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La Representación de los Discursos Subalternos



    en Tres Novelas Latinoamericanas de Entre
    Siglos

    Monografía destacada

     

    Resumen

    En este artículo se muestran los modos en que los
    escritores Cirilo Villaverde, Clorinda Matto de Turner y Federico
    Gamboa representan las voces de los grupos sociales dominantes y
    subalternos que figuran en sus novelas Cecilia
    Valdés
    (Cuba, 1882), Aves sin
    nido
    (Perú, 1889) y Santa (México, 1903),
    respectivamente. Para ello, se ha elegido algunos pasajes donde
    se evidencia el uso que los autores hacen de ciertos géneros
    (el melodrama y la literatura sentimental) y de recursos gráficos (bastardillas,
    negritas y comillas) para demarcar la distancia socio-cultural
    entre la "Alta Cultura" y la "baja cultura".
    Distancia que se inscribe en las hablas de blancos, indios,
    negros y mulatos, es decir, en la ejecución fonética y
    sintáctica de los enunciados emitidos por los sujetos
    pertenecientes a los sectores hegemónicos y subalternos que
    conviven dentro de una organización social
    esclavista, neoesclavista o capitalista.

    Palabras clave: Voces dominantes y subalternas,
    "Alta Cultura" y "baja cultura", melodrama, literatura
    sentimental y bastardización gráfica.

     

    Abstract

    This article shows how writers such as Cirilo
    Villaverde, Clorinda Matto de Turner and Federico Gamboa
    represent the voices of both dominant and marginalized social
    groups in their novels Cecilia Valdés (Cuba, 1982),
    Birds without Nest (Peru, 1889) and Saint
    (Mexico, 1903) respectively. For the purpose of this study, some
    passages have been selected to demonstrate how the authors make
    use of some genres (melodrama and sentimental literature) and
    typographic resources (italics, bold face and quotations) to
    determine the socio-cultural distance between "High Culture" and
    "Low Culture." This distance is inscribed in the languages of
    whites, natives, blacks and mulattos. That is to say, in the
    phonetic and syntactic expressions used by the individuals who
    belong to hegemonic and subjugated groups that are part of slave
    and capitalist social organizations.

    Key words: dominant and marginalized voices,
    "High Culture" and "Low culture," melodrama, romantic literature,
    typographic resources.

     

    Resumé

    Cet article montre comment les écrivains Cirilo
    Villarde, Clorinda Matto de Turner et Federico Gamboa
    représentent les voix des groupes sociaux dominants et
    subalternes qui figurent respectivement dans leurs romans Cecilia
    Valdés ( Cuba 1882), Aves sin Nido ( Peru 1889 ),
    et Santa ( Mexico 1903). Pour cela on a choisi quelques passages
    où l’on met en évidence l’usage de certains
    genres employés par les auteurs ( le mélodrame et la
    littérature sentimentale ) et recours graphiques (
    caractères italiques, gras et guillemets ) pour
    délimiter la distance socioculturelle entre la "haute
    culture"et la "basse culture", distance qui s’inscrit dans
    les parlers des blancs, des indiens, des noirs et des
    mulâtres, c’est à dire, dans
    l’exécution phonétique et syntaxique des
    énoncés émis par les sujets appartenant aux
    secteurs hégémoniques et subalternes qui cohabitent
    dans une organisation sociale esclavagiste, neo- esclavagiste ou
    capitaliste.

    Mots Clef: Voix dominantes et subalternes, "haute
    culture"et "basse culture", mélodrame, littérature
    sentimentales, caractères italiques.

     

    El universo de hablas registrado en
    las novelas Cecilia Valdés (1882), de Cirilo
    Villaverde, Aves sin nido (1889), de Clorinda Matto
    de Turner, y Santa (1903), de Federico Gamboa,
    constituye, más que un tópico, un topos nuclear
    en la construcción de las
    identidades subalternas, a partir de la oposición
    fundamental y directa entre las voces dominantes y las
    subalternas de la mujer, el indio y el negro.
    Como realizaciones culturales y factuales de ese bien común
    —pero abstracto— que es el lenguaje e, incluso, la
    lengua en tanto código o sistema, los repertorios emitidos
    por cada usuario aparecen traducidos de acuerdo con el oído fonético de los
    autores, quienes van mapeando, gráficamente, los distintos
    discursos orales y escritos con que sustentan sus
    trabajos.

    En el inventario de recursos
    gráficos de que se proveen Villaverde, Matto y Gamboa,
    figura el uso de bastardillas, comillas y algunos incisos que
    funcionan como "separadores" o "diferenciadores" de las hablas
    "culta" e "inculta", "blanca" y "de color", entre las cuales se
    produce un contrapunteo que, necesariamente, debe llevarnos a
    considerar la lengua como zona y, al mismo tiempo, instrumento de disputa
    para alcanzar el poder. Testimonio remoto de
    esta lucha verbal son las innumerables crónicas, relaciones
    y cartas que, desde el primer gran
    impacto intercontinental (la conquista y la colonización de
    América), influyeron en
    la (auto) representación de ambos macro-bloques culturales
    (el de los "castizos" y "civilizados" vs. los "mezclados" y
    "bárbaros"), en sus diversos géneros de
    expresión.

    Nada más propicio como el terreno discursivo a la
    hora de mostrar el perfil de las identidades subalternas, desde
    sus propias voces y desde la hegemonía de que participan,
    incluso, los autores. En las tres novelas, además de los
    léxicos recopilados y de ciertas técnicas de énfasis,
    existen modalidades genéricas (en el sentido literario) que
    fueron desarrolladas como las más adecuadas para los
    propósitos didáctico- moralizantes, lucrativos,
    publicitarios, etc. que estaban en las mentes del campo
    intelectual de la época.

