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Breve historia del vecinalismo en Río Cuarto




Enviado por Celia Basconzuelo



     

     

    Un recorrido por cada uno de los treinta y seis barrios
    que componen el espacio urbano local nos pondría en contacto
    con su dirigencia barrial, socios, comisiones directivas, vecinos
    encargados de ejecutar los servicios descentralizados y
    participantes de las múltiples actividades socio-culturales
    que desde las asociaciones vecinales se emprenden cotidianamente.
    Pero la importancia de estas acciones colectivas no termina
    aquí. La existencia de una entidad que congrega a nivel
    nacional las distintas vecinales y sociedades de fomento
    provinciales, como lo es CO.VE.RA. y su aspiración de
    trasponer las fronteras del país y participar de las nuevas
    instancias de integración regional
    (MERCOSUR), dan cuenta de nuevos
    roles asumidos por estos actores sociales. Sin embargo, la
    experiencia del vecinalismo tanto en la dimensión local,
    como provincial y aún nacional es todavía una historia
    por construirse. Este artículo y los sucesivos pretenden ser
    una contribución inicial a este emprendimiento. La
    perspectiva escogida destaca la evolución de su dinámica institucional,
    los actores partícipes, los mecanismos participativos y
    electivos, y finalmente las propuestas y proyecciones
    actuales.

     

    Los primeros esfuerzos
    asociativos

    En las dos primeras décadas del siglo XX el mapa
    barrial se hallaba muy simplificado. Si hacia el norte, el
    espacio que antiguamente había servido como campos de
    pastoreo era ocupado por chacras y quintas, y de manera muy
    incipiente comenzaba a subdividirse en lotes y eran puestos a la
    venta para dar así inicio a
    un incipiente núcleo poblacional, fue en el este,
    también alejado de la zona céntrica, donde se
    había constituido un núcleo barrial importante a partir
    de la estación del Ferrocarril Andino. Era barrio Alberdi
    conocido a principios de siglo como Pueblo
    Almada cuando fue delineado y habitado por sus primeros vecinos,
    obreros y empleados ferroviarios. Allí existía desde
    1913 la Unión Vecinal de Almada, bajo la conducción de
    J.G. Morales; pero se trató de un experimento de corta vida.
    Nos encontramos con un nuevo registro de la acción vecinal al
    fundarse la Unión Vecinal Propietarios Progreso y Cultura (21-4-1929), bajo la
    presidencia de Hercolano Bustos y Eduardo Bas como secretario,
    quienes gestionaron y obtuvieron el tendido del alumbrado
    público hacia ese núcleo poblacional, marcándose
    así la pauta que movilizaría a los primeros dirigentes,
    es decir, la preocupación por conseguir que la comuna
    extendiese servicios a los barrios. La existencia de dicha
    entidad culminó en 1932 al fusionarse con el Club Sportivo
    Alberdi y dar lugar al Centro Social y Cultural homónimo.
    Entonces, las intenciones asociacionistas se revitalizaron con la
    creación de la Comisión de Fomento de Pueblo Alberdi
    (26-9-1937) y Comisión Vecinal del Barrio Buena Vista, en
    ese mismo año; luego Comisión Vecinal de Fomento Banda
    Norte (19-8-1939) y una segunda en 1943. Más tarde se
    constituyeron otras vecinales, Bajada de Arena, Santa Teodora,
    Santa Rosa y Patricios, aunque pronto desaparecieron.

    Tratase entonces de Uniones Vecinales o Comisiones de
    Fomento, según la nomenclatura adoptada, allí
    anidó la raíz del vecinalismo riocuartense. Nacía
    en los barrios, reforzaba la construcción de un
    espacio público cada vez más ampliado y revitalizaba
    prácticas asociacionistas. Y además introducía una
    substancial diferencia en relación con la modalidad hasta
    ese momento ejercida para tramitar las mejoras barriales, ya que
    eran los propios vecinos, independientemente de cualquier
    asociación intercesora, quienes encaraban ellos mismos los
    petitorios ante las autoridades comunales, en pos de requerir
    adelantos y progresos para el sector donde
    vivían.

