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Naturaleza de los ángeles (página 2)




Enviado por MELENA.MONTERO



Partes: 1, 2

 

La misión de
los ángeles

1. Según la Sagrada Escritura, los
ángeles, en cuanto criaturas puramente espirituales, se
presentan a la reflexión de nuestra mente como una
especial realización de la "imagen de Dios",
Espíritu perfectísimo, como Jesús recuerda a
la mujer
samaritana con las palabras; "Dios es espíritu" (Jn 4,
24).
Los ángeles son, desde este punto de vista, las criaturas
más cercanas al modelo divino.
El nombre que la Sagrada Escritura les atribuye indica que lo que
más cuenta en la Revelación es la verdad sobre las
tareas de los ángeles respecto a los hombres: ángel
(angelus) quiere decir, en efecto, "mensajero". El término
hebreo "malak" -mélk-, usado en el Antiguo Testamento,
significa más propiamente "delegado" o "embajador".
Los ángeles, criaturas espirituales, tienen función de
mediación y de ministerio en las relaciones entre Dios y
los hombres. Bajo este aspecto la Carta a los
Hebreos dirá que a Cristo se le ha dado un "nombre", y por
tanto un ministerio de mediación, muy superior al de los
ángeles (Cfr. Heb 1, 4).
2. El Antiguo Testamento subraya sobre todo la especial
participación de los ángeles en la
celebración de la gloria que el Creador recibe como
tributo de alabanza por parte del mundo creado.
Los Salmos de modo especial se hacen intérpretes de esa
voz cuando proclaman, p.e.: "Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto. Alabadlo, todos sus
ángeles." (Sal 148, 1-2).De modo semejante en el Salmo
102: "Bendecid a Yahvéh vosotros sus ángeles, que
sois poderosos y cumplís sus órdenes, prontos a la
voz de su palabra" (Sal 102, 20). Este último
versículo del Salmo 102 indica que los ángeles
toman parte, a su manera, en el gobierno de Dios
sobre la creación, como "poderosos ejecutores de sus
órdenes" según el plan establecido
por la Divina Providencia.
A los ángeles está confiado en particular un
cuidado y solicitud especiales por los hombres, en favor de los
cuales presentan a Dios sus peticiones y oraciones, como nos
recuerda, p.e., el Libro de
Tobías (Cfr. especialmente Tob 3, 17 y 12, 12), mientras
el Salmo 90 proclama: "a sus ángeles ha dado
órdenes. te llevarán en sus palmas, para que tu pie
no tropiece en la piedra"(Cfr. Sal 90, 1-12). Siguiendo el libro
de Daniel, se puede afirmar que las funciones de los
ángeles como embajadores del Dios vivo se extienden no
sólo a cada uno de los hombres y a aquellos que tienen
funciones especiales, sino también a enteras naciones (Dan
10, 13-21).
3. El Nuevo Testamento puso de relieve las
tareas de los ángeles respecto a la misión de
Cristo como Mesías y, ante todo, con relación al
misterio de la encarnación del Hijo de Dios, como
constatamos en la narración de la anunciación del
nacimiento de Juan Bautista (Cfr. Lc 1, 11), de Cristo mismo
(Cfr. Lc 1, 26), en las explicaciones y disposiciones dadas a
María y José (Cfr. Lc 1, 30-37; Mt 1, 20-21), en
las indicaciones dadas a los pastores la noche del nacimiento del
Señor (Cfr. Lc 2, 9-15), en la protección del
recién nacido ante el peligro de la persecución de
Herodes (Cfr. Mt 2, 13).
Más adelante los Evangelios hablan de la presencia de los
ángeles durante el ayuno de Jesús en el desierto a
lo largo de 40 días (Cfr. Mt 4, 11) y durante la
oración en Getsemaní (Cfr. Lc 22, 43).
Después de la resurrección de Cristo será
también un ángel, que se aparece en forma de un
joven, quien dirá a las mujeres que habían acudido
al sepulcro y estaban sorprendidas por el hecho de encontrarlo
vacío: "No os asustéis. Buscáis a
Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no
está aquí. Pero id a decir a sus discípulos.
"(Mc 16, 6-7). María Magdalena, que se ve privilegiada por
una aparición personal de
Jesús, ve también a dos ángeles (Jn 20,
12-17; cfr. también Lc 24, 4). Los ángeles "se
presentan" a los Apóstoles después de la
desaparición de Cristo para decirles: "Hombres de Galilea,
¿qué estáis mirando al cielo?. Ese
Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros al cielo,
vendrá como le habéis visto ir al cielo" (Hech 1,
11).
Son los ángeles de la vida, de la pasión y de la
gloria de Cristo. Los ángeles de Aquel que, como escribe
San Pedro, "está a la diestra de Dios, después de
haber ido al cielo, una vez sometidos a El ángeles,
potestades y poderes" (1 Pe 3, 22).
4. Si pasamos a la nueva venida de Cristo, es decir, a la
"parusía", hallamos que todos los sinópticos hacen
notar que "el Hijo del hombre.
vendrá en la gloria de su Padre con los santos
ángeles" (así Mc 8, 38, Mt 16, 27 y 25, 31, en la
descripción del juicio final; y Lc 9, 26;
cfr. también San Pablo, 2 Tes 1, 7).
Se puede, por tanto, decir que los ángeles, como
espíritus puros, no sólo participan en el modo que
les es propio de la santidad del mismo Dios, sino que en los
momentos clave, rodean a Cristo y lo acompañan en el
cumplimiento de su misión salvífica respecto a los
hombres. De igual modo también toda la Tradición y
el Magisterio ordinario de la Iglesia ha
atribuido a lo largo de los siglos a los ángeles este
carácter particular y esta función
de ministerio mesiánico.

Naturaleza de los
ángeles

1. En las últimas catequesis hemos visto
cómo la Iglesia, iluminada por la luz que proviene
de la Sagrada Escritura, ha profesado a lo largo de los siglos la
verdad sobre la existencia de los ángeles como seres
puramente espirituales, creados por Dios. Lo ha hecho desde el
comienzo con el Símbolo niceno-constantinopolitano y lo ha
confirmado en el Conc. Lateranense IV (1215), cuya
formulación ha tomado el Conc. Vaticano I en el contexto
de la doctrina sobre la creación: Dios "creó de la
nada juntamente al principio del tiempo, ambas
clases de criaturas: las espirituales y las corporales, es decir,
el mundo angélico y el mundo terrestre; y después,
la criatura humana que, compuesta de espíritu y cuerpo,
los abraza, en cierto modo, a los dos" (Cons. Dei Filius).
O sea: Dios creó desde el principio ambas realidades: la
espiritual y la corporal, el mundo terreno y el angélico.
Todo lo que El creó juntamente("simuél") en orden a
la creación del hombre, constituido de espíritu y
de materia y
colocado según la narración bíblica en el
cuadro de un mundo ya establecido según sus leyes y ya medido
por el tiempo ("deinde").
2. Juntamente con la existencia, le fe de la Iglesia reconoce
ciertos rasgos distintivos de la naturaleza de
los ángeles. Su realidad puramente espiritual implica ante
todo su no materialidad y su inmortalidad. los ángeles no
tienen "cuerpo" (si bien en determinadas circunstancias se
manifiestan bajo formas visibles a causa de su misión en
favor de los hombres), y por tanto no están sometidos a la
ley de la
corruptibilidad que une todo el mundo material. Jesús
mismo, refiriéndose a la condición angélica,
dirá que en la vida futura los resucitados "(no) pueden
morir y son semejantes a los ángeles" (Lc 20, 36).
3. En cuanto criaturas de naturaleza espiritual los
ángeles están dotados de inteligencia y
de libre voluntad, como el hombre pero
en grado superior a él, si bien siempre finito, por el
límite que es inherente a todas las criaturas. Los
ángeles son también seres personales y, en cuanto
tales, son también ellos, "imagen y semejanza" de
Dios.
La sagrada Escritura se refiere a los ángeles utilizando
también apelativos no sólo personales (como los
nombre propios de Rafael, Gabriel, Miguel), sino también
"colectivos" (como las calificaciones de: Serafines, Querubines,
Tronos, Potestades, Dominaciones, Principados), así como
realiza una distinción entre Ángeles y
Arcángeles. Aun teniendo en cuenta el lenguaje
analógico y representativo del texto sacro,
podemos deducir que estos seres-personas, casi agrupados en
sociedad, se
subdividen en órdenes y grados, correspondientes a la
medida de su perfección y a las tareas que se les
confía. Los autores antiguos y la misma liturgia hablan de
los coros angélicos (nueve, según Dionisio el
Areopagita).
La teología, especialmente la patrística y
medieval, no ha rechazado estas representaciones tratando en
cambio de
darles una explicación doctrinal y mística, pero
sin atribuirles un valor
absoluto. Santo Tomás ha preferido profundizar las
investigaciones sobre la condición
ontológica, sobre la actividad cognoscitiva y volitiva y
sobre la elevación espiritual de estas criaturas puramente
espirituales, tanto por su dignidad en la
escala de los
seres, como porque en ellos podía profundizar mejor las
capacidades y actividades propias del espíritu en grado
puro, sacando de ello no poca luz para iluminar los problemas de
fondo que desde siempre agitan y estimulan el pensamiento
humano: el
conocimiento, el amor, la
libertad, la
docilidad a Dios, la consecución de su reino.
4. El tema a que hemos aludido podrá parecer "lejano" o
"menos vital" a la mentalidad del hombre moderno. Y sin embargo
la Iglesia, proponiendo con franqueza toda la verdad sobre Dios
creador incluso de los ángeles, cree prestar un gran
servicio al
hombre.
El hombre tiene la convicción de que en Cristo,
Hombre-Dios, en él (y no en los ángeles) es en
quien se halla el centro de la Divina Revelación. Pues
bien, el encuentro religioso con el mundo de los seres puramente
espirituales se convierte en preciosa revelación de su ser
no sólo como cuerpo, sino también espíritu,
y de su pertenencia a un proyecto de
salvación verdaderamente grande y eficaz dentro de una
comunidad de
seres personales que para el hombre y con el hombre sirven al
designio providencial de Dios.
5. Notamos que la Sagrada Escritura y la Tradición llaman
propiamente ángeles a aquellos espíritus puros que
en la prueba fundamental de libertad han elegido a Dios, su
gloria y su reino. Ellos están unidos a Dios mediante el
amor consumado
que brota de la visión beatificante, cara a cara, de la
Santísima Trinidad. Lo dice Jesús mismo: "Sus
ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre,
que está en los cielos" (Mt 18, 10). Ese "ver de continuo
la faz del Padre" es la manifestación más alta de
la adoración de Dios.
Se puede decir que constituye esa "liturgia celeste", realizada
en nombre de todo el universo, a la
cual se asocia incesantemente la liturgia terrena de la Iglesia,
especialmente en sus momentos culminantes. Baste recordar
aquí el acto con el que la Iglesia, cada día y cada
hora, en el mundo entero, antes de dar comienzo a la plegaria
eucarística en el corazón de
la Santa Misa, se apela "a los Ángeles y a los
Arcángeles" para cantar la gloria de Dios tres veces
santo, uniéndose así a aquellos primeros adoradores
de Dios, en su culto y en el amoroso conocimiento
del misterio inefable de su santidad.
6. También según la Revelación, los
ángeles, que participan en la vida de la Trinidad en la
luz de la gloria, están también llamados a tener su
parte en la historia de la
salvación de los hombres, en los momentos establecidos por
el designio de la Providencia Divina. "No son todos ellos
espíritus administradores, enviados para servicio a favor
de los que han de heredar la salud?", pregunta el autor
de la Carta a los
Hebreos (1, 14). Y esto cree y enseña la Iglesia,
basándose en la Sagrada Escritura por la cual sabemos que
la tarea de los ángeles buenos es la protección de
los hombres y la solicitud por su salvación.
Hallamos estas expresiones en diversos pasajes de la Sagrada
Escritura, como por ejemplo en el Salmo 90, citado ya repetidas
veces: "Pues te encomendará a sus ángeles para que
te guarde en todos tus caminos, y ellos te levantarán en
sus palmas para que tus pies no tropiecen en las piedras" (90,
11-12). Jesús mismo, hablando de los niños y
amonestando a no escandalizarlos, se apela a "sus ángeles"
(Mt 18, 10).

