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Jóvenes del barrio de Nazaret (Valencia)




Enviado por Colectivo Ioé



    Colectivo Ioé

     

    Introducción

    El presente documento forma parte de un estudio más
    amplio sobre la situación y problemática de los
    jóvenes del barrio de Nazaret (Valencia). Hace varios
    años la Asociación de Vecinos decidió poner en
    marcha una serie de intervenciones sobre tres sectores que se
    consideraban estratégicos: las mujeres, los jóvenes y
    los ancianos. En el primero de estos casos ya se llegó a la
    publicación del estudio correspondiente en 1992 (1). El
    estudio sobre la juventud se inició en el
    curso 1994–1995 y dió lugar a un informe provisional elaborado por
    un grupo de alumnos de la
    Escuela Universitaria de
    Trabajo Social, coordinado por
    Sió Planas (2). Este informe recoge los resultados iniciales
    obtenidos a partir del "método de audición",
    sistematizado por el sociólogo Marco Marchioni, que
    también había sido aplicado en el estudio sobre las
    mujeres (3).

    Al iniciarse el curso 1995–1996, los miembros de
    la Asociación de Vecinos encargados del proyecto consideraron conveniente
    introducir una línea de investigación complementaria
    a la ya iniciada mediante el método de audición; los
    resultados obtenidos por esta vía, en efecto, se situaban en
    un plano descriptivo y reflejaban con bastante detalle las
    situaciones particulares de los jóvenes entrevistados, pero
    no permitían obtener una explicación de lo que les
    estaba pasando. Tras varias conversaciones mantenidas con
    Colectivo Ioé, se nos encargó elaborar un informe
    interpretativo que tomara como punto de partida, de una parte,
    los resultados ya obtenidos de las entrevistas con jóvenes y
    "testigos privilegiados" y, de otra, dos nuevas exploraciones
    cualitativas: un grupo de discusión y un grupo triangular
    con jóvenes representativos del barrio.

    Las ochenta entrevistas o "coloquios de calle" ofrecen
    un material poco productivo desde el punto de vista del análisis (4); por otra
    parte, el diseño de las entrevistas
    no respondía a criterios de muestreo ni trataba de reflejar
    una tipología previamente definida, por lo que no se puede
    garantizar su representatividad. En cuanto a las entrevistas con
    "testigos privilegiados", se grabaron y después se
    transcribieron literalmente; en este caso, los resultados son
    más expresivos y permiten conocer cómo se posicionan
    algunos de los agentes sociales más importantes del barrio
    en relación con los jóvenes (5). Por último, en
    cuanto a las técnicas de grupo aplicadas
    para elaborar el presente informe, se realizó primero un
    grupo de discusión con diez jóvenes representativos de
    las características medias de la juventud del barrio y
    después un grupo triangular con tres jóvenes que
    parecían representar diversas posiciones de liderazgo relevantes dentro
    del barrio (ver ficha técnica de ambos grupos en Anexo6). Mientras la
    técnica del grupo de discusión trata de captar las
    opiniones, actitudes y expectativas que
    prevalecen de forma consolidada en la mayoría de los
    jóvenes, el grupo triangular abre el campo de los discursos a las matizaciones,
    a las diferencias entre posiciones contrapuestas y, por tanto, a
    los posibles conflictos y disensos entre
    los sujetos, puntos claves en una posible estrategia de intervención y
    comunicación en la sociedad (7).

    La finalidad principal del presente informe es ofrecer
    una interpretación global de
    la problemática de los jóvenes del barrio de Nazaret.
    Para ello, se parte de un análisis de las cuestiones
    planteadas por los propios jóvenes y, sobre esa base, se
    avanza una interpretación que pretende explicar la
    génesis social de las situaciones y procesos descritos .
    Evidentemente este tipo de análisis es arriesgado ya que
    implica, no solo un punto de vista sobre el papel jugado por los
    jóvenes, sus familias o las personas e instituciones que les son
    más próximas, sino una valoración de la influencia
    ejercida por el conjunto de la sociedad de la que forma parte el
    barrio de Nazaret y, en particular, su juventud; es decir,
    queremos sobrepasar el análisis textual de los discursos (lo
    que dicen los jóvenes) y adentrarnos en el análisis
    contextual: por qué los jóvenes piensan así,
    cómo se engarzan sus motivaciones manifiestas con las
    estrategias de poder desplegadas por otros
    agentes sociales y, en definitiva, desde qué claves es
    posible explicar sus trayectorias de vida.

    El informe lo dividimos en tres partes
    interrelacionadas, seguidas de un capítulo conclusivo. El
    primer capítulo describe la posición ocupada por los
    jóvenes en el mercado de trabajo y en la vida política a fin de establecer
    cuáles son sus coordenadas en el marco de las estructuras económicas y
    políticas que hoy
    configuran la vida española (y en concreto la situación de
    los jóvenes en barrios periféricos como
    Nazaret). El segundo capítulo recoge la percepción que tienen los
    jóvenes en torno a las principales
    instituciones presentes en el barrio; estas instituciones no
    sólo constituyen el marco próximo en el que se
    desarrolla su vida cotidiana sino que tienen efectos muy
    importantes en la configuración de su identidad como ciudadanos. El
    tercer capítulo resume las respuestas que dan los propios
    jóvenes a la situación en que viven; después de
    sintetizar las principales posiciones detectadas, tratamos de
    encontrar el significado, alcance y repercusiones que tienen las
    diversas formas de pensar y situarse en la vida. Por último,
    el capítulo cuarto ofrece algunas propuestas de
    intervención sobre la problemática juvenil y plantea
    diversas cuestiones que quedan abiertas y sobre las que invitamos
    a reflexionar a los propios jóvenes y a cuantas personas
    están interesadas en abordar y resolver sus problemas.

     

    1. Jóvenes sin oficio ni
    beneficio. Entre la inserción
    laboral precaria y la
    marginación política

    En este primer capítulo vamos abordar dos puntos
    centrales de la vida social: la posición económica y el
    protagonismo político de los jóvenes presentes en el
    barrio de Nazaret. En las sociedades de mercado el trabajo remunerado es el
    principal medio para obtener los recursos necesarios para vivir y,
    en esa medida, para asegurar la inserción social. Por otra
    parte, ante los problemas que se plantean, son las instituciones
    políticas las principales responsables de facilitar
    vías de participación a los ciudadanos a fin de que
    encuentren las soluciones oportunas.
    ¿Encuentran empleo en condiciones dignas
    los jóvenes del barrio de Nazaret?; caso de no encontrarlo,
    ¿participan politícamente para resolver su problema?;
    por último, si la respuesta a ambas preguntas es negativa,
    ¿cómo explicar el conformismo de los jóvenes ante
    la exclusión social que
    padecen?.

    Una primera constatación es que los jóvenes
    encuentran grandes dificultades para conseguir un empleo, por lo
    que muchos se hallan en situación de paro intermitente o de larga
    duración. Si la tasa de paro entre los jóvenes de la
    Comunidad de Valencia llega al
    17% (8), en el caso de los jóvenes del barrio de Nazaret el
    volumen de paro es mucho
    mayor. Tanto en los grupos y entrevistas realizados con
    jóvenes como en las entrevistas a informantes privilegiados
    del barrio, el principal problema que se plantea es la escasez de empleo remunerado
    (9):

    "–El paro es un problema bastante grave que
    hay aquí en Nazaret.

    –Nazaret tiene un alto índice de
    alfabetismo, entonces pues hay muchísima gente en el paro.
    Por ejemplo, yo desde hace quince días, todo sea dicho de
    paso (risas).

    –Lo de ser analfabeto no tiene nada que ver
    porque yo llevo cinco años en el paro y ya es…"
    (GD,15–16).

    "Nosotros vamos al parque que llaman del cine.

    Como no trabajamos pues no podemos ir al pub, donde
    consumir lo más barato son doscientas pelas, por lo que
    nos reunimos en los parques" (Entrevista con joven en paro
    de 22 años).

    "El mayor problema de los jóvenes es la falta
    de trabajo. Todo el mundo sabe que los jóvenes
    desempleados son el sector de población de mayor
    riesgo para otras historias"
    (Entrevista con trabajadora social).

    En segundo lugar, de los jóvenes que trabajan la
    mayoría consigue empleos precarios, bien en la economía sumergida o mediante contratos temporales poco
    remunerados:

    "–Yo trabajo pero no estoy asegurado ni nada.
    Gano dinero.

