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Estructura del poder (página 2)




Enviado por alarconflores



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LA ECONOMIA DE UNA SOCIEDAD

El término economía de una
sociedad, se
utiliza en economía y sociología para designar a aquellas
organizaciones
o estructuras
productivas cuya estructura
decisional se basa en el voto unitario (una persona = un
voto, o regla democrática), contrariamente a lo que se
produce empresas privadas
típicas de carácter capitalista, donde impera el voto
plural ponderado por la participación en el capital (una
acción
= un voto). El ejemplo típico de empresa
democrática es la cooperativa,
uno de cuyos
Principios Cooperativos es precisamente el
principio democrático de decisión.

LOS
PREÁMBULOS CONSTITUCIONALES QUE RIGEN LA ESTRUCTURA DE UN
PODER

A través de los tiempos ha sido costumbre
preceder a las leyes y
demás actos del poder
público de una exposición
previa que explicara los motivos y fines de dichos
actos.

Esa introducción puede ser considerada como
preámbulo (del latín preambulus: lo que va
adelante), si bien este término ha sido reservado para los
ordenamientos constitucionales a fin de distinguirlos de las
exposiciones de motivos que preceden a las decisiones
legislativas, de los considerando utilizados en el orden judicial
y de los fundamentos administrativos.

En consecuencia, puede considerarse el preámbulo
de la Constitución de 1993 como una
expresión solemne de propósitos y anhelos de los
constitucionalistas.

Preámbulo de la constitución
peruana

El congreso constituyente democrático, invocando
a dios todopoderoso, obedeciendo el mandato del pueblo peruano y
recordando el sacrificio de todas las generaciones que nos han
precedido en nuestra patria, ha resuelto dar la siguiente
constitución…

Preámbulo de la Constitución
Argentina

Nos, los representantes del pueblo de la Nación
Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por
voluntad y elección de las provincias que la componen, en
cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir
la unión nacional, afianzar la justicia,
consolidar la paz interior, proveer a la defensa común,
promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la
libertad, para
nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del
mundo que quieran habitar en el suelo argentino:
invocando la protección de Dios, fuente de toda
razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos
esta Constitución, para la Nación
Argentina.

Preámbulo de la Constitución de los
Estados Unidos
de América

Nos, el pueblo de los Estados Unidos, con el objeto de
formar una unión más perfecta, establecer la
justicia, asegurar la tranquilidad interior, proveer a la defensa
común, promover el bienestar general, asegurar los
beneficios de la libertad, para nosotros y para nuestra
posteridad, ordenamos y establecemos esta Constitución
para los Estados Unidos de América.

Preámbulo de la Constitución francesa de
1958

El pueblo francés proclama solemnemente su
adhesión a los Derechos del Hombre y a los
principios de
la soberanía nacional tal como fueren
definidas por la Declaración de 1789, confirmada y
completada por el preámbulo de la Constitución de
1946.

En virtud de estos principios y del de la libre
determinación de los pueblos, la República ofrece a
los territorios de ultramar que manifiesten la voluntad de
adherirse a ella, nuevas instituciones
fundadas en el ideal común de libertad, igualdad y
fraternidad y concebidas con miras a la evolución democrática de los
mismos.

Preámbulo de la Constitución de Japón
(noviembre de 1946)

Nos, el pueblo japonés, actuando por intermedio
de los representantes debidamente elegidos de la Dieta Nacional,
determinados a asegurar para nosotros y para nuestra posteridad
los frutos de la cooperación pacífica con todas las
naciones y los beneficios de la libertad para toda nuestra
tierra, y
resueltos a evitar los horrores de una nueva guerra como
resultado de la acción del gobierno,
proclamamos que el poder soberano reside en el pueblo y
establecemos firmemente esta Constitución. El gobierno es
un mandato sagrado del pueblo, de quien deriva su autoridad; sus
poderes son ejercidos por los representantes del pueblo y sus
beneficios son prerrogativas del pueblo. Éste es el
principio universal de humanidad sobre el cual se basa esta
Constitución; Rechazamos y revocamos todas las
constituciones, ordenanzas y decretos imperiales que se opongan a
la presente Constitución.

Nos, el pueblo japonés, deseamos una paz duradera
y, profundamente conscientes de los altos ideales que controlan
las relaciones
humanas, hemos resuelto preservar nuestra seguridad y
existencia, confiados en la justicia y la buena fe de los pueblos
amantes de la paz. Deseamos ocupar un lugar digno en una sociedad
internacional que lucha por la preservación de la paz y
por la abolición definitiva en el mundo de la
tiranía y la esclavitud, de la
opresión y la intolerancia. Reconocemos que todos los
pueblos de la tierra
tienen el derecho de vivir en paz, libres del miedo y las
necesidades.

Creemos que ninguna nación es responsable
sólo ante sí misma, sino que las leyes de la moral
política
son universales y que la obediencia a esas leyes incumbe a todas
las naciones que sustentan su propia soberanía y
justifican sus relaciones soberanas con otras
naciones.

Nos, el pueblo japonés, comprometemos nuestro
honor nacional en el cumplimiento de estos altos ideales y
propósitos con todos nuestros recursos.

Preámbulo de la Carta de las
Naciones Unidas

Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas,
resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de
la guerra, que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la
humanidad sufriendo indecibles, a reafirmar la fe en los Derechos
Fundamentales del Hombre, en la dignidad del
valor de la
persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y
de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones
bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las
obligaciones
emanadas de los tratados y otras
fuentes del
Derecho
Internacional, a promover el progreso social y a elevar el
nivel de vida dentro de un concepto
más amplio de la libertad, con tales finalidades a
practicar la tolerancia y
convivir en paz como buenos vecinos a unir nuestras fuerzas para
el mantenimiento
de la paz y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la
aceptación de principios y la adopción
de métodos,
que no se usará la fuerza armada
sino en servicio del
interés
común, y a emplear un mecanismo internacional para
promover el progreso económico y social de todos los
pueblos, hemos decidido…

EL
neoliberalismo
EN LAS ESTRUCTURAS DE LAS SOCIEDADES

En primer lugar, el neoliberalismo
no es nuevo. América
Latina ha experimentado estrategias
económicas liberales durante la mayor parte de los
últimos 500 años. Desde la mitad del siglo XIX
hasta los años 30, la mayoría de América
Latina siguió la estrategia
liberal: economía abierta, especialización
exportadora, propiedad
privada (mayormente extranjera) de recursos básicos y
dependencia de préstamos e inversiones
extranjeras.

El análisis crítico de este sistema, tuvo
lugar en los años '30, durante las crisis
mundiales capitalistas. Las crisis del liberalismo
condujeron a rebeliones populares en México y
por toda América Latina. Estas rebeliones fueron
provocadas por la extrema concentración de riqueza y poder
y por el aumento masivo de la pobreza y el
desempleo.
Después, definieron una fase de desarrollo
nacionalista-populista, tanto en las empresas públicas
como en la protección del mercado
doméstico, la industrialización nacional estimulada
por el Estado y
los programas
socio-populistas.

