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Capitulo 47: En torno a la ética




Enviado por Rodrigo Ferrer



    1. Importancia de las indagaciones
      morales
    2. Voluntad, carácter y
      dolor
    3. Principium
      individuationis
    4. Negación de la voluntad de
      vivir
    5. Conclusiones

    INTRODUCCIÓN

    Hasta ahora en el desarrollo del
    curso, hemos venido tratando siempre la pregunta por el hombre. Y
    es que el hombre, posee
    una característica inigualable, ya que no está
    unido necesariamente al acontecer natural, sino que debe
    enfrentarse con la realidad para hacer su vida de un modo
    autentico y responsable. De ahí nace la aspiración
    de la pregunta por el fundamento y el sentido del mundo en que
    está situado.

    Surge así la problemática
    filosófica de los primeros pensadores griegos, acerca del
    principio de todas las cosas en el universo. Esta
    pregunta señala la tarea que incumbe al pensamiento
    filosófico de todos los tiempos: interrogar a todas las
    cosas por su principio, poder llegar
    al fundamento de lo existente. Pero esa pregunta se plantea desde
    el hombre y en razón del hombre: se busca analizar y
    entender, la realidad toda en la que el hombre vive, para luego
    conocer su lugar y misión en
    esa totalidad del ser. Independientemente de la manera en que la
    pregunta se formula y se responde, constituye siempre una
    afirmación acerca del propio hombre y de la manera como se
    entiende a sí mismo en su mundo, en la historia y en el conjunto de
    la realidad.

    El pensamiento filosófico, tanto por su origen
    como por su finalidad, está siempre determinado
    antropológicamente.

    El pensamiento filosófico ha reflexionado desde
    tiempo
    atrás, sobre el pensamiento humano (lógica)
    y sobre la actuación moral del
    hombre (ética), así como sobre su posición
    en la naturaleza
    (física) y
    en la totalidad del ser (metafísica). Surgen así de continuo
    perspectivas auténticamente antropológicas, que
    aunque apenas alcanzaron su pleno desarrollo metodológico
    y temático, revelan ya una interpretación y una escala de
    valores
    referida a la existencia humana.

    Ya en la antigüedad, vemos por ejemplo que Sócrates
    centró definitivamente su interés en
    la problemática del hombre y la moral. Los
    naturalistas, por su lado, buscaban resolver el problema del
    principio de todo y el origen de la Physis, llegando de este modo
    a contracciones inimaginables, hasta el punto de sostener todo y
    lo contrario de todo (el ser es uno, inmutable, todo es devenir,
    todo se destruye, todo se genera); crearon una metafísica
    y luego no pudieron fundamentarla adecuadamente.

    La pregunta por el hombre, no es una pregunta como
    otras. Nos preguntamos por el mundo y por las cosas, por la
    materia y por
    la vida, por su esencia y sus leyes. La
    pregunta es especial, ya que se dirige al mismo hombre y lo
    afecta, poniéndolo sobre el banquillo para
    estudiarlo.

    El hombre se pregunta por su propia esencia. Y tiene que
    formularse esta pregunta porque personalmente es
    problemático para sí mismo. Y tanto más
    problemático resulta, cuanto el espíritu y los
    acontecimientos de la época, le ponen en tela de juicio,
    le amenazan con el trastorno y disolución de todos los
    órdenes humanos y le enfrentan con el enigma y hasta con
    el absurdo aparente de su existencia. De esta forma se plantea
    con énfasis y urgencia la pregunta acerca del ser del
    hombre, de su posición en el mundo, de su actuar en el
    mundo y el sentido que tiene su propia existencia. Mas cuando
    nosotros planteamos esta pregunta, de por sí, nos da ya,
    un atisbo; es el hombre el que interroga; es el mismo que puede y
    debe preguntar.

    Ahora bien, el tema con el que pretendo abordar este
    estudio, será a la luz de una
    lectura
    antropológica de Schopenhauer,
    correspondiente al capitulo: "En torno a la ética",
    complementos al libro cuarto,
    y la utilización también del libro cuarto de: El
    mundo como voluntad y representación.

