- Introducción
- En
oposición al padre… las familias Horta y
Piedrabuena - Por
andar calabereando - Los
bienes que corresponden a los hijos /as - Para
que se restituyan los bienes de la
familia - Algunas
reflexiones
La familia fue y es el centro de los
afectos pero también de un sinnúmero de conflictos. La diversidad y la
multiplicidad familiar es difícil de observar si sólo
tenemos en cuenta al grupo que convive y las
relaciones jurídicas que los unen. Por lo tanto, otros
factores como la vecindad, la amistad, la solidaridad y el trabajo son necesarios
tener en cuenta al referirnos a la familia. Así podemos
definirla conceptualmente como una continuidad simbólica y
una red de relaciones sociales
que se perpetúa a través de la transmisión de unas
señas de identidad colectiva donde la
propiedad, el control de los medios de producción, los sistemas de trabajo y las prácticas
de la herencia tienen un papel
fundamental (1) .
De esta manera resulta compuesta por diversos elementos:
sistema de residencia, autoridad y jerarquía
familiar, la dote, el ideal de perpetuación, la
consolidación de las redes de parentesco, funciones todas que se entrelazan
para mantener el status familiar. Por lo tanto, es un
instrumento, un medio para conocer el entramado social.
(2)
¿Qué se entendía por familia durante el
siglo XIX en esta región del Río de la Plata? y en
particular en esta sociedad existente al sur del
río Carcarañá que formaba parte del estado provincial santafesino.
Si consideramos a sus habitantes herederos de una tradición
española, el concepto de familia aplicado en
esta sociedad implicaba que no puede separarse de las relaciones
de parentesco, de residencia, del hogar y de las colaboraciones
en el trabajo. Igualmente tendríamos que integrar el
análisis entre hogar y
familia, identificando los elementos que la conforman, en tanto
complementarios y no opuestos, donde se sobreentiende que las
relaciones de parentesco y las solidaridades de familiares son
básicas que superan al hogar y donde la colaboración en
el trabajo permite el sustento y la defensa del grupo.
Durante la segunda década del siglo XIX en la
sociedad posrevolucionaria rioplatense los cambios fueron muchas
veces imperceptibles, con avances y retrocesos por que la
revolución no logró
arrasar con la totalidad de las condiciones en las se
desenvolvía (3) . La familia mantuvo rasgos patriarcales
entendiendo por patriarcado un sistema de valores sociales y culturales
por el que los varones ejercen un poder sobre la sexualidad, la reproducción y la mano de
obra femenina. Esta dominación concede a los varones un
status superior en su relación con las mujeres, así en
las relaciones familiares la autoridad se deposita en los
ancianos y los padres, agregando un componente generacional y de
género. Este modelo de autoridad en el
grupo familiar sirve también como arquetipo de autoridad
social más generalizado. (4)
En tal modo las mujeres eran consideradas como el pilar
de la sociedad y dentro de la familia tuvieron un papel
preponderante como esposas y madres. Es en ese ámbito donde
debían encontrar todas las recompensas que pudieran
ambicionar .De este modo, trascienden como participantes claves
dentro de la sociedad a pesar de y en relación con su
subordinación genérica que oculta su visibilidad. La
centralidad de sus roles se vinculan en primer lugar a la
reproducción de la prole, tanto para el cónyuge como
para el grupo familiar que la recibe. En segundo lugar, las
operaciones domésticas
orientadas a la supervivencia de todos los miembros del hogar.
Tal rol, que implica simultáneamente un conjunto de
responsabilidades, actúa sobre un espacio propio en el cual
se mueve y actúa, si bien es el varón quién lo
instaura, organiza y establece el sistema de relaciones al cual
supervisa. Esta división social del trabajo es reconocida
incluso por el orden jurídico vigente y textos legales como
Las Partidas admiten que la función materna demandaba
más esfuerzos y desvelos que los requeridos al padre. Frente
a tal afirmación la condición de las féminas se
igualaba a la fragilidad o debilidad debiendo por lo tanto ser
protegidas, vigiladas y controladas por tales riesgos. Esta concepción
se expresaba en la práctica en conductas de
subordinación y sometimiento. La inspiración
ideológica de esas posiciones derivaba de los textos
Sagrados cristianos que reconocían como obligaciones del padre el dar
sustento para vivir a los hijos requiriendo, en reciprocidad,
el amor y la honra, pero
también, el temor y la obediencia. (5)
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