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¿Una mejor calidad ocupacional en los mercados laborales de la Argentina post devaluación?




Enviado por Agustín Salvia



     

     

    Abstract

    El presente artículo avanza sobre el análisis de las distintas formas de
    empleo y de
    desempleo,
    bajo la hipótesis de la vigencia de un mercado de
    trabajo
    segmentado en cuanto a sus rasgos estructurales y modos de
    funcionamiento. Busca un acercamiento que brinde mayores
    elementos de análisis con el objetivo de
    evaluar los cambios ocurridos en la "calidad ocupacional" durante
    el período 2003–2005. Este análisis considera
    las diferentes formas de inserción laboral, en
    términos de estabilidad, protección, cantidad de
    horas trabajadas e ingresos
    laborales y las diferentes formas de desempleo. La base de la
    información empírica fue elaborada a
    partir de la Encuesta
    Permanente de Hogares del INDEC, 3º trimestre de
    2003–1º trimestre de 2005.

    I.
    Presentación

    La vinculación entre los cambios estructurales y
    el deterioro de la situación social a fines del siglo XX
    en la Argentina, forman una idea fuerza
    ampliamente aceptada. Avala esta línea de diagnóstico una extensa literatura que describe el
    alcance del problema en términos de pobreza,
    desempleo, precariedad laboral y desigualdad en la distribución del ingreso. Entre sus causas
    funcionales, el problema tiende a ser explicado por la
    volatilidad económica que ha experimentado el país
    y la debilidad institucional del Estado. En
    cualquier caso, se reconoce como causa más estructural la
    falta de un proyecto
    estratégico de desarrollo
    capaz promover un crecimiento relativamente estable e integrar al
    país al escenario de una economía cada vez
    más globalizada. (1)

    En este contexto, la crisis del
    empleo resulta un fenómeno especialmente complejo cuya
    explicación –tal como destacan la mayoría de
    los trabajos de investigación– no se reduce a los
    cambios estructurales de la última década. Sin
    embargo, también es cierto que durante el programa de
    reformas estructurales –bajo el régimen de
    convertibilidad–, el deterioro del mercado de trabajo
    argentino alcanzó una virulencia significativa, afectando
    en forma global y cualitativa la estructura
    social del trabajo. (2) En términos de balance resulta
    evidente que el deterioro del empleo constituyó un rasgo
    característico tanto de las fases de crecimiento
    (1991–1994 y 1996–1998) como de crisis
    (1995–1996 y 1999–2000) a lo largo de la
    década del noventa. Este deterioro ha dejado en evidencia
    un mercado de trabajo heterogéneo en cuanto a su
    funcionamiento interno y a las demandas y oportunidades que
    genera. Por lo general, la literatura aborda el problema en
    términos de heterogeneidad sectorial (empleos en el sector
    formal o el sector informal), precariedad del empleo (empleos
    registrados y estables o empleos precarios o inestables), o
    calificación de los nuevos y viejos puestos demandados. En
    cualquier caso, la calidad del empleo creado constituye un
    indicador importante para evaluar el estado de
    situación y las tendencias emergentes.

    En este momento, la salida del modelo de la
    convertibilidad y el crecimiento
    económico ulterior a la crisis generan un conjunto de
    interrogantes relevantes en cuanto al actual comportamiento
    y las perspectivas que presenta el mercado de trabajo. ¿En
    qué medida la recuperación económica
    está implicando un cambio en el
    funcionamiento del mismo? ¿Qué alteraciones se
    están produciendo en términos de calidad del empleo
    y en la estructura del
    desempleo?

    El presente artículo avanza sobre estas preguntas
    analizando distintas formas de empleo y de desempleo, bajo la
    hipótesis de la
    vigencia de un mercado de trabajo segmentado en cuanto a sus
    rasgos estructurales y modos de funcionamiento. De este modo, se
    busca un acercamiento que brinde mayores elementos de
    análisis con el objetivo de evaluar los cambios ocurridos
    en la "calidad ocupacional" durante el período
    2003–2005. Este análisis considera:

    1) diferentes formas de inserción laboral,
    así como condiciones productivas e institucionales
    asociadas a cada inserción, en términos de
    estabilidad, protección, cantidad de horas trabajadas e
    ingresos laborales; y

    2) diferentes formas de desempleo, tales como el
    desempleo de tipo ‘friccional’ y la desocupación de tipo
    estructural.

    La información empírica fue elaborada a
    partir de los microdatos de las bases trimestrales de la Encuesta
    Permanente de Hogares del INDEC (Continua), correspondientes al
    período 3º trimestre de 2003 – 1º
    trimestre de 2005, para el total de aglomerados urbanos del
    país.