    En Schopenhauer también nos encontraremos ante
    todo con una ética de la compasión o piedad.
    Ésta como veremos más adelante, nos enfrenta a
    la muerte, en
    un estado
    interior nirvánico de eliminación de todo deseo y
    así, de esta manera, poder estar en capacidad de captar la
    hermandad con los otros, con el corazón
    abierto a una simpatía de carácter universal, para poder mirar en
    todo ser, en general, solamente el "uno todo" y perderse en
    él a la manera de la música budista o de
    la mística cristiana. La mística de Schopenhauer no
    la debemos comparar, ya sea con una al estilo hegeliano o
    inclusive, una con rasgos cristianos, ya que sabemos que
    él se profesa ateo.

    Lo único que persigue su misticismo, a mi manera
    de entenderlo; es superar la individuación y alcanzar de
    esta forma, el estado del
    nirvana.

    Podemos decir también, que la moral que pondera
    Schopenhauer, es una moral de la afectividad. Esta moral se
    desarrolla en la vida colectiva y social del hombre y la
    denominamos normalmente justicia, pero
    que no puede existir sin su contraparte; la injusticia. Sin
    embargo, por encima de ésta, se sitúa la verdadera
    moral, la que es capaz de combatir el egoísmo y, a
    través de la piedad y el reconocimiento de la unidad de
    los seres, permite al hombre sabio acceder a la
    resignación.

    Por otro lado, el tema de la libertad, es
    quizás uno de los temas que más llegan a la
    raíz del ser humano en su existencia. Schopenhauer, tomara
    ante él, una postura radical, al demostrarnos la carencia
    de libertad humana. El "puedo hacer lo que quiero", formula un
    poder lo que quiero, pero cada momento de nuestra vida no se
    puede querer más que una cosa determinada y nada
    más que esa. Lo que queremos está fijado en todo
    momento por el encadenamiento causal del mundo.

    Por último, el objeto de este ensayo y su
    límite, lo habrá de construir el mundo real del
    conocimiento,
    en el cual vivimos y que a su vez, vive en nosotros, y el cual
    posee un contenido tan rico y variado que nunca se nos agota. En
    él nunca faltará materia, ni realidad para nuestras
    consideraciones éticas. La conducta del
    hombre y el mundo mismo son voluntad.

    Éste será el tema sobre el que
    trabajaremos en este camino y, con el mundo; como voluntad y
    representación, como nuestro
    acompañante.

    IMPORTANCIA DE LAS
    INDAGACIONES MORALES

    Empecemos el desarrollo de este trabajo con
    una lectura inicial de Schopenhauer en sus complementos al libro
    cuarto:

    "Que las indagaciones morales son incomparablemente
    más importantes que las físicas y en general que
    todas las demás, se sigue del hecho que atañen casi
    inmediatamente a la cosa en sí, a saber, a aquel
    fenómeno suyo en que, bañada de inmediato por la
    luz del conocimiento, revela su esencia como voluntad
    ." Y
    continua: "Mi filosofía es la única que concede
    a la moral su pleno derecho: pues sólo si la esencia del
    hombre es su propia voluntad, o sea, sólo si él es,
    en sentido estricto, su propia obra, son sus hechos realmente
    suyos e imputables a él por entero. Si por el contrario
    tiene otro origen o es la obra de algún otro ser distinto
    de él, toda su culpa se remite a este origen o autor. Pues
    el obrar se sigue del ser
    ."

    Lo que nos está tratando de decir Schopenhauer,
    en estas líneas iniciales, tanto del complemento al libro
    cuarto, como en el libro cuarto, es que el tema de la conducta humana
    corresponde quizás al principal que la filosofía
    deba considerar. Nos estamos refiriendo como tal a las acciones
    humanas, asunto que nos afecta a todos de manera inmediata y que
    para ninguno de nosotros son indiferentes o nos puedan parecer
    extrañas en algún momento.

    Pero para entender correctamente el camino por el que
    nos quiere llevar Schopenhauer, debemos entender como esta
    voluntad se manifiesta en el ser humano, y si el ser humano puede
    llegar a ser libre bajo su influencia. No sólo es libre la
    voluntad en sí, sino que también lo es el hombre, y
    que por serlo, se le puede también distinguir de los
    demás seres en la naturaleza. Para Schopenhauer, es claro
    que la voluntad es lo primero, lo originario, el
    conocimiento, por su parte, tendría un aspecto
    secundario, que él lo colocaría al servicio de la
    manifestación de la voluntad. De aquí se puede
    deducir, que cada hombre es lo que es, por su voluntad, y su
    carácter adquiere entonces características de ser
    fundamental, dado que la voluntad está a la base de su
    ser. El hombre en cuanto tal, es obra de sí mismo, a la
    luz, posterior del conocimiento, el cual vendría para
    iluminar su obra una vez realizada.

    VOLUNTAD, CARACTER Y
    DOLOR

    El tema de la voluntad en Shopenhauer irá siempre
    junto al tema de la acción.
    Los acontecimientos están siempre sometidos a la
    determinación del destino, es decir, al encadenamiento sin
    fin de las causas, así nuestras acciones dependen siempre
    de nuestro carácter inteligible. El problema aquí,
    es que como no conocemos nuestro destino, tampoco conocemos o
    podemos determinar de antemano nuestro carácter, de tal
    forma que la única solución que podemos por ahora
    ofrecer a esta encrucijada, es que debemos mirar hacia
    atrás para comprendernos en nuestro actuar y de la misma
    manera conocer a los demás con los que nos relacionamos;
    "La resolución definitiva nos hará conocer
    nuestro estado natural y nuestras acciones serán para
    nosotros como un espejo. De este modo se explica la
    satisfacción o la angustia que sentimos cuando volvemos la
    vista atrás y recorremos el curso de nuestra vida pasada:
    ambos sentimientos no nacen de que los hechos ejecutados por
    nosotros en el pasado subsistan aún; ya pasaron, fueron y
    ya no son; pero su gran importancia para nosotros proviene de su
    significación, de que son una muestra de
    nuestra voluntad, en el cual reflejamos nuestro yo más
    íntimo y reconocemos la esencia de nuestra voluntad. Y
    como nada de esto lo conocemos de antemano, sino sólo a
    posteriori, debemos trabajar y luchar durante nuestra existencia
    temporal a fin de que el conjunto de nuestros actos sea propio
    para tranquilizarnos lo más posible y no para
    angustiarnos
    ."

    Este tipo de carácter, cuya comprensión
    obtenemos mirando hacia atrás en el tiempo, corresponde lo
    que Schopenhauer denomina carácter empírico. Y
    seguidamente nos propone que junto al carácter inteligible
    y el empírico, se debe dar un tercero que corresponde al
    carácter adquirido, el cual se formaría en el curso
    de la vida por el trato con el mundo, es a éste al que nos
    referimos cuando alabamos a un hombre por tener carácter o
    lo criticamos por no tenerlo.

    Pero el hecho de que tengamos un carácter de
    alguna forma determinado ya sea por factores externos o internos,
    no queda excluida, según nuestro autor, la posibilidad de
    cambios de conducta. Puede haber cambios de conducta, pero el
    carácter podría permanecer inalterado. Sigo obrando
    en virtud de un motivo personal, es
    decir, en virtud de una ganancia, Lo único que ha cambiado
    es mi concepto de
    qué es para mí, lo más
    beneficioso.

    Carácter, y acción, se fundamentan en la
    voluntad. La voluntad es esa parte de mí, que tiene la
    inquietud infinita dentro de sí, toda acción humana
    lleva la marca de esta
    infinitud, la saciedad no parece ser un punto tranquilo de
    llegada, sino más bien un horizonte que parecería
    siempre darnos la espalda, no existirá una acción
    final, sino que todas las acciones están en camino, son
    intermediarias por naturaleza.

    "La voluntad, en todos los grados de su
    manifestación, desde el más bajo hasta el
    más alto, carece de objetivo
    final, porque su esencia es querer, sin que este querer tenga
    nunca un fin, y que, por lo tanto, no alcanza una
    satisfacción definitiva y sólo los
    obstáculos pueden detenerla, pero en sí va hasta lo
    infinito
    ."

    Pareciera que fuera inútil tratar de prescribir o
    sacar conclusiones, sobre la manera cómo debieran actuar
    las personas con el fin de escaparse de la esclavitud a que
    el deseo las mantiene sometidas, considerando el hecho, de que
    cada uno de nosotros posee un carácter, sin embargo este
    carácter es objetivación de la voluntad, de la
    voluntad de vivir, que se hace presente en el deseo y esfuerzo
    constante.

    La idea hasta ahora planteada de la infinitud asociada a
    la voluntad y el deseo, nos permite también reconocer el
    concepto del dolor. Para Schopenhauer el dolor es esencial a la
    vida y como tal no proviene del exterior, sino que cada uno de
    nosotros lo lleva dentro, como un manantial que no se agota.
    Constantemente el deseo se hace presente, para ser eliminado y
    otra vez renacer. Y ninguna actividad puede realmente
    satisfacernos, mas sin embargo hacemos caso omiso de esta
    realidad, y seguimos buscando nuevos deseos, y así
    continuamos indefinidamente. Podemos decir que: "el hombre
    lleva en sí entonces un grande y único dolor que le
    hace olvidar todas las alegrías y todas las aflicciones
    menores. Esto constituye ya una actitud
    más digna que no la carrera incesante en pos de fantasmas que
    varían continuamente
    ."

    La esencia de la naturaleza inconsciente es una
    constante aspiración sin finalidad y sin pausas; de igual
    modo, la esencia del hombre consiste en querer y aspirar: es una
    sed inextinguible. El hombre se ve abandonado a sí mismo,
    inseguro de todo lo que es y lo que le rodea, amenazado por toda
    clase de
    peligros siempre recurrentes. Schopenhauer afirma que en realidad
    la vida es sólo una continua lucha por la existencia, con
    la certidumbre de una derrota final, La vida es un mar sembrado
    de remolinos, e incluso aquel que con prudencia y buena suerte
    logra salir bien, en realidad lo que hace es aproximarse cada vez
    más al destino final, a el camino sin retorno; en otras
    palabras a la muerte.

    La vida como mencionábamos anteriormente es
    necesidad y dolor. Si la necesidad es satisfecha, como
    normalmente ocurre, entonces lo que nos espera es el
    aburrimiento, el tedio, la
    desesperanza, el saber que estamos encerrados en un ir y venir
    sin descanso, la rueda del destino que nunca se detiene. La vida
    humana esta encerrada entre el dolor y el
    aburrimiento.

    El hombre será el único animal que hace
    sufrir a los otros con el único objeto de hacer sufrir, El
    hombre como sabemos goza con el mal de los otros, el hombre es un
    animal de presa, que apenas ve a su lado un ser más
    débil que él, se le tira encima, por ello a nadie
    hay que envidiar, mientras que habría que compadecer a una
    infinita cantidad de hombres, porque se hallan condenados a la
    vida.

    El dolor es en realidad lo positivo para Schopenhauer,
    en cambio, lo
    negativo, lo ilusorio, es la felicidad. El dolor y la tragedia no
    sólo constituyen la esencia de la vida de los individuos,
    sino también la de la historia de toda la humanidad. La
    vida de cada individuo es
    una lucha continua, no sólo una lucha metafísica
    con la necesidad o con el aburrimiento, sino también una
    lucha real con los demás individuos. El progreso es una
    ilusión, no es como lo vería Hegel,
    entendiendo el espíritu absoluto en su racionalidad y
    progreso. La historia es destino, es el trágico ir y venir
    de la misma sinfonía.

    Recordemos las palabras de Calderón: El mayor
    delito del hombre
    es haber nacido
    . Con esta reflexión sobre el dolor, la
    voluntad y el carácter terminamos este tema para traer
    unos de los conceptos principales que subyacen a la ética
    en Schopenhauer.

    PRINCIPIUM
    INDIVIDUATIONIS

    Pasemos ahora a estudiar el tema de la influencia de la
    fuerza
    individual y el deseo de vivir, en otras palabras el deseo
    siempre insatisfecho de querer afirmar nuestra voluntad
    individual.

    Queremos entender el poder que tiene la fuerza
    individual, ante lo que llamaríamos la presencia e
    importancia del otro. Veremos que esta fuerza de la
    individualidad tiene una notoriedad diferente en cada ser humano
    y ésta será el origen de la temática que
    empezaremos a estudiar, y que denominaremos o conocemos
    también como egoísmo.

    "Llamamos perverso a un hombre que, no contenido por
    fuerza alguna exterior, no desperdicia ocasión, de obrar
    injustamente. Según nuestra definición de la
    injusticia, esto quiere decir que semejante hombre no se limita a
    afirmar su voluntad de vivir tal como se manifiesta en su cuerpo,
    sino que lleva a negarla en otros individuos
    " y continua
    seguidamente: "La intensidad del deseo de vivir es excesiva en
    tal individuo y rebasa la mera afirmación de su propio
    cuerpo; segunda, que su conocimiento, sometido exclusivamente al
    principio de razón y preso en el principium
    individuationis
    , se atiene tercamente a la distinción
    que este último establece entre su cuerpo y el de los
    demás, procurando su bienestar, sin importarle el ajeno, y
    considerando a los demás seres como extraños a
    él y separados de su individualidad por un abismo, o
    mejor, como si fueran fantasmas y no seres reales. Estos
    elementos constituyen la base del hombre
    perverso
    ."

    Según Shopenhauer, considerando al hombre
    perverso, descrito anteriormente, todo el mal del mundo, emana de
    la voluntad de vivir, de sus manifestaciones de egoísmo,
    de autoafirmación, de odio y de conflicto.
    Hasta el punto de exclamar en Parerga y Paralipomena: que en
    todos nosotros, en nuestro corazón reside una mala bestia
    al acecho de oportunidades buscando saciar sus instintos voraces,
    atacando a los demás y que, si no la evitamos, nos
    descuartiza.

    Esta bestia salvaje y desenfrenada, este mal, radica
    propiamente en la voluntad de vivir. De aquí deduce
    Schopenhauer que la moralidad, si
    es posible, tiene forzosamente que implicar un rechazo de dicha
    voluntad, y, considerando que el hombre es una
    objetivación de la voluntad, rechazar ésta,
    significa negarse a sí mismo.

    "La naturaleza se contradice directamente a sí
    misma según hable desde un punto de vista individual o
    desde uno general, desde dentro o desde fuera, desde el centro o
    desde la periferia. Su centro lo tiene en cada individuo, pues
    cada uno es toda la voluntad de vivir. De ahí que, aun
    cuando ese individuo sea tan sólo un insecto o un gusano,
    la naturaleza habla desde él diciendo: Sólo yo soy
    todo en todo; lo único que importa es mi
    conservación y todo lo demás puede irse a pique, al
    no ser propiamente nada. Así habla la naturaleza desde el
    punto de vista particular, o sea, desde la autoconciencia y sobre
    eso descansa el egoísmo de todo ser vivo
    ."

    Ante todo este panorama de fuerza ciega y voluntad de
    vivir en cada individuo, será muy difícil salir de
    esta actitud, sin a su vez, requerir de un verdadero y completo
    compromiso. Un Hombre puede llegar después de mucho
    esfuerzo, comprender que todos los individuos en realidad
    sólo son una sóla cosa, pues todos pertenecemos al
    mundo espacio-temporal, al mundo del fenómeno, como
    representación de una única voluntad. Aquí
    estamos ante el nivel ético de la
    compasión.

    La bondad verdadera no consiste, en obedecer un
    imperativo categórico a la manera de Kant. La bondad
    verdadera es amor,
    agape o caritas, a diferencia de eros que
    como sabemos está encaminado a la satisfacción de
    un placer individual. Amor es compasión o piedad,
    nos dice Shopenhauer; todo amor verdadero y puro es piedad y
    cualquier amor que no sea piedad es egoísmo
    . Eros es
    la representación del egoísmo; agape es
    piedad.

    NEGACION DE LA
    VOLUNTAD DE VIVIR

    "Del mismo manantial del cual nace todo amor, toda
    bondad, toda virtud y nobleza de ánimo se deriva
    también aquello que yo llamo negación de la
    voluntad de vivir."

    Schopenhauer insiste a pesar del pesimismo que hasta
    ahora nos parece haber presentado, el mundo posee un significado
    moral: la existencia, la vida, es un crimen ya de por sí;
    es nuestro pecado original y lo expiamos exclusivamente por medio
    del sufrimiento y de la muerte.

    En el mundo reina la justicia y además el mundo
    posee un significado moral. La voluntad aparece como la culpable
    de todo el mal presente en el mundo. La existencia o la vida es
    un crimen y la moralidad, si existiera, se podría expresar
    únicamente rechazando la voluntad de vivir, y
    apartándonos de la vida. Tenemos aquí una
    dialéctica por superar; no nos debemos quedar en la simple
    y llana contradicción, sino que la dialéctica como
    tal es movimiento, y
    por tanto este movimiento, nos pone ante nosotros la posibilidad
    de traspasar esta negación de la voluntad de
    vivir.

    La solución no consistirá propiamente en
    lo que conocemos como suicidio, como
    culminación del máximo acto moral, ya que
    según nuestro autor, el suicidio es un acto de
    sumisión a la voluntad, de ningún modo su
    negación. La justificación radicará en el
    hecho que el hombre que se decide por el acto de suicidio lo hace
    con la idea en mente de librarse de ciertos males y que si
    pudiera escaparse de esos males que le acongojan, sin recurrir al
    suicidio, lo haría con agrado. Por esta razón, el
    suicidio, es la expresión de una concesión hecha a
    la voluntad de vivir. En consecuencia, la negación y la
    renuncia a vivir han de adoptar una forma que no sea el
    mencionado suicidio.

    Creo que en este momento, que el lector podrá
    tener un atisbo del punto a donde pareciera inevitablemente tener
    que llegar. El que niegue su voluntad se moverá en el
    mundo como si éste no fuera nada, ya que lo único
    que niega es la apariencia de la voluntad. Nos planteamos
    entonces la pregunta sobre si la muerte es una total
    extinción.

    La salida del mundo fenoménico significa
    necesariamente la extinción de la conciencia. Para
    el hombre que ha negado su voluntad de vivir, la muerte hiciera
    las veces de una posible extinción total. Estar en vida
    redujo su existencia al temor y, con la muerte, la destruye. El
    hombre llegó a su última meta que es la
    negación de la voluntad de vivir. En la negación de
    esta voluntad de vivir esperaríamos que se diera la
    unión con la voluntad única y sería por otro
    lado el fin de todos nuestros sufrimientos, y también el
    fin de todo egoísmo, donde el tú y el yo,
    también dejarán de existir, uniéndonos en el
    abrazo mortal de la totalidad.

    La voluntad ha recorrido el camino de nuestra vida y
    volvemos al mismo punto de donde veníamos. Una eternidad
    antes, en ella, y otra eternidad en el futuro con
    ella.

    El mundo, en cuanto fenómeno, es
    representación, pero en esencia es voluntad ciega e
    irrefrenable, siempre insatisfecha. Cuando el hombre, a
    través del uso del conocimiento y de su instinto, penetra
    en la más profunda realidad, comprende que la realidad es
    voluntad y que él mismo también no es otra cosa que
    voluntad y representación. Entonces puede entender el
    camino de su redención, ésta se da
    únicamente si deja de querer.

    Podemos liberarnos del dolor y el aburrimiento, y
    eliminar la sucesión infinita de necesidades de nuestra
    vida, por la vía del arte y de la
    ascesis. En la experiencia estética el individuo se libera de las
    ataduras de la voluntad, olvidándose de sí mismo y
    de su dolor. Al sumergirnos en un estado de pura
    contemplación, nos liberamos durante un instante de todo
    deseo y toda preocupación, nos liberamos de nosotros
    mismos, ya no somos más el individuo que pone la inteligencia
    al servicio del querer, el sujeto correspondiente a su objeto
    particular, y al quedar purificados de toda voluntad, somos el
    sujeto eterno del conocimiento, el correlato de la Idea. Pero
    también es claro que si este estado contemplativo, sirve
    para indicarnos un camino a la felicidad del hombre, la
    liberación del dolor de la vida, la total redención
    del hombre, debe producirse por otro camino, al que llamaremos
    ascesis.

    La ascesis significa que la liberación del hombre
    con relación al movimiento entre dolor y aburrimiento
    sólo puede concretarse si suprimimos en nosotros mismos el
    origen de este mal, es decir, la voluntad de vivir, tal como en
    el párrafo
    anterior lo habíamos mencionado; es el llegar al sujeto
    eterno del conocimiento. Hay que eliminar toda distinción
    entre nuestra individualidad y la de los demás,
    entendiendo el hecho de que todos nos vemos afectados por la
    misma desventura, todos estamos en este mundo sufriendo una serie
    de males que son similares.

    La bondad nos permite entender el sufrimiento de esos
    otros seres también desdichados, que sufren en carne
    propia los avatares de un destino sin justificación y
    totalmente ciego en sus decisiones. Esta bondad es una
    compasión, un sentir el dolor ajeno a través de la
    comprensión de nuestro dolor; amor y compasión
    serían una sóla cosa. Al ver el dolor, las
    miserias, las angustias, el padecer; sentiremos entonces la
    afinidad que nos relaciona y nos une con los otros;
    experimentaremos simpatía por ellos, y en lugar de odio y
    de desprecio, tendremos piedad.

    El camino es entonces entender la infelicidad de los
    demás para poder sentir por ellos la piedad.

    En cualquier caso, sin embargo la piedad continua siendo
    un padecer, el camino para erradicar de una vez por toda la
    voluntad de vivir y el dolor, continúa siendo la ascesis.
    La misma ascesis de los sabios indios y los santos ascetas del
    cristianismo.
    La ascesis es el horror que se experimenta ante la presencia de
    un mundo lleno de dolor. La ascesis saca al hombre de la voluntad
    de vida, de las ataduras con las cosas, y por eso le permite
    estar en el estado de una completa serenidad.

    CONCLUSIONES

    El sufrimiento, la existencia del otro, el
    egoísmo, y la piedad son los temas que recogeremos en
    estas conclusiones. Nos propusimos entender la importancia de una
    filosofía antropológica, a la luz de nuestra
    lectura del mundo como voluntad y representación, y de los
    comentarios al libro cuarto. Buscamos en este proceso
    comprender en qué consiste una ética que considere
    la totalidad subyacente a este aparente mundo fenoménico,
    en donde se hace presente la multiplicidad, la caducidad y el
    otro.

    Si el prójimo se nos presenta como el objetivo
    final de mi propia voluntad, si deseo su bien como deseo el
    mío, esto me identifica radicalmente con él, de
    esta forma estoy eliminando toda posible diferencia existente
    entre él y yo, origen fundamental del anteriormente
    nombrado egoísmo.

    El problema de esta argumentación, está en
    el hecho de que no es posible para un ser humano normal,
    colocarse exactamente en el lugar de otro, y queda siempre
    abierta la posibilidad de dudar sobre si el otro, es un yo, como
    mi propio yo. De alguna forma tendré que dar el paso de la
    creencia en la igualdad del
    tú, con el yo, y apoyarme en la evidencia que tengo, para
    intentar llegar al conocimiento que él, es realmente un
    tú, idéntico en toda proporción a
    mi.

    Así podemos entender la unidad del mundo, y la
    unidad de todos los seres, este entendimiento se logra gracias a
    la piedad, y la individuación no es más que un
    simple fenómeno, nacido del espacio y del tiempo, como
    formas ideales pertenecientes a un sujeto trascendental. La
    multiplicidad de los otros es también subjetiva; es decir,
    está presente exclusivamente en mi representación
    del mundo. Se trata de reconocerse verdaderamente en el otro, y
    sin espacio, ni tiempos reales, todas las cosas son una y
    sólo una.

    La superioridad del hombre sobre las demás entes,
    como don particular, resalta por su gran resistencia al
    sufrimiento consciente. Para alcanzar esta conciencia del dolor
    son posibles dos vías: La experiencia personal vivida, el
    sufrimiento, a partir del cual despierta nuestra conciencia al
    dolor universal, y por otra parte, la relación con el
    dolor ajeno, al que se le reconoce como propio; éste es el
    fenómeno mismo de la piedad, la toma de conciencia del
    dolor ajeno constituiría el segundo camino que lleva a la
    sabiduría.

    Es ante el dolor que tomamos conciencia de nuestra vida,
    y de nuestra pertenencia a una totalidad, es cuando aparece esta
    piedad universal que podemos reconocer el sufrimiento universal
    como propio, como un rasgo de nuestro ser.

    Si nos es posible apiadarnos del prójimo, no nos
    será posible por el contrario, regocijarnos con él.
    La felicidad o el bienestar de los demás siempre nos
    dejarán inalterados. De tal manera que podemos entender el
    dolor como el elemento positivo por naturaleza, mientras que el
    placer y la satisfacción del deseo serán los
    aspectos negativos de la realidad.

    Entonces para Schopenhauer, el fenómeno de la
    piedad, es decir la comprensión que tengo en cada caso del
    sufrimiento ajeno, y el intento de superar este sufrimiento en el
    otro, es realmente donde reside todo análisis, toda satisfacción, todo
    bienestar y toda nuestra posible felicidad. Podemos pensar que
    sólo esta piedad es la verdadera base de toda justicia
    libre y de todo auténtico amor humano.

    El proceso de la piedad, según nuestro autor, es
    realmente el gran misterio de la ética, el tan buscado
    fenómeno ético fundamental: el misterio donde el
    muro que separa a los individuos se desvanece; donde el no-yo se
    convierte en yo. Aquí radica la esencia de todo comportamiento
    moral, donde la voluntad es unidad absoluta y su
    fragmentación es sólo parte de nuestra
    ilusión, la cual debe ser develada, en nuestro proceso de
    transformación.

    "Compasión no es para Schopenhauer, una
    exigencia moral, sino el nombre de una experiencia,
    acompañada de sentimiento intenso, que a veces se produce
    en las personas; a saber, la experiencia de que todas las cosas
    fuera de mí son también voluntad y sufren dolores y
    congojas como yo mismo. Para el que siente compasión se ha
    vuelto transparente el velo de maya y ha dejado de estar sometido
    al engaño del principium individuationis. Se reconoce a
    sí mismo en cada ser y por tanto también en los que
    sufren. Compasión es la facultad para desplegar, en
    determinados instantes, la propia existencia corporal de la
    voluntad más allá de las propias fronteras del
    cuerpo. La voluntad conserva toda su fuerza en mí, pero no
    actúa ya en el frente de la autoafirmación; se
    encuentra en un estado de dispersión singular: no se
    concentra en el propio cuerpo, sino que irradia hacia afuera y no
    puede ya distinguir entre lo propio y lo
    extraño
    ."

    Podemos pensar con Shopenhauer, tratando de encontrar lo
    que sería el tan buscado principio fundamental de toda
    moral autentica; encontrar una resistencia de carácter y
    fuerza similar a nuestro egoísmo, debe ser éste el
    camino a seguir de todo lo que queramos entender como moral. Al
    ser el egoísmo el impulso anti-moral por excelencia, la
    ausencia de toda motivación
    egoísta es, por consiguiente, el criterio de la moralidad
    en acción.

    El sentimiento puro y en especial los sentimientos
    desinteresados o altruistas, como generalmente los conocemos,
    quizás puedan proporcionarnos el tan buscado principio
    fundamental de toda moral autentica.

    Podemos concluir, que para Schopenhauer lo esencial
    sigue siendo la negación individual de la voluntad; la
    supresión del deseo. El verdadero remedio, no es la muerte
    o el suicidio. La solución, es el ascetismo individual;
    sólo la abstinencia y la no-procreacion pueden alcanzar a
    la larga, la desaparición de la especie humana y del deseo
    de vivir en el hombre.

    Tenemos entonces la resignación y la indiferencia
    dentro de lo fenoménico, y la contemplación y el
    misticismo en el orden espiritual. La contemplación es ese
    desprendimiento casi místico, ese estado de verdadera
    quietud. En ese estado la sabiduría es con justicia,
    libertad, eternidad y liberación. Estamos pues, frente a
    una filosofía de la contemplación y no de la
    acción. En consecuencia se puede afirmar que el arte es
    tedio contemplado y la moral, una moral de
    desprendimiento.

    Para terminar, diremos; que quizás en la
    música tengamos un suave murmullo de lo que la cosa en
    sí, o la voluntad nos tenga y nos quiera decir, el secreto
    del mundo y su actuar, pueda que el mundo desaparezca, pero la
    música seguirá sonando
    . La felicidad no es cosa
    fácil: es muy difícil hallarla en nosotros e
    imposible de encontrarla en otra parte.

    "Nosotros lo reconocemos, efectivamente; lo que
    queda después de la supresión total de la
    voluntad no es para todos aquellos a quienes la voluntad misma
    anima todavía, sino la nada. Pero también es
    verdad que para aquellos en los cuales la voluntad se ha
    convertido o suprimido, este mundo tan real, con todos sus
    soles y nebulosas, no es tampoco otra cosa más que la
    nada.
    "

     

     

    RODRIGO FERRER

    PONTIFICIA UNIVERSIDAD
    JAVERIANA

    FACULTAD DE FILOSOFIA

    PROGRAMA DE MAESTRIA EN FILOSOFIA

    PROBLEMAS DE ANTROPOLOGIA Y ETICA

    Diciembre 2 del 2005

    2/17/2006

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