- Nuevo entorno de la
defensa - Opinión
pública - Industria
militar - Organización
militar - Conclusiones
- Bibliografía
- Notas
- Tablas
La globalización económica,
ecológica, política, cultural y
social tiene consecuencias profundas para la defensa
militar. Los cambios que comporta la
globalización están produciendo una
redefinición en los conceptos mismos de defensa, riesgo, o
seguridad, y
en la
organización y estrategias de
las instituciones
de defensa. El estudio de la defensa tiene un interés
particular porque revela transformaciones que se están
produciendo en el Estado
contemporáneo y en su rol como actor en el proceso de
globalización. El objetivo del
presente trabajo es
analizar cómo afectan los cambios en el entorno a las
instituciones militares y de defensa occidentales en los
últimos veinte años. Se estudian las
transformaciones en las concepciones geoestratégicas, la
percepción de los "riesgos", la
reestructuración de la industria
militar, y las variaciones en las actitudes de
la opinión
pública. Se presenta un modelo
explicativo sobre la forma en que esas transformaciones afectan a
la organización de la defensa y a la naturaleza de
las misiones militares.
La defensa ocupa una posición clave en la
estructura
tradicional de los estados modernos. Éste funda
ejércitos estables, fuertemente jerarquizados y
centralizados, con una base territorial, una ideología de patria, y un sistema de
servicio
militar obligatorio. El estamento militar define los
países y situaciones que suponen un riesgo, y trata de
fomentar los valores de
la defensa en el resto de la sociedad. La valoración de
esos riesgos y la pugna por garantizar un mínimo equilibrio de
fuerzas empujan al gasto militar. Paralelamente existe una
industria protegida de la defensa abocada hacia su cliente
principal: el Estado. Con la
caída del bloque del Este, el auge de sociedades
postindustriales, y el proceso de globalización cambia
completamente ese modelo de defensa.
El estudio de los procesos en la
defensa y seguridad contemporánea tiene un doble
interés. Por un lado, ofrece un escenario privilegiado
para analizar los cambios en el rol del Estado como actor en el
proceso de globalización a la luz sus
interrelaciones con otros actores. Por otro lado, interesa
analizar la naturaleza de los nuevos conflictos. Se
han puesto muchas expectativas en las oportunidades para
construir la paz que ofrece un mundo crecientemente
interdependiente, carente de bloques militares, y con valores
postmaterialistas entre los países ricos. Este trabajo
analiza cómo afecta los cambios en el entorno derivados de
los procesos de globalización a las instituciones
militares y de defensa occidentales. Se interesa por cuatro
aspectos: las estructura internacional de la defensa, la
opinión pública en temas de defensa, la industria
militar, y las organizaciones
defensivas. Presta atención a cuatro factores:
económicos, tecnológicos, geopolíticos y
socioculturales.
Existen teorías
diferentes sobre la lógica
y alcance del proceso de globalización. Diferentes autores
utilizan aproximaciones distintas. Para Inmanuel Wallerstein
(1988) el capitalismo
tiene una lógica global que ha llevado a la
creación de un sistema mundial. En él existe una
división internacional del trabajo, y un sistema de
desigualdades a escala mundial.
El capitalismo se caracteriza por la maximalización de
beneficios, la creación de estructuras
estatales que impiden que se dé un libre mercado
auténtico y aseguran la dominación de unos grupos, y la
apropiación del plus de trabajo mediante la
explicación. La división en clases
sociales se puede trasladar al ámbito mundial entre
países centrales, de la semiperiferia y de la periferia.
Ello provoca una agudización creciente de los conflictos y
las contradicciones del sistema. Las reacciones integristas,
anti-occidentales, el movimiento
ecológico, o el surgimiento de neo-nacionalismos son
reacciones ante esas contradicciones. Las crisis
cíclicas del capitalismo agudizan la división de
poder y los
conflictos. Pero también aparecen formas de vida
transnacional que eliminan las distancias y las fronteras. El
sistema produce integración pero también lleva,
según Wallerstein, al colapso. Esta teoría
tiene una base exclusivamente económica, olvida la
dimensión tecnológica, o cultural. Se ha criticado
que es un planeamiento
difícil de corroborar empíricamente (Beck 1998).
También que no aborda la cuestión de la
aparición de nuevas identidades cosmopolitas.
Otros autores como James Roseneau (1990), o David Held
(1995) enfocan la globalización desde una perspectiva
política. Rosenau sostiene que la humanidad ha dejado
atrás la etapa de las políticas
internacionales propias de Estados soberanos y entra en un nuevo
período post-internacional. Los actores nacionales
comparten poder con organizaciones internacionales, empresas
transnacionales y movimientos sociales y políticos
transnacionales. Existe una sociedad de los Estados pero
también un mundo de la subpolítica transnacional
con actores como el Banco Mundial,
Green Peace, la OTAN, o la Unión
Europea. La política internacional cobra nuevas
dimensiones más allá del poder económico,
político, o militar. Aparecen problemas y
riesgos globales. Está la cuestión de los
refugiados políticos, de los derechos humanos,
de los riesgos ecológicos, de los casos de corrupción.
Lo importante de este nuevo escenario para Rosenau es
que es políticamente policéntrico. Ni el capital, ni
los gobiernos, ni los movimientos sociales tienen la
última palabra. Todos tienen cuotas de poder y objetivos
distintos. La tecnología pone fin a
las distancias geográficas y culturales. Con ello se
está reforzando la interdependencias entre comunidades
locales y también aumenta la descentralización de la política
aumentando el policentrismo de la política. Ese
policentrismo encuentra numerosos soporte empírico y
ejemplos. Aumenta el número y activismo de organizaciones
transnacionales de todo tipo (Banco Mundial,
Iglesia
Católica, Asociaciones Internaciones de Sociólogos,
McDonalds,
mafias internacionales). Éstas actúan de manera
paralela y también mediante acuerdos, problemas como el
cambio
climático, el tráfico internacional de drogas, o las
crisis monetarias marcan las agendas políticas de estas
organizaciones y de los gobiernos. Eventos
transnacionales como los mundiales de fútbol, las novelas de Salman
Rushdie, o Bosnia conmueven a la opinión publica. Aumentan
las estructuras, alianzas y sistemas de
cooperación internaciones.
David Held sostiene que los estados nacionales pierden
soberanía a medida que aumenta el
número de acuerdos internacionales, o la dependencia en
políticas económicas o de seguridad. Con la
globalización se dan condicionamientos y poderes nuevo que
limitan la libertad de
acción
de los Estados. Ello cambia los presupuestos
institucionales y organizativos, el contexto de la
política nacional, o los marcos legales. La
soberanía es hoy un poder escindido. Una visión
contraria la mantiene Gilpin quien piensa que sólo los
Estados permiten que se creen, destruyan y mantengan dependencias
y compromisos internacionales. Estos se producen en la medida en
que son beneficiosos para el Estado. La globalización
dependería así de los estados
nacionales.
Otra teoría distinta es que el proceso de
globalización va parejo a una creciente conciencia de que
la civilización se pone en peligro a sí misma. Ya
no es posible seguir externalizando los efectos secundarios de
las sociedades industrializadas. La conciencia de crisis
ecológica y la amenaza percibida despierta una conciencia
cosmopolita. Si los peligros fundan la sociedad, los riesgos
globales fundan la nueva sociedad global. Los riesgos cuestionan
a las instituciones y hay que buscar nuevas dinámicas de
cooperación para afrontarlos. Existen varios tipos de
riesgos globales. El primero son los producidos por la riqueza y
el desarrollo
tecnológico (agujero en la capa de ozono,
manipulación genética).
