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Memorias de un aventurero venezolano: Rafael de Nogales Méndez




Enviado por Susana Marchán



     

     

    RESUMEN

    Los libros
    autobiográficos del venezolano Rafael de Nogales
    Méndez (1879-1937), soldado, viajero y luchador contra
    distintas dictaduras y gobiernos, son como libros de aventuras.
    En ellos hay información sobre su vida y sus luchas
    políticas: su participación en la
    Primera Guerra
    Mundial, la invasión estadounidense a Cuba, la
    revolución
    mexicana y su amistad con
    César Augusto Sandino. Nogales fue también oficial
    de las Fuerzas Expedicionarias Persas y del Ejército
    Otomano, participó en la fiebre del
    oro y fue
    vaquero en Arizona, así como pescador de ballenas en
    Alaska. Sus libros autobiográficos son un ejemplo de la
    literatura
    autoreferencial venezolana, pero también testimonio de un
    gran personaje olvidado.

    Palabras clave: Rafael de Nogales Méndez,
    autobiografía venezolana, gomecismo, política.

     

    ABSTRACT

    The autobiographical books of venezuelan Rafael de
    Nogales Méndez (1879-1937), soldier, voyager, and fighter
    against the dictatorships are like adventures novels. In them are
    information about his political fights and life. His
    participation on WW1, the american invasion to Cuba, the mexican
    revolution and his friendship with Sandino. Nogales also was
    officer of Expeditionary Persian Forces, and Otoman Army officer,
    participate in the gold rush, and was cowboy in Arizona, as well
    as whale fisher in Alaska. His autobiographies are a sample of
    self-writing in Venezuela.

    Key words: Nogales Méndez, Autobiography
    in Venezuela, dictatorship of Gomez, politics.

     

    En la literatura autorreferencial pueden encontrarse dos
    grandes tendencias. Una de ellas es la que podríamos
    denominar autobiográfica, en la que se expresa la
    vivencia profunda y el proceso
    interior (Gusdorf, 1991; Lejeune, 1994; de Man, 1991) La otra es
    la memorialista, en la que lo importante es mostrar la
    participación del protagonista-testigo en un proceso
    social o histórico Starobinski, 1990; Weintraub, 1993). En
    ambos casos se conoce a los personajes en distintas facetas, ya
    sea porque lo íntimo muestra lo
    exterior o porque lo público proporciona
    información sobre lo privado. Obviamente todos, tanto los
    que sólo se refieren a sí mismos como los que nunca
    hablan de sí sino en relación a su momento, dan
    información sobre la circunstancia social e
    histórica que les tocó vivir. Silvia Molloy (1996:
    114) apunta que el memorialismo en nuestro continente es
    público en dos sentidos. Porque sólo habla de lo
    que es de interés
    común y también porque, por lo general, los
    autobiógrafos escogen
    cuidadosamente lo que puede y debe contarse.

    En Venezuela no abunda la autobiografía, mas
    sí el memorialismo. Entre las memorias que
    nos dan una visión de la historia podemos encontrar
    las de héroes de la independencia,
    perseguidos políticos, presos, opositores, ministros y
    aduladores varios. Hay entre ellas varias etapas, según
    sea el momento histórico: independencia, guzmanato,
    castrismo, gomecismo, perezjimenismo y guerrilla de los
    años 60, esto es, los momentos históricos en los
    que ha habido cambios históricos importantes para
    subvertir el orden o una figura caudillista dominante. En estos
    textos rara vez es protagonista el individuo sino
    el tiempo
    histórico. Muchas de las memorias no hablan ni siquiera de
    la circunstancia personal del
    autor que las escribe, sólo se dedican a hablar de la
    época. Ser testigos de un evento trascendental, o de la
    actividad de alguien famoso y reconocido es lo que motiva esas
    páginas. No hablan de su vida en un momento o en
    determinada eventualidad, sino de lo que vieron y observaron. No
    son individuos sino testigos del colectivo. De cierta manera es
    como si reconocieran que sus actuaciones no tuvieron importancia
    y que en su vida lo más importante es haber visto lo que
    otros hicieron. En las memorias venezolanas, entonces,
    podría distinguirse en primer lugar entre aquellas
    escritas por los participantes, que son los que hablan de
    sí y de sus acciones, y
    las de los testigos, que hablan de cómo observaron tanto
    una situación como la participación de otros en
    ésta (Rojo: 2000).

