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Algo sobre la historia del comercio y los negocios



    Conferencia Eafit. Febrero
    24-2006.
    Especialización en Costos y Finanzas.

    1. Definiciones
      básicas
    2. Introducción
      necesaria
    3. La cultura del
      comercio
    4. Las civilizaciones
      productivas
    5. El comercio por el
      Mediterráneo
    6. El libro de los
      números
    7. Los limes
      romanos
    8. La ruta de la seda y las
      especias
    9. Los
      Condottieri
    10. Los
      portugueses
    11. Las cartas de Relación de
      Hernán Cortés y el comercio con
      América
    12. La revolución industrial,
      la producción en serie y los grandes
      negocios
    13. Los mercados
      modernos
    14. Los nuevos negocios, la era
      digital

    Definiciones
    básicas:

    Comercio: del latín Commercium,
    cum (con) merx (mercancía).

    -Actividad económica que consiste en realizar
    operaciones
    comerciales, como la compra, la venta o el
    intercambio de mercancías o de valores, para
    obtener beneficios.

    -Tienda, almacén o
    establecimiento dedicados a la venta o a la compraventa de
    productos al
    público.

    -Conjunto de los comerciantes, especialmente si
    conforman un ramo. En economía recibe el
    nombre de cártel.

    -Relación y trato, en ocasiones ilícitos,
    entre personas.

    Negocio: del latín Negotiun
    (actividad, quehacer). Es la negación del ocio.

    -Ocupación, operación o actividad de las
    que se espera obtener un beneficio económico.

    Gestión
    y realización de operaciones comerciales, especialmente de
    compra, venta o intercambio, para obtener beneficios.

    -Beneficio, provecho o interés
    obtenidos a partir de actividades comerciales.

    -Establecimiento o local en el que se
    comercia.

    -Ocupación o asunto.

    Nota: es innecesario el uso del anglicismo
    business.

    Introducción
    necesaria
    :

    Me gusta definir de que se trata el tema de lo que
    hablo. La definición correcta de las palabras que
    construyen un tema permite no equivocarse y evitar
    especulaciones. La definición hace que la palabra sea esa
    de que se trata y no otra. Y, además, permite la construcción con base en una idea adecuada.
    Baruj Spinoza, el gran filósofo sefardí (que
    negociaba con lentes), sostenía que ideas adecuadas
    (ciertas) llevan a nuevas ideas adecuadas.

    En hebreo, la palabra davar, significa cosa y a
    la vez palabra. O sea que, cuando hablamos, debido a que las
    palabras son cosas que entran en la fase del intercambio,
    comerciamos y, si hablamos bien, negociamos bien porque las cosas
    (las palabras) tienen su valor exacto
    cuando expresan lo que realmente son. Creo que esta es la
    función
    del lenguaje
    social. Por esto he definido las palabras comercio y
    negocio.

    También debo aclarar la palabra Algo, que
    es la parte de un todo y a la vez un todo mismo relacionado con
    otros algos. Así que en esta conferencia
    hablaré de algo sobre la historia del comercio y el
    negocio. Y digo algo, porque la historia del comercio y el
    negocio es la gran historia de la humanidad, la más
    extensa y permanente. Y la más importante en las
    relaciones productivas del hombre.
    Así que sería torpe decir que hablaré de la
    historia del comercio y del negocio. Mejor, hablare de
    algo sobre estos dos acontecimientos. Y no pienso ser
    moral, o sea
    que ni defiendo ni acuso. Esto le corresponde a otros y no a los
    escritores.

    La cultura del
    comercio
    :

    La tarea de Adán, una vez fue expulsado del
    Paraíso, ese sitio mítico en el que sólo se
    ejerce el ocio, fue la de nombrar las cosas que habían en
    la tierra, en
    el afuera y en el adentro. Por la Biblia, en el Antiguo
    Testamento, nos informamos sobre el uso que le dio Adán al
    inventario de
    la creación que ya había hecho D-s.
    Pastoreó, se multiplicó, permitió que sus
    animales
    domésticos se criaran en buenas condiciones. Abel su hijo,
    se dedicó a la agricultura.
    Caín, a la conducción de animales. Y supongo que
    Eva se dio a las tareas del hogar (al oikos, de donde proviene la
    palabra economía), a fin de usar bien lo que le
    proveían el marido y los hijos. Ya, cuando Caín
    mata a Abel, aquel se marcha al oriente y sus descendientes
    trabajan los metales y
    construyen instrumentos
    musicales.

    En la Biblia (que es un recurso antropológico
    importante en la historia occidental), desde el primer libro se
    manifiesta la existencia del trabajo. Pero
    no como un castigo, como se ha querido dar a entender, sino como
    una actividad económica.

    Y es claro, como lo demuestra la arqueología, que
    los primeros grupos humanos
    entendieron que los excedentes de producción (la reproducción del ganado, la cosecha
    sobrante, lo nacido de la especialización en un oficio,
    etc.) necesitaban ser intercambiados, es decir, comercializados
    con otros grupos.

