- El tema:
¿de qué se trata? - 1. El sector de alumnas
autóctonas, contrapunto discursivo de los sectores
migrantes - 2. Autopercepción de
sectores juveniles migrantes y visión sobre los
autóctonos - 3. La emergencia de
nuevas realidades en el ámbito de la adolescencia
migrante. Espacios de confrontación entre las diversas
posiciones - Epílogo
- Notas
Presentación:
Pensar la inmigración ha sido,
hasta hace poco tiempo, construir el perfil
tópico de varón, joven y trabajador. Ha costado
mucho pensar la inmigración en femenino, es decir,
abrirla a una perspectiva de género y, todavía, no
está implantada dicha perspectiva. Pero en la
inmigración también hay grupos de edad, aunque
en una distribución distinta de la
que presentan los grupos autóctonos: los
sectores migrantes se caracterizan por tener más presencia
de jóvenes-adultos2 y menos de niños y de mayores que en
la población autóctona.
La sobrerepresentación que los sectores de mayores
han ido adquiriendo en la sociedad española ha
hecho que se hayan construido diversas categorías sociales
que hacen referencia a distintos subgrupos en los mismos: hoy
hablamos de la tercera edad, de la cuarta edad que, además
de evitar eufemísticamente la palabra ?viejo?, indican la
importancia de los mismos desde el punto de vista del consumo o la atención. Se puede decir
que se han encontrado (?inventado?) nuevas categorías
heurísticas para describir nuevos segmentos de
población y éstos y aquellas se han impuesto en nuestra
concepción social. No ha ocurrido todavía un
fenómeno similar en el caso del sector de personas
mayores inmigrantes por la menor presencia relativa del
mismo, ni en el caso de los menores de edad o en el sector
de transición entre la infancia y la madurez que
denominamos ?adolescencia?, por la misma
razón.
Así que comenzar a hablar de adolescencia migrante
es ?inventar? (encontrar) tanto una categoría conceptual con
referencia a un sector de población poco descrito como
dotarla de contenido, es decir, ponerla en circulación y
someterla a debate; lo que con gusto
hacemos en esta mesa.
En general, la situación de la ?adolescencia? es
bastante menos conocida que la de la infancia, a decir de
los especialistas3. En épocas pasadas y en otras
culturas, la transición entre la dependencia (la infancia) y
la madurez (adultez) se producía mediante ?ritos de paso?
socialmente codificados y valorados; el cambio producido en occidente
con la implantación del estado moderno fue que la
infancia (categorizada en cuanto ?minoría? de edad legal) se
constituyó como cuestión pública de
estado4, a la que se dedicaron nuevos recursos institucionales, como la
escuela, y dio lugar a la
aparición de múltiples figuras de expertos para su
tratamiento (pedagogos, moralistas, pediatras, penalistas,
psicólogos, asistentes sociales, etc.), desligados de la
autoridad de la familia y vinculados a
instituciones civiles o
religiosas. Como contrapunto, a medida que la infancia
adquiría mayor implantación se ha ido haciendo
necesario un largo proceso de
desinfantilización para llegar a la madurez
(autonomía); este ?corte? o proceso personal definido como la muerte de la infancia,
establecido en el marco social de la modernidad, constituye la
adolescencia. No es la juventud o, en todo caso,
sólo una primera parte de la misma y, tampoco tiene unos
límites temporales fijos
(se suele señalar que entre los 10-12 y los 16-18
años); a pesar de su indefinición e incluso del poco
conocimiento sobre la misma,
la adolescencia en cuanto fase de mutación es "tan capital como la fase del
nacimiento y los primeros quince días de la vida para el
niño", en palabras de F. Dolto, lo que justifica prestar
atención a ese sector de población de los
"ados".
La progresiva importancia concedida a este proceso de
paso a la madurez ha ido haciendo que centre la atención de
diversos expertos, quienes han encontrado (euristicamente han
inventado) nuevos momentos de transición entre la
infancia y la edad adulta para dotar de explicación nuevos
fenómenos sociales: no sólo se ha ?inventado la
adolescencia? como etapa previa juvenil y diferenciada de la
infancia, sino que la observación detenida ha
permitido establecer el momento de la preadolescencia, el
de la adolescencia propiamente dicha e, incluso, el de la
adolescencia permanente como actitud de
infantilización de la personalidad que se resiste
a tomar responsabilidades en la vida (síntoma de eterno
adoslescente o complejo de Peter Pan que se resiste a crecer;
en términos clásicos: Narciso, enamorado de su propia
imagen). Este cuerpo de
conocimientos que se ha ido estableciendo en las sociedades ocidentalizadas,
que se utiliza diariamente en las consultas psicológicas, en
los gabinetes de orientación de los centros escolares,
¿se aplica también a dichos sectores de edad
migrantes?. Y, por su parte, los migrantes de dichas edades se
piensan a sí mismos en tales términos?
