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Discriminación de los inmigrantes en el trabajo




Enviado por Colectivo Ioé



     

    PRESENTACIÓN

    En los últimos años Colectivo Ioé
    ha realizado varios estudios sobre la situación de los
    inmigrantes en el mercado de
    trabajo1 y hemos tenido ocasión de intervenir
    en diversos programas
    transnacionales sobre la discriminación laboral de las
    personas de origen extranjero2.

    Se trata de un hecho social que ha sido objeto de
    abundantes investigaciones
    en países con mayor tradición migratoria y que en
    España
    ha comenzado a ser abordado en los últimos años.
    Nuestra intención es ofrecer algunas pistas para delimitar
    conceptualmente el tema y tratar de comprender los complejos
    mecanismos que están detrás de la xenofobia y el
    racismo en el
    trabajo3.

    La primera reflexión va a girar en torno a la
    lógica de la discriminación y a su contrapunto,
    el trato igualitario. Profundizaremos en la
    relación existente entre los dos polos del proceso
    discriminatorio y, en especial, trataremos de comprender las
    motivaciones, juicios o prejuicios del polo activo discriminante.
    Del mismo modo, convendrá determinar cuáles son las
    claves de unas relaciones sociales igualitarias. Después
    abordaremos las dos causas fundamentales de la
    discriminación étnica en el trabajo:
    ser extranjeros, es decir, portadores de una
    diferencia nacional–cultural con los autóctonos
    (diferencia que varía sustancialmente según la
    nacionalidad);
    y ser asalariados, lo que remite a una relaciones
    de clase que
    pueden implicar diversos grados de explotación. En el
    último apartado haremos una valoración general del
    "racismo en el trabajo" como
    el resultado de una relación de poder en la
    que diversos factores –institucionales, económicos e
    ideológicos– determinan que una parte de los
    inmigrantes apenas tenga poder de negociación para reclamar sus derechos y, en consecuencia,
    sea fácil objeto de explotación económica y
    segregación social.

     

    1. LA LÓGICA DE LA
    DISCRIMINACIÓN

    Entendemos por discriminación cualquier
    postergación, segregación o
    minusvaloración
    que un grupo ejerce
    sobre otro cuando tal proceso excluyente viene asociado a
    una diferencia
    entre ambos colectivos. Las personas
    particulares son discriminadas, al margen de sus valores y
    comportamientos individuales, por su adscripción a tales
    grupos
    marcados por esa diferencia4.

    La discriminación tiene lugar entre dos polos
    asimétricos: el grupo discriminante –activo,
    dominante– y el grupo discriminado –pasivo,
    dominado–. Implica, por tanto, una práctica de
    poder
    que produce un estatus de inferioridad en las
    víctimas de la discriminación. Cuando la
    relación entre las partes se produce en pié de
    igualdad, no
    de dominación, cabe hablar de confrontación o
    competitividad, no de exclusión de un grupo
    sobre otro.

    Las diferencias entre las personas, en principio, no son
    las que producen desigualdad sino los mecanismos de
    exclusión
    asociados a esas diferencias. Tales
    mecanismos de exclusión se refieren tanto a las
    prácticas discriminantes como a las actitudes y
    discursos que
    legitiman la dominación. Podemos establecer el siguiente
    esquema:

     

    Cualquier diferencia puede desencadenar un proceso
    discriminatorio. En el caso de la discriminación que
    padecen los inmigrantes, concurren principalmente cinco
    diferencias5: 1) La nacionalidad:
    documentación que acredita ser ciudadano o
    no del estado en cuyo
    territorio se reside. Cabe el estatus de doble nacionalidad y
    también la acreditación como extranjero con permiso
    de residencia (y/o permiso de trabajo), que da acceso a una parte
    de los derechos correspondientes a los nacionales. La mayor
    discriminación se produce en relación a los
    inmigrantes indocumentados.

    2) La cultura: sistema de
    valores, símbolos y prácticas (donde se
    incluyen la lengua, las
    tradiciones, las creencias, etc.) que contribuye a conferir una
    cierta identidad
    social a sus adherentes. La discriminación se produce en
    relación a las culturas minoritarias cuando la mayoritaria
    se siente superior a aquellas, o bien si considera que su
    presencia puede contaminar o debilitar la cohesión social
    que proporciona la cultura
    dominante. En el caso de España, por ejemplo, la cultura
    gitana ha sido tradicionalmente discriminada y también lo
    es con frecuencia la cultura islámica.

    3) El fenotipo: diferencias en la imagen corporal
    como el color de la
    piel, la forma
    de los ojos u otros rasgos físicos. El caso más
    frecuente de este tipo de discriminación se produce en
    relación a las personas de piel negra pero también
    aparece hacia los individuos de tez morena (magrebíes,
    indios americanos…), de ojos rasgados (asiáticos),
    etc.

    4) La posición económica:
    las diferencias de acceso, condiciones de trabajo y
    participación en la renta están en el origen de
    diversas formas de discriminación económica y
    laboral, que afectan también a los extranjeros: no se
    discrimina, desde este punto de vista, a los inmigrantes
    "cualificados" que ocupan buenos empleos en empresas
    solventes sino a los que se buscan la vida alternando empleos
    precarios y temporadas en paro.

