- La gran
patraña - Padre nuestro que estas en los
cielos - Santificado sea tu
nombre - Venga a nosotros tu reino y
hágase tu voluntad - El pan nuestro
de cada dia dádnoslo hoy - Perdónanos
nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros
deudores - Y no nos
dejes caer en tentación y líbranos de todo
mal - Porque tuyo
es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos de los
siglos amen
La oración que más se ha recitado, a lo
largo de los años, es sin duda El Padre
Nuestro.
Nuestro Señor Jesucristo la dejó
instituida y nos la legó como una forma de acercarnos a
nuestro Padre que está en los cielos.
Pero lo que no tenemos que olvidar, bajo ninguna
circunstancia, es que ese Padre al que Jesús se refiere,
es ni más ni menos que el Yahvé de los
Ejércitos, uno de los personajes centrales del Antiguo
Testamento; así que cuando le estamos orando, según
nosotros a DIOS, realmente nos dirigimos al violento, tirano,
asesino, tremendo y terrible diosesito de los textos más
antiguos de la Biblia.
El Padre Nuestro, como oración, representa el
primer bloqueo mental que nos imponen; pues, cuando nos la
hicieron aprender de memoria, no
teníamos lógica
y ni siquiera un muy claro discernimiento y así, nos hemos
dejado llevar por la corriente.
El grave problema es que ya de grandes, y con nuestra
inteligencia
en pleno proceso, no
somos ni fuimos capaces de reconocer, ni en el Padre Nuestro ni
en ninguna otra de las muchas oraciones que nos enseñaron,
ese cúmulo de contradicciones, mentiras y estafas que
tienen en su contenido.
Se nos ha obligado, y se nos ha doblegado
también, a creer ciegamente en lo que las oraciones dicen
y, cuando nos asalta alguna duda normal sobre ellas, se nos ha
dicho que las oraciones representan la voluntad de Dios y que
ésta ha sido hecha saber a los hombres por medio del
Espíritu Santo.
Seguir con la duda es tener abierta la puerta del
Infierno y de la condenación eterna para el que se atreva
a mantenerlas o a pensarlas.
Si nos tomamos la molestia de analizar las oraciones y
plegarias, incluido por supuesto el Padre Nuestro, no vamos a
encontrar más que burdas invenciones hechas por hombres
¡sin ningún vestigio de inspiración
divina!.
El Padre Nuestro lo compuso Jesús, y éste
era un hombre hecho y
derecho que, con sus muchos defectos, acrecentados por su
delirante creencia en sentirse el Mesías esperado por
siglos en el pueblo judío, creyó vanidosamente ser
el portador de un mensaje de Dios.
Y no podemos decir que actuó de buena fe o con
buenas intenciones, al creerse el Hijo de Dios, porque el
daño
causado por Jesús con sus promesas que resultaron
demagógicas y falsas y por lo tanto incumplidas, nos debe
de hacer reflexionar profundamente al respecto.
Jesucristo nos deja como legado una oración cuya
promesa central es hacernos sentir confianza y tranquilidad ante
la vida, pues algo externo, allá afuera de nosotros,
está comprometido a darnos desde el sustento diario hasta
la salvación eterna.
Y en eso se queda esta oración que dicen es
excelsa, en otra más de las tantas falsas y
comprometedoras promesas de un dios lejano, celoso, castigador,
vanidoso y egoísta.
Y por ser producto hecho
por un hombre, el Padre Nuestro no refleja más que la
limitación, tanto mental como emocional que Jesús
como hombre común y corriente tenía, sino hasta la
locura del mesianismo de su presunta posición
hereditaria.
¿No le parece?.
Las oraciones y plegarias son hechas por seres humanos y
el grupo de
hombres que se creyeron inspirados, y además
intérpretes de la voluntad de Dios Padre, contrapusieron
conceptos que invalidan otras oraciones entre
sí.
Toda rogativa es producto del hombre y no hay tal
inspiración divina, únicamente hay una limitada
mentalidad ocasionada por la tenebrosa fe y por la creencia en
que somos instrumentos de la voluntad de Dios Padre y que de esa
manera la divinidad comunicaba un mensaje de esperanza, ante el
futuro tan incierto que le espera a cualquier practicante de las
muchas religiones o
grupos.
Por eso es que el hombre ha
creído en un supuesto mensaje de Dios.
Por eso es que no nos hemos atrevido a poner en duda las
muchas oraciones, plegarias y rogativas pues creyéndolas
producto divino ¡nos da terror sacro hacerlo!.
En vez de amor a Dios le
hemos aprendido a tener temor a sus venganzas.
¡Qué barbaridad a lo que la humanidad que
sigue en las religiones ha
llegado!.
Es y ha sido muchísimo más fácil
aceptar y acatar lo que nos imponen que escudriñar,
encontrar y denunciar.
Y para muestra un
botón.
A continuación vamos a ir analizando, párrafo
por párrafo, y frase por frase, de la oración
denominada el Padre Nuestro.
¡Empecemos pues!.
PADRE NUESTRO QUE
ESTÁS EN LOS CIELOS
De forma inmediata, y sin ninguna duda, nos estamos
dirigiendo a una entidad que está, que vive, permanece y
condicionadamente se mantiene, sin modificación alguna, en
un lugar denominado cielos.
¿Qué es el cielo o los cielos?.
Nunca nadie nos lo ha podido explicar con la claridad
necesaria y poder llegar a
comprenderlo a cabalidad; pero podemos decir que el cielo, al que
se refiere Jesús aquí, es un espacio indefinido en
el cual moran los bienaventurados y en donde se mantiene Dios
Padre con toda su corte, llamada por eso mismo, Corte
Celestial.
También entendemos automáticamente que el
cielo o los cielos están arriba de nosotros y otros,
más audaces todavía, pero no por ello en
posesión de la tan ansiada verdad, aseguran que estar en
los cielos es una mera condición de perfecta dicha en
todos los
sentidos.
O sea, nos dicen, que los cielos y el cielo es una
circunstancia mental y no un lugar físico; pero como
quiera que sea, se refieren a lo mismo y lo que quieren ocultar
es que se trata de un espejismo, ya sea éste físico
o mental.
Y, en su terquedad por definir a LO INDEFINIBLE, han
creado un espacio indefinido físico o mental; y nos
topamos con un barbarismo de lo más bárbaro, y que
valga la redundancia.
¿Cómo podemos llamar a algo indefinido con
un nombre y decirle pomposamente espacio indefinido?. Si es un
espacio entonces no es indefinido. Y si es indefinido, por su
misma esencia ¡no puede estar definido ni circunscrito en
un espacio!.
Ya ven lo que ha resultado cuando queremos limitar a LO
ILIMITADO. Pero son tan necios que insisten en que allí,
arriba de nosotros, en el espacio es dónde tiene su morada
indefinida Dios.
Unos dicen que Dios y toda su corte viven en un espacio
físico, y otros que lo hacen en uno mental; y ambos
están total y frenéticamente
equivocados.
DIOS, ya lo dijimos, es UNIVERSALMENTE TODO, por lo
tanto representa a LO INFINITO y a LO INDEFINIDO por eso mismo,
¿cómo, entonces, pudiéramos limitar el lugar
en donde ESTÁ LO ILIMITADO y cómo pudiéramos
definir a LO INDEFINIDO y cómo hacer para que LO INFINITO
quepa en un espacio finito, y medible, además?.
Es absolutamente imposible que DIOS esté
confinado en un lugar físico como lo son los cielos, y
esto y a pesar del tamaño de ellos. El espacio de todos
los cielos no puede contener a LO INFINITO QUE ES LO
UNIVERSALMENTE TODO.
Y menos apropiado sería el hecho de creer o
aceptar que DIOS habita en un espacio mental, en todo caso
¿en el espacio mental de quién o de quiénes
habita y mora DIOS?; porque pretender que EL TODO está
confinado en los espacios mentales de cada uno de nosotros o en
todos a la misma vez y creer que pertenece y permanece en
múltiples espacios individuales mentales, es perderse en
el laberinto de las suposiciones.
¡Sencillamente no podemos limitar a
DIOS!.
Pero hay otros más necios aún que, siempre
refiriéndose al espacio mental, nos aseguran, hasta con
pruebas en las
manos que: "somos nosotros los que estamos en la mente del
TODO, en la mente de DIOS". Y nos quieren hacer creer que
DIOS nos tiene como parte de un pensamiento y
que todo cuanto existe no es más que un bosquejo mental
del ABSOLUTO.
Es decir que para estos, que así lo afirman, los
seres humanos, animales,
plantas,
minerales,
la Tierra,
el Sol,
estrellas y en fin todo el Universo, nos
somos más que una creación cerebral de Dios y que
somos y estamos sostenidos en la infinita mente del
TODO.
Además nos aseguran estos necios que: "La
creación y generación de los universos se produce
en la Mente Infinita de Dios"; pues Dios tiene una mente con
los mismos atributos que la que posee el ser humano y que, la
pequeña gran diferencia entre una y otra mente, es
cuestión de grados.
Así como nosotros tenemos dividida nuestra
mentalidad en consciente y subconsciente, dicen ellos, Dios
también la tiene. Y que es la parte consciente la que
desempeña el papel de Padre y la inconsciente la que asume
el papel de Madre; por lo tanto la mente de Dios cumple
también el Principio Universal del Género.
El Género está en todo y todo tiene sus
principios
masculinos y femeninos que son los que permiten que pueda darse
la creación o generación de todo cuanto
es.
O sea, y dicho en otras palabras, se nos quiere hacer
creer que Dios no sólo tiene mente (¿?), sino que
ésta tiene género; que la mente de la divinidad
posee una parte masculina como la encargada de introducir en la
femenina la semilla de lo que se pretende crear y que por lo
mismo es que Dios ha podido generar, producir, concebir o
procrear todo lo imaginable.
Vamos por partes.
Para comenzar, pretender que EL TODO, DIOS, pueda ser
sujeto de comparación con esta mota de polvo que somos los
seres humanos es caer en la más absurda y condenable
presunción que persona alguna
fuera capaz.
Y es cierto.
No podemos dejarnos llevar arrebatadamente por el
Principio de Correspondencia que nos afirma: "Cómo es
arriba es abajo. Como es abajo es arriba". Principio por el
cual los seres humanos nos hemos podido explicar muchas de las
cosas que nos rodean.
Se nos dice que este Principio de Correspondencia es
válido ya que cuanto hay en el Universo,
incluido por supuesto esta mota de polvo que somos los seres
humanos, procede de una misma fuente a la que llamamos Dios y que
por lo tanto son las mismas leyes, principios
y características las que se pueden aplicar a cada unidad
o combinación de unidades conforme cada una manifieste su
propio fenómeno en su plano correspondiente.
Perfecto.
Todo está muy bien, excepto por el pequeño
olvido de querer tomar a DIOS como una unidad, un ser o como una
persona; además estaríamos suponiendo que DIOS no
es más que un morador o habitante de un cierto plano,
excelso y grande, pero limitado.
Y aquí es donde el Principio de Correspondencia
está mal usado y peor aplicado.
Podemos aplicarlo para muchas cosas, planos, subplanos y
dimensiones, pero con DIOS, es imposible pretender hacerlo.
Sería tanto como querer aplicar las Leyes de
Newton de velocidad,
espacio y tiempo en el
espacio exterior de nuestro planeta, ya que allí
simplemente no funcionan. Hay que aplicar otra Teoría
muy relativa y llamada así mismo Teoría de la
Relatividad en donde intervienen la energía, masa y
velocidad de la luz.
Deducir que Dios tiene mente y que estamos en su mente,
como un pensamiento sostenido por él ¡es la peor de
las sandeces y necedades que se han dicho de la divinidad!. Y las
tres afirmaciones, la que nos dice que Dios habita en un
determinado espacio físico, la que afirma que habita en un
espacio mental, así como la que orienta sus
baterías en el sentido que Dios está en un plano
mental sosteniéndonos con su pensamiento, son
falsas.
¡Absolutamente falsas!.
De DIOS, nosotros pobres mortales, no podemos ni
siquiera aspirar a conocer que ES, menos aún en donde
ESTÁ y peor aún a definir ¡cómo nos
creó!.
DIOS, EL TODO, LA VERDAD ABSOLUTA está más
allá del tiempo, espacio y de todo cuanto cambia.
Está fuera de toda apariencia externa o de
manifestación física, mental o
emocional alguna.
EL SER SUPERIOR es total y fatalmente inaccesible al
entendimiento humano y, afuera de DIOS MISMO, nada ni nadie,
óigase y entiéndase bien, ¡nada ni nadie!
puede ser capaz de comprender SU NATURALEZA y
SU PROPIO SER.
Si es que de alguna manera nuestro tosco vocabulario nos
permite hablar de NATURALEZA y SER de DIOS, sin querer, por eso,
dejar constancia que DIOS tiene naturaleza y ser; pero como ya lo
dijimos ¡qué cortas nos quedan las palabras para
tocar este tema!.
En simple conclusión, queridos lectores, DIOS, y
todo lo que ello implica, no puede ocupar ningún
espacio.
Ni físico ni mental y menos uno
emocional.
Pretender, después de lo claro que hemos sido,
meternos a definir a DIOS o a decir todo lo que DIOS no puede ser
y hacerlo susceptible a oraciones, alabanzas, ofrendas,
sacrificios, veneraciones, adoraciones o que tenga el don del
perdón y que habite en un lugar llamado cielos, es pecar
de impertinentes, necios y desequilibrio físico, mental,
emocional y hasta energético en muy alto grado.
Repetir lo que Jesús nos dejó
enseñado, y decir que DIOS está en los cielos, es
mentir.
DIOS no puede estar en el cielo pues AL TODO no puede
confinársele a morar y menos a vivir en un cierto y
determinado lugar en el espacio, por lo tanto es la primera gran
mentira que encontramos de entrada en el Padre
Nuestro.
Al repetir la oración y aplicar nuestra atención en la frase "Padre nuestro"
no podemos dejar de comprender algunas cosas al
respecto.
- Que todos somos hermanos. Los soviéticos,
chinos, franceses, guatemaltecos, árabes, judíos, negros, blancos, buenos, malos,
enfermos, hambrientos, criminales, narcotraficantes, soldados,
niños de la
calle, los desamparados, las madres que se prostituyen por
llevar comida al hogar desintegrado, políticos,
religiosos y en fin todos los seres humanos somos
hermanos. - Que tenemos un solo Padre. Y malintencionadamente
Jesús nos dice que es DIOS nuestro Padre, o por lo menos
eso es lo que hemos creído; y, tal y como cualquier
padre de familia de
nuestras vecindades, DIOS nos ve a todos sus hijitos por igual.
Pero el Maestro no nos dice, ni dejó ninguna
indicación al respecto, desde cuando es nuestro Padre la
divinidad bíblica que es de quién realmente nos
habla Jesucristo; si lo es desde el momento en que nos
enseñan la oración del Padre Nuestro o lo es
desde que creó a los cielos y a la tierra y a
todo el Universo. Pero no importa mucho desde cuando hemos
asumido que lo es y ya veremos que, por lo menos al dios de la
Biblia, le importamos un comino y no nos mira como a sus
hijitos; y tampoco somos sus hijos ¡Por qué no
somos sus hijos!. - Que por lo visto y analizando todo lo anterior, eso
implica que si todos somos hermanos y Yahvé, el dios de
la Santa Palabra es nuestro amoroso Padre, tal y como es la
proclama del Cordero de Dios, éste, Nuestro Señor
Jesucristo, no es más que otro hijo de la divinidad
bíblica. Otro como lo podemos ser cualquiera de los que
hemos sido habituados al medio ambiente
cristianizado y por lo tanto Jesús no tiene
ningún atributo divino ni especial, menos aún
preferencia de DIOS. Y esto es clarísimo.
Asumamos, sólo por conveniencia, que es
totalmente cierta la afirmación del Divino Maestro con la
que da inicio esta oración y que la recitamos como loros
desde nuestra tierna infancia.
"Padre Nuestro que estás en los
cielos".
¿Será posible que nos estamos dirigiendo a
DIOS?.
En una sola palabra ¡NO!.
No nos estamos dirigiendo a DIOS, lo hacemos al ser
mojigato que la Biblia pretende hacernos pasar por DIOS, que es
totalmente distinto.
Jesús toma a Yahvé, "el Dios de los
Ejércitos", el dios de Abraham, de Moisés y el
dios de los Libros
Sagrados judíos, como ese Padre que nombra en la
oración y nos endilga, a tan tétrico personaje del
Antiguo Testamento, sin ningún rubor, como nuestro Padre,
como el Padre de todos los seres humanos.
Y eso no es así nada más.
¡NO!.
Y vayámonos a la Biblia.
Yahvé escoge un pueblo y define quienes son sus
ovejas. Y es en el pueblo hebreo, en el conjunto de habitantes
que conforman la nación
de Israel, en donde
la divinidad bíblica encuentra su gracia y
preferencia.
Jesús, por ser judío, hijo de
judíos y descendiente de ese grupo étnico, tal y
como lo comprueba su propia genealogía dejada en los
Evangelios, se toma la libertad de
agarrar a Yahvé Saboat como a su Padre y es a ese ser
bíblico, tenebroso, asesino y rencoroso, al que se dirige
Nuestro Señor Jesucristo cuando les dice a sus propios
paisanos, durante el Sermón del Monte: Padre Nuestro
que estás en los cielos…
¿Quién nos metió en la cabeza que
el Padre de Jesús, la divinidad de los israelitas, el dios
de la Tora, el de Moisés, el del Antiguo Testamento, el
ser que abandonó a su propio pueblo durante las masacres
que los nazis les propinaron durante la Segunda Guerra
Mundial a morir cruelmente masacrados, es también el
Padre de todos nosotros?.
Por lo menos Jesús no fue.
Si mal no recordamos ya revisamos a quien va dirigida la
amonestación de Vosotros, pues, oraréis
así: Padre Nuestro…..
Ese mandato del Maestro no va dirigido hacia los chinos,
mayas o
americanos, ni está orientado al futuro; y por lo tanto no
está encaminado a ninguno de nosotros acá en el
futuro.
El Padre Nuestro es el ser nombrado como Yahvé
Saboat en la Biblia, es decir el dios que los israelitas hacen
suyo.
Es más, nos repite Mateo 4:25 que la multitud a
la que Jesús estaba arengando y amonestando era una
procedente de Galilea, de Decápolis, Jerusalén,
Judea y del otro lado del río Jordán; estaba, pues,
Jesús, hablando ante sus iguales, entre paisanos y con
aquellos que compartían el mismo dios de la Ley o
Tora.
El Maestro se estaba dirigiendo a gente que
pertenecía al pueblo escogido directa y personalmente por
Yahvé.
Jesús, mis apreciables lectores, estaba entre
personas que compartían con él el mismo grado de
ignorancia.
Por favor, cuidado y que no se nos olvide el
pequeño detalle que Jesús era judío,
vivía entre ellos y pertenecía al pueblo que
tenía a Yahvé por dios.
¡Jesús no era cristiano!.
Pero en fin, y regresando a la primera frase del Padre
Nuestro, tenemos entendido que Jesús nos está
poniendo a todos por igual como hijitos de Yahvé. Y cuando
repetimos, como loros, Padre Nuestro, estaremos admitiendo sin
ninguna duda que efectivamente todos somos hermanos.
Un hijo es siempre el fiel reflejo de sus
padres.
Además ambos, padre e hijo, tienen que ser de la
misma especie y naturaleza.
Un elefante no puede engendrar a una ballena. Una mosca
no lo puede hacer en una hormiga. Una paloma no puede engendrar a
una rosa. Y tampoco, por eso mismo, un ser humano podrá
darle su ser a un animal, vegetal o mineral.
Si Dios es nuestro Padre ¿por qué no
tenemos la misma naturaleza divina?.
¿O es que no hemos podido desarrollar la serie de
atributos que se supone tiene Dios como sabiduría, poder,
omnipresencia, etc., en nosotros?.
¡O es otra burda mentira esto de la paternidad
divina que supuestamente tenemos todos los seres
humanos!.
Porque de los miles de millones de seres humanos, que
hemos y estamos poblando este hermoso planeta, no se conoce
¡uno solo! que haya tenido algún atributo de Nuestro
Padre que está en los cielos.
Y por favor que nadie se atreva a mencionar a
Jesucristo, y afirmar que él si los tuvo, porque es el que
menos pudiera encajar en esta supuesta herencia de los
atributos divinos.
Quedémonos con que Dios es nuestro Padre, pero
sólo por el aspecto de la crítica
y del análisis que hacemos, para ver algunas
cositas interesantes de resaltar.
El más desalmado de los padres de familia procura
algún beneficio para sus hijos.
El más miserable de los progenitores procura
algún beneficio, por pequeño que este sea, para su
prole.
El más pobre de los padres hace cualquier
sacrificio por su descendencia, hasta robar, para darles algo a
ellos.
No digamos entonces de aquellos padres de familia ricos,
opulentos, buenos y cariñosos, ¡qué no les
darán a sus hijitos!.
Y habrá que aceptar, ante la serie de evidencias que
tenemos en nuestros ojos, que cualquier padre de familia vela y
cuida por su prole en razón directa con su posición
social y económica. Aunque hay de todo entre esta raza
humana, pero nos estamos refiriendo a la mayoría de padres
de familia normales y sanos.
Si el padre es perfecto, amoroso, poderosísimo,
sapiente, riquísimo y además vive, mora y permanece
en los cielos, es lógico y fuera de toda duda o de
cualquier incertidumbre, que dará a sus hijitos –a
todos por igual- no sólo la perfección, amor,
poder, sabiduría, opulencia, sino que también un
lugar especial en donde vivir y permanecer junto a
él.
¿Y entonces qué pasó aquí
con nosotros los rezadores y oradores?.
Si somos, según el ingenuo de Jesucristo, hijos
de Dios y Nuestro Padre está en los cielos, pero ¡no
nos ha dada nada!, ni aún pidiéndoselo tan
desgarradoramente como se lo solicitan algunos de sus miles de
millones de hijitos más miserables y pobres, hambrientos,
sin oportunidades, esclavizados, atemorizados y completamente
desamparados, como aquellos que han pasado horas y horas en
continua oración y plegaria, habrá que repensar
muchas cosas al respecto de la embaucada del milenio que nos
dieron.
Nuestro supuesto amoroso Padre ni siquiera nos ha
tratado como a sus hijos.
Más bien parece que los seres humanos
fuésemos sus hijastros, sus enemigos o sus más
acérrimos opositores, en virtud, no sólo del mal
trato que padecemos y llevado por siglos, sino por el abandono
del que hemos hecho gala los seres humanos.
Y muy a pesar que hemos sido testigos de mejor trato con
hijastros, enemigos y opositores de parte de otros seres humanos
entre sí.
Si Yahvé de los Ejércitos, el dios de la
Biblia, es nuestro Padre, el muy desgraciado se ha portado como
un verdadero canalla.
Nos ha abandonado y nos mantiene olvidados, muertos de
hambre, sufriendo las peores tiranías y mal tratos que a
ser humano alguno se le haya dado.
Hemos estado, a lo
largo de nuestra historia, a merced de
cualquier cantidad de violencia,
crímenes y desamparo existente.
¡Realmente si esto es tener al dios bíblico
como Padre yo renuncio a tal desventurada paternidad!.
¿Y usted….. continuará en las
mismas?.
Es cosa muy suya.
Sobre aviso no hay engaño. Que
conste…
Santificar algo significa dedicar a Dios ese algo,
según lo que nos dice cualquier diccionario
religioso. Y lo que es sujeto a la santificación es porque
necesita purificarse y ser convertido en perfecto.
Entonces el nombre de nuestro Padre, que dicen
está en el cielo, es soberanamente perfecto y sin
mácula; además de intachable y
venerable.
Y, conforme a este sagrado mandato de Jesucristo, hay
que venerar el nombre de Dios, rendirle culto y
adoración.
¿Será igual la acción
de venerar a Dios con la de venerar el nombre de
Dios?.
Recordemos que es el propio Jesús quien pide que
es hacia el nombre que tenemos que dirigir la acción de
santificar y por lo tanto de venerarlo.
¿Qué nombre o calificativo recibe el acto
de la veneración y de rendición de culto a un
objeto, o sujeto, en este caso al nombre de un ser?.
Todos sabemos que es simple y llanamente fetichismo e
idolatría.
Es el Cordero de Dios quien nos obliga a convertirnos en
fetichistas y quien nos exige a ser pecadores, puesto que la
idolatría y el fetichismo es un gran pecado para el que se
dice fiel practicante cristiano.
E igualmente para el que practica el
judaísmo.
Ahora entremos a un terreno escabroso, discutido y muy
adecuado para hacer un bonito recorrido por el.
¿Sabe usted cuál es el verdadero nombre de
Dios Padre?.
Desgraciadamente Jesucristo no se digna
decírnoslo. Él sólo quiere que de manera
ciega todos cumplamos con santificar el nombre de Dios y
punto.
Ante esta exigencia, y sin conocer el verdadero nombre
divino de Dios para idolatrarlo, se hace necesario a proceder,
por medio de la Biblia, en busca del nombre al que hay que
santificar y, que mejor, que hacerlo desde donde el propio dios
bíblico habla con Moisés al respecto; y desde el
libro de
Éxodo 3:13 y 14 obtenemos respuesta a la duda.
Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego
yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres
me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntan:
¿Cuál es su nombre? ¿Qué les
responderé?. Y respondió Dios a Moisés: Yo
soy el que soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de
Israel: El yo soy me ha enviado a vosotros.
Y, muy a pesar de esta narración, encontramos en
otro libro de la Biblia, en el Génesis, otra cosa, pues
nos dicen desde allí lo siguiente desde los primeros
versículos.
En el principio Dios creó los cielos y la
tierra.
Pero, y hay que reconocerlo con valentía y desde
el principio, que esta denominación de Dios es una
traducción terriblemente mala y oportunista
que, lamentablemente, ya ha sido aceptada entre los fieles
creyentes debido a los grandes intereses que se mueven alrededor
de la Biblia.
Lo correcto, si tomamos las palabras exactas puestas en
esos pasajes tal y como fueron colocadas en hebreo, es que la
Biblia da inicio con tres vocablos que nos llenan de mucho recelo
y sobresalto.
Bereshit bara Elohím.
Cuya traducción verdadera y exacta debe situarse
en que eso significa, ni más ni menos "En el principio
los fuertes y poderosos crearon….".
Elohím, por si no lo sabe, tiene su
acepción en plural y significa "los fuertes y/o los
poderosos".
¿Cómo explicar el plural en el significado
de la divinidad bíblica encerrada en el vocablo
Elohím si siempre nos han dicho que Dios es uno y
además único?.
Y traemos esto a colación para dar a conocer otro
nombre que el Padre de Jesucristo usa en la Santa Palabra. Ya que
aparte de "Yo soy el que soy o Yo soy", se usa el de
Elohím.
¿A cuál de estos nombres debemos rendirle
culto y adoración y por cuál de ellos practicar el
fetichismo exigido por Jesús desde la oración
más grandiosa del cristianismo?.
Y, por si usted lo ignoraba, ahora aprenderá a
conocer todo el alcance de la palabra Elohím que la Biblia
usa para que entendamos que es a Dios a quién se
está refiriendo.
Elohím es el vocablo que más se repite en
las Sagradas Escrituras, aparece en más de dos mil
quinientas oportunidades en todo lo largo y ancho de la Biblia;
y, si ésta, es la guía para imponer un Dios
Único a un pueblo disgregado, como lo ha sido siempre el
israelita, ¿por qué razón usa el Libro
Sagrado un vocablo en plural para designar y nombrar a su
divinidad única?.
¿Imitación e influencia de los pueblos
vecinos a Israel en donde había y existía una
multiplicidad de dioses y diosas?.
¡Qué sospechoso resulta todo
esto!.
Pero volvamos al meollo del asunto.
¿Por cuál nombre hay que tomar la
decisión, por Yo soy el que soy, por Yo soy o por el
vocablo plural de Elohím o los muchos fuertes y poderosos
seres?.
Aparentemente estamos ante un gran escollo pues no
sabemos realmente cuál es el nombre del Padre Nuestro
¡Ni siquiera Jesucristo lo sabía!.
Por un lado tenemos 2,500 veces repetido el nombre de
Elohím en la Biblia y por el otro, este fatídico
personaje, le dice a Moisés que su nombre es Yo soy el que
soy; y Jesús no ayuda en nada pues al contrario viene a
entorpecer el dilema.
Primera gran conclusión es que no entendemos
qué quiso decir el Maestro con la frase "Santificado
sea tu nombre", ya que ni siquiera hemos podido llegar a un
acuerdo sobre el verdadero nombre al que Jesús nos urge
que santifiquemos, adoremos y convirtamos en fetiche del
cristiano y fiel creyente.
Para ponerle un poco de sabor a esta parte nos atrevemos
a exponer, y dejar ante sus ojos, estimado lector y estimada
lectora, lo siguiente, para comprobar que no sólo eso es
el Padre Nuestro.
Nos dice la explicación que de la Biblia nos
hacen Eloino Nacar, canónigo lectoral de Salamanca y el
muy reverendísimo padre Alberto Colunga, O.P., profesor de
Sagrada Escritura en
el convento de San Esteban y en la Pontificia Universidad de
Salamanca, desde la sexta edición
de la Sagrada Biblia, impresa por Biblioteca de
Autores Cristianos, Madrid 1,955,
lo siguiente.
El que es, es la explicación del nombre de
Yahvé, y puede interpretarse este nombre en dos sentidos:
En el sentido metafísico, el ser subsiste, la plenitud del
ser, el acto puro. O en el histórico, el que está
con vosotros para asistiros, defenderos, haceros felices. La
última significación tendrá su plena
explicación en la frase de San Juan: "Dios es caridad", en
que se resume la amorosa providencia del Padre celestial sobre
los hombres.
Con esto hemos asistido a una función de
verborrea increíble en donde se nos explica lo
inexplicable.
Pero bueno, nos dicen estos santos varones, y doctos
religiosos, que hay dos interpretaciones del nombre de
Yahvé. Uno metafísico y el otro histórico.
En el primero se nos revela que Yo soy el que soy (Yahvé)
significa que Dios es permanente, estable y total. Y en el
segundo se nos indica que su significado va con las condiciones
de ayuda al ser humano, que nos defiende, el que nos hace
felices.
El concepto
metafísico tiene visos de estar en lo correcto.
Efectivamente DIOS es permanente, no cambia ni para bien ni para
mal, ni para ayudar ni defender, ni para hacer feliz o infeliz a
alguien. Dios, por lo tanto es estable. Y Dios es total o sea que
DIOS ES EL TODO.
¿Por qué teniendo tan claro el "concepto"
de lo que debe ser DIOS, nos meten la pata con decir que Dios
ayuda, nos defiende y nos puede hacer felices?.
Inclusive y lamentablemente condicionan a Dios. O es
estable y permanente o es cambio,
sentimientos y oportunismos.
Con el primer concepto, el metafísico,, se
establece lo ilimitado de DIOS, con el histórico,
¡vaya usted a saber a quien estarán
describiendo!.
Definitivamente no lo hacen con DIOS.
Y hay un dato sumamente curioso que no podemos dejar por
alto en esto de analizar el nombre del Padre Nuestro. Los
antiguos escritos hebreos carecían de letras vocales,
solamente escribían las letras consonantes y, siendo el
nombre de su divinidad algo sumamente sagrado, nunca, nadie,
debía pronunciarlo.
Nadie osaba decir Yahvé.
No.
Para dirigirse a su ser supremo se le encerraba en la
palabra Señor que en hebreo se dice Adonai o Edonai que
también significa soberano, maestro y señor. Y por
lo tanto Adonai o Edonai constituyó otro nombre más
que los judíos le dieron a su dios.
Con esto ya llevamos cuatro nombres o
denominaciones.
Yo soy el que soy. Yo soy. Elohím y
Adonai.
¿Qué le parece?.
Muy bien.
Siguiendo con la historia de la palabra y del nombre de
Adonai, ya dijimos que el pueblo israelita tenía por el
mayor de los sacrilegios que se pronunciara el nombre de su
divinidad, conocido entre ellos como Yahvé; por esta
razón solamente se decía Señor, soberanos o
maestro, es decir Adonai.
Pero con el paso del tiempo, que sin duda fue mucho, al
pueblo se le olvidó cuáles eran las vocales con las
cuales había que intercalar las consonantes del nombre de
su dios y, siendo este Yahvé o Yahveh, solamente quedaban
las consonantes del tetragrama sagrado o divino (J o Y, H,V,H) o
sea J(Y)HVH; perdiéndose toda posibilidad de pronunciar el
sagrado nombre.
Después de varios miles de años de todo
esto, en el año 600 de nuestra era, los doctores de la Ley
Judía se reunieron, para darse a la tarea de colocar una a
una de las vocales correspondientes a cada palabra de sus
Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento.
Imagínese usted, vocal por vocal. Debe haber sido
un rompecabezas total y fatídico y, al tocarle su turno a
la palabra que se suponía definía el nombre de su
divinidad, se encontraron con el tetragrama J(Y)HVH y por la
fuerza de la
costumbre impuesta de dirigirse a su dios con el apelativo de
Adonai o Edonai, se tomaron esas vocales creyéndolas como
parte del nombre del dios del Antiguo Testamento y fueron
intercaladas, en ese orden, entre las consonantes del tetragrama
divino.
Resultando de esa gran metida de pata el nombre de
Jehová como el de su dios.
Y no fue sino hasta hace muy poco, después de
otra chorrera de años, esta vez menos pero siempre fueron
muchos, estamos hablando de 1,200 años, en que se
creyó que el nombre de Dios era Jehová hasta que,
en durante el siglo 19, se reunieron los doctores de los grupos
católicos, judíos y protestantes para analizar
mejor el asunto.
Y, luego de concienzudo y profundo estudio, dictaminaron
que el ya tan comúnmente usado nombre de Jehová era
producto de un terrible y lamentable error humano por parte de
los rabinos del año 600 de nuestra era y, que, por lo
tanto, el nombre correctamente pronunciado, y escrito del dios
bíblico, debería de ser, a partir de ese instante,
Yahvé.
¿Cuántos miles de fieles creyentes no
veneraron, tal y como lo exigió Jesús, el nombre de
Jehová como el verdadero nombre de Dios Padre?.
¿Qué les habrá pasado a tanto
equivocado ser humano que, creyendo como bueno y correcto el
falaz nombre de Jehová, como el de su dios, no sólo
lo santificaron sino que murieron pronunciando un nombre que ni
siquiera es parecido al correcto?.
¿Y qué les pasará a tanto miembro
de la secta llamada de Los Testigos de Jehová que
continúan fanáticamente aferrados al ya comprobado
error y a la tergiversación en el verdadero nombre del
dios bíblico?.
¿A quién habrá y tendrá que
enviar Yahvé para sacarlos de ese gravísimo error y
pecado?.
¡Caramba con los necios!.
En el año de 1,711 el ministro Hennig B. Witter
de la Iglesia
alemana hizo un importantísimo descubrimiento; que en el
Antiguo Testamento habían varios autores y que: No
sólo fue Moisés, si es que él intervino, el
que escribiera el Pentateuco.
Pero su descubrimiento no fue tomado muy en
cuenta.
En 1,753, en la Francia ya
inflamada por su próxima revolución, Jean Astruc, un médico
de mediana posición, sacó un libro en donde
exponía con mucha seguridad lo
siguiente.
Hay varios autores en los primeros cinco libros de la
Biblia.
Pero igual que con Witter no fue tomado en cuenta
quizá por ser un médico y no un experto
bíblico.
Fue hasta 1,780 en que en Alemania
surgió el gran descubrimiento que, literalmente,
pasmó al mundo cristiano. Efectivamente se pudo comprobar,
y no quedo duda al respecto, que habían por lo menos dos
fuentes
diferentes entre sí, las cuales escribieron parte de los
cinco primeros libros de la Santa Biblia que se habían
atribuido, equivocadamente, a Moisés.
Johann G. Eichhorn, hijo de un ministro de la iglesia, y
él mismo doctor en sagrada escritura bíblica, muy
respetado entre la sociedad
alemana, demostró la existencia de dos grupos diferentes y
hasta contradictorios entre sí de las historias
bíblicas.
Al primer grupo de semblanzas se les llamó la
fuente E, tomando como insignia a la inicial de la palabra hebrea
que llamaba a su divinidad como Elohím.
Al segundo grupo de historias bíblicas se le
denominó la fuente J, por la manera del nombre antiguo y
ya totalmente equivocado, como ya lo hemos visto, de
Jehová, conque nombraban al dios bíblico en los
escritos del Antiguo Testamento.
Pero las cosas no se quedaron así.
¡No, qué va!.
Luego de tan solo 18 años de estar la idea de dos
fuentes, la E y la J, surgió otra, esta vez se la
llamó fuente P, por la palabra priest que en
inglés
significa sacerdote.
Estas tres fuentes se encontraban profusamente en los
libros de Génesis, Éxodo, Levítico y
Números, pero no aparecían en Deuteronomio, por lo
tanto se concluyó que el libro del Deuteronomio
había sido producido por una fuente diferente a las otras
tres ya descubiertas. Y se procedió a llamarla la fuente
D.
No podemos ahondar en las cuatro fuentes que produjeron
los primeros cinco libros de la Biblia por no ser el objeto
principal de este libro, pero hay que tener muy presente que
está científicamente probado que hay cuatro fuentes
o cuatro corrientes diferentes que recibieron distinta
inspiración del Espíritu
Santo para elaborar el mazacote bíblico que hoy
disfrutamos como Palabra de Dios.
En la fuente E se designa a la divinidad bíblica
como Elohím, o sea como nosotros ya lo aprendimos, al
habernos enterado de su real significado, de los fuertes y los
poderosos. Y se mantiene el apelativo de Elohím hasta que
Moisés tiene contacto con el dios del Antiguo Testamento
en la montaña y entonces todo cambia.
Repentinamente Moisés no conoce el nombre de su
dios, y así se lo hace ver, y le pregunta,
respondiéndole la divinidad, Yo soy el que soy.
Curiosamente la raíz hebrea de Yo soy el que soy
es la misma del apelativo Yahvé.
Antes del encuentro entre Moisés y el dios
bíblico, en donde le es revelada la identidad del
ser que pretende lo tengamos como el creador del cielo y de la
tierra, los escritos sagrados se referían con el apelativo
de El o Elohím cuando querían designar a su
dios.
¿En qué quedamos por fin?.
¿Cuál es el verdadero nombre al cual
debemos santificar y venerar?.
¿Debemos creer en la fuente E o en la
J?.
Ni siquiera Jesús nos pudo dejar dicho a
qué nombre, de los varios que tiene el dios
bíblico, debíamos de adorar y rendirle el
respectivo culto fetichista que nos exige.
Hay algo que se nos ha pasado por alto, y es que hemos
creído de Jesús muchas cosas. Algunos hemos tomado
como cierto todo aquello que nos han impuesto acerca
del Maestro; pero lo que definitivamente no podemos ni debemos
creer es que Jesús al decirles, según Mateo, a las
muchas personas que lo oían "vosotros oraréis
así: Padre Nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre….", estaba dirigiendo su mensaje
a los cristianos.
¡NO!.
¡Nunca!.
Tengamos en cuenta dos cosas, impresionantes y
demoledoras, sí, pero ciertas; y pongámosles mucha
atención.
- Jesús no era cristiano. Él era parte
del pueblo israelita y por lo tanto judío; y pensaba y
actuaba como tal, peor diríamos aún, pues actuaba
como parte de las profecías ya que se consideraba el
Mesías esperado por su pueblo. - Jesucristo no se está dirigiendo al cristiano,
al católico, mormón, adventista, bautista,
luterano, ni a los necios y tan terriblemente equivocados de
los Testigos de Jehová, ni a cualquier otro ser humano
perteneciente a secta o grupo cristiano alguno. Jesús se
está dirigiendo a grupos de judíos, israelitas y
a sus propios discípulos. No descartándose la
posibilidad que hubiera, en el grupo numeroso de escuchas del
Maestro, personas ajenas a los israelitas. Pero de lo que
sí estamos absolutamente seguros es que
allí no había un solo cristiano.
Y estas dos cosas, demoledoras, son también muy
graves.
Tenemos un Jesús judío al 100%, hijo de
judíos, descendiente de hebreos en muchas generaciones; y
tenemos a su audiencia, constituida mayoritariamente de
israelitas, por lo tanto no podemos explicarnos
¡cómo un judío se haya atrevido a hablarles a
otros judíos de esa manera tan fuera de tono con la
Ley!.
No sólo es inconcebible, sino increíble,
que Jesús les pida a sus compatriotas, israelitas como
él, primero, que ya no hay más Adonai sino un
Padre; y no solamente el Padre de Jesucristo sino el Padre de
todos. Y segundo, que hay que adorar, venerar y rendirle culto
fetichista al nombre de la divinidad del Antiguo
Testamento.
Es imposible de entender, y menos aún
explicárnoslo, ¡cómo es que pudo suceder tal
cosa que Mateo nos relata!, porque ya vimos que por considerarlo
todo un sacrilegio ni siquiera se le permitía a las
personas hebreas nombrar a Yahvé ¡no digamos
tratarlo de Padre!.
Decir el nombre de la divinidad bíblica era un
tremendo pecado y un sacrilegio para el que lo hiciera y
tenía que ser apedreado hasta morir por sacrílego y
blasfemo.
¿Por qué Jesús, buen conocedor de
las Sagradas Escrituras, se permitió la libertad de
cometer tamaña profanación y apostasía
cuando les grita a sus paisanos que el dios de Abraham,
Moisés y de los grandes profetas israelitas es el Padre
Nuestro?.
Y ya no digamos de la exigencia que les hace a sus
conciudadanos que ellos también deben dirigirse a Adonai
en esa forma por demás sacrílega.
¿Por qué no reaccionó la
muchedumbre que lo oía como debía de
reaccionar?.
¿Acaso ninguno de sus escuchas sabía que
lo que oían de boca de Jesús era un
gravísimo pecado penado con la propia vida del que lo
hiciera?.
¿No será este pasaje parte de las
invenciones de los cristianizados defensores de los primeros
siglos?.
Pero muy mala por cierto, por desconocer las
mínimas costumbres religiosas de los
judíos.
Cualquier cosa que haya sido, u ocurrido, nosotros
sólo cumplimos con hacer la observación al respecto que:
- Pronunciar el nombre de la divinidad, o sea decir
Yahvé, era, y es todavía, porque no se ha
cambiado la ordenanza dada personalmente por Dios Padre, un
sacrilegio. - Dirigirse a Yahvé directamente era un
grandísimo pecado. - Necesariamente era una obligación de los
israelitas llamar a su divinidad por el tan comúnmente
apelativo de Adonai. - Pedir públicamente que se cometiera el
sacrilegio de no hacer lo anterior era exponerse a la
lapidación inmediata. - Jesús era un israelita completo, y en todo el
sentido de la palabra, y sabía de los riesgos y
severas restricciones religiosas.
¿Qué fue lo que realmente
sucedió?.
Total, que para poder cumplir la sentencia de Nuestro
Señor Jesucristo, y proceder a santificar el nombre de la
divinidad bíblica, nos tenemos que enfrentar a muchas
cosas. Y, en el colmo de todo esto, ¡ni Jesús, su
hijo tan amado, supo el verdadero nombre de la divinidad del
Antiguo Testamento!.
Y HÁGASE TU VOLUNTAD AQUÍ EN LA TIERRA
COMO EN EL CIELO
Empecemos con la frase "Venga a nosotros tu
Reino".
Con esta remedo de súplica, puesto que más
parece un mandato y orden hacia Yahvé, le estamos pidiendo
que el Reino del dios bíblico, de alguna manera –que
no conocemos-, es el que tiene que venir hacia nosotros. Y
consideramos que es muy rara esta solicitud, ya que no
comprendemos por qué Jesús no enseñó
a pedir permiso para que fuéramos nosotros los que
pudiéramos ir al Reino de Yahvé y no al
revés.
Es mucho más sencillo que el ser humano, en forma
individual y correlativa, vaya al Reino del dios de la Biblia y
no que éste venga a nosotros.
Imaginemos que efectivamente Yahvé nos hiciera
caso y que su Reino viniera a nosotros ¡en qué lugar
lo meteríamos si, es como dicen, inmenso e
infinito!.
Y, con respecto a otra cosa, tenemos que llamar la
atención sobre ese "nosotros", ya que es muy
general; y al pronunciarlo, adentro de la frase "venga a
nosotros tu Reino", estamos pidiendo que para toda la
humanidad venga el Reino sin distingos ni exclusiones de ninguna
clase.
Si Yahvé efectivamente nos mandara su Reino,
entonces entraríamos todos por igual y no habría
lugar para la discriminación, pero ¿y los malos,
los pecadores, no nos dice Jesús que hay Infierno y Fuego
Eterno para ellos?.
¡Por qué pedir tan sosamente que venga a
nosotros tu Reino si por el otro lado el propio Jesucristo en
persona lo desmiente y desdice!.
Se supone, porque así nos lo han impuesto, que el
Reino del dios de la Biblia es y está localizado en los
cielos; por lo tanto si con solo pedirlo ya estamos asegurando un
lugar en la Gloria Eterna y en el Paraíso para todos y
cada uno de los seres humanos, entonces, ¡no importa el
Infierno ni el Fuego Eterno!.
¿Qué hay detrás de esta frase,
acaso contradicción y demagogia?.
¡Contradicción y demagogia en Nuestro
Señor Jesucristo!
Por lo que parece ¡SÍ mis
hermanos!.
Y la continuación de la oración es
sumamente explícita.
"Y hágase tu voluntad aquí en la tierra
como en el cielo".
Si nosotros exigimos, tal y como Jesús nos
dejó instrucciones al respecto de exigirle a Yahvé,
que "venga a nosotros tu Reino" y luego le aclaramos, ya
un poco más relajados y de manera humilde, como pidiendo
perdón por la forma por demás abusiva y prepotente
con la que hemos empezado a pedirle, de "hágase tu
voluntad", realmente ¡no hemos hecho nada!.
Demandar, por un lado, el cumplimiento de algo y luego
retractarnos humildemente, reconociendo que en todo caso que al
que le hemos exigido tiene todo el derecho y la plena libertad de
hacer lo que le venga en gana, es actuar como tontos y faltos de
tino.
Señoras y señores ¿por qué
echarle agua a un
tonel que tiene hoyos y agujeros?.
¡Para qué perder tiempo, esfuerzos y
voluntades pidiendo y exigiéndole a Yahvé que su
Reino venga a nosotros si inmediatamente reconocemos que este
dios bíblico tiene y puede hacer su santísima
voluntad en todas partes!.
Veámoslo mejor con un pequeño ejemplo de
la vida real.
Supongamos que nos consideramos cristianos practicantes
de la caridad y que somos, así mismo, de buena voluntad.
Con estas condiciones en nuestra humanidad, hay alguien que toca
a las puertas de nuestra casa, salimos a abrir y nos encontramos
con una señora mal vestida, humilde en su aspecto, con dos
niños
que se notan hambrientos, sucios y descuidados; además la
doña luce un prominente vientre de por lo menos unos ocho
meses de embarazo.
¿Qué se le ofrece, buena mujer?. –
Preguntamos.
Y ella nos responde poniendo una mano en su cadera y
subiendo la otra en forma atrevida y pasándola de un hijo
a otro y deteniéndose en señalar su enorme
barriga:
Dame de comer a mí y a mis hijos. Demando, y
te exijo, alimentos, agua y
algo de ropa decente.
Apenas abrimos la boca para responder ante tamaña
frescura y atrevimiento, que raya en la abusivez, cuando la
señora continúa:
¡Eso sí, tu decides si nos lo das o no!.
Ese es tu derecho a darnos o a no lo que queremos y
pedimos.
¿Cómo contestaría usted a esto?.
¿Le tiraría, acaso, la puerta en toda la nariz?
¿La insultaría por malcriada y abusiva? ¿Le
diría que no fuera limosnera y con garrote?
O, ¡simplemente la mandaba al diablo con todo
vientre e hijos!.
Así mismo es como nos comportamos con el SER
SUPREMO cuando le rezamos "Padre Nuestro". Por supuesto
cuando creemos que le estamos pidiendo tal cosa a DIOS, porque
cuando lo hacemos concientes que hemos enfocado nuestro
sentimiento y deseos hacia el ser terrible y sanguinario que la
Biblia pretende hacer pasar por EL SER SUPREMO y por DIOS, eso es
otra cosa y no importa.
¡Tan llenos de miseria que estamos!.
¡Tan faltos de todo cómo nos tiene el
sistema socio
político y tan, pero tan urgentemente necesitados de esas
cosas como nos encontramos, y todavía nos ponemos las
moñas!.
Es totalmente equivocado el camino, aún y ese
dios de la Biblia atendiera las múltiples súplicas
de los tontuelos que se creen sus hijitos, no digamos que de
todos modos no las atiende.
Pero así lucimos los pedigüeños, como
la señora del cuento
recién expuesto.
¡Limosneros y con garrote!.
Para entender mejor el asunto veamos qué es lo
que pretendemos al exigirle a Dios que Venga a nosotros tu
reino.
¿Qué es lo que Jesús
entendía como el Reino de Dios cuando nos deja tal
exigencia?.
Para iniciar con buen pié esta cuestión,
debemos decirles que no hay tal reino pues, Jesús, es
quien, delirantemente, quiso instaurar, imponer y promover el
Reino de Yahvé en Israel y no en el mundo entero, y no
otra cosa.
Y con esto hay que tener muy bien abiertos los ojos, ya
que Jesús pretendía hacer esta instauración,
pero políticamente hablando. Es imposible que no veamos
este asunto sin señalar el mesianismo del que hacía
gala el Cordero de Dios y hay que tener presente, insistimos
nuevamente, que Jesucristo era judío y que vivió en
una época difícil y sumamente controvertida, llena
de leyendas,
supersticiones y mitos, a
cuales mejor. Y además, no hay que olvidarlo, el Maestro
estaba plenamente convencido de llenar todos los requisitos y
atributos que se pedían al Mesías esperado y
profetizado por lo grandes patriarcas israelitas.
La realeza divina no es una idea original de y/o en
Jesús, ya que era un pensamiento común y corriente
entre todas, óigase y léase bien, entre todas las
religiones del antiguo medio oriente que, por mera casualidad, es
el lugar en donde Jesucristo se desenvolvió.
Referirse al Reino de Dios, y repetirlo, era conferirle
al Dios particular o Dioses particulares, de las muchas
religiones que se practicaban en esa región, un aspecto
humano o antropomórfico a la divinidad
respectiva.
Y Jesús va más allá de la idea
común y corriente ya aceptada, y toma para sí mismo
lo del Reino de Dios, haciendo gala de su particular interés
socio político en él.
Recordemos que por ser un ciudadano judío
descendiente directo de David, el Maestro demuestra cosas
tradicionales de hebreos; además pertenece al pueblo
israelita y se cree el Mesías tan fervientemente esperado.
Por este par de cosas es que él se dice y demuestra ser el
recipiendario del concepto del Reino, no de Dios o mucho menos de
DIOS, sino que de Yahvé, la particular divinidad de los
judíos, que es uno de dos conceptos que sobre la divinidad
tuvo y tiene aún la Biblia.
Todo envuelto y concebido por el poder político y
su escatología.
Jesús al decirnos cómo orar, y
particularmente en la frase de Venga a nosotros tu Reino,
no hace más que demostrarnos su sutileza política; y, con un
mensaje oculto, entre una bella oración, nos mete, dentro
de una supuesta bien intencionada petición a Dios, lo que
le conviene e interesa que no es más que instaurar e
imponer el Reino de Yahvé.
Ese Reino es del que pretende Jesús ser Rey y
Mesías.
Ese Mesías tan esperado, e implorado por el
pueblo israelita, representaba para el Maestro el nexo profundo e
ineludible que lo enlazaba a él, como persona, con esa
agónica esperanza milenaria del pueblo
judío.
Mesías es el vocablo que en hebreo sirve para
designar al ungido. Y Cristo no es más que la palabra y la
forma que tiene el griego para denominar lo mismo. Ambas
significan y se refieren a cosa idéntica.
Mesías es igual a Ungido y ambas también
significan Cristo.
Ahora bien, declararse el Mesías significaba
apropiarse de una herencia milenaria de su pueblo que, como el
israelita, era uno lleno de tradiciones, ritos y formas muy
especiales y particulares de ver al mundo; y proclamarse el
Cristo, en ese momento preciso de la historia hebrea, era
prácticamente ser el Rey de Israel. Era recibir toda esa
grandiosa herencia plasmada en un reino y representaba, entonces,
ser el amo y señor de toda la nación
escogida personalmente por Yahvé y el heredero de la
gloria y del trono del Rey David.
Declararse el Mesías, el Ungido o el Cristo, era
ser considerado la concretización máxima del hebreo
y se convertía en el libertador de la opresión
romana, además en el instaurador del Reino de Yahvé
en Israel.
Jesús creyó cándidamente, y de
forma fanática, ser el tal Mesías y, por lo mismo,
pagó con su vida esa ingenua ocurrencia.
Cuando nos referimos al término
escatología o escatológico queremos significar la
doctrina del Juicio Final y la supuesta Segunda Venida de Nuestro
Señor Jesucristo, tal y como lo conciben los fanatizados
cristianos. O sea la instauración del Reino de
Yahvé.
Para entender mejor lo que estamos diciendo
démosle una ojeada a las muchas referencias que
Jesús hizo del Reino de Dios.
Primero leemos desde Mateo 4:23 lo siguiente:
Y recorría Jesús toda la Galilea,
enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el
evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en
el pueblo.
Si dejamos por un lado las exageraciones que saltan a
relucir al final del versículo, tales como que "sanaba
toda enfermedad y toda dolencia" y si las tomamos como formas
quizá poéticas de engrandecimiento que tuvo Mateo
para con el Mesías y por lo mismo ensalzarlo más de
la cuenta, será más fácil entrar a
comprender la realidad que se vivió; y prosiguiendo con lo
que nos interesa, se nos dice que Jesús recorría
toda la Galilea arengando a sus paisanos sobre la buena nueva
(buena sólo para Jesús) del Reino.
Pero el Maestro, en forma de líder
político, públicamente les manifestó a los
galileos y a todos los que le oían sobre el reino de los
cielos y todo lo que ello podría significar, pero
deslizando sutilmente el mensaje de que él era el
representante de dicho reino.
Jesús da al Reino de Yahvé el punto
central de su predicación pero por lo que para él
significaba todo eso.
Y significaba, una vez instaurado el Reino de
Yahvé en la tierra de Israel cautiva de Roma, ser su
Rey.
En Mateo 9:35 se nos dice en forma más
general:
Recorría Jesús todas las ciudades y
aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando
el evangelio del reino y sanando de toda enfermedad y de toda
dolencia en el pueblo.
Veamos que, en el colmo de la arrogancia y de la
autosuficiencia, para reafirmar la condición de
Jesús de supuesto sanador, curador y hasta exorcizador, se
propone como condición y pacto lo que Mateo 12:28 nos
dice:
Pero si yo echo fuera los demonios en virtud del
Espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el
reino de Dios.
¿Querrá decir esto que se pueden echar
fuera los demonios en virtud de cualquier otra entidad y de
cualquier invocación?.
No hay que olvidar que en todos los casos que describen
los variados pasajes bíblicos que nos hablan o narran
asuntos de exorcismos de demonios, los evangelistas dejan sentado
claramente, para evitar cualquier mala interpretación, que Jesús echa fuera
los demonios que se le ponen por delante en virtud del
Espíritu de Dios.
Entonces ¡qué diablos nos quiso decir el
arrogante de Jesucristo con la frase leída!.
No podemos dudar que el Maestro echaba fuera los
demonios –tal como lo deja afirmado Mateo desde 12:28- y
que lo hacía en virtud del Espíritu de Dios Padre,
como para que nos asombremos de que a pesar de ello, la promesa
que acompaña tal acción nunca llegó a
materializarse.
¡Su reino no vino, ni ha venido ni vendrá
nunca!.
Jesús faltó así a su promesa y la
clara advertencia de que una cosa traería el reino tan
ansiosamente esperado por los millones de incautos
prácticamente tonteados, en eso quedó, en una
lírica promesa.
¿Demagogia y burlesca acción
política en el Hijo de Dios sólo para ganar adeptos
a su partido con tal de llegar a ser entronizado Mesías y
Rey?.
Estas cosas son muy propias de nuestros políticos
latinoamericanos pero no en aquel que se conoce como el Hijo
Único.
Mateo 10:7 nos cuenta:
Y, al ir predicad, diciendo: El reino de los cielos
se ha acercado.
A pesar de la bella frase que Jesús nos deja
recetada, no podemos dejar de comentar dos versículos
anteriores a éste, siempre del mismo capítulo 10. Y
nos dicen desde los versículos 5 y 6:
A estos doce envió Jesús, y les dio
instrucciones, diciendo: No vayáis por camino de gentiles, ni
entréis en ciudades de samaritanos, sino id más
bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
¿Y la discriminación? ¿Y no que todos
somos hermanos que debemos orar Padre nuestro que estás
en los cielos? ¿No que Jesús es la
encarnación del amor, fraternidad y de la buena
voluntad?.
¿Qué es eso de delimitar y formalizar a
quienes llevarle la buena nueva del reino y a quienes no?
¿Continúan siendo formas poéticas de
Mateo?.
¡Qué va!.
Esto que Jesús deja ordenado a sus doce
discípulos es la muestra del más oprobioso desamor
y un paso enorme en dirección hacia la discriminación
por parte del Unigénito.
Lo interesante del versículo 7 es cuando se deja
dicho que Jesús manda a sus doce discípulos, en el
papel de apóstoles, con la ordenanza de manifestar
públicamente El reino de los cielos se ha acercado.
Por lo tanto es menester preguntarnos algunas cosillas: ¿A
quién se le ha acercado el reino de Dios?.
A lo que parece y luce, esto dicho por el propio
Jesús, para nada a los gentiles, ni a los samaritanos; y
tampoco a nosotros acá en el futuro. Lo dicho por el
Maestro sucedió hace cientos de años y fue muy
específico y muy concreto en su
determinación de no tomarnos en cuenta a ninguno de
nosotros los que vivimos en su futuro.
¿Cuánto se ha acercado el reino de los
cielos?: mucho, poco, muy poco, nada. O ¿Ya se
habrá alejado por completo y ni cuenta nos
dimos?.
Lo importante aquí, y por eso habrá que
resaltarlo, es que desgraciadamente, para Jesús y los
cristianos seguidores, fieles creyentes en toda la bazofia que
él dejo dicho o dicen que dijo, es que tan ansiado y
afamado reino de los cielos no se acercó lo suficiente
como para que alguien lo pudiera ver o percibir.
La situación es tan delicada que cualquiera que
haya oído a los
pastores o curas desgañitarse desde el altar con tal
perorata, pudieron o pueden creer que el tal reino de los cielos,
que es el Reino de Dios, siempre ha estado a la vuelta de la
esquina.
A pesar de todo lo que nos puedan decir los
fanáticos que predican y aseguran su pronta venida, es y
ha sido imposible creerle,s como para que continúen con
esa desfachatez enorme e irresponsabilidad social.
¿De cuántas prontas venidas del Reino de
Dios hemos recibido su anuncio? Y todas y cada una de ellas,
absolutamente todas, han y son falsas. Como falsas
seguirán siendo las futuras prontas venidas del reino que
les receten a nuestros hijos y nietos.
No hay la menor duda que Jesús se queda muy
complacido cuando actúa de manera morbosa y malvada al
tontearse a sus propios paisanos.
¡Y nosotros, o algunos de nosotros, que hemos
llegado a creer que el mensaje del Reino de Dios es para nuestra
época actual!. ¡Qué ilusos!.
Desde Marcos 4:11 y 12 doce Jesús
dirigiéndose a un selecto grupo de personas, incluidos,
por supuesto que sí, los doce apóstoles,
aclara:
Y les decía: A vosotros os ha sido dado el
misterio del reino de Dios; pero a los que están fuera,
todo se les presentará en parábolas; para que por
mucho que sigan mirando, vean, pero no perciban; y por mucho que
sigan escuchando, oigan, pero no entiendan; no sea que se
conviertan, y se les perdone.
¡Muy bien!. ¿Por dónde empezamos las
cosas?.
Antes que nada definamos qué es un misterio y
qué significado le quiso dar Jesús cuando nos habla
del misterio del reino de Dios. Se entiende que misterio
es el conjunto de doctrinas o reglas que deben conocer solamente
los iniciados, pues es algo secreto, oculto e inaccesible para
muchos.
Pero, y aquí está el meollo del asunto,
nuestro Señor es contradictorio, falaz y controvertido. Si
el reino de los cielos, el reino de Dios, es un misterio
¿por qué obliga a orarle al Padre Nuestro?.
Recordemos que éste contiene aquella frase tan trillada de
venga a nosotros tu reino. Si es un misterio ¿por
qué le pide a sus discípulos que prediquen sobre el
reino de los cielos y sobre el reino de Dios?.
Lo peor de estos versículos es que, al obligar a
que se propague la buena nueva, Jesús pretende que se haga
un trabajo muy
especial y exclusivo con las ovejas perdidas de la casa de
Israel. Esto con la idea de recuperar a aquellos israelitas, que
por una u otra manera, no practican lo que Jesús quiere
imponer.
Dicho en otras palabras lo que pretende el Maestro, como
tan buen politiquero que es, no es otra cosa que hacer entrar en
razón a sus opositores, oponentes y a aquellos que
pudieran en un momento determinado inclinarse a su partido. Y,
entonces por lógica, al recorrer sus discípulos la
nación de Israel, conseguir que se conviertan en
seguidores de su prédica, y carrera política, todos
aquellos que no lo son. Es decir reclutar gente para convertirlos
en practicantes y defensores de su idea y conceptos.
Lo triste es que a ese grupo selecto y exclusivo le dice
todo lo contrario. ¿Por qué a ellos sí les
revela el plan secreto del
misterio de los cielos?. ¿Qué diablos significa la
frase: no sea que se conviertan y se les
perdone?.
¿Hipócrita Jesucristo?.
¡Sí! Y demagogo y farsante.
Ahora veamos casi lo mismo, sólo que por boca de
otro evangelista, y nos dice Mateo desde 13:11 y 12 lo
siguiente:
Y les respondió diciendo: A vosotros os ha
sido dado conocer los misterios del reino de los cielos; pero a
esos, no. Porque al que tiene se le dará más y
abundantemente; y al que no tiene, aún aquello que tiene
le será quitado.
¿Vengativo nuestro Señor Jesucristo?
¿Malvado el Maestro que hemos supuesto lleno de amor y
fraternidad?.
¡Sí! Y además rencoroso y
desalmado.
Han transcurrido más de dos mil años y el
famoso Misterio del Reino de Dios sigue igual de lejano, falso y
como un cruel espejismo que sólo Jesús
demagógicamente utilizó para adormecer
incautos.
Veamos ahora otra amenaza terrible de aquel que
supuestamente nos trajo el mensaje de amor y paz. Dice el Maestro
desde Mateo 13:19:
Cuando alguno oye el mensaje del reino y no lo
entiende, viene el Maligno y arrebata lo que fue sembrado en su
corazón.
Ahora sí que se le botó por completo la
pelotita a Jesús. ¿Quién lo logra entender?.
Primero nos dice y pide que oremos que venga a nosotros tu reino;
luego que hagamos pública la proclamación del reino
de Dios, después nos deja dicho que el misterio del reino
de Dios está reservado para un selecto y exclusivo grupo y
que, aunque el grueso de la población oiga el mensaje del reino,
éste está cifrado y en una clave especial que
solamente es conocida por unos pocos.
Por lo tanto aunque el populacho oiga, no entienda y
aunque la mayoría vea, no perciba, ya que sería
terrible que todo el mundo se convirtiera y entonces así
no habría más remedio que perdonarlos.
¿Perdonarlos de qué?. ¡Por todos los
cielos, perdonarlos de qué!.
¿Qué clase de crimen se ha
cometido?.
Y por último nos dice el Unigénito
cuando alguno oye el mensaje del reino de Dios, y no lo
entiende, viene el Maligno y arrebata lo que fue sembrado en su
corazón.
¡Qué cochinada la del Cordero de Dios!.
¿Cómo puede alguien entender el mensaje del reino
de Dios si éste está cifrado y en clave especial y
diseñado específicamente para que nadie lo
entienda?.
Jesús mismo nos está diciendo que el
mensaje del reino de Dios es un misterio que está
reservado para un grupo muy selecto y exclusivo.
¿Cuántos incautos y fieles creyentes en la palabra
del Evangelio, y creyendo saberlo todo sobre el reino de Dios, no
lo han entendido? ¿Cómo entenderlo si esa es la
consigna divina?.
¿A esos hermanos ya les habrá arrebatado
el corazón el mismísimo Demonio tal la amenaza del
Maestro?.
Si usted, estimado lector, creía saber del reino
de Dios, la pura verdad es que no sólo no sabe nada, sino
que ya el Diablo, Lucifer, Belcebú o el Maligno, como
dejó sentenciado el Divino Maestro, se lo ha llevado o se
lo llevará lo más pronto posible y usted ya
pertenece a las huestes diabólicas del Maligno y del reino
del Mal.
¿Qué tal será Jesús con todo
el hatajo de borregos que pomposamente se llaman pueblo
cristiano? ¿Qué tan bellas y amorosas son entonces
sus promesas?.
¡No nos llamemos más a engaño con
este iluso de Jesús!.
En Lucas 12:29-32 se nos dice:
Vosotros, pues, no andéis buscando lo que
habéis de comer, ni lo que habéis de beber, ni
estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas las
buscan con afán las gentes del mundo; pero vuestro Padre,
sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Buscad
más bien el reino de Dios, y todas estas cosas os
serán añadidas. No temáis, manada
pequeña, porque vuestro Padre le ha plácido daros
el reino.
¡Qué clase de burla es ésta, Dios
mío!.
¿En dónde buscar el reino de Dios?.
Jesús mismo nos dice que esto es imposible para todo el
grueso de la población, pues es todo un misterio tal
asunto. ¿Por qué, además, nos dice y habla
de vuestro Padre, si inclusive nos dice que repitamos
Padre nuestro desde la más bella oración que
dicen poseer los cristianos?.
Jesús nos dejó enseñado que es
nuestro Padre, incluyéndose él mismo en la colada
filial, como para que ahora resulte que zafe bulto y nos endilgue
la paternidad sólo a nosotros, los incautos.
Pero hay que insistir y reclamar ¿qué
puede sacar Yahvé, qué obtiene el Padre y
qué beneficios le provocan al dios bíblico saber de
todas nuestras necesidades si de todas maneras no nos las
satisface?.
Y, como no hay duda ya, tenemos que inferir que
Yahvé, el Padre que Jesús nos quiso endilgar, se
goza viéndonos padecer de hambre, miseria,
degeneración, crímenes y podredumbre. Ese sujeto a
quien Jesucristo quiere que llamemos Padre por imposición,
es un simple degenerado y un loco depravado. Es simplemente un
psicópata, delirante y canalla que se goza, hasta el
éxtasis, viéndonos sufrir y padecer la miseria que
nos envuelve.
Por lo tanto no es malo que recordemos lo que ya la
Santa Palabra de Dios nos deja marcado desde el Deuteronomio
28:63 desde dónde se nos deja dicho:
Así se gozará Dios Vuestro Señor
en arruinaros y en destruiros ¡y seréis arrancados
de sobre la tierra!.
Ahora bien si nuestro Padre que está en los
cielos permitió el sufrimiento y el horrendo sacrificio de
Jesús, su supuesto Hijo Único, ¡qué no
se permitirá hacer y deshacer con nosotros!.
Y, para apuntarlo muy bien, sin olvidarnos de ello, ya
el Maligno –según Jesús- nos ha arrebatado el
corazón. ¿Qué le parece?…
Ahora bien surge otra terrible interrogante. ¿Por
qué reconoce Jesús públicamente, y
así lo proclaman los Evangelios, no temáis
pequeña manada, porque a vuestro Padre le ha
plácido daros el reino?. ¿Quién es este
pequeño y selecto grupo?.
Al Padre de Jesús definitivamente no le place dar
su reino a mucha gente. ¿Para qué rezar entonces el
Padre Nuestro? ¿Para qué la gran pantomima de
Jesucristo?.
¡Caramba!.
¿Para qué pedir venga a nosotros tu reino
si Jesús mismo nos dice que no somos capaces de tener
acceso a estar sentados con su Padre en el reino de Dios y que
sólo su pequeña manada ha sido ya previamente
seleccionada?.
¿Qué diablos hacemos pues?…
Al decir venga a nosotros tu reino estamos pidiendo que
para todos los habitantes del planeta Tierra, para toda la
humanidad, sin distingos de ninguna clase, venga el reino de
Dios.
Y es desde Mateo 10:5-7 que nos indica:
Vayan a predicar diciendo: El reino de los cielos se
ha acercado. Más no prediquen a los gentiles, ni a los
samaritanos. Vayan exclusivamente con las ovejas perdidas de la
casa de Israel.
¿Habrá discriminación?.
¡Claro que la hay!.
¿Y la buena voluntad y la
fraternidad?.
Y pensar que el mensaje es por parte del que se
sacrificó para salvarnos del pecado. ¡Qué
grandísima y burda mentira la del venga a nosotros tu
reino!.
Ahora pretender, después de que el reino de Dios,
según nos lo afirma el Divino Maestro, es un misterio, que
está adentro del ser humano, es cosa para reírnos a
grandes carcajadas.
O es un misterio o es algo público. Si el reino
de Dios está en el ser humano, adentro de todo hombre,
mujer y niño, también tuvo que estar adentro de
Jesucristo. Pero el divino Maestro no demostró que el
reino de Dios estuviera adentro de él, pues al contrario
Jesús fue violento (no creáis que he venido a
traer paz a la Tierra. No. He venido a poner a todos contra
todos). El Hijo Unigénito fue brutal y sádico
de marca mayor
(el que no está conmigo, está contra mí,
y el que no recoge conmigo, desparrama). Nuestro Señor
fue un arrogante, vanidoso y falso (sólo a
través mío se llega al Padre, y cualquier cosa que
pidáis al Padre en mi nombre, se os dará).
Jesús fue un gran hipócrita y un
maquiavélico en todo el sentido de la palabra (por
mucho que sigan mirando y viendo, no percibirán. Y
sólo a vosotros, pequeña manada, es ha sido
revelado el misterio del reino de Dios, a los otros se les
hablará en parábolas para que no entiendan, no vaya
a ser que se conviertan y entonces habrá que
perdonarlos). Jesús fue perverso y masoquista
(bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de
los cielos).
¡Jesús fue un completo fraude y un
estafador de conciencias!.
Queremos compartir un pequeño secreto con
ustedes. ¿Quiere ir usted al reino de los cielos y ganarse
un lugar especial en donde mora Dios?. Muy sencillo: sea
pobre.
Pero mucho cuidado pues la gran mayoría de los
habitantes de este planeta sufre de extrema pobreza pero no
son del agrado de Dios Padre ni de ese pequeño grupo de
ovejas previamente seleccionadas.
¿Por qué esa burla tan tremenda para con
la humanidad que está desprotegida, desamparada y
sufriendo la peor de las calamidades en la ingrata
pobreza?.
Jesucristo lanza a los cuatro vientos su grito
más desaforado para decirnos Bienaventurados los pobres
porque de ellos es el reino de los cielos ¡y esto no
puede tolerarse más porque es una tremenda
ingratitud!.
Para cerrar con broche de oro veamos en
Mateo 5:10 lo que sigue:
Bienaventurados los que padecen persecución
por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos
¡En qué quedamos por fin!.
O es de los pobres o es de los perseguidos por la
justicia.
Pero es que no importa la causa o motivo para que la
justicia nos persiga pues, según el incauto de
Jesús, con sólo llenar el mínimo requisito
de estar siendo perseguidos por la justicia, ya, no sólo
somos bienaventurados, sino que además el reino de los
cielos es nuestro. Pero ojo, ¡mucho ojo!, y sobre todo
muchísimo cuidado también.
Fijémonos bien que no basta con matar, robar,
secuestrar, traficar con drogas, violar
niños o mujeres. ¡No!. No basta con cometer
algún pequeño o gran crimen que sea penado por la
justicia. No es tan fácil entrar al reino de los
cielos.
Lo mejor, y en el colmo del paroxismo de Jesús,
nos exige como condicionante que, debe forzosamente de cumplirse,
seamos perseguidos por la justicia.
¿Qué quiere decir ser perseguido por la
justicia?, pues quiere decir que para que se persiga a alguien,
primero el crimen cometido tiene que ser público. La falta
a alguna ley debe ser conocida por todo el mundo o por una
mayoría de seres humanos.
Y, además, deben de conocerse todos los detalles,
señas y las generales del criminal o del delincuente; y lo
más importante, más que cualquier otra cosa, esta
persona debe estar huyendo de la justicia pues si lo agarran o es
capturado, es decir que si la Policía o cualquier entidad
de la Fuerza Pública le llega a echar mano ¡de nada
sirvió el crimen o el hecho de haber faltado a las Leyes
porque entonces ¡no habrá ni Cielo ni Gloria Eterna
junto a Dios Padre!.
Con el penoso acontecimiento de haber sido capturado se
perdió la oportunidad divina de hacer suyo el Reino de los
Cielos. En ese preciso y conciso momento se termina la
condición de estar siendo perseguido por causa de la
justicia.
El que haya sido capturado ya no tiene ni Cielo ni
Gloria Eterna.
Claro que es estúpido tal razonamiento, pero fue
estúpida la condicionalidad propuesta en palabras de
Nuestro Señor.
Es decir que no será más que un
estúpido, torpe y mentecato aquel que, cometiendo un
crimen, se deje capturar. Ese imperdonable error no se lo perdona
la Doctrina Cristiana y el pobre tontuelo o tontuela por habarse
dejado echar el guante perdió la entrada al
Cielo.
En esa línea de Nuestro Divino Maestro no hay de
otra más que inferir y aterrizar en que para pertenecer,
con todas las de ley, al Reino de Dios Padre, los seres humanos
debemos ser ruines, criminales, mafiosos o delinquir en
cualquiera de las muchas formas posibles de hacerlo. No hay que
olvidar que la gama en este campo es impresionante por la
amplitud que hay en la línea del crimen y delitos.
También se hace indispensable que todo mundo sepa
de estas acciones en
contra de la sociedad; es decir que se necesita que el hecho
criminal o delictivo sea público. Y, en la misma postura
Divina, que las instituciones
y organismos encargados de la persecución penal y de
aplicación de la justicia lo conozcan en forma de denuncia
o querella y que emane de un tribunal de justicia una orden de
aprehensión o de captura y, por supuesto, ¡no
dejarse atrapar o capturar por la policía!.
Sobre la base de todo lo anterior, entonces y
sólo entonces, podremos ser Bienaventurados y
sólo de esa manera hacer nuestro el Reino de los
Cielos.
¿O no?…
Vaya pues, con esta conclusión resulta que se
terminó ese gran misterio del Reino de Dios. Todos los que
queramos engrosar en la pequeña manada que place a
Yahvé, y así poder hacer efectiva la promesa de
Jesucristo de venga a nosotros tu Reino, solamente tenemos
que tener oídos y oír; y ojos y ver.
Jesús efectivamente fue perseguido por la
justicia de su tiempo pero fue lastimosamente capturado y
obligado a pagar por su crimen, según la
legislación romana que lo juzgó por guerrillero y
subversivo, y por lo consiguiente, no pudo hacer suyo el
Reino.
Cuando el Maestro se creyó y proclamó el
Mesías, tan ardientemente esperado entre el pueblo
judío, eso bastó para hacerlo acreedor a la
terrible ejecución a la que fue sometido por la justicia.
Lamentablemente no fue suficiente para hacerlo ingresar al Reino
de Dios Padre y mucho menos para estar sentado a la derecha del
Padre Eterno y a hace imposible, entonces, que su sacrificio
hiciera posible una salvación colectiva de
nosotros.
¡Qué curioso y llamativo! Jesucristo nos
deja la enseñanza bella de cómo llegar al
Reino de Dios y él mismo no pudo ponerla en
práctica.
Irónico… ¿verdad?.
Pero bueno, entonces qué con los santos ¿y
las personas buenas?, ¿la Virgen
María, la Madre, nada menos que de Dios?.
Si le seguimos la corriente al poco listo de
Jesús, ni son bienaventurados y mucho menos estarán
en el Reino de los Cielos sentados con Dios Padre; por lo tanto
es bueno que alguien nos diga el lugar en el que están y
moran, es decir ¿qué lugar les corresponde en la
escala de la
Gloria Eterna?.
¿Estarán en el Infierno?, eso parece lo
más seguro. Siempre y
cuando exista tal diabólico lugar.
Pero… ¿y si de verdad hicieron algo malo y
además cometieron algún crimen o fechoría a
la sociedad de su tiempo? nada de eso se supo y nunca se nos ha
informado que alguno de ellos haya sido perseguido por causa de
la justicia. Y, como no se supo, de nada les sirvió. Al
igual que si hubiesen sido capturados por la falta o
crímenes cometidos.
Ahora bien, de lo que definitivamente estamos seguros,
es que ninguno de ellos está en el Cielo, pues no fueron
perseguidos por la justicia, única condicionante que
Jesús dejó para merecerlo.
No es bueno que dejemos, por otro lado, la
contradicción que existe entre dos bienaventuranzas. Y es
desde Mateo 5:10 leemos la primera:
Bienaventurados los que padecen persecución
por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
Cielos.
Para enterarnos de otra cosa desde el versículo 8
desde donde se nos deja otra línea totalmente
diferente:
Bienaventurados los de corazón limpio, porque
ellos verán a Dios.
Muy bien. ¿Cuál de las dos es la que nos
da todo el derecho para estar con Dios? ¿Cuál es la
correcta línea a seguir?.
Una de las dos está equivocada a menos que se
compaginen y debamos ser criminales, ser perseguidos por el
crimen o la fechoría cometida, no ser capturados y menos
aún condenados; para luego de eso mantener y tener el
corazón limpio.
Es decir que el arrepentimiento no debe de existir en
nuestro corazón y por lo tanto no sentir ninguna pena por
aquello malo que hayamos cometido o hecho en contra del
prójimo.
Nada de eso debe de afectarnos.
Si matamos, violamos, traficamos con drogas, cometemos
la peor de las felonías y fechorías, si robamos, le
negamos el pan al hambriento, estafamos al pueblo que dirigimos,
si por una decisión política mueren miles de
conciudadanos, y aún así podemos dormir
tranquilamente y en nada nos afecta y podemos echarlo al olvido
fácilmente –lo que nos permitirá tener el
corazón limpio-, entonces sí que hay una innegable
compaginación entre ambas bienaventuranzas.
Entonces ambas están correctamente bien dichas
por Jesús, el Maestro de la verborrea.
¡Jesús fue todo un sabio! ¡Sí
señor!… ¡Olé!.
No hay duda que en esto de venga a nosotros tu
reino hay todavía mucha tela que cortar; pero con lo
apuntado creemos haber cumplido más que suficiente con el
cometido del comentario expresado.
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