    Habitualmente, entonces, en las memorias venezolanas el
    referente mayor es el político e histórico,
    mientras que sus autores pasan de cierta manera a segundo plano.
    Con una excepción, las memorias de Rafael de Nogales
    Méndez en las que las proezas del protagonista son lo
    más importante. Este aventurero escribió dos libros
    autobiográficos en los que sus lances son el punto
    central. No él como persona, sino
    él como actor de las distintas hazañas. Estas
    memorias son una relación de los viajes,
    acciones militares y aventuras de su narrado, y podrían
    ser consideradas memorias de la exterioridad porque no hay
    reflexión introspectiva, pero en ellas el país y la
    circunstancia histórica no son los protagonistas, sino los
    avatares del narrador. En ellas no importan sus pensamientos y
    emociones,
    sino las acciones que éste emprende.

    Rafael de Nogales Méndez, nacido Rafael Inchauspe
    Méndez en San Cristóbal, Estado
    Táchira en 1879, fue educado en Alemania,
    Bélgica y España,
    donde también recibió instrucción militar.
    Hablaba, según sus palabras, perfecto español,
    inglés,
    francés y alemán, además de árabe y
    chino. Participó en distintos hechos bélicos: en
    1898 estaba junto a los españoles peleando en Cuba contra
    la invasión estadounidense, en 1902 participa en Venezuela
    en la llamada Revolución
    Libertadora, en 1904 participa en la guerra
    chinojaponesa. En 1908, a la caída de Cipriano Castro,
    vuelve a Venezuela, se gana la enemistad de Gómez y debe
    salir del país. Durante la Primera Guerra Mundial,
    "la guerra venía a ofrecer a mi espíritu militar,
    su primera y más hermosa oportunidad. Cuando ya no hubo
    manera de detener el conflicto
    universal, partí inmediatamente con el objeto de unirme a
    las naciones latinas de Europa, a pelear
    por mi raza y por la civilización dentro de la amplia y
    profunda hermandad latina" (Nogales, 1991, II, 76). No es
    aceptado como soldado, por lo que viaja a Persia como oficial de
    la Fuerzas Expedicionarias Turcas, donde se le concede el
    título de Bey. También es oficial en el
    ejército regular otomano. El kaiser Guillermo II le
    concede la Cruz de Hierro y la
    estrella de Mechedieh. Fue Gobernador Militar de la costa de
    Palestina. En 1919, en la época de la fiebre del oro,
    sólo por curiosidad va a Alaska, dice que a descansar
    luego de sus aventuras en China. Luego
    fue vaquero en Arizona (en esa época se hacía
    llamar Nevada Méndez) y pescador de ballenas con los
    esquimales.

    En sus memorias cuenta sus aventuras en todos estos
    países, haciendo un pormenorizado recuento de sus amigos,
    relaciones, actividades, costumbres. Uno de los capítulos
    "Recetario de cocina de un soldado aventurero" está
    dedicado a comentar las extrañas cosas que comió
    durante sus andanzas: con los esquimales, aceite y unto
    de ballena y pescado crudo (con piel, cola y
    ojos). Gusanos de maguey en México,
    iguanas y huevos de iguana, caimán en ensalada en América
    Latina. En Australia culebras, carroña de oveja y
    carne humana, elefantes y rinocerontes en Africa. Patitas
    de jaguar y patas de oso pardo, monos asados, guacamayas, joroba
    de camello, ánguilas eléctricas, tiburón
    podrido (que permite beber mucho sin emborracharse). Termina el
    capítulo diciendo: "Se ha generalizado entre la gente la
    opinión de que un soldado aventurero debe tener, por sobre
    todo, un bravo corazón.
    Mis experiencias culinarias son suficientes para demostrar que lo
    que realmente necesita es un estómago de hierro" (Nogales,
    1991: II, 75).

