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J. A. Comenio en los albores de la escuela moderna



     

    En principio –y por principio– asumo la
    frase de Berger y Luckmann como la intención que le da
    significado al presente ensayo: "Es imposible
    comprender adecuadamente qué es una institución, si no
    se comprende el proceso histórico en que
    se produjo" (1). En efecto, la institucionalización de las
    prácticas formativas en que se expresan los sistemas educativos modernos
    occidentales y que conocemos como escuela, se ha sedimentado en
    la historia de las sociedades y de las personas;
    de ellas se reconocen las tarimas, los uniformes escolares, los
    mesabancos de los alumnos, la pizarra y una serie de rituales que
    hemos de sufrir todos los días: la chicharra que marca la entrada a clases, el
    recreo, la salida; las evaluaciones; los festivales de fin de
    año, etc. Pero ¿a partir de qué momento y de
    qué necesidades se van estableciendo como rutinas
    escolares?

    Si bien por lo menos desde dos décadas atrás,
    han proliferado los estudios que a partir de ópticas
    diversas abordan a la escuela como institución y baste para
    ello traer a colación a la pedagogía institucional y
    la que ha dado en llamarse nueva sociología de la
    educación, mi propósito es remontarme más
    allá, a los siglos XVI y XVII en que se empieza a perfilar
    el estado moderno, que
    delegará en la institución escolar, la responsabilidad central de
    llevar a cabo los procesos formativos de las
    modernas sociedades. Para ello recurro a la Didáctica
    Magna,
    e intento hacer una lectura re-lectura de Juan
    Amós Comenio (Checoeslovaquia, 1592 – Holanda, 1670), que
    presente algunas facetas de lo que he venido señalando. Como
    declaración de principios también quiero
    decir que no me interesa meter a Comenio en una camisa de
    fuerza para que exprese
    determinados planteamientos, ni evaluarlo a la luz de su genialidad; me preocupa
    entender a Comenio como un hombre de su tiempo, que protagoniza una
    época y que se vuelve su portavoz, esto es, que expresa las
    inquietudes, las ideas que ya antes se habían ido
    bosquejando y que en su momento coinciden con las de los otros
    contemporáneos y coetáneos que hablan desde el mismo
    lugar: interesados por descubrir el bosquejo de lo que será
    la escuela moderna.

    Durante los siglos XVI y XVII en Europa Central, se gesta la
    edad moderna. Si bien en todas
    la épocas y sociedades se ha dado la controversia entre
    sectores conservadores y de avanzada, en el momento que vive
    Comenio, la tendencia dominante es el cambio, la apertura ante una
    nueva edad que se inicia, en la que poco a poco irán
    cristalizando inquietudes de renovación en todos los
    órdenes, que desde siglos atrás venían
    abriéndose paso muy lentamente. En medio de estas
    transformaciones complejas y totalizadoras, un nuevo sector
    social pasará a representar el papel estelar: la naciente
    burguesía, que optando por la vida terrenal, buscará su
    consolidación a través del poder
    económico.

    En el orden socioeconómico feudal que se hace
    añicos, surgen numerosos movimientos disidentes con bandera
    religiosa; de ellos nace el protestantismo que impone su
    presencia a través de un complejo y ambicioso proyecto de reforma social; es
    Comenio, el que le dará cuerpo ala vertiente educativa,
    expresada en su propuesta de reforma escolar y contenida en la
    Didáctica Magna, en ella se trazan los rasgos
    fundamentales, al menos como ideario, de lo que será la
    institución escolar de los estados modernos.

    Con base en todo esto se organiza el presente ensayo en
    dos partes: una que hace referencia ala mentalidad de los siglos
    XVI y XVII; otra al análisis de algunos
    aspectos centrales de la Didáctica Magna, desde la
    perspectiva señalada.