    Amigos y enemigos del sistema imperante (como muchos de
    sus personajes "reformistas" o "tibios"), los tres escritores
    responden con una gramática personal donde pueden leerse no
    sólo su afiliación cultural, las corrientes
    estéticas a las que se sentían más llamados, sino,
    también, la temperatura general de los
    ámbitos político, económico y social. En palabras
    de Baczko, la "representación" y la "acción" ligadas,
    inseparables.

    Sobre la base de enfoques tanto sincrónicos como
    diacrónicos que tienden a rebasar el espacio de la
    ficción en una suerte de metaficción (cuando, por
    ejemplo, Villaverde, Matto y Gamboa anexan prólogos,
    dedicatorias, notas al pie de página y/o glosarios, o cuando
    el primero interpela constantemente al lector), los grupos intelectuales reclaman e
    imponen su derecho a participar en las discusiones de asuntos
    nacionales, en nombre de una tradición que se debe respetar
    o transformar (la memoria) y de una novedad
    que, ya como esperanza o utopía, abre múltiples caminos
    para la reivindicación de intereses comunes.

     

    El sistema discursivo de la
    "Alta Cultura"

    Una de las estrategias narrativas de que se
    valieron Villaverde, Matto y Gamboa, al momento de escribir sus
    novelas, consistió en cargarlas de una fuerte dosis de
    melodrama, modalidad literaria que tuvo gran acogida en el
    público lector de periódicos y revistas de la
    época. "Melodrama" y "literatura sentimental" se conectan
    mediante un motor ficcional común a la
    literatura folletinesca y a la literatura "culta": el mundo de
    los afectos y las pasiones o, como lo llama Beatriz Sarlo, "el
    imperio de los sentimientos". Un espacio que, en el caso de la
    litera- tura folletinesca, sustenta la trama o el conflicto afectivo central de
    los novelines, con miras a satisfacer la demanda de un público
    conformado por sectores bajos y medios, los cuales, provistos
    de un nivel de instrucción elemental, encontraban placer
    frente a textos que fuesen de fácil digestión
    intelectual.

    En consecuencia, el modo de lectura practicado por dicho
    público tendía (según la tipología que, sobre
    los sistemas de lecturas citados por
    Sarlo, proponen Leenhardt y Józsa) al seguimiento de las
    peripecias (lo factual) y a la identificación emocional con
    los personajes. Es decir, existía lo que Sarlo apunta como
    "horizonte de expectativas": un cuadro de rasgos y/o requisitos
    que el público exigía de las narraciones
    periódicas y que eran satisfechos, a fin de asegurar el
    mercado editorial, por un lado,
    y, por el otro, la convicción en los consumidores de haber
    efectuado una "buena" adquisición. Cinco son,
    principalmente, las condiciones enunciadas por la autora de El
    imperio de los sentimientos
    :

    1.- La popularidad de la ficción breve o, en
    términos generales, de textos que no exijan varias
    sesiones de lectura.

    […]

    2.- La necesidad de una ficción vinculada a
    referentes que no sean los sucesos de la vida cotidiana

    [porque los lectores desean un rato de felicidad y emoción
    que les permita olvidar sus problemas].

    […]

    3.- [U]n gusto por la peripecia sentimental,
    más que por la aventura o la recreación
    histórica.

    […]

    4.- La necesidad de que las historias narradas
    tengan una fuerte y repetida estructura funcional [es
    decir, que posean un alto grado de redundancia, para evitar
    cualquier ambigüedad y la necesidad de retroleer el
    texto; que traten tanto
    de
    lo conocido como de lo desconocido, con un lenguaje
    conocido].

    […]

    5.- La desregionalización temática
    [el escenario rural o urbano mirado desde la ciudad; y la
    hegemonía del discurso amoroso] (SARLO,
    1985: 38-42).

     

    Dentro del campo de la literatura culta, el melodrama se
    prestaba como vehículo perfecto para exponer los lazos
    matrimoniales (potenciales y consumados) que los autores
    concebían con fines simbólicos, pues al hacer uso de
    dicha modalidad buscaban emblematizar la endogamia o el
    "casamiento" de ideologías afines o de dos ideologías
    donde una (la "fuerte") termina doblegando a su
    contraria.

    El primer tipo de enlace lo podemos identificar, por
    ejemplo, en el matrimonio de los burgueses
    Lucía y Fernando Marín y en el formado por don
    Cándido Gamboa y doña Rosa. Pero también hay que
    señalar las ideologías compatibles que se casan dentro
    de los sectores no hegemónicos: el matrimonio de los
    indígenas Yupanqui y el de los esclavos Dionisio y
    María de Regla, quienes figuran como fuerza emergente "peligrosa"
    por haber conquistado el control del discurso.

    El segundo tipo de enlace es el que se establece entre
    sectores disímiles en lo social, económico y
    político, como ocurre con las parejas formadas por
    Margarita/Manuel y Cecilia/Leonardo. Estas dos últimas
    fueron planteadas por los autores representantes de la "ciudad
    letrada" como vías equivocadas que debían evitarse,
    porque impedían la "homogeneización" étnica y
    cultural con que soñaban los fundadores de los estados
    nacionales hispanoamericanos, en las postrimerías del siglo
    pasado.