El segundo es la pobreza que
supone un riego "ecológico" en el sentido de aumento de la
conflictividad y freno al ritmo de desarrollo a medio plazo. Pero
también lleva a la sobre explotación de los
recursos
naturales de los países pobres, migraciones masivas.
El tercer riesgo deriva de los conflictos militares, de las
armas de
destrucción masiva y también del terrorismo
internacional. Esos y otros riesgos globales hacen que se
resquebrajen los pilares de la seguridad. Son riesgos que no
pueden ser compensados financieramente. La conciencia de los
riesgos hace que se su gestión
se abra al debate
público. El resultado global es la politización de
numerosos campos de la actividad social antes ocultos. La
globalización se torna reflexiva lo que justifica el
concepto de
sociedad mundial.
Los conflictos resultantes de los riesgos hacen que se
politicen ámbitos antes ocultos o no abiertos a debate. Un
riesgo es un efecto negativo o no deseado de algo que ahora no
sucede pero que puede suceder si no se toman cartas en el
asunto. La dramatúrgia del riesgo es un contraveneno que
si se toma en serio puede evitar la desgracia. Existe una
percepción social del riesgo y ésta es cada vez
más sensible a numerosas áreas de la vida moderna.
El aumento de la sensibilidad de la opinión pública
por los riesgos hace que se deba ofrecen una justificación
pública de los costes y beneficios de ciertas decisiones.
Eso favorece la democracia. Se
discute sobre los avances genéticos, productos
transgénicos, y en general sobre las consecuencias del
desarrollo técnico, incluso antes de que éste se
produzca (technological citizenship). El promotor debe demostrar
la inocuidad de la idea o producto antes
de ponerla en práctica. La sociedad del riesgo cuestiona
seriamente los beneficios de la primera modernidad y la
idea de progreso. Se plantea la necesidad de una segunda ilustración que abra a la
comprensión los peligros que la civilización
industrial trae al mundo.
Otro tipo de teorías ponen el acento en la
cultura. La
globalización económica trae cambios profundos a
nivel cultural. Se produce una convergencia por la que se
unifican modos de vida, símbolos culturales, o conductas de
consumo. Las
tecnologías de satélites,
las grandes agencias de noticias
unifican. La concentración de capitales y la
combinación de tecnologías lleva a que las grandes
compañías telefónicas se unan a las
televisivas. La cuestión es si la globalización
cultural está trayendo la homogeneización cultural.
Ronald Robertson sostiene que la globalización corre
pareja a la localización. Lo local y lo global no se
excluyen mutuamente. La globalización significa
también acercamiento y encuentro de culturas locales, las
cuales se redefinen en el marco del nuevo contexto. Se produce
una re-localización, una nueva forma de localismo, lo cual
no significa volver al tradicionalismo sino de releer la
tradición a la luz del nuevo contexto global. Lo global
sólo es asible desde lo local. A su vez, lo global no es
algo estático sino que está determinado por
dinámicas locales combinadas. Robertson utiliza el
término "Glocalización" para designar ese proceso.
Considera que la realidad global y la conciencia creciente de lo
global son dos caras del mismo proceso. El principal reto
cultural de futuro es conseguir esa reflexividad cultural de la
globalización.
La globalización también tiene
consecuencias para la vida de las personas. Surgen nuevas
comunidades transnacionales. Tienen que vivir y trabajar juntas
personas de distintas procedencias. Cada vez más se
trabaja juntos en lugares geográficamente muy separados.
Pero junto a estas nuevas comunidades, la globalización
destruye otras locales más tradicionales. Pierde fuerza la
vecindad tradicional directa. No obstante la
descentralización de las comunidades es cada vez mayor; es
decir, las comunidades ganan control sobre sus
propios espacios sociales y sobre sus contextos. Esta idea de la
autonomía de lo local la desarrolla Arjaun Appadurai.
Habla de paisajes étnicos en el sentido de personas en
constante movimiento. Son turistas inmigrantes, refugiados,
exiliados, o trabajadores extranjeros. El trasiego de culturas
hace que cambie la cultura tanto de destino como de origen. La
mezcla puede ser tan compleja que es posible construir mundos y
culturas imaginarias.
Las fronteras están amenazadas también por
las corrientes de información. Esta estaba monopolizada por
los gobiernos. Ahora, a través del satélite o
Internet es
posible saltarse la censura gubernamental, conocer nuevas
perspectivas y ampliar las miras. Las personas juzgan su modelo
de vida con el modelo de vida posible que les ofrece la
televisión o Internet. Sin embargo eso no implica la
mcdonalización del mundo en el sentido de
unificación cultural. Antes significa la posibilidad de
que surjan nuevas combinaciones culturales y nuevas
identidades.
Zygmunt Bauman considera que existen complementariedades
entre lo local y global. No existe homogeneización, lo
global produce la necesidad de una diferenciación local.
Los mercados globales
de consumo tratan de imponer una oferta de
bienes pero el
modo de consumo se decide a nivel local de acuerdo con las
identidades. La globalización también es un nuevo
reparto de los privilegios, pobreza,
perspectivas de futuro, libertad, o poder. Existe un nuevo
proceso de estratificación a nivel mundial. Un factor que
cambia, según Zygmunt Bauman, es que los ricos ya no
necesitan de los pobres para hacerse ricos (Beck 1998; 89). Se
han perdido los nexos entre pobreza y riqueza con lo que la
solidaridad es
más difícil. Las diferencias están cada vez
más solidificadas y blindadas. Para unos la
globalización abre mundos para otros los cierra. Bauman no
aclara bien porqué y cómo se produce la quiebra de la
solidaridad. Tampoco ve la posibilidad de una solidaridad
cosmopolita que compense la polarización entre pobres y
ricos. Sin embargo una de las tendencias que trae la
globalización es el aumento de la conexión de los
problemas del primer y tercer mundo (movimientos migratorios,
riesgos ecológicos). Los riesgos globales pueden llevar a
un aumento de la solidaridad contrariamente a lo que sostiene
Bauman.
Algunos de esos cambios tienen un particular impacto en
la defensa militar. Las sociedades postmodernas no tienen una
moral o un
sistema de valores unitario. Muchas personas no se identifican a
sí mismas con las instituciones y el sistema de autoridad
tradicional. La solidaridad se expresa de nuevas maneras al
margen del Estado (ONG,
asociaciones, trabajo voluntario). El mundo es, a la vez,
más internacional y más local. Más
internacional porque las economías de los Estados se
dependen mutuamente y las comunicaciones
son globales pero también porque los problemas modernos
ningún tienen fronteras (medio
ambiente, paz, terrorismo, delito
organizado). Por otro lado, los Estados pierden protagonismo.
Los medios de
comunicación internacionales de masas no apoyan la
idea de Estado como hizo la Escuela. Las
instituciones se descentralizan más. El nacionalismo y
lo local tiene una importancia creciente. En contraste, las
estructuras de defensa se han vinculado tradicionalmente al
concepto decimonónico de Estado. Los Estados nacionales
deben gestionar ahora demandas contradictorias. Por una parte
deben mantener un sentido de identidad
nacional que los justifique. Al tiempo deben
intentar fomentar el desarrollo
económico en un contexto de economía global que
escapa a su control. Deben atender a necesidades sociales, de
seguridad ciudadana, de justicia, etc.
en un contexto de escasez de
recursos
fiscales, Al tiempo deben hacer compatibles estas necesidades con
las exigencias de pertenecer a estructuras internacionales y las
demandas que les plantea los nuevos poderes locales. El Estado
contemporáneo debe organizar su seguridad en el contexto
de un mundo nuevo y lleno de contradicciones.
