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Agujeros negros de la mente: claves de salud psíquica (página 2)




Enviado por trechera



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Es imposible hablar de algo "anormal" si no se realiza la
comparación con un referente que se considera adecuado y que
se plantea como norma. En la práctica, se suelen utilizar
diversos criterios para establecer la normalidad en una conducta:

1. La norma estadística. Según este postulado
se entiende que algo es anormal cuando se desvía de la media
general de la población. Ahora bien, la aplicación de
tal criterio no es tan sencilla. Por ejemplo, un pigmeo con una
altura de 1,80 cm. sería desproporcionado respecto a la
media de la tribu. Sin embargo, ¿se podría enfocar como
una "alteración" y por tanto, habría que establecer
algún tipo de tratamiento que lo condujera a la
"normalidad"? No olvidemos que muchas personas "excéntricas"
han sido posteriormente consideradas como genios o transformadores sociales. Por
ejemplo, Gandhi, San Francisco de Asís o V. Van Gogh, R. W.
Emerson decía que "si un hombre no marcha al ritmo de
la tropa es que quizás esté escuchando a otro
tamborilero".

2. Desviación respecto al funcionamiento ideal.
Este enfoque tiene en cuenta la consideración de la
normalidad en el hecho de responder o cumplir plenamente la
función propia de un determinado sujeto u órgano. Es
decir, alguien se consideraría como normal si funcionara
adecuadamente en relación con un ideal.

En la práctica esta distinción plantea serios
interrogantes. Así, una persona con un cociente intelectual
(C.I.) de 200 habría desarrollado al máximo su
capacidad intelectual, sin embargo sería un "anormal"
respecto al común de los mortales. Al mismo tiempo, desde
este planteamiento se podría cuestionar si la salud existe
como tal o más bien es un ideal al que aspiramos. Por
ejemplo, el 90% de la población tiene caries y no es
deseable mantener esa situación. De ahí que A. Huxley
afirmara que "la investigación de las enfermedades ha avanzado tanto que cada vez
es más difícil encontrar a alguien que esté
completamente sano".

3. Criterio sociológico. Sería adecuado lo
establecido conforme a un determinado entorno cultural. Sin
embargo, ¿una cultura tiene derecho a
erigirse en canon de la normalidad? Tenemos como ejemplo
determinadas tradiciones culturales que se cuestionan en la
actualidad: esclavitud de niños o la
marginación de la mujer. ¿Hasta qué
punto hay que respetar ciertas prácticas que van contra la
propia dignidad humana?

Así se explica que surgiera en nuestro contexto un
movimiento contracultural, la
Antipsiquiatría, que ha cuestionado el concepto de salud mental como
propio de una cultura que en sí misma está enferma.
¿El trastorno mental no sería la liberación de una
sociedad neurótica y
alienada? R. Laing llega a afirmar que los esquizofrénicos
son como "la luz que empezó a romper a través de las
grietas de nuestras mentes demasiado cerradas".

A su vez, la mera "adaptación" a la sociedad en que se
viva no es un signo de normalidad. Por ejemplo, en una sociedad
esclavista el "superadaptado" puede ser alguien "más
enfermo" que el que se rebela y protesta ante esa situación.
No está muy lejos en el tiempo el ejemplo de Nelson Mandela
y sus años de presidio.

4. Incapacidad para situarse ante la realidad. La
persona con cierta patología psicológica distorsiona la
realidad. Es verdad que en algunos momentos todos podemos tener
una confusión, sin embargo, aquí se resalta el hecho de
que la dificultad para captar lo externo pueda ser causa de
problemas para el sujeto.

La diferencia entre distintos trastornos psicológicos,
como la neurosis de la psicosis, va a radicar en esta
variable. El neurótico mantiene una relación deformada
con la realidad, pero es consciente de tal situación. Por
ejemplo, alguien que tiene miedo a volar en avión o a
subirse a un ascensor, lo reconoce, aunque se siente incapaz para
solucionarlo. Sin embargo, el psicótico rompe con su entorno
y vive "su propia realidad". Así, puede oír voces o ver figuras que no
existen realmente, pero que sí tienen sentido en su "mundo"
particular.

