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Catorce respuestas sobre la Renta Básica




Enviado por Daniel Raventós



     

     

    1. ¿Qué
    es?

    Hay distintas definiciones. Mostraré tres de ellas
    que me parecen especialmente claras. La primera es la que
    acostumbro a utilizar: se trata de un ingreso pagado por el estado a cada miembro de
    pleno derecho de la sociedad incluso si no quiere
    trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si
    es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de
    otras posibles fuentes de renta, y sin
    importar con quien conviva.

    La organización internacional
    creada en 1986 para la promoción de las ideas
    relacionadas con la Renta Básica, la Basic Income European
    Network (BIEN), la define con palabras distintas pero de
    contenido idéntico: "Una renta básica es una renta
    garantizada de forma incondicional a todos los individuos, sin
    necesidad de un test de recursos o de estar realizando
    algún tipo de trabajo". La asociación
    de la que soy miembro, la Red Renta Básica, en el artículo 4
    de sus estatutos, la define tal y como sigue: "una renta modesta
    pero suficiente para cubrir las necesidades básicas de la
    vida, a pagar a cada miembro de la sociedad como un derecho,
    financiada por impuestos o por otros medios y no sujeta a otra
    condición que la de ciudadanía o
    residencia."

     

    2. ¿Qué no
    es?

    Que la definición de la Renta Básica sea tan
    clara como cualquiera de las tres ofrecidas no ha impedido que a
    lo largo de estos últimos años hayan proliferado dos
    tipos de confusiones. En primer lugar, bajo diferentes
    denominaciones diversos autores se han referido a lo mismo.
    Así, por ejemplo, otros nombres que ha recibido el mismo
    concepto han sido las de
    "subsidio universal garantizado" –yo mismo utilicé
    esta fórmula hasta hace más o menos un par de
    años–, "ingreso básico universal" e "ingreso
    mínimo", entre otras.

    El segundo tipo de enredo es el contrario: bajo la misma
    denominación se han querido expresar, a menudo, conceptos
    muy diferentes. Por ejemplo, en la Comunidad Autónoma Vasca se
    aprobó, a finales de 2000, una ley que habla de una "Renta
    Básica", pero se refiere a algo harto diferente de aquello
    de lo que hablamos aquí. En este sentido preciso, no debe
    confundirse la Renta Básica con los diversos subsidios
    condicionados propios del Estado de Bienestar que
    existen actualmente. Hay claras diferencias entre la Renta
    Básica y las rentas mínimas de inserción (PIRMI),
    que en el Reino de España son pagadas por la
    mayoría de las Comunidades Autónomas o que en la
    República Francesa ofrece la administración
    central.

     

    3. ¿Es una propuesta
    justa? (I): muchas justificaciones posibles

    Cuando alguien se adentra por los caminos de la
    propuesta de la Renta Básica (y debo decir que tanto en el
    bando de sus defensores como en el del bando de sus opositores se
    pueden encontrar trabajos excelentes, regulares y pésimos),
    suele sufrir dos resistencias intelectuales. La primera es
    de naturaleza ética y puede expresarse con
    la siguiente pregunta: quien no quiera trabajar de forma
    remunerada en el mercado de trabajo, ¿tiene
    derecho a percibir una asignación incondicional? La segunda
    es una resistencia intelectual
    exclusivamente técnica que apunta a que la Renta Básica
    podría constituir una idea encantadora pero imposible de
    realizar. Dicho también en forma de interrogación:
    ¿es la Renta Básica una quimera? Vencer la resistencia
    de tipo ético no supone superar la otra, de tipo
    técnico. Ahora bien, si no se supera la primera, ya no vale
    la pena pasar a la siguiente. Dicho de otra forma: si no
    disponemos de una buena fundamentación ética –o
    normativa– ya no es necesario acometer el estudio
    técnico sobre la viabilidad de la Renta Básica. Esto
    debería valer para cualquier proyecto de reforma social. Un
    ejemplo valdrá: la propuesta según la cual el trabajo remunerado
    debería estar reservado sólo a los hombres mayores de
    30 y menores de 60 años es una posibilidad técnica
    factible. Sin embargo, su justificación ética hace
    aguas por todas partes, como la inmensa mayoría de la
    ciudadanía de nuestras sociedades no tendría la
    menor duda en afirmar. Ni que sea factible, no vale la pena
    entrar ya al estudio técnico de dicha propuesta. Quede
    claro, pues, que la objeción más potente que
    podría hacerse a la Renta Básica no es que
    materialmente fuese imposible financiarla, sino que fuera
    injusta. La Renta Básica supera ambas barreras: puede ser
    justificada normativamente y puede ser implantada
    económicamente.

