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Relación y Transculturación como Patrimonio Cultural.



     

    Algunos Apuntes Comparativos entre la obra de
    Fernando Ortiz y la de Edouard Glissant

     

     

     

    Resumen

    Este artículo expone y compara los aportes y
    orientaciones de dos reconocidos teóricos caribeños,
    Edouard Glissant y Fernando Ortiz, tomando como punto de partida
    las diferencias en los procesos de colonización
    y las diversas respuestas ante la opresión establecidas
    tanto en Cuba como en Martinica, lo
    cual demuestra la complementariedad que existe entre la
    noción de relación y la noción de
    transculturación como puntos de partida para
    comprender la complejidad sociocultural caribeña.

    Palabras-clave: Edouard Glissant, Fernando Ortiz,
    relación y transculturación, cultura y literatura caribeña.

     

    Abstract

    This article presents and compares the contributions and
    approaches of two well-known Caribbean theorists, Edouard
    Glissant and Fernando Ortiz, taking as a starting point the
    differences in the processes of colonization and the varied
    answers to oppression established both in Cuba and Martinique.
    The complementary connection between the notions of
    relationship and transculturation as focal points
    to understand the Caribbean socio-cultural complexity is
    revealed. Key words: Edouard Glissant, Fernando Ortiz,
    relationship, transculturation, Caribbean culture, Caribbean
    literature.

     

    Résumé

    Cet article expose et compare les apports et
    orientations de deux théoriciens antillais reconnus,
    Édouard Glissant et
    Fernando Ortiz. On prend comme point de départ les
    différents processus de colonisation et les diverses
    réponses apportées sur les régimes
    d’oppression à Cuba et en Martinique. Cela
    démontre que les notions de rapport et de transculturation
    sont complémentaires, et permettent de mieux comprendre la
    complexité socioculturelle des Antilles.

     

    Mi Zefan Peyi-la

    Et voici les enfants du pays

    Les voici

    Les voici érigés au pays

    Au œur même de la mer

    Au œur même du soleil

    Ils sont lá

    peaux noire

    peaux jaunes

    peaux rouges

    peaux échapés

    peaux blanches

    Qelle importance !

    Ce sont, nous le savons, les fils de ce
    pays

    Leur sueur nourrit la terre de ce
    pays…

    Hector Poullet (traducción P.
    Chamoiseau)

    Lamentin, Martinica, 6 de abril de
    1970.

     

    Albin mira levantarse el vapor de la carretera que va al
    aeródromo, el calor va agobiando la clase de historia de la señorita Salomón.
    El ruido lancinante del
    ventilador anquilosa las palabras de esa pe- queña mujer orgullo del pueblo por
    haber sido una de las primeras admitidas al CAPES, un concurso
    organizado desde la metrópoli para ocupar un puesto de
    funcionaria como profesora de historia.

    Ahora la señorita Salomón sigue al pie de la
    letra las instrucciones que desde París le manda la oficina 408 del Ministerio de
    Educación. Resignado Albin
    abre su libro en la página
    titulada "Nuestros ancestros Galos". Son las once de la
    mañana, falta una media hora… saca maquinalmente la postal
    que le mandó su padre desde Burdeos, sumerge su mirada en el
    río Gironda, al fondo de la orilla se vislumbran unos
    edificios grises que contrastan con el "Marie Gallante" el
    paquebote consentido del puerto. La letra apretada de su padre
    precisa la fecha del envío de un paquete, revistas y ropas
    para él y sus hermanos. Jean, frente a la situación
    económica de Martinica, decidió seis meses antes irse a
    Burdeos, donde se necesitaba mano de obra para construir el
    campus universitario Burdeos II; era una buena ocasión para
    ahorrar dinero y hacer venir a toda
    la familia… y quién
    sabe, uno de sus hijos podría estudiar en la futura facultad
    de Derecho, había escuchado que Burdeos iba a abrir sus
    puertas a los jóvenes del Caribe, por fin, pensó,
    porque desde hace mucho a nuestra juventud la obligan a hacer el
    servicio militar
    aquí.