    Haciendo referencia al empeño que los autores toman
    en construir identidades subalternas saturadas de "vicios" y
    "distorsiones", Masiello afirma que "[m]anejado desde la alta
    cultura, ahora el melodrama señala la perversión de los
    marginados" (LUDMER, 1994: 145). Es decir, su construcción
    conforme a arquetipos malignos, al mismo tiempo que funge como un
    dispositivo propicio para dar cuenta de la intrahistoria que
    discurre en la esfera privada y, con ello, de las actitudes, principios, propósitos y
    valores que se confabulan para
    tejer una identidad colectiva, donde dos
    fuerzas internas (la hegemónica y la marginada) luchan por
    imponerse la una a la otra.

    En Santa y Cecilia…, encontraremos la
    lección moral de una cultura
    paternalista que quiere advertirle a la mujer sobre los peligros que
    corre, si se rebela contra el orden establecido. Cuando Santa
    abandona el hogar "materno", está dictando su propia
    sentencia de muerte, puesto que, fuera de
    las funciones domésticas, no
    existía en la sociedad mexicana de comienzos
    de nuestro siglo un lugar dispuesto a acogerla con los mismos
    derechos de ciudadanía conferidos al
    hombre. El hecho de que Santa
    se entregue a un soldado que se encuentra de paso por el campo
    donde ella vive, para ser abandonada luego, la impulsa a seguir
    el camino de los "bajos fondos", calificativo utilizado y
    definido por Sarlo como el último espacio de una historia cuyo primer capítulo incluye
    una equivocación sentimental o moral
    (IBID: 103). El
    relato del "idilio" apenas figura en las páginas iniciales
    de la novela, porque al autor le
    interesaba más mostrar el mundo de la prostitución, a diferencia
    de los autores de novelines y narraciones sentimentales, quienes
    se ocupaban de despejar las tramas de cuanta circunstancia
    hubiera podido inhabilitar o subordinar el tema amoroso. Por eso
    —acota Sarlo— los espacios del bajo fondo eran poco
    frecuentes en las entregas semanales.

    En el caso de Cecilia…, el espacio de
    peligro viene dado por la constitución de una
    "familia irregular": la de don
    Cándido Gamboa. El obstáculo al amor entre Cecilia y Leonardo
    no es de orden sentimental —como en
    Santa—, sino de orden moral, por ser
    ilegítimo que dos mediohermanos se amen. Este mismo enredo
    sentimental figurará en una narración semanal de Pedro
    Sondéreguer, titulada "Una mujer imposible", cuyo argumento
    resume Sarlo a partir de las consecuencias dramáticas de
    una relación adúltera, que dio origen a una niña,
    enamorada, años después, del hijo de su verdadero
    padre, es decir de su medio hermano. Ambos hermanos ignoran,
    naturalmente, su parentesco ya que los adúlteros han
    conservado el secreto de sus relaciones pasadas
    (SARLO, 1985:
    96-97). Sarlo llega a la conclusión de que dicho sentimiento
    fuera de ley no es el producto criminal de seres
    conscientes de su parentesco, sino de quienes lo ignoran, porque
    la sociedad (bajo la figura de sus padres) se ha encargado de su
    ocultamiento en razón de una espesa trama de prejuicios

    (IBID: 98). Tanto es así que en la novela de Villaverde Cecilia y
    Leonardo, inocentes de su nexo familiar, ven como impedimento
    para su unión las diferencias en la clase social y la identidad
    étnica que portan, mientras que la abuela de Cecilia y don
    Cándido se alían con objeto de impedir un encuentro
    entre ellos, ignorantes de que se entienden
    furtivamente.

    En pocas palabras, existe, a lo largo de la novela, una
    constante desinformación de la que participa, incluso, el
    narrador, porque cuando ya casi se está a punto de
    "oír" la "verdad" en boca de los que saben, es decir, de los
    negros, la información queda
    incompleta, sugerida o protegida de otros escuchas que no sean
    "gente de color". Así nos lo confirma el diálogo que sostienen una
    negra y la mulata Mercedes Ayala, dueña y anfitriona de una
    casa donde se celebra el baile de la "cuna":

    – Como sé lo que es una curiosidad no satisfecha,
    seña Caridad,

    voy a sacarla de dudas —dijo la Ayala
    acercándose—.

    Creo que hablo con una mujer de secreto, y por eso le
    digo

    todo lo que hay en el asunto. Apuradamente no tengo
    por qué

    andar con tapujos a estas horas. Sepa que el hombre es…;

    —y poniéndole ambas manos en los hombros a
    la curiosa, le

    comunicó en secreto el nombre del individuo—. ¿Lo
    conoce

    V. ahora? —concluyó preguntando la
    Ayala.— Por supuesto

    que sí —contestó seña
    Caridad—. Como a mis manos. Lomás

    que yo conocía. Por cierto que…; pero
    cállate, lengua

    (VILLAVERDE, 1981:38-39; cursivas del
    autor).

     

    Ni el narrador ni el lector pueden acceder a una
    información que se silencia bajo los puntos suspensivos;
    pero el segundo cuenta con las claves suficientes (semi-verdades
    o entredichos) para anticiparse al descubrimiento del secreto. Y
    los que saben, aunque decidan hablar, no gozan de credibilidad,
    por su condición oprimida, como sucede con los esclavos
    Dionisio y María de Regla, cuando hacen sus revelaciones. En
    un ensayo titulado "Cecilia no
    sabe, o los bloqueos que blanquean", Doris Sommer examina el
    control de información presente en la novela de Villaverde,
    comparándola también con Sab (1841), de
    Gertrudis Gómez de Avellaneda, porque son los esclavos
    los que saben y cuentan, si los amos supieran escuchar

    […]. Y al distinguir entre negros que saben y blancos o
    mulatos que no quieren saber, Villaverde se elimina como narrador
    omnisciente
    (SOMMER, 1993: 243).

