- 1. La lógica de
la discriminación - 2. La
discriminación basada en la diferencia
nacional–cultural - 3. La
discriminación de los inmigrantes en cuanto
trabajadores - 4. A modo de balance:
la discriminación como relación de
poder - Notas
En los últimos años Colectivo Ioé
ha realizado varios estudios sobre la situación de los
inmigrantes en el mercado de
trabajo1 y hemos tenido ocasión de intervenir
en diversos programas
transnacionales sobre la discriminación laboral de las
personas de origen extranjero2.
Se trata de un hecho social que ha sido objeto de
abundantes investigaciones
en países con mayor tradición migratoria y que en
España
ha comenzado a ser abordado en los últimos años.
Nuestra intención es ofrecer algunas pistas para delimitar
conceptualmente el tema y tratar de comprender los complejos
mecanismos que están detrás de la xenofobia y el
racismo en el
trabajo3.
La primera reflexión va a girar en torno a la
lógica de la discriminación y a su contrapunto,
el trato igualitario. Profundizaremos en la
relación existente entre los dos polos del proceso
discriminatorio y, en especial, trataremos de comprender las
motivaciones, juicios o prejuicios del polo activo discriminante.
Del mismo modo, convendrá determinar cuáles son las
claves de unas relaciones sociales igualitarias. Después
abordaremos las dos causas fundamentales de la
discriminación étnica en el trabajo:
ser extranjeros, es decir, portadores de una
diferencia nacional–cultural con los autóctonos
(diferencia que varía sustancialmente según la
nacionalidad);
y ser asalariados, lo que remite a una relaciones
de clase que
pueden implicar diversos grados de explotación. En el
último apartado haremos una valoración general del
"racismo en el trabajo" como
el resultado de una relación de poder en la
que diversos factores –institucionales, económicos e
ideológicos– determinan que una parte de los
inmigrantes apenas tenga poder de negociación para reclamar sus derechos y, en consecuencia,
sea fácil objeto de explotación económica y
segregación social.
1. LA LÓGICA DE LA
DISCRIMINACIÓN
Entendemos por discriminación cualquier
postergación, segregación o
minusvaloración que un grupo ejerce
sobre otro cuando tal proceso excluyente viene asociado a
una diferencia entre ambos colectivos. Las personas
particulares son discriminadas, al margen de sus valores y
comportamientos individuales, por su adscripción a tales
grupos
marcados por esa diferencia4.
La discriminación tiene lugar entre dos polos
asimétricos: el grupo discriminante –activo,
dominante– y el grupo discriminado –pasivo,
dominado–. Implica, por tanto, una práctica de
poder que produce un estatus de inferioridad en las
víctimas de la discriminación. Cuando la
relación entre las partes se produce en pié de
igualdad, no
de dominación, cabe hablar de confrontación o
competitividad, no de exclusión de un grupo
sobre otro.
Las diferencias entre las personas, en principio, no son
las que producen desigualdad sino los mecanismos de
exclusión asociados a esas diferencias. Tales
mecanismos de exclusión se refieren tanto a las
prácticas discriminantes como a las actitudes y
discursos que
legitiman la dominación. Podemos establecer el siguiente
esquema:
Cualquier diferencia puede desencadenar un proceso
discriminatorio. En el caso de la discriminación que
padecen los inmigrantes, concurren principalmente cinco
diferencias5: 1) La nacionalidad:
documentación que acredita ser ciudadano o
no del estado en cuyo
territorio se reside. Cabe el estatus de doble nacionalidad y
también la acreditación como extranjero con permiso
de residencia (y/o permiso de trabajo), que da acceso a una parte
de los derechos correspondientes a los nacionales. La mayor
discriminación se produce en relación a los
inmigrantes indocumentados.
2) La cultura: sistema de
valores, símbolos y prácticas (donde se
incluyen la lengua, las
tradiciones, las creencias, etc.) que contribuye a conferir una
cierta identidad
social a sus adherentes. La discriminación se produce en
relación a las culturas minoritarias cuando la mayoritaria
se siente superior a aquellas, o bien si considera que su
presencia puede contaminar o debilitar la cohesión social
que proporciona la cultura
dominante. En el caso de España, por ejemplo, la cultura
gitana ha sido tradicionalmente discriminada y también lo
es con frecuencia la cultura islámica.
3) El fenotipo: diferencias en la imagen corporal
como el color de la
piel, la forma
de los ojos u otros rasgos físicos. El caso más
frecuente de este tipo de discriminación se produce en
relación a las personas de piel negra pero también
aparece hacia los individuos de tez morena (magrebíes,
indios americanos…), de ojos rasgados (asiáticos),
etc.