    5) El género: como la diferencia
    anterior, atraviesa a todos los colectivos, siendo en este caso
    la mujer la
    destinataria habitual de diversas formas de
    discriminación. "La importancia que tienen las relaciones
    de género
    en la caracterización de los flujos
    migratorios depende de lo relevante que sea el sistema de
    género en la definición de una sociedad
    dada"6, ya sea en el país de origen o en el de
    destino.

    En principio, las anteriores diferencias no tienen por
    qué conllevar discriminación; es más, pueden
    ser fuente de un intercambio enriquecedor (por ejemplo,
    evidentemente, entre los sexos pero también entre las
    naciones, las culturas y las diversas posiciones
    económicas) o bien, simplemente, ser aceptadas como
    asuntos irrelevantes para la convivencia y el mutuo
    reconocimiento (caso del color de la piel o los rasgos faciales).
    La cuestión es por qué estas diferencias dan lugar
    en algunas circunstancias a procesos
    discriminatorios
    , es decir, son vividas en
    confrontación y desde una relación de poder entre
    las partes.

    Nuestra respuesta a esta cuestión consiste en
    invertir la dirección de tales procesos. No
    son las diferencias las que están en el origen de la
    discriminación sino, más bien, al revés:
    las relaciones preexistentes de poder y desigualdad son las
    que desencadenan un clima de

    confrontación que utiliza las diferencias como
    excusa o coartada para ejercer el dominio
    .

    Tales desigualdades, a su vez, se suelen mover en un
    doble plano, material y/o simbólico, que se refuerzan
    mutuamente y dan lugar a las actitudes y prácticas
    discriminatorias (directas o indirectas). Por ejemplo, la
    discriminación sexual se intenta justificar desde la
    ideología del patriarcado, la
    discriminación de los inmigrantes desde el nacionalismo
    (ideología de la preferencia nacional), la
    discriminación cultural desde una supuesta superioridad de
    la "modernidad"
    occidental (eurocentrismo), la discriminación
    étnica desde un supuesto racismo biológico
    (primacía de la raza blanca) y la discriminación
    laboral desde el liberalismo
    económico (ideología del libre mercado).

    Las cinco diferencias apuntadas, con frecuencia
    combinadas entre sí, suelen estar presentes en la
    discriminación que padecen los hombres y las mujeres
    inmigrantes. Si se resaltan y contraponen esas diferencias, se
    construyen rápidamente discursos racistas; pero si esas
    mismas diferencias se relativizan y dan lugar a un intercambio
    mutuamente enriquecedor, se construyen también discursos
    universalistas y solidarios.

     

    2. LA DISCRIMINACIÓN
    BASADA EN LA DIFERENCIA
    NACIONAL–CULTURAL

    La reflexión que se viene realizando en Europa en torno
    al rechazo a los inmigrantes se suele englobar bajo
    el concepto de
    "racismo". Sin embargo, esta palabra no se utiliza en su
    acepción estricta7 sino en un sentido
    más amplio –equivalente a xenofobia–, y sirve
    para designar un conjunto de comportamientos
    discriminatorios
    que no siempre tienen un referente
    físicobiológico.

    De hecho, varios autores sostienen que hoy predomina un
    "nuevo racismo" que no habla de razas sino de
    culturas y que, bajo el pretexto de defender la diversidad
    cultural, predica la separación entre ellas (cada uno en
    su país) o bien la segregación en guetos de los
    diferentes8.

    En este caso "los otros" son ciertos colectivos a los
    que se atribuyen determinadas características
    (nacionalidad, etnia,
    cultura, etc.) que permiten configurarlos, no sólo como
    diferentes, sino como inferiores en
    algún sentido.

    El objetivo
    preferente de ese racismo sin razas al que aludimos
    son precisamente los inmigrantes. Sin embargo, la
    inmigración es un objeto ilusorio del
    racismo, pues éste incluye a varios colectivos
    autóctonos, como las minorías étnicas con
    problemas de
    integración social o los descendientes de
    inmigrantes nacidos en España, y deja fuera a una gran
    parte de los extranjeros, como los procedentes de países
    más desarrollados que España9, o los
    políticos y profesionales de alto nivel procedentes de
    cualquier país que trabajan en empresas multinacionales o
    pertenecen al cuerpo diplomático, etc.

    Siguiendo el hilo argumental del apartado anterior, la
    discriminación de los "inmigrantes" supone resaltar lo
    "diferente" de dicho colectivo en relación al polo
    discriminante (los autóctonos); de ahí que pueda
    ser una trampa el simple hecho de categorizar a ese colectivo por
    algunos rasgos diferenciadores que no dejan de ser
    circunstanciales en sus vidas (haber nacido en otra parte, no
    tener en regla un expediente administrativo, profesar otra
    religión
    o, simplemente, ser moreno o tener los ojos rasgados). Los
    discursos igualitarios, en cambio,
    relativizan las diferencias y resaltan lo que tienen en
    común las personas, como base para una convivencia
    pacífica y un intercambio enriquecedor.

