- Objetivos
- Marco
Teórico - Incendios
Forestales - Volcanes
- Tsunamis
- Terremoto
- Ciclones
- Rayos
- Tornados
- Huracanes
- Inundaciones y
sequías - Desastres
Notables Del Siglo XX En El Mundo - Análisis
- Conclusión
- Bibliografía
Las primeras crónicas de desastres datan del
siglo XVI y desde ese momento, la forma en que la población y las autoridades han actuado
frente a las emergencias ha entrañado una
combinación de improvisada generosidad con abusos
oportunistas. Ocurría un desastre importante y sus efectos
se iban olvidando con el paso de los años hasta que
nuevamente la naturaleza
mostraba su cara tenebrosa y la gente se veía obligada a
sumergirse en la acción,
como si las actividades meramente físicas de desenterrar
de entre los escombros a muertos y heridos, ayudar a los vecinos
a reconstruir y plantar de nuevo los campos, pudieran suavizar en
hecho de que seria cuestión de tiempo hasta
que la adversidad llamara a la puerta y hubiera que enfrentar un
próximo desastre.
La realidad muestra que esta
era la manera como se manejaban los desastres en las
Américas hasta los primeros años de la
década de los setenta. La mayor parte de las veces en
socorro se prestó con mucha generosidad y solidaridad, pero
adoptando medidas improvisadas y poco coordinadas, con lo que se
presentaron problemas de
competencia entre
sectores y adicionalmente una respuesta internacional de ayuda
que no era la más apropiada técnicamente o la mas
sensible culturalmente. Esta respuesta o fase de socorro que
incluía la rehabilitación y reconstrucción
inmediata, cada vez se hizo mas frecuente y mas compleja debido
al crecimiento de la población expuesta al riesgo y a la
dependencia en aumento de la sociedad
respecto a servicios
indispensables como agua, electricidad,
comunicaciones, carreteras y puertos.
Estas experiencias traumáticas mostraron a los
países la necesidad de organizarse con el fin de responder
mejor a los diferentes problemas que generalmente
acompañan a un desastre, es decir: rescatar a los
sobrevivientes, atender a los heridos, apagar los incendios y
controlar los escapes de sustancias peligrosas, brindar albergue,
agua y alimentación a los damnificados, evacuar a
las personas a lugares más seguros,
establecer comunicaciones, resguardar la seguridad y el
orden público, e identificar y disponer de los
cadáveres, entre otros.
Varias catástrofes pusieron de relieve las
deficiencias de una respuesta organizada. Asignar toda la
responsabilidad a las fuerzas armadas u otro
órgano similar, sin inversión previa de recursos y
participación del resto de la nación,
trae consigo una fase caótica en la que los sobrevivientes
enfrentan además de la recepción de la asistencia,
a veces contraproducente, de una multitud de organismo e instituciones
locales, nacionales e internacionales que actúan, no
sólo por mandato, sino también porque por buena
voluntad quieren brindar ayuda a los que sufren los efectos del
desastre.
La fase de respuesta es compleja, porque además
de la gran cantidad de entidades que participan, el problema
mayor radica en la toma de
decisiones sin medir sus repercusiones. Se complica
aún más si se pretende tomar decisiones y dirigir
las operaciones sin
conocer siquiera su funcionamiento en condiciones normales en
lugar de coordinar los esfuerzos de los actores
locales.
En todos los tiempos y culturas el ser humano
generalmente ha tenido una actitud pasiva
y facilista o ignorante frente a las dinámicas del
medio ambiente
físico. Aún está profundamente arraigado el
considerar las manifestaciones violentas de la Naturaleza como
designios de Dios o asuntos ineludibles de la Naturaleza misma.
Es común que ello se exprese en actitudes
fatalistas, de resignación y postración, o
simplemente de rechazo frente a un tema en el cual el bienestar o
incluso la vida están comprometidas en un futuro
incierto.
Planificar con el factor riesgo es, fundamentalmente (y
el término mismo lo implica) un proceso de
toma de decisiones frente a incertidumbre. Cada vez más,
se espera de la Ingeniería un estrecho compromiso entre la
búsqueda de mejor calidad de
vida, de opciones de desarrollo y
de la menor influencia adversa sobre el Medio Ambiente, lo
que conduce a la necesidad de entender la complejidad del
problema del manejo de riesgos,
tratando sus diversas facetas: culturales, históricas,
antropológicas, científico-naturales, técnicas,
económicas, entre otras.
Gran parte del riesgo asociado a los fenómenos
naturales puede atribuirse a problemas de percepción. Así como el riesgo de
los fenómenos de evolución rápida (p. ej. sismos) no se
percibe bien por su escasa ocurrencia, el riesgo que causan
fenómenos de evolución lenta, generalmente no es
percibido adecuadamente por esa característica, su lento y
poco violento desarrollo. La escasa percepción de riesgos
también puede deberse a negaciones individuales y
colectivas que, incluso en lapsos de pocos años, pueden
borrar de la memoria la
ocurrencia de fenómenos amenazantes.
Para aportar a una nueva visión de los
fenómenos amenazantes, de la vulnerabilidad de poblaciones
y de las obras civiles y, sobre todo, al entendimiento que los
desastres no sólo son producidos por eventos de gran
magnitud que ocasionalmente afectan extensas regiones y producen
ingentes daños, si no que en nuestro medio
socioeconómico y cultural hacen parte de la cotidianidad y
que, probablemente, están creciendo en frecuencia y en
efectos.
Esta información, o la más reciente sobre
los centenares de eventos desastrosos, desde los que afectan a
individuos y pequeñas comunidades hasta los que producen
víctimas fatales, reportados en los últimos meses,
serían motivo suficiente para que en la Ingeniería
colombiana se pensara más en la responsabilidad que le
cabe frente a su interacción con la Sociedad y con la
Naturaleza, siempre dinámica y actuante según leyes que a veces
se nos olvidan, incluso en el salón de clase.
"Cuando llegue a Curacutín
Estaba lloviendo ceniza
Por voluntad de los volcanes
Me tuve que mudar a Talca
Donde habían crecido tanto
Los ríos tranquilos de Maule
Que me dormí en una embarcación
Y me fui a Valparaíso
En Valparaíso caían
Alrededor de mi las casas
Y desayune en los escombros
De mi perdida biblioteca
Entre un Baudelaire sobrevivo
Y un Cervantes
desmantelado"
Pablo Neruda
De "desastres"
Del Corazón
Amarillo
General
Redactar un documento de fácil entendimiento
que refleje claramente la cronología de los desastres y
sus efectos sobre los grupos humanos
afectados dentro de un contexto global, considerando la función de
la Ingeniería Sanitaria en las actividades de
recuperación.
Específicos
- Hacer un recuento de algunas de las
catástrofes que han ocurrido durante la historia de la
humanidad. - Explicar los conceptos básicos referidos a
los desastres.
Definiciones Y Conceptos
Básico
Todavía no existe una unificación clara en
el manejo del vocabulario y conceptos relativos al problema de
riesgos. En el marco de esta monografía se adoptan los siguientes,
tratando de ilustrar los alcances de cada uno de
ellos:
¿Qué es amenaza?
El término amenaza (en inglés,
hazard) se refiere a la probabilidad de
la ocurrencia de un fenómeno natural o tecnológico
potencialmente peligroso. Generalmente se aplica a los
fenómenos de ocurrencia sorpresiva, de evolución
rápida y de relativa severidad (o violencia).
Sin embargo, en rigor, la peligrosidad de los fenómenos
naturales tiene que ser vista en relación con el grado de
previsión de los elementos vulnerables y sobre todo, para
las obras de infraestructura vital en plazos de tiempo
relativamente largos; esto hace recomendable incluir en la
categoría de amenazas también algunos
fenómenos de evolución lenta (por ejemplo cambios
en cursos fluviales y fenómenos de erosión).
Conviene, con la finalidad de orientar eficazmente las
medidas de mitigación, distinguir aquellos
fenómenos amenazantes que pueden ser híbridos, es
decir, causados o incrementados por acción humana, como
los deslizamientos y las inundaciones.
Amenazas frecuentes.- Los procesos y
fenómenos periódicos y con lapsos de retorno cortos
no son, en general, considerados como amenazas. Casi siempre las
estrategias de
adaptación a fenómenos estaciónales, a las
mareas oceánicas, a las inundaciones en llanuras o a las
lluvias periódicas, son eficaces. Sin embargo, en
ocasiones, la intervención humana sobre el medio ambiente
físico desconoce aún estas manifestaciones tan
frecuentes; como por ejemplo, cuando se obstruyen, mediante
procesos de urbanización, los canales naturales de
drenajes permanentes o intermitentes.
Un fenómeno natural puede caracterizarse como
amenaza en relación con tres variables que
permiten identificarlo como peligroso:
a. Ubicación.
b. Severidad.
c. Recurrencia.
Los literales a y c caracterizan el comportamiento
espacio-temporal del fenómeno, mientras que el literal b
caracteriza la forma en que se manifiesta.
Cada una de estas variables básicas puede ser
reducida a componentes. Esta reducción, generalmente, es
necesaria para la evaluación
misma de la variable, en función de responder, mediante
investigaciones pertinentes, a preguntas como las
siguientes:
a. Ubicación: ¿Cuáles son sus
fuentes,
cuáles sus extensiones, cuáles sus manifestaciones
(sus áreas de ocurrencia), cuáles sus zonas de
influencia?.
b. Severidad: ¿Cuáles son los tipos de
efectos esperables?.
c. Recurrencia: ¿Cuáles son los lapsos de
tiempo en que el fenómeno puede ocurrir, con un
tamaño e intensidad definidos?.
En la realidad, ante limitaciones fundamentales
(conocimiento
científico) y circunstanciales (información
accesible o disponible), es más o menos difícil
caracterizar estas tres variables con la deseable exactitud y
resolución. La más difícil de caracterizar
es la recurrencia.
La ubicación se puede caracterizar mediante
información y registro
geológico, arqueológico e histórico, en
combinación con características del ambiente
físico natural tales como terrenos, topografía, drenajes, huellas de
fenómenos anteriores y cercanía de fuentes de
amenaza.
La severidad también puede ser evaluada mediante
registros
naturales y documentales, por extensión y tipo de efectos
observables o por comparación con regiones
similares.
Pero la recurrencia está sujeta a
múltiples limitaciones. Muchos de los fenómenos
ocurren en lapsos de tiempo promedio que pueden abarcar desde
varias generaciones hasta miles de años, frente a los
cuales el
conocimiento científico todavía no puede
establecer anticipaciones seguras de ocurrencia.
Gran parte del riesgo asociado a los fenómenos
naturales puede atribuirse a problemas de percepción.
Así como el riesgo de los fenómenos de
evolución rápida (p. ej. sismos) no se percibe bien
por su escasa ocurrencia, el riesgo que causan fenómenos
de evolución lenta, no es percibido adecuadamente por esa
característica, su lento y poco violento desarrollo. La
menguada percepción de riesgos también puede
deberse a negaciones individuales y colectivas que, incluso en
pocos años, puede borrar de la memoria colectiva
la ocurrencia de fenómenos amenazantes.
Ejemplo típico de esto es el fenómeno El
Niño, la anomalía climática global
más importante conocida hasta hoy. Sólo
después del "Súper Niño" de 1982/1983, cuyos
efectos sobre la economía del
Perú fueron desastrosos (en donde su impacto es más
directo), recibió la atención científica y de los
medios que
merecía. Aún cuando este Niño también
afectó a Colombia, el
fenómeno solo llegó a percibirse como grave para el
país cuando su ocurrencia, en 1991/1992, lo dejó
-entonces dependiente de la energía hidroeléctrica
como nunca antes- sumido en una prolongada y muy costosa crisis de
racionamiento eléctrico. La falta de previsión en
sectores modernos y estratégicos de la economía
–pesca
industrial en el Perú y generación eléctrica
en Colombia- causó pérdidas socio económicas
de largo alcance. Colombia, otrora orgullosa de ser el primer
país en la utilización de fuentes de energía
"limpias" (agua), tuvo que reorientar su política
energética, incorporando el diseño
y construcción de importantes proyectos de
generación de energía a partir de combustibles
fósiles .
Este término tiene múltiples
connotaciones, dependiendo si se trata de personas, de conjuntos
sociales o de obras físicas. En su definición
latina significa que puede ser herido o sufrir daño.
Según esto, puede definirse como el grado de
propensión a sufrir daño por las manifestaciones
físicas de un fenómeno de origen natural o causado
por el hombre. La
vulnerabilidad de una comunidad o de un
bien material depende de varios factores, entre los cuales pueden
destacarse los siguientes:
- Su grado de exposición a un tipo de amenaza
(localizado sobre un terreno inundable o no inundable,
corrientes de viento que arrastran substancias contaminantes,
suelos blandos
que pueden amplificar las ondas
sísmicas, sobre (o aledaño) a un terreno que
puede deslizarse, etc.). - El grado de incorporación en la Cultura de
la
educación y de los conocimientos que permita a los
pobladores reconocer las amenazas a las cuales están
expuestos. Es decir, el grado de entendimiento sobre los
procesos naturales y tecnológicos que pueden afectarlos,
como insumo básico para prevenir y mitigar (evitar o
disminuir) los efectos de los fenómenos considerados
como peligrosos. Es más vulnerable una comunidad que
ignora o desafía los procesos del Medio Ambiente en el
cual vive, que una consciente de ellos. - La calidad del
diseño y de la construcción de las viviendas y de
otras edificaciones, y de la urbanización (por ejemplo
la disposición de suficientes espacios libres y de
vías amplias); la calidad de los servicios
públicos; la calidad de los terrenos sobre los
cuales se habita o se construye o la presencia o ausencia de
medidas físicas adecuadas de
protección. - El grado de organización de la Sociedad y la
capacidad de interacción y de diálogo entre sus diversas instituciones:
las de la comunidad, las del Estado, las
de las Organizaciones
No Gubernamentales, las de las empresas
privadas, las de los gremios y las asociaciones profesionales,
etc. - La voluntad política de los dirigentes y de
quienes toman decisiones (incluyendo a las organizaciones
comunitarias de base), y la capacidad de los equipos de
planificación para orientar el desarrollo
físico, socioeconómico y cultural, teniendo en
cuenta medidas de prevención y de mitigación de
riesgos. - Las capacidades de las instituciones que prestan
apoyo en las emergencias, como los sistemas
locales de servicios de salud y los organismos de
socorro (Cuerpo de Bomberos, Cruz Roja, Defensa
Civil, etc.).
Un desastre es un evento o conjunto de eventos, causados
por la Naturaleza (terremotos,
sequías, inundaciones, etc.) o por actividades humanas
(incendios, accidentes de
transporte,
etc.), durante el cual hay pérdidas humanas y materiales
tales como muertos, heridos, destrucción de bienes,
interrupción de procesos socioeconómicos,
etc.
–
¿Cuál es la escala
espacio-temporal de los desastres?