Además, atribuye a los ángeles la
función de testigos en el supremo juicio divino sobre la
suerte del quien ha reconocido o renegado a Cristo: "A quien me
confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre le
confesará delante de los ángeles de Dios. El que me
negare delante de los hombres, será negado ante los
ángeles de Dios" (Lc 12, 8-9; cfr. Ap. 3,5). Estas
palabras son significativas porque si los ángeles toman
parte en el juicio de Dios, están interesados en la vida
del hombre. Interés y
participación que parecen recibir una acentuación
en el discurso
escatológico, en el que Jesús hace intervenir a los
ángeles en la parusía, o sea, en la venida
definitiva de Cristo al final de la historia (Cfr. Mt 24, 31; 25,
31. 41).
7. Entre los libros del
Nuevo Testamento, los Hechos de los Apóstoles nos hacen
conocer especialmente algunos episodios que testimonian la
solicitud de los ángeles por el hombre y su
salvación. Así, cuando el ángel de Dios
libera a los Apóstoles de la prisión (Cfr. Hech 5,
18-20), y ante todo a Pedro, que estaba amenazado de muerte por la
mano de Herodes (Cfr. Hech 12, 5-10). O cuando guía la
actividad de Pedro respecto al centurión Cornelio, el
primer pagano convertido (Cfr. Hech 10, 3-8; 11, 12©13), y
análogamente la actividad del diácono Felipe en el
camino de Jerusalén a Gaza (Hech 8, 26-29).
De estos pocos hechos citados a título de ejemplo, se
comprende cómo en la conciencia de la
Iglesia se ha podido formar la persuasión sobre el
ministerio confiado a los ángeles en favor de los hombres.
Por ello, la Iglesia confiesa su fe en los ángeles
custodios, venerándolos en la liturgia con una fiesta
especial, y recomendando el recurso a su protección con
una oración frecuente, como en la invocación del
"Ángel de Dios". Esta oración parece atesorar las
bellas palabras de San Basilio: "Todo fiel tiene junto a
sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la
vida" (Cfr. San Basilio, Adv. Eunomium, III, 1; véase
también Santo Tomás, S.Th. I, q.11, a.3).
8. Finalmente es oportuno notar que la Iglesia honra con culto
litúrgico a tres figuras de ángeles, que en la
Sagrada Escritura se les llama con un nombre.
El primero es Miguel Arcángel (Cfr. Dan 10, 13.20; Ap 12,
7; Jdt. 9). Su nombre expresa sintéticamente la actitud
esencial de los espíritus buenos: "Mica-El" significa, en
efecto: "¿quien como Dios?". En este nombre se halla
expresada, pues, la elección salvífica gracias a la
cual los ángeles "ven la faz del Padre" que está en
los cielos.
El segundo es Gabriel: figura vinculada sobre todo al misterio de
la Encarnación del Hijo de Dios (Cfr. Lc 1, 19. 26). Su
nombre significa: "Mi poder es Dios"
o "Poder de Dios", como para decir que en el culmen de la
creación, la Encarnación es el signo supremo del
Padre omnipotente.
Finalmente el tercer arcángel se llama Rafael. "Rafa-El"
significa: "Dios cura", El se ha hecho conocer por la historia de
Tobías en el antiguo Testamento (Cfr. Tob 12, 50. 20,
etc.), tan significativa en el hecho de confiar a los
ángeles los pequeños hijos de Dios, siempre
necesitados de Custodia, cuidado y protección.
Reflexionando bien se ve que cada una de estas tres figuras:
Mica-El, Gabri-El, Rafa-El reflejan de modo particular la verdad
contenida en la pregunta planteada por el autor de la Carta a los
Hebreos: "¿No son todos ellos espíritus
administradores, enviados para servicio en favor de los que han
de heredar la salvación?" (1, 14).

La caída de los
ángeles malos

1. Proseguimos hoy nuestra catequesis sobre los
ángeles, cuya existencia, querida por un acto del amor
eterno de Dios, profesamos (.).
En la perfección de su naturaleza espiritual, los
ángeles están llamados desde el principio, en
razón de su inteligencia, a conocer la verdad y a amar el
bien que conocen en la verdad de modo mucho más pleno y
perfecto que cuanto es posible al hombre. Este amor es el acto de
una voluntad libre, por lo cual también para los
ángeles la libertad significa posibilidad de hacer una
elección en favor o en contra del Bien que ellos conocen,
esto es, Dios mismo.
Hay que repetir aquí lo que ya hemos recordado a su debido
tiempo a propósito del hombre: creando a los seres libres,
Dios quiere que en el mundo se realice aquel amor verdadero que
sólo es posible sobre la base de la libertad. El quiso,
pues, que la criatura, constituida a imagen y semejanza de su
Creador, pudiera de la forma más plena posible, volverse
semejante a El: Dios, que "es amor".

Creando a los espíritus puros, como seres libres,
Dios, en su Providencia, no podía no prever también
la posibilidad del pecado de los ángeles. Pero
precisamente porque la Providencia es eterna sabiduría que
ama, Dios supo sacar de la historia de este pecado,
incomparablemente más radical, en cuanto pecado de un
espíritu puro, el definitivo bien de todo el cosmos
creado
2. De hecho, como dice claramente la Revelación, el mundo
de los espíritus puros aparece dividido en buenos y malos.
Pues bien, esta división no se obró por la
creación de Dios, sino en base a la propia libertad de la
naturaleza espiritual de cada uno de ellos. Se realizó
mediante la elección que para los seres puramente
espirituales posee un carácter incomparablemente
más radical que la del hombre y es irreversible, dado el
grado de intuición y de penetración del bien, del
que está dotada su inteligencia.
A este respecto se debe decir también que los
espíritus puros han sido sometidos a una prueba de
Carácter moral. Fue una
opción decisiva, concerniente ante todo a Dios mismo, un
Dios conocido de modo más esencial y directo que lo que es
posible al hombre, un Dios que había hecho a estos seres
espirituales el don, antes que al hombre, de participar en su
naturaleza divina.
3. En el caso de los espíritus puros la elección
decisiva concernía ante todo a Dios mismo, primero y sumo
Bien, aceptado y rechazado de un modo más esencial y
directo del que pueda acontecer en el radio de acción
de la libre voluntad del hombre. Los espíritus puros
tienen un conocimiento de Dios incomparablemente más
perfecto que el hombre, porque con el poder de su inteligencia,
no condicionada ni limitada por la mediación del
conocimiento sensible, ven hasta el fondo la grandeza del Ser
infinito, de la primera Verdad, del sumo Bien. A esta sublime
capacidad de conocimiento de los espíritus puros Dios
ofreció el misterio de su divinidad haciéndoles
participes, mediante la gracia, de su infinita gloria.
Precisamente en su condición de seres de naturaliza
espiritual, había en su inteligencia la capacidad, el
deseo de esta elevación sobrenatural a la que Dios les
había llamado, para hacer de ellos, mucho antes que del
hombre, "partícipes de la naturaleza divina",
partícipes de la vida íntima de Aquel que es Padre,
Hijo y Espíritu
Santo, de Aquel que, en la comunión de las tres
Divinas Personas, "es Amor".
Dios había admitido a todos los espíritus puros,
antes y en mayor grado que al hombre, a la eterna comunión
de Amor.
4. La opción realizada sobre la base de la verdad de Dios,
conocida deforma superior dada la lucidez de sus inteligencias,
ha dividido también el mundo de los espíritus puros
en buenos y malos.
Los buenos han elegido a Dios como Bien supremo y definitivo,
conocido a la luz de la inteligencia iluminada por la
Revelación. Haber escogido a Dios significa que se han
vuelto a El con toda la fuerza
interior de su libertad, fuerza que es amor. Dios se ha
convertido en el objetivo total
y definitivo de su existencia espiritual.
Los otros, en cambio, han vuelto la espalda a Dios contra la
verdad del conocimiento que señalaba en Él el Bien
total y definitivo. Han hecho una elección contra la
revelación del misterio de Dios, contra su gracia, que los
hacía partícipes de la Trinidad y de la eterna
amistad con Dios,
en la comunión con El mediante el amor. Basándose
en su libertad creada, han realizado una opción radical e
irreversible, al igual que la de los ángeles buenos, pero
diametralmente opuesta: en lugar de una aceptación de
Dios, plena de amor, le han opuesto un rechazo inspirado por un
falso sentido de autosuficiencia, de aversión y hasta de
odio, que se ha convertido en rebelión.
5. Cómo comprender esta oposición y rebelión
a Dios en seres dotados de una inteligencia tan viva y
enriquecidos con tanta luz? ¿Cuál puede ser el
motivo de esta radical e irreversible opción contra Dios,
de un odio tan profundo que puede aparecer como fruto de la
locura?.
Los Padres de la Iglesia y los teólogos no dudan en hablar
de "ceguera", producida por la supervaloración de la
perfección del propio ser, impulsada hasta el punto
desvelar la supremacía de Dios que exigía, en
cambio, un acto de dócil y obediente sumisión. Todo
esto parece expresado de modo conciso en las palabras ""No te
servir !2, 20), que manifiestan el radical e irreversible rechazo
de tomar parte en la edificación del reino de Dios en el
mundo creado. "Satanás", el espíritu rebelde,
quiere su propio reino, no el de Dios, y se yergue como el primer
"adversario" del Creador, como opositor de la providencia, como
antagonista de la amorosa sabiduría de Dios. De la
rebelión y del pecado de Satanás, como
también del pecado del hombre, debemos concluir acogiendo
la sabia experiencia de la Escritura, que afirma: "En el orgullo
está la perdición" (Tob 4, 14).

El pecado y la
acción de Satanás

1. Continuando el tema de las precedentes catequesis
dedicadas al artículo de fe referente a los
ángeles, criaturas de Dios, vamos a explorar el misterio
de la libertad que algunos de ellos utilizaron contra Dios y
contra su plan de salvación respecto a los hombres.
Como testimonia el Evangelista Lucas en el momento, en el que los
discípulos se reunían de nuevo con el Maestro
llenos de alegría por los frutos recogidos en sus primeras
tareas misioneras, Jesús pronuncia una frase que hace
pensar: "veía yo a Satanás caer del cielo como un
rayo" (Lc 10, 18).
Con estas palabras el Señor afirma que el anuncio del
reino de Dios es siempre una victoria sobre el diablo, pero al
mismo tiempo revela también que la edificación del
reino está continuamente expuesta a las insidias del
espíritu del mal. Interesarse por esto, como tratamos de
hacer con nuestra catequesis de hoy, quiere decir prepararse al
estado de
lucha que es propio de la vida de la Iglesia en este tiempo final
de la historia de la salvación (como afirma el libro del
Apocalipsis. Cfr. 12, 7). Por otra parte, esto ayuda a aclarar la
recta fe de la Iglesia frente a aquellos que la alteran
exagerando la importancia del diablo o de quienes niegan o
minimizan su poder maligno.
Las precedentes catequesis sobre los ángeles nos han
preparado para comprender la verdad, que la Iglesia ha
transmitido, sobre Satanás, es decir, sobre el
ángel caído, el espíritu maligno, llamado
también diablo o demonio.
2. Esta "caída", que presenta la forma de rechazo de Dios
con el consiguiente estado de "condena", consiste en la libre
elección hecha por aquellos espíritus creados, los
cuales radical y irrevocablemente han rechazado a Dios y su
reino, usurpando sus derechos soberanos y
tratando de trastornarla economía de la
salvación y el ordenamiento mismo de toda la
creación.
Un reflejo de esta actitud se encuentra en las palabras del
tentador a los progenitores: "Seréis como Dios" o "como
dioses" (Cfr. Gen 3, 5). Así el espíritu maligno
trata de transplantar en el hombre la actitud de rivalidad, de
insubordinación a Dios y su oposición a Dios que ha
venido a convertirse en la
motivación de toda su existencia.
3. En el Antiguo Testamento, la narración de la
caída del hombre, recogida en el libro del Génesis,
contiene una referencia a la actitud de antagonismo que
Satanás quiere comunicar al hombre para inducirlo a la
transgresión (Cfr. Gen 3, 5). También en el libro
de Job (Cfr. Job 1, 11; 2,5.7), vemos que satanás trata de
provocar la rebelión en el hombre que sufre. En el libro
de la Sabiduría (Cfr. Sab 2, 24), satanás es
presentado como el artífice de la muerte que
entra en la historia del hombre juntamente con el pecado.
4. La Iglesia, en el Conc. Lateranense IV (1215), enseña
que el diablo (satanás) y los otros demonios "han sido
creados buenos por Dios pero se han hecho malos por su propia
voluntad".