    Enfrentémonos, pues, a la pregunta sobre la
    justicia de la Renta
    Básica. En el campo de la filosofía política, han aparecido justificaciones
    normativas (éticas) de la misma del tipo más diverso.
    Como es bien sabido, la filosofía política es la
    disciplina que reflexiona
    acerca de cómo debe ser una sociedad justa. Son muchas las
    escuelas, para simplificar, que han poblado esta disciplina
    académica en las últimas tres décadas: el
    utilitarismo; liberalismo (de izquierdas) de
    John Rawls o de Richard Dworkin; los distintos tipos de
    comunitarismo; el llamado liberalismo propietarista o
    libertarianismo de Robert Nozik; algunos de los trabajos del
    llamado marxismo analítico; o lo
    que se conoce como republicanismo (del que estamos asistiendo a
    un cierto revival aunque en realidad tiene 2500 años de
    historia). En muchas de ellas se
    ha analizado y juzgado desde el punto de vista de su justicia la
    propuesta de la Renta Básica.

    De entre las muchas posibles, mostraré sólo un
    par de estas estrategias de justificación
    normativa: 1) la justificación liberal propietarista o
    libertariana y 2) la justificación republicana. Si elijo
    estas dos es por la marcada diferencia existente entre ellas,
    hasta el punto que se puede afirmar que se trata de teorías que ocupan
    extremos bastante opuestos del abanico ideológico. Para no
    despistar a nadie apuntaré, ya de entrada, que mis
    preferencias están, sin la menor vacilación, del lado
    republicano.

     

    4. ¿Es una propuesta
    justa? (II): la justificación liberal
    propietarista

    El libertarismo asegura que los individuos tienen unos
    derechos inviolables, que pueden
    ser reducidos a los derechos de propiedad. Para esta teoría, una sociedad para
    ser justa tiene que satisfacer tres principios o postulados
    fundamentales:

    1) el respeto de los derechos de
    propiedad;

    2) el respeto, según la llamada "cláusula de
    Locke", de la apropiación originaria de los recursos
    externos; y

    3) el respeto de los resultados que ocasionen los
    intercambios de bienes y servicios libremente
    consentidos.

    Luego, hay todavía un cuarto principio necesario
    para una sociedad sea justa: el principio de reparación o de
    rectificación. En caso de que una sociedad no hubiera
    respetado uno o más de los tres principios fundamentales,
    según Nozick se ha de proceder a las reparaciones que
    permitan rectificar las violaciones de que hayan sido objeto a lo
    largo de la historia de aquella sociedad. En otras palabras: hay
    que retroceder temporalmente para rastrear los sucesivos
    intercambios de bienes y servicios que se han ido realizando a lo
    largo de la historia de aquella sociedad, para saber si la
    apropiación originaria era legítima. Y, en caso de que
    no lo hubiese sido, cabría proceder a una rectificación
    en el reparto de los recursos existentes.

    Pese a ello el libertarianismo, como otorga un papel
    central al respeto de los derechos de propiedad y de los
    intercambios libres entre individuos, tiende oponerse a la
    rectificación por parte del Estado de las circunstancias que
    motivan desigualdades de partida en una sociedad. En apariencia,
    pues, debería resultar chocante que una teoría de la
    justicia tan contraria a las rectificaciones de las
    circunstancias sociales pueda aportar alguna justificación a
    la Renta Básica. Sin embargo, H. Steiner, un destacado
    libertariano, así lo ha hecho.

    Steiner parte de la idea de la propiedad original
    común del planeta Tierra. Según él,
    así como los frutos del trabajo no han de ser cargados con
    impuestos, los de la naturaleza sí, porque los recursos naturales no son
    inicialmente propiedad de nadie. Un impuesto justo extrae a las
    personas aquello a cuya posesión no tienen un derecho justo.
    Cada persona, según el
    libertarianismo, tiene un derecho absoluto a hacer aquello que
    desee de él mismo y de los bienes de los que es
    legítimo propietario. Pero como los recursos naturales no
    son, en un principio, propiedad de nadie, todas las personas
    tienen un igual derecho a ellos. Cierto es que cada persona es
    propietaria de los bienes que legítimamente haya adquirido,
    por lo que no es justo, dirán los libertarianos, imponer
    impuestos para intentar una redistribución de estos bienes.
    Ahora bien, tales bienes contienen recursos naturales sobre los
    que, según Steiner, toda persona tiene un igual derecho
    moral.

    Veamos que es perfectamente coherente con los principios
    libertarianos que se redistribuya entre todos de forma
    igualitaria la parte de la renta global de una sociedad cuyo
    valor provenga de la
    incorporación de los recursos naturales. Por tanto, un
    impuesto sobre los recursos naturales es justo. Es evidente que
    no se puede redistribuir la naturaleza entre todas las personas,
    pero puede realizarse una aproximación que equivalga a este
    imposible reparto. Es aquí donde entra en juego la justificación
    libertariana de la Renta Básica: dado que no se pueden
    repartir entre todas las personas los réditos de la distribución de los recursos
    naturales, tales réditos han de ser sustituidos por una
    renta. En contundentes palabras de Steiner, "una renta
    básica compatible con los principios libertarianos ha de ser
    universal".

     

    5. ¿Es una propuesta
    justa? (III): la justificación
    republicana

    Veamos la justificación que podemos exprimir del
    ideario normativo republicano. El republicanismo, como el
    liberalismo, es diverso. Podemos encontrar variantes elitistas y
    variantes democrático–radicales. Dentro de esta
    diversidad, los distintos republicanismos tienen un denominador
    común: su ideal de libertad definido como
    oposición a la tiranía. Se trata de una defensa de la
    libertad como autogobierno, así como ausencia de
    dominación y de alienación. Esta concepción de la
    libertad como "no–dominación" es lo que diferencia
    esta filosofía política de cualquier variante del
    liberalismo, que concibe la libertad simplemente como
    "nointerferencia".

    Toda dominación puede suponer una interferencia
    arbitraria, pero no toda interferencia – precisamente, el
    grupo de las no
    arbitrarias– supone dominación. Según Philip
    Pettit, uno de los principales teóricos actuales del
    republicanismo, el ciudadano" Rey" tiene poder de dominación sobre
    el ciudadano "Demos" en la medida en que:

    1) tiene poder para interferir;

    2) de un modo arbitrario;

    3) en determinadas elecciones que el ciudadano"Demos"
    pueda realizar. Así, no toda interferencia es
    necesariamente arbitraria; y el republicanismo se opone
    sólo a las interferencias arbitrarias.

    Una interferencia arbitraria será aquella realizada
    por la voluntad de quien interfiere, sin que éste se vea
    forzado a atender a los juicios, preferencias o intereses de las
    personas que sufren la interferencia. Aunque el ciudadano "Rey"
    no interfiera nunca en las elecciones del ciudadano "Demos"
    –bien sea porque el ciudadano "Rey" es muy benevolente, o
    porque el ciudadano "Demos" es muy hábil en la lisonja, o
    por cualquier otro motivo–, hay dominación si el
    ciudadano "Rey" tiene la posibilidad de interferir a
    voluntad.

    Un amo de esclavos podía no interferir en la vida
    de un determinado esclavo por el hecho, pongamos por caso, de ser
    muy bondadoso, pero tenía el poder de hacerlo a su arbitrio.
    Había, pues, dominación. La nodominación, por el
    contrario, es la posición de que disfruta una persona cuando
    vive en presencia de otras personas y, en virtud de un
    determinado diseño social e
    institucional, ninguna de ellas la domina. La nodominación,
    pues, constituye un ideal social muy exigente, ya que requiere
    que en una sociedad justa aquellas personas capaces de interferir
    arbitrariamente en la vida de otra persona se vean impedidas de
    hacerlo.

    En qué medida la implantación de una Renta
    Básica puede favorecer las exigencias de justicia de la
    teoría republicana? Dice Pettit: "Si un estado republicano
    está comprometido con el progreso de la causa de la libertad
    como no–dominación entre sus ciudadanos, no puede
    menos de adoptar una política que promueva la independencia
    socioeconómica". O dice otro destacadísimo republicano
    democrático–radical más cercano a nosotros,
    Antoni Domènech, que el derecho a la existencia es una
    condición necesaria de la plenitud ciudadana. Se trata,
    pues, de lograr una ciudadanía independiente, esto es, sin
    dependencia de la beneficencia o de la caridad. Efectivamente,
    sin independencia socioeconómica, mis posibilidades de
    disfrutar de la libertad como no–dominación se ven
    menguadas, tanto en alcance como en intensidad. En cambio, la instauración
    de una Renta Básica supondría el logro de una
    independencia socioeconómica mucho mayor que la actual, por
    parte de importantes segmentos de la ciudadanía,
    especialmente los más expuestos a la dominación en las
    sociedades actuales: trabajadores asalariados, parados, mujeres y
    pobres en general. Es en este sentido que puede decirse que la
    instauración de la Renta Básica sería un bien
    social. La libertad republicana, la libertad como
    no–dominación, vería ensanchadas sus
    posibilidades. Por un lado, en alcance, puesto que los ciudadanos
    contarían con más ámbitos de libertad, vetados
    hasta el momento. Por el otro, en intensidad, pues los
    ámbitos de libertad ya consolidados se
    reforzarían.

    Incluso podemos ir más lejos. De acuerdo con el
    ideal republicano, las políticas sociales que
    provean a la ciudadanía de determinadas prestaciones estarán
    basadas en derechos incondicionales, que no dependan de la
    discrecionalidad de un gobierno o de un grupo de
    funcionarios. Se trata de evitar el establecimiento de otro tipo
    de dominación nueva –la dominación de las
    Administraciones públicas– en la forma de tratar las
    necesidades sociales. Se trata de asegurar del modo más
    incondicional posible las necesidades socioeconómicas de los
    ciudadanos. Una Renta Básica equivale a un derecho a la
    existencia, que añadiría alcance e intensidad a la
    libertad como no–dominación. A veces el Estado debe
    interferir para evitar que se produzcan interferencias
    arbitrarias. Por eso los republicanos democráticos son
    (somos) más radicales política y socialmente. Porque
    allá donde un liberal toleraría una situación
    porque no hay interferencia, un republicano demócrata no se
    encogería de hombros. Incluso en aquellas situaciones que un
    liberal consideraría aceptables, desde el punto de vista de
    la libertad como no interferencia, porque podría suponerse
    razonablemente que el dominador no usará sus prerrogativas,
    una persona partidaria de la libertad como no dominación
    abogaría por la supresión de un contexto
    así.

    Por esta mayor radicalidad política y social que
    comporta la libertad como no dominación, por las pocas
    manías que tendrá un republicano demócrata para la
    intervención –siempre democrática y
    contestable– del Estado (intervención que "contribuya
    a minimizar o amortiguar la dominación y la dependencia",
    como escribía Andrés de Francisco ya a punto de
    finalizar el 2001), la Renta Básica puede ser, y alguna
    indicación pienso haber dado al respecto, un buen
    instrumento para incorporar al diseño institucional del
    ideario normativo republicano. La Renta Básica tiene esa
    interesante dimensión política: constituiría un
    freno eficaz a la dominación social.

     

    6. ¿Por qué es una
    propuesta ecuménica?

    Por lo dicho anteriormente, me parece evidente.
    Expresado con otras y más breves palabras: si se han podido
    hacer justificaciones normativas de la Renta Básica desde
    perspectivas tan diferentes y policromas, se puede concluir que
    estamos ante una propuesta ecuménica. Es más, podemos
    encontrar gran calidad argumental –y
    también la más absoluta privación de ella–
    en un lado y en otro del pensamiento político. (Es
    necesario recordar que la calidad epistémica es
    independiente de las ideas políticas: hay quien lo olvida y
    piensa que por recitar 4 frases izquierdistas ya tiene ahorrada
    la fundamentación de lo que defiende. Piensa que proclamando
    el "qué" ya está resuelto el problema. El "cómo"
    se olvida. El producto suele ser un churro).
    Así, afirmar el acuerdo o el desacuerdo con la Renta
    Básica no informa, por sí sólo, de las
    simpatías políticas de quien emite la opinión. Hay
    partidarios de la Renta Básica que son políticamente de
    derechas, otros que son de izquierda moderada y aún otros
    que se sitúan en la extrema izquierda. La Renta Básica
    es una propuesta social que aspira a reclutar partidarios de
    ideas políticas diversas. Es un ejemplo el proyecto de ley
    que se prevé presentar en diciembre en el Parlamento de
    Cataluña sobre la Renta Básica, proyecto cuyos
    principales animadores han sido parlamentarios de distintos
    partidos: Carme Porta (ERC) y José Luis López Bulla
    (ICV).

    Y hay parlamentarios de algún otro partido que
    también están completamente a favor de la Renta
    Básica. Carme Valls, de CpC, por ejemplo, es miembro de la
    asociación Red Renta Básica.

    Dicho esto, supongo que no habrá necesidad de
    afirmar que la Renta Básica ni substituye ni cancela la
    división entre izquierda y derecha. En relación con
    esto no está de más añadir que, de acuerdo con lo
    comentado hasta aquí, no hay ninguna duda de que la RB no es
    la solución a muchos de los problemas sociales que nuestras
    sociedades tienen planteados. Problemas como la
    división sexual del trabajo, la acumulación ilimitada
    de grandes fortunas, las decisiones tomadas por poquísimos
    consejos de administración (o dicho
    de otra forma y ligada al segundo de los problemas citados: las
    decisiones tomadas por unos pocos miles de familias que disponen
    de ingresos y riquezas
    literalmente insultantes) sin el menor control democrático y que
    afectan a miles de millones de personas, por poner sólo tres
    ejemplos. De la misma forma que criticar la Renta Básica por
    aquello que no puede solucionar resulta torpe, también lo es
    magnificar sus posibilidades más allá de lo que
    realmente puede hacer.

     

    7.
    ¿Desaparecería
    la pobreza?

    Esta pregunta es fácil de responder: si la
    cuantía de la Renta Básica es superior al umbral de la
    pobreza, no hay duda de que
    desaparecería la pobreza. El umbral de la pobreza en
    los países de la Unión Europea se mide en
    términos de pobreza relativa: son pobres,
    estadísticamente hablando, todos aquellos que no disponen
    para vivir de al menos la mitad de la renta media de la sociedad
    en la que viven. En el Reino de España, este umbral de la
    pobreza está situado actualmente alrededor de las cincuenta
    mil pesetas mensuales. Así, por ejemplo, si la Renta
    Básica alcanzara las cincuenta mil pesetas al mes, unos 300
    euros, podríamos considerar que la sociedad española
    quedaría liberada de la pobreza.

    Sin embargo, sabemos que la pobreza no solamente tiene
    factores estrictamente económicos. Pueden existir factores
    psicológicos, o puede estar ligada a otros problemas como el
    alcoholismo u otras
    drogodependencias. Aun así, estos otros incuestionables
    factores de la pobreza podrían, si existiera una Renta
    Básica, ser abordados con mayor eficacia que ahora por parte de
    los trabajadores sociales. En algunos seminarios y conferencias
    que he realizado ante trabajadores sociales, aunque entre ellos
    no había unanimidad en la valoración de la Renta
    Básica, la exclamación "¡por fin haríamos
    realmente de trabajadores sociales!" se repitió a
    menudo.

     

    8. Pero ¿se puede pagar
    una Renta Básica?

    La respuesta a esta cuestión dependerá de lo
    que respondamos a dos preguntas previas: ¿qué cantidad
    habría que pagar? y ¿qué modelo de financiación se
    propone? Esta última cuestión nos remite, a su tiempo, a otros dos
    interrogantes: ¿deben desaparecer otras transferencias
    sociales? y ¿deberemos pagar más impuestos? Existen
    propuestas de Renta Básica muy distintas, en función de lo que
    respondamos a cada una de estas preguntas.

    Respecto de las cantidades, hay que determinar si la
    cuantía a pagar se establece por debajo o por encima del
    umbral de la pobreza. Las necesidades de financiación
    variarán mucho según cuál sea la decisión.
    Además, habría que ver si se establecen cantidades
    iguales para toda la ciudadanía o se pagan rentas diferentes
    para distintos intervalos de edades. En este caso, se entiende
    que las personas de mayor edad deberían disponer de una
    cantidad algo superior al resto.

    En cuanto a los modelos de la
    financiación, hay distintas opciones: puede realizarse a
    través de una redistribución del gasto público (si bien,
    debe quedar claro, que en las propuestas de financiación no
    hay ninguna que diga que la Renta Básica substituiría a
    todas las formas de consumo subsidiado por el
    Estado, sino solamente a los programas redistributivos del
    ingreso), o de una reforma del IRPF, o de la creación de
    nuevos impuestos o de una combinación de todo lo anterior.
    Hay quien también ha considerado la famosa tasa Tobin como
    posibilidad parcial de financiación. En todos los modelos de
    financiación que conozco, los situados en la escala inferior de los ingresos
    ganan, y los más ricos pierden. Dinero para pagar una Renta
    Básica –aunque inicialmente se tratara de una cantidad
    pequeña, inferior al umbral de la pobreza– lo hay. Es
    algo perfectamente demostrable. Se trata de lograr que a la
    factibilidad técnica se
    añadan las precisas dosis de voluntad política.
    Mientras, como es harto sabido y harto olvidado por parte de
    aquellos académicos que les importa un bledo la suerte de
    sus semejantes más dominados y pobres, el 1% de la población más
    opulenta de muchos países acapare el 30% de la riqueza (en
    Estados Unidos entre el 40 y
    el 50%), oponerse a la Renta Básica por motivos
    "técnicos" suena más, permítame la franqueza, a
    burla malintencionada que a razonamiento consistente. A
    política disfrazada de argumentaciones supuestamente
    técnicas. Política
    vergonzante, en definitiva.

     

    9. ¿Trabajaría la
    gente con una Renta Básica?

    Con toda seguridad, sí. Para empezar,
    pensemos que la mayoría del trabajo social se realiza gratis,
    de forma no asalariada (trabajo doméstico y trabajo
    voluntario). Pero hay además muchas razones para suponer que
    una Renta Básica no provocaría en absoluto una retirada
    masiva del mercado de trabajo: en primer lugar, la mayoría
    de la gente busca reconocimiento social, sentirse útil, o
    incluso una cierta autorrealización en el trabajo
    además de ingresos: algunas de esas cosas las dan
    determinados trabajos asalariados, y también otros no
    asalariados (como el trabajo voluntario). Pero, en segundo lugar,
    aunque la gente sólo buscara dinero, el deseo de obtener
    mayores ingresos tiene que ver con muchos factores sociales y
    culturales, y si no desaparece hoy día incluso con salarios medios y altos, tampoco
    desaparecería con una Renta Básica que, aunque diera
    para subsistir dignamente, no permitiría lujos (y quizá
    menos en sus primeras fases de implantación). En tercer
    lugar, pensemos que actualmente nuestro problema es que el
    mercado de trabajo "de calidad" está saturado y por tanto
    excluye a buena parte de la población: no sería un
    drama social, sino todo lo contrario, el que algunas personas
    decidiesen dejar sus empleos–basura o mal pagados para
    dedicar unos años a formarse, a establecer una familia, a colaborar con ONG’s o a emprender
    cualesquiera otros proyectos personales, que pueden
    implicar trabajar no asalariadamente. Al contrario, esto
    liberaría a mucha gente de la presión irracional por
    encontrar un empleo a cualquier precio, y les permitiría
    ser más selectivos y exigentes en la búsqueda, lo que,
    de pasada, obligaría a los empresarios a ofrecer condiciones
    más atractivas para algunos empleos.

    Alguien podría pensar que todo lo anterior no son
    más que hipótesis y suposiciones,
    y que en realidad desconocemos lo que ocurriría. Bien, pero
    lo cierto es que disponemos de estudios empíricos sobre el
    tema: algunos modelos de simulación predicen
    sólo una pequeña retirada del mercado de trabajo por
    parte de algunos trabajadores/as con empleos mal pagados y
    desagradables. Otros muestran que el estímulo a aceptar un
    empleo para aquellos que hoy cobran prestaciones sociales
    sería precisamente mucho mayor con una Renta
    Básica, dado que podrían acumular ambas rentas,
    mientras que ahora eso no es posible (es lo que se conoce como
    las "trampas de la pobreza" y "del paro"). Por último, en
    los EE.UU. se realizaron vastos experimentos sociales entre 1968
    y 1982 con algo parecido a una Renta Básica: la retirada del
    mercado de trabajo fue muy reducida, e incluso el nivel de empleo
    aumentó para algunos grupos. De manera que los temores
    catastrofistas sobre una sociedad de vagos y ociosos simplemente
    no encuentran apoyo en todo lo que sabemos y podemos
    razonablemente suponer.