     

    1. La mentalidad de los siglos XVI y
    XVII

    ¿Cuál es el fermento que flota en el ambiente de Europa Central
    durante los siglos XVI y XVII? Obviando las particularidades y
    momentos de cada una de las específicas sociedades se puede
    marcar como tendencia dominante la ruptura, el cambio, la
    transición del modo de producción feudal al
    incipiente capitalismo, con todas las
    transformaciones que esto conlleva en la mentalidad, en las
    creencias, en los valores, en las formas de
    vida de las personas y de las sociedades. Se puede decir en forma
    muy esquemática que se da un trastocamiento del orden
    socioeconómico, político, religioso y cultural; es
    decir, ¡en todo! Nada ni nadie queda en su lugar. Aún
    cuando también es cierto que el proceso fue lento, muy lento
    y la nueva sociedad que aflora, conserva
    rasgos y estructuras de la sociedad
    anterior que poco a poco se irán resquebrajando; por otra
    parte, la concepción de la edad media como oscurantista,
    sin movimiento, hace tiempo que ha
    sido superada: si bien la mentalidad estaba muy matizada por el
    dogma, también es verdad que por otros lados surgían y
    se fortalecían otros pensamientos importantes; así,
    obedeciendo más bien a estilo personal, procedo a partir de
    antinomias para caracterizar la edad media en relación a la
    edad moderna.

    El tránsito entre la edad media y la edad moderna
    se significa en la transición de lo estático, fijo,
    inmutable, de verdades reveladas, cerrado, a lo dinámico,
    variable, cambiable, de realidades por descubrir, abierto. La
    posibilidad de desplazamiento y la conciencia de este
    desplazamiento, en todos los aspectos de la vida personal y
    social; la confianza en el hombre, en sus capacidades
    y en sus posibilidades de ascenso social con base en el propio
    esfuerzo inauguran con gran optimismo la edad moderna: estamos
    presenciando el nacimiento de un nuevo sector social: la
    burguesía; esto es, los habitantes de los burgos
    –comerciantes, artesanos, banqueros, empresarios,
    funcionarios–, que habrán de constituirse en el sector
    de avanzada de los siglos XVI y XVII, sector que se va a
    caracterizar por poner los pies sobre la tierra.

    En esta transición, el punto de partida estructural
    es una economía feudal, que se
    ordena en relación a la posesión de la tierra por la nobleza
    –que vive de sus rentas–, la institución
    religiosa y al trabajo que de la tierra hacen
    los vasallos, se puede decir que, en general, estas sociedades
    viven al día: unos porque derrochan; otros, porque se
    limitan a vivir con lo indispensable. El punto de llegada
    estructural es una incipiente economía capitalista, que
    parte de los sectores urbanos y que, muy esquemáticamente,
    se puede expresar en la fórmula: dinero + tiempo + capacidad de
    trabajo = mayor capital, lo que también
    se traduce en movilidad social: el prestigio y la legitimación del sector
    social ahora se leen desde otro lugar[…]

    Para lograr sus fines, la naciente burguesía va a
    imponerse un proyecto racional que va a afectar diversos planos;
    en ello, el criterio es la clara previsión de fines y la
    adecuación de medios para lograrlos; existe
    la intención de optimizar resultados con la menor inversión de tiempo,
    energía y recursos. La realización de
    este proyecto racional conlleva otra forma de entender la vida,
    de vivirla, de proyectarla hacia el futuro.

    Esta nueva forma de ver se expresa a través de la
    valoración del hombre como individuo, de la seguridad en sus propias
    posibilidades, de su capacidad por conocer su realidad y
    transformarla: el peso del "pecado original" va quedándose
    atrás y va siendo sustituido por la confianza en el
    progreso, como visualización de una vida mejor aquí, en
    la tierra.

    En este contexto, son otros los saberes privilegiados,
    otra la forma de construirlos; también se desplaza la
    escolástica, que defendía un saber inamovible e
    incuestionable, sobre la base de la argumentación
    silogística y verbal, en la que preocupaba, por ejemplo,
    pasarse horas y horas discutiendo cuántos dientes tiene un
    caballo, sin acercarse en ningún momento, a abrirle la
    boca… ! Ahora, la ciencia moderna, con Bacon
    y Galileo, contemporáneos de Comenio, se preocupa por la
    Naturaleza, por entender
    qué sucede en ella, por aprehender sus leyes y por obtener provecho de
    estos conocimientos.

    La naciente burguesía opta por otros conocimientos,
    va a expresar otras preferencias: "Propio de esta clase social va a ser: el
    gusto por una cultura más secular, una
    propensión a los hechos concretos y su sentido del orden y
    lo positivo (útil y pragmático). La nueva ciencia recoge este interés pragmático,
    acorde con el intento de dominarla naturaleza, y señala una
    actitud
    tecnológica del conocimiento y sus
    aplicaciones"(2).

    Así, va siendo la naciente burguesía que busca
    su consolidación, la que imprime el carácter de la
    época: su desplazamiento por la tierra y por el mar, su
    movilidad como sector social, van a dar un tinte democratizador
    frente al antiguo orden socioeconómico y político
    resquebrajado; esta democratización, que se expresa a
    través de las relaciones, de los conocimientos –que
    habrán de ser para todos–, de las formas de divulgar
    el saber accesibles a todos, en lenguaje llano, en lengua vernácula,
    democratización, que está implícita en la idea de
    igualar, de unificar, de integrar y que nos coloca frente a la
    incipiente conformación del Estado moderno, con su gran
    proyecto de racionalidad[…]

    Sin embargo, la movilidad no se da en todos los sectores
    sociales; son numerosos los movimientos liberadores que contra el
    orden cristiano feudal asumen la disidencia con bandera
    religiosa. Los hussitas, los hermanos moravos –de los que
    será pastor Comenio–, finalmente la reforma
    protestante. y será el protestantismo la religión que requería la naciente
    burguesía para avalar su espacio terrenal: El protestantismo
    se ensamblará ala perfección con el naciente
    capitalismo.

    Es en esta reforma protestante, no sólo religiosa
    sino de complejas dimensiones sociales, donde se gestará el
    proyecto educativo de Comenio, que se expresa en la
    Didáctica Magna.

     

    2. La institucionalización de los procesos
    formativos

    Comenio realiza una fuerte crítica a la escuela de
    su tiempo –la pugna de siempre entre lo viejo y lo
    nuevo– y en su preocupación por normar los procesos
    formativos escolarizados, propone la que habrá de ser la
    primera gran reforma educativa de la edad moderna, reforma que si
    bien en su momento aparece como una gran utopía educativa,
    poco a poco irá consolidándose a la par de la
    consolidación del Estado moderno[…]

    En la institución escolar que surge de ello,
    percibimos rasgos que nos son muy familiares: en ella se
    encuentra toda la escuela moderna ¡sólo que en estado
    germinal! Se trazan así, los lineamientos globales para su
    funcionamiento. Hay una intención homogenizadora, que
    se expresa:

    a. En el plano de la población, en la medida,
    en que todos puedan asistir a la escuela:

    […] no sólo deben admitirse en las escuelas
    de las ciudades, plazas, aldeas y villas a los hijos de los
    ricos o de los primates, sino a todos por igual, nobles y
    plebeyos, ricos y pobres, niños y niñas
    (3).

    b. En el plano de los saberes: "En las escuelas hay
    que enseñar todo a todos"(4). C. En el plano de la
    transmisión de conocimientos, es manifiesta la
    preocupación porque sean accesibles a todos:

    […] que todas las cosas, aun las más serias,
    se traten de modo familiar y ameno, en forma de coloquio o
    disputa enigmática, o mediante parábolas y,
    apólogos (5) .

    En el trasfondo de esta intención de hacer
    accesible el conocimiento, se encuentra
    el debate en tomo a la enseñanza en latín o
    en lengua vernácula en el que ¡por supuesto! Comenio
    opta por la segunda.

    d. En el plano de la organización misma del
    sistema escolar, en el que se
    prevén cuatro niveles: escuela materna, escuela
    común, escuela latina, academia, ordenados en
    relación a las edades, a los aprendizajes posibles y
    necesarios, a los contenidos. Todo ello en una razonable y sana
    secuencia:

    El núcleo de los estudios debe distribuirse
    cuidadosamente en clases, a fin de que los primeros abran el
    camino a los posteriores y les den sus luces (6).

    e. En el plano mismo del accionar docente, se pretende
    igualar los contenidos, la forma de abordar cada campo de
    estudios –ciencias, artes, lenguas,
    costumbres, piedad–, la forma de elaborar libros únicos para cada
    grado escolar, la forma de orientar las actividades: "En cada
    escuela se siga el mismo orden y procedimiento en todos los
    ejercicios" (7) .

    Otro gran lineamiento que comienza a estar presente
    desde los siglos XVI y XVII, es el referente a la racionalidad
    –coincidente, por otra parte, con el precepto
    racionalizador del estado moderno que se gesta–, en el que
    la consigna es la definición de los objetivos que se pretenden
    alcanzar y la previsión de los medios adecuados:

    […] no había objetivos determinados ni metas
    fijas a las que hubiesen de llegar los discípulos en cada
    año, mes o día (…) no se determinaban los caminos
    que infaliblemente habían de conducir a la meta (8).

    Todo esto llevará a la optimización de los
    resultados: " ¿Cómo deben enseñarse las cosas para
    obtener doble o triple resultado con un solo trabajo?"
    (9)

    A la vez, marca su presencia el tiempo: se inicia la
    cuantificación de los tiempos educativos en atención a las tareas por
    realizar[…] Comenio señala en la Didáctica
    Magna,
    la totalidad del tiempo formativo escolar
    –"desde la infancia hasta la edad viril":
    24 años–; la necesaria alternancia de períodos de
    trabajo y de descanso; la jornada escolar, sólo de cuatro
    horas; la duración del año escolar que regulará el
    inicio y el término de las labores para profesor y alumnos al mismo
    tiempo:

    No comenzar la labor de la escuela sino una vez al
    año, de dar de igual modo que el Sol, una vez al año (en
    la primavera), empieza a ejercer su operación en los
    vegetales. (10)

    Finalmente otro gran lineamiento que se bosqueja es la
    función socializadora de
    la escuela: la idea de estar con el otro y de hacer con el otro
    ya se manifiesta tanto en la posibilidad de que un maestro se
    haga cargo de varios alumnos simultáneamente:

    Es evidente la utilidad que reporta el tratar
    todos en cada clase de una sola materia al mismo tiempo,
    porque es menor el trabajo del Preceptor y
    mayor el aprovechamiento de los discípulos (11).

    […] como en el reconocimiento de la influencia
    recíproca de los alumnos entre sí:

    Además, cada uno de ellos estimula a los
    restantes ya que sus pensamientos versan sobre una misma cosa,
    y con el mutuo contraste se corrigen unos a otros
    (12).

    En este estar en medio de otros y con el otro, cobra
    relieve la relación
    educativa: la relación entre el profesor y los alumnos se
    establece, ya partir de ella se delimitan las funciones:

    "[…] sentado en el sitio más elevado extiende
    sus ojos en derredor y no permite que nadie haga otra cosa que
    tener puesta su mirada en él"(13).

    La imagen del docente, en
    relación a épocas anteriores, se dignifica y se empieza
    a mistificar[…]

    […] hay que procurar que todos aquéllos que
    tienen la misión de formar hombres
    hagan vivir a todos conscientes de esta dignidad y excelencia y
    dirijan todos sus medios a conseguir el fin de esta sublimidad
    (14).