    Burdeos, 7 de abril de 1970

     

    Anita termina sus ejercicios de calentamiento en el
    segundo piso del teatro, ajusta sobre su dorado
    cuello un amuleto. Ella había ingresado hacía cuatro
    años a la Compañía Nacional de Baile dirigida por
    la famosa Alicia Alonso y era la primera vez que salía de
    Cuba. Iniciaría la representación con el baile de
    Yemayá, diosa de las aguas. Las palabras de agradecimiento
    de los representantes culturales de ambos países y de
    homenaje al fundador del Instituto Afrocubano, el ilustre
    Fernando Ortiz, se diluyen en las imágenes de sus recuerdos…
    Su abuela en la playa echando una moneda en el mar, ofrenda a
    Yemayá implorando su protección. El tono molesto del
    esbelto habanero Luis, dando instrucciones a un técnico
    francés, la despertó de su ensoñación. Antes
    de entrar al escenario le lanzó una mirada de picardía
    y le susurró al oído "échale azúcar a tu amargura"…
    La cortina de terciopelo rojo se levantó: la relación
    ese día se había puesto su más bello y solemne
    vestido.

    Tanto Jean como Anita y la multitud guiada por las luces
    de los proyectores sabían que la relación empezó
    en tiempos remotos. en las tablas del más trágico
    escenario que pueda existir: las calas de los negreros. Sangre, lágrimas, dolor,
    putrefacción, hambre, muerte, reinaban en la
    oscuridad. El barco del almirante permitió el encuentro de
    tres continentes por el coloniaje de América y las islas
    caribeñas. Brújula y cadenas se
    transformaron en instrumento inherente a la monstruosa empresa del viejo mundo. Su
    codicia lo convirtió en huracán que inició el
    comercio triangular,
    arrastrando a su paso hombres y productos de África, para
    dejar caer semillas y espíritus apabullados en las islas del
    Caribe. Así empezaron las plantaciones de azúcar tanto
    en Martinica como en Cuba: con un horroroso
    trasplante.

    En el intermedio, Jean, seducido por los ritmos
    envolventes de la música ritual, leyó las explicaciones en el
    programa: "Música de
    origen Yoruba, etnia que cubría Nigeria,
    el este de Benin hasta el reino de Ketu; los Lucumis forman el
    grupo mayoritario cuyo
    sistema cultural, la regla de
    ocha-ifá, es más conocida bajo el nombre de
    santería en referencia a su sincretismo con la religión católica. Los tambores
    batá son tres: uya, itótele, okónkolo, son la voz
    que llama a la divinidad la cual se expresa también a
    través de ellos. Las ceremonias siempre empiezan y terminan
    por la invocación de Eleguá, divinidad que abre y
    cierra los caminos de la vida. Nada que ver con nuestro tambor el
    gwo-ka, que ritma nuestra bambula, pensó Jean.

    Siguió su lectura, pero esta vez
    saltando los párrafos por lo extenso y variado:
    "Definitivamente los cubanos supieron preservar sus tradiciones,
    en Martinica la música ritual se limita al Laghia y el
    Toumblac, es todo lo que se conoce de nuestros ancestros". A la
    salida Jean decidió encontrar sus amigos en "chez Doudou",
    el rincón de los antillanos. Se embutió en su abrigo de
    paño y apresuró el paso hacia el muelle, eterna
    atracción de los caribeños.  

     

    Dos islas, dos formas de
    poblar

    Lo que Jean no sabía, es que hubo diferentes
    maneras de poblar las islas. Cierto, colonos y colonizadores,
    ambos venían de diferentes horizontes, pero en Cuba la
    repartición de esclavos se hizo con ciertos criterios. Por
    ejemplo, la concentración de los Carabilíes en los
    puertos se debió a su gran resistencia física. La conformación de
    cabildos reforzó la idea de etnia y además
    facilitó las reuniones clandestinas como los abakuás
    (congregaciones secretas).