     

    II. El método
    utilizado para abordar la calidad ocupacional

    La literatura ha mostrado la importancia del trabajo
    como un factor que marca el proceso de
    formación de una identidad
    adulta y el modo de integración en la vida social. Por lo
    tanto, la imposibilidad de conseguir un empleo –o de
    perderlo en caso de contar con él– tiene un efecto
    negativo sobre la formación de la
    personalidad. En tal sentido, los estudios han demostrado que
    la situación de desempleo debilita tanto la
    integración social como la estabilidad psicológica,
    mostrando una asociación inversa entre el desempleo y el
    bienestar personal medido
    en términos de depresión,
    ansiedad y autoestima.
    (3)

    Ahora bien, los sectores de la población participan de la necesidad de un
    trabajo o empleo, ubicados en espacios económicos y
    sociales particulares, lo cual implica la existencia de muy
    distintas posibilidades de acceso a recursos y
    capacidades de realizar logros de desarrollo a partir del
    trabajo. Sobre esta desigual estructura de oportunidades, parece
    emerger una realidad social globalizada sometida a un proceso que
    opera en dos direcciones:

    a) un mayor desarrollo técnico puesto al
    servicio del
    desarrollo
    personal a favor de unos pocos privilegiados que pueden
    hacer del trabajo una fuente de realización personal;
    y

    b) una multiplicación de las economías
    de la pobreza en
    donde el trabajo
    es para una gran mayoría requisito de subsistencia y
    fuente de explotación o de auto explotación
    forzada. Estos procesos
    abren el escenario del trabajo a un estallido de mayores
    desigualdades en un orden social cada vez más
    polarizado. En este contexto, las sociedades
    modernas han procurado instalar el derecho universal de las
    personas a sostener y desarrollar su vida a través de un
    trabajo digno y estable. De esta manera, el trabajo ha pasado a
    ser materia de
    fomento, protección y regulación de los Estados.
    (4)

    En lo que respecta al caso argentino, son conocidos las
    diferenciales estructurales que presentan los distintos sectores
    sociales en cuanto a poder acceder
    a un empleo y, aun más, si de lo que se trata es de
    acceder a un trabajo de calidad a las normas nacionales
    e internacionales que regulan los derechos laborales. Por otra
    parte, es también conocida la vigencia de un complejo
    vector de condicionantes que atraviesan el mercado laboral,
    segregando las oportunidades de inserción y movilidad de
    la población según su particular posesión de
    capitales educativos y socio–culturales. (5) Al respecto,
    se ha puesto de manifiesto que se trata de un problema de tipo
    estructural, sobre el que muy poca incidencia han tenido las
    diferentes coyunturas de crecimiento económico y los
    variados formatos institucionales que asumieron las políticas
    económicas y sociales durante los últimos
    años (Salvia, 2004; 2005).

    ¿Cómo abordar esta segmentación en las oportunidades laborales
    que surge de la estructura social y se reproduce en los
    comportamientos e intercambios que establecen los agentes
    económicos y sociales? Si aceptamos que la economía
    tiene capacidad para generar distintos tipo de puestos de
    trabajo, entendiendo que esto conlleva a situaciones
    diferenciales para quienes los ocupan (baja o nula
    protección laboral y social, bajos salarios,
    inestabilidad), el problema de la calidad de los puestos
    generados y el tipo de desempleo existente, se convierte en un
    indicador de dicha segmentación. Para ello resulta
    útil distinguir diferentes segmentos ocupacionales a
    partir del comportamiento que registran algunas variables
    críticas del mercado de trabajo (empleo, protección
    social, salario, etc.).
    (6)

    Desde esta perspectiva, el mercado de trabajo puede ser
    representado a partir del funcionamiento de las condiciones,
    normas e instituciones
    sociales que rigen y estructuran espacios diferenciados dentro
    del conjunto de interacciones entre puestos y trabajadores. Sin
    duda, esta perspectiva sobre el problema toma distancia de los
    enfoques que suponen un mercado homogéneo, auto regulado y
    en donde el desempleo se define como "voluntario" y explicado por
    las expectativas sobrevaluadas de la mano de obra. Tomando en
    cuenta estas consideraciones, no parece recomendable evaluar los
    cambios en el nivel y la calidad del empleo a través de
    los indicadores
    tradicionales sobre el mercado laboral (actividad, empleo,
    desocupación, subocupación). En el mejor de los
    casos, tales variables pueden dar cuenta de tendencias generales,
    pero no de las diferentes formas y comportamientos que puede
    presentar el mercado laboral. La simple y directa
    aplicación de estos indicadores no permite efectuar
    distinciones con relación al tipo empleo generado, ni en
    cuanto al avance o retroceso del desempleo estructural y de los
    segmentos primarios o secundarios del mercado laboral. Estas
    limitaciones nos han llevado a ampliar la noción de
    problemas de
    empleo procurando medir con mayor detalle la "calidad
    ocupacional" que genera el desenvolvimiento económico y
    social al interior del mercado de trabajo. En función de
    estas preocupaciones se ha procedido a identificar una serie de
    categorías ocupacionales de empleo y desempleo que
    permiten analizar con mayor detalle la compleja situación
    del mercado laboral argentino de un modo alternativo al modo
    tradicional. Tal clasificación busca constituirse en una
    aproximación a la segmentación laboral, buscando
    diferenciar formas de empleo o de desempleo distintas –en
    términos de tipo y calidad–. Este procedimiento no
    implica sostener la desvinculación de los segmentos del
    mercado de trabajo y las formas precarias o marginales de empleo
    con respecto a los sectores económicos, pero sí, al
    menos, busca no ligarlas por definición a un sector
    determinado (p.e. formal o informal, tradicional o
    dinámico, público o privado, etc.).