El "neoliberalismo" contemporáneo, ha creado
desigualdades socio- económicas parecidas a las del
liberalismo del siglo XIX. Aunque la estructura de clase, los
patrones demográficos y los sistemas
económicos son distintos hoy en día, los resultados
generales son similares. Es importante esta crítica
perspectiva histórica para señalar el hecho de que
el neoliberalismo no es el fin de la historia, sino una
regresión, una vuelta atrás, hacia una doctrina que
falló en el pasado. En segundo lugar, el neoliberalismo no
es el producto del
"progreso evolutivo", sino que es parte de un proceso
cíclico. El neoliberalismo llegó al poder en el
siglo XIX, se extendió, se deterioró y se
reemplazó por un sistema distinto: en algunos casos por el
populismo
nacional, en otros por el socialismo.

El reclamo neoliberal de que éste representa un
producto de la revolución
tecnológica, es falso, al menos en dos aspectos. Primero,
el neoliberalismo tiene una historia de ascensos y descensos, con
500 años de historia, anteriores a cualquier
revolución tecnológica. Muchos de los fundamentales
cambios tecnológicos, como el ordenador y la automatización, precedieron al actual
resurgimiento del neoliberalismo, y por lo tanto no se pueden
atribuir al "mercado".

En tercer lugar, el argumento de que el neoliberalismo
es producto de una elección racional y de la eficacia del
mercado, contrasta con el hecho de que los orígenes del
neoliberalismo en América Latina, se ubican en el
período de las dictaduras militares de los '60 y '70, las
cuales reprimieron "elecciones libres" y prohibieron el debate
racional. Además, es difícil describir el
neoliberalismo como un sistema "eficaz", en tanto aumenta el
número de trabajadores subempleados y desempleados a un 60
por ciento de la fuerza laboral y la
tierra no cultivada se concentra en pocas manos, al tiempo que se
desplaza a los obreros rurales. Resulta claro que el ascenso del
neoliberalismo no es el producto de la eficacia de la
racionalidad.

El neoliberalismo es el resultado del poder
político y de la lucha de clases. Las victorias militares
y políticas de los capitalistas exportadores
y financieros aliados con el imperialismo y
el ejército, impusieron el neoliberalismo a la fuerza y
sostienen el modelo a
través del control del
Estado. A modo
de resumen, el neoliberalismo es esencialmente un proyecto
político basado en una configuración de poder de
capitalistas exportadores y financieros, que controlan el Estado.
Desde esta base de poder en el Estado, la burguesía
neoliberal dicta la política
económica, contrata ideólogos y compra
elecciones. Para cambiar la política neoliberal hace falta
un cambio
fundamental en la correlación de poder de clase dentro del
Estado.

LaS
luchaS de clases

La ascendencia del neoliberalismo no es el resultado de
un debate doctrinal, sino el producto de las derrotas militares y
políticas de la izquierda entre 1964 y 1967. En este
período, la clase capitalista tomó el Estado y
comenzó una guerra prolongada contra el avance social de
las dos décadas previas: se eliminó la legislación
laboral progresista, se privatizaron y desnacionalizaron las
empresas públicas, se bajaron los sueldos, y se
revirtieron los avances en materia de
reforma
agraria. Las derrotas político-militares de la
Izquierda en Brasil (1964),
Chile y Uruguay
(1973), Argentina (1976), Bolivia
(1971), etc., fueron seguidas por la implementación de las
primeras etapas de programas neoliberales de "choque". Los
aliados estratégicos de esta ofensiva política
neoliberal fueron las multinacionales estadounidenses y el Estado
imperial, el Banco Mundial
y el Fondo Monetario
Internacional. La lección es clara: cualquier intento
de reversión del neoliberalismo debe seguir la misma
lógica
que tomaron los capitalistas para establecer su sistema: la lucha
de clases que conduce al poder del Estado, la
renacionalización de la industria y la
redistribución de tierra e ingresos. En
resumen, los orígenes del neoliberalismo no son ni
"tecnológicos" ni "económicos" sino, en el
análisis final, político y social: las
políticas neoliberales y las expresiones
ideológicas siguieron a la toma del poder del Estado.
Desde esta ventajosa perspectiva, podemos ahora examinar las
consecuencias políticas del reinado del
neoliberalismo.

LAS
Consecuencias políticas del neoliberalismo

El neoliberalismo en el poder, ha transformado la
naturaleza de
las políticas y las propias relaciones políticas e
interestatales. El hecho político fundamental es la
aparición de un sistema
político neoautoritario, bajo el disfraz del proceso
electoral. Los regímenes recurren a un estilo autoritario
de gobierno -característico de regímenes
militares-, para poder implementar las políticas
neoliberales antipopulares de privatización de empresas públicas,
promover los intereses agro-industriales en desmedro de los
campesinos y obreros rurales, e incrementar el número de
desempleados para bajar los sueldos urbanos.

1.- Gobiernan por decreto: la privatización de
las empresas públicas se decreta por el Ejecutivo sin
consultar a la ciudadanía ni al Congreso.

2.- Las decisiones las toman organizaciones no electas
por la ciudadanía, como las instituciones financieras
extranjeras y domésticas.

3.- El aparato del Estado (judicatura, altos mandos
militares, policía y agentes de inteligencia)
permanece incambiado con respecto a la dictadura.

4.- El régimen promueve una cultura de
miedo: se usan amenazas de fuerza e intimidación para
inhibir la movilización de masas y la oposición
pública.

5.- Las elecciones se controlan a través de la
manipulación y el control de los medios de
comunicación, vía fraude (como en
México) o por la compra de diputados del Congreso (como en
Brasil).

El neoliberalismo es compatible con las elecciones, pero
depende de medidas autoritarias e instituciones para implementar
su programa.

El proceso electoral en sí, se devalúa
porque los políticos neoliberales nunca hacen
campaña para su programa real e incluso prometen corregir
los abusos del neoliberalismo. Una vez electos, proceden a
profundizar y extender el proceso de privatización.
Entonces hay un abismo profundo entre lo que ocurre durante la
campaña electoral y lo que los neoliberales practican
cuando llegan al poder. La carencia absoluta de correspondencia
entre las campañas electorales y el gobierno elegido,
alienta la apatía de los votantes, el cinismo hacia la
política electoral y el giro hacia la política
extra-parlamentaria.

Por ejemplo, cuando los políticos prometen
reformas agrarias durante su campaña electoral y entonces,
una vez elegidos, promueven los intereses de los exportadores de
plantaciones a gran escala, los
obreros rurales y los campesinos toman la acción por fuera
del sistema electoral y al ocupar tierras legislan su propia
reforma agraria.

La política neoliberal favorece a los
capitalistas vinculados al mercado exportador, a los
inversionistas extranjeros y a los que operan en el sector
bancario, y frecuentemente excluyen al Congreso y a la
oposición política de cualquier decisión
importante. Los ejecutivos neoliberales buscan evitar cualquier
debate público y la revelación pública de
los ilícitos vinculados a la privatización de las
empresas públicas lucrativas y -para evitar investigaciones
de las superganancias que obtienen. Lo mismo pasa con las
violaciones de los derechos humanos
por parte del Estado (como por ejemplo, con las masacres de
campesinos).