    La palabra de origen africano "ekobio", que significa
    hermano, se grabó en la jerga cubana y alude al principal
    motor de la idea de pertenencia a
    un grupo: el factor religioso. Hoy por hoy, y muy a pesar de la
    revolución, cada cual sigue
    la regla del Osha, más conocida bajo el nombre de
    santería, o la regla del Palo Monte, o se reúne en los
    templos de origen Arará.

    Por el contrario, los franceses no vieron un mayor
    rendimiento en la reagrupación de esclavos por etnias, sino
    que más bien vieron en esto un peligro. Ceremonias
    religiosas no católicas y celebraciones como el día de
    los reyes fueron prohibidas en las primeras décadas de la
    colonización. Los esclavos de diferentes orígenes se
    mezclaban cuidadosamente en las plantaciones, para dificultar
    la comunicación entre
    ellos, obligándolos con el tiempo a usar un francés
    aproximado. Eso confirma los postulados de Michael Foucault sobre el lenguaje y el poder. Desvinculados de sus
    sistemas de pensamiento original, la
    única alternativa es hacer uso del lenguaje del opresor,
    representando un rodamiento más del aparato de
    represión.

     

    Diferencias en el
    desarrollo
    cultural

    Con el curso de los siglos el castellano se uniformizó en
    Cuba. Solamente en los rituales aparecen las lenguas ancestrales.
    En Martinica, la población oprimida se
    debatió entera en un baño lingüístico
    extraño: el francés. En ese aprendizaje forzado se van a
    tejer simultáneamente lengua oficial y oficiosa. Con
    astucia se va conformando la lengua de la resistencia: el creol.
    Por su inmaterialidad las palabras podían vehicular dentro
    de la malla opresiva. Mientras que Martinica se aplicó en la
    creación de un bilingüismo cargado de ambigüedad,
    Cuba era un cultivo de múltiples ramas tan apretadas y
    mezcladas que dieron lugar a infinitos injertos. Como Anita,
    cualquier cubano está orgulloso de mostrar los resultados de
    ese fervor cultural; la cubanidad es ante todo la conciencia de ser cubano y la
    voluntad de quererlo ser. No es el caso de Martinica, el futuro
    de la familia de Jean está
    proyectado en la imitación de la metrópoli. Las
    instituciones educativas
    alienan. El sentimiento de realización de la señorita
    Salomón y los proyectos de Jean, muestran que
    para el martiniqueño la única vía hacia el
    éxito es la
    imitación. Se sustituyeron las plantaciones, "los cuellos
    blancos" y el turismo cortaron el espíritu creativo
    empresarial y artístico. Así los músicos
    amodorrados, terminaron repitiendo los mismos bejines en las
    discotecas de los complejos turísticos. Se "folklorizó"
    la isla en beneficio de los promotores. Esa desastrosa
    aculturación se coronó en 1946 con la departamentalización de
    la isla.

     

    Dos investigadores
    caribeños: el cubano Fernando Ortiz y el martiniqueño
    Edouard Glissant

    Iluminados por el pensamiento de José Martí, los cubanos vieron
    en la talentosa y magna obra de Fernando Ortiz (producto de años de
    dedicación y sacrificio) un apoyo a la idea de la
    conformación de la nación. Autodidacta,
    dotado de una metodología positivista, el
    famoso antropólogo crea dos términos para referirse a
    su valioso campo de investigación: afrocubanismo
    y transculturación.

    Sus compatriotas, considerando su independencia de España, pero también la
    amenaza dentro del huracán, los Estados Unidos, sintieron como
    una urgencia la valoración del mestizaje, gran determinante
    en la población de la isla; para mostrar las yuxtaposiciones
    y el amalgamiento de culturas que desembocan constantemente en
    renovación de sincretismos culturales y sobre todo para
    resaltar la impor- tancia de la presencia negra en la cultura
    cubana, debió recurrir a cierto atavismo en las obras Los
    negros esclavos, La africanía de la música
    folclórica de Cuba, Los bailes y el teatro de los negros en
    el folclor de Cuba.

