- La sociedad del
conocimiento e Internet: la curvatura
espacio-temporal - Internet como
crono-topología emergente - El espectro identitario
se… en las crono-topologías emergentes de la
acentuada curvatura espacio-temporal - Conclusión
- Bibliografía
- Notas
ABSTRACT
Una de las características que distingue a las
sociedades
contemporáneas, que pueden definirse como sociedades del
conocimiento, es la peculiar maleabilidad (no necesariamente
intencionada) de su espacio-tiempo.
Internet es, entre otros muchos, uno de los últimos
artefactos que ha influido en esta deformación, abriendo
un nuevo campo para la expansión de la socialidad y la
configuración identitaria. Este trabajo se
inserta en las (in)estabilidades de esta pronunciada curvatura
espacio-temporal, a base de una serie de impertinencias
sociológicas: (i) la desmitificación de Internet en
su relación con la sociedad del
conocimiento y las identidades, (ii) la borradura de la
duplicidad ontológica que distinguía entre el mundo
de lo real y el de lo virtual, y (iii) la definición de la
identidad como concepto-boya de
la sociología, construyendo mi propio
artilugio para pensarlo: el espectro identitario. Seguramente,
todas estas impertinencias poseen un epicentro que ni les sigue
ni les precede: la vivencia de la identidad a través de la
crono-topología emergente como noción
mediadora, que articula las espacio-temporalidades de
localización y visibilización referenciables en
Internet con la imposibilidad de presumir dos entidades
contrapuestas (lo real vs. lo virtual).
Palabras clave:
· estudios ciencia–tecnología-sociedad
· identidad
· internet
· posmodernismo
· sociedad del conocimiento
La sociedad del conocimiento, Internet y la identidad
configuran una monstruosa tríada para el análisis sociológico. El enclave
formado por estos tres elementos como objeto de estudio,
trasciende con mucho las posibilidades expositivas de una
comunicación. Pero invita a la
reflexión, incita al atrevimiento e impele a pensar sus
componentes de forma entrelazada. Esta comunicación no
resulta ser otra cosa que una suerte de impertinencias
sociológicas sobre el vértice en el que se unen
estos tres ingredientes muy al uso de las sociologías
contemporáneas (y algunas extemporáneas). Es
impertinente con la formulación del grupo de
trabajo que lo acoge, es inoportuna con la mayoría de los
sociólogos que han tratado y tratan la socialidad en la
Red, y es molesta
introduciendo problemáticas, quizás, más
allá de lo planteado por los organizadores de este
cibercongreso. Pero mi intención no es fastidiar a nadie,
sino presentar un trabajo que pueda presentar algunas claves
(aunque sean impropias, bastardas) para el pensamiento
sociológico en el extraño espacio que conforma el
enclave.
Por ello, en la presente comunicación, reconozco
en un primer momento el nexo que une a la sociedad del
conocimiento con el dispositivo de las (mal)llamadas
tecnologías de la información y la
comunicación: su acentuada y perceptible curvatura
espacio-temporal. Aparece la primera impertinencia
también: el tiempo y el espacio no se multiplica, divide o
fragmenta, simplemente se curva.
A continuación, sigue una breve bronca dispensada
a los sociólogos que trasladan lastres modernistas al
análisis de Internet que, en mi opinión, son la
mayoría. Para suplir el vacío sociológico
que supone desembarazarse de esa pesada carga, arreglo, no sin
prisas, un escenario en el que la sociología puede
desenvolverse sin recurrir nuevamente al repertorio modernista.
El concepto de crono-topología emergente intenta
mediar en todo este embrollo, al menos nadie negará la
relativa elegancia de la solución propuesta.
En tercer lugar, intentaré mostrar como la
identidad se desenvuelve en todo este tinglado de
sociología impertinente. Comenzaré por una forma de
nominar y utilizar el nebuloso espacio de pensamiento de la
identidad que puede resultar algo polémica, pero no exenta
de atractivo. El espectro identitario, así se llama
el invento, se escenificará de muy diversas maneras: como
juego, como
lucha o como vivencia.
Por último, la conclusión, en la que
haré acopio de lo escrito a lo largo del texto y
mostraré la síntesis
de las numerosas impertinencias, molestas quizás, pero
seguramente provechosas para la reflexión
sociológica.
La sociedad del conocimiento
e Internet: la curvatura espacio-temporal
La sociedad del conocimiento es una de las
rúbricas post post- (2) que más
cuerpo y aceptación está tomando en la teoría
sociológica contemporánea. Además, en mayor
o menor medida, tácita o explícitamente, se hace
alusión al conocimiento (predominantemente
científico) en la práctica totalidad de las
propuestas acerca de la nueva era. Es ésta pues,
una noción en boga sociológica pero tremendamente
compleja para abordarla con simpleza. Únicamente me
centraré en su relación con otro de los integrantes
de la tríada seleccionada: Internet. Obviaré que
otras redes sociotécnicas, como el teléfono (fijo y móvil), la
televisión, la red de carreteras o los aviones
también se encuentran implicadas en la
característica de la sociedad del conocimiento que voy a
tratar a continuación, mas no es este el lugar para un
análisis más detallado.
Seguramente, una de las hipótesis científicas más
bellas del siglo XX sea la formulada por Einstein en su
teoría de la relatividad general: la gravedad no es otra
cosa que la expresión del carácter curvo del espacio-tiempo. La masa
y la energía curvarían el continuo espacio-tiempo,
con lo que los objetos con mayor masa modificarían la
trayectoria de los objetos que se encontraran a su alrededor.
Nada más sencillo y genial al mismo tiempo.
