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La Escuela de Hoy: ¿Hacia Dónde Vamos?




    Monografía destacada

    1. La Escuela de Hoy:
      ¿Hacia dónde vamos
    2. La Escuela y el Nuevo Orden
      Mundial
    3. La Escuela y la
      Globalización
    4. La Escuela y la
      Tecnología: El Hombre Vs La
      Máquina
    5. La Escuela y la Sociedad: La
      Crisis de los Valores
    6. La Escuela y su Esencia: El
      Currículo
    7. La Escuela y sus Monjes: El
      caso de la Profesionalización
      Docente
    8. A Modo de
      Epílogo
    9. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    La escuela, como concepto de
    compartir el
    conocimiento con los demás, muy seguramente
    nació con el hombre
    mismo. La necesidad de socializar con sus semejantes en pos de
    poder
    sobrevivir en aquel primer mundo de cavernas, hizo que nuestros
    antepasados se vieran en la necesidad de enseñar a los
    demás y, a la vez, aprender de ellos sobre temas que eran
    inherentes a la prolongación de sus vidas en ese mundo que
    les tocó vivir.

    Al bajar del árbol, en donde la ciencia
    asegura que vivió el antecesor del Homo sapiens,
    éste tuvo que cambiar su dieta y esto trajo consigo la
    necesidad de cazar; hecho que, según los
    antropólogos, fue la chispa que encendió la mecha
    de la evolución
    humana. Pero el cazar por si solo, y protegerse de las
    amenazas de la naturaleza y
    de los animales con
    quien convivía, era algo bastante difícil y para
    poder sobrevivir, éste tipo de homínido se vio en
    la necesidad de unir esfuerzos con sus semejantes teniendo como
    único fin el de postergar sus vidas en la tierra. La
    aparición del lenguaje fue
    un hecho de mayúscula importancia en este
    aspecto.

    Las pinturas prehistóricas de las cuevas de
    Lascaux, en Francia, que
    muestran un grupo de
    homínidos dándole caza a un animal salvaje y que
    datan aproximadamente del año 13,000 antes de Cristo,
    ponen de manifiesto que el hombre ya era
    capaz de poderse comunicar con sus prójimos, aunque fuera
    de forma rudimentaria y totalmente distinta al concepto del
    lenguaje que conocemos hoy en día, para
    ‘trabajar’ de manera conjunta, situación
    ésta que pone de manifiesto que ya en ese tiempo
    existía la necesidad de enseñar y aprender de los
    demás siguiendo un fin común.

    Desde entonces, el mundo se ha visto en un constante
    cambio y una
    evolución -paulatina en un principio- que
    se ha ido acelerando en la misma medida en que hemos ido
    encontrando diferentes formas de adquirir el conocimiento.

    La escuela ha jugado un papel preponderante en este
    caso, comenzando desde los sistemas de
    educación
    más antiguos como el de India y
    Egipto, los
    cuales tenían dos características comunes;
    enseñaban religión y
    mantenían las tradiciones del pueblo; pasando por la
    antigua Grecia, donde
    Sócrates,
    Platón,
    Aristóteles e Isócrates fueron los
    pensadores que influyeron en su concepción educativa;
    siguiendo con el poderoso Imperio Romano,
    en donde Quintiliano abogaba por el estudio de la lengua, la
    literatura, la
    filosofía y las ciencias;
    alcanzando, luego, en la edad media al
    escolasticismo defendido por Anselmo de Canterbury, el cual
    utilizaba la lógica
    para reconciliar la teología cristiana con los conceptos
    filosóficos de Aristóteles; llegando después
    a El Renacimiento,
    en el que el estudio de las matemáticas y la cultura
    clásica griega y romana fueron su eje central;
    prosiguiendo después con las influencias y repercusiones
    que significó el protestantismo de Martín Lutero y
    Juan Calvino; avanzando luego con el nacimiento de las ciencias
    en el siglo XVII que supuso la introducción de nuevos temas de estudio en
    las primeras universidades; arribando posteriormente a las
    reformas
    educativas derivadas de la
    Revolución
    Francesa que fueron producto de el
    Iluminismo liderado por Juan Jacobo Rousseau y
    otros pensadores importantes; abordando pronto el Siglo XIX en
    donde las ideas y prácticas de el educador suizo Johann
    Pestalozzi ejercieron una gran influencia en la forma de educar,
    así mismo, en esta época el alemán Friedrich
    Fröbel introdujo los principios de la
    psicología
    y la filosofía en las ciencias de la
    educación, aportes que supusieron que los
    países de Europa se
    dedicaran a la creación de los sistemas nacionales de
    escolarización; abordando seguidamente el siglo XX, el
    cual se ha caracterizado por la expansión de los sistemas
    educativos de las naciones industrializadas, producto de las
    propuestas hechas por un sin número de pensadores de
    la
    educación. Ha sido un largo camino recorrido desde
    aquel tiempo hasta nuestros días.