    Fue seguramente esa forma de celebrar el mundo (en el
    sentido de Merleau Ponty) y la resistencia al sistema de
    opresión servil de los ñanigas, las que atrajeron el
    ojo escrutador del criminólogo Fernando Ortiz:

    Comencé a investigar, pero a poco comprendí
    que, como

    todos los cubanos, yo estaba confundido. No era
    tan

    sólo el curiosísimo fenómeno de una
    masonería negra lo

    que yo encontraba, sino una complejísima
    maraña de

    supervivencias religiosas procedentes de diversas
    culturas

    lejanas y con ellas variadísimos linajes,
    lenguas, músicas,

    tradiciones, leyendas, artes, juegos y
    filosofías

    folklóricas: es decir, toda la inmensidad de las
    distintas

    culturas africanas que fueron traídas a Cuba"
    (Ortiz,

    1975:15).

     

    La transculturación aludida en la obra de carácter
    lingüístico Un Catauro de Cubanismo fue
    presentada en su integridad por primera vez en la obra
    Contrapunteo Cubano del Tabaco y el
    Azúcar
    , en la cual presentó una
    generalización y rectificación conceptual de sus
    investigaciones precedentes.
    Allí sacó a la luz en toda su amplitud el
    mestizaje del paladar y la palabra, de la cocina y de la economía y por fin de la cultura
    cubana, aclarando siempre que ese proceso está en continuo
    movimiento y
    transmutación y que por supuesto se refleja en el arte. El antropólogo nos
    muestra que cada hecho tiene
    su anverso y su reverso, lo que nos muestra y lo que nos oculta,
    resulta a la vez revelación y enigma, que la antropología descifra e
    interroga. Con el azúcar y el esclavo transmigró el
    "Espíritu Santo", dando un
    nuevo sincretismo religioso, la santería, que se aleja tanto
    de sus orígenes africanos como del catolicismo español. Lo cierto es que
    para entrar en la santería el bautismo cristiano es
    obligatorio, aun si la santería tiene su propia ceremonia de
    iniciación, con el tablero de Ifa alrededor del cual catorce
    sacerdotes se reúnen un día entero para definir el
    santo del iniciado.

    Cuarenta años después el escritor y
    filósofo martiniqueño Edouard Glissant hace un balance
    de las naciones que se liberaron del colonialismo: el fracaso
    reina. Según el ilustre pensador caribeño hay que
    despertarse del sueño antropológico; él elogia la
    diversidad y su vivencia en la cotidianidad echó paso
    atrás conformándose en nuevas manifestaciones
    atávicas como por ejemplo la corriente de la negritud,
    fundada por el famoso escritor Aime Césaire.

    Fernando Ortiz y E. Glissant tienen en común el
    atrevimiento de estudiar las relaciones
    dominados–dominadores y viceversa. El primero partiendo de
    las plantaciones de azúcar y luego de las ciudades,
    mostró fusiones y nuevos sincretismos
    culturales en constante movimiento dentro del sistema piramidal
    de explotación. El segundo frente a la pobreza cultural de su isla
    debido a la constante represión francesa, hace de la
    relación una poética, dilatando centro y periferia,
    convirtiéndolos en un va y viene capaz de cambiar el
    imaginario hacia "lo composito", la identidad rizoma y por
    qué no, hacia "la creolización del mundo". Para
    entender mejor esas nociones empezamos en un primer tiempo por su
    antítesis: en 1946 el viejo mundo
    comenzaba a curar las heridas del segundo conflicto mundial. Aun bajo el
    choque del horrible genocidio causado por la ideología nación con raza pura, el
    antropólogo publicó El engaño de las
    razas
    . Entretanto en África del Sur se prepara el
    más terrible aparato de segregación racial: el
    apartheid, es decir, separación, el cual fue puesto en
    ejecución por los nacionalistas después de las
    elecciones de 1948. Impedir el contacto, la relación, es
    impedir la transculturación.

    Entonces se puede deducir que la transculturación
    es una resultante de la relación. Fernando Ortiz usa muchas
    metáforas para ilustrarla en su móvil complejidad
    social, cultural, religiosa y económica, es "palpable"; la
    relación es concebible pero no es posible abarcarla en su
    totalidad. La transculturación se observa, la relación
    se cuenta.