    Las nuevas formas de racismo están ya lejos del
    racismo biológico pero eso no obsta para que subrayen las
    diferencias que presentan los extranjeros y las carguen de
    profundidad, como si demarcaran en dichas personas una
    naturaleza diferente cuya convivencia con los
    españoles estaría llena de riesgos. En
    consecuencia, los inmigrantes son calificados como
    intrusos si pretenden competir con los
    españoles en pié de igualdad, en derechos
    laborales, sociales o políticos. Asimismo, la
    cohesión social de la cultura autóctona se
    encontraría amenazada por la entrada incontrolada de esos
    "nuevos bárbaros" que acceden a
    España ilegalmente y no respetan las costumbres
    locales.

    Las categorías de "nacionalidad" y "cultura", con
    frecuencia combinadas entre sí, son actualmente los
    principales referentes a partir de los cuales se construye la
    discriminación étnica; no obstante, tal
    discriminación se refuerza extraordinariamente si
    concurren otras diferencias –en especial, la clase y el
    género. Aquí nos vamos a centras en las dos
    primeras categorías que son las más
    específicas de la inmigración.

    La discriminación inicial de los
    inmigrantes se apoya, en primer lugar, en la soberanía del estado–nación
    que tiene la prerrogativa de controlar las fronteras (sólo
    deben entrar los imprescindibles) y adoptar aquellas políticas
    que sean más eficaces para asegurar la integración
    de los extranjeros residentes en las pautas y normas el
    país. En estas condiciones, la presencia de inmigrantes
    puede ser valorada positivamente siempre que adopten una
    posición subordinada en lo político (derechos
    limitados en relación a los autóctonos) y un papel
    complementario en lo laboral (por ejemplo, en oficios precarios
    donde es escasa la oferta de mano
    obra, como empleados de hogar internos, temporeros del campo,
    peones de la construcción, etc.).

    En países como España, los
    estados–nación
    han sido históricamente un dispositivo fundamental para
    asegurar la cohesión y armonización política de las
    diferencias sociales. Sin embargo, el recurso a la común
    identidad nacional (variable a lo largo del
    tiempo) se ha
    obtenido al alto precio de
    aplanar las diferencias entre los autóctonos y provocar la
    exclusión de aquellos colectivos que se alejaban del
    modelo
    normativo estatal. Al interior de cada Estado se establece una
    línea divisoria entre nacionales y extranjeros que tiene
    dos componentes, uno jurídico–político y otro
    ideológico: • En el ámbito
    jurídico
    , mientras los autóctonos son por
    principio y para toda la vida ciudadanos de derecho, los
    extranjeros están sometidos a diversas restricciones. La
    residencia es un don o permiso graciable del estado que se
    establece en base a condiciones precisas, como el sistema de
    cupos, y es revocable (incluso si se procede a la
    "nacionalización" del extranjero). Las políticas de
    inmigración varían según los países
    oscilando entre la segregación, la asimilación y la
    convivencia intercultural10. La forma de
    segregación más patente es mantener a los
    inmigrantes fuera de la ley11, pero hay otras formas
    de segregación ordenada de los inmigrantes –o de una
    parte de ellos– como la política suiza de
    inmigrantes temporeros (permisos inferiores a nueve meses),
    figura legal que acaba de introducirse en España en
    1999.

    • A nivel ideológico, la
    nacionalidad introduce una discontinuidad entre autóctonos
    e inmigrantes que deriva frecuentemente en actitudes de
    prevención y xenofobia. No obstante, aunque los
    estados–nación siguen siendo un foco central de los
    debates políticos y su fuerza
    ideológica se demuestra con el surgimiento del
    nacionalismo en muchas áreas del planeta, existen otros
    factores que reducen su funcionalidad y significación como
    referente de identidad colectiva: por una parte, el tradicional
    sentimiento de unidad de la clase trabajadora (el
    "internacionalismo obrero") o la defensa más reciente de
    la universalidad de los derechos humanos;
    por otra, la mundialización de la economía y la
    creciente circulación de capitales, mercancías y
    personas entre los países. La conjunción de estos
    factores pone en crisis el
    modelo tradicional de identidad
    nacional y favorece la aparición de nuevas formas de
    gestión
    política, más basadas en la territorialidad (la
    ciudadanía) y la aceptación del
    pluralismo cultural. En particular, el debate sobre
    las relaciones entre nacionalidad y ciudadanía se ha
    desarrollado ampliamente en los últimos
    años12.

    En segundo lugar, los símbolos, valores y
    prácticas que constituyen el ámbito de lo que se
    denomina "cultura" presentan una notable complejidad que ha de
    tenerse en cuenta al analizar la relación que se produce
    cuando varias tradiciones culturales convergen entre sí.
    Con demasiada frecuencia se habla de "culturas de origen" y
    "cultura autóctona" como si tales unidades fueran
    homogéneas ad intra y heterogéneas ad extra. Sin
    embargo, el análisis de las culturas muestra que
    existen importantes divergencias al interior de cada una de ellas
    y también bastantes elementos comunes entre culturas
    aparentemente diferentes.

