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Defensa militar y sociedad global




Enviado por Diego Torrente



Partes: 1, 2

     

    La globalización económica,
    ecológica, política, cultural y
    social tiene consecuencias profundas para la defensa
    militar. Los cambios que comporta la
    globalización están produciendo una
    redefinición en los conceptos mismos de defensa, riesgo, o
    seguridad, y
    en la
    organización y estrategias de
    las instituciones
    de defensa. El estudio de la defensa tiene un interés
    particular porque revela transformaciones que se están
    produciendo en el Estado
    contemporáneo y en su rol como actor en el proceso de
    globalización. El objetivo del
    presente trabajo es
    analizar cómo afectan los cambios en el entorno a las
    instituciones militares y de defensa occidentales en los
    últimos veinte años. Se estudian las
    transformaciones en las concepciones geoestratégicas, la
    percepción de los "riesgos", la
    reestructuración de la industria
    militar, y las variaciones en las actitudes de
    la opinión
    pública. Se presenta un modelo
    explicativo sobre la forma en que esas transformaciones afectan a
    la organización de la defensa y a la naturaleza de
    las misiones militares.

    La defensa ocupa una posición clave en la
    estructura
    tradicional de los estados modernos. Éste funda
    ejércitos estables, fuertemente jerarquizados y
    centralizados, con una base territorial, una ideología de patria, y un sistema de
    servicio
    militar obligatorio. El estamento militar define los
    países y situaciones que suponen un riesgo, y trata de
    fomentar los valores de
    la defensa en el resto de la sociedad. La valoración de
    esos riesgos y la pugna por garantizar un mínimo equilibrio de
    fuerzas empujan al gasto militar. Paralelamente existe una
    industria protegida de la defensa abocada hacia su cliente
    principal: el Estado. Con la
    caída del bloque del Este, el auge de sociedades
    postindustriales, y el proceso de globalización cambia
    completamente ese modelo de defensa.

    El estudio de los procesos en la
    defensa y seguridad contemporánea tiene un doble
    interés. Por un lado, ofrece un escenario privilegiado
    para analizar los cambios en el rol del Estado como actor en el
    proceso de globalización a la luz sus
    interrelaciones con otros actores. Por otro lado, interesa
    analizar la naturaleza de los nuevos conflictos. Se
    han puesto muchas expectativas en las oportunidades para
    construir la paz que ofrece un mundo crecientemente
    interdependiente, carente de bloques militares, y con valores
    postmaterialistas entre los países ricos. Este trabajo
    analiza cómo afecta los cambios en el entorno derivados de
    los procesos de globalización a las instituciones
    militares y de defensa occidentales. Se interesa por cuatro
    aspectos: las estructura internacional de la defensa, la
    opinión pública en temas de defensa, la industria
    militar, y las organizaciones
    defensivas. Presta atención a cuatro factores:
    económicos, tecnológicos, geopolíticos y
    socioculturales.

     

    Globalización

    Existen teorías
    diferentes sobre la lógica
    y alcance del proceso de globalización. Diferentes autores
    utilizan aproximaciones distintas. Para Inmanuel Wallerstein
    (1988) el capitalismo
    tiene una lógica global que ha llevado a la
    creación de un sistema mundial. En él existe una
    división internacional del trabajo, y un sistema de
    desigualdades a escala mundial.
    El capitalismo se caracteriza por la maximalización de
    beneficios, la creación de estructuras
    estatales que impiden que se dé un libre mercado
    auténtico y aseguran la dominación de unos grupos, y la
    apropiación del plus de trabajo mediante la
    explicación. La división en clases
    sociales se puede trasladar al ámbito mundial entre
    países centrales, de la semiperiferia y de la periferia.
    Ello provoca una agudización creciente de los conflictos y
    las contradicciones del sistema. Las reacciones integristas,
    anti-occidentales, el movimiento
    ecológico, o el surgimiento de neo-nacionalismos son
    reacciones ante esas contradicciones. Las crisis
    cíclicas del capitalismo agudizan la división de
    poder y los
    conflictos. Pero también aparecen formas de vida
    transnacional que eliminan las distancias y las fronteras. El
    sistema produce integración pero también lleva,
    según Wallerstein, al colapso. Esta teoría
    tiene una base exclusivamente económica, olvida la
    dimensión tecnológica, o cultural. Se ha criticado
    que es un planeamiento
    difícil de corroborar empíricamente (Beck 1998).
    También que no aborda la cuestión de la
    aparición de nuevas identidades cosmopolitas.

    Otros autores como James Roseneau (1990), o David Held
    (1995) enfocan la globalización desde una perspectiva
    política. Rosenau sostiene que la humanidad ha dejado
    atrás la etapa de las políticas
    internacionales propias de Estados soberanos y entra en un nuevo
    período post-internacional. Los actores nacionales
    comparten poder con organizaciones internacionales, empresas
    transnacionales y movimientos sociales y políticos
    transnacionales. Existe una sociedad de los Estados pero
    también un mundo de la subpolítica transnacional
    con actores como el Banco Mundial,
    Green Peace, la OTAN, o la Unión
    Europea. La política internacional cobra nuevas
    dimensiones más allá del poder económico,
    político, o militar. Aparecen problemas y
    riesgos globales. Está la cuestión de los
    refugiados políticos, de los derechos humanos,
    de los riesgos ecológicos, de los casos de corrupción.

    Lo importante de este nuevo escenario para Rosenau es
    que es políticamente policéntrico. Ni el capital, ni
    los gobiernos, ni los movimientos sociales tienen la
    última palabra. Todos tienen cuotas de poder y objetivos
    distintos. La tecnología pone fin a
    las distancias geográficas y culturales. Con ello se
    está reforzando la interdependencias entre comunidades
    locales y también aumenta la descentralización de la política
    aumentando el policentrismo de la política. Ese
    policentrismo encuentra numerosos soporte empírico y
    ejemplos. Aumenta el número y activismo de organizaciones
    transnacionales de todo tipo (Banco Mundial,
    Iglesia
    Católica, Asociaciones Internaciones de Sociólogos,
    McDonalds,
    mafias internacionales). Éstas actúan de manera
    paralela y también mediante acuerdos, problemas como el
    cambio
    climático, el tráfico internacional de drogas, o las
    crisis monetarias marcan las agendas políticas de estas
    organizaciones y de los gobiernos. Eventos
    transnacionales como los mundiales de fútbol, las novelas de Salman
    Rushdie, o Bosnia conmueven a la opinión publica. Aumentan
    las estructuras, alianzas y sistemas de
    cooperación internaciones.

    David Held sostiene que los estados nacionales pierden
    soberanía a medida que aumenta el
    número de acuerdos internacionales, o la dependencia en
    políticas económicas o de seguridad. Con la
    globalización se dan condicionamientos y poderes nuevo que
    limitan la libertad de
    acción
    de los Estados. Ello cambia los presupuestos
    institucionales y organizativos, el contexto de la
    política nacional, o los marcos legales. La
    soberanía es hoy un poder escindido. Una visión
    contraria la mantiene Gilpin quien piensa que sólo los
    Estados permiten que se creen, destruyan y mantengan dependencias
    y compromisos internacionales. Estos se producen en la medida en
    que son beneficiosos para el Estado. La globalización
    dependería así de los estados
    nacionales.

    Otra teoría distinta es que el proceso de
    globalización va parejo a una creciente conciencia de que
    la civilización se pone en peligro a sí misma. Ya
    no es posible seguir externalizando los efectos secundarios de
    las sociedades industrializadas. La conciencia de crisis
    ecológica y la amenaza percibida despierta una conciencia
    cosmopolita. Si los peligros fundan la sociedad, los riesgos
    globales fundan la nueva sociedad global. Los riesgos cuestionan
    a las instituciones y hay que buscar nuevas dinámicas de
    cooperación para afrontarlos. Existen varios tipos de
    riesgos globales. El primero son los producidos por la riqueza y
    el desarrollo
    tecnológico (agujero en la capa de ozono,
    manipulación genética).
    El segundo es la pobreza que
    supone un riego "ecológico" en el sentido de aumento de la
    conflictividad y freno al ritmo de desarrollo a medio plazo. Pero
    también lleva a la sobre explotación de los
    recursos
    naturales de los países pobres, migraciones masivas.
    El tercer riesgo deriva de los conflictos militares, de las
    armas de
    destrucción masiva y también del terrorismo
    internacional. Esos y otros riesgos globales hacen que se
    resquebrajen los pilares de la seguridad. Son riesgos que no
    pueden ser compensados financieramente. La conciencia de los
    riesgos hace que se su gestión
    se abra al debate
    público. El resultado global es la politización de
    numerosos campos de la actividad social antes ocultos. La
    globalización se torna reflexiva lo que justifica el
    concepto de
    sociedad mundial.

    Los conflictos resultantes de los riesgos hacen que se
    politicen ámbitos antes ocultos o no abiertos a debate. Un
    riesgo es un efecto negativo o no deseado de algo que ahora no
    sucede pero que puede suceder si no se toman cartas en el
    asunto. La dramatúrgia del riesgo es un contraveneno que
    si se toma en serio puede evitar la desgracia. Existe una
    percepción social del riesgo y ésta es cada vez
    más sensible a numerosas áreas de la vida moderna.
    El aumento de la sensibilidad de la opinión pública
    por los riesgos hace que se deba ofrecen una justificación
    pública de los costes y beneficios de ciertas decisiones.
    Eso favorece la democracia. Se
    discute sobre los avances genéticos, productos
    transgénicos, y en general sobre las consecuencias del
    desarrollo técnico, incluso antes de que éste se
    produzca (technological citizenship). El promotor debe demostrar
    la inocuidad de la idea o producto antes
    de ponerla en práctica. La sociedad del riesgo cuestiona
    seriamente los beneficios de la primera modernidad y la
    idea de progreso. Se plantea la necesidad de una segunda ilustración que abra a la
    comprensión los peligros que la civilización
    industrial trae al mundo.

    Otro tipo de teorías ponen el acento en la
    cultura. La
    globalización económica trae cambios profundos a
    nivel cultural. Se produce una convergencia por la que se
    unifican modos de vida, símbolos culturales, o conductas de
    consumo. Las
    tecnologías de satélites,
    las grandes agencias de noticias
    unifican. La concentración de capitales y la
    combinación de tecnologías lleva a que las grandes
    compañías telefónicas se unan a las
    televisivas. La cuestión es si la globalización
    cultural está trayendo la homogeneización cultural.
    Ronald Robertson sostiene que la globalización corre
    pareja a la localización. Lo local y lo global no se
    excluyen mutuamente. La globalización significa
    también acercamiento y encuentro de culturas locales, las
    cuales se redefinen en el marco del nuevo contexto. Se produce
    una re-localización, una nueva forma de localismo, lo cual
    no significa volver al tradicionalismo sino de releer la
    tradición a la luz del nuevo contexto global. Lo global
    sólo es asible desde lo local. A su vez, lo global no es
    algo estático sino que está determinado por
    dinámicas locales combinadas. Robertson utiliza el
    término "Glocalización" para designar ese proceso.
    Considera que la realidad global y la conciencia creciente de lo
    global son dos caras del mismo proceso. El principal reto
    cultural de futuro es conseguir esa reflexividad cultural de la
    globalización.

    La globalización también tiene
    consecuencias para la vida de las personas. Surgen nuevas
    comunidades transnacionales. Tienen que vivir y trabajar juntas
    personas de distintas procedencias. Cada vez más se
    trabaja juntos en lugares geográficamente muy separados.
    Pero junto a estas nuevas comunidades, la globalización
    destruye otras locales más tradicionales. Pierde fuerza la
    vecindad tradicional directa. No obstante la
    descentralización de las comunidades es cada vez mayor; es
    decir, las comunidades ganan control sobre sus
    propios espacios sociales y sobre sus contextos. Esta idea de la
    autonomía de lo local la desarrolla Arjaun Appadurai.
    Habla de paisajes étnicos en el sentido de personas en
    constante movimiento. Son turistas inmigrantes, refugiados,
    exiliados, o trabajadores extranjeros. El trasiego de culturas
    hace que cambie la cultura tanto de destino como de origen. La
    mezcla puede ser tan compleja que es posible construir mundos y
    culturas imaginarias.

    Las fronteras están amenazadas también por
    las corrientes de información. Esta estaba monopolizada por
    los gobiernos. Ahora, a través del satélite o
    Internet es
    posible saltarse la censura gubernamental, conocer nuevas
    perspectivas y ampliar las miras. Las personas juzgan su modelo
    de vida con el modelo de vida posible que les ofrece la
    televisión o Internet. Sin embargo eso no implica la
    mcdonalización del mundo en el sentido de
    unificación cultural. Antes significa la posibilidad de
    que surjan nuevas combinaciones culturales y nuevas
    identidades.

    Zygmunt Bauman considera que existen complementariedades
    entre lo local y global. No existe homogeneización, lo
    global produce la necesidad de una diferenciación local.
    Los mercados globales
    de consumo tratan de imponer una oferta de
    bienes pero el
    modo de consumo se decide a nivel local de acuerdo con las
    identidades. La globalización también es un nuevo
    reparto de los privilegios, pobreza,
    perspectivas de futuro, libertad, o poder. Existe un nuevo
    proceso de estratificación a nivel mundial. Un factor que
    cambia, según Zygmunt Bauman, es que los ricos ya no
    necesitan de los pobres para hacerse ricos (Beck 1998; 89). Se
    han perdido los nexos entre pobreza y riqueza con lo que la
    solidaridad es
    más difícil. Las diferencias están cada vez
    más solidificadas y blindadas. Para unos la
    globalización abre mundos para otros los cierra. Bauman no
    aclara bien porqué y cómo se produce la quiebra de la
    solidaridad. Tampoco ve la posibilidad de una solidaridad
    cosmopolita que compense la polarización entre pobres y
    ricos. Sin embargo una de las tendencias que trae la
    globalización es el aumento de la conexión de los
    problemas del primer y tercer mundo (movimientos migratorios,
    riesgos ecológicos). Los riesgos globales pueden llevar a
    un aumento de la solidaridad contrariamente a lo que sostiene
    Bauman.

    Algunos de esos cambios tienen un particular impacto en
    la defensa militar. Las sociedades postmodernas no tienen una
    moral o un
    sistema de valores unitario. Muchas personas no se identifican a
    sí mismas con las instituciones y el sistema de autoridad
    tradicional. La solidaridad se expresa de nuevas maneras al
    margen del Estado (ONG,
    asociaciones, trabajo voluntario). El mundo es, a la vez,
    más internacional y más local. Más
    internacional porque las economías de los Estados se
    dependen mutuamente y las comunicaciones
    son globales pero también porque los problemas modernos
    ningún tienen fronteras (medio
    ambiente, paz, terrorismo, delito
    organizado). Por otro lado, los Estados pierden protagonismo.
    Los medios de
    comunicación internacionales de masas no apoyan la
    idea de Estado como hizo la Escuela. Las
    instituciones se descentralizan más. El nacionalismo y
    lo local tiene una importancia creciente. En contraste, las
    estructuras de defensa se han vinculado tradicionalmente al
    concepto decimonónico de Estado. Los Estados nacionales
    deben gestionar ahora demandas contradictorias. Por una parte
    deben mantener un sentido de identidad
    nacional que los justifique. Al tiempo deben
    intentar fomentar el desarrollo
    económico en un contexto de economía global que
    escapa a su control. Deben atender a necesidades sociales, de
    seguridad ciudadana, de justicia, etc.
    en un contexto de escasez de
    recursos
    fiscales, Al tiempo deben hacer compatibles estas necesidades con
    las exigencias de pertenecer a estructuras internacionales y las
    demandas que les plantea los nuevos poderes locales. El Estado
    contemporáneo debe organizar su seguridad en el contexto
    de un mundo nuevo y lleno de contradicciones.