Cuando los presidentes neoliberales no pueden convencer
a los legisladores, frecuentemente recurren a chantajes y a la
implementación de fondos especiales para proyectos
locales, que les aseguren votos decisivos para legitimar sus
políticas.

En resumen, el neoliberalismo corrompe el proceso
legislativo, haciendo de los miembros del Congreso elegidos por
los votantes, meros funcionarios del Ejecutivo. El nuevo
autoritarismo de los neoliberales se manifiesta en su
política hacia los trabajadores. Mientras los
regímenes militares sencillamente reprimieron los derechos
laborales, los neoautoritarios aprueban leyes laborales
restrictivas, que facilitan el despido de los trabajadores,
debilitan o derogan las regulaciones con respecto a la salud y al bienestar, y
alientan a los patrones a intensificar la explotación a
través de prácticas de "flexibilidad laboral" El
crecimiento del desempleo y las nuevas leyes laborales, tienen el
doble efecto de "fragmentar" los sindicatos
tradicionales, debilitando su poder colectivo de negociación. En respuesta al declive de los
sindicatos tradicionales, han surgido nuevos movimientos
socio-políticos comprometidos en la acción directa.
Por ejemplo, mientras las confederaciones laborales urbanas
más importantes han perdido huelgas y han estado a la
defensiva, los obreros rurales y los movimientos de campesinos de
Brasil, Paraguay y
México, Bolivia, Ecuador, etc.,
han tomado la ofensiva, ocupando la tierra y atacando las
políticas liberales del régimen. Los
regímenes neoliberales recurren a "tácticas de
choque", combinando los aumentos dramáticos de los
precios al
consumidor, con
cortes drásticos en los gastos sociales,
en los sueldos y en el trabajo
estable. Como resultado, los salarios han
caído casi un 70 por ciento en México, 30 por
ciento en Argentina, 60 por ciento en Bolivia, etc. Las llamadas
"estrategias de supervivencia", despolitizan a los pobres y los
confinan en proyectos locales a pequeña escala, dirigidos
por organizaciones no gubernamentales y financiados por donantes
extranjeros.

En muchos casos, los neoliberales combinan los programas
macro- sociales que favorecen a los ricos, con programas "de
pobreza"
micro-sociales, diseñados para evitar que los pobres
reaccionen políticamente en contra el régimen
neoliberal.

En resumen, uno de los resultados claves del
neoliberalismo, es el crecimiento de los gobiernos
neoautoritarios, junto con la corrupción
del proceso electoral y la de los diputados electos. Esto ha
estimulado -como contra-respuesta-, el crecimiento de la
acción directa extra-parlamentaria, especialmente la de
los movimientos rurales. Los nuevos regímenes
autoritarios, cuentan con el Estado represivo para implementar
sus "políticas de choque" y con sus seudo programas
anti-pobreza para evitar rebeliones populares. El efecto
combinado está diseñado para fragmentar los
movimientos de masas. El resultado, sin embargo, es el
debilitamiento del proceso tradicional de negociación
colectiva de los sindicatos urbanos y el fortalecimiento de los
movimientos de acción directa en las zonas
rurales.

EL
PODER Y LAS POLITICAS DEL PODER

El poder ha caminado en paralelo a la historia del
hombre. De ahí que en los estudios sobre la naturaleza
gregaria del ser humano y de todas las formas de organización en que ha evolucionado la
sociedad, las referencias directas o indirectas al poder, siempre
han estado presentes. Un especialista comenta que el poder "ha
sido un concepto permanente y acuciosamente examinado por los
analistas de muy distintos campos del conocimiento.
Desde los filósofos de la Grecia antigua
hasta los estrategas militares de nuestros días y, en
medio de ellos, toda una pléyade de expertos en psicología,
sociología, economía, ciencia
política y relaciones
internacionales, entre otras disciplina".

El poder y sus políticas tienen un referente
especial, que es la figura del Estado. "Según Maurice
Duverger, la política, para algunos, es la ciencia del
Estado, mientras que, para otros, es la ciencia del poder. Esta
dicotomía para nosotros, no existe en forma nítida.
El poder es inherente al Estado, a tal punto que el Estado no
existe sin el poder."

Es importante subrayar al llegar a este punto, que el
poder tiene leyes y características fundamentales, que le
distinguen para fines de análisis histórico, de
otras áreas de conocimiento social. Solamente por ellas se
pueden explicar las razones por las cuales a lo largo de la
historia de la humanidad, varias naciones han perdido su lugar de
influencia y sus imperios.

"Los tres errores más importantes que se cometen
al evaluar el poder de los estados: El primero es no recordar que
siempre es relativo….el segundo es que el poder de un estado
nunca es permanente, punto relacionado con el hecho de que lo
puede ser preeminente en un momento dado puede no ser tan
importante en otro. El tercero es la falacia de un solo factor,
que atribuye demasiada importancia a un elemento de poder, como
es el interés de Halford Mackinder en la geopolítica, o el de Alfred Mahan en la
fuerza naval."

Según Tripp y Piedra, el profesor
brasileño Figuereido Moreira Neto señala
también dos "categorías" de leyes: las
estáticas y las dinámicas. En la primera se
encuentra la universalidad, la pluralidad, la integridad, la
neutralidad y la interdependencia. Para las dinámicas se
destaca la conservación, la expansión, la
relatividad y la eficiencia.

El poder tiene dos caras o facetas. En lo interno, el
poder se vincula al orden jurídico, a la separación
de poderes y a las formas de organización política,
territorial y de gobierno, desde una perspectiva plenamente
autárquica y completamente soberana en cuanto a sus
decisiones, razonamiento que también es compartido por
Hans Morgenthau, al señalar que el poder político
es el "conjunto de las mutuas relaciones entre los depositarios
de la autoridad pública y entre estos últimos y la
gente en general."

Otro autor destacado en la escuela del
realismo
político nos dice que "los grupos, como los
individuos, disponen de dos procedimientos
para obtener, en caso de oposición y conflicto, los
objetivos
codiciados: la acción directa y la acción
política. Lo primero significa que el grupo
actúa directamente sobre los individuos cuya
colaboración es necesaria al logro del resultado
apetecido. Lo segundo, que el grupo intenta triunfar mediante el
ejercicio del poder coercitivo del Estado."

Heller afirma que toda organización social
general poder, pero solamente cuando busca ascender a la dirección del Estado y al control de orden
jurídico se diferencia de todas las otras formas de poder.
"Todo poder político es poder jurídicamente
organizado".

En este sentido, los componentes del poder nacional del
Estado, factores cualitativos y cuantitativos de naturaleza
económica, política, social y militar, interpretan
al poder y al mismo Estado como una relación social
dinámica, que necesariamente se
interrelaciona con todas las facetas del comportamiento
social.

La conjunción de estas ópticas
multidisciplinarias valoran la historia y el presente de las
naciones, ya que forman parte del tejido social e institucional
del país que, bajo el depósito de los poderes del
Estado en la figura gubernamental, delimita las políticas
a seguir. Esta aseveración es de particular importancia ya
que no se puede desvincular al poder interno del externo y, en
muchos sentidos, la forma en que un Estado actúa tiene que
ver con la imagen que tiene
de sí mismo, la que proyecta al exterior y la que otros
tienen de él.