Proponemos partir de algunos resultados, derivados de
una investigación sobre sectores
juveniles de 16 a 19 años, y a continuación abrir un
debate sobre los mismos y sus repercusiones5. En
particular, primero se presenta la visión de un sector de
chicas autóctonas adolescentes sobre sí
mismas y sobre el sector adolescente de la migración en España; como contexto de
referencia. Y después, la autopercepción de sectores de
chicas y chicos migrantes adolescentes sobre sí mismos y
sobre los jóvenes autóctonos.
Los sectores juveniles, en general, se encuentran
inmersos en un proceso de formación sometido a
múltiples instancias socializadoras (familia de origen, sistema escolar, grupos de pares,
medios de comunicación,
ámbito laboral, constitución de nuevo
hogar), que actúan simultáneamente pero no con la misma
intensidad ni de manera convergente en cada tramo de edad. El fin
último sería hacer llegar al individuo a la adultez
(autonomía) partiendo de una situación inicial de
dependencia (infancia), aunque tanto el punto de partida como el
de llegada se construyen socialmente en cada momento
histórico y bajo la influencia de múltiples
influencias. Las diversas instancias de socialización pueden
situarse en un eje continuo, en cierto modo cronológico,
según el esquema adjunto6. Por su parte, el punto
de partida (la niñezdependencia de otros adultos) puede ser
considerado espacialmente como el adentro (espacio de la
protección) o ámbito de la cercanía afectiva (el
hogar familiar), mientras que el punto de llegada (la
adultez-independencia) sería el
de apertura al exterior (despegado del control inicial) hasta crear un
hogar independiente.
Al tratarse de sectores juveniles mayoritariamente
procedentes de familias inmigradas, el continuo de instancias
socializadoras se complejiza, dada la previsible bipolaridad de
referencias en cada caso: siempre hay un allí (origen
distinto) espacial o culturalmente considerado, además del
aquí, en el que coincidirían con los sectores
juveniles autóctonos. La pertenencia al ámbito cultural
de origen puede provenir tanto por la identificación con el
contexto familiar como por la
atribución que se les imputa desde el exterior de tal
identidad. Asimismo, puede que
hayan asistido o no a la escuela en el país de origen; que
hayan experimentado separaciones previas de parientes y amigos; e
incluso que hayan tenido experiencia laboral infantil o juvenil,
no bien vista desde la mentalidad vigente en España. En todo
caso, el allí siempre está más o menos
presente tanto en el caso de la primera generación de los
padres, que siguen rigiendo en parte la socialización de
estos sectores juveniles, como en la imagen que los propios
autóctonos proyectan sobre el sector juvenil procedente de
la inmigración. En el ámbito de las expectativas, puede
hacer su aparición como polo atrayente el retorno al
lugar de origen, además de los proyectos presentes en
España.
1. El sector de alumnas
autóctonas, contrapunto discursivo de los sectores
migrantes.
La aproximación realizada al discurso de jóvenes
autóctonas se limita a las posiciones de quienes están
en el ámbito del bachillerato, y sirve como contrapunto o
complemento al discurso de chicas y chicos migrantes. En stel
sector de las jóvenes autóctonas que hemos sondeado, la
condición de estudiante en niveles no obligatorios y
con vistas al ingreso en la universidad es una marca que le permite mantener las
expectativas de ascenso social frente a otros sectores juveniles
autóctonos. La cultura de la universidad ?
esperada- se enfrenta a la cultura de la calle, hasta el punto de
transformarse en un muro delimitador de espacios sociales: la
universidad (la excelencia del saber) versus la
calle (buscarse la vida):
– "Es cierto lo de la cultura. Porque tú puedes
haber hecho la carrera que sea pero como no sepas moverte en la
vida. Lo de la universidad te hace eso? y la calle
también te hace eso; no es solamente meterte en un aula y
aprender, tienes que saber moverte".
El estudio superior simboliza la ?carrera profesional?,
el éxito futuro, es decir,
la independencia personal. El temor inmediato es no pasar la
selectividad con la nota suficiente para entrar en la carrera
deseada. La ?calle? remite, por otro lado, a la imagen de la
abundancia de las relaciones entre iguales, al tiempo del ocio y
el exceso, a la disipación ante el esfuerzo. En suma, la
calle es percibida como peligro externo, inductora del fracaso:
?dejarlo todo? , perder la condición de estudiante
(distinción buscada personalmente y proyecto asumido familiarmente) y
caer en la de trabajador (estar en ?la calle?, no tener
cualificación).