    Sólo en el idealismo
    ecológico se habla de comunidades autosuficientes,
    parecidas a las de los anacoretas, esos hombres que vivieron en
    el desierto alejados de cualquiera otro de su misma
    especie.

    De igual manera, en el Antiguo Testamento se habla del
    desarrollo
    sostenible. La palabra justicia
    está determinada como el uso debido de algo, su rentabilidad
    estimada y, paralelamente al uso, su conservación para que
    la próxima generación haga lo mismo.

    Si le quitamos al Antiguo Testamente su carácter sagrado o tomamos su contenido
    como algo relativo al trabajo con sentido de rentabilidad, es
    decir como un oficio de hombres libres (como lo entienden los
    calvinistas y los judíos), encontramos que allí se
    enseña a comerciar y a tener negocios, pero
    no para explotar o engañar al otro sino para que la
    comunidad
    crezca. Los libros del
    Antiguo Testamento establecen los principios del
    nosotros y no del yo salvaje que ahora nos caracteriza. O
    sea que se plantea la esencia del negocio inteligente, que no es
    el de lograr una gran riqueza de una vez sino el de obtener
    resultados beneficiosos todo el tiempo. Esto
    para no entrar en crisis.

    La cultura del comercio y el negocio, nace entonces de
    dos puntos básicos: el excedente de producción (lo
    que no uso de lo que hago porque ya estoy abastecido) y el
    negocio, la mejor manera de obtener beneficios del intercambio.
    Esta cultura es propia de todos los pueblos que utilizaron bien
    las ventajas comparativas de su territorio. O, como dice Georg
    Willhelm Friedrich Hegel, el
    filósofo alemán, encontraron la noción (el
    inicio de la razón), es decir, supieron que algo de la
    realidad existente afuera podía ser
    transformado.

    En este punto se diferencian los pueblos comerciantes de
    los pueblos ladrones. Los primeros entendieron que podían
    transformar la naturaleza,
    los segundos tuvieron que robar porque no llegaron a este
    entendimiento. Los segundos fueron esclavos, los primeros
    libres.

    Primera idea: la cultura del comercio y el
    negocio aparece en las comunidades productivas en las que
    la moral no es
    otra cosa que una buena costumbre para desarrollar un territorio
    sin dañarlo.

    Las civilizaciones
    productivas
    :

    Cuando hablamos de la cultura de occidente nos tenemos
    que referir a lo que se llamó la Media luna
    fértil
    . Este espacio estaban conformado por que lo hoy
    ocupan Irán, Irak, la costa
    de Palestina y Egipto.
    Allí comenzó nuestro proceso
    cultural debido precisamente a la fertilidad del
    territorio.

    Ríos como el Tigres y el Eufrates que le dan el
    nombre a la Mesopotamia
    (meso-pótamos, entre ríos) y el rio Nilo, que cada
    año inundaban las vegas, permitieron que los hombres que
    allí se habían establecido crearan sistemas
    económicos propicios para el intercambio. De esto dan fe
    las tablillas sumerias (en escritura
    cuneiforme) en las que se da cuenta de cantidades de ganado, de
    trigo recogido y de negocios hechos.

    No en vano la cultura sumeria fue la primera que
    desarrolló un código
    ético con normas estrictas
    (el inicio del código de Hamúrabi), así como
    un proceso de globalización económica que
    involucró a todos los pueblos vecinos. Estas normas
    aplicaban a la convivencia para que pudiera haber intercambio y,
    como resultado, negocios.

    Los hombres de la Biblia, herederos de Sumeria,
    Babilonia y Caldea, hablan de ciudades (Ur) y de todo lo que
    allí se negociaba. La familia de
    Abraham, por ejemplo, producía y vendía
    cerámicas. En estas ciudades (sitios seguros donde se
    reúne mucha gente) se llevaban a cabo todo tipo de
    transacciones. Allí llegaban las caravanas con lo que no
    existía en la ciudad y de allí salían las
    caravanas con lo que no había en el exterior. Esto me hace
    recordar los juegos
    electrónicos de estrategia, en lo
    que si el jugador no funda sistemas de comercio efectivos y
    constantes, la defensa de la ciudad, que carece de oro para
    resistir los asaltos, llega a un punto cero y como consecuencia a
    la destrucción.

    Esos mismos hombres de la Biblia hablan después
    de Egipto como bodega y almacén (negocio) para obtener lo
    que les hace falta. Allí, en Egipto, ya se nota un
    pensamiento
    estratégico: se debe racionalizar el consumo de la
    cosecha, almacenarla, contarla, dotarla de un precio. Los
    sueños de José (las vacas gordas y flacas), la
    llegada de los hijos de Jacob a comprar trigo, ilustran sobre el
    caso. Esto para mencionar historias que todos
    conocemos.