    Participó en la Revolución Mexicana. Al
    final de ésta estuvo al lado de Madero. Después del
    triunfo de éste, comenta: Pero Nogales no estaba
    allí. Su destino había sido haber combatido con
    éxito
    cuando la revolución estaba casi en el suelo. Ahora que
    la revolución iba hacia la victoria, muchos generales que
    habían peleado por su derrota marchaban con éste
    hacia el final. ¡Mala suerte! Sin embargo, lo que
    más me gusta es desatar el nudo gordiano. Prefiero las
    luchas y soluciones
    difíciles a los banquetes posteriores cuando se hacen los
    discursos y se
    distribuyen prebendas por igual a los grandes y a los codiciosos.
    (Nogales, 1991: I, 195)

    De la misma manera que Julio César, usa la
    tercera persona para hablar de él mismo; al tiempo que
    muestra el destino del hombre que
    sólo está en la acción,
    pero no en el disfrute del triunfo. Fue amigo y colaborador de
    Augusto César Sandino, y publicó un libro llamado
    El saqueo a Nicaragua. En los entretiempos planificaba
    acciones contra Gómez. A la muerte de
    éste vuelve a Venezuela donde López Contreras, que
    aparentemente desconfiaba de él porque Nogales siempre
    estaba en la oposición de todos los gobiernos, le concede
    un puesto de jefe de aduana en Las
    Piedras, Estado Falcón. Un año después, muy
    molesto con el trato recibido, olvidadas sus aventuras y
    desilusionado con el nuevo régimen, Nogales Méndez
    renuncia y se radica en Panamá,
    donde muere de pulmonía después de una
    operación.

    Una de las características del género
    autobiográfico en Venezuela es la interrelación
    estilística y fáctica. Así, las
    autobiografías de los poetas semejan poemas en
    prosa, y las de los escritores novelas, los
    historiadores escriben tratados
    históricos y los artistas plásticos
    textos en los que priva el sentido visual (Rojo: 2000). Los dos
    libros autorreferenciales de Rafael de Nogales Méndez
    (Memorias de un soldado de fortuna, 1932 y Cuatro
    años bajo la luna llena
    , 1936) podrían ser
    considerados el mejor libro de aventuras publicado en nuestro
    país. El propio autor no lo considera un libro
    autobiográfico de memorias

    Ante todo debo aclarar que no intento escribir una
    autobiografía. Sólo quiero referirme a las tantas
    cosas que me han sucedido y cómo he logrado burlar el
    peligro. No trato de hacer un análisis de mi vida -he vivido tan
    demasiado ocupado que no le encuentro razones a la
    solemnidad-.

    He vivido en acción, empleado el poder de
    pensamiento
    que los dioses juzgaron conveniente otorgarme para un dinamismo
    permanente y no propiamente para contemplaciones. Por lo tanto,
    perdonadme o agradecedme si este libro es apenas un completo
    informe de
    hacia-donde-vamos-nosotros, cuya respuesta siempre queda en un
    interrogante. (Nogales, 1991: I, 27) El relato que hace de
    sus aventuras oscila entre lo que posteriomente será
    la novela de
    espionaje, al estilo de Graham Greene, mezclada con algunos
    capítulos de Tintin y Milou. Si su vida es novelesca, sus
    memorias son más emocionantes que muchas novelas
    venezolanas. En ellas va narrando de manera ordenada todos los
    pormenores de sus hazañas, proezas, peligros,
    contratiempos y demás azares de la vida. A la manera de
    una novela antigua,
    en la que se privilegia el aspecto épico Nogales hace una
    narración, donde relata las andanzas de un aventurero,
    él mismo, del que a veces habla en primera y otras en
    tercera persona. En sus libros no sólo hay
    narración sino también intriga, suspenso y descripción de ambientes exóticos.
    El mundo interior no existe, sólo el de las hazañas
    y peripecias del narrador. A la manera de las novelas de
    caballerías, en las memorias de Nogales hay una
    idealización de la vida guerrera y la acción
    está por encima de la caracterización. El carácter espectacular de sus aventuras es
    percibido incluso por él mismo: Estos sucesos me parecen
    ahora excitantes y divertidos, mientras los voy ordenando en mis
    recuerdos, frente a la máquina de escribir, en la
    pacífica New York. Frente a mi papel de héroe para
    película de cine, como
    entonces me parecía actuar, las cosas eran diferentes.
    (Nogales, 1991: II, 122).

    Al comienzo de sus Memorias hace una distinción
    entre el aventurero y el caballero andante. El
    primero es "un iletrado pedante, o socialmente un caballero
    ocioso, fuera de combate, que no posee una carrera en particular
    y que siempre está buscando ingeniosamente el modo de
    hacer dinero, lo que para él es primordial y digno
    de cualquier culto, aun cuando fuese asesinato, deshonor…
    (Nogales, 1991: I, 27).