     

    10. ¿No sería mejor
    garantizar el derecho al trabajo?

    No lo creo, y no porque piense que trabajar no es
    necesario o deseable, sino por una razón muy simple: porque
    un derecho tal no es viable, y si hacemos que lo sea, sería
    al precio de hacerlo indeseable. Pensemos en lo que podría
    querer decir "derecho al trabajo": ¿estaría legalmente
    estatuido de modo que se pudiera reclamar ante los tribunales?;
    ¿debería implicar el deber de trabajar para toda la
    población apta para ello, como las "leyes antiparásitos" de la
    ex–URSS?. Parece claro que un derecho tal, para ser
    deseable, debería ser un derecho a una remuneración
    suficiente (no el "derecho" a trabajar gratis, que ya existe de
    hecho) y a condiciones laborales dignas, ser "socialmente
    útil" o "ético" (no vale conseguir el pleno empleo
    fabricando armas o contaminando), y tener
    algún sentido para el trabajador (no vale garantizar el
    derecho a ensobrar cartas ocho horas al día).
    Pues bien, es dudoso que todas esas condiciones, necesarias para
    hacer del derecho al trabajo algo deseable y alternativo a la
    Renta Básica, puedan cumplirse todas a la vez. Para empezar,
    en España por ejemplo, habría que crear hoy unos 12
    millones de empleos dignos, útiles y con sentido (17 si
    contamos a los empleos–basura y precarios). Si ese
    milagro se consiguiese de forma no autoritaria, a buen seguro nos saldría mucho
    más caro que una Renta Básica (por todos los gastos de infraestructura,
    organización y supervisión que
    acarrearía). Pero hay otros problemas: ¿qué
    trabajos habría que aceptar cuando alguien reclame su
    "derecho"?; ¿se podría exigir un cambio de residencia?;
    ¿cómo se determinaría la "utilidad social" de los
    trabajos?; ¿cómo se distribuirían los trabajos
    desagradables, pero necesarios?; ¿qué pasaría con
    quienes no aceptaran los "trabajos garantizados" por el Estado?;
    ¿cómo podría un empleo otorgado como un derecho
    por el Estado dar reconocimiento social además de una
    renta?

    Parece que la Renta Básica sería una manera
    mucho más barata, eficiente y equitativa de inducir y
    favorecer un mejor reparto del trabajo social (no sólo del
    empleo asalariado) entre toda la población, y hacerlo de
    forma no coercitiva ni autoritaria. Una Renta Básica, por
    ejemplo, podría estimular ese reparto al hacer posible y
    deseable para muchos individuos el trabajar menos horas, de tal
    modo que otros puedan cubrir el "espacio" que ellos dejen libre
    (y el empleo así conseguido tendría más
    posibilidades de ser reconocido socialmente). En este sentido, la
    reducción del tiempo de trabajo es plenamente compatible y
    coherente con una Renta Básica. En suma, la Renta
    Básica podría favorecer un "derecho al trabajo"
    más efectivo y deseable en la práctica que cualquier
    política deliberada en ese sentido.

     

    11. ¿Hace el
    desarrollo tecnológico
    más perentoria la Renta Básica?

    Es evidente que, en principio, el desarrollo
    tecnológico ahorra trabajo y por lo tanto, en una economía capitalista, puede eliminar
    empleos o hacerlos más inseguros, aunque esta es una
    cuestión discutida entre los economistas. En la medida en
    que lo haga, sin embargo, la pobreza y el paro aumentarán y
    la Renta Básica puede hacerse más necesaria. Pero hay
    otros dos sentidos en los que el desarrollo tecnológico
    puede facilitar el establecimiento de una Renta Básica: en
    primer lugar, al aumentar la proporción de riqueza que es
    socialmente producida y heredada –y cuya producción, por tanto, no
    se puede atribuir a tal o cual individuo–, hará la
    Renta Básica más plausible en términos éticos
    y desactivará las posibles críticas meritocráticas
    hacia la misma. En segundo lugar, al aumentar la productividad puede hacer
    financieramente posible una Renta Básica bastante generosa
    en un plazo de unos 15 o 20 años.

    En cualquier caso, puede decirse que la deseabilidad en
    términos de justicia de una Renta Básica es en cierto
    modo independiente del grado de desarrollo tecnológico, y
    que también en países con un bajo desarrollo
    tecnológico la introducción de una Renta
    Básica podría, a la inversa, constituir un acicate para
    el desarrollo técnico, económico y humano.

     

    12. ¿Ayudaría a
    convertir el mercado
    laboral en un "lugar" más
    justo?