    El treinta y uno de diciembre del 2000 marcaba el fin de
    un siglo, y el principio de otro estaba a sólo un par de
    horas. El cierre de ese período y el albor de un nuevo
    milenio supusieron el momento de las grandes
    revisiones.

    El paso del segundo al tercer milenio en nuestro
    calendario motivó al mundo a pensar en qué
    habíamos hecho y en dónde estábamos en todos
    los campos dignos de reflexión, desde la ciencia a la
    tecnología, desde la economía a la
    política,
    desde la cultura a la educación.

    De ésta forma, centrándonos meramente en
    la educación, enero del 2001 representó el inicio
    de una etapa digna de centrarse en el papel que juega la escuela
    en la actualidad. Preguntas como: ¿Qué factores
    están influyendo en la escuela?, ¿Qué cosas
    habrá que cambiar para que se ajuste a las necesidades de
    la sociedad
    actual?, ¿Cómo debe ser el funcionamiento de la
    escuela?, ¿Cómo habrá de ser la escuela en
    los próximos treinta o cuarenta años?,
    ¿Qué matiz habrá de tener para ese
    entonces?; son sólo algunas interrogantes que los filósofos y educadores se están
    planteando actualmente.

    Este documento aspira a trazar y delinear las tendencias
    que se le presentan a la escuela de nuestros días, es un
    intento de poder mostrarle al lector cuáles son las
    corrientes contemporáneas de la
    educación.

    LA
    ESCUELA DE HOY: ¿HACIA DÓNDE VAMOS?

    Los enormes avances en el conocimiento que el hombre
    tiene de la realidad que lo rodea han traído como
    consecuencia grandes adelantos científicos y
    tecnológicos. Estos avances, a su vez, han hecho que
    muchos procedimientos de
    aprehensión de los conocimientos se tengan que replantear
    o revolucionar para que el ser humano sea capaz de adquirir y
    desarrollar las competencias que
    le permitan entender, manipular y aplicar el enorme océano
    de información que existe hoy en
    día.

    En los inicios del tercer milenio uno de los elementos
    que ha adquirido mayor relevancia social, política y
    económica, es lo referente a la educación; el papel
    de la escuela en la sociedad moderna y el camino que debe seguir
    en su quehacer de orden social y cultural, son objeto de análisis por diferentes pensadores
    actuales.

    Resulta interesante recordar que la era industrial
    nacida a la luz de la
    Revolución
    Francesa, de la revolución científica y de la
    revolución
    industrial, actualmente está dando paso a otra era, la
    que algunos llaman era posmoderna, otros la nombran como la era
    posindustrial, Toffler (1998) la llama la era del
    superindustrialismo. Esto deriva, en conjunto con todos los
    cambios profundos y dramáticos que ha sufrido la humanidad
    en los últimos 50 años, en un nuevo replanteamiento
    de la concepción de la escuela.

    Para Cullen (1997) "La escuela es el lugar
    público de los saberes y los conocimientos donde su
    enseñanza se hace práctica social,
    normalizadora e innovadora y donde el aprendizaje es
    tiempo de producción de sentidos, diferenciados y
    comunicables
    ", pero por el hecho de ser un ente
    público, social y de máxima relevancia en la
    preservación del conocimiento y la cultura, la escuela se
    encuentra en la actualidad ante un debate en lo
    que respecta a la transformación que debe sufrir, el
    cambio que debe experimentar para poder satisfacer las demandas
    de una sociedad mas cambiante y pluralizada.

    Así pues, la escuela se enfrenta a varios ejes de
    interés
    social que la están orillando, cada uno por su lado, a que
    empiece una metamorfosis casi imperativa. Con el afán de
    poder abordar cada uno de éstos de forma clara, he querido
    estructurar el presente documento en los siguientes
    apartados.

    La Escuela y el
    Nuevo Orden Mundial.

    La postura neoliberal impuesta por los países
    superdesarrollados al resto de la comunidad mundial
    ha repercutido directamente en las condiciones de desarrollo y
    en los sistemas educativos de los países del tercer mundo.
    La forma que exaltan los principales centros de poder mundial ha
    estado
    encaminada a idealizar los mecanismos y los procedimientos a
    través de los cuales, la educación se debe dirigir
    a potenciar el desarrollo
    humano, proveyendo la mano de obra que la gran industria
    necesita.

    El final del siglo XIX y el principio del XX
    significó el establecimiento de una escuela
    pública para todos como respuesta a las necesidades de
    la sociedad de ese entonces (Gimeno: 1999), sin embargo, esta
    visión de escuela se ha visto afectada por las políticas
    neoliberales que demandan que el Estado no
    sea el responsable directo de la educación de un
    país, sino que se convierta en un ente regulador de la
    libre competencia que
    habrá de venir producto de la privatización de los sistemas
    educativos.