     

    Para este trabajo, la "calidad ocupacional" se
    definió en términos operativos a través de
    clasificar la actividad económica principal de la
    población económicamente activa –ampliada por
    la población laboralmente desalentada–,
    distinguiendo distintas calidades de empleo y tipos de
    desempleo:

    a) En primer lugar, se ha identificado a los empleos
    que se realizan en el segmento más modernos y
    dinámico del mercado de trabajo, siendo los mismos de alta
    calidad por contar con estabilidad, ingresos por sobre los
    mínimos de subsistencia, aportes a la seguridad
    social y protección legal (empleos en el segmento
    primario).

    b) En segundo lugar, se reconoce una importante
    porción de empleos que se desarrollan en el segmento
    más atrasado, escasamente regulado y más
    competitivo del mercado de trabajo. Se trata de empleos sin
    protección legal ni social, trabajos con ingresos por
    debajo de las necesidades de subsistencia, o incluso,
    subocupaciones que se desarrollan en el marco de los programas de
    empleo público (empleos en el segmento
    secundario).

    c) Por otra parte, al interior del desempleo, se ha
    clasificado en primer lugar a aquellos desocupados que registran
    menor tiempo de
    desempleo, tengan o no experiencia laboral anterior, con alta
    probabilidad
    de ser el mismo un empleo de tipo friccional (desempleo
    reciente).

    d) Por último, se ha identificado aquellos
    desocupados que registran un mayor tiempo de desempleo o que, si
    bien desean trabajar, no buscan empleo porque no creen poder
    encontrarlo (desempleo estructural).

    El cuadro anterior brinda las definiciones operativas
    utilizadas para delimitar cada segmento o categoría de
    análisis:

      

    I

     

    II. El contexto actual: crecimiento económico
    y crecimiento del empleo

    Durante la última década del siglo pasado
    la Argentina conoció la implementación de un
    conjunto de reformas estructurales que acompañaron la
    estrategia
    macroeconómica centrada en una fuerte apertura comercial
    con el sostenimiento del tipo de cambio
    en paridad al dólar norteamericano. Con el correr de los
    años –y sin desconocer fuertes altibajos– el
    modelo mostró ser inviable, desencadenando la crisis del
    período 2001–2002, con un saldo de pérdidas y
    deterioro económico–social de magnitud inusitada
    para el país. Después del shock devaluatorio
    inicial del período, el desarrollo de una política fundada en
    el tipo de cambio depreciado y un alto superávit fiscal parece
    haber introducido un nuevo escenario macroeconómico con
    crecimiento del producto y del
    empleo a tasas importantes. En efecto, un incremento promedio del
    PBI del 8% anual durante tres años consecutivos se
    entiende bajo la lógica
    de la protección del mercado interno a través de la
    preservación del tipo de cambio real a valores
    superiores a los previos a la devaluación. Este
    instrumento ha permitido mantener bajos los costos laborales
    fuertemente depreciados –a pesar de los aumentos a los
    salarios mínimos y otras medidas distributivas– y
    mejorar la competitividad
    de sectores productores de bienes
    transables. Todo lo cual ha dado un fuerte impulso a la demanda
    laboral, sobre todo inicialmente, en base a la amplia capacidad
    ociosa generada por el prolongado estancamiento de la
    economía durante los años anteriores.

    Pero si bien las condiciones indicadas contribuyen a
    definir un ciclo económico favorable, la heterogeneidad
    estructural del mercado de trabajo y la segmentación que
    registra la estructura de oportunidades laborales hacen prever la
    vigencia de un problema no totalmente resuelto por el crecimiento
    económico. (7) Esta tendencia parece manifestarse en la
    desaceleración que en la actual coyuntura parece
    experimentar la creación de empleo, la cual no se explica
    por una disminución en el nivel de la actividad, sino por
    la caída significativa que se observa en relación a
    la elasticidad
    empleo–producto

    El crecimiento económico es el factor que explica
    el aumento sostenido del empleo total y la caída de los
    niveles de desempleo. Sin embargo, la recuperación post
    devaluación no ha tenido un efecto constante sobre la
    demanda de empleo. Tal como se puede apreciar en el Cuadro 1, la
    expansión inicial de la producción se ha basado en un uso intensivo
    del capital fijo
    existente, traduciéndose esto en un fuerte incremento de
    la elasticidad empleo–producto.