    En el caso de España, por ejemplo, la historia de los
    últimos siglos podría abordarse como resultado de
    la tensión existente entre los esfuerzos desarrollados por
    uniformar el mundo normativo y de valores de la población, y las resistencias a
    esa homogeneización. Resistencias que se manifestaron unas
    veces como conflictos
    entre clases
    sociales (las "dos Españas" que desembocaron en la
    guerra civil
    de 1936–39) y otras como reivindicaciones nacionalistas (en
    especial el caso vasco) o derechos de las minorías
    (cultura gitana). En la actualidad, con muchas dificultades,
    comienza a abrirse camino otra concepción que, no
    sólo reconoce la pluralidad cultural de España sino
    que afirma el valor positivo
    de tal circunstancia.

    Las políticas de integración de los
    inmigrantes se orientan frecuentemente a procurar su
    integración en las pautas y patrones culturales y de
    comportamiento
    que prevalecen en el país receptor. Sea porque se
    desconocen las diferencias de los inmigrantes o porque
    positivamente se las rechaza, el resultado es que se lleva a cabo
    una política de asimilación a la cultura
    dominante
    . Como venía ocurriendo con muchas
    minorías y movimientos de resistencia del
    propio país, y con el pretexto de un trato igualitario
    para todos, el rodillo de las normas y criterios establecidos
    homogéneamente por el Estado (a
    través del sistema
    educativo, los medios de
    comunicación, el trato de favor a la confesión
    religiosa mayoritaria, las pautas familiares propias, etc.) tiene
    por efecto discriminar las culturas diferentes13.
    Algunas tendencias de la política migratoria, no obstante,
    se orientan a respetar y cultivar la convivencia intercultural,
    tal como es habitual en otros países, como Australia y
    Canadá. En particular la nueva ley de extranjería aprobada en enero de 2000
    representaba un avance en el reconocimiento de derechos de los
    inmigrantes, si se la compara con la ley anterior de 1985. Sin
    embargo, esta ley –antes de ser aplicada mediante el
    correspondiente reglamento– ha sido cuestionada por el
    gobierno del
    Partido Popular, con mayoría absoluta en el parlamento,
    que ya ha iniciado la tramitación de una nueva ley de
    inmigración con contenidos más restrictivos. Por
    otra parte, los procesos de mundialización afectan
    también a la relación entre las culturas, lo que
    hace cada vez menos funcional el enfoque centralista y
    asimilacionista de la gestión
    pública14.

     

    3. LA DISCRIMINACIÓN
    DE LOS INMIGRANTES EN CUANTO TRABAJADORES

    Las diferencias de clase o posición
    socioeconómica constituyen, en nuestra opinión, el
    principal factor de desigualdad y exclusión en las
    sociedades
    modernas, hasta el punto de que las otras diferencias a las que
    hemos aludido quedan sustancialmente amortiguadas cuando se
    refieren a sujetos económicamente bien situados. Por el
    contrario, se segrega socialmente a individuos "blancos" en paro
    aunque pertenezcan a la propia cultura y nacionalidad. La
    discriminación laboral de los inmigrantes no se dirige,
    como ya hemos avanzado, hacia los que tienen una alta
    posición económica sino hacia los que se buscan la
    vida en empleos precarios.

    En este sentido, la discriminación
    laboral
    , como característica propia del mercado de
    trabajo español,
    es una realidad previa que no se identifica con la
    discriminación étnica pero con
    frecuencia ésta sirve para reforzar
    aquélla.

    Las condiciones de trabajo de los españoles
    presentan un cuadro extraordinariamente diverso y polarizado,
    tanto desde el punto de vista del acceso e
    implicación en la actividad económica
    como
    si consideramos su grado de participación en la
    renta producida
    . Junto a los gestores de la propiedad y
    los empleados con contrato estable
    y posibilidades de promoción laboral, se sitúan los
    trabajadores precarios donde se incluye una amplia reserva de
    trabajadores sin empleo fijo,
    que oscila entre la contratación temporal y el paro (3.6 y
    2.5 millones respectivamente, al finalizar 1999). Evidentemente a
    estas categorías de la Encuesta de
    Población Activa habría que añadir el empleo
    sumergido15 y el paro encubierto16, que
    estimamos en 3 y 2 millones respectivamente. Según esto,
    existe un grado elevado de discriminación y
    exclusión en el mercado de trabajo español que
    afecta, teniendo en cuenta los solapamientos entre las diversas
    fuentes, a
    unos 10 millones de personas.

    Si las diferencias las contemplamos en función de
    la participación en la renta producida, las desigualdades
    son también muy elevadas. El beneficio contable de las
    empresas equivale a la suma de los salarios
    acumulados de todos los trabajadores17. En cuanto a
    los salarios, que constituyen la principal fuente de ingresos para la
    mayoría de las familias, las diferencias en el reparto se
    han incrementado en los años noventa: el 7% mejor
    remunerado tiene un salario medio
    veinte veces mayor que el 30% peor remunerado, sector este
    último correspondiente a cuatro millones de trabajadores
    cuya remuneración media se sitúa por debajo del
    Salario Mínimo Interprofesional que el gobierno fija para
    cada año18.

    En este mercado de trabajo polarizado se sitúan
    los inmigrantes que trabajan en España.

    Si observamos su posición en la estructura
    ocupacional, se puede comprobar una diversificación de
    situaciones todavía más acusada que la media
    española y que se ve potenciada por la globalización económica
    internacional; por otro lado, también aparecen
    determinados "nichos" laborales en los que su presencia es
    destacada. Los inmigrantes no comunitarios están ocupados
    más frecuentemente que los autóctonos en la
    agricultura,
    los niveles son similares en los servicios y en
    la construcción y bastante menores en la industria.
    Respecto a la media general los inmigrantes africanos destacan en
    agricultura y construcción; los asiáticos y
    latinoamericanos en los servicios y los europeos del Este en
    construcción e industria. Por su parte, los asalariados de
    países comunitarios trabajan muy frecuentemente en los
    servicios y en la industria. La evolución en la década de los
    años ‘90 muestra un incremento apreciable de los
    permisos en agricultura (en sentido contrario a la
    evolución del empleo de los españoles) y uno
    más moderado en los servicios, en tanto que decrecen los
    de la construcción y la industria.

    Los permisos de trabajo a extranjeros extra comunitarios
    se concentran en cinco ramas de actividad: servicio
    doméstico (27,2%), agroganadería (16,9%),
    hostelería (12,4%), construcción (8,9%) y comercio
    minorista (8,5%). La importancia de estas actividades se ha
    incrementado continuamente en la última
    década.

    Con el fin de conocer la posición social que
    ocupan los inmigrantes a partir de su inserción en el
    mercado laboral hemos agrupado las categorías
    ocupacionales para establecer tres niveles o estatus laborales:
    alto, medio y bajo19. A finales de 1998 el 73% de los
    trabajadores no comunitarios en situación regular ocupaban
    empleos de baja categoría, pero algo más de la
    cuarta parte se situaba en empleos de categoría media o
    alta. En el otro extremo, más de dos tercios de
    norteamericanos y japoneses tenía empleos de
    categoría alta. Por tanto, no puede afirmarse que
    los extranjeros ocupen de forma sistemática
    las peores posiciones del mercado de trabajo español. En
    realidad existen situaciones muy diferenciadas, que se aprecian
    analizando el origen de los inmigrantes: en los niveles altos
    predominan los trabajadores del "Primer Mundo" y en las
    categorías más bajas se concentran los inmigrantes
    del "Sur".

    Las prácticas discriminatorias por razón
    de nacionalidad o raza en el acceso al empleo y en la
    promoción interna en las empresas afectan principalmente a
    los inmigrantes de países más pobres que
    España, si bien existen pocas comprobaciones
    empíricas sobre esta cuestión, quizás porque
    los inmigrantes procedentes de países del Tercer Mundo se
    emplean habitualmente en ramas laborales y empresas con poca
    regulación y donde, por tanto, apenas existen criterios
    formales que permitan establecer una medición de los comportamientos. En un
    estudio promovido por la OIT, dirigido a comprobar las
    prácticas empresariales ante la mano de obra
    marroquí masculina en el sector no agrícola,
    mostró que en igualdad de condiciones los trabajadores
    autóctonos cuentan al menos con el triple de oportunidades
    de ser contratados por los empleadores. Ante personas de igual
    currículum, edad y disponibilidad, las preferencias de los
    empresarios tienden a obstruir el acceso de estos inmigrantes por
    el sólo hecho de su pertenencia nacional o
    étnica20. Además, las prácticas
    discriminatorias no se registran por igual en las diferentes
    ramas laborales: prácticamente no se detecta en la
    construcción, es algo mayor en la industria y
    máxima en el sector servicios (del que se excluyó
    el servicio doméstico puesto que se estudiaba sólo
    la mano de obra masculina). Esta circunstancia muestra la
    importancia de la segmentación laboral y que la existencia de
    oportunidades de empleo para ciertos inmigrantes
    (magrebíes en este caso) se reduce a medida que
    abandonamos ciertas ocupaciones típicas.

     

    4. A modo de balance: la
    discriminación como relación de
    poder

    ¿Qué supone la discriminación de
    los inmigrantes –o de un amplio sector de ellos– en
    la dinámica del mercado de trabajo?. De
    acuerdo con la teorización que hemos esbozado en los
    anteriores apartados, la exclusión étnica de los
    trabajadores se sustenta y explica a partir de una
    relación de poder previa en la que el polo
    excluyente –los empresarios– se encuentran con las
    manos libres para "explotar" a los inmigrantes
    , sobre
    todo en la primera fase de la trayectoria migratoria.

    Este planteamiento se contrapone a la teoría
    neoclásica de autores, como BECKER y WOOD21,
    para quienes la actitud
    discriminatoria de los empleadores autóctonos hacia los
    inmigrantes (u otras minorías) se puede comprender como
    una inclinación o preferencia por no dar empleo a tales
    personas; debido a ello, estarían dispuestos a reducir sus
    ingresos, es decir, sacrificar parte de sus beneficios.
    Según esto, la discriminación sería
    disfuncional para quien la ejerce, ya que limitaría sus
    posibilidades de oferta y demanda
    de trabajo. Así se llega a la conclusión de que en
    un mercado competitivo la discriminación sería
    antieconómica: las empresas cuyos costes por unidad de
    producción fueran más bajos, debido
    a que no tenían que pagar extras para compensar el
    sentimiento de discriminación, crecerían más
    rápidamente que aquellas otras en las que la
    discriminación estuviera presente.