     

    Nuevo entorno de la
    defensa

    Los cambios sociales, económicos,
    políticos, geoestratégicos e institucionales
    recientes han traído cambios en las estructuras, gastos, misiones,
    escenas y estrategias militares. Se está produciendo una
    redefinición en los conceptos mismos de defensa, riesgo,
    seguridad y en la orientación de las instituciones
    internacionales. Como consecuencia, las estructuras y las
    políticas de defensa y seguridad de los países
    desarrollados están en transición. Como ocurre en
    todas las transiciones, el momento es de incertidumbre. (1) A esa
    incertidumbre se añade la complejidad de la vida
    internacional y la rapidez con la que se suceden los
    acontecimientos. Los factores que están incidiendo en los
    cambios en la seguridad son tantos y tan complejos que es
    difícil prever evoluciones siquiera a medio
    plazo.

    La transición defensiva se caracteriza porque las
    instituciones políticas y defensivas internacionales son
    todavía débiles en comparación con la
    realidad económica y de comunicación de la "aldea global". Las
    amenazas se han tornado múltiples, impredecibles y
    difusas. Ya no provienen de un Estado concreto o de
    una frontera sino
    de factores étnicos, criminales, religiosos, nacionalistas
    o ecológicos que los Estados apenas pueden controlar, la
    naturaleza de esas amenazas unidad a la complejidad de las
    relaciones
    internacionales hacen que las alianzas defensivas no cubran
    todos los aspectos que amenazan un país y que sea
    más difícil la respuesta. En ese sentido no son
    fiables por completo. Por un lado se dan condiciones objetivas
    para crear un clima de
    confianza y distensión. Se esperan más reducciones
    de armamento convencional (CFE), los presupuestos van a la baja,
    se está redefiniendo el rol militar como un rol de paz.
    Sin embargo, los gobiernos mantienen posiciones de cautela frente
    a los cambios. Las estructuras militares tienden a la
    descentralización, a especializarse, a ser más
    autónomas y a actuar en misiones que tienen más
    aspectos policiales que geoestratégicos en el sentido
    tradicional. Esas nuevas misiones exigen un replanteamiento de la
    función, el entrenamiento y
    la filosofía de las Fuerzas Armadas (CESEDEN
    1997).

    Al desaparecer los dos bloques, el panorama de la
    defensa es más complejo y multilateral. Por ejemplo,
    existen ahora nuevas descompensaciones en la correlación
    de fuerzas y es más difícil el control de
    armamentos debido al aumento en el número de partes. Por
    otra parte, la trama de intereses y de instituciones
    internacionales es tan tupida y compleja que esa interdependencia
    crea condiciones nuevas de seguridad. Las armas se basan en
    complejos sistemas de alta tecnología. El acceso y control
    de esa tecnología puntera es sólo privilegio de
    unos pocos países y grandes corporaciones internacionales.
    Además, el proceso de concentración internacional
    de capital ha hecho más difícil a empresas y
    países menos desarrollados desarrollarla y controlarla
    (Instituto Español de
    Estudios Estratégicos 1993). La legitimidad social de los
    ejércitos está cambiando sus bases. La población está dispuesta a aceptar y
    dar dinero para un
    ejército profesionalizado que atienda a las nuevas
    amenazas pero no está dispuesta a dar su vida, ni su
    tiempo, ni a aceptar modelos de
    ejército tradicionales ineficaces y burocratizados (Ortega
    1997, Martín Aleñar 1996, Ministerio de Defensa
    1990). Los recursos fiscales son ahora más escasos , y
    el dinero
    gastado en defensa es menos justificable cuando no se percibe una
    amenaza tangible y clara.

    En lo que se refiere a los cambios a nivel
    institucional, después del fin de la guerra
    fría, Europa tiene que
    asumir más protagonismo y autonomía en su propia
    seguridad (CESEDEN 1996). Las instituciones Internacionales de
    seguridad tienen que hacerse más flexibles para integrar
    intereses y concepciones distintas en materia de
    seguridad. (2) Los Estados, que todavía son los actores
    más importantes, desean de ganar influencia en el futuro
    modelo de seguridad Europea y tratan de hacer valer sus puntos de
    vista. (3) Europa es hoy por hoy una comunidad de
    seguridad y la paz en el sentido de que éstas parece estar
    garantizada por una compleja red de instituciones y
    vínculos. No obstante, Europa es también un
    área cultural y políticamente compleja con una
    historia larga de
    conflictos. En ese sentido, se ha dicho que, a largo plazo,
    probablemente, el desvanecer de la guerra
    fría ha traído más seguridad a los Estados
    Unidos que a Europa (Barbé 1995). En cualquier caso, las
    estructuras y los conceptos de defensa están en un proceso
    profundo de transición y redefinición.

     

    Opinión
    pública

    La opinión pública europea en temas de
    defensa han sufrido transformaciones importes durante la segunda
    mitad del siglo XX. Durante la guerra fría ésta fue
    bastante estable debido a que no se alteraron substancialmente
    las condiciones exteriores mientras duró. En los
    años ochenta se da una pérdida de confianza y de
    legitimidad de los ejércitos tradicionales. Aumentan las
    posiciones antimilitarista, pacifistas y antinucleares. Sin
    embargo, el período de los noventa supone un cambio de
    actitud en
    muchas áreas, aunque también se detecta cierta
    inercia en las actitudes de los europeos que se resisten a
    cambiar al ritmo que lo hacen los acontecimientos internacionales
    y defensivos (Ortega 1997). Ello hace pensar que las actitudes
    van a seguir evolucionando en el futuro consolidando así
    una reconversión militar también en la
    opinión pública.

    La opinión pública en temas de defensa
    tiene una dimensión personal y otra
    colectiva. La dimensión personal se refleja en la
    predisposición de defender al país o atender el
    servicio militar. La dimensión colectiva se analiza con
    indicadores
    como valoración de las amenazas, actitudes hacia las
    alianzas, apoyo a políticas particulares, apoyo al gasto
    militar, o justificación en el uso de la fuerza. La
    opinión pública posguerra fría tiene una
    serie de rasgos comunes. En lo personal, existe una resistencia a
    contribuir directamente con la vida o el tiempo de servicio
    militar. sin embargo sí se está dispuesto a
    contribuir económicamente para la seguridad. En lo
    colectivo, se apoya la reducción del gasto militar, y se
    respaldan más las soluciones
    políticas que las militares. El apoyo a los militares se
    da ahora para la participación en operaciones de
    paz, para conflictos específicos y priorizando las
    soluciones a corto plazo. El apoyo ya no es una carta en
    blanco.

    Un ejemplo que ilustra esas nuevas tendencias es el caso
    español. La opinión pública española
    reciente sobre defensa se puede resumir en cinco de
    características: Un actitud pacifista y neutralista, una
    reluctancia a permitir la expansión del poder militar,
    cierto criticismo con las intervenciones militares de los
    Estados
    Unidos, y una notable carencia de información y
    opinión sobre temas de seguridad que queda reflejada en
    encuestas. La
    opinión pública ha cambiado notablemente en los
    últimos 20 años pero, en algunos aspectos, existe
    continuidad. Para comprenderla deben recordarse algunos hechos
    históricos. El régimen de Franco supuso cuarenta
    años de aislamiento internacional. La señal
    única de apertura en cuanto a colaboración en la
    defensa fueron los descompensados acuerdos de 1953 con Estados
    Unidos. La presencia norteamericana en bases militares
    española fue más contestada por la opinión
    pública que entrada en la OTAN. Durante la dictadura
    había una carencia general de información y
    opinión en asuntos públicos. Los Estados Unidos se
    ven con desconfianza por su posición de poder sobre
    España,
    la amenaza de una tercera guerra mundial,
    las intervenciones militares en Sudamérica, y la guerra de
    Cuba de 1898.
    Por otra parte la experiencia de una guerra civil, hace que la
    población valore en especial la neutralidad y la
    paz.