    Es por descripciones minuciosas, influenciadas por el
    marco antropológico orticiano que se inicia la magistral
    obra de Alejo Carpentier Ecué – Yamba –
    O
    :

    Azúcar, azúcar, azucara, azucarrá!
    ¡El ingenio es de ley¡

    Un olor animal, de aceite, de grasa, de
    caramelo, de sudor,

    se estaciona en el paraninfo que jadea y
    tiembla.

    Los conductos y las bielas tienen sacudidas y
    contracciones

    de intestinos metálicos. Una formidable
    batería

    de tambores redobla bajo tierra. Los hombres
    asexuados,

    casi mecánicos, trepan por las escalas y recorren
    plataformas

    sensibles a los menores fallos de los
    organismos

    atornillados que relucen y vibran bajo sudarios de
    vapor.

    La fábrica ronca, fuma, estertora, chifla. La
    vida se

    organiza de acuerdo con sus voluntades. La
    reducción

    de la finca de los Cué fue al beneficio de la
    compañía

    yanqui, ese fenómeno del latifundio
    acompañado del

    maquinismo, del colonialismo, de la trata de braceros
    del

    capitalismo.

     

    Maquinismo, extranjerismo, imperialismo, fueron
    denunciados por Fernando Ortiz en el Contrapunteo cubano del
    tabaco y el azúcar
    . Además del espacio en
    la novela de Carpentier surge
    el problema del tiempo:

    En todos los pueblos la evolución
    histórica significa siempre

    un tránsito vital de culturas a un más o
    menos reposado

    o veloz, pero en Cuba han sido tantas y tan
    diversas

    en posiciones de espacio y categorías
    estructurales

    las culturas que han influido en la formación de
    su pue-

    blo que ese amestizamiento de culturas sobrepuja en
    trascendencia

    a todo fenómeno histórico (…) toda la
    escala

    cultural que Europa experimentó en
    más de cuatro

    milenios en Cuba se pasó en menos de cuatro
    siglos. Lo

    que allí fue subida por rampa y escalones,
    aquí ha sido

    progreso a saltos y sobresaltos. (Ortiz,
    1987:87)

     

    Edouard Glissant piensa que lo diverso "concretado y
    sacudido por el tiempo escapó a la paciencia de la norma,
    porque fue precipitado en el mundo por necesidad, opresión,
    angustia, cupididad de donde la imposibilidad ‘des cultures
    composites´ de haber vivido su era de clasicismo". El
    barroco es definitivamente el
    lenguaje del mestizaje. La elipse y el miedo al vacío
    tienden a naturalizarse. Regresemos a Ecué-Yamba-O. El
    capítulo el Embó ofrece un maravilloso ejemplo de
    transculturación tocando el misterio del más allá.
    Menegildo entró en el bohío del viejo Beruá: Es el
    color el que anuncia "la
    combinación", el rojo por ejemplo de Santa Bárbara deja
    entrever a Shangó. El supuesto "mestizaje" si podemos
    llamarlo así varía dentro de los santos, por ejemplo la
    Virgen de la Caridad, Oshun, tiene un sincretismo de menor grado
    que Santa Bárbara.

    Lo interesante es que esa simbiosis aparece claramente
    en las representaciones y no en los mitos, el principio de
    filiación queda intacto. Consultar un santero significa
    inevitablemente interrogar a su santo, la abuela de Anita era
    hija de Yemayá. Edouard Glissant ve en los mitos una
    violencia escondida porque
    rehúsa absolutamente la presencia del otro como elemento de
    relación. Según Fernando Ortiz la inecuación
    ciencia y mito aniquila el concepto de raza en favor del de
    cultura, a ese propósito unas décadas antes José
    Martí dijo: "No hay odios
    de razas, porque no hay razas". Fernando Ortiz desarrolló la
    idea de que no existe una raza cubana, el etnos no es la
    médula de la cultura, sino un resultado cambiante de sus
    transformaciones y evolución histórica. El etnos
    encuentra en el mestizaje transfusión permanente en todas
    las facetas culturales. Edouard Glissant
    complementó:

    No se podría sostener que cada cultura particular
    constituye

    un elemento primero entre todos aquellos que
    entran

    en juego dentro de la
    relación, puesto que ésta define

    los elementos así dispuestos al mismo tiempo que
    los

    cambia; ni se puede afirmar que cada cultura en
    particular

    es reconocible dentro de su particularidad, puesto
    que

    no es posible discernir su límite propio dentro
    de la relación.