    Esta conclusión optimista, según la cual
    suprimiendo la discriminación aumentaría la
    competitividad y la renta nacional, es calificada como
    "apresurada" por otros economistas como DOERINGER Y PIORE, para
    quienes la discriminación se ejerce de forma
    asimétrica y en régimen de monopolio por
    parte de quien discrimina: "la discriminación debe
    comprenderse como el resultado de un intento racional de los
    blancos por maximizar su bienestar (a costa de los
    negros)"22. Según la teoría de BECKER,
    los trabajadores discriminantes tendrían más
    rotación y más paro (debido a que son más
    selectivos que los no discriminantes) pero los estudios
    empíricos realizados en Estados Unidos
    constatan todo lo contrario: las minorías étnicas y
    los grupos marginales son los más vulnerables a los
    despidos y al paro23.

    Los teóricos de la segmentación del
    mercado de trabajo consideran la discriminación
    étnica y la discriminación sexual como dos anclajes
    fundamentales para la fragmentación de los trbajadores.
    Para GORDON, EDWARDS y REICH24, uno de los ejes que
    permitió segmentar a la clase trabajadora norteamericana
    en la etapa posterior a 1945 fue precisamente la diferencia
    racial (junto con la diferencia de géneros). De forma
    sistemática los negros ocuparon los empleos de más
    bajo estatus y más peligrosos, y luego engrosaron en mayor
    medida que los blancos las listas del paro. A nivel espacial, los
    guetos, que ya existían antes de la guerra, se ampliaron e
    intensificaron. En los años 60 hubo amplios movimientos de
    protesta de los negros que, unidos a la bonanza económica,
    facilitaron su ascenso social, sobre todo por parte de la
    generación más joven, pero todavía en 1970
    el 60% de los trabajadores negros estaba empleado en el mercado
    secundario25.

    Nuestro análisis está más
    próximo a estas últimas teorías, si bien en el caso español
    hay que tener muy en cuenta que no existe un perfil
    homogéneo de trabajador inmigrante sino, más bien,
    una importante polarización interna basada en factores
    como la procedencia nacionalcultural, las cualificaciones y el
    tiempo de llegada, el género, la vinculación con
    redes sindicales
    o de otro tipo, etc. Esta diversidad se extiende también
    al campo ideológico y así encontramos varias
    estrategias de
    inserción laboral que responden a planteamientos
    diferentes, que hemos reducido a cuatro tipos básicos: el
    gueto o repliegue protector en el marco de sumisión al
    empleador (sea éste autóctono o inmigrante, como
    ocurre en los restaurantes chinos); la normalización o búsqueda de igualdad
    de derechos con los autóctonos; la capacidad para competir
    individualmente en un mercado abierto; y la unidad de acción
    de los trabajadores contra la explotación capitalista y el
    nacionalismo excluyente.

    Los problemas que afectan a la mayoría de los
    trabajadores inmigrantes no comunitarios, al menos en los
    sectores de la construcción y la hostelería, se
    encuentran condicionados por dos situaciones: una general de los
    mercados de
    trabajo donde están presentes, otra específica de
    su condición social de extranjeros. En cuanto a lo
    primero, hay que resaltar que la segmentación
    laboral
    y, en particular, la precarización de los
    segmentos más bajos, es una característica central
    de la actual estructura sociolaboral española; ésta
    no ha sido generada por la presencia de trabajadores inmigrantes
    pero la inmigración se ve afectada directamente por ella,
    hasta el extremo de que algunos subsectores y categorías
    laborales más precarizados pueden llegar a constituirse en
    nichos laborales para extranjeros. En segundo lugar, aparecen
    también factores sociales institucionales e
    ideológicos que tienden a favorecer la segregación
    de ciertos colectivos étnicos, más de unos que de
    otros, como se comprueba al comparar los problemas de
    marroquíes y polacos en el sector de la
    construcción. Aunque los discursos de los agentes
    económicos 12 españoles no son uniformes,
    prevalecen diversas combinaciones de nacionalismo proteccionista,
    racismo cultural e individualismo competitivo que sirven a los
    empresarios para justificar una mayor explotación de los
    inmigrantes y a los compañeros de trabajo para exigir de
    la
    administración una aplicación más
    estricta de las normas relativas a la preferencia de la mano de
    obra autóctona.

    De este modo, a la dinámica de
    fragmentación del conjunto de los trabajadores se une la
    ideología de la "preferencia nacional" para favorecer la
    segregación simbólica de los extranjeros y
    dificultar el establecimiento de vínculos a partir de los
    cuales construir una recomposición de la identidad de los
    trabajadores (autóctonos y extranjeros, de distintas ramas
    y categorías laborales, etc.). Por último, tampoco
    en los discursos de los trabajadores de origen extranjero se
    encuentran suficientes elementos de fuerza que permitan la
    elaboración de una identidad intercultural
    capaz de aglutinarlos a fin de acrecentar su poder de
    negociación frente a sus interlocutores.