Efectivamente, leemos en la Carta de San Judas: . a los
ángeles que no guardaron su principado y abandonaron su
propio domicilio los reservó con vínculos eternos
bajo las tinieblas para el juicio del gran día" (Jds 6).
Así también en la segunda Carta de San Pedro se
habla de "ángeles que pecaron" y que Dios "no
perdonó. sino que, precipitados en el tártaro, los
entregó a las cavernas tenebrosas, reservándolos
para el juicio" (2, 4).
Está claro que si Dios "no perdonó" el pecado de
los ángeles, lo hace para que ellos permanezcan en su
pecado, porque están eternamente "en las cadenas" de esa
opción que han hecho al comienzo, rechazando a Dios,
contra la verdad del bien supremo y definitivo que es Dios mismo.
En este sentido escribe San Juan que: "el diablo desde el
principio peca" (1 Jn 3, 3). Y " él es homicida desde el
principio y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no
estaba en él" (Jn 8, 44).
5. Estos textos nos ayudan a comprender la naturaleza y la
dimensión del pecado de satanás, consistente en el
rechazo de la verdad sobre Dios, conocido a la luz de la
inteligencia y de la revelación como Bien infinito, amor,
y santidad subsistente.
El pecado ha sido tanto más grande cuanto mayor era la
perfección espiritual y la perspicacia cognoscitiva del
entendimiento angélico, cuanto mayor era su libertad y su
cercanía a Dios. Rechazando la verdad conocida sobre Dios
con un acto de la libre voluntad, satanás se convierte en
"mentiroso cósmico" y "padre de la mentira" (Jn 8, 44).
Por esto vive la radical e irreversible negación de Dios y
trata de imponer a la creación, a los otros seres creados
a imagen de Dios, y en particular a los hombres, su
trágica "mentira sobre el Bien" que es Dios.

En el libro del Génesis encontramos una
descripción precisa de esa mentira y falsificación
de la verdad sobre Dios, que satanás (bajo la forma de
serpiente) intenta transmitir a los primeros representantes del
género
humano: Dios sería celoso de sus prerrogativas e
impondría por ello limitaciones al hombre (Cfr. Gen 3, 5).
Satanás invita al hombre a liberarse de la
imposición de este juego,
haciéndose "como Dios".
6. En esta condición de mentira existencial satanás
se convierte -según San Juan- también en homicida,
es decir, destructor de la vida sobrenatural que Dios
había injertado desde el comienzo en él y en las
criaturas "hechas a imagen de Dios": los otros espíritus
puros y los hombres; satanás quiere destruir la vida
según la verdad, la vida en la plenitud del bien, la vida
sobrenatural de gracia y de amor. El autor del libro de la
Sabiduría escribe:. por envidia del diablo entró la
muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen" (Sab
2, 24). En el Evangelio Jesucristo amonesta: . temed más
bien a aquel que puede perder el alma y el
cuerpo en la gehena" (Mt 10,28).
7. Como efecto del pecado de los progenitores, este ángel
caído ha conquistado en cierta medida el dominio sobre el
hombre.
Esta es la doctrina constantemente confesada y anunciada por la
Iglesia, y que el Concilio de Trento ha confirmado en el tratado
sobre el pecado original (.): Dicha doctrina encuentra
dramática expresión en la liturgia del bautismo,
cuando se pide al catecúmeno que renuncie al demonio y a
sus seducciones.
Sobre este influjo en el hombre y en las disposiciones de su
espíritu (y del cuerpo) encontramos varias indicaciones en
la Sagrada Escritura, en las cuales satanás es llamado
"el
príncipe de este mundo" (Cfr. Jn 12, 31; 14, 30;16,
11) e incluso "el Dios del siglo" (2 Cor 4, 4). Encontramos
muchos otros nombres que describen sus nefastas relaciones con el
hombre: "Belcebú" o "Belial", "espíritu inmundo",
"tentador", "maligno" y finalmente "anticristo" (1 Jn 4, 3). Se
le compara a un "león" (1 Pe 5, 8), a un "dragón"
(en el Apocalipsis) y a una "serpiente" (Gen 3). Muy
frecuentemente para nombrarlo se ha usado el nombre de "diablo"
del griego "diaballein" -diaballein- (del cual "diabolos"), que
quiere decir: causar la destrucción, dividir, calumniar,
engañar. Y a decir verdad, todo esto sucede desde el
comienzo por obra del espíritu maligno que es presentado
en la Sagrada Escritura como una persona, aunque
se afirma que no está solo: "somos muchos", gritaban los
diablos a Jesús en la región de las gerasenos (Mc
5, 9); "el diablo y sus ángeles", dice Jesús en la
descripción del juicio final (Cfr. Mt 25, 41).
8. Según la Sagrada Escritura, y especialmente el Nuevo
Testamento, el dominio y el influjo de Satanás y de los
demás espíritus malignos se extiende al mundo
entero. Pensemos en la parábola de Cristo sobre el campo
(que es el mundo), sobre la buena semilla y sobre la mala semilla
que el diablo siembra en medio del grano tratando de arrancar de
los corazones el bien que ha sido "sembrado" en ellos (Cfr. Mt
13, 38-39). Pensemos en las numerosas exhortaciones a la
vigilancia (Cfr. Mt 26, 41; 1 Pe 5, 8), a la oración y al
ayuno (Cfr. Mt 17, 21). Pensemos en esta fuerte invitación
del Señor: "Esta especie (de demonios) no puede ser
expulsada por ningún medio sino es por la oración"
(Mc 9, 29).
La acción de Satanás consiste ante todo en tentar a
los hombres para el mal, influyendo sobre su imaginación y
sobre las facultades superiores para poder situarlos en dirección contraria a la ley de Dios.
Satanás pone a prueba incluso a Jesús (Cfr. Lc 4,
3-13) en la tentativa extrema de C contrastar las exigencias de
la economía de la salvación tal como Dios le ha
preordenado.
No se excluye que en ciertos casos el espíritu maligno
llegue incluso a ejercitar su influjo no sólo sobre las
cosas materiales,
sino también sobre el cuerpo del hombre, por lo que se
habla de "posesiones diabólicas" (Cfr. Mc 5,2-9). No
resulta siempre fácil discernir lo que hay de
preternatural en estos casos, ni la Iglesia condesciende o
secunda fácilmente la tendencia a atribuir muchos hechos e
intervenciones directas al demonio; pero en línea de
principio no se puede negar que, en su afán de
dañar y conducir al mal, Satanás pueda llegar a
esta extrema manifestación de su superioridad.
9. Debemos finalmente añadir que las impresionantes
palabras del Apóstol Juan: "El mundo todo está bajo
el maligno" (1 Jn 5, 19), aluden también a la presencia de
Satanás en la historia de la humanidad, una presencia que
se hace más fuerte a medida que el hombre y la sociedad se
alejan de Dios. El influjo del espíritu maligno puede
"ocultarse" de forma más profunda y eficaz: pasar
inadvertido corresponde a sus "intereses": La habilidad de
Satanás en el mundo es la de inducir a los hombres a negar
su existencia en nombre del racionalismo y
de cualquier otro sistema de
pensamiento que busca todas las escapatorias con tal de no
admitir la obra del diablo.
Sin embargo, no presupone la eliminación de la libre
voluntad y de la responsabilidad del hombre y menos aún la
frustración de la acción salvífica de
Cristo. Se trata más bien de un conflicto
entre las fuerzas oscuras del mal y las de la redención.
Resultan elocuentes a este propósito las palabras que
Jesús dirigió a Pedro al comienzo de la
pasión: . Simón, Satanás os busca para
ahecharos como trigo; pero yo he rogado por ti para que no
desfallezca tu fe" (Lc 22,31).
Comprendemos así por que Jesús en la plegaria que
nos ha enseñado, el "Padrenuestro", que es la plegaria del
reino de Dios, termina casi bruscamente, a diferencia de tantas
otras oraciones de su tiempo, recordándonos nuestra
condición de expuestos a las insidias del Maligno.
El cristiano, dirigiéndose al Padre con el espíritu
de Jesús e invocando su reino, grita con la fuerza de la
fe: no nos dejes caer en la tentación, líbranos del
Mal, del Maligno. Haz, oh Señor, que no cedamos ante la
infidelidad a la cual nos seduce aquel que ha sido infiel desde
el principio.

La acción de
Satanás y la victoria de Cristo

1. Nuestras catequesis sobre Dios, Creador de las cosas
"visibles e invisibles", nos ha llevado a iluminar y vigorizar
nuestra fe por lo que respecta a la verdad sobre el maligno o
Satanás, no ciertamente querido por Dios, sumo Amor y
Santidad, cuya Providencia sapiente y fuerte sabe conducir
nuestra existencia a la victoria sobre el príncipe de las
tinieblas.
Efectivamente, la fe de la Iglesia nos enseña que la
potencia de
Satanás no es infinita. El sólo es una criatura,
potente en cuanto espíritu puro, pero siempre una
criatura, con los límites de
la criatura, subordinada al querer y al dominio de Dios. Si
Satanás obra en el mundo por su odio a Dios y su reino,
ello es permitido por la Divina Providencia que con potencia y
bondad ("fortiter et suaviter") dirige la historia del hombre y
del mundo.

Si la acción de Satanás ciertamente causa
muchos daños -de naturaleza espiritual- e indirectamente
de naturaleza también física a los
individuos y a la sociedad, él no puede, sin embargo,
anular la finalidad definitiva a la que tienden el hombre y toda
la creación, el bien. El no puede obstaculizar la
edificación del reino de Dios en el cual se tendrá,
al final, la plena actuación de la justicia y del
amor del Padre hacia las criaturas eternamente "predestinadas" en
el Hijo-Verbo, Jesucristo. Más aún, podemos decir
con San Pablo que la obra del maligno concurre para el bien y
sirve para edificar la gloria de los "elegidos" (Cfr. 2 Tim 2,
10).
2. Así toda la historia de la humanidad se puede
considerar en función de la salvación total, en la
cual está inscrita la victoria de Cristo sobre "el
príncipe de este mundo" (Jn 12, 31; 14, 30; 16, 11). "Al
Señor tu Dios adorarás y a El sólo
servirás" (Lc 4, 8), dice terminantemente Cristo a
Satanás.
En un momento dramático de su ministerio, a quienes lo
acusaban de manera descarada de expulsar los demonios porque
estaba aliado de Belcebú, jefe de los demonios,
Jesús responde aquellas palabras severas y confortantes a
la vez :"Todo reino en sí dividido será desolado y
toda ciudad o casa en sí dividida no subsistirá. Si
Satanás arroja a Satanás, está dividido
contra sí: ¿cómo, pues, subsistirá su
reino?.

Mas si yo arrojo a los demonios con el poder del
espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el
reino de Dios" (Mt 12, 25-26. 28). "Cuando un hombre fuerte bien
armado guarda su palacio, seguros
están sus bienes; pero
si llega uno más fuerte que él, le vencerá,
le quitará las armas en que
confiaba y repartirá sus despojos" (Lc 11, 21-22). Las
palabras pronunciadas por Cristo a propósito del tentador
encuentran su cumplimiento histórico en la cruz y en la
resurrección del Redentor.