Los cambios sociales, económicos,
políticos, geoestratégicos e institucionales
recientes han traído cambios en las estructuras, gastos, misiones,
escenas y estrategias militares. Se está produciendo una
redefinición en los conceptos mismos de defensa, riesgo,
seguridad y en la orientación de las instituciones
internacionales. Como consecuencia, las estructuras y las
políticas de defensa y seguridad de los países
desarrollados están en transición. Como ocurre en
todas las transiciones, el momento es de incertidumbre. (1) A esa
incertidumbre se añade la complejidad de la vida
internacional y la rapidez con la que se suceden los
acontecimientos. Los factores que están incidiendo en los
cambios en la seguridad son tantos y tan complejos que es
difícil prever evoluciones siquiera a medio
plazo.
La transición defensiva se caracteriza porque las
instituciones políticas y defensivas internacionales son
todavía débiles en comparación con la
realidad económica y de comunicación de la "aldea global". Las
amenazas se han tornado múltiples, impredecibles y
difusas. Ya no provienen de un Estado concreto o de
una frontera sino
de factores étnicos, criminales, religiosos, nacionalistas
o ecológicos que los Estados apenas pueden controlar, la
naturaleza de esas amenazas unidad a la complejidad de las
relaciones
internacionales hacen que las alianzas defensivas no cubran
todos los aspectos que amenazan un país y que sea
más difícil la respuesta. En ese sentido no son
fiables por completo. Por un lado se dan condiciones objetivas
para crear un clima de
confianza y distensión. Se esperan más reducciones
de armamento convencional (CFE), los presupuestos van a la baja,
se está redefiniendo el rol militar como un rol de paz.
Sin embargo, los gobiernos mantienen posiciones de cautela frente
a los cambios. Las estructuras militares tienden a la
descentralización, a especializarse, a ser más
autónomas y a actuar en misiones que tienen más
aspectos policiales que geoestratégicos en el sentido
tradicional. Esas nuevas misiones exigen un replanteamiento de la
función, el entrenamiento y
la filosofía de las Fuerzas Armadas (CESEDEN
1997).
Al desaparecer los dos bloques, el panorama de la
defensa es más complejo y multilateral. Por ejemplo,
existen ahora nuevas descompensaciones en la correlación
de fuerzas y es más difícil el control de
armamentos debido al aumento en el número de partes. Por
otra parte, la trama de intereses y de instituciones
internacionales es tan tupida y compleja que esa interdependencia
crea condiciones nuevas de seguridad. Las armas se basan en
complejos sistemas de alta tecnología. El acceso y control
de esa tecnología puntera es sólo privilegio de
unos pocos países y grandes corporaciones internacionales.
Además, el proceso de concentración internacional
de capital ha hecho más difícil a empresas y
países menos desarrollados desarrollarla y controlarla
(Instituto Español de
Estudios Estratégicos 1993). La legitimidad social de los
ejércitos está cambiando sus bases. La población está dispuesta a aceptar y
dar dinero para un
ejército profesionalizado que atienda a las nuevas
amenazas pero no está dispuesta a dar su vida, ni su
tiempo, ni a aceptar modelos de
ejército tradicionales ineficaces y burocratizados (Ortega
1997, Martín Aleñar 1996, Ministerio de Defensa
1990). Los recursos fiscales son ahora más escasos , y
el dinero
gastado en defensa es menos justificable cuando no se percibe una
amenaza tangible y clara.
En lo que se refiere a los cambios a nivel
institucional, después del fin de la guerra
fría, Europa tiene que
asumir más protagonismo y autonomía en su propia
seguridad (CESEDEN 1996). Las instituciones Internacionales de
seguridad tienen que hacerse más flexibles para integrar
intereses y concepciones distintas en materia de
seguridad. (2) Los Estados, que todavía son los actores
más importantes, desean de ganar influencia en el futuro
modelo de seguridad Europea y tratan de hacer valer sus puntos de
vista. (3) Europa es hoy por hoy una comunidad de
seguridad y la paz en el sentido de que éstas parece estar
garantizada por una compleja red de instituciones y
vínculos. No obstante, Europa es también un
área cultural y políticamente compleja con una
historia larga de
conflictos. En ese sentido, se ha dicho que, a largo plazo,
probablemente, el desvanecer de la guerra
fría ha traído más seguridad a los Estados
Unidos que a Europa (Barbé 1995). En cualquier caso, las
estructuras y los conceptos de defensa están en un proceso
profundo de transición y redefinición.
La opinión pública europea en temas de
defensa han sufrido transformaciones importes durante la segunda
mitad del siglo XX. Durante la guerra fría ésta fue
bastante estable debido a que no se alteraron substancialmente
las condiciones exteriores mientras duró. En los
años ochenta se da una pérdida de confianza y de
legitimidad de los ejércitos tradicionales. Aumentan las
posiciones antimilitarista, pacifistas y antinucleares. Sin
embargo, el período de los noventa supone un cambio de
actitud en
muchas áreas, aunque también se detecta cierta
inercia en las actitudes de los europeos que se resisten a
cambiar al ritmo que lo hacen los acontecimientos internacionales
y defensivos (Ortega 1997). Ello hace pensar que las actitudes
van a seguir evolucionando en el futuro consolidando así
una reconversión militar también en la
opinión pública.
La opinión pública en temas de defensa
tiene una dimensión personal y otra
colectiva. La dimensión personal se refleja en la
predisposición de defender al país o atender el
servicio militar. La dimensión colectiva se analiza con
indicadores
como valoración de las amenazas, actitudes hacia las
alianzas, apoyo a políticas particulares, apoyo al gasto
militar, o justificación en el uso de la fuerza. La
opinión pública posguerra fría tiene una
serie de rasgos comunes. En lo personal, existe una resistencia a
contribuir directamente con la vida o el tiempo de servicio
militar. sin embargo sí se está dispuesto a
contribuir económicamente para la seguridad. En lo
colectivo, se apoya la reducción del gasto militar, y se
respaldan más las soluciones
políticas que las militares. El apoyo a los militares se
da ahora para la participación en operaciones de
paz, para conflictos específicos y priorizando las
soluciones a corto plazo. El apoyo ya no es una carta en
blanco.
Un ejemplo que ilustra esas nuevas tendencias es el caso
español. La opinión pública española
reciente sobre defensa se puede resumir en cinco de
características: Un actitud pacifista y neutralista, una
reluctancia a permitir la expansión del poder militar,
cierto criticismo con las intervenciones militares de los
Estados
Unidos, y una notable carencia de información y
opinión sobre temas de seguridad que queda reflejada en
encuestas. La
opinión pública ha cambiado notablemente en los
últimos 20 años pero, en algunos aspectos, existe
continuidad. Para comprenderla deben recordarse algunos hechos
históricos. El régimen de Franco supuso cuarenta
años de aislamiento internacional. La señal
única de apertura en cuanto a colaboración en la
defensa fueron los descompensados acuerdos de 1953 con Estados
Unidos. La presencia norteamericana en bases militares
española fue más contestada por la opinión
pública que entrada en la OTAN. Durante la dictadura
había una carencia general de información y
opinión en asuntos públicos. Los Estados Unidos se
ven con desconfianza por su posición de poder sobre
España,
la amenaza de una tercera guerra mundial,
las intervenciones militares en Sudamérica, y la guerra de
Cuba de 1898.
Por otra parte la experiencia de una guerra civil, hace que la
población valore en especial la neutralidad y la
paz.
