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El Padre Nuestro un asesino y genocida despreciable




Enviado por ruanowilly



Partes: 1, 2

    1. La gran
      patraña
    2. Padre nuestro que estas en los
      cielos
    3. Santificado sea tu
      nombre
    4. Venga a nosotros tu reino y
      hágase tu voluntad
    5. El pan nuestro
      de cada dia dádnoslo hoy
    6. Perdónanos
      nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros
      deudores
    7. Y no nos
      dejes caer en tentación y líbranos de todo
      mal
    8. Porque tuyo
      es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos de los
      siglos amen

    LA GRAN
    PATRAÑA

    La oración que más se ha recitado, a lo
    largo de los años, es sin duda El Padre
    Nuestro.

    Nuestro Señor Jesucristo la dejó
    instituida y nos la legó como una forma de acercarnos a
    nuestro Padre que está en los cielos.

    Pero lo que no tenemos que olvidar, bajo ninguna
    circunstancia, es que ese Padre al que Jesús se refiere,
    es ni más ni menos que el Yahvé de los
    Ejércitos, uno de los personajes centrales del Antiguo
    Testamento; así que cuando le estamos orando, según
    nosotros a DIOS, realmente nos dirigimos al violento, tirano,
    asesino, tremendo y terrible diosesito de los textos más
    antiguos de la Biblia.

    El Padre Nuestro, como oración, representa el
    primer bloqueo mental que nos imponen; pues, cuando nos la
    hicieron aprender de memoria, no
    teníamos lógica
    y ni siquiera un muy claro discernimiento y así, nos hemos
    dejado llevar por la corriente.

    El grave problema es que ya de grandes, y con nuestra
    inteligencia
    en pleno proceso, no
    somos ni fuimos capaces de reconocer, ni en el Padre Nuestro ni
    en ninguna otra de las muchas oraciones que nos enseñaron,
    ese cúmulo de contradicciones, mentiras y estafas que
    tienen en su contenido.

    Se nos ha obligado, y se nos ha doblegado
    también, a creer ciegamente en lo que las oraciones dicen
    y, cuando nos asalta alguna duda normal sobre ellas, se nos ha
    dicho que las oraciones representan la voluntad de Dios y que
    ésta ha sido hecha saber a los hombres por medio del
    Espíritu Santo.

    Seguir con la duda es tener abierta la puerta del
    Infierno y de la condenación eterna para el que se atreva
    a mantenerlas o a pensarlas.

    Si nos tomamos la molestia de analizar las oraciones y
    plegarias, incluido por supuesto el Padre Nuestro, no vamos a
    encontrar más que burdas invenciones hechas por hombres
    ¡sin ningún vestigio de inspiración
    divina!.

    El Padre Nuestro lo compuso Jesús, y éste
    era un hombre hecho y
    derecho que, con sus muchos defectos, acrecentados por su
    delirante creencia en sentirse el Mesías esperado por
    siglos en el pueblo judío, creyó vanidosamente ser
    el portador de un mensaje de Dios.

    Y no podemos decir que actuó de buena fe o con
    buenas intenciones, al creerse el Hijo de Dios, porque el
    daño
    causado por Jesús con sus promesas que resultaron
    demagógicas y falsas y por lo tanto incumplidas, nos debe
    de hacer reflexionar profundamente al respecto.

    Jesucristo nos deja como legado una oración cuya
    promesa central es hacernos sentir confianza y tranquilidad ante
    la vida, pues algo externo, allá afuera de nosotros,
    está comprometido a darnos desde el sustento diario hasta
    la salvación eterna.

    Y en eso se queda esta oración que dicen es
    excelsa, en otra más de las tantas falsas y
    comprometedoras promesas de un dios lejano, celoso, castigador,
    vanidoso y egoísta.

    Y por ser producto hecho
    por un hombre, el Padre Nuestro no refleja más que la
    limitación, tanto mental como emocional que Jesús
    como hombre común y corriente tenía, sino hasta la
    locura del mesianismo de su presunta posición
    hereditaria.

    ¿No le parece?.

    Las oraciones y plegarias son hechas por seres humanos y
    el grupo de
    hombres que se creyeron inspirados, y además
    intérpretes de la voluntad de Dios Padre, contrapusieron
    conceptos que invalidan otras oraciones entre
    sí.

    Toda rogativa es producto del hombre y no hay tal
    inspiración divina, únicamente hay una limitada
    mentalidad ocasionada por la tenebrosa fe y por la creencia en
    que somos instrumentos de la voluntad de Dios Padre y que de esa
    manera la divinidad comunicaba un mensaje de esperanza, ante el
    futuro tan incierto que le espera a cualquier practicante de las
    muchas religiones o
    grupos.

    Por eso es que el hombre ha
    creído en un supuesto mensaje de Dios.

    Por eso es que no nos hemos atrevido a poner en duda las
    muchas oraciones, plegarias y rogativas pues creyéndolas
    producto divino ¡nos da terror sacro hacerlo!.

    En vez de amor a Dios le
    hemos aprendido a tener temor a sus venganzas.

    ¡Qué barbaridad a lo que la humanidad que
    sigue en las religiones ha
    llegado!.

    Es y ha sido muchísimo más fácil
    aceptar y acatar lo que nos imponen que escudriñar,
    encontrar y denunciar.

    Y para muestra un
    botón.

    A continuación vamos a ir analizando, párrafo
    por párrafo, y frase por frase, de la oración
    denominada el Padre Nuestro.

    ¡Empecemos pues!.

    PADRE NUESTRO QUE
    ESTÁS EN LOS CIELOS

    De forma inmediata, y sin ninguna duda, nos estamos
    dirigiendo a una entidad que está, que vive, permanece y
    condicionadamente se mantiene, sin modificación alguna, en
    un lugar denominado cielos.

    ¿Qué es el cielo o los cielos?.

    Nunca nadie nos lo ha podido explicar con la claridad
    necesaria y poder llegar a
    comprenderlo a cabalidad; pero podemos decir que el cielo, al que
    se refiere Jesús aquí, es un espacio indefinido en
    el cual moran los bienaventurados y en donde se mantiene Dios
    Padre con toda su corte, llamada por eso mismo, Corte
    Celestial.

    También entendemos automáticamente que el
    cielo o los cielos están arriba de nosotros y otros,
    más audaces todavía, pero no por ello en
    posesión de la tan ansiada verdad, aseguran que estar en
    los cielos es una mera condición de perfecta dicha en
    todos los
    sentidos.

    O sea, nos dicen, que los cielos y el cielo es una
    circunstancia mental y no un lugar físico; pero como
    quiera que sea, se refieren a lo mismo y lo que quieren ocultar
    es que se trata de un espejismo, ya sea éste físico
    o mental.

    Y, en su terquedad por definir a LO INDEFINIBLE, han
    creado un espacio indefinido físico o mental; y nos
    topamos con un barbarismo de lo más bárbaro, y que
    valga la redundancia.

    ¿Cómo podemos llamar a algo indefinido con
    un nombre y decirle pomposamente espacio indefinido?. Si es un
    espacio entonces no es indefinido. Y si es indefinido, por su
    misma esencia ¡no puede estar definido ni circunscrito en
    un espacio!.

    Ya ven lo que ha resultado cuando queremos limitar a LO
    ILIMITADO. Pero son tan necios que insisten en que allí,
    arriba de nosotros, en el espacio es dónde tiene su morada
    indefinida Dios.

    Unos dicen que Dios y toda su corte viven en un espacio
    físico, y otros que lo hacen en uno mental; y ambos
    están total y frenéticamente
    equivocados.

    DIOS, ya lo dijimos, es UNIVERSALMENTE TODO, por lo
    tanto representa a LO INFINITO y a LO INDEFINIDO por eso mismo,
    ¿cómo, entonces, pudiéramos limitar el lugar
    en donde ESTÁ LO ILIMITADO y cómo pudiéramos
    definir a LO INDEFINIDO y cómo hacer para que LO INFINITO
    quepa en un espacio finito, y medible, además?.

    Es absolutamente imposible que DIOS esté
    confinado en un lugar físico como lo son los cielos, y
    esto y a pesar del tamaño de ellos. El espacio de todos
    los cielos no puede contener a LO INFINITO QUE ES LO
    UNIVERSALMENTE TODO.

    Y menos apropiado sería el hecho de creer o
    aceptar que DIOS habita en un espacio mental, en todo caso
    ¿en el espacio mental de quién o de quiénes
    habita y mora DIOS?; porque pretender que EL TODO está
    confinado en los espacios mentales de cada uno de nosotros o en
    todos a la misma vez y creer que pertenece y permanece en
    múltiples espacios individuales mentales, es perderse en
    el laberinto de las suposiciones.

    ¡Sencillamente no podemos limitar a
    DIOS!.

    Pero hay otros más necios aún que, siempre
    refiriéndose al espacio mental, nos aseguran, hasta con
    pruebas en las
    manos que: "somos nosotros los que estamos en la mente del
    TODO, en la mente de DIOS".
    Y nos quieren hacer creer que
    DIOS nos tiene como parte de un pensamiento y
    que todo cuanto existe no es más que un bosquejo mental
    del ABSOLUTO.

    Es decir que para estos, que así lo afirman, los
    seres humanos, animales,
    plantas,
    minerales,
    la Tierra,
    el Sol,
    estrellas y en fin todo el Universo, nos
    somos más que una creación cerebral de Dios y que
    somos y estamos sostenidos en la infinita mente del
    TODO.

    Además nos aseguran estos necios que: "La
    creación y generación de los universos se produce
    en la Mente Infinita de Dios"
    ; pues Dios tiene una mente con
    los mismos atributos que la que posee el ser humano y que, la
    pequeña gran diferencia entre una y otra mente, es
    cuestión de grados.

    Así como nosotros tenemos dividida nuestra
    mentalidad en consciente y subconsciente, dicen ellos, Dios
    también la tiene. Y que es la parte consciente la que
    desempeña el papel de Padre y la inconsciente la que asume
    el papel de Madre; por lo tanto la mente de Dios cumple
    también el Principio Universal del Género.

    El Género está en todo y todo tiene sus
    principios
    masculinos y femeninos que son los que permiten que pueda darse
    la creación o generación de todo cuanto
    es.

    O sea, y dicho en otras palabras, se nos quiere hacer
    creer que Dios no sólo tiene mente (¿?), sino que
    ésta tiene género; que la mente de la divinidad
    posee una parte masculina como la encargada de introducir en la
    femenina la semilla de lo que se pretende crear y que por lo
    mismo es que Dios ha podido generar, producir, concebir o
    procrear todo lo imaginable.

    Vamos por partes.

    Para comenzar, pretender que EL TODO, DIOS, pueda ser
    sujeto de comparación con esta mota de polvo que somos los
    seres humanos es caer en la más absurda y condenable
    presunción que persona alguna
    fuera capaz.