    Parece incuestionable que la garantía de una renta
    suficiente para cubrir las necesidades básicas de los
    ciudadanos permitiría algo que ahora es prácticamente
    imposible para la mayoría de la gente: salir del mercado de
    trabajo, es decir, optar por el rompimiento de las negociaciones
    con los empresarios –los empleadores, para decirlo con el
    benevolente término al uso entre ciertas escuelas de
    pensamiento económico– cuando las condiciones les
    resultaran poco favorables Así, la seguridad en los ingresos
    que supondría una Renta Básica evitaría que los
    trabajadores se viesen impelidos a aceptar una oferta de trabajo bajo
    cualquier condición. Desde el momento en que su salida del
    mercado de trabajo resultara practicable, la relación de
    trabajo se volvería menos coercitiva. De este modo, la
    libertad de los ciudadanos, entendida a la manera del
    republicanismo, es decir, como no–dominación,
    ganaría terreno.

    El mercado laboral es un lugar donde negocian, por un
    lado, los buscadores de empleo y, por el
    otro, los empleadores. Los procesos de negociación en este mercado
    están íntimamente ligados a las diferencias de
    independencia socioeconómica entre una y otra parte. Quien
    dispone de mayor independencia socioeconómica es,
    automáticamente, más independiente respecto de las
    decisiones que pueda tomar la otra parte de la negociación.
    Por lo tanto, negocia ya de partida con un mayor margen de
    maniobra. En otras palabras, no es lo mismo llevar las
    negociaciones laborales al límite de la ruptura cuando se
    cuenta, como en el caso de los empresarios, con la posibilidad
    real de reemplazar a los trabajadores actuales por maquinaria o
    por trabajadores en paro –los que engrosan las filas del
    otrora llamado "ejército industrial de reserva"–, que
    romperlas a sabiendas de que tu subsistencia depende de forma
    directa –y prácticamente exclusiva– del salario obtenido de los
    individuos sentados al otro lado de la mesa de negociación,
    como les ocurre a los trabajadores hoy en día.

    La relación laboral que se observa en la
    actualidad, pues, no puede resultar menos simétrica. En este
    contexto, una Renta Básica permitiría acabar con la
    carestía de fondos que empuja a los trabajadores, presos del
    temor de que el paso del tiempo empeore su posición
    negociadora, a precipitarse y a aceptar acuerdos que quizás
    no sean los más favorables para ellos. En otras palabras, la
    Renta Básica dotaría a los que buscan trabajo de un
    "colchón" económico suficiente para hacer creíble
    la amenaza del rompimiento de las negociaciones y, por lo tanto,
    para incrementar su fuerza negociadora. Parece
    evidente, en definitiva, que la Renta Básica dotaría a
    los trabajadores de unos niveles nada menospreciables de
    independencia socioeconómica respecto de los empresarios,
    con lo cual las relaciones laborales
    serían menos asimétricas y el éxito de las
    reivindicaciones de los trabajadores aparecería como una
    posibilidad menos quimérica.

     

    13. ¿Ayudaría la
    Renta Básica a crear una sociedad más
    igualitaria?

    Respecto de esta cuestión, hay que preguntarse lo
    siguiente. ¿Mejorarían los salarios bajos?
    ¿Bajarían los salarios altos? A tenor de lo que
    plantearon Van der Veen y Van Parijs, los autores del
    artículo por medio del cual la propuesta de la Renta
    Básica irrumpió en la escena académica a mediados
    de los ochenta, el derecho incondicional de los trabajadores a
    una renta sustancial elevaría simultáneamente los
    salarios de los trabajos poco atractivos y poco estimulantes, que
    ahora nadie se vería obligado a aceptar para sobrevivir, y
    reduciría los salarios medios de los trabajos atractivos e
    intrínsecamente gratificantes. Por un lado, pues, los
    trabajos penosos, los que se desempeñan bajo condiciones
    legales o físicas extremas, dejarían de ser aceptados
    con los bajos niveles salariales actuales. De este modo, los
    empresarios, si quisieran que su actividad productiva no se viera
    interrumpida, deberían plantearse la necesidad de asumir
    incrementos salariales sustanciales para hacer atractivas tales
    tareas, por lo menos para algunos individuos y para cierto
    período de tiempo. Es en situaciones como ésta que el
    mayor poder de negociación de los trabajadores, derivado a
    la Renta Básica, hallaría sus frutos.