De tal manera esquematizada, podemos coincidir en la
afirmación de que el poder significa nacional e
internacionalmente "…la facultad o capacidad que tienen los
sujetos de la sociedad internacional de imponer su propia
voluntad a los demás, con base en la preparación de
su población, así como en la cantidad,
calidad y
aprovechamiento de los recursos de que disponen, como
determinantes del grado de organización y desarrollo que
han alcanzado en todos los órdenes: político,
económico, jurídico, social, cultural,
científico, técnico, militar, etc.; así como
de los objetivos que persigue su política exterior; y
sustentados en la habilidad de sus fuerzas armadas y la
complejidad de sus armamentos. Por lo tanto, el poder es una
facultad global y compleja que determina el peso
específico de cada uno de los actores de la sociedad
internacional contemporánea…"

La capacidad y voluntad de ejercerlo (al poder) reflejan
el grado de cohesión y dirección en las
políticas nacionales y que tienen expresión
concreta en el ámbito internacional. En esta perspectiva
se ubica la conceptualización de Raymond Aron
"acción exterior no es sólo la diplomacia, en el
sentido más restringido del término…, sino
también las influencias o presiones, voluntarias o no,
ejercidas por el país sobre otros países, tanto en
razón de lo que es, como en razón de lo que hace, y
tanto por sus sociedades
multinacionales como por sus diplomáticos."

En síntesis,
el "Poder Nacional refleja posibilidades y limitaciones de los
medios que lo
integran. Del Poder Nacional fluye el poder estatal, cuyo
ejercicio la nación delega al Estado, el cual tiene la
facultad de establecer y poner en ejecución el proceso
político-jurídico. Así, el Estado, como
monopolizador del uso de la fuerza, evita la violencia
anárquica entre los individuos y le confiere al gobierno
los medios para imponer el orden institucional… el
carácter integral del Poder Nacional es el resultado de la
aglutinación de todos los medios de que dispone la
nación: políticos, económicos, sociales
(psicosociales) y militares… el Poder Nacional sirve a la
política interna y externa… en lo externo es instrumento
afianzador de la soberanía, orientado a conquistar y
preservar los objetivos nacionales referentes a las relaciones
internacionales."

Por lo que se refiere a la faceta externa del poder,
éste se disemina entre los otros actores políticos
de la sociedad internacional –en el sentido plasmado por
Manuel Medina- y es cuando entra en competencia con
otros poderes, ya que en esta óptica
el poder no es totalmente soberano, en el sentido absoluto del
término. Es la llamada independencia
soberana de los estados, la ausencia de un poder superior, el
desligamiento de todo freno externo, lo que da a las relaciones
entre los estados su peculiar sentido de
anarquía."

Desde Tucídides "aceptamos un imperio… y nos
resistimos a liquidarlo movidos por tres poderosos imperativos:
el prestigio, el temor y el interés, ya que es ley natural que
el débil sea dominado por el fuerte," el poder ha formado
parte indisoluble del estudio de las relaciones interestatales y
de las formas en que el poder se constituyo en el principal
factor catalizador de la evolución en las formas de
organización política.

Sin explicar el poder, no se explica la evolución
histórica de la comunidad social
agrupada en lo político, desde la comuna primitiva hasta
los esquemas supranacionales de nuestros días. De
ahí que al uso del poder en las relaciones entre Estados
se le analice también como un sinónimo de las
"políticas de poder", generalmente bajo la óptica
del realismo político. "El poder en las relaciones
internacionales es la capacidad que tiene una nación para
usar sus recursos tangibles e intangibles, de modo tal que puedan
afectar el comportamiento de otras naciones".

Conforme a una descripción más especializada, las
políticas del poder son específicamente "un sistema
de relaciones internacionales en que los grupos se consideran a
sí mismos como los fines últimos; emplean, al menos
con propósitos vitales, los medios más efectivos a
su disposición y son medidos de acuerdo con su peso en
caso de conflicto".

Las políticas del poder generalmente se
interpretan desde la óptica interestatal y tienen como
fuentes del poder las propias condiciones internas de las cuales
deviene su capacidad. De ahí que Poder Nacional,
Política Exterior y Políticas de Poder encuentren
como vasos comunicantes las fuentes del poder y su
capacidad.

Así podríamos sintetizar estas
políticas de poder como medios para lograr los fines de la
nación, y también visualizarles en las
políticas internas (ó domésticas), y en las
de política exterior, ya que en todas ellas está
como motor de la
acción política la búsqueda por el
poder.

La eficacia del poder y la trascendencia de sus
políticas consisten en la medición y valoración adecuada del
poder, interpretada mediante bases objetivas de
delimitación y cuantificación multidisciplinarias o
multisectoriales; es decir, en el uso eficaz y eficiente del
poder nacional. En tanto el poder es una cuestión
relativa, las capacidades no lo son.

"Frecuentemente se indica que el poder de una
nación es simplemente la suma total de sus
capacidades…aunque el poder conlleve siempre capacidades,
también se relaciona con otras dimensiones. Y es
más trascendente que, mientras las capacidades se pueden
delimitar objetivamente, el poder debe ser evaluado en cada caso
en términos psicológicos y de relación
más sutiles."

En esta misma dirección, Kissinger dice que "la
mayor parte de la historia ha mostrado una síntesis de
fuerza militar, política y económica, que en
general ha demostrado ser simétrica." Thiago Cintra
señala que "la pura voluntad no es suficiente para la
satisfacción de los intereses, se necesita la capacidad
para ello. En esto se sintetiza la génesis del poder: al
priorizar la satisfacción de sus intereses, el hombre
necesita utilizar medios y recursos disponibles y adecuados para
que pueda imponer su voluntad, de tal forma que pueda asegurar el
dominio sobre
los obstáculos que se interpongan al logro de sus
intereses… reflejando las posibilidades y limitaciones del
Poder Nacional."

Tan es importante la capacidad que a finales del
presente siglo y milenio, una institución financiera
acusada de la defensa a ultranza de los principios del
neoliberalismo y del monetarismo
surgidos de la escuela de Chicago en los ochenta, el Banco Mundial,
revalora la función
del Estado y se pone el acento en la plena utilización de
las capacidades estatales, bajo el signo de la
eficacia.

"Un Estado eficaz es imprescindible para poder contar
con los bienes y
servicios
– y las normas e
instituciones- que hacen posible que los mercados
prosperen y que las personas tengan una vida más saludable
y feliz….Lo que la experiencia nos ha enseñado ..Es que
el Estado es fundamental para el proceso de desarrollo
económico y social, pero no en cuanto agente directo
del crecimiento sino como socio, elemento catalizador e impulsor
de este proceso. El mundo está cambiando y con él
cambian también nuestras ideas sobre el papel del Estado
en el desarrollo económico y social…

En esta dimensión se inscriben las
políticas del Estado y la gestión
pública –que se analizará con mayor detalle
en páginas ulteriores-. Sólo se puede dotar de
contenido a los referentes históricos de la acción
estatal dentro o fuera de sus fronteras: los intereses y
objetivos nacionales, cuando el sentido fundamental del
análisis es la política.

LA POLITICA COMO PODER EXTERIOR

La política exterior tiene claramente delimitados
sus objetivos permanentes y es la síntesis del ejercicio
del poder del Estado, en el ámbito de las relaciones
internacionales. Esto es válido para todas las naciones y
constituye, cómo se observó en el capítulo
precedente, la guía del interés nacional para todos
los Estados. En la seguridad, supervivencia y bienestar se
sintetizan los intereses primordiales e incuestionables de la
existencia y desarrollo del Estado-Nación. Los objetivos
también se asumen como reflejo fiel de la realidad
nacional.

Esta es la noción incontrastable de la
política y el interés de una sociedad hacia el
exterior. Ninguna política exterior irá en contra
del interés propio de subsistir o mantener seguras sus
fronteras, territorio o forma de gobierno, y no irá en
contra del bienestar de su propia población.

Las razones descritas explican claramente el
porqué la materia de seguridad nacional generalmente se
circunscribe al área de la política exterior. Al
predominar el enfoque de defensa en la interpretación de la realidad –lo que
llevó inclusive a desarrollar la tesis del
enemigo interno en la escuela o corriente de la seguridad
nacional sudamericana-, la propia realidad internacional
adquirió un sentido defensivo, desde la óptica de
aprehensión cognoscitiva de los analistas y en la toma de
decisiones en la política exterior.

La propia naturaleza de la realidad nacional e
internacional, la dinámica y complejidad social,
así como el poder que emana de esta constante
evolución, hacen que se transformen y modifiquen
constantemente los supuestos básicos del proceso de
planeación y ejecución
estratégica de la política exterior, al impulso de
actos o fenómenos políticos, económicos,
sociales y culturales de origen estatal y no gubernamental, cuyas
manifestaciones son muchas de las veces muy difíciles de
controlar y/o predecir.

La política exterior es un proceso
político y social que consiste en la aplicación
repetida de una serie de criterios relativamente constantes, a un
molde infinitamente variable de factores de situación, y
un ajuste subsiguiente de la conducta del
Estado, como resultado de las conclusiones alcanzadas de tal
aplicación. Así, "el método de
análisis de la política exterior contiene los
siguientes elementos: 1) Un criterio de medición
(Interés nacional); 2) Los factores de situación
que chocan contra el Estado y sus fines permanentes y
estratégicos; 3) La conducta adoptada por el Estado en la
interacción de los componentes que conviene
utilizar para la consecución de diversos fines, establece
y valora las formas de conducta a adoptar."

Otro autor coincide con esta apreciación al
señalar que la política exterior consiste en el
"conjunto de decisiones y acciones por
las que cada sujeto de la sociedad internacional define su
conducta y establece metas y cursos de acción, en todos
los campos que trascienden sus fronteras; así como las
medidas y acciones emprendidas en su
realización".

En estos términos es importante subrayar el
carácter político –de polis- de la
política exterior (en el sentido amplio del concepto
aristotélico) "La política exterior es ante todo y
más allá de las formas, política. .. En un
mundo regido por intereses lo que cuenta es la capacidad real
para defender principios y cumplir objetivos. Una política
internacional eficaz requiere programas, estrategias y medios
proporcionados a las metas que se persiguen y a las dificultades
para alcanzarlas."

Una vez delimitada la política exterior como
proceso político y social que privilegia el enfoque
estatal, la actividad que desarrolla el Estado en el
ámbito de la sociedad internacional mantiene una
connotación mucho más amplia y que se vincula, en
el terreno del derecho internacional, con el ámbito
público y privado.

La estrategia, en el proceso descrito para la
política exterior, toma en cuenta para su
definición y operatividad varios factores relacionados con
la interpretación del poder nacional y su capacidad. Las
vías de acción que puede adoptar una estrategia son
muy variadas, pero en el sentido de este documento es importante
resaltar que la metodología utilizada generalmente en su
elaboración, toma en cuenta de manera primordial la
capacidad y los tiempos apropiados para la optimización de
la eficacia del instrumento de política
aplicado.

La actividad del Estado en el exterior tiene vías
e instrumentos de acción apropiados cada uno de ellos a la
estrategia seleccionada y, a su vez, ésta es
diseñada en función a los objetivos y a los
factores de situación nacionales e internacionales, mismos
que son evaluados en términos de capacidad, oportunidad y
maximización/minimización de los riesgos, y
buenos resultados.

En este contexto se inscribe el intervencionismo, que es
la "práctica seguida por los gobiernos de algunos Estados
de interferir, en diversas formas, en los asuntos internos de
otros Estados, para alterar la actitud o la
conducta de sus gobiernos."

Tradicionalmente, desde la perspectiva de los estudiosos
de la política exterior provenientes de los países
en desarrollo, las políticas y prácticas de
intervención corresponden al ejercicio más
descarado del poder de las potencias.

Las relaciones de dominación entre centro y
periferia, por citar un ejemplo, establecen las formas en que los
países capitalistas anudan sus propios intereses en el
seno de los países dominados, a través de los
grupos de poder y en el poder, anulando las aspiraciones
democráticas y soberanas de los pueblos.

Sin embargo, del otro grupo de estudiosos del poder y la
opinión de algunos de los más importantes actores
en el sistema político norteamericano, los dirigentes
soviéticos intervinieron sistemáticamente en los
asuntos internos de los partidos
políticos de Europa Oriental,
a fin de consolidar la sovietización mediante la
afiliación forzosa a los partidos comunistas, los
únicos que permanecían después de la
intervención soviética.

Como se denota de lo anterior, el acento sobre el
análisis de las intervenciones se ha puesto, en la
época reciente (los últimos 50 años) en las
historias de la guerra
fría y en las formas en que cada bloque forjó
sus alianzas, con el consentimiento del otro país
hegemónico.

Empero, también es interesante señalar que
la historia de la guerra muestra las
formas y modalidades bajo las cuales los países
imperialistas han intervenido en los países dominados, con
o sin la voluntad de los gobiernos instalados.

De la intervención militar abierta a los grupos
lobbystas contemporáneos, pasando por las actividades de
inteligencia y contrainteligencia, la intervención se
ubica en las estrategias propias de la política exterior
de los Estados.

De ahí que señalemos que la
intervención es consustancial a la política
exterior y las formas en que cada país defiende sus
intereses varía de una época a otra, pero no se
desdice jamás su intención de influir en las
decisiones de otro país o actor importante de la sociedad
internacional.

Este punto es importante señalarlo, sobre todo al
considerar que los grupos y organizaciones no gubernamentales
-empresas privadas, iglesias, derechos humanos, ecologistas,
etc.- han hecho del cabildeo legislativo -y del Ejecutivo en
otros países- un importante ejercicio de las
políticas del poder contemporáneo.

Al efecto, nada mejor para ilustrar una política
"descarada" de intervención que la norteamericana.
"Nuestro objetivo, en
primer lugar, es apoyar nuestros intereses… con una sana
política exterior….No intervenimos en el mundo porque
tengamos compromisos; tenemos compromisos porque intervenimos.
Nuestros intereses deben dar forma a nuestros compromisos, y no a
la inversa."

