la transculturación personificada,
    transculturación con voz, con cuerpo y con una mente casi
    tangibles. Godwin es una imagen perfecta de la
    transculturación, ya que contiene y presenta un
    desgarramiento de su lugar natal, un "doble trance de desajuste y
    de reajuste, de desculturación o exculturación y de
    aculturación o inculturación, y al fin de síntesis, de
    transculturación" (Ortiz, 1978: 93). De manera que el
    personaje revela una transición de culturas dinámica
    que de manera decisiva ha constituido la identidad
    latinoamericana como cruce intrincado de sangres, de tradiciones,
    concepciones, de imaginarios; elementos bastante divergentes
    entre sí, pero que paradójicamente aquí reunidos
    han dado paso a procesos culturales bastante
    complejos, fecundos… impredecibles.

    Tal reunión no fue equilibrada, ni igualitaria, ya
    que representó para las culturas indígenas un
    traumatismo profundo con respecto a su cultura autóctona: "El
    contacto de las dos culturas fue terrible. Una de ellas
    pereció, casi totalmente, como fulminada" (Ortiz, 1978: 94).
    No obstante, a partir de una parcial desculturación,
    sobrevino el paso hacia el proceso transculturador, el
    cual revela, no un abandono absoluto de la cultura autóctona
    sino una transformación; revela, igualmente, la resistencia a considerar la
    absoluta inmovilidad de la cultura originaria ante las
    imposiciones externas, es decir, una aculturación sin
    ningún tipo de resultado transformador.

    Por otra parte, Hugh Godwin representa un caso
    particular, aunque también participante de la misma
    dinámica transculturadora: el europeo indianizado; pues
    abandona su antigua cultura inglesa (de manera involuntaria) y
    adopta de forma perfecta la cultura kariña, cultura que
    ofreció cierta resistencia ante la opresión e
    imposiciones de los colonizadores. Su mutación fue, si se
    quiere, una ruptura casi total con su pasado, y personifica el
    otro lado de transculturación en la época colonial;
    simboliza el hecho de que la cultura hegemónica también
    resultó transformada, y de cómo los centros de poder occidentales se vieron
    trastocados por el Nuevo Mundo.

    Hugh Godwin es testigo y producto de un panorama
    histórico bastante dramático, el cual involucra
    acontecimientos de gran trascendencia para el Viejo y el Nuevo
    Mundo. En el Viejo Mundo hervía la lucha de poderes entre
    las diferentes monarquías; el oro, el poder y la
    expansión territorial eran los móviles fundamentales de
    muchos conflictos, cuyo único
    propósito era el dominio y la explotación del
    Nuevo Mundo. Las continuas guerras entre potencias
    requerían de una inversión económica
    que excedía el patrimonio Real:

    El oro mexicano y la plata del Potosí financian
    las guerras

    con las que España asegura sus
    dispersas posesiones

    y mantiene la hegemonía en Europa.Tras ella
    asoma

    el milenario proyecto ecuménico de la
    Monarquía
    Universal.

    Del dominio del Mundo Nuevo depende la
    hegemonía

    sobre el Viejo. (Britto, 2002: 25).

     

    Así que tales luchas de potestades concedían,
    por tanto, un ambiente bastante bélico
    en Europa, donde continuamente se establecerán pactos para
    luego ser rotos, donde se emplearán estrategias bastantes heterodoxas
    para conseguir los objetivos. Descubren que la
    lucha ha de realizarse en el mar, terreno donde rompen las
    leyes con más facilidad y
    donde surgirán los Palankali o demonios del mar,
    quienes al principio estarán al servicio de las cortes
    europeas y luego formaran sus propias flotas para el
    enriquecimiento personal, dando paso a la
    piratería y al
    filibusterismo.