    Al estar Santa y Cecilia exiliadas del hogar (por un
    desengaño amoroso la primera, y por crecer huérfana, la
    segunda), no tienen otra opción sino ingresar a un proceso de cosificación
    que las convierte en objetos de placer para el hombre, sufrir los
    males físicos y morales que esperan a todo disidente del
    sistema instituido. Por eso, Villaverde muestra los incestos potenciales
    y consumados que, no obstante, significan un pecado menor al lado
    de la traición a la clase social burguesa, la cual se impide
    mediante el matrimonio de conveniencia. Así, pese a los
    "desafueros morales" cometidos por Leonardo, doña Rosa
    sólo se preocupa por casarlo con una mujer de su clase, a
    fin de asegurar y/o consolidar el prestigio y el poder
    económico de su familia. Gamboa, por su parte, describe la
    carrera en picada que vive Santa, cuyos desenfrenos la llevan,
    finalmente, a la compañía de un hom- bre horrible y
    ciego que la ama a partir del contacto entre sus voces
    subalternas.

    La urdimbre melodramática de Santa y
    Cecilia… es una representación hiperbólica del
    realismo, porque los autores
    marcan con énfasis la trayectoria "inmoral" de dos mujeres
    que terminan por vislumbrar como norte máximo de su
    condición el de llegar a la mancebía, pero con efectos
    fatales diferentes: la concepción ilícita de una hija,
    al fin, blanca, y la muerte acelerada de Santa,
    por un cáncer uterino. Dos estigmas (hija y vientre) que
    determinan la continuidad y el término de dos posibilidades
    de vida asumidas por seres marginados social, sexual y/o
    étnicamente, y enfocadas a través de una gran lente de
    aumento con que los autores hiper-realistas querían inducir
    la manera de leer que deseaban de sus lectores. En este sentido,
    Silvia Molloy afirma que [m]anejada por el poseur mismo, la
    exageración es estrategia de provocación
    para no pasar desatendido, para obligar la mirada del otro, para
    forzar una lectura, para obligar un discurso
    (LUDMER, 1994:
    130). El juego consiste
    —según ella— en hacer visible lo innombrado (lo
    tabú), para lo cual el escritor recurre al sobremaquillaje
    de los personajes, a la estereotipación de sus conductas y
    valores.

    Apoyándome de nuevo en las disertaciones de
    Masiello, creo importante destacar que:

    [E]n su conjunto, las novelas latinoamericanas de la
    época

    finisecular enfrentan las transgresiones de la
    moralidad privada

    con un proyecto de control estatal.
    Narran el plan de

    ascenso social relacionado con la prostitución, y
    cuentan el

    fracaso de América Latina debido a
    los impulsos del deseo.

    Es decir, según la óptica de los
    escritores establecidos, hay

    que restaurar la pureza del hogar para sostener el
    Estado

    moderno (LUDMER, 1994: 145).

     

    Con este pasaje se constata que ni Santa ni
    Cecilia… son exclusivas en la construcción
    melodramática de los conflictos de identidad, sino
    que participan de un consenso urdido entre escritores "cultos"
    que, valiéndose de estrategias literarias populares, se
    dieron a la tarea de crear obras destinadas a reprender las
    "infracciones" cometidas contra la moral. Obras que contienen,
    en síntesis, la forma
    elegida para enfrentar al Estado con los marginados,
    para compaginar el discurso oficial
    supuestamente
    homogéneo
    con el de los subalternos (IBID:
    144).

    En Aves…, hallaremos el mismo impedimento moral
    que afectaba la relación entre Cecilia y Leonardo, encarnado
    —en este caso— en Manuel y Margarita. Éstos
    últimos, al final de la novela, resultan ser hijos
    ilegítimos del Obispo Claro, acontecimiento que se descubre
    cuando Manuel les cuenta a los padres adoptivos de la muchacha
    que no es hijo del gobernador de Kíllac, sino del Obispo. De
    igual forma que en la novela de Villaverde, el lazo de parentesco
    entre los enamorados permanecerá silenciado, y —de
    nuevo— será un personaje marginado (la india Marcela) quien le revele
    a Lucía la verdad sobre el origen de Margarita.

    Para Sommer, el final de Aves…, aunque
    trágico1 , ofrece un "programa positivo" puesto que, al
    denunciar un abuso social que trae como consecuencia el amor frustrado entre
    Margarita y Manuel, está sugiriendo, al mismo tiempo, la
    urgencia de alcanzar "un estado ideal" (que no es más que el
    imaginario social del "progreso") donde desaparezcan los
    "obstáculos amorosos", generados por la barbarie de la
    inmoralidad. El develamiento de la verdad resulta más
    catastrófico en Cecilia…, porque llega a los
    protagonistas cuando ya han consumado su amor; en cambio, el descubrimiento en
    Aves… tiene lugar justo cuando Manuel hace la
    petición de mano de Margarita. De este desenlace deriva una
    segunda pareja de "aves sin nido", que en la primera parte de la
    novela está representada por las huérfanas Margarita y
    Rosalía.

    Aunque hay algunas referencias de sus encuentros
    amorosos, los esposos Marín funcionan, más bien, como
    un matrimonio ideológico que simpatiza con una causa
    común: pronunciarse por la defensa del indígena.
    Inicialmente, Lucía intenta pactar con el triángulo
    hegemónico que explota a los indios, apelando a la
    filosofía cristiana: "—En nombre de la Religión cristiana que es puro amor,
    ternura y esperanza; en nombre de vuestro Maestro que nos
    mandó dar todo a los pobres, os pido, señor cura, que
    déis por perdonada esa deuda que pesa sobre la familia de Juan Yupanqui.
    ¡Ah! tendréis en cambio doblados tesoros en el
    cielo…" (MATTO, 1994: 12-13). Pero después, al darse
    cuenta de que su esfuerzo ha sido inútil (como el imaginario
    social de la "Patria" que alimenta el discurso de quienes
    —junto con Lucía— integran la clase media), opta
    por convencer a su marido de adoptar a Margarita como ahijada,
    quien es elegida entre las hermanas debido a su fisonomía
    semi-blanca.

    En ese rescate particular, Lucía siente que, al
    menos parcialmente, ha ganado su causa; pero detrás de las
    niñas queda la población indígena
    en manos de la cofradía explotadora, en idénticas
    condiciones socio-económicas a las que encontraran los
    Marín a su llegada. La actitud defensora del
    matrimonio se limita a proporcionar un espacio de su mundo a las
    indígenas huérfanas, sacándolas del medio hostil
    donde sucumbe su comunidad étnica, para
    transplantarlas a la forma de vida justa que ellos conocen. Es
    decir, inculcarles los valores cristianos y
    capitalistas que, dentro de la cultura urbano-burguesa, se
    combinan en la praxis con una ideología todavía
    alejada de la resolución de renunciar, por completo, a un
    modus vivendi "confortable", en aras de consolidar un
    programa social efectivo que devolviera a los indígenas su
    derecho natural a la tierra y la libertad de desenvolverse en
    el seno de su propia cultura. Identificada o no con el ensamblaje
    melodramático, Matto (en su condición de mujer) no
    tenía más opción que incorporarlo entre otras
    estrategias narrativas, por formar parte de un "código"
    —el de la institución literaria "oficial"— que
    la obligaba a expresarse en el sistema mental opuesto, es decir,
    el de los hombres. Si aspiraba a ser aceptada por el campo
    intelectual de su época, debía plegarse a la
    gramática cultural hegemónica, a la forma de novelar
    del canon, que no era (ni lo es) la de las mujeres. Por eso,
    encontramos en Aves… una voz narrativa neutral, carente
    de marcas genéricas y, por lo
    tanto, susceptible de ser imaginada como masculina o femenina,
    según el gusto y el parecer de los lectores. Una especie de
    voz "comodín" que ya, desde su indefinición, está
    hablando de una tensión discursiva.

    Respecto a esta suerte de camisa de fuerza intelectual,
    Lucía Guerra– Cunningham señala
    lo siguiente:

    Las interrupciones, cambios abruptos y adiciones en
    una narrativa

    femenina que se crea a partir de un modelo masculino

    de la forma novelística, son a nuestro parecer,
    índices de una

    inadecuación que se debe, en última
    instancia, al hecho fundamental

    de que la mujer, como cualquier otro grupo
    minoritario,

    se ha visto forzada a adoptar patrones
    estéticos

    hegemónicos que no satisfacen en su totalidad la
    expresión

    de una visión del mundo diferente a aquélla
    plasmada por las

    formas aristocráticas dominantes
    (GUERRA-CUNNINGHAM,

    1986: 17).

     

    Guerra-Cunningham, a su vez, sustenta esta
    afirmación con las palabras de María Lugones, para
    quien la causa principal de lo que problematiza la creación
    femenina es no encontrarse una misma [como autora] en
    los símbolos y en la
    articulación de la expresión masculina
    " (IBID: 15).
    En otras palabras, no puede esperarse una relación biyectiva
    entre la mujer-autora y la obra escrita bajo patrones masculinos,
    por- que sencillamente no se produce una identificación
    discursiva de la primera con la segunda. Otra crítica que yo
    sumaría a la posición adoptada por Guerra —pero
    vista en un plano más intuitivo— es Helena Araujo,
    pues, para ella [l]a predominancia de lo trivial y lo
    anecdótico
    [las llamadas "ñoñerías", por
    Julio Rodríguez-Luis] no descalifica obras supuestamente
    sentimentales aunque de carácter instrumental y
    combativo. El trasfondo libresco o de reivindicación social,
    puede constituir también un código de denuncia con
    respecto al sexismo
    [que encuentra un camuflaje perfecto en
    el problema de la explotación del indio] (ARAUJO, 1982: 27).
    Como se ve, ambas teóricas leen los territorios que no
    convencen a la crítica masculina (anecdotismo, móvil
    sentimental, interrupciones, etc.) como el síntoma de, para
    una, la dislocación de la autora respecto del sistema mental
    femenino que le es inherente, y, para la otra, de una estructura
    profunda que, aunque manifiesta en la disyuntiva del conflicto
    amoroso y del indígena, está hablando también de
    la discriminación sexual. En
    Cecilia…, Aves… y Santa las
    protagonistas son víctimas tanto de la violencia física como de la violencia espiritual.
    Incluso, Lucía Marín, a pesar de gozar de cierto
    status social, es "irrespetada" al tomarse la tarea de
    litigar por los derechos de minorías sometidas, por ser la
    escritura y el liderazgo actividades propias
    de la esfera pública masculina.

    Sin embargo, Matto se atreve a poner sobre el tapete de
    su creación literaria un programa de reforma social para
    amparar al indígena, aún a sabiendas de que su gesto le
    acarreará contratiempos: por haberse atrevido a defender
    a los indígenas y a denunciar en Aves sin nido los
    atropellos del clero peruano, será excomulgada y pasará
    la mayor parte de su vida en el destierro
    (IBID: 28). La
    doble temática de lo amoroso y de la defensa del indio,
    apuntada por Araujo, también es desmontada por Fernando
    Arribas, en los siguientes términos:

    Ambas historias parciales —la de la opresiva
    situación de

    los indígenas en la primera parte y la del
    romance de folletín

    de Manuel y Margarita en la segunda— contribuyen
    a perfilar

    la verdadera acción subyacente de la novela, que
    no es

    otra que la denuncia de la corrupción y
    perversidad de las

    autoridades civiles y eclesiásticas, peruanas,
    culpables tanto

    de la lamentable situación de la masa
    indígena como de la

    frustración de la pareja de enamorados,
    víctimas inocentes

    de la lascivia de un mal sacerdote (ARRIBAS, 1991:
    68-69).

     

    Con respecto al desfase entre la escritora y el sistema
    de representación permitido, conviene destacar el indicador
    común que Jean Franco señala en la ejecución
    literaria de hombres y mujeres: el de "las relaciones de poder",
    ángulo desde el cual Franco intenta superar los
    planteamientos de base "esencialista" (los que intentan indagar,
    por ejemplo, si hay temas y estilos exclusivamente femeninos),
    para llegar a la conclusión de que [t]odo escritor, tanto
    hombre como mujer, enfrenta el problema de la autoridad textual o de la voz
    poética ya que, desde el momento en que empieza a escribir,
    establece relaciones de afiliación o de diferencia para con
    los ‘maestros’ del pasado. Esta confrontación
    tiene un interés especial cuando se
    trata de una mujer escribiendo ‘contra’ el poder
    asfixiante de una voz patriarcal
    (FRANCO, 1986:
    41).

    A partir de esta reflexión de Franco, me permito
    leer el caso de Matto, quien seguramente por haber tenido como
    maestro a Ricardo Palma, no consiguió —a pesar de sus
    alegatos protoindigenistas y protofeministas— sustraerse
    del imaginario masculino que postula el ícono de la mujer
    como dechado de virtudes (sumisa, fiel, recatada), la aliada de
    la "ideología burguesa falocéntrica"2 , construida a
    imagen y semejanza del modelo
    femenino propuesto por los libros de conducta3 . Sin
    embargo, al dar vida a un personaje femenino que utiliza el
    espacio doméstico para tratar asuntos de la esfera
    pública (como la conversación de Lucía con las
    autoridades civil y eclesiástica), Matto adelanta un paso,
    por sí sola, en la iniciativa liberal de propiciar
    "afiliaciones" entre etnias y clases sociales
    diferentes.

     

    La bastardización
    gráfica de las lenguas otras

    En este apartado, me detendré a revisar el empleo que Villaverde, Matto y
    Gamboa hacen de ciertos recursos gráficos para distinguir el
    sistema discursivo de la "alta cultura"del que forman parte, de
    las lenguas populares o híbridas habladas por indios,
    negros, mulatos y todos aquellos sujetos comprendidos en las
    capas de la "baja cultura". En Cecilia…, junto con el
    narrador son las voces de los personajes que pertenecen a la
    sacarocracia habanera y, en parte, las voces de Cecilia y
    María de Regla las que responden a los patrones
    lingüísticos de la "alta cultura". Lo sabemos, porque
    Villaverde las vierte en una grafía claramente diferenciada
    de los discursos "negroides", y, también, porque cuando los
    personajes burgueses establecen contactos muy cercanos con las
    hablas negra y mulata, el narrador toma distancia de éstas
    recurriendo a expresiones como "para valernos de la frase
    vulgar", "a que llaman vulgarmente", "según reza la frase
    vulgar", etc.

    A estos "diques" de contención y distinción
    lingüística (aunque
    no, ciertamente, de distensión lingüística)
    también presta atención Juan Gelpí,
    quien los interpreta como comentarios diferenciadores y
    distanciadores
    que emplea el narrador cuando no desea que
    se contamine su escritura de la oralidad múltiple e
    irregular de otros personajes
    (GELPÍ, 1991: 48). En su
    disertación sobre la lengua, la estructuración
    literaria y la cosmovisión como niveles existentes en cada
    una de las operaciones transculturadoras,
    Rama plantea que [s]i (el escritor) se aproxima a los
    estratos inferiores, no deja de confirmar
    lingüísticamente su lugar más elevado, debido a su
    educación y a su conocimiento de las normas idiomáticas, que lo
    distancia del bajo pueblo
    (RAMA, 1982: 41). En ocasiones,
    hallaremos tales voces salpicadas de algunos términos afros
    o locales, sin que el narrador apele a ningún tipo de
    "disculpas". En estos casos, el autor emplea las
    bastardillas o itálicas para prevenir al
    lector de las injerencias lingüísticas presentes. En
    comparación con otras voces negras, la de la esclava
    María de Regla posee un número bajo de aquellos
    términos, hecho que se explica —así como el habla
    "blanca" de Cecilia— por tratarse de un sujeto instruido.
    Junto con su esposo Dionisio, ella se hace de la palabra y la
    convierte en un instrumento de lucha y de defensa.

    Por su lado, Cecilia, aparte de saber leer y escribir,
    es casi blanca, situación que se refleja en sus
    enunciaciones, pues en la discriminación de las
    identidades "blanca", "mulata" y "negra", la lengua funciona como
    un termómetro cultural que
    permite "medir" el grado de "pureza" o de "hibridez" de las
    hablas ejecutadas, respecto de la lengua oficial o canónica.
    Sobre el perfil étnico-lingüístico de Cecilia,
    Gelpí señala que a pesar de que su habla es
    fundamentalmente correcta y su fisonomía parece
    armónica, la caracterización de Cecilia Valdés no
    difiere, en lo fundamental, de la que se emplea al presentar a
    otros personajes negros y mulatos: para el narrador ella
    también será ‘peligrosa’
    (GELPÍ,
    1991: 54). Peligrosa porque [s]i bien (el narrador) la
    exime de la bastardilla lingüística, Cecilia tiene la
    bastardía ‘escrita’ en los labios
    (IBID:
    57). Además de hacerlo con Cecilia, Gelpí plantea la
    inteligente e interesante idea de armar la relación
    fisonomía/ ejecución lingüística en función de otros personajes
    (doña Chepilla, María de Regla, Genoveva Santa Cruz),
    con el fin de señalar la presencia de las tesis fisonómicas y
    frenológicas en la novela de Villaverde.

    Tesis que desde finales del siglo XVIII puso en boga el
    científico sueco Johann Caspar Lavater y que trataban de
    probar la existencia de una relación intrínseca entre
    la anatomía facial y las
    cualidades o los de- fectos morales de los individuos. De
    allí que el narrador de Cecilia… se empeñe en
    observar los rasgos fisonómicos de los personajes, junto con
    su actuación lingüística, para demostrarnos que
    las gentes "de color", además de ser "feas", hablan "mal".
    En términos del propio Gelpí: Hablar mal, sugieren
    muchos textos decimonónicos, es una ‘enfermedad’
    que se lee en el cuerpo, en la anatomía. El establecer un
    nexo entre la anatomía del otro
    (el "bajo pueblo"
    apuntado por Rama) y una presunta carencia o enfermedad
    constituye una práctica cultural bastante difundida en el
    siglo XIX
    (IBID: 50).

    En Aves…, el peso discursivo de la "alta
    cultura" recae en los Marín, la semi-blanca Margarita, el
    cura, doña Petronila y su hijo Manuel. En la familia que
    estos dos últimos integran con Sebastián Pancorbo, la
    armonía lingüística se rompe debido al analfabetismo funcional del
    gobernador, defecto que la autora nos muestra al poner en su boca
    la muletilla "francamente" y al subrayar con las bastardillas sus
    errores de dicción:

    — En el istante, mi coronel, aunque francamente,
    no tardarán en

    venir a felicitar a usted (MATTO, 1994: 79; negritas
    mías). La narradora

    nos precisa el perfil "intelectual" de Pancorbo,
    cuando refiere que recibió

    instrucción primaria tan elemental como lo
    permitieron los tres años

    que estuvo en una escuela de ciudad; y
    después, al regresar a su pueblo,

    fue llavero en Jueves Santo; se casó con
    doña Petronila Hinojosa,

    hija de un notable; y en seguida lo hicieron
    gobernador" (IBID: 12).

     

    Aquí, Matto emplea las bastardillas (subrayadas)
    con intención irónica, para dar cuenta de la manera
    improvisada en que Pancorbo fue trepando por distintos
    escalafones sociales, hasta llegar al Poder. Para cerrar este
    punto, no me queda sino anotar que en Santa se percibe una
    mayor disposición del autor a homogeneizar los discursos de
    sus personajes, pues cuando emplea las bastardillas lo hace con
    el solo fin de destacar los apodos que figuran en la novela, o
    para transcribir términos mal pronunciados: —Guarda
    tu diznidá para otra, ¿estamos?
    " (GAMBOA, 1982: 31;
    cursivas (subrayadas) del autor).

    El mayor grado de "bastardización"
    lingüística está, sin lugar a dudas, en la novela
    de Villaverde. Al lado de las hablas matizadas por algunos
    vocablos no "castizos" (como las de los blancos y mulatos), se
    hallan aquellos discursos donde los elementos africano y español riñen en lo
    sintáctico, semántico y morfológico. Este producto
    lingüístico "bastardo" es transcrito por el autor
    mediante una grafía (las bastardillas) que nos permite
    "diferenciarlo", fácilmente, de otras hablas, o que, en
    palabras de Gelpí, se emplea (…) para marcar la
    diferencia entre los dos órdenes lingüísticos. Por
    ‘bastarda’ se entiende
    (…) una oralidad que
    se encuentra fuera de la ley o norma lingüística
    "
    (GELPÍ, 1991: 48). Veamos y "oigamos", a propósito de
    las hablas más "bastardas" que se registran en
    Cecilia…, las voces de la manumisa Genoveva y el esclavo
    Pedro:

    —Labana etá perdía, niña. Toos
    son mataos y ladronisio. Ahora

    mismito han desplumao un cristián alantre de mi
    sojo. Lo

    abayunca entre un pardo con jierrepo atrá y un
    moreno po

    alante, arrimao al cañón delasquina de Sant
    Terese. De día

    crara, niño, lo quitan la reló y la dinere.
    Yo no quería mirá.

    Pasa batante gente. Yo conose le moreno; é le
    sijo de mi marío.

    ¡Ah! me da mieo. Entoavía me tiembla la
    pecho (VILLAVERDE,

    1981: 189; cursivas originales).

    —Mi ricorde, niña— dijo [Pedro]
    añadiendo a la carrera: Le

    pobre negre va a tené una Pacua mu
    maguá
    (IBID: 239).

     

    Resistencia de la lengua "invadida" (la de origen
    africano) hacia la lengua "invasora" (el español) no
    encontraremos respecto del quechua mestizo en Aves… En
    esta última, predomina el español sobre la lengua
    indígena, de la cual Matto sólo introduce (también
    con bastardillas) algunos términos superficialmente
    imbricados, dado que las voces de los indios se perciben
    falseadas. Veamos, por ejemplo, la débil constitución
    quechua que asoma en el habla de la india Marcela:

    —En nombre de la Virgen, señoracha, ampara
    el día de hoy a

    toda una Familia desgraciada. Ese que ha ido al campo
    cargado

    con las cacharpas del trabajo, y que pasó
    junto a ti, es

    Juan Yupanqui, mi marido, padre de dos
    muchachitas.

    ¡Ay señoracha! él ha salido llevando el
    corazón medio
    muerto,

    porque sabe que hoy será la visita del reparto, y
    como el

    cacique hace la faena del sembrío de cebada,
    tampoco puede

    esconderse porque a más del encierro la multa de
    ocho

    reales por la falla, y nosotros no tenemos plata
    (MATTO, 1994:

    7; cursivas de la autora).

     

    Uno de los aspectos que varios críticos han
    señalado como falla de construcción en Aves…
    (y por la que no están de acuerdo en considerarla
    "indigenista"), es que la autora, aunque tenía perfecto
    conocimiento del quechua, se limitó a barajar unos cuantos
    términos en forma inconsistente. En este sentido, Arribas
    apunta que [l]a interpenetración lingüística
    queda reducida
    (…) a la mera inclusión de algunas
    palabras de origen quechua que, más que representar una
    eficaz aproximación a lo indio, apenas logran dar al
    discurso un cierto matiz costumbrista, exotista
    (ARRIBAS,
    1991: 71).

    Por último, sólo me queda agregar que en
    Santa, además de los usos ya indicados, las
    bastardillas también son empleadas por Gamboa para graficar
    la voz de la protagonista, pero sólo en el espacio
    metaficcional de la dedicatoria. Porque, como puede verificarse
    en el texto novelístico, la posición marginal de la
    prostituta no se "marca" por su habla (como sí
    sucede con el habla del gitano), sino mediante signos alegóricos y
    totalizadores de su drama personal.

     

    Biblio –
    Hemerografía

    ARAUJO, Helena. "Narrativa femenina latinoamericana".
    En: Hispamérica. Año XI. No. 32. Gaithersburg,
    1982. pp. 23-34.

    ARRIBAS GARCÍA, Fernando. "Aves sin nido.
    ¿Novela indigenista? En: Revista de Crítica Literaria
    Latinoamericana
    . Año XVII. No. 34. Lima, 2do. Semestre
    de 1991. pp. 63-79.

    BACZKO, Bronislaw. 1991. Los imaginarios
    sociales
    . Buenos Aires: Nueva
    Visión.

    FRANCO, Jean. "Apuntes sobre la crítica feminista y
    la literatura hispanoamericana". En: Hispamérica.
    Año XV. No. 45. Gaithersburg, 1986. pp. 31-43.

    GAMBOA, Federico. 1982. Santa. México:
    Grijalbo.

    Gelpí, Juan G. "El discurso jerárquico en
    Cecilia Valdés". En: Revista de Crítica
    Literaria Latinoamericana
    . Año XVII. No. 34. Lima, 2do.
    Semestre de 1991; pp. 47-61.

    GUERRA-CUNNINGHAM, Lucía. 1986. "El personaje
    literario femenino y otras mutilaciones". En:
    Hispamérica. Año XV. No. 43. Gaithersburg, 1986.
    pp. 3-19.

    LUDMER, Josefina. (Comp.). 1994. Culturas de fin de
    siglo en América Latina
    . Buenos Aires: Beatriz
    Viterbo.

    MATTO DE TURNER, Clorinda. 1994. Aves sin nido.
    Caracas: Biblioteca Ayacucho.

    RAMA, Ángel. 1982. Transculturación
    narrativa en América Latina
    . México: Siglo XXI
    Editores.

    RICHARD, Nelly. 1993. Masculino/Femenino.
    Santiago de Chile: Zegers.

    SARLO, Beatriz. 1985. El imperio de los
    sentimientos
    . Buenos Aires: Catálogos.

    SOMMER, Doris. "Cecilia no sabe, o los bloqueos que
    blanquean". En: Revista de Crítica Literaria
    Latinoamericana
    . Año XIX. No. 38. Lima, 2do. Semestre de
    1993. pp. 239-248.

    VILLAVERDE, Cirilo. Cecilia Valdés o la Loma del
    Ángel
    . 1981. Caracas: Biblioteca Ayacucho.

     

    Notas

    1. A mi parecer, creo que puede caracterizarse como
    estrictamente trágico el final de la primera parte, donde
    ocurren las muertes de los Yupanqui. El final de la segunda parte
    será trágico sólo figuradamente, por la muerte del
    amor no consumado entre Margarita y Manuel.

    2. La expresión es de Lucía Guerra-Cunningham.
    Cfr. su ensayo "El personaje literario
    femenino y otras mutilaciones".

    3. Nelly Richard también proporciona una
    reflexión lúcida sobre la relación
    "discípulo/maestro", cuando afirma que "[e]l dinamismo de
    esa relación depende del sentirse parte solidaria y activa
    de la tradición (hasta para quebrarla bajo el estilo de la
    ‘guerra heroica contra un precursor’
    (…)
    librada por el hombre escritor) y no, como es el caso de la
    mujer, del sentirse excluida por ella, o bien conducida a
    ‘la servidumbre, el discipulado, el mimetismo
    (…)
    por el peso de la autoridad canónica de la tradición
    oficial cuando es vivida como ajena, enajenadora
    (RICHARD,
    1993: 38).

     

    Leisie Montiel Spluga

    En: revista Virtual Contexto
    N° 7 – Vol. 5. Julio – diciembre 2001

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