4) La posición económica:
las diferencias de acceso, condiciones de trabajo y
participación en la renta están en el origen de
diversas formas de discriminación económica y
laboral, que afectan también a los extranjeros: no se
discrimina, desde este punto de vista, a los inmigrantes
"cualificados" que ocupan buenos empleos en empresas
solventes sino a los que se buscan la vida alternando empleos
precarios y temporadas en paro.
5) El género: como la diferencia
anterior, atraviesa a todos los colectivos, siendo en este caso
la mujer la
destinataria habitual de diversas formas de
discriminación. "La importancia que tienen las relaciones
de género
en la caracterización de los flujos
migratorios depende de lo relevante que sea el sistema de
género en la definición de una sociedad
dada"6, ya sea en el país de origen o en el de
destino.
En principio, las anteriores diferencias no tienen por
qué conllevar discriminación; es más, pueden
ser fuente de un intercambio enriquecedor (por ejemplo,
evidentemente, entre los sexos pero también entre las
naciones, las culturas y las diversas posiciones
económicas) o bien, simplemente, ser aceptadas como
asuntos irrelevantes para la convivencia y el mutuo
reconocimiento (caso del color de la piel o los rasgos faciales).
La cuestión es por qué estas diferencias dan lugar
en algunas circunstancias a procesos
discriminatorios, es decir, son vividas en
confrontación y desde una relación de poder entre
las partes.
Nuestra respuesta a esta cuestión consiste en
invertir la dirección de tales procesos. No
son las diferencias las que están en el origen de la
discriminación sino, más bien, al revés:
las relaciones preexistentes de poder y desigualdad son las
que desencadenan un clima de
confrontación que utiliza las diferencias como
excusa o coartada para ejercer el dominio.
Tales desigualdades, a su vez, se suelen mover en un
doble plano, material y/o simbólico, que se refuerzan
mutuamente y dan lugar a las actitudes y prácticas
discriminatorias (directas o indirectas). Por ejemplo, la
discriminación sexual se intenta justificar desde la
ideología del patriarcado, la
discriminación de los inmigrantes desde el nacionalismo
(ideología de la preferencia nacional), la
discriminación cultural desde una supuesta superioridad de
la "modernidad"
occidental (eurocentrismo), la discriminación
étnica desde un supuesto racismo biológico
(primacía de la raza blanca) y la discriminación
laboral desde el liberalismo
económico (ideología del libre mercado).
Las cinco diferencias apuntadas, con frecuencia
combinadas entre sí, suelen estar presentes en la
discriminación que padecen los hombres y las mujeres
inmigrantes. Si se resaltan y contraponen esas diferencias, se
construyen rápidamente discursos racistas; pero si esas
mismas diferencias se relativizan y dan lugar a un intercambio
mutuamente enriquecedor, se construyen también discursos
universalistas y solidarios.
2. LA DISCRIMINACIÓN
BASADA EN LA DIFERENCIA
NACIONAL–CULTURAL
La reflexión que se viene realizando en Europa en torno
al rechazo a los inmigrantes se suele englobar bajo
el concepto de
"racismo". Sin embargo, esta palabra no se utiliza en su
acepción estricta7 sino en un sentido
más amplio –equivalente a xenofobia–, y sirve
para designar un conjunto de comportamientos
discriminatorios que no siempre tienen un referente
físicobiológico.
De hecho, varios autores sostienen que hoy predomina un
"nuevo racismo" que no habla de razas sino de
culturas y que, bajo el pretexto de defender la diversidad
cultural, predica la separación entre ellas (cada uno en
su país) o bien la segregación en guetos de los
diferentes8.
En este caso "los otros" son ciertos colectivos a los
que se atribuyen determinadas características
(nacionalidad, etnia,
cultura, etc.) que permiten configurarlos, no sólo como
diferentes, sino como inferiores en
algún sentido.
El objetivo
preferente de ese racismo sin razas al que aludimos
son precisamente los inmigrantes. Sin embargo, la
inmigración es un objeto ilusorio del
racismo, pues éste incluye a varios colectivos
autóctonos, como las minorías étnicas con
problemas de
integración social o los descendientes de
inmigrantes nacidos en España, y deja fuera a una gran
parte de los extranjeros, como los procedentes de países
más desarrollados que España9, o los
políticos y profesionales de alto nivel procedentes de
cualquier país que trabajan en empresas multinacionales o
pertenecen al cuerpo diplomático, etc.
Siguiendo el hilo argumental del apartado anterior, la
discriminación de los "inmigrantes" supone resaltar lo
"diferente" de dicho colectivo en relación al polo
discriminante (los autóctonos); de ahí que pueda
ser una trampa el simple hecho de categorizar a ese colectivo por
algunos rasgos diferenciadores que no dejan de ser
circunstanciales en sus vidas (haber nacido en otra parte, no
tener en regla un expediente administrativo, profesar otra
religión
o, simplemente, ser moreno o tener los ojos rasgados). Los
discursos igualitarios, en cambio,
relativizan las diferencias y resaltan lo que tienen en
común las personas, como base para una convivencia
pacífica y un intercambio enriquecedor.