    En ese contexto se forja el personaje principal de
    Pirata, quien a lo largo de la obra presentará
    diversas transformaciones, semejantes a las que sufrió el
    Nuevo Mundo, transformaciones que harán de él una
    figura representativa de la transculturación, pero claro
    está de modo inverso al que se dio en las poblaciones de
    estas tierras Americanas. Hugh Godwin aparece por vez primera en
    la novela en el momento en que la Armada Invencible española
    pretendía acometer contra Inglaterra, es decir, en el
    año 1588; en ese momento se da el encuentro entre Godwin y
    Sir Walter Ralegh, acontecimiento que origina el primer
    desgarramiento en el mundo de Godwin, quien en ese momento era
    sólo un niño con aire de querubín, inocente e
    indefenso; Ralegh, por su parte, era un Sir orgulloso, deseoso de
    demostrar su sabiduría, su poder y su gracia cortesana.
    Señor de la palabra, Ralegh le dará nombre al
    chiquillo: God Wind, "Viento de Dios" porque fue la
    Providencia la que impidió que ese día Ralegh se
    hiciera el más grande héroe del período isabelino
    y Hugh, debido a los gruñidos del niño en el
    instante de su captura; ese será su nuevo nombre. Su
    verdadero nombre, en cambio, nunca será
    pronunciado, permaneciendo intacto, lo que proporciona al
    personaje cierta inmunidad ante el mundo. Hugh Godwin es
    utilizado por Ralegh en la Corte Isabelina para lucirse, lo que
    implica que Hugh es testigo del ambiente cortesano y observa a la
    reina de cerca, situación que tal vez luego le
    permitirá enfrentar y comparar las diferentes culturas y
    ambientes en los que se movió y así intuir cuál
    era el más coherente, cuál tocaba sus fibras más
    profundas y cuál era el más auténtico.

    Asimismo el personaje protagónico es parte de una
    cultura europea imperialista, que en su pasado también
    concibió el hecho del mestizaje, no como ocurrió en
    América, sino de una
    forma equilibrada, donde no existía un desprecio tal por la
    cultura invadida y donde no se pretendía borrar
    absolutamente los rastros de la cultura invadida, caso que
    sí se dio en América:

    Se trata ahora de una cultura que se considera
    superior,

    que no puede asimilar otras culturas, ni ser
    asimilado…

    Nada querrán saber, los portadores de la cultura
    occidental,

    de mestizajes, de la asimilación de unos
    hombres

    y sus culturas con otros. El mestizaje es sólo
    combinación

    de lo superior con lo inferior, y por ello mismo
    inferior.

    Mestizar es reducir, contaminar. (Zea, 1993:
    291).

     

    Pero como bien se sabe la historia es dinámica y se
    sobrepone a los pensamientos e ideologías de los hombres, de
    allí que los invasores también fuesen transformados por
    América y además la cultura indígena no fue
    completamente devastada, pues aún hoy persisten sus rasgos,
    y tal como lo demuestra Hugh Godwin la cultura occidental que
    tocó estas tierras no permaneció intacta. A Hugh se
    suma la cultura kariña, cultura sumamente especial, pues sus
    rasgos la diferenciaban de las demás etnias:

    Los caribes se diferenciaban de los taínos y de
    los otros

    grupos arawaks por su mayor destreza marinera, por
    su

    mayor agresividad guerrera, por falta de
    centralización

    política entre sus diversas comunidades y de
    autoridades

    estables y permanentes dentro de ellas, por la
    ausencia

    de estratificación social, por el menor desarrollo de la

    cultura itinerante. (Britto, 2001: 8)

    Contrariamente a lo que sucedió en aquel entonces
    Hugh va a desculturarse, pues renace en un contexto si se quiere
    más acorde con su personalidad, que lo acoge y
    lo reconoce como suyo, como ancestro, como parte del
    espíritu del tigre.

     

    II

    En 1594, Sir Walter Ralegh parte hacia el Orinoco en
    busca de El Dorado y es allí donde entregará a Hugh
    Godwin a los caribes, destino que también correrá
    Francis Sparry. Al poco tiempo, Hugh es atacado por
    los tigres y es aquí cuando se presenta en la novela un
    cambio radical, el personaje protagónico abandona su antigua
    piel, su piel de muchacho
    angelical e inglés, sobreviene
    entonces su renacimiento y se integra con
    Máware, el espíritu del tigre; este hecho es el que va
    a determinar al personaje, pues el ser atacado por un tigre y
    sobrevivir, es para la cultura kariña un hecho sagrado, el
    cual le atribuye a la víctima un carácter guerrero y
    feroz, se convierte entonces en un iniciado, en un kariña
    capaz de comprender los designios del Señor de las
    Cumbres:

    Ahora veo a Máware

    Ahora veo a Máware el tigre en las
    Cumbres.

    Ahora veo la sombra del bosque en la piel de
    Máware.