    –Así estamos todos.

    –Yo, después de cinco años
    trabajando en Consellería, me he ido a la calle. Entonces,
    pues eso, yo también estoy en el paro pero sigo haciendo
    cosas en mi casa con mi ordenador, intentando pues eso,
    buscarme un poco la vida" (GD,37–38).

    Los jóvenes constatan un proceso de desregulación
    del mercado de trabajo que a ellos les afecta negativamente. En
    su opinión, el gobierno estableció los
    "contratos basura" para favorecer el
    empleo juvenil, pero el resultado no ha sido ése porque el
    paro sigue creciendo y los empresarios se ven con las manos cada
    vez más libres para hacer y deshacer en función de lo que "a ellos
    les interesa". Esta situación habría sido favorecida
    por la política económica del
    gobierno socialista:

    "–Pero es que yo creo que a los empresarios
    les interesa que esté esta situación, a ellos les
    interesa tener a un trabajador, yo que sé, que te paguen
    una porquería, sin asegurar. Si ellos ganan dinero
    así…

    –¡Claro!

    –Ellos no quieren poner límite a esta
    situación.

    –Claro, por eso a mí no me gustan los
    socialistas, porque han hecho todo más a favor del
    empresario que del
    trabajador. Aparte de que ya no hay trabajo, encima el poco que
    hay lo ponen a favor de ellos.

    –Mira, es que a mí se me cae la cara de
    vergüenza, de verdad" (GT,21).

    En este proceso de desregulación del mercado de
    trabajo, algunos jóvenes manifiestan un temor en
    relación al futuro: los políticos acabarán
    justificando el despido libre como otro medio para incrementar el
    empleo, sin considerar que existen bastantes familias donde la
    única vía efectiva y continua de ingresos es el puesto de trabajo
    estable del padre de familia:

    "–Sólo falta que hagan el despido libre,
    entonces ya…. Estamos esperando a que suban y digan: 'despido
    libre'.

    –Y así se crearán más puestos
    de trabajo con el despido libre.

    –Si te ponen el despido libre, ya lo que
    faltaba: tienes pocos derechos

    La familia esa, que
    sólo vive del padre porque tiene un trabajo fijo, si le
    ponen el despido libre, le tiran también a la calle.
    Quiero decir, que si se creen que van a crear más empleos
    con el despido libre, puede ocurrir lo mismo que con los
    contratos basura: ¿Se crearon
    más puestos de trabajo?. Pues no, no se crearon más,
    todo lo contrario, hay más gente en el
    paro.

    –Ahí sólo abusan y siguen ganando
    los empresarios" (GT, 9).

    Entre los buenos empleos, a los que sólo acceden
    jóvenes del barrio en casos excepcionales, y las situaciones
    de paro de larga duración, existe una amplia gama de
    situaciones laborales. En los escalones más bajos aparece el
    trabajo de carácter temporero en la
    agricultura y en algunas
    ocupaciones como la descarga de trailers y el servicio doméstico; pero
    todavía más abajo aparecen otras ocupaciones de
    carácter sumergido y a veces directamente ilegal como la
    prostitución, la mendicidad,
    el tráfico de droga, el robo,
    etc.:

    "–Tus amigos están bastantes colocados,
    pero otros se meten en la chu-chu (hace la señal de
    inyectarse droga en la vena del brazo), eso lo he visto yo por
    donde vivo, que para buscarse la vida tienen que ir a buscar la
    tontería esa. Porque vosotros tenéis dinero, pero hay
    algunos que no tienen dinero para nada. Porque algunos colegas
    míos, que tampoco tienen trabajo, p’a buscarse la
    vida están todo el santo día buscando y no encuentran
    nada. Entonces se buscan salidas como la de robar, que
    también ya roban, venden droga, aunque sea para seguir
    viviendo. Yo pienso esas cosas. Vosotros no sé qué
    pensareis.

    –Porque también hay gente que no tiene
    ayuda de los padres, eso es verdad"
    (GD,55–56).

    Los jóvenes incluyen o excluyen en su búsqueda
    de trabajo estas ocupaciones dependiendo del estatus
    socio–económico de las familias y de cuál sea su
    grado de asimilación de la cultura dominante. En todo
    caso, se observa una notable fragmentación del mercado de
    trabajo ("hay muchos tipos de jóvenes en el
    barrio").

    Como consecuencia de lo anterior, se produce una intensa
    competitividad en el 9 9
    mercado de trabajo. Pero cuanto mayor es la demanda de empleo, mayores y
    más exigentes son los requisitos que ponen los empleadores.
    En consecuencia se revaloriza la formación para el empleo y
    todos aquellos medios que pueden conducir a
    la consecución de un puesto de trabajo. En este sentido,
    como en general le ocurre a la juventud de la Comunidad
    Valenciana (10), se constata la importancia estratégica que
    tiene el estatus familiar para obtener un empleo. Aquellos que no
    tienen ayuda familiar están particularmente desprotegidos y
    se ven obligados con frecuencia a buscar salidas extremas "para
    seguir viviendo" ("algunos no tienen dinero para nada… porque
    hay gente que no tiene ayuda de los padres").

    Desde una perspectiva histórica, los jóvenes
    observan que ha habido una importante transformación
    generacional en relación al mercado de trabajo: sus padres
    tenían condiciones de trabajo precarias y ganaban poco
    dinero, pero no les faltaba alguna ocupación (y a veces
    varias); ellos, en cambio, tienen grandes
    dificultades para conseguir abrirse camino en el mercado de
    trabajo. En cuanto al futuro, las perspectivas no son
    halagüeñas pues lo que observan que el trabajo
    será cada vez más rotativo (unos meses trabajando y
    otros en paro) y, en todo caso, aumentará la competitividad
    laboral.

    La posición de los jóvenes en relación a
    la vida económica es marginal. El papel protagonista
    corresponde a los empresarios, a la gente que puede invertir y
    montar negocios. En cuanto al
    Estado y a los sindicatos, su papel es de
    mediación: son los encargados de regular la vida
    económica. Precisamente, ante el grave problema laboral que
    padecen los jóvenes del barrio, se acusa al Estado y a los
    sindicatos de haber colaborado con un proceso que sólo o
    principalmente beneficia a la patronal. La legislación laboral, con el
    apoyo de los sindicatos, ha apoyado y legitimado unas reformas
    que benefician a los empresarios a costa de los
    trabajadores:

    "–Antes sabías que te contrataban, te
    hacían fijo y ya está. Pero ahora no tienen la
    necesidad de hacerte fijo, ¿para qué te van a hacer
    fijo?. Yo no haría fijo a nadie si fuera empresario,
    claro.

    –¡Ala! –No, no, no.

    –¡Ala! –Hay que ser realista y si
    tú me trabajas por sesenta debido a que tienes dieciocho
    años, no voy a pagar a éste ciento veinte que es
    mayor y además es especialista.

    El empresario trabaja por maximizar los beneficios,
    no es Cáritas, ¿me entiendes?.

    –Es cruel, pero es cierto.

    –Es una cosa estatal, es una cosa de ley.

    –Dónde está la ley, está la
    trampa, ¿no?.

    –Una cosa de ley, no hay
    más.

    –Hecha la ley, hecha la
    trampa.

    –Y encima hecha por los sindicatos, por lo
    que decías de los sindicatos, que los sindicatos fueron
    los que firmaron el acuerdo.

    –El acuerdo de los contratos basura".
    (1GD,72–73).

    En cuanto a la vida política, los jóvenes del
    barrio de Nazaret se encuentran también en una posición
    marginal. En este caso el principal protagonismo se atribuye al
    Estado a través de los diferentes niveles y órganos de
    la administración pública:
    la administración central
    y autonómica, el ayuntamiento de Valencia y los diversos
    recursos y personas presentes en el barrio que dependen de la
    administración.

    Ante los problemas y deficiencias de todo tipo que se
    observan en el barrio, los jóvenes remiten continuamente a
    los políticos, en tercera persona plural ("ellos"). En
    principio todos parecen ser conscientes de que la administración
    tendría que representar y defender los intereses generales
    de la población, en concreto los intereses de los vecinos
    del barrio de Nazaret; sin embargo, a la luz de su experiencia, los
    jóvenes observan que los políticos les tienen
    "abandonados".

    Para algunos, este abandono representa "el mayor
    problema":

    "Pero yo creo que el mayor problema es el olvido
    político, han entrado los que están, yo no me meto en
    política, y se han olvidado de nosotros"
    (1GD,12).