    Las civilizaciones productivas primitivas constituyeron
    los primeros centros de producción, transformación
    e intercambio. No sólo dependieron de lo que sus cosechas
    le daban sino que se dieron a la transformación y, como
    resultado, a la creación de bienes no
    comunes (tejidos de lana y
    seda, orfebrería, trabajo de los metales etc.), lo que la
    enriqueció porque no sólo dependieron de sus
    ventajas comparativas sino de las competitivas. Y la riqueza se
    produjo bajo el concepto
    económico de que lo que es escaso es caro.

    Es bueno anotar que no crearon la escasez por medio
    de la acaparamiento de bienes (lo que produce una riqueza
    ficticia porque si lo que se tiene guardado no sale a tiempo al
    mercado, es
    posible que encuentre un sustituto) sino por la especialidad del
    producto.
    Así hablaríamos del mercado de la cerveza egipcia,
    del de las aleaciones de
    los metales celtas (de los que se deriva el famoso acero toledano),
    del de las tinturas y perfumes de la India, del de
    la seda y decorados de la China
    etc.

    Estas primeras civilizaciones, que miraron al cielo para
    orientarse, construyeron caminos para comunicarse y llegaron tan
    lejos que en el libro de Esther se dice que el imperio persa
    llegaba hasta las fronteras con China y estaba constituido por
    127 ciudades con las que comerciaban permanentemente. Este
    comercio se llevaba a cabo por medio de caravanas que iban de un
    lugar a otro vendiendo y comprando.

    Segunda idea: el comercio no se desarrolla
    sólo con productos naturales sino que logra su mayor
    esplendor con aquello que es manufacturado. La
    transformación fue lo que hizo famosas esas
    civilizaciones. Allí hacían algo que los
    demás no tenían.

    El comercio por
    el Mediterráneo
    :

    El Mediterráneo, sostenía Isidoro de
    Sevilla, era el mar que dividía la tierra en dos:
    en norte y sur. Al norte estaba la tranquilidad, la belleza y la
    riqueza y al sur el infierno y los seres intermedios entre los
    monos y la gente que iba a las iglesias. Esta idea de la
    disposición de la geografía (y del
    fomento del racismo), la
    creyeron en Europa
    continental (misteriosamente en la Edad Media,
    cuando ya se había comprobado lo contrario) pero no en
    Asia central y
    en el Peloponeso.

    Los fenicios, los
    vikingos y los griegos, grandes navegantes y buenos comerciantes
    (si bien los dos últimos cuando no tenían que
    comerciar se daban a la piratería), demuestran que Isidoro (que
    pensó mucho tiempo después de los griegos, los
    vikingos y los fenicios) no tenía razón porque
    tanto hubo comercio en las costas europeas como en las africanas,
    en las que estaban situados los comercios del norte y el sur y a
    los que llegaban hombres de todos los tipos trayendo consigo
    cosas desconocidas o mejor elaboradas que en otras
    partes.

    Vale la pena anotar que de las costas africanas
    llegó el concepto del aseo, la cortesía y el buen
    comer y los productos que representaban estas palabras. De ellas
    (palabras-cosas) vivieron los cartagineses hasta que el paso a
    Europa en Elefantes, promoviendo una guerra, los
    acabó. Se nota que Aníbal, el gran guerrero,
    entró en crisis al tratar de hacer lo que no fue capaz.
    Este concepto de crisis es clara en la Ethica de Spinoza:
    Qué puedo hacer. Si hago más de esto, de lo
    que puedo, entro en crisis.

    De los fenicios sabemos que iban desde las costas de
    Palestina (lo que hoy es Líbano, Israel y parte de
    Turquía) hasta el fin de la tierra (Finisterre, como la
    llamaron los romanos o Las columnas de Hércules, como
    aparecía en las cartas de
    navegación de los griegos). Estos fenicios, de origen
    semita, crearon una ruta comercial no sólo transportando
    mercancía y haciendo negocios, sino fundado ciudades que
    al comienzo fueron puntos de abastecimiento. En términos
    modernos, fueron los primeros que mundializaron sus empresas. Una
    ciudad como Cádiz, fue fundación fenicia y lo mismo
    se supone de Barcelona y Palermo, de Tetuán y
    Alejandría la vieja.

    Los fenicios comerciaban telas, colorantes, esencias,
    especias, armas,
    ámbar, piedras preciosas y conocimiento.
    Y fueron prósperos debido a la estricta contabilidad
    que hacían de sus negociaciones. Jean Mazel, en su libro
    El secreto de los fenicios, dice que a ellos les debemos
    el concepto de comercio organizado, que su símbolo era el
    toro (por aquello de su capacidad reproductiva) y que uno de sus
    dioses, Melkart, le sirvió a los griegos para crear a
    Herakles (Hércules), el semidios que llegó hasta el
    jardín de las Hespérides en busca de manzanas de
    oro (realmente, de ser cierta la leyenda, llegó hasta las
    granjas fenicias de Valencia buscando naranjas). Melkart
    señalaba hacia el occidente y era el patrono de los
    viajes y las
    mujeres que buscaban un buen matrimonio.

    Los fenicios, que son el paradigma del
    comercio, fueron los creadores de los estudios de mercado y de
    alguna manera de la publicidad. Se
    cuenta que cuando llegaban a una playa desconocida descargaban
    allí la mercancía y la adornaban para que se viera
    más bonita. Luego se retiraban y, escondidos, miraban como
    los habitantes se acercaban tomaban algo y dejaban a cambio otro
    artículo.

    De esta manera los fenicios probaban lo que se
    necesitaba en el lugar y cuál era el valor que los
    habitantes estaban dispuestos a dar por el producto. Y si bien
    esta práctica era riesgosa, pues podrían ser
    robados o valorados en menos de lo que valían los
    artículos dejados, ellos asumían el riesgo.
    Después de este ensayo, que de
    inmediato contabilizaban a la par que hacían el mapa del
    sitio, ya sabían qué interesaba y a cuánto
    ascendía la relación de cambio.

    De los vikingos se sabe que comerciaban con vino en
    forma de mermelada, con pieles y maderas. Y que no sólo
    llegaron a Terranova sino que, haciendo navegación de
    cabotaje (siguiendo la costa), tocaron las costas de Palestina y
    allí se mezclaron y negociaron con las gentes. Si Judas
    tenía el pelo rojo, como dice la tradición, es
    porque descendía de algún vikingo.

    También se dice de los vikingos que llegaron
    hasta Brasil (los
    españoles encontraron allí tribus de ojos azules) y
    a la meseta cundiboyacense, donde enseñaron a tejer y a
    utilizar la paja para hacer viviendas. Un rastro vikingo en
    Colombia
    sería el famoso Bochita de los chibchas.

    Ya con los griegos, que comienzan a navegar desde de la
    isla de Creta (famosa por el rey Minos y el Minotauro, por el
    mítico Dédalo y su hijo Ícaro) hasta las
    distintas islas del mar Egeo, comerciando y, si era del caso,
    saqueando, aparecen distintas formas de comercio: a la manera
    fenicia, llevando lo que otros necesitaban; a su manera,
    imponiendo el consumo con las armas etc.

    Esto aparece en la Odisea, que
    cuenta cómo los navegantes griegos conquistaron el
    Mediterráneo, no sólo luchando sino estableciendo
    negocios y fomentado el intercambio. Vale la pena anotar que
    igual que en la Odisea, en los cuentos de
    Simbad el marino se narra la manera cómo los árabes
    conocieron las rutas de comercio del océano
    índico.

    Los romanos, herederos de los griegos, nombraron al
    Mediterráneo mare nostrum (nuestro mar) y desde el
    puerto de Ostia establecieron la ruta de comercio marítimo
    más completa que se haya conocido hasta que se dio el
    descubrimiento de
    América. Los romanos comerciaban con todo lo conocido
    y su moneda internacional era la sal (de donde proviene la
    palabra salario). Pero no
    sólo hacían comercio por el mar sino que, haciendo
    una gran red de caminos
    (por encima de los cuales hoy pasan la mayoría de las
    autopistas europeas), lograron cubrir todo el imperio.

    Tercera idea: no se despreció
    ningún mercado. En todos había algo que negociar,
    incluso seres humanos. En ese tiempo esclavos, hoy deportistas y
    reinas de belleza.

    El libro de los
    números
    :

    El cuarto libro de la Biblia, Bamibdar (en el
    desierto), es conocido como el libro de los
    Números. Así lo nombró la
    versión de los Setenta, que fue escrita en griego. Este
    libro es muy interesante porque aquí se hace el primer
    censo del pueblo de Israel en el desierto, contando cada tribu,
    su especialidad productiva y normalizando la forma de hacer el
    comercio entre cada una de ellas y con los extranjeros. Y va
    más allá, porque Moisés o quien haya escrito
    el libro, determina también cómo serán las
    embajadas comerciales, qué deben hacer, cómo actuar
    y qué compromisos adquirir.

    El libro de los Números trata de los
    judíos antes de llegar a la tierra prometida.
    Todavía están en el desierto, pero ya tienen
    oficios e industrias
    establecidas, conocen las fuentes para
    proveerse y miran al futuro con base en el intercambio y la
    producción permanentes. Realmente confían poco en
    D-s y más en ellos, en lo que sus manos hacen y en la
    inteligencia
    del negocio, que consiste en estar innovando. Así, el
    libro de los Números, le da un espaldarazo a la iniciativa
    de los grupos, a la vez que establece muy bien las diferencias de
    cada tribu y la ventaja competitiva que tiene.

    En términos modernos, se hizo un estudio de
    participación de mercados y de
    zonas de influencia. Y los contabilistas serán los
    levitas, que llevaran cuentas exactas
    de cada actividad.

    El libro de los Números establece un orden en la
    producción y los negocios, a partir de bases de datos
    confiables y, como sucede en el mismo libro, se realiza esta
    base de datos
    dos veces indicando con ellos que la información hay que estar actualizando para
    que los cambios no pasen desapercibidos y terminen afectando la
    actividad comercial e industrial.