    Cada cultura particular se anima del
    conocimiento

    de su particularidad, pero este conocimiento no tiene
    fronteras.

    De la misma forma no se puede descomponer
    cada

    cultura particular en elementos primeros, puesto que
    su

    límite no es definido y la relación juega a
    la vez un rol

    interno (de cada cultura a sus compuestos) y un rol
    externo

    (de esa cultura con respecto a otras que le
    interesan).

    La definición de su rol interno es infinita, es
    decir

    a su vez no reconocible, puesto que los
    constituyentes

    de una cultura si bien son referenciables, no pueden
    ser

    llevados a la indivisibilidad de elementos primeros.
    Una

    definición tal es operatoria. Ella nos permite
    imaginar

    (Glissant, 1990: 183).

     

    Es por eso que la cultura popular jugó un papel
    fundamental en la conformación de la nación cubana. El
    problema que plantean los mitos es complejo porque deja entrever
    "une culture composite" o mestiza atraída por la
    identidad–raíz, por esa capacidad de transbordarse
    inicialmente y luego transmutarse, pero sin desbocar en una
    transformación. Una explicación posible puede ser la
    resistencia de los oprimidos a la misión cristiana; otra el
    factor tiempo, obviamente es fácil cambiar el imago
    que el imaginario. Es a partir de los años cincuenta que los
    artistas tomaron conciencia de esa ambigüedad.

    Por ejemplo las obras en madera y en mármol del
    gran escultor Agustín Cárdenas señalan de forma a
    la vez serena y atormentada la irrupción en la cultura
    moderna de una sensibilidad mestiza, que muestra que el arte es a
    la vez la confirmación de algo y creación de algo
    nuevo. Levi-Strauss aclaró que el mito aunque perteneciendo
    al reino de la palabra y el lenguaje, puede ser también una
    entidad absoluta en un tercer nivel distinto al
    lingüístico.

    Pero veamos ahora el efecto del imaginario en la
    oralidad y subsecuentemente en la palabra escrita en el Caribe.
    Existe una gran diferencia entre Cuba y Martinica en cuanto a la
    oralidad y particularmente en su respuesta ante la
    represión. Tanto los españoles como los franceses
    obligaron a las diversas poblaciones a expresarse bajo el
    denominador común del idioma del opresor. Tal vez por el
    hecho de haber sido más permisivos en Cuba en lo
    concerniente a las reagrupaciones étnicas se mantuvieron
    ciertas lenguas africanas en momentos específicos como en
    los rituales, no se sintió la necesidad de crear una nueva
    lengua como sucedió con el Creol en Martinica.

    En esta isla los esclavos de diverso origen fueron
    mezclados adrede para disminuir los riesgos de rebelión, pero
    pasaron las generaciones y esa "ingenua imitación del
    francés" como la consideraban colonos muy equivocadamente,
    se volvió una lengua con la connotación "du
    detour
    ", término utilizado por Edouard Glissant: es
    decir "sí", pero teniendo en el espíritu la posibilidad
    "del no" del cimarrón a una situación que inicialmente
    no es alienante pero en la profundidad se descubre el trauma
    (como por ejemplo el caso de la profesora Albin). El imaginario
    se nutrió del "detour". En el uso de la palabra el sentido
    oculto aun es común, el misterio penetraba las veladas
    animadas por "le maitre de parole". Mientras que el mito dé
    pautas para imaginar la génesis, el cuento extiende sus
    misteriosos meandros, complaciéndose, según E.
    Glissant, en "offrir un convenir de langage el
    d´obscurité, par oú perdure en toute
    l´imprévu de la parole: comme d´une epaille
    gransissant sess lunes, sur des ombres
    sculptées".