     

    La expansión del
    vecinalismo

    Ciertamente, un listado de otras asociaciones que
    nacieron al promediar los años ’50 nos permite a su
    vez inferir los sectores de la ciudad que habían alcanzado
    cierto grado de desarrollo habitacional y
    contaban con un grupo de vecinos capaces de
    peticionar ante las autoridades por demandas concretas. La
    primera asociación vecinal que se fundó, de acuerdo con
    el registro cronológico que efectuó en su libro testimonial Reynaldo
    Villarreal, fue Banda Norte (6-12-1956), luego Intendente
    Mójica (27-1-1957) y de inmediato Barrio Fénix
    (30-1-1957). Le siguieron Barrio Golf (8-6-1957), General Roca
    (15-7-1957), Barrio Las Ferias (3-10-1957), Santa Rosa
    (12-12-1957), Barrio General Paz (20-6-1958) y Tiro Federal
    (10-8-1958). Sin embargo, hubo otras anteriores a las
    mencionadas, de acuerdo con la investigación realizada por
    el historiador local Carlos Mayol Laferrére: Asociación
    Vecinal Barrio Las Ferias (3-10-1954), la Comisión Vecinal
    del Barrio Santa Teodora (28-8-1955), la Asociación Bajada
    de Arena (30-10-1955). Luego siguió la de Banda Norte,
    después la Asociación Vecinal de Barrio Las Lilas
    (¿-12-1956), la Intendente Mójica que tomó el
    nombre de Sociedad Vecinal Fomento
    Edilicio, luego Fénix y la Asociación Amigos de la
    Avenida Gral. Roca (8-4-1957).

    Los orígenes de cada asociación nos ilustran
    acerca un pasaje bastante rápido de inquietudes primarias
    que cristalizaron en convocatorias informales. La vivienda
    particular ofició de núcleo aglutinante de vecinos
    inquietos por asegurar mejoras para el barrio, en otros casos fue
    desde el club o desde la parroquia. Así nacieron las
    asociaciones vecinales como organizaciones representativas de
    grupos de vecinos de un sector
    de la ciudad, dejando atrás aquellas primeras experiencias
    de las uniones vecinales y sociedades de fomento.

    La documentación consultada
    refleja cómo sus impulsores tenían una
    preocupación por dotarlas de una organización más
    definida. Por eso, la importancia que concedieron primero a
    elaborar una declaración de principios, o en su lugar una
    carta de intención, y
    someterlas a la aprobación de los vecinos dejando bien
    expresa la idea de construir un vecinalismo autónomo en las
    tareas de gestión y ajeno a toda
    injerencia política. La necesidad de contar con un
    estatuto donde fijar los objetivos, establecer los
    deberes y derechos de sus miembros y estipular las
    reglas de funcionamiento democrático, aparecía como un
    imperativo de las voluntades asociadas. Si los examinamos
    presentan una estructura normativa dentro de
    la cual quedaban comprendidos los objetivos de la
    asociación, la dinámica interna de funcionamiento, los
    actores en juego, las instancias y los
    mecanismos electivos, a partir de los cuales cristalizan tanto el
    fenómeno de la participación ciudadana
    como la legitimación de los
    mandatos y por ende la construcción de las instancias
    representativas.