Como leemos en la Carta a los Hebreos, Cristo se ha
hecho partícipe de la humanidad hasta la cruz "para
destruir por la muerte al que tenía el imperio de la
muerte, esto es, al diablo, y librar a aquellos que estaban toda
la vida sujetos a servidumbre" (Heb 2, 14-15). Esta es la gran
certeza de la fe cristiana: "El príncipe de este mundo ya
está juzgado" (Jn 16, 11); "Y para esto apareció el
Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo" (1 Jn 3, 8),
como nos atestigua San Juan. Así, pues, Cristo crucificado
y resucitado se ha revelado como el "más fuerte" que ha
vencido "al hombre fuerte", el diablo, y lo ha destronado.
De la victoria de Cristo sobre el diablo participa la Iglesia:
Cristo, en efecto, ha dado a sus discípulos el poder de
arrojar los demonios (Cfr. Mt 10,1, y paral.; Mc 16, 17). La
Iglesia ejercita tal poder victorioso mediante la fe en Cristo y
la oración (Cfr. Mc 9, 29; Mt 17, 19 ss.), que en casos
específicos puede asumir la forma de exorcismo.
3. En esta fase histórica de la victoria de Cristo se
inscribe el anuncio y el inicio de la victoria final, la
parusía, la segunda y definitiva venida de Cristo al final
de la historia, venida hacia la cual está proyectada la
vida del cristiano. También si es verdad que la historia
terrena continúa desarrollándose bajo el influjo de
"aquel espíritu que -como dice San Pablo- ahora
actúa en los que son rebeldes" (Ef 2, 2), los creyentes
saben que están llamados a luchar para el definitivo
triunfo del bien: "No es nuestra lucha contra la sangre y la
carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra
los dominadores de este mundo tenebroso, contra los
espíritus malos de los aires" (Ef 6, 12).
4. La lucha, a medida que se avecina el final, se hace en cierto
sentido siempre más violenta, como pone de relieve
especialmente el Apocalipsis, el último libro del Nuevo
Testamento (Cfr. Ap 12, 7-9). Pero precisamente este libro
acentúa la certeza que nos es dada por toda la
Revelación divina: es decir, que la lucha se
concluirá con la definitiva victoria del bien. En aquella
victoria, precontenida en el misterio pascual de Cristo, se
cumplirá definitivamente el primer anuncio del
Génesis, que con un término significativo es
llamado proto-Evangelio, con el que Dios amonesta a la serpiente:
"Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer" (Gen 3,
15). En aquella fase definitiva, completando el misterio de su
paterna Providencia, "liberará del poder de las tinieblas"
a aquellos que eternamente ha "predestinado en Cristo" y les
"transferirá al reino de su Hijo predilecto" (Cfr. Col 1,
13-14). Entonces el Hijo someterá al Padre también
el universo, para
que "sea Dios en todas las cosas" (1 Cor 15, 28).
5. Con ésta se concluyen las catequesis sobre Dios Creador
de las "cosas visibles e invisibles", unidas en nuestro
planteamiento con la verdad sobre la Divina Providencia. Aparece
claro a los ojos del creyente que el misterio del comienzo del
mundo y de la historia se une indisolublemente con el misterio
del final, en el cual la finalidad de todo lo creado llega a su
cumplimiento. El Credo, que une así orgánicamente
tantas verdades, es verdaderamente la catedral armoniosa de la
fe.
De manera progresiva y orgánica hemos podido admirar
estupefactos el gran misterio de la inteligencia y del amor de
Dios, en su acción creadora, hacia el cosmos, hacia el
hombre, hacia el mundo de los espíritus puros. De tal
acción hemos considerado la matriz
trinitaria, su sapiente finalidad relacionada con la vida del
hombre, verdadera "imagen de Dios", a su vez llamado a volver a
encontrar plenamente su dignidad en la contemplación de la
gloria de Dios.

Hemos recibido luz sobre uno de los máximos
problemas que inquietan al hombre e invaden su búsqueda de
la verdad: el problema del sufrimiento y del mal. En la
raíz no está una decisión errada o mala de
Dios, sino su opción, y en cierto modo su riesgo, de
crearnos libres para tenernos como amigos. De la libertad ha
nacido también el mal. Pero Dios no se rinde, y con su
sabiduría transcendente, predestinándonos a ser sus
hijos en Cristo, todo lo dirige con fortaleza y suavidad, para
que el bien no sea vencido por el mal.

Nombres de los
ángeles ¿Cuáles son los nombres de los
ángeles? ¿Cómo los
conocemos? En la
Sagrada Escritura aparecen los nombres de tres Arcángeles:
San Miguel, San Gabriel y San Rafael.
La palabra
Arcángel proviene de dos palabras. Arc = el principal. Y
ángel. O sea "principal entre los ángeles.
Arcángel es como un jefe de los ángeles.
San Miguel. Este nombre significa: "¿Quién como
Dios? O: "Nadie es como Dios". A San Miguel lo nombre tres veces
la S. Biblia. Primero en el capítulo 12 del libro de
Daniel a donde se dice: "Al final de los tiempos aparecerá
Miguel, al gran Príncipe que defiende a los hijos del
pueblo de Dios. Y entonces los muertos resucitarán. Los
que hicieron el bien, para la Vida Eterna, y los que hicieron el
mal, para el horror eterno".
En el capítulo 12 del Libro del Apocalipsis se cuenta lo
siguiente: "Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus
ángeles combatieron contra Satanás y los suyos, que
fueron derrotados, y no hubo lugar para ellos en el cielo, y fue
arrojada la Serpiente antigua, el diablo, el seductor del mundo.
Ay de la tierra y
del mar, porque el diablo ha bajado a vosotros con gran furor,
sabiendo que le queda poco tiempo".
En la Carta de San Judas Tadeo se dice: "El Arcángel San
Miguel cuando se le enfrentó al diablo le dijo: "Que te
castigue el Señor"". Por eso a San Miguel lo pintan
atacando a la serpiente infernal. La Iglesia Católica ha
tenido siempre una gran devoción al Arcángel San
Miguel, especialmente para pedirle que nos libre de los ataques
del demonio y de los espíritus infernales. Y él
cuando lo invocamos llega a defendernos, con el gran poder que
Dios le ha concedido. Muchos creen que él sea el jefe de
los ejércitos celestiales.
San Gabriel. Su nombre significa: "Dios es mi protector". A este
Arcángel se le nombra varias veces en la S. Biblia.
Él fue el que le anunció al profeta Daniel el
tiempo en el que iba a llegar el Redentor. Dice así el
profeta: "Se me apareció Gabriel de parte de Dios y me
dijo: dentro de setenta semanas de años (o sea 490
años) aparecerá el Santo de los Santos" (Dan.
9).
Al Arcángel San Gabriel se le confió la
misión más alta que jamás se le haya
confiado a criatura alguna: anunciar la encarnación del
Hijo de Dios. Por eso se le venera mucho desde la
antigüedad.

Su carta de presentación cuando se le
apareció a Zacarías para anunciarle que iba a tener
por hijo a Juan Bautista fue esta: "Yo soy Gabriel, el que
está en la presencia de Dios" (Luc. 1, 19).
San Lucas dice: "Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a
una ciudad de Galilea, a una virgen llamada María, y
llegando junto a ella, le dijo: "Salve María, llena de
gracia, el Señor está contigo". Ella se
turbó al oír aquel saludo, pero el ángel le
dijo: "No temas María, porque has hallado gracia delante
de Dios. Vas a concebir un hijo a quien pondrás por nombre
Jesús. Él será Hijo del Altísimo y su
Reino no tendrá fin"". San Gabriel es el patrono de las
comunicaciones
y de los comunicadores, porque trajo al mundo la más bella
noticia: que el Hijo de Dios se hacía hombre. San Rafael.
Su nombre significa: "Medicina de
Dios". Fue el arcángel enviado por Dios para quitarle la
ceguera a Tobías y acompañar al hijo de éste
en un larguísimo y peligroso viaje y conseguirle una santa
esposa.
San Rafael. Hebreo: "Dios te cura". Uno de los tres
arcángeles que salen mencionados en la Biblia. Es el
arcángel que nos da apoyo en nuestro camino diario.
Patrón de los mutilados de guerra. Onom:
29 setiembre. miguel Hebreo: "quien es como Dios?". Miguel junto
a Gabriel y Rafael simbolizan la fidelidad, el poder y la gloria
de los ángeles. San Miguel representa la fuerza y la
firmeza y es el patrón de los paracaidistas y caballeros
armados. Onom: 29 septiembre.

Ángeles en las Sagradas Escrituras y el
Catecismo

Conoce algunos de los pasajes bíblicos y puntos
del catecismo que se refieren a los ángeles Ángeles
en el Antiguo Testamento
Tobit y Daniel los libros más ricos del Antiguo Testamento
respecto de los ángeles. Allí encontramos
ángeles que comunican al hombre mensajes o revelaciones de
parte de Dios. Estos ángeles son siempre criaturas de
Dios, subordinados a El. No son seres divinos, aunque sean seres
celestiales. El monoteísmo de Israel es
absoluto en esta época. Los ángeles son enviados,
pues, a los hombres como mensajeros (Dan 14,33), les ayudan y
protegen (Dan 3,49; 2 Mac 11,6), presentan ante Dios las
oraciones de los hombres e interceden por ellos (Tob 12,15). Cada
pueblo tiene asignado un ángel custodio (Dan 10,13.20). Ya
fuera del Antiguo Testamento será a cada persona a quien
se le asigne un ángel custodio.
En este proceso de
desarrollo de
la angelología, los ángeles se Irán
conociendo por su nombre propio. Por el Antiguo Testamento
conocemos el nombre de tres ángeles: Rafael, en el libro
de Tobit, y Miguel y Gabriel, en el libro de Daniel.

Es preciso indicar que estos tres nombres pueden
traducirse y ello nos da una pista sobre su significado. Rafael
significa «Dios cura», y esa es la misión que
el ángel desempeña en el libro de Tobit: cura al
anciano Tobit de su ceguera y libra a Sara de las asechanzas del
demonio Asmodeo.

Por su intervención, Dios premia con la felicidad
a aquella familia de justos
sobre quienes hasta entonces había acaecido la desgracia.
Miguel significa «¿quién como Dios?» Es
el ángel protector de Israel y capitanea los
ejércitos celestiales en su lucha contra las fuerzas del
mal. En concreto
contra la opresión del poder político absolutizado
que intenta ocupar el lugar de Dios. Gabriel, que significa
«fuerza de Dios», es el ángel que revela a
Daniel el momento en que tendrá lugar el fin del mal y el
comienzo de la justicia perfecta que sólo la fuerza de
Dios hará posible.
Estas tres figuras angélicas son, en el fondo, recursos
literarios para indicar diversas actuaciones salvíficas de
Dios en el mundo de los hombres. Su propio nombre, que siempre
incluye a Dios, indica lo que son. En los escritos
intertestamentarios se multiplicará la presencia y la
actuación de los ángeles.
Algunas citas de los Ángeles en el Antiguo Testamento:
Y habiendo expulsado al hombre, puso [Yahvéh] delante del
jardín de Edén querubines, y la llama de espada
vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida.
Génesis 3, 24
Oyó Dios la voz del chico, y el Angel de Dios llamó
a Agar desde los cielos y le dijo: «¿Qué te
pasa, Agar? No temas, porque Dios ha oído la
voz del chico en donde está.
Génesis 21, 17
He aquí que yo voy a enviar un ángel delante de ti,
para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te
tengo preparado. Pórtate bien en su presencia y escucha su
voz; no le seas rebelde, que no perdonará vuestras
transgresiones, pues en él está mi Nombre. Si
escuchas atentamente su voz y haces todo lo que yo diga, tus
enemigos serán mis enemigos y tus adversarios mis
adversarios.
Éxodo 23, 20-22
Angeles del Señor, bendecid al Señor, cantadle,
exaltadle eternamente.
Daniel 3, 58

Ángeles en el Nuevo Testamento
En el Nuevo
Testamento sus nombres aparecen en cada una de sus páginas
y el número de referencias sobre ellos iguala aquellas
dadas en la Antigua Dispensación. Fue su privilegio el
anunciar a Zacarías y a María el albor de la
Redención, y a los pastores su cumplimiento.
El Señor Jesús en Sus discursos
habla de ellos con la autoridad de
alguien que los ha visto, y que mientras "habla con los hombres",
está siendo adorado inadvertida y silenciosamente por la
hueste celestial. Él describe sus vidas en el cielo (Mt
22, 30; Lucas 20, 36); nos dice como se forman a su alrededor
para protegerlo y que con sólo una palabra suya
atacarían a Sus enemigos (Mt 26, 53); uno de ellos tuvo el
privilegio de atenderlo en el momento de Su Agonía y que
sudó sangre. Más de una vez, habla de ellos como de
auxiliares y testigos del Juicio Final (Mt 16, 27), el cual ellos
prepararán (ibid., 13, 39-49); y por último, ellos
dan un alegre testimonio de Su triunfante Resurrección
(ibid., 28, 2).
Es fácil para las mentes escépticas ver en esta
hueste angélica la obra de la imaginación hebrea y
de la superstición, pero, ¿los relatos sobre
ángeles que figuran en la Biblia no nos proporcionan una
progresión bastante natural y armoniosa? En la
página de apertura de la historia sagrada de la nación
judía, esta es escogida como depositaria de las promesas
de Dios; como el pueblo en el que nacería el
Redentor.