    Él, en cambio, es un
    caballero andante: …un caballero de nacimiento. Para toda
    voluntaria o desinteresada acción audaz tiene un gesto
    elegante. A menudo es un soldado de carrera demasiado digno como
    para vender su espada al mejor postor pero super impaciente para
    esperar que la guerra lo siga en sus solares. No puede esperarla,
    la busca, la crea, la inventa y la dirige. No odia sino el
    orín de su armadura o una disposición
    pacífica en su alma. Sale al
    mundo a romper lanzas por sus ideales; el más fuerte de
    todos está incorporado en la vieja romántica frase
    actuar o morir. Para algunos hombres no actuar es morir, morir de
    desagradable muerte
    espiritual. (…) Me he considerado un ciudadano del mundo
    en todos los lugares del orbe en que alguna cosa se proyectaba.
    Un dictador que derrocar. En ejército de patriotas que
    organizar y dirigir. Una utopía de oro que sobrellevar.
    Una ballena que arponear. Una injusticia política que
    señalar para presentarla desnuda al mundo. En medio de
    todo ello he sostenido un sólo propósito: la
    liberación de mi país, Venezuela, de la
    tiranía que lo agobia (…) Dios quiera que la
    experiencia de mis años de lucha pueda concentrarla con
    fuerza en ese
    esperado acontecimiento. (Nogales, 1991: I,
    28).

    En las Memorias de Nogales Méndez llaman
    la atención varias cosas, por una parte su
    cosmopolitismo, comparable al que mostraba Francisco de Miranda
    en sus diarios. Nogales se siente cómodo en cualquier
    ambiente,
    tiene amigos de la más diversa condición, a su
    llegada a cada país es recibido especialmente por
    gobernantes, embajadores y cualquier millonario, pero al mismo
    tiempo se siente feliz con cualquier persona. Sin embargo, a
    pesar de sus protestas de amistad con ciertos individuos, lo que
    se siente al leerlo es que Nogales siempre está solo, o
    que aunque esté acompañado no deja de mirar a los
    demás con la mirada del otro. El es el extranjero que toma
    nota y analiza las costumbres y comportamientos de los
    demás de la misma manera como lo haría un
    entomólogo.

    Al mismo tiempo que observa con mirada curiosa y lejana
    a las personas, es evidente la relación afectiva que
    guarda con los caballos, casi siempre yeguas. Siempre hace
    mención del nombre del caballo con el que logró
    alguna proeza: con Zamuro participa en una caza de zorro, con
    Proscrito es vaquero en Nevada, con Dulcita ("mi aplomada y
    prudente jaca" (Nogales, 1991: I, 150) participa en la
    cacería de osos, durante la revolución mexicana su
    jaca es tuerta y se llama Cristalina. Una yegua lo salva en una
    oportunidad de la picadura de una matacaballo:

    Furioso, como si un ser humano hubiera sido muerto a
    traición en mi presencia, partí en dos la
    araña con mi machete antes de que pudiera desaparecer en
    la maleza. (…) La yegüita estaba desangrándose
    jadeante a mis pies. Me partía el alma la angustia al ver
    a mi fiel e inteligente compañera, a la cual no
    podía socorrer. En menos de veinte segundos había
    muerto. Su cabeza reposando sobre mis rodillas. Sus tristes ojos
    mirándome. Una mirada que traspasaba mi esqueleto de una
    gran pena que no me arrepiento en confesar. (Nogales, 1991: I,
    225)
    Su relación con las mujeres es sustancialmente
    menos afectiva. Durante la primera guerra mundial apunta
    "Realmente las mujeres, con excepción de aquellas que
    sirven como enfermeras, se convierten en verdaderos problemas para
    los ejércitos" (II, 90) Al hablar de las señoras de
    las tabernas de Alaska en los tiempos de la fiebre del oro,
    apunta:

    Algunas de aquellas amazonas jugaban un papel muy
    importante, llevando los osos al matadero, es decir, donde ellas
    querían. Eran especuladoras audaces que fijaban el
    precio que les
    convenía, manteniendo el campamento en un continuo
    escándalo. Tanto en los salones de baile como en lugares
    menos respetables la disputa de estas damas por los dorados
    certificados de minas siempre estaba causando molestias. En
    muchas ocasiones, a algunas de aquellas bellezas blondas o
    morenas y a sus socios masculinos, hubo que llevarlos a sus casas
    en camillas. (Nogales, 1991: I, 134) En otra
    ocasión, visita a un viejo comandante de Juárez y
    allí conoce a su sobrina, una bella muchacha de pelo
    negro. No sólo la describe a ella, sino también
    explica los problemas que traen consigo las mujeres inteligentes:
    La chica era más vivaz e independiente que la
    mayoría de las damas mexicanas. El comandante pensó
    que lo mejor era enviarla a un colegio de Estados Unidos,
    para limarle aquella libertad
    ganada en el desierto mexicano (…) La muchacha
    retornó más independiente que nunca y con avanzados
    conocimientos. Ahora podía explicar por qué
    debía ser independiente, discutir con inteligencia y
    además salir con la razón. Mi amigo el comandante
    era como un pobre instrumento entre sus manos. (Nogales, 1991:
    I, 158).

    En una ocasión se enamora de una bella mexicana,
    lo que da pie para que explique la manera de vestirse de las
    muchachas de la época y, sobre todo, las costumbres de
    seducción y amorosas, que parecen sacadas de una vieja
    película de Rodolfo Valentino: una encantadora
    señorita, vestida color de rosa y
    con un clavel rojo sobre sus cabellos negros como ala de cuervo,
    me clavó los ojos y dejó caer descuidadamente su
    pañuelo, dándome tiempo a desmontarme de mi caballo
    y recogérselo en una rápida inclinación.
    (Nogales, 1991, I, 58).

    Después de una parranda de tres días,
    aparece el hermano de Doña Inés, sumamente
    ofendido, que le dispara, pero el revólver se atasca, por
    lo que le arrojó el arma a la cara, donde le abre una
    herida, y apela por su cuchillo. Con tranquilidad Nogales comenta
    que él sacó el revólver y "se lo
    vacié todo entero". (Nogales, 1991: I, 58).

    Otra de las cosas evidentes es su condición de
    hombre de acción. En una de sus huidas de Venezuela le
    pide a un pescador que lo lleve hasta un barco, éste se
    niega, cuando lo puse en la encrucijada de escoger entre seis
    tiros o un billete de diez dólares cambió de
    parecer" (Nogales, 1991: I, 31).

    También cuenta su aprendizaje en
    cosas de la vida: La primera lección, cómo
    comportarme, la absorbí pronto, desprendiéndome de
    la mayoría de mis prejuicios europeos y descartando mi
    monóculo. La segunda, cómo jurar, la aprendí
    demasiado rápido. En menos de una semana estaba
    maldiciendo como un soldado, tanto en inglés como en
    español. La tercera, beber como todo un hombre, fue la
    más difícil (…) en menos de dos semanas era
    ya un maestro. (Nogales, 1991: I, 33)..

    Nogales cuenta sus aventuras como un proceso de
    aprendizaje, después de cada evento viene la
    reflexión. Así, se ríe de los que dicen no
    conocer el miedo "Si hubiera obtenido un dólar por cada
    vez que me he asustado -hasta tocar los límites
    del terror- estaría millonario." (Nogales, 1991: I, 108) Y
    explica que el temor no tiene que ver con la cobardía, ya
    que el verdadero valor consiste
    en sobreponerse al miedo y actuar inmediatamente con
    inteligencia. Probablemente por la época en la que fueron
    escritas, muchas de las secuencias recuerdan el tempo y las
    actuaciones del cine mudo. La descripción del hambre que
    pasa mientras está en Alaska hace recordar las secuencias
    de La fiebre del oro, de Charles Chaplin:

    Me devanaba los sesos tratando de inventar algún
    alimento (…) Finalmente decidí hervir un saco de
    guardar instrumentos, de piel de caribú, que no
    había sido curtida. Lo herví durante varias horas
    en agua de la
    nieve y se lo ofrecí a Dic. Después eché
    tres pares de mocasines en la caldera y luego raspé trozos
    de la sustancia resinosa de la madera de la
    choza. (Nogales, 1991: I, 117).