    Conforme iban creciendo en número los barrios
    fueron expandiéndose también esas formas organizativas.
    Pero, mucho antes de que este proceso se consolidara se
    avanzó en el plan de concentrar en clave
    federativa al conjunto de las vecinales existentes, dando
    así forma a un movimiento vecinalista local
    cuya institucionalización en la primera Federación de
    Asociaciones Vecinales, F.A.V., (11-5-1957) denota un pasaje
    bastante rápido de la asociación a la integración
    vecinal. La explicación de esa celeridad asociacionista
    podría atribuirse a la convicción de que se podían
    lograr gestiones con mayor fuerza si en vez de las
    emprendidas por las asociaciones individuales se daba paso a una
    entidad de segundo grado que comprendiera a las de base. Un dato
    muy importante acerca de la F.A.V. es que su instalación en
    el espacio público estuvo acompañada, también muy
    rápidamente, de su interés por difundir en la
    opinión pública la
    labor vecinal, publicando desde 1958 la revista La Voz de los
    Barrios.

    Desde el municipio ya se había avanzado en dictar
    la primera regulación normativa destinada a las
    organizaciones barriales. En 1953 se sanciona la ordenanza
    explicitando sus funciones mínimas y la
    relación con el municipio. ¿Hasta dónde
    podríamos sostener que esas Comisiones Vecinales actuaban
    con plena autonomía? Obviamente que sí en el plano
    decisorio, participativo y electivo y los controles estaban
    referidos al manejo contable, pero existía un Delegado
    Municipal que oficiaba de intermediario entre los planes de las
    comisiones y el gobierno municipal.

    La pertenencia a cada comunidad vecinal permitió
    definir y precisar desde el plano operativo los intereses del
    barrio, y en este sentido abrió instancias para generar una
    construcción de identidades primero con base en la propia
    asociación y luego extendidas para conformar un verdadero
    movimiento vecinalista. En su transcurso no sólo se
    multiplicaron como vimos las organizaciones de base, sino
    además se desplegaron prácticas que fueron
    constituyendo a sus propios actores en sujetos de referencia de
    una identidad donde la interacción con el otro,
    el trabajo cooperativo y la
    sociabilidad primaria resaltaron como los valores
    movilizantes.

     

    El activismo barrial en los
    ‘60

    En las dos décadas siguientes a la
    conformación del vecinalismo riocuartense, años
    ’60 y ’70, las dirigencias barriales continuaron
    mostrándose muy activas en la solicitud de extensión de
    servicios para cada una de sus jurisdicciones de base. Por esa
    época eran las cloacas, el pavimento, la línea de
    transporte local de pasajeros,
    el arreglo y mantenimiento de las calles,
    la recolección de residuos domiciliarios, la seguridad mediante la
    instalación de instrumentos de radiocomunicación con la
    policía, la construcción de refugios, el alumbrado
    público, el agua corriente, etc.
    También se buscó cubrir el área educativa mediante
    la creación de centros de alfabetización y de apoyo
    escolar para adultos, como por otra parte la asistencia social y
    sanitaria con tareas como reparto de leche, centros de atención pediátrica
    y guarderías infantiles. Como en otras épocas, se
    revitalizaron ámbitos de sociabilidad cultural y recreativa
    cuando desde algunas asociaciones vecinales se fundaron bibliotecas y clubes deportivos.
    Otras prácticas resultaban propiamente ilustrativas del
    clima reinante en la
    época. Es decir, una fuerte actividad inclinada a fomentar
    lazos de sociabilidad vecinal a través de frecuentes bailes,
    organización de rifas, espectáculos culturales
    populares, los famosos festejos barriales como los de Pueblo
    Alberdi y los corsos de carnaval, realizados conjuntamente con
    los clubes. Detrás de la diagramación de esos eventos estaban las comisiones
    directivas y los socios que iban al encuentro de comercios,
    empresas e instituciones oficiales en la
    búsqueda del patrocinio. Gran parte de ellos servían
    además para enlazar a las familias riocuartenses en una
    sociabilidad extendida, práctica hoy ya
    inexistente.