    Así, mientras que a mediados del año
    pasado el empleo crecía a un 0,70 por cada punto
    porcentual de aumento del PBI, en el último período
    la elasticidad fue de 0,27 señalando que por cada punto de
    crecimiento de la economía se crean actualmente menos
    puestos de empleo que el año último. (8) Ahora
    bien, en la medida que parece alcanzarse en los distintos
    sectores una tasa de crecimiento ‘sostenible’, la
    elasticidad empleo–producto tiende a retornar los niveles
    históricos asociados a la estructura productiva argentina
    (Feliz y Pérez, 2005).

    Debemos contemplar además el hecho de que la
    competitividad en los sectores transables se ha sustentado en el
    ajuste de los precios
    relativos de los factores, como resultado de la
    devaluación más que en incrementos de productividad.
    Esta situación obliga a mantener un tipo de cambio real
    depreciado. De forma tal que, no obstante los incrementos en los
    salarios mínimos dispuestos por el gobierno, parece
    difícil esperar una recomposición mayor de los
    ingresos. (9) Se deriva de esto, que la recuperación de la
    situación social a nivel del comportamiento de las
    variables del mercado de trabajo dependerá más de
    la continuidad en el crecimiento de la ocupación que del
    crecimiento de los salarios. Este panorama configura un escenario
    complejo, tomando en cuenta el relativo agotamiento que ha
    comenzado a registrar la creación de nuevos empleo;
    así como también frente a la imposibilidad de
    reorientar el superávit fiscal destinado al pago de los
    compromisos de la deuda
    publica.

     

    III. La calidad ocupacional
    en la Argentina post devaluación

    A continuación se exponen los resultados de
    aplicar las categorías definidas para evaluar la calidad
    ocupacional y la segmentación del mercado de trabajo. Para
    ello, se analizan los cambios netos y las variaciones absolutas
    experimentadas por la población económicamente
    activa de los principales aglomerados urbanos entre el tercer
    trimestre de 2003 y el primer trimestre del 2005 –a partir
    de las bases de datos y
    proyecciones de población de la EPH–INDEC (EPH
    Continua)–. El análisis pone en evidencia algunas
    situaciones y tendencias destacables del nuevo escenario
    económico y ocupacional post
    devaluación.

     

    Cambios en la
    participación relativa de la fuerza de trabajo en el
    mercado laboral

    Cabe presentar los cambios que se observan en la
    participación relativa de los diferentes segmentos de
    empleo y tipos de desempleo a lo largo del período que va
    del 3º trimestre 2003 al 1º trimestre 2005, en todos
    los casos, correspondiente al total de las áreas urbanas
    relevadas por la EPH (Cuadro 2). Tal como se esperaba, la
    participación del desempleo fue cayendo al tiempo que fue
    creciendo la participación del empleo. Pero es la
    desagregación de esta información la que muestra datos relevantes
    con referencia a los cambios experimentados al interior de los
    segmentos del mercado de trabajo y la estructura del
    desempleo.

     

     En primer lugar, se destacar una reducción
    de la participación vinculada a situaciones de empleo
    propias del segmento secundario (del 43% al 40%), a la vez que un
    aumento de la participación del empleo en el segmento
    primario del mercado de trabajo (del 38% al 45%). Sin embargo,
    constituye un dato importante la marcada heterogeneidad
    estructural que continúa presentando el mercado laboral, y
    esto, incluso, a pesar del retroceso que han observado el
    desempleo durante el período. En efecto, si bien la
    situación general ha experimentado una mejora, no puede
    escapar al análisis que en el primer trimestre de 2005
    más de 8 millones de personas de áreas urbanas (52%
    de población económicamente activa –ampliada
    por los desocupados desalentados–) continúa
    presentando problemas de empleo. Estos problemas refieren a
    situaciones de desocupación estructural, trabajo con
    ingreso por debajo de la canasta familiar de indigencia y empleo
    precario (desempleo estructural y empleos en el mercado laboral
    secundario).

    En segundo lugar, corresponde señalar que son los
    grupos con
    situación ocupacional deficitaria donde se registra
    más claramente el comportamiento dual que ha que a seguido
    el mercado laboral durante el reciente ciclo de
    reactivación, ya que si bien la expansión de la
    demanda genuina permitió un incremento del empleo y una
    reducción de la desocupación total, dicho
    comportamiento no alcanzó a la población más
    afectada por los problemas de empleo. En efecto, si bien con la
    reactivación creció el empleo pleno en el segmento
    primario (haciendo retroceder el subempleo de calidad y el
    desempleo de tipo más friccional), la participación
    relativa del desempleo estructural, el desaliento y el empleo
    precario casi no varió. En este sentido, cabe destacar que
    la proporción de personas que desean trabajar pero no
    buscan activamente un empleo por considerar que no lo van hallar,
    se ha mantenido a lo largo de la serie en valores que
    fluctúan entre el 2,5% y 3,1%; mientras que el desempleo
    de larga duración (mayor a un año), que empezaba a
    mostrar signos de
    disminución en el total de la actividad a mediados del
    2004, recuperó posiciones en la última medición alcanzando al 9% de la
    población económicamente activa.