    Cuando los jóvenes observan las grandes diferencias
    existentes entre las zonas urbanas, donde viven los ricos, y los
    barrios marginales como Nazaret, plantean abiertamente la
    sospecha de que entre la "gente de pasta" y los políticos
    ("la gente que mueve el cotarro") existe una convergencia de
    intereses: ambos sectores son los que viven precisamente en las
    zonas mejor urbanizadas:

    "–Los políticos nos tienen marginados,
    pero luego sales por ahí y te encuentras con una
    urbanización que hay cuatro familias y hacen unos accesos
    superbonitos.

    Pero aquí ni jardinería ni nada. Quiero
    decirte que cuando les interesa sí que lo saben hacer,
    porque vas a Rochefort, te vas a todos esos sitios de ahí
    y para cuatro personas que viven la verdad es que lo tienen
    todo super, unos jardines del ayuntamiento pagados, bueno…
    Entonces, vienes aquí, donde viven muchísimas
    personas, y está casi todo por hacer…, porque es un
    barrio trabajador y ahí supongo que será un barrio de
    gente de dinero.

    –Cada vez que hay una porquería del tipo
    prostitución, droga, travestis, lo sacan fuera. Y es que
    la gente de pasta, la gente que mueve el cotarro en el
    ayuntamiento vive en esos barrios bien cuidados, ahí en
    Rocafort o en una zona de esas" (1GD,29 y 34).

    Tanto los jóvenes como los profesionales y diversas
    personas representativas del barrio a quienes se ha entrevistado,
    consideran que los problemas de tipo laboral, de protagonismo
    político y, en general, de inserción social, no son
    exclusivos de los jóvenes del barrio de Nazaret sino
    extensibles a la mayoría de los jóvenes españoles.
    Esta afirmación se suele hacer para relativizar el problema;
    sin embargo, remite a una cuestión que nos parece
    fundamental: las trayectorias laborales de los jóvenes no
    pueden ser interpretadas sólo como un asunto de tipo
    personal o familiar, sino como
    resultado o efecto de una situación estructural de la
    sociedad española. Pero reconocer esto no debería
    conducir a los afectados a cruzarse de brazos ("mal de muchos
    consuelo de tontos"); más bien los debería movilizar
    para actuar en dos frentes: el individual ("buscarse la vida", lo
    que es insoslayable) y el colectivo ya que se trata de un
    problema que afecta a la estructura de la sociedad,
    asunto que solo puede resolverse mediante decisiones
    políticas.

    Desde la implantación del sistema democrático,
    coincidente con el fin de la expansión del capitalismo internacional de
    postguerra, se han producido en España varios ciclos
    económicos: recesión hasta 1985, crecimiento hasta 1991
    y nueva crisis a partir de 1992
    seguida de una ligera y discutible recuperación a partir de
    1994. Más allá de los altibajos coyunturales, se ha
    producido una expansión de la precarización social y se
    han mantenido o reforzado importantes mecanismos de desigualdad
    entre los que destacamos los siguientes: desarrollo de un paro
    estructural masivo que afecta a más del 20% de la
    población activa y, en el caso de los jóvenes, a
    más del 40%; aumento de la polarización de ingresos y
    precarización de las condiciones de trabajo entre los
    asalariados de escalas más bajas; expansión de las
    formas de empleo temporal que representan en España el 35%
    de la fuerza de trabajo asalariada;
    mantenimiento de un importante
    foco de economía sumergida (aproximadamente el 30% de los
    ocupados), etc. Como consecuencia de todos estos factores, la
    riqueza nacional y en particular el trabajo, siguen estando
    repartidos muy desigualmente entre los españoles.

    Por otra parte, el encarecimiento progresivo de la
    vivienda repercute sobre todo en los sectores de menores
    ingresos, cortando las posibilidades de emancipación y de
    ascenso social de las generaciones jóvenes, como se constata
    con especial intensidad en el barrio de Nazaret.

    Los nuevos contratos temporales y las medidas de
    flexibilización del despido favorecen la precariedad y
    eventualidad como notas características del empleo juvenil,
    por lo que se provoca una dinámica de rotación
    laboral, subempleo y paro que hace imposible para muchos
    jóvenes una transición normalizada a la vida adulta,
    viéndose obligados a permanecer en la casa paterna o bien a
    emprender itinerarios marginales como la prostitución, la
    mendicidad, el tráfico de drogas y de objetos robados,
    etc. Desde el punto de vista político, el régimen
    democrático surgido de la constitución de 1978 es
    resultado de una tensión social creciente entre las fuerzas
    sociales agrupadas en torno al franquismo y el conjunto de
    movimientos, nucleados por los partidos y sindicatos de
    izquierda, que se recompusieron en la clandestinidad y a los que
    más tarde se unieron sectores "progresistas" de la
    burguesía. "Lo que podríamos llamar 'coalición de
    la transición', o conglomerado de fuerzas políticas y
    sociales procedentes del antiguo régimen y de la
    oposición que impulsa el proceso de tránsito, comparte
    el objetivo de un cambio
    político (la instalación de una democracia liberal) dentro del
    sistema económico y social preexistente (que puede ser
    reformado pero no transformado sustantivamente)" (11).

    La transición a la democracia, resultado de este
    proceso, permitió establecer un marco de suficiente
    legitimidad social para las estructuras socioeconómicas
    preexistentes. Como había ocurrido en otros países
    europeos después de la segunda guerra mundial, la
    "cuestión social" derivada del enfrentamiento de clases se
    intentaba resolver, en beneficio de la hegemonía burguesa,
    desde un reforzamiento del papel regulador del Estado y mediante
    una estrategia de "reformas y desproletarización" de las
    capas populares (12). Por ejemplo, en el caso de los jóvenes
    del barrio de Nazaret la identidad social que aparece con
    más fuerza es la de "ciudadanos", sujetos de derechos y
    deberes en relación a un Estado que representa y defiende
    los intereses generales de la población. Queda muy
    desdibujada, en cambio, una posible identidad obrera, con
    intereses propios y nucleada en torno a organizaciones sindicales y
    políticas (13).

    Del desarrollismo franquista a las más actuales
    tendencias del capitalismo español hay una línea
    de continuidad del entramado de poder social que pervive,
    transformándose y legitimándose, en las nuevas formas
    democráticas. Como señalaban en una cita los
    jóvenes del barrio de Nazaret, en el momento de la
    transición se produce una cooptación del movimiento obrero en base a
    los planteamientos clásicos del "Estado del Bienestar": los
    representantes de los asalariados aceptan la economía de
    mercado a cambio de diversas contrapartidas (libertad sindical,
    regulación estatal de la economía, etc.). En esta
    evolución de la
    política española el protagonismo no corresponde tanto
    a las clases cuanto a los actores organizados, sociales y
    políticos, a sus estrategias e intereses. Unos pocos
    partidos y sindicatos mayoritarios se imponen como representantes
    de la voluntad general, relegando a la marginalidad política a la
    mayoría de la población. Los movimienatos y
    asociaciones de carácter local y popular, como las
    asociaciones de vecinos y los movimientos estudiantiles,
    experimentaron una notable expansión al final del
    franquismo, adoptando un carácter participativo y
    frecuentemente asambleario, para dar paso después a una
    desmovilización y despolitización: "el mecanismo
    consensual provocó por su propia naturaleza una irrefrenable
    inclinación al comportamiento político
    no–público. Pactos y acuerdos se ofrecían como
    resultado de un proceso al que se asistía como mero
    espectador" (14). La nueva institucionalidad democrática
    tiene así un doble efecto contradictorio: desmoviliza,
    atomiza, hace dependientes a los más débiles; pero no
    puede olvidarse completamente de ellos porque necesita
    legitimidad social, lo que la lleva a salir al paso de sus
    problemas y ofrecer cauces controlados de
    participación.

    Un cauce de participación son las consultas
    electorales que, debido al momento de precampaña en que se
    aplicó el grupo de discusión, fue objeto de
    polémica entre los reunidos. Teniendo en cuenta que las
    sucesivas elecciones no han servido para solucionar el problema
    del paro, el hecho de ir a votar es vivido con ambivalencia. Si
    votas, legitimas a los políticos que salen de las urnas
    pero, si no votas, desaprovechas "la única arma que tienes"
    y que puede contribuir a un cambio de poítica:

    "–Pues yo estas elecciones no voy a votar.
    Para que hagan lo mismo otra vez, yo paso de votar. Si ellos
    quieren votar que voten, pero yo no voto. P’a quedarme
    otra vez en la calle, sin encontrar un trabajo, paso de
    votar.