    Su participación en las guerras
    orientales está recogida en sus dos libros: en
    Memorias y en Cuatro años bajo la media
    luna
    . Si sus Memorias son espectaculares por lo
    movidas y aventureras, esto se acentúa en Cuatro
    años
    pueden encontrarse todos los
    elementos de las novelas de espías: traiciones,
    persecuciones, secretos de estado, hechos bélicos de
    increíble valentía, matanzas sin fin, estrategias sin
    precedentes, escapatorias al último minuto, salvaciones de
    la muerte se suceden una después de otra:

    Había sido sentenciado a morir por el veneno, el
    cuchillo o las balas. Sabía demasiado. Había tenido
    la desgracia de ser el único cristiano, entre los sesenta
    mil turcos que habían aplastado la revolución de
    Armenia. Había presenciado escenas de las que
    ningún cristiano debía ser testigo, para ostentar
    el privilegio de vivir y contarlas más tarde…
    quienes habían cometido esos horrendos crímenes se
    daban cuenta de que si yo llegaba con vida a Costantinopla y
    divulgaba las informaciones que poseía, se verían
    en grandes dificultades para justificar su conducta
    (Nogales, 1991, II, 121).

    Pero los libros de Nogales no son únicamente
    novelas de aventuras. La visión que tiene sobre Venezuela
    Rafael de Nogales Méndez es particular. Por una parte es
    la visión de alguien que ama y sufre a su país,
    pero al mismo tiempo es la visión de un extranjero, que ya
    ve su propia tierra como
    algo ajeno. Es por esta razón de entrañamiento y
    extrañamiento, que en sus libros podemos encontrar una
    interesante visión sobre los gobiernos de Castro y
    Gómez.

    En las memorias de la época gomecista pueden
    encontrarse distintas tendencias, las de los opositores, donde se
    incluyen perseguidos, exilados, prisioneros y "alzados"
    (Arévalo Cedeño, Arévalo González,
    Pocaterra, Pío Gil, Blanco-Fombona), la de los partidarios
    del gobierno (Arcaya,
    González Guinán, Vallenilla) y la de las personas
    sencillas que hablan de la pequeña historia, los que
    observaron y sufrieron los rigores de la dictadura, por
    lo general en la infancia
    (Ramón y
    Rivera, Ruiz Pineda, Michelena). En estos textos, especialmente
    en los de los opositores y los "gobierneros", la narración
    de la
    personalidad prácticamente no existe. En estas
    memorias el protagonista es el dictador, ya que todas las
    historias convergen en contar los horrores o defenderse de ellos.
    Son libros sobre el momento, más que libros que cuenten
    vidas. Más que autobiografías o memorias son
    biografías
    de la dictadura, en las que el personaje principal es
    Gómez. Es por eso que el libro de Pocaterra se llama
    Memorias de un venezolano de la decadencia, pues no
    está contando sólo lo que le pasó a
    él, sino lo que sucedió a tantos venezolanos de la
    época.

    Lo más interesante de las memorias de este
    momento es que no hay términos medios. O son
    una relación de iniquidades o una refutación de
    infamias, o son críticas feroces o ditirambos. Nogales no
    sólo era un opositor, también un perseguido
    político: …la situación que encontré
    fue desalentadora. Gómez estaba rodeado por los traidores
    que lo habían ayudado a destronar a Castro y que
    intentaban embadurnar posiblemente su propio plan por ambas
    caras. Habían persuadido a Gómez que se dirigiera a
    Washington para pedir ayuda contra el retorno de Castro, lo que
    era un precedente siniestro. A esta urgente presión
    Gómez declaró nula la sentencia favorable a
    Venezuela, cuyo internacional árbitro estaba totalmente
    entregado a la controversial Bermúdez Asphalt. Todos
    estaban temerosos del retorno de Castro, que hubiera significado
    la pérdida de sus fortunas y probablemente de sus huesos. Sabiendo
    que un gobierno decente los habría arruinado,
    hacían lo posible para mantener la
    administración de Gómez a lo largo de los
    mismos viejos cauces. (Nogales, 1991: I, 203).

    Pero al mismo tiempo que hay un análisis objetivo de la
    situación del país, también existe la
    subjetividad engreída del hombre que lo sabe todo y no
    necesita de mucho para conocer a plenitud una
    situación:

    …sólo tuve que mirar una vez en los
    pequeños inquietos ojos de Gómez para darme cuenta
    de que no ocurriría ningún cambio con la
    caída de Castro. Por lo menos en lo que representaban los
    altos cauces de Venezuela. (Nogales, 1991: I,
    204).