La expectativa de futuro del grupo es, según sus
propias palabras, "ser feliz, hacer lo que quieres y con quien
quieres¡. En dicho ideal, la felicidad no se presenta
explícitamente vinculada a un modelo consumista, sino como
consecución de dos elementos claves: trabajar en lo que
quieres y vivir con quien quieras. Esta marca de
subjetividad electiva se aleja de los modelos familiares de origen
más tradicionales. Así, el grupo se posiciona en contra
de la obligación de casarse en el caso de quedar
embarazadas, a diferencia de lo que suelen hacer las chicas
migrantes o de clases bajas (atrasadas temporal y culturalmente).
Incluso, se posicionan idealmente más allá, ?a favor de
no casarse? en el futuro (convivir sin legalización de la
pareja) o de vivir ?solas? con un proyecto autónomo de
mujer. En suma, la diferencia
generacional se muestra en la escisión
discursiva entre un mundo de adultos y otro de jóvenes,
orientado éste por la posibilidad de elegir sin sometimiento
a los estándares paternos. Sin embargo, la situación
actual de dependencia familiar suele producir en los padres
actitudes de
sobreprotección de los hijos ante el exterior (la
calle), visto como agresivo o peligroso, que en ocasiones puede
enlazar con la preocupación por la inseguridad ciudadana, y los
?otros? jóvenes (clases más bajas o peligrosas), en
especial los inmigrantes. A diferencia de esta posición
bastante uniforme entre los adultos, el discurso de las
jóvenes estudiantes considerará, además de los
sectores de inmigrantes atrasados o peligrosos, otros sectores de
extranjeros, a quienes se admira o con quienes se comparten las
aulas. De este modo se construyen tres tipos de imigrantes a los
que corresponden tres segmentos de juveniles pero unificados por
el principio de que los otros, los de fuera, son los
distintos; a nosotras, las españolas, nos une y homogeneiza
la modernidad.
a) Los de fuera son un problema: el inmigrante
?atrasado?:
Esta imagen responde al tópico extendido sobre
la pobreza y el subdesarrollo de los
países de donde proceden los inmigrantes que llegan al
primer mundo. Desde el punto de vista cultural, el
subdesarrollo económico se traduciría en
atraso respecto a la modernización; de modo
particular, éste se reflejaría en el ?trato denigrante?
que se presta a las mujeres, carentes de oportunidades de
desarrollo personal como la de
asistir a la escuela o la violencia contra las mismas.
En principio, desde el optimismo culturalista del grupo se
considera que la estancia entre nosotros será positiva para
estos sectores de inmigrantes ?atrasados?, porque tendrán la
ocasión de ver y aprender un modo de vida moderno y libre,
también para la mujer (se ?civilizarán?,
modernizarán sus costumbres, etc.)7.
Para estos sectores migrantes ?atrasados? se impone,
pues, una disolución de la propia identidad, considerada por
este sector de jóvenes autóctonas como temporalmente
distinta (ahora están ?atrasados? como nosotras lo estuvimos
?antes?), y una acomodación a la uniformidad modernizadora
que les reportará el progreso. Si les fuera atribuida una
identidad esencial o naturalmente distinta, serían
considerados como incompatibles o inasimilables. Sin embargo, de
no seguir las prescripciones impuestas serían asimilados al
paradigma de los
diferentes, pasarían a ser considerados o como
sectores resistentes a la modernidad, igual que se considera a
ciertas minorías autóctonas, o como clase peligrosa para la que se
pediría su relegación o su control (por ejemplo,
solicitar mayores impedimentos para su acceso a
España8). El límite establecido para su
aceptación en España será la aceptación de
los valores considerados como
universales, que son los de la modernidad europea.
La situación de ?atraso? es atribuida de modo
general a sectores inmigrantes sin recursos (pobres) y sin
cultura (moderna), siendo el caso paradigmático los
procedentes del mundo árabe. Por extensión,
también se atribuye esta posición al alumnado
inmigrante en niveles escolares de menor prestigio: F.P. de grado
medio o cursos ocupacionales; niveles que se les atribuyen como
acordes con sus expectativas. Estas posiciones responden
también a las que manifiesta frecuentemente un sector del
profesorado cuando les considera como ?problema (de retraso) a
paliar? o como ?peligro para el sistema? (resistentes,
inasimilables, etc.).
b) Los de fuera suponen una ?tarea? más: ahora
todos tenemos que readaptarnos. El joven migrante como
?colega?.
Ante la circunstancia del contacto real con alumnado de
origen inmigrante en las aulas de los institutos públicos y
bajo la presión del discurso
educativo políticamente correcto de los centros de la
red pública sobre la
integración, este sector
femenino del alumnado se siente escindido entre la
inculpación directa al alumnado inmigrante (?tú les
acoges con los brazos abiertos y ellos son los que se separan?) y
la autoinculpación generalizada (?lo que existe son las
?esquinas?: los de color, los musulmanes, los de
España?; ?cada cual vamos a nuestra bola?). El grupo no
mantiene con firmeza la primera posición, más presente
en ciertos discursos del profesorado,
sino que termina en una autoinculpación
generalizada.