Los desastres ocurren en una gama amplia de escenarios
del territorio y en períodos de tiempo variables. Por
ejemplo: un pequeño deslizamiento que afecta a una
familia y que
puede ocurrir en cosa de pocos minutos; un terremoto que afecta a
una gran región, causando muchos daños y que salvo
excepciones, no se percibe por más de un minuto; una
inundación que dura horas, días o incluso meses,
afectando a una comunidad, a una ciudad o a una extensa
región; una sequía o déficit de lluvias que
conduce a racionamientos de energía y que puede durar
meses o años.
Todavía es común que esta palabra se
utilice solamente para aquellos fenómenos que generan
muchos muertos, heridos y destrucción de bienes
materiales. Esta idea parece haber surgido de las agencias y
organismos internacionales especializados en el socorro y la
asistencia postdesastre, para quienes se trata por ejemplo, de
"una perturbación ecológica abrumadora que excede
la capacidad de ajuste de la comunidad afectada y, en
consecuencia, requiere de asistencia externa" (OPS-OMS, 1994).
Sin embargo, una investigación reciente en varios
países de América
Latina, partiendo de hipótesis tales como que los
pequeños y medianos desastres son cada vez más
frecuentes por las condiciones crecientes de vulnerabilidad de
los pobladores y que tras un gran desastre realmente existen
múltiples desastres, dependiendo de cómo sean
afectados los diferentes territorios municipales y las diferentes
comunidades, ha recopilado y evaluado la ocurrencia de más
de 25.000 en un período promedio de 15 años en 9
países de la región de Las Américas (OSSO –
LA RED,
1996).
Emergencia. Se denota con ello situaciones en las cuales
se requieren operaciones fuera de las actividades normales, para
volver a la normalidad. En este sentido, no existe un
límite definido entre las emergencias y las situaciones de
desastre, aunque estas últimas se diferencian porque en
ellas se produjeron pérdidas directas asociadas a un
evento.
– ¿Puede
hablarse de "desastres naturales"?
No. Hay fenómenos de origen natural (amenazas),
que por sí mismos no son desastres. El desastre ocurre
cuando el fenómeno encuentra un núcleo social
(comunidad, ciudad, región, etc.) al cual las
manifestaciones físicas del fenómeno pueden hacerle
daño, es decir, cuando ese núcleo es
vulnerable.
DESARROLLO
1. Introducción
En el siguiente trabajo
hablaré de la problemática ambiental que son los
incendios
forestales en la Argentina, fenómeno bastante habitual
en nuestro país.
Algunos causados por la naturaleza, pero otros por
descuidos del hombre, que no
se preocupa por este tipo de problemas. Cada año este
fenómeno crece y nadie hace nada para evitarlo, si uno ve
las cifras de hectáreas perdidas por los incendios a lo
largo de la historia, es de no creer.
En lugares como Bariloche, donde los bosques forman un
papel preponderante en la vida de la ciudad, se queman miles y
miles de hectáreas cada año y sin parecer que a
nadie le importe. La mayoría de las veces los crean la
naturaleza y siempre es la naturaleza (la lluvia) quien los
apaga.
Además de donde se dan los incendios y conque
proporción, hablaré de las diferentes formas con
que se tratan de apagar los incendios, y así
también la forma de evitarlos, porque es mejor evitarlos,
y no esperar a que el fuego crezca de una forma incontrolable,
(como sucede siempre) y dejar que lo apague la
naturaleza.
Para realizar esta investigación se estuvo
buscando información de incendios forestales de los
últimos años, como así también
opinión de la gente que vive cerca de donde se generan
estos incendios, mapas
aéreos de las zonas afectados, y estadísticas para darnos cuentas si estos
hechos están aumentando o disminuyendo con el pasar de los
años.
Este trabajo esta realizado con el objetivo de
mostrarle a la gente que el problema de los incendios forestales
es serio, y no algo que tiene que pasar desapercibido, y para
concienciar a la gente y tratar de educarla, así entre
todos poder mitigar
este problema.
2. Tipos de incendio y
sus consecuencias
Existen varias formas en que la vegetación se quema, y cada una con su
consecuencia.
Estepa patagónica
Los llamados pastizales corresponden a la estepa
patagónica, cubierta en su mayoría por pastos secos
como el coirón o el neneo, unos matorrales bajos y
semiesféricos. A esto se le suman sauces en los cauces de
los arroyos y arbustos espinosos desperdigados por el medio de la
nada.
Estos pastos no se queman como usualmente se ven en
otras partes del país. Los pastos de la estepa se queman a
mucha temperatura y
producen mucha llama. Cuando el viento está en calma, se
queman lentamente, pero cuando el viento sopla, las llamas son
llevadas como la espuma de las olas, haciendo que el fuego avance
a una velocidad
vertiginosa. Ni siquiera los caminos son capaces de detener el
avance d e un fuego con viento.
Cuando el fuego ha pasado, no queda nada sobre y debajo
del suelo. Si la
combustión fue rápida hay una
probabilidad de que las raíces hayan sobrevivido, y la
planta vuelve a recuperarse en un lapso de dos o tres
años. Si no es así le demandará un poco
más de tiempo, pero no más de diez años. El
problema es que al no haber vegetación el suelo queda
expuesto. El viento hace un trabajo erosionador
impresionante.
En días de viento, a muchos kilómetros de
distancia se ven las columnas de polvo elevarse en los cerros. Es
ese mismo polvo que se junta formando dunas y ayudando a la
desertificación de la Patagonia.
Cuando llueve, el panorama no es mucho mejor, ya que el agua se
lleva gran parte del suelo expuesto, dejando profundos surcos y
causando aluviones de barro que cubren lo que quedó
intacto.
Bosques
El incendio de bosques, árboles
en general, es más complejo. Pero puede ser reducido a dos
aspectos básicos: el fuego de copa y el fuego de
sotobosque. El fuego de copa es el más peligroso. Es
cuando el viento sopla con furia. Todo el follaje del
árbol arde al mismo tiempo en una gigantesca llamarada. El
calor generado
ronda los 600 a 1000 grados, e incluso puede alcanzar los 1500.
Serviría para derretir el hierro. Como
en un bosque un árbol no se quema solo, el efecto es
abrumador. Esta gran masa incandescente eleva tanto la
temperatura del aire que genera
su propio microclima, absorbiendo aire y expulsando el aire
caliente en una turbulencia que tiende a girar sobre si mismo,
generando una especie de tornado al revés.
En esta turbulencia son lanzadas ramas y hojas
encendidas en lo que es una verdadera lluvia de fuego, que luego
encienden más árboles a cientos de metros de
distancia. El sonido que
produce este tipo de fuego es ensordecedor. Nadie puede dejar de
estremecerse ante el fragor de una tormenta de fuego con llamas
que alcanzan el centenar de metros de altura. Es este tipo de
fuego que merece el título de "incontrolable".
El segundo tipo de fuego es cuando no hay viento. Los
árboles se queman lentamente y las llamas consumen las
plantas del
sotobosque. Es posible caminar con relativa seguridad al lado del
fuego. Es aquí donde los brigadistas pueden trabajar en su
lucha por cercar, controlar y apagar el fuego. Mientras que en el
fuego de copa el viento a veces hace que un árbol queme
sus hojas pero no el tronco (lo que en cierta forma es una
ventaja, ya que el árbol no muere y en dos años
está brotando de nuevo) en el fuego de sotobosque todo se
quema lento y a fondo. Incluso las raíces se queman a
varios metros bajo el suelo. Pueden estar quemándose
semanas antes de apagarse, y hacer que un fuego rebrote en
cualquier momento, en cualquier parte.
Consecuencias
El bosque sube más el paso del fuego, porque
tiene más que perder que la estepa. La consecuencia
más inmediata es la erosión hídrica, cuando
el agua se lleva la tierra, y
esto es debido a la característica del suelo andino en
sí.