     

    Notas

    1. COLECTIVO IOÉ, Inmigración y
    trabajo. Trabajadores inmigrantes en el sector de la
    construcción
    , IMSERSO, Madrid, 1998;
    Inmigración y trabajo en España. Trabajadores
    inmigrantes en el sector de la hostelería
    , IMSERSO,
    Madrid, 1999. Actualmente estamos terminando otra investigación sobre la situación
    laboral de las mujeres de origen extranjero.

    2. COLECTIVO IOÉ y PÉREZ MOLINA, R., La
    discriminación laboral de los trabajadores inmigrantes en
    España
    , Oficina
    Internacional del Trabajo, Ginebra, 1995; ¡No quieren
    ser menos!. Exploración sobre la discriminación
    laboral de los inmigrantes en España
    , UGT, Madrid,
    2000 (en prensa).

    3. Además del ámbito laboral, hemos
    abordado esta problemática en COLECTIVO IOÉ, Los
    discursos de los españoles sobre los extranjeros
    , CIS,
    Madrid, 1995.

    4. Cabe también una discriminación
    positiva
    , de la que no tratamos aquí, en la que se
    produce justamente lo contrario: un trato más favorable a
    determinados colectivos en base a una diferencia con el resto de
    la población.

    5. Ver, entre otros, GLICK, N, BASCH, L. y
    BLANC–SZANTON, C. (Ed.), Towards a Transnational
    Perspective on Migration. Race, Class, Ethnicity, and Nationalism
    Reconsidered
    , The New York Academy of Sciences, Nes York,
    1992.

    6. GREGORIO, C., Migración femenina. Su
    impacto en las relaciones de género
    . Narcea, Madrid,
    1998, pág. 263.

    7. La definición literal de "racismo" remite a un
    fundamento biológico que incluye los siguientes puntos: 1)
    existencia de razas humanas diferentes; 2) las diferencias
    genético–raciales determinan características
    socioculturales; y 3) estas diferencias socioculturales
    están organizadas jerárquicamente.

    8. Ver BAKER, M., The New Racism, Junction Books,
    London, 1981; GALLISSOT, R., Misère de
    l’antirazisme
    , Éditions de
    l’Arcantère, Paris, 1985; y TAGUIEFF, R., La
    force du préjugué
    , Paris, 1987.

    9. Según las últimas cifras de extranjeros
    con residencia legal en España (diciembre de 1998), el
    45,2% procedía de países del Primer
    Mundo.

    10. Para una visión de conjunto de las
    políticas migratorias por países, ver KUBAT, D.,
    (Ed.), The Politics of Migration Policies, Centre for
    Migration Studies, New York, 1993; CORNELIUS, W., MARTIN,
    Ph. Y
    HOLLIFIELD, J.F., Controlling Immigration: a Global
    Perspective
    , Stanford University Press, Stanford, California,
    1995; y CASTLES, S y MILLER, N., The Age of Migration.
    International Population Migration
    , MacMillan, Londres,
    1994.

    11. La distinción de los inmigrantes en legales e
    ilegales es construida administrativamente ya que según
    varíen los requisitos necesarios para acceder a la
    documentación los porcentajes de ambas categorías
    se ven modificados. En especial, el permiso de trabajo, que es la
    principal condición exigida, resulta difícil de
    conseguir para aquellos inmigrantes poco cualificados que se
    ubican en las categorías laborales más bajas de la
    construcción y la hostelería donde existen altos
    índices de economía sumergida. En estos casos el
    sumergimiento laboral y la falta de documentación para
    residir legalmente en el país se refuerzan mutuamente. Ver
    COLECTIVO IOÉ, "Les ‘sans papiers’ en
    Espagne", en L’Evénement Européenn,
    Nº 11, Seuil, Paris, 1990; y SOPEMI, "Migrations
    calndestines: enjeux économiques et politiques", en
    Tendances des migrations internationales, OCDE,
    1999.

    12. Para BALIBAR, la ciudadanía moderna, en tanto
    derecho universal a la política, surgió de una
    proposición insurreccional durante la revolución
    francesa (1789), por lo que puede ser reconducida a esa
    radicalidad inicial superando las restricciones nacionalistas.
    BALIBAR, E., Les frontières de la
    Démocratie
    , (ver el capítulo titulado
    "Citoyenneté et nationalité"), La
    Découverte, Paris, 1992, págs.
    99–168.

    13. Hemos estudiado como se produce esta
    "asimilación cultural" de los niños y
    niñas marroquíes en la escuela
    española en COLECTIVO IOÉ, La educación
    intercultural a prueba
    , Laboratorio de
    Estudios Interculturales de la Universidad de
    Granada, Granada, 1996.

    14. Ver CONTRERAS, J. (Comp.), Los retos de la
    inmigración. Racismo y pluriculturalidad
    , Talasa,
    Madrid, 1994.