En el período democrático, la
integración a las instituciones internacionales se
consideró positiva para consolidar democracia, estimular
el desarrollo económico, y restaurar normalidad
internacional del país. En 1981 España entrar en el
OTAN (aunque no totalmente en sus que estructuras militares). La
decisión de gobiernos fue controvertida debido a una
cultura de neutralidad arraiga fuertemente en la
población. En 1982 el partido socialista gana las
elecciones en parte por su oposición a la OTAN y
prometió un referéndum para reconsiderar la
decisión. El referéndum tuvo lugar en 1986. Hubo un
31% a favor, 24% en contra, y un 41% de abstención.
Según las encuestas de opinión previas, muchas
abstenciones habrían sido votos negativos si hubieran ido
a votar.
El cambio más importante en la opinión
pública es una mayor concienciación de la necesidad
de la solidaridad internacional en defensa. La oposición
al OTAN ha bajado lentamente y constante desde 1986. Desde el fin
de la guerra fría, la discusión de la OTAN se ha
centrado progresivamente en la conveniencia de una
integración plena. En 1986 las encuestas indican que el
55% de población está contra la pertenencia a la
OTAN frente a un 26% de favorables. En 1995 había un 50%
oposición a la integración militar de estructura
(ver tabla 1). En Junio 1997, coincidiendo con la cumbre
de la OTAN, se registra el momento más favorable: 41% a
favor, y 23% en contra. En 1998 los porcentajes son
respectivamente del 34% y 36. Los partidarios comparten un perfil
más conservador políticamente, una posición
social más alta, y son personas más informadas en
política internacional. Los jóvenes están
ligeramente a favor. No obstante, la opinión
pública española es más europeísta
que atlantista (Ortega 1997). Una encuesta
realizada en 1997 por ASEP muestra que los
españoles apoyarían un sistema defensivo global
bajo control de las Naciones Unidas
(28%). En segundo lugar prefieren un sistema europeo basado en el
UEO, o un sistema exclusivamente Español (14%). El modelo
Atlántico de la OTAN se cita en cuarto lugar (11%).
Existe, no obstante, una carencia notable de conocimiento y
opinión sobre estas preguntas (34%) y, en general, sobre
instituciones Europeas. Estos cambios en la opinión
pública pueden explicarse parcialmente porque los
líderes de opinión han influido progresivamente en
el resto de sociedad (Díez Nicolás 1999). Los
líderes de opinión y los votantes de derecha
están cada vez más preocupados por los temas de
seguridad. No obstante el apoyo a una defensa internacional no es
incondicional. Según una encuesta de ASEP de Noviembre de
1997, un ejército europeo bajo mando de la Unión
Europea sería apoyado por 37% de la población. Pero
la idea de tener al mando del ejército español a un
general extranjero es todavía controvertida (un 39%
rechazaría la idea).
Otra característica importante del español
es que es un pacifista convencido. Se desea tanto la paz que casi
no se perciben amenazas. En 1987, justo antes del fin de la
guerra fría, el 53% de la población piensa que
existe una probabilidad baja
o nula de que España aparezca implicada en un conflicto
internacional frente al 28% que piensa que existen algunas o
muchas probabilidades. En 1997 las proporciones eran
respectivamente del 72% y 16%. En 1991, una vez el conflicto
yugoslavo estalló, el 43% estimaba que la probabilidad de
una guerra en Europa era baja o inexistente. En Noviembre 1997,
el 64% de los entrevistados estimó que había una
escasa o nula probabilidad de un conflicto internacional
importante. La proporción era alta incluso en 1998 durante
la última crisis de Irak. Una vez
más votantes de partidos de derechas y las personas de
posición social alta son los más preocupados por
los conflictos internacionales.
En 1988 una encuesta de ASEP indica que los
países percibidos como más amenazadores contra
España eran los norteafricanos (29%), en particular
Marruecos (21%) y Libia (5%), le siguen Estados Unidos (9%), la
Unión Soviética (7%), y los europeos (7%). El 48%
de los entrevistados no puedo decir ningún país. Es
curioso como Estados Unidos se percibe como más amenazador
que la Unión Soviética. El tiempo ha rebajado y
cambiado las percepciones de riesgo. En enero de 1998, diez
años después, otra encuesta de ASEP muestra que las
áreas o países más amenazadores son
Marruecos (19%), los países árabes (9%), los
norteafricanos (4%), Argelia (3%), Francia (3%),
Rusia (2%),
Gran Bretaña (2%), y Estados Unidos (1%). Los
españoles parecen percibir más cercanos a
países de la OTAN que hace diez años. Los Estados
Unidos y naciones europeos como Francia y Gran Bretaña se
ven más como aliados que como amenaza. La ideología
antinorteamericana se modera aunque todavía permanece el
criticismo cuando los Estados Unidos inicia acciones
militares seguras, como en Irak.
Pacifismo y neutralidad son sentimientos colectivos
profundos que reaparecen en los conflictos donde se utiliza la
violencia
militar. En el conflicto de Irak de 1998, el 55% de la
opinión pública española está por la
neutralidad estricta, únicamente un 5% apoya el
envío de tropas al Golfo mientras que el 26% es partidaria
de apoyos menores a Estados Unidos. Los bombardeos
estadounidenses de 1998 contra Jartum y el Afganistán se
perciben como completamente injustificados por 52% de los
españoles. Estas actitudes condicionan las decisiones
políticas sobre intervenciones militares en el
extranjero.
El apoyo de la opinión a la colaboración
con fuerzas internacionales está condicionado a la
naturaleza y legitimidad de la intervención militar
concreta. En 1989, antes de la guerra de Golfo, el 54% de las
personas entrevistados por ASEP, rechazada la colaboración
con fuerzas internacionales, mientras que el 19% lo acepta, y el
8% era indiferente. En septiembre de 1990, cuando era inminente
la guerra del Golfo, la opinión pública es
especialmente se muestra especialmente poco dispuesta: un 49%
rechaza enviar tres buques Españoles, y 74% rechazado para
enviar reclutas. Nuevamente, reaparece la actitud crítica
hacia los Estados Unidos y el neutralismo. Debe tenerse en cuenta
también que esta es la primera operación
internacional más allá de las fronteras
españolas en una situación de guerra. Los
Conflictos de los Balcanes son la segunda oportunidad para la
colaboración internacional. Los medios de
comunicación y el Ministerio de Defensa presentan la
intervención militar como humanitaria y pacificadora
subrayándose el apoyo de las Naciones Unidas. Como
resultado, en una encuesta de ASEP de Noviembre de 1992, el 52%
de los encuestados apoyada el enviar tropas españolas a
Bosnia, mientras 28% lo rechaza. Pero este apoyo se
condicionó al carácter humanitario de la misión. En
1993 otra encuesta sobre una intervención armada en
Yugoslavia muestra nuevamente una oposición fuerte (47%).
Posición social, edad, y conservadurismo político
son variables
claves al explicar la variación en las actitudes de la
opinión pública.
Según los "barómetros" del Centro de
Investigaciones Sociológicas, y en
comparación con otras instituciones políticas
españolas, la opinión pública sobre las
fuerzas armadas es moderadamente positiva. Esta imagen
está positivamente relacionada con la edad y el
conservadurismo político e inversamente con la
posición social. No obstante existe la percepción
amplia de que, comparativamente con las europeas, las fuerzas
armadas españolas tienen menos preparación
técnica, armamento menos moderno, y menos capacidad de
combate. En particular los jóvenes, las clases medias y
altas, y el votante de izquierdas apoyan fuertemente este punto
de vista. Esta percepción explica parcialmente el apoyo
amplio a un ejército profesional (61% en 1996, y 78% en
1997). Este apoyo es aún más alto entre la juventud. A
pesar de ello, la opinión pública española
está poco dispuesta a incrementar los presupuestos de
defensa. En 1997 había un 31% en contra y 29% a favor (20%
no eran seguras) según una encuesta de ASEP. Existe algo
más de predisposición si el gasto es para implantar
un ejército profesional y algo menos si es para la
integración militar plena en la OTAN (tabla 2). El
datos es de
una encuesta de enero de 1998 de ASEP.