A diferencia de lo que muchos piensan, el bosque se
sustenta en una capa de tierra
medianamente fértil de unos 60 centímetros de
espesor. Debajo de eso hay capas de suelo gredoso, arenoso,
pedregoso y muchos más, todos inútiles para que
algo crezca encima. Normalmente esta delgada capa fértil
es sostenida por las raíces de los árboles, pero
cuando se queman ya nada sujeta esta tierra y entonces es
erosionada por el viento y el agua. El resultado puede ser una
tierra yerma sin capacidad de regeneración a corto y
mediano plazo. Mientras que en unos pocos años las plantas
y arbustos pueden volver a crecer en terreno arrasado, si no hay
tierra sobre la que sustentarse la recuperación se hace
muy difícil.
La naturaleza no permanece impávida ante el
fuego. Tiene sus mecanismos para recuperarse, pero para esto hay
que evitar tocarla, dentro de lo posible. En muchos lugares no es
necesario hacer nada. La recuperación se inicia apenas
pasa el fuego. Pero donde el daño es mayor se puede
requerir la intervención humana para reconstruir lo que la
misma mano humana ha destruido. Esto hay que tomarlo con pinzas,
ya que es más peligroso hacer mal una recuperación
que no tocar el lugar.
En 1987 una tormenta eléctrica descargó
rayos que iniciaron uno de los incendios más
impresionantes en Bariloche. Durante una semana una fina
línea de humo brotaba de una ladera, apenas llamando la
atención. Turistas y habitantes pidieron que alguien fuera
a apagar ese principio de incendio. El cerro está dentro
de jurisdicción de Parques Nacionales, por lo que nadie
sin su permiso podía hacer nada. La gente de esta
organización dijo que el incendio se apagaría solo.
Y así fue, días más tarde y luego que miles
de hectáreas de bosque ardieran día y noche sin
control hasta que
la lluvia apagó el fuego. Hoy, trece años
después, se ve un cerro con un incipiente bosque que lucha
por crecer.
En 1996 tres grandes incendios sobrepasaron a un
reducido grupo de
bomberos y solo la lluvia terminó con el desastre.
Después de esos incendios se creó el Plan Nacional del
Manejo del Fuego, dependiente de la Secretaría de Recursos
Naturales y Ambiente Humano, dirigidos por un grupo de
personas bajo el dominio de
María Julia Alsogaray. Desde ese año los incendios
son cada vez más grandes, más destructivos y
más cercanos a la ciudad de San Carlos de Bariloche.
Año tras año el presupuesto
aumenta y año tras año se quema cada vez más
naturaleza.
¿Cómo se esta
controlando?
Para tratar estos incendios descontrolados están
funcionando solo dos helicópteros que portan los llamados
helibaldes, que no son otra cosa que bolsas de plástico
de 500 litros de capacidad y que tienen una abertura en la base
desde la que se lanza el agua.
Desde hace años que se debería estar
utilizando hidroaviones. La firma Canadair hace ya varias
décadas diseñó un avión especial para
incendios forestales. Son caros, pero terriblemente eficientes.
El gobierno no
quiere comprarlos, argumentan que son muy caros para que
funcionen solo tres meses al año y que su efectividad es
relativa.
Los hidroaviones no apagan incendios, y es ahí
donde se cree que no sirven. Porque el hidroavión moja
alrededor del incendio para que el fuego no se propague. En un
ambiente seco un poco de humedad hace una diferencia más
que notable. Hace poco más de 15 años funcionaron
un par de temporadas un par de aviones que trabajaban en cadena,
y casi ningún incendio se descontroló.
En un momento dado el gobierno español
había ofrecido alquilar sus hidroaviones. Eran entre 15 y
20 aviones que tenían. Durante su invierno, nuestro
verano, estos aviones no están funcionando, por lo que
creyeron que sería una buena idea traerlos y repartirlos
en todo el país, pero otra vez el gobierno no
quiso.
El otro problema de los aviones basados en tierra (como
el fumigador) es que requieren de una pista de aterrizaje y de un
camión tanque que lo rellene con 2 mil litros de agua
entre cada vuelo. Ese avión basado en tierra requiere de
un camión con agua que bien podría estar ayudando a
la gente en tierra a apagar el incendio.
Si bien los aviones hidrantes son de gran ayuda para
controlar incendios, las cosas no se arreglan comprando los
aviones ni contratando 20 mil bomberos. Los incendios
intencionales hay que evitarlos a toda costa. La mayoría
de los incendios son apagados por alguna lluvia milagrosa aunque
tardía, luego que la devastación tiene lugar. Entre
medio están los bomberos que arriesgaron la vida para
salvar lo que pueden, porque es su trabajo defender a la gente y
al ambiente, el ambiente que algunos se esmeran en
destruir.
Salvo los incendios ocasionados por rayos, todo el resto
son ocasionados por la mano del hombre. La mayoría en
forma intencional. Todos los fuegos descontrolados se inician con
una pequeña llama y una débil columna de humo.
Todos los incendios que arrasan con todo se pueden controlar a
tiempo. No existe un sistema de
respuesta rápido, pero se podría hacer. En 1996
tres grandes incendios simultáneos más cientos de
focos e incendios menores barrieron con bosques y pastizales. Los
dos años siguientes efectivos del BORA (una
división especial de la policía rionegrina)
patrullaron las zonas más comprometidas con los incendios.
En esos dos años hubo menos incendios que en los
últimos dos meses.
Estos son los principales incendios de los
últimos 12 años.
El (1) es el del cerro Capilla, acaecido en Marzo de
1987. Dantesca imagen el de los
coihues cayendo encendidos al lago.
El (2) es el incendio de Catedral de 1996. Se quemaron
unas 580 hectáreas.
El (3) fue un incendio ocurrido hace unos 10
años. En aquella ocasión se quemó toda la
ladera Este del cerro Carbón. El Club Andino Bariloche
convocó a un grupo de voluntarios quienes sobre el filo
del Carbón evitaron con éxito
que el fuego cruzase al valle del Challhuaco (4).
En 1996 aquello que lograron salvar desapareció
casi en su totalidad por el incendio que ocurrió casi en
simultáneo con el de Catedral. El cerro Carbón hoy
día es un pedazo de estepa.
El (5) fue un incendio ocurrido en la estancia Tequel
Malal, sobre la margen Norte del lago y sobre territorio
neuquino. Sucedió en 1997 y fue apagado prontamente por un
helicóptero Chinook que estaba siendo presentado ese mismo
día, lo que hasta el día de hoy genera muchas
suspicacias.
El (6) fue el primer incendio de 1999. Se inició
en la base del cerro Ventana y en una tarde quemó dos
forestaciones y tres casas de un barrio que cruzó casi sin
tocarlo. Fue apagado totalmente a fuerza humana,
ya que la lluvia llegó un mes más tarde.
El (7) es el llamado incendio de la estancia La Paloma,
distante a unos 7 kilómetros del Centro Cívico. Se
inició en la periferia de la ciudad y por la acción
del viento se escapó a la montaña. Este incendio
quemó lo que se salvó del primer incendio del cerro
Carbón, lo que estaba recuperándose y un par de
forestaciones de la estancia. Fue detenido también por los
brigadistas, quienes emplearon un contrafuego (es decir, encender
un incendio controlado para cortarle el camino al incendio
descontrolado) para evitar que se escapara a otro
valle.
Por último tenemos el último incendio de
Catedral (8). Siendo intencional, pareciera que decidieron quemar
lo que fue salvado en 1996.
En esta zona hubo dos incendios:
El primero ocurrió a principios de
Enero de 1999 y afectó unas 103 hectáreas. A fines
de Febrero se declaró el incendio principal que
nació cerca al primero, lo que hizo suponer que se trataba
de un rebrote.