La experiencia diaria hace bajar el idealismo del discurso escolar
de la integración al realismo de las aulas: si para
el alumnado migrante es difícil la acomodación, el
autóctono tiene que aguantar cosas que no le gustan de
ellos; y a la inversa: si se les mira mal, cómo no van a
reaccionar. Por otra parte, desde la corta experiencia de haber
salido al extranjero, el grupo entiende la tendencia a juntarse
por procedencias, por afinidad de origen (en contra del principio
establecido en el grupo de la libre elección por afinidad):
?hacer grupos con otros de tu país, es sentirse como en
casa?. Y además, de una u otra forma, ?todos hacemos grupos,
nos cerramos?; situación que se achaca al modo de vida de la
macrociudad (anonimato). Sin embargo, de realizar todos los
sectores de la comunidad escolar el esfuerzo que
exige el cambio conjunto, éste produciría el fruto de
la integración cultural, que se supone
políticamente beneficioso.
c) El ?extranjero?, ideal de distinción social y
excelencia educativa.
La expectativa de este sector de alumnas es situarse en
posiciones de éxito social a través de una
formación de calidad, tal como vimos. En el
terreno escolar, se atribuye a los centros escolares privados el
impulso de la práctica del intercambio de
estudiantes, y en el ámbito familiar se alude a la
práctica introducida en clases medias de procurar a los
hijos e hijas estancias en el extranjero para cursar
algún año escolar o, al menos, estancias en verano como
actividad para-escolar. Ambas prácticas irían
encaminadas a lograr la excelencia educativa que permitiría,
a medio plazo, la circulación sin cortapisas de estos
sectores sociales cualificados en el mercado global de
nacionalidades y lenguas de prestigio. Las relaciones o
intercambios entre sectores de estudiantes y ambientes culturales
de diversos países se piensan beneficiosos y no
conflictivos; se siente admiración por la situación de
las élites y se intenta imitar (asimilar-importar) su
estilo de vida.
El extranjero aparece aquí tanto como
espacio externo de calidad como cualidad de excelencia de las
personas que proceden del mismo. Se atribuye esta posición a
sectores minoritarios tanto del alumnado extranjero en
España como del alumnado español (con experiencia) en
el extranjero. El paso a la educación superior
universitaria permitiría la continuidad de estas relaciones,
mediante programas institucionales como el
Erasmus y similares.
2. Autopercepción de
sectores juveniles migrantes y visión sobre los
autóctonos.
Los sectores inmigrados analizados pueden considerarse
desde una óptica de homogeneidad,
en cuanto inmigrados, pero también presentan
heterogeneidades internas, en cuanto al tiempo de estancia
en España, la diversidad de procedencias geográficas
y culturales o la extracción familiar.
Esta última diferenciación repercute, a su
vez, en la modalidad de escolarización en la que se
encuentran. Por un lado, el sector de chicas y chicos presente en
el grupo de bachilleratos, con posibilidad de acceso a la
universidad, respondería al grupo selecto de que habla el
profesorado y que, según su opinión, se
encontraría ya asimilado a la sociedad de acogida. No
sería un grupo problemático ni escolar ni socialmente
hablando. En nuestro caso, lo componen tanto chicas como chicos
procedentes del Magreb, de Latinoamérica y de
países del Este de Europa. El origen familiar de
este sector es de cierto asentamiento (pequeña empresa de construcción, empresa
familiar de restauración, padre y madre trabajando, etc.) y
en el proyecto migratorio cuenta de modo importante la promoción social de los
hijos e hijas por medio del estudio. Se proyecta utilizar los
recursos públicos como complemento necesario de los
familiares y, a la vez, se planea compaginar trabajo y estudio:
– Ellos me dicen que abandonaron toda su vida
prácticamente para que su hija crezca en libertad, no tengo problemas para poder estudiar porque mi
madre me ha dicho: ?si es que hace falta que yo trabaje
veinticuatro horas para que tú estudies, lo voy a hacer
porque es para lo que hemos venido a España; porque si
tú no quieres estudiar realmente, vámonos a nuestro
país y estoy con mi familia? – Mis padres me recomiendan
que estudie y busque un trabajo aquí en España, que
no trabaje como ellos o como la mayoría de chinos en un
restaurante o en ?todo a cien?, que sea un trabajo de despacho,
así con ordenador, ahí sentado y con sueldo
fijo.