    –Sí, pero ese es un derecho que… Es la
    única arma que tienes.

    –Siempre te dicen lo mismo: que te van a dar
    mucho trabajo y van a cambiar las cosas, pero es
    mentira.

    –No, pero no están de por vida,
    están cuatro años. Tú votas a unos y, si no te
    convencen, votas a otros" (GD,78 y 83).

    Por otra parte, ante el vacío y la crisis de
    identidad de los movimientos e ideologías tradicionales de
    la izquierda, surgen nuevos movimientos sociales que introducen
    otros códigos de identidad y nuevas oposiciones
    (Estado–Sociedad Civil, Norte–Sur,
    industrialismo–ecología, etc.). Se trata de
    movimientos plurales y poco coordinados entre sí, que
    critican la idea del desarrollismo a ultranza, en contra de la
    naturaleza, y que muestran un fuerte sentido de la autonomía
    y descentralización (15).
    Por el momento son movimientos débiles desde el punto de
    vista organizativo y con una posición ideológica
    más bien subordinada, por lo que tienen poca influencia en
    la política española.

    Las múltiples redes asociativas presentes en el barrio de
    Nazaret se orientan principalmente a actividades del ocio y del
    tiempo libre o bien tratan de
    compensar las limitaciones de tipo educativo o cultural de las
    instituciones con competencias en esos temas. Los
    partidos y sindicatos mayoritarios apenas están presentes y,
    de los llamados nuevos movimientos sociales, existe un grupo
    ecologista (Marfull) y una asociación de vecinos con mucho
    arraigo en el barrio. La asociación Nazaret es conocida y
    valorada positivamente por una gran parte de los jóvenes del
    barrio, si bien se considera que su eficacia es bastante limitada
    ("ayudan un poquitín a unos cuantos"). Con escasos recursos
    y un gran esfuerzo de voluntad, un grupo de voluntarios
    desarrollan múltiples acciones puntuales y
    están dispuestos a apoyar las iniciativas que surgen entre
    los jóvenes:

    "–En la asociación hacen muchas cosas,
    yo qué sé, hay muchísimas actividades.
    Están dando repaso con chavales que van mal en los
    estudios, y cobran una miseria.

    Luego han creado un club deportivo, hay gente que
    juega al baloncesto, gente que juega
    al voleibol.

    Dan música y danza y hay una
    banda.

    –Una de las formas de rescatar a la gente es
    fomentando el deporte.

    –No, si yo siempre lo he dicho. Y el teatro, ahora hemos montado un
    cineforum, se han montado también charlas, mañana hay
    una muy interesante sobre urbanismo, no sé, un sinfín
    de actividades. Se ha hecho la escuela de adultos porque a las
    personas no se les puede enseñar si no saben lo
    mínimo, se les enseña a leer, se les enseña a
    escribir, luego se les dan cursos.

    Yo he acabado hace poco un curso de albañil. Y hacemos
    búsquedas de empleo para la gente que está en el
    paro, les hacemos un seguimiento, lo mandamos a un sitio lo
    mandamos a otro sitio.

    –Yo no había esto nunca aquí, pero
    un día e dijeron:

    'chica, pues vente al centro, pues vamos a pintar
    estoy tal'. Pues ayudas y pasas el tiempo y conoces a más
    gente y te relacionas.

    –La gente que suele venir se suele
    quedar.

    –Y aportas lo que puedes"
    (1GD,65–67).

     

    2. Instituciones para la
    inserción social: "El barrio no tiene
    ná"

    Al hablar sobre el barrio de Nazaret, los jóvenes
    se refieren al conjunto de instituciones y recursos de los que
    son usuarios y que les afectan más directamente en su vida
    cotidiana. En general prevalece en torno a ellos el discurso de la queja: el
    barrio es deficitario o tiene problemas de mantenimiento en casi
    todos los aspectos. Entre otros, destacan los
    siguientes:

    – Espacios lúdicos: sobran bares
    "carajilleros" ("en todas las calles hay cinco bares") y faltal
    pubs (sólo hay uno), discotecas, cafeterías, salas de
    juegos recreativos,
    hamburgueserías, etc. El único cine que había en
    el barrio lo cerraron hace tiempo y, del mismo modo, fue
    desmantelada y reconvertida en zona de servicios portuarios la
    hermosa playa que antes existía en la zona del barrio
    llamada Benimar. En cuanto al polideportivo, zonas verdes y
    parques, el barrio tiene algunas dotaciones importantes pero hay
    fallos importantes de mantenimiento. Como consecuencia de todos
    estos factores, el barrio no tiene ambiente y al llegar los fines
    de semana, la mayoría de los jóvenes sale a divertirse
    a otras zonas de Valencia. En las calles de Nazaret no queda
    nadie y parece un "pueblo fantasma":

    "–Pero es que yo creo que Nazaret el defecto
    que tiene es que no tiene ná.

    –Malvarrosa tiene la playa.

    –Nosotros teníamos una playa muy, muy
    bonita.

    –¿Qué puedes decir de Nazaret si
    hablas con alguien de fuera?, ¿qué le dirías de
    Nazaret, algo importante que haya en Nazaret?.

    –¡Bares!, ¡bares!.

    –Mira, hace cuarenta años a Nazaret
    venía toda la gente de Valencia aquí, no tienes nada
    más que ver los chalets de Benimar, los pedazos de chalets
    que hay ahí ¿no?.

    –Ni luchando podíamos salvar la playa,
    así que empezaron a pudrirla y, como ya estaba podrida,
    pues qué más dá.

    –¡Se han aprovechado!.

    –Es que eso, es que aquí no hay nada.
    Cuando yo llego de casa de mi novia los fines de semana es que
    me da algo, porque es que no hay nadie en las calles. Esto
    parece un pueblo fantasma" (1GD,22).

    – Equipamiento urbano: el barrio tiene los
    servicios mínimos en cuanto a educación, sanidad y vivienda (sobre
    todo hay escasez de viviendas baratas accesibles a los
    jóvenes con pocos recursos). Hace algunos años la
    administración derribó las "casitas de papel" (donde se
    traficaba droga), pero ahora han traído del centro a las
    "polonas" (prostitutas) que se ponen en la carretera que une el
    barrio con el puerto.

    Seguridad: los jóvenes se quejan de la poca
    presencia de la policía o de la guardia civil cuya
    permanencia estable contribuiría a crear en el barrio un
    clima de mayor seguridad:

    "–En el barrio falta un retén de
    policía.

    –¿Han quitado la guardia civil o es que
    yo…? –No, ya no está.

    –Entonces ¿quién hay aquí
    ahora? –Nadie. Están los okupas.

    –No, están los policías de barrio
    que están por la mañana dando una vueltecica por
    aquí. La furgoneta llega y deja a una pareja en cada
    barrio y luego los recoge" ( GD,3–5).

    Comunicaciones con el resto de
    Valencia
    : la imagen idílica de un pueblo
    playero rodeado de huertas, a donde acudían los veraneantes,
    ha dado paso a un "barrio–isla", rodeado de basuras y
    espacios portuarios peligrosos (contenedores, camiones, industrias mal olientes, solares
    abandonados y el lecho de un "río putrefacto" que no ha sido
    urbanizado adecuadamente). La conclusión a la que se llega
    es que los vecinos se sienten "rodeados" y la imagen del barrio
    que llega al exterior queda muy deteriorada ("como si tuviera
    el sida"):

    "–Luego un problema que tiene también en
    el barrio es que estamos rodeados, todo está lleno de
    basura por alrededor y estamos en medio, está Arlesa,
    están los contenedores y está el puerto. Con dirección al puerto
    pasan por aquí mercancías peligrosas.
    (…).

    –Malvarrosa también era un barrio
    problemático y, sin embargo, le han integrado dentro de
    Valencia.

    –Pues a mí me da la sensación de
    que es por el Plan Integral que le han
    dado.

    –La gente de Nazaret, oye, como si tuviera el
    sida, da vergüenza
    decir que eres de Nazaret.

    –Estaba yo hace un año haciendo la mili
    en Melilla y me dicen: 'Ah, ¿tú de dónde eres?'.
    'De Valencia'. 'Sí, pero ¿de qué barrio?'. 'De
    Nazaret'. '¡Macho…!' (risas).

    Y me lo decía uno que era de Malvarrosa,
    ¿sabes?.