    Por otro lado, con una Renta Básica, puesto que las
    necesidades fundamentales estarían cubiertas, la gente
    podría aceptar un trabajo de calidad, altamente
    gratificante, a pesar de que estuviera remunerado por debajo de
    los niveles salariales actuales. Existe una serie de tareas que
    reportan a los individuos que las realizan una satisfacción
    que va más allá de la mera retribución
    económica. Es harto conocido el jugoso ejemplo que dio en su
    día E.O. Wright, uno de los más prestigiosos
    sociólogos estadounidenses de las últimas décadas.
    Venía a plantear Wright que un profesor de Sociología cuenta con el
    privilegio de desempeñar una tarea que no sólo le
    reporta una –probablemente– substancial
    remuneración cada fin de mes, sino que, además, supone
    para él todo tipo de recompensas no pecuniarias:
    reconocimiento social, posibilidad de un amplio abanico de
    relaciones personales y, sobre todo, el puro placer de
    desempeñar una tarea constitutivamente gratificante. Pues
    bien, cabe pensar que, en la medida en que se cuenta con la
    seguridad de que dicho profesor no cejará en su empeño
    en investigar, formarse y transmitir sus conocimientos a las
    nuevas promociones de sociólogos, no habrá motivo para
    que, una vez cubiertas sus necesidades elementales con una Renta
    Básica, su salario se mantenga en un nivel muy por encima
    del de subsistencia. En definitiva, puede afirmarse sin
    demasiadas reservas que, con la introducción de una RB, los
    salarios altos correspondientes a trabajos con recompensas no
    estrictamente monetarias sufrirán una presión a la baja
    –todo ello, evidentemente, en el caso de que tales salarios
    se fijen libremente, esto es, de que no se hallen blindados por
    determinadas prerrogativas funcionariales–.

     

    14. ¿Con la renta
    básica, la flexibilidad laboral pasa a ser socialmente
    sostenible?

    Si por flexibilización entendemos fórmulas de
    trabajo a tiempo parcial, hay que contestar positivamente. Sin
    embargo, de entrada, es preciso deshacer una confusión
    endémica que se da habitualmente en el seno de la izquierda,
    a saber, la confusión entre los objetivos, escogidos por
    buenas razones de índole ética, y los medios o los
    instrumentos históricamente propuestos para el logro de
    tales objetivos. Si de lo que se trata es de dotar a las gentes
    de libertad real para desarrollar sus planes de vida, entonces
    los viejos instrumentos vinculados al Estado de Bienestar
    sólo nos interesan en la medida en que nos permiten lograr
    esos objetivos políticos. Unos instrumentos, dicho sea de
    paso, que excluyen cualquier forma de flexibilización del
    mercado de trabajo.

    En este sentido, el hecho de que la izquierda haya
    empleado históricamente generosos esfuerzos para la construcción de unos
    instrumentos como los del Estado del bienestar, que en su
    día se creyeron óptimos, no debe hacernos olvidar que
    lo central son los objetivos. Si hoy la Renta Básica aparece
    como la propuesta más eficaz para el logro de la libertad
    real, auténtico propósito de todo proyecto
    emancipatorio, no debe ser desechada a resultas de su
    compatibilidad con ciertas medidas de flexibilización de las
    condiciones contractuales, a pesar de que esta
    flexibilización parezca contradecir, de entrada, los
    esquemas propios de la izquierda en estas últimas
    décadas.

    En cualquier caso, debe evitarse plantear la
    cuestión que nos ocupa como si, con una RB, resultara
    más sostenible ceder un cierto terreno a los intereses de
    los empresarios y permitir desregular los mecanismos de
    protección social –en tal caso, estaríamos
    entendiendo la RB como una mera moneda de cambio de utilidad para
    la arena político–práctica–; de lo que se
    trata es de asumir que, con una RB, la protección social
    –cierta protección social, por lo menos– ya
    existe, ya constituye una realidad inapelable.

    De todas maneras, en esta cuestión es necesario
    matizar mucho. No son pocos los estudiosos de la Renta
    Básica que han insistido en que un proceso de implantación
    de la misma podría requerir un cierto gradualismo. Razones
    tanto de tipo técnico como de índole estratégica
    han llevado a determinados autores a proponer la
    implantación de una Renta Básica de cantidad reducida
    como primer paso hacia una Renta Básica más
    sustanciosa. Así, mientras la Renta Básica no alcanzara
    los niveles equivalentes al umbral de la pobreza, las virtudes
    asociadas a ella no lograrían materializarse.

    En este sentido, con una Renta Básica muy baja,
    inferior a la línea de la pobreza, los procesos de
    flexibilización laboral serían insostenibles desde el
    punto de vista social: los ciudadanos perderían los
    mecanismos de protección social sin haber logrado niveles
    significativos de seguridad en los ingresos.

    Por tanto, una Renta Básica haría sostenible
    socialmente la flexibilización sólo si fuera igual o
    superior al umbral de la pobreza. Hecha esta apreciación, la
    flexibilización, en estas condiciones, podría permitir
    una inusitada coincidencia de intereses entre los empresarios y
    los trabajadores: el fomento del trabajo a tiempo parcial. Esta
    coincidencia no debe ser vista como una claudicación por
    parte de los trabajadores, sino como la manifestación
    inequívoca de un logro: el de la seguridad en sus ingresos
    y, como resultado de éste, el de la posibilidad de
    plantearse fórmulas contractuales más flexibles en aras
    de unos mayores niveles de realización personal no sólo en el
    trabajo, sino también en el resto de las esferas de la vida
    cotidiana.

     

    Nota

    (*) Artículo publicado en la revista El Ciervo
    número 610, enero 2002

     

    Daniel Raventós, José A. Noguera y David
    Casassas

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