Estados Unidos es un país que ha merecido la
condena y las simpatías universales a lo largo de su
historia. Es desde otra perspectiva, la nación que mejor
ha utilizado las políticas del poder durante su
existencia. A su carácter controvertido se da un hecho
objetivo en la historia moderna. Es, sin duda, la nación
hegemónica de esta época, bisagra entre nuevo siglo
y milenio.

Marcados por el espíritu de las Trece Colonias y
del sentido de superioridad que les atribuye su destino, desde su
fundación los gobiernos de los Estados Unidos están
marcados por el Destino Manifiesto. Esto les ha llevado a
considerarse a sí mismos como verdaderos cruzados o
misioneros de los valores de
la democracia, el
libre mercado y el "american style".

Comprender esta misión y
trasladarle a la arena de la praxis
política solamente puede interpretarse a la luz de las
políticas del poder, por dos razones
fundamentales.

El respeto que confiere la democracia estadounidense a
su Constitución y, en general al Estado de Derecho
que de ella emana, conforma la columna vertebral de su poder y
poderes en lo interno.

Los poderes están legal y legítimamente
fundados por la voluntad soberana del pueblo norteamericano y su
división guarda a la fecha su equilibrio y
garantiza el sistema de pesos y contrapesos que, desde su
génesis, constituyó el perfil básico de la
democracia norteamericana.

Esta congruencia entre legalidad y
legitimidad es el principal bastión de su poder nacional.
De ahí que su proyección al ámbito
internacional a través de las relaciones interestatales y
de sus intereses económicos públicos y privados,
hubiese sido un paso natural desde la óptica del
poder.

Los norteamericanos se ven y se sienten fuertes. Se
sienten sólidos y se sienten y reconocen
democráticos. Por esa razón quieren e impulsan la
visión especial de su democracia en los principios de su
política exterior.

Así, hurgar en su conceptualización del
mundo y del poder es atisbar una historia muy especial –y
fascinante- de moralidad y
pragmatismo a
ultranza. La doble moral entre el
discurso y la
acción política. Justificar lo injustificable sin
que existan resquemores morales o el menor asomo de culpabilidad.

Solamente desde la historia del poder y de la forma en
que se conciben a sí mismos los estadounidenses es posible
comprender a la Doctrina
Monroe, las dos guerras de las
Malvinas entre
Argentina y el Reino Unido de este siglo, así como la
posición mantenida respecto a Cuba en los
últimos 40 años de la historia.

Los Estados Unidos tienen tres fases históricas o
ciclos claramente marcados en su experiencia de poder.

El expansionismo continental (la guerra con
México, la de Secesión y la compra de territorios a
Francia,
Rusia y
México); las intervenciones directas en las Guerras
Mundiales y las indirectas en Turquía, América
Latina, África y Asia, sin dejar
de lado por supuesto al Oriente Medio; las actividades de sus
organismos de inteligencia; la rotación de su
política de poder al amparo de la
Comisión Trilateral y el retorno a la ortodoxia del Estado
en los albores del siglo XXI, con la opinión del Banco
Mundial, los nuevos gobiernos latinoamericanos y la tercera
vía que proclama la Unión
Europea, que sin lugar a dudas perfilan para los Estados
Unidos nuevos retos, pero de ninguna forma harán que
renuncie a su papel intervencionista.

Un ejemplo claro de las formas en que se asumió
la intervención en las políticas estadounidenses
desde 1962, al amparo de las políticas de la
Comisión Trilateral y de su significado en la tendencia y
escenarios de globalización que rigen actualmente sobre
el escenario internacional, se encuentra en el estudio de Jaime
Duarte Martínez.

"Desde entonces.. (La promulgación de la Doctrina
Monroe), las acciones intervencionistas norteamericanas en la
región (de América Latina) se han efectuado al
amparo de su pretendida doctrina, que se ha visto
institucionalizada a través del panamericanismo y
actualmente del interamericanismo; Así como también
lo fue por el Pacto de la Sociedad de Naciones".

Estas aseveraciones se encuentran ligadas al hecho real
y objetivo de que a cada época y circunstancias
históricas específicas, la política exterior
estadounidense traza y ejecuta la estrategia más adecuada
a sus intereses y capacidades.

Lo anterior nos conduce al escenario
contemporáneo. El umbral del siglo XXI y la
revisión de los paradigmas
teóricos y conceptuales con que la sociedad internacional
se caracterizó por más de 50
años.

EL ESTADO Y SOBERANIA FRENTE A LA ESTRUCTURA
DEL PODER

En el terreno teórico, la revisión de los
estudios interpretativos del ámbito internacional "ha
propiciado respuestas tan divergentes que van desde las
conservadoras conductistas a las iconoclastas
posmodernas…"

Como respuesta a esa maraña de teorías
Mendoza plantea como tesis que "la óptica
específica (de aproximación teórica y
conceptual) deberá ser operativa, depender de los fines
perseguidos, de los medios utilizados, del momento
histórico y aún del fenómeno social objeto
de estudio."

La lucha por el poder ya no era el paradigma que
permitía interpretar, en opinión de algunos
autores, la realidad de los procesos y
problemas
nacionales, ni los propios del ámbito
internacional.

"Por 45 años los debates académicos y
políticos sobre seguridad han tenido como referentes los
supuestos, percepciones e intereses de funcionarios y
académicos estadounidenses inmersos en las teorías
'realistas' del poder y preocupados por las rivalidades entre
Estados Unidos y la Unión Soviética… (pero no
han) dedicado mucha atención a las preocupaciones centrales de
las empobrecidas mayorías del sur: reducción del
hambre y la miseria; distribución equitativa de los beneficios
del crecimiento
económico; mejorías en salud, educación y seguridad
social; defensa de los derechos humanos; consolidación
de la democracia; control de la degradación ambiental, y
respeto a los principios de autodeterminación, no
intervención y soberanía nacional. Es entonces
natural el desprestigio de los estudios de seguridad entre
aquellos intelectuales
del mundo en desarrollo preocupados por el bienestar de su
sociedad. Es igualmente lógico el rechazo y la suspicacia
cuando se habla de seguridad"

Las tendencias estructurales del cambio y la
transformación social internacional ocasionaron, junto al
derrumbe del muro de
Berlín y las economías planificadas
centralmente, el unipolarismo en la esfera
político-militar, el multipolarismo en lo
económico, el surgimiento de polos de poder distintos al
gubernamental. La sociedad internacional, era ya muy distinta a
la prevaleciente durante casi 40 años y, en consecuencia,
el realismo político comenzó a perder adeptos en
los círculos académicos y de poder.

Los nuevos temas de la agenda internacional ya no
permitían una interpretación lineal de los hechos
como la que ofrecía la época del bipolarismo y que
permitía explicar, mediante la óptica Este – Oeste,
los conflictos
ocurridos en la segunda parte del siglo. "Las paradojas del mundo
contemporáneo – comenta James Petras – se enraízan
en contradicciones reales: las contradicciones entre aspiraciones
democráticas de la mayoría y las restricciones
elitistas de los principales actores del mercado; el divorcio de
los símbolos de igualdad cultural frente a las
premisas socioeconómicas; las inequidades del poder que
transforma el libre comercio en
grandes desigualdades regionales de orden
socioeconómico"

La lucha entre capitalismo y
socialismo aparentemente se finiquitaba con la caída del
"oso oriental". Los acuerdos de desarme de Helsinki y el apoyo
norteamericano al gobierno de Boris Yeltsin para dejar en manos
de Rusia el control del armamento nuclear instalado en las
antiguas repúblicas soviéticas, únicamente
vino a ratificar las tendencias de multipolarización
económica y política que estaban presentes desde la
década de los setenta, en que el esquema bipolar
comenzó a trasladarse a un sistema multipolar.