    –También a mí me lo han comentado
    este barrio tiene esa fama vaya por donde vayas"
    (1GD,10).

    Los jóvenes reclaman de las autoridades competentes
    una solución a los problemas existentes en el barrio. En
    realidad no cuestionan el contenido o la orientación de los
    recursos sobre los que hablan, sino su escasa implantación.
    El barrio de Nazaret debería contar con más y mejores
    espacios de diversión y entretenimiento juvenil, una
    clínica o un centro de especialidades, un centro donde se
    imparta bachillerato y formación profesional reglada,
    viviendas sociales y mejores comunicaciones con el resto de la
    ciudad. Así mismo el barrio debería estar mejor dotado
    de centros comerciales, servicios de vigilancia policial y
    equipos de mantenimiento de las instalaciones y servicios
    colectivos (como el polideportivo o los jardines). Si todos estos
    servicios e instituciones funcionaran a pleno rendimiento,
    cambiaría la imagen del barrio, los niños y los jóvenes
    estarían a gusto, serían más educados y
    sabrían cómo emplear su tiempo libre de forma
    provechosa, se evitarían las peleas y el tráfico de
    drogas, etc.

    Los jóvenes aluden de pasada a dos instituciones
    que, según los informantes privilegiados del barrio, son
    centrales en los procesos de socialización: la familia y
    la escuela. A ellos habría que añadir los medios de
    comunicación y de consumo de masas, y el
    dispositivo tutelar, a los que nos vamos a referir a
    continuación por separado.

    La familia y la escuela

    Ya vimos en el capítulo anterior que el soporte
    familiar era necesario para asegurar una adecuada integración social de los
    jóvenes en situación de paro o subempleo pero,
    además, la familia es la principal encargada y responsable
    de enseñar a los niños a comportarse correctamente en
    sociedad ("educación cívica"):

    "–Basta con el hecho más tonto de tirar
    un papel al suelo, o sea, lo que tu no
    puedes pretender es que tu hijo no tire un papel al suelo
    cuando tu madre va por ahí al colegio comiendo pipas y
    tirándolas al suelo.

    –El hijo no es educado si los padres no lo
    son. Una cosa lleva a la otra.

    –No es cuestión de payos o gitanos.
    Es… Es una educación cívica que no tienen,
    ¿no?, porque ven una pared blanca, que le han pintado el
    día antes, y vas al otro día y está toda llena
    de nombres. Además, es propiedad privada y encima
    la pintan, yo no sé por qué la pintan.

    Hombre, tu haces lo que
    ves… Si los padres no están educados, los hijos no
    pueden estar educados, aunque se escolarizen y vayan al colegio
    y todo.

    –Yo creo que tampoco es culpa de los padres
    porque hay chavales que los padres están bien educados y
    son mucho más bestias que te puedes
    imaginar.

    –Habrá de todo, pero yo te garantizo que
    el noventa de los chicos que hacen destrozos, los padres son
    peores que los hijos, porque lo son. Además, lo ves, que
    va una madre con una nano pequeño por la calle y lo lleva
    por el lado de la carretera, es que va el enano se tropieza y
    empieza a pegar al nano que si te veo cruzar la calle, o sea,
    desde que ves eso hasta que ves pues eso que la madre va
    comiendo un caramelo y te tira el papel al suelo, entonces si
    la madre lo hace, lógicamente el niño lo hará.
    Como comer pipas, comer pipas en la calle es una cerdería,
    sin embargo lo hacen. Como las cacas de los perros, y yo tengo perros, pues
    es una cerdería.

    –Entonces, ahora tenemos que educarnos
    nosotros para que nuestras hijas y nuestros hijos sean más
    educados.

    O sea, me estoy poniendo igual que mi madre
    ¿eh?" (1GD,16–17).

    Es función de los padres educar, civilizar,
    normalizar a sus hijos. Estos conceptos aparecen reiteradamente
    tanto en los grupos y entrevistas con jóvenes como en las
    realizadas a testigos privilegiados del barrio. Pero,
    además, la familia juega un papel decisivo en el nivel
    afectivo: las familias "desestructuradas" tienden a generar en
    sus hijos problemas de autoestima y de convivencia,
    que se agudizan en los casos de familias con bajo nivel
    socio–económico:

    "Yo encuentro que a mis alumnos les falta afecto
    familiar, puesto que en la mayoría de los casos se trata
    de hijos de padres separados y de familias numerosas, con el
    consiguiente aislamiento que supone el no poder ser debidamente
    atendidos por los padres. Otra variable común por la que
    mantengo esta opinión es que muchos son hijos de padres de
    edad avanzada y pertenecen a familias con bajo nivel
    socioeconómico"
    (Entrevista con educador
    especializado).

    La segunda institución importante en el proceso de
    socialización es la escuela. Aunque el grado de
    escolarización de los actuales jóvenes es muy superior
    al que tenían sus padres, todavía es muy bajo en
    relación a la media de la juventud valenciana (16). Para
    conseguir un buen trabajo suele ponerse como requisito el
    disponer de un certificado de estudios, cuanto más elevado
    mejor, pero la escuela cumple también una misión complementaria de la
    familia en cuanto a la educación cívica de los
    alumnos:

    "En cuanto a los alumnos que vienen a la escuela,
    está claro que no es lo mismo educar a una persona que
    viene aseada, limpia, que educar a una persona que precisamente
    tienes que educarla en una serie de hábitos, aunque
    afortunadamente son casos aislados, pero, claro, si tienes que
    educar a una persona, enseñarla a leer, a escribir, no
    solamente has de educarla en eso, si no en todos los sentidos, hay que tener
    unos hábitos de limpieza, hábitos a la hora de comer,
    la casa tiene que reunir unas condiciones. Entonces,
    ¿qué ocurre?, si ya traen desde casa una serie de
    problemas…"
    (Entrevista con educador de
    adultos).

    Los déficit y problemas de los diversos recursos se
    refuerzan mutuamente.

    Así, la escuela tiene muchas más dificultades
    para educar y obtener resultados satisfactorios cuando el
    niño proviene de una familia que, a su vez, no le ha
    socializado adecuadamente. Por su parte, los padres
    difícilmente pueden educar a sus hijos de acuerdo con los
    patrones normales del sistema escolar si ellos nunca acudieron a
    la escuela. Pero, sobre todo, nos parece decisiva la influencia
    de las condiciones socio–económicas de las personas y
    de las familias para que las distintas instituciones y recursos
    existentes cumplan su cometido. Normalmente sin trabajo no hay
    dinero y sin dinero no se puede acceder a una gran parte de los
    recursos. Además, los jóvenes creen que el dinero es necesario para
    sentirse libres y para que los demás les
    respeten:

    "–El trabajo hace falta porque tu tienes…
    En la vida te piden un dinero y tú ese dinero tienes que
    sacarlo de algún lado si quieres ser libre e
    independizarte.

    –Y si no lo tienes, ¡te joden! (risas)"
    (2GD,12).

    La barrera que separa una vida con comportamientos
    normales de otra con comportamientos marginales o "desviados" es
    precisamente la falta de recursos económicos:

    "–Es que hay familias que están todos en
    paro. A lo mejor son siete u ocho y trabaja uno y con eso no
    viven.

    Es un problema muy gordo, no es como en otras
    familias que a lo mejor el chico es hijo único o son dos
    chavales y los padres trabajan los dos, de momento para comer
    no les falta, por lo menos no les faltan las cosas mínimas
    ¿no?, pero hay gente que si que le falta.

    –Pero quien se mete en la droga es porque
    quiere.

    –¿Estás seguro?. Eso lo dices tú
    ahora, pero veríamos que dirías si te pasara lo
    mismo" (1GD,58–60).

    Conviene volver a insistir en que los jóvenes y los
    profesionales del barrio entrevistados no cuestionan tanto las
    instituciones, normas y recursos vigentes cuanto
    su déficit en la actual situación del barrio. El
    problema no sería el modelo de familia, de escuela,
    de urbanismo, de consumo, etc., sino su insuficiente
    expansión. Tales modelos se consideran de
    validez general, sin percibir que se trata de normas de
    carácter histórico, que tienen un valor relativo y funcional a
    los intereses del sistema social dominante. En nuestra
    opinión, las instituciones sociales, desde la familia hasta
    la escuela y las diversas formas de organización social, son las
    encargadas de transmitir y administrar normas de identidad
    colectiva y regular las diferencias sociales, reconduciendo el
    malestar social de los sectores marginados hacia pautas de
    comportamiento "civilizado" o bien, cuando no lo consiguen, hacia
    comportamientos desviados que son objeto precisamente de las
    instituciones de control y protección
    social.