    En tercer lugar, habiendo descrito el comportamiento
    general del mercado laboral y su incidencia que en el
    mejoramiento de los indicadores de empleo, cabe preguntarse sobre
    el papel que los sectores tuvieron en el desarrollo de esta
    dinámica. En este caso, distinguiendo entre
    agentes del sector privado y público (básicamente
    el estado en sus distintos ámbitos de gobierno), se
    observa un aumento en la participación tanto del empleo
    pleno como del empleo precario en las respectivas estructuras
    sectoriales del empleo (Gráfico 1). En contrapartida, tuvo
    lugar al parecer una retracción en la participación
    de los ocupados en programas de empleo (con especial incidencia
    en el empleo en el sector
    público) y de los ocupados en los trabajos de
    indigencia (con mayor incidencia en el sector privado). En el
    primer caso, como consecuencia del aumento general de la demanda.
    En el segundo, como consecuencia del aumento que registraron las
    remuneraciones
    mínimas determinadas por el gobierno, tanto en el sector
    público como en el sector privado asalariado formal,
    aunque con incidencia también en el sector informal de la
    economía (Frenkel, 2004).

     

      

    En este punto, cabe agregar que mientras el 63% del
    empleo público se localiza actualmente en el segmento
    primario, sólo el 50% del empleo en el sector privado
    presenta esta característica. De esta manera, si bien el
    sector público (nacional, provincial o municipal)
    concentra el 24% del total del empleo (incluyendo los planes de
    empleo), participa del 28% del total del empleo de mayor calidad,
    contra un 76% y un 71% por parte del sector privado
    respectivamente.

    Hasta aquí, si bien se ha mostrado altamente
    positiva la evolución del empleo y del desempleo, el
    nivel que alcanzan los problemas laborales y de desempleo
    estructural que aún subsisten, y su particular
    concentración en el mercado secundario, llevan a pensar
    que los mismos no constituyen un problema transitorio, ni mucho
    menos factibles de ser resueltos por el simple crecimiento
    económico.

     

    Tendencias y sesgos en la
    evolución de la calidad ocupacional

    Tal como se puede observar en el CUADRO 3, el fuerte
    crecimiento inicial del empleo en el período de
    reactivación comienza a retraerse a partir del segundo
    semestre de 2004. Un análisis de las variaciones
    interanuales (10) para los dos últimos trimestres de 2004
    y el primer trimestre de 2005, deja en evidencia que el
    crecimiento de oferta de
    fuerza de trabajo urbana ha pasado a ser inferior que el
    crecimiento demográfico de la población, y que la
    tasa de crecimiento del empleo ha ido cayendo, así como
    también siendo menor la caída del desempleo. A
    pesar de ello, el crecimiento económico ha permanecido
    elevado y constante. Ante esta paradoja, ¿en qué
    medida la recuperación económica está
    implicando un cambio sustantivo en el funcionamiento del mercado
    de trabajo?

     

    Para aproximar una respuesta a esta pregunta, el CUADRO
    4 resume los diferentes comportamientos que han experimentado las
    distintas calidades ocupacionales (durante los dos últimos
    trimestres de 2004 y el primer trimestre de 2005), incluyendo las
    distintas formas de empleo y tipos de
    desocupación.

     

     

    En primer lugar, cabe constatar un incremento
    –aunque decreciente– del empleo en el segmento
    primario del 13%, 8% y 9%, en los tres trimestres considerados.
    Este comportamiento se explica fundamentalmente a partir del
    aumento constante que experimentó el empleo pleno. Esta
    tendencia habría estado relacionada con una mayor
    extensión de la jornada laboral entre los ocupados
    parciales (lo cual explica la caída del empleo parcial),
    así como también por una positiva –pero cada
    vez menor– absorción de desocupados de corto plazo y
    nuevos trabajadores. De esta manera, la mayor ocupación de
    la capacidad instalada estaría poniendo un freno al
    crecimiento dinámico del segmento primario. Esta primera
    descripción concuerda con el comportamiento
    ‘regular’ que se asocia al funcionamiento del mercado
    de trabajo en tanto que, frente a una expansión de la
    demanda puede esperarse como primera media –con respecto a
    la utilización de la fuerza de trabajo– una
    extensión en la jornada laboral (reducción del
    empleo parcial), y en segundo término la expansión
    de los puestos de trabajo.