    El mito aclara, pero el cuento declama. Fernando Ortiz
    en El engaño de la razas y Edouard Glissant en Le
    traité du Tout Monde
    , notaron en el mito, es
    decir en el verbo, una búsqueda de parte de las culturas
    atávicas de relacionar lo sagrado con lo territorial (que no
    lo terrenal). La desaparición en el archipiélago de los
    Arawaks y de los Caribes, la transformación de las islas en
    lugar de paso y luego de concentración de esclavos, la
    aparición del latifundio, tuvieron como resultado una
    desvinculación de la población con las tierras de las
    islas. Es una de las razones (acompañada por supuesto con
    las inclinaciones religiosas) que explica la resistencia de los
    mitos, es decir de los atavismos africanos destruidos y
    dominados.

    España y los Estados Unidos estaban interesados en
    Cuba por su situación geopolítica y por los
    frutos de su producción agrícola,
    no existió la idea de implantar una cosmovisión para
    someter a la población; por eso la génesis africana
    siguió en el imaginario, el mito se volvió una especie
    de cordón umbilical con esas tierras lejanas. Fernando
    Ortiz, para retomar un término de la criminología, hace una
    "reconstrucción de los hechos" a un período de tiempo
    preciso, observa y recopila (por ejemplo la presencia de los
    mitos abunda en sus estudios sobre los bailes cubanos). La
    posición de Edouard Glissant como primer "teorizador sobre
    lo diverso" (para no usar la palabra mestizaje de carácter
    restringido) ve en el mito una alienación, una referencia
    que no corresponde a la riqueza de lo compuesto. Opone a las
    culturas atávicas las culturas "compositas", nacidas del
    choque, del abrazo de las culturas. Es tiempo de contar sus
    constelaciones y alejarse del lineamiento del tiempo.

    Glissant se aparta de la opacidad del mito para fundirse
    en la transparencia del multilingüísmo del cuento
    antillano, opuesto al monolingüismo del centro, rompiendo
    las fronteras de la oralidad con lo escrito, así como las
    mareas que en un va y viene transforman la palabra gravada en la
    roca del acantilado. Patrick Chamaseau famoso escritor
    martiniqueño discípulo de Glissant exclamó: "O
    vieux paroleurs, maitres de la blangue, conteurs de hautes
    vieillées, oui vous cueilleurs du verbe desous les
    desespurs, je reprends la parole où vous l’aviez
    laissée, aussi libre et infidèle que vous
    l’étiez vousmême" ( Chamaseau, 1989)
    "Infidèle" porque no cesaron de transformar las narraciones
    "maitre de la blangue", contrariamente al choteo cubano de
    carácter social, el cuentero martiniqueño
    sorprendió por su disposición a acercar sin descanso
    los elementos más heterogéneos de lo real. Pierre
    Reverdy constató que la misma operación se efectúa
    en la poesía: la puesta en
    relación.(Glissant, 1990).

    ¿Por qué un científico como Fernando
    Ortiz sintió la necesidad de "hacer literatura" en la
    primera parte de su obra Contrapunteo cubano del tabaco y el
    azúcar
    ? ¿No sería por hacer de la
    relación, a lo que E. Glissant llama el caos mundo, es
    decir, lo imprevisible nacido de los encuentros de culturas, una
    poética? Por otra parte el filólogo E. Glissant nos
    recuerda que la ciencia de hoy se acerca al
    barroco al estudiar lo imprevisible de lo relacionado.

    Tanto el científico cubano como el pensador
    martiniqueño siguieron los mismos rasgos. E. Glissant opta
    por el pensamiento de la traza en oposición al pensamiento
    de sistema: se reconoce en la traza lo que nos pone en
    relación (Glissant, 1997). La traza va en la tierra que nunca más
    será territorio; es la manera opaca de aprehender la rama y
    el viento. Ser uno mismo de y hacia otro. Es la arena en el
    verdadero desorden de la utopía.

    Es el imaginario influido por la filosofía de
    Gilles Deluize y Félix Guattari, llamado por E. Glissant
    Poética de la Relación, lo que va a permitir a
    ese nomadismo descrito anteriormente, concebir la
    identidad–rizoma. E. Glissant creó un salto
    teórico importante: el de hacer volar en pedazos el enfoque
    insular y nostálgico de las identidades para coser el tejido
    del mundo siguiendo el mosaico móvil del Caribe.

    …Nous abdiquens pas à nos identités quand
    nous nous

    ouvrons à l ’Autre, quand nous realisons
    notre etre

    comme participant d’un rizhome étincelant,
    fragile et

    menace mais vivace et obstiné, qui n’est
    pas un

    rassemblement totalitaire, où tout se confondrait
    dans tout,

    mais un système non sistematique de relation,
    où nous

    devinons l’imprevisible du monde (Gilssant, 1997
    : 248)

     

    Fernando Ortiz en el Engaño de las razas ya
    había tocado intuitivamente un punto delicado, cuando
    recopilando el pensamiento de Ralph Linton dice: Resulta algo
    cómico que los principales expositores de la teoría de la superioridad
    de las razas puras sean habitantes de Europa, una de las partes
    del mundo más intensamente híbridas. Es
    dificilísimo que pueda existir en la actualidad un sólo
    europeo que no tenga por lo menos un antepasado híbrido. La
    inmensa mayoría de los europeos son producto de una
    larguísima serie de cruzamientos (Ortiz, 1975:
    329).

    La sed de extensión del poder de un pueblo lo
    desvía de su real identidad, se niega a sí mismo su
    hibridez, amenazando al otro a través de la violencia del
    totalitarismo. ¿Por qué por ejemplo al mismo tiempo en
    el Medio Oriente, Irak, Irán, Turquía
    y la ex Unión soviética, persiguieron a la minoría
    Kurda? Otro tipo de pregunta se podría hacer en nuestro
    continente: ¿Cómo se perciben nuestras culturas
    compósitas en los medios de
    comunicación? Sí, la atracción por el atavismo
    es el principal fracaso del postcolonialismo.

    Hay que recordar que Edouard Glissant trabajó para
    la UNESCO y además es representante en el Parlamento
    Internacional de los Escritores, eso explica en parte su
    posición. Los lugares comunes actuales no tienen eficacia alguna, por ello
    escribe: "donde los sistemas y las ideologías fracasaron,
    sin renunciar a la negación o al combate que tú debes
    llevar a cabo en tu lugar particular, prolonguemos a lo lejos lo
    imaginario, por una explosión infinita, y una
    repetición al infinito de los temas del mestizaje, del
    multilingüísmo, de la creolización".

    Cúcuta, 2003

     

    Referencias

    Barnet, M. (1998). La fuente viva. La
    Habana: Editorial Letras Cubanas.

    Chamoiseau, P. et Confiant, R. (1999). Lettres
    créoles
    . París : Editions
    Gallimard.

    Coquerel. (1992). L’Afrique du Sud des
    Afrikaners
    . Bruselles : Editions Complexe.

    Glissant, E. (1990). Poetique de la
    Relación
    . Poetique III. París
    :Gallimard

    Glissant, E. (1981). Le discours
    antillais
    . París : Seuil.

    Glissant, E. (1997). Traité de Tout –
    Monde
    . Poetique IV. París: Gallimard.

    Guerra, R. (1993). Calibán danzante.
    Caracas: Monte Ávila Editores.

    Ortiz, F. (1987). Contrapunteo cubano del tabaco y el
    azúcar
    . Caracas: Biblioteca Ayacucho.

    Ortiz, F. (1975). El engaño de las
    razas
    . La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

    Ortiz, F. (1999). Etnia y sociedad. La
    Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

     

    Patricia Mazeau de Fonseca

    En Revista Virtual Contexto,
    Volumen 8 – No. 10 – Año
    2004.

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