La expectativa del sector inmigrado en bachilleratos es,
en suma, poder alejarse del duro mundo del extranjero. Los
estudios superiores se consideran el medio de promoción
social: no se desea un trabajo de extranjero, sino un trabajo
acomodado a la segunda generación. El futuro de esta segunda
generación cualificada, se piensa desde un modelo
inicialmente tópico de sectores acomodados consumistas:
tener trabajo cualificado y rentable, conseguir coche y casa,
etc. ; mientras que otros elementos aparecen como opcionales:
casarse o no con compatriotas, vivir en España o retornar,
etc.:
– Yo a los treinta años lo principal que me
gustaría es tener un buen trabajo y estar colocada para
salir adelante y casada, a lo mejor, pero con hijos creo que
todavía no. Y sí, me gustaría quedarme en
España pero si luego me voy a mi país, pues, vale. Y
la persona con la que me case no
me importa de donde sea, con tal que me quiera.
– Pues yo quiero ser una nómada y quiero vivir
en todas las partes del mundo y tener un buen trabajo, un
buen coche, un piso en Madrid y otro en? – En la
playa. Y un novio modelo (risas) – No. Un marido, pues, no.
Tampoco es lo que ? Yo quiero ser independiente y trabajar
mucho y ser muy inteligente, vivir en todas las partes. Es lo
único que pido, nada más.
Las variaciones de mayor interés sobre el modelo
más tópico tienen que ver con la posición que se
asigna a la mujer y con la figura del ?turista?. La mujer
aparece como protagonista de su vida, sea en el hogar bajo la
figura de la doble jornada: profesional fuera y gestora del hogar
dentro, o sea bajo la expectativa de formas de convivencia sin
ataduras permanentes, en parejas sucesivas o como mujeres
`solas`. Respecto a la figura del ?turista?, hace
referencia a la movilidad permanente y a la posición de
excelencia social: trabajo cualificado en sectores, como el
propio turismo, que propicien la
circularidad de flujos de capital y personas (para los que se
encuentran especialmente preparadas por la competencia en varias lenguas y
los contactos en varios países); residencia rotatoria sin
territorialidad fija (contar con casa en varios países);
etc. En suma, las expectativas más novedosas de este sector
no se ajustan a las imágenes tópicas que
impone el discurso de las alumnas españolas analizado sobre
los grupos juveniles inmigrantes, las desbordan por arriba. En
principio, estas expectativas de máxima modernidad
corresponderían con la imagen reservada por las jóvenes
autóctonas al sector ?extranjero? de éxito, sea de
comunitarios o pertenecientes al espacio del progreso.
Por otro lado, los sectores de chicos y chicas presentes
respectivamente en los grupos de F.P y formación
ocupacional corresponderían al grupo del alumnado
inmigrante que se ajusta a la imagen que sobre la mayoría
tiene el profesorado, esto es, serían pocos los que acceden
al bachillerato porque la mayoría abandona los estudios o
recala en los niveles de menor prestigio. En parte, también
respondería a la imagen de las alumnas autóctonas sobre
los sectores inmigrantes más atrasados. En suma, se trata
del sector de la inmigración sometido a mayor precariedad
económica, familiar y escolar. Las expectativas de este
sector se encuentran también ligadas a su posición
escolar, esto es, se ven abocados a empleos de cualificación
media (procedentes de F.P) o de baja cualificación
(formación pre-ocupacional). En la mayoría de los casos
reproducirán los empleos ocupados por el padre (jornalero
agrario o peón en la construcción) o la madre (servicio doméstico o
trabajo en almacenes agrarios y textiles) y,
en el mejor, supondrá una superación de los mismos por
la cualificación obtenida9. En general, el
recurso a la formación, aunque sea en los niveles de menor
prestigio, se valora de modo muy positivo tanto en la primera
generación como en la segunda.
Para estos sectores, la situación migratoria exige
mantener una tensión permanente por necesidad: todos
los miembros de la familia se encuentran haciendo algo para
sobrevivir en un ámbito nuevo. Necesidad que se hace
más apremiante en los sectores menos asentados
económicamente. El cambio obligado que supone la
situación migratoria afectará a todas las instancias de
socialización propias (cambios en los modelos familiares, en
la relación entre adultos y entre éstos y los menores,
etc.). El ?principio de realidad? unificará la dirección del esfuerzo de
todos los miembros del hogar migrante. En el polo opuesto
sitúan estos sectores a los hogares autóctonos: los
chicos y chicas adolescente españoles se encontrarían
instalados en el ?principio del placer? (no trabajan, no
estudian, no respetan a padres ni profesores) y, contrariamente a
lo que aparentan de libertad de movimientos y capacidad de
consumo ("se desmadran" por las noches, beben y fuman desde los
12 años), son caprichosos (prendas de marca) y
permanecerían indefinidamente bajo la dependencia
paterna:
– De mi cuarto me ocupo yo. Pero de los que conozco de
mi edad ni siquiera hacen su cama, la dejan para que la haga su
madre.
– Con quince años y le lleva su madre al colegio;
yo con nueve años aprendí a cocinar en África,
si quería comer.
La aportación de estos sectores migrantes de menor
prestigio escolar sería un aporte de realidad frente a la
inmadurez de la juventud española: autorrealización
sana desde la cultura del trabajo (austeridad y moderación)
frente a cultura del ?exceso? (consumismo).
Si consideramos como un elemento fundamental en la
adolescencia el proceso de la propia identidad personal y social
en cuanto hombre o mujer, la
posición central entre los chicos y chicas inmigrantes
estudiados es la propuesta de identidad igualitaria sin marca
de género: todos iguales, hombre o mujer. Las otras dos
posiciones observadas se sitúan en los extremos: por un
lado, el sexismo declarado y, por otro, la
complementariedad de las diferencias.
La diversidad de posiciones presentes da lugar a una
constante confrontación sobre el propio proceso de
construcción de la propia identidad para llegar a ser chico
o chica. Recogemos aquí, en primer lugar, la
confrontación que se registra sobre la presencia diferencial
de chicos y chicas en las instancias de socialización
cotidiana y, después, la confrontación entre las
posiciones de las chicas respecto a las relaciones
afectivo-sexuales.
a) ¿Desigual aportación de chicos y
chicas migrantes en las instancias de
socialización?
Sobre las instancias de socialización referidas en
el grupo de chicos de FP, en general, se produce una
polarización entre el sector de chicos resistente a la
igualdad entre géneros y
el que apuesta por la misma, aunque ambos coinciden en la
observación de que se produce mayor control sobre la
adolescente migrante mientras que para el varón hay mayor
espacio de libertad. Para el primero sector se trata de mantener
un modelo tradicional de género pero valioso por la
armonía que ha conseguido, para el segundo se trata de una
situación a cambiar. En todo caso, ambos sectores se
conciben en una situación cambiante, acelerada por el
proceso migratorio.
– Tareas de la casa: laboratorio de nuevas formas
de gestión de los
hogares.
El modelo de hogar tradicional, en los países de
origen árabe y latino, establece una división neta de
roles entre las tareas del hombre y de la mujer: el hombre trabaja
remuneradamente fuera y la mujer se encarga de la casa y el
cuidado de la familia. Cuando un grupo familiar emigra traslada
dicho modelo pero se ve sometido a modificaciones por efecto del
nuevo contexto social. Sin embargo las modificaciones obligadas
en la inmigración hacen que se reinventen modos de
gestión del hogar que terminan afectando a la división
de tareas por sexo. Aparece una doble
jornada sui géneris para todas las figuras del hogar
femeninas o masculinas, de adultos o menores (trabajar fuera y
dentro, estudiar y llevar la casa, etc.); parece también el
hogar multihabitacional: situación de piso compartido
con familiares, en que el menor dispone de una habitación
con frigorífico propio y paga parte del alquiler. Esta
situación se relata como propia de países del este. Por
su parte, en ausencia de adultos en el hogar, se experimenta con
diversos criterios de reparto de las tareas entre hermanos y
hermanas: la edad, el sexo, las habilidades o la
deliberación (?quien tenga razón?).
En la perspectiva de resistencia a la igualdad se
observa la queja porque las hermanas participen menos (que los
padres no las obligan) lo que obliga a trabajar más al
chico; mientras que la posición por la igualdad apuesta por
el modelo deliberativo entre hermanos y hermanas poniéndose
ambos en el lugar de los padres. Todos estos matices en la
colaboración que dicen prestar para la gestión de los
hogares hacen surgir la cuestión de estar ante una
situación especial, diferente de la que viven los
compañeros o compañeras autóctonos e incluso de la
que realizan sus homólogos en los países de origen.
Desde este presupuesto se llega a considerar
a los autóctonos como vagos o aprovechados, además de
discriminatorios respecto a las hermanas; por el contrario, ellos
mismos se autoperciben como protagonistas de un
cambio.
– Vivencias del espacio-tiempo de
ocio:
En cuanto al tiempo de ocio, se reconoce que, en
general, existe mayor libertad para los chicos pero, a la vez,
una creciente participación de las chicas. Por otra parte,
también se manifiesta un fuerte contraste en la
utilización de este tiempo y espacio de socialización
alejado de la instancia familiar entre el comportamiento de los
jóvenes inmigrantes y los autóctonos, aunque un sector
de aquellos estaría asimilándose a las pautas de
éstos. En opinión de la posición resistente a la
igualdad, los jóvenes autóctonos, tanto chicos como
chicas, están descontrolados de la familia (toda la noche
fuera de casa), y éstas presentan todavía más
comportamientos de exceso (fumar, beber) que los chicos. Por el
contrario, el modelo de ocio migrante habría optado por la
moderación (?salir y divertirse sin armar jaleo?), bajo el
influjo de las enseñanzas de la familia tradicional. Para
este sector, las chicas adolescentes migrantes deberían
tener mayor control que los chicos porque no pueden o no saben
defenderse por sí mismas (consideración de menores de
edad). Sin embargo, para el sector que apuesta por la igualdad,
la misma situación de discriminación contra las
chicas estaría sucediendo en España entre los
inmigrantes y los autóctonos, igual que ocurre en los
países de origen, por lo que la desigualdad es generalizable
a pesar de la libertad que han ido consiguiendo las mujeres en
ambos lugares; situación que debe cambiar hacia la
igualdad.
– La salida del hogar paterno: el inicio de la
autonomía.
El punto crucial de la autonomía de cada persona es
la salida del hogar familiar para formar otro (sea en
situación de convivencia con otra u otras personas o para
vivir sola). En este punto coinciden los dos sectores en que la
posición tradicional de control a la mujer hasta que se casa
(pasar a estar bajo el cuidado de otro hombre) es la habitual en
sus países de origen, teniendo el hombre mayor libertad.
Pero la situación en la inmigración está
recibiendo un vuelco enorme, de modo que la chica migrante ha
adquirido una libertad de movimiento impensable en el
país de origen, aunque siempre bajo la atenta mirada de los
adultos o hermanos varones. No se plantea la ruptura del modelo
familiar tradicional pero sí una transformación con
efectos aún no contrastados sobre la capacidad de
autonomía de las chicas.
b) ¿Pueden ponerse barreras al amor?:
En el grupo de chicas migrantes en FP, realizado en
Barcelona, se encuentran frente a frente el sector de
latinoamericanas y el sector de las procedentes de países de
mayoría islámica. Entre ellas abordan la temática
de la sexualidad desde las
perspectivas, por una parte, de la complementariedad de las
diferencias y, por otra, desde la de resistencia a la
imposición del modelo uniforme de ser mujer moderna.
Respecto a la posibilidad de iniciar y establecer ?relaciones?
entre chicos y chicas con diversas procedencias, terminen o no en
la formación de parejas estables, la repuesta del sector de
chicas latinoamericanas es decididamente positiva: ni la familia,
ni ninguna otra instancia exterior puede impedir una
relación afectivo-sexual libremente acordada entre chico y
chica. Es decir, la creación del nuevo hogar no es ya
cuestión de los padres, sino que aparecen nuevos sujetos
decisorios: tanto el chico como la chica y son capaces de
establecer un nuevo espacio de privacidad conjunto y
autónomo. Por su parte, la respuesta del sector de chicas
que se consideran musulmanas es la aceptación resignada
(´no me gusta?) de la ingerencia familiar en la
elección o el compromiso de la nueva pareja, con la dinámica de vigilancia y
castigo para cualquier otra relación; se desea un cambio
pero para ello no se cuenta con el apoyo de los mayores (tienen
la cabeza machacada), sino sólo con una parte de los chicos
socializados en la migración.
Cuando las relaciones entre sexos se consideran al
externo de las comunidades, la divergencia se hace aún mayor
entre ambas posiciones. Para el sector de chicas latinoamericanas
se trata de participar en la tendencia de futuro que ya ha
comenzado (?el mestizaje?), es decir, la expansión y la
complementariedad enriquecedora10. Sin embargo el
límite de la religión aparece en toda su crudeza en
el planteamiento de las chicas musulmanas porque presupone que en
todo compromiso se acepta por ambos la religión del hombre.
Por tanto, una chica musulmana nunca se podrá casar
legítimamente si no es con un creyente. Así, para las
primeras ?en el amor no hay barreras?,
mientras que para las segundas ?no hay posibilidad de ?otra?
pareja. Unas utilizan un lenguaje laico y
étnico-nacional (español, colombiana, extranjeros,
etc.) y las otras, religioso (musulmán, cristiano, creyente,
infiel11). Esta divergencia suele paralizar el propio
planteamiento del diálogo, más allá
del aspecto informativo sobre las mismas diferencias.
La intención del texto ha sido proponer algunos
elementos extraídos del propio discurso de sectores de
chicos y chicas adolescentes, migrantes y autóctonos, para
pensar la situación sobre la que están construyendo su
proceso de su identidad. En ningún modo se trata de cerrar
el cuadro, sino de abrir el debate. Lo encontrado es punto de
partida y no situación final que valga para ser repetida de
modo invariable.
*CONGRESO: SER ADOLESCENTE HOY. Madrid, 22-24 de
noviembre, 2005. Día 22: Mesa Redonda: ?La perspectiva
comparada?