    En el período democrático, la
    integración a las instituciones internacionales se
    consideró positiva para consolidar democracia, estimular
    el desarrollo económico, y restaurar normalidad
    internacional del país. En 1981 España entrar en el
    OTAN (aunque no totalmente en sus que estructuras militares). La
    decisión de gobiernos fue controvertida debido a una
    cultura de neutralidad arraiga fuertemente en la
    población. En 1982 el partido socialista gana las
    elecciones en parte por su oposición a la OTAN y
    prometió un referéndum para reconsiderar la
    decisión. El referéndum tuvo lugar en 1986. Hubo un
    31% a favor, 24% en contra, y un 41% de abstención.
    Según las encuestas de opinión previas, muchas
    abstenciones habrían sido votos negativos si hubieran ido
    a votar.

    El cambio más importante en la opinión
    pública es una mayor concienciación de la necesidad
    de la solidaridad internacional en defensa. La oposición
    al OTAN ha bajado lentamente y constante desde 1986. Desde el fin
    de la guerra fría, la discusión de la OTAN se ha
    centrado progresivamente en la conveniencia de una
    integración plena. En 1986 las encuestas indican que el
    55% de población está contra la pertenencia a la
    OTAN frente a un 26% de favorables. En 1995 había un 50%
    oposición a la integración militar de estructura
    (ver tabla 1). En Junio 1997, coincidiendo con la cumbre
    de la OTAN, se registra el momento más favorable: 41% a
    favor, y 23% en contra. En 1998 los porcentajes son
    respectivamente del 34% y 36. Los partidarios comparten un perfil
    más conservador políticamente, una posición
    social más alta, y son personas más informadas en
    política internacional. Los jóvenes están
    ligeramente a favor. No obstante, la opinión
    pública española es más europeísta
    que atlantista (Ortega 1997). Una encuesta
    realizada en 1997 por ASEP muestra que los
    españoles apoyarían un sistema defensivo global
    bajo control de las Naciones Unidas
    (28%). En segundo lugar prefieren un sistema europeo basado en el
    UEO, o un sistema exclusivamente Español (14%). El modelo
    Atlántico de la OTAN se cita en cuarto lugar (11%).
    Existe, no obstante, una carencia notable de conocimiento y
    opinión sobre estas preguntas (34%) y, en general, sobre
    instituciones Europeas. Estos cambios en la opinión
    pública pueden explicarse parcialmente porque los
    líderes de opinión han influido progresivamente en
    el resto de sociedad (Díez Nicolás 1999). Los
    líderes de opinión y los votantes de derecha
    están cada vez más preocupados por los temas de
    seguridad. No obstante el apoyo a una defensa internacional no es
    incondicional. Según una encuesta de ASEP de Noviembre de
    1997, un ejército europeo bajo mando de la Unión
    Europea sería apoyado por 37% de la población. Pero
    la idea de tener al mando del ejército español a un
    general extranjero es todavía controvertida (un 39%
    rechazaría la idea).

    Otra característica importante del español
    es que es un pacifista convencido. Se desea tanto la paz que casi
    no se perciben amenazas. En 1987, justo antes del fin de la
    guerra fría, el 53% de la población piensa que
    existe una probabilidad baja
    o nula de que España aparezca implicada en un conflicto
    internacional frente al 28% que piensa que existen algunas o
    muchas probabilidades. En 1997 las proporciones eran
    respectivamente del 72% y 16%. En 1991, una vez el conflicto
    yugoslavo estalló, el 43% estimaba que la probabilidad de
    una guerra en Europa era baja o inexistente. En Noviembre 1997,
    el 64% de los entrevistados estimó que había una
    escasa o nula probabilidad de un conflicto internacional
    importante. La proporción era alta incluso en 1998 durante
    la última crisis de Irak. Una vez
    más votantes de partidos de derechas y las personas de
    posición social alta son los más preocupados por
    los conflictos internacionales.

    En 1988 una encuesta de ASEP indica que los
    países percibidos como más amenazadores contra
    España eran los norteafricanos (29%), en particular
    Marruecos (21%) y Libia (5%), le siguen Estados Unidos (9%), la
    Unión Soviética (7%), y los europeos (7%). El 48%
    de los entrevistados no puedo decir ningún país. Es
    curioso como Estados Unidos se percibe como más amenazador
    que la Unión Soviética. El tiempo ha rebajado y
    cambiado las percepciones de riesgo. En enero de 1998, diez
    años después, otra encuesta de ASEP muestra que las
    áreas o países más amenazadores son
    Marruecos (19%), los países árabes (9%), los
    norteafricanos (4%), Argelia (3%), Francia (3%),
    Rusia (2%),
    Gran Bretaña (2%), y Estados Unidos (1%). Los
    españoles parecen percibir más cercanos a
    países de la OTAN que hace diez años. Los Estados
    Unidos y naciones europeos como Francia y Gran Bretaña se
    ven más como aliados que como amenaza. La ideología
    antinorteamericana se modera aunque todavía permanece el
    criticismo cuando los Estados Unidos inicia acciones
    militares seguras, como en Irak.

    Pacifismo y neutralidad son sentimientos colectivos
    profundos que reaparecen en los conflictos donde se utiliza la
    violencia
    militar. En el conflicto de Irak de 1998, el 55% de la
    opinión pública española está por la
    neutralidad estricta, únicamente un 5% apoya el
    envío de tropas al Golfo mientras que el 26% es partidaria
    de apoyos menores a Estados Unidos. Los bombardeos
    estadounidenses de 1998 contra Jartum y el Afganistán se
    perciben como completamente injustificados por 52% de los
    españoles. Estas actitudes condicionan las decisiones
    políticas sobre intervenciones militares en el
    extranjero.

    El apoyo de la opinión a la colaboración
    con fuerzas internacionales está condicionado a la
    naturaleza y legitimidad de la intervención militar
    concreta. En 1989, antes de la guerra de Golfo, el 54% de las
    personas entrevistados por ASEP, rechazada la colaboración
    con fuerzas internacionales, mientras que el 19% lo acepta, y el
    8% era indiferente. En septiembre de 1990, cuando era inminente
    la guerra del Golfo, la opinión pública es
    especialmente se muestra especialmente poco dispuesta: un 49%
    rechaza enviar tres buques Españoles, y 74% rechazado para
    enviar reclutas. Nuevamente, reaparece la actitud crítica
    hacia los Estados Unidos y el neutralismo. Debe tenerse en cuenta
    también que esta es la primera operación
    internacional más allá de las fronteras
    españolas en una situación de guerra. Los
    Conflictos de los Balcanes son la segunda oportunidad para la
    colaboración internacional. Los medios de
    comunicación y el Ministerio de Defensa presentan la
    intervención militar como humanitaria y pacificadora
    subrayándose el apoyo de las Naciones Unidas. Como
    resultado, en una encuesta de ASEP de Noviembre de 1992, el 52%
    de los encuestados apoyada el enviar tropas españolas a
    Bosnia, mientras 28% lo rechaza. Pero este apoyo se
    condicionó al carácter humanitario de la misión. En
    1993 otra encuesta sobre una intervención armada en
    Yugoslavia muestra nuevamente una oposición fuerte (47%).
    Posición social, edad, y conservadurismo político
    son variables
    claves al explicar la variación en las actitudes de la
    opinión pública.

    Según los "barómetros" del Centro de
    Investigaciones Sociológicas, y en
    comparación con otras instituciones políticas
    españolas, la opinión pública sobre las
    fuerzas armadas es moderadamente positiva. Esta imagen
    está positivamente relacionada con la edad y el
    conservadurismo político e inversamente con la
    posición social. No obstante existe la percepción
    amplia de que, comparativamente con las europeas, las fuerzas
    armadas españolas tienen menos preparación
    técnica, armamento menos moderno, y menos capacidad de
    combate. En particular los jóvenes, las clases medias y
    altas, y el votante de izquierdas apoyan fuertemente este punto
    de vista. Esta percepción explica parcialmente el apoyo
    amplio a un ejército profesional (61% en 1996, y 78% en
    1997). Este apoyo es aún más alto entre la juventud. A
    pesar de ello, la opinión pública española
    está poco dispuesta a incrementar los presupuestos de
    defensa. En 1997 había un 31% en contra y 29% a favor (20%
    no eran seguras) según una encuesta de ASEP. Existe algo
    más de predisposición si el gasto es para implantar
    un ejército profesional y algo menos si es para la
    integración militar plena en la OTAN (tabla 2). El
    datos es de
    una encuesta de enero de 1998 de ASEP.

    Como conclusión a este punto, se puede decir que
    en la opinión pública española sobre defensa
    se combinan elementos de continuidad y con otros de cambio. Una
    tradición histórica de neutralidad durante el siglo
    XX y la experiencia colectiva de una guerra civil son elementos
    claves para comprender actitudes actuales. Los ideales pacifistas
    modernos han encontrado un terreno propicio en esta
    tradición. Estos antecedentes ayudan a comprender mejor la
    baja predisposición a defender el país, el
    optimismo sobre las amenazas externas, el cuestionamiento del
    servicio militar obligatorio, o la actitud crítica hacia
    algunas intervenciones militares. Algunas de estas actitudes
    están tan arraigadas que no pueden explicarse totalmente
    como un cambio de generacional o por grupos sociales (Díez
    Nicolás 1999). La relación entre
    identificación nacional y opinión pública en
    defensa ya no es tan fuerte. Indicadores de identidad
    nacional como sentimientos nacionalistas, o tamaño del
    hábitat
    no explican totalmente las actitudes en defensa. Los valores
    postmaterialistas están asociados únicamente en las
    actitudes públicas más extremas. El efecto edad
    explica bien actitudes como la aceptación o no del
    servicio militar pero no muchas otras.

     

    Industria
    militar

    La década de los 90 está siendo un
    período de reducciones en los presupuestos de defensa.
    Además de las consecuencias del fin de la guerra
    fría, se suman las de la crisis económica del
    período 1992-96. La tabla 3 presenta la evolución del gasto militar en varios
    países de la OTAN. Estas reducciones han causado inquietud
    entre la profesión militar y entre la industria (Barjadi y
    Cosido 1994). Debe tenerse en cuenta que los 15 países con
    mayor gasto militar suponen el 80% del total mundial (tabla
    4
    ).Las reducciones en los presupuestos militares no
    sólo han sido un fenómeno de países
    desarrollados (ver tabla 5). El volumen total en
    el mundo ha disminuido desde los aproximadamente 1,3 billones de
    dólares en 1988 a algo más de setecientos mil
    millones de dólares en 1998. (4) El recorte en los gastos
    militares y la contracción de los mercados ha puesto a la
    industria militar en una situación difícil. Ha
    supuesto descensos en las ventas entre
    un tercio y la mitad dependiendo del sector y país. Aunque
    no se esperan muchos más recortes presupuestarios en
    defensa, el nivel actual de gasto es insuficiente para la
    industria. Delante de las dificultades el sector industrial ha
    desarrollado un abanico de estrategias. Esas estrategias se
    entienden mejor viendo las características de la industria
    de la defensa.

    El fin de la guerra fría y el recorte en los
    gastos de defensa han traído muchas esperanzas sobre el
    aumento de las condiciones para la paz y las nuevas posibilidades
    que ofrece la reutilización de los recursos militares para
    propósitos civiles. Pero no todas las consecuencias en ese
    cambio son positivas. La derivación de recursos puede
    tener una repercusión negativa sobre el empleo en el
    sector de la defensa o sobre el impacto en ciertas regiones. Por
    eso es muy importante el cómo se realiza. Esa
    reestructuración se está realizando de diversas
    maneras según los países y la situación en
    el mercado de sus industrias. En
    este apartado se analizan esos procesos explicándolos en
    base a las características peculiares de la industria
    militar.

    La industria militar presenta peculiaridades respecto a
    otros sectores industriales. Existen, al menos, cuatro
    singularidades. Primero es una industria que opera en un mercado
    bastante cerrado. Mucha industria ha estado tradicionalmente
    orientada hacia un único cliente: el Estado. De hecho,
    éste ha protegido por razones estratégicas su
    industria militar aumentando así la dependencia. Cada
    país demanda
    productos específicos en función de las
    necesidades. Por tanto, y a diferencia de otros sectores, la
    demanda pesa más que la oferta. Cuando concurre a mercados
    externos, el principio de libre concurrencia no se cumple del
    todo. Las razones geoestratégicas y políticas han
    mediado en las transacciones. El resultado es que el mercado no
    es controlado por el productor. Otra característica que lo
    aleja del mercado regular es que, debido a razones de seguridad,
    la información circula de forma muy restringida. Debido a
    esas características, el sector de la defensa no tiene ni
    la experiencia, ni la cultura empresarial, ni las
    infraestructuras para competir en mercados de consumo abiertos.
    Todo ello dificulta, como se verá, la conversión de
    su producción para usos civiles.

    Segundo, la industria militar requiere de importantes
    inversiones de
    capital e infraestructuras dependiendo de la actividad. Eso hace
    que cualquier reconversión sea costosa. Tercero, es una
    industria intensiva en I+D. La sofisticación de los
    sistemas de armas requieren grandes esfuerzos y complejas
    infraestructuras de investigación. Ello supone un coste
    importante que muchas veces es sufragado por los Estados. Esos
    costes de I+D han aumentado en los últimos años.
    Esa ha sido una estrategia de
    respuesta para aumentar la competitividad
    en un momento difícil. Por ejemplo, en Francia actualmente
    se cifran en el 32% de los costes de producción. Esos
    costes son los que permiten mantener una competitividad y una
    actividad exportadora (la dependencia de las exportaciones es
    del 40% en Francia). Cuarto, en el sector de la defensa la
    competitividad no gira en torno a los
    precios. Por
    tanto no ha habido un incentivo para la eficiencia
    productiva y la reducción de costes. El resultado es un
    sector inflado en costes que se ha visto obligado a reducir
    cuando los recortes en los gastos militares han amenazado su
    supervivencia.

    Delante de los cambios en el entorno, el sector de la
    defensa ha desarrollado varias estrategias. Pueden identificarse
    al menos seis. Concentración de capital y
    refundición de empresas, diversificación,
    especialización, búsqueda de nuevos mercados
    aumentando las exportaciones, mejora de la capacidad de I+D,
    mejora de la competitividad, aumento de la presión
    hacia los Estados, y reconversión hacia el mercado civil.
    La concentración industrial busca sacar partido de las
    economías de escala y reducir los costes. La
    diversificación intenta repartir los riesgos para la empresa en un
    mercado con demandas variables. La tendencia hacia la
    subcontratación de componentes ha hecho optar a algunas
    empresas por la alternativa de concentrar sus esfuerzos en un
    menor rango de productos. La búsqueda de nuevos mercados
    se ha hecho principalmente vía exportaciones. Sin embargo,
    exportar armamento depende mucho de la capacidad
    tecnológica. Eso hace que aumentar la capacidad de I+D sea
    otra estrategia de competitividad, aunque sus costes sean
    prohibitivos para algunos países. Otra estrategia ha sido
    ajustar los costes internos de producción, particularmente
    el de personal, y mejorar la eficacia
    organizativa. El resultado son los despidos masivos en el sector.
    Frente a los recortes presupuestarios el sector de la defensa ha
    aumentado su actividad como grupo de
    presión. Por último está la estrategia de la
    reconversión hacia una producción de uso
    civil.

    Resulta interesante ver que las estrategias han variado
    entre países. También hay que decir que el impacto
    y las consecuencias de los recortes presupuestarios ha sido
    desigual por países según el tamaño de su
    industria de la defensa y el nivel de control del mercado. En el
    ámbito de los países occidentales, hay que
    establecer distinciones entre los grandes países
    productores, y dentro de estos entre Estados Unidos y Europa,
    entre los pequeños países productores y entre los
    países del Este. La situación de partida es
    diferente. El mercado norteamericano constituye un único
    mercado y es dos veces más grande. El europeo está
    compuesto por numerosos mercados fragmentados (ver la tabla
    6
    ). Cada uno con regulaciones y políticas
    diferentes.

    La reestructuración de la industria americana se
    ha llevado a cabo principalmente mediante procesos de fusión. La
    industria americana y canadiense se ha concentrado mucho a lo
    largo de los 90. (5) Ello les ha permitido sacar ventajas de la
    economía de escala, mantener los niveles de I+D y aumentar
    su competitividad. Ello les ha permitido aumentar la cuota de sus
    exportaciones en los últimos 10 años de un 36% a un
    52% al tiempo que reducir la importaciones
    procedentes de Europa. La industria europea también se ha
    concentrado, aunque en menor escala. En Europa el número
    de actores no se ha reducido tan drásticamente. Esta
    opción ha sido sólo una alternativa para algunas
    grandes compañías europeas ante el temor de la
    competencia
    americana. La situación en Europa es diferente que en
    Estados Unidos ya que los vínculos entre
    compañías se realizan fundamentalmente a base de
    participar en programas. Pero
    el problema es que éstos se agotan (o cancelan) y no
    incentivan el ajuste de costes. No son una solución
    estable a largo plazo.

    En general, los países con menor potencial
    industrial, han salido peor parados del aumento en la
    competitividad (Bélgica, España). Las
    pequeñas han tenido que adoptar otras estrategias frente
    al temor de las grandes compañías (Serfati 1996).
    Mucha industria de esos países es dependiente del mercado
    interno. Algunos programas conjuntos de
    producción se cancelan. Los costes de I+D se acusan
    más e incluso llegan a ser insoportables en algunos casos.
    Las dificultades para exportar aumentan. Los países
    pequeños ver aumentar su dependencia exterior al perder
    competitividad. En ese contexto, la estrategia industrial de esos
    países es diversificarse y especializarse. En ésta
    línea, una salida es convertirse en industrias
    subcontratadas de las grandes firmas y especializarse en
    componentes concretos (Struys 1997). También está
    la participación en programas internacionales pero
    ésta opción está más limitada. Otra
    opción es realizar una política de compensaciones
    (offsets) al realizar importaciones de armas. Sin embargo, a
    largo plazo, ésta es sólo un remedio parcial
    (Struys 1997).

    Una estrategia para aumentar la eficiencia productiva y
    de costes es privatizar. Ello presupone creer que la empresa privada
    es más eficiente que la pública. Sin embargo,
    privatizar tiene el riesgo de que la industria no responda las
    necesidades del Estado. La crisis hace aumentar la presión
    de las compañías hacia los estados nacionales en un
    sector en que la dependencia estatal es muy importante. Los
    lobbies industriales presionan para dar una salida
    política a la situación. Las alternativas que se
    barajan a nivel europeo son la creación de una agencia
    centralizada para la adquisición de armamento para un
    ejército europeo más integrado. Uno de los
    argumentos que se esgrime es que una industria militar europea
    favorecerá la consolidación de una política
    de seguridad común (Instituto Español de Estudios
    Estratégicos 1996).

    Otra opción de los países es reconvertir.
    (6) El concepto de reconversión no es claro y
    unívoco. La conversión significa reutilizar
    recursos militares para usos civiles. Esos recursos pueden ser
    productos, terrenos, efectivos humanos, financieros, de
    infraestructuras, de ciencia, de
    capacidad de producción o de importación (Brzoska 1999). En el contexto
    occidental y en cada uno de esos terrenos se han producido
    éxitos y fracasos. Ha habido éxito
    en la recolocación de recursos financieros públicos
    destinados a defensa aunque muchas veces no existe tal
    recolocación y los recortes en defensa son producto de las
    dificultades fiscales. Los éxitos en I+D también
    han sido parciales. Existe una tecnología dual
    particularmente en electrónica y comunicaciones. (7) Sin
    embargo, otro tipo de tecnologías tienen una
    aplicación civil muy limitada. En los aspectos
    industriales, ha habido una cierta reconversión enmarcada
    en procesos de diversificación. Sin embargo, no ha habido
    una apuesta decidida por la reestructuración; algo
    explicable por las barreras en la cultura y estructura del sector
    (Weidenbaum 1992). En definitiva, las experiencias de
    reconversión, particularmente en Europa occidental, han
    sido hasta ahora éxitos muy puntuales. Al final la
    cuestión es una cuestión de competitividad y de
    eficiencia de costes en una industria donde estos factores no
    eran decisivos durante la guerra fría. Reutilizar (como
    reciclar) casi siempre encarece los costes. La conversión
    produce, al principio al menos, más costes que beneficios
    (Aguirre y Malegsi 1991). Al tiempo la conversión
    está en relación con el tipo de transición
    económica.

    Una alternativa para la industria militar es reconvertir
    su actividad y producción hacia el mercado civil. Esta
    alternativa ha sido tomada en serio por Rusia y otros
    países del Este donde el problema es acuciante. Estados
    Unidos ha realizado mucha investigación al respecto. En
    Europa occidental también existen experiencias, pero
    más limitadas. Sin embargo, y a pesar de las esperanzas
    depositadas, la industria militar parece estar respondiendo a las
    condiciones del mercado actual antes reestructurándose que
    reconvirtiendo su actividad en civil.

    La situación en los países del Este es
    distinta como también lo es el significado que otorgan al
    concepto de reestructuración de la defensa. El
    desmoronamiento de la estructura de alianzas y de la Unión
    Soviética ha tenido un gran impacto en la industria.
    Muchas industrias han perdido sus mercados ya que
    dependían del creado en torno al Pacto de Varsovia. (8)
    Los gobiernos nacionales, sumidos en procesos de crisis tras el
    final de la guerra fría, no pueden absorber la
    producción. La tecnología era rusa en muchos casos.
    Ahora esa tecnología ha quedado truncada y obsoleta. La
    reconversión ha significado privatizaciones masivas, cierres de empresas.
    También han habido procesos de especialización y
    concentración industrial. Países como
    Hungría, Polonia, o Eslovenia centras sus esperanzas en la
    integración en la OTAN. Esperan que ello les traiga nuevas
    oportunidades para su industria militar. Muchas empresas aspiran
    a consolidarse como subcontratistas de la industria militar
    occidental. También miran hacia Ibero América
    donde encuentra un mercado con gran potencialidad de
    crecimiento.

    En conclusión, los cambios de la última
    década no parecen estar produciendo un replegamiento en la
    producción armamentística, sino que están
    produciendo una reestructuración del sector de
    consecuencias paradójicas. Los procesos de
    concentración industrial, acelerados en los 90, y la
    capacidad para desarrollar una alta tecnología está
    configurando a una serie de países como proveedores
    natos de armamento. Los pequeños países encuentran
    dificultades en mantener industrias competitivas y su independencia
    tecnológica y armamentística. (9) Las distancias
    entre unos y otros aumentan. Existe una contradicción
    entre los beneficios a largo plazo que aporta el desarme y los
    costes a corto plazo que supone. Algunos costes son
    económicos. Estos se expresan en términos de
    empleo, costes asistenciales, financiación de la
    reestructuración, dependencia tecnológica. Otros
    son de tipo político: independencia defensiva. En general
    estas contradicciones son más agudas en países con
    una estructura industrial pequeña en defensa. El reto para
    los estados es mantener su independencia en el terreno militar y
    de armamentos al tiempo que reducen los gastos y se camina hacia
    una mayor integración.

     

    Organización
    militar

    En sociología de las organizaciones, la
    escuela institucional muestra como las funciones acaban
    por determinar la estructura de las organizaciones. Pero
    también que esas funciones están configuradas, a su
    vez por el entorno. Entender a las organizaciones militares de
    hoy implica entender los cambios en su entorno. Lo que más
    define el nuevo entorno de las organizaciones militares es la
    incertidumbre y la complejidad. Tradicionalmente, el entorno de
    los ejércitos eran principalmente otros ejércitos y
    la amenaza que suponían de invasión. Hoy los
    entornos significativos de los ejércitos son distintos y
    más complejos: la opinión pública, la
    tecnología, el medio ambiente, la
    economía, y en particular la sociedad. Un entorno nuevo
    crea también definiciones de riesgo nuevas. Ese nuevo
    entorno está modificando la naturaleza de sus misiones y
    ambas están cambiando la estructura de las organizaciones
    militares.