    La fusión del vecinalismo con
    una tendencia en boga como lo era el cooperativismo también
    fue posible en Río Cuarto cuando a iniciativa de la
    Federación de Asociaciones Vecinales e impulsada sobre todo
    por uno de los pioneros del movimiento, Alfredo Palandri, se
    creó la primera Caja de Créditos (28-11-1965),
    luego transformada en Banco Cooperativo. La mencionada
    entidad inició sus actividades recién al año
    siguiente con el propósito de conceder préstamos a los
    ciudadanos a través de la gestión vecinal. Así se
    dio vida al único experimento en el país donde una
    cooperativa de crédito nacía
    gracias al impulso del vecinalismo.

     

    De la movilización al
    silencio ciudadano

    A comienzos de los años ’70 y en el marco de
    una sociedad que había descubierto desde el Cordobazo el
    potencial de las movilizaciones, las protestas y las
    reivindicaciones sociales, diversas formas organizativas se
    irían gestando junto a grados de acción cada vez
    más combativos.

    En ese marco cristalizó otra experiencia
    vecinalista más en Río Cuarto: Barrio Industrial
    (1973). Fue la única por esos convulsionados y conflictivos
    años donde el grado de politización era muy intenso,
    los ciudadanos manifestaban una creciente actitud participativa y la
    vida política retornaba su cauce democrático, aunque la
    sociedad se encaminaba hacia una fuerte polarización
    ideológica entre derecha e izquierda. La actividad
    asociativa prosiguió pero con una dinámica que ya no
    exhibía ni exhibirá la de los años
    precedentes.

    Siguieron los años del llamado Proceso de
    Reorganización Nacional con el nuevo golpe militar del 24 de
    marzo de 1976. Precisamente, de esta época no hay
    ningún registro asociativo vecinalista. Cabe recordar
    también que el Concejo Deliberante y el Tribunal de Cuentas dejaron de sesionar y en
    todas las áreas de la administración
    municipal estuvieron al frente de su conducción personal militar. Por otra parte,
    la F.A.V. se disolvió, mientras los dirigentes barriales
    eran investigados por la Policía Federal y controlados en
    sus actividades.

     

    El resurgimiento asociativo
    de los ‘80

    Con el advenimiento de la democracia no sólo las
    estructuras institucionales
    recibirían aires nuevos. Una renovada valoración de la
    política, de la participación ciudadana y del sentido
    de hacer efectivas las libertades públicas y privadas
    recuperadas, dio margen para que también la república
    se afianzara en los espacios comunales y lógicamente en las
    unidades vecinales. Una pieza clave en ese clima de
    recuperación de las prácticas democráticas fue el
    esmero puesto en actualizar los marcos jurídicos. Al
    respecto, la reforma constitucional en Córdoba (1987)
    dedicó un capítulo a las asociaciones y sociedades
    intermedias, dejando explícito que disponían de todas
    las facilidades para su creación y desenvolvimiento de sus
    actividades y, asimismo, gozaban del derecho de peticionar a las
    autoridades. Otro consenso importante fue en la sección
    dedicada a las municipalidades, prescribiendo como uno de los
    requisitos de las cartas orgánicas la de
    reconocer las Comisiones de Vecinos, permitiéndoles la
    participación en la gestión municipal y en la
    preservación del régimen representativo y
    republicano.