1. Colectivo Ioé, integrado por Miguel Ángel
de Prada, Walter Actis y Carlos Pereda, es un equipo de
investigación sociológica radicado en Madrid. Comunicaciones:
ioe[arroba]colectivoioe.org
Consultas: www.colectivoioe.org
2. El Informe Juventud en España 2004.
Condiciones de vida y situación de los jóvenes,
INJUVE, enero 2005, considera grupo juvenil el comprendido entre
los 15 y los 29 años. En el Padrón municipal de 2003,
dicho grupo juvenil de inmigrantes suponía el 31% del total
de los extranjeros mientras que los jóvenes españoles
eran el 21,4% de la población total. En ambos casos, el
subgrupo de 25 a 29 es el más numeroso y el de 15 a 19 es el
menor; aunque esta tendencia de mayor representación del
sector de jóvenes-adultos se acentúa en los
inmigrantes, dado que suponen la mitad del total.
3. DOLTO, F., La causa de los adolescentes , Seix
Barral, Barcelona, 1990, pág. 11.
4. Colectivo Ioé, Infancia moderna y desigualdad social,
Documentación Social, 74, 1989.
5. COLECTIVO IOÉ, Inmigración, género y
escuela, CIDE-Instituto de la Mujer, Madrid, 2005.
6. Esquema basado en CONDE, F., La mirada de los padres:
crisis y transformación
de los modelos de educación de la juventud, CREFAT,
Madrid, 2002, pág. 84.
7. Ver, DUSSEL, E. (2000), en LANDER, E. (comp.),
págs. 41-53. Para E. Dussel, la división entre Primer y
Tercer mundo, desde el punto de vista cultural, refiere a la de
Europa Moderna como ?centro? de la historia mundial y a la constitución de
todas las otras culturas como ?su periferia?. Aunque toda cultura
es etnocéntrica, el etnocentrismo europeo moderno es el
único que pretende identificarse con la
universalidad-mundialidad. La superación de este
dilema implica negar el mito civilizatorio y negar la
inocencia de la violencia moderna sobre los ?otros?. De ese modo,
la modernidad y su alteridad negada (las víctimas) se
co-realizarán por mútua fecundidad creadora. El
proyecto ya no es la modernidad sino la trans-modernidad:
una co-realización de lo imposible para la sola
modernidad; co-realización de solidaridad del centro/periferia;
mujer/varón; diversas razas; diversas etnias; diversas
clases; cultura occidental/culturas del mundo periférico?,
no por pura negación (de una de las partes), sino por
incorporación desde la alteridad.
8. Las actitudes de los españoles ante la
inmigración, según los resultados del Barómetros
de opinión del CIS, han ido experimentando un incremento
espectacular del grupo de reacios ante la inmigración
(se han triplicado entre los años 2000 y 2004), a costa de
los ambivalentes y situándose próximos a los
tolerantes (39%). A esta situación hace referencia el
título del trabajo de CEA D?ANCONA, Mª. A. (2004):
La activación de la xenofobia.
9. En la investigación realizada en el Sureste de
la Región de Murcia, los sectores migrantes que abandonan el
sistema escolar al finalizar la enseñanza obligatoria
para insertarse en el mercado laboral estarían
reproduciendo las posiciones de la primera generación, y
quienes han cursado otros estudios, como los de Garantía
social, estarían encontrando dificultades para una
inserción distinta al destino ?natural? que se prevé
para la inmigración. Ver PEDREÑO, A. (Coord.): 2005,
pp. 187-188.
10. Posiciones próximas a esta propuesta son las de
E. Dussel (co-realización; ver nota 7) y la de F.
Dassetto (co-inclusión), en DASSETTO, F. "Más
allá de la interculturalidad: los retos de la
co-inclusión", en CIDOB, Nº 66-67, 2004, págs.
99-111.
11. Entre las chicas musulmanas del grupo hay
mayoría de Marruecos en donde, según Laura Feliu, el
elemento religioso islámico habría cobrado en la
década de los 90 una mayor presencia en el discurso de todas
las asociaciones de mujeres y grupos políticos y sociales,
frente a la referencia ?universalista? (derecho internacional) que
utilizaba la mayoría progresista en la década de los
80. Ver, FELIU, L., El jardín secreto. Los defensores de
los derechos humanos en
Marruecos, Catarata Madrid, 2004, págs. 354 y
383.
Miguel Ángel de Prada
(Colectivo Ioé)1
Equipo de
investigación sociológica ubicado en Madrid y compuesto
por Carlos Pereda, Walter Actis y Miguel Ángel de
Prada.
URL: http://www.nodo50.org/ioe/
El contenido del presente trabajo está gobernado
por la siguiente Licencia de Creative Commons: ver
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0