5. Experimenta un malestar subjetivo. La persona se
siente mal y a disgusto consigo misma y con su contexto. El
sujeto realiza comportamientos o tiene pensamientos que producen
consecuencias psicológicas desagradables, que le paralizan y
bloquean, y por ello, son indeseables.

Este criterio sería válido para los que así lo
expresaran, pero existen situaciones en que alguien realiza
comportamientos extraños y se siente muy feliz y a gusto.
Como ejemplo, recordemos el personaje de Hannibal en la
película El silencio de los corderos.

6. Pérdida de control y desadaptación.
El individuo puede presentar
comportamientos que anulen su autonomía y pongan en peligro
su vida o la de los demás. Por ejemplo, un drogadicto o una
joven anoréxica experimentan tal descontrol que realizan
actos que van contra su propia existencia.

Si algo queda claro, es la dificultad para distinguir lo que
sería un comportamiento anormal. En esta línea,
diversas investigaciones han cuestionado
incluso el diagnóstico de distintos especialistas sobre unos
mismos sujetos. Así, se ha demostrado cómo un actor que
se hace pasar por enfermo mental es evaluado de manera diferente
según el especialista que lo describa.

 

2. ¿QUÉ ES LA SALUD
MENTAL?

"La salud mental se caracteriza por la actitud para amar y crear, por
una existencia sin vínculos incestuosos, por un sentido
profundo de la identidad basado en una
experiencia personal de sí mismo en
tanto que sujeto y agente de sus propios potenciales, por la
captación de la realidad interna y externa a sí mismo;
es decir, por el desarrollo de la objetividad y
de la razón"
(E. Fromm)

Cada profesional de la Psicología insistirá en
distintos rasgos para resaltar el concepto de salud mental. Desde
nuestra experiencia profesional a modo de decálogo,
destacaríamos los siguientes:

Decálogo para una buena salud mental

Capacidad para quererse a sí mismo, a los otros y al
entorno que le rodea.
A veces por un falso concepto de
humildad, llegamos a ser el "peor enemigo de uno mismo". Si no
nos aceptamos y queremos, difícilmente podremos aceptar y
querer a los demás, ya que iremos buscando en los otros lo
que echamos en falta en nosotros y podríamos caer en
situaciones de dependencia, sumisión, manipulación o
utilización mutua. No lejos de esta idea está el
precepto evangélico que afirma: Ama a tu prójimo como a
ti mismo.

Aceptar sin destruirse las distintas frustraciones de la
vida.
Sólo se madura cuando se van integrando las
adversidades de la existencia. Elegir supone "renunciar" a algo.
Una persona madura no lo ve como una limitación sino como un
valor o experiencia positiva.
Soy libre para no hacer aquello que creo que no me ayuda a
crecer.

Adaptación o flexibilidad ante las diversas
circunstancias o contextos.
Alguien inseguro se percibe
bloqueado o "formateado" y cualquier situación extraña
le perturba y provoca malestar. La persona madura se abre a
nuevas experiencias y aquello que aparentemente es una amenaza lo
convierte en una oportunidad.

Eficiencia. El ser humano debe tener un funcionamiento
eficaz, bien físico, social o intelectual. Es fundamental
experimentar que lo que se realiza tiene cierta utilidad o se hace con algún
sentido.

Creatividad. Aun dentro de la rutina el sujeto tiene la
sensación de que realiza sus actividades de manera original
o con su sello personal. Se caracteriza por la capacidad de
asombro y de gozar con las experiencias cotidianas. La persona
creativa despliega espontaneidad, curiosidad e iniciativa.

Armonía interior. Se ha de procurar la ausencia de
conflicto y lograr una
integración de todas las habilidades. Siempre podemos
mejorar, pero estar a gusto consigo mismo es el punto de partida
para avanzar, ya que de lo contrario se "escapará" de la
realidad y se buscarán "soluciones mágicas".

Sentido positivo de la vida. Capacidad para disfrutar
con cada tarea, dimensión lúdica, sentido del humor o
ironía no agresiva. La persona madura es capaz de
reírse de sí misma. Es la actitud contraria al
sentimiento de culpa. La culpa bloquea e inutiliza al sujeto y
"pide" un castigo para resarcir la situación. De ahí
que alguien atrapado por la culpa se niegue a disfrutar o aceptar
un mínimo de felicidad en su existencia.