    Por eso y por el clima de época volvieron a
    prosperar en Río Cuarto las iniciativas barriales y entonces
    las asociaciones crecieron geométricamente. Paralelamente se
    expandía notablemente la periferia urbana. De allí que
    si establecemos un marco comparativo con los años ’60
    el registro asociativo de los ’80 fue dos veces mayor. En
    la transición a la nueva institucionalidad argentina
    nacieron Buena Vista (1982) y Casanovas (1982). En los albores de
    la construcción de una ciudadanía
    democrática, Leandro Alem (1983), Ex Cuarteles (1984) y
    Villa Dálcar (1984). En medio de la crisis económica que
    derivó en el inicialmente exitoso Plan Austral, se asociaron
    Barrio Parque Bimaco (1985), Indio Felipe Rosas (1985), San José
    Calasanz (1985), San Eduardo (1986) y 11 de Noviembre (1986). A
    punto de aproximarse la crisis institucional que vivió el
    radicalismo alfonsinista, como consecuencia de los alzamientos
    militares y los déficits de la política económica,
    nacieron aquí las vecinales Alberdi Norte (1987), Lomitas de
    Oro (1987) y San Antonio de Padua (1987),
    Barrio Jardín (1988), Güemes (1988), Las Quintas (1988)
    y Nueva Argentina (1988). Hacia el fin del gobierno radical, con
    el marco de la hiperinflación y la
    ingobernabilidad nuevas vecinales se organizaron con los nombres
    de Dr. Carlos Mayer (1989), Quintitas Golf (1989) y San Pablo
    (1989).

    Mientras tanto, en la ciudad quedaba organizado hacia
    1981 el Círculo Vecinal, entidad sucesoria de aquella
    Federación de Asociaciones Vecinales. Dicha entidad prolonga
    su rol hasta la actualidad agrupando en segundo grado a las
    entidades de base, ejerciendo por eso mismo la coordinación del accionar
    de las mismas y promoviendo el vecinalismo participativo con sus
    actividades distintivas. Su actual presidente es el Sr. Hugo
    Díaz.

    Es cierto que por un lado se registra una continuidad en
    las prácticas adquiridas. Pero, los ’80 supusieron
    nuevos aprendizajes y en este sentido, un paso muy importante se
    dio cuando los dirigentes locales proyectaron el movimiento
    riocuartense al conjunto de la provincia. Y así a iniciativa
    de Alfredo Palandri, autoridad del Círculo
    Vecinal, y con el apoyo de la intendencia por entonces conducida
    por el Dr. Miguel Angel Abella se dio vida a la
    Confederación de Vecinales de la Provincia de Córdoba
    (24-8-1985).

    Un dato nuevo lo constituía no sólo el clima
    participativo que en todos los órdenes de la vida social se
    registraba por entonces y además cómo la dirigencia y
    los vecinos encontraban legitimación en estos espacios
    barriales de participación. También la mujer retomaba con creciente
    protagonismo su presencia en el escenario público. Y
    así encontramos los nombres de activas dirigentes como A.M.
    de Tommasy y M.B. de Ortiz.

    La década de los ’90 significó para la
    sociedad argentina protagonizar la más profunda de las
    reformas estructurales. Una conciencia cada vez mayor acerca
    del no retorno del Estado de Bienestar hizo que
    la sociedad civil demostrase en las
    últimas década un fuerte dinamismo descubriendo la
    potencialidad que encierran nuevas prácticas sociales y
    estrategias de acción
    colectiva, todavía más si son desplegadas desde el
    espacio local. Consecuencia de ello ha sido la aparición de
    nuevos actores sociales, el crecimiento de acciones
    movimientistas y asociacionistas, la proliferación de
    organizaciones no gubernamentales y agrupamientos que reivindican
    la salud, el medio ambiente, la
    autogestión de la vivienda, los derechos homosexuales, etc.
    Como nuevas expresiones del descontento social pueden
    considerarse también a las asambleas barriales,
    particularmente en el Gran Buenos Aires, y al movimiento de
    piqueteros proyectándose en todo el país. En
    consecuencia, asistimos a la coexistencia de escenarios que
    responden a una lógica contrapuesta y
    asimétrica. Por un lado, se afirma la imagen de una aldea global y por
    el otro cobran fuerza los actores territoriales, en nuestro caso
    las asociaciones vecinales.

     

    Nueva expansión barrial
    y formas organizativas

    Si nos detenemos a contemplar las actuales asociaciones
    vecinales comprobaremos que gran parte de las iniciales han
    permanecido. Otras desaparecieron. Las existentes suman cuarenta
    y seis y su sola mención ilustra bien la multiplicación
    de un mapa barrial, inclusive la complejidad interna de algunos
    de ellos que ha merecido la formación de más de una
    asociación, coexistiendo e interactuando con las de antigua
    data y las que en las últimas décadas se han expandido
    por los diversos puntos cardinales de la traza urbana. Las
    expresiones vigentes del movimiento vecinalista riocuartense son,
    pues, las siguientes asociaciones: 11 de Noviembre, Alberdi
    Norte, Alto Privado Norte, Banda Norte, Barrio Paraíso,
    Barrio Casanovas, Barrio Fénix, Barrio Golf, Barrio
    Industrial, Barrio Jardín, Barrio Parque Bimaco, Barrio
    Peirano, Barrio San Martín, Barrio Valacco, Buena Vista,
    Carlos Mayer, Centro Pueblo Alberdi, Ex Cuarteles, General Paz,
    General Roca, Gúemes, Indio Felipe Rosas, Ingeniero Manuel
    Pizarro, Intendente Mójica, Jardín Norte, José y
    Mariano Cabral, Juan Martín de Pueyrredón, La Agustina,
    Las Delicias, Las Ferias, Las Quintas, Leandro Alem, Lomitas de
    Oro, Nueva Argentina, Pueblo Nuevo, Quintitas Golf, Residencial
    Norte, Roque Sáenz Peña, San Antonio de Padua, San
    Eduardo, San José de Calasanz, San Pablo, Santa Rosa, Santa
    Teodora, Tiro Federal, Villa Dálcar.

    Si dirigimos la mirada hacia su interior, las
    asociaciones vecinales riocuartenses se autoadministran a
    través de una comisión directiva, las cuales presentan
    una singular combinación entre una estructura organizativa
    que a nivel de su conducción privilegia un criterio
    verticalista —la mayoría cuentan con un presidente, un
    vice, secretario, tesorero y la figura de los vocales— y
    una dinámica de funcionamiento que permite construir
    relaciones desde la horizontalidad. Existe además una
    comisión revisora de cuentas con las funciones
    inherentes.

     

    Los socios y los vecinos: la
    cuestión de la participación

    En cada vecinal, los socios juegan un papel
    importantísimo. Su rol se amplía a la hora de la
    participación electoral para renovar autoridades. Tienen
    derecho a participar de las reuniones semanales y asambleas
    electivas y con su aporte mensual sostienen parte de los gastos ordinarios de las
    asociaciones a las que pertenecen. Pero el número de ellos
    es muy variable. Hay entidades que registran 90, otras 150, 200,
    500 socios. Algunas, ni siquiera cuentan con ellos. La cuota
    societaria oscila entre 1$ y 2,50$. Por otra parte, están el
    resto de los vecinos quienes no siempre mantienen una actitud
    participativa fuerte. Excepción hecha de algunas vecinales
    que exhiben capacidad para difundir sus tareas entre el conjunto
    de habitantes del propio barrio, respecto de otras tantas
    sólo los vecinos más cercanos a la sede vecinal conocen
    realmente las actividades encaradas y las proyectadas. Y esto
    incide naturalmente en el grado de relevancia de unas y otras, su
    capacidad gestora y su proyección en la comunidad barrial.
    En realidad cuando un problema barrial se presenta y puede
    afectar a todos, encuentran sí un móvil para acercarse
    e integrarse de algún modo en el encuentro de soluciones.

     

    Los roles del nuevo
    vecinalismo

    Nuevos roles se despliegan a partir de los cambios
    operados en la articulación con el municipio desde mediados
    de los’80, profundizándose esta tendencia en los
    ’90 y acentuado en estos últimos años. Esa
    articulación es indisociable de las instancias abiertas a
    partir de la descentralización de los
    servicios mediante ordenanza municipal, una decisión puesta
    en marcha durante el primer desempeño al frente del
    Palacio de Mójica del actual mandatario Cr. Benigno Antonio
    Rins, quien partía del supuesto de considerar las vecinales
    como un movimiento fundamental para el funcionamiento de la
    ciudad.