    Cuarta idea: orden en la producción y los
    negocios. Todo desorden, por pequeño que sea, lleva al
    caos. Sin saberlo, el libro de los Números ya hablaba del
    efecto mariposa.

    Los limes
    romanos
    :

    Los romanos, al contrario de los griegos y otras
    culturas, fueron los primeros en hacer ciudades realmente
    cosmopolitas. En Roma había
    gentes de todas las naciones conocidas: griegos, galos, hispanos,
    germanos, judíos, africanos etc. Y cada uno de estos
    grupos mantenía sus propias costumbres, lo que
    hacía que en la ciudad estuviera el mundo reunido en sus
    lenguas, comidas, artículos y maneras de negociar. Roma
    era igual que New-York, Buenos Aires o
    Berlín, ciudades que contienen el mundo
    adentro.

    Pero lo interesante no eran los romanizados (de acuerdo
    al derecho
    romano, se volvía romano todo aquel que admitiera sus
    leyes) sino
    los limes, esos lugares hasta donde llegaba el imperio. El lime
    era una construcción militar: a un lado, en dirección a Roma, los soldados del
    César.

    Del otro lado, los bárbaros. Esto que
    podría señalar algo conflictivo, no lo era. Los
    limes fueron los mayores centros de intercambio y negocios de
    Roma, ya que en esa frontera
    militar siempre aparecía lo nuevo, lo desconocido, eso que
    no estaba en el imperio pero que existía. El lime era el
    contacto con el bárbaro (con lo que es
    diferente).

    Como consecuencia de esos limes se fueron moldeando los
    idiomas romances y al tiempo, los intercambios comerciales y los
    productos mestizos, lo que permitió que algo sufriera
    variaciones sin perder su esencia. Esto, en el mundo del
    comercio, fue importante porque la variación en el
    producto facilitó innovaciones, arreglos en los procesos
    (reingenierías), nuevos mercados y la aparición
    permanente de la novedad.

    Entre nosotros, un producto mestizo es la arepa con
    mantequilla (la primera indígena, la segunda europea) que
    al paso del tiempo se ha ido desarrollando en otros productos:
    arepa con carne, con huevo, con fríjoles etc. Y lo mismo
    sucede con la ruana, el poncho, algunas formas
    arquitectónicas (la del café,
    por ejemplo) etc.

    Todo lo anterior fruto del lime entre españoles e
    indios. Y algo así fue el lime romano, donde todo se
    mezclaba logrando verdaderas innovaciones. Esto amplió los
    mercados del imperio e hizo más fáciles las
    relaciones comerciales, ya con los proveedores
    como con los clientes. Como
    curiosidad, la palabra cliente viene del
    latín cliens, persona defendida
    por un patrón, protegida.

    Quinta idea: el comercio y los productos no se
    quedan en lo que son sino que al entrar en contacto con otros
    espacios sufren cambios. Así el producto mejora sus
    condiciones en la medida en que el cliente interviene, con los
    usos que le da a lo que compra, en la elaboración del
    producto. Esto justifica la investigación permanente de ambas partes:
    cliente y producto, el uno en relación con el otro. Y
    viceversa.

    La ruta de la seda y las
    especias
    :

    Las cruzadas, que comenzaron en Inglaterra y
    terminaron con el descalabro de Ricardo Corazón de
    león, tuvieron tres fines: sacar a los pobres del
    territorio inglés
    para dejarlos regados por Europa, conquistar a Jerusalén
    en poder de los
    islámicos y controlar el comercio proveniente de oriente.
    En otros términos, se hizo por negocio parecido a lo que
    hoy llamamos globalización económica.

    Teniendo a los pobres de Inglaterra en el camino a
    Jerusalén, los reyes y comerciantes ingleses se aseguraban
    un mercado de ingleses por fuera (anglificación de Europa)
    que requerirían de los productos de la isla y que,
    paralelamente, los enseñarían a usar a otros no
    ingleses. De esta manera creció el comercio del
    paño y de la tela de lana. Esto funcionó tan bien
    con el tiempo que la ruta de las cruzadas acabó por
    imponer la cultura sajona sobre la
    mediterránea.

    La segunda tarea, la conquista de Jerusalén,
    buscaba controlar el peregrinaje de los cristianos. Quién
    tuviera la ciudad tendría los impuestos de
    ingreso y, además, una alta rentabilidad debido a la
    provisión de alimentos,
    costo de
    hospedaje y venta de reliquias. Por esos días se
    escribió El libro de las maravillas del abate de
    Mandeville, en el que se decía que la cruz de Cristo se
    ampliaba en la medida en que la gente llevaba trocitos de ella.
    Por mucho tiempo los cruzados tuvieron el control, pero al
    final Saladino los derrotó y se quedó con el
    negocio. La consecuencia de la derrota fue la peste negra en
    Europa y la aparición del mito de Robin
    Hood.