    Los excesos de la dictadura son expresados igual que en
    otras memorias, que parecieran seguir el ejemplo de las
    Memorias de un venezolano de la decadencia, dar cuenta de
    los horrores del régimen para que no se
    olviden:

    Oponerse a Gómez, políticamente o de
    cualquier otra manera, era un crimen que se castigaba con cargo
    de prisión, lo cual frecuentemente equivalía a la
    muerte. Las tierras de los prisioneros políticos eran
    tomadas. Por el sólo hecho de denunciar a un hombre como
    enemigo del régimen gomecista, se le engrillaba y se le
    enviaba a un calabozo, muchas veces para el resto de su vida
    (…) miles de hombres inocentes sufrieron torturas y
    perdieron sus propiedades por hacerle oposición al
    dictador, y que otros muchos fueron llevados a trabajos forzados
    para trabajar en las carreteras. (Nogales, 1991:
    207).

    El trasfondo económico que permitió que la
    dictadura continuara también es explicado, al hacer
    referencia a los "buscadores de
    puestos", y a los que se aprovecharon de las propiedades
    confiscadas. También de los brutales métodos
    que emplearon los cercanos a Gómez para hacerse de las
    tierras de petróleo, así como las concesiones
    que obtuvieron algunas compañías por su apoyo.
    Nogales Méndez nos da otra visión del gomecismo con
    estos comentarios. Los beneficios que obtuvieron los que apoyaron
    al dictador se evidencian aquí, y se explica incluso
    cómo las largas prisiones y los asesinatos tenían
    sentido para conseguir los bienes de los
    contrarios. Nogales, que se convierte en un trashumante por ser
    opositor a Castro, en primer lugar, y posteriormente a
    Gómez, cuenta en sus Memorias su visión de
    Gómez:

    Mientras permanecía en Caracas observé la
    iniciación de los acontecimientos que se orientaban a
    establecer las bases de una dictadura. Pacíficos
    ciudadanos fueron privados ilegalmente de sus derechos, siendo vendidas
    sus propiedades por el precio que se les antojó a los
    amigos de Gómez. Pedí públicamente, a
    través de la prensa, el
    restablecimiento de la paz y la libertad, tal como la
    conocíamos en los viejos tiempos constitucionales. Cuando
    partí para los estados andinos al final de 1910, una orden
    de prisión me precedía (Nogales, 1991:
    207).

    La insurrección contra Gómez ocupa muchas
    páginas de sus memorias, pero cuando cuenta la huida y la
    persecución terribles, siendo engañado y
    traicionado, y con la tensión de la muerte,
    insospechadamente aparece el dandy:

    De modo que salí para Bogotá, donde, para
    colmo de mi tragedia, llegué sin mi sombrero de copa. Por
    aquel tiempo nadie podía ser considerado en Bogotá
    como un auténtico caballero, si no llevaba su pumpá
    (Nogales, 1991: I, 223).

    Aunque muchas veces la cantidad de peripecias que sufre
    hace pensar que Nogales exageraba su participación en los
    hechos, sin embargo, en el prólogo de Ana Mercedes
    Pérez a la edición
    de las Memorias de 1974, puede verse que esta
    apreciación es incorrecta. La señora Pérez
    cuenta cómo conoció a Nogales Méndez en
    Londres, donde su padre era Cónsul de Venezuela. Relata la
    importancia que este militar tenía para los ingleses y el
    miedo de los gomecistas por sus actuaciones. Evidentemente
    Nogales era un personaje incómodo, porque nunca
    tenía miedo de expresar sus ideas directamente a los
    gobernadores de turno y además poseía una
    experiencia militar que resultaba amenazadora para sus enemigos.
    Al igual que sucedía con Francisco de Miranda, pasó
    tantos años en el extranjero que era mal visto por los que
    no habían salido de su país y consideraban,
    provincianamente, que se había convertido en un
    extranjero. Además, compartía con éste la
    condición de hombre de acción y de pluma. Si bien
    lo excepcional de su vida lo convirtió en un
    extraño en su país, esto también es lo que
    hace que sus memorias sean tan memorables.

     

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    Violeta Rojo

    En Revista
    Virtual Contexto, Vol. 6, N° 8, año 2002 .

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