    Y es cierto.

    No podemos dejarnos llevar arrebatadamente por el
    Principio de Correspondencia que nos afirma: "Cómo es
    arriba es abajo. Como es abajo es arriba"
    . Principio por el
    cual los seres humanos nos hemos podido explicar muchas de las
    cosas que nos rodean.

    Se nos dice que este Principio de Correspondencia es
    válido ya que cuanto hay en el Universo,
    incluido por supuesto esta mota de polvo que somos los seres
    humanos, procede de una misma fuente a la que llamamos Dios y que
    por lo tanto son las mismas leyes, principios
    y características las que se pueden aplicar a cada unidad
    o combinación de unidades conforme cada una manifieste su
    propio fenómeno en su plano correspondiente.

    Perfecto.

    Todo está muy bien, excepto por el pequeño
    olvido de querer tomar a DIOS como una unidad, un ser o como una
    persona; además estaríamos suponiendo que DIOS no
    es más que un morador o habitante de un cierto plano,
    excelso y grande, pero limitado.

    Y aquí es donde el Principio de Correspondencia
    está mal usado y peor aplicado.

    Podemos aplicarlo para muchas cosas, planos, subplanos y
    dimensiones, pero con DIOS, es imposible pretender hacerlo.
    Sería tanto como querer aplicar las Leyes de
    Newton de velocidad,
    espacio y tiempo en el
    espacio exterior de nuestro planeta, ya que allí
    simplemente no funcionan. Hay que aplicar otra Teoría
    muy relativa y llamada así mismo Teoría de la
    Relatividad en donde intervienen la energía, masa y
    velocidad de la luz.

    Deducir que Dios tiene mente y que estamos en su mente,
    como un pensamiento sostenido por él ¡es la peor de
    las sandeces y necedades que se han dicho de la divinidad!. Y las
    tres afirmaciones, la que nos dice que Dios habita en un
    determinado espacio físico, la que afirma que habita en un
    espacio mental, así como la que orienta sus
    baterías en el sentido que Dios está en un plano
    mental sosteniéndonos con su pensamiento, son
    falsas.

    ¡Absolutamente falsas!.

    De DIOS, nosotros pobres mortales, no podemos ni
    siquiera aspirar a conocer que ES, menos aún en donde
    ESTÁ y peor aún a definir ¡cómo nos
    creó!.

    DIOS, EL TODO, LA VERDAD ABSOLUTA está más
    allá del tiempo, espacio y de todo cuanto cambia.
    Está fuera de toda apariencia externa o de
    manifestación física, mental o
    emocional alguna.

    EL SER SUPERIOR es total y fatalmente inaccesible al
    entendimiento humano y, afuera de DIOS MISMO, nada ni nadie,
    óigase y entiéndase bien, ¡nada ni nadie!
    puede ser capaz de comprender SU NATURALEZA y
    SU PROPIO SER.

    Si es que de alguna manera nuestro tosco vocabulario nos
    permite hablar de NATURALEZA y SER de DIOS, sin querer, por eso,
    dejar constancia que DIOS tiene naturaleza y ser; pero como ya lo
    dijimos ¡qué cortas nos quedan las palabras para
    tocar este tema!.

    En simple conclusión, queridos lectores, DIOS, y
    todo lo que ello implica, no puede ocupar ningún
    espacio.

    Ni físico ni mental y menos uno
    emocional.

    Pretender, después de lo claro que hemos sido,
    meternos a definir a DIOS o a decir todo lo que DIOS no puede ser
    y hacerlo susceptible a oraciones, alabanzas, ofrendas,
    sacrificios, veneraciones, adoraciones o que tenga el don del
    perdón y que habite en un lugar llamado cielos, es pecar
    de impertinentes, necios y desequilibrio físico, mental,
    emocional y hasta energético en muy alto grado.

    Repetir lo que Jesús nos dejó
    enseñado, y decir que DIOS está en los cielos, es
    mentir.

    DIOS no puede estar en el cielo pues AL TODO no puede
    confinársele a morar y menos a vivir en un cierto y
    determinado lugar en el espacio, por lo tanto es la primera gran
    mentira que encontramos de entrada en el Padre
    Nuestro.

    Al repetir la oración y aplicar nuestra atención en la frase "Padre nuestro"
    no podemos dejar de comprender algunas cosas al
    respecto.

    1. Que todos somos hermanos. Los soviéticos,
      chinos, franceses, guatemaltecos, árabes, judíos, negros, blancos, buenos, malos,
      enfermos, hambrientos, criminales, narcotraficantes, soldados,
      niños de la
      calle, los desamparados, las madres que se prostituyen por
      llevar comida al hogar desintegrado, políticos,
      religiosos y en fin todos los seres humanos somos
      hermanos.
    2. Que tenemos un solo Padre. Y malintencionadamente
      Jesús nos dice que es DIOS nuestro Padre, o por lo menos
      eso es lo que hemos creído; y, tal y como cualquier
      padre de familia de
      nuestras vecindades, DIOS nos ve a todos sus hijitos por igual.
      Pero el Maestro no nos dice, ni dejó ninguna
      indicación al respecto, desde cuando es nuestro Padre la
      divinidad bíblica que es de quién realmente nos
      habla Jesucristo; si lo es desde el momento en que nos
      enseñan la oración del Padre Nuestro o lo es
      desde que creó a los cielos y a la tierra y a
      todo el Universo. Pero no importa mucho desde cuando hemos
      asumido que lo es y ya veremos que, por lo menos al dios de la
      Biblia, le importamos un comino y no nos mira como a sus
      hijitos; y tampoco somos sus hijos ¡Por qué no
      somos sus hijos!.
    3. Que por lo visto y analizando todo lo anterior, eso
      implica que si todos somos hermanos y Yahvé, el dios de
      la Santa Palabra es nuestro amoroso Padre, tal y como es la
      proclama del Cordero de Dios, éste, Nuestro Señor
      Jesucristo, no es más que otro hijo de la divinidad
      bíblica. Otro como lo podemos ser cualquiera de los que
      hemos sido habituados al medio ambiente
      cristianizado y por lo tanto Jesús no tiene
      ningún atributo divino ni especial, menos aún
      preferencia de DIOS. Y esto es clarísimo.

    Asumamos, sólo por conveniencia, que es
    totalmente cierta la afirmación del Divino Maestro con la
    que da inicio esta oración y que la recitamos como loros
    desde nuestra tierna infancia.

    "Padre Nuestro que estás en los
    cielos"
    .

    ¿Será posible que nos estamos dirigiendo a
    DIOS?.

    En una sola palabra ¡NO!.

    No nos estamos dirigiendo a DIOS, lo hacemos al ser
    mojigato que la Biblia pretende hacernos pasar por DIOS, que es
    totalmente distinto.

    Jesús toma a Yahvé, "el Dios de los
    Ejércitos"
    , el dios de Abraham, de Moisés y el
    dios de los Libros
    Sagrados judíos, como ese Padre que nombra en la
    oración y nos endilga, a tan tétrico personaje del
    Antiguo Testamento, sin ningún rubor, como nuestro Padre,
    como el Padre de todos los seres humanos.

    Y eso no es así nada más.

    ¡NO!.

    Y vayámonos a la Biblia.

    Yahvé escoge un pueblo y define quienes son sus
    ovejas. Y es en el pueblo hebreo, en el conjunto de habitantes
    que conforman la nación
    de Israel, en donde
    la divinidad bíblica encuentra su gracia y
    preferencia.

    Jesús, por ser judío, hijo de
    judíos y descendiente de ese grupo étnico, tal y
    como lo comprueba su propia genealogía dejada en los
    Evangelios, se toma la libertad de
    agarrar a Yahvé Saboat como a su Padre y es a ese ser
    bíblico, tenebroso, asesino y rencoroso, al que se dirige
    Nuestro Señor Jesucristo cuando les dice a sus propios
    paisanos, durante el Sermón del Monte: Padre Nuestro
    que estás en los cielos…

    ¿Quién nos metió en la cabeza que
    el Padre de Jesús, la divinidad de los israelitas, el dios
    de la Tora, el de Moisés, el del Antiguo Testamento, el
    ser que abandonó a su propio pueblo durante las masacres
    que los nazis les propinaron durante la Segunda Guerra
    Mundial a morir cruelmente masacrados, es también el
    Padre de todos nosotros?.

    Por lo menos Jesús no fue.

    Si mal no recordamos ya revisamos a quien va dirigida la
    amonestación de Vosotros, pues, oraréis
    así: Padre Nuestro…..

    Ese mandato del Maestro no va dirigido hacia los chinos,
    mayas o
    americanos, ni está orientado al futuro; y por lo tanto no
    está encaminado a ninguno de nosotros acá en el
    futuro.

    El Padre Nuestro es el ser nombrado como Yahvé
    Saboat en la Biblia, es decir el dios que los israelitas hacen
    suyo.

    Es más, nos repite Mateo 4:25 que la multitud a
    la que Jesús estaba arengando y amonestando era una
    procedente de Galilea, de Decápolis, Jerusalén,
    Judea y del otro lado del río Jordán; estaba, pues,
    Jesús, hablando ante sus iguales, entre paisanos y con
    aquellos que compartían el mismo dios de la Ley o
    Tora.

    El Maestro se estaba dirigiendo a gente que
    pertenecía al pueblo escogido directa y personalmente por
    Yahvé.

    Jesús, mis apreciables lectores, estaba entre
    personas que compartían con él el mismo grado de
    ignorancia.

    Por favor, cuidado y que no se nos olvide el
    pequeño detalle que Jesús era judío,
    vivía entre ellos y pertenecía al pueblo que
    tenía a Yahvé por dios.

    ¡Jesús no era cristiano!.

    Pero en fin, y regresando a la primera frase del Padre
    Nuestro, tenemos entendido que Jesús nos está
    poniendo a todos por igual como hijitos de Yahvé. Y cuando
    repetimos, como loros, Padre Nuestro, estaremos admitiendo sin
    ninguna duda que efectivamente todos somos hermanos.

    Un hijo es siempre el fiel reflejo de sus
    padres.

    Además ambos, padre e hijo, tienen que ser de la
    misma especie y naturaleza.

    Un elefante no puede engendrar a una ballena. Una mosca
    no lo puede hacer en una hormiga. Una paloma no puede engendrar a
    una rosa. Y tampoco, por eso mismo, un ser humano podrá
    darle su ser a un animal, vegetal o mineral.

    Si Dios es nuestro Padre ¿por qué no
    tenemos la misma naturaleza divina?.

    ¿O es que no hemos podido desarrollar la serie de
    atributos que se supone tiene Dios como sabiduría, poder,
    omnipresencia, etc., en nosotros?.

    ¡O es otra burda mentira esto de la paternidad
    divina que supuestamente tenemos todos los seres
    humanos!.

    Porque de los miles de millones de seres humanos, que
    hemos y estamos poblando este hermoso planeta, no se conoce
    ¡uno solo! que haya tenido algún atributo de Nuestro
    Padre que está en los cielos.

    Y por favor que nadie se atreva a mencionar a
    Jesucristo, y afirmar que él si los tuvo, porque es el que
    menos pudiera encajar en esta supuesta herencia de los
    atributos divinos.

    Quedémonos con que Dios es nuestro Padre, pero
    sólo por el aspecto de la crítica
    y del análisis que hacemos, para ver algunas
    cositas interesantes de resaltar.

    El más desalmado de los padres de familia procura
    algún beneficio para sus hijos.

    El más miserable de los progenitores procura
    algún beneficio, por pequeño que este sea, para su
    prole.

    El más pobre de los padres hace cualquier
    sacrificio por su descendencia, hasta robar, para darles algo a
    ellos.

    No digamos entonces de aquellos padres de familia ricos,
    opulentos, buenos y cariñosos, ¡qué no les
    darán a sus hijitos!.

    Y habrá que aceptar, ante la serie de evidencias que
    tenemos en nuestros ojos, que cualquier padre de familia vela y
    cuida por su prole en razón directa con su posición
    social y económica. Aunque hay de todo entre esta raza
    humana, pero nos estamos refiriendo a la mayoría de padres
    de familia normales y sanos.

    Si el padre es perfecto, amoroso, poderosísimo,
    sapiente, riquísimo y además vive, mora y permanece
    en los cielos, es lógico y fuera de toda duda o de
    cualquier incertidumbre, que dará a sus hijitos –a
    todos por igual- no sólo la perfección, amor,
    poder, sabiduría, opulencia, sino que también un
    lugar especial en donde vivir y permanecer junto a
    él.

    ¿Y entonces qué pasó aquí
    con nosotros los rezadores y oradores?.

    Si somos, según el ingenuo de Jesucristo, hijos
    de Dios y Nuestro Padre está en los cielos, pero ¡no
    nos ha dada nada!, ni aún pidiéndoselo tan
    desgarradoramente como se lo solicitan algunos de sus miles de
    millones de hijitos más miserables y pobres, hambrientos,
    sin oportunidades, esclavizados, atemorizados y completamente
    desamparados, como aquellos que han pasado horas y horas en
    continua oración y plegaria, habrá que repensar
    muchas cosas al respecto de la embaucada del milenio que nos
    dieron.

    Nuestro supuesto amoroso Padre ni siquiera nos ha
    tratado como a sus hijos.

    Más bien parece que los seres humanos
    fuésemos sus hijastros, sus enemigos o sus más
    acérrimos opositores, en virtud, no sólo del mal
    trato que padecemos y llevado por siglos, sino por el abandono
    del que hemos hecho gala los seres humanos.

    Y muy a pesar que hemos sido testigos de mejor trato con
    hijastros, enemigos y opositores de parte de otros seres humanos
    entre sí.

    Si Yahvé de los Ejércitos, el dios de la
    Biblia, es nuestro Padre, el muy desgraciado se ha portado como
    un verdadero canalla.

    Nos ha abandonado y nos mantiene olvidados, muertos de
    hambre, sufriendo las peores tiranías y mal tratos que a
    ser humano alguno se le haya dado.

    Hemos estado, a lo
    largo de nuestra historia, a merced de
    cualquier cantidad de violencia,
    crímenes y desamparo existente.

    ¡Realmente si esto es tener al dios bíblico
    como Padre yo renuncio a tal desventurada paternidad!.

    ¿Y usted….. continuará en las
    mismas?.

    Es cosa muy suya.

    Sobre aviso no hay engaño. Que
    conste…

    SANTIFICADO SEA TU
    NOMBRE

    Santificar algo significa dedicar a Dios ese algo,
    según lo que nos dice cualquier diccionario
    religioso. Y lo que es sujeto a la santificación es porque
    necesita purificarse y ser convertido en perfecto.

    Entonces el nombre de nuestro Padre, que dicen
    está en el cielo, es soberanamente perfecto y sin
    mácula; además de intachable y
    venerable.

    Y, conforme a este sagrado mandato de Jesucristo, hay
    que venerar el nombre de Dios, rendirle culto y
    adoración.

    ¿Será igual la acción
    de venerar a Dios con la de venerar el nombre de
    Dios?.

    Recordemos que es el propio Jesús quien pide que
    es hacia el nombre que tenemos que dirigir la acción de
    santificar y por lo tanto de venerarlo.

    ¿Qué nombre o calificativo recibe el acto
    de la veneración y de rendición de culto a un
    objeto, o sujeto, en este caso al nombre de un ser?.

    Todos sabemos que es simple y llanamente fetichismo e
    idolatría.

    Es el Cordero de Dios quien nos obliga a convertirnos en
    fetichistas y quien nos exige a ser pecadores, puesto que la
    idolatría y el fetichismo es un gran pecado para el que se
    dice fiel practicante cristiano.

    E igualmente para el que practica el
    judaísmo.

    Ahora entremos a un terreno escabroso, discutido y muy
    adecuado para hacer un bonito recorrido por el.

    ¿Sabe usted cuál es el verdadero nombre de
    Dios Padre?.

    Desgraciadamente Jesucristo no se digna
    decírnoslo. Él sólo quiere que de manera
    ciega todos cumplamos con santificar el nombre de Dios y
    punto.

    Ante esta exigencia, y sin conocer el verdadero nombre
    divino de Dios para idolatrarlo, se hace necesario a proceder,
    por medio de la Biblia, en busca del nombre al que hay que
    santificar y, que mejor, que hacerlo desde donde el propio dios
    bíblico habla con Moisés al respecto; y desde el
    libro de
    Éxodo 3:13 y 14 obtenemos respuesta a la duda.

    Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego
    yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres
    me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntan:
    ¿Cuál es su nombre? ¿Qué les
    responderé?. Y respondió Dios a Moisés: Yo
    soy el que soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de
    Israel: El yo soy me ha enviado a vosotros.

    Y, muy a pesar de esta narración, encontramos en
    otro libro de la Biblia, en el Génesis, otra cosa, pues
    nos dicen desde allí lo siguiente desde los primeros
    versículos.

    En el principio Dios creó los cielos y la
    tierra.

    Pero, y hay que reconocerlo con valentía y desde
    el principio, que esta denominación de Dios es una
    traducción terriblemente mala y oportunista
    que, lamentablemente, ya ha sido aceptada entre los fieles
    creyentes debido a los grandes intereses que se mueven alrededor
    de la Biblia.

    Lo correcto, si tomamos las palabras exactas puestas en
    esos pasajes tal y como fueron colocadas en hebreo, es que la
    Biblia da inicio con tres vocablos que nos llenan de mucho recelo
    y sobresalto.

    Bereshit bara Elohím.

    Cuya traducción verdadera y exacta debe situarse
    en que eso significa, ni más ni menos "En el principio
    los fuertes y poderosos crearon….".

    Elohím, por si no lo sabe, tiene su
    acepción en plural y significa "los fuertes y/o los
    poderosos".

    ¿Cómo explicar el plural en el significado
    de la divinidad bíblica encerrada en el vocablo
    Elohím si siempre nos han dicho que Dios es uno y
    además único?.

    Y traemos esto a colación para dar a conocer otro
    nombre que el Padre de Jesucristo usa en la Santa Palabra. Ya que
    aparte de "Yo soy el que soy o Yo soy", se usa el de
    Elohím.

    ¿A cuál de estos nombres debemos rendirle
    culto y adoración y por cuál de ellos practicar el
    fetichismo exigido por Jesús desde la oración
    más grandiosa del cristianismo?.

    Y, por si usted lo ignoraba, ahora aprenderá a
    conocer todo el alcance de la palabra Elohím que la Biblia
    usa para que entendamos que es a Dios a quién se
    está refiriendo.

    Elohím es el vocablo que más se repite en
    las Sagradas Escrituras, aparece en más de dos mil
    quinientas oportunidades en todo lo largo y ancho de la Biblia;
    y, si ésta, es la guía para imponer un Dios
    Único a un pueblo disgregado, como lo ha sido siempre el
    israelita, ¿por qué razón usa el Libro
    Sagrado un vocablo en plural para designar y nombrar a su
    divinidad única?.

    ¿Imitación e influencia de los pueblos
    vecinos a Israel en donde había y existía una
    multiplicidad de dioses y diosas?.

    ¡Qué sospechoso resulta todo
    esto!.

    Pero volvamos al meollo del asunto.

    ¿Por cuál nombre hay que tomar la
    decisión, por Yo soy el que soy, por Yo soy o por el
    vocablo plural de Elohím o los muchos fuertes y poderosos
    seres?.

    Aparentemente estamos ante un gran escollo pues no
    sabemos realmente cuál es el nombre del Padre Nuestro
    ¡Ni siquiera Jesucristo lo sabía!.

    Por un lado tenemos 2,500 veces repetido el nombre de
    Elohím en la Biblia y por el otro, este fatídico
    personaje, le dice a Moisés que su nombre es Yo soy el que
    soy; y Jesús no ayuda en nada pues al contrario viene a
    entorpecer el dilema.

    Primera gran conclusión es que no entendemos
    qué quiso decir el Maestro con la frase "Santificado
    sea tu nombre"
    , ya que ni siquiera hemos podido llegar a un
    acuerdo sobre el verdadero nombre al que Jesús nos urge
    que santifiquemos, adoremos y convirtamos en fetiche del
    cristiano y fiel creyente.

    Para ponerle un poco de sabor a esta parte nos atrevemos
    a exponer, y dejar ante sus ojos, estimado lector y estimada
    lectora, lo siguiente, para comprobar que no sólo eso es
    el Padre Nuestro.

    Nos dice la explicación que de la Biblia nos
    hacen Eloino Nacar, canónigo lectoral de Salamanca y el
    muy reverendísimo padre Alberto Colunga, O.P., profesor de
    Sagrada Escritura en
    el convento de San Esteban y en la Pontificia Universidad de
    Salamanca, desde la sexta edición
    de la Sagrada Biblia, impresa por Biblioteca de
    Autores Cristianos, Madrid 1,955,
    lo siguiente.

    El que es, es la explicación del nombre de
    Yahvé, y puede interpretarse este nombre en dos sentidos:
    En el sentido metafísico, el ser subsiste, la plenitud del
    ser, el acto puro. O en el histórico, el que está
    con vosotros para asistiros, defenderos, haceros felices. La
    última significación tendrá su plena
    explicación en la frase de San Juan: "Dios es caridad", en
    que se resume la amorosa providencia del Padre celestial sobre
    los hombres.

    Con esto hemos asistido a una función de
    verborrea increíble en donde se nos explica lo
    inexplicable.

    Pero bueno, nos dicen estos santos varones, y doctos
    religiosos, que hay dos interpretaciones del nombre de
    Yahvé. Uno metafísico y el otro histórico.
    En el primero se nos revela que Yo soy el que soy (Yahvé)
    significa que Dios es permanente, estable y total. Y en el
    segundo se nos indica que su significado va con las condiciones
    de ayuda al ser humano, que nos defiende, el que nos hace
    felices.

    El concepto
    metafísico tiene visos de estar en lo correcto.
    Efectivamente DIOS es permanente, no cambia ni para bien ni para
    mal, ni para ayudar ni defender, ni para hacer feliz o infeliz a
    alguien. Dios, por lo tanto es estable. Y Dios es total o sea que
    DIOS ES EL TODO.

    ¿Por qué teniendo tan claro el "concepto"
    de lo que debe ser DIOS, nos meten la pata con decir que Dios
    ayuda, nos defiende y nos puede hacer felices?.

    Inclusive y lamentablemente condicionan a Dios. O es
    estable y permanente o es cambio,
    sentimientos y oportunismos.

    Con el primer concepto, el metafísico,, se
    establece lo ilimitado de DIOS, con el histórico,
    ¡vaya usted a saber a quien estarán
    describiendo!.

    Definitivamente no lo hacen con DIOS.

    Y hay un dato sumamente curioso que no podemos dejar por
    alto en esto de analizar el nombre del Padre Nuestro. Los
    antiguos escritos hebreos carecían de letras vocales,
    solamente escribían las letras consonantes y, siendo el
    nombre de su divinidad algo sumamente sagrado, nunca, nadie,
    debía pronunciarlo.

    Nadie osaba decir Yahvé.

    No.

    Para dirigirse a su ser supremo se le encerraba en la
    palabra Señor que en hebreo se dice Adonai o Edonai que
    también significa soberano, maestro y señor. Y por
    lo tanto Adonai o Edonai constituyó otro nombre más
    que los judíos le dieron a su dios.

    Con esto ya llevamos cuatro nombres o
    denominaciones.

    Yo soy el que soy. Yo soy. Elohím y
    Adonai.

    ¿Qué le parece?.

    Muy bien.

    Siguiendo con la historia de la palabra y del nombre de
    Adonai, ya dijimos que el pueblo israelita tenía por el
    mayor de los sacrilegios que se pronunciara el nombre de su
    divinidad, conocido entre ellos como Yahvé; por esta
    razón solamente se decía Señor, soberanos o
    maestro, es decir Adonai.

    Pero con el paso del tiempo, que sin duda fue mucho, al
    pueblo se le olvidó cuáles eran las vocales con las
    cuales había que intercalar las consonantes del nombre de
    su dios y, siendo este Yahvé o Yahveh, solamente quedaban
    las consonantes del tetragrama sagrado o divino (J o Y, H,V,H) o
    sea J(Y)HVH; perdiéndose toda posibilidad de pronunciar el
    sagrado nombre.

    Después de varios miles de años de todo
    esto, en el año 600 de nuestra era, los doctores de la Ley
    Judía se reunieron, para darse a la tarea de colocar una a
    una de las vocales correspondientes a cada palabra de sus
    Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento.

    Imagínese usted, vocal por vocal. Debe haber sido
    un rompecabezas total y fatídico y, al tocarle su turno a
    la palabra que se suponía definía el nombre de su
    divinidad, se encontraron con el tetragrama J(Y)HVH y por la
    fuerza de la
    costumbre impuesta de dirigirse a su dios con el apelativo de
    Adonai o Edonai, se tomaron esas vocales creyéndolas como
    parte del nombre del dios del Antiguo Testamento y fueron
    intercaladas, en ese orden, entre las consonantes del tetragrama
    divino.

    Resultando de esa gran metida de pata el nombre de
    Jehová como el de su dios.

    Y no fue sino hasta hace muy poco, después de
    otra chorrera de años, esta vez menos pero siempre fueron
    muchos, estamos hablando de 1,200 años, en que se
    creyó que el nombre de Dios era Jehová hasta que,
    en durante el siglo 19, se reunieron los doctores de los grupos
    católicos, judíos y protestantes para analizar
    mejor el asunto.

    Y, luego de concienzudo y profundo estudio, dictaminaron
    que el ya tan comúnmente usado nombre de Jehová era
    producto de un terrible y lamentable error humano por parte de
    los rabinos del año 600 de nuestra era y, que, por lo
    tanto, el nombre correctamente pronunciado, y escrito del dios
    bíblico, debería de ser, a partir de ese instante,
    Yahvé.

    ¿Cuántos miles de fieles creyentes no
    veneraron, tal y como lo exigió Jesús, el nombre de
    Jehová como el verdadero nombre de Dios Padre?.

    ¿Qué les habrá pasado a tanto
    equivocado ser humano que, creyendo como bueno y correcto el
    falaz nombre de Jehová, como el de su dios, no sólo
    lo santificaron sino que murieron pronunciando un nombre que ni
    siquiera es parecido al correcto?.

    ¿Y qué les pasará a tanto miembro
    de la secta llamada de Los Testigos de Jehová que
    continúan fanáticamente aferrados al ya comprobado
    error y a la tergiversación en el verdadero nombre del
    dios bíblico?.

    ¿A quién habrá y tendrá que
    enviar Yahvé para sacarlos de ese gravísimo error y
    pecado?.

    ¡Caramba con los necios!.

    En el año de 1,711 el ministro Hennig B. Witter
    de la Iglesia
    alemana hizo un importantísimo descubrimiento; que en el
    Antiguo Testamento habían varios autores y que: No
    sólo fue Moisés, si es que él intervino, el
    que escribiera el Pentateuco.

    Pero su descubrimiento no fue tomado muy en
    cuenta.

    En 1,753, en la Francia ya
    inflamada por su próxima revolución, Jean Astruc, un médico
    de mediana posición, sacó un libro en donde
    exponía con mucha seguridad lo
    siguiente.

    Hay varios autores en los primeros cinco libros de la
    Biblia.

    Pero igual que con Witter no fue tomado en cuenta
    quizá por ser un médico y no un experto
    bíblico.

    Fue hasta 1,780 en que en Alemania
    surgió el gran descubrimiento que, literalmente,
    pasmó al mundo cristiano. Efectivamente se pudo comprobar,
    y no quedo duda al respecto, que habían por lo menos dos
    fuentes
    diferentes entre sí, las cuales escribieron parte de los
    cinco primeros libros de la Santa Biblia que se habían
    atribuido, equivocadamente, a Moisés.

    Johann G. Eichhorn, hijo de un ministro de la iglesia, y
    él mismo doctor en sagrada escritura bíblica, muy
    respetado entre la sociedad
    alemana, demostró la existencia de dos grupos diferentes y
    hasta contradictorios entre sí de las historias
    bíblicas.

    Al primer grupo de semblanzas se les llamó la
    fuente E, tomando como insignia a la inicial de la palabra hebrea
    que llamaba a su divinidad como Elohím.

    Al segundo grupo de historias bíblicas se le
    denominó la fuente J, por la manera del nombre antiguo y
    ya totalmente equivocado, como ya lo hemos visto, de
    Jehová, conque nombraban al dios bíblico en los
    escritos del Antiguo Testamento.

    Pero las cosas no se quedaron así.

    ¡No, qué va!.

    Luego de tan solo 18 años de estar la idea de dos
    fuentes, la E y la J, surgió otra, esta vez se la
    llamó fuente P, por la palabra priest que en
    inglés
    significa sacerdote.

    Estas tres fuentes se encontraban profusamente en los
    libros de Génesis, Éxodo, Levítico y
    Números, pero no aparecían en Deuteronomio, por lo
    tanto se concluyó que el libro del Deuteronomio
    había sido producido por una fuente diferente a las otras
    tres ya descubiertas. Y se procedió a llamarla la fuente
    D.

    No podemos ahondar en las cuatro fuentes que produjeron
    los primeros cinco libros de la Biblia por no ser el objeto
    principal de este libro, pero hay que tener muy presente que
    está científicamente probado que hay cuatro fuentes
    o cuatro corrientes diferentes que recibieron distinta
    inspiración del Espíritu
    Santo para elaborar el mazacote bíblico que hoy
    disfrutamos como Palabra de Dios.

    En la fuente E se designa a la divinidad bíblica
    como Elohím, o sea como nosotros ya lo aprendimos, al
    habernos enterado de su real significado, de los fuertes y los
    poderosos. Y se mantiene el apelativo de Elohím hasta que
    Moisés tiene contacto con el dios del Antiguo Testamento
    en la montaña y entonces todo cambia.

    Repentinamente Moisés no conoce el nombre de su
    dios, y así se lo hace ver, y le pregunta,
    respondiéndole la divinidad, Yo soy el que soy.

    Curiosamente la raíz hebrea de Yo soy el que soy
    es la misma del apelativo Yahvé.

    Antes del encuentro entre Moisés y el dios
    bíblico, en donde le es revelada la identidad del
    ser que pretende lo tengamos como el creador del cielo y de la
    tierra, los escritos sagrados se referían con el apelativo
    de El o Elohím cuando querían designar a su
    dios.

    ¿En qué quedamos por fin?.

    ¿Cuál es el verdadero nombre al cual
    debemos santificar y venerar?.

    ¿Debemos creer en la fuente E o en la
    J?.

    Ni siquiera Jesús nos pudo dejar dicho a
    qué nombre, de los varios que tiene el dios
    bíblico, debíamos de adorar y rendirle el
    respectivo culto fetichista que nos exige.

    Hay algo que se nos ha pasado por alto, y es que hemos
    creído de Jesús muchas cosas. Algunos hemos tomado
    como cierto todo aquello que nos han impuesto acerca
    del Maestro; pero lo que definitivamente no podemos ni debemos
    creer es que Jesús al decirles, según Mateo, a las
    muchas personas que lo oían "vosotros oraréis
    así: Padre Nuestro que estás en el cielo,
    santificado sea tu nombre…."
    , estaba dirigiendo su mensaje
    a los cristianos.

    ¡NO!.

    ¡Nunca!.

    Tengamos en cuenta dos cosas, impresionantes y
    demoledoras, sí, pero ciertas; y pongámosles mucha
    atención.

    1. Jesús no era cristiano. Él era parte
      del pueblo israelita y por lo tanto judío; y pensaba y
      actuaba como tal, peor diríamos aún, pues actuaba
      como parte de las profecías ya que se consideraba el
      Mesías esperado por su pueblo.
    2. Jesucristo no se está dirigiendo al cristiano,
      al católico, mormón, adventista, bautista,
      luterano, ni a los necios y tan terriblemente equivocados de
      los Testigos de Jehová, ni a cualquier otro ser humano
      perteneciente a secta o grupo cristiano alguno. Jesús se
      está dirigiendo a grupos de judíos, israelitas y
      a sus propios discípulos. No descartándose la
      posibilidad que hubiera, en el grupo numeroso de escuchas del
      Maestro, personas ajenas a los israelitas. Pero de lo que
      sí estamos absolutamente seguros es que
      allí no había un solo cristiano.

    Y estas dos cosas, demoledoras, son también muy
    graves.

    Tenemos un Jesús judío al 100%, hijo de
    judíos, descendiente de hebreos en muchas generaciones; y
    tenemos a su audiencia, constituida mayoritariamente de
    israelitas, por lo tanto no podemos explicarnos
    ¡cómo un judío se haya atrevido a hablarles a
    otros judíos de esa manera tan fuera de tono con la
    Ley!.

    No sólo es inconcebible, sino increíble,
    que Jesús les pida a sus compatriotas, israelitas como
    él, primero, que ya no hay más Adonai sino un
    Padre; y no solamente el Padre de Jesucristo sino el Padre de
    todos. Y segundo, que hay que adorar, venerar y rendirle culto
    fetichista al nombre de la divinidad del Antiguo
    Testamento.

    Es imposible de entender, y menos aún
    explicárnoslo, ¡cómo es que pudo suceder tal
    cosa que Mateo nos relata!, porque ya vimos que por considerarlo
    todo un sacrilegio ni siquiera se le permitía a las
    personas hebreas nombrar a Yahvé ¡no digamos
    tratarlo de Padre!.

    Decir el nombre de la divinidad bíblica era un
    tremendo pecado y un sacrilegio para el que lo hiciera y
    tenía que ser apedreado hasta morir por sacrílego y
    blasfemo.

    ¿Por qué Jesús, buen conocedor de
    las Sagradas Escrituras, se permitió la libertad de
    cometer tamaña profanación y apostasía
    cuando les grita a sus paisanos que el dios de Abraham,
    Moisés y de los grandes profetas israelitas es el Padre
    Nuestro?.

    Y ya no digamos de la exigencia que les hace a sus
    conciudadanos que ellos también deben dirigirse a Adonai
    en esa forma por demás sacrílega.

    ¿Por qué no reaccionó la
    muchedumbre que lo oía como debía de
    reaccionar?.

    ¿Acaso ninguno de sus escuchas sabía que
    lo que oían de boca de Jesús era un
    gravísimo pecado penado con la propia vida del que lo
    hiciera?.

    ¿No será este pasaje parte de las
    invenciones de los cristianizados defensores de los primeros
    siglos?.

    Pero muy mala por cierto, por desconocer las
    mínimas costumbres religiosas de los
    judíos.

    Cualquier cosa que haya sido, u ocurrido, nosotros
    sólo cumplimos con hacer la observación al respecto que:

    • Pronunciar el nombre de la divinidad, o sea decir
      Yahvé, era, y es todavía, porque no se ha
      cambiado la ordenanza dada personalmente por Dios Padre, un
      sacrilegio.
    • Dirigirse a Yahvé directamente era un
      grandísimo pecado.
    • Necesariamente era una obligación de los
      israelitas llamar a su divinidad por el tan comúnmente
      apelativo de Adonai.
    • Pedir públicamente que se cometiera el
      sacrilegio de no hacer lo anterior era exponerse a la
      lapidación inmediata.
    • Jesús era un israelita completo, y en todo el
      sentido de la palabra, y sabía de los riesgos y
      severas restricciones religiosas.

    ¿Qué fue lo que realmente
    sucedió?.

    Total, que para poder cumplir la sentencia de Nuestro
    Señor Jesucristo, y proceder a santificar el nombre de la
    divinidad bíblica, nos tenemos que enfrentar a muchas
    cosas. Y, en el colmo de todo esto, ¡ni Jesús, su
    hijo tan amado, supo el verdadero nombre de la divinidad del
    Antiguo Testamento!.

    VENGA A NOSOTROS TU
    REINO

    Y HÁGASE TU VOLUNTAD AQUÍ EN LA TIERRA
    COMO EN EL CIELO

    Empecemos con la frase "Venga a nosotros tu
    Reino".

    Con esta remedo de súplica, puesto que más
    parece un mandato y orden hacia Yahvé, le estamos pidiendo
    que el Reino del dios bíblico, de alguna manera –que
    no conocemos-, es el que tiene que venir hacia nosotros. Y
    consideramos que es muy rara esta solicitud, ya que no
    comprendemos por qué Jesús no enseñó
    a pedir permiso para que fuéramos nosotros los que
    pudiéramos ir al Reino de Yahvé y no al
    revés.

    Es mucho más sencillo que el ser humano, en forma
    individual y correlativa, vaya al Reino del dios de la Biblia y
    no que éste venga a nosotros.

    Imaginemos que efectivamente Yahvé nos hiciera
    caso y que su Reino viniera a nosotros ¡en qué lugar
    lo meteríamos si, es como dicen, inmenso e
    infinito!.

    Y, con respecto a otra cosa, tenemos que llamar la
    atención sobre ese "nosotros", ya que es muy
    general; y al pronunciarlo, adentro de la frase "venga a
    nosotros tu Reino"
    , estamos pidiendo que para toda la
    humanidad venga el Reino sin distingos ni exclusiones de ninguna
    clase.

    Si Yahvé efectivamente nos mandara su Reino,
    entonces entraríamos todos por igual y no habría
    lugar para la discriminación, pero ¿y los malos,
    los pecadores, no nos dice Jesús que hay Infierno y Fuego
    Eterno para ellos?.

    ¡Por qué pedir tan sosamente que venga a
    nosotros tu Reino si por el otro lado el propio Jesucristo en
    persona lo desmiente y desdice!.

    Se supone, porque así nos lo han impuesto, que el
    Reino del dios de la Biblia es y está localizado en los
    cielos; por lo tanto si con solo pedirlo ya estamos asegurando un
    lugar en la Gloria Eterna y en el Paraíso para todos y
    cada uno de los seres humanos, entonces, ¡no importa el
    Infierno ni el Fuego Eterno!.

    ¿Qué hay detrás de esta frase,
    acaso contradicción y demagogia?.

    ¡Contradicción y demagogia en Nuestro
    Señor Jesucristo!

    Por lo que parece ¡SÍ mis
    hermanos!.

    Y la continuación de la oración es
    sumamente explícita.

    "Y hágase tu voluntad aquí en la tierra
    como en el cielo"
    .

    Si nosotros exigimos, tal y como Jesús nos
    dejó instrucciones al respecto de exigirle a Yahvé,
    que "venga a nosotros tu Reino" y luego le aclaramos, ya
    un poco más relajados y de manera humilde, como pidiendo
    perdón por la forma por demás abusiva y prepotente
    con la que hemos empezado a pedirle, de "hágase tu
    voluntad"
    , realmente ¡no hemos hecho nada!.

    Demandar, por un lado, el cumplimiento de algo y luego
    retractarnos humildemente, reconociendo que en todo caso que al
    que le hemos exigido tiene todo el derecho y la plena libertad de
    hacer lo que le venga en gana, es actuar como tontos y faltos de
    tino.

    Señoras y señores ¿por qué
    echarle agua a un
    tonel que tiene hoyos y agujeros?.

    ¡Para qué perder tiempo, esfuerzos y
    voluntades pidiendo y exigiéndole a Yahvé que su
    Reino venga a nosotros si inmediatamente reconocemos que este
    dios bíblico tiene y puede hacer su santísima
    voluntad en todas partes!.

    Veámoslo mejor con un pequeño ejemplo de
    la vida real.

    Supongamos que nos consideramos cristianos practicantes
    de la caridad y que somos, así mismo, de buena voluntad.
    Con estas condiciones en nuestra humanidad, hay alguien que toca
    a las puertas de nuestra casa, salimos a abrir y nos encontramos
    con una señora mal vestida, humilde en su aspecto, con dos
    niños
    que se notan hambrientos, sucios y descuidados; además la
    doña luce un prominente vientre de por lo menos unos ocho
    meses de embarazo.

    ¿Qué se le ofrece, buena mujer?. –
    Preguntamos.

    Y ella nos responde poniendo una mano en su cadera y
    subiendo la otra en forma atrevida y pasándola de un hijo
    a otro y deteniéndose en señalar su enorme
    barriga:

    Dame de comer a mí y a mis hijos. Demando, y
    te exijo, alimentos, agua y
    algo de ropa decente.

    Apenas abrimos la boca para responder ante tamaña
    frescura y atrevimiento, que raya en la abusivez, cuando la
    señora continúa:

    ¡Eso sí, tu decides si nos lo das o no!.
    Ese es tu derecho a darnos o a no lo que queremos y
    pedimos.

    ¿Cómo contestaría usted a esto?.
    ¿Le tiraría, acaso, la puerta en toda la nariz?
    ¿La insultaría por malcriada y abusiva? ¿Le
    diría que no fuera limosnera y con garrote?

    O, ¡simplemente la mandaba al diablo con todo
    vientre e hijos!.

    Así mismo es como nos comportamos con el SER
    SUPREMO cuando le rezamos "Padre Nuestro". Por supuesto
    cuando creemos que le estamos pidiendo tal cosa a DIOS, porque
    cuando lo hacemos concientes que hemos enfocado nuestro
    sentimiento y deseos hacia el ser terrible y sanguinario que la
    Biblia pretende hacer pasar por EL SER SUPREMO y por DIOS, eso es
    otra cosa y no importa.

    ¡Tan llenos de miseria que estamos!.

    ¡Tan faltos de todo cómo nos tiene el
    sistema socio
    político y tan, pero tan urgentemente necesitados de esas
    cosas como nos encontramos, y todavía nos ponemos las
    moñas!.

    Es totalmente equivocado el camino, aún y ese
    dios de la Biblia atendiera las múltiples súplicas
    de los tontuelos que se creen sus hijitos, no digamos que de
    todos modos no las atiende.

    Pero así lucimos los pedigüeños, como
    la señora del cuento
    recién expuesto.

    ¡Limosneros y con garrote!.

    Para entender mejor el asunto veamos qué es lo
    que pretendemos al exigirle a Dios que Venga a nosotros tu
    reino
    .

    ¿Qué es lo que Jesús
    entendía como el Reino de Dios cuando nos deja tal
    exigencia?.

    Para iniciar con buen pié esta cuestión,
    debemos decirles que no hay tal reino pues, Jesús, es
    quien, delirantemente, quiso instaurar, imponer y promover el
    Reino de Yahvé en Israel y no en el mundo entero, y no
    otra cosa.

    Y con esto hay que tener muy bien abiertos los ojos, ya
    que Jesús pretendía hacer esta instauración,
    pero políticamente hablando. Es imposible que no veamos
    este asunto sin señalar el mesianismo del que hacía
    gala el Cordero de Dios y hay que tener presente, insistimos
    nuevamente, que Jesucristo era judío y que vivió en
    una época difícil y sumamente controvertida, llena
    de leyendas,
    supersticiones y mitos, a
    cuales mejor. Y además, no hay que olvidarlo, el Maestro
    estaba plenamente convencido de llenar todos los requisitos y
    atributos que se pedían al Mesías esperado y
    profetizado por lo grandes patriarcas israelitas.

    La realeza divina no es una idea original de y/o en
    Jesús, ya que era un pensamiento común y corriente
    entre todas, óigase y léase bien, entre todas las
    religiones del antiguo medio oriente que, por mera casualidad, es
    el lugar en donde Jesucristo se desenvolvió.

    Referirse al Reino de Dios, y repetirlo, era conferirle
    al Dios particular o Dioses particulares, de las muchas
    religiones que se practicaban en esa región, un aspecto
    humano o antropomórfico a la divinidad
    respectiva.

    Y Jesús va más allá de la idea
    común y corriente ya aceptada, y toma para sí mismo
    lo del Reino de Dios, haciendo gala de su particular interés
    socio político en él.

    Recordemos que por ser un ciudadano judío
    descendiente directo de David, el Maestro demuestra cosas
    tradicionales de hebreos; además pertenece al pueblo
    israelita y se cree el Mesías tan fervientemente esperado.
    Por este par de cosas es que él se dice y demuestra ser el
    recipiendario del concepto del Reino, no de Dios o mucho menos de
    DIOS, sino que de Yahvé, la particular divinidad de los
    judíos, que es uno de dos conceptos que sobre la divinidad
    tuvo y tiene aún la Biblia.

    Todo envuelto y concebido por el poder político y
    su escatología.

    Jesús al decirnos cómo orar, y
    particularmente en la frase de Venga a nosotros tu Reino,
    no hace más que demostrarnos su sutileza política; y, con un
    mensaje oculto, entre una bella oración, nos mete, dentro
    de una supuesta bien intencionada petición a Dios, lo que
    le conviene e interesa que no es más que instaurar e
    imponer el Reino de Yahvé.

    Ese Reino es del que pretende Jesús ser Rey y
    Mesías.

    Ese Mesías tan esperado, e implorado por el
    pueblo israelita, representaba para el Maestro el nexo profundo e
    ineludible que lo enlazaba a él, como persona, con esa
    agónica esperanza milenaria del pueblo
    judío.

    Mesías es el vocablo que en hebreo sirve para
    designar al ungido. Y Cristo no es más que la palabra y la
    forma que tiene el griego para denominar lo mismo. Ambas
    significan y se refieren a cosa idéntica.

    Mesías es igual a Ungido y ambas también
    significan Cristo.

    Ahora bien, declararse el Mesías significaba
    apropiarse de una herencia milenaria de su pueblo que, como el
    israelita, era uno lleno de tradiciones, ritos y formas muy
    especiales y particulares de ver al mundo; y proclamarse el
    Cristo, en ese momento preciso de la historia hebrea, era
    prácticamente ser el Rey de Israel. Era recibir toda esa
    grandiosa herencia plasmada en un reino y representaba, entonces,
    ser el amo y señor de toda la nación
    escogida personalmente por Yahvé y el heredero de la
    gloria y del trono del Rey David.

    Declararse el Mesías, el Ungido o el Cristo, era
    ser considerado la concretización máxima del hebreo
    y se convertía en el libertador de la opresión
    romana, además en el instaurador del Reino de Yahvé
    en Israel.

    Jesús creyó cándidamente, y de
    forma fanática, ser el tal Mesías y, por lo mismo,
    pagó con su vida esa ingenua ocurrencia.

    Cuando nos referimos al término
    escatología o escatológico queremos significar la
    doctrina del Juicio Final y la supuesta Segunda Venida de Nuestro
    Señor Jesucristo, tal y como lo conciben los fanatizados
    cristianos. O sea la instauración del Reino de
    Yahvé.

    Para entender mejor lo que estamos diciendo
    démosle una ojeada a las muchas referencias que
    Jesús hizo del Reino de Dios.

    Primero leemos desde Mateo 4:23 lo siguiente:

    Y recorría Jesús toda la Galilea,
    enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el
    evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en
    el pueblo.

    Si dejamos por un lado las exageraciones que saltan a
    relucir al final del versículo, tales como que "sanaba
    toda enfermedad y toda dolencia"
    y si las tomamos como formas
    quizá poéticas de engrandecimiento que tuvo Mateo
    para con el Mesías y por lo mismo ensalzarlo más de
    la cuenta, será más fácil entrar a
    comprender la realidad que se vivió; y prosiguiendo con lo
    que nos interesa, se nos dice que Jesús recorría
    toda la Galilea arengando a sus paisanos sobre la buena nueva
    (buena sólo para Jesús) del Reino.

    Pero el Maestro, en forma de líder
    político, públicamente les manifestó a los
    galileos y a todos los que le oían sobre el reino de los
    cielos y todo lo que ello podría significar, pero
    deslizando sutilmente el mensaje de que él era el
    representante de dicho reino.

    Jesús da al Reino de Yahvé el punto
    central de su predicación pero por lo que para él
    significaba todo eso.

    Y significaba, una vez instaurado el Reino de
    Yahvé en la tierra de Israel cautiva de Roma, ser su
    Rey.

    En Mateo 9:35 se nos dice en forma más
    general:

    Recorría Jesús todas las ciudades y
    aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando
    el evangelio del reino y sanando de toda enfermedad y de toda
    dolencia en el pueblo.

    Veamos que, en el colmo de la arrogancia y de la
    autosuficiencia, para reafirmar la condición de
    Jesús de supuesto sanador, curador y hasta exorcizador, se
    propone como condición y pacto lo que Mateo 12:28 nos
    dice:

    Pero si yo echo fuera los demonios en virtud del
    Espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el
    reino de Dios.

    ¿Querrá decir esto que se pueden echar
    fuera los demonios en virtud de cualquier otra entidad y de
    cualquier invocación?.

    No hay que olvidar que en todos los casos que describen
    los variados pasajes bíblicos que nos hablan o narran
    asuntos de exorcismos de demonios, los evangelistas dejan sentado
    claramente, para evitar cualquier mala interpretación, que Jesús echa fuera
    los demonios que se le ponen por delante en virtud del
    Espíritu de Dios.

    Entonces ¡qué diablos nos quiso decir el
    arrogante de Jesucristo con la frase leída!.

    No podemos dudar que el Maestro echaba fuera los
    demonios –tal como lo deja afirmado Mateo desde 12:28- y
    que lo hacía en virtud del Espíritu de Dios Padre,
    como para que nos asombremos de que a pesar de ello, la promesa
    que acompaña tal acción nunca llegó a
    materializarse.

    ¡Su reino no vino, ni ha venido ni vendrá
    nunca!.

    Jesús faltó así a su promesa y la
    clara advertencia de que una cosa traería el reino tan
    ansiosamente esperado por los millones de incautos
    prácticamente tonteados, en eso quedó, en una
    lírica promesa.

    ¿Demagogia y burlesca acción
    política en el Hijo de Dios sólo para ganar adeptos
    a su partido con tal de llegar a ser entronizado Mesías y
    Rey?.

    Estas cosas son muy propias de nuestros políticos
    latinoamericanos pero no en aquel que se conoce como el Hijo
    Único.

    Mateo 10:7 nos cuenta:

    Y, al ir predicad, diciendo: El reino de los cielos
    se ha acercado.

    A pesar de la bella frase que Jesús nos deja
    recetada, no podemos dejar de comentar dos versículos
    anteriores a éste, siempre del mismo capítulo 10. Y
    nos dicen desde los versículos 5 y 6:

    A estos doce envió Jesús, y les dio
    instrucciones, diciendo: No vayáis por camino de gentiles, ni
    entréis en ciudades de samaritanos, sino id más
    bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

    ¿Y la discriminación? ¿Y no que todos
    somos hermanos que debemos orar Padre nuestro que estás
    en los cielos
    ? ¿No que Jesús es la
    encarnación del amor, fraternidad y de la buena
    voluntad?.

    ¿Qué es eso de delimitar y formalizar a
    quienes llevarle la buena nueva del reino y a quienes no?
    ¿Continúan siendo formas poéticas de
    Mateo?.

    ¡Qué va!.

    Esto que Jesús deja ordenado a sus doce
    discípulos es la muestra del más oprobioso desamor
    y un paso enorme en dirección hacia la discriminación
    por parte del Unigénito.

    Lo interesante del versículo 7 es cuando se deja
    dicho que Jesús manda a sus doce discípulos, en el
    papel de apóstoles, con la ordenanza de manifestar
    públicamente El reino de los cielos se ha acercado.
    Por lo tanto es menester preguntarnos algunas cosillas: ¿A
    quién se le ha acercado el reino de Dios?.

    A lo que parece y luce, esto dicho por el propio
    Jesús, para nada a los gentiles, ni a los samaritanos; y
    tampoco a nosotros acá en el futuro. Lo dicho por el
    Maestro sucedió hace cientos de años y fue muy
    específico y muy concreto en su
    determinación de no tomarnos en cuenta a ninguno de
    nosotros los que vivimos en su futuro.

    ¿Cuánto se ha acercado el reino de los
    cielos?: mucho, poco, muy poco, nada. O ¿Ya se
    habrá alejado por completo y ni cuenta nos
    dimos?.

    Lo importante aquí, y por eso habrá que
    resaltarlo, es que desgraciadamente, para Jesús y los
    cristianos seguidores, fieles creyentes en toda la bazofia que
    él dejo dicho o dicen que dijo, es que tan ansiado y
    afamado reino de los cielos no se acercó lo suficiente
    como para que alguien lo pudiera ver o percibir.

    La situación es tan delicada que cualquiera que
    haya oído a los
    pastores o curas desgañitarse desde el altar con tal
    perorata, pudieron o pueden creer que el tal reino de los cielos,
    que es el Reino de Dios, siempre ha estado a la vuelta de la
    esquina.

    A pesar de todo lo que nos puedan decir los
    fanáticos que predican y aseguran su pronta venida, es y
    ha sido imposible creerle,s como para que continúen con
    esa desfachatez enorme e irresponsabilidad social.

    ¿De cuántas prontas venidas del Reino de
    Dios hemos recibido su anuncio? Y todas y cada una de ellas,
    absolutamente todas, han y son falsas. Como falsas
    seguirán siendo las futuras prontas venidas del reino que
    les receten a nuestros hijos y nietos.

    No hay la menor duda que Jesús se queda muy
    complacido cuando actúa de manera morbosa y malvada al
    tontearse a sus propios paisanos.

    ¡Y nosotros, o algunos de nosotros, que hemos
    llegado a creer que el mensaje del Reino de Dios es para nuestra
    época actual!. ¡Qué ilusos!.

    Desde Marcos 4:11 y 12 doce Jesús
    dirigiéndose a un selecto grupo de personas, incluidos,
    por supuesto que sí, los doce apóstoles,
    aclara:

    Y les decía: A vosotros os ha sido dado el
    misterio del reino de Dios; pero a los que están fuera,
    todo se les presentará en parábolas; para que por
    mucho que sigan mirando, vean, pero no perciban; y por mucho que
    sigan escuchando, oigan, pero no entiendan; no sea que se
    conviertan, y se les perdone.

    ¡Muy bien!. ¿Por dónde empezamos las
    cosas?.

    Antes que nada definamos qué es un misterio y
    qué significado le quiso dar Jesús cuando nos habla
    del misterio del reino de Dios. Se entiende que misterio
    es el conjunto de doctrinas o reglas que deben conocer solamente
    los iniciados, pues es algo secreto, oculto e inaccesible para
    muchos.

    Pero, y aquí está el meollo del asunto,
    nuestro Señor es contradictorio, falaz y controvertido. Si
    el reino de los cielos, el reino de Dios, es un misterio
    ¿por qué obliga a orarle al Padre Nuestro?.
    Recordemos que éste contiene aquella frase tan trillada de
    venga a nosotros tu reino. Si es un misterio ¿por
    qué le pide a sus discípulos que prediquen sobre el
    reino de los cielos y sobre el reino de Dios?.

    Lo peor de estos versículos es que, al obligar a
    que se propague la buena nueva, Jesús pretende que se haga
    un trabajo muy
    especial y exclusivo con las ovejas perdidas de la casa de
    Israel. Esto con la idea de recuperar a aquellos israelitas, que
    por una u otra manera, no practican lo que Jesús quiere
    imponer.

    Dicho en otras palabras lo que pretende el Maestro, como
    tan buen politiquero que es, no es otra cosa que hacer entrar en
    razón a sus opositores, oponentes y a aquellos que
    pudieran en un momento determinado inclinarse a su partido. Y,
    entonces por lógica, al recorrer sus discípulos la
    nación de Israel, conseguir que se conviertan en
    seguidores de su prédica, y carrera política, todos
    aquellos que no lo son. Es decir reclutar gente para convertirlos
    en practicantes y defensores de su idea y conceptos.

    Lo triste es que a ese grupo selecto y exclusivo le dice
    todo lo contrario. ¿Por qué a ellos sí les
    revela el plan secreto del
    misterio de los cielos?. ¿Qué diablos significa la
    frase: no sea que se conviertan y se les
    perdone
    ?.

    ¿Hipócrita Jesucristo?.

    ¡Sí! Y demagogo y farsante.

    Ahora veamos casi lo mismo, sólo que por boca de
    otro evangelista, y nos dice Mateo desde 13:11 y 12 lo
    siguiente:

    Y les respondió diciendo: A vosotros os ha
    sido dado conocer los misterios del reino de los cielos; pero a
    esos, no. Porque al que tiene se le dará más y
    abundantemente; y al que no tiene, aún aquello que tiene
    le será quitado.

    ¿Vengativo nuestro Señor Jesucristo?
    ¿Malvado el Maestro que hemos supuesto lleno de amor y
    fraternidad?.

    ¡Sí! Y además rencoroso y
    desalmado.

    Han transcurrido más de dos mil años y el
    famoso Misterio del Reino de Dios sigue igual de lejano, falso y
    como un cruel espejismo que sólo Jesús
    demagógicamente utilizó para adormecer
    incautos.

    Veamos ahora otra amenaza terrible de aquel que
    supuestamente nos trajo el mensaje de amor y paz. Dice el Maestro
    desde Mateo 13:19:

    Cuando alguno oye el mensaje del reino y no lo
    entiende, viene el Maligno y arrebata lo que fue sembrado en su
    corazón.

    Ahora sí que se le botó por completo la
    pelotita a Jesús. ¿Quién lo logra entender?.
    Primero nos dice y pide que oremos que venga a nosotros tu reino;
    luego que hagamos pública la proclamación del reino
    de Dios, después nos deja dicho que el misterio del reino
    de Dios está reservado para un selecto y exclusivo grupo y
    que, aunque el grueso de la población oiga el mensaje del reino,
    éste está cifrado y en una clave especial que
    solamente es conocida por unos pocos.

    Por lo tanto aunque el populacho oiga, no entienda y
    aunque la mayoría vea, no perciba, ya que sería
    terrible que todo el mundo se convirtiera y entonces así
    no habría más remedio que perdonarlos.

    ¿Perdonarlos de qué?. ¡Por todos los
    cielos, perdonarlos de qué!.

    ¿Qué clase de crimen se ha
    cometido?.

    Y por último nos dice el Unigénito
    cuando alguno oye el mensaje del reino de Dios, y no lo
    entiende, viene el Maligno y arrebata lo que fue sembrado en su
    corazón.

    ¡Qué cochinada la del Cordero de Dios!.
    ¿Cómo puede alguien entender el mensaje del reino
    de Dios si éste está cifrado y en clave especial y
    diseñado específicamente para que nadie lo
    entienda?.

    Jesús mismo nos está diciendo que el
    mensaje del reino de Dios es un misterio que está
    reservado para un grupo muy selecto y exclusivo.
    ¿Cuántos incautos y fieles creyentes en la palabra
    del Evangelio, y creyendo saberlo todo sobre el reino de Dios, no
    lo han entendido? ¿Cómo entenderlo si esa es la
    consigna divina?.

    ¿A esos hermanos ya les habrá arrebatado
    el corazón el mismísimo Demonio tal la amenaza del
    Maestro?.

    Si usted, estimado lector, creía saber del reino
    de Dios, la pura verdad es que no sólo no sabe nada, sino
    que ya el Diablo, Lucifer, Belcebú o el Maligno, como
    dejó sentenciado el Divino Maestro, se lo ha llevado o se
    lo llevará lo más pronto posible y usted ya
    pertenece a las huestes diabólicas del Maligno y del reino
    del Mal.

    ¿Qué tal será Jesús con todo
    el hatajo de borregos que pomposamente se llaman pueblo
    cristiano? ¿Qué tan bellas y amorosas son entonces
    sus promesas?.

    ¡No nos llamemos más a engaño con
    este iluso de Jesús!.

    En Lucas 12:29-32 se nos dice:

    Vosotros, pues, no andéis buscando lo que
    habéis de comer, ni lo que habéis de beber, ni
    estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas las
    buscan con afán las gentes del mundo; pero vuestro Padre,
    sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Buscad
    más bien el reino de Dios, y todas estas cosas os
    serán añadidas. No temáis, manada
    pequeña, porque vuestro Padre le ha plácido daros
    el reino.

    ¡Qué clase de burla es ésta, Dios
    mío!.

    ¿En dónde buscar el reino de Dios?.
    Jesús mismo nos dice que esto es imposible para todo el
    grueso de la población, pues es todo un misterio tal
    asunto. ¿Por qué, además, nos dice y habla
    de vuestro Padre, si inclusive nos dice que repitamos
    Padre nuestro desde la más bella oración que
    dicen poseer los cristianos?.

    Jesús nos dejó enseñado que es
    nuestro Padre, incluyéndose él mismo en la colada
    filial, como para que ahora resulte que zafe bulto y nos endilgue
    la paternidad sólo a nosotros, los incautos.

    Pero hay que insistir y reclamar ¿qué
    puede sacar Yahvé, qué obtiene el Padre y
    qué beneficios le provocan al dios bíblico saber de
    todas nuestras necesidades si de todas maneras no nos las
    satisface?.

    Y, como no hay duda ya, tenemos que inferir que
    Yahvé, el Padre que Jesús nos quiso endilgar, se
    goza viéndonos padecer de hambre, miseria,
    degeneración, crímenes y podredumbre. Ese sujeto a
    quien Jesucristo quiere que llamemos Padre por imposición,
    es un simple degenerado y un loco depravado. Es simplemente un
    psicópata, delirante y canalla que se goza, hasta el
    éxtasis, viéndonos sufrir y padecer la miseria que
    nos envuelve.

    Por lo tanto no es malo que recordemos lo que ya la
    Santa Palabra de Dios nos deja marcado desde el Deuteronomio
    28:63 desde dónde se nos deja dicho:

    Así se gozará Dios Vuestro Señor
    en arruinaros y en destruiros ¡y seréis arrancados
    de sobre la tierra!.

    Ahora bien si nuestro Padre que está en los
    cielos permitió el sufrimiento y el horrendo sacrificio de
    Jesús, su supuesto Hijo Único, ¡qué no
    se permitirá hacer y deshacer con nosotros!.

    Y, para apuntarlo muy bien, sin olvidarnos de ello, ya
    el Maligno –según Jesús- nos ha arrebatado el
    corazón. ¿Qué le parece?…

    Ahora bien surge otra terrible interrogante. ¿Por
    qué reconoce Jesús públicamente, y
    así lo proclaman los Evangelios, no temáis
    pequeña manada, porque a vuestro Padre le ha
    plácido daros el reino
    ?. ¿Quién es este
    pequeño y selecto grupo?.

    Al Padre de Jesús definitivamente no le place dar
    su reino a mucha gente. ¿Para qué rezar entonces el
    Padre Nuestro? ¿Para qué la gran pantomima de
    Jesucristo?.

    ¡Caramba!.

    ¿Para qué pedir venga a nosotros tu reino
    si Jesús mismo nos dice que no somos capaces de tener
    acceso a estar sentados con su Padre en el reino de Dios y que
    sólo su pequeña manada ha sido ya previamente
    seleccionada?.

    ¿Qué diablos hacemos pues?…

    Al decir venga a nosotros tu reino estamos pidiendo que
    para todos los habitantes del planeta Tierra, para toda la
    humanidad, sin distingos de ninguna clase, venga el reino de
    Dios.

    Y es desde Mateo 10:5-7 que nos indica:

    Vayan a predicar diciendo: El reino de los cielos se
    ha acercado. Más no prediquen a los gentiles, ni a los
    samaritanos. Vayan exclusivamente con las ovejas perdidas de la
    casa de Israel.

    ¿Habrá discriminación?.
    ¡Claro que la hay!.

    ¿Y la buena voluntad y la
    fraternidad?.

    Y pensar que el mensaje es por parte del que se
    sacrificó para salvarnos del pecado. ¡Qué
    grandísima y burda mentira la del venga a nosotros tu
    reino!.

    Ahora pretender, después de que el reino de Dios,
    según nos lo afirma el Divino Maestro, es un misterio, que
    está adentro del ser humano, es cosa para reírnos a
    grandes carcajadas.

    O es un misterio o es algo público. Si el reino
    de Dios está en el ser humano, adentro de todo hombre,
    mujer y niño, también tuvo que estar adentro de
    Jesucristo. Pero el divino Maestro no demostró que el
    reino de Dios estuviera adentro de él, pues al contrario
    Jesús fue violento (no creáis que he venido a
    traer paz a la Tierra. No. He venido a poner a todos contra
    todos
    ). El Hijo Unigénito fue brutal y sádico
    de marca mayor
    (el que no está conmigo, está contra mí,
    y el que no recoge conmigo, desparrama
    ). Nuestro Señor
    fue un arrogante, vanidoso y falso (sólo a
    través mío se llega al Padre, y cualquier cosa que
    pidáis al Padre en mi nombre, se os dará
    ).
    Jesús fue un gran hipócrita y un
    maquiavélico en todo el sentido de la palabra (por
    mucho que sigan mirando y viendo, no percibirán. Y
    sólo a vosotros, pequeña manada, es ha sido
    revelado el misterio del reino de Dios, a los otros se les
    hablará en parábolas para que no entiendan, no vaya
    a ser que se conviertan y entonces habrá que
    perdonarlos
    ). Jesús fue perverso y masoquista
    (bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de
    los cielos
    ).

    ¡Jesús fue un completo fraude y un
    estafador de conciencias!.

    Queremos compartir un pequeño secreto con
    ustedes. ¿Quiere ir usted al reino de los cielos y ganarse
    un lugar especial en donde mora Dios?. Muy sencillo: sea
    pobre.

    Pero mucho cuidado pues la gran mayoría de los
    habitantes de este planeta sufre de extrema pobreza pero no
    son del agrado de Dios Padre ni de ese pequeño grupo de
    ovejas
    previamente seleccionadas.

    ¿Por qué esa burla tan tremenda para con
    la humanidad que está desprotegida, desamparada y
    sufriendo la peor de las calamidades en la ingrata
    pobreza?.

    Jesucristo lanza a los cuatro vientos su grito
    más desaforado para decirnos Bienaventurados los pobres
    porque de ellos es el reino de los cielos
    ¡y esto no
    puede tolerarse más porque es una tremenda
    ingratitud!.

    Para cerrar con broche de oro veamos en
    Mateo 5:10 lo que sigue:

    Bienaventurados los que padecen persecución
    por causa de la justicia,
    porque de ellos es el reino de los cielos

    ¡En qué quedamos por fin!.

    O es de los pobres o es de los perseguidos por la
    justicia.

    Pero es que no importa la causa o motivo para que la
    justicia nos persiga pues, según el incauto de
    Jesús, con sólo llenar el mínimo requisito
    de estar siendo perseguidos por la justicia, ya, no sólo
    somos bienaventurados, sino que además el reino de los
    cielos es nuestro. Pero ojo, ¡mucho ojo!, y sobre todo
    muchísimo cuidado también.

    Fijémonos bien que no basta con matar, robar,
    secuestrar, traficar con drogas, violar
    niños o mujeres. ¡No!. No basta con cometer
    algún pequeño o gran crimen que sea penado por la
    justicia. No es tan fácil entrar al reino de los
    cielos.

    Lo mejor, y en el colmo del paroxismo de Jesús,
    nos exige como condicionante que, debe forzosamente de cumplirse,
    seamos perseguidos por la justicia.

    ¿Qué quiere decir ser perseguido por la
    justicia?, pues quiere decir que para que se persiga a alguien,
    primero el crimen cometido tiene que ser público. La falta
    a alguna ley debe ser conocida por todo el mundo o por una
    mayoría de seres humanos.

    Y, además, deben de conocerse todos los detalles,
    señas y las generales del criminal o del delincuente; y lo
    más importante, más que cualquier otra cosa, esta
    persona debe estar huyendo de la justicia pues si lo agarran o es
    capturado, es decir que si la Policía o cualquier entidad
    de la Fuerza Pública le llega a echar mano ¡de nada
    sirvió el crimen o el hecho de haber faltado a las Leyes
    porque entonces ¡no habrá ni Cielo ni Gloria Eterna
    junto a Dios Padre!.

    Con el penoso acontecimiento de haber sido capturado se
    perdió la oportunidad divina de hacer suyo el Reino de los
    Cielos. En ese preciso y conciso momento se termina la
    condición de estar siendo perseguido por causa de la
    justicia
    .

    El que haya sido capturado ya no tiene ni Cielo ni
    Gloria Eterna.

    Claro que es estúpido tal razonamiento, pero fue
    estúpida la condicionalidad propuesta en palabras de
    Nuestro Señor.

    Es decir que no será más que un
    estúpido, torpe y mentecato aquel que, cometiendo un
    crimen, se deje capturar. Ese imperdonable error no se lo perdona
    la Doctrina Cristiana y el pobre tontuelo o tontuela por habarse
    dejado echar el guante perdió la entrada al
    Cielo.

    En esa línea de Nuestro Divino Maestro no hay de
    otra más que inferir y aterrizar en que para pertenecer,
    con todas las de ley, al Reino de Dios Padre, los seres humanos
    debemos ser ruines, criminales, mafiosos o delinquir en
    cualquiera de las muchas formas posibles de hacerlo. No hay que
    olvidar que la gama en este campo es impresionante por la
    amplitud que hay en la línea del crimen y delitos.

    También se hace indispensable que todo mundo sepa
    de estas acciones en
    contra de la sociedad; es decir que se necesita que el hecho
    criminal o delictivo sea público. Y, en la misma postura
    Divina, que las instituciones
    y organismos encargados de la persecución penal y de
    aplicación de la justicia lo conozcan en forma de denuncia
    o querella y que emane de un tribunal de justicia una orden de
    aprehensión o de captura y, por supuesto, ¡no
    dejarse atrapar o capturar por la policía!.

    Sobre la base de todo lo anterior, entonces y
    sólo entonces, podremos ser Bienaventurados y
    sólo de esa manera hacer nuestro el Reino de los
    Cielos.

    ¿O no?…

    Vaya pues, con esta conclusión resulta que se
    terminó ese gran misterio del Reino de Dios. Todos los que
    queramos engrosar en la pequeña manada que place a
    Yahvé, y así poder hacer efectiva la promesa de
    Jesucristo de venga a nosotros tu Reino, solamente tenemos
    que tener oídos y oír; y ojos y ver.

    Jesús efectivamente fue perseguido por la
    justicia de su tiempo pero fue lastimosamente capturado y
    obligado a pagar por su crimen, según la
    legislación romana que lo juzgó por guerrillero y
    subversivo, y por lo consiguiente, no pudo hacer suyo el
    Reino.

    Cuando el Maestro se creyó y proclamó el
    Mesías, tan ardientemente esperado entre el pueblo
    judío, eso bastó para hacerlo acreedor a la
    terrible ejecución a la que fue sometido por la justicia.
    Lamentablemente no fue suficiente para hacerlo ingresar al Reino
    de Dios Padre y mucho menos para estar sentado a la derecha del
    Padre Eterno y a hace imposible, entonces, que su sacrificio
    hiciera posible una salvación colectiva de
    nosotros.

    ¡Qué curioso y llamativo! Jesucristo nos
    deja la enseñanza bella de cómo llegar al
    Reino de Dios y él mismo no pudo ponerla en
    práctica.

    Irónico… ¿verdad?.

    Pero bueno, entonces qué con los santos ¿y
    las personas buenas?, ¿la Virgen
    María, la Madre, nada menos que de Dios?.

    Si le seguimos la corriente al poco listo de
    Jesús, ni son bienaventurados y mucho menos estarán
    en el Reino de los Cielos sentados con Dios Padre; por lo tanto
    es bueno que alguien nos diga el lugar en el que están y
    moran, es decir ¿qué lugar les corresponde en la
    escala de la
    Gloria Eterna?.

    ¿Estarán en el Infierno?, eso parece lo
    más seguro. Siempre y
    cuando exista tal diabólico lugar.

    Pero… ¿y si de verdad hicieron algo malo y
    además cometieron algún crimen o fechoría a
    la sociedad de su tiempo? nada de eso se supo y nunca se nos ha
    informado que alguno de ellos haya sido perseguido por causa de
    la justicia. Y, como no se supo, de nada les sirvió. Al
    igual que si hubiesen sido capturados por la falta o
    crímenes cometidos.

    Ahora bien, de lo que definitivamente estamos seguros,
    es que ninguno de ellos está en el Cielo, pues no fueron
    perseguidos por la justicia, única condicionante que
    Jesús dejó para merecerlo.

    No es bueno que dejemos, por otro lado, la
    contradicción que existe entre dos bienaventuranzas. Y es
    desde Mateo 5:10 leemos la primera:

    Bienaventurados los que padecen persecución
    por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
    Cielos.

    Para enterarnos de otra cosa desde el versículo 8
    desde donde se nos deja otra línea totalmente
    diferente:

    Bienaventurados los de corazón limpio, porque
    ellos verán a Dios.

    Muy bien. ¿Cuál de las dos es la que nos
    da todo el derecho para estar con Dios? ¿Cuál es la
    correcta línea a seguir?.

    Una de las dos está equivocada a menos que se
    compaginen y debamos ser criminales, ser perseguidos por el
    crimen o la fechoría cometida, no ser capturados y menos
    aún condenados; para luego de eso mantener y tener el
    corazón limpio.

    Es decir que el arrepentimiento no debe de existir en
    nuestro corazón y por lo tanto no sentir ninguna pena por
    aquello malo que hayamos cometido o hecho en contra del
    prójimo.

    Nada de eso debe de afectarnos.

    Si matamos, violamos, traficamos con drogas, cometemos
    la peor de las felonías y fechorías, si robamos, le
    negamos el pan al hambriento, estafamos al pueblo que dirigimos,
    si por una decisión política mueren miles de
    conciudadanos, y aún así podemos dormir
    tranquilamente y en nada nos afecta y podemos echarlo al olvido
    fácilmente –lo que nos permitirá tener el
    corazón limpio-, entonces sí que hay una innegable
    compaginación entre ambas bienaventuranzas.

    Entonces ambas están correctamente bien dichas
    por Jesús, el Maestro de la verborrea.

    ¡Jesús fue todo un sabio! ¡Sí
    señor!… ¡Olé!.

    No hay duda que en esto de venga a nosotros tu
    reino
    hay todavía mucha tela que cortar; pero con lo
    apuntado creemos haber cumplido más que suficiente con el
    cometido del comentario expresado.

    Partes: 1, 2

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