    Y el gran negocio, la ruta de la seda y las especias,
    tampoco quedó en manos de los cruzados. Se sabía
    que esas rutas, la que iba por Afganistán y la que llevaba
    a la India y a China, no sólo eran unas líneas de
    abastecimiento de productos caros y bien terminados (en el caso
    de las sedas y las joyas) sino también de productos
    necesarios para la conservación de la carne que
    comían los europeos, a la que le era necesaria las
    especias (el clavo, el comino, la canela etc), el azúcar
    y la sal. Quien controlara estas rutas, tendría
    además la posibilidad de entrar en ese gran mercado de
    intercambio que eran las tierras del Khan.

    Marco polo, en El libro del millón (porque
    allí todo es por miles), daría cuenta de estos
    grandes reinos y de las
    posibilidades comerciales que tenían. Cristóbal
    Colón, leyó el
    libro y lo acotó al punto que lo convirtió en una
    verdad casi absoluta. Por eso su error de haber llegado al Asia
    por el occidente, desconociendo la barrera que le impuso el
    continente americano, se mantuvo firme.

    Sexta idea: La
    globalización no es nada nuevo. Es una manera de
    extender los mercados y los comercios.

    Los
    Condottieri
    :

    Cuando se dieron los primeros burgos en Europa, siempre
    situados en el cruce de los caminos y de los ríos,
    floreció la industria a
    través de los gremios, gente especializada en hacer algo.
    Estos burgos, amparados por algún obispo o por un
    señor feudal, desarrollaron la industria a tal punto de
    calidad y
    belleza que los señores de esos lugares, creyendo que los
    artesanos ganaban mucho con esto que hacían, impusieron
    impuestos muy altos, tanto que a los gremios ya no les fue
    rentable producir. Entonces se quejaron a su señor y este,
    como sabía que su riqueza dependía de la carga
    impositiva que aparecía en la medida en que las cosas se
    pudieran comerciar, llamó a los Condottierri o los
    creó o éstos aparecieron sin más (no es
    claro). Y comenzaron a representar el burgo.

    El Condottier era un hombre que sabía de armas,
    tenía un ejército privado y estaba en capacidad de
    someter ciudades obligando a los vencidos a comprar los productos
    del burgo que representaban. Así, a cambio de una parte de
    las ganancias, extendieron el comercio. Y en esa
    extensión, los productos mejoraron para obtener mayores
    ganancias, dando pie a una nueva burguesía y al
    crecimiento de las artes liberales.

    Aparecieron nuevos gremios productivos, los banqueros
    (que prestaban dinero
    sentados en un banco), los
    físicos que vendían remedios y curaban enfermedades, los circos,
    los pequeños negocios y las caravanas de
    comerciantes.

    A través de operaciones militares y de imponer el
    miedo, se creció el comercio en Europa. El negocio
    entonces fue tener un ejército como punta de lanza para no
    sólo abrir mercados sino para someterlos. Algo no muy
    moral, pero es costumbre que sigue vigente. Lo practicaron los
    españoles en América, los ingleses en China y en la
    India, los belgas en el Congo, los franceses en Argelia, los
    norteamericanos en Cuba etc. Es
    conveniente anotar que los Condottieri llevaban contables con
    ellos a fin de que las operaciones se leyeran en términos
    de deber y haber.

    Séptima idea: el comercio en Europa
    medieval y renacentista se hizo a través de
    ejércitos armados. Luego la idea se siguió
    practicando a través de la Jus Belli (la denominada
    guerra justa).

    Los
    portugueses
    :

    Uno de los reyes de Portugal es Enrique el navegante, un
    rey que nunca navegó. Sin embargo este rey promovió
    no sólo el comercio sino los descubrimientos de nuevas
    rutas comerciales. Debido a la condiciones de Portugal, que tiene
    más de costa que de ancho, los portugueses fueron
    más hombres de mar que de tierra. Y como los griegos y los
    árabes, hicieron sus mejores caminos en el mar. A los
    portugueses les tocó el océano atlántico,
    las islas Azores y la ruta hacia el oriente navegando a cabotaje
    por las costas de África.

    Ellos, como después los holandeses, tuvieron
    claro que el mejor comercio era el de ultramar. No sólo
    era menos competido sino más atractivo porque de las islas
    y tierras lejanas conocidas podían traer productos
    asombrosos y además tener colonias que sirvieran de base a
    la producción europea y al intercambio de bienes. Esta
    conducta de
    comercio, hizo que muchos navegantes buscaran apoyo para nuevos
    descubrimientos, asegurando que a su regreso abundarían
    las riquezas. Uno de ellos fue Hernando de Magallanes.

    En la crónica de Antonio Pigafetta se habla de
    los comercios que hizo la expedición con los indios
    brasil, con los patagones y el intento de hacerlo con la gente de
    Malucas, que eran ladrones y mataron a Magallanes de un
    flechazo.

    Esta primera vuelta al mundo determinó muy bien
    que no era la política ni la
    religión
    la que se interesaba principalmente en los descubrimientos de
    nuevas tierras sino el comercio. Y que el espíritu humano,
    antes que tolerante o intolerante, es económico y, en
    condición de economía, amoral. Ya esto se
    leía en los diarios de Colón y en las
    crónicas de la conquista, en el libro de Marco Polo y en
    algunas crónicas de comerciantes chinos.

    A los comerciantes portugueses se debe el comercio de
    esclavos negros especializados (unos para pastorear ganado, otros
    para la agricultura, los más para las minas), de
    instrumentos científicos y de azúcar de
    caña. Estos hombres comerciaron con los islámicos,
    con los paganos (japoneses y chinos) y con los ingleses fundaron
    Hong Kong el enclave comercial más importante de Europa en
    el continente asiático.

    Octava idea: El comercio es cuestión de
    rutas, de públicos objetivos, de
    nichos. Hay que saber qué necesita el otro y llegar a
    él de la manera más rápida y eficiente
    (justo a
    tiempo). Este es el negocio.

    Las cartas de
    Relación de Hernán Cortés y el comercio con
    América
    :

    Cortés fue quizás el más grande de
    los estrategas españoles llegados a América y el
    que más oportunidades vio. Era un hombre curioso y
    ordenado, un gran contabilista de los bienes que tenía y
    un excelente narrador de aquello que lo asombraba. Fruto de sus
    vivencias son las cartas de relación a Carlos V, en la que
    narra lo que ve en el imperio de los aztecas. Una de
    estas cartas tiene que ver con el mercado de Tenochitlán,
    el más fabuloso comercio de la Europa y América de
    esos días.

    Allí no sólo había lo que daba la
    tierra sino que los productos se acompañaban de
    artesanías y orfebrerías delicadas, telas de
    variados colores y
    detalles exóticos. Además, la exhibición
    hacía ver la mercancía más importante y
    apetitosa. Y los vendedores, además de conocer el oficio,
    eran también expertos en la producción y en la
    aplicación del producto, al punto que si éste era
    algo medicinal, también hacían de
    médicos.

    Esta carta sobre el
    mercado de Tenochitlán, que es el precedente de las
    grandes superficies actuales, maravilla por la descripción y por el inventario detallado
    que hace el conquistador, quien no sólo cuenta lo que ve
    sino que lo compara con otros mercados que ha conocido y que le
    sirven de referencia para decir que es el más grande,
    ordenado y bien dispuesto del que se tiene noticia.

    Esta descripción del mercado de
    Tenochitlán inflama la imaginación y así
    comienza el comercio regular con América a partir del
    siglo XVI, imponiéndose un producto entre todos los
    conocidos: el chocolate que, al final, se terminó
    preparando mejor en Europa que en América.

    A partir de las cartas de relación de
    Hernán Cortés, occidente llega a territorio
    americano, primero en forma de intercambio y después a
    manera de una extensión de España en
    este continente (México se
    llamó La nueva España, Colombia la Nueva Granada,
    la costa atlántica la Nueva Andalucía etc.). Y lo
    mismo sucede en América del Norte: la nueva York, la nueva
    Ámsterdam, la nueva Inglaterra, la nueva Orleáns.
    Todos centros de comercio al principio y después origen de
    ciudades debido al intercambio y a la fundación de
    empresas.

    Novena idea: los mercados se extienden en la
    medida en que hay real intercambio. Y cuando una cultura traslada
    parte (gente de esa cultura) a otro sitio. El mercado de
    colombianos en Quenns, en New York, por ejemplo. El de gallegos
    en Buenos Aires, el de turcos en Berlín etc.

    La revolución
    industrial, la producción en serie y los grandes
    negocios
    :

    Hasta finales del siglo XVIII, las ciudades
    islámicas (Bagdad, Damasco, Basora, Samarcanda, Istanbul)
    eran más importantes y con comercios más amplios
    que las occidentales. Pero al llegar la máquina de vapor y
    con ella su mayor expresión, el tren, las condiciones
    cambiaron radicalmente. Con las máquinas
    se impuso la tecnología occidental
    sobre la oriental y los excedentes de producción se
    multiplicaron a consecuencia de la producción en serie que
    había tenido sus primeros inicios en los principios
    económicos de La riqueza de las naciones de Adam
    Shmit.

    Esta producción en serie cambió las
    condiciones del mercado y los negocios porque los productos se
    hicieron más baratos, así como el transporte que
    ahora cargaba mercancía por toneladas y se desplazaba sin
    necesidad de postas y por encima de carrileras.

    Y como es natural, las operaciones mercantiles se
    hicieron mayores y los efectos contables más detallados
    (lo que cuesta hacer algo y lo que cuesta venderlo), pues ya no
    sólo estaban los coste fijos y los diferidos sino que a la
    producción y el comercio se le agregaban ahora bienes de
    capital y
    bienes inmuebles. Y también oficios nuevos: jefes de
    bodega, logística de transporte, vagones especiales
    etc.

    Con la revolución
    industrial apareció una clase media en
    capacidad de consumir regularmente, lo que obligó a
    atender los mercados de manera estable y a competir con conceptos
    de calidad, confort, duración, justo a tiempo,
    financiación e innovación permanente.

    Además aparecieron las aseguradoras, los grandes
    empréstitos bancarios y la bolsa. Y si bien se dieron los
    monopolios, también se dieron los pequeños negocios
    que se movían con mayor agilidad y lograban innovaciones
    en poco tiempo.

    La utopía de Francis Bacón, La nueva
    Atlantis
    , que cifraba la felicidad del hombre en el desarrollo que
    tuviera la idea de progreso, pareció cumplirse al fin con
    la revolución industrial. Y si bien es cierto que no
    cubrió más que a una parte pequeña de la
    humanidad, la que controla y amplía los comercios, si
    generó la idea del Estado del
    bienestar que tiene su punto más alto en el intercambio de
    bienes útiles entre los seres humanos y en la
    circulación constante de dinero, lo que permite tazas
    altas de impuestos que se revierten en la calidad de
    vida de los ciudadanos y en las mejoras constante de eso que
    consumen.

    Los grandes negocios nacieron de la calidad del mercado
    y de los consumidores y de la amplitud de la clase media que fue
    la que puso a circular dinero en cantidades nunca vistas y que no
    sólo gastó en lo que necesitaba para vivir sino en
    diversión, viajes, salud y cultura, lo que
    permitió el nacimiento de las empresas de servicios.

    Décima idea: Los grandes negocios dependen
    de la calidad del mercado, del justo a tiempo y del concepto de
    calidad de vida que se pacte con los consumidores.

    Los mercados
    modernos
    :

    Estos ya los conocemos. Son mercados que se
    amplían y se contraen de acuerdo a lo que aparece en
    los medios de
    comunicación, a las jugadas de bolsa y al optimismo de
    las personas. Sin embargo, existe una premisa que los japoneses y
    los chinos han entendido muy bien: hay que tomar un maestro,
    aprenderle, igualarlo y luego superarlo. Esta idea, que aparece
    en Buda y en Confucio, los ha hecho competitivos e
    innovadores.

    En occidente Emmanuel Kant decía
    en el Discurso sobre la Ilustración, que nada
    estaba completo y por eso todo admitía mejoras. De igual
    manera Benjamín Franklin llamaba a ahorrar el 25 por
    ciento de toda intención de consumo (si voy a comprar
    cuatro, compro tres) para mantener siempre dinero en el bolsillo.
    Pero ni a Kant ni a Franklin les hemos hecho caso y el mercado
    comienza a ser de los que practican las ideas de Buda y de
    Confucio. Se dirá que es la posmodernidad,
    que legitima la crisis y el desorden. Yo creo, más bien,
    que sobre deudas y deseos no se pueden montar comercios y
    negocios. Los libros de contabilidad son muy claros en este
    aspecto.

    Undécima idea: los viejos no tienen la
    razón pero tienen el camino.

    Los nuevos negocios,
    la era digital
    :

    Así como en el siglo XVII, con el descubrimiento
    de Australia, el mundo estaba unido por rutas marítimas y
    esto le imponía un ritmo al uso del tiempo, hoy estamos
    unidos por la red. O sea que los negocios son más
    rápidos y es más rápida la transferencia de
    dinero.

    Pero, viene la pregunta. ¿A quién le
    vendemos ahora que todos los mercados están no sólo
    descubiertos sino abastecidos por todas partes? Los que piensan
    en esto han (hemos) pasado de una tecnología a otra y los
    paradigmas de
    negocio siguen siendo clásicos, aplicados a la vieja
    tecnología en que nacimos y no a la nueva que aparece: en
    occidente, DMD (dinero-mercancía-dinero) y en oriente, MDM
    (mercancía-dinero-mercancía).

    Creo que la tecnología digital y los nuevos
    negocios pertenecen a las nuevas generaciones, a las que nacieron
    en la era de la red y deben manejar el mudo que tienen. Estas
    personas tienen ahora cinco años. Cuando cumplan 25 ya
    buena parte de la humanidad que hace negocios estará
    muerta o jubilada. Pero para ellos habrá nacido el nuevo
    concepto de mercado y de negocio y la historia continuará
    sin parar, así como ha sido a pesar de las guerras y las
    pestes.

    Duodécima idea:

    Los nuevos mercados y la tecnología moderna no
    funcionan con criterios antiguos sino nuevos. No se puede esperar
    que un avión se comporte como un pájaro.

    Muchas gracias.

    Escrito en Medellín escuchando a
    Frédéric Chopin. Las notas de sus sonatas y
    mazurcas, polonesas y nocturnos hicieron posible que yo
    escribiera esta conferencia. Hice un buen negocio comprando su
    obra completa.

    Febrero 19 de 2006.

    Esta charla se la dedico a Frédéric
    Chopin, el gran pianista. Siempre hizo malos
    negocios.

     

    José Guillermo Angel

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