    Ahora veo brillar las estrellas en la piel de
    Máware.

    Ahora veo a Máware kaikushi en las más altas
    Cumbres.

    …Ahora aprenderás a sentir el Kaikushi yumu, el
    espíritu

    del tigre, la cólera sagrada.
    (Britto, 1998: 48, 49)

     

    Así, despierta en él la cólera sagrada;
    cólera que animará la sed de la sangre de sus enemigos,
    sed de silencio, sed de revelación ante la autoridad: "Comerás el
    corazón de tu enemigo,
    pero sólo cuando lo juzgues digno de ti y quieras que siga
    dentro de ti latiendo para así hacer las paces y apagar la
    cólera sagrada" (Britto, 1998: 49). De manera que Godwin se
    transformará no sólo de espíritu, sino
    también de forma, su cuerpo angelical y mozo ahora
    estará lleno de cicatrices, de marcas; las cuales para la tribu
    serán símbolo del espíritu del tigre que subyace
    en él y que le hace, no sólo ser un guerrero más,
    sino un guerrero que esconde la cólera sagrada; por otra
    parte para los pertenecientes al Viejo Mundo no serán
    más que marcas de fealdad, serán las marcas de
    Calibán. Hugh Godwin pertenece ahora a la Gente, ha
    pasado las pruebas de iniciación, es
    ahora un guerrero con gran fuerza y con la capacidad de
    escuchar las voces de los Señores de las cuatro partes del
    mundo; su cuerpo está teñido de rojo, su sangre se ha
    mezclado con la del tigre y podrá mezclarse con muchas
    más para apagar la cólera sagrada, cambiará de
    nombre y su verdadero nombre quedará en el silencio. Su
    cuerpo teñido del color de la sangre y veteado de
    innumerables cicatrices simula la piel del tigre, escucha las
    voces de la selva y aprende a callar; ahora es otro, ya no es
    sólo "Viento de Dios", ahora es rugido en silencio,
    ahora es Gente, ahora deberá mezclar las sangres y
    por tanto las memorias de sus enemigos para
    apaciguar la energía sagrada que le quema.

    La segunda transformación de Godwin se da en la
    segunda parte de la novela; los acontecimientos de esta parte
    estarán bajo el dominio del Señor de la Muerte, por supuesto Hugh
    pasará a ser su servidor. Tal transformación
    sobreviene luego de ser encontrado en la segunda expedición
    de Sir Walter Ralegh en 1617, es alejado de la Gente por la
    fuerza y llevado a Inglaterra. En 1624 Hugh Godwin hace de
    timonel en la expedición de Thomas Warner cuando éste
    se encuentra con Pierre D´Esnambuc y realiza una alianza con
    el francés para exterminar a los caribes de San
    Cristóbal. Hugh presencia el exterminio de la Gente, no
    logra hacer nada para evitarlo, escapa en una piragua y se
    interna en la selva, en este lugar se entrega a la soledad y al
    silencio, se hace uno con la naturaleza, y pena por la
    muerte de la Gente, devora sus
    cenizas, se siente también un muerto, es decir, se entrega
    al mundo de los sueños. Hugh Godwin sufre una especie de
    muerte espiritual, pues parte de sí muere con las gentes, se
    enfrenta consigo mismo en todas las vertientes que en él
    convergen:

    Veo criaturas rojas de onoto y criaturas rojas de
    sangre:

    sólo son los mismos ojos amarillos. Avisto a
    veces un

    niño de cabellera dorada, luego millares de
    niños, hasta

    el balbuceo: retrocedo me sobrecoge el horror ante
    aquel

    bosque en el cual no puedo ya dar paso sin ser
    observado

    por encorvados, arrugados sombríos, que se
    extienden

    hasta el término del tiempo. (Britto, 1998:
    116-117)

     

    Hugh Godwin se enfrenta a su propia naturaleza, deja
    atrás la humanidad, casi olvida el lenguaje, se esparce por la
    selva y siente no pertenecer sino a ella, no obedecer sino a
    ella, a más nadie, ni siquiera el tiempo lo ha cautivado y
    descubre quién es, descubre a quién sirve:

    — ¿Quién eres?

    — Soy Gente.

    — Así se llamaban los que habitaron estas
    islas antes de

    venir nosotros. Murieron.

    — Quizá yo también.

