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punto
Para comprender mejor nuestro trabajo
suplicamos al lector, si no es mucha la molestia, que lea en la
Biblia todo el primer capítulo del
Génesis.
Desde allí se nos relata la creación de
los cielos y de la tierra e,
inmediatamente, nos encontramos con el primer mandato o la
primera orden que el dios bíblico emite. Hay que tener
esto muy presente pues no existe nada que nos indique que
había algo en los alrededores del planeta Tierra; ni
siquiera existían el Sol y la
Luna.
Lo único que nos dice la Palabra de Dios es
que:
En el principio creó Dios los cielos y la
tierra.
Realmente la Biblia, tal y como ha llegado hasta
nosotros, es una copia muy mal traducida ya que en el original
hebreo se lee en el comienzo de la narración lo
siguiente:
En el principio los Elohím crearon los cielos
y la tierra.
¿Por qué Elohím y no Dios?
¿Cuántos eran? ¿Qué significado tiene
este vocablo?.
Bueno habrá que empezar en orden.
Elohím quiere decir, lisa y llanamente, los
fuertes y los poderosos. Por lo tanto la traducción correcta y la que debería
de aparecer en nuestras Biblias no es más que lo
siguiente:
En el principio los fuertes y poderosos crearon los
cielos y la tierra.
¡Y no Dios como a algún avispado se le
ocurrió poner en su lugar!.
Lo que sí llama poderosamente la atención, de la traducción de la
palabra Elohím, es que es un término que
está refiriéndose a un conjunto de seres poderosos
y fuertes; es decir su connotación es en plural. Nadie
sabe cuántos son los fuertes y poderosos seres que se
tomaron la molestia de crear los cielos y la tierra. Lo
único claro es que tal vocablo se sirve describir a varios
de ellos.
Y al decir varios no queremos dejar constancia solamente
a dos o a tres. No. Se pretende dejar constancia que fueron
muchos, es más habrá que decir mejor que ser
refieren a muchísimos, tantos, que el inspirado relator
bíblico no nos da su número exacto ni se
atrevió a encerrar en un número la cantidad de
seres que intervinieron en la creación del universo.
Por supuesto que bajo esta nueva premisa, la de los
Elohím, habrá que tomar en cuenta que para llevarse
a cabo la creación de los cielos y del planeta Tierra se
necesitó un ejército completo de seres o entidades,
tan fuertes y tan poderosos, que todos ellos juntos fueron
llamados mucho tiempo
después Dios ¡sin serlo!, no lo olvidemos por favor,
sin serlo.
No podemos dejar de sonreír –con mucha
comprensión por supuesto- al oír la respuesta tan
fácil y tremendamente retorcida que nos dan los ilustres
estudiosos de la Biblia y sus grandes apologistas; así
como ver la fácil aceptación que se da entre las
mansas ovejas que forman hoy en día los grupos
cristianos.
Dicen los exegetas: La pluralidad con que en el
inicio de la Santa Biblia se refieren a Dios, no es ni más
ni menos que, aunque Dios es uno, hay varias personas en la
divinidad que están ocupadas en la gran obra creadora,
siendo ellos: El Padre, El Hijo y El Espíritu
Santo.
¿Qué les parece?…
¡Increíble!.
Pero más increíble ha sido el hecho que se
les ha creído.
Por siglos las ovejas del rebaño cristiano se lo
han creído y por siglos estas ovejas, así mismo,
han estado
totalmente dominadas por sus pastores; tal y como lo vemos en la
vida real que los animalitos son llevados de aquí para
allá por el pastor. No en balde se les ha llamado a los
cristianos ovejas y a sus líderes pastores.
Se los ha representado exactamente como lo que son:
ciegos, sordos y mudos, al mando del que mira, oye, habla y
dirige.
Es increíble, ya lo dijimos, y también
digno de Ripley, que se nos asegure que Elohím es la forma
de hacernos comprender que se trata de la Santísima
Trinidad.
Si no lo hemos olvidado, es bueno recordarlo en este
momento que, cuando fue colocado tal vocablo de Elohím en
los escritos sagrados de los israelitas, hace unos seis mil
años de eso, lo fue porque ese concepto plural
formaba parte de su divinidad; y tengamos presente que si de la
Santísima Trinidad se hubiese tratado la cosa, hubiese,
así mismo, quedado plasmado en los libros
sagrados que componen la Tora los vocablos que se refirieran
claramente al Hijo, al Padre o al Espíritu
Santo. Y, como eso no es así, pues no encontramos en
ningún libro sagrado
tales vocablos, no es posible creerles a los nada lentos exegetas
que, con sus mentiras, trataron de esconder la verdad.
Elohím no es la representación de la
Santísima Trinidad. Si dudamos nos queda una cosa correcta
que hacer al respecto. Vayamos con cualquier rabino judío
y preguntémosle si los fuertes y los poderosos
Elohím son parte de un concepto trino para saber que
ellos, los judíos,
nunca, pero nunca, ni cerca tuvieron por su concepto divino
encerrado en Elohím a un grupo de tres
dioses o tres personas.
La Biblia, cuando habla y se refiere a los fuertes y
poderosos, no está queriendo que comprendamos que son las
tres entidades en una, como lo pueden ser los componentes de la
Trinidad Cristiana.
La Biblia es muy clara en este aspecto y si allí
encontramos la palabra Elohím, es porque sencillamente
Elohím se quiso dejar expresado. En todo caso si la
Palabra de Dios hubiese querido referirse al hecho de una
Trinidad Divina, como la del Cristianismo,
hubiese sido perfectamente clara y hubiese nombrado a la trinidad
tal cual es o por sus nombres y apelativos individuales porque
estos, los nombres padre, hijo y espíritu santo, existen
en el hebreo y no son precisamente Elohím.
Hablar de la Santísima Trinidad, para los
cristianos, es referirse al dogma quizá más
importante que dentro de esa religión pueda
existir. Pero, por eso mismo, por la gran importancia y
relevancia que se le da, pudiésemos creer en algún
momento que fue instituida por el propio Jesús.
Pero aquí, en esta opción, debemos dejar
bien claro lo que sucedió.
Para empezar no fue Jesucristo el que dejó
instituido el demente dogma de la Trinidad, fueron los
fanáticos seguidores del Maestro los que empezaron a armar
el tremendo lío que comprende la creencia en un Dios
dividido en tres.
Por tener bases poco creíbles y muy endebles la
Trinidad, surgieron grupos antagónicos que
pretendían se regresara a la creencia de la que se
hacía gala en las Sagradas Escrituras, en la que se
hablaba de un supuesto Dios Unico cuando se llegaba al concepto y
al vocablo comprendido adentro de la palabra Yahvé que,
más individualizado que Elohím, que representa la
divinidad pluralizada, es un personaje y no varios.
Además ya vimos, cuando hablábamos del
Dios de la Biblia y de DIOS, que la Trinidad no fue más
que un invento de los hombres y que fue en el año 325 d.C.
en que quedó instituido el Sagrado Dogma de la Trinidad
por medio del grupo de obispos de la cristiandad. Y que, luego de
una pelea a puño limpio, se logró el concepto
aberrante de implantar en el mundo cristiano esa chifladura de la
Santísima Trinidad.
Si fue en el año 325 después de Cristo, o
sea ya en nuestra era, cuando se implantó el concepto de
la Trinidad y la Biblia, o por lo menos el libro del
Génesis fue escrito miles de años antes de ese
concilio, entonces el que escribió el relato de la
creación, al referirse y nombrar específicamente a
los Elohím, lo hizo sin que se quisiera comprender que se
trataba de las tres personas en que se dividió al dios
cristiano casi seis mil años después de eso, es
decir en el 325 d.C.
Continuando con el tema, y aquí debemos de ser
sumamente cuidadosos, pues hay partes en el inicio de la Biblia
en donde para referirse a la divinidad unas veces se le denomina
con el vocablo Yahvé, en otras Elohím y en otras El
o Yo Soy el que Soy; cuando no, simplemente Dios.
Es curioso, muy curioso y asombroso, que el propio
Moisés, el supuesto autor de los primeros cinco libros de
la Biblia, o que dicen que fue el responsable, ya no
continúe, de repente, refiriéndose más a la
divinidad como Elohím y, por el contrario, no sabe ni como
se llama el ser al cual se le debe la creación.
Y eso que es Moisés quien supuestamente es el que
nos está relatando el principio u origen de esos
acontecimientos.
La sabia, santa y divina Palabra de Dios como que no lo
es tanto. O por lo menos, después de lo que copiaremos y
comentaremos, como que no aguanta un lógico y
mínimo juzgamiento de sentido común.
Si ya, desde que estamos en el vientre de nuestra madre,
hemos aprendido que en el principio Dios creo los cielos y la
tierra y que este Dios bíblico es nada menos que el
Unico y Verdadero Dios de todo el Universo
¿cómo quedará este personaje ahora que
sabemos que no es único, que no es verdadero y ni siquiera
representa ahora lo que la tradición judaica
representaba?.
La Divina Palabra empieza desde el Génesis 1:1
con los siguientes vocablos en hebreo.
Bereshit bara Elohím.
Lo que significa que en el principio los muchos
fuertes y poderosos seres crearon.
¡Y no Dios! como tan burdamente han obligado a que
pensemos que así dice la Biblia; pero fueron tan
perversos, además de estúpidos, los santos varones
que tergiversaron los escritos bíblicos, que no repararon
en el más garrafal de los errores cometido por ellos
mismos cuando, tonteándose de lo lindo, se les pasó
por alto traducir Elohím, tal y como habían venido
haciéndolo, de poner el vocablo Dios en su lugar, y vemos
así –muertos de la risa- que desde Exodo 20:3 la
sentencia divina, dictada nada menos que directamente por Dios
Padre, dice en nuestras Biblias de uso común y corriente
lo que los ahoga en su propio excremento
No tendréis dioses ajenos delante de
mí, dice Dios Padre.
