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Jóvenes: la nueva precariedad laboral



     

    • y cuyo empleo no se corresponde con el nivel de
      formación alcanzado

     

    1.
    INTRODUCCIÓN

    La lucha contra la precariedad laboral constituye sin
    duda uno de los principales retos en las sociedades
    actuales. En términos generales, la precariedad laboral ha
    sido tradicionalmente conceptualizada en términos de
    temporalidad. De esta manera, aquellos empleos que no aseguraban
    una estabilidad en el empleo se
    identificaban automáticamente a la categoría de
    empleos precarios. Ahora bien, si como venimos observando, se han
    producido importantes cambios en diversos aspectos del sistema
    productivo y sus relaciones de producción (tecnificación, globalización, deslocalización,
    etc.), es plausible pensar que también la noción de
    precariedad se ha visto sujeta a modificaciones. Y precisamente
    ese es el objetivo de la
    presente investigación, indagar en torno a la
    definición de la precariedad laboral entre los
    jóvenes españoles, más de 8 millones de
    jóvenes menores de 35 años que ya están
    insertos en el mercado de
    trabajo.

    Así pues, el interés
    mayoritario del estudio es el de profundizar a través de
    la percepción que tienen los propios
    afectados, en la conceptualización del fenómeno de
    la precariedad laboral, más allá de su
    caracterización en función de
    variables con
    las que tradicionalmente se ha venido midiendo, como la
    temporalidad de los contratos o de la
    rotación laboral, atendiendo además a otras
    características de la precariedad que están
    apareciendo como novedosas. Igualmente el estudio atiende a una
    doble dimensión referida a los colectivos
    específicos afectados, entendidos estos en términos
    de su cualificación, el puesto de trabajo que ocupan, sus
    condiciones de trabajo o sus perspectivas laborales futuras. Todo
    ello con el objetivo de poder
    identificar con claridad qué características o
    categorías influyen en la definición de
    precariedad, qué importancia se les da, cómo
    actúan, qué consecuencias sociales y laborales
    tienen y cómo pueden medirse para articular una respuesta
    sindical.

    Con objetivos como
    los señalados, la estrategia
    metodológica adoptada implicó la realización
    de entrevistas a
    profundidad a jóvenes (hasta 30 años) cuyas
    características sociolaborales se ajustaban a los
    siguientes patrones:

    1. El primer colectivo definido como objeto de estudio
    está compuesto por jóvenes con un nivel formativo
    bajo y que se encuentran trabajando en la actualidad. El criterio
    para la clasificación en términos de
    cualificación se ajustó al grado máximo
    alcanzado en el sistema
    educativo. De esta manera, el primer colectivo estaba
    compuesto por jóvenes que no habían superado la
    enseñanza obligatoria. Así, por
    ejemplo, en la muestra se
    incluyen ocupaciones como auxiliar de limpieza, peluquería
    (con un bajo nivel educativo alcanzado) o
    mensajería.

    2. En segundo lugar, se entrevistó a individuos
    con nivel de formación medio y alto, y cuyo nivel
    educativo finalizado equivale a algún itinerario de
    Formación Profesional (medio o superior) o algún
    grado universitario. Se trata de jóvenes insertos en el
    mercado de trabajo y cuyas ocupaciones no implican el desarrollo de
    actividades propias del área formativa en el que se
    alcanzó el grado académico. Es decir, ocupaciones
    que no están relacionadas con los estudios realizados, por
    ejemplo licenciados en derecho desarrollando tareas de auxiliar
    administrativo.

    3. El tercer colectivo también estaba constituido
    por jóvenes con un nivel de formación formal medio
    o alto. Ahora bien, en este caso las ocupaciones
    desempeñadas estaban conectadas con el área de
    estudios elegida durante la etapa educativa. Así,
    licenciados en derecho trabajando como pasantes o licenciados en
    sociología integrantes de los equipos
    técnicos de los juzgados de menores.

    En total, se realizaron 15 entrevistas en profundidad.
    Cuatro para el primer colectivo, cinco para el segundo y seis
    para el tercero. Ocho eran mujeres y siete hombres.

    La descripción y valoración de la
    información recogida durante la
    investigación se estructurará en dos
    capítulos. En el primero de ellos, se ofrecerán los
    resultados más relevantes colectivo por colectivo,
    qué variables o características influyen y
    cómo y en qué medida lo hacen. En un segundo
    momento, que se corresponde con el capítulo de
    conclusiones, se procederá a explicitar aquellos procesos que
    diferencian o, por el contrario, vinculan a los tres colectivos
    en cuanto a sus discursos en
    torno a la precariedad laboral. En dicho capítulo podremos
    determinar las características diferenciadoras de las
    condiciones laborales entre los jóvenes participantes en
    el estudio, y estableceremos posibles líneas de trabajo
    sindical.

     

    2.
    RESULTADOS

    2.1. Primer colectivo:
    jóvenes con un bajo nivel de
    cualificación.

    Los discursos de los jóvenes pertenecientes a
    este colectivo presentan algunos ejes
    temático–semántico especialmente relevantes,
    y que dibujan una situación laboral definida en
    términos de precariedad biográfica. Este es el
    contexto general en el cual ha de situarse nuestro análisis de la construcción de la experiencia de la
    precariedad en el colectivo que nos ocupa. Los discursos de las
    personas entrevistadas ponen de manifiesto que la evaluación
    que de su experiencia laboral realizan los jóvenes con un
    bajo nivel de cualificación contribuyen a la
    "naturalización" de la precariedad. Por
    naturalización de la precariedad entendemos los procesos
    actitudinales y experienciales que llevan a incorporar la
    precariedad como un rasgo distintivo, esencial, natural, de la
    experiencia laboral en el seno de este colectivo. La precariedad
    es una compañera persistente, y podríamos decir que
    "natural" e "inevitable", en el viaje de las personas en el mapa
    laboral.

    Por tanto, nuestro análisis de los resultados
    para este colectivo tendrá lugar en dos fases. En la
    primera describiremos los orígenes de este proceso de
    incorporación de la precariedad como rasgo definitorio de
    la biografía laboral de los entrevistados. En
    este punto será de especial importancia la
    consideración de los orígenes educativos de esta
    percepción. En la segunda fase, dotaremos de contenidos
    concretos y específicos la propia noción de la
    precariedad para los jóvenes no cualificados. En resumen,
    de lo que se trata es de dibujar una trayectoria laboral/vital en
    términos de precariedad para, en un momento posterior,
    sistematizar, de forma jerarquizada, los elementos a partir de
    los cuales este grupo define y
    entiende la precariedad. Dicha precariedad (que definiremos
    posteriormente para este colectivo) es construida en los
    discursos como una característica estable en la vida de
    los individuos, pero a la vez se convierte en un rasgo distintivo
    de la vida social en general. Dicho de otra manera, los
    individuos no analizan su situación en términos
    particulares, sino que encuentran en la definición de sus
    condiciones de vida un ejemplo paradigmático que les
    permite entender las condiciones vitales dentro de su entorno
    social cercano, y de su grupo de edad en sentido amplio. Los
    entrevistados lo expresan con toda claridad:

    [es necesario soportar trabajo precario] en mi
    situación y en la de, vamos, la mayoría de los
    jóvenes que quieren, pues emanciparse, o adquirir una
    vivienda, o alquiler.(…).

    La mayoría [de mis trabajos] han sido
    precarios, sí. Por condiciones, por salarios,
    por trato. No sé si atreverme a decir
    explotación, porque quizá… pero en ocasiones me
    he sentido explotado. En ocasiones sí. Trato vejatorio
    no, por supuesto, porque no lo soportaría. Pero a veces
    me he sentido esclavo del trabajo (…). Muchas veces yo he
    trabajado al límite de mis posibilidades. Por supuesto,
    eso me parece una explotación (…).

    2.1.1. La precariedad como
    biografía.

    La biografía laboral, entendida como
    biografía de precariedad tiene su origen, tal y como se
    detecta en los discursos analizados, con la etapa educativa. En
    primer lugar, conviene destacar cómo en los propios
    discursos de los entrevistados se concreta, de forma patente, una
    cierta percepción de derrota en términos educativos
    que desemboca en una temprana incorporación en el
    ámbito laboral. La pronta iniciación en el mercado
    de trabajo define, siempre desde el punto de vista de los
    entrevistados, un itinerario laboral que sumerge a los sujetos en
    empleos con alto nivel de precariedad.

    Creo que el trabajo
    se ha degradado (…). Quizá haya más trabajo en
    el plan de que
    haya más ocupaciones (empleos), pero desde luego han
    empeorado las condiciones económicas y
    laborales.

    Realmente bueno, por trabajar, una persona con
    actitud
    puede trabajar, aquí en este país, otra cosa es
    en qué condiciones. Que, en algunos sitios son bastante
    penosas.

    La naturalización de la precariedad (es decir, la
    percepción de la precariedad como elemento constitutivo de
    la naturaleza de
    la vida sociolaboral) tiene un claro correlato en la forma en la
    que se produce el abandono del sistema educativo. Porque dicho
    abandono se produce, también, de manera "natural". Natural
    porque dicho abandono se inscribe en el mundo de la vida
    cotidiana, en la interacción grupal, en la experiencia
    socializadora, en la influencia de los grupos
    sociales en sentido amplio. La experiencia inmediata de los
    sujetos entrevistados consiste en la constatación de que
    el mundo laboral constituye su salida privilegiada en
    términos de proyecto
    vital:

    pobres resultados escolares en el grupo de pares que a
    su vez desemboca en el abandono frecuente del sistema educativo
    de forma acelerada para incorporarse a ocupaciones manuales
    (albañilería, construcción y
    reforma, mensajería, hostelería, etc.),
    percepción de que el sistema educativo no implica una
    posibilidad de mejora en la escala social,
    presiones económicas familiares que llevan a los
    jóvenes a la búsqueda de ingresos con los
    que costear los gastos en el
    tiempo de
    ocio, etc. En este contexto, el abandono del sistema educativo no
    implica una ruptura con los patrones de conducta
    típicos en el entorno social cercano. Más bien al
    contrario, el abandono prematuro del sistema educativo se
    estructura
    cultural y socialmente como la opción más clara ya
    en edades tempranas (a partir de los 16 años). El acceso
    al mercado de trabajo no constituye un momento
    "traumático" en la vida de las personas. La realidad es
    bien diferente: el acceso al mundo del trabajo constituye el
    cumplimiento de un rito a un supuesto mundo adulto.

    De esta manera los discursos de los entrevistados
    muestran claramente cómo el abandono del sistema educativo
    no sería sino un elemento más del proceso socialización. Su contraparte, es decir, la
    incorporación al mundo del trabajo, también cobra
    este carácter objetivante. Se trata de una etapa
    más en el proceso evolutivo.

    Etapa que, por otro lado, se encuentra claramente
    estructurada en el entorno social de los individuos
    pertenecientes a este colectivo:

    lo normal es comenzar a trabajar. En la
    rememoración de su acceso al mundo laboral, los sujetos
    verbalizan claramente este proceso de transición temprana
    al mundo del trabajo. Y es necesario enfatizar aquí que
    los discursos elaborados por los entrevistados acerca de su
    experiencia laboral (que, como veremos, se define en
    términos de precariedad) se refieren, en múltiples
    ocasiones, a la influencia de la insuficiente formación
    previa a su incorporación al mercado de
    trabajo.

     

    2.1.2. La experiencia de la
    precariedad.

    En la presente sección nos ocupamos de una
    pregunta fundamental: ¿qué es la precariedad para
    los jóvenes con bajo nivel de cualificación?
    ¿Cuáles son sus elementos definitorios?
    ¿Qué es un trabajo precario en la experiencia de
    estos jóvenes? Para dar respuesta a este conjunto de
    cuestiones se procederá a detallar los elementos que,
    siempre desde el punto de vista de los entrevistados,
    transformarían un trabajo en trabajo precario. Se trata de
    reconstruir la forma en la cual las personas experimentan y
    construyen el concepto de
    precariedad laboral. De su precariedad laboral.

    En la figura 1 se formaliza este proceso en un esquema
    – síntesis
    general que el lector puede utilizar como guía para las
    siguientes páginas. En dicho esquema los elementos
    aparecen jerarquizados tal y como se detectan en las entrevistas
    realizadas. De esta manera, no se trata de una mera lista de
    elementos definitorios de la precariedad. Más bien se
    trata de una ordenación jerárquica de los elementos
    que los propios entrevistados incorporan a su discurso, de
    una forma más o menos explícita, para la
    descripción de su biografía laboral como
    biografía de precariedad.

    El primer elemento, desde un punto de vista
    jerárquico, está constituido por el salario.

    Los entrevistados perciben que la cuantía del
    salario es un elemento básico para describir un trabajo
    como precario. En términos generales, el salario se
    percibe como una retribución no equitativa. Existe una
    falta de correspondencia entre la actividad desarrollada y la
    retribución obtenida a cambio.
    Además, hay que recordar que esta conclusión se
    ubica en un contexto biográfico. De esta manera, los
    individuos están en condiciones de comparar las diferentes
    retribuciones obtenidas en distintos empleos. A partir de dicha
    comparación, los sujetos concluyen que uno de los aspectos
    fundamentales a tener en cuenta a la hora de valorar la bondad de
    un empleo es, precisamente, el salario.

    Ahora bien, quizá el aspecto más
    interesante en este punto tiene que ver con la funcionalidad
    percibida del salario para la vida social del sujeto en general.
    Porque los sujetos, para proceder a la evaluación del
    salario recibido, no utilizan sólo la carga de trabajo
    demandada por el empleador, sino que la valoración de su
    salario se realiza a partir de otros patrones de referencia.
    Así, la referencia de comparación se amplía,
    para incluir aspectos que no están directamente
    relacionados con la esfera laboral, y que afectan a otros
    ámbitos de la vida del sujeto, fundamentalmente al
    proyecto de emancipación.1 El salario, por
    tanto, no es sólo dinero. Muy al
    contrario, los sujetos consideran que aquellos trabajos que no
    permiten el acceso a ciertas condiciones de bienestar social
    (vivienda, fundamentalmente) pueden definirse como trabajos
    precarios.

    Por tanto, la retribución obtenida por el trabajo
    realizado no sólo continúa siendo un elemento que
    permite o no describir a un trabajo como precario. En la
    actualidad, la importancia de este indicador no sólo no ha
    descendido, sino que en términos de ordenación
    jerárquica, y para este colectivo, su relevancia se ha
    incrementado notablemente. En las entrevistas realizadas son dos
    las explicaciones presentes para este repunte de la importancia
    del salario como indicador de precariedad en la experiencia
    cotidiana de los sujetos. En primer lugar, la clara
    percepción de que los salarios actuales suponen una
    reducción sistemática de la capacidad adquisitiva y
    el nivel de vida. En segundo lugar, los salarios se convierten
    cada vez más en ingresos insuficientes como consecuencia
    del deterioro de las condiciones de acceso a ciertos derechos sociales,
    fundamentalmente la vivienda. La capacidad de consumo de los
    salarios se ha visto mermada, desde el punto de vista de los
    entrevistados: los salarios bajan pero la carga de trabajo se
    mantiene.

    En resumen, nos situamos en un escenario en el cual el
    salario no garantiza un modo de vida considerado como
    legítimo, por parte de los entrevistados, en el contexto
    de sociedades económicamente desarrolladas. Se trata de
    una percepción de injusticia:

    los jóvenes en este colectivo experimentan una
    desconexión entre el salario recibido, por un lado, y las
    posibilidades de participación en la riqueza generada por
    nuestra sociedad, por
    otro.

    Como consecuencia de todos estos procesos, el salario se
    convierte, para este grupo, en un elemento básico en su
    experiencia de la precariedad.

    Junto con el salario, existen otros criterios manejados
    por los entrevistados para definir un trabajo como precario. Los
    dos criterios que abordaremos inciden en las expectativas de
    futuro (en el ámbito laboral) presentes en los discursos
    analizados. Se trata de la forma de contratación y las
    expectativas de movilidad ocupacional. Como veremos, ambos
    elementos redefinen la significación de la
    temporalidad, criterio tradicionalmente utilizado para la
    definición de la precariedad laboral.

    En segundo lugar, la figura contractual.
    Tradicionalmente, la forma de contratación
    constituía una referencia a partir de la cual valorar la
    estabilidad o inestabilidad de un empleo concreto.
    Dicho de otra manera, el contrato
    configuraba un sustrato a partir del cual estructurar las
    expectativas laborales. Del análisis de las entrevistas se
    desprende que el escenario ha cambiado radicalmente. La forma de
    contratación ha dejado de constituir un referente a partir
    del cual evaluar la estabilidad de un empleo. La estabilidad del
    empleo ya no es una cuestión formal (ligada a los plazos
    fijados en un contrato firmado entre ambas partes, trabajador y
    empleador), sino que los jóvenes entrevistados elaboran
    una idea en la cual los empleos (la gran mayoría de los
    empleos) característicos de este colectivo se definen a
    partir de una inestabilidad estructural. En palabras de una
    entrevistada:

    El primer contrato que tuve yo fue un contrato en
    prácticas, que luego a la hora de antigüedad en
    la empresa, no
    tenía (…). Era como un contrato de esos de academia,
    como que tú pagas a la academia (…).

    Luego me hizo un contrato de un año, y luego
    ya tuvo que hacerme un contrato indefinido
    (…).

    Ventajas (de los contratos indefinidos) a la hora
    de pedir un préstamo, porque bueno, ahora para todo te
    piden contratos así, indefinidos, pero ventajas tampoco
    te creas que tiene muchas, porque si a la hora de despedirte te
    van a despedir igual (…). Ya no hay contratos fijos, que
    cuando te despedían de un contrato
    fijo, pues
    sí, te daban la liquidación bien y tal. Ahora con
    los indefinidos te dicen, no, hasta que haya
    trabajo.

    Con lo que nos encontramos es con un escenario laboral
    en el que el contrato de
    trabajo define cada vez en menor medida la dimensión
    temporal del empleo.

    Tradicionalmente, la temporalidad constituía un
    elemento diferenciador de los empleos precarios. De hecho,
    precariedad y temporalidad eran términos
    prácticamente sustituibles. Según se desprende de
    los discursos de las entrevistas realizadas la temporalidad ha
    perdido este carácter diferenciador porque se ha
    convertido en un elemento transversal dentro del mercado
    laboral:

    la mayoría de los trabajos son trabajos
    temporales, con fecha de caducidad. La temporalidad no es un
    distintivo particular de los trabajos precarios, sino que es un
    distintivo general del mercado de trabajo español.
    Así, nos encontramos con dos procesos paralelos. Por un
    lado, la temporalidad constituye una ausencia (quizá la
    principal ausencia) en el conjunto de rasgos que los
    entrevistados manejan como definitorios de la precariedad
    laboral. Ausencia claramente complementaria a otro elemento no
    verbalizado en las entrevistas, a saber, la relevancia de los
    convenios colectivos como marcos reguladores de la actividad
    laboral. Por otra parte, y de forma compatible, la temporalidad
    constituye una presencia transversal en todo el discurso. Porque
    la temporalidad está comenzando a definir la naturaleza no
    de los trabajos precarios, sino del trabajo en general para este
    colectivo.

    Así, por ejemplo, los entrevistados
    señalan, de forma sistemática, que un contrato a
    tiempo indefinido no supone una garantía de
    protección para el trabajador. Los contratos indefinidos
    se pueden romper, y lo que es más importante, los
    jóvenes perciben que la estabilidad en su empleo no
    sólo es precaria, sino que además depende de
    factores que no están directamente relacionados con los
    compromisos formalizados en contratos de trabajo. En palabras de
    un joven comercial:

    Soy indefinido desde hace tres años y medio
    (…).Quizá esa seguridad
    (del contrato indefinido) o, pero vamos, no. Es muy relativo,
    no? Quizá ese descanso de que no tienes que estar
    firmando más. Pero nada más. Yo no lo veo
    así. Cualquier día tú te puedes ir de la
    empresa o se le
    puede cruzar el cable a algún jefe y
    decir:

    "no me gustas ya como trabajador, al paro" (…).
    Mi trabajo no es estable, para nada. O sea, yo… dependes de
    unos número que… es comercial. Yo, como comercial,
    sé que esos números los voy a sacar. Con lo cual,
    para mí si es estable. A lo mejor otra persona, en mismo
    puesto, lo ve más inestable…

    En este sentido, cabe señalar que el
    análisis de la entrevistas pertenecientes a este colectivo
    muestra claramente cómo el tipo de contrato no se
    incorpora de forma explícita en la definición de
    precariedad. De alguna manera, la inestabilidad en el empleo
    constituye una realidad transversal, una posibilidad estructurada
    en el discurso juvenil (al menos en este colectivo), una nueva
    definición de algunas de las características de los
    empleos. La inestabilidad define el nuevo escenario de
    posibilidades laborales de los jóvenes incluidos en este
    colectivo. Los empleos no se pueden dividir en precarios / no
    precarios a partir de los contratos firmados y el marco temporal
    que estos definen. Más bien al contrario: dado que la
    inestabilidad es una realidad estructural, una realidad que
    atraviesa el segmento laboral de este colectivo, ha perdido su
    capacidad para definir o no un trabajo como precario.
    Según los entrevistados, la flexibilidad que los contratos
    toleran ha conseguido que la estabilidad laboral ya no forme
    parte del campo semántico que diferencia los trabajos
    precarios de los que no lo son. No hay diferencia entre contratos
    temporales o indefinidos: los plazos formalizados en un contrato
    de trabajo ya no definen la realidad laboral de los trabajadores,
    sino que es la realidad del mercado de trabajo (una de cuyas
    características más recientes tiene que ver con la
    flexibilización de las rupturas de las relaciones
    contractuales, siempre según los entrevistados) la que
    marca la
    función del contrato.

    Estas ausencias en el discurso, la ausencia de la
    variable ‘temporalidad’ como definitoria de un
    trabajo precario, junto con la ausencia en los discursos de
    referencias a los convenios colectivos como marcos reguladores de
    las relaciones
    laborales y la ausencia de una referencia a algunos aspectos
    centrales en la disolución de la relación
    contractual (por ejemplo, destaca la ausencia de referencias en
    las entrevistas a las indemnizaciones por despido y en general a
    cualquier normativa laboral) encajan con lo que algunos autores
    han denominado informalización del trabajo. Un
    proceso, que todavía se percibe más como una
    tendencia que como una realidad asentada, en el cual los anclajes
    reguladores de las relaciones laborales pierden consistencia, y
    ya no funcionan como referencias para la evaluación de la
    estabilidad y la calidad del
    empleo.

    En esta línea, conviene introducir el tercer
    elemento de nuestro análisis: la valoración que los
    entrevistados hacen de sus expectativas laborales. Como se
    recordará, este factor está íntimamente
    ligado al anterior (la funcionalidad de los contratos). Pues
    bien, uno de los rasgos que diferencian los empleos
    característicos de un mercado de trabajo secundario
    consiste en el relativo bloqueo de las expectativas de ascenso en
    la escala ocupacional. Nos referimos, por supuesto, a la
    posibilidad de disfrutar de ascensos en el empleo. Pues bien, en
    el colectivo objeto de estas líneas (jóvenes con
    bajos niveles de formación) los discursos muestran la
    convicción de que la promoción en el trabajo está
    seriamente limitada. Ahora bien, es preciso señalar que
    esta percepción se inscribe, de nuevo, en un clima de
    normalidad. Los entrevistados, tal y como se señalaba
    anteriormente, se caracterizan por una biografía laboral
    que ellos mismos describen como inestable, insatisfactoria,
    subordinada, etc.

    Es decir, una trayectoria laboral marcada por la
    precariedad. Y dicha precariedad incluye la posibilidad de
    movilidad laboral. Pero no de movilidad laboral ascendente, sino
    más bien de movilidad horizontal.

    Las opciones están claramente definidas. Por un
    lado, cabe la posibilidad de permanecer en un empleo cuyas
    condiciones (salario, horario, turnos, etc.) tienden a
    perpetuarse, ya que la promoción ocupacional (a) bien no
    forma parte de la experiencia, directa o vicaria, de los
    entrevistados y/o (b) tiene límites
    claramente definidos, cuya consecución no implica un
    cambio sustancial en las condiciones de trabajo:

    así, por ejemplo, la subida salarial es escasa,
    la carga de trabajo (en las condiciones características de
    los empleos que estamos analizando) no se reduce sensiblemente,
    los horarios y turnos son similares, etc. De esta manera, un
    ascenso en el nivel ocupacional, desde el punto de vista de los
    entrevistados, no implica sino una mera subida salarial, que por
    otro lado no modifica la relación (injusta) entre trabajo
    realizado y retribución.

    En este marco general, definido a partir de los tres
    elementos mencionados (salario, relación contractual y
    expectativas laborales) hay que añadir que según
    los entrevistados definirían un trabajo como precario. En
    concreto, los entrevistados mencionan los siguientes
    aspectos:

    1. Flexibilidad horaria. Aquellos trabajos en los cuales
    el horario no es fijo, sino que está sujeto a un sistema
    de turnos rotatorios (por ejemplo, trabajo de mañana
    durante una semana, trabajo de tarde durante la semana siguiente
    y trabajo de noche la semana posterior) están sujetos a
    una definición en términos de precariedad. La
    carencia de un horario estable, fijo, de trabajo, por tanto,
    aparece como uno de los condicionantes del trabajo a partir del
    cual definir la categoría de precariedad.

    2. Relaciones jerárquicas. Los discursos de los
    entrevistados ponen de manifiesto que el estilo de
    relación con los superiores dentro del organigrama de la
    empresa constituyen un rasgo definitorio de los trabajos
    precarios. Aquí se pone en juego la
    relación entre "jefes" y subordinados. En este punto, los
    entrevistados establecen una clara diferenciación entre,
    al menos, dos tipos de relaciones jerárquicas. Por un
    lado, aquellas en las que los superiores tratarían a los
    empleados "como personas" (trato cordial, amable, etc.). Por otro
    lado, aquellas en las que los superiores tratarían a los
    empleados de una forma despersonalizada, arbitraria, impositiva y
    coercitiva. Pues bien, este segundo estilo contribuiría a
    definir la precariedad de empleo, siempre desde el punto de vista
    de los entrevistados.

    Una cita de una joven entrevistada ilustra ambos
    aspectos:

    El horario influye mucho, el sueldo también,
    en esta profesión [peluquería], lo peor el
    horario y el sueldo. Y que son muchas horas, es como un
    comercio, y
    cada vez va a peor. Sobre todo por las grandes cadenas que hay.
    Ahora ya… desde las ocho de la mañana hasta las diez
    de la noche. A la hora de tú montarte tu negocio ya te
    sientes como cohibida, a seguir esas reglas que están
    poniendo. Cosa que antes no era así. La
    peluquería estaba mejor mirada, mejor pagada, mejores
    horarios, te respetaban más. Se ha degradado
    muchísimo (…). En este sector no tienes problemas en
    encontrar trabajo, pero cada vez está peor pagado, y
    más sacrificado.

    Por tanto, y en resumen, los trabajos precarios
    serían aquellos caracterizados por los bajos salarios, por
    la temporalidad (redefinida en los términos propuestos
    anteriormente) y por ciertas condiciones concretas de trabajo
    (turnicidad, flexibilidad horaria y relaciones jerárquicas
    disfuncionales). Este esquema es, precisamente, el que se incluye
    en la figura 1. En dicha figura se identifican tres grandes
    ámbitos semánticos que, para los entrevistados,
    constituirían los ejes definitorios de la precariedad. En
    la representación gráfica existen dos elementos que
    definirían lo que sería el contexto general de la
    precariedad. Así, las zonas delimitadas por ambos
    círculos son zonas de precariedad. Con un matiz
    específico de este colectivo:

    se trata de procesos "universales",
    característicos de la gran mayoría de los empleos
    disponibles para este colectivo. Por otro lado, existe un segundo
    conjunto de elementos a partir de los cuales los entrevistados
    definen su experiencia de precariedad. Se trata de las
    condiciones de trabajo, entre las cuales se incluyen el salario,
    la flexibilidad horaria y el tipo de relación establecida
    por parte de los superiores. En nuestra figura 1 es la zona de
    intersección, aquella en la que confluyen ambos conjuntos
    (representados por dos círculos y un rectángulo),
    la que constituiría la precariedad laboral tal y como es
    experimentada por nuestros entrevistados.

    Como puede apreciarse, la figura 1 consta de dos grandes
    áreas (representadas a través de dos
    círculos). Ambas áreas definirían no tanto
    los trabajos precarios sino más bien lo
    característico de los empleos propios de este colectivo en
    general. Así, el mercado de trabajo característico
    de este grupo de jóvenes se diferencia, en el discurso de
    los propios entrevistados, a partir de una informalización
    del trabajo, que a su vez se concreta en la existencia
    generalizada de relaciones laborales escasamente
    estructuradas (primer círculo de nuestra figura) y el
    desarrollo de expectativas laborales y personales notablemente
    limitadas (segundo círculo). Cuando, en este contexto,
    confluyen otra serie de características
    específicas de un empleo (las representadas en la
    forma rectangular de nuestra figura) nos instalaremos en la
    experiencia de la precariedad propia de este
    colectivo.

     

    De hecho, a partir de los discursos recogidos en las
    entrevistas es posible proceder a una gradación de los
    elementos constitutivos de la precariedad. En este sentido,
    sería el salario el factor que, para este colectivo,
    contribuiría de forma decidida a la definición de
    la precariedad. Ello es así por un motivo
    fundamental:

    el salario, junto con el resto de condiciones de trabajo
    (horarios, turnos, etc.), marca la diferencia entre unos empleos
    y otros. En efecto, el colectivo que se describe en esta
    sección define la gran mayoría de los empleos como
    afectados por una redefinición de la temporalidad. En esta
    redefinición, anteriormente analizada, se trasciende la
    mera la noción "tradicional", para vincular la
    inestabilidad laboral con la desregulación de las
    relaciones laborales que afectan al empleo en general,
    (pérdida de funciones del
    contrato, expectativas laborales limitadas). En este contexto
    general, por tanto, las diferencias entre los distintos empleos
    se concretan, en la construcción de la experiencia de
    precariedad por parte de los entrevistados, en las diferencias en
    la retribución (fundamentalmente) y en otros
    condicionantes del trabajo (horarios, turnos, etc.).

    Pero nuestro análisis debe ir un paso más
    allá. Porque esta definición de la precariedad,
    analizada durante las páginas precedentes, tiene efectos
    que van más allá de la esfera de lo concreto,
    generando interesantes interacciones con la esfera de lo
    cultural. Porque el resultado de todos estos procesos se concreta
    en una pérdida de centralidad del valor
    trabajo
    en el colectivo que nos ocupa. Tal y como se
    mencionó en la introducción, uno de los rasgos
    característicos de las sociedades occidentales
    contemporáneas consiste en la centralidad que el trabajo
    adquiere en la vida social. El trabajo no consiste
    únicamente en una fuente de ingresos, sino que sus
    funciones trascienden este plano meramente instrumental. El
    trabajo expresa valores, en la
    medida en que actúa como un aspecto definitorio
    básico de la identidad de
    los individuos, de su estatus. Colectivamente, las sociedades
    occidentales pueden definirse como sociedades del trabajo,
    sociedades salariales. De hecho, no es exagerado señalar
    que las sociedades occidentales son (han sido) sociedades
    integradas a través del trabajo, y en dicha
    institución han encontrado un elemento central para su
    autodefinición. A su vez, esta articulación
    colectiva a través del trabajo tiene un impacto claro en
    la vida de los individuos, toda vez que éstos articulan su
    propia vida social a partir del trabajo. Esta concepción,
    la idea del trabajo como valor, característica de las
    sociedades salariales ha sido puesta en cuestión por
    diversos procesos de cambio y transformación social (tal y
    como se ha señalado en la introducción). Pues bien,
    el análisis de las entrevistas pertenecientes al colectivo
    de jóvenes con bajos niveles de cualificación pone
    de manifiesto cómo todas las funciones no instrumentales
    del trabajo (es decir, aquellas funciones que no tienen que ver
    con la mera obtención de ingresos) se encuentran en
    suspenso. Hasta el punto de que la pérdida del trabajo
    constituye, exclusivamente, una "crisis"
    económica.

    En palabras de un entrevistado:

    El trabajo está en un segundo plano
    totalmente (…). El trabajo es vital porque necesito ingresos
    (…). El trabajo me produce satisfacciones al final de mes,
    cuando cobro, realmente (…). Perder el trabajo sería
    un palo tremendo porque es una fuente de ingresos y bueno,
    sí sería importante. Pero bueno, lo que
    tendría que hacer es buscarme otro
    rápidamente…

    No son actividades que puedan realmente llenar a
    una persona, por lo menos en mi caso, y creo que para la
    inmensa mayoría. Por compañeros que tengo,
    ¿no? y comentamos.

    Y una entrevistada:

    Yo, lo que te he dicho antes, no me veo dentro de
    diez años trabajando en peluquería (…).
    Entonces a mí, si me faltase el trabajo alguna vez, yo
    no me, vamos, que no se me caería el mundo encima,
    porque miraría otros caminos y como yo la familia
    la tengo ahí y sé que me va a ayudar,
    ¿sabes? Pues tampoco te creas que entraría en una
    depresión, ni nada. Dejaría de
    cobrar un sueldo, claro, ya está.