    15. No disponemos de estudios recientes sobre empleo
    sumergido a nivel estatal, por lo que hacemos la
    estimación promediando los resultados obtenidos en dos
    macroencuestas aplicadas en 1985 por el Ministerio de
    Economía y en 1993 por la fundación FOESSA. Ver
    MURO, J. y otros, Análisis de las condiciones de vida y
    trabajo en España
    , Ministerio de Economía y
    Hacienda, Madrid, 1988; y JUÁREZ, M. (Dir.), V Informe
    sociológico sobre la situación social en
    España
    , Fundación FOESSA, Madrid, 1994,
    págs. 1369–1408. Más recientemente, se
    aplicó una amplia encuesta en la Comunidad de
    Murcia, una de las regiones españolas con mayor tasa de
    economía sumergida, y sus resultados son convergentes con
    las encuestas
    anteriores: se habría pasado de un índice de
    irregularidad del 37% en 1985 (año en que la tasa de
    parados era del 24%) a un 31% en 1995 (con una tasa de paro del
    22%). Ver COLINO, J. (Dir.), Mercado de trabajo e
    irregularidades laborales en la Región de Murcia
    ,
    Consejo Económico y Social de la Región de Murcia,
    Murcia, 1996.

    16. Entendemos por paro encubierto o no contabilizado el
    representado por aquellas personas en edad laboral que desean
    tener un empleo remunerado pero no lo buscan activamente,
    situación que es muy frecuente entre las amas de cada.
    Según diversas encuestas, en torno a un tercio de este
    colectivo echa de menos tener un empleo extradoméstico,
    pero sólo un sector reducido lo busca activamente. Ver
    CRUZ, P. y COBO, R., Las mujeres españolas: lo privado
    y lo público
    , CIS, Madrid, 1991, págs.
    67–69; y COLECTIVO IOÉ, Tiempo social contra
    reloj
    , Instituto de la Mujer, Madrid,
    1996, págs. 168–176.

    17. Según la Contabilidad
    Nacional de España, en el último año con
    resultados publicados (1996) el excedente bruto de
    explotación de las empresas fue de 33,6 billones de
    pesetas y la remuneración bruta de los asalariados 34
    billones.

    18. Datos anuales del
    INSTITUTO DE ESTUDIOS FISCALES, Empleo, salarios y pensiones
    en las fuentes tributarias.
    Esta fuente tiene en cuenta todos
    los salarios oficialmente pagados por los empresarios a lo largo
    de cada año.

    19. En el nivel "alto" incluimos las categorías
    de profesionales–técnicos y directores de empresa; en el
    "medio" los administrativos, capataces, trabajadores manuales
    cualificados y comerciantes (aunque entre estos existen
    vendedores ambulantes, que no podemos cuantificar, y debieran
    incluirse en el apartado siguiente); y en el estrato "bajo" los
    trabajadores manuales del resto de los servicios, la industria,
    construcción y agricultura.

    20. El estudio se realizó especialmente en
    sectores donde la presencia de inmigrantes no es habitual. Por
    tanto, las conclusiones muestran las dificultades de los
    inmigrantes magrebíes para pasar de sus empleos habituales
    a otros que ofrecen mejores condiciones o gozan de mayor
    prestigio social. Ver COLECTIVO IOÉ y PÉREZ MOLINA,
    R., La discriminación laboral a los trabajadores
    inmigrantes en España
    , OIT, Ginebra, 1995.

    21. BECKER, G.S., The economics of
    discrimination
    , University of Chicago Press, Chicago, 1957; y
    WOOD, A., A Theory of Pay, Cambridge Universty Press,
    Cambridge, 1978.

    22. DOERINGER, P.B., y PIORE, M.J., Mercados internos
    de trabajo y análisis laboral
    , Ministerio de Trabajo y
    Seguridad
    Social, Madrid, 1985, pág. 206. En este punto
    DOERINGER Y PIORE siguen la teoría de la
    discriminación monopolista desarrollada por
    L. THUROW, Poverty and Discrimination, Brookings
    Institution, Washington, 1969.

    23. Los estudios realizados en Europa llegan a esta
    misma conclusión. Ver ZEGERS DE BEIJL, R.,
    Discriminacion of Migrant Workers in Western Europe,
    International Labour Office, Geneva,
    1991.

    24. GORDON, D.M., EDWARDS, R. Y REICH, M., Trabajo
    segmentado, trabajadores divididos
    , Ministerio de Trabajo y
    Seguridad Social,
    Madrid, 1986, pág. 264–268.

    25. Otros autores resaltan la influencia de las
    políticas antidiscriminatorias del gobierno norteamericano
    para explicar la mejora relativa de la posición
    económica de los negros en los años 60–70.
    Ver FREEMAN, R.B., Mercados de trabajo en acción,
    capít. 5º sobre "El progreso económico de los
    negros desde 1964", Ministerio de Trabajo y Seguridad Social,
    Madrid, 1994, pág. 151–169.

    Colectivo Ioé
    (Miguel
    Ángel de Prada, Walter Actis y Carlos
    Pereda)

    URL: http://www.nodo50.org/ioe/

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