Los ángeles aparecen en el curso de la historia
de este pueblo escogido, como mensajeros de Dios, como
guías; como quienes anuncian la ley de Dios, en otra
ocasión prefiguran al Redentor cuya misión divina
ayudan a madurar. Conversan con los profetas, con David y
Elías, con Daniel y Zacarías; acaban con las
huestes acampadas para atacar a Israel, sirven como guías
a los siervos de Dios, y el último profeta, Malaquias,
lleva un nombre de importancia especial; "el Ángel de
Yahvéh". Parece resumir en su mismo nombre el anterior
"ministerio realizado por las manos de los ángeles", como
si Dios con ello recordara las antiguas glorias del Éxodo
y del Sinaí.
Todo este ministerio amoroso realizado por los ángeles es
sólo por la causa del Salvador, Cuyo rostro ellos desean
contemplar. Por ello, cuando la plenitud de los tiempos
llegó, fueron ellos quienes lo proclamaron alegremente
cantando "Gloria in excelsis Deo". Ellos guiaron al recién
nacido Rey de los Ángeles en Su huida a Egipto, y lo
atendieron en el desierto. Su segunda venida y los temibles
eventos que le
precederán, han sido revelados a su siervo predilecto en
la isla de Patmos. Nuevamente se trata de una revelación,
y por ello, sus antiguos ministros y mensajeros aparecen
nuevamente en la historia sagrada, y el relato final del amor de
Dios acaba casi como lo había empezado: "Yo, Jesús,
he enviado a mi Ángel para daros testimonio de lo
referente a las Iglesias" (Ap 22, 16).

Algunas citas de los Ángeles en el Nuevo
Testamento:
Al sexto mes fue enviado por Dios el
ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a
una virgen desposada con un hombre llamado José, de la
casa de David; el nombre de la virgen era María. Y
entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el
Señor está contigo.»
San Lucas 1, 26-28
El ángel les dijo: «No temáis, pues os
anuncio una gran alegría, que lo será para todo el
pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que
es el Cristo Señor;
San Lucas 2, 10-11
Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del
ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
«Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a
los hombres en quienes él se complace.»
San Lucas 2, 13-14
De pronto se presentó el Angel del Señor y la celda
se llenó de luz. Le dio el ángel a Pedro en el
costado, le despertó y le dijo: «Levántate
aprisa.» Y cayeron las cadenas de sus manos. Le dijo el
ángel: «Cíñete y cálzate las
sandalias.» Así lo hizo. Añadió:
«Ponte el manto y sígueme.» Y salió
siguiéndole. No acababa de darse cuenta de que era verdad
cuanto hacía el ángel, sino que se figuraba ver una
visión. Pasaron la primera y segunda guardia y llegaron a
la puerta de hierro que
daba a la ciudad. Esta se les abrió por sí misma.
Salieron y anduvieron hasta el final de una calle. Y de pronto el
ángel le dejó. Pedro volvió en sí y
dijo: «Ahora me doy cuenta realmente de que el Señor
ha enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de
Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo de los judíos.»
Hechos de los Apóstoles 12, 7-11

Los Ángeles en el Catecismo de la Iglesia
Católica
332. "Desde la creación y a lo
largo de toda la historia de la salvación, los
encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación
y sirviendo al designio divino de su realización: cierran
el paraíso terrenal protegen a Lot, salvan a Agar y a su
hijo, detienen la mano de Abraham, la ley es comunicada por su
ministerio [cf. Hch 7,53 .], conducen el pueblo de Dios, anuncian
nacimientos y vocaciones, asisten a los profetas, por no citar
más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel
Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el de
Jesús."
329. "San
Agustín dice respecto a ellos: "Angelus officii nomen
est, non naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est;
quaeris officium, angelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex
eo quod agit, angelus" ["El nombre de ángel indica su
oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te
diré que es un espíritu; si preguntas por lo que
hace, te diré que es un ángel"]. Con todo su ser,
los ángeles son servidores y
mensajeros de Dios. Porque contemplan "constantemente el rostro
de mi Padre que está en los cielos" [Mt 18,10 .], son
"agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra"
[Sal 103,20 .]."
336. "Desde la infancia a la
muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su
intercesión. "Cada fiel tiene a su lado un ángel
como protector y pastor para conducirlo a la vida". Desde esta
tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad
bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en
Dios."

Jerarquía de
los ángeles

¿Existe alguna jerarquía en los
Ángeles? La distinción de los Ángeles en
nueve coros, agrupados en tres jerarquías diferentes,
aunque no conste explícitamente en la Revelación,
es de creencia general.
Esa distinción es hecha en relación a Dios, a la
conducción general del mundo, o a la conducción
particular de los Estados, de las compañías y de
las personas.
Los tres coros de la primera jerarquía, ven y glorifican a
Dios, como dice la Escritura:
"Vi al Señor sentado sobre un alto y elevado trono ….
Los Serafines estaban por sobre el trono … clamaban uno hacia
el otro y decían: Santo, Santo, Santo es el Señor
Dios de los Ejércitos (Is. 6, 1-3). "El Señor reina
…. está sentado sobre querubines" (Sl. 98, 1).
Los tres Coros inferiores a los arriba enunciados están
relacionados con la conducta general
del universo. Y los tres últimos Coros dicen respecto a la
conducta particular de los Estados, de las
compañías y de las personas. (14).
Los 9 Coros Angélicos, agrupados en tres
jerarquías
• Serafines – del griego "séraph", abrazar, quemar,
consumir. Asisten ante el trono de Dios* y es su privilegio estar
unidos a Dios de manera más íntima, en los ardores
de la caridad.
• Querubines – del hebreo "chérub", que San
Jerónimo y San Agustín interpretan como "plenitud
de sabiduría y ciencia".
Asisten también ante el trono de Dios, y es su privilegio
ver la verdad de un modo superior a todos los otros
Ángeles que están bajo ellos.
• Tronos – algunas veces son llamados "Sedes Dei", (Sedes de
Dios). También asisten ante el trono de Dios, y es su
misión asistir a los Ángeles inferiores en la
proporción necesaria.
• Dominaciones – Son así llamados porque dominan
sobre todas las órdenes angélicas encargadas de
ejecutar la voluntad de Dios. Distribuyen a los Ángeles
inferiores sus funciones y sus ministerios.
• Potestades – O "conductores del orden sagrado", ejecutan
las grandes acciones que
tocan en el gobierno universal del mundo y de la Iglesia,
operando para eso prodigios y milagros extraordinarios.
• Virtudes – cuyo nombre significa "fuerza", son encargados
de eliminar los obstáculos que se oponen al cumplimento de
las órdenes de Dios, apartando a los Ángeles malos
que asedian a las naciones para desviarlas de su fin, y
manteniendo así las criaturas y el orden de la Divina
Providencia.
• Principados – Como su nombre indica, están
revestidos de una autoridad especial: son los que presiden los
reinos, las
provincias, y las diócesis; son así denominados por
el hecho de que su acción es más extensa y
universal.
• Arcángeles – son enviados por Dios en misiones de
mayor importancia junto a los hombres.
• Ángeles – los que tienen la guarda de cada hombre
en particular, para desviarlo del mal y encaminarlo al bien,
defenderlo contra sus enemigos visibles e invisibles, y
conducirlo al camino de la salvación. Velan por su vida
espiritual y corporal y, a cada instante, le comunican las luces,
fuerzas y gracias que necesitan (14).
(*) ""Asistir" ante el trono de Dios tiene dos significados: uno
es cuando reciben Sus órdenes; cuando Le ofrecen las
oraciones, limosnas, buenas obras y votos de los mortales; cuando
defienden contra los demonios las causas de los hombres en el
Tribunal Supremo; cuando fijan su mirada en los rayos de la faz
divina para percibir las delicias inefables que constituyen su
felicidad. "En este último sentido, todos los
Ángeles, sin exceptuar ninguno, so "asistentes delante de
Dios", porque todos gozan, sin interrupción, de la
Visión Beatífica, incluso cuando se ocupan del
desempeño de alguna misión en el
gobierno del mundo. Pero, en otro sentido estricto, la
expresión "asistir ante el trono de Dios" designa a los
Ángeles de la primera jerarquía, y que no pueden
ser empleados en ministerios exteriores" (cfr. Corn. A Lapide, in
Tob. XII, 15; apud Mons. Gaume, Tratado del Espíritu
Santo, Granada, Imp. Y Lib. Española de D. José
Lopez Guevara, 1877, p. 137 ).
Si bien los ángeles que aparecen mencionados en los libros
más tempranos del Antiguo Testamento son impersonales y
quedan ensombrecidos por la importancia del mensaje que llevan o
por la obra que realizan, no nos dan ninguna información acerca de la existencia de una
cierta jerarquía en el ejército celestial.
Después de la expulsión de Adán del
Paraíso, este es defendido de nuestros Primeros Padres por
querubines que son ministros de Dios, aunque nada se menciona
acerca de su naturaleza. Sólo una vez más aparece
la figura de un querubín en la Biblia, en la maravillosa
visión que tuvo Ezequiel en la que los describe con muchos
detalles (Ezeq 1), y que en Ezequiel 10 los llama querubines. El
Arca era defendida por dos querubines, pero sólo tenemos
conjeturas acerca de cómo eran. Se ha sugerido, con gran
probabilidad,
que estos pueden ser comparados con los toros y leones alados que
cuidan los palacios asirios, y también con los
extraños hombres alados con cabeza de halcones pintados en
las paredes de algunas de sus construcciones. Los serafines
sólo aparecen en la visión de Isaías, 6,
6.
Ya hemos mencionado a los siete místicos que están
de pie ante Dios, y parece que en ellos tenemos una
indicación de un cordón interno que rodea el trono.
El término arcángel sólo aparece en San
Judas y 1Tes., 4, 15; pero San Pablo nos da otras dos listas de
nombres de las cohortes celestiales. Nos dice (Ef 1, 21) que
Cristo está "por encima de todo Principado, Potestad,
Virtud, Dominación"; y, escribiendo a los Colosenses (1,
16), dice: "porque en él fueron creadas todas las cosas,
en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los
Tronos, las Dominaciones, los Principados, las
Potestades".