    — ¿Tienes nombres?

    — Muchos, o ninguno.

    — ¿Tienes jefe?

    — Yo mismo. (Britto, 1998:123)

     

    Así es como el personaje conoce a la Hermandad de
    la Costa y se une a ellos, ya sea por encontrar la herencia de la Gente en ellos, ya
    sea por encontrar en ellos a los despatriados, libres de
    autoridad, capaces de ser acogidos por su espíritu
    kariña:

    Por imposición de la naturaleza o imitación
    de los naturales

    adquieren costumbres igualitarias, se
    acostumbran

    a la austera vida al aire libre, se organizan en
    unidades

    mínimas sin jefes ni autoridades estables,
    desarrollan un

    fuerte sentido de cooperación y
    camaradería… (Britto,

    2001: 233)

    Los Hermanos de la Costa se encuentran formados por una
    gran variedad de sangres (origen francés, inglés y
    holandés), sangres que se han entregado al mar, para no
    tener dueño, son una comunidad libertaria, con
    tradiciones propias. De manera que Hugh Godwin se integrará
    de cierto modo con otra vertiente que conforma el proceso de
    transculturación; los desterrados de sus propias tierras,
    irreverentes que vienen a reforzar la sangre antiautoritaria
    heredada de los caribes y, de algún modo, tal como formaron
    parte de la vida y la trasformación de Godwin también
    dejarán sus huellas en la formación de la identidad
    latinoamericana. De acuerdo con lo anterior se va develando
    cómo el personaje principal va hilando cuidadosa y
    astutamente la maquinaria histórica que envuelve al Caribe
    para aquel entonces, maquinaria que ha de desembocar en el
    ahora.

    La última trasformación de Hugh Godwin se
    produce al final de su longeva vida, cuando la muerte lo toca y
    es allí cuando traspasa su espíritu y su memoria a un joven muchacho. En
    esta última mutación Hugh descubre su humanidad,
    cansada y vieja que ha de proseguir con el círculo eterno
    del tiempo. Se sitúa en el espacio que hay entre la vida y
    la muerte: en un limbo, donde el sopor y las verdades saltan a la
    vista: se encuentra consigo mismo y con sus restos ingleses que
    inevitablemente permanecen en él, se ve a sí mismo en
    el niño que está frente a él en la inmensidad de
    su odiado mar, en la soledad y el silencio que siempre le han
    acompañado. Finalmente le sobreviene la única muerte
    que puede tocarlo: ser devorado por una figura angelical, figura
    que habrá de llevar el peso de su pasado y de todos los
    pasados que devoró. Y así es la transculturación
    un intrincado proceso de traspaso de sangres y de memorias que
    lleva el latinoamericano sobre sus hombros y dentro de sus
    corazones palpitantes de palabras en muchos idiomas, de
    incalculables instantes de la historia que determinan el hoy. El
    círculo continuará eternamente, los humanos
    inevitablemente se contendrán unos dentro de otros y
    arrastrarán con la sabiduría y el dolor de sus dispares
    antepasados. Tal como Hugh Godwin que con cada ruptura que se
    daba en él se transformaba, que con cada gota de sangre
    tomada era alguien más, era el otro y también era
    él mismo; la única forma de crear la paz en su ser, la
    única forma de volver al origen remoto.

    Asimismo se fue formando la identidad latinoamericana,
    bajo mutaciones casi instantáneas, bajo la fusión de muchas
    memorias.

     

    III

    La búsqueda de la identidad latinoamericana y
    caribeña ha sido una problemática constante para los
    intelectuales de estas
    tierras, pues su sustancia viene predeterminada por una realidad
    histórica conflictiva, abarrotada de influencias culturales
    heterogéneas que se cocinaron en un espacio temporal breve,
    vertiginoso, excéntrico y de ritmos autónomos; de
    allí que tal búsqueda sea un acertijo difícil de
    resolver, pero que como todo acertijo posee ciertas vías de
    acceso y explicación. La narrativa latinoamericana
    contemporánea se encuentra en esa búsqueda, y tal vez
    sea ésta una de las vías más íntegras de
    comprender la profunda realidad, pues no sólo se vale de los
    documentos y datos
    históricos sino también del imaginario social y de la
    ficción; tal es el caso de una novela como Pirata, la
    cual viene a situarse dentro del panorama narrativo continental
    como parte de un proceso creador que surge de la larga
    tradición transculturadora que ha definido, de cierto modo,
    la autonomía del sistema cultural latinoamericano
    y caribeño. Pirata vendría, de cierto modo, a
    formar parte de la tipología elaborada por Ángel Rama
    en su trabajo
    Transculturación narrativa en América Latina (1982)
    debido a que despliega una cosmovisión particular que a
    partir de una multiplicidad de voces apunta hacia la
    destrucción de las hegemonías establecidas y su
    discurso
    homogenizador.