    La propuesta de globalización neoliberal promueve una
    descentralización desmedida de la función
    educativa del estado, relegando la misma a las prácticas
    escolares de instituciones
    privadas. Esta situación, en términos de desarrollo
    ha significado la acentuación de la situación de
    subdesarrollo,
    la dependencia y subordinación de los países
    tercermundistas; profundizando la disminución de la
    calidad de
    vida en general, el aumento cuantitativo de la pobreza y la
    imposición de un pensamiento
    único: "Todo puede convertirse en mercancía, y por
    tanto adquirir valor de
    cambio en el trueque comercial" (Benedetti, citado en Gimeno:
    1999)

    Esto supone que las escuelas se convertirán en
    toda una industria; y el conocimiento, que por mucho tiempo ha
    sido considerado como un patrimonio de
    la humanidad y digno de ser heredado de generación a
    generación, se convertirá en un producto de
    venta libre al
    mejor postor en donde los padres de familia, en busca
    de una buena educación para sus hijos, serán los
    nuevos clientes de este
    tipo de ‘compañías del conocimiento’, y
    como siempre, los burgueses serán los dueños de
    esas empresas que
    mercadearán con la educación. ¿Y el Estado?
    Como ya apunté anteriormente, sólo se
    limitará a ser un espectador, un regulador de la libre
    competencia impuesta por el nuevo orden mundial.

    De esta manera, según sus defensores, la
    propuesta escolar neoliberal tiene en cuenta los derechos de las familias y
    los consumidores en el campo educativo, subrayando más que
    nada los aspectos de la libertad
    individual del ser humano. Comercializar la escuela, insisten,
    llega a ser necesario pues esto traerá como consecuencia
    la existencia de un mercado
    educacional exento de reglamentaciones en donde escuelas que
    antes eran públicas competirán por
    ‘clientes’ con cada una de las demás, y en esa
    competencia habrá que mejorar definitivamente la calidad de los
    productos y
    servicios que
    se ofrecen; ya que con los estudiantes ahora redefinidos como
    clientes, las escuelas tendrán como un criterio clave de
    calidad su capacidad de satisfacer a sus consumidores.

    Sin embargo, éste hecho sólo
    vendría a profundizar aún más la enorme
    brecha que existe actualmente entre ricos y pobres, pues las
    personas con mejores recursos y
    posibilidades económicas podrán acceder a los
    centros educativos mejor dotados y más preparados, que
    obviamente también serán los más caros, con
    tal de asegurar un mejor futuro para sus hijos; en tanto, los
    pobres no podrán contar con muchas opciones pues sus
    limitaciones económicas repercutirán grandemente en
    las decisiones en cuanto a las escuela a las que puedan
    adherirse. Será como acrecentar el espacio existente entre
    los extremos de la pobreza y la
    riqueza, así pues los ricos se podrán seguir
    haciendo más ricos y los pobres seguirán siendo aun
    más pobres.

    Por otro lado, esto no sólo significa un cambio
    en el orden de las cosas, sino que también supone una
    destierro de la escuela, ya no será una
    transformación en donde las cosas cambian pero se sigue
    manteniendo lo esencial de las mismas, sino que una
    desnaturalización pues la idea de la escuela como centro
    público para la apropiación del conocimiento y
    habilidades para una vida en comunión con los
    demás, habrá terminado como tal y habrá
    pasado a ser una tienda del conocimiento en donde se puede
    comprar de todo, pero si se tiene dinero.

    Esta actual lógica de subordinación de la
    escuela para las necesidades del mercado, requerirá que
    las instituciones educativas entren en un proceso de
    reinvención de la institución, en el cual el
    conocimiento y la innovación tendrán que ir unidos a
    los beneficios y a la contabilidad
    social. Sin embargo, este nuevo sentido de compartir o socializar
    el conocimiento, no está relacionado con el antiguo
    paradigma de
    la escuela como instrumento para el desarrollo nacional o
    inclusive con un espacio utópico que haría de la
    escuela una protagonista clave en la construcción de la voluntad
    popular.

    La Escuela y
    la
    Globalización.

    La internacionalización cada vez más
    acentuada de los procesos
    económicos, los conflictos
    sociales y los fenómenos político-culturales, entre
    otros, han hecho que a partir de las dos ultimas décadas
    del siglo pasado y lo que llevamos del presente se hable del
    fenómeno de la globalización. Este concepto
    pretende visualizar al mundo como una sociedad planetaria,
    más allá de fronteras, diferencias étnicas,
    credos religiosos, ideologías políticas y
    condiciones socio-económicas o culturales.

    La globalización está frecuentemente
    asociada con el crecimiento de nuevas
    tecnologías y ‘la sociedad de la
    información’. La globalización es el poder
    creciente de las corporaciones multinacionales y multimillonarias
    que llevan sus fábricas, servicios y empleos a lugares
    distantes –normalmente países del tercer mundo como
    el nuestro- donde el trabajo es
    barato y las leyes que
    protegen al trabajador pueden ser fácilmente tiradas al
    cesto de la basura.

    La imparable expansión de esta tecnología
    demanda una
    mayor necesidad de una fuerza
    laboral mejor
    preparada que nunca antes, todo con el empeño de poder
    satisfacer la ambición desmedida de los inversionistas,
    los cuales buscan hacer máximas ganancias y minimizar los
    riesgos
    financieros. Ya se ha puesto de manifiesto que las sociedades
    globalizadas serán en forma creciente sociedades basadas
    en la información y la tecnología, en consecuencia,
    la educación está jugando un papel sumamente
    importante en el desarrollo de una nación.

    Queda claro, entonces, que la educación es la
    clave para participar en la economía global del siglo XXI;
    economía que está basada en la revolución
    tecnológica de las comunicaciones
    y en la transmisión de información, así como
    en cambios importantes en la producción, el transporte, la
    distribución y en el valor económico
    del conocimiento. Esta economía global se fundamenta,
    básicamente, en niveles de movilidad sin precedentes en la
    historia de la
    humanidad – movilidad de la información, de las
    finanzas, de
    los bienes y
    servicios, movilidad de las personas, etc. Con el fin,
    según sus defensores, de homogenizar las producciones y el
    desarrollo de las naciones, cosa ésta con la que Gimeno
    (2001) no está de acuerdo al afirmar que:

    "Pero quienes, por razones políticas,
    económicas o educativas son discriminados por cualquier
    motivo y no son invitados al ágape de ese mundo
    globalizador, pasan a ser víctimas de un proceso del que
    no podrán extraer beneficios"

    En cada país, esta economía global
    pretende reducir continuamente el coste del trabajo y
    cuestiona el derecho a la educación y a la
    cualificación. El desarrollo de sistemas de
    educación de calidad en los países en desarrollo,
    junto a la expansión de la educación secundaria y
    profesional, es una pre-condición fundamental para la
    capacitación de los especialistas que se
    necesitan para el desarrollo
    económico y social, así como para el desarrollo
    de las capacidades del sector educativo en su
    conjunto.

    Debido a que la educación, a través de la
    historia, siempre ha reflejado y ha sido influenciada por los
    cambios en la economía y la sociedad, y al mismo tiempo ha
    actuado sobre ellos; la relación entre la
    educación, la economía y la sociedad es sumamente
    interactiva y concomitante. De forma que cuando se producen
    cambios rápidos y fundamentales en la economía y la
    sociedad, la educación debe enfrentarse a nuevos
    desafíos de gran importancia, aunque, como asegura Perdomo
    (2005), no se espera que la escuela reaccione con la misma
    velocidad con
    que se suscitan los cambios.

    No obstante, hoy más que nunca se vuelve
    imperativo un cambio, una reacción por parte de la escuela
    ante las amenazas que la globalización representa para
    ella. Son fácilmente palpable las amenazas que se
    manifiestan con la puesta en marcha de la globalización,
    tales como:

    • La comercialización de los servicios
      educativos, con los consecuentes riesgos de injusticia,
      discriminación y de
      intensificación de la brecha económica y
      social.
    • El irrespeto a la diversidad cultural, las
      tradiciones y las lenguas de los países.
    • La introducción, bajo el disfraz de
      ‘reforma’, de una cultura mercantilista basada en
      el interés personal, que
      va en detrimento de los valores
      éticos y genuinos de la educación y de la
      profesión docente.
    • El hecho de prestar menor atención a los valores
      fundamentales de la democracia y
      conceder mayor atención a los valores de la competencia
      y del mercado.
    • Los cambios en el papel del Estado, concediendo mayor
      importancia a los reglamentos y menor valía a las
      garantías de equidad y a
      la no discriminación.

    Es evidente que la globalización está
    afectando de forma directa y dramática a nuestra escuela,
    tal parece que se vislumbra un horizonte gris y tenue en el
    porvenir de la educación. Sin embargo, no todo está
    perdido o condenado si tomamos en consideración las
    palabras de Apel (1999, Citado en Gimeno 2001) sobre lo que
    debemos hacer para compensar ésta
    situación:

    "No sólo debemos detenernos en detectar las
    reacciones que provoca la globalización, sino
    también en las que es preciso provocar: en la
    Contra-globalización que debemos oponerle para
    encauzarla…[ ]… Es necesario resistir a sus
    efectos negativos y oponerle una globalización de
    segundo orden que neutralice los efectos perversos inducidos
    por la primera"

    Se vuelve necesario, pues, que la escuela busque las
    formas idóneas para materializar el movimiento
    ‘contra-globalizador’ del que habla Apel, todo con el
    afán de encontrar un equilibrio en
    un mundo que parece, paradójicamente, desequilibrarse cada
    vez más.

    La Escuela y La
    Tecnología: El Hombre Vrs La
    Máquina.

    La historia nos ha demostrado que el trabajo ha sido
    algo inherente al ser humano, nos ha descrito cómo dicha
    actividad ha provocado la evolución y desarrollo del
    hombre. Cuando el primer homínido fue capaz de transformar
    la naturaleza que le rodeaba para tornar algo tan natural y
    sencillo como una piedra en una herramienta de
    ‘trabajo’, fue cuando se inicio el proceso de
    evolución del ser humano.

    El hombre ha sido capaz, a través del trabajo, de
    manipular y convertir las cosas dadas por la naturaleza en
    objetos de valor, provocando, así, la creación de
    una serie de inventos que han
    hecho revolucionar la vida del hombre en sociedad. Un claro
    ejemplo de esto es la revolución industrial, la cual
    significó pasar de la vida en el campo a la vida en la
    fábrica, producto de la invención de una gran
    cantidad de máquinas
    que tenían por finalidad acelerar la producción y
    ‘facilitar’ la vida del ser humano.

    La forma de aprendizaje de
    aquellos tiempos se vio afectada por dicha revolución pues
    hubo que educar al hombre para la vida en la fábrica
    (Toffler: 1998), fue una época de grandes cambios en aquel
    entonces. Sin embargo, la implementación de
    máquinas en la forma de producir, y sumados otros
    factores, desembocaron en lo que se conoce como la gran depresión
    del 29 en Estados Unidos,
    situación que significó la pérdida de
    empleos de millones de personas en aquellos tiempos. Hizo falta
    la genialidad del presidente Roosevelt, con la
    intervención de su New Deal, para poder encontrar
    una salida a ese fenómeno gris que marca la
    historia.

    Actualmente, la situación parece repetirse. El
    gran adelanto científico y tecnológico ha
    traído como consecuencia la invención de maquinaria
    cada vez más eficiente, que tiene como principal
    característica una capacidad de producción
    desmesurada en comparación con la del hombre por si
    sólo. Esto, aunado a la voracidad desmedida del mercado,
    que tiene como finalidad la mayor rentabilidad
    posible a través de minimizar sus costos e
    incrementar su productividad en
    el menor tiempo permisible, está haciendo que recordemos
    la gran depresión del 29 y nos dirijamos un mundo sin
    trabajo, al mundo de los ‘desempleados
    tecnológicos’ (Rifkin: 1997)

    En este mundo de máquinas y de
    superproductividad, sólo las personas que posean un
    profundo conocimiento de lo que la industria y el mercado
    demandan podrán sobrevivir. El término sociedad
    del conocimiento
    es un concepto que resulta útil para
    poder describir el paso de una sociedad fundada en la
    producción de bienes materiales -la
    sociedad moderna-a una sociedad de la era de la
    información -la sociedad posmoderna- , donde el
    tratamiento, almacenamiento,
    intercambio y producción de nuevos conocimientos
    predominarán. Así, lo intelectuales,
    a quienes Rifkin llama analistas simbólicos, trabajadores
    del conocimiento o trabajadores de cuello de silicio, son
    las personas mejor cotizadas y con mayores expectativas de
    empleo.

    Estos provienen de disciplinas como la ciencia, la
    ingeniería, la gestión, la consultoría, el marketing y
    las tecnologías de la
    comunicación. El resto se enfrenta a la terrible
    aceptación del desempleo
    orillado por dicha tecnología.

    Esta situación obliga a la escuela a tener que
    replantear su papel en la sociedad como ente que prepara al ser
    humano para la vida en la colectividad. Si bien es la escuela la
    que se encarga de transformar al niño en el adulto que la
    sociedad necesita a través de capacitarlo,
    proveyéndolo de capacidades, conocimientos y competencias
    necesarias para la vida en el trabajo, en la familia y
    en la comunidad, cabe plantearse la misma pregunta que se hace
    Rifkin (1997) ¿educar? O ¿reeducar?

    Ante este panorama ya no basta educar, sino reeducar; es
    decir, hace falta una reingeniería educativa, en la cual la
    escuela acepte que el producto de su trabajo se dirige a una
    sociedad que está extinguiéndose (Toffler: 1998) en
    un mar de cambios tecnológicos, abrumadores y
    rápidos. La escuela tendrá que buscar la
    posibilidad de ampliar las formas en las que los individuos
    puedan acceder más fácilmente al conocimiento,
    minimizando las limitaciones relativas a espacio, tiempo,
    infraestructura, personal docente, etc.

    La Escuela y La
    Sociedad: La Crisis de los
    Valores.

    Todos estos cambios profundos que la sociedad ha venido
    experimentando, han hecho que quede en evidencia, que se asome en
    el seno de la misma una crisis en los valores más
    intrínsecos del ser humano que se inició hace
    tiempo atrás en la escuela. Esto es algo que no nos
    debería sorprender, pues, como asegura Cullen (1997) es
    fruto de las reformas que tuvieron lugar producto de la
    tradición laica que significó tener que despojarse
    de condiciones dogmáticas, situación ésta
    que supuso que la ‘moral sin
    dogmas’ entraría por ósmosis en el individuo.

    Al respecto Cullen (1997) manifiesta que:

    "Se confinó entonces a la educación
    ética
    y ciudadana en los sótanos de lo no enseñable, y
    se optó por el ‘emotivismo’ y el
    ‘decisionismo’ en lo que hace a los valores y las
    convicciones -la cuestión moral es una cuestión
    de consciencia de cada uno- y por un fuerte formalismo
    ritualista en la educación cívica"

    Esta ausencia o crisis de valores se ve
    manifestada en nuestro diario vivir a través de la
    corrupción desenfrenada en las altas
    esferas políticas (sólo basta recordar todos los
    escándalos terminados en ‘azos’: Lapizazo,
    lechazo, pasaportazo, gasolinazo, etc.), el comportamiento
    violento de la juventud, el
    ascenso de la criminalidad, el tan cacareado tema de las maras,
    el terrorismo
    –a nivel mundial, afortunadamente en nuestro país
    aun no hay manifestaciones que se puedan llamar terrorismo-, el
    narcotráfico y su emparejada drogadicción, las protestas violentas con
    atropello de los derechos ciudadanos, la proclividad a la
    anarquía, la impunidad,
    etc. Y la lista parece interminable.

    Pero a decir verdad, esto no ha sido culpa de la escuela
    en si misma, sino que, como ya se ha mencionado, de las reformas
    o cambios que algunos teóricos introdujeron en su seno.
    Fue un yerro magistral de aquel entonces, creyeron que el
    laicismo en las escuelas era sinónimo de no enseñar
    y promover valores. Esto nos lo plantea Cullen (1997) en el
    siguiente apartado:

    "Al no poder plantear contenidos educativos para la
    enseñanza de la moral y
    de la ciudadanía, se dejó sin apoyatura
    teórica y didáctica en esos temas tanto a la
    formación como al trabajo de los docentes. Se
    instaló un discurso
    sobre la ‘neutralidad moral’ de la escuela, como si
    fuera una consecuencia de su ‘neutralidad
    religiosa’ o ‘laicismo’"

    Quedó pues este asunto en manos del nivel de
    conciencia que
    pudiera tener cada docente con respecto a la formación de
    valores y ética ciudadana en sus alumnos. El llamado
    currículo oculto’ comenzó a
    tener un gran papel en este aspecto. Sin embargo, a la vista de
    los acontecimientos que ponen de manifiesto la aguda crisis de
    valores que experimenta la sociedad hoy en día, nos queda
    muy claro que dicho currículo nada pudo hacer para
    disminuir la ausencia de un completo discurso pedagógico
    en el tema de los valores y la formación ética
    ciudadana.

    Pero la cuestión hoy se presenta de ésta
    manera: ¿Qué se puede hacer en la escuela para
    poder darle solución a semejante situación? O,
    puesto de otra forma, ¿Cuál será el camino
    que deba tomar la escuela para erradicar este flagelo
    social?

    La escuela debe convertirse en un ente reproductor y
    socializador de los valores presentes en la sociedad, se debe
    transformar en el espacio donde se puede empezar el cambio que
    tantas veces se ha pregonado pero que aún permanece como
    una utopía.

    Debe ser el lugar en donde se produzca el
    tránsito de una sociedad autocrática, intolerante y
    dogmática a una sociedad democrática, tolerante y
    crítica. Desde este punto de vista, la
    misión
    de la escuela con respecto a la educación en valores y
    ética ciudadana debe consistir en la superación de
    la socialización de dichos valores, que
    posibilite la aprehensión de los mismos por parte de los
    individuos, fijándose objetivos
    próximos a la capacidad crítica, la
    autonomía y la racionalidad de la persona en
    situaciones de conflicto
    ético.

    La Escuela y Su Esencia: El
    Currículo

    La escuela, en su esencia interna, se basa y se
    fundamenta en el currículo para que su accionar como ente
    social esté de acorde a las exigencias y necesidades que
    la sociedad le demanda. He aquí la importancia de un
    currículo bien estructurado y cimentado, en el que
    convergen y se unifican todos los aspectos de la vida humana que
    son dignos de ser enseñados.

    De ésta manera, para que la escuela pueda hacer
    frente a los cambios que la sociedad está afrontando
    actualmente, hace falta tener que reestructurar dicho
    currículum, todo con el objetivo de
    implantar una educación adecuada y acorde al mundo en que
    vivimos en este momento, sin dejar de lado los aspectos futuros
    que podrá tomar la vida humana; se trata, pues, de buscar
    una anticipación en el horizonte de la humanidad. No se
    puede estar haciendo cambios profundos cada año en la
    escuela, sino que se debe tener una visión a largo plazo,
    que tome en cuenta la realidad actual y se proyecte en la
    realidad futura, una tarea para nada fácil.

    Para poder lograr la reestructuración curricular
    necesaria que desemboque en la renovación y
    transformación de la escuela que necesitamos, hace falta
    comenzar por abordar los criterios de legitimación del currículo (Cullen:
    1997), que son los ejes en donde éste se fundamenta para
    llegar a convertirse en una especie de ‘mapa’ o
    ‘receta’ que contiene coherencia, consistencia e
    institucionalidad.

    Por otra parte, se vuelve necesario que al interior del
    currículo se tenga que ampliar la noción de
    contenidos, que incluye, además de los conceptos y los
    sistemas conceptuales, lo que clásicamente se ha
    considerado como contenido de enseñanza, y al mismo nivel
    de importancia, las estrategias y
    procedimientos de todo tipo, de indagación, de
    exploración, de observación, etc. y las actitudes,
    valores y normas que
    definitivamente se transmiten en cualquier situación
    educativa con contenidos interdisciplinares y transversales, como
    remedios ante la pérdida de significación social,
    ya que durante todo este tiempo atrás los saberes
    escolares han estado fuertemente desvinculados de los intereses
    de los alumnos y las demandas sociales de aprendizaje.

    Por esta razón debe proponerse un
    currículo que prescriba formas educativas en donde los
    alumnos aprendan tan significativamente como sea posible aquellos
    aspectos de la cultura de su grupo social, de la ciencia y de la
    tecnología que se consideran indispensables para devenir
    miembros activos,
    críticos y creativos, posibilitando así la
    autonomía del alumno para afrontar nuevas situaciones y
    para identificar los problemas de
    su contexto social. Para ello se necesita establecer los
    mecanismos que sean de ayuda pedagógica y la
    comprensión de la educación como un proceso en el
    que se ayude y guíe a los alumnos hacia esa
    participación activa y creativa que le exige la sociedad
    en que vive.

    La Escuela y Sus
    Monjes: El Caso de la Profesionalización Docente.

    Ya se ha comentado de algunos males que aquejan a la
    escuela y que ponen a ésta ante una gama de posibles
    caminos a seguir para poder afrentar sus vicisitudes. De esta
    forma se ha esbozado la problemática existente entre la
    escuela y el nuevo orden económico, entre la escuela y la
    globalización, entre la escuela y las nuevas
    tecnologías de producción y de la
    información, entre la escuela y la sociedad con respecto a
    los valores; y entre la escuela y su esencia interna, es decir el
    currículo. Así mismo se ha tratado de
    señalar algunos posibles caminos a seguir ante cada uno de
    estos aspectos. Pero todas estas rutas permisibles nos conducen
    consecuentemente a otro eje de interés muy
    intrínseco de la escuela: Los docentes.

    En la actualidad, el tema de la formación del
    maestro se encuentra en el primer plano de los problemas
    educativos que preocupan a muchos países, pues a partir de
    la buena formación de éste se podrán abordar
    muchos de los problemas antes mencionados.

    No se puede poner en duda la necesidad de una
    formación científica y pedagógica en los
    maestros (Liston & Zeichner: 1997) para responder a las
    necesidades inmediatas y futuras de la escuela y la sociedad. Por
    otro lado, resulta evidente que no se puede separar la
    formación del docente, ni el papel que se requiere que
    desempeñe en la enseñanza, en el contexto
    político, económico y social, así como de la
    consideración que un Estado dispone respecto a los
    profesores en su conjunto. De esto último va a depender en
    gran medida las políticas que el Estado implemente en su
    formación.

    Es indudable, pues, que el logro para ese desarrollo
    profesional de los docentes depende en gran medida de las
    condiciones institucionales y políticas en las que el
    profesorado se forma, por un lado, y en las que desempeña
    su trabajo, por otro.

    Pero más allá del papel que el Estado le
    asigne a la formación de docentes, resulta de suma
    importancia que el maestro se involucre en todas las actividades
    de su comunidad y que también él mismo se interese
    por su preparación profesional, pues ésta es una
    forma de mejorar y acrecentar su posibilidades de desarrollo
    académico, para que pueda ayudar a sus estudiante a
    convivir en la sociedad.

    Así mismo, hará falta la existencia de un
    entorno escolar integrado y enriquecido para potenciar
    ésta opción de profesionalización,
    caracterizado por la disponibilidad de recursos, y medios para
    poder lograr sus objetivos. Hará falta un sentimiento de
    pertenencia a un grupo de compañeros y compañeras
    que permita superar el aislamiento y la soledad profesional
    dentro de la escuela, que rompa con esa estructura de
    aulas semejantes a un cartón de huevos (Liston &
    Zeichner: 1997); será imperativa la existencia de metas
    comunes elaboradas y definidas en colaboración con los
    demás docentes que desemboquen en un contexto de
    colaboración para el apoyo profesional mutuo. En otras
    palabras, urge de un entorno orientado a la resolución de
    problemas en vez del ocultamiento de los mismos; una estructura
    de incentivación basada en la implicación y la
    progresión profesional.

    La enseñanza es una profesión riesgosa, ya
    que trata con uno de los tesoros mas preciados de nuestros
    recursos
    naturales: El Ser Humano (Cullen: 1997), desde esta
    perspectiva el docente debe ser una persona con profundo amor a un tema
    de estudio, debe ser capaz de despertar y conservar el
    interés de los estudiantes y dirigirlos hacia tareas que
    le permitan a éstos alcanzar sus metas y desarrollo
    personal y profesional.

    La preparación profesional de los maestros exige
    un cambio en la concepción de su función como
    docentes, a la vez fundamentalmente demanda, una
    concepción diferente de la educación y de la
    enseñanza dentro de la sociedad, porque en cualquier caso,
    la práctica
    profesional en colaboración no es sino una forma de
    afrontar los dilemas de la enseñanza en una cultura de
    reflexión, en contrastación crítica con la
    realidad y la acción,
    que permite mejorar las condiciones de aprendizaje y de
    relaciones sociales en las aulas, potenciar activamente el
    desarrollo del currículo, no siendo un consumidor, sino
    participando y cambiando las condiciones internas de los centros
    en orden a conseguir una mayor autonomía, apertura y
    clima de
    comunicación de las ideas y
    prácticas entre los demás docentes como
    alternativas al individualismo profesional dominante.

    A Modo de
    Cierre.

    Hasta aquí, hemos tratado de presentar un
    panorama bastante amplio en lo que a la escuela y sus futuros
    caminos se refiere. Visto lo anterior, no cabe duda que estamos
    viviendo en un momento de suma relevancia en la historia de la
    educación. Es en estos tiempos donde se tendrán
    que suceder los cambios que marcarán a la escuela por los
    siguientes cuarenta o cincuenta años.

    Vale aclarar que lo que aquí se ha expuesto son
    sólo algunos de todos los campos de la educación
    que merecen preocupación y reflexión.

    En las altas esferas del conocimiento y la
    filosofía existe una serie de debates en cuanto a los
    numerosos aspectos relacionados a la educación que se
    deben tomar en cuenta para lograr la reestructuración que
    ésta necesita en una sociedad cada vez más
    cambiante.

    FUENTES
    BIBLIOGRÁFICAS

    • Cullen, C. (1997). Crítica de las Razones
      de Educar. Temas de la Filosofía de la
      Educación. Buenos Aires,
      Argentina: Paidós.
    • Gimeno Sacristán, J. (1999). Poderes
      Inestables en Educación. (2da ed.) Madrid,
      España: Ediciones Morata S.L.
    • Gimeno Sacristán, J. (2001). Educar y
      Convivir en la Cultura Global. Madrid, España:
      Ediciones Morata S.L.
    • Liston, D. & Zeichner, K. (1997). La
      Formación del Profesorado y las Condiciones Sociales de
      la Escolarización. Madrid, España: Ediciones
      Morata S.L.
    • Perdomo, C. (2005). Pensando la Escuela de Nuestro
      Tiempo. Tegucigalpa, Honduras: Ideas
      Litográficas.
    • Rifkin, J. (1997). El Fin del Trabajo. Nuevas
      Tecnologías Contra Puestos de Trabajo: El nacimiento de
      una Nueva Era. Buenos Aires, Argentina:
      Paidós.
    • Toffler, A. (1998). El Shock del Futuro.
      Barcelona, España: Plaza y Janes, Editores.

     

    Atte.

    Lic. Ramón
    Edgardo Baide Gómez

    Maestro de Inglés
    como Lengua Extranjera

    Pasante del Programa de
    Maestría en Didáctica de Lenguas

    Universidad Pedagógica Nacional "Francisco
    Morazán"

    San Pedro Sula, Honduras.

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