Como conclusión a este punto, se puede decir que
en la opinión pública española sobre defensa
se combinan elementos de continuidad y con otros de cambio. Una
tradición histórica de neutralidad durante el siglo
XX y la experiencia colectiva de una guerra civil son elementos
claves para comprender actitudes actuales. Los ideales pacifistas
modernos han encontrado un terreno propicio en esta
tradición. Estos antecedentes ayudan a comprender mejor la
baja predisposición a defender el país, el
optimismo sobre las amenazas externas, el cuestionamiento del
servicio militar obligatorio, o la actitud crítica hacia
algunas intervenciones militares. Algunas de estas actitudes
están tan arraigadas que no pueden explicarse totalmente
como un cambio de generacional o por grupos sociales (Díez
Nicolás 1999). La relación entre
identificación nacional y opinión pública en
defensa ya no es tan fuerte. Indicadores de identidad
nacional como sentimientos nacionalistas, o tamaño del
hábitat
no explican totalmente las actitudes en defensa. Los valores
postmaterialistas están asociados únicamente en las
actitudes públicas más extremas. El efecto edad
explica bien actitudes como la aceptación o no del
servicio militar pero no muchas otras.
La década de los 90 está siendo un
período de reducciones en los presupuestos de defensa.
Además de las consecuencias del fin de la guerra
fría, se suman las de la crisis económica del
período 1992-96. La tabla 3 presenta la evolución del gasto militar en varios
países de la OTAN. Estas reducciones han causado inquietud
entre la profesión militar y entre la industria (Barjadi y
Cosido 1994). Debe tenerse en cuenta que los 15 países con
mayor gasto militar suponen el 80% del total mundial (tabla
4).Las reducciones en los presupuestos militares no
sólo han sido un fenómeno de países
desarrollados (ver tabla 5). El volumen total en
el mundo ha disminuido desde los aproximadamente 1,3 billones de
dólares en 1988 a algo más de setecientos mil
millones de dólares en 1998. (4) El recorte en los gastos
militares y la contracción de los mercados ha puesto a la
industria militar en una situación difícil. Ha
supuesto descensos en las ventas entre
un tercio y la mitad dependiendo del sector y país. Aunque
no se esperan muchos más recortes presupuestarios en
defensa, el nivel actual de gasto es insuficiente para la
industria. Delante de las dificultades el sector industrial ha
desarrollado un abanico de estrategias. Esas estrategias se
entienden mejor viendo las características de la industria
de la defensa.
El fin de la guerra fría y el recorte en los
gastos de defensa han traído muchas esperanzas sobre el
aumento de las condiciones para la paz y las nuevas posibilidades
que ofrece la reutilización de los recursos militares para
propósitos civiles. Pero no todas las consecuencias en ese
cambio son positivas. La derivación de recursos puede
tener una repercusión negativa sobre el empleo en el
sector de la defensa o sobre el impacto en ciertas regiones. Por
eso es muy importante el cómo se realiza. Esa
reestructuración se está realizando de diversas
maneras según los países y la situación en
el mercado de sus industrias. En
este apartado se analizan esos procesos explicándolos en
base a las características peculiares de la industria
militar.
La industria militar presenta peculiaridades respecto a
otros sectores industriales. Existen, al menos, cuatro
singularidades. Primero es una industria que opera en un mercado
bastante cerrado. Mucha industria ha estado tradicionalmente
orientada hacia un único cliente: el Estado. De hecho,
éste ha protegido por razones estratégicas su
industria militar aumentando así la dependencia. Cada
país demanda
productos específicos en función de las
necesidades. Por tanto, y a diferencia de otros sectores, la
demanda pesa más que la oferta. Cuando concurre a mercados
externos, el principio de libre concurrencia no se cumple del
todo. Las razones geoestratégicas y políticas han
mediado en las transacciones. El resultado es que el mercado no
es controlado por el productor. Otra característica que lo
aleja del mercado regular es que, debido a razones de seguridad,
la información circula de forma muy restringida. Debido a
esas características, el sector de la defensa no tiene ni
la experiencia, ni la cultura empresarial, ni las
infraestructuras para competir en mercados de consumo abiertos.
Todo ello dificulta, como se verá, la conversión de
su producción para usos civiles.
Segundo, la industria militar requiere de importantes
inversiones de
capital e infraestructuras dependiendo de la actividad. Eso hace
que cualquier reconversión sea costosa. Tercero, es una
industria intensiva en I+D. La sofisticación de los
sistemas de armas requieren grandes esfuerzos y complejas
infraestructuras de investigación. Ello supone un coste
importante que muchas veces es sufragado por los Estados. Esos
costes de I+D han aumentado en los últimos años.
Esa ha sido una estrategia de
respuesta para aumentar la competitividad
en un momento difícil. Por ejemplo, en Francia actualmente
se cifran en el 32% de los costes de producción. Esos
costes son los que permiten mantener una competitividad y una
actividad exportadora (la dependencia de las exportaciones es
del 40% en Francia). Cuarto, en el sector de la defensa la
competitividad no gira en torno a los
precios. Por
tanto no ha habido un incentivo para la eficiencia
productiva y la reducción de costes. El resultado es un
sector inflado en costes que se ha visto obligado a reducir
cuando los recortes en los gastos militares han amenazado su
supervivencia.
Delante de los cambios en el entorno, el sector de la
defensa ha desarrollado varias estrategias. Pueden identificarse
al menos seis. Concentración de capital y
refundición de empresas, diversificación,
especialización, búsqueda de nuevos mercados
aumentando las exportaciones, mejora de la capacidad de I+D,
mejora de la competitividad, aumento de la presión
hacia los Estados, y reconversión hacia el mercado civil.
La concentración industrial busca sacar partido de las
economías de escala y reducir los costes. La
diversificación intenta repartir los riesgos para la empresa en un
mercado con demandas variables. La tendencia hacia la
subcontratación de componentes ha hecho optar a algunas
empresas por la alternativa de concentrar sus esfuerzos en un
menor rango de productos. La búsqueda de nuevos mercados
se ha hecho principalmente vía exportaciones. Sin embargo,
exportar armamento depende mucho de la capacidad
tecnológica. Eso hace que aumentar la capacidad de I+D sea
otra estrategia de competitividad, aunque sus costes sean
prohibitivos para algunos países. Otra estrategia ha sido
ajustar los costes internos de producción, particularmente
el de personal, y mejorar la eficacia
organizativa. El resultado son los despidos masivos en el sector.
Frente a los recortes presupuestarios el sector de la defensa ha
aumentado su actividad como grupo de
presión. Por último está la estrategia de la
reconversión hacia una producción de uso
civil.
Resulta interesante ver que las estrategias han variado
entre países. También hay que decir que el impacto
y las consecuencias de los recortes presupuestarios ha sido
desigual por países según el tamaño de su
industria de la defensa y el nivel de control del mercado. En el
ámbito de los países occidentales, hay que
establecer distinciones entre los grandes países
productores, y dentro de estos entre Estados Unidos y Europa,
entre los pequeños países productores y entre los
países del Este. La situación de partida es
diferente. El mercado norteamericano constituye un único
mercado y es dos veces más grande. El europeo está
compuesto por numerosos mercados fragmentados (ver la tabla
6). Cada uno con regulaciones y políticas
diferentes.
La reestructuración de la industria americana se
ha llevado a cabo principalmente mediante procesos de fusión. La
industria americana y canadiense se ha concentrado mucho a lo
largo de los 90. (5) Ello les ha permitido sacar ventajas de la
economía de escala, mantener los niveles de I+D y aumentar
su competitividad. Ello les ha permitido aumentar la cuota de sus
exportaciones en los últimos 10 años de un 36% a un
52% al tiempo que reducir la importaciones
procedentes de Europa. La industria europea también se ha
concentrado, aunque en menor escala. En Europa el número
de actores no se ha reducido tan drásticamente. Esta
opción ha sido sólo una alternativa para algunas
grandes compañías europeas ante el temor de la
competencia
americana. La situación en Europa es diferente que en
Estados Unidos ya que los vínculos entre
compañías se realizan fundamentalmente a base de
participar en programas. Pero
el problema es que éstos se agotan (o cancelan) y no
incentivan el ajuste de costes. No son una solución
estable a largo plazo.
En general, los países con menor potencial
industrial, han salido peor parados del aumento en la
competitividad (Bélgica, España). Las
pequeñas han tenido que adoptar otras estrategias frente
al temor de las grandes compañías (Serfati 1996).
Mucha industria de esos países es dependiente del mercado
interno. Algunos programas conjuntos de
producción se cancelan. Los costes de I+D se acusan
más e incluso llegan a ser insoportables en algunos casos.
Las dificultades para exportar aumentan. Los países
pequeños ver aumentar su dependencia exterior al perder
competitividad. En ese contexto, la estrategia industrial de esos
países es diversificarse y especializarse. En ésta
línea, una salida es convertirse en industrias
subcontratadas de las grandes firmas y especializarse en
componentes concretos (Struys 1997). También está
la participación en programas internacionales pero
ésta opción está más limitada. Otra
opción es realizar una política de compensaciones
(offsets) al realizar importaciones de armas. Sin embargo, a
largo plazo, ésta es sólo un remedio parcial
(Struys 1997).
Una estrategia para aumentar la eficiencia productiva y
de costes es privatizar. Ello presupone creer que la empresa privada
es más eficiente que la pública. Sin embargo,
privatizar tiene el riesgo de que la industria no responda las
necesidades del Estado. La crisis hace aumentar la presión
de las compañías hacia los estados nacionales en un
sector en que la dependencia estatal es muy importante. Los
lobbies industriales presionan para dar una salida
política a la situación. Las alternativas que se
barajan a nivel europeo son la creación de una agencia
centralizada para la adquisición de armamento para un
ejército europeo más integrado. Uno de los
argumentos que se esgrime es que una industria militar europea
favorecerá la consolidación de una política
de seguridad común (Instituto Español de Estudios
Estratégicos 1996).
Otra opción de los países es reconvertir.
(6) El concepto de reconversión no es claro y
unívoco. La conversión significa reutilizar
recursos militares para usos civiles. Esos recursos pueden ser
productos, terrenos, efectivos humanos, financieros, de
infraestructuras, de ciencia, de
capacidad de producción o de importación (Brzoska 1999). En el contexto
occidental y en cada uno de esos terrenos se han producido
éxitos y fracasos. Ha habido éxito
en la recolocación de recursos financieros públicos
destinados a defensa aunque muchas veces no existe tal
recolocación y los recortes en defensa son producto de las
dificultades fiscales. Los éxitos en I+D también
han sido parciales. Existe una tecnología dual
particularmente en electrónica y comunicaciones. (7) Sin
embargo, otro tipo de tecnologías tienen una
aplicación civil muy limitada. En los aspectos
industriales, ha habido una cierta reconversión enmarcada
en procesos de diversificación. Sin embargo, no ha habido
una apuesta decidida por la reestructuración; algo
explicable por las barreras en la cultura y estructura del sector
(Weidenbaum 1992). En definitiva, las experiencias de
reconversión, particularmente en Europa occidental, han
sido hasta ahora éxitos muy puntuales. Al final la
cuestión es una cuestión de competitividad y de
eficiencia de costes en una industria donde estos factores no
eran decisivos durante la guerra fría. Reutilizar (como
reciclar) casi siempre encarece los costes. La conversión
produce, al principio al menos, más costes que beneficios
(Aguirre y Malegsi 1991). Al tiempo la conversión
está en relación con el tipo de transición
económica.
Una alternativa para la industria militar es reconvertir
su actividad y producción hacia el mercado civil. Esta
alternativa ha sido tomada en serio por Rusia y otros
países del Este donde el problema es acuciante. Estados
Unidos ha realizado mucha investigación al respecto. En
Europa occidental también existen experiencias, pero
más limitadas. Sin embargo, y a pesar de las esperanzas
depositadas, la industria militar parece estar respondiendo a las
condiciones del mercado actual antes reestructurándose que
reconvirtiendo su actividad en civil.
La situación en los países del Este es
distinta como también lo es el significado que otorgan al
concepto de reestructuración de la defensa. El
desmoronamiento de la estructura de alianzas y de la Unión
Soviética ha tenido un gran impacto en la industria.
Muchas industrias han perdido sus mercados ya que
dependían del creado en torno al Pacto de Varsovia. (8)
Los gobiernos nacionales, sumidos en procesos de crisis tras el
final de la guerra fría, no pueden absorber la
producción. La tecnología era rusa en muchos casos.
Ahora esa tecnología ha quedado truncada y obsoleta. La
reconversión ha significado privatizaciones masivas, cierres de empresas.
También han habido procesos de especialización y
concentración industrial. Países como
Hungría, Polonia, o Eslovenia centras sus esperanzas en la
integración en la OTAN. Esperan que ello les traiga nuevas
oportunidades para su industria militar. Muchas empresas aspiran
a consolidarse como subcontratistas de la industria militar
occidental. También miran hacia Ibero América
donde encuentra un mercado con gran potencialidad de
crecimiento.
En conclusión, los cambios de la última
década no parecen estar produciendo un replegamiento en la
producción armamentística, sino que están
produciendo una reestructuración del sector de
consecuencias paradójicas. Los procesos de
concentración industrial, acelerados en los 90, y la
capacidad para desarrollar una alta tecnología está
configurando a una serie de países como proveedores
natos de armamento. Los pequeños países encuentran
dificultades en mantener industrias competitivas y su independencia
tecnológica y armamentística. (9) Las distancias
entre unos y otros aumentan. Existe una contradicción
entre los beneficios a largo plazo que aporta el desarme y los
costes a corto plazo que supone. Algunos costes son
económicos. Estos se expresan en términos de
empleo, costes asistenciales, financiación de la
reestructuración, dependencia tecnológica. Otros
son de tipo político: independencia defensiva. En general
estas contradicciones son más agudas en países con
una estructura industrial pequeña en defensa. El reto para
los estados es mantener su independencia en el terreno militar y
de armamentos al tiempo que reducen los gastos y se camina hacia
una mayor integración.
En sociología de las organizaciones, la
escuela institucional muestra como las funciones acaban
por determinar la estructura de las organizaciones. Pero
también que esas funciones están configuradas, a su
vez por el entorno. Entender a las organizaciones militares de
hoy implica entender los cambios en su entorno. Lo que más
define el nuevo entorno de las organizaciones militares es la
incertidumbre y la complejidad. Tradicionalmente, el entorno de
los ejércitos eran principalmente otros ejércitos y
la amenaza que suponían de invasión. Hoy los
entornos significativos de los ejércitos son distintos y
más complejos: la opinión pública, la
tecnología, el medio ambiente, la
economía, y en particular la sociedad. Un entorno nuevo
crea también definiciones de riesgo nuevas. Ese nuevo
entorno está modificando la naturaleza de sus misiones y
ambas están cambiando la estructura de las organizaciones
militares.
La posguerra fría está configurando un
nuevo modelo de organizaciones militares. No existen dudas que
los ejércitos están en un proceso de
reestructuración y cambio, aunque el alcance de esos
cambios cueste más de valorar. (10) En todo caso, se trata
de un salto cualitativo respecto a cómo era el
ejército de la segunda guerra mundial e, incluso, el
ejército de la guerra fría (Harries-Jenkis y Moskos
1984). La tabla 7 resume el sentido de los cambios en
varias dimensiones de los ejércitos modernos (Manigart
1999). También como esos cambios están afectando a
las misiones y, todo ello, a la estructura de los
ejércitos.
Tradicionalmente, la función básica de los
ejércitos es la defensa. Últimamente el
término se usa cada vez menos y se sustituye por el de
seguridad. La cuestión clave es: ¿la defensa de
qué y contra qué? Los conceptos de defensa y
seguridad no son estáticos ni se entienden disociados de
las amenazas. Pues bien, el cambio sociológico más
sobresaliente de los últimos años es que lo que se
considera amenazante ha cambiado drásticamente. Las nuevas
amenazas tienen cinco rasgos principales: son impredecibles,
fragmentadas, ambiguas, civiles, y multidimensionales. Primero,
son impredecibles porque ya no emanan de los Estados directamente
sino de procesos que escapan al control de él
(nacionalismo, integrismo, terrorismo, desastres
ecológicos). Los conflictos modernos ya no tienen una base
nacional, sino que giran en torno a cuestiones regionales,
sociales, étnicas o económicas. El control
también es difícil en el caso de las armas
químicas o bacteriológicas muy destructivas y de
fácil acceso. Segundo, son fragmentadas porque distintos
países perciben amenazas distintas. En Estados Unidos se
percibe una doble amenaza: política y militar. La amenaza
política es el terrorismo, el crimen
organizado y el tráfico de drogas. La amenaza militar
principal es la intrusión en los sofisticados sistemas de
información de la defensa, las amenaza química, la
biológica y, después en importancia, la
atómica. En Rusia preocupan los nuevos Estados, las armas
químicas, los desastres ecológicos, las
aspiraciones de China. En
Europa preocupan algunas tensiones internacionales, la droga y el
delito. En Francia el terrorismo y la mafia. En Europa central
los conflictos entre Estados independientes de la zona. En
Hungría, los asuntos económicos. Como puede verse
existen diferencias importantes que evidencian una
fragmentación en la percepción de los riesgos y de
la seguridad.
Tercero, las nuevas amenazas son ambiguas y difusas en
el sentido de que no son inmediatas sino que actúan lenta
e imperceptiblemente a veces, y en el sentido de que lo que
amenaza a los ciudadanos, a los estados y a la economía
son cosas distintas. El terrorismo o el delito organizado atetan
contra el Estado. La pequeña delincuencia,
los desastres ecológicos atentan directamente contra el
individuo. La
mundialización económica hace que se vaya de la
geopolítica a la geoeconomía. En una
economía global, cualquier suceso externo que afecte a los
intereses económicos, al control, o la estabilidad de los
mercados internacionales es una amenaza. Cuarto, las nuevas
amenazas percibidas son de carácter más civil:
terrorismo, migraciones no controladas, delincuencia. Y quinto,
internacional los riesgos y las tensiones no son ya
unidireccionales (este – oeste); ahora son multidirecionales y
multidimensionales (sociales, culturales, económicas,
ambientales, militares).
Esos cambios en el entorno traen necesariamente un
cambio en las funciones. Quizás el cambio más
interesante es que el peso del componente social entre las
amenazas del entorno hace que surja un curioso paralelismo entre
las misiones de la Policía y el nuevo ejército. Ya
hoy el tipo de misiones que se van configurando acerca cada vez
más lo militar a una posición más
próxima a la de una policía internacional. Las
Fuerzas Armadas están más comprometidas con el
orden, el desorden y la paz. El concepto tradicional de defensa
nacional es ahora más difuso y complejo. La
institución militar se ve obligada a realizar un profundo
cambio de valores (Instituto Español de Estudios
Estratégicos 1997). Eso obliga a un gran cambio en la
cultura de la organización militar. Tiene que redefinir
sus propias señas de identidad basadas en el amor a la
patria, el sentido del deber, o la disciplina y
encontrarles nuevos sentidos.
Las organizaciones militares del futuro tendrán
una naturaleza policial en el sentido de que deben ser capaces de
lograr sus objetivos haciendo un uso mínimo de la fuerza.
La disuasión será un elemento importante y se
basará en la superioridad tecnológica. Como la
Policía, deberán mantener el orden y la paz,
aplicar una Ley internacional
más desarrollada y prestar servicios a la
comunidad. Deberán estar siempre listas para responder a
situaciones más diversas e imprevisibles, soportar la
ambigüedad y asumir demandas contradictorias. Como en la
Policía, la legitimidad social será un aspecto
central para los ejércitos. Sin embargo, está
será frágil y dependerá de cómo
éstos armonicen principios de
actuación contradictorios. El control democrático
de estas organizaciones será uno de los grandes
retos.
El ejército del futuro no sólo tiene que
hacer frente amenazas sociales externas sino que el propio
ejército está más inmerso en la sociedad y
eso, en sí mismo, es un riesgo y una fuente de
inestabilidad para la organización. La naturaleza
política de sus misiones externas y la necesidad de ganar
legitimidad interna les obligan a estar más cerca de la
sociedad
civil. Esta legitimidad ya no se basa en la idea de defender
la patria. La opinión pública tiene un creciente
impacto en materias de política exterior y seguridad.
(11)
Todos esos cambios en el entorno y en las funciones se
traducen en la estructura organizativa. La estructura de los
ejércitos del futuro será parecida a la de muchas
grandes multinacionales. Serán organizaciones virtuales:
descentralizadas, con unidades y reservas pequeñas pero
con gran autonomía para tomar decisiones y manejar
tecnologías sofisticadas. Serán estructuras
matriciales coordinadas por sistemas de información y
comunicación complejos. Muchos servicios que precisen los
militares se subcontratarán. Las interconexiones entre la
esfera pública y privada serán mayores y las
fronteras menos claras. El prototipo de tipo de líder
será el militar abocado a estudiar las situaciones de
riesgo y a la prevención. Algo que ya constituye una
tendencia clara en las organizaciones de Policía. Muchas
de esas situaciones surgirán de la realidad social por lo
que la investigación
social será una actividad militar más como
también lo empieza a ser para la
Policía.
Este artículo ha analizado los procesos de cambio
en la defensa de los países occidentales a comienzos del
siglo XXI. El análisis pone en evidencia las grandes
repercusiones que el final de la guerra fría y el proceso
de globalización están teniendo en las estructuras
defensivas. Un cambio fundamental en el entorno defensivo se
refiere al aumento de la incertidumbre y la complejidad en
éste. Muchos factores contribuyen a ello: la
fragmentación de los bloques, el papel de la
tecnología, la mundialización, los nuevos
conflictos, etc. Muchos nuevos conflictos tienen una base
étnica, nacionalista o incluso ecológica. Los
conflictos no emanan de los Estados como tales y de sus
ejércitos sino de situaciones, muchas de ellas de profunda
base social, que escapan a su control. Una hipótesis es que la importancia de factores
sociales en los riesgos internacionales y de la opinión
pública para la legitimidad hace que los ejércitos
estén adoptando funciones seudo policiales. Muchos de los
factores que afectan a la labor policial empiezan a tener
importancia para la labor militar: realizar tres tipos de
funciones: aplicar la Ley (internacional, es este caso), mantener
el orden y prestar servicios, gestionar demandas contradictorias,
negociar los estándares de paz y la convivencia, gestionar
la discrecionalidad, soportar la incertidumbre, equilibrar
principios de actuación contradictorios, etc. (Torrente
1997).
La industria militar se ha visto abocada a acelerar un
proceso de reestructuración. Ese proceso parece estar
abocado a mejorar la competitividad y asegurarse una
posición de preeminencia en el mercado que a reconvertirse
hacia la actividad civil. La industria ha utilizado diferentes
estrategias de reconversión según el país.
La orientación general del proceso apunta a que la
estrategia más eficaz ha sido la concentración de
las grandes firmas productoras. Sin embargo ese proceso
podría aumentar la desigualdad entre los grandes y
pequeños productores de armas y no favorecer
necesariamente un proceso de desarme. Las conexiones entre la
industria militar multinacional y las organización militar
internacional en el nuevo contexto internacional no están
suficientemente investigadas aunque sí existen estudios
centrados en la guerra fría (Hooks 1990). Los
análisis de la reestructuración industrial se han
realizado desde una perspectiva económica principalmente,
mientras que la sociología ha penetrado más en los
temas de reorganización de los
ejércitos.
Los países más poderosos económica
y militarmente combinan la amenaza de los sofisticados sistemas
de armamento de alta tecnología las nuevas misiones de
intermediación y pacificación. Son dos caras de una
misma moneda. Las nuevas funciones de los ejércitos
requieren un cambio profundo en la organización y cultura
militar tradicional. La estructura de las nuevas organizaciones
militares probablemente estará basada en unidades
más pequeñas, autónomas y "civilizadas" pero
unidas a la organización matriz por una
estructura de comunicaciones. La flexibilización
productiva llega también al ejército. El soldado
ideal será un investigador de los procesos sociales, de
los conflictos y de la prevención de éstos. Al
mismo tiempo sabrá utilizar los complejos sistemas de
armas y la disuasión jugará un papel importante. En
un mundo global, la interdependencia entre los sistemas aumenta
el riesgo de accidente y conflicto. Esos conflictos cambian su
naturaleza pasando a ser más sociales y civiles.
También serán más extraterritoriales, y
difusos puesto que los intereses en un mundo global están
en todas partes y adoptan formas de conflictos crónicos en
lugar de crisis agudas.
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- La situación de incertidumbre también
tiene su reflejo a nivel de la discusión
académica y experta. A raíz del final de la
guerra fría, entre los intelectuales, el discurso de
la defensa va siendo sustituido por el discurso de la paz. Pero
por otro lado, rápidamente toma fuerza el debate entre
(neo)pacifistas y neo intervencionistas. - Hasta hace poco, había, por lo menos, cuatro
visiones de Europa desde el punto de vista de la seguridad: Uno
es la posición Atlantista (en base a la OTAN y
considerando a Rusia); otro, desde Portugal a Polonia; un
tercero, una vista occidental con base en los países de
la UE (UEO); por último, la visión paneuropea con
base en la CSCE (incluyendo a USA, Canadá, Rusia y otros
países centroeuropeos). Cada visión enfatiza
diferentes perspectivas históricas, culturales y
económicas. - Las diferencias son también teóricas.
Hay cuatro aproximaciones al análisis de seguridad en
Europa: El realismo
estructural, el realismo cooperativo, el institutionalismo, y
liberalismo
democrático. Cada uno ve unas bases diferentes para la
seguridad: la seguridad colectiva (todos contra el agresor), la
seguridad común (basada en el desarme y la confianza
mutua), o la seguridad comprehensiva y
multidimensional. - A precios constantes de 1995.
- Por ejemplo, cuatro firmas refundidas controlan el
mercado aéreo-espacial en norteamerica
(Boeing-McDonnell-Rockwell, Lockheed Martin-Northrop Grumman,
Bombardier, y Raytheon). En europa están los grupos
Dassault-Aerospatiale, Dasa, Matra-Marconi, Brithish Aerospace,
Alcatel, Saab, y Casa. - La opción de la reconversión ha suscitado
muchas esperanzas. Permitiría conservar el empleo y
crear bases para el desarme y la paz. En contra de algunas
percepciones, la relación entre conversión y
desarme no es automática. Existe un desarme
cuantitativo y otro cualitativo. Ambos pueden ser
independientes entre sí. Por otra parte, pueden
existir mútiples objetivos o prioridades en una
recorversión: salvar puestos de trabajo, preservar
beneficios, promover el desarme, mejorar la inovación
y la competitividad, mejor uso de los recursos, desarrollar
fines sociales, entre otros. No todos tienen el mismo
carácter social. - Existe un cierto mito en
torno a la reconversión que debe ser matizado. El sector
civil y el militar están, de hecho, muy interconectados.
Numerosas compañías civiles cuentan con
divisiones militares y al revés. Numerosos productos y
tecnologías tienen una aplicación indistinta
(principalmente en el campo de la electrónica y las
comunicaciones). Si bien es cierto que existen producciones que
son más fáciles de convertir que otras. La
industria de tanques o cañones de gran diametro tienen
una difícil aplicación civil. - Hungría, por ejemplo, vendía el 70% de
su producción dentro del Pacto de Varsovia. - Las grandes firmas controlan el 80% del mercado
mundial y concentran el 95% de las inversiones privadas en
I+D. - Sin embargo los procesos de reestructuración
son diferentes según el contexto. El mejor ejemplo es el
caso español. En perspectiva amplia, la
reestructurción militar española pasa por varias
fases. Comienza con la transición hacia la democracia
(Lleixá 1986). Una segunda fase es el proceso de
modernización y racionalización llevada a cabo
por el gobierno
socialistas (Serra 1986). En la tercera fase, que es la actual,
la reforma principal es abolir el servicio militar obligatorio
e instaurar un ejército totalmente profesional
(Aleñar 1996, Martín Aleñar 1996). Este
proceso "profesionalización" implica también para
mejorar la formación y el equipamiento de las fuerzas
armadas. La decisión se justifica oficialmente en
términos de adaptar las estructuras defensivas al nuevo
contexto internacional de post guerra fría (Ministerio
de Defensa 1993, Aleñar 1996). Pero también han
impulsado el proceso una opinión pública (y
especialmente los jóvenes) crítica con los
asuntos militares y un sentimiento nacionalista fuerte en
algunas autonomías que entra en conflicto con la idea
militar tradicional de servicio al Estado-nación (Ministerio de Defensa
1990). - La opinión pública era poco relevante
para la política exterior y de defensa antes de la segunda
guerra mundial. Posteriormente existen muchos ejemplos de
conflictos (Vietnam es el caso más relevante) donde la
opinión pública tuvo un papel clave y que
suscitaron una gran movilización social.
Tabla 1.
Evolución del grado de acuerdo con la integración
completa de España en la OTAN.
(en porcentajes)
Grado de acuerdo: | XII-96 | VI-97 | XI-97 | I-98 | II-98 |
Totalmente de acuerdo | 10% | 12% | 7% | 8% | 7% |
Bastante de acuerdo | 32 | 29 | 24 | 25 | 27 |
Ni de acuerdo ni en | – | 23 | 20 | 20 | 20 |
Bastante en desacuerdo | 17 | 13 | 16 | 16 | 17 |
Totalmente en | 16 | 10 | 14 | 18 | 19 |
No sabe o no contesta | 25 | 13 | 18 | 13 | 10 |
Índice de | 109 | 117 | 102 | 99 | 99 |
Total | 100% | ||||
N (casos) | 1219 | 1214 | 1211 | 1209 | 1213 |
Fuente: Banco de datos de ASEP.
Nota: a El valor 100
representa el punto de
equilibrio acuerdo / desacuerdo. Cuando aumenta el
índice aumenta el acuerdo.
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