    Luis Britto García, valiéndose tanto de
    conciencias provenientes de distintos orígenes así como
    también de la conciencia autóctona,
    intenta reconocer otra mirada de la conformación cultural
    Latinoamericana. Es a partir de la reinserción del mito del canibalismo ritual,
    practicado por los guerreros caribes, como el autor logrará
    desarmar la Leyenda Negra del caníbal, utilizada como
    pretexto por los colonizadores para justificar toda acción depredadora y
    desproporcionada sobre las comunidades aborígenes
    americanas; por otra parte revela la condición activa del
    proceso transculturador al demostrar cómo altera
    también a cada uno de los elementos participantes, es decir,
    ofrece una dimensión universal del proceso transculturador.
    Leída desde la perspectiva transculturadora propuesta por
    Ángel Rama, en Pirata, y en Hugh Godwin, se observa
    que se inscribe en una cosmovisión que incluye:
    "…pérdidas, selecciones, redescubrimientos e
    incorporaciones: Estas cuatro operaciones son concomitantes y
    se resuelven todas dentro de una reestructuración general
    del sistema cultural, que es la función creadora más
    alta que se cumple en un proceso transculturante" (Rama, 1982:
    39). Pirata viene a ofrecer, entonces, una relectura del
    mito y por tanto de la historia, hecho que revalida nuevas
    vías para entender a Latinoamérica y al
    Caribe, y por ende admite reinterpretar y deconstruir los
    procesos hegemónicos que en estos parajes se puedan haber
    fundado.

     

    En conclusión, abordar a Pirata desde la
    perspectiva transculturadora propuesta por Ángel Rama,
    permite reconocer cómo en ella se produce una
    intrínseca comunicación entre la
    conformación cultural del espacio latinoamericano y
    caribeño y la relectura del presente desde el mito;
    Pirata, entonces, se establece "…dentro de las
    operaciones culturales que cumplen las sociedades americanas,
    reconociendo sus audaces construcciones significativas y el
    ingente esfuerzo por manejar auténticamente los lenguajes
    simbólicos desarrollados por los hombres americanos, es un
    modo de reforzar estos vertebrales conceptos de independencia, originalidad y
    representatividad" (Rama. 1982: 19).

    San Cristóbal, 2003

     

    REFERENCIAS

    Britto García, L. (1999). Pirata.
    Bogotá: Alfaguara.

    Britto García, L. (2002) Señores de Caribe.
    Indígenas, conquistadores y piratas en el mar colonial.

    Caracas: Fundación Tradiciones Caraqueñas.

    Britto García, L. Demonios de mar. En: Venezuela
    Analítica
    [Biblioteca electrónica] Disponible:
    http://
    www.analtica.com/bitblioteca/britto/demonios.asp [Consulta: 2002, octubre
    7]

    Ortiz, F. (1978). Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. /Prólogo
    y cronología: Julio Le Riverend.- Caracas: Biblioteca
    Ayacucho.

    Rama, A. (1982). Transculturación narrativa en
    América Latina.
    México: Siglo XXI.

    Zea, L. (1993). América Latina: largo viaje hacia
    sí misma. En: Zea Leopoldo. (Comp.) Fuentes de cultura
    latinoamericana.
    México: Fondo de Cultura
    Económica.

    Alexandra Alba (**)

    En Revista Virtual Contexto, Vol.
    8, N° 10, año 2004

    (*) Este trabajo fue elaborado a partir del curso
    Literatura del Caribe I, dictado
    por el profesor Arnaldo E. Valero
    para la V Cohorte de la Maestría de Literatura latinoamericana y
    del Caribe ULA, Táchira

    (**) Tesista de La Maestría en Literatura
    Latinoamericana y del Caribe – Universidad de Los Andes,
    Táchira

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