Ahora bien, mis queridos lectores, la palabra dioses que
aparece en todas las Biblias en esta cita, proviene del
término hebreo Elohím.
¿Por qué aquí si pusieron la
verdadera traducción de dioses, como efectivamente
significa el pluralizado vocablo hebreo, y en aquella cita
bíblica del Génesis 1:1 la misma palabra
Elohím adentro de bereshit bara Elohím, la
tradujeron e impusieron por Dios?.
¿Nos quisieron, acaso, meter gato por liebre?…
pues no hay de otra más que pensar que así fue y
efectivamente nos quisieron tontear.
Exodo 20:23, por igual, tradujeron Elohím tal y
como deberían de haberlo traducido en donde estaba el
término en hebreo, y nos dicen, ya muy bien
descifrado.
No hagáis conmigo dioses de
plata.
Exodo 32:1 ss. nos deja expresado.
Haznos dioses que vayan delante de
nosotros.
Deuteronomio 20:18 también pone su granito de
arena.
Que ellos han hecho para sus dioses.
Total que la pregunta obligada es ¿si tan
claramente en estos, como en otros muchos pasajes
bíblicos, está muy bien interpretada la palabra
Elohím por dioses, por qué no lo hicieron en
Bereshit bara Elohím o lo que es lo mismo En el
principio los Elohím crearon los cielos y la tierra
que entonces debería de estar plenamente establecido,
así como en otros pasajes y versículos
bíblicos, la verdadera y única acepción de
tal vocablo y decir, sin tanto escondrijo, que en el principio
fueron los muchos dioses los que crearon los cielos y la
tierra.
¿No le parece?…
Retomando el inicio del Génesis, en el primer
versículo se nos dice otra cosa alejada de la realidad. El
traductor consideró que no era importante ya el uso tan
sin sentido de una palabra que, como Elohím, se
refería a una inconcebible pluralidad en la divinidad y
piadosamente, para evitar preguntas comprometedoras sobre la
identidad de
Dios Padre, de un plumazo la borró.
Así que, acomodemos nuestros comentarios a la
frase que ya hoy es común y corriente y que elimina
Elohím y coloca a Dios en su lugar.
Entonces eso significa que, inmediatamente y para dar
inicio a la creación de todo cuanto existe en el Universo,
"Dios" hace los cielos y la tierra; es decir que Dios Padre
Todopoderoso y Eterno de la nada hizo todas las cosas.
En el segundo versículo leemos:
Y la tierra estaba desordenada y
vacía.
¡Un momento!.
¿Cómo algo en desorden y confuso puede
cumplir con la propiedad de
estar vacío a la vez?. El desorden es una
manifestación visible de algo que no está guardando
una determinada posición. Tener o que exista el desorden
se entiende como aquella comparación entre dos o
más cosas que existen sin guardar entre ellas un orden
preestablecido.
Lo que sí es claro es que para que el desorden se
de y que exista la confusión debe, imperativamente, que
haber algo. Y si hay algo, entonces, por lógica,
¡el vacío no existe ni puede darse!.
Si la Palabra del Dios de la Biblia nos dice que la
tierra estaba vacía tenemos que aceptar que se niega la
existencia de la propia tierra como planeta; es decir es una
afirmación que asegura, con todo el énfasis
posible, que la Tierra nunca fue creada, a pesar que usted, yo y
miles de terrícolas la vemos y vivimos sobre
ella.
Siempre, en ese versículo 2, se nos dice, en otra
muy interesante frase.
Y el Espíritu de los Elohím se
movía sobre la superficie de las aguas.
¡Cuáles aguas!, ¿de dónde
salen estas aguas si la Biblia nos asegura que lo que
había era un enorme vacío cuando eso?.
Hasta ese preciso y conciso momento solamente se nos
dice que se habían creado los cielos y la tierra, pero que
ésta estaba vacía; y si eso es cierto, no hay de
otra más que entender que no había nada de nada, ni
siquiera, por supuesto agua.
En el versículo 3 leemos.
Y dijo Elohím (o mejor dicho, ya que
sabemos la verdadera connotación de Elohím, dijeron
los muchos fuertes y poderosos seres): ¡Hágase la
luz! y la luz
se hizo.
¿Qué tipo de luz?, ¿luz química,
eléctrica o la provocada u originada por cualquier otra
manera, efecto o fenómeno?. Lo que sí es definitivo
es que no se trataba de la luz solar, porque todavía, para
ese momento preciso, el Sol no existía pues no
había sido creado o fabricado.
Ahora bien leamos de corrido los versículos 3, 4
y 5 del Génesis para comprender mejor lo que nos trataron
de falsear.
Y dijeron los Elohím: ¡Hágase la
luz! y la luz se hizo. Y vieron los Elohím que la luz era
buena; y separaron los Elohím la luz de las tinieblas. Y
llamaron los Elohím a la luz Día y a las tinieblas
llamaron Noche. Y fue la tarde y la mañana de un
día.
Está clarísimo que el Sol no tiene nada
que ver en la luz que recién acaba de hacerse o producirse
ella misma de manera espontánea. Más sin embargo
los muchos dioses, o Elohím, nombran pomposamente, luego
de separar la luz de las tinieblas, día y noche a las
manifestaciones anteriores. Es definido por los Elohím ese
instante como día, con una luz cuya claridad o iluminación tuvo que haber sido
completamente artificial porque no podemos concluir sobre la base
de la información bíblica que tenemos
qué o cómo era esa luz.
Aunque tampoco se nos dice lo que sucede con el
día iluminado cuando por fin, al cuarto día de
estar creando y haciendo, los Elohím ordenan que haya
lumbreras en el cielo para separar el día de la
noche.
Sin encontrar la forma de entrarle, y así
entender lo que realmente sucedió con la luz que ella
misma se hace, pareciera que el Sol fue hecho por el procedimiento muy
usado en los laboratorios de la prueba-error; pero eso no podemos
ni pensarlo que lo pudiera haber hecho el Dios Todopoderoso y
Eterno de la Biblia.
La situación es que nuevamente quedamos sin
comprender el principio de la tan famosa creación
bíblica. La información que ha llegado hasta
nosotros, de la Biblia, no hace más que contradecirse una
y otra vez. Y, sin que hayamos leído más que los
primeros cinco versículos, ya podemos afirmar que si algo
se contradice tan claramente como ya lo hemos demostrado, esto
hace que se invalide lo que se nos narra desde esa
parte.
Por lo tanto, eso de hacernos creer que los relatos
bíblicos son la Palabra de Dios, está muy lejos de
ser cierto.
Sólo para resumir podemos preguntarnos, y
pongámosle mucha atención a esto,
¿qué se hizo la luz que ya alumbraba a la Tierra
cuando, estando vacía, se nos asegura que había y
tenía agua?.
Necesitamos más que una mente humana para
comprender estas frases y todos estos acertijos; pero si fueron
escritos para que nadie los pudiera entender, ni nosotros
acá en el futuro, ¿para qué fueron escritas
entonces?. Si alguien hace algo sabiendo que no va a ser
comprendido, caramba, ¿para qué perder el tiempo y
agotar sus energías tratando de explicarlo?; pero si
aún y así, sabiendo de antemano que de todos modos
nadie va a comprenderlo, y lo escribe, no hay más que este
es un necio, anarquista y un gran bobo.
¿No lo cree?…
En el Tercer Día de la Creación
bíblica leemos en los versículos 11 y 12, del
Génesis.
Después dijeron los Elohím: Produzca la
tierra hierba verde, hierba que de semilla, árbol de fruto
que de fruto según su género,
que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue
así. Produjo pues la tierra hierba verde, hierba que da
semilla según su naturaleza; y
árbol que da fruto, cuya semilla está en él,
según su género. Y vieron los Elohím que era
bueno.
¿Por qué dicen los Elohím que la
tierra produzca y no interviene ninguno de ellos directamente en
la creación de la vegetación? ¿Por qué la
tierra produce ella misma a la vegetación mucho antes de
que el Sol exista tan siquiera? ¿No es indispensable la
luz solar para el proceso de la
fotosíntesis pues?.
¿Cuánto dura un día en la
Creación bíblica?. Hay libros y comentarios, tanto
para afirmar que la duración de esos días son los
mismos de 24 horas que conocemos, como para asegurarnos que no,
que la alusión a uno de esos especiales días, se
refieren a un período de miles de años en el curso
de los cuales poco a poco se suceden los acontecimientos que
conllevaron a formar todo cuanto hoy conocemos y que es parte de
nuestro planeta Tierra.
¿No se llama a ese proceso de sucesión de
eventos
evolución?.
Independiente de esto, creemos que a los dioses de la
Biblia sí le hicieron falta, en ese preciso momento, un
buen asesor en materia
agrícola y un buen consejero en planificación, con los cuales pudo haber
programado los días de la Creación en otro orden.
Y, entonces, el día programado para que surgiera el Sol y
las demás lumbreras, fuera antes del día en que la
Tierra produjera ella misma a la vegetación.
Cualquier persona sabe que
las plantas, árboles
y en fin la vegetación en general, necesitan de la luz
solar para existir; pero al revés, el Todopoderosos y Todo
sabiduría Dios bíblico, o dioses bíblicos
como ya lo sabemos ahora que son y fueron muchos y no uno solo,
hicieron primero a la vegetación.
¿A qué se debe esta pausa mental o
pequeño olvido en Dios Padre? ¿Será que como
ya había luz, artificial y todo, pero luz al fin y al cabo
desde el primer día, esta fue la que sirvió de
fuente de vida para las plantas?; pero ¿qué se hizo
dicha luz artificial una vez que surgió con todo su
esplendor el Sol?.
Otra cosa harto curiosa es que en un solo día, y
no importa si de veinticuatro horas o de mil años, se
procedió a que el suelo seco y
desnudo de la tierra, tal y como nos lo deja descrito la Biblia
que era, se cubriera de hierbas, plantas y
árboles.
Lo que llama la atención es que Dios Padre no
procede a llamar a la existencia de la vegetación tal y
como lo hace cuando se nos narra la manera en que surge la luz.
Recordemos que los Elohím allí dicen
¡hágase la luz! y la luz se hizo. El acontecimiento
fue instantáneo y en cosa de microsegundos surge la
iluminación.
Con la vegetación ya fue diferente. La orden
divina, si es que podemos catalogarla como una orden, ya no es
tan urgente; es más parsimoniosa y no es el Padre Eterno o
los Elohím quienes directamente se toman la molestia de
crear o hacer a la vegetación.
¿Cuánto tiempo se lleva la madre
naturaleza para producir hierba, una planta o un árbol?
¡No precisamente 24 horas!.
Un árbol, mis estimados y estimadas, puede tardar
varios años en producirse ¿y entonces?. ¿Por
qué la tierra no produce con la misma celeridad y rapidez
ya hoy en día?.
¡Qué ingrato Dios Padre! pues así,
al estilo de la creación bíblica, rápido
como inmediatamente se acabarían, de una buena vez, el
hambre y las miserias que existen en todo el Planeta creado en y
por las manos de los muchos dioses bíblicos denominados
Elohím.
Lo curioso y colorido de este Tercer Día no
termina sólo así.
¿Y la lluvia tan necesaria para la producción de la vegetación?
¿Con qué agua se regaron las semillas, los
vástagos y las plantas? ¿Qué clase de agua
existía para entonces?.
Y la respuesta nos la da la propia narración
bíblica. Y muy claramente, por cierto. Desde el
Génesis 1:9 y 10 nos dicen.
Dijeron los Elohím: Júntense las aguas
que están debajo de los cielos en un lugar y
descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamaron los
Elohím a lo seco Tierra y a la reunión de las aguas
llamó mares. Y vieron los Elohím que era
bueno.
Nosotros, con todo el derecho del mundo, nos preguntamos
¿qué fue lo que vio Dios Padre tan bueno?.
¿Será buena el agua del
mar para regar las plantas? ¡No!, el agua de mar mata a la
vegetación. La salinidad que contienen las aguas de los
mares es nociva para las plantas y por lo tanto no puede ni debe
aplicarse el agua del mar para regar a la
vegetación.
¿Por qué no se nos hace participar de tan
excelente técnica agrícola?. En menos de 24 horas,
sin Sol ni rocío, con agua salada del mar, sin
fertilizantes, sin plaguicidas y lo mejor sin proceso alguno de
trabajo y mano de obra, podríamos estar produciendo todo
lo que requeriríamos de y en hierbas, plantas y
árboles.
Imagínese usted que en vez que nos esté
mandando Dios Padre pruebas y
tentaciones estúpidas para conocer nuestros corazones, nos
diera el secretito de la producción agrícola
instantánea y en esas condiciones ¡No se
estarían muriendo de hambre los millones de seres humanos
que lo hacen al año en el mundo!.
Cifra en la que se incluye a millones de niños.
Si así fuera, pues, que Dios Nuestro Señor, el Dios
de la Santa Biblia y que nos impuso Jesús como el Padre
Nuestro, nos diera la participación del secretito y de sus
beneficios, por Dios Santo que no existirían los
ateos.
En Génesis 1:14-19, que abarca todo el Cuarto
Día de la creación bíblica, se nos
dice.
Dijeron los Elohím: Haya lumbreras en la
expansión de los cielos para separar el día de la
noche; y sean por señales
y para las estaciones, para días y
años.
Vamos a tener que hacer una obligada interrupción
a este versículo, pero no podemos dejar pasar por alto
esta otra contradicción.
En los versículos 3, 4 y 5 hemos
leído:
Y dijeron los Elohím: ¡Hágase la
luz!, y la luz se hizo. Y vieron los Elohím que la luz era
buena; y separaron los Elohím la luz de las tinieblas. Y
llamaron los Elohím a la luz Día y a las tinieblas
llamaron Noche. Y fue la tarde y la mañana de un
día.
Estos tres versículos nos están
describiendo acciones que
tuvieron lugar desde el Primer Día. ¿Por qué
si desde el inicio, con luz artificial, Dios Nuestro Señor
llama a la luz Día y Noche a las tinieblas; en el Cuarto
Día el Padre Nuestro repite otra vez la separación
del día y de la noche?.
Además es ilógico todo el tema de la
iluminación tal y como nos es planteado. Durante el Primer
Día surge la luz. ¡Si hay Luz por qué quedan
tinieblas. Y veámoslo:
En el principio la tierra estaba desordenada y
vacía, y las tinieblas estaban sobre la superficie del
abismo. Y dijeron los Elohím: ¡Hágase la
luz!; y la luz se hizo.
¡Si la luz se hizo, las tinieblas, todas ellas,
tuvieron que esfumarse y desaparecer por completo!. No olvidemos
que se le llaman tinieblas a la falta de luz. Si la luz surge,
como surgió haciéndose ella misma, es totalmente
imposible que quedaran tinieblas.
Más sin embargo en el colmo de la necedad, la
Biblia nos trata de engatusar diciéndonos en el
versículo 4.
Y separó Elohím la luz de las
tinieblas.
¡Cómo pueden existir simultáneamente
la luz y las tinieblas!, eso es imposible. Si la luz se hizo las
tinieblas debieron de haber desaparecido inmediata y
totalmente.
Unicamente hay tinieblas cuando no hay luz; tal el caso
clásico del día y de la noche. Durante el
día las tinieblas desaparecen por la causa de la luz
solar. Y, en la noche, que ya no hay luz del Sol, es cuando
surgen o aparecen las tinieblas.
Claro que todo eso es debido al movimiento de
rotación de nuestro planeta y a que existe en el
firmamento el Sol.
Pero si durante el Primer Día de la
Creación, que no había Sol ni movimiento de
rotación de nuestro planeta y, además, la tierra
estaba en tinieblas cuando surge la luz; en ese preciso instante
en que alguien enciende el interruptor de aquella tan
extraña luz e iluminación bíblica, todas las
tinieblas debieron de desaparecer completamente.
A menos que esa maravillosa luz divina, que brotó
en el principio de todo cuando es, lo hubiera hecho solamente en
un reducidísimo espacio; tal y como cuando un foco o
bombillo, o una lámpara de la calle, colgada de un poste,
no tienen la suficiente intensidad o claridad como para alumbrar
toda la calle obscura. Pero entonces ¡por qué decir
con ese lujo de prepotencia hágase la luz!.
Cualquiera entiende que dicha luz que se hizo
tendría que haber sido algo monumental y espectacularmente
brillante y reluciente para todo el planeta Tierra, por lo
menos.
¡El Padre Eterno, ese ser poderosísimo,
hizo la luz!, pero lo que parece que hizo fue apenas encender un
fósforo y quizá hasta nos quedamos cortos con la
comparación de ello.
Muy bien. Ahora sigamos en nuestra tarea de
escudriñar minuciosamente el Génesis y leamos los
versículos 15 al 19:
Y sean por lumbreras en la expansión de los
cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. E
hicieron los Elohím las dos grandes lumbreras; la lumbrera
mayor para que señorease en el día, y la lumbrera
menor para que enseñorease en la noche; hizo
también las estrellas. Y las pusieron los Elohím en
la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra;
y para señorear en el día y en la noche y para
separar la luz de las tinieblas. Y vieron los Elohím que
era bueno. Y fue la tarde y la mañana del Día
Cuarto.
Así, de esa manera, es completada la acción
del Cuarto Día; encontrándonos nuevamente con la
prepotente afirmación de Y vieron los Elohím que
era bueno. ¿Qué fue más bueno?
¿La acción de los muchos dioses bíblicos
durante el Primer Día cuando separaron también la
luz de las tinieblas o esta acción que repiten de nuevo en
este Cuarto Día?.
Realmente ¿cuándo quedan instituidos como
tales el día y la noche? ¿durante el Primer
Día o en este Cuarto Día? ¿Por qué
esa repetición inconsistente Y vieron los Elohím
que era bueno? ¿Qué hubiese pasado si Dios
Padre o los Elohím hubieran visto que algo de eso no era
bueno? ¿Lo hubiesen detectado o se les hubiera pasado por
alto? ¿No que todas y cada una de las acciones del Dios
Todopoderoso y Eterno de la Santa Biblia deben implicar que son
buenas? ¡Para qué machacarlas! ¿Será
que el inspirado autor de todo esto ni siquiera él mismo
lo creía y lo machaba nada más para
convencerse?.
Para ponerle un poco de sal y pimienta a este relato,
antes, debemos definir muy bien dos palabritas; ambas parecieran
querer decir y significar lo mismo pero no es así. Veamos
cuál es el significado y qué es lo que entendemos
cuando usamos las palabras crear y
hacer.
Crear significa la producción de algo que no
existía ni por sus partes que lo componen. Y hacer es la
producción de algo pero con elementos, sustancias y partes
que ya existen y que podemos obtener del medio que nos
rodea.
Para crear algo no se necesita de elementos ya
existentes pues de la nada, prácticamente, es la
única manera que se puede crear. Y traemos esto a
colación para dejar muy en claro la grave
tergiversación de la forma, y del fondo, de la
Creación bíblica, tal y como nos la describen desde
el primer capítulo del libro de los Orígenes o
Génesis.
La palabra que se usa al comienzo de este libro es
"bara", no lo olvidemos que dice al inicio de la Santa Biblia
bereshit bara Elohím, cuya traducción del
hebreo al español es
crear, y que significa, como ya lo sabemos, producir algo
completamente nuevo, que no existía en sus partes, y por
lo tanto que no tiene ningún precedente.
Nos encontramos con la palabra bara en el primer
capítulo del Génesis solamente tres veces y en los
versículos 1, 21 y 27. Y es usada para relatar la
producción pero a partir de la nada, tanto del cielo y de
la tierra, como para describirnos cómo surgen los grandes
monstruos marinos y también, y por último, para que
sepamos cómo surge el hombre, al
igual que el varón y la hembra por primera vez en todo el
Universo.
El libro del Génesis, para referirse a la
producción de todo lo demás, durante los otros
días de la Creación bíblica, se sirve y
utiliza la palabra "asa"; cuya traducción, también
del hebreo al español es hacer y cuyo significado, para
una mejor comprensión, es la producción de
cualquier cosa pero a partir de elementos ya existentes y por lo
tanto anteriores a lo que se está haciendo o
produciendo.
El versículo 1 nos dice claramente que en el
principio los Elohím crearon los cielos y la tierra, y
hemos de entender que de la nada Dios Padre se sacó y
produjo ese algo que denomina cielos y tierra.
En el versículo 3 también, en forma muy
clara, nos dicen que los Elohím dijeron hágase la
luz y la luz se hizo. Es decir que la luz surge o se produce a
sí misma pero con elementos ya existentes. Y, ¿con
qué contamos para ese preciso momento? pues tenemos a la
tierra, desordenada o vacía –nunca ambas
proposiciones-, también tenemos a las tinieblas, o sea que
no había luz, contamos así mismo con los
Espíritus de los Elohím en movimiento y con agua
del mar.
Y, con estos elementos, es que la luz se hizo a
sí misma.
Por lo tanto, y por lo que parece, que el producto
final, llamado luz, se debió a que por medio de una
hidroeléctrica se logró generar esa famosa luz que
surgió desde el Primer Día.
¡Cuánto relajo y cuánto lío
para la luz! ¿Por qué sencillamente Dios Padre no
creó a la luz? ¿Por qué de manera tan
irresponsable y tan complicada nos dejan el misterio cuando
leemos que y la luz se hizo?. No sabemos si fue creada o
si fue hecha o producida por otro de esos muchos dioses que
pululaban en esa época por el mundo. La verdad es que
solamente se la menciona sin mayor explicación.
Ahora bien, tenemos el primer enfrentamiento con el agua
cuando leemos en el versículo 1 que y los
espíritus de los Elohím se movían sobre la
superficie de las aguas. Y esto es muy
extraño.
Que no nos digan la manera en que el agua surge a la
existencia nos hace entrar en muchas sospechas pues, a no dudarlo
el agua formó parte importante adentro del pueblo elegido.
A Dios Padre mismo le sirvió para el Diluvio Universal y
así, usando el agua como catalizador, el Dios de la Biblia
pudo, en todo el amor que le
caracteriza, eliminar a todo ser viviente de la superficie del
planeta y también le sirvió para purificar la
tierra exterminando a los impíos.
También es muy extraña la
contradicción que encontramos, siempre con el tema del
agua, ya que el versículo 6 nos dice: Luego dijeron los
Elohím: Haya expansión en medio de las aguas, y
separe las aguas de las aguas.
Aquí, la expresión de haya
expansión en medio de las aguas, quiere decir que se
formen o que se desarrolle la superficie de las aguas. Para ese
momento no había todavía superficie en las aguas.
Esto es controversial puesto que desde el versículo 2 ya
nos dijeron que los Espíritus de los Elohím se
movían sobre la superficie de las aguas.
¡Cuál superficie de las aguas! Si fue hasta
el Segundo Día en que Dios Padre, en su infinita
sabiduría, dispone la formación de esa superficie.
La mentira dura hasta que la verdad no aparece.
Total que nos quedamos igual, no sabemos nada, y tampoco
podemos deducir cuál es el origen de las aguas; pero
podemos, eso sí, apostar doble contar sencillo que no es
de origen bíblico y mucho menos debido a la
intervención de Dios Nuestro Señor.
Regresando con el hilo de lo que estábamos
tratando, nos quedamos definiendo los términos crear y
hacer. Y en esto nos encontramos otra palabra muy parecida a
estas dos en el versículo 11 y se nos hace ver desde
ahí.
Dijeron los Elohím produzca la tierra la
vegetación.
El vocablo producir es diferente a las otras dos. No es
crear y tampoco es hacer. Esta es una acción desde la que
una misma fuente u origen provoca, ella misma, la
generación de otros elementos vivos. La tierra sirviendo
de madre o de incubadora permite que las semillas, esquejes,
vástagos, brotes o acodos, se desarrollen; brotando
así cada diferente plantita, ya sea hierba o
árbol.
Y eso hace que surja otra duda al respecto. ¿De
dónde salieron las miles de millones de semillas o
vástagos que sirvieron para que la tierra produjera toda
la vegetación del planeta?.
Dios Padre es muy claro en el
versículo12.
Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da
semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto
según su género, que su semilla esté en
él, sobre la tierra. Y fue así.
Si efectivamente fue así, ¿por qué
no se nos da una minuciosa descripción de la forma como ocurrió
esa primera producción de toda la flora de la tierra?
¿por qué tampoco se nos cuenta, con lujo de
detalles, cómo fue que Dios Padre, o los muchos seres
fuertes y poderosos o Elohím, lograron que la luz se
hiciera, la manera en que surge el agua y de qué forma es
que se originaron los planetas?
¿Quién sembró las diferentes semillas?
¿De dónde sacó la tierra las semillas y los
esquejes para poder
producir?.
Y hacemos la pregunta de dónde sacó la
tierra las semillas porque en ninguna parte se nos dan los
concisos y precisos detalles de lo acontecido con la
producción que la tierra efectuó a la orden
divina.
La Santa Biblia nos debería de decir, por lo
menos, que luego que los muchísimos Elohím crearan,
hicieran o fabricaran de tal o cual manera las diferentes
semillas, de las miles de variedades que existen, Dios Padre
procedió a sembrarlas una por una teniendo en cuenta
altura, superficie y humedad de los terrenos. Y, cuando por fin
estuvieran todas esas miles de millones de semillas plantadas y
bien sembradas, regadas y muy bien cuidadas, entonces, y
sólo entonces, deberían de haber dado la orden los
Elohím a la tierra que produjera.
Pretender, sin hacer antes todo el proceso ya
mencionado, las cosas como son planteadas en la Biblia, es
risible que se de semejante orden de produzca la tierra la
vegetación.
¿Por qué tan simple el proceso de hacer la
vegetación del Planeta? ¿No de esta misma
vegetación dependemos no sólo los seres humanos
sino que los animales
también? ¿Por qué la falta de detalles en
esta tan importante actividad que nos permite tener alimentos para
poder vivir?.
Y, sólo a manera de repaso y ejemplo, leamos
desde el Levítico 1:1-9 lo siguiente.
Llamó Yahvé a Moisés, y
habló con él, desde el tabernáculo de
reunión, diciéndole: Habla a los hijos de Israel y diles:
Cuando alguno de entre vosotros ofrezca ofrenda a Yahvé,
de ganado vacuno u ovejuno haréis vuestra ofrenda. Si su
ofrenda es holocausto
vacuno, macho sin defecto lo ofrecerá; de su voluntad lo
ofrecerá a la puerta del tabernáculo de
reunión delante de Yahvé. Y pondrá su mano
sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para
expiación suya. Entonces degollará el becerro en
presencia de Yahvé; y los sacerdotes hijos de Aarón
ofrecerán la sangre, y la
rociarán alrededor sobre el altar, el cual está a
la puerta del tabernáculo de reunión. Y
desollará el holocausto, y lo dividirá en sus
piezas. Y los hijos del sacerdote Aarón pondrán
fuego sobre el altar, y compondrán la leña sobre el
fuego. Luego los sacerdotes hijos de Aarón
acomodarán las piezas, la cabeza y la gordura de los
intestinos, sobre la leña que está sobre el fuego
que habrá encima del altar, y lavará con agua los
intestinos y las piernas, y el sacerdote hará arder todo
sobre el altar; holocausto es, ofrenda encendida en olor grato
para Yahvé.
¿Por qué razón aquí
sí está minuciosamente detallado, por parte de Dios
Padre, que nos describe cómo es la forma correcta de
hacerle el correspondiente sacrificio animal? ¿Por
qué tan descriptivo y tan pormenorizado aquí el
Dios de la Biblia para que le quemen los excrementos de animal
que son olor grato para Yahvé? ¡Por
qué!.
Y, ¿por qué no es ni la mitad de
descriptivo ni detallado este mismo Dios bíblico para
hacernos saber cómo hizo la luz, el agua y cómo fue
que la tierra produjo a toda la vegetación del Planeta?
¿Qué es más importante, la luz, el agua y la
vegetación? O ¡La mierda encendida de animales en
olor grato para Dios Nuestro Señor!.
Podemos leer todo el libro del Levítico y
encontrar en sus nauseabundas páginas larguísimas,
así como aburridísimas, órdenes dictadas por
el Padre todo amor de
cómo tienen que hacerse las cosas relacionadas con
ofrendas,
sacrificios y holocaustos de animales, con la vestimenta ritual
de los sacerdotes y con los diferentes ritos que se deben hacer
frente al altar.
¡Y es tan parco con lo más importante!
¡Qué gran contradicción e ironía!.
¿Por qué tan detallista, minuciosamente detallista,
con los rituales? ¿Por qué tan sospechosamente
corta y escasa la información de lo vital para la vida
misma como lo es la luz, el agua y la
vegetación?.
Pero continuemos con los sucesos del Cuarto Día.
Aquí se hacen el Sol, la Luna y las estrellas; pero ojo
con esto. ¿De dónde salen los materiales
para hacerlos?. Y hay una pregunta obligada a hacerse ¿de
qué tamaño tuvo que haber sido la tierra creada por
Dios Padre de la nada?, porque solamente de la tierra,
recién creada, se pudieron haber obtenido y sacado todos
los materiales que se necesitaron para la elaboración de
las lumbreras y de todas las estrellas.
Recordemos que la sabia Biblia describe la acción
de todo esto usando el vocablo asa (hacer) y no bara (crear). El
versículo 16 nos permite estar al tanto de lo
sucedido:
Hicieron los Elohím las dos grandes lumbreras;
la lumbrera mayor para que señorease en el día, y
la lumbrera menor para que señorease de noche; hicieron
también las estrellas.
Durante este Cuarto Día, Dios Nuestro
Señor, o sea los miles de Elohím que lo conforman,
hace, no crea, al Sol, la Luna y las estrellas; en pocas palabras
se concluyó todo el Universo ya que en el Primer
Día sólo crea a la tierra y al cielo.
Cielo es todo aquello que no es tierra, es decir el
espacio sideral.
Cuando el Dios de la Biblia hace a las lumbreras y a las
estrellas es porque ya han transcurrido tres días en las
acciones de la creación. ¿Con qué cuentan
los Elohím para hacer a todos los planetas y a toda la
inmensidad de estrellas que componen el Universo?, pues cuentan
con nuestro planeta Tierra, con luz, con agua y con la
vegetación.
Ahora bien, esta tierra creada desde el principio tuvo
que haber sido lo suficientemente grande, inmensa, casi infinita
en tamaño, para que eso les permitiera a los dioses
fuertes y poderosos de la Biblia tomar todo el material y con
ello hacer a los demás planetas y estrellas del
Universo.
¿Por qué, entonces, la Tierra es
muchísimo más pequeña que Júpiter, el
Sol o Neptuno?. O bien ¿por qué siendo nuestro
planeta el que sirvió de materia prima
para hacer al Universo es tan pequeño en
comparación con la inmensa mayoría de los otros
planetas y estrellas?. ¿Por qué Dios Padre no le
dio la importancia en tamaño que bien se merecía la
Tierra? ¿Por qué hacer la divinidad bíblica
esa cantidad casi infinita de planetas y estrellas? ¿Y por
qué solamente a la Tierra le da plantas, animales y seres
humanos? ¡Por qué sólo a la Tierra!
¿Qué tan especial es nuestro planeta para recibir
tanta deferencia divina?.
El Universo está constituido por Galaxias,
creyéndose que hay unas 100 mil millones de ellas en la
inmensidad del espacio sideral; además que cada una de
estas Galaxias está formada por estrellas cuyos
componentes están unidos en forma
gravitacional.
La Vía Láctea, en donde se encuentra
nuestro Sistema Solar y
otros miles de miles de Sistemas
Planetarios, ocupa un lugar insignificante en el Universo;
entonces, la Tierra, nuestro amado planeta, ¿cuán
insignificante será en todo el concierto universal?.
Sólo con comparar el diámetro medio del Sol y el de
la Tierra podemos hacernos la idea de lo ridículamente
pequeño que es nuestro planeta.
El Sol tiene un diámetro ecuatorial de 1.4
millones de kilómetros y nuestra Tierra apenas 12,756
kilómetros.
Nuestro planeta, el que Dios en su infinita
sabiduría escogió para el inicio de la vida en todo
el Universo, es apenas una décima del uno por ciento
(0.1%) del Sol.
¡Increíble!…
Pero bueno a los hechos hay que referirnos. Luego que el
Dios de la Biblia o los Elohím tomaran de la Tierra todo
el material necesario para hacer las cien millones de Galaxias
que componen al Universo apenas le sobraron 12,756
kilómetros de diámetro al planeta Tierra.
¡Vaya que nos dejó algo! ¡Gracias a
Dios!.
Para qué hacer cien mil millones de
Galaxias.
¿Para qué hizo Dios Padre la cantidad,
casi infinita, de planetas, estrellas, púlsares,
cuásares y demás?. Y nos atrevemos a formularle
estas sacrílegas interrogantes al Dios creador de todo el
Universo, con el derecho que nos da no sólo que Dios Padre
nos haya creado y hecho a su imagen y
semejanza, sino porque somos inteligentes. Y, esta capacidad de
aprendizaje
con que contamos, más nuestro sentido común, nos
hacen ver lo ridículo que es conocer los miles de detalles
para los sacrificios exigidos por el terrible diosesito
bíblico y para lo más importante, como lo es el
Universo, no hay ningún mísero detalle o la
más mínima información.
¡Qué desperdicio!.
Está muy bien eso de hacer miles de millones de
planetas y estrellas ¡qué grande y perfecta obra!,
ahora bien, ¿por qué el Dios de la Biblia
desperdició tanta energía y tanto material para
hacer esa gran cantidad de Galaxias vacías de vida?.
¡Cómo necesitamos esa energía y ese material
gastado para evitar, ahora mismo, el hambre, la violencia y el
pecado que están acabando con la vida de los seres
humanos!.
¿Qué pasaría si se confirmara la
existencia de vida en otros planetas? ¡Qué
papelón para Dios Padre y sobre todo para la Biblia que
asegura que sólo aquí, en la Tierra, hay
vida!.
Ahora veamos los versículos del 20 al 23 que nos
relatan los hechos ocurridos durante el Quinto
Día.
Dijeron los Elohím: Produzcan las aguas seres
vivientes, y aves que
vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los
cielos. Y crearon los Elohím los grandes monstruos
marinos. Y todo ser viviente que se mueve, que las aguas
produjeron según su especie, y toda ave alada según
su especie. Y vieron los Elohím que era bueno. Y
Elohím los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos,
y llenad las aguas de los mares, y multiplíquense las aves
en la tierra. Y fue la tarde y la mañana del Día
Quinto.
Muy bien. Vamos por partes.
Este Quinto Día, o lo que se nos cuenta de
él, es controversial por excelencia. Necesitamos
más que un lápiz y un papel para desembrollar esta
locura; diríamos más bien que con un buen
bisturí y con un par de pinzas pudiéramos ir
rompiendo tela por tela de este mazacote bíblico y
así poder comprender, o tratar de poner en claro, lo que
aquí se nos narra.
Tomemos, para empezar, el versículo 20 completo,
el cual dice:
Dijeron los Elohím: Produzcan las aguas seres
vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta
expansión de los cielos.
Nuevamente nos encontramos con que la divinidad
bíblica no hace las cosas en forma directa. Pide ayuda y
la colaboración de alguien, o de algo separado, y fuera de
él, que por lo mismo no es Dios. Aquí le pide a las
aguas que produzcan.
Ahora bien habrá que reflexionar pues, antes
debemos de contestarnos, ¿cómo son estas aguas a
las que Dios Nuestro Señor dice que produzcan seres
vivientes y aves?.
No hay que olvidar que la Biblia se refiere al agua del
mar y esta agua salada es la madre o el útero que sirve de
incubadora para todo ser viviente. ¿Qué es un ser
viviente?, pues es un ente o individuo
vegetal, animal o humano que es indivisible; que nace, crece, se
reproduce y finalmente muere.
¿Qué les parece lo que nos dice este
versículo? ¿Por qué esa separación
entre seres vivientes y aves que vuelan? ¿No son seres
vivientes las aves?.
Las aves son animales vertebrados, ovíparos, de
respiración pulmonar y de sangre caliente,
pico corneo, cuerpo cubierto de plumas, con dos pies y con dos
alas; y se conocen una veinte mil especies.
¿Qué tan importantes son las aves que
vuelan para ser nombradas específicamente por Dios Padre
de esa manera tan especial en este versículo?
¿Qué sucede con aquellas muchas aves que no vuelan?
¿Por qué se le olvidó al Dios Bíblico
tan siquiera nombrarlas?.
Si la divinidad de la Biblia le dice a los mares que
produzcan seres vivientes, y ya vimos lo que es un ser viviente,
eso significa que los mares incubaron plantas, animales y por
supuesto que seres humanos.
Todos los seres vivientes que conocemos fueron hechos y
producidos por la inmensa madre que viene a ser el agua del mar.
Quizá eso explique el motivo que encontramos a un
Caín que se va con su esposa (¿?) y que fundan una
ciudad con cientos de seres humanos que, se supone, para cuando
el nacimiento de los hijos de Adán y Eva, no
existían más personas en toda la faz de la tierra
que ellos cuatro. Ahora, pues, podemos entender que las miles de
personas que poblaban las afueras del Jardín del
Edén fueron parte de aquellos seres vivientes que Dios
Padre, por medio de los mares, hizo que se produjeran. Porque
¿de dónde sale, para empezar, la esposa de
Caín, y todos aquellos que les ayudaron a construir toda
una ciudad?.
Lo que se nos dificulta entender de este
versículo 20 es la parte que nos dice: Y las aves que
vuelan sobre la tierra, en al abierta expansión de los
cielos.
Tomemos cualquier ave que vuela y analicemos lo
siguiente: Cualquier ave que vuela lo debe hacer sobre la tierra
o sea en el espacio. Eso es obvio y se hace innecesaria la
aclaración. La Palabra del Dios bíblico nos dice:
Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelan sobre
la tierra.
¿Quiere decir esto que el origen de las
más de 20 mil especies de aves que se conocen está
en el mar? ¿En dónde podremos encontrar el origen
de todas las aves que no vuelan?. Definitivamente no en el
mar.
El avestruz, a pesar de ser un ave, no vuela y forma
parte del grupo de las aves corredoras. ¿En donde, pues,
está el origen de estas aves?.
¿Por qué en vez de esta sosa
repetición de aves que vuelan sobre la superficie de la
tierra, Dios Padre no nos describe detalladamente a qué
seres vivientes se refiere cuando le pide a las aguas del mar que
los produzca?.
Que no se piense que es a los peces la
referencia de seres vivientes. No. Es totalmente alejado de estos
otros seres el dicho de Dios Nuestro Señor. En todo caso
pudo muy bien haberlo dicho así de claro y nombrarlos por
su respectivo apelativo de peces tal y como lo hace en el
versículo 26 que desde ahí leemos muy claramente:
y señoree en los peces del mar.
Además en esta frase es bueno que pensemos en lo
obvio: ¿Olvido divino de nombrar el Dios de la Biblia a
los peces de lagos, ríos y lagunas que sólo lo hace
con los del mar? ¿por qué?…
Sin haber otra referencia en este versículo
acerca del término tan amplio de seres vivientes, debemos
de asumir que Dios Padre se está refiriendo a todos los
seres vivientes en general; y en esta amplia gama de individuos
entran todos los integrantes de los reinos vegetal y
animal en donde incluimos, por supuesto, a los seres
humanos.
Al preguntarnos el motivo de tan general
disposición divina, en donde no hay ninguna
indicación que nos aclare la clase de seres vivientes que
fueron producidos por los mares, no podemos olvidarnos que
durante el Tercer Día, allí sí Dios Padre
especifica muy bien lo que se quiere y requiere de la madre
tierra.
Nos dice el versículo 11: Dijeron los
Elohím: Produzca la tierra hierba verde, hierba que de
semilla; árbol de fruto que de fruto según su
género, que su semilla esté en él, sobre la
tierra. Y fue así.
¿Verdad que es muy raro que Dios Padre no nos
haya especificado lo de los seres vivientes?. Por lo tanto es
concluyente que la divinidad, que conforman los Elohím, en
la Biblia, se está refiriendo a todos, pero a todos los
seres vivientes que conocemos y no exclusivamente a los
peces.
Ahora veamos el versículo 21 que nos
dice.
Y crearon los Elohím los grandes monstruos
marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas
produjeron según su especie. Y vieron los Elohím
que era bueno.
No vayamos a pensar, ni por un momento, que este
versículo nos está diciendo que Dios Padre
creó a todo ser viviente que se mueve. No. Así
parece pero no es así. Si releemos despacio el
versículo nos damos cuenta de lo que se quiso dejar
señalado. Hay una referencia a los grandes monstruos
marinos que son los únicos que fueron creados por la serie
de dioses que enmarcan a los Elohím en la
Biblia.
O sea que ese versículo ratifica lo que el
versículo anterior ya nos había contado. Dios Padre
creó únicamente a los grandes monstruos marinos y
siendo muy general la frase no sabemos a que atenernos con
respecto a su significado; a menos que sea parte del relato
mítico de los grandes monstruos o grandes bestias que son
enemigos del hombre, que
siempre han ocupado un lugar muy especial en el pensamiento
religioso que los líderes espirituales han impuesto a todos
sus feligreses.
Que no nos quede la menor duda que de esto se
trata.
Los grandes monstruos marinos que los Elohím
crean no son más que los prototipos de la bestia por
excelencia, el dragón, la serpiente huidiza, Rahab o
Leviatán.
En Isaías 27:1 asombrados de lo que se nos dice
leemos.
En aquel día Yahvé castigará con
su espada dura, grande y fuerte al Leviatán serpiente
veloz, y al Leviatán serpiente tortuosa; y matará
al dragón que está en el mar.
¿Quién hizo tales monstruos? ¡Dios
Nuestro Señor, es decir los propios Elohím los
crearon y nadie más!.
Recordemos que el versículo 21 así lo deja
estipulado: Y crearon los Elohím los grandes monstruos
marinos.
Leviatán en árabe quiere decir el
animal enroscado y, como dato adicional, el Leviatán
es el enemigo de la Iglesia y fue
creado por Dios Padre en una ironía digna de mejor causa
pues, no hay que olvidarnos, que el Dios de la Biblia es tenido
en las iglesias cristianas –y venerado además-, como
el Ser Supremo. ¡Que no se nos olvide eso!.
En Job 7:2 hay un reclamo muy fuerte para con el Dios de
la Biblia y nos dice.
¿Soy yo el mar, o un monstruo marino, para que
me pongas guarda?.
Es tal la pena que está pasando Job que hasta se
atreve a decir en 7:5 que.
Mi carne está cubierta de gusanos, y de
costras terrosas. Mi piel, hendida
y abominable.
Job reconoce estar tan mal por tanto sufrimiento que
Dios Padre le manda, que aún y así dice.
¿Por qué me pones por blanco tuyo,
hasta convertirme en una carga para ti?.
¿Sádico el Dios de amor que adoramos en
las iglesias cristianas?…
¿Usted qué cree?.
El Apocalipsis 12:3 nos habla de lo mismo.
También apareció otra señal en
el cielo; he aquí un gran dragón de fuego o rojo,
con siete cabezas y diez cuernos.
Igual cosa sucede desde el libro de Ezequiel 29:3 que
nos dejan advertido.
Así dice el Señor Yahvé: He
aquí que yo estoy en contra de ti, Faraón, rey de
Egipto, el
gran dragón que yace en medio de sus ríos, el cual
dijo: Mío es el Nilo, pues yo lo hice para
mí.
El dragón de los mares que el Padre Nuestro crea
es una especie de monstruo fabuloso que hierve el agua con el
fuego de sus narices, tal y como nos dice Ezequiel 32:3 en la
Palabra de Dios.
Cuando eras como el dragón en los mares; pues
hacías hervir las aguas con tus narices y enturbiabas las
aguas con tus pies y hollabas sus riveras.
Desde Daniel 7:3 se nos habla de la divina
creación.
Y cuatro bestias grandes diferentes la una de la
otra, salieron del mar.
En el Génesis el gran adversario solapado del
Padre Eterno, y de los seres humanos, todavía no es
llamado por su verdadero nombre; pero encontramos en otros textos
bíblicos que, detrás de la serpiente, se oculta el
dragón que no es otro que nuestro viejo conocido de
Satán o el Diablo.
Veámoslo en el Apocalipsis 12:9 lo que nos dicen
al respecto.
Y fue lanzado fuera el gran dragón, la
serpiente antigua, que se llama Diablo o Satanás, el cual
engaña al mundo entero.
Hay otra cita en Apocalipsis 20:2 que nos ilustra
mejor.
Y prendió el dragón, la serpiente
antigua que es el Diablo y Satanás y lo ató por mil
años.
No hay que dejar de explicar que el vocablo Diablo
proviene del griego y que debe de entenderse por acusador o
calumniador que es su verdadera acepción. Al igual que la
palabra Satanás viene o se deriva del hebreo y significa
el adversario.
Cuando leemos que Dios creó a los grandes
monstruos marinos estamos leyendo el verdadero origen del
Diablo, de Satanás o Satán, como usted lo prefiera;
por lo menos eso es lo que pensaron los grandes profetas y
visionarios de la Biblia como Job, Isaías, Ezequiel,
Daniel y Juan.
¿Qué le parece?.
Pero lo digno de tomar en cuenta es el final de este
versículo, pues de la manera más primorosa nos
dice: Y vio Dios Padre que era bueno.
Entonces, mis queridos lectores, ¿será
bueno Satanás, el Diablo o Lucifer? ¡No es el Diablo
la viva encarnación del Mal! ¿Cómo puede
decirnos Dios Nuestro Señor que es bueno en gran manera lo
que recién acaba de crear si son los grandes monstruos
marinos que, grandes personalidades del mundo bíblico,
como Job, Isaías, Daniel, Ezequiel y Juan, juran que son
los dragones de fuego, Leviatán, la serpiente veloz, el
Diablo y Satanás?.
Aparte que desde algunos salmos también los
catalogan como engendros del Mal a estas criaturitas creadas
directa y personalmente por nuestro Dios Todo Sabiduría y
Eterno.
Continuando, tenemos que desde el versículo 22
leemos.
Y Dios Padre (los Elohím) los
bendijo (a los grandes monstruos marinos) diciendo:
Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los
mares.
¡Qué más podemos comentar!. Ya
está dicho todo con estas bendiciones hacia los dragones
de fuego, a Leviatán, al Diablo y a
Satanás.
¡Gloria a Dios Padre hermano! pues el Mal siempre,
desde el origen del
Universo, ha estado bendito y bendecido por el Dios
bíblico!.
Ahora, trasladémonos directamente hasta el Sexto
Día de la creación bíblica y podemos ver que
es un día lleno de interés,
ya que está claramente dividido en dos partes. En la
primera de ellas los Elohím ejecutan la acción de
hacer y en la segunda, muy resueltamente, los muchos Dioses de la
Biblia crean.
Es el versículo 24 el que inicia la actividad que
tiene lugar ese día y nos dice así.
Dijeron los Elohím: Produzca la tierra seres
vivientes según su especie, bestias y serpientes y
animales de la tierra según su especie. Y fue
así.
De nuevo vemos que Dios Padre (los muchos Elohím
que se encierran en tal cristianizado término) solicita el
concurso de un agente externo a su divinidad y poder y, en ese
instante, le corresponde a la madre tierra ser la encargada de
una nueva emisión de seres vivientes. Así se incuba
la vida en seres vivientes. Y será de mucha utilidad que
veamos uno por uno de los designados a ser producidos por esta
amorosa madre.
Aunque antes es bueno que hagamos un pequeño
comentario, pero no por pequeño de poca importancia. No.
Estamos ante el hecho consumado de otra acción indirecta
de los Dioses de la Biblia. Esta vez, como con los vegetales y
como con los seres vivientes que los mares producen, y
además, no lo olvidemos, como las aves que vuelan, Dios
Padre repite la acción de producir y no la de crear o
hacer.
Este versículo nos está diciendo que la
tierra fue la que incubó a seres vivientes según su
especie. Y esto no quiere decir otra cosa más que la Madre
Tierra produjo a toda una colección de seres según
su propia especie y por supuesto a toda la variedad que tiene
cada especie. O sea que los seres vivientes según su
especie, que la Biblia nos dice en esta parte, son los vegetales
y todas sus variedades, los animales y todas sus divisiones, y
los seres humanos y todas sus razas.
¿Cuáles de los seres vivientes que hoy
conocemos y con quienes interactuamos y hasta nos alimentamos de
ellos provienen del mar y cuáles de la tierra?.
Todos los seres vivientes, tanto los producidos por el
mar, como los provenientes del regazo de la tierra, fueron
fabricados con elementos que existían en esos momentos.
¿Verdad? pues esa es la condicionante para algo que no es
creado sino producido o fabricado.
Ahora bien, entender, o tratar de hacerlo, o peor
aún explicar por qué la divinidad bíblica
hace unas veces, crea en otras y pone a agentes externos a los
Elohím a que produzcan, no es cosa de personas
cuerdas.
¿No hubiese sido mucho más fácil
–digo yo pues- que el Dios de la Biblia, Todopoderoso y
Eterno como dicen que es, hubiese ordenado en un solo instante la
creación de todo cuanto existe? ¿Por qué esa
enfermiza tarea que se impone Dios Padre de ir creando, haciendo
o permitiendo que otro produzca? ¿Para qué usar la
tan rimbombante palabra de Todopoderoso entonces?.
Un ser Todopoderoso no hace a todo lo que existe en seis
días.
Una entidad Omnipotente, en menos de lo que canta un
gallo, instantáneamente, crearía a todo el Universo
sin tantas pantomimas y cuentos. Pero
este Diosesito bíblico, o serie de Elohím, tiene
necesidad de tomarse seis días para la ejecución de
las tareas de crear y se ve forzado a tomarse un día de
descanso además de todo.
¿Se debilitó el Padre Eterno, por el gran
esfuerzo creativo, que se vio obligado a un descanso? ¿Y
por qué precisa de agentes externos para ejecutar la obra
de la creación?.
No estimados amigos y amigas, el Dios de la Biblia ni es
Todopoderoso ni es DIOS. Y no pudo haber intervenido en la Magna
Creación del Universo o en su Producción, porque
este lúgubre personaje bíblico es un
farsante.
Retomando el hilo del versículo 24, nos quedamos
que veríamos a uno por uno de los seres que la Tierra
produjo.
Empecemos pues.
¿Qué es una bestia?. Nosotros, y cualquier
ser humano normal lo hace por igual, entendemos que el
término bestia sirve para designar a cualquier animal
cuadrúpedo. Pero ¿qué define la Santa Biblia
cuando nombra en sus narraciones este término? Y, ya que
este versículo es claro cuando se refiere a los animales
de la tierra, dentro de dichos seres debe de incluirse, por
supuesto, a cualquier animal de cuatro patas; es decir que el
término que usa la Palabra del Dios bíblico, no es
el mismo que hoy nosotros usamos para designar a cualquier animal
cuadrúpedo.
Ya vimos que cuando el Génesis menciona en el
versículo 21 la creación de los grandes monstruos
marinos se refiere a la creación de dragones, de
Leviatán, de Satanás y del Diablo; y que los
monstruos marinos son el prototipo de la bestia por excelencia. O
sea que el modelo o el
primer tipo de bestia lo constituyen los dragones,
Leviatán, el Diablo y Satanás hasta llegar a la
figura más ilustrativa de lo que puede ser y representar
el término bíblico que designa a la bestia y que
corresponde, sin ninguna duda, al Anticristo que, literalmente
quiere decir en contra de Cristo.
Es decir todas aquellas fuerzas adversas.
Y aquí el simbolismo religioso del Antiguo
Testamento está lleno de alusiones de los varios combates
entre el Dios creador y las fuerzas del Mal provocadoras del caos
en donde las bestias monstruosas personifican el poder indomable
del Mar tal y como leemos desde el Salmo 74:13 y 14 que nos
dicen.
Dividiste el mar con tu poder; quebraste cabezas de
monstruos marinos. Magullaste las cabezas de
Leviatán.
Que también encontramos en el Salmo 89:10 y 11
cosa parecida.
Tu dominas la soberbia del mar, cuando se embravecen
sus olas, tú las contienes. Tu quebraste a Rahab, como a
un herido enemigo.
En Daniel 7:3 y 7 hay una clara alusión a todo
esto.
Y cuatro bestias grandes, diferentes la una de la
otra, salieron del mar. He aquí una cuarta bestia,
espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual
tenía unos dientes grandes de hierro; y
devoraba y desmenuzaba, y lo sobrante lo pisoteaba con sus patas,
y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y
tenía diez cuernos.
¿Podremos decir que esta espantosa bestia que
desde aquí nos describieron es cualquier animal de cuatro
patas? ¡No!, ¡claro que no!. Esta bestia no se ajusta
a lo que nosotros, hoy por hoy, conocemos como bestias. A esta
clase de seres monstruosos es a los que se refiere el
versículo 24 del Génesis, estas son las bestias que
la tierra produjo.
En el capítulo 13 del Apocalipsis nos encontramos
con las dos bestias. Son dos monstruosidades. Una es el poder
político que blasfema contra Dios Padre, se hace adorar y
persigue a los verdaderos creyentes. La segunda bestia es una
realidad religiosa, remeda al cordero (Cristo), opera prodigios
engañosos y seduce a los hombres para que adoren a la
primera bestia. Así funciona aquí la obra de
Satán, el dragón antiguo que ha transmitido sus
poderes a la primera bestia.
En el Apocalipsis de Daniel, que fue escrito durante la
persecución sangrienta que desencadenó el emperador
Antíoco, la potencia enemiga,
representada por los rasgos de bestias monstruosas, tiene como
misión
hacer la guerra a los
santos. Detrás del combate político podemos
hallar el combate espiritual entre Satán y sus aliadas
bestias en contra de Dios Padre.
Es indudable la gran influencia de la mitología mesopotámica en los
relatos bíblicos con respecto a bestias marinas. Nos hemos
hallado que bajo la figura literaria que usa la Biblia, cuando se
refiere a bestias, está una con el nombre de Tiamat. Este
dragón representa a los poderes caóticos y
devastadores a los que Marduk, el dios del orden, debían
reducir a la impotencia para poder organizar el Cosmos. La
mitología de Ugarit oponía, así mismo, a
Yam, el dios-mar, en la lucha por la soberanía del mundo divino.
Leemos desde el Apocalipsis 20:10 que.
Y el Diablo que los engañaba, fue lanzado al
lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso
profeta.
Para cerrar el comentario, de lo que se quiso significar
en el libro del Génesis cuando se nombra a las bestias o a
la bestia, leamos en el Apocalipsis 13:17 y 18 lo
siguiente.
Y que nadie pueda comprar ni vender, sino que el que
tenga la marca o el nombre
de la bestia, o el número de su nombre. Aquí se
requiere sabiduría. El que tiene entendimiento, calcule el
número de la bestia, pues es número de hombre. Y su
número es seiscientos sesenta y seis.
No podía faltar la numerología, pues es un
instrumento y procedimiento muy usado y apreciado entre las
tribus de Israel. Su empleo
simbólico es parte integral de la misma educación y cultura,
según el cual una cifra dada designa a un hombre o a un
objeto; porque el valor
numérico de las letras que constituyen su nombre,
corresponde al número en cuestión.
En lo que nos interesa, que es el número de la
bestia que San Juan dice que es el 666, la base del
cómputo y del cálculo se
presta a cierta confusión.
San Irineo pensaba ya en el nombre de la bestia
atribuyéndoselo a LATEINOS, pues los números que
corresponden a sus letras suman 666. Con este término se
designa al Imperio Romano
como el fiel reflejo de la bestia.
30+1+300+5+10+50+70+200=666.
Sin embargo en la actualidad hay una tendencia a tomar a
la bestia como a NERON CESAR, según su nombre en hebreo
NRWN QSR. 50+200+6+50+100+60+200=666.
Las bestias a las que hace referencia el
versículo 24 del Génesis, no son cualquier animal
de cuatro patas. No. Son monstruos, Leviatanes y Diablos, todos
ellos enemigos del ser humano, que ocupan un lugar muy importante
en el pensamiento, tradición y en la interpretación religiosa; pero que,
además, proporcionan las representaciones figurativas que
se encuentran a lo largo y ancho de la Biblia, desde el
Génesis hasta el Apocalipsis.
Eso sí, estas bestias no tienen nada que ver con
los maravillosos animales cuadrúpedos, pero sí
mucho con una variada fauna maligna y
caótica para el ser humano en general en una
conexión muy estrecha con la presencia y los poderes de
los demonios, alzándose así, frente al hombre, e
incluso, frente a Jesucristo.
Muchos estudiosos han tratado de representar el acto de
la Creación de Dios Padre como un combate victorioso
contra el monstruo principal, la encarnación del desorden,
y lo designan como Leviatán. Esta guerra, que la
sitúan fuera del tiempo y del espacio, es la que da
sentido a todos y a cada uno de los enfrentamientos entre
Yahvé y sus enemigos o adversarios.
Así pues, cuando la Biblia nos dice que Dios
Padre le pide a la Tierra que produzca bestias, se refiere a las
bestias que hemos estudiado y analizado, quienes representan los
azotes de la divinidad bíblica; o sea, son las calamidades
que nos envuelven a los seres humanos.
Satán se esconde entre estas bestias, quien se
hace adorar por los hombres, y estos, cegados por su poder, se
postran ante toda clase de reptiles, bestias y animales
repugnantes que supuestamente lo representan.
Así nos lo hace saber Ezequiel 8:10 cuando nos
dice.
Entré, pues, y miré; y he aquí,
toda forma abominable de reptiles y bestias, y todos los
ídolos de la casa de Israel, que estaban pintados en la
pared por todo alrededor.
Pero también nos encontramos con que la bestia,
figura poética para describir a las calamidades, se
encarna de forma indiscutible en los grandes imperios paganos que
tratan de dominar al mundo haciéndole la guerra a Israel
con una manifiesta arrogancia sacrílega.
De esta manera, y luego de la explicación, ya
podemos comprender a la bestia en cuestión, la que tiene
el poder del dragón y que es príncipe de este
mundo; tal y como nos lo relata San Juan desde el Apocalipsis
13:4 donde leemos.
Y adoraron al dragón que había dado
autoridad a la
bestia, y adoraron a la bestia, diciéndole
¿Quién como la bestia, y quién puede luchar
contra ella?.
Las bestias que Dios Padre pide a la Tierra producir,
durante el Sexto Día, no son una referencia a los animales
cuadrúpedos; son, y representan, la serie de calamidades,
así como a los dragones, a Satanás, Leviatán
y al Maligno en persona.
Dijimos anteriormente, casi al principio de este
versículo 24 que estamos comentando, que veríamos
cada uno de los diferentes sujetos que los Elohím le piden
a la Tierra que produzca; y estos, en su orden, son los seres
vivientes según su especie, tales como bestias, serpientes
y animales de la tierra.
Ya comentamos acerca de los seres vivientes según
su especie y de las bestias, nos quedan las serpientes y los
animales de la tierra según su especie.
¿Corresponderá a la totalidad de los animales que
existen esta referencia?. ¿Por qué se nos dice que
la Tierra produce bestias y serpientes
también?.
Se supone que si el término bestia sirve para
designar a los animales cuadrúpedos y el de serpiente para
hablar de un común y corriente reptil, no existe
razón, ni aún divina, menos bíblica, para
haber sido tan especialmente nombrados en dicho versículo,
en donde inclusive estos dos apelativos están antes que el
de los animales de la tierra según su especie; pero
adentro de este término se encuentran todos los animales,
incluyendo a los cuadrúpedos y a los animales que se
arrastran, por lo tanto y en virtud del lugar tan preponderante
que la divinidad bíblica asigna a las bestias y a las
serpientes, debemos de aceptar que se tratan de otros seres y no
de lo que fácilmente pudiéramos
entender.
¿Qué tan especial e importante es la
serpiente? ¿Será más importante que la
bestia?.
El término que la Biblia, desde el
Génesis, usa como serpiente, no es para referirse al
común y corriente animal que repta y que se arrastra por
no poseer pies. No. Definitivamente se trata de algo que
está más allá de una simple
culebra.
¿Servirá esta figura literaria para
esconder al temible Satanás?… Ya lo veremos.
Con el nombre de Satanás, que viene del hebreo
Satán y que significa el adversario, o con el
término Diablo, que proviene del griego diábolos y
que quiere decir el calumniador, tenemos los dos apelativos que
tienen más uso y con los cuales la Palabra del Dios de la
Biblia se sirve para designar a una entidad cuya influencia y
mala acción se hace manifiesta entre la actividad de los
seres humanos.
Cuando leemos la Biblia, inmediatamente, nos damos
cuenta de la existencia y actividad agitada de un oscuro y
misterioso personaje que protagoniza un papel estelar desde el
origen bíblico de la humanidad, hasta el final de los
tiempos, que nos describen los versículos del Apocalipsis
como punto culminante del Génesis.
En el libro de los Orígenes o Génesis 3:1
nos es presentado tan ilustre personaje.
Pero la serpiente era astuta, más que todos
los animales del campo que Yahvé Elohím
había hecho.
La criatura llamada serpiente posee una habilidad, y
está dotada de un talento que, inclusive, supera en todo a
la primera pareja; a pesar que el primer hombre y la primera
mujer fueron
creados a imagen y semejanza de los Elohím. Desde que se
corre el telón aparece en escena, como figura
especialmente hecha, la serpiente y asume el rol para el cual fue
producida y orientada. Se presenta como un adversario y enemigo
de la propia naturaleza del ser humano que, constituye, por lo
tanto, la fuerza de la
que se vale Dios Padre para tentar los sentimientos y las
inclinaciones del hombre.
En el libro de la Sabiduría 2:24
leemos.
Más por envidia del diablo, entro la muerte en
el mundo, y la experimentarán los que le
pertenecen.
Haciendo, con esto, gala de la envidia que siente por la
felicidad del ser humano, la serpiente logra cumplir su
misión usando su poderoso armamento como lo es la astucia
y la mentira. Ya nos lo dice el propio Génesis, y
recién lo hemos leído, que la serpiente fue el
animal más astuto de los que el Dios de la Biblia hizo. Y,
aunque recibe su castigo de parte de la divinidad, más
bien parece un premio por haber cumplido tan bien la
misión encomendada. Y eso es lo que nos narra el
Génesis 3:14 cuando nos deja dicho.
Y Yahvé Elohím dijo a la serpiente: Por
cuanto eso hiciste, maldita serás entre todas las bestias
y entre todos los animales del campo.
Si en verdad Dios Padre hubiese querido darle su
merecido castigo a la astuta serpiente, sencillamente la hubiera
destruido y borrado del mapa a tan especial reptil. En cambio,
ratifica con la maldición, el fin por el cual el Padre
Eterno decide que exista la serpiente como tal. Es más, la
hace mucho más especial entre todas las
bestias.
Es San Juan, el discípulo bien amado, quien nos
aclara todo el significado críptico de la tan especial
serpiente. Y nos dice en el Apocalipsis 12:9 lo
siguiente.
Y fue lanzada fuera el gran dragón, la
serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual
engaña al mundo entero.
¿Satisfechos?.
Esta muy particular serpiente que, siendo tan astuta,
mucho más que cualquier otro animal, que es seductora,
homicida y mentirosa desde que el Padre Nuestro hace que surja de
la tierra, tiene un nombre, que no es con el que se disfraza, o
es disfrazada, en la Biblia. No es el de serpiente o culebra. Su
verdadero nombre es Satanás o el Diablo.
Veamos una comparación bíblica entre dos
versículos muy alejados por el tiempo, pero que llaman la
atención por referirse al concepto bíblico de
serpiente. En Números 21:9 leemos.
Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la
puso sobre un asta; y cuando alguna serpiente mordía a
alguno, miraba a la serpiente de bronce, y
vivía.
Ahora leamos desde Juan 3:14 algo particular.
Y cómo Moisés levantó la
serpiente en el desierto, así también tiene que ser
levantado el Hijo del Hombre.
¿Quién es el Hijo del Hombre?. Pues no es
otro que Jesús.
¿Por qué San Juan compara, advierte y
decreta para Jesús una relación con la serpiente?
¿No recién acabamos de leer lo que el propio San
Juan nos deja dicho acerca de la serpiente a la cual llama Diablo
y Satanás?.
A Jesús nos lo pone como ejemplo de ser elevado
como la nueva serpiente y la serpiente es sinónimo de
Satanás. ¡Qué disparate más
grande!.
Tampoco sabemos lo que Mateo nos quiere decir en 10:16
con lo que leemos.
He aquí que yo os envío a ovejas en
medio de lobos, sed, pues, prudentes como las serpientes, y
sencillos como la paloma.
La cacareada prudencia de la serpiente no es más
que la conocida astucia y la sencillez de la paloma, que llega
hasta convertirse en candidez, nos dan una pareja y una polaridad
igual a las que ya conocimos.
Astucia-candidez son dos polos opuestos entre sí
y por lo tanto son lo mismo.
Bueno, ahora ya hemos analizado lo especial y pintoresco
que la serpiente bíblica nos tenía reservado.
Definitivamente este personaje no es un reptil común y
corriente. La serpiente es la encargada de cumplir una
misión divina la cual fue cumplida a toda
satisfacción.
¿Seguirá ejerciendo su trabajo entre
nosotros tal serpiente astuta?.
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