A diferencia de éste, el segundo contó con
el viento para propagarse velozmente. En una tarde ya se
había extendido por toda la ladera Norte del cerro Falso
Granítico y continuaba con su viaje hacia el valle del
río Llodconto y el cerro Padre Laguna.
El segundo incendio duró unas tres semanas hasta
que pudo ser declarado como extinto. Abarcó un área
tan extensa que en un momento dado se calculó que
había un bombero forestal por cada 3 hectáreas de
incendio, sin contar lo ya quemado y apagado.
La superficie total afectada fue de 4210
hectáreas, contando ambos incendios, una superficie
equivalente a la quinta parte de la ciudad de Buenos Aires. La
cantidad de árboles perdidos ronda los 2
millones.
Area afectada por el incendio de la Estancia San
Ramón.
Se originó por una tormenta eléctrica
entre el aeropuerto y el pueblo de Dina Huapi. Al principio el
fuego se extendió hacia el norte hasta cruzar el
río Limay. Todos los esfuerzos se concentraron en evitar
que el fuego alcanzara a Dina Huapi. Un cambio de
viento lo frenó y desvió al Este, donde se
propagó sin control hasta llegar al río Pichi Leufu
donde fue apagado por la lluvia.
El casco de la estancia está a unos 25 Km. al
Este de Dina Huapi. El área afectada por este incendio se
calcula en unas 22 mil hectáreas (casi la superficie total
del ejido municipal de Bariloche o Capital
Federal).
Marcado con (1) está el incendio de cerro
Villegas, originado unos días antes también por una
tormenta eléctrica.
4. Los saldos de los
incendios
Cuando un incendio ocurre en un bosque y los que mueren
son los árboles, entonces las víctimas las podemos
contar por miles y tal vez millones. Un cálculo
conservador determina unos 2000 a 3000 árboles en un
bosque denso. Si hablamos que en el ‘99 se quemaron 5944
hectáreas de bosque de ñire, ciprés y
coihue, entonces se puede decir que murieron unos 15 millones de
árboles.
En 1999 hubo muchos incendios grandes. Siete, en total,
más que en ningún otro momento histórico de
la zona aledaña a Bariloche. Los incendios de estepa (Ran
Ramón y Villegas) suman más hectáreas porque
el fuego se conduce con mayor velocidad, pero la capacidad de
recuperación es mayor.
Introducción
Los volcanes
constituyen el único intermedio que pone en comunicación directa la superficie con los
niveles profundos de la corteza terrestre; es decir, son el
único medio para la observación y el estudio de los materiales
líticos de origen magmático, que constituyen
aproximadamente el 80 % de la corteza sólida. En la
profundidad del Manto terrestre, el magma bajo presión
asciende, creando cámaras magmáticas dentro o por
debajo de la corteza. Las grietas en las rocas de la
corteza proporcionan una salida para la intensa presión, y
tiene lugar la erupción. Vapor de agua, humo, gases,
cenizas, rocas y lava son lanzados a la atmósfera.
Los volcanes son en esencia aparatos
geológicos que establecen una comunicación temporal
o permanente entre la parte profunda de la litosfera y la
superficie terrestre.
Las partes de un volcán
típico son: cámara magmática, chimenea,
cráter y cono volcánico.
La cámara magmática es
la zona de donde procede la roca fundida o magma, que forma la
lava; la chimenea es el canal o conducto por donde asciende la
lava; el cráter es la zona por donde los materiales son
arrojados al exterior durante la erupción; el cono
volcánico está formado por la aglomeración
de lavas y productos
fragmentados. Con frecuencia, fracturas del cono volcánico
o explosiones eruptivas, dan lugar a cráteres adventicios
que se abren en los flancos o en su base y cuyas chimeneas
secundarias comunican con la principal.
Las manifestaciones de la actividad
volcánica, es decir, la salida de productos gaseosos,
líquidos y sólidos lanzados por las explosiones,
constituyen los paroxismos o erupciones del volcán. Muchos
de los volcanes que actualmente existen en la superficie de la
Tierra no han dado muestras de actividad eruptiva y por eso se
les llama volcanes extinguidos, independientemente de que en
algún momento alcancen la actividad.
Otros se hallan hoy, o se han hallado en tiempos
históricos no muy lejanos, en actividad, y por eso se les
llama volcanes activos. Esa
actividad eruptiva es casi siempre intermitente, ya que los
períodos de paroxismo alternan con otros de descanso,
durante los cuales el volcán parece extinguido (Vesubio,
Teide, Teneguía, Fuji, etc.). Existen sin embargo volcanes
que son de actividad continua, como el Manua-Loa de las islas
Hawai o el Etna en Sicilia.
Productos arrojados por los volcanes
Los materiales que
arrojan los volcanes durante las erupciones pueden ser de tres
clases:
gaseosos, líquidos y sólidos
Los gases que los
volcanes emiten, a veces con extraordinaria violencia, son
mezclas
complejas cuya composición varía de unos a otros,
por las distintas erupciones, e incluso por los distintos
períodos de una misma erupción. Los más
abundantes son: vapor de agua, dióxido de carbono,
nitrógeno, hidrógeno, ácido clorhídrico
y cloruros volátiles, gases sulfurosos y
sulfhídrico, metano y otros
hidrocarburos.
Además de por el cráter, los gases se desprenden
también de las lavas fundidas y por las grietas del suelo.
Si preceden a las erupciones, o son posteriores a ellas, se
designan con el nombre de fumarolas.
Los gases expulsados durante las
erupciones pueden tener una densidad tal que
arrastren cenizas en suspensión, formándose las
llamadas nubes ardientes.
Nubes de este tipo debieron
producirse en la erupción del Vesubio del año 79 d.
de C., que destruyó las ciudades de Pompeya y
Herculano.
Los productos líquidos reciben
el nombre general de lavas y no son otra cosa que magmas que
salen por el cráter y se deslizan por la superficie
circundante. Las que son muy fluidas, como las basálticas,
al desbordar por el cráter o las fisuras del cono
volcánico, se deslizan con facilidad por las vertientes
formando a veces verdaderas cascadas (Mauna-Loa) y por la
superficie del suelo formando coladas.
La superficie de la corriente de lava en contacto con el
aire se enfría con rapidez y con frecuencia forma una
costra que aisla el interior, donde la lava puede permanecer
fluida mucho tiempo y continuar deslizándose. Al adaptarse
la superficie de la lava a esta corriente, forma estrías y
ondulaciones o retorcimientos parecidos a una cuerda, de
ahí el nombre de lavas cordadas, que los nativos de Hawai
llaman Pahoehoe. Cuando el enfriamiento de grandes masas de lava
basáltica se desarrollan en regiones subaéreas, se
produce una retracción o contracción
térmica, que produce una disyunción columnar en
prismas, formando columnatas basálticas, tan
características como la Calzada de los Gigantes en
Irlanda, Castelfullit de la Roca en Gerona, el Cabo de Gata
(Almería), Tenerife, etc.
Cuando el enfriamiento es en
regiones submarinas, las lavas al ponerse en contacto con el agua
se enfrían rápidamente en la superficie, y los
núcleos de lava al resbalar por la pendiente se van
separando en forma de bolsas globosas o protuberancias, que al
superponerse unas sobre otras recuerdan almohadones, de
ahí el nombre de lavas almohadilladas o pillow-lavas. Si
las lavas son más viscosas, lo que sucede en las de
naturaleza andesítica y traquítica, se deslizan con
dificultad consolidándose rápidamente y de manera
irregular; los gases que se desprenden dan a las superficies un
aspecto erizado, rugoso y áspero, lo que les hace
difíciles para andar, de ahí el nombre hawaiano de
aa o de malpais en Canarias.
En las lavas muy fluidas, al
enfriarse la superficie, el interior puede quedar como una
cavidad bajo la costra superficial, formando túneles
volcánicos. Cuando se desploma parte del techo del
túnel volcánico se forman simas que comunican con
el exterior, que en Lanzarote se denominan jameos.
Los materiales sólidos, también llamados
piroclastos (piros: fuego; clastos: fragmentos),
son de proyección. Atendiendo a su tamaño se
dividen en: a) bloques y bombas, de
tamaño comprendido entre varios centímetros a
metros. Si las lavas son muy viscosas al producirse la
explosión son lanzadas al aire y su parte externa
cristaliza rápidamente permaneciendo su interior fluido,
por lo que al caer al suelo se agrietan como corteza de pan,
llamándose panes volcánicos. Si las lavas son menos
viscosas las bombas adquieren formas de huso al ir girando en su
trayectoria. b) lapilli y gredas, de tamaño entre el de un
guisante y una nuez, y c) cenizas o polvo volcánico,
partículas de menos de 4 mm que debido a su tamaño
pueden ser transportadas por el viento a grandes distancias.
Cuando en las lavas viscosas se liberan los componentes
volátiles, ocasionan una expansión que forma
cavidades no comunicadas entre sí, dando el aspecto
característico de las pumitas o piedra pómez. La
consolidación de estos piroclastos forman las tobas
volcánicas y aglomerados.
Tipos de erupciones
Dependiendo de la temperatura de los
magmas, de la cantidad de productos volátiles que
acompañan a las lavas y de su fluidez (magmas
básicos) o viscosidad
(magmas ácidos),
los tipos de erupciones pueden ser:
Hawaiano
Sus lavas son muy fluidas, sin que tengan lugar
desprendimientos gaseosos explosivos; estas lavas se desbordan
cuando rebasan el cráter y se deslizan con facilidad,
formando verdaderas corrientes a grandes distancias. Algunas
partículas de lava, al ser arrastradas por el viento,
forman hilos cristalinos que los nativos llaman cabellos de la
diosa Pelé (diosa del fuego).
Stromboliano
Recibe el nombre del
Stromboli, volcán de las islas Lípari, en el mar
Tirreno, al N. de Sicilia. La lava es fluida, con
desprendimientos gaseosos abundantes y violentos, con
proyecciones de escorias, bombas y lapilli. Debido a que los
gases pueden desprenderse con facilidad, no se producen
pulverizaciones o cenizas. Cuando la lava rebosa por los bordes
del cráter, desciende por sus laderas y barrancos, pero no
alcanza tanta extensión como en las erupciones de tipo
hawaiano.
Vulcaniano
Toma el nombre del
volcán Vulcano en las islas Lípari. En este tipo de
volcán se desprenden grandes cantidades de gases de un
magma poco fluido que se consolida con rapidez; por ello las
explosiones son muy fuertes y pulverizan la lava, produciendo
gran cantidad de cenizas que son lanzadas al aire
acompañadas de otros materiales fragmentarios. Cuando la
lava sale al exterior se consolida rápidamente, pero los
gases que se desprenden rompen y resquebrajan su superficie, que
por ello resulta áspera y muy irregular, formándose
lavas cordadas.
Vesubiano
Se diferencia del
vulcaniano en que la presión de los gases es muy fuerte y
produce explosiones muy violentas. Forma nubes ardientes que, al
enfriarse, producen precipitaciones de cenizas, que pueden llegar
a sepultar ciudades, como ocurrió en Pompeya.
Peleano
Entre los volcanes de
las Antillas es célebre el de la Montaña Pelada de
la isla Martinica por su erupción de 1902, que
ocasionó la destrucción de su capital, San Pedro.
Su lava es extremadamente viscosa y se consolida con gran
rapidez, llegando a tapar por completo el cráter; la
enorme presión de los gases, que no encuentran salida,
levanta este tapón que se eleva formando una gran aguja.
Esto ocurrió el 8 de mayo, cuando las paredes del
volcán cedieron a tan enorme empuje, abriéndose un
conducto por el que salieron con extraordinaria fuerza los gases
acumulados a elevada temperatura y que, mezclados con cenizas,
formaron la nube ardiente que alcanzó 28 000
víctimas.
Krakatoano
La explosión
volcánica más formidable de las conocidas hasta la
fecha fue la del volcán Krakatoa. Originó una
tremenda explosión y enormes maremotos. Se cree que este
tipo de erupciones son debidas a la entrada en contacto de la
lava ascendente con el agua o con rocas mojadas, por ello se
denominan erupciones freáticas.
Erupciones submarinas
En los fondos
oceánicos se producen erupciones volcánicas cuyas
lavas, si llegan a la superficie, pueden formar islas
volcánicas. Éstas suelen ser de corta
duración en la mayoría de los casos, debido al
equilibrio
isostático de las lavas al enfriarse y por la
erosión marina. Algunas islas actuales como las
Cícladas (Grecia),
tienen este origen.
Erupciones de cieno
Hay volcanes que
ocasionan gran número de víctimas, debido a que sus
grandes cráteres están durante el reposo
convertidos en lagos o cubiertos de nieve. Al recobrar su
actividad, el agua mezclada con cenizas y otros restos, es
lanzada formando torrentes y avalanchas de cieno, que destruyen,
todo lo que encuentran a su paso. Un ejemplo actual fue la
erupción del Nevado de Ruiz (Colombia) el 13 de noviembre
de 1985. Nevado es un volcán explosivo, en el que la
cumbre del cráter (4 800-5 200 m de altura) estaba
recubierta por un casquete de hielo; al ascender la lava se
recalentaron las capas de hielo, formando unas coladas de barro
que invadieron el valle del río Lagunilla y sepultaron la
ciudad de Armero, causando 20 000 muertos y decenas de miles de
heridos. Se puede comparar a la
catástrofe de la Montaña Pelada.
Erupciones fisurales
Son las que se originan
a lo largo de una dislocación de la corteza terrestre, que
puede tener varios kilómetros. Las lavas que fluyen a lo
largo de la rotura son fluidas y recorren grandes extensiones
formando amplias mesetas o traps, con un kilómetro o
más de espesor y miles de kilómetros cuadrados de
superficie. Ejemplos de vulcanismo fisural es la meseta del
Deccan (India).
Morfología de los volcanes
La forma de los aparatos
volcánicos depende de la naturaleza de la lava y de los
componentes gaseosos, vamos a ver diferentes tipos.
En el vulcanismo puntual, si la lava
es muy viscosa (ácida) el cráter queda taponado,
con la lava solidificada formando un saliente con aspecto de
aguja o pitón. Es característico del vulcanismo
peleano. Si la lava es intermedia, alternando las erupciones de
lava con la expulsión
Distribución de los
volcanes
En la actualidad la tectónica de placas engloba y
relaciona todos los fenómenos geológicos entre
sí, por ello en un mapamundi se observa que las zonas
volcánicas coinciden con las sísmicas. La actividad
volcánica y sísmica se desarrolla con gran
intensidad en zonas de expansión o extensión de la
corteza (dorsales oceánicas: rift oceánico; y rift
continental); en las zonas de comprensión o
colisión (zonas de subducción) donde se forman las
cadenas de montañas recientes; en las fosas
oceánicas de los arcos isla; en las cuencas
oceánicas (fallas transformantes y puntos calientes) y en
las zonas continentales estables.
Hoy en día, de
los 500 volcanes activos, sólo un 5 % se mantienen en
actividad continua. No se tienen en cuenta las erupciones
submarinas que pasan desapercibidos al producirse en las cuencas
oceánicas. Geográficamente pueden considerarse en
la Tierra cinco zonas de máxima actividad volcánica
y sísmica:
Circumpacífica;
Mediterránea-asiática; Índica;
Atlántica y Africana
Circumpacífica
Se denomina también Cinturón de Fuego; se
extiende circularmente alrededor de todo el océano
Pacífico y las costas de América, Asia y Oceanía,
originándose en las cadenas montañosas de los
Andes, Montañas Rocosas y en los arcos isla.
Aparatos volcánicos actuales se
encuentran en Alaska (Katmai), archipiélago de las
Aleutianas (más de 30 volcanes activos), península
de Kamchatka, islas Kuriles (arcos isla que enlazan las
Aleutianas, Japón y
Filipinas), en Japón (Asama, el Fuji-Yama símbolo
japonés), islas Marianas, Sumatra, Krakatoa, Java; Filipinas,
Nueva Guinea, Nuevas Hébridas, Nueva Zelanda y Tonga;
Antártida (Bird, Erebus y Terror), Chile,
Argentina (Aconcagua, 7 035 m), entre Bolivia y
Chile (Guallatiri, 6 000 m), Perú (Misi, 5 825 m),
Ecuador
(Chimborazo, 6 310 m; Cotopaxi, 5 897 m), Colombia (Nevado del
Ruiz, 5 400 m; Tolima, 5 215 m), Costa Rica,
Nicaragua, El Salvador, Guatelama, México
(Popocatepetl, 5 452 m; Colima, 3 960 m; Paracutin, 2 743 m; Pico
de Orizaba 5 675 m), en Norteamérica, el Santa Elena. Como
puntos calientes en la placa Pacífica se encuentran las
islas Hawaii (Mauna-Loa, 4 160 m; Mauna-Kea y Kilauea).
Mediterráneo-Asiática
Se extiende desde el océano Atlántico
hasta el océano Pacífico, en sentido transversal de
Oeste a Este.
Volcanes actuales solamente existen
en Italia (Etna,
Vulcano, Strómboli y Vesubio) y en Grecia; pero zonas de
gran sismicidad se extienden desde las zonas Alpinas occidentales
hasta las orientales, Béticas, Turquía,
Cáucaso, golfo Pérsico, Irán, Asia Central
(Himalaya), hasta llegar a Indonesia donde coincide con la
Circumpacífica.
Índica
Rodea el océano
Índico y por Sumatra y Java enlaza con la
Circumpacífica. Hay muchas islas y montañas
submarinas en la dorsal Índica con vulcanismo activo, como
la isla Reunión y las islas Comores en el estrecho de
Madagascar.
Atlántica
Recorre el océano Atlántico de Norte a
Sur, por su zona central. Como vulcanismo más
septentrional está la isla de Jan Mayen en el mar de
Groenlandia. Estas islas que emergen de la dorsal
atlántica son: Islandia (Hekla, Laki, Helgafell);
Ascensión, Santa Elena, Tristan da Cunha y Gough; en el
Atlántico central las islas Madeira e islas Salvajes.
Asociados a fallas transformantes se encuentran los
archipiélagos de las Azores y las Canarias (Tenerife –
Teide, La Palma – Teneguía).
Africana
En la región oriental, está relacionada
con el rift continental que se extiende desde Mozambique a
Turquía; como volcanes, destacan: el Kilimanjaro, el Meru,
el Kenia y el Niragongo. Entre Etiopía y Somalia se
encuentra el nacimiento de un nuevo océano (el
triángulo de Afar) con una incipiente dorsal
oceánica que separa la placa Africana de la
Arábiga. En este área existen muchos Guyots y
volcanes como el Erta-Ale. En Etiopía está el
Fantalé.
En el África occidental se
levanta el Mont Camerún relacionado por fallas con el
vulcanismo de las islas de Fernando Póo, Príncipe,
Santo Tomé y Annobón
Terremoto o sismo
La corteza
terrestre experimenta casi continuamente pequeños e
imperceptibles movimientos de trepidación, sólo
registrables por aparatos especiales de extraordinaria
sensibilidad. Pero a veces, estos movimientos de
trepidación, conmoción u oscilación, son
más intensos y se manifiestan como sacudidas bruscas,
ordinariamente repetidas, que el hombre percibe directamente o
por los efectos que producen.
Con el nombre general de sismos o
seísmos se designa a todos estos movimientos convulsivos
de la corteza terrestre, que se clasifican en microsismos, cuando
son imperceptibles; macrosismos, cuando son notados por el hombre
y causan daños en enseres y casas, y megasismos, cuando
son tan violentos que pueden producir la destrucción de
edificios, la ruina de ciudades enteras y gran número de
víctimas. Los macrosismos y megasismos son los conocidos
con el nombre de terremotos o temblores de tierra. El estudio de
los fenómenos sísmicos es el objeto de la
Sismología.
El origen del 90 % de los terremotos
es tectónico, relacionado con zonas fracturadas o fallas,
que dejan sentir sus efectos en zonas extensas.
Otro tipo están originados por erupciones
volcánicas y existe un tercer grupo de movimientos
sísmicos, los llamados locales, que afectan a una
región muy pequeña. Éstos se deben a
hundimientos de cavernas, cavidades subterráneas o
galerías de minas; trastornos causados por disoluciones de
estratos de yeso, sal u otras sustancias, o a deslizamientos de
terrenos que reposan sobre capas arcillosas.
Las aguas de los mares son agitadas
por los movimientos sísmicos cuando éstos se
producen en su fondo o en las costas. A veces sólo se
percibe una sacudida, que es notada en las embarcaciones; pero
con frecuencia se forma por esta causa una ola gigantesca que se
propaga por la superficie con la misma velocidad que la onda de
la marea y que al estrellarse en las costas pueden ocasionar
grandes desastres.
Estas grandes olas sísmicas se llaman de
translación y también tsunamis, nombre con que se
las designa en Japón o maremotos.
Un terremoto se origina debido a la
energía liberada por el movimiento
rápido de dos bloques de la corteza terrestre, uno con
respecto al otro. Este movimiento origina ondas
teóricamente esféricas ondas sísmicas, que
se propagan en todas las direcciones a partir del punto de
máximo movimiento, denominado hipocentro o foco, y del
punto de la superficie terrestre situado en la vertical del
hipocentro a donde llegan las ondas por primera vez, el
epicentro.
Desde el hipocentro se
generan dos tipos de ondas:
-Ondas
primarias, ondas P (por ser las primeras en producirse) o
longitudinales, que consisten en vibraciones de oscilación
de las partículas sólidas en la dirección de propagación de las
ondas. Por producir cambios de volumen en los
materiales se les llama también de compresión; son
las de mayor velocidad y se propagan en todos los
medios.
-Ondas
secundarias, ondas S (por ser las segundas en llegar) o
transversales, son las que producen una vibración de las
partículas en dirección perpendicular a la
propagación del movimiento. Pueden vibrar en un plano
horizontal o vertical, no alteran el volumen, son más
lentas que las ondas P y no se propagan a través de los
fluidos. Se conocen con el nombre de ondas de cizalla o
distorsión.
La interferencia de estos frentes de
ondas con la superficie terrestre origina un tercer tipo de
ondas, denominadas superficiales u ondas L. Son más lentas
y al viajar por la periferia de la corteza tienen una gran
amplitud, siendo las causantes de los mayores desastres. Se
distinguen dos tipos: ondas Love, con movimiento perpendicular a
la dirección de propagación, llamadas
también de torsión, y ondas Rayleigh cuyo
movimiento es elíptico con respecto a la dirección
de las ondas.
Sismógrafo
Las vibraciones se
detectan mediante unos instrumentos llamados sismógrafos. Unos
son péndulos verticales de gran peso, que inscriben el
movimiento por medio de una aguja o estilete, sobre un papel
ahumado. Otros son horizontales y al oscilar por la sacudida
sísmica trazan un gráfico con una aguja sobre un
papel ahumado arrollado a un tambor o cilindro que gira
uniformemente.
El gráfico puede ser
también señalado mediante un rayo de luz que incide
sobre un papel fotográfico, en el cual van marcados los
intervalos de tiempo por horas, minutos y segundos. Otros son
péndulos invertidos llamados astáticos,
constituidos por una gran masa, que permanece inmóvil,
apoyada sobre un vástago. En la actualidad los
sismógrafos son electromagnéticos,
recogiéndose el registro de los movimientos en cintas
magnéticas que se pueden procesar y digitalizar por medio
de computadoras.
Mediante diversas observaciones y la comparación de
datos de
diferentes observatorios, se pueden trazar sobre un mapa las
líneas isosistas, que unen los puntos en que se ha
registrado el fenómeno con la misma intensidad y las
homosistas, que unen todos los puntos en que la vibración
se aprecia a la misma hora.
En cada observatorio
debe haber diferentes tipos de sismógrafos: dos
horizontales, orientados según el meridiano y el paralelo
del lugar y uno vertical; para que sea posible apreciar todas las
particularidades de cualquier movimiento
sísmico.
Los sismogramas son las gráficas marcadas por el estilete del
sismógrafo, o el rayo luminoso, sobre el papel del tambor
giratorio. En un sismograma se pueden diferenciar varias partes
según la proximidad o lejanía del epicentro
respecto al observatorio.
Fotos de volcanes
Erupciones Volcánicas
Todos los registros sobre erupciones volcánicas
en Chile presentan un cuadro más o menos similar, en el
cual se consigna la ocurrencia de algunos fenómenos
premonitorios como la emanación de humo en un
cráter que parecía inactivo o la aparición
de un nuevo cráter. Esto puede durar algunos días,
semanas e incluso años, hasta que una serie de temblores y
ruidos subterráneos preceden a la salida de cenizas y
lava, la que escurre entre 5 y 100 km/h, dependiendo del desnivel
geográfico, siguiendo habitualmente las quebradas del
área y desembocando en cauces de ríos o lagos. La
fase eruptiva ha durado desde algunas semanas, hasta cinco o
más años.
Los daños en cuanto a vidas humanas, por lo
tanto, no han sido tan trágicos como en el caso de los
terremotos o tsunamis, ya que la población usualmente
alcanza a ponerse a salvo. Dependiendo de la estación en
que la erupción ocurra, se pueden producir deshielos
acelerados y avalanchas, que son los que han provocado más
víctimas que la lava misma.
Los daños materiales, en cambio, suelen ser
cuantiosos, tanto en la agricultura
como en la ganadería.
El ganado puede sufrir una gran mortalidad por no alcanzar a huir
de la lava o porque la lluvia de cenizas cubre la tierra,
provocando ya sea la asfixia de los animales o su
muerte por
incapacidad de alimentarse.
Erupciones relevantes
La primera información sobre
erupciones volcánicas desde la era post hispánica
corresponde a la crónica del Volcán Antuco, llamado
volcán Angol por el sacerdote historiador jesuita Diego
Rosales ("Historia General del Reino de Chile"), cuya
erupción ocurrió en 1624, alertando a la
población con sus emanaciones de humo y lava, así
como por los temblores que lo acompañaron durante los ocho
días que duró el fenómeno.
Los volcanes que registran más episodios de
erupción han sido el Llaima (8), el Villarrica (6) y el
Antuco (4), seguidos del Peteroa (3), Lonquimay (3) y Calbuco
(3). Las crónicas de los siglos XVI y XVII no siempre
consignan con certeza el volcán en erupción, por lo
que puede haber discordancia en las cifras.
Entre los volcanes cuya erupción provocó
víctimas considerables, el primero que resalta es el
Huaina Putina, ubicado en Perú, cerca de la frontera
chileno-peruana, que el 14 de Febrero de 1600 afectó las
ciudades de Arequipa por el norte, hasta Arica. Muchos
pequeños pueblos en la senda de la lava fueron destruidos,
cobrando muchas víctimas fatales. Se relata que muchos
más murieron ya sea suicidándose en la
desesperación (colgándose de un árbol o
arrojándose al cráter) o como sacrificio para
aplacar la furia del volcán (no menos de ochenta
habrían sido arrojados al interior del
cráter).
El volcán Yate, debido a una avalancha,
habría provocado ocho víctimas muertos en un
potrero de la desembocadura del Reloncaví, el 14 de Julio
de 1896. El volcán Riñinahue, en Abril de 1907,
causó también una avalancha al obstruir el
río Pupuhuin, provocando un taco que, al ceder,
arrasó casas, bosques y ganado en las zonas de
Llifén y Riñinahue, causando más de diez
muertes.
En Febrero de 1908 el volcán Llaima hizo
erupción provocando una avalancha que llegó hasta
Lonquimay, matando una mujer. En Abril
de 1930, aunque el climax ocurrió en 1932, en una de las
erupciones más violentas de que se tenga recuerdo, el
volcán Quizapú, ubicado al oriente de Linares,
arrojó cenizas que cubrieron desde Rancagua a
Chillán. También provocaron daños en la
agricultura en Mendoza, e incluso cayó ceniza en lugares
tan alejados como Buenos Aires, Montevideo y el sur de Brasil.
Se formó un enorme hongo de humo que
oscureció Rancagua y Curicó, obligando a usar el
alumbrado público en pleno día. Los ruidos
subterráneos fueron sentidos en un radio de 500 km.
No se informó de víctimas fatales. En Febrero de
1937, la lava del volcán Llaima llegó hasta un
sector denominado Santa María de Llaima, matando a dos
personas y provocando grandes daños materiales.
Nuevamente el Llaima, en Marzo de 1945 entró en
erupción, dañando numerosos poblados vecinos y
provocando una avalancha cerca del lago Colico, matando a ocho
personas. 1948 fue el turno del volcán Villarrica. En
Abril comenzó a aumentar su actividad, y en Octubre hizo
crisis con una gran explosión y con la formación de
un enorme hongo, a la vez que millones de toneladas de lava
comenzaron a bajar invadiendo las quebradas y llegando a los
lagos Villarrica (su nivel subió un metro) y
Calafquén. Voipir y Molco Alto, donde residían
comunidades indígenas, fueron las más afectadas. El
refugio del Sky Club, en los faldeos del volcán, fue
totalmente arrasado con dos de sus cuidadoras en su interior.
Hubo cerca de 100 víctimas entre muertos y desaparecidos y
otros tantos heridos.
Nuevamente el Villarrica, en Marzo de 1964, esta vez de
manera violenta, hizo erupción asolando el poblado de
Coñaripe. Una avalancha barrió, durante dos horas,
casas, hoteles, ganado, sembrados,
vehículos y maquinarias de este pueblo de mil habitantes.
Sólo dos cadáveres, de las 22 víctimas
reportadas, fueron recuperados. Toda la zona de Pucón y
Villarrica quedó aislada.
En Agosto de 1971, el Cerro de los Ventisqueros o Cerro
Hudson, como era denominado hasta entonces, demostró que
era en realidad un volcán y despertó destruyendo el
valle Huemules, pequeña localidad de la montaña
patagónica de Aisén. Coyhaique, Puerto
Aisén, Puerto Cisnes, Balmaceda, Chacabuco, e incluso
Comodoro Rivadavia en el lado argentino, fueron invadidos por una
espesa nube de cenizas que provocó trastornos oculares y
gastrointestinales a la población, además de
importantes daños en la agricultura y
ganadería.
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