Por qué no se incluye a los niños en los debates sobre la inminente guerra de Estados Unidos contra Irak
Entre los anuncios publicitarios ante la inminente
Guerra con Irak provistos por la mayoría de los medios en los
Estados Unidos, casi nada se dice acerca de cómo la guerra
afecta a los niños, o cómo la celebración
sin fin de las soluciones
militares para los problemas del
mundo resultan en secuestros (abducciones), mutilaciones, y
asesinatos de millones de jóvenes. Siendo más del
40% de la población del mundo, la juventud es
uno de los más importantes asuntos conectados con la
guerra, la represión, y el imperialismo.
Más aún, son la población que va a luchar y
morir en la guerra.
La metáfora de la guerra parece haber tomado, en
el nuevo milenio, un giro totalmente diferente. Tradicionalmente,
la guerra ha sido referida al conflicto
entre estados soberanos, emprendido por combatientes militares
contra blancos militares. Las guerras son
ahora emprendidas contra las drogas, el
terrorismo, el
crimen, los inmigrantes, los derechos laborales, y para
otros temas que se han convertido en sinónimos del
desorden público. La guerra no requiere más de la
ratificación del congreso, dado que es orientada desde
varios niveles de gobierno que en
diversas formas escapan de la necesidad de legitimación oficial.
Se ha convertido ahora en una respuesta de las instituciones
públicas para mejorar las condiciones de inseguridad
radical y un futuro incierto. Ha venido a ser una
condición adoptada permanentemente por el estado de
seguridad
nacional que es ampliamente definido por su función
represiva en su rostro de impotencia a regular el poder
corporativo proporcionando inversiones
sociales para el pueblo, y garantizando medida para la libertad
social.
En contraste con el actual desorden que marca la
aniquilación del contrato social
– la privatización de bienes
públicos, desregulación, recortes, la guerra contra
el trabajo, y
la escalada del ataque total con el estado
benefactor – la modernidad dio
una vez a los niños y otros grupos marginales
alguna protección, una práctica que ha sido
invalidada. Agotados los fondos para los servicios
públicos y desnudos del poder político para
mediar entre individuos y el enorme poder acumulado por las
corporaciones multinacionales, los estados han renunciado a sus
cualidades democráticas para recurrir a sus elementos
más autoritarios. De ahí, la policía, el
FBI, la CIA, el sistema de
justicia
criminal y el sistema de seguridad privada han tomado nueva
prominencia.
Las guerras son casi siempre legitimadas en
función de hacer un mundo seguro para "el
futuro de nuestros niños", pero la retórica
contradice el hecho de cómo su futuro es a menudo negado
por los actos de agresión puestos por una gama de aparatos
ideológicos del estado que operan cuando se está en
pie de guerra. Esto incluiría los horribles efectos de la
militarización de las escuelas, el uso del sistema de
justicia criminal para redefinir temas sociales como la pobreza y a
los "sin techo" como violaciones al orden social y la
subsiguiente extensión del complejo de prisiones como
industria en
un modo de contener a las poblaciones desposeídas tales
como la juventud de color pobre y
marginalizada.
Bajo la rúbrica de la Guerra, la seguridad, y el
antiterrorismo, los niños son "desaparecidos" de las
más básicas esferas sociales que proveen
condiciones de un sentido de agente y posibilidad, como a la vez,
son extirpados retóricamente de cualquier discurso
acerca del futuro. A pesar de ser concerniente a la herencia de las
futuras generaciones, la cuestión de cómo los temas
de la
globalización de las corporaciones, la guerra, la
represión y el terror afectan a los niños ha estado
totalmente ausente de los debates.
El silencio acerca de los efectos de la guerra en los
niños deja afuera una importante cantidad de
consideraciones, en especial respecto a Irak. Por ejemplo, la
calidad de
la moral de la
política
internacional de los EE. UU. es raramente invocada en referencia
al enorme sufrimiento y muerte
impuesta a los niños irakíes como resultado de los
bombardeos de 1991 y las sanciones posteriores a la guerra.
Durante la guerra del 91’, Irak perdió una parte
substancial de su tejido eléctrico, que alimentaba el
asimismo las plantas de
agua y
residuos. De las 20 plantas de generación
eléctrica, más de 17 fueron dañadas, de las
cuales 11 fueron totalmente destruidas. Una de las consecuencias
fueron las fallas en los servicios de
agua, residuos y salud, que provocaron la
expansión de varias enfermedades por el agua
contaminada como por ejemplo la disentería.
Anupama Roa Singh, uno de los directores de UNICEF en el
país, denunció que más de medio
millón de niños menores de cinco años han
muerto desde la imposición de las sanciones de la ONU hace
más de una década. LA BBC reportó que en
1998, que 4000 o 5000 chicos mueren por mes de enfermedades
tratables que se están expandiendo a causa de las malas
dietas, y la terrible destrucción de la infraestructura
pública. Contra esta horrible realidad, se hace más
difícil montar un argumento humanitario para la
intervención de los EE.UU. en Irak, no sólo porque
queda claro que las muertes y el sufrimiento de los niños
irakíes se intensificará como resultado de la
guerra, sino porque además corta cualquier discurso
moral para
defenderla.
Bush habla del imperativo moral y democrático
para promover un cambio de
régimen, eliminar el eje del mal, y llevar la libertad a
Irak (y a cualquier otro país que se oponga a los EE.UU.)
, sin dejar de mencionar el énfasis en los valores
familiares, estas cuestiones iluminan la hipocresía y
crueldad del rol que los EE.UU. han jugado en la muerte de
más de medio millón de niños en Irak.
¿Y no será la misma población –que
la
administración Bush quiere liberar- quienes pagaran el
precio de otra
guerra? Un estudio reciente, "El impacto de una Nueva Guerra en
los Niños de Irak," alerta que 13 millones de menores de
18 años están "en grave riesgo de
desnutrición, enfermedad, muerte y trauma
psicológico", y que se encuentran peor ahora que antes del
inicio de la guerra en 1991.
De acuerdo con Eric Hoskins, el líder
del informe, una
guerra prolongada en la que las provisiones de comida y medicina se
corten puede resultar en la muerte de "tanto como centenares de
miles de niños". Recientemente, funcionarios de gobierno
están dispuestos a defender es asesinato de niños
como políticamente conveniente. Madeleine Albright, por
ejemplo, Secretaría de Estado bajo el mandato de Bill
Clinton, en su aparición el programa de
noticias, "60
Minutes", el 12 de Mayo de 1996, y le hicimos la siguiente
pregunta por medio de la anfitriona del show, Leslie
Stahl:
"Hemos oído que
más de medio millón de niños han muerto (a
causa de las sanciones contra Irak). Quiero decir que son
más que los niños muertos en Hiroshima. Y-
¿usted sabe si vale ese precio?"
Albrigth respondió:
" Creo que es una decisión muy dura, pero creemos
que el precio vale la pena" ¿Cómo podrían
sentirse los padres de los niños irakíes acerca de
este tipo de cruel conveniencia política?
¿Significa el cambio de régimen que los civiles,
especialmente los niños de Irak, deben ser marcados como
blanco de la estrategia
política y militar? ¿Cómo esta guerra sobre
niños inocentes, basados en una justificación
acerca de su conveniencia que pocos países alrededor del
planeta creen, se armoniza con el énfasis en los valores
familiares que están al corazón
del alegado compasivo conservadurismo de esta administración? Las increíbles
dificultades y sufrimientos que los niños de Irak
enfrentaron y enfrentarán en mayor grado durante la guerra
merecen tomar lugar en la mirada pública.
La prisa por ir a la guerra de la administración Bush, encuentra sus causas
en una fantasía totalitaria, el
petróleo, alegadas armas de
destrucción masiva y la restricción de las
libertades de los ciudadanos en el interés de
combatir el terrorismo. Es también acerca de la matanza
potencial de niños inocentes. El asesinar niños es
un precio terrible a seguir una política exterior que cree
que la guerra es la única forma de desarmar a Saddam
Hussein, rehusando seguir formas no violentas de contener al
dictador irakí, y desestima la opinión de la
comunidad
internacional de irrelevante o irresponsable.
Como la más poderosa nación
del mundo, los Estados Unidos debe ser la que más
desconfíe en substituir la sabiduría y la responsabilidad ética por
la arrogancia del poder, una lección que parece totalmente
perdida por el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el
Vicepresidente Dick Cheney y el Ministro de Justicia Jonh
Ashcroft – los que alientan el poder corporativo que ahora
domina la Administración Bush. Una Guerra con Irak pone en
riesgo de interrumpir el suministro de petróleo del mundo, llevando al mundo a una
recesión. Similarmente, ubicar a Hussein entre la espada y
la pared, quizás incite a la utilización de armas
biológicas y químicas contra los soldados de EE.UU.
e incluso su propio pueblo.
También promete desestabilizar el Golfo
Pérsico, uniendo a los extremistas alrededor de todo el
mundo, mientras al mismo tiempo mina
las reglas democráticas de procedimientos y
principios de
la ley
internacional. En suma, hay una buena posibilidad de que tal
guerra incremente la posibilidad de que ataques terroristas sean
lanzados contra los Estados Unidos. Pero lo que es mencionado
raramente en los debates públicos o los debates es la
terrible violencia que
los chicos en Irak y en cualquier otra parte deberán
enfrentar y debe cuestionar el hecho de que la guerra es la
única opción. La administración Bush debe
más que explicar por qué la guerra debe ser ahora,
en lugar de dar a la comunidad internacional más tiempo
para determinar cómo contener y desarmar a Saddam
Hussein.
Hacer visibles el sufrimiento y la opresión de
los niños no puede ayudar, pero sin embargo enfrenta el
corazón de la ideología del militarismo. Los niños
son uno de los pocos referentes para invocar la compasión
e invocar la moral. Ofrecen una razón crucial para
comprometerse en una discusión crítica
acerca de las consecuencias a largo plazo de las actuales
políticas. Los niños nos recuerdan
la necesidad de movilizarse más allá de intereses
patrioteros para entender el sufrimiento de otros y actuar bien
en la promesa de nuevos modelos
internacionales de asociación humanas basados en valores
democráticos.
Cualquier debate acerca
de la guerra, el cambio de régimen, y la
intervención militar es no ético y
políticamente irresponsable si no reconoce que los
niños son no sólo los símbolos más viables del futuro,
sino que además, proveen un referente político y
ético para recordarnos a los adultos la responsabilidad de
hacer aquel futuro posible, un fututo donde la
intervención sea el último recurso y no el
primero.
(*) " Why Aren't Children Included in the Debates About
the Impending U.S. War with Iraq?"
www.DissidentVoice.org
March 10, 2003 // Translated by: Pablo Aiello
Henry Giroux