    En una sociedad caracterizada por la desigualdad y el
    conflicto de intereses, las
    instituciones sociales no juegan un papel neutro: necesariamente
    tienden a potenciar a unos grupos y a coaccionar a otros. A pesar
    de su pretensión de universalidad, en su funcionamiento
    tienden a regular y legitimar el orden social desde los intereses
    sociales dominantes. Debido a ello son desfiladeros que canalizan
    los potenciales conflictos socio–políticos, como el
    paro juvenil y su imposible emancipación, hacia soluciones
    asumibles desde el orden social vigente.

    Partiendo de la idea de que las situaciones carenciales
    están determinadas por la falta de moralidad de las personas
    (negligencia, comodidad, poco espíritu de iniciativa, etc.),
    se somete a las familias pobres a un vigilancia continua. De este
    modo se trata de difundir formas de vida más funcionales al
    capitalismo y a la vida urbana (17). Estas normas de
    comportamiento, adecuadas a las familias de los sectores
    burgueses (orden, esfuerzo, responsabilidad, control de
    los hijos, cultivo de la vida privada, etc.) se llegan a
    considerar de validez universal y se mide a todas las familias,
    de cualquier procedencia social, por ese único rasero. Sin
    embargo las mismas normas que facilitan la integración de
    los sectores acomodados contribuyen a reforzar la marginalidad y
    dependencia de las clases populares. De este modo, se produce un
    doble efecto sobre los sectores socialmente más
    débiles. Unos son integrados "normalmente": son buenos
    padres, hijos y estudiantes; en definitiva, "pobres pero
    honrados". Otros son catalogados en función de su
    "desviación": niños de la calle,
    fracasados escolares, colectivos en riesgo, inadaptados sociales,
    o peligrosos delincuentes.

    Medios de comunicación y consumo de
    masas

    Otro dispositivo de integración social, que tiende
    a constituirse en el centro de la socialización
    contemporánea, es la comunicación y el
    consumo de masas. Se trata de un mecanismo relativamente nuevo,
    que en parte refuerza y en parte desplaza a los tradicionales
    (familia y escuela). Mediante el consumo –de imágenes y de objetos–
    se reconduce la necesidad de participación social de la
    población hacia el ámbito de las mercancías y los
    mensajes publicitarios. En España el dispositivo del consumo
    tomó cuerpo en la década de los 60, siendo una
    válvula de escape para el régimen franquista en
    aquellos años de represión política y sindical:
    "el consumo y la publicidad, en ausencia de otros
    mecanismos reguladores, se van a convertir en uno de los
    principales y más expresivos mecanismos hacia donde se
    'desplazan' y en donde se 'expresan' de formar perversa –si
    se quiere– las tensiones y conflictos generados por el
    modelo de desarrollo autoritario del franquismo" (18).

    Los medios de comunicación
    –en especial la televisión–
    refuerzan las pautas culturales e institucionales dominantes,
    propiciando el consenso social y la uniformidad normativa a
    través de modelos de identificación estandarizados.
    Desde la ideología liberal se
    aduce que no hay manipulación donde existe libertad de
    mercado o pluralismo político, ámbitos en los que todos
    pueden concurrir; sin embargo, tanto la publicidad como los
    medios masivos de comunicación se ejercen en la
    práctica a partir de una asimetría fundamental entre
    unos emisores activos y poderosos, ligados
    generalmente a los grandes trust financieros y al Estado, y unos
    receptores pasivos y despersonalizados.

    La publicidad carga a las ideas y mercancías de
    connotaciones que no remiten a su valor de uso ni a las
    características del producto, sino a un espacio
    mítico que las impregna de valor; tal valor es
    artificialmente construido, pero resulta eficiente para uniformar
    a usuarios y consumidores así como para estigmatizar a
    quienes representen ideas u objetos diferentes. Por otra parte,
    en una sociedad de la imagen, que se ofrece a sí misma en
    permanente espectáculo, se desvanecen valores tradicionales
    –políticos, religiosos, etc.– y la identidad
    social tiende a representarse en función del mayor o menor
    acceso al mundo de los objetos (adscripción social en
    función del consumo); en consecuencia, la realización
    de los individuos o, mejor, sus fantasías de
    realización, se inscriben en una permanente e inagotable
    tensión por poseer más y más signos de consumo. En aquellos
    casos en que los reclamos de la publicidad se encuentran muy
    lejos de las propias posibilidades, como les ocurre a muchos
    jóvenes del barrio de Nazaret, la frustración que se
    produce puede adquirir tonos trágicos:

    "El ritmo de vida que la sociedad de consumo
    muestra a los jóvenes en
    los escaparates, en la televisión, etc., es muy
    alto. Entonces la aspiración de los jóvenes es
    siempre llegar a esas metas y la verdad es que hay
    frustración por ese bombardeo, por llegar a esas metas de
    consumo.

    Y cuando no hay acceso al trabajo ni a los canales
    de formación, la verdad es que el panorama resulta un poco
    trágico" (Entrevista con trabajadora
    social).

    El dispositivo tutelar

    Por último, existe un conjunto de dispositivos de
    política social, cada vez
    más numerosos, que se orientan a procurar la
    integración social de los "marginados", es decir, de
    aquellos individuos y familias con comportamientos
    insuficientemente normalizados. En sus orígenes estas
    instituciones surgieron a partir de los impulsos de solidaridad presentes en amplios
    sectores de la sociedad, o debido a la necesidad de reconducir
    las reivindicaciones sociales hacia posturas integrables en el
    sistema. Tanto las formas "blandas" de protección como la
    actuación "dura" de los mecanismos represivos (policía,
    justicia, cárcel, etc.)
    se realizan obviando una consideración expresa de las
    estructuras sociales en que se generan las situaciones de
    marginación; más bien, el origen de los problemas se
    traslada a la responsabilidad de los individuos y a la influencia
    de los contextos próximos (familia, amigos, barrio, etc.),
    como se refleja de algunos testimonios recogidos en el
    barrio:

    "Yo creo que las necesidades de los jóvenes se
    deben sobre todo a la inmadurez que se observa cada vez
    más, son muy poco capaces de tomarse las cosas en serio;
    pasan de todo y se esconden en sus familias. Es el principal
    problema, no tienen inquietud por nada" (Entrevista con algente
    de institución religiosa).

    "En cuanto a necesidades de los jóvenes, hay
    muchos que en plan de familia tienen problemas. Hay otros que
    tienen problemas de salud mental, producto de un
    proceso psíquico y de no estar bien adaptados y
    demás.

    Por ejemplo, hay un nano aquí que está
    mal de los nervios y eso, siempre ha sido muy revoltoso. En
    plan de fracaso escolar también hay bastantes. Otros con
    problemas de familia, que a lo mejor se llevan mal con los
    hermanos o con los padres" (Entrevista con
    educador).

    En todo caso, la llamada "protección social" se
    instala en una dinámica de tutela en la que grupos
    especializados (profesionales o voluntarios) gestionan los
    derechos de otros por cuenta del Estado. En esta lógica los agentes de la
    política social actúan en nombre de "la" normalidad,
    instalándose en una relación asimétrica donde los
    "pobres" son representados sólo como individuos carentes y
    despojados de su capacidad de acción autónoma. De
    este modo, "los sujetos frágiles, esos individuos sin
    atributos, desposeídos por la economía y la teoría, son también
    sujetos tratados, controlados, sometidos
    a diversas instancias de control social específicas.
    Instituciones como la cárcel y el sistema jurídico
    contribuyen a hacer coincidir el orden establecido con el orden
    deseado que, en consecuencia, debe ser protegido. La
    fragmentación de los grupos sociales descontentos,
    la individualización y correlativamente la tendencia a
    transformar los problemas objetivos en cuestiones
    particulares y psicológicas, constituyen otros tantos
    pilares básicos de la conformidad social" (19).

     

    3. La opinión de los
    jóvenes. Significado de las posiciones
    detectadas

    Hasta aquí hemos descrito la situación
    económica y política de los jóvenes del barrio de
    Nazaret (capítulo 1), así como la percepción que
    tienen de las principales instituciones que les afectan
    (capítulo 2). En este tercer capítulo nos vamos a
    centrar en el componente propiamente ideológico del discurso
    juvenil. Lo que piensan los jóvenes sobre sí mismos y
    sobre el mundo que les rodea no es una cuestión secundaria o
    superflua de su propia realidad: "los discursos sobre la sociedad
    son elementos esenciales en la reproducción de los
    procesos sociales: forman parte de las estructuras de esos
    procesos, de las relaciones sociales mismas" (20).