Las nuevas formas de racismo están ya lejos del
racismo biológico pero eso no obsta para que subrayen las
diferencias que presentan los extranjeros y las carguen de
profundidad, como si demarcaran en dichas personas una
naturaleza diferente cuya convivencia con los
españoles estaría llena de riesgos. En
consecuencia, los inmigrantes son calificados como
intrusos si pretenden competir con los
españoles en pié de igualdad, en derechos
laborales, sociales o políticos. Asimismo, la
cohesión social de la cultura autóctona se
encontraría amenazada por la entrada incontrolada de esos
"nuevos bárbaros" que acceden a
España ilegalmente y no respetan las costumbres
locales.
Las categorías de "nacionalidad" y "cultura", con
frecuencia combinadas entre sí, son actualmente los
principales referentes a partir de los cuales se construye la
discriminación étnica; no obstante, tal
discriminación se refuerza extraordinariamente si
concurren otras diferencias –en especial, la clase y el
género. Aquí nos vamos a centras en las dos
primeras categorías que son las más
específicas de la inmigración.
La discriminación inicial de los
inmigrantes se apoya, en primer lugar, en la soberanía del estado–nación
que tiene la prerrogativa de controlar las fronteras (sólo
deben entrar los imprescindibles) y adoptar aquellas políticas
que sean más eficaces para asegurar la integración
de los extranjeros residentes en las pautas y normas el
país. En estas condiciones, la presencia de inmigrantes
puede ser valorada positivamente siempre que adopten una
posición subordinada en lo político (derechos
limitados en relación a los autóctonos) y un papel
complementario en lo laboral (por ejemplo, en oficios precarios
donde es escasa la oferta de mano
obra, como empleados de hogar internos, temporeros del campo,
peones de la construcción, etc.).
En países como España, los
estados–nación
han sido históricamente un dispositivo fundamental para
asegurar la cohesión y armonización política de las
diferencias sociales. Sin embargo, el recurso a la común
identidad nacional (variable a lo largo del
tiempo) se ha
obtenido al alto precio de
aplanar las diferencias entre los autóctonos y provocar la
exclusión de aquellos colectivos que se alejaban del
modelo
normativo estatal. Al interior de cada Estado se establece una
línea divisoria entre nacionales y extranjeros que tiene
dos componentes, uno jurídico–político y otro
ideológico: • En el ámbito
jurídico, mientras los autóctonos son por
principio y para toda la vida ciudadanos de derecho, los
extranjeros están sometidos a diversas restricciones. La
residencia es un don o permiso graciable del estado que se
establece en base a condiciones precisas, como el sistema de
cupos, y es revocable (incluso si se procede a la
"nacionalización" del extranjero). Las políticas de
inmigración varían según los países
oscilando entre la segregación, la asimilación y la
convivencia intercultural10. La forma de
segregación más patente es mantener a los
inmigrantes fuera de la ley11, pero hay otras formas
de segregación ordenada de los inmigrantes –o de una
parte de ellos– como la política suiza de
inmigrantes temporeros (permisos inferiores a nueve meses),
figura legal que acaba de introducirse en España en
1999.
• A nivel ideológico, la
nacionalidad introduce una discontinuidad entre autóctonos
e inmigrantes que deriva frecuentemente en actitudes de
prevención y xenofobia. No obstante, aunque los
estados–nación siguen siendo un foco central de los
debates políticos y su fuerza
ideológica se demuestra con el surgimiento del
nacionalismo en muchas áreas del planeta, existen otros
factores que reducen su funcionalidad y significación como
referente de identidad colectiva: por una parte, el tradicional
sentimiento de unidad de la clase trabajadora (el
"internacionalismo obrero") o la defensa más reciente de
la universalidad de los derechos humanos;
por otra, la mundialización de la economía y la
creciente circulación de capitales, mercancías y
personas entre los países. La conjunción de estos
factores pone en crisis el
modelo tradicional de identidad
nacional y favorece la aparición de nuevas formas de
gestión
política, más basadas en la territorialidad (la
ciudadanía) y la aceptación del
pluralismo cultural. En particular, el debate sobre
las relaciones entre nacionalidad y ciudadanía se ha
desarrollado ampliamente en los últimos
años12.
En segundo lugar, los símbolos, valores y
prácticas que constituyen el ámbito de lo que se
denomina "cultura" presentan una notable complejidad que ha de
tenerse en cuenta al analizar la relación que se produce
cuando varias tradiciones culturales convergen entre sí.
Con demasiada frecuencia se habla de "culturas de origen" y
"cultura autóctona" como si tales unidades fueran
homogéneas ad intra y heterogéneas ad extra. Sin
embargo, el análisis de las culturas muestra que
existen importantes divergencias al interior de cada una de ellas
y también bastantes elementos comunes entre culturas
aparentemente diferentes.
En el caso de España, por ejemplo, la historia de los
últimos siglos podría abordarse como resultado de
la tensión existente entre los esfuerzos desarrollados por
uniformar el mundo normativo y de valores de la población, y las resistencias a
esa homogeneización. Resistencias que se manifestaron unas
veces como conflictos
entre clases
sociales (las "dos Españas" que desembocaron en la
guerra civil
de 1936–39) y otras como reivindicaciones nacionalistas (en
especial el caso vasco) o derechos de las minorías
(cultura gitana). En la actualidad, con muchas dificultades,
comienza a abrirse camino otra concepción que, no
sólo reconoce la pluralidad cultural de España sino
que afirma el valor positivo
de tal circunstancia.
Las políticas de integración de los
inmigrantes se orientan frecuentemente a procurar su
integración en las pautas y patrones culturales y de
comportamiento
que prevalecen en el país receptor. Sea porque se
desconocen las diferencias de los inmigrantes o porque
positivamente se las rechaza, el resultado es que se lleva a cabo
una política de asimilación a la cultura
dominante. Como venía ocurriendo con muchas
minorías y movimientos de resistencia del
propio país, y con el pretexto de un trato igualitario
para todos, el rodillo de las normas y criterios establecidos
homogéneamente por el Estado (a
través del sistema
educativo, los medios de
comunicación, el trato de favor a la confesión
religiosa mayoritaria, las pautas familiares propias, etc.) tiene
por efecto discriminar las culturas diferentes13.
Algunas tendencias de la política migratoria, no obstante,
se orientan a respetar y cultivar la convivencia intercultural,
tal como es habitual en otros países, como Australia y
Canadá. En particular la nueva ley de extranjería aprobada en enero de 2000
representaba un avance en el reconocimiento de derechos de los
inmigrantes, si se la compara con la ley anterior de 1985. Sin
embargo, esta ley –antes de ser aplicada mediante el
correspondiente reglamento– ha sido cuestionada por el
gobierno del
Partido Popular, con mayoría absoluta en el parlamento,
que ya ha iniciado la tramitación de una nueva ley de
inmigración con contenidos más restrictivos. Por
otra parte, los procesos de mundialización afectan
también a la relación entre las culturas, lo que
hace cada vez menos funcional el enfoque centralista y
asimilacionista de la gestión
pública14.
3. LA DISCRIMINACIÓN
DE LOS INMIGRANTES EN CUANTO TRABAJADORES
Las diferencias de clase o posición
socioeconómica constituyen, en nuestra opinión, el
principal factor de desigualdad y exclusión en las
sociedades
modernas, hasta el punto de que las otras diferencias a las que
hemos aludido quedan sustancialmente amortiguadas cuando se
refieren a sujetos económicamente bien situados. Por el
contrario, se segrega socialmente a individuos "blancos" en paro
aunque pertenezcan a la propia cultura y nacionalidad. La
discriminación laboral de los inmigrantes no se dirige,
como ya hemos avanzado, hacia los que tienen una alta
posición económica sino hacia los que se buscan la
vida en empleos precarios.
En este sentido, la discriminación
laboral, como característica propia del mercado de
trabajo español,
es una realidad previa que no se identifica con la
discriminación étnica pero con
frecuencia ésta sirve para reforzar
aquélla.
Las condiciones de trabajo de los españoles
presentan un cuadro extraordinariamente diverso y polarizado,
tanto desde el punto de vista del acceso e
implicación en la actividad económica como
si consideramos su grado de participación en la
renta producida. Junto a los gestores de la propiedad y
los empleados con contrato estable
y posibilidades de promoción laboral, se sitúan los
trabajadores precarios donde se incluye una amplia reserva de
trabajadores sin empleo fijo,
que oscila entre la contratación temporal y el paro (3.6 y
2.5 millones respectivamente, al finalizar 1999). Evidentemente a
estas categorías de la Encuesta de
Población Activa habría que añadir el empleo
sumergido15 y el paro encubierto16, que
estimamos en 3 y 2 millones respectivamente. Según esto,
existe un grado elevado de discriminación y
exclusión en el mercado de trabajo español que
afecta, teniendo en cuenta los solapamientos entre las diversas
fuentes, a
unos 10 millones de personas.
Si las diferencias las contemplamos en función de
la participación en la renta producida, las desigualdades
son también muy elevadas. El beneficio contable de las
empresas equivale a la suma de los salarios
acumulados de todos los trabajadores17. En cuanto a
los salarios, que constituyen la principal fuente de ingresos para la
mayoría de las familias, las diferencias en el reparto se
han incrementado en los años noventa: el 7% mejor
remunerado tiene un salario medio
veinte veces mayor que el 30% peor remunerado, sector este
último correspondiente a cuatro millones de trabajadores
cuya remuneración media se sitúa por debajo del
Salario Mínimo Interprofesional que el gobierno fija para
cada año18.
En este mercado de trabajo polarizado se sitúan
los inmigrantes que trabajan en España.
Si observamos su posición en la estructura
ocupacional, se puede comprobar una diversificación de
situaciones todavía más acusada que la media
española y que se ve potenciada por la globalización económica
internacional; por otro lado, también aparecen
determinados "nichos" laborales en los que su presencia es
destacada. Los inmigrantes no comunitarios están ocupados
más frecuentemente que los autóctonos en la
agricultura,
los niveles son similares en los servicios y en
la construcción y bastante menores en la industria.
Respecto a la media general los inmigrantes africanos destacan en
agricultura y construcción; los asiáticos y
latinoamericanos en los servicios y los europeos del Este en
construcción e industria. Por su parte, los asalariados de
países comunitarios trabajan muy frecuentemente en los
servicios y en la industria. La evolución en la década de los
años ‘90 muestra un incremento apreciable de los
permisos en agricultura (en sentido contrario a la
evolución del empleo de los españoles) y uno
más moderado en los servicios, en tanto que decrecen los
de la construcción y la industria.
Los permisos de trabajo a extranjeros extra comunitarios
se concentran en cinco ramas de actividad: servicio
doméstico (27,2%), agroganadería (16,9%),
hostelería (12,4%), construcción (8,9%) y comercio
minorista (8,5%). La importancia de estas actividades se ha
incrementado continuamente en la última
década.
Con el fin de conocer la posición social que
ocupan los inmigrantes a partir de su inserción en el
mercado laboral hemos agrupado las categorías
ocupacionales para establecer tres niveles o estatus laborales:
alto, medio y bajo19. A finales de 1998 el 73% de los
trabajadores no comunitarios en situación regular ocupaban
empleos de baja categoría, pero algo más de la
cuarta parte se situaba en empleos de categoría media o
alta. En el otro extremo, más de dos tercios de
norteamericanos y japoneses tenía empleos de
categoría alta. Por tanto, no puede afirmarse que
los extranjeros ocupen de forma sistemática
las peores posiciones del mercado de trabajo español. En
realidad existen situaciones muy diferenciadas, que se aprecian
analizando el origen de los inmigrantes: en los niveles altos
predominan los trabajadores del "Primer Mundo" y en las
categorías más bajas se concentran los inmigrantes
del "Sur".
Las prácticas discriminatorias por razón
de nacionalidad o raza en el acceso al empleo y en la
promoción interna en las empresas afectan principalmente a
los inmigrantes de países más pobres que
España, si bien existen pocas comprobaciones
empíricas sobre esta cuestión, quizás porque
los inmigrantes procedentes de países del Tercer Mundo se
emplean habitualmente en ramas laborales y empresas con poca
regulación y donde, por tanto, apenas existen criterios
formales que permitan establecer una medición de los comportamientos. En un
estudio promovido por la OIT, dirigido a comprobar las
prácticas empresariales ante la mano de obra
marroquí masculina en el sector no agrícola,
mostró que en igualdad de condiciones los trabajadores
autóctonos cuentan al menos con el triple de oportunidades
de ser contratados por los empleadores. Ante personas de igual
currículum, edad y disponibilidad, las preferencias de los
empresarios tienden a obstruir el acceso de estos inmigrantes por
el sólo hecho de su pertenencia nacional o
étnica20. Además, las prácticas
discriminatorias no se registran por igual en las diferentes
ramas laborales: prácticamente no se detecta en la
construcción, es algo mayor en la industria y
máxima en el sector servicios (del que se excluyó
el servicio doméstico puesto que se estudiaba sólo
la mano de obra masculina). Esta circunstancia muestra la
importancia de la segmentación laboral y que la existencia de
oportunidades de empleo para ciertos inmigrantes
(magrebíes en este caso) se reduce a medida que
abandonamos ciertas ocupaciones típicas.
4. A modo de balance: la
discriminación como relación de
poder
¿Qué supone la discriminación de
los inmigrantes –o de un amplio sector de ellos– en
la dinámica del mercado de trabajo?. De
acuerdo con la teorización que hemos esbozado en los
anteriores apartados, la exclusión étnica de los
trabajadores se sustenta y explica a partir de una
relación de poder previa en la que el polo
excluyente –los empresarios– se encuentran con las
manos libres para "explotar" a los inmigrantes, sobre
todo en la primera fase de la trayectoria migratoria.
Este planteamiento se contrapone a la teoría
neoclásica de autores, como BECKER y WOOD21,
para quienes la actitud
discriminatoria de los empleadores autóctonos hacia los
inmigrantes (u otras minorías) se puede comprender como
una inclinación o preferencia por no dar empleo a tales
personas; debido a ello, estarían dispuestos a reducir sus
ingresos, es decir, sacrificar parte de sus beneficios.