Por otro lado, el peso de las empresas transnacionales
sobre las economías nacionales y su influencia en el
contexto económico internacional, empujaron a las
teorías sociales a un debate sobre el rol político
del Estado en el desarrollo. El componente de poder de estos ejes
mostró la influencia cada vez mayor de ingredientes
económicos, en detrimento del componente
militar.

Como consecuencia del nuevo perfil del poder y el
surgimiento de polos de influencia y poder a escala internacional
ajenos a las estructuras de gobierno, el papel del
Estado-Nación comenzó a ser cuestionado severamente
desde varios ángulos. El apego a la soberanía
política encontraba serias dificultades para sustentarse
en el ejercicio de la soberanía económica. El
resultado fue el inicio de una intensa serie de cuestionamientos
al papel del Estado en el desarrollo.

Esta crítica comenzó a mostrarse en el
campo de la ideología económica y se
extendió rápidamente al terreno de la geometría política. Las tendencias
monetaristas de la escuela de Chicago encontraron buena
recepción en los sectores conservadores y la
función tutelar del Estado -inmersa en una enorme crisis
financiera – comenzó a dar marcha atrás al rol
asumido durante varias décadas al impulso de las
teorías keynesianas.

En este contexto, el peso específico y relativo
del Estado como actor fundamental de la sociedad internacional,
disminuyo.

La crisis del sistema monetario y financiero, el
surgimiento de nuevos entes nacionales y el relajamiento de la
disciplina férrea de los bloques de poder en el terreno
político – militar, cuestionaban la preponderancia del
Estado.

La nueva estratificación tecnológica y
productiva de amplios sectores de la economía
internacional se vinculó al acelerado desarrollo de
nuevos centros financieros y de producción y crearon las condiciones
necesarias para que la revalorización de la teoría
económica se llevara a cabo a costa de las teorías
políticas. La
globalización se convirtió rápidamente
en la nueva ideología gubernamental. La formación
de bloques regionales y la inserción en las nuevas
corrientes de la economía
mundial se convirtieron en objetivos de
gobierno.

Como ya se dijo, la escuela del realismo entró en
un proceso de franca transformación. Los procesos
económicos regionales mostraban clara y rápidamente
que los flujos productivos y financieros predominantes en su
interior, así como sus nexos con la dinámica
externa, involucraban retos teóricos y prácticos
que ya no podían ser fácilmente asimilados mediante
la aplicación tradicional y a ultranza de los conceptos
militaristas del poder nacional.

En función a los nuevos requerimientos externos y
a las condicionantes imperantes en el exterior, los conceptos de
la globalización, interdependencia, soberanía e
intersoberanía pasaron a ocupar el centro de los estudios
interpretativos de las sociedades nacionales y de las relaciones
internacionales.

Ya ningún país podía ejercer la
soberanía bajo la visión autárquica que
predomino a lo largo de la historia moderna del Estado. Ahora
todos los países del orbe son dependientes entre
sí, sea a la luz de la visión económica de
la globalización o de los esquemas interdependistas de
poder.

Un problema estructural relevante es la
interpretación estadounidense sobre soberanía. En
la definición de sus líneas de políticas y
estrategias hacia el exterior, la óptica estadounidense
justifica y legitima la imposición de su perspectiva sobre
la soberanía de otras naciones, avalando con ello el uso
de toda la gama de instrumentos que posee y puede desplegar su
poder. Ya que la visión norteamericana responde a su
formación histórica y cultural y expresa claramente
su proclividad a actuar mediante la imposición unilateral
de su perspectiva, visión y capacidades.

La transnacionalización de los conflictos
sociales, económicos y políticos en el orbe
confiere a los retos de seguridad nacional y soberanía
nuevos perfiles. El mismo sentido de las amenazas se viene
revisando periódicamente en esta década.

Como anota Peter Smith, "… el concepto clásico
de soberanía se enfrenta a varios retos. Desde arriba,
aquellos que afectan por encima al Estado-Nación, como el
tráfico de drogas,
la
contaminación y el terrorismo;
mismos que tienen que solucionarse de manera conjunta, no
aislada, en pleno respeto de la soberanía de un Estado.
Desde abajo, los que no respetan ni reconocen el papel del
Estado-Nación, como los movimientos religiosos,
étnicos y sociales, mismos que buscan establecer entidades
subnacionales, localistas"

Además, temas como el narcotráfico y crimen
organizado, medio ambiente
y derechos humanos, emergieron poderosamente en los foros
internacionales a causa de su enorme influencia entre lo nacional
y lo internacional, sin distinción de fronteras,
condicionando el ejercicio de la soberanía en su sentido
tradicional. Todo ello influyó en la revisión de
los paradigmas de la seguridad.

CONCLUSIONES GENERALES

Las conclusiones surgen de las experiencias reales y del
análisis de una realidad concreta. Las utopías son
el opio de los intelectuales. Lo que es fundamental a cualquier
alternativa es la cuestión del Estado. A pesar de lo que
las sociedades arguyen, el Estado es central a la promoción y defensa de las políticas
y a la perpetuación de las desigualdades.

La cuestión básica es la relación
entre los movimientos revolucionarios y el Estado. La tarea
estratégica fundamental es establecer un Estado
democrático y socialista, que responda a los movimientos
populares democráticos. Esta meta estratégica, sin
embargo, es el producto de una lucha prolongada y
acompañada por luchas que dan soluciones de
corto a mediano plazo a los problemas básicos que existen.
Los revolucionarios tienen que centrar su esfuerzo, en ganar el
control de los medios de producción, de comunicación y de distribución, a
nivel local, regional y nacional. Los movimientos deben describir
sus papeles en relación al sistema económico, como
clases y no en términos de la distinción legal de
ciudadanos en el sistema electoral. Son ciudadanos-campesinos,
ciudadanos-obreros. En segundo lugar, los movimientos deben
identificar las divisiones de clases y la explotación que
definen la "sociedad civil" y
rechazar la ideología que homogeniza todas las clases como
miembros de la llamada sociedad civil.

En breve, deberemos profundizar nuestra
comprensión de clase, del Estado y de la sociedad. En
tercer lugar, debemos comprender que las clases no son
homogéneas, que son diferenciadas internamente, que
debemos luchar por la igualdad de género, de
raza y de etnia dentro
de la clase y por las exigencias culturales de grupos
étnicos específicos dentro de la clase. Ese
reconocimiento, no obstante, debe tomar lugar dentro de la unidad
de la clase, dentro del marco de la perspectiva de lucha de la
clase. La integración entre las unidades
económicas populares, atravesando las fronteras
nacionales, es un imperativo creciente para enfrentar la
"integración desde arriba". Las cooperativas
rurales y los complejos industriales urbanos que vinculan la
producción y el consumo, se
deben desarrollar para apoyar la lucha política y para
crear los mercados alternativos.