    Entrevistador:

    Entonces para ti el trabajo tiene un valor
    económico y…

    Y ya está. Hoy en día pienso
    así. Hace, pues cuando era más pequeña,
    que peinabas a tus muñecas y tal, y decía quiero
    trabajar, quiero trabajar. Y decías… no lo mirabas por
    el tema del dinero, pero, pero ahora, sinceramente, yo me
    levanto por la mañana y algunas veces sí, me
    apetece trabajar, pero otros días digo:

    me encantaría estar en casa (…). Porque,
    cuando empecé, yo estaba deseando trabajar, vamor, que
    fuese el día siguiente para estar trabajando, y se me
    acabasen las vacaciones para estar trabajando. Para mí
    trabajar era… disfrutaba mucho (…). Hoy por hoy no te creas
    que me levanto tampoco con ánimo de agradar a la
    gente(…). Yo, en mis días libres, en mis vacaciones,
    siempre estoy haciendo de lo mío. Siempre tengo un
    familiar que:

    "Oye, córtame el pelo", "Oye,
    tíñeme" y yo lo hago encantada (…). Realmente
    es lo que me gusta, peinarlo, y hacerlo de una forma, y de la
    otra, y tal. Pero si hay una persona que te está
    machacando y no te deja realizar tus…. lo que a ti te gusta,
    te está poniendo pegas constantemente…

    La identidad de los entrevistados no se fundamenta en el
    empleo, sino que se desarrolla en los contextos sociales
    definidos por la familia y el
    grupo de pares. El trabajo, en su dimensión institucional,
    es incapaz de constituirse, tal y como se plasma en las
    entrevistas, en un elemento articulador de la identidad de los
    individuos.

    Por lo tanto, si el trabajo queda desprovisto de sus
    dimensiones expresivas, no es de extrañar que, en este
    colectivo, la definición de la precariedad se fundamente
    en el salario. Los discursos en torno a lo laboral se estrechan
    (incluyen menos dimensiones), los elementos que permiten definir
    un trabajo como precario se ciñen a los instrumentales,
    porque el resto de dimensiones del trabajo (su carácter
    expresivo de competencias,
    actitudes,
    valores, etc.) quedan en suspenso para (siempre según se
    detecta en el discurso de los entrevistados).

    Ahora bien, incluso en su dimensión instrumental
    (como fuente de ingresos) el trabajo está comenzando a
    constituirse, paradójicamente, en un elemento
    problemático. En primer lugar, porque los salarios no
    retribuyen el trabajo (véase más arriba). En
    segundo lugar, porque los ingresos derivados de un empleo
    precario impiden la construcción de proyectos no
    ligados directamente a las expectativas laborales. Nos estamos
    refiriendo al bloqueo del plan de emancipación. Este
    bloque constituye el quinto elemento a resaltar como resultado
    del análisis de las entrevistas, en las cuales aparece de
    forma constante. Y además, se trata de un punto de
    especial importancia.

    Porque en la medida en que los empleos se resumen y
    limitan a su esfera retributiva (y al tiempo dicha
    dimensión económica es insuficiente para la
    elaboración de proyectos de emancipación), el
    empleo se precariza en términos simbólicos, y los
    discursos y actitudes pierden de vista la dimensión
    psicosociológica del trabajo, pasando a centrarse en la
    dimensión salarial. Esta circunstancia reduce la
    intensidad de los discursos, que se centran en la
    contraprestación económica, obviando aspectos
    tradicionalmente fundamentales en la valoración del
    trabajo. En otros términos, la precariedad laboral se
    circunscribe no sólo a la esfera del trabajo, sino que,
    desde el mismo, traspasa el resto de ámbitos de
    interacción social. En este sentido, el derecho al trabajo
    está dejando de ser plataforma de acceso a otros derechos.
    El disfrute de un empleo ya no se constituye en plataforma de
    acceso al resto de derechos de ciudadanía.

    En cualquier caso, se trata de una ámbito
    semántico recurrente de forma transversal a lo largo de
    las entrevistas, y no sólo en las entrevistas
    pertenecientes a este colectivo, sino más bien para todos
    los sujetos que participaron en nuestro estudio. Por tal motivo,
    su análisis se reserva para la interpretación conjunta de los resultados
    de la investigación.

     

    2.2. Segundo colectivo:
    jóvenes con un nivel de cualificación medio/alto y
    cuyo empleo no se corresponde con el nivel de formación
    alcanzado.

    El análisis de la información obtenida
    para nuestro segundo colectivo puede resumirse, tal y como se
    hizo en el apartado anterior, en una serie de puntos o ejes
    fundamentales sobre los cuales se cimenta el discurso de los
    jóvenes en términos de precariedad. Obviamente, el
    esquema resultante va a diferir en aspectos fundamentales con
    respecto a los ejes semánticos identificados en el
    colectivo anteriormente analizado. En otras palabras, la
    experiencia y la definición de la precariedad laboral
    corren a lo largo de discursos similares en ambos colectivos,
    pero con importantes matices diferenciadores que se harán
    explícitos en las siguientes páginas.

    En primer lugar, el salario aparece, tal y como
    sucedía en los discursos de los jóvenes con bajo
    nivel de cualificación, como uno de los aspectos
    más relevantes para la definición de la
    precariedad. Y nuevamente la retribución, la
    contraprestación económica, se representa de forma
    no equitativa. Así, los participantes muestran una
    percepción de disparidad entre el trabajo realizado y el
    salario recibido a cambio.

    Con dos características diferenciadoras con
    respecto al colectivo anterior. Por un lado, la percepción
    de inequidad se refuerza como consecuencia de la biografía
    educativoformativa del colectivo. Así, a la
    insatisfacción con el salario subyace una
    insatisfacción general con las funciones asignadas al
    empleo. En este sentido, la valoración del salario no
    tiene que ver exclusivamente con la carga de trabajo, sino
    también con el contenido del trabajo.

    Por lo tanto, y en resumen, la valoración del
    salario recibido se realiza en este caso a partir de dos
    referencias. El primer referente quedaría constituido por
    el propio trabajo, trabajo que es entendido como "excesivo" con
    respecto al salario. El segundo referente quedaría
    constituido por la propia biografía formativa. De esta
    manera, la evaluación de los salarios se realiza en
    función de la percepción de una clara
    desconexión entre las destrezas laborales adquiridas
    durante una dilatada etapa educativa y el trabajo en el que dicha
    formación ha desembocado:

    En ninguna de las empresas donde
    he estado (…)
    ha habido una relación calidad precio. No
    te pagaban, el salario que te daban para nada compensaba el
    tiempo ni el trabajo que estabas allí
    Según
    otra entrevistada:

    Merezco más sueldo. Merezco mucho
    más. O sea, yo es que no sé (…). Estuve mirando
    unas tablas de cuánto debería ganar un licenciado
    y vamos, no se acerca ni de lejos. O sea, yo no soy una persona
    que quiera ganar, yo qué sea, 500.000 pelas, pero…
    (…). Pero creo que debería ganar más, no sea.
    Aparte de que llevo tres años y medio trabajando, yo es
    que a mí no me tienen que dar las cosas
    machacadas.

    (…) Me genera mala leche que
    acabé la carrera hace la leche de tiempo, que tengo
    experiencia, que sé inglés, que tengo un huevo de cosas
    (…). Es que es verdad, y que me considero una persona
    supertrabajadora (…). Y que sigo ahí parada (…) y
    veo que voy avanzando pero muy despacio, es que es injusto. No
    ya sólo por mí. Yo veo a mis compañeros y
    es igual, y está todo el mundo igual.

    Como puede apreciarse, lo que surge en los discursos es
    una cierta elaboración de la sobrecualificación
    como criterio definitorio de un trabajo precario. Este rasgo es,
    patentemente, un matiz diferenciador de este colectivo de
    jóvenes con respecto a los otros dos incluidos en la
    presente investigación.

    En esta línea argumentativa, la
    desconexión entre formación y empleo incrementa la
    importancia percibida de las expectativas laborales.
    Veámoslo con cierto detalle. La definición del
    empleo propio como precario se deriva directamente de la
    desconexión entre nivel de cualificación y nivel
    ocupacional. Ahora bien, la resolución de este conflicto se
    plantea, en el discurso de los participantes en nuestro estudio,
    como una cuestión a encarar (potencialmente) en un futuro
    a medio plazo. Persiste en este grupo la impresión de que
    su nivel de cualificación será funcional para
    escalar en la esfera laboral. La formación recibida, por
    tanto, previene, de forma tentativa, la anticipación del
    futuro en términos de precariedad. En otras palabras, para
    el colectivo que nos ocupa su situación se define en
    términos de precariedad a partir de la escasa
    conexión entre formación y empleo, pero el matiz
    que se introduce es fundamental, ya que la precariedad se concibe
    como una etapa transitoria potencialmente hacia empleos en
    los cuales el desarrollo de las destrezas adquiridas sea
    posible.

    Lo primero es la expectativa laboral, no tanto el
    trabajo que tengo ahora sino el que puedo tener, no sé
    si en tres años, en cinco, en siete, pero todos mis
    objetivos, mis fuerzas, mis energías, todo mi tiempo
    están en conseguir una oposición superior (…).
    Porque creo que llevo, aparte de estudiar licenciatura,

    Jóvenes:

    la nueva precariedad laboral 15 que son
    cinco años, me fue muy difícil a la vez que
    estaba estudiando la carrera preparar la
    oposición.

    Me parecería que sería haber perdido
    el tiempo en aquella época, y sé que me
    costó mucho esfuerzo (…).

    Creo que aún puedo estudiar. No quiero dar
    por perdidos los años anteriores.

    En este sentido, y a diferencia del colectivo anterior,
    la diferenciación de los trabajos precarios está
    directamente relacionada con las expectativas laborales
    "objetivas" que los individuos perciben. Habrá empleos en
    los cuales la expectativa de medro profesional será clara
    y patente. En otros, los individuos percibirán un bloqueo,
    una imposibilidad de mejora en el nivel ocupacional. Y
    serán estos últimos los que tengan mayor probabilidad de
    ser definidos como precarios. En otras palabras, las expectativas
    laborales no son homogéneas entre todos los empleos (tal y
    como ocurría con el colectivo anterior). El bloqueo de las
    posibilidades de ascenso y mejora laboral no es percibida como
    una realidad universal dentro del mercado laboral. No se trata de
    una característica compartida por todos los trabajos, que
    por lo tanto podrán ser jerarquizados a partir de esta
    variable.

    Y quizá la conclusión más
    importante. Estos procesos reducen la importancia del salario en
    la definición de la precariedad. La esperanza de evitar la
    precariedad en un futuro a corto o medio plazo se impone, en
    términos jerárquicos, a la importancia del salario
    como eje definitorio de la precariedad. Porque el nivel salarial
    es susceptible de cambio, precisamente, a través de la
    mejora en el nivel ocupacional. Si este mejora, también el
    salario. De esta forma, la retribución recibida por el
    trabajo es percibida por los entrevistados como un criterio de
    precariedad, pero claramente subordinado a las expectativas
    laborales que implica uno u otro empleo. No se esta afirmando
    aquí que el salario no sea un aspecto que los
    entrevistados utilicen para la definición de un trabajo
    como precario. Lo que se está señalando es su
    posición subordinada con respecto a otro eje:

    el eje definido por las expectativas laborales. Para
    este colectivo, la diferencia entre empleos se da en
    términos de salario. Pero, sobre todo, se da en
    términos de potencial carrera profesional.

    En este contexto, la forma de contratación marca
    diferencias relevantes. Así, entre los jóvenes que
    participaron en nuestro estudio, y que forman parte de este
    colectivo, encontramos un discurso en el cual la relación
    contractual marca una diferencia relevante en términos de
    carrera profesional. No tanto porque la dimensión de
    estabilidad en el empleo dependa de la forma de
    contratación, sino más bien porque los contratos
    encarnan, representan y simbolizan la funcionalidad de la etapa
    formativa. De esta manera, el contrato fijaría la
    categoría profesional y, sobre todo, ubicaría a los
    individuos en el mercado de trabajo.

    La forma de contratación tiene para este
    colectivo una cierta importancia en términos de
    estabilidad (así, por ejemplo, a diferencia entre una beca
    y un contrato), pero sobre todo implica una realidad
    simbólica en la cual se concreta la
    conexión/desconexión entre formación y
    trabajo. La presencia o ausencia de dicha conexión, por
    tanto, constituye uno de los ejes a partir de los cuales definir
    la precariedad en el colectivo que nos ocupa.

    Quizá por este motivo la relevancia que la
    formación cobra dentro de este colectivo.

    Es preciso señalar que los entrevistados no
    proceden a la diferenciación de los tres subsistemas
    integrados, a saber, formación profesional,
    formación ocupacional y formación continua. En
    cualquier caso, el concepto de formación que manejan los
    entrevistados está directamente ligado a la actividad
    laboral. Se trata de la formación directamente relacionada
    con los contenidos específicos de su puesto de trabajo,
    articulada en iniciativas formativas breves y concretas,
    generalmente en el seno de las organizaciones a
    las que pertenece el empleado. El concepto que manejan, por
    tanto, Jóvenes:

    la nueva precariedad laboral 16 se corresponde
    con el sistema de formación continua. Formación
    que, en cualquier caso, es entendida por parte de los
    entrevistados como una estrategia que potencialmente puede
    contribuir al cumplimiento de las expectativas laborales. Y no
    debe olvidarse que, en este colectivo, las expectativas
    laborales, el escenario futuro representado, supone la
    oportunidad de escapar de empleos precarios. Es ilustrativo el
    siguiente fragmento de entrevista:

    Entrevistador:

    ¿Crees que tienes múltiples formas de
    ascender, entonces? Sí, incluso haciendo cursos de, de
    sindicatos… incluso hacer un master, no lo
    descarto hacerlo.

    Entrevistador:

    Es decir, que tienes acceso a la formación
    Sí, sí.

    Entrevistador:

    Eso, ¿cómo lo experimentas? Muy
    positivo. Porque además es totalmente compatible con el
    horario laboral. No es que trabajes por la mañana y por
    la tarde, si quieres, vas a un curso. No, te exime de ir a
    trabajar (…) y dedicas tu tiempo a seguir formándote
    (…).

    Entrevistador:

    ¿Te pueden ayudar a ascender? A lo mejor
    sí, si son superiores a 20 horas de duración pues
    ya cuenta, no para todas las plazas, pero para las de libre
    designación algunas sí.

    Todos estos procesos se concretan, por último, en
    una consideración contradictoria del trabajo entendido
    como valor. En sus condiciones laborales actuales, el trabajo
    (como institución social) es incapaz de constituirse, para
    los participantes, en una fuente de identidad, en un asidero para
    la articulación de la experiencia individual. De esta
    manera, la dimensión temporal (en términos de
    expectativas laborales) se constituye en uno de los ejes
    temáticos más importantes. Porque en dicha
    dimensión temporal se sitúa la posibilidad de
    insertarse en un ámbito laboral (y en un nivel
    ocupacional) susceptible de estructurar la vida del sujeto.
    Así, la consecución de un empleo conectado
    directamente con la formación recibida permitirá el
    desarrollo de las potencialidades adquiridas, así como la
    articulación de la vida social del individuo. De
    todo lo dicho, por tanto, es posible colegir una
    conclusión tentativa:

    la dimensión institucional del trabajo, su
    dimensión cultural (el trabajo como valor) supone un eje
    semántico básico para definir lo que los
    jóvenes definen como trabajo precario. En la medida en que
    el empleo sea capaz de cumplir funciones manifiestas (salario) y
    expresivas a un tiempo, la precariedad reducirá su
    intensidad.

    El trabajo es fundamental, hasta el punto de…
    Vamos a ver, no es lo primero en la vida. Yo trabajo para
    vivir, no vivo para trabajar. Yo voy mis ocho horas y procuro,
    vamos, estoy al cien por cien las ocho horas, si alguna vez me
    tengo que quedar un poco más y tal… me puedo ir
    exactamente igual, pero bueno (…). Y yo no me voy a gusto
    porque no podría dormir a gusto sin que el tema acabe
    (…).

    (…) El trabajo en segundo término,
    totalmente. Os sea, yo salgo y desconecto y ya me puedo dejar
    aquello…

    que no me lo dejo, porque procuro no
    dejármelo, pero bueno, algún día te puedes
    ir con algún… porque yo qué sé, porque
    has tenido un enfrentamiento con alguien, que también
    pasa, pero no, procuro salir y desconectar y decir bueno, hasta
    aquí (…).

    Entrevistador:

    ¿Qué implicaciones tendría
    para ti perder el trabajo? Que me da algo. Porque mira, tengo
    una hipoteca de 900 euros, más todos los gastos que
    conlleva…

    entonces, eso es que el último día
    del mes te pasan todos los gastos. Y no tener dinero pues
    imagínate (…). Yo soy la típica persona que
    siempre ha tenido unos ahorrillos. Y ahora acabar el mes con
    treinta euros, pues me agobia un poco. Tú
    imagínate si no tuviera trabajo. Por eso te digo que es
    fundamental en el sentido que es necesario para vivir, pero no
    al revés. No es fundamental que sea lo primero en mi
    vida, pero es muy importante el trabajo.

    En este contexto discursivo, reaparece la
    conexión entre trabajo y otros derechos sociales, en
    concreto el derecho al bienestar social, encarnado en la
    posibilidad de emancipación y el acceso a una vivienda. En
    este aspecto, las condiciones salariales cobran un
    protagonismo especial, al igual que en el colectivo anterior,
    como consecuencia de las notables dificultades económicas
    que implica la adquisición o alquiler de una vivienda.
    Dado que este será un punto que reaparezca en el
    análisis del tercer colectivo, reservamos su exposición
    para el análisis conjunto de la
    información.

    En resumen, vemos nuevamente cómo la temporalidad
    no constituye ya el único eje (quizá tampoco el
    principal) de la precariedad en los discursos de los
    entrevistados. O, al menos, que la noción de temporalidad
    e inestabilidad en el empleo se ha ampliado de forma notable,
    incorporando procesos complejos (los anteriormente analizados
    para ciertos ejes discursivos: expectativas laborales,
    sobrecualificación, etc.) que desembocan en una
    determinada experiencia de la precariedad:

    A nivel personal [un
    ascenso] una satisfacción una satisfacción
    pues… de hecho yo cada vez que entraba en un sitio, o que te
    hacían la
    entrevista decía: bueno, yo he entrado en este
    trabajo, o me gustaría conseguirlo y ahora no pido nada
    (…) Cuando yo entré en la empresa en que estoy ahora
    mi jefe decía bueno, esto tiene vista, de hacerse fijo
    (…). Entonces yo le dije a mi jefe:

    "Mira, no me prometas nada, yo si entro sé
    con las condiciones que entro, y sé que cuando entro no
    puedo exigir más". Ahora, cuando lleve un tiempo y tenga
    experiencia yo quiero promocionar, y entro con la idea esa.
    Porque creo que si entras en un trabajo y te estancas…. No
    sé, además, a nivel personal y todo. Un ascenso
    ya no por las mejores condiciones económicas, sino
    porque joder, voy escalando y voy consiguiendo cada vez
    más cosas, y siempre que he cambiado de trabajo pues he
    ido un poquito a mejor, y eso te satisface.

    (En torno al nuevo empleo que espera conseguir)
    Establ…, te arriesgas un poco, ahora, porque si me sale mal
    pierdo lo que tengo. Pero también te tienes que
    arriesgar. Si yo ahora mismo por contratos de ETT no estoy
    satisfecha laboralmente tengo que arriesgarme, intentar esta
    vía (…) para obtener cierta seguridad. Y digo cierta
    seguridad, porque creo que seguro no
    está nada. Te repito:

    si hay una fusión
    (…) y hacen recorte de personal van a tirar a los
    últimos que han entrado, me imagino. O a los que menos
    lleguen al nivel de ventas que
    ellos exigen, ¿vale? Pero sí, yo lo veo estable,
    lo veo seguro… pero, pero, por mucho que trabajes y des al
    máximo….

    Las siguientes palabras de una de nuestras entrevistadas
    también son ilustrativas:

    [la sobrecualificación] Es frustrante.
    Sí, de hecho pedí traslado por eso (…). Mi
    puesto era secretaria de un médico. Bueno, está
    muy bien. Coger bien los recados por teléfono, mandarle bien sus faxes,
    redactar las cartas con la
    estructura que determine la ley…. Pero no
    tiene nada que ver con procedimientos,
    con funciones, con inspecciones. Pedí un traslado a otro
    departamento donde iba a cobrar los mismo pese a que donde
    estaba las posibilidades de ascenso eran inmediatas… pese a
    eso me cambié (…). Porque donde me ofrecían
    cambiarme era tema de procedimiento,
    tema relacionado con el derecho. Pues gente que viene a hacer
    adopciones, gente que paga multas, gente que le están
    requiriendo que si en tales días no aporta determinada
    documentación le van a sancionar. Es un
    trato con el propio sancionado, porque llama por
    teléfono, viene y te dice que le enseñes el
    expediente (…). Y me parece mucho más real (…). Yo
    quiero ser, en lugar de la secretaria del Jefe de Servicio, la
    Jefe de Servicio, y en un tema relacionado con
    Derecho.

    Un último ejemplo ilustrativo:

    [en un empresa de telecomunicaciones, contratada como becaria]
    además hablaba inglés, que ya, era como que le
    estaba dando un poco de sentido a todo lo que yo había
    estudiado. Y aparte ahí curraba, o sea, había
    mucho curro. Pues sí, estaba explotada porque
    salía a las 8 o las 9 de la noche, pero bueno, sarna con
    gusto no pica. Es de lo tuyo y encima te pagan, aunque sea una
    porquería…(…)

    La figura 2 trata de sintetizar los principales
    elementos estructuradores de la precariedad para el colectivo de
    jóvenes con un alto nivel de cualificación, pero
    cuyas ocupaciones no se corresponden con los contenidos de su
    etapa formativa. Los elementos definitorios de la precariedad
    laboral aparecen en la mencionada figura de forma jerarquizada,
    en orden de importancia. Este orden coincide con la
    posición que cada elemento ocupa la figura, siendo los
    más claros, patentes y relevantes los que se incluyen en
    la parte superior.

    En ciertos aspectos, este análisis coincide con
    el contenido en la figura 1, síntesis de la experiencia de
    la precariedad en el colectivo de jóvenes con un bajo
    nivel de formación. Es el caso del salario, que como
    veremos se incluye en los discursos de la precariedad para todos
    los colectivos estudiados. Pero las diferencias entre las figuras
    1 y 2 son notables. Destacan tres. En primer lugar, la
    importancia que las expectativas laborales y personales
    cobran en el segundo colectivo. Como puede apreciarse en la
    figura 2, este factor llega a constituirse en el principal eje de
    definición de la precariedad en los discursos analizados.
    Su impacto, además, se extiende a través de dos
    factores añadidos (la disponibilidad de formación y
    la relación laboral con el empleador). En segundo lugar,
    en el discurso de los jóvenes pertenecientes al segundo
    colectivo la sobrecualificación surge como un
    elemento fundamental para entender su valoración del
    mercado laboral. En tercer lugar, y de forma más amplia,
    los espacios definidos por la informalización no
    alcanzan a la totalidad de los empleos. De hecho, los trabajos
    serán precarios en la medida en que se ajusten a la
    definición recogida en nuestra figura número 2.
    Como se recordará, en el caso de la experiencia de la
    precariedad para el primer colectivo, esta se inscribía de
    forma notable en condiciones específicas (salario,
    flexibilidad horaria, gestión
    de los recursos
    humanos en la empresa) en el marco general de un
    mercado laboral. En esa intersección, en ese solapamiento,
    se definía la precariedad laboral. En cierto sentido,
    pareciera que para los jóvenes con bajo nivel de
    cualificación la precariedad es una realidad
    sistemática, omnipresente (al menos tal y como se concreta
    en sus discurso), de manera que su experiencia se
    limitaría a definir como precario lo (permítase la
    expresión) "peor de lo malo".

     

    2.4 Tercer colectivo: jóvenes con un nivel de
    cualificación medio/alto y cuyo empleo se corresponde con
    el nivel y área de formación
    alcanzado.

    El análisis del tercer colectivo objeto de
    nuestro estudio dibuja un panorama notablemente diferente con
    respecto al resto de colectivos. Mientras que los dos colectivos
    hasta ahora analizados se caracterizan por un discurso que
    "problematiza" su situación laboral, los resultados
    correspondientes a las entrevistas realizadas a jóvenes
    cuya ocupación está directamente relacionada con la
    formación recibida se concretan en un discurso que muestra
    una relativa satisfacción con su mundo laboral. En este
    sentido, el análisis de este colectivo nos llevará
    a re – visitar los procesos enunciados para los colectivos
    anteriores, con el objetivo de señalar semejanzas y
    diferencias (diferencias que, como veremos, también
    ayudarán a obtener una definición de la
    precariedad) en los distintos discursos acerca de los mismos
    puntos de análisis (sobrecualificación, salario,
    temporalidad, relación contractual, etc.).

    En primer lugar, es indicativo que los entrevistados
    encuadrados en este colectivo consideren sus empleos como
    situaciones relativamente privilegiadas. De alguna manera, los
    entrevistados perciben que el hecho de que su formación y
    sus ocupaciones se correspondan de manera más o menos
    directa marca una diferencia cualitativa con otros empleos y
    otras situaciones laborales. Esta constatación, el hecho
    de que la conexión entre formación y
    ocupación sea considerada como un aspecto fundamental para
    la descripción de un trabajo en términos positivos,
    ya supone un indicador de la importancia de la
    cualificación alcanzada como rasgo distintivo de los
    trabajos precarios. Los entrevistados se muestran "afortunados",
    "privilegiados", como consecuencia de haber conseguido ligar su
    biografía formativa con su empleo actual.

    Entrevistador:

    De manera que el trabajo tiene mucho valor para
    usted…

    Muchísimo (…). Es muy importante porque me
    permite estar cerca de lo que yo considero estar cerca en
    términos profesionales, es decir, yo estudié una
    carrera (…) y el trabajo que yo realizo tiene mucho que ver,
    y está bastante cerca [de esa carrera:
    Sociología], y en ese sentido me considero una persona
    privilegiada (…). El trabajo actual me permite continuar
    desarrollando mi labor de investigación, realizar mi
    tesis
    doctoral, porque me deja tiempo libre para poder hacerlo.
    Por lo tanto, para mí tiene muchos valores, no
    sólo ya el económico, que es muy importante, sino
    que tiene una serie de valores

    Esta situación supone una
    corrección de uno de los rasgos que, en el segundo
    colectivo, aparecían como descriptivos de un trabajo
    precario: la sobrecualificación.

    En efecto, uno de los aspectos con respecto a los cuales
    los jóvenes pertenecientes a este tercer colectivo
    muestran mayor satisfacción es, precisamente, la
    sensación de que su formación ha tenido un efecto
    en su tránsito por el mercado de trabajo:

    sus esfuerzos formativos están mostrando
    funcionalidad en términos laborales. La alta
    valoración de este aspecto se puede realizar con respecto
    a dos referencias.

    1. En primer lugar, la propia biografía laboral.
    Aquellos entrevistados que de forma previa a su empleo actual han
    ocupado puestos característicos del segundo colectivo
    utilizan su propia biografía laboral como referente a
    partir de cual asignar valor a sus empleos actuales. La
    experiencia pasada en empleos desconectados de su nivel formativo
    actúan como refuerzos al valor otorgado a los empleos
    actuales:

    Creo que mi trabajo no es precario porque conozco
    la realidad de los trabajos precarios. Trabajo precario es por
    ejemplo mi primer trabajo: trabajar sin contrato, recibir
    salarios absolutamente
    miserables, que están por
    debajo incluso del salario mínimo profesional, trabajar
    en condiciones en las que no tienes ningún derecho, en
    condiciones de discrecionalidad por parte de quien ejerce la
    autoridad o
    el poder sobre ti (…). Y luego ya un trabajo formal, por
    decirlo de alguna manera, como el que realicé
    [posteriormente] no sé si lo calificaría como
    precario. Desde luego en cuanto a la correspondencia salario
    tipo de trabajo sí.

    2. En segundo lugar, con respecto a su grupo de edad. En
    efecto, los entrevistados manifiestan la convicción de que
    su situación es atípica, o al menos no todo lo
    frecuente que cabría esperar, en el mercado de trabajo
    juvenil. En este sentido, se puede hablar de una cierta
    sensación de "privilegio", el desarrollo de una conciencia de que
    la formación recibida no siempre incrementa la
    probabilidad de éxito
    en el acceso al mercado de trabajo.

    Mira, yo te digo, de la gente que estaba conmigo,
    que éramos de los 20 becarios que estábamos,
    así bien colocados está una por enchufe, otra por
    suerte, pero que cobra poco, o sea poco, en relación con
    lo que ya debería ganar. Y el resto están todos
    trabajando de, pues…

    ¡No, miento! Otra que se colocó muy
    bien, pero porque tuvo mucha suerte y un currículo muy bueno (…). El resto…
    no. Está todo el mundo muy mal. Pues diecisiete
    personas, que están haciendo cosas que no les gusta, que
    están sustituyendo una baja por maternidad o que
    están ganando menos que yo (…). A mí es que me
    han ofrecido cada cosa…

    Por lo tanto, vemos cómo la conexión entre
    biografía formativa y biografía laboral se
    constituye en un elemento central para evitar la
    definición del trabajo propio como trabajo precario. Y en
    este contexto conviene introducir un elemento de análisis
    añadido, elemento que, en el discurso de los
    entrevistados, también va a contribuir a que los trabajos
    no sean definidos como precarios. Se trata de que esa
    conexión entre cualificación y ocupación
    tiene un efecto no sólo en la consideración de la
    biografía laboral, sino que su efecto tiene se extiende
    también al futuro laboral, es decir, a las expectativas
    laborales que el individuo puede mantener. Y es que para los
    entrevistados, el hecho de desarrollar su actividad en un empleo
    para el cual "fueron preparados" implica una potencial carrera
    profesional en ese mismo ámbito. De alguna manera los
    entrevistados plantean la siguiente cuestión:

    Si ha sido posible encontrar un trabajo relacionado con
    mis estudios, ¿por qué no ha de ser posible
    afianzar mi carrera profesional en el mismo sentido? En la medida
    en que el empleo implica la existencia de posibilidades reales de
    crecer laboralmente, dicho empleo se aleja de la precariedad.
    Este proceso es el que trata de reflejar la figura número
    3. Como puede apreciarse, en la parte inferior de la figura se
    sitúa una línea que define un espacio de
    precariedad. Esto no implica que definamos la precariedad como un
    continuo. La figura debe entenderse como una mera
    representación gráfica de los procesos que, en el
    seno del colectivo objeto de análisis, definirían o
    no un trabajo como precario.

    Sobre la citada "línea de precariedad" se
    sitúan algunos procesos interrelacionados.

    En concreto, los tres criterios hasta ahora
    analizados:

    Biografía formativa, biografía laboral y
    expectativas laborales y personales. En la medida en que un
    trabajo vincula los tres criterios, nos alejamos de la
    definición de precariedad. En la medida en que existe una
    desconexión entre los distintos criterios, emergen
    procesos disfuncionales que llevarían a la
    definición de un trabajo como precario. Así, la
    desconexión entre formación y ocupación
    llevaría a la aparición de la
    sobrecualificación (o, si se prefiere,
    cualificación no adaptada al empleo desempeñado).
    La sobrecualificación, por tanto, se constituiría
    en un elemento definitorio de la precariedad laboral. Por otro
    lado, en la medida en la que el empleo actual ofrece
    oportunidades reales de comenzar una carrera profesional, dicho
    empleo se alejaría de la precariedad. En la medida en la
    que el empleo no muestre esta potencialidad, se acercaría
    a ella. Pues bien, en este punto, la principal diferencia, en el
    seno de este colectivo, viene marcada por la relación
    laboral establecida entre empleado y empleador. En
    términos genéricos, recuperamos un aspecto que ya
    hemos analizado a lo largo de las páginas previas: la
    relación contractual. Ahora bien, el análisis de
    tal aspecto en el presente colectivo muestra ciertas diferencias
    con respecto a los colectivos anteriores. Porque la
    relación laboral va a incidir tanto en las posibles
    expectativas laborales como en los contenidos generales del
    trabajo, de manera que su efecto no va a ser inocuo, o
    despreciable. 

     

    De esta manera, nos encontramos con un amplio rango de
    situaciones, que irían desde la precariedad
    característica de los y las becarias (ya sea en empresa
    privada o en el ámbito público) hasta la seguridad
    que, para los entrevistados, implica la obtención de una
    plaza en el cuerpo de funcionarios de la Administración
    Pública. En el espacio definido por ambas figuras nos
    encontraríamos con un amplio abanico de relaciones
    laborales características de los diferentes empleos. Pues
    bien, en la medida en que dichos empleos refuercen la posibilidad
    de una carrera profesional, nos alejaremos de la
    precariedad.