    Durante el mismo período, la tasa de crecimiento
    del empleo en el segmento secundario del mercado laboral
    pasó a ser levemente negativa (–4%) en el
    último trimestre, aunque estas variaciones ocultan en
    realidad dos comportamientos divergentes. Por una parte, una
    caída importante de la población afectada por
    programas de empleo, la cual fue siendo absorbida por empleos
    tanto en el segmento primario como secundario. Por otra parte, un
    crecimiento neto del resto de los empleos del segmento
    secundario, sea por trabajos de indigencia (durante el segundo
    semestre de 2004), o por empleos precarios (sobre todo en el
    primer trimestre de 2005). (11)

    Por otra parte, el análisis al interior de la
    desocupación también muestra dos comportamientos
    distintos. Si bien se observan caídas generales a nivel
    del desempleo, e importantes en las dos categorías del
    desempleo reciente, las variaciones en cuanto al desempleo
    estructural y el desaliento experimentan un comportamiento
    más inestable y con reducciones mucho más bajas.
    Por otra parte, la mencionada tasa de crecimiento negativo del
    desempleo reciente tendió a retraerse al final del
    período, muy probablemente acompañando la
    reducción que experimentó el empleo a nivel general
    y el empleo en el segmento primario en particular.

    En términos generales, esta evolución da
    cuenta tanto de las bondades del crecimiento económico,
    como de la dualidad existente en el mercado de trabajo. Por una
    parte, es evidente que la recuperación económica
    estuvo relacionada con un crecimiento general del empleo, el cual
    si bien tuvo en buena parte como destino el segmento primario, no
    dejó tampoco de generarse nuevos empleos de baja calidad
    en el segmento secundario. Asimismo, destaca la particular
    resistencia que
    ofrecieron los mercados en cuanto a absorber desocupados
    estructurales; a la vez que el desempleo reciente parece ser
    particularmente sensible a las variaciones que va experimentando
    el segmento primario. (12)

    El tipo de evidencia presentada también permite
    elaborar una aproximación al comportamiento de los
    sectores público o privado con relación a la
    generación de demanda de empleo, para analizar desde
    ahí cual de los agentes tradicionales se mostró
    más dinámico en la recuperación de la
    ocupación, así como el tipo de empleo generado
    (Cuadro 5).

     

     

     Al respecto, la variación interanual del
    empleo por segmento y sector de inserción muestra una tasa
    de crecimiento negativo del empleo por parte del sector estatal y
    un incremento a tasas elevadas pero decrecientes por parte del
    sector privado. En tal sentido, cabe inferir un relativamente
    importante desplazamiento de trabajadores del sector
    público al sector privado. Esta ‘tendencia
    negativa’ del empleo público parece estar explicada
    principalmente por la caída sistemática de los
    empleos los empleos asistidos y de bajos ingresos. En
    contrapartida a esto, el empleo pleno encuentra un incremento
    entre el tercer trimestre del 2004 (2,9%) y el primero de 2005
    (16,9%). Sin embargo, también se observa en el
    último trimestre un particular aumento del empleo precario
    (40%).

    Por otra parte, la expansión del empleo privado
    tuvo como principal factor el incremento de la demanda del
    segmento primario vinculado al empleo pleno. Es relevante
    observar que este incremento, aunque significativo, mantuvo tasas
    decrecientes a lo largo del período (25%, 22% y 20%). Este
    proceso estuvo acompañado por una caída del empleo
    parcial, lo cual –tal como se ha mencionado antes–
    podría explicarse por un incremento de las horas de
    trabajo, dando fin a una etapa de crecimiento basada en el
    aprovechamiento de la capacidad instalada.

    En cuanto al segmento secundario del empleo, el mismo
    tuvo un crecimiento positivo durante los dos primeros trimestres
    (como expresión del aumento absoluto en los ocupados en
    empleos precarios y en trabajos de indigencia). Sin embargo, esta
    tendencia se revierte durante el primer trimestre de 2005,
    fundamentalmente asociada a la caída de los trabajos de
    indigencia.

     

    IV.
    Conclusiones

    A modo de resumen puede decirse que el comportamiento
    positivo que siguió el mercado de trabajo durante estos
    dos últimos años se entiende en la evolución
    que siguieron sus componentes mas dinámicos: incremento de
    demanda de empleo en el segmento primario y reabsorción de
    fuerza de trabajo con mayor calificación y empleabilidad,
    relegando principalmente en su expansión a aquellos
    desocupados en situación de desempleo estructural (con
    más de un año de búsqueda o con desaliento
    laboral).

    Parte de este comportamiento puede entenderse en el
    hecho de que el principal demandante de empleo fue el sector
    privado, presentando el sector público una tasa de
    crecimiento negativo, como efecto esperado de un importante
    desplazamiento de fuerza de trabajo hacia el primero. En este
    marco, el sector estatal registra en el último trimestre
    una desaceleración en el crecimiento del empleo pleno y
    una mayor expansión del empleo precario, manteniendo
    cerrado el ingreso a ocupaciones de baja calidad. Por otra parte,
    a lo largo de todo el período se observa un aumento
    importante –aunque con tendencia decreciente– por
    parte del empleo pleno a nivel general y en el sector privado en
    particular.

    En forma paralela, el empleo en el segmento secundario
    del mercado de trabajo –sobre todo en el sector
    privado– no sólo no decreció, sino que
    mantuvo una tasa moderada de crecimiento durante el segundo
    semestre de 2004. Su primera caída tuvo lugar en el primer
    trimestre de 2005. En términos generales, se observa un
    caída fuerte de los trabajos de indigencia, compensado
    –por desplazamiento– por un aumento significativo de
    los empleos precarios.

    En buena medida, los empleos precarios o de indigencia y
    la desocupación estructural, han sido las
    categorías menos favorecidas por las perspectivas
    económicas y su impacto sobre los empleos de calidad. Esto
    ocurre al mismo tiempo que se mantiene –aunque con
    tendencia decreciente– la creación de empleos
    plenos, teniendo esto como contrapartida la caída de los
    empleos parciales y el desempleo de tipo friccional.

    A las pregunta inicial sobre ¿en qué
    medida la recuperación económica está
    implicando un cambio real en el funcionamiento del mercado de
    trabajo?, cabe responder que a pesar de las bondades del proceso
    económico en materia de demanda de empleo pleno,
    todavía nada es definitivo. En realidad, no hay evidencias
    para suponer que este modelo de crecimiento esté alterando
    el funcionamiento segmentado del mercado de trabajo. Por el
    contrario, todo hace inferir que dicho funcionamiento se mantiene
    vigente aunque con una fuerte presión
    por parte del segmento más dinámico del mercado en
    cuanto a poder disponer de fuerza de trabajo en condiciones de
    empleabilidad. Para ello, el segmento primario parece recurrir a
    los sectores más vinculados al mercado laboral y nuevos
    trabajadores calificados. Por ahora, el núcleo más
    dinámico del capitalismo
    argentino sólo requiere la mitad de la fuerza de trabajo
    disponible.

    Si esta tendencia se confirma, cabe advertir que poco
    puede hacer por sí solo el crecimiento del empleo pleno en
    cuanto a lograr un cambio sustantivo en la sostenida
    polarización que presenta la estructura social del
    trabajo. Ante esta situación, la respuesta a este problema
    ya no debería buscarse en al tasa de crecimiento
    económico sino en las condiciones estructurales del
    funcionamiento del sistema
    económico y de las instituciones políticas,
    sociales y laborales.

     

    Notas:

    * Publicado en Lavboratorio/n line. Revista de
    Estudios Sobre Cambio Social, año VI, número 17-18.
    Otoño/Invierno 2005, ISSN: 1515–6370 – Instituto de
    Investigaciones Gino Germani. Facultad de Ciencias
    Sociales. Universidad de
    Buenos Aires,
    Argentina. [http://www.catedras.fsoc.uba.ar/salvia/lavbo.htm]

    1. A la luz de la
    investigación histórica, si bien parte del
    deterioro se vincula con las políticas emprendidas durante
    los noventa, tal situación corresponde ser ubicada en el
    contexto más amplio de la decadencia que durante
    más de 30 años caracterizan al capitalismo
    argentino. Este diagnóstico presenta amplia coincidencia
    desde programas y espacios de investigación que sostienen
    paradigmas
    divergentes, tales como FIEL (2001), PNUD–Argentina (PNUD,
    2002), el Observatorio de la Deuda Social – UCA (Salvia, A.
    y Tami, F., 2004), PIETTE–CEIL (Neffa, Battistini, Panigo y
    Pérez, 1999), OIT–MTESS (A. Monza, 1995), UNGS
    (Altimir y Beccaria, 1999); CEDLS (Gasparini, 2005). En igual
    sentido, los hallazgos y las conclusiones alcanzadas por Grupo Cambio
    Estructural y Desigualdad
    Social del Instituto de Investigaciones Gino Germani
    (FCS/UBA) (Salvia, 2005).

    2. De todos modos, cabe no perder de vista que se trata
    de un problema cuyas causas no son sólo imputables a
    condiciones endógenas sino también a factores y
    cambios que han operado a nivel internacional.

    3. Un estudio concluyente en este sentido es el de
    Donovan, A., Oddy, M., Pardoe, R. y Ades, A. (1985).
    También se pueden consultar el clásico estudio de
    Eisenberg y Lazarsfeld (1938), así como Jahoda M.
    (1987).

    4. En esta línea, la
    Organización Internacional de Trabajo ha propuesta
    umbrales mínimos para alcanzar un trabajo decente (1999).
    De esta manera la OIT ha planteado en su agenda como principal
    desafío institucional la defensa y procura del derecho a
    un trabajo decente. Esta noción ha quedado definida como
    el derecho a un empleo en condiciones cualitativas de dignidad
    personal, ingresos, seguridad social
    y justicia
    distributiva acordes al nivel nacional o regional bajo
    consideración.

    5. Para mayores antecedentes y presentación de
    evidencias sobre estos tema en el marco del programa del
    Observatorio de la Deuda Social Argentina, ver Boso et al (2003);
    Lépore, S. et al (2003); Lépore, E. et al (2004);
    Salvia y Rubio (2003); Salvia (2003, 2004); Boso y Salvia
    (2005).

    6. Se siguen los criterios desarrollados por la escuela
    institucionalista norteamericana. Para algunos de sus autores, el
    estudio de los mercados de trabajo como ámbitos
    estructurados por segmentos distintos parte de reconoce la
    calidad de los puestos de trabajo que se ofrecen en cada uno: el
    sector primario con salarios relativamente elevados, buenas
    condiciones de trabajo, estabilidad, cierta regulación de
    la carrera profesional mediante procedimientos
    establecidos; en oposición a un sector secundario con
    salarios peor pagados, condiciones de trabajo poco optimas,
    relaciones jerárquicas informales, inestabilidad de empleo
    y elevada rotación con consecuencias de caídas
    reiteradas en el desempleo (Piore, 1983).

    7. Al respecto, cabe llamar la atención que la actual situación
    socio–económica, comparada con el período
    anterior a la crisis del 2001–2002, da cuenta de un
    déficit persistente en cuanto a una serie relevante de
    indicadores de bienestar y progreso social. En términos de
    balance, los niveles de desempleo, pobreza y distribución
    desigual del ingreso, si bien presentan mejoras relativas con
    respecto a la crisis de la Convertibilidad, no logran
    todavía alcanzar los valores de
    la recuperación postequila previos a 1998.

    8. Un crecimiento equivalente entre el producto y el
    empleo (elasticidad cercana o igual a 1), describe la
    expansión de empleos de baja productividad; por lo tanto
    la caída de este indicador cuando se sostienen las tasas
    de crecimiento del PBI puede estar señalando –en un
    contexto de el aumento del peso de los empleos en el sector
    formal– una mejora en la calidad del empleo como
    contrapartida la desaceleración del crecimiento del empleo
    total (SEL, 2005a).

    9. Un reciente informe del SEL
    describe como a pesar de la expansión reciente, "la masa
    salarial real apenas ha logrado recuperar el nivel
    pre–devaluación la actividad económica, en
    cambio, es 21% más alta. La ratio entre la
    evolución de la masa salarial y del PIB, con base
    100 en el cuarto trimestre de 2001, tiene en la actualidad un
    valor de 85".
    A nivel de los costos laborales esto se traducen un que el mismo
    se encuentra un 13% más bajo para el promedio de la
    economía y en un 26% por debajo para los sectores
    transables, para el mismo período. (SEL, 2005b:
    3)

    10. El análisis de las variaciones trimestrales
    interanuales (desnacionalizadas) de la población absoluta,
    en sus distintas categorías, constituye la medida
    más ajustada y adecuada para evaluar las tendencias que
    han operado al interior de la estructura social del
    trabajo.

    11. La caída en el primer trimestre de 2005 de
    los trabajos de indigencia tiene que ver con el aumento fijado a
    las remuneraciones mínimas, con impacto sobre los empleos
    en el segmento secundario del empleo (lo cual explica el aumento
    de los empleos precarios).

    12. Si bien este tipo de dato no permite imputar
    tránsitos entre situaciones ocupacionales, se puede
    establecer la hipótesis de que son los trabajadores de
    corto plazo y los nuevos integrantes jóvenes con mayor
    calificación quienes están en mejores condiciones
    de ocupar los nuevos puestos en el segmento primario. Evidencias
    en tal sentido ofrecen los estudios sobre desplazamientos
    ocupaciones en base a datos longitudinales (Persia, 2005 y
    Fraguglia, 2005).

     

    Bibliografía

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      Discusión Intensiva de Investigaciones, Programa de
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    • Salvia y Tami (coord.) (2004): Barómetro de la
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      Departamento de Investigación Institucional, Instituto
      de Integración del Saber, UCA, Bs. As.
    • SEL Consultores (2005a), "El empleo en el II
      trimestre: buenas noticias y
      otras no tanto", Newsletter sobre la situación laboral y
      social de la Argentina, www.selconsultores.com.ar.

     

    – Agustín Salvia : Investigador CONICET.
    Coordinador del Grupo Cambio Estructural y Desigualdad Social
    en el Instituto de Investigaciones Gino Germani – UBA e (CEyDS)
    investigador jefe del Observatorio de la Deuda Social Argentina
    / UCA. e-mail:

    – Luciana Fraguglia: Becaria CONICET. Integrante
    del Grupo CEyDS. e-mail:

    – Ursula Metlika: Lic. En Sociología, Mg. Maestría en
    Diseño y Gestión de Políticas y Programas
    Sociales (en curso) FLACSO. Integrante del Grupo CEyDS.
    e-mail:

     

    Agustín Salvia // Luciana Fraguglia //
    Ursula Metlika

     

     

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