Hay que señalar que San Pablo usa dos de estos
nombres para señalar los poderes de la oscuridad cuando
(2, 15) dice que una que Cristo haya "despojado los Principados y
las Potestades… incorporándolos a su cortejo
triunfal". Y no es de menos importancia que sólo dos
versículos después advierta a sus lectores a no
dejarse seducir por "el culto de los ángeles".
Aparentemente pone su sello en una cierta angelología
permitida, y al mismo tiempo advierte en contra de las
supersticiones sobre este asunto.

Tenemos una insinuación de algunos excesos en el
Libro de Enoc, en el que, como ya dijimos, los ángeles
tienen un papel bastante desproporcionado. Al igual, Josefo nos
dice (Be. Jud., II, VIII, 7) que los esenios realizaban un voto
para preservar los nombres de los ángeles.
En Daniel 10, 12-21 varios ángeles están designados
a varios lugares, y que se les llama sus príncipes, y este
mismo rasgo reaparece de manera más notable en el
Apocalipsis "los ángeles de las siete Iglesias", aunque es
imposible decir el significado preciso de este término.
Generalmente estos siete Ángeles de las Iglesias son
considerados los Obispos que ocupan éstas sedes. San
Gregorio Nacianceno en su carta a los Obispos en Constantinopla
en dos ocasiones les dice "Ángeles", según el
idioma del Apocalipsis.
El tratado "De Coelesti Hierarchia" atribuido a San Dionisio
Areopagita, y que ejerció una gran influencia entre los
escolásticos, trata con muchos detalles las
jerarquías y órdenes de los ángeles.
Generalmente se considera que este trabajo no
pertenece a San Dionisio, y que fue escrito algunos siglos
después.

Si bien su doctrina acerca de los coros de
ángeles ha sido aceptada en la Iglesia con gran
unanimidad, ninguna proposición referente a las
jerarquías angélicas es dogma de fe. El siguiente
pasaje de San Gregorio Magno (Hom. 34, en Evang.) nos dan una
idea clara del punto de vista de los doctores de la Iglesia
acerca de este punto:
Sabemos por la autoridad de la Escritura que existen nueve
órdenes de ángeles: Ángeles,
Arcángeles, Virtudes, Potestades, Principados,
Dominaciones, Tronos, Querubines y Serafines. Que existen
Ángeles y Arcángeles casi todas las páginas
de la Biblia nos lo dice, y los libros de los Profetas hablan de
Querubines y Serafines. San Pablo, también, escribiendo a
los Efesios enumera cuatro órdenes cuando dice: "sobre
todo Principado, Potestad, Virtud, y Dominación"; y en
otra ocasión, escribiendo a los Colosenses dice: "ni
Tronos, Dominaciones, Principados, o Potestades". Si unimos estas
dos listas, tenemos cinco Órdenes, y agregando los
Ángeles y Arcángeles, Querubines y Serafines,
tenemos nueve Órdenes de Ángeles.
Santo Tomás (Summa Theologica I:108), siguiendo a San
Dionisio (De Coelesti Hierarchia, VI, VII), divide a los
ángeles en tres jerarquías cada una de las cuales
contienen tres órdenes. Su proximidad al Ser Supremo sirve
como base para esta división. En la primera
jerarquía pone a los Serafines, Querubines, y Tronos; en
la segunda, a las Dominaciones, Virtudes, y Potestades; en la
tercera, a los Principados, Arcángeles, y Ángeles.
Los únicos nombres que nos dan la Escritura de
ángeles en particular son los de Rafael, Miguel, y
Gabriel, nombres que significan sus atributos. Los libros
judíos apócrifos, como el Libro de Enoc, nos dan el
de Uriel y Jeremiel, mientras que otras fuentes
apócrifas nos dan muchos más, como por ejemplo
Milton en su "Paraíso Perdido". (Para conocer sobre el uso
supersticioso de estos nombres, véase más
arriba).
En las Sagradas Escrituras, algunos de los Angeles tienen nombres
propios: El de Arcángel Miguel es mencionado por el
Profeta Daniel, Ap. Judas y en Apocalipsis (Josué 5:13,
12:1; Jud. 9; Apoc. 12:7-8). El nombre Miguel, en hebreo,
significa "Quien sino Dios?" En Escrituras El es llamado "jefe
del Ejercito del Señor" y es representado como principal
Guerrero contra el diablo y sus servidores. Habitualmente se lo
representa con una espada de fuego en la mano. El nombre Gabriel
significa "Fuerte de Dios." Lo menciona el prof. Daniel y el
Evang. Lucas (Dan. 8:16; 9:21 y Luc. 1:19-26). En Escrituras es
representado como mensajero de Misterios Divinos. Se pinta con la
rama de Paraíso en la mano. En las Escrituras se nombran
tres Angeles más Rafael – "Ayuda de Dios" (Tov. 3:16;
12:12-15); Uriel – "Fuego de Dios" (3 Ezdra 4:1, 5:20); Sela-fiel
– "El que ora a Dios" (3 Ezdra 5:16). Cuál es la finalidad
de los Seres del mundo espiritual? Aparentemente ellos
están creados para ser perfectos reflejos de la Grandeza y
la Gloria de Dios, compartiendo Su Bienaventuranza. Si sobre el
cielo visible se dijo: "Los cielos harán saber la Gloria
de Dios" mas aun éste es el meta de los cielos
espirituales.

Querubines y Serafines
Dos términos de no
fácil interpretación para designar a los seres
entre los que se encuentra Dios son los de «querubim»
y «serafim». .Los serafines aparecen
únicamente en el capitulo 6 de Isaías rodeando el
trono de Dios y sirviéndole de ministros. El significado
etimológico del término quizá tenga que ver
con el hebreo srf y podríamos traducirlo en consecuencia
como «los ardientes». Son descritos provistos de
rostro y pies humanos al tiempo que con seis alas. Con cuatro de
ellas se cubren el cuerpo y con las dos restantes vuelan,
indicando así probablemente la prontitud con que sirven a
Yahvéh.
Los querubines, que a partir del acadio karabú
habría que interpretar como «los poderosos»,
aparecen en el Antiguo Testamento muy frecuentemente para indicar
el lugar en que se encuentra Yahvéh, pero el lugar en que
habita en esta tierra. Yahvéh se sienta
«entre» o «sobre» los querubines. Son los
querubines quienes custodian el arca de la Alianza (cf. Ex 25,18;
1 Re 6,23; 2 Cor 5,8).

Debemos considerar el arca de la Alianza como la peana
sobre la que se encuentra Yahvéh. Por eso se conserva en
ella el libro de Alianza a la manera como bajo el trono de los
reyes se guardan los ejemplares de sus tratados y
alianzas. Los querubines son representados originalmente en forma
humana, aunque, eso sí, provistos de alas. Posteriormente
se les añadirían rasgos de águila,
león, toro, etc. Estos querubines, custodios del arca de
la Alianza "entre» o "sobre» los cuales se encuentra
la presencia de Yahvéh en el Sancta sanctorum del templo
de Jerusalén, son una representación terrena de la
morada celestial de Dios. Dios está sentado en el cielo
sobre los querubines y sobre ellos viaja (cf 2 Sam 22,11 y Sal
18,11) y es así como se aparece a Ezequiel (Ez 29,3; Sir
49,8). Yahvéh los utiliza también como
servidores.

Es un querubín a quien Dios ha colocado con
espada llameante a la entrada del paraíso para impedir el
paso del hombre hasta el árbol de la vida (Gn 3,24).
Las influencias que Israel ha sufrido por parte de otros pueblos
del Antiguo Oriente se dejan sentir especialmente en la
iconografía y descripción literaria de los
querubines y serafines.

Iglesia
Católica y Ángeles

¿Cuál es la enseñanza de la Iglesia Católica
sobre los Ángeles? La doctrina definida solemnemente por
la Iglesia en torno a los seres
angélicos abarca cinco afirmaciones principales(1) :
texto1. Los ángeles existen;
texto2. Son seres de naturaleza espiritual;
texto3. Fueron creados por Dios;
texto4. Fueron creados al comienzo del tiempo;
texto5. Los ángeles malos o demonios fueron creados
buenos, pero se pervirtieron por su propia acción.
a) Los ángeles existen
La existencia de los ángeles se recoge expresamente en las
fórmulas de fe o Credos de la Iglesia, a partir del
Símbolo Niceno-constantinopolitano (381), en el que
confesamos creer «en un solo Dios… Creador del cielo y de
la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles»(2)
.
Lo mismo se dice en las profesiones de fe católica
elaboradas por los concilios de Letrán IV en 1215 (3) ,
Lyon 11 en 1274 (4), Florencia en 1441 (5) y Trento en 1564 (6).
El Concilio Vaticano I (1869-70) habla de la criatura
angélica como parte de la obra creadora producida por Dios
(7). Los negadores de la existencia y realidad de los
ángeles han tenido representantes en casi todas las
épocas de la historia. Los Hechos de los Apóstoles
nos informan -como hace también el historiador
judío Flavio Josefo- que los saduceos negaban «la
resurrección y la existencia de ángeles y
espíritus» (8).
Desde presupuestos
religiosos y culturales muy diferentes, el racionalismo(9)
iluminista que se desarrolla a partir del siglo XVIII tampoco
admite la existencia de los ángeles. La cosmovisión
propia del materialismo en
sus distintas variantes constituye otra tajante opinión
negativa frente a la realidad de cualquier mundo espiritual.
Numerosos contemporáneos hablan de ángeles, pero
los consideran productos de
la imaginación literaria, y proyecciones de la conciencia
estética del hombre, que se apoya en la
idea de esos seres misteriosos para expresar reflexiones y
fantasías del espíritu humano.

La existencia de ángeles es negada finalmente por
algunos autores protestantes, que los consideran un mito
bíblico necesitado de nueva interpretación(10) . Y
con frecuencia este modo de pensar, busca difundirse,
actualmente, en los medios de
comunicación. A estas, y parecidas opiniones derivadas de
ellas, se refería la Encíclica Humani Generis
(1950) al afirmar que «algunos se plantean la
cuestión de si los ángeles son criaturas
personales»(11) . La profesión de fe de Pablo VI,
llamada también Credo del pueblo de Dios, fue promulgada
en junio de 1968, con motivo del año de la fe. La
profesión incluye en su inicio una importante referencia a
los ángeles. Dice así:
«Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu
Santo, Creador de las cosas visibles -como es este mundo en que
pasamos nuestra breve vida y de las cosas invisibles -como son
los espíritus puros, que llamamos también
ángeles» (n. 8). El texto menciona de nuevo a los
santos ángeles más adelante, para atribuirles una
participación «en el gobierno divino de las
cosas» (n. 29) (12).
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que
«La existencia de seres espirituales, no corporales, que la
Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una
verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la
unanimidad de la Tradición»(13) .

b) Son seres de naturaleza espiritual.
Que los ángeles son seres puramente espirituales y
desprovistos de toda corporeidad es doctrina claramente formulada
por el concilio IV de Letrán (1215), en cuyo decreto
Firmiter leemos que Dios «creó de la nada a una y
otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la
angélica y la mundana, y después la humana,
compuesta de espíritu y de cuerpo»(14) .
El hecho de que los ángeles aparezcan corpóreos en
la Biblia y puedan ser representados en imágenes
como enseña el Concilio II de Nicea en el año 787,
no debe hacer pensar en la existencia de un cierto cuerpo
angélico.