    No obstante, no debemos olvidarnos de la importancia de
    otros factores de notable relevancia. En la figura tres se
    recogen en el recuadro sombreado. Dichos factores incluyen la
    mayoría de los ya citados para el resto de colectivos.
    Destaca la importancia de la disponibilidad de formación,
    en su calidad de aspecto potenciador del desarrollo de las
    destrezas en el ámbito de actividad propia del trabajo
    desarrollado, con su posible papel en el refuerzo de las
    expectativas laborales.

    Entrevistador:

    ¿Qué utilidad tienen
    los cursos para su trabajo?

    Jóvenes:

    la nueva precariedad laboral 22
    Teóricamente mucha. Luego en la práctica del
    curso, encuentras mayor o menor utilidad. Te dan cosas que ya
    conoces, otras que son novedosas, depende mucho de la
    formación personal, pero sí, sí que tienen
    utilidad. Tal y como están planteados deberían
    tenerla (…).[hago los cursos] porque por una parte estoy
    empezando en este trabajo, considero que tengo que aprender
    mucho y busco una fuente de aprendizaje
    precisamente en estos cursos. Y por otra, porque supongo que
    para el currículo siempre es importante para un concurso
    de traslado, una promoción interna… Valoran bastante
    la formación que has recibido.

    También conviene citar el papel de otros
    condicionantes del trabajo (horarios, flexibilidad,
    inserción en las relaciones jerárquicas, etc.), y
    hacer especial mención al salario. En este punto, las
    actitudes de los tres colectivos confluyen al señalar la
    desconexión entre salario y trabajo realizado. De nuevo el
    problema del salario aparece claramente ligado a la instrumentación de un plan realista de
    emancipación (fundamentalmente ligado a la
    adquisición de una vivienda). Ahora bien, es preciso
    señalar que en los discursos característicos de
    este colectivo el salario no cobra un papel tan radical en su
    valoración del trabajo. El trabajo es algo más que
    salario: implica también la expresión de la
    identidad del individuo, una actividad a través de la cual
    los individuos se definen a sí mismos y ante los
    demás. El trabajo, en este colectivo, es entendido no
    sólo como una actividad productiva, sino también
    como un valor que, en cierta medida, estructura las biografías y
    experiencias individuales más allá de su valor
    instrumental. En otros términos, el trabajo persiste como
    un aspecto central (en su dimensión institucional, como
    valor) en la vida de los sujetos:

    [mi trabajo] es muy importante. Para mí mi
    trabajo, pues, hombre,
    desde luego es más importante para mí mi familia,
    pero yo creo que está entre… en un nivel de prioridad
    dos o tres. La familia, quizá en primer lugar, y luego
    los amigos, el ocio y el trabajo. NO sabría decir, pero
    para mí es muy importante el trabajo
    Entrevistador:

    ¿Qué implicaciones tendría
    perder el trabajo? Tendría muchas a nivel personal. Es
    mi única fuente de sustento. No tengo ningún otro
    tipo de "colchón", dado que mi familia no se encuentra
    aquí y no tengo ningún otro tipo de apoyo. Por lo
    tanto, yo dependo de mí económicamente hablando
    (…). Y por otra parte, pues mi trabajo me gusta y me produce
    una satisfacción y perderlo significaría que
    probablemente tendría que buscar otro tipo de trabajo
    que no estuviese relacionado con mi formación y por lo
    tanto, que no me aportara lo que me aporta este trabajo. Que
    personalmente es gratificante no ya porque es una fuente de
    ingresos, sino porque me permite estar cerca de lo que amo, que
    es mi formación.

     

    3.
    CONCLUSIONES

    El estudio realizado trata de responder a la siguientes
    preguntas:

    ¿Qué es un trabajo precario para los
    jóvenes?, ¿cuáles son sus elementos
    definitorios?. Las entrevistas en profundidad realizadas a
    jóvenes menores de 30 años, identificando tres
    grupos de
    trabajadores y trabajadoras –con nivel formativo bajo y
    ocupados en actividades poco cualificadas; con nivel formativo
    medio y alto en ocupaciones que no se corresponden con la
    formación adquirida previamente; y con nivel formativo
    medio y alto en empleos donde existe correspondencia entre los
    estudios realizados y las actividades que desarrollan–, nos
    han permitido conocer cómo perciben la precariedad laboral
    y que elementos y categorías incluyen para definirla. El
    objetivo del estudio para CC.OO. es contribuir al trabajo
    sindical con los jóvenes a partir del mejor conocimiento
    de cómo viven la precariedad laboral.

    La primera conclusión es que la precariedad
    laboral para estos jóvenes no es sólo tener un
    contrato temporal y ni siquiera es éste el elemento
    más importante para definirla. El hecho de tener un
    contrato indefinido no se percibe como una garantía en
    sí misma de estabilidad y de calidad del empleo. Podemos
    decir que la noción de precariedad laboral se ha
    "enriquecido" y ha incorporado nuevas dimensiones que incluso
    pasan a tener más relevancia que la propia relación
    contractual en sentido estricto. Entre ellas están la
    insuficiencia del salario, la inadecuación entre la
    formación adquirida previamente y la actividad realizada,
    otras condiciones de trabajo como la irregularidad de la jornada
    o las relaciones jerárquicas, a las que se suman la
    ausencia de expectativas laborales de carrera profesional, la
    incapacidad del empleo para responder a un plan emancipatorio, o
    la pérdida del valor del trabajo como institución
    social.

    Pero tan importante como los elementos que los
    jóvenes explicitan en su definición y
    percepción de la precariedad laboral, son aquellos otros
    aspectos que, aún siendo relevantes en las relaciones
    laborales, están ausentes de sus discursos. Las normas legales,
    el tipo de contrato, los convenios colectivos, no son
    mencionados. Es precisamente la ausencia a cualquier referencia
    del marco regulador del trabajo lo que les imposibilita a su vez
    actuar para modificar la situación injusta de precariedad
    y lo que refuerza la idea "informalización" de los empleos
    a los que acceden y, en definitiva, la vivencia del
    carácter precario de las relaciones laborales.

    Esta concepción más amplia del concepto de
    precariedad laboral no es diferente para los hombres y para las
    mujeres jóvenes, aunque sus biografías laborales no
    sean iguales, como ponen de manifiesto las menores tasas de
    actividad y ocupación y la muy superior tasa de paro de
    las mujeres. De hecho no se han identificado rasgos relevantes
    que diferencien los discursos de hombres y mujeres
    jóvenes.

    Pero veamos más en detalle todos esos elementos
    que aparecen en los discursos de los tres grupos de
    jóvenes analizados y que incluyen en su percepción
    del empleo precario, aunque el peso que atribuyen a unos y otros
    sea diferente y estén determinados también por su
    biografía formativa.

     

    3.1. La
    "naturalización" de la precariedad
    laboral.

    Los jóvenes perciben un mercado laboral
    informalizado y desestructurado. La precariedad es una
    compañera persistente, "natural" e "inevitable". No es la
    falta de empleos, sino las condiciones de los empleos. Lo es
    especialmente así para el primer grupo –los
    trabajadores y trabajadoras jóvenes con déficits
    formativos y de cualificación– para los que la
    inestabilidad laboral es la norma, incluso aunque la
    relación contractual sea fija. La inestabilidad no define
    tanto la naturaleza del empleo precario sino del trabajo en
    general para este colectivo. Acceden a "empleos sin futuro" en
    tanto que éstos carecen de expectativas
    laborales.

    Pero esa "naturalización" de la precariedad lo es
    también para el tercer grupo de jóvenes –los
    que tienen un empleo cualificado y acorde a la formación
    adquirida–, en la medida en que consideran que sus empleos
    –en este caso "con futuro"–, son la excepción,
    una situación privilegiada, son los afortunados del
    mercado laboral.

    Precariedad "natural" también para el segundo
    grupo de jóvenes, que pasan por una situación "de
    tránsito" en empleos donde no hay correspondencia entre la
    formación adquirida previamente y la actividad
    desarrollada. La sobrecualificación en el puesto de
    trabajo también empieza a ser "natural".

    El salario cobra una relevancia notable en la
    percepción de la precariedad laboral, aunque la intensidad
    varía según los grupos de trabajadoras y
    trabajadores jóvenes analizados. Su protagonismo es
    patente en la medida en que pierden consistencia las otras
    dimensiones del empleo. Si el valor social del trabajo se borra,
    si se difuminan las expectativas de acceder a "empleos con
    futuro", el valor instrumental del salario pasa a ser
    determinante.

    Además, el salario como factor de precariedad no
    se percibe sólo en términos de correspondencia
    entre carga de trabajo y retribución monetaria obtenida,
    sino que se valora en términos de posibilidad para encarar
    un proyecto de emancipación y de acceso a ciertas
    condiciones de bienestar social. Si el salario se considera
    injusto en relación al trabajo realizado y además
    no permite el acceso a los bienes
    sociales – la vivienda se señala en primer
    lugar–, el empleo así retribuido es caracterizado
    como precario porque no abre la puerta a otros derechos de
    ciudadanía social.

    Las expectativas de desarrollo laboral implícitas
    en un empleo, estrechamente ligadas a la conexión entre
    formación adquirida y actividad laboral desarrollada, son
    también dos elementos determinantes para calificar un
    empleo como precario o no. Estos elementos aparecen de forma
    clara, tanto en el segundo grupo analizado – sus empleos
    son precarios precisamente porque el desajuste entre
    formación y actividad laboral rompe esas expectativas
    futuras–, como en el tercer grupo, para el que sus empleos
    tienen futuro, precisamente porque hay correspondencia entre
    ambas. La sobrecualificación en el puesto de trabajo es un
    elemento fuerte de precariedad laboral para los
    jóvenes.

    Otras condiciones de trabajo, especialmente la
    flexibilidad horaria, entendida como la carencia de un horario
    estable, de un tiempo que es potestad exclusiva y arbitraria del
    empleador y en cuya distribución en trabajador o trabajadora no
    participa y además debe estar disponible incluso en su
    tiempo de no trabajo, también forma parte del concepto de
    precariedad. Como también forman parte del trabajo
    definido como precario las relaciones jerárquicas
    abusivas.

    La temporalidad del empleo entendida como el
    vínculo contractual no indefinido, sólo cobra
    fuerza como
    elemento de precariedad cuando todos los otros elementos
    señalados anteriormente están menos presentes en el
    tipo de empleo. Si los empleos son "sin futuro" o "de
    tránsito", el permanecer indefinidamente en ellos pasa a
    ser secundario en la valoración de los jóvenes.
    Sólo cuando perciben su empleo "con futuro" tiene mayor
    importancia el tipo de contrato.

    A partir de estos elementos que conforman el nuevo
    concepto de precariedad laboral para los jóvenes, caben
    los matices y diferencias en función de los distintos
    grupos analizados, de sus biografías formativas y
    laborales.

    Para el primer grupo el trabajo ha perdido el valor
    social que lo ha caracterizado en etapas anteriores. Si
    están ausentes las expectativas de promoción
    laboral y las relaciones de trabajo se perciben como abusivas, el
    énfasis se pone en el valor instrumental del salario. Como
    éste a su vez no retribuye equitativamente la tarea
    realizada y además bloquea el proyecto de
    emancipación personal, la precariedad laboral se
    identifica básicamente con el salario injusto.

    Para el segundo grupo la precariedad de sus empleos se
    define básicamente por la sobrecualificación que
    tienen en el puesto de trabajo que desarrollan, entendida aquella
    como el desajuste entre la formación adquirida y el
    trabajo desarrollado. Es este desajuste el que hace patentes a su
    vez una categoría profesional y un salario inadecuados y,
    por tanto, el empleo se califica de precario.

    El tercer grupo recupera el valor social del trabajo, el
    "empleo con futuro", a partir de la correspondencia entre la
    formación adquirida y la tarea laboral realizada, ante las
    expectativas de "crecer" laboralmente. En este caso la
    valoración positiva del empleo se realiza con los
    elementos que definen la no precariedad. El empleo no precario lo
    es por haber conseguido ligar su biografía formativa con
    la actividad laboral, sobre todo porque en muchos casos ha habido
    una experiencia previa de desajuste entre ambas, como sucede en
    el segundo grupo. Lo más relevante en este caso es
    precisamente que esa correspondencia entre cualificación y
    ocupación, que debería ser la norma, es percibida
    como lo excepcional, como una "situación
    "privilegiada".

    En definitiva, en la medida en que un empleo vincula
    biografía formativa, trayectoria laboral y expectativas
    futuras, los jóvenes se alejan de la percepción de
    precariedad.

    Por el contrario, cuando se pierden las funciones que
    dan valor social al trabajo y queda sólo la insuficiencia
    del valor instrumental del salario, los jóvenes hablan de
    precariedad laboral. La temporalidad de los contratos se
    subordina a esas otras dimensiones a la hora pesar en la
    definición de los empleos precarios.

     

    3.2. Propuestas de Acción
    Sindical: la oportunidad del 8º Congreso.

    En estos días estamos inaugurando el que es el
    momento de mayor importancia a la hora de discutir y concretar el
    que será el programa de
    acción del sindicato.
    Este 8º Congreso debe ser consciente de los retos que
    plantea la Nueva Precariedad que aquí hemos descrito y
    debe saber plantear respuestas sindicales que la
    corrijan.

    Con este ánimo las Ponencias del Programa de
    Acción para este 8º mandato incluyen toda una
    batería de propuestas que el sindicato en su conjunto debe
    poner en práctica. En el presente estudio, y sin menoscabo
    de que el debate
    congresual pueda mejorarlas, se reproducen algunas de ellas con
    el ánimo de ilustrar en qué medida el movimiento
    sindical es consciente de la nueva realidad laboral con que se
    encuentran los diferentes colectivos (no solo los jóvenes,
    somos conscientes) que sufren la precariedad laboral, y
    cómo puede darse una respuesta eficaz.

    De este modo, Comisiones Obreras es consciente de que no
    puede construirse un futuro de empleo de calidad sobre la base de
    las nuevas formas de precariedad vividas fundamentalmente por los
    jóvenes. En su caso, hacer efectivo el derecho a la
    igualdad de
    trato es romper con la precariedad laboral, que no es sólo
    tener un contrato temporal. Es poder acceder a un empleo acorde a
    la formación y titulaciones obtenidas previamente. Tener
    un contrato laboral frente al estatus de falsos autónomos
    o becarios permanentes. Que el tiempo de trabajo tenga frontera,
    frente a la disponibilidad total y a la meritocracia que
    ésta supone. Requiere de la igualdad salarial, frente a
    las «dobles escalas para jóvenes». Implica que
    las mujeres jóvenes accedan a todo tipo de profesiones,
    frente a la nueva feminización de las actividades
    (comercio, telemárketing, recursos humanos,
    calidad). Las jóvenes han incrementado su presencia en
    todo tipo de carreras, incluidas las masculinas, pero sus tasas
    de paro son más elevadas (casi 13 puntos) y sus salarios y
    categorías profesionales más bajos. La igualdad
    tiene que ver también con las posibilidades reales de
    emancipación. Los jóvenes españoles son,
    entre los europeos, los que más tardan en independizarse;
    sólo un 33% de quienes tienen entre 20 y 34 años se
    han emancipado del hogar familiar, lo que sin duda está
    relacionado con la precariedad laboral y con las dificultades
    para acceder a una vivienda. Actualmente la red de seguridad de los
    jóvenes no es social sino familiar.

    Precisamente para impedir que se termine asentando en la
    percepción colectiva del trabajo como algo "natural" e
    "inevitable" las situaciones precarias, para anticiparnos a lo
    que parece ser una incipiente tendencia a la
    informalización de ciertas actividades y usos, el
    movimiento sindical debe reforzar la intervención del
    sindicato en la empresa para ser protagonistas de los cambios que
    se producen en la
    organización del trabajo; actuar de forma eficaz en la
    defensa de los derechos laborales y promover la
    participación activa de trabajadores y trabajadoras. El
    sindicato, directamente o a través de la Sección
    Sindical cuando existe, debe reivindicar un protagonismo propio
    en la empresa, su participación en la organización del trabajo y en el desarrollo
    de acuerdos, pactos o convenios firmados por
    él.

    En este sentido, la igualdad de trato ha pasado a ser un
    principio fuerte de la normativa laboral europea y de obligado
    traslado a las leyes en España, a
    través de las distintas Directivas aprobadas. El
    reconocimiento legal y efectivo de este derecho es imprescindible
    en un contexto laboral en el que la diversidad está cada
    vez más presente entre la población trabajadora, una diversidad
    positiva en sí misma, que sin embargo se ve
    acompañada de discriminación y de desigualdad. De hecho,
    los problemas generales del empleo en España están
    concentrados en colectivos concretos de trabajadores y
    trabajadoras, las mujeres, los jóvenes, las personas
    inmigrantes, personas con discapacidad que
    se incorporan a nuestro mercado laboral.

    Sin duda, dar solución a los problemas planteados
    pasa necesariamente por un adecuado conocimiento de la realidad
    concreta de cada sector de actividad o territorio al que
    dirijamos nuestra acción sindical. Para ello debemos
    realizar estudios específicos en el ámbito
    confederal, sectorial estatal y de Comunidad
    Autónoma sobre la situación sociolaboral de los
    jóvenes, identificando y evaluando también los
    elementos que conforman la «nueva precariedad» (tipo
    de jornada, salarios, clasificación profesional y
    formación, etc.). Contribuyendo con ello a facilitar el
    necesario debate en torno a una adecuada conceptualización
    de la precariedad, sus características y
    condicionantes.

    Para todo ello, Comisiones Obreras debe promover la
    igualdad de trato en el empleo y en las condiciones laborales de
    todos los trabajadores y trabajadoras, de quienes tienen
    contratos temporales, de los jóvenes, las mujeres, quienes
    sufren una discapacidad, los inmigrantes, eliminando las barreras
    sociales, culturales y contractuales. Fijar este objetivo con
    mayor relevancia y concreción en la negociación colectiva –ningún
    convenio, pacto o acuerdo con cláusulas discriminatorias
    directas o indirectas–, y trasladar con fuerza los temas de
    igualdad a la acción sindical en los centros de
    trabajo.

    Combatir la precariedad laboral de los jóvenes,
    atendiendo a todos los elementos que la conforman: incumplimiento
    de la normativa, temporalidad y rotación, empleos sin
    futuro, menores salarios, segregación ocupacional,
    condiciones de salud y seguridad en el
    trabajo, desajuste entre el puesto de trabajo ocupado y la
    formación y titulación adquiridas
    (sobrecualificación).

    • Impulsar campañas generales combinadas con
      otras específicas en los distintos sectores productivos,
      en las contratas, empresas de servicios,
      ETT .
    • Utilizar la negociación colectiva y la
      acción sindical en la empresa.
    • Promover la igualdad de trato de los jóvenes
      mediante la regulación colectiva de aspectos como: las
      condiciones de acceso al empleo y las modalidades de
      contratación; la transformación de contratos
      temporales en fijos; el encuadramiento profesional; la jornada
      de trabajo y su distribución; la prevención de
      accidentes
      de trabajo. Prestar especial atención a la igualdad salarial,
      oponiéndonos a las dobles escalas salariales e
      incorporando a la negociación colectiva las
      retribuciones variables y los sistemas
      individualizados (por objetivos, de productividad).
      Incluir en los convenios colectivos beneficios sociales
      específicos que favorecen a los jóvenes, como
      ayudas a la vivienda.
    • Trabajar para una mejor adecuación de los
      tiempos de trabajo, con especial atención a la
      flexibilidad horaria, a la distribución irregular de la
      jornada, a su prolongación y disponibilidad
      injustificada, de forma que las necesidades empresariales no
      impidan el ejercicio de los derechos de los trabajadores y
      trabajadoras, ni sus obligaciones
      de índole personal o familiar.
    • Prestar especial atención para evitar
      segmentaciones y desigualdades en el tipo de jornada y en el
      horario entre distintos colectivos de trabajadores, basadas en
      criterios arbitrarios (género,
      edad, contrato, subcontrata, etc.).
    • Atender a las distintas situaciones de trabajo donde
      no existe relación laboral (becarios, investigadores,
      prácticas, «freelance», voluntariado),
      definiendo en el próximo periodo un trabajo
      específico para actuar sindicalmente, con la
      implicación de las Secretarías de Juventud,
      Acción Sindical y Empleo.
    • En el mismo sentido, se han de mantener
      campañas contra el fraude en la
      contratación, identificando los sectores, subsectores de
      actividad y empresas con mayores niveles de temporalidad y de
      jóvenes. Combinar la acción sindical en las
      empresas con la intervención de la Inspección de
      Trabajo.

    De la solución que se dé a estos problemas
    específicos con estas y otras medidas, de la
    garantía real de la igualdad de trato, dependerá
    objetivo general del pleno empleo de calidad, el futuro de los
    sistemas de protección social, y la evolución de la masa salarial agregada,
    medida como un factor de distribución de la
    riqueza.

    Para organizar el trabajo de todo esto en el interno del
    sindicato, se han establecido igualmente toda una batería
    de instrumentos e iniciativas que debemos poner en marcha en
    todas las estructuras
    sindicales:

    Se promoverá que en todas las organizaciones del
    sindicato las Secretarías de Juventud actúen
    coordinadamente con el resto de las Secretarías, bajo los
    principios de
    transversalidad y cooperación.

    Y en esta misma línea se reforzarán la
    presencia de jóvenes, de modo que todas las organizaciones
    contarán con un responsable de juventud en los
    órganos de dirección.

    Se impulsará la presencia de jóvenes en
    las mesas de negociación y en los diferentes
    órganos de representación sindical.

    Habrá un Plan Experimental confederal de
    formación de cuadros sindicales jóvenes, con el
    objetivo de favorecer su participación en todas las
    estructuras sindicales y en los órganos de
    dirección, así como el relevo generacional en el
    sindicato Se promoverá un Plan de Afiliación para
    jóvenes trabajadores con el objetivo de acercar el
    proyecto de CC.OO. ha la realidad social y laboral de los
    jóvenes.

     

    Notas

    1. Posteriormente se abordará este aspecto con
    mayor detalle.

     

    Esteban Sánchez Moreno (*)

    (*) Departamento de Sociología V, Universidad
    Complutense de Madrid.

     

     

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