Se deben crear nuevos modelos de
empresas públicas que se controlen
democráticamente, que sean innovadoras y abiertas a nuevas
ideas y tecnologías. No podemos tumbar al neoliberalismo
repitiendo los errores del pasado. A partir de los movimientos
democráticos y autónomos, las nuevas alternativas
deben vincular abiertamente sus luchas sectoriales a una
visión nueva de la sociedad socialista democrática,
en la cual la propiedad colectiva, sea un medio para procurar una
mayor libertad individual, mayor ocio y atención a las
demandas afectivas.

La liberación cultural significa la
creación de medios de
comunicación alternativos, la promoción de
escritores, poetas y músicos locales; significa luchar
contra la saturación de mercancías culturales
imperialistas, al crear actividades culturales significantes y
divertidas.

No hay fórmulas culturales prefabricadas, y
cualquier intento de imponer la conformidad a un estilo,
está destinado a fracasar. Las alternativas a nivel
político, se basan en los micromodelos, en los
movimientos, asambleas, en la consulta y en los líderes
representativos. Las alternativas están presentes en las
prácticas, y las prácticas tienen que ser
teorizadas y proyectadas a nivel nacional. En el análisis
final, el estado condena a la gente a una vida vacía. La
alternativa revolucionaria da sentido a la vida. Luchamos, luego,
existimos. El nuevo estado es un sistema moribundo, pero no
caerá solo. La sociedad revolucionaria está
luchando para nacer. Solamente la intervención popular
directa, puede hacer que eso suceda.

RECOMENDACIONES

El poder, en los tiempos actuales, constituye una vez
más el hilo conductor para descifrar las incógnitas
que presenta el escenario internacional y las perspectivas que se
avizoran en las relaciones internacionales de nuestros
días. Es evidente que las transformaciones sociales,
económicas, políticas, culturales y
tecnológicas de las últimas décadas han
puesto sobre el tapete de las discusiones teóricas cual
será el perfil que asuma la sociedad internacional del
futuro.

A las tendencias integradoras y desintegradoras de la
globalización y la interdependencia, se acumulan los
efectos de la acción global de organizaciones
políticas no gubernamentales que tienden, en aparente
contradicción, a minar el carácter tradicional de
la soberanía, elemento sine qua non en la existencia del
Estado-nación.

A pesar de que, curiosamente, tanto el marxismo como
el neoliberalismo propuesto por la Comisión Trilateral
–sin olvidar a Milton y Rosa Friedman- apuntaron sus dardos
hacia el final del Estado y a la desaparición de los
límites
territoriales y políticos de las fronteras, se está
prediciendo un final al cual, en mi opinión,
todavía le resta por llegar mucho tiempo.

El Estado continúa siendo el principal actor de
las relaciones internacionales, en todos los ámbitos. A
pesar de los niveles de influencia y participación privada
multinacional en el renglón de las transacciones
económicas mundiales, la
organización estatal tiene el papel rector fundamental
en la construcción de los escenarios
futuros.

La existencia de las instituciones del Estado moderno
para procurar condiciones de seguridad, en todos los
órdenes de la vida social, política y
económica, continúa siendo vigente y
necesaria.

Como es evidente, el sentido de Estado, gobierno,
sociedad e individuo es
distinto al de hace 50 años. La pluralidad de actores e
intereses al interior de un país y la influencia de otros
actores e intereses externos al interior de un sistema
político, hacen más complejo y dinámico el
ejercicio esencial del estadista: conciliar los intereses
parciales en aras del interés común.

En opinión de Fernando del Villar, "Implica
observar con detenimiento las eventualidades que podrían
generarse como consecuencia de la implantación de un
modelo de desarrollo. Es decir, el resultado de los procesos de
retroalimentación que se suscitan cuando el
sistema responde a las demandas de los diferentes actores, y la
modificación o alteración de algunos de los
factores estáticos, entre los que se encuentran los
aspectos geográfico (relieve,
clima, etc.);
geopolíticos (ubicación hemisférica,
regional y bilateral); jurídicos (marco jurídico
vigente) y organizativo – administrativos (forma y régimen
de gobierno)."

Ante tales tendencias, un concepto de seguridad nacional
incluyente, renovado y distinto al perfil de confrontación
y conflicto que le caracterizó durante el período
de la guerra fría, puede asumirse como el factor de
interpretación político y del poder que permita al
Estado enfrentar con mayor bagaje instrumental el escenario
actual.

Considero que la dirección de las tendencias
irá en la optimización del paquete de herramientas y
procedimientos técnicos que vincularán en mejores
términos la teoría y praxis de la seguridad
nacional, mediante el uso estratégico de los propios
recursos de poder nacional.

Esa es desde mi punto de vista la revisión
más importante que se está efectuando a los
criterios tradicionales de soberanía y seguridad, en el
propio contexto del Estado moderno. La traducción de los intereses nacionales en
objetivos precisos que den tanto marco de referencia al inicio y
al horizonte del proceso de planeación de las
políticas estatales y a la evaluación
de la acción política, permitirá un mejor
aprovechamiento de la capacidad global del Estado, en los cuatro
campos del poder en que metodológica y convencionalmente
puede analizarse esta materia.

En cuanto al terreno teórico de mi hipótesis principal, considero que el
enfoque realista del poder persiste porqué a pesar de que
el poder es en sí mismo un concepto de difícil
prueba según los criterios científicos
tradicionales, para mí no se puede concebir el ejercicio
de la política sin el poder del Estado. Tampoco creo que
la realidad internacional pueda interpretarse adecuadamente desde
otro enfoque que no sea el de la Teoría del Estado y el
realismo político.

La escuela neorealista que se abordó en este
documento coadyuva a probar también mis hipótesis
secundarias.

Fortalece la perspectiva del poder y apoya la
dirección metodológica en la definición de
políticas y estrategias. A su vez, los procesos de
planeación estratégica nos auxiliarán a
comprender en mejores términos aquellos factores de
situación nacional e internacional, no solamente
estatales, que inciden en la definición de
políticas, estrategias y evaluación de
resultados.

Ese es desde mi punto de vista la nueva
conceptualización de las políticas de poder, que
gravitará de manera directa en los esquemas de
política exterior y acciones internacionales, incluidas
las de intervención, que caracterizaran el escenario de la
realidad internacional en los años
próximos.

BIBLIOGRAFIAS

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violación),
de Salvador Mata Borja, tesis de
licenciatura en Relaciones Internacionales, Enep Acatlán,
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Stoessingewr, John; El poderío de las
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; Ediciones Gernika, México, 1980

Morgenthau, Hans J; Política entre las
naciones. La lucha por el poder y la paz
. Grupo Editor
Latinoamericano; Buenos Aires,
1986.

ANEXOS

Constituciones peruanas: 1933, 1979, 1933

Google (Internet)

Yahoo (Internet)

 

Luis Alfredo Alarcón Flores

Partes: 1, 2
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