Según esto, la discriminación sería
disfuncional para quien la ejerce, ya que limitaría sus
posibilidades de oferta y demanda
de trabajo. Así se llega a la conclusión de que en
un mercado competitivo la discriminación sería
antieconómica: las empresas cuyos costes por unidad de
producción fueran más bajos, debido
a que no tenían que pagar extras para compensar el
sentimiento de discriminación, crecerían más
rápidamente que aquellas otras en las que la
discriminación estuviera presente.
Esta conclusión optimista, según la cual
suprimiendo la discriminación aumentaría la
competitividad y la renta nacional, es calificada como
"apresurada" por otros economistas como DOERINGER Y PIORE, para
quienes la discriminación se ejerce de forma
asimétrica y en régimen de monopolio por
parte de quien discrimina: "la discriminación debe
comprenderse como el resultado de un intento racional de los
blancos por maximizar su bienestar (a costa de los
negros)"22. Según la teoría de BECKER,
los trabajadores discriminantes tendrían más
rotación y más paro (debido a que son más
selectivos que los no discriminantes) pero los estudios
empíricos realizados en Estados Unidos
constatan todo lo contrario: las minorías étnicas y
los grupos marginales son los más vulnerables a los
despidos y al paro23.
Los teóricos de la segmentación del
mercado de trabajo consideran la discriminación
étnica y la discriminación sexual como dos anclajes
fundamentales para la fragmentación de los trbajadores.
Para GORDON, EDWARDS y REICH24, uno de los ejes que
permitió segmentar a la clase trabajadora norteamericana
en la etapa posterior a 1945 fue precisamente la diferencia
racial (junto con la diferencia de géneros). De forma
sistemática los negros ocuparon los empleos de más
bajo estatus y más peligrosos, y luego engrosaron en mayor
medida que los blancos las listas del paro. A nivel espacial, los
guetos, que ya existían antes de la guerra, se ampliaron e
intensificaron. En los años 60 hubo amplios movimientos de
protesta de los negros que, unidos a la bonanza económica,
facilitaron su ascenso social, sobre todo por parte de la
generación más joven, pero todavía en 1970
el 60% de los trabajadores negros estaba empleado en el mercado
secundario25.
Nuestro análisis está más
próximo a estas últimas teorías, si bien en el caso español
hay que tener muy en cuenta que no existe un perfil
homogéneo de trabajador inmigrante sino, más bien,
una importante polarización interna basada en factores
como la procedencia nacionalcultural, las cualificaciones y el
tiempo de llegada, el género, la vinculación con
redes sindicales
o de otro tipo, etc. Esta diversidad se extiende también
al campo ideológico y así encontramos varias
estrategias de
inserción laboral que responden a planteamientos
diferentes, que hemos reducido a cuatro tipos básicos: el
gueto o repliegue protector en el marco de sumisión al
empleador (sea éste autóctono o inmigrante, como
ocurre en los restaurantes chinos); la normalización o búsqueda de igualdad
de derechos con los autóctonos; la capacidad para competir
individualmente en un mercado abierto; y la unidad de acción
de los trabajadores contra la explotación capitalista y el
nacionalismo excluyente.
Los problemas que afectan a la mayoría de los
trabajadores inmigrantes no comunitarios, al menos en los
sectores de la construcción y la hostelería, se
encuentran condicionados por dos situaciones: una general de los
mercados de
trabajo donde están presentes, otra específica de
su condición social de extranjeros. En cuanto a lo
primero, hay que resaltar que la segmentación
laboral y, en particular, la precarización de los
segmentos más bajos, es una característica central
de la actual estructura sociolaboral española; ésta
no ha sido generada por la presencia de trabajadores inmigrantes
pero la inmigración se ve afectada directamente por ella,
hasta el extremo de que algunos subsectores y categorías
laborales más precarizados pueden llegar a constituirse en
nichos laborales para extranjeros. En segundo lugar, aparecen
también factores sociales institucionales e
ideológicos que tienden a favorecer la segregación
de ciertos colectivos étnicos, más de unos que de
otros, como se comprueba al comparar los problemas de
marroquíes y polacos en el sector de la
construcción. Aunque los discursos de los agentes
económicos 12 españoles no son uniformes,
prevalecen diversas combinaciones de nacionalismo proteccionista,
racismo cultural e individualismo competitivo que sirven a los
empresarios para justificar una mayor explotación de los
inmigrantes y a los compañeros de trabajo para exigir de
la
administración una aplicación más
estricta de las normas relativas a la preferencia de la mano de
obra autóctona.
De este modo, a la dinámica de
fragmentación del conjunto de los trabajadores se une la
ideología de la "preferencia nacional" para favorecer la
segregación simbólica de los extranjeros y
dificultar el establecimiento de vínculos a partir de los
cuales construir una recomposición de la identidad de los
trabajadores (autóctonos y extranjeros, de distintas ramas
y categorías laborales, etc.). Por último, tampoco
en los discursos de los trabajadores de origen extranjero se
encuentran suficientes elementos de fuerza que permitan la
elaboración de una identidad intercultural
capaz de aglutinarlos a fin de acrecentar su poder de
negociación frente a sus interlocutores.
1. COLECTIVO IOÉ, Inmigración y
trabajo. Trabajadores inmigrantes en el sector de la
construcción, IMSERSO, Madrid, 1998;
Inmigración y trabajo en España. Trabajadores
inmigrantes en el sector de la hostelería, IMSERSO,
Madrid, 1999. Actualmente estamos terminando otra investigación sobre la situación
laboral de las mujeres de origen extranjero.
2. COLECTIVO IOÉ y PÉREZ MOLINA, R., La
discriminación laboral de los trabajadores inmigrantes en
España, Oficina
Internacional del Trabajo, Ginebra, 1995; ¡No quieren
ser menos!. Exploración sobre la discriminación
laboral de los inmigrantes en España, UGT, Madrid,
2000 (en prensa).
3. Además del ámbito laboral, hemos
abordado esta problemática en COLECTIVO IOÉ, Los
discursos de los españoles sobre los extranjeros, CIS,
Madrid, 1995.
4. Cabe también una discriminación
positiva, de la que no tratamos aquí, en la que se
produce justamente lo contrario: un trato más favorable a
determinados colectivos en base a una diferencia con el resto de
la población.
5. Ver, entre otros, GLICK, N, BASCH, L. y
BLANC–SZANTON, C. (Ed.), Towards a Transnational
Perspective on Migration. Race, Class, Ethnicity, and Nationalism
Reconsidered, The New York Academy of Sciences, Nes York,
1992.
6. GREGORIO, C., Migración femenina. Su
impacto en las relaciones de género. Narcea, Madrid,
1998, pág. 263.
7. La definición literal de "racismo" remite a un
fundamento biológico que incluye los siguientes puntos: 1)
existencia de razas humanas diferentes; 2) las diferencias
genético–raciales determinan características
socioculturales; y 3) estas diferencias socioculturales
están organizadas jerárquicamente.
8. Ver BAKER, M., The New Racism, Junction Books,
London, 1981; GALLISSOT, R., Misère de
l’antirazisme, Éditions de
l’Arcantère, Paris, 1985; y TAGUIEFF, R., La
force du préjugué, Paris, 1987.
9. Según las últimas cifras de extranjeros
con residencia legal en España (diciembre de 1998), el
45,2% procedía de países del Primer
Mundo.
10. Para una visión de conjunto de las
políticas migratorias por países, ver KUBAT, D.,
(Ed.), The Politics of Migration Policies, Centre for
Migration Studies, New York, 1993; CORNELIUS, W., MARTIN,
Ph. Y
HOLLIFIELD, J.F., Controlling Immigration: a Global
Perspective, Stanford University Press, Stanford, California,
1995; y CASTLES, S y MILLER, N., The Age of Migration.
International Population Migration, MacMillan, Londres,
1994.
11. La distinción de los inmigrantes en legales e
ilegales es construida administrativamente ya que según
varíen los requisitos necesarios para acceder a la
documentación los porcentajes de ambas categorías
se ven modificados. En especial, el permiso de trabajo, que es la
principal condición exigida, resulta difícil de
conseguir para aquellos inmigrantes poco cualificados que se
ubican en las categorías laborales más bajas de la
construcción y la hostelería donde existen altos
índices de economía sumergida. En estos casos el
sumergimiento laboral y la falta de documentación para
residir legalmente en el país se refuerzan mutuamente. Ver
COLECTIVO IOÉ, "Les ‘sans papiers’ en
Espagne", en L’Evénement Européenn,
Nº 11, Seuil, Paris, 1990; y SOPEMI, "Migrations
calndestines: enjeux économiques et politiques", en
Tendances des migrations internationales, OCDE,
1999.
12. Para BALIBAR, la ciudadanía moderna, en tanto
derecho universal a la política, surgió de una
proposición insurreccional durante la revolución
francesa (1789), por lo que puede ser reconducida a esa
radicalidad inicial superando las restricciones nacionalistas.
BALIBAR, E., Les frontières de la
Démocratie, (ver el capítulo titulado
"Citoyenneté et nationalité"), La
Découverte, Paris, 1992, págs.
99–168.
13. Hemos estudiado como se produce esta
"asimilación cultural" de los niños y
niñas marroquíes en la escuela
española en COLECTIVO IOÉ, La educación
intercultural a prueba, Laboratorio de
Estudios Interculturales de la Universidad de
Granada, Granada, 1996.
14. Ver CONTRERAS, J. (Comp.), Los retos de la
inmigración. Racismo y pluriculturalidad, Talasa,
Madrid, 1994.
15. No disponemos de estudios recientes sobre empleo
sumergido a nivel estatal, por lo que hacemos la
estimación promediando los resultados obtenidos en dos
macroencuestas aplicadas en 1985 por el Ministerio de
Economía y en 1993 por la fundación FOESSA. Ver
MURO, J. y otros, Análisis de las condiciones de vida y
trabajo en España, Ministerio de Economía y
Hacienda, Madrid, 1988; y JUÁREZ, M. (Dir.), V Informe
sociológico sobre la situación social en
España, Fundación FOESSA, Madrid, 1994,
págs. 1369–1408. Más recientemente, se
aplicó una amplia encuesta en la Comunidad de
Murcia, una de las regiones españolas con mayor tasa de
economía sumergida, y sus resultados son convergentes con
las encuestas
anteriores: se habría pasado de un índice de
irregularidad del 37% en 1985 (año en que la tasa de
parados era del 24%) a un 31% en 1995 (con una tasa de paro del
22%). Ver COLINO, J. (Dir.), Mercado de trabajo e
irregularidades laborales en la Región de Murcia,
Consejo Económico y Social de la Región de Murcia,
Murcia, 1996.
16. Entendemos por paro encubierto o no contabilizado el
representado por aquellas personas en edad laboral que desean
tener un empleo remunerado pero no lo buscan activamente,
situación que es muy frecuente entre las amas de cada.
Según diversas encuestas, en torno a un tercio de este
colectivo echa de menos tener un empleo extradoméstico,
pero sólo un sector reducido lo busca activamente. Ver
CRUZ, P. y COBO, R., Las mujeres españolas: lo privado
y lo público, CIS, Madrid, 1991, págs.
67–69; y COLECTIVO IOÉ, Tiempo social contra
reloj, Instituto de la Mujer, Madrid,
1996, págs. 168–176.
17. Según la Contabilidad
Nacional de España, en el último año con
resultados publicados (1996) el excedente bruto de
explotación de las empresas fue de 33,6 billones de
pesetas y la remuneración bruta de los asalariados 34
billones.
18. Datos anuales del
INSTITUTO DE ESTUDIOS FISCALES, Empleo, salarios y pensiones
en las fuentes tributarias. Esta fuente tiene en cuenta todos
los salarios oficialmente pagados por los empresarios a lo largo
de cada año.
19. En el nivel "alto" incluimos las categorías
de profesionales–técnicos y directores de empresa; en el
"medio" los administrativos, capataces, trabajadores manuales
cualificados y comerciantes (aunque entre estos existen
vendedores ambulantes, que no podemos cuantificar, y debieran
incluirse en el apartado siguiente); y en el estrato "bajo" los
trabajadores manuales del resto de los servicios, la industria,
construcción y agricultura.
20. El estudio se realizó especialmente en
sectores donde la presencia de inmigrantes no es habitual. Por
tanto, las conclusiones muestran las dificultades de los
inmigrantes magrebíes para pasar de sus empleos habituales
a otros que ofrecen mejores condiciones o gozan de mayor
prestigio social. Ver COLECTIVO IOÉ y PÉREZ MOLINA,
R., La discriminación laboral a los trabajadores
inmigrantes en España, OIT, Ginebra, 1995.
21. BECKER, G.S., The economics of
discrimination, University of Chicago Press, Chicago, 1957; y
WOOD, A., A Theory of Pay, Cambridge Universty Press,
Cambridge, 1978.
22. DOERINGER, P.B., y PIORE, M.J., Mercados internos
de trabajo y análisis laboral, Ministerio de Trabajo y
Seguridad
Social, Madrid, 1985, pág. 206. En este punto
DOERINGER Y PIORE siguen la teoría de la
discriminación monopolista desarrollada por
L. THUROW, Poverty and Discrimination, Brookings
Institution, Washington, 1969.
23. Los estudios realizados en Europa llegan a esta
misma conclusión. Ver ZEGERS DE BEIJL, R.,
Discriminacion of Migrant Workers in Western Europe,
International Labour Office, Geneva,
1991.
24. GORDON, D.M., EDWARDS, R. Y REICH, M., Trabajo
segmentado, trabajadores divididos, Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social,
Madrid, 1986, pág. 264–268.
25. Otros autores resaltan la influencia de las
políticas antidiscriminatorias del gobierno norteamericano
para explicar la mejora relativa de la posición
económica de los negros en los años 60–70.
Ver FREEMAN, R.B., Mercados de trabajo en acción,
capít. 5º sobre "El progreso económico de los
negros desde 1964", Ministerio de Trabajo y Seguridad Social,
Madrid, 1994, pág. 151–169.
Colectivo Ioé
(Miguel
Ángel de Prada, Walter Actis y Carlos
Pereda)
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