Algunos autores cristianos mantuvieron por un tiempo
esta idea como opinión privada. Pero la legitimidad de la
representación iconográfica de los ángeles,
afirmada por la Iglesia frente a los iconoclastas, no exige
atribuirles «cuerpos espirituales». El Catecismo de
la Iglesia Católica precisa que «En tanto que
criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad:
son criaturas personales (cf Pío XII: DS 3891) e
inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas
las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio
de ello (cf Dn 10, 9-12)»(15) .

c) Fueron creados por Dios
Los ángeles han sido creados por Dios a partir de la nada.
Son criaturas. No son aspectos de Dios ni emanaciones del ser
divino. Tampoco son seres divinos intermedios entre el
Altísimo y el mundo visible. Pertenecen al conjunto de la
creación, que es visible e invisible.
Esta doctrina de fe se encuentra afirmada en los Credos y
subrayada particularmente por el Concilio IV de Letrán
(vide supra).
La Sagrada Escritura no describe la creación de los
ángeles «pero al presentarlos como dependiendo
completamente de Dios enseña implícitamente esta
verdad»(16) . La enseñanza bíblica sobre los
seres angélicos se desarrolla por entero en el marco del
más estricto monoteísmo.

d) Fueron creados al comienzo del tiempo
El Concilio IV de Letrán define asimismo que los
ángeles, igual que el mundo material, fueron creados en el
comienzo del tiempo: simul ab initio temporis(17) . Dios no los
creó desde toda la eternidad.Si los ángeles fueron
creados antes del mundo material o a la vez que éste, es
una cuestión secundaria desde el punto de vista
dogmático, y no se dice en el texto conciliar. El
«simul» usado por el decreto indicaría
simplemente que Dios ha querido de igual manera la existencia de
los espíritus y de la criatura humana. Parece ser una
partícula más bien incidental que no contiene
ninguna afirmación sobre el momento de la creación
de los ángeles.

e) Los ángeles malos o demonios fueron creados buenos,
pero se pervirtieron por su propia acción.
La doctrina de que todos los ángeles fueron creados buenos
por Dios y que los demonios se pervirtieron por su propia
voluntad se define por vez primera en el Concilio de Braga,
celebrado en el año 561. Dice el Concilio que el diablo
fue primero un ángel bueno hecho por Dios, y que su
naturaleza fue obra de Dios. No emergió, por tanto, de las
tinieblas como principio y sustancia del mal(18) .
Esta enseñanza se encuentra ya expuesta con gran
precisión en escritos patrísticos del siglo IV,
especialmente en la Vida de Antonio escrita por San Atanasio de
Alejandría, donde leemos: «Hay que saber que los
demonios no se llaman así porque hayan sido siempre
demonios. Dios, en efecto, no ha creado ninguna cosa mala.
También los demonios fueron creados buenos, pero
caídos de su celestial sabiduría y dedicados a
vagar por la tierra engañaron a los paganos con sus
fantásticas invenciones y, envidiosos luego de nosotros
los cristianos, hacen todo lo posible para impedirnos llegar al
cielo; porque no quieren que lleguemos al lugar del que ellos han
caído»(19) .
El Catecismo de la Iglesia Católica precisa que «
…el mal no es una abstracción, sino que designa una
persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone
a Dios.
El «diablo» [«dia-bolos»] es aquel que
«se atraviesa» en el designio de Dios y su obra de
salvación cumplida en Cristo(20) . Refiriéndose al
«Padre nuestro» añade el Catecismo que
«En la última petición, «y
líbranos del mal», el cristiano pide a Dios con la
Iglesia que manifieste la victoria, ya conquistada por Cristo,
sobre el «príncipe de este mundo», sobre
Satanás, el ángel que se opone personalmente a Dios
y a su plan de salvación»(21) . La enseñanza
de la Iglesia sobre los ángeles malos puede
consiguientemente articularse en las siguientes afirmaciones:
1) Los demonios fueron creados por Dios como todos los
ángeles (22) .
2) «El diablo y los demás demonios fueron creados
por Dios buenos por naturaleza , pero ellos se hicieron malos por
sí mismos». Son palabras del Concilio IV de
Letrán, que condenan el error de los cátaros, para
quienes los diablos procedían de un principio absoluto del
mal(23) .
3) Los demonios han llevado al hombre al pecado: «el hombre
pecó por sugestión del diablo»(24) .
4) A partir del pecado, los demonios ejercen un cierto dominio
sobre la humanidad: el hombre pecador queda de algún modo
«bajo el poder de aquel que tiene el imperio de la muerte,
es decir, del diablo»(25) . Este dominio es relativo y no
implica derecho ninguno del diablo sobre el hombre. Deriva
simplemente de una situación que de momento favorece al
enemigo de Cristo.
5) La reprobación de los demonios es eterna, es decir, no
tendrá lugar, debido a una imposibilidad intrínseca
de reforma o cambio, ningún tipo de amnistía divina
que pudiera eliminar la condición réproba de
Satanás y sus ángeles. El castigo de los demonios
no es por tanto un castigo temporal.
La existencia de ángeles caídos nos obliga a hablar
de un pecado angélico, cuya naturaleza y circunstancias
resultan muy difíciles de determinar. Pero la posibilidad
de semejante pecado entra fácilmente en el horizonte
teológico, porque sólo Dios es impecable(26).
Una intervención de Pablo VI recordaba en noviembre de
1972 que «se sale del cuadro de la enseñanza
bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer
la realidad del demonio; o bien quien hace de ella un principio
que existe por sí y que no tiene, como cualquier otra
criatura, su origen en Dios; o bien la explica como una
seudo-realidad, una personificación conceptual y
fantástica de las causas desconocidas de nuestras
desgracias»(27) .
El documento publicado por la Congregación para la
Doctrina de la Fe en junio de 1975, acerca de la enseñanza
de la Iglesia sobre los demonios, se expresa en términos
semejantes, a la vez que llama la atención sobre las dificultades
interpretativas de la Sagrada Escritura en este punto, y da a
entender que la afirmación cristiana acerca de la
existencia de Satanás no está situada en el centro
de la doctrina revelada sino en su periferia. «La actitud
de la Iglesia en todo lo referente a la demonología
-leemos- es clara y firme.

Es verdad que a lo largo de los siglos, la existencia de
Satanás y de los demonios nunca ha sido hecha objeto de
una afirmación explícita de su magisterio. La
razón está en que la cuestión no se
planteó jamás en estos términos: tanto los
herejes como los fieles, fundándose en la Sagrada
Escritura, estaban de acuerdo en reconocer su existencia y sus
actividades perversas. Por eso hoy, cuando se pone en duda la
realidad demoníaca, es necesario hacer referencia a la fe
constante y universal de la Iglesia y a su fuente más
importante: la enseñanza de Cristo.
En efecto, la existencia del mundo demoníaco se revela
como un dato dogmático en la doctrina del Evangelio y en
el corazón de la fe vivida»(28) . El Catecismo de la
Iglesia Católica afirma: «Tras la elección
desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz
seductora, opuesta a Dios (cfr. Gen 3, 1-5) que, por envidia, los
hace caer en la muerte (cf. Sap 2, 24). La
Escritura y la tradición de la Iglesia ven en este ser un
ángel caído, llamado Satán o diablo (cfr.
Ioh 8, 44; Apc 12, 9). La Iglesia enseña que primero fue
un ángel bueno, creado por Dios»(29) .
El testimonio de la Biblia sobre la actividad de los
ángeles malos y su papel negativo y turbador respecto a la
salvación del hombre se expresa generalmente con un
lenguaje
simbólico, que designa una realidad difícil de
reflejar y comprender con puros conceptos. Las afirmaciones
bíblicas sugieren que los hombres tienen que combatir en
el plano espiritual no sólo contra seres de carne y
hueso(30) , sino contra «principados y
potestades»(31) malos, que representan la rebelión y
la resistencia de lo
mundano contra el orden divino, y son enemigos del hombre en todo
lo referente a su vocación y destino eternos. Son seres
que «pervierten la creación de Dios y tratan de
dañar a los humanos incluso en lo corporal, hasta
conseguir en ocasiones posesionarse de sus fuerzas físicas
y psíquicas, y enajenarles profundamente de sí
mismos (posesión diabólica). Como príncipe
de este mundo(32) y dios de este siglo(33) , el Maligno frustra
las esperanzas y deseos del hombre mortal, o lo entusiasma con
engaños que llegan hasta lo infinito, como hizo la
serpiente en el Paraíso: «Seréis como
Dios»(34) . En este sentido, el diablo es el padre de la
mentira(35) , que invierte la verdad sobre el hombre, oscurece la
diferencia, clara en sí misma, entre el sí y el no,
y trastoca el orden que Dios ha dado al mundo. De este modo es el
tentador de la criatura humana, que , sin embargo, sólo
tiene poder sobre el hombre si éste lo
consiente»(36)
. «La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a
quien Jesús llama «homicida desde el
principio» (Ioh 8, 44) y que incluso intentó
apartarlo de la misión recibida del Padre (Cfr. Mt 4,
1-11)»(37) . Funciones de los seres angélicos Los
ángeles de la Revelación judeo-cristiana: a)adoran
a Dios en el cielo. b)desempeñan determinados ministerios
de salvación en favor de los hombres.a) Adoran a Dios en
el cielo. Los ángeles contemplan siempre el rostro de
Dios, le adoran y le dan gloria en el cielo. Esta alabanza de
Dios constituye la perfección y felicidad de los
ángeles.

Es precisamente el estado o
situación sobrenatural que llamamos cielo, que consiste en
ver, amar y adorar a Dios. Puede decirse que la esencia del ser
angélico es la adoración.
Los ángeles realizan en este sentido el fin más
importante y profundo de la entera creación, que es la
gloria de Dios. «Bendecid a Yahvéh vosotros sus
ángeles todos, alabadle todos sus
ejércitos»(38) . El «Sanctus» de la
liturgia eucarística no es otra cosa que el eco de lo que,
según el profeta Isaías, repiten los ángeles
en el cielo. Dice Isaías: «Había ante El
serafines… y los unos y los otros se gritaban y se
respondían: Santo, Santo, Santo, Yahvéh de los
ejércitos. La tierra está llena de tu
gloria»(39) .

La liturgia de la Iglesia, cuyo primer fin es
doxológico o laudatorio, es como un reflejo de la liturgia
del cielo, a la que trata de parecerse. En la Carta a los Hebreos
leemos: «Vosotros os habéis aproximado al monte de
Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén
celestial, y a las miríadas de ángeles, a la
asamblea y congregación de los primogénitos, que
están inscritos en los cielos»(40) .
El Catecismo de la Iglesia Católica recoge esta
enseñanza: «S. Agustín dice respecto a ellos:
«El nombre de ángel indica su oficio, no su
naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es
un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré
que es un ángel» (Psal. 103, 1, 15).
Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros
de Dios. Porque contemplan «constantemente el rostro de mi
Padre que está en los cielos» (Mt 18, 10), son
«agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su
palabra» (Sal 103, 20)»(41) . Además, Cristo
es el centro del mundo de los ángeles.

Los ángeles le pertenecen: «Cuando el Hijo
del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus
ángeles…» (Mt 35, 31). Le pertenecen porque fueron
creados por y para El: «Por que en él fueron creadas
todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las
invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las
Potestades: todo fue creado por él y para él»
(Col 1, 16)»(42) .

d) Desempeñan determinados ministerios de
salvación en favor de los hombres.
Sin abandonar la contemplación y la alabanza divinas, los
ángeles intervienen en la historia de la salvación
como mensajeros de Dios en su solicitud hacia los hombres.
«Son espíritus servidores, enviados para ayudar a
aquellos que han de heredar la salvación»(43)
.

Es tarea de los ángeles, por lo tanto, expresar y
llevar a cabo la protección que Dios dispensa a la
Creación humana y a cada uno de los que la componen.
«El te encomendará a sus ángeles, para que te
guarden en todos tus caminos»(44) .«Desde la
creación (cf Jb 38,7, donde los ángeles son
llamados «hijos de Dios») y a lo largo de toda la
historia de la salvación, los encontramos, anunciando de
lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio
divino de su realización: cierran el paraíso
terrenal (cf Gn 3, 24), protegen a Lot (cf gn 19), salvan a Agar
y a su hijo (cf Gn 21, 17), detienen la mano de Abraham (cf Gn
22, 11), la ley es comunicada por su ministerio (cf Hch 7, 53),
conducen al pueblo de Dios (cf Ex 23, 20-23), anuncian
nacimientos (cf Jc 13) y vocaciones (cf Jc 6, 11-24; Is 6, 6),
asisten a los profetas (cf 1 R 19, 5), por no citar más
que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia
el nacimiento del Precursor y el de Jesús (cf Lc 1,
11.26)»(45) .
«De la Encarnación a la Ascensión, la vida
del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y
del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce
«a su Primogénito en el mundo, dice:
"adórenle todos los ángeles de Dios" (Hb 1, 6). Su
cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha
cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: «Gloria a
Dios…» (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús
(cf Mt 1, 20; 2, 13.19), sirven a Jesús en el desierto (cf
Mc 1, 12; Mt 4, 11), lo reconfortan en la agonía (cf Lc
22, 43), cuando El habría podido ser salvado por ellos de
la mano de sus enemigos (cf Mt 26, 53) como en otro tiempo Israel
(cf 2 M 10, 29-30; 11,8). Son también los ángeles
quienes «evangelizan» (Lc 2, 10) anunciando la Buena
Nueva de la Encarnación (cf Lc 2, 8-14), y de la
Resurrección (cf Mc 16, 5-7) de Cristo.