No obstante, parece ser que incluso antes de que esta
propuesta fuera lanzada y provocara una revolución
conceptual, aún difícil de asumir hoy día,
el ser humano siempre hubiese perseguido curvar el espacio-tiempo
a su favor. Eliminar las limitaciones de la física
tetradimensional que habitaba siempre ha estado entre
sus objetivos,
cuestión que en los últimos treinta años ha
modificado de forma substancial. Y es precisamente con el
artefacto Internet, cuando parece haberse alcanzado una de las
cotas más altas a la hora de reorganizar las
crono-topologías generalmente utilizadas.
Así, Internet y otros aparatos, hacen de masa y/o
energía, que se densifica y se diluye con sus propios
ritmos (o arritmias), estirando en cierta manera, y siempre de
forma restringida, las posibilidades espacio-temporales que nos
envuelven. Es éste un fenómeno importante por su
potencialidad, pero no nos engañemos, no abre puertas a
otras dimensiones o nos eleva a un nivel de existencia superior.
Se trata solamente de una curvatura más pronunciada, la
que experimentamos en la sociedad del conocimiento como resultado
de intensos procesos
históricos de domesticación del espacio y el
tiempo, ni siquiera nos encontramos con agujeros de gusano o
inciertos saltos cuánticos.
Como veremos más adelante, figurar Internet como
artefacto capaz de acentuar la curvatura espacio-temporal
(social), tendrá importantes consecuencias a la hora de
imaginar las espacio-temporalidades a las que da origen,
especialmente cuando éstas son determinantes en las
maneras de pensar la identidad en la Red.
Internet como
crono-topología emergente
a. Apagando los rescoldos modernistas
Sin aspirar a comenzar aquí una digresión
que desvíe la atención desde la problemática
aquí propuesta hacia debates de otro calado, creo
conveniente señalar la existencia de una serie de
rescoldos de la peculiar ontología/epistemología características de la
modernidad que
ensombrecen muchos de los análisis que abordan la construcción de identidades y el
establecimiento de relaciones sociales en Internet. Estos
rescoldos (aún calientes, incluso se puede afirmar que hoy
día muchas son las hogueras modernistas que aún
permanecen en pie), pueden reducirse a:
– En primer lugar, la creencia en la existencia de una
naturaleza de
las cosas por sí mismas, que están ahí, esto
es, una realidad per se, autónoma y
aislada.
– En segundo lugar, una forma de acercarse a esa
realidad autónoma que crea la ficción del
distanciamiento entre el que observa y lo observado, la
relación sujeto-objeto, la llamada "doctrina de la
representación" (Haraway, 1999), estableciéndose un
límite, una frontera, que
delimita la demarcación entre el polo de lo activo (el que
tiene voz) y el polo de lo pasivo (el silenciado, mudo) y que en
última instancia parasita el resto de dicotomías
que reproducen este esquema.
– Tercero, la dinámica moderna basada en la máxima
formulada por Marx de que "todo
lo sólido se desvanece en el aire" (Berman,
1988), un maniqueísmo que opone "el dualismo entre orden
(solidez) y revolución (evanescencia)" (García
Selgas, 2003). En definitiva, la dinámica de destruir
(evaporar) para volver a construir (solidificar).
Estos rescoldos se han dejado notar en muchos aspectos
sobre los estudios que se han realizado acerca de Internet,
mostrando a éste como un espacio totalmente
autónomo, alejado e hiperdistante, y no sólo eso,
sino que además, al confluir con un uso sesgado de la
noción de virtual, ese espacio se torna en algo
etéreo, volátil, radicalmente distinto al mundo de
lo real, considerado lo sólido, lo duro, acentuando
la distancia entre ambas esferas y convirtiéndola en
inconmensurable. Las consecuencias de las, aún
incandescentes, brasas modernistas, pueden ser resumidas en la
figura 1.
Es como si tras conectarse con Internet y tomar contacto
con el ordenador, la materia
quedara transubstancializada (negando la corporalidad
biológico-material por completo) para tornarse en un tipo
de corporalidad abstracta e inmaterial. Es la lógica
del 0 o 1, la lógica del dentro o fuera. Si estás
en el ciberespacio, no puedes estar en la realidad al mismo
tiempo; si transitas por la vida real, el ciberespacio queda a
años luz.
De esta manera, pensar la identidad y la socialidad en
Internet se convierte en un callejón sin salida, o mejor
dicho, con dos salidas (im)posibles, que encuentran su
inspiración en las categorías de
apocalípticos e integrados de Umberto Eco
(2004):
– por un lado, los planteamientos realistas y
cuasi-apocalípticos, quienes defenderían la
imposibilidad de la identidad en lo evanescente, sólo la
correspondencia en lo sólido, en lo real,
permitiría cotejar la identidad virtual y
autentificarla;
– por otro lado, los planteamientos virtualistas
y emancipatorios, para quienes en lo etéreo, en lo
evanescente, encontraríamos el medio ideal para romper con
las constricciones sociales que nos atan en el mundo de lo real.
Todas las barreras, fronteras y límites se
habrían derribado, y el "puedes ser quien quieras ser y
quien tengas las capacidad de ser" (3) (Tirado y
Gálvez) sería la máxima reinante en este
universo.
Sin embargo, si rompemos con el planteamiento que nos
muestra dos
esferas completamente separadas, y hacemos visible la continuidad
que existen entre las dos, que de hecho no son dos ámbitos
diferenciados ni diferenciables, concluiremos que todo forma
parte de la misma realidad ¿No es simultánea
nuestra corporalidad tecleando delante de nuestra pantalla del
ordenador con la intervención que estamos realizando en el
foro de una página
web? ¿No es todo un continuo de materialidad
simbólica, de hibridación entre lo humano y no
humano? (4). El ciberespacio como esfera
autónoma es sólo posible en la novela de
Gibson. El nuestro, más mundano, refiere, antes que a un
nuevo espacio entendido como entelequia, a la emergencia de
visibilizaciones espacio-temporales que son fruto de esos
continuos enrolamientos híbridos o articulaciones
entre los actantes de la red.
A continuación esbozaré mi propuesta que
sirve para desentendernos de este lastre, para ahogar los
rescoldos modernistas sin renunciar al estudio riguroso y
crítico de la identidad (y la socialidad) en
Internet.
b. Espacio-temporalidades de localización y
visibilización referenciables de Internet:
crono-topologías emergentes
En muchas ocasiones, Internet se ha descrito como un
espacio completamente fragmentado, deslocalizado,
desterritorializado. Como señalaba en el apartado
anterior, Internet es el epítome de lo virtual, que es
étereo, gaseoso, evanescente. En la propia
presentación de este grupo de trabajo, se cuestionan por
la fisicidad de la identidad, es decir, por su
territorialidad y materialidad. Parece ser que las
tecnologías asociadas a la sociedad del conocimiento,
suponemos que Internet entre ellas, son las que plantean la
problemática, desplazan el debate hacia
el supuesto teórico de la inmaterialidad de las nuevas
identidades, al parecer, no siempre bien reflexionada. Sin
embargo, como he expuesto más arriba, en los estudios
sociológicos sobre Internet, la inmaterialidad de las
identidades es la protagonista. Considero que, si bien, el
territorio ha jugado un papel fundamental en la constitución de la identidad moderna, no
debe confundirse a éste con materialidad o fisicidad. De
la misma manera que lo material incluye otras muchas cosas aparte
de la territorialidad, el territorio y sus fronteras no pueden
reducirse a pura materialidad. Lo simbólico también
juega en su conformación, nunca aparece desprovisto de
semántica, de sentido. La territorialidad
también está marcada por la
inmaterialidad.
La topología del territorio y la
cronología de la historia, no son en
sí entidades materiales
contrapuestas a las crono-topologías virtuales del
ciberespacio y su supuesta inmaterialidad. Sin duda, la identidad
no puede pesarse de la misma manera, pero su diferencia no radica
en su materialidad o inmaterialidad, sino en otros aspectos que
en este texto comienzan a vislumbrarse o a intuirse. Lo material
y lo simbólico no están reñidos, se
necesitan.
Así, y a pesar de los desarrollos postmodernos
virtualistas (y en alivio de los realistas
cuasi-apocalípticos), la (re)construcción de
identidades y el establecimiento de relaciones sociales,
necesitan siempre de soportes simbólico-materiales
referenciables, en suma, de espacio-temporalidades de
localización, visibilización y
referencialidad.
Al comienzo de uno de los subapartados de la obra
Modalidades débiles de la identidad de Gabriel
Gatti, aparece un cita que reproduce una conversación
extraída de la serie Doctor en Alaska, que
explotaré aquí en mi propio beneficio:
"–Fleischman: Quizás hemos superado lo de las tribus
y nos encontramos en la aldea global, con teléfonos,
fax, televisión. Básicamente, todos somos
de la misma tribu. –Ed: Es cierto… Pero no puedes
pasar el rato con millones de personas…" (2002: 272). He
ahí el sentido, y la necesidad, de los espacios de
localización y visibilización referenciables: es
difícil pasar el rato con el concepto de Internet.
La socialidad requiere de situaciones y escenarios manejables, en
definitiva, la socialidad y la identidad no dejan de ser
cuestiones pragmáticas.
¿Pero en qué consisten esas
espacio-temporalidades de localización,
visibilización referenciables? Desgranemos sus
concepciones:
– Localización, en tanto que
espacio-tiempo localizable y reconocible. Además,
localización, también en el sentido de acción
de situar, no sólo el propio espacio-tiempo, sino a esos
otros-nosotros que forman parte de un mismo campo
compartido de socialidad.
– Visibilización, ya que las operaciones de
situar, localizar, reconocer, requieren de la
visibilización de las espacio-temporalidades y de los
otros-nosotros que las forman.
– Referenciables, puesto que en última
instancia todo hace alusión a un mismo principio de
referencialidad, no importa que ya no tratemos con
espacio-tiempos perfectamente balizados, definidos, cerrados (el
caso moderno del territorio delimitado por fronteras), sino lo
importante es que se puede acudir a estos cronotopos, es posible
desenvolverse en su apariencia amorfa y desordenada. Lo
contrario, sería dramático. Nadie volvería
de Internet, se perderían en su maraña reticular
para siempre, o simplemente sería imposible hacer nada,
pues todo estaría formado por fragmentos infinitesimales
inconexos sin capacidad de generar sentido alguno. Pistas:
precisamente no se trata de ir a o volver de,
entrar en o salir de. No creo en el dualismo
ontológico que la modernidad ha instaurado en el
análisis sociológico de Internet.
Ejemplos de estas espacio-temporalidades de
localización y visibilización las encontramos en
chats, grupos de
noticias,
páginas
web, foros, weblogs, o
listas de correo. Evocados en abstracto pueden resultar
caóticos, imposibles de referenciar. Empero, su
práctica es otra, y nos descubre la singularidad de su
ordenamiento, sus modos de localizarse y visibilizarse
(5).
Una vez aclarados estos términos, ¿no
estoy reproduciendo acaso el esquema que denunciaba más
arriba, al otorgar un espacio-tiempo propio a Internet,
aparentemente desconectado del mundo off-line?
¿Estoy favoreciendo acaso el dualismo ontológico?
¿Cómo conciliar mi perspectiva que no desea
discriminar entre dos esferas contrapuestas, con la
caracterización de Internet como entramado formado por
espacio-temporalidades de localización y
visibilización referenciables?
Y he aquí donde aparece el constructo
terminológico que pretende conciliar la experiencia de
desenvolvernos en espacios de localización y
visibilización con la premisa de encontrarnos en una
única ontología que no diferencia entornos
diametralmente opuestos: crono-topología emergente.
Como vengo reivindicando a lo largo del documento, que el
artefacto bio(cuerpos)-tecno(satélites,
fibra
óptica, ordenadores)-social(charlas en tiempo real,
cambio de
información, interacciones) Internet muestre una
crono-topología distinta a la descrita en la física
euclidiana (6) no significa que carezca de ella. Como la
inteligencia
en las redes
neurodifusas, los espacio-tiempos de localización y
visibilización de Internet emergen como
crono-topologías resultado de los múltiples,
heterogéneos, dinámicos y fluidos
(des)enrolamientos, hibridaciones, y articulaciones que se dan
entre los distintos elementos que lo constituyen. No observamos
la mayoría de estos procesos, por lo que la experiencia de
un alter-entorno rápidamente nos envuelve (ya lo
vivamos como algo positivo o negativo) y nos convence de habitar
una crono-topología extradimensional. Sin embargo, esos
procesos no dejan de existir y la (dis)continuidad es constante,
generando crono-topologías emergentes y en las que, esta
vez sí, podemos pensar la socialidad y la identidad en
Internet.
Parece inevitable comenzar cualquier reflexión
sociológica que incluya la identidad, con una
digresión sobre su concepto. Puesto que la
tradición obliga, procuraré no excederme demasiada
en un terreno, no sé si yermo por manido, pero al que
aún podemos acudir en búsqueda de vestigios y
fantasmas.
Admitámoslo, el término identidad se ha
convertido en una boya sociológica, como ese
concepto que nos permite pensar sociológicamente ciertos
aspectos de lo social y su realidad. Fuera de este reducido
ámbito de pensamiento y práctica, en lo social no
sociológico, la identidad se vuelve extraña,
estridente, e incluso obscena.
De todas maneras, una vez más, como hacen tantos,
me aferraré a esta boya sociológica, y
comenzaré por excluir la forma en que no deseo pensar la
identidad: como entidad substancial, como unidad total y como
aquello que permanece inalterable a lo largo del tiempo, la
identidad idéntica a sí misma. Este parece ser el
punto de partida de los desarrollos teóricos
contemporáneos sobre la identidad, a partir, sobre todo,
del postestructuralismo. De aquí en adelante, las opciones
son muchas. Intentaré dibujar mi trazo de pensamiento
acerca de la identidad, que ya adelanto, no es excesivamente
original, pero sí algo insidioso, como intenta provocar
todo el texto.
Stuart Hall se refiere a la identidad como un punto de
sutura entre los discursos y
prácticas que pretenden situarnos, y los procesos por los
que se construyen subjetividades que responden a esa
interpelación inicial (2003: 20-21). La identidad
podría entenderse, entonces, como la lucha entre lo que
te dicen (7) que debes ser y aquello que
dices (8) ser. La identificación
(Hall, 2003: 21) jugaría así un papel fundamental.
No sólo existe el proceso
unidireccional en el que uno es empujado con sutil
brutalidad a una determinada identidad, además, ese
sujeto debe adherirse a ella. Recurrente es el debate que
recrimina a Foucault su
obcecación por las prácticas y discursos
socialmente dominantes que termina por agotar al sujeto. La
diferencia entre el Foucault del Vigilar y Castigar y el
de la Historia de la sexualidad, es la misma que hay entre
el Kafka de El proceso y el de El castillo. En el
primero, el individuo
termina siendo aplastado, ejecutado sin miramientos,
desconociendo el por qué de su fatal destino y sin que se
intuya en ningún momento de la obra capacidad alguna de
reacción o resistencia. Sin
embargo, en El castillo, su protagonista, curiosamente con
el mismo intrigante nombre, K., tiene la capacidad, no de
dictar las normas, pero
sí de jugarlas. Jugar con las normas, circunvalar las
reglas, quizás esa sea la forma de entender lo que la
identidad supone.
Así, Gabriel Gatti (2002: 290 y ss.) apunta en
una dirección similar, cuando nos habla del
régimen de acción de sus modalidades
débiles de la identidad, que no es otra que la
astucia. Una astucia que se desenvuelve en lo ya establecido, que
permite a su agente prototípico, el parásito,
distanciarse de las reglas sin romperlas, alterar las normas sin
destruirlas. Este recurso teórico para "escapar de la
doble prisión donde está confinada la noción
de acción" (Gatti, 2002: 297), a saber, la del sistema
implacable que moldea a los sujetos a su imagen y
semejanza, y la del sujeto preexistente racional que se mueve
según su absoluta volición, se sitúa
también en esa sutura, en ese espacio de tensión en
el que se configura la identidad.
Mantengamos, pues, este modelo de
pensamiento para la identidad. Pero ahondemos en ese espacio de
lucha, de conflicto, de
tensión, pero también de adhesión y
desprendimiento, de infidelidad y sumisión.
Consideraré la posibilidad de encontrar ciertos asientos
en ese espacio nebuloso, pero siempre inestables, sujetos a
cambio, nunca completados. Me gustaría asemejar la
identidad, no sólo con las premisas anteriores, sino
también con la idea de espacio amorfo, difuso, sin
número, incontable. Podríamos pensar la identidad
como un espectro, en varios sentidos: como una gama de
gradientes, como algo fantasmagórico, como una distribución de intensidad, como conjunto
de especies… Estaríamos ante un espectro
identitario, que nos evitaría entrar en el delicado
terreno de la medición de identidades: ¿identidad
múltiple formada por varios aspectos? ¿muchas
identidades en un yo? ¿una identidad subjetiva formada por
otras identidades completas o por fragmentos de identidades?
¿es la identidad una unidad medible?
Muchos son los lugares a través de y en
los que este espacio amorfo se configura, dando forma,
además, a esos mismos lugares a los que recurre: el
cuerpo, el laboratorio,
el mapa, o por qué no, el mismo Internet.
Tal y como he ido desarrollando a lo largo de este
documento, Internet no transubstancializa la realidad, no
añade nuevas dimensiones (en el sentido más
científico-físico), no es el portal que nos
teletransporta a mundos más allá de éste.
Pero sí hace todo más complejo. Estira pero no
rompe, deforma pero no transforma. Internet es una de las
últimas grandes marañas que vienen a aumentar la
complejidad (y la envergadura) de la realidad compuesta por
multitud de actantes (9), uniéndose a otros
complejos entramados como el metro de una gran ciudad, un
movimiento social concreto, o el
ejército de un país, por citar algunos
ejemplos. Recordemos que el concepto moderno de identidad ya se
encontraba moribundo antes de que el fenómeno Internet
explotara, puede que termine rematándolo, pero no fue
él quien dinamitó el proceso.
Disipada la burbuja mística que envolvía
Internet, cabe hablar de la identidad, y de cómo las
crono-topologías que emergen asociadas a la Red afectan a
la manera en que aquélla se construye, se experimenta, se
modifica, se piensa.
Todas esas consideraciones sobre la identidad se centran
en las peculiaridades de las crono-topologías emergentes
relacionadas con Internet:
– La existencia de una curvatura espacio-temporal
pronunciada, lo que permite admitir en una misma
espacio-temporalidad de localización y
visibilización, nebulosas identitarias dispares, que en
otras crono-topologías emergentes, como la clásica
del Estado-nación,
se antojarían impensables.
– La importancia que posee la forma en cómo se
hacen visibles y localizables las identidades, también
relativamente distinta a procedimientos
similares en otras crono-topologías. Pero no nos
engañemos, el cuerpo, las lógicas nacionales, el
sentimiento de comunidad
también se encuentran presentes en las disputas por la
identidad en las nuevas crono-topologías
emergentes.
Veamos que dan de sí todas estas consideraciones
sobre la identidad e Internet en diversas situaciones que
afectan al espectro identitario que se…
… juega
En este caso, voy a restringir el campo semántico
al que podría referir la conjugación verbal que
encabeza el apartado. Voy a limitarme a las connotaciones (y
denotaciones) lúdicas, burlonas y exploratorias del verbo
jugar. Dejaré el juego como experiencia vital
amplia para el último subapartado de este
punto.
Voy a relatar un ejemplo clásico de burla,
intento de engaño en la crono-topología emergente
de Internet, pero que también puede leerse como
experimento identitario, como un ejemplo de identidad
exploratoria. He aquí el relato, después, las
posibles interpretaciones:
Un chico, varón de 17 años, se
encuentra en una sala común de ordenadores con
conexión gratuita a Internet habilitada por el gobierno de su
localidad. Teclea con soltura y mantiene en el rostro lo que
podría asemejarse a una leve sonrisa. Sostiene una
conversación de Chat privada
con un hombre de unos
30 años, le está viendo a través de su
cámara web. Su nick es
"analesbiana", y además de con éste último,
ya ha charlado con otro hombre. Está delante del ordenador
durante una hora y media, después se marcha. En una o dos
semanas está de nuevo ante uno de los ordenadores de la
sala pública, esta vez su nick en el Chat es
"laura-lesbianxxx". Realiza dos conatos de conversación,
pero enseguida sale del Chat y se dedica a buscar
información en páginas web. A partir de entonces,
el chico irá gradualmente utilizando con mayor asiduidad
los recursos que le
ofrece la red de redes, pero nunca volverá a utilizar un
nick que insinúe su intención de hacerse pasar por
una persona de
distinto sexo y/o
condición sexual.
Mucho se ha escrito sobre las ventajas que ofrece
Internet para quienes buscan escudarse bajo el anonimato, sobre
las facilidades con la que permite la acción impune, la
sorna del engaño. Sin embargo, la burla, el engaño,
el vituperio, no son nada nuevo. La diferencia reside en las
particularidades de las distintas crono-topologías en las
que tienen lugar. En Internet, el engaño, la
ocultación, tiene que ver con el nickname que juega
al despiste (aunque esto es sólo relevante en determinados
espacio-tiempos de localización), con el envío/robo
de recursos digitales (fácilmente reproducibles y
manipulables, tales como fotografías, documentos de
texto, claves de acceso), o con la instantaneidad para modificar
distintos parámetros de una
configuración.
No obstante, no parece acertado regodearse en las
posibles consecuencias, como gusta hacer a los
cuasi-apocalípticos, de estos comportamientos. Salvo en
casos graves de pérdidas de datos, o robo
malintencionado de recursos, Internet no es el sálvese
quién pueda hobbesiano de la guerra de todos contra
todos (tampoco lo es en los casos anteriores, el
robo/manipulación tendría que llegar al extremo,
por ejemplo, de disparar misiles con cabezas nucleares, algo, por
el momento, impensable (10)). En lo que respecta a la
identidad, tranquilícense, no estará en peligro
precisamente por la Red. El espectro identitario sufre poco con
los casos como el que he descrito en mi pequeño relato de
más arriba. Se trata, en la mayoría de los casos,
de un juego, de un divertimento, de una especie de travestismo
virtual. Me gusta comparar esa situación, en la que
algunos ven lo peligroso que resulta Internet para las relaciones
sociales, con el Carnaval. Las personas juegan modulando su
espectro identitario, para que durante unas horas parezca,
burdamente, una representación identitaria y estética, generalmente, inadmisible en el
campo cotidiano de sus prácticas. Es un simple juego, ni
si quiera existen motivaciones que se inclinen por engañar
al prójimo.
Y es que, si ustedes se han hecho pasar alguna vez por
una alteridad a la representación del espectro
identitario dominante sobre su persona, enseguida se
percatarán de lo que ocurre si, el juego, la gamberrada,
se prolonga en exceso. Un poco, divierte; mucho, aburre. Casos
como el de arriba, típicos en la red, el presentarse como
alguien de distinto sexo y/o condición (de deseo) sexual,
no tienen una esperanza de vida más allá de las dos
horas. Pruébenlo, verán como pronto se
cansan.
Caso aparte, merecería la otra interpretación, la que alude a las
identidades exploratorias, es decir, esas prácticas
encaminadas a experimentar con otros tipos de identidad o con
representaciones sobre esos otros tipos. Puede resultar
muy atractiva la presunción que muchos felices
virtualistas emancipatorios sustentan, por la que consideran
Internet como un lugar en el que desplegar infinitas
configuraciones identitarias sin el menor riesgo. El
límite, lo pone tu imaginación. Sin embargo, las
limitaciones están claras, y no se encuentran
únicamente en la imaginación de cada cual. Ya
aclaré más arriba, que la identidad, o el espectro
identitario, es una intersección entre un decirse y
un que te digan. Los virtualistas saltan,
voluntaria y felizmente, a una de las prisiones de la
acción a las que aludía Gatti en su
reflexión sobre la agencia. Pero no se dan cuenta de lo
siguiente: si yo, hombre, me hago pasar por mujer en un Chat
o en un foro, es cierto que no correré grandes riesgos, que
será un procedimiento
indoloro, ¿pero qué hay de la experiencia de ser
mujer? Demasiados ríos de tinta tóxica y
árboles
muertos ha costado a las teóricas feministas y
otros/as su disputa, como para que, por arte de magia,
uno pasara a vivir la experiencia de la mujer con tan
solo introducir en la casilla nick "Anastacia", "Nuria" o
"Brenda". El esquema es este:
– En la crono-topología Internet, los riesgos de
transformación o experimentación, sus peajes, son
bajos. Sin embargo, su nivel experiencial suele resultar
igualmente bajo. No sólo de textos e imágenes
digitales vive el hombre (y
la mujer).
– Si decidimos llegar a altas cotas de
experimentación en otras crono-topologías, como la
que regularmente nos rodea, los costes pueden ser altos (que se
lo pregunten a los transexuales, por ejemplo). En cambio, los
niveles experienciales, siempre será mayores en estos
casos.
Existirían otras posibilidades, como una
repetición del experimento, que por su incidencia,
traspasaría el umbral del juego y de la identidad
exploratoria. Serían prácticas y discursos que
formarían ya parte de la tensión configuradora del
espectro identitario en toda su extensión, pues superado
el carácter excepcional de los mismos, pasarían al
conjunto de experiencias vitales significativas
(11).
… pugna
Como bien es sabido, la identidad no es solamente un
juego más o menos inocuo, una forma elegante de estirar
las normas sin levantar sospechas, todo lo contrario, muchas
veces toma la forma de la disputa, a veces encarnizada, que
convierte el espectro identitario en un campo de batalla. La
lucha suele recurrir, como ya he dicho, a una gran variedad de
lugares, que va desde la corporalidad hasta el espacio
político, pasando por supuesto, por la extraña
crono-topología de la acentuada curvatura
espacio-temporal.
En su investigación sobre la identidad de raza en
determinados grupos de noticias de Usenet, Byron Burkhalter
(2003) se pregunta por los recursos que en Internet pueden ser
utilizados para la identificación de la raza.
Curiosamente, en contra de lo que algunos virtualistas
defenderían, en Internet, la importancia de la raza,
así como, y esto lo añado yo a sus argumentaciones,
otros rasgos de identificación clásicos como el
sexo, la apariencia física, la profesión o el lugar
de procedencia, no sólo no dejan de ser relevantes sino
que se vuelven problemáticos y pasan a ser objeto
explícito de las controversias sobre la identidad. No
basta con decir que uno es negro o blanco (12). Los otros
pueden cuestionarte, fijarse en las formas de
visibilización (el estilo de escritura,
el lenguaje
utilizado, las opiniones vertidas, la firma que aparece tras cada
intervención, el avatar, los enlaces propuestos, tus
conocimientos, etc.) y emplazarte, interpelarte a otras
posiciones de identificación. Se establece, literalmente,
una lucha por la configuración del espectro identitario.
Veamos una pequeña muestra de disputa identitaria, en la
que se suceden distintas réplicas:
«[Intervención inicial] No
contrataría a gente de una minoría, aunque fuera
por principios […] el hecho de que existe gente que
intenta forzarme a que contrate a las minorías simplemente
por el hecho de que son negros o hispanos […] me
negaría a contratar a una minoría por principios…
[Primera réplica] Y ahí lo tienes. Un
blanco imbécil e intolerante…
[Segunda réplica] …seguramente esta
persona, se trata de una de esas personas de raza negra que
consiguieron ENTRAR a través de una discriminación positiva […]
Uno no tiene por qué asumir que es
blanco…» (Burkhalter, 2003: 98)
Esta breve sucesión nos muestra dos cosas: la
primera, que cualquier rasgo que pueda tildarse de
identitario es relevante en la crono-topología emergente
estudiada; la segunda, que toda identificación resulta
problemática, por uno mismo y por los
demás.
Como vemos, Internet no es impermeable a las pugnas por
la identidad, por ese espacio espectral, sino que queda
igualmente empapado por ellas. Por supuesto, las disputas, no
podría ser de otra manera, se encuentran mediatizadas por
las peculiaridades de su crono-topología emergente. Por un
lado, la acentuada curvatura espacio-temporal deforma los marcos
de seguridad
utilizados convencionalmente, por lo que la sensación de
que cualquiera podría estar detrás del
personaje virtual con el que interactuamos (¡como si la
realidad viviera agazapada detrás de las virtualidades
presta para asaltarnos!), elevan y amplían los escenarios
posibles para las disputas. Por otro lado, las
espacio-temporalidades de localización y
visibilización referenciables, son, precisamente, el
marco, o mejor dicho, la referencia principal sobre la que basar
el enfrentamiento sobre las identificaciones y la
configuración de su espectro. Y no es únicamente su
referencia, sino también la expresión
simbólico-material de las propias peleas, de otra manera,
serían impensables, imposibles.
… vive
Realmente este subapartado es más bien un y
etcétera, que una situación o modalidad
particular en la que se configura el espectro indentitario. Al
se juega o se pugna, se podría haber
añadido un se reconstruye, se configura,
se modifica o se indaga, por citar algunos
ejemplos, que no siempre serían fácilmente
distinguibles. El espectro identitario se vive en Internet, en el
sentido de un cúmulo de prácticas, experiencias y
discursos, como en cualquier otra crono-topología
emergente que imaginemos. Como afirmé más arriba,
lo que observamos son una serie de visibilizaciones emergentes
producto de
complejos procesos de hibridación y articulación
que no logramos visibilizar, por lo que nuestras vivencias, de
alguna manera también emergentes, nunca se abstraen para
permanecer recluidas en su propia esfera. Todas esas
prácticas y experiencias se desparraman
simultáneamente por toda la realidad.
El concepto de crono-topología emergente,
entonces, no es más que una estrategia, otra
baliza sociológica a la que agarrarse (aunque no de forma
tan desesperada como ocurre con la identidad), no pretende,
aunque resulta difícil, generar nuevas realidades
abstraídas. Si no he utilizado la construcción
cronotopo sin más, es precisamente para evitar caer
en la trampa de ontologizar la fórmula, terminando por
crear una esfera independiente como sí lo suelen hacer los
planteamientos ciber o virtual (seguramente en unos
usos sesgados). Prefiero recurrir a este híbrido de
cronología y topología, que da cuenta
del logos, de la intencionalidad de la trazada, no es
inocente, no esconde su implicación en la
articulación.
De esta manera, aquello que quiera significar la
identidad, fuere lo que fuere, o lo que se quiera pensar a
través de esa noción, no cabe duda de que puede
entenderse y practicarse en toda su extensión en la
crono-topología emergente de la acentuada curvatura
espacio-temporal propia de las sociedades del conocimiento. El
espectro identitario añade Internet a su colección
de escenarios en los que jugarse de forma
simultánea.
Como amenazaba al principio de esta comunicación,
la conclusión será una compilación resumida
de las diversas impertinencias (más bien soterradas, no
excesivamente explícitas) que he desplegado a lo largo del
texto.
Así, la primera impertinencia nos advertía
de la relación entre la noción de sociedad del
conocimiento e Internet. Se ha magnificado en exceso el papel que
juega Internet en este, supuesto, nuevo tipo de sociedad. El
centro de esta noción, muchas descripciones sobre el
cambio lo son principalmente de un descentramiento, recae
principalmente, según mi propio criterio, en la
predominancia del conocimiento
científico sobre otras retóricas y su capacidad
para filtrarse a través de todo el tejido social de formas
muy diversas, no todas necesariamente (o convencionalmente)
científicas.
Por ello, yo me inclino a resaltar la relación
más directa que identifico entre los dos artefactos: la
pronunciación de la curvatura espacio-temporal de la
presente época, orquestada, en parte, por Internet. Otra
historia es la influencia que esa curvatura posee sobre la
producción, distribución y
filtración del conocimiento. No es este el lugar para
discutirlo.
La segunda impertinencia se hundía en el
intersticio que los sociólogos y otros teóricos
sociales habían permitido en sus escritos cuando
estudiaban la identidad y la socialidad en Internet. Pronto nos
percatamos que la cuestión no era leve: se había
abierto un abismo, una profunda sima entre dos esferas
aparentemente irreconciliables. Por esta razón, me
dediqué a incordiar a este planteamiento, afirmando que lo
virtual y lo real formaban parte de una misma
ontología.
Después, siguiendo una línea ascendente de
impertinencia, argumenté que para pensar la identidad en
Internet eran necesarios unos espacio-tiempos de
localización y visibilización, en todo caso,
escenarios referenciables a los que la identidad podría
acudir para configurarse de alguna manera. Para no contradecir mi
argumentación anterior, y volver a romper lo que
había unido en una misma realidad, me saqué de la
manga la noción de crono-topología emergente, con
la que intentaba mediar entre la realidad continua de
articulaciones e hibridaciones y las visibilizaciones que nos
hacían creer fácilmente en espacio-temporalidades
independientes.
Por último, la impertinencia final
consistió en presentar una discusión, no
excesivamente novedosa, sobre el mismo concepto-boya de la
identidad, algo que iba más allá de las
pretensiones de este congreso, pero que resultaba necesario para
armar el artefacto sociológico espectro
identitario, esa amalgama amorfa, sin estabilidades fijas
(aunque no exenta de ciertos asentamientos temporales), producto
de la tensión entre las prácticas y discursos
dominantes que sitúan al individuo y el sujeto que
también busca sus adhesiones e identificaciones.
Más adelante vendrían las formas en las que aquel
espectro identitario, se jugaba, se luchaba y se vivía en
Internet.
Otras inadecuaciones e impertinencias menores, como la
disconformidad con alguno de los planteamientos iniciales de este
grupo de trabajo o la incómoda prolijidad
de los términos utilizados, han atravesado también
todo el documento (todo texto las tiene). Quedémonos,
pues, con algunos de estos cosquilleos sociológicos, y
busquemos en consecuencia cuánto de serio y riguroso
tienen.
- LI]BERMAN, Marshall, 1988, Todo lo sólido
se desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad,
Madrid:
Siglo XXI - BURKHALTER, Byron, 2003, "La lectura
on-line de la raza. El descubrimiento de la identidad de raza
en las discusiones de Usenet" en SMITH, Marc A. y KOLLOCK,
Peter, Comunidades en el ciberespacio, Barcelona: UOC,
pp.89-108 - ECO, Umberto, 2004, Apocalípticos e
integrados, Barcelona: Lumen - GARCÍA SELGAS, Fernando J., 2003, "Para una
ontología política de la
fluidez social: el desbordamiento de los constructivismos" en
Política y Sociedad, vol. 40, nº1, pp.
27-55 - GATTI, Gabriel, 2002, Las modalidades
débiles de la identidad, Bilbao: Servicio
Editorial UPV - HALL, Stuart, 2003, "¿Quién necesita
identidad?" en Hall, S. y du Gay, P. [comp.], Cuestiones de
identidad cultural, Buenos Aires:
Amorrortu, pp. 13-39 - HARAWAY, Donna J., 1999, "Las promesas de los
monstruos: una política regeneradora para los otros
inapropiados/bles" en Política y Sociedad,
nº 30, pp. 121-163 - LAW, John, y MOL, Annemarie, 1994, "Regions, Networks
and fluids: Anaemia and social topology" en Social Studies
in Science, nº 24, pp 641-671 - MURIEL, Daniel, 2003, "La morada del postmoderno
Prometeo: Internet como máximo exponente de lo
tecn-" en Inguruak, nº 37, pp.
147-163 - TIRADO, F. y GÁLVEZ, A. [on line],
"Comunidades virtuales, ciborgs y redes sociotécnicas:
nuevas formas para la interacción social" en
<http://www.uoc.edu/humfil/articles/esp/tiradogalvez0302/tiradogalvez0302.html>
[1] – La redacción de esta comunicación se ha
realizado bajo la financiación del Gobierno Vasco, a
través de una beca del Programa de
Formación de Investigadores del Departamento de Educación,
Universidades e Investigación.
[2] – Esta peculiar construcción
terminológica, rúbricas post post-, viene a
ubicar aquellas etiquetas utilizadas en los escritos
científico sociales contemporáneos, especialmente
los sociológicos, para definir lo que se entiende como un
cambio a gran escala en las
formas societales, desprendiéndose del incómodo
prefijo post- que impregnaba los primeros intentos por
definir el cambio (postmodernidad, sociedad postindustrial,
postcapitalismo). En definitiva, las rúbricas post
post-, son un intento por superar una terminología
itinerante, por nominar el cambio que ya se intuía en lo
post-. Aparte de la sociedad del conocimiento, otros
ejemplos puede ser la modernidad tardía, la sociedad
riesgo o la era de la información. Estas
problemáticas y la reflexión crítica
sobre algunos de los supuestos más difundidos acerca de la
sociedad del conocimiento, las expuse en una comunicación
titulada "¿Sociedad del conocimiento? Repensando (y
matizando) las rúbricas post post-" presentada al
VIII Congreso Español de
Sociología, celebrado en Alicante del 23 al 25 de
Septiembre de 2004.
[3] – La segunda parte de la máxima
("…y quien tengas la capacidad de ser"), puede ser
más fácilmente aceptada, ya que incluye una
matización que implica capacidades, competencias,
destrezas, y, en cierta medida, lógicas limitaciones en
semejante vorágine autoconstitutiva.
[4] – Para una revisión de las relaciones
que se establecen entre lo social y lo tecnológico, la
propuesta de lo tecn- que propongo en el artículo
"La morada del postmoderno Prometeo: Internet como máximo
exponente de lo tecn-" (Muriel, 2003).
[5] – En el II Congreso Internacional convocado
por el Festival Ciber@rt que se celebró en Bilbao del 26
al 29 de Abril de 2004 bajo el lema "Desafios para la identidad
ubicua" (http://www.ciberart-bilbao.net/congreso.htm),
presenté una ponencia titulada "Socialidad, identidad y
comunidad en los espacios de localización y
visibilización de Internet: una propuesta no modernista de
la construcción identitaria en la Red a través de
los programas peer to
peer. El caso de la comunidad Spanishare", en la que precisamente
indicaba algunas notas sobre la práctica experiencial en
un espacio de localización y visibilización
referencial, la comunidad Spanishare
(http://www.spanishare.com).
[6] – No obstante, no la sustituye por otra, sino
que en conjunción con ella, genera nuevas
crono-topologías que la complementan, la amplían y
transforman. A este respecto, ver el artículo de Law y Mol
(1994) en el que abogan por la multiplicidad de topologías
de lo social, entre las que identifican las de territorio,
red y fluido.
[7] – Y aquí se incluyen los discursos,
prácticas, y saberes de disciplinamiento, gobierno y
domesticación de los individuos, al más puro estilo
foucaultiano.
[8] – En este caso, me refiero a los procesos de
adhesión (o no) a esos lugares a los que los
individuos son llamados a través de los distintos procesos
de disciplinamiento dominantes.
[9] – El uso del vocablo actante permite
la libertad de
definir su unidad teniendo en cuenta supuestos dispares: desde
entenderlo como una entidad tremendamente compleja (instituciones,
colectivo de gays y lesbianas, el cuerpo humano)
hasta pensarlo como una simple molécula. No
existiría una unidad tipo irreductible, el actante es
escurridizo, su definición es siempre contingente.
Además, no entiende de naturalezas o voliciones, humanos y
no-humanos están a la misma altura en el
relato.
[10] – Para eso ya se valen por sí solos
los dirigentes políticos y su cúpula
militar.
[11] – Las otras también son experiencias
con total carga de significado, pero su articulación como
juego, simple divertimento o curiosidad eventual, no desplaza en
demasía la configuración de su espectro
identitario, que depende de otras tensiones y prácticas de
mayor significatividad.
[12] – Ya lo he advertido varias veces en este
texto valiéndome de argumentos también de otros
autores, no basta con decirse, hay que
identificarse, luchar por las posiciones,
moverse astutamente. Pero esto ocurre en cualquier
crono-topología, independientemente de su
complejidad.
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