    Ahora bien, la fuente-inspiración, la fuente
    fundamento, la fuente-objeto de estudio, de los procesos
    formativos escolarizados que se tratan de replantear es la
    naturaleza no en su carácter divino sino profano,
    sobre la que es posible inquirir:

    […] la idea universal del arte de aprender y enseñar
    todas las cosas, no debemos ni podemos tomarla de otra parte
    que no sea de la enseñanza de la naturaleza
    (15).

    La naturaleza-realidad, se convierte en objeto de
    conocimiento que, desde una posición sensual-empirista, es
    posible captar a través de todos los sentidos:

    [ …] si se quiere engendrar en los discípulos
    verdadero y exacto conocimiento de las cosas, hay que procurar
    que la enseñanza toda sea por medio de la propia
    intuición y de la demostración sensual
    (16).

    […] y desde donde es posible rechazar
    críticamente al verbalismo, de matriz
    escolástica:

    […] apenas se vio alimentado el entendimiento con la
    verdadera esencia de las cosas; se le llenaba las más
    veces con la corteza de las palabras (una locuacidad vacía
    y de loro) y con la paja o el humo de las opiniones
    (17).

    […] Así como preconizar el aprendizaje de lo útil;
    esto es, debe evitarse el aprendizaje de las cosas
    inútiles: "Las que no son necesarias (…) Las ajenas (…)
    las muy particulares"(18).

    Finalmente, es también la Naturaleza
    –sólo que ahora entendida desde la perspectiva
    cristiano- feudal–, la fuente de perfección a partir
    de la cual se forma el hombre[…] y cerramos este ensayo con la
    definición que Comenio, influido por Aristóteles, hace de
    la educación:

    Nada, pues, necesita el hombre tomar del exterior,
    sino que es preciso tan sólo desarrollar lo que encierra
    oculto en sí mismo y, señalar claramente la
    intervención de cada uno de sus elementos (19).

    El estudio de la Didáctica Magna
    requeriría aún de una constante reflexión y
    comprensión de su momento; sin embargo, hoy pongo punto
    final aquí. y para ello, baste enfatizar que no es fortuita
    la cercanía que sentimos con los grandes ejes que trazan la
    propuesta educativo-escolar de Comenio y sobre la que no tengo la
    pretensión de emitir un juicio valorativo; se trata
    sólo de un asunto de vigencia histórica, de
    concreción de los rasgos fundamentales de la realidad
    escolar de una propuesta que, seguramente, en su momento
    histórico tuvo mucho de ideario educativo, de utopía
    educativa propia del nacimiento del estado moderno, como estado de derecho.

    Notas

    * Este ensayo forma parte de una investigación que
    actualmente se realiza.

    (1) BERGER, P. y Th. LUCKMANNN. La construcción social de la
    realidad.
    Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1976. p.
    76.

    (2) MARDONES, I. M. y N. URSUA. Filosofía
    de las ciencias humanas y sociales.
    Ed. Fontarnara, México, s/f. p.
    19.

    (3) COMENIO, Juan Amós. Didáctica
    Magna.
    2a. ed., Ed. Porrúa, México, 1982, p.
    30.

    (4) Ibid. p. 33.

    (5) Ibid. p. 75.

    (6) Ibid. p. 69.

    (7) Ibid. p. 81.

    (8) Ibid. p. 94.

    (9) Ibid. p. 104.

    (10) Ibid. p. 103.

    (11) Ibid. p. 103.

    (12) Ibid. p. 103.

    (13) Ibid. p. 98.

    (14) Ibid. p. 1.

    (15) Ibid. p. 53.

    (16) Ibid. p. 110.

    (17) Ibid. p. 39.

    (18) Ibid. p. 107.

    (19) Ibid. p. 12 .

    María Esther Aguirre Lora **

    ** Investigadora en el Centro de Estudios sobre la
    Universidad, Unam.

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