Comunicación y relación social. Debe
potenciar una interacción positiva con los demás. Ha de
tener capacidad para establecer relaciones profundamente amorosas
e íntimas con unas pocas personas.

Sentido de trascendencia. Abierto a algún tipo de
vivencia de lo inabarcable, bien explícitamente religiosa o
no. Por ejemplo, el sentido de la fraternidad, la
identificación con el género humano, la solidaridad, la justicia, la naturaleza,
etc.

Capacidad de autonomía. El ser humano no es una
"marioneta, un mero reflejo de sus circunstancias, sino que puede
controlar su entorno. Tiene iniciativa propia y actúa con
independencia frente a los
demás o ante las condiciones sociales.

 

3. ¿CUÁNDO ACUDIR AL
PSICÓLOGO?

"La salud mental es la adaptación de los seres humanos
al mundo y al otro con el máximo de eficacia y de felicidad. No
solamente el rendimiento, o nada más que una cierta
satisfacción, o la virtud de someterse de buen grado a las
reglas del juego, sino todo esto a la
vez. Es la aptitud de mantener un humor igual, una inteligencia alerta, un
comportamiento que consigue cierta consideración social, una
disposición de carácter favorable."
K.
Menninger

Todos somos fincas manifiestamente mejorables, siempre podemos
profundizar, mejorar y descubrir algo nuevo. Muchos, con tiempo y
dinero, no paran de
intentarlo. Así, conocemos casos que parecen estar abonados
al Colegio de Psicólogos ya que pasan periódicamente
por diversos terapeutas, buscando la "pócima mágica"
para resolver su existencia. Otras muchas personas puede que lo
necesiten y no se lo plantean. De ahí que surja la pregunta,
¿cuándo sería conveniente acudir a un profesional
de la Psicología?

Teniendo presente lo descrito en las páginas anteriores y
dejando a un lado los casos de pérdida de control de la
realidad y en los que hay que actuar más directamente desde
fuera, resaltaríamos como criterio básico para
plantearse una atención psicológica la experiencia de
malestar subjetivo. Tenemos que ser partidarios de la felicidad,
sin embargo, cuando nos inunda la impotencia, la desgana, el
desánimo, la desidia, o su contrapeso, un hiperactivismo
desmesurado, y todo ello va acompañado de desaciertos o
fallos en nuestras relaciones sociales, puede ser una llamada de
atención para plantearnos una confrontación
psicológica.

Otra pregunta clave es ¿a qué profesional acudir? He
aquí algunas falacias que nos pueden aportar algo de
luz:

Falacias sobre la relación terapéutica

"La terapia tiene que englobar un número determinado de
sesiones o un tiempo largo". La primera entrevista debe servir para
crear un marco terapéutico adecuado a cada individuo. Cada
situación personal es distinta y no es el sujeto el que se
tiene que adaptar al enfoque teórico del terapeuta sino
éste a cada paciente. A veces, unos pocos encuentros pueden
ser suficientes. Sería cuestionable el criterio de
establecer las mismas fórmulas para todos o caer en los
análisis interminables. Por ejemplo, ¿acudiríamos
a un sastre que confeccionara el mismo traje a todos sus clientes?

"No puedo tomar ninguna decisión sin confrontarla antes
con mi terapeuta". Un buen profesional es aquel que intenta crear
cuanto antes un contexto de autonomía y no fomenta la
dependencia. El objetivo es que el sujeto
vuele con sus propias alas lo antes posible. De ahí que haya
que tener cuidado con todo tipo de muletas (fármacos,
seguimientos terapéuticos, grupos "sectarios", etc.) que
mantienen la situación de dependencia. A su vez, el
sufrimiento psicológico puede tender a crear un estado de
"protección o victimización" del sujeto que lo padece.
Freud hablaba del beneficio
secundario de la enfermedad. Romper ese círculo vicioso es
uno de los pasos previos e imprescindible para que se empiecen a
afrontar los problemas.

"Gracias a tal profesional, me he ‘curado’". No
debemos olvidar que el centro de la terapia es la persona que
pide asesoramiento. Las sesiones no deben ser la proyección
del narcisismo o engreimiento del terapeuta. El psicólogo no
es un gurú o guía espiritual que tiene la verdad
absoluta y "salva" a los que a él acuden, sino el que ayuda
para que los sujetos confronten y puedan ser conscientes de su
realidad. Así como el que posibilita el desarrollo de
habilidades para que los pacientes puedan por ellos mismos
situarse de manera distinta.

"Es necesario escarbar en mi pasado para conocer mejor mi
presente". No todo el mundo necesita remover el pasado. El
objetivo no es hurgar en las heridas sino construir. Las sesiones
no deben servir para satisfacer los "deseos detectivescos" del
terapeuta. Lo fundamental es ofrecer pistas para interpelar o
cuestionar al sujeto y desarrollar recursos para afrontar
determinadas situaciones o contextos.

"Si no pagas tal cantidad, no lo valoras". Todo profesional
tiene derecho a vivir dignamente, pero no es razonable cargar
sobre lo económico el peso del efecto terapéutico. Es
curioso que algunos terapeutas insistan en la necesidad de
respetar un precio mínimo en las
sesiones y no se cuestionan plantear un tope máximo. Parte
de la mala imagen pública sobre el
quehacer psicoterapéutico viene de la experiencia vivida por
algunos que tras largos tratamientos psicológicos, el
único beneficio lo recibía el psicólogo en su
cuenta corriente.

Tenemos derecho a ser protagonistas de nuestras propias vidas.
Es verdad que nos encontramos con un libro en el que las primeras
páginas han sido escritas por otros, pero he ahí
nuestra responsabilidad para continuar
y elaborar el guión que queramos. A lo largo de ese camino
podemos tener situaciones en las que amigos o profesionales de la
salud nos puedan asesorar. Sin embargo, la construcción del
relato ha de tener nuestro sello personal y por mucho riesgo que plantee, es una
responsabilidad que nos pertenece y no debemos descargar en los
demás.

Frente a un contexto social que a veces presenta un horizonte
que tiende a crear "zonas de no retorno" similar a la de los
"agujeros negros", es necesario afrontar la vida con esperanza.
De ahí que la Psicología tiene que posibilitar
alternativas que ayuden a "aclarar" e "iluminar" las zonas
oscuras. No hay tarea más ardua pero más gratificante
que responsabilizarse de la existencia y convertirse en el
protagonista principal de la propia vida.

Somos conscientes de que vivimos en "tierras de penumbra" y
que estamos en tiempos de cierta desazón y de búsqueda
de seguridades fáciles y cómodas. Sin embargo, nunca
como hoy la vida hay que ir a buscarla. Cada día nos abre a
múltiples experiencias que pueden ser posibilidades
enriquecedoras de encuentro personal y de maduración. Cada
mañana hay que comenzar a caminar de nuevo, aprender a
respirar y asumir el riesgo de vivir en sociedad. Concluimos
haciendo nuestra una frase atribuida a Lutero: "Incluso aunque
supiera que el mundo se iba a acabar, al día siguiente
plantaría un árbol".

 

BIBLIOGRAFÍA

ELLIS,A. (coord.). (1981). Manual de terapia racional
emotiva. Bilbao: Desclée de Brouwer.

FRANKL,V. (1980). El hombre en busca de sentido.
Barcelona: Herder,

FROMM,E. (1947). El arte de amar. Buenos Aires: Paidós.

GOLEMAN,D.(1996). Inteligencia emocional.
Barcelona: Kairós

PERLS,F. (1995). Dentro y fuera del tarro de la basura. Santiago de Chile:
Editorial Cuatro Vientos.

ROGERS,C.(1984). El proceso de convertirse en
persona. Barcelona: Piados.

TRECHERA, J.L. (2004). Como gota de agua: la Psicología
aplicada a las organizaciones. Bilbao:
Desclée de Brouwer

TRECHERA, J.L. (2005).Agujeros negros de la mente. Claves de
salud psíquica. Bilbao: Desclée de Brouwer

 

 

José Luis Trechera Herreros (*)

(*) Profesor de Psicología
del Trabajo en ETEA
(Córdoba)

Autor del libro: "Agujeros negros de la mente: Claves de
salud psíquica"
. Editorial Desclée de
Brouwer

 

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