    La posguerra fría está configurando un
    nuevo modelo de organizaciones militares. No existen dudas que
    los ejércitos están en un proceso de
    reestructuración y cambio, aunque el alcance de esos
    cambios cueste más de valorar. (10) En todo caso, se trata
    de un salto cualitativo respecto a cómo era el
    ejército de la segunda guerra mundial e, incluso, el
    ejército de la guerra fría (Harries-Jenkis y Moskos
    1984). La tabla 7 resume el sentido de los cambios en
    varias dimensiones de los ejércitos modernos (Manigart
    1999). También como esos cambios están afectando a
    las misiones y, todo ello, a la estructura de los
    ejércitos.

    Tradicionalmente, la función básica de los
    ejércitos es la defensa. Últimamente el
    término se usa cada vez menos y se sustituye por el de
    seguridad. La cuestión clave es: ¿la defensa de
    qué y contra qué? Los conceptos de defensa y
    seguridad no son estáticos ni se entienden disociados de
    las amenazas. Pues bien, el cambio sociológico más
    sobresaliente de los últimos años es que lo que se
    considera amenazante ha cambiado drásticamente. Las nuevas
    amenazas tienen cinco rasgos principales: son impredecibles,
    fragmentadas, ambiguas, civiles, y multidimensionales. Primero,
    son impredecibles porque ya no emanan de los Estados directamente
    sino de procesos que escapan al control de él
    (nacionalismo, integrismo, terrorismo, desastres
    ecológicos). Los conflictos modernos ya no tienen una base
    nacional, sino que giran en torno a cuestiones regionales,
    sociales, étnicas o económicas. El control
    también es difícil en el caso de las armas
    químicas o bacteriológicas muy destructivas y de
    fácil acceso. Segundo, son fragmentadas porque distintos
    países perciben amenazas distintas. En Estados Unidos se
    percibe una doble amenaza: política y militar. La amenaza
    política es el terrorismo, el crimen
    organizado y el tráfico de drogas. La amenaza militar
    principal es la intrusión en los sofisticados sistemas de
    información de la defensa, las amenaza química, la
    biológica y, después en importancia, la
    atómica. En Rusia preocupan los nuevos Estados, las armas
    químicas, los desastres ecológicos, las
    aspiraciones de China. En
    Europa preocupan algunas tensiones internacionales, la droga y el
    delito. En Francia el terrorismo y la mafia. En Europa central
    los conflictos entre Estados independientes de la zona. En
    Hungría, los asuntos económicos. Como puede verse
    existen diferencias importantes que evidencian una
    fragmentación en la percepción de los riesgos y de
    la seguridad.

    Tercero, las nuevas amenazas son ambiguas y difusas en
    el sentido de que no son inmediatas sino que actúan lenta
    e imperceptiblemente a veces, y en el sentido de que lo que
    amenaza a los ciudadanos, a los estados y a la economía
    son cosas distintas. El terrorismo o el delito organizado atetan
    contra el Estado. La pequeña delincuencia,
    los desastres ecológicos atentan directamente contra el
    individuo. La
    mundialización económica hace que se vaya de la
    geopolítica a la geoeconomía. En una
    economía global, cualquier suceso externo que afecte a los
    intereses económicos, al control, o la estabilidad de los
    mercados internacionales es una amenaza. Cuarto, las nuevas
    amenazas percibidas son de carácter más civil:
    terrorismo, migraciones no controladas, delincuencia. Y quinto,
    internacional los riesgos y las tensiones no son ya
    unidireccionales (este – oeste); ahora son multidirecionales y
    multidimensionales (sociales, culturales, económicas,
    ambientales, militares).

    Esos cambios en el entorno traen necesariamente un
    cambio en las funciones. Quizás el cambio más
    interesante es que el peso del componente social entre las
    amenazas del entorno hace que surja un curioso paralelismo entre
    las misiones de la Policía y el nuevo ejército. Ya
    hoy el tipo de misiones que se van configurando acerca cada vez
    más lo militar a una posición más
    próxima a la de una policía internacional. Las
    Fuerzas Armadas están más comprometidas con el
    orden, el desorden y la paz. El concepto tradicional de defensa
    nacional es ahora más difuso y complejo. La
    institución militar se ve obligada a realizar un profundo
    cambio de valores (Instituto Español de Estudios
    Estratégicos 1997). Eso obliga a un gran cambio en la
    cultura de la organización militar. Tiene que redefinir
    sus propias señas de identidad basadas en el amor a la
    patria, el sentido del deber, o la disciplina y
    encontrarles nuevos sentidos.

    Las organizaciones militares del futuro tendrán
    una naturaleza policial en el sentido de que deben ser capaces de
    lograr sus objetivos haciendo un uso mínimo de la fuerza.
    La disuasión será un elemento importante y se
    basará en la superioridad tecnológica. Como la
    Policía, deberán mantener el orden y la paz,
    aplicar una Ley internacional
    más desarrollada y prestar servicios a la
    comunidad. Deberán estar siempre listas para responder a
    situaciones más diversas e imprevisibles, soportar la
    ambigüedad y asumir demandas contradictorias. Como en la
    Policía, la legitimidad social será un aspecto
    central para los ejércitos. Sin embargo, está
    será frágil y dependerá de cómo
    éstos armonicen principios de
    actuación contradictorios. El control democrático
    de estas organizaciones será uno de los grandes
    retos.

    El ejército del futuro no sólo tiene que
    hacer frente amenazas sociales externas sino que el propio
    ejército está más inmerso en la sociedad y
    eso, en sí mismo, es un riesgo y una fuente de
    inestabilidad para la organización. La naturaleza
    política de sus misiones externas y la necesidad de ganar
    legitimidad interna les obligan a estar más cerca de la
    sociedad
    civil. Esta legitimidad ya no se basa en la idea de defender
    la patria. La opinión pública tiene un creciente
    impacto en materias de política exterior y seguridad.
    (11)

    Todos esos cambios en el entorno y en las funciones se
    traducen en la estructura organizativa. La estructura de los
    ejércitos del futuro será parecida a la de muchas
    grandes multinacionales. Serán organizaciones virtuales:
    descentralizadas, con unidades y reservas pequeñas pero
    con gran autonomía para tomar decisiones y manejar
    tecnologías sofisticadas. Serán estructuras
    matriciales coordinadas por sistemas de información y
    comunicación complejos. Muchos servicios que precisen los
    militares se subcontratarán. Las interconexiones entre la
    esfera pública y privada serán mayores y las
    fronteras menos claras. El prototipo de tipo de líder
    será el militar abocado a estudiar las situaciones de
    riesgo y a la prevención. Algo que ya constituye una
    tendencia clara en las organizaciones de Policía. Muchas
    de esas situaciones surgirán de la realidad social por lo
    que la investigación
    social será una actividad militar más como
    también lo empieza a ser para la
    Policía.

     

    Conclusiones

    Este artículo ha analizado los procesos de cambio
    en la defensa de los países occidentales a comienzos del
    siglo XXI. El análisis pone en evidencia las grandes
    repercusiones que el final de la guerra fría y el proceso
    de globalización están teniendo en las estructuras
    defensivas. Un cambio fundamental en el entorno defensivo se
    refiere al aumento de la incertidumbre y la complejidad en
    éste. Muchos factores contribuyen a ello: la
    fragmentación de los bloques, el papel de la
    tecnología, la mundialización, los nuevos
    conflictos, etc. Muchos nuevos conflictos tienen una base
    étnica, nacionalista o incluso ecológica. Los
    conflictos no emanan de los Estados como tales y de sus
    ejércitos sino de situaciones, muchas de ellas de profunda
    base social, que escapan a su control. Una hipótesis es que la importancia de factores
    sociales en los riesgos internacionales y de la opinión
    pública para la legitimidad hace que los ejércitos
    estén adoptando funciones seudo policiales. Muchos de los
    factores que afectan a la labor policial empiezan a tener
    importancia para la labor militar: realizar tres tipos de
    funciones: aplicar la Ley (internacional, es este caso), mantener
    el orden y prestar servicios, gestionar demandas contradictorias,
    negociar los estándares de paz y la convivencia, gestionar
    la discrecionalidad, soportar la incertidumbre, equilibrar
    principios de actuación contradictorios, etc. (Torrente
    1997).

    La industria militar se ha visto abocada a acelerar un
    proceso de reestructuración. Ese proceso parece estar
    abocado a mejorar la competitividad y asegurarse una
    posición de preeminencia en el mercado que a reconvertirse
    hacia la actividad civil. La industria ha utilizado diferentes
    estrategias de reconversión según el país.
    La orientación general del proceso apunta a que la
    estrategia más eficaz ha sido la concentración de
    las grandes firmas productoras. Sin embargo ese proceso
    podría aumentar la desigualdad entre los grandes y
    pequeños productores de armas y no favorecer
    necesariamente un proceso de desarme. Las conexiones entre la
    industria militar multinacional y las organización militar
    internacional en el nuevo contexto internacional no están
    suficientemente investigadas aunque sí existen estudios
    centrados en la guerra fría (Hooks 1990). Los
    análisis de la reestructuración industrial se han
    realizado desde una perspectiva económica principalmente,
    mientras que la sociología ha penetrado más en los
    temas de reorganización de los
    ejércitos.

    Los países más poderosos económica
    y militarmente combinan la amenaza de los sofisticados sistemas
    de armamento de alta tecnología las nuevas misiones de
    intermediación y pacificación. Son dos caras de una
    misma moneda. Las nuevas funciones de los ejércitos
    requieren un cambio profundo en la organización y cultura
    militar tradicional. La estructura de las nuevas organizaciones
    militares probablemente estará basada en unidades
    más pequeñas, autónomas y "civilizadas" pero
    unidas a la organización matriz por una
    estructura de comunicaciones. La flexibilización
    productiva llega también al ejército. El soldado
    ideal será un investigador de los procesos sociales, de
    los conflictos y de la prevención de éstos. Al
    mismo tiempo sabrá utilizar los complejos sistemas de
    armas y la disuasión jugará un papel importante. En
    un mundo global, la interdependencia entre los sistemas aumenta
    el riesgo de accidente y conflicto. Esos conflictos cambian su
    naturaleza pasando a ser más sociales y civiles.
    También serán más extraterritoriales, y
    difusos puesto que los intereses en un mundo global están
    en todas partes y adoptan formas de conflictos crónicos en
    lugar de crisis agudas.

     

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    Notas

    1. La situación de incertidumbre también
      tiene su reflejo a nivel de la discusión
      académica y experta. A raíz del final de la
      guerra fría, entre los intelectuales, el discurso de
      la defensa va siendo sustituido por el discurso de la paz. Pero
      por otro lado, rápidamente toma fuerza el debate entre
      (neo)pacifistas y neo intervencionistas.
    2. Hasta hace poco, había, por lo menos, cuatro
      visiones de Europa desde el punto de vista de la seguridad: Uno
      es la posición Atlantista (en base a la OTAN y
      considerando a Rusia); otro, desde Portugal a Polonia; un
      tercero, una vista occidental con base en los países de
      la UE (UEO); por último, la visión paneuropea con
      base en la CSCE (incluyendo a USA, Canadá, Rusia y otros
      países centroeuropeos). Cada visión enfatiza
      diferentes perspectivas históricas, culturales y
      económicas.
    3. Las diferencias son también teóricas.
      Hay cuatro aproximaciones al análisis de seguridad en
      Europa: El realismo
      estructural, el realismo cooperativo, el institutionalismo, y
      liberalismo
      democrático. Cada uno ve unas bases diferentes para la
      seguridad: la seguridad colectiva (todos contra el agresor), la
      seguridad común (basada en el desarme y la confianza
      mutua), o la seguridad comprehensiva y
      multidimensional.
    4. A precios constantes de 1995.
    5. Por ejemplo, cuatro firmas refundidas controlan el
      mercado aéreo-espacial en norteamerica
      (Boeing-McDonnell-Rockwell, Lockheed Martin-Northrop Grumman,
      Bombardier, y Raytheon). En europa están los grupos
      Dassault-Aerospatiale, Dasa, Matra-Marconi, Brithish Aerospace,
      Alcatel, Saab, y Casa.
    6. La opción de la reconversión ha suscitado
      muchas esperanzas. Permitiría conservar el empleo y
      crear bases para el desarme y la paz. En contra de algunas
      percepciones, la relación entre conversión y
      desarme no es automática. Existe un desarme
      cuantitativo y otro cualitativo. Ambos pueden ser
      independientes entre sí. Por otra parte, pueden
      existir mútiples objetivos o prioridades en una
      recorversión: salvar puestos de trabajo, preservar
      beneficios, promover el desarme, mejorar la inovación
      y la competitividad, mejor uso de los recursos, desarrollar
      fines sociales, entre otros. No todos tienen el mismo
      carácter social.

       

    7. Existe un cierto mito en
      torno a la reconversión que debe ser matizado. El sector
      civil y el militar están, de hecho, muy interconectados.
      Numerosas compañías civiles cuentan con
      divisiones militares y al revés. Numerosos productos y
      tecnologías tienen una aplicación indistinta
      (principalmente en el campo de la electrónica y las
      comunicaciones). Si bien es cierto que existen producciones que
      son más fáciles de convertir que otras. La
      industria de tanques o cañones de gran diametro tienen
      una difícil aplicación civil.
    8. Hungría, por ejemplo, vendía el 70% de
      su producción dentro del Pacto de Varsovia.
    9. Las grandes firmas controlan el 80% del mercado
      mundial y concentran el 95% de las inversiones privadas en
      I+D.
    10. Sin embargo los procesos de reestructuración
      son diferentes según el contexto. El mejor ejemplo es el
      caso español. En perspectiva amplia, la
      reestructurción militar española pasa por varias
      fases. Comienza con la transición hacia la democracia
      (Lleixá 1986). Una segunda fase es el proceso de
      modernización y racionalización llevada a cabo
      por el gobierno
      socialistas (Serra 1986). En la tercera fase, que es la actual,
      la reforma principal es abolir el servicio militar obligatorio
      e instaurar un ejército totalmente profesional
      (Aleñar 1996, Martín Aleñar 1996). Este
      proceso "profesionalización" implica también para
      mejorar la formación y el equipamiento de las fuerzas
      armadas. La decisión se justifica oficialmente en
      términos de adaptar las estructuras defensivas al nuevo
      contexto internacional de post guerra fría (Ministerio
      de Defensa 1993, Aleñar 1996). Pero también han
      impulsado el proceso una opinión pública (y
      especialmente los jóvenes) crítica con los
      asuntos militares y un sentimiento nacionalista fuerte en
      algunas autonomías que entra en conflicto con la idea
      militar tradicional de servicio al Estado-nación (Ministerio de Defensa
      1990).
    11. La opinión pública era poco relevante
      para la política exterior y de defensa antes de la segunda
      guerra mundial. Posteriormente existen muchos ejemplos de
      conflictos (Vietnam es el caso más relevante) donde la
      opinión pública tuvo un papel clave y que
      suscitaron una gran movilización social.

     

    Tablas

     

    Tabla 1.
    Evolución del grado de acuerdo con la integración
    completa de España en la OTAN.
    (en porcentajes)

    Grado de acuerdo:

    XII-96

    VI-97

    XI-97

    I-98

    II-98

    Totalmente de acuerdo

    10%

    12%

    7%

    8%

    7%

    Bastante de acuerdo

    32

    29

    24

    25

    27

    Ni de acuerdo ni en
    desacuerdo

    23

    20

    20

    20

    Bastante en desacuerdo

    17

    13

    16

    16

    17

    Totalmente en
    desacuerdo

    16

    10

    14

    18

    19

    No sabe o no contesta

    25

    13

    18

    13

    10

    Índice de
    acuerdoa

    109

    117

    102

    99

    99

    Total

    100%

    N (casos)

    1219

    1214

    1211

    1209

    1213

     Fuente: Banco de datos de ASEP.
    Nota: a El valor 100
    representa el punto de
    equilibrio acuerdo / desacuerdo. Cuando aumenta el
    índice aumenta el acuerdo.

      

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