Con ocasión de la segunda venida de Cristo,
anunciada por los ángeles (cf Hb 1, 10-11), éstos
estarán presentes al servicio del juicio del Señor
(cf Mt 13, 41; 25, 31; Lc 12, 8-9)»(46) . «De
aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la
ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (cf Hc 5,
18-20; 8, 26-29; 10, 3-8; 6-11; 27, 23-25)»(47) . «En
su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar
al Dios tres veces santo (cf MR, «Sanctus»); invoca
su asistencia así en el "supplices te rogamus…"
(«Te pedimos humildemente…») del Canon romano o el
«In Paradisum deducant te angeli…» («Al
Paraíso te lleven los ángeles…») de la
liturgia de difuntos, o también en el «Himno
querubínico» de la liturgia bizantina) y celebra
más particularmente la memoria de
ciertos ángeles (S. Miguel, S. Gabriel, S. Rafael, los
ángeles custodios)»(48) .
La tradición de la Iglesia ha desarrollado la doctrina de
que Dios asigna a todo hombre un ángel de la guarda o
ángel custodio. Hablando de los niños, dice el
Señor que «sus ángeles están viendo
siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial»(49) .
Y el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que
«Desde la infancia (cf Mt 18, 10) a la muerte (cf Lc 16,
22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal
34,8; 91, 10-13) y de su intercesión (cf Jb 33, 23-24; Za
1, 12; Tb 12, 12). «Cada fiel tiene a su lado un
ángel como protector y pastor para conducirlo a la
vida» (S. Basilio, Eun. 3, 1). Desde esta tierra, la vida
cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de
los ángeles y de los hombres, unidos en Dios. Los santos
ángeles garantizan y apoyan nuestra esperanza en Dios,
asisten nuestros esfuerzos contra adversarios que son más
fuertes y sutiles que la carne y la sangre, y nos encaminan hacia
nuestro destino último.
Instrumentos divinos «en el gobierno divino de las
cosas»(50) , los seres angélicos sirven a los
caminos e iniciativas de la Providencia»(51) . El
testimonio de la teología y piedad cristianas en
relación con los ángeles custodios y su
actuación es abundante y significativo. Orígenes
afirma que «el ángel particular de cada cual, aun de
los más insignificantes dentro de la Iglesia… une su
oración a la nuestra y colabora, según su poder, a
favor de lo que pedimos»(52) . El ángel
guardián es mencionado en los escritos de Hermas(53) ,
Clemente de Alejandría(54) , Eusebio de Cesarea(55) , San
Basilio(56) , San Hilario(57) , San Gregorio de Nisa(58) ,
etc.Santo Tomás de
Aquino se hace eco de esta doctrina y dedica un largo
artículo de la Suma Teológica a establecer la
existencia y funciones del ángel custodio(59) . El
Catecismo de la Iglesia Católica enseña que Cristo
«los ha hecho mensajeros de su designio de
salvación: "¿Es que no son todos ellos
espíritus servidores con la misión de asistir a los
que han de heredar la salvación?"» (Hb 1,
14)»(60) .
La literatura
espiritual habla asimismo del ángel de la guarda y del
papel que desempeña en la vida del cristiano. En Camino,
obra compuesta por el Beato Josemaría Escrivá en
1933, leemos: «Ten confianza con tu Angel Custodio.
Trátalo como un entrañable amigo -lo es- y
sabrá hacerte mil servicios en
los asuntos ordinarios de cada día»(61) . «Te
pasmas porque tu ángel custodio te ha hecho servicios
patentes. Y no debías pasmarte: para eso le colocó
el Señor junto a ti»(62) . «Acude a tu
Custodio a la hora de la prueba, y te amparará contra el
demonio y te traerá santas inspiraciones»(63) .Y
hablando de apostolado: «Gánate al Angel Custodio de
aquel a quien quieras traer atu apostolado. -Es siempre un gran
«cómplice»(64) . «Si tuvieras presentes
a tu Angel y a los Custodios de tus prójimos
evitarías muchas tonterías que se deslizan en la
conversación»(65) . El Catecismo Romano explica que
«no se opone al culto debido únicamente a Dios la
veneración e invocación de los
ángeles…
El mismo Espíritu Santo nos manda honrar a los padres,
ancianos, gobernantes, etc. Con mucha más razón
deberán ser honrados los ángeles, ministros de Dios
en el gobierno de la Iglesia y de toda la Creación. Hemos,
por tanto, de invocar a los ángeles, porque están
perpetuamente, delante de Dios y porque asumen gozosos el
patrocinio de salvación de quienes les han sido
encomendados»(66) . Y en Piura hemos de invocar a S.
Miguel, presente en el nombre y escudo de la ciudad y en el de la
Universidad.
Universidad de Piura. Capellanía
____________________________________
Notas
(1)Cfr.
José Morales, «El Misterio de la
creación», Palabra, Madrid.
(2)Denzinger-Schönmetzer. Enchiridium Symbolorum
Definitionum et Declarationum, Herder, n.86. (3)Ibidem, n. 428.
(4)Ibidem, n. 461. (5)Ibidem, n. 706. (6)Ibidem, n. 994.
(7)Ibidem, n. 1783. (8)Hechos 23,8. (9)Racionalismo: En un
sentido general, de signo positivo, el Racionalismo es una
actitud filosófica que, basándose en la
analogía entre la razón humana y la divina,
considera que el mundo es explicable de un modo racional
(así Santo Tomás y los mejores
escolásticos). En sentido más estricto, el
Racionalismo es una corriente filosófica que admite como
fuente de verdad únicamente la razón humana,
excluyendo la revelación, la fe y la autoridad. Aunque
esta tendencia se manifiesta intermitentemente dentro del
cristianismo
(Nestorianos, Pelagianos y Humanismo), el
móvil propulsor de este error fue el principio del libre
examen de la Sagrada Escritura proclamado por el Protestantismo.
Consecuencia del Racionalismo fueron la indiferencia, la
incredulidad, la hostilidad manifiesta contra la religión. La Iglesia
ha luchado siempre contra el Racionalismo, principalmente en el
siglo XIX bajo Pío IX con el Syllabus y las definiciones
del Concilio Vaticano I. (10)Cfr. Sistematic Theology I, Chicago
1953, p. 260. (11)Denzinger-Schönmetzer. Enchiridium
Symbolorum Definitionum et Declarationum, Herder, n. 2318.
(12)Cfr. C. Pozo, El Credo del pueblo de Dios. Comentario
teológico, Madrid, 1968, pp. 67-68. (13)Catecismo de la
Iglesia Católica, n. 328. (14)Denzinger-Schönmetzer.
Enchiridium Symbolorum Definitionum et Declarationum, Herder, n.
428. (15)Catecismo de la Iglesia Católica, n. 330. (16)M.
FLiCK-Z. ALSZFGHY, Los comienzos de la Salvación,
Salamanca, 1965, 618-619. (17)Denzinger-Schönmetzer.
Enchiridium Symbolorum Definitionum et Declarationum, Herder, n.
428. (18)Ibidem, n. 237. (19)C. 22. (20)Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 2851. (21)Ibidem, n. 2864.
(22)Denzinger-Schönmetzer. Enchiridium Symbolorum
Definitionum et Declarationum, Herder, n. 428. (23)Cfr. P.M.
QUAY, Angels and Demons: The Teaching of IV Lateran, Tleological
Studies 42 (1981), pp. 20-45. (24)Denzinger-Schönmetzer.
Enchiridium Symbolorum Definitionum et Declarationum, Herder, n.
428. (25)Ibidem, n. 788. (26)Cfr. Suma contra Gentiles, 3,
109. (27)Cfr. Osservatore Romano 16-11-1972. (28)Ecclesia 1975,
1065. (29)Catecismo de la Iglesia Católica, n 391.
(30)cfr. Eph 6, 12. (31)Col 2. 15. (32)cfr. Juan 12, 31. (33)cfr.
2 Cor 4, 4. (34)Gen 3, 5. (35)cfr. Juan 8, 44. (36)Catecismo
alemán para adultos, Madrid, 1989, p. 117. (37)Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 394. (38)Ps 148,2. (39)Is 6, 3.
Cfr. Apoc 4, 8. (40)Heb 12, 22-23. (41)Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 329. (42)Ibidem, n. 331. (43)Heb 12, 22-23.
(44)Ps 91, 11. (45)Catecismo de la Iglesia Católica, n.
332. (46)Ibidem, n. 333. (47)Ibidem, n. 334. (48)Ibidem, n. 335.
(49)Mt 18, 10. (50)Cfr. Profesión de Fe de Pablo VI, n.
29. (51)Catecismo de la Iglesia Católica, n. 336. (52)De
Oratione XI, 1-5. (53)Vis, 5, 1-4. (54)Strom. 6, 17, 161.
(55)Dem. EV. 4, 6. (56)Adv. Eunomium 3, l. (57)Tract. Sal 65.
(58)Com. in Cant. 14. (59)S. Th, 1 113. (60)Catecismo de la
Iglesia Católica, n. 331. (61)Camino, n. 562. (62)Ibidem,
n. 565. (63)Ibidem, n. 567. (64)Ibidem , n.. 563. (65)Ibidem , n.
564. (66)Catecismo Romano, III, 1.

Representaciones de los
ángeles

¿Por qué siempre se representan a los
ángeles con alas? ¿Realmente las tienen? Los
ángeles se representan en la pintura y en
la escultura en forma de hombre o de niño, con alas en su
espalda y con una aureola en su cabeza; pero se trata
únicamente de algo simbólico que no corresponde a
la realidad, pues los ángeles no tienen cuerpo.
Los ángeles, a lo largo de toda la Biblia, aparecen
representados como un cuerpo de seres espirituales que son
intermediarios entre Dios y los hombres: "Lo creaste (al hombre)
poco inferior a los ángeles" (Salmo 8,6). Ellos, al igual
que los hombres, son seres creados; "Alabadle, ángeles
suyos todos, todas sus huestes, alabadle! Alaben el nombre de
Yahveh… pues él lo ordenó y fueron creados"
(Salmo 148, 2, 5: Colosenses 1, 16-17). El hecho de que los
ángeles fueron creados, fue confirmado en el Cuarto
Concilio de Letrán (1215). El decreto llamado "Firmiter",
contra los albigenses, habla del hecho de que ellos fueron
creados, y que los hombres fueron creados después de
ellos. Este decreto fue repetido por el Concilio Vaticano
Primero, en su decreto "Dei Filius". Hacemos mención
aquí de él, porque las palabras: "El que vive
eternamente lo creó todo por igual" (Eclesiástico
18,1) se usan para demostrar la creación simultánea
de todas las cosas; pero generalmente se considera que "juntos"
(simul) puede aquí significar "igualmente", en el sentido
de que todas las cosas fueron "igualmente" creadas. Son
espíritus; el autor de la Epístola a los Hebreos
dice: "¿Es que no son todos ellos espíritus
servidores con la misión de asistir a los que han de
heredar la salvación?" (Heb 1, 14).

Bibliografía:

  • y la bibliografía propia que cita la web en sus
    documentos

 

MELENA.MONTERO

Partes: 1, 2
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