    Si en las primeras etapas del vecinalismo las pautas de
    accionar consistían en demandar ante las autoridades
    municipales, la tarea principal de los representantes barriales
    es hoy tratar de impulsar un modo de gestionar más complejo.
    Es un vecinalismo co-gestor de la acción municipal y ello no
    sólo en la provisión de los servicios. De acuerdo con
    un proyecto actual en estudio, se
    intenta trabajar en áreas que son de competencia municipal pero que a
    juicio de los vecinalistas podrían ser más
    eficientemente ejecutadas desde la iniciativa comunitaria, tales
    como las demandas ciudadanas de seguridad, control de la delincuencia, expendio de
    bebidas alcohólicas y defensa civil. El carácter de un
    vecinalismo empresarial se afirma fuertemente en algunas
    asociaciones y es la novedad que plantea la experiencia
    asociativa. Es decir, se busca la integración al mercado y una firme apuesta a
    propender el desarrollo local.

    Es un vecinalismo en expansión de acuerdo con el
    carácter que los nuevos tiempos imprimen a toda
    gestión. Por eso resulta funcional la construcción de
    redes asociativas
    inter-institucionales. Es lo que explica, por ejemplo, el
    convenio celebrado con ANSES en 2003 para el dictado de un curso
    de capacitación orientado a la
    formación de asesores vecinales en materia de jubilaciones. Desde
    la misma perspectiva se explican las redes intervecinales que se
    han construido a nivel supranacional para integrarse al Mercosur,
    con la pretensión de tener voz en la institucionalidad que
    este mercado regional ha generado en el área sudamericana.
    Pero es importante aclarar otra vez que estos nuevos roles y las
    prácticas que ellos refieren no se hallan extendidos al
    conjunto de las asociaciones vecinalistas riocuartenses. Las
    diferenciaciones son notables. Por otro lado, desde los ’90
    se ha avanzado es la asociación intervecinal a nivel
    nacional, perspectiva que nos permite situar a CO.VE.RA.,
    (Confederación Vecinalista y Fomentista de la República
    Argentina), la entidad que representa a todas las federaciones
    existentes en la mayoría de las provincias. Actualmente
    aglutina alrededor de 3.500 asociaciones vecinalistas. Desde la
    gestión de esta entidad se ha promovido el intercambio de
    experiencias mediante sus asambleas frecuentes y los congresos
    nacionales, y la trascendencia de Río Cuarto, declarada en
    uno de esos encuentros Capital Nacional del
    Vecinalismo (2-11-1996).

    La descentralización opera sobre la base de
    la Carta Orgánica
    Municipal (1996) y cuenta a nivel de la estructura organizativa
    municipal con una entidad desde donde se realiza la
    articulación interinstitucional, a cargo actualmente de
    Hipólito Ontivero encargada de atender los temas comunes del
    vecinalismo. Allí se firman los convenios, se controlan las
    actividades vecinales y se canalizan las gestiones ante la
    intendencia. Este es otro rasgo del vecinalismo local que no se
    encuentra en las administraciones municipales del
    país.

    En síntesis, alrededor de las
    asociaciones vecinales se presenta, sin embargo, una clave para
    superar el neoliberalismo. Porque se
    trata de potenciar escenarios alternativos en el marco de la
    sociedad civil desde donde revitalizar una conciencia de
    identidad, con un abanico cada vez mayor de necesidades que no
    encuentran la respuesta del Estado en su inmediatez, de proyectos que sirven al bien
    común y donde puede resignificarse mejor la noción de
    una ciudadanía participativa e inclusiva.

     

    Celia Basconzuelo (*)

    (*) Dra. en Historia. UNRC. Conicet

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