    ¿Cómo explican o interpretan los jóvenes
    de Nazaret los problemas que padecen?; ¿Qué estrategias
    despliegan para superarlos?. Evidentemente la respuesta a estas
    cuestiones es decisiva para poder abordar con realismo cualquier
    intervención en el sector de la juventud.

    A partir del análisis de los grupos realizados, se
    extrae una primera conclusión: los jóvenes del barrio
    no interpretan de la misma manera la situación en que viven.
    A la hora de abordar los problemas y las situaciones objetivas,
    que todos más o menos reconocen, surge la polémica. El
    cuadro adjunto trata de recoger las diversas
    posiciones.

     

      

    En general se puede afirmar que prevalece el discurso
    normalizado que tiene, a su vez, una doble vertiente: la
    clientelar (dominante en el barrio de Nazaret) y la competitiva.
    El discurso normalizado se presenta como la superación de un
    discurso anterior (etnocéntrico–tradicional) que para
    los jóvenes entrevistados está cargado de connotaciones
    negativas: es primitivo, intolerante, violento, inculto, y carece
    de los valores de racionalidad y
    universalidad que habría traído consigo la modernidad. En el extremo
    contrario, como fugas del discurso normalizado o moderno,
    aparecen dos posiciones minoritarias: el repliegue microgrupal
    (subcultura) y la crítica estructural
    acompañada de un deseo de movilización colectiva
    (contracultura).

    El discurso normalizado se plantea como una
    superación de la ley de la selva que prevalecía
    antiguamente en el barrio y cuyos últimos representantes
    fueron algunos sectores del colectivo gitano:

    "–Es que hace diez años siempre
    había follones.

    –Por mi calle no entraba ni la
    policía.

    –Les daba miedo.

    –Este barrio siempre ha estao mal visto,
    sobre todo por el sector gitano, que ahora está integrado
    en el pueblo y no hay ningún problema porque están
    integrados. Yo tengo vecinos que son gitanos y no tengo
    ningún problema con ellos.

    –Y yo tengo amigos también que son
    gitanos y no tengo ningún problema.

    –Pero porque ahora ya se han integrado y son
    gente del pueblo y punto" (GD,14).

    El discurso etnocéntrico–tradicional se
    afianza a partir de un sentimiento de pertenencia a determinadas
    expresiones y tradiciones de identidad local, étnica,
    familiar, etc. Su ámbito de actuación se sitúa en
    el nivel microsocial donde el grupo se halla presente; tal
    intervención se desarrolla con independencia del resto de la
    sociedad en cuyas organizaciones no se sienten incardinados.
    Vistos desde fuera, se les considera un grupo cerrado y
    eventualmente violento cuando tratan de defender los propios
    valores o referentes de identidad ante extraños (de ahí
    los "follones" y el "miedo" que provocan). Integrarse, para este
    colectivo, supondría aceptar la ley general, incluida la
    policía, sentirse ciudadanos como los demás, con los
    mismos derechos y deberes, lo que ya habría ocurrido con los
    gitanos a los que se alude en la cita ("ya se han integrado y son
    gente del pueblo").

    El aislamiento y la marginación del barrio de
    Nazaret encierran el peligro de retrotaerlo a una situación
    de endogamia y particularismo propios del pasado. Por el
    contrario, mejorar las comunicaciones del barrio con el exterior,
    integrarlo plenamente en el tejido urbano de la ciudad de
    Valencia, tendría un efecto socializador y
    modernizador:

    "–El barrio tendría que estar mejor
    comunicado con el exterior, a lo que es
    Valencia.

    –Malvarrosa también era un barrio
    problemático, ¿no? Y, sin embargo, le han integrado
    dentro de Valencia.

    –Estar más integrado en el centro,
    tener, yo que se, más protagonismo. Tener algo importante
    aquí, no solo para gente del barrio, si no que la gente
    tuviera que trasladarse.

    –Que los políticos y todos esos se den
    cuenta de cómo está Nazaret de marginado, porque es
    que estamos marginados, ¿entiendes lo que te quiero
    decir?. Hace veinte años Nazaret era pueblo y lo que pasa
    es que nos han integrado a Valencia pero ¡no nos han
    habilitado pasta ni nos han administrado nada!. O sea, que nos
    tienen marginados" (GD,26–29).

    Desde la posición normalizada el déficit de
    administración y de inversión de recursos en
    el barrio tiene como consecuencia una reducción de la
    "educación cívica" del vecindario. Por ejemplo, si no
    hay papeleras, la gente
    seguirá tirando al suelo pipas y desperdicios; si no se
    instalan cafeterías y "hamburgueserías tipo Beverly
    Hills" (donde van los jóvenes a tomar coca–cola), las
    calles seguirán llenas de "bares carajilleros"
    (sinónima de gente zafia, sucia, maloliente, etc.).Y si a
    todo esto se añade que los responsables del ayuntamiento
    echan la "mierda" a los barrios (ya se trate de la
    prostitución, la droga o el reaolojo de minorías
    étnicas), se crean todas las condiciones para que el barrio
    se enquiste en sí mismo y se vuelva un "gheto", una isla
    separada por todas partes del resto de la ciudad.

    Desde la posición normalizada se aceptan las
    competencias y funciones asignadas al sector público, como
    representante legítimo del consenso social. En su
    versión clientelar, que parece prevalecer entre los
    jóvenes del barrio, el reconocimiento del Estado
    democrático se acompaña de una fuerte reclamación
    de derechos: el Estado del Bienestar tiene
    que llegar a todos y regular los desequilibrios existentes en la
    sociedad, en especial los generados por el libre mercado (21); de
    ahí la insistencia en considerar al gobierno como
    responsable principal de los problemas que afectan a los vecinos
    y al barrio en general (ya expuestos en el capítulo
    2).

    Esta crítica del papel jugado por la
    administración admite, dentro de la versión clientelar,
    diversos grados. El más suave con el gobierno sería el
    que se encuentra próximo de las posiciones políticas
    defendidas por el partido socialista: en los últimos
    años España habría experimentado un proceso "en
    positivo" en muchos aspectos como la educación, la sanidad,
    las comunicaciones, la seguridad ciudadana, etc.; sin
    embargo, el gobierno habría sido antisocial en materia de política
    laboral al no solucionar el problema del paro y precarizar el
    empleo juvenil: "Han hecho muchas cosas bien, eso no se lo puede
    negar nadie. Es que ahora parece que todo el mundo le niega al
    partido socialista todo lo que ha hecho bien, ¿no?. La
    educación está mejor, la sanidad está mejor, las
    carreteras… España está mejor, España en
    positivo (risas), pero al joven no se le ha ayudado a buscar
    trabajo; al contrario se les ha ido quitando y nos han dado
    contratos basura" (GT,18).

    En una posición más crítica se sitúa
    otro sector de jóvenes más próximos a Izquierda
    Unida. En su opinión, el partido socialista ha hecho una
    política de derechas, en la medida que se ha puesto de parte
    de los empresarios, pero el sistema de partidos, aunque esté
    muy viciado, puede permitir la llegada de políticos
    honrados, como los de Izquierda Unida, que si tienen propuestas
    para crear trabajo:

    "–Yo es que no pienso que todo sea lo mismo.
    Todos los partidos van a chupar de nosotros, ¿no?, pero a
    lo mejor hay alguno que te apoya un poco más,. Por eso yo
    tengo mi partido.

    –El único que parece que sí tenga
    propuestas y vaya a hacer algo, si llega, es Izquierda Unida,
    ese sí que dice cómo crear trabajo y que lo va a
    crear. Ese sí, los demás nada.

    –Yo te voy a decir una cosa: todos los
    políticos y todos esos van a por el dinero, a meterse
    dinero en la cartera, no a otra cosa.

    –Claro, pero aparte de que van a chupar, como
    tienes que tener a uno chupando seguro, pues por lo menos
    alguien que te ayude, yo es también Izquierda Unida"
    (GT,17–18).

    En su versión competitiva, el discurso normalizado
    pone el énfasis en la libertad y responsabilidad de los
    individuos para salir al paso de los problemas que tienen. El
    modelo político que está implícito en esta
    posición es la sociedad civil de libre mercado. Se parte de
    un modelo ideal de individuo, exento de
    coacciones externas; en lugar de ideologías o estructuras
    sociales condicionantes, se defiende el protagonismo de los
    sujetos–actores que se desenvuelven en el teatro de la
    vida.

    Frente a quienes piensan que no hay salidas para los
    problemas de la juventud, se defiende la opinión de que
    siempre hay salidas. La cuestión es saber moverse, saber
    buscar, saber administrarse bien para conseguir lo que se
    quiere:

    "–Yo creo que sí, que siempre hay
    salidas. Te puedes ofuscar tanto en una cosa, que no encuentras
    otra salida, pero igual la tienes al lado y no la ves. Y
    siempre tienes gente que te puede ayudar,
    ¿no?.

    –Pero es que hay gente con muchos problemas,
    ¿eh? –Además nos administramos mal. Lo primero
    que solemos hacer la gente joven cuando ganamos el primer
    dinero, es invertirlo en un coche muy grande que se sale de
    nuestras posibilidades económicas.

    –No es que todo el mundo nos compremos coche,
    no. Pero es verdad que, encima que hay poco dinero, encima lo
    administramos mal, nos han enseñado a administrarlo mal"
    (GD,61–64).

    La última expresión de la cita anterior
    yuxtapone las dos lógicas discursivas que coexisten en la
    posición normalizada: "nos administramos mal, nos han
    enseñado a administrarnos mal". La primera parte de la frase
    insiste en la responsabilidad subjetiva de la acción (saber
    administrarse sería cosa de cada cual); en cambio, la
    segunda parte remite a la responsabilidad de las instituciones
    educativas, como la familia o la escuela, que no habrían
    socializado correctamente a la juventud ("nos han enseñado a
    administrarnos mal").

    Mientras la versión clientelar prevalece entre los
    jóvenes en peor situación socioeconómica (parados
    de larga duración, trabajadores sin contrato o con contratos muy
    precarios, etc.), la versión competitiva es defendida por
    aquellos que disponen de un trabajo en buenas condiciones o que
    creen que lo van a conseguir próximamente. En este caso, su
    tendencia habitual es defender la lógica del libre mercado,
    incluyendo una defensa de la lógica empresarial (que busca
    el beneficio) y acusando a los parados de no moverse lo
    suficiente para solucionar su problema:

    "–Es como cuando vas a comprar a una tienda.
    No vas a comprar a la tienda que el tendero quiera, si no donde
    tú quieres. Pues los empresarios son lo mismo: con su
    dinero contratan a quien les da la gana.

    –Otro de los problemas que tenemos es que
    muchos jóvenes solo quieren trabajar en lo que han
    estudiado" (GD,43 y 88).

    Contra estos puntos de vista, el discurso
    normalizado–clientelar defiende los derechos de los
    trabajadores frente a las tendencias abusivas por parte de los
    empresarios. No están en contra de que los empresarios
    funcionen de acuerdo con la lógica del beneficio, pero
    exigen una regulación del trabajo por parte de la
    administración que asegure unos mínimos de condiciones
    de trabajo y, en concreto, que el empresario otorgue al
    trabajador el nivel y la categoría que le corresponden; del
    mismo modo, se critican las diversas formas de discriminación en el
    trabajo, en especial la discriminación sobre
    la mujer:

    "–Hay gente que está de peón y la
    categoría suya es superior por el precio de uno tienen a
    dos.

    –Oye, a un amigo que es físico lo
    querían coger de correpasillos.

    –Es que lo hacen así
    ahora.

    –Si das clases en lugar de vigilar pasillos,
    que te paguen de eso. Si quieren un profesor que lo paguen,
    ¿entiendes?.

    –Bueno, así tan exagerado no creía
    que fuera.

    –Habrá sitios que no pero yo que voy
    casi todos los días al paro bueno al Inem, lo ves y te
    quedas…

    –¡Que montaje!.

    –Además luego quieren contratar a gente
    más joven, yo por lo menos lo que
    conozco…

    –¡Los famosos contratos
    basura!.

    –¡Basura! –Pues si tu tienes
    problema que eres hombre, imagínate una mujer de veintisiete
    años, casada, en edad fértil, o sea, entonces las
    cosas todavía se complican más"
    (GD,43–44).

    Como ya hemos dicho, el discurso normalizado en sus dos
    variantes es el que aparece con más fuerza entre los
    jóvenes entrevistados del barrio de Nazaret.

    Sin embargo, asoman también algunas líneas de
    fuga que tienen en común el no aceptar las bases del
    discurso normalizado. Estas bases se pueden identificar con la
    lógica capitalista de mercado y con la elitización o
    profesionalización de la
    política que representan los partidos políticos. A partir
    de aquí las alternativas que se plantean son de dos tipos,
    que referimos a continuación.

    Una primera salida se sitúa a la defensiva, como
    repliegue microgrupal o comunitarista. Más que enfrentarse
    al sistema social que critican, su alternativa consiste en vivir
    al margen de la ley, recreando lazos comunitarios al interno del
    propio grupo de referencia. Se crea así una subcultura
    marginal que convive con la cultura dominante; aunque no la
    acepta, tampoco la hace frente de forma directa.

    Más bien, juega con ella, se sitúa en sus
    márgenes. Su actitud social se puede
    asimilar a la de un parásito: no se siente parte del cuerpo
    social, pero chupa de él y, en consecuencia, se expone
    constantemente a las diversas formas de rechazo social existentes
    (multas por trabajar irregularmente, cárcel si ha cometido
    algún acto considerado delictivo, anulación de prestaciones sociales por no
    atenerse a las normas establecidas, etc.):

    "–Yo lo veo cada vez más jodido. Porque
    algunos colegas míos que tampoco tienen trabajo, p’a
    buscarse la vida están todo el santo día buscando y
    no encuentran nada.

    Entonces se buscan salidas como la de robar, que
    también ya roban, venden droga, aunque sea para seguir
    viviendo. Yo pienso esas cosas vosotros no sé que
    pensareis (…).

    –Pero, si son amigos tuyos, tú
    también los puedes ayudar ¿no?.

    –¡Pero si yo estoy como
    ellos!.

    –¡Joder!, es que hay familias en que
    están todos sin trabajo, es un problema muy
    gordo.

    –Los que llegan a esa situación extrema,
    algunos se meten a robar o a mendigar.

    Bueno, yo conozco bastantes, pero es mitad de unos
    y mitad de los otros. A veces también van a recoger
    naranjas y patatas, según… Bueno, cuando les puedo
    avisar yo, si falta alguno, yo les aviso y me quito yo para dárselo
    yo a ellos. (…) Como yo estoy encuadrilla, siempre hay uno
    que es el capataz entre nosotros y él coge el dinero y nos
    paga a todos" (GD,60–65).

    Algunas referencias de la cita anterior, como buscar
    trabajo en cuadrilla o estar dispuesto a dar el propio trabajo a
    alguien que lo necesita más, remiten a los valores propios
    de una cultura grupalista o comunitaria que era propia del
    discurso tradicional (22). Como era de esperar, desde el discurso
    normalizado se critica la automarginación de la
    posición subcultural con dos argumentos: en primer lugar,
    representa una huida de la sociedad real, que tiene limitaciones
    pero también posibilidades que se pueden aprovechar; en
    segundo lugar, cuando la marginación conduce a
    comportamientos en contra de la ley, se les acusa de falta de
    moralidad y de cobardía por recurrir a "lo más
    fácil":

    "–Es más fácil pasar droga o mangar
    que buscar trabajo.

    –Mira, cada uno se busca la vida como puede,
    cada uno tiene una cosa suya. Tú tienes ganas de buscarte
    un curro, ¿no?.

    –Pero es que vender droga lo puede vender
    cualquiera.

    –Bueno y ¿por qué no la
    vendes?.

    –Robar, puede robar cualquiera
    ¿no?.

    –¿Y por qué no
    robas?.

    –Porque yo no quiero robar.

    –Pero cualquiera no sabe robar, porque yo
    conozco gente que ha estado robando y hay varios colegas
    míos que están en el talego porque son gilipollas,
    porque no saben robar" (GT,25).

    Por último, aparecen también en los
    jóvenes de Nazaret algunas líneas de fuga del discurso
    normalizado que, además de plantear una crítica frontal
    de las bases sociales del sistema, dibujan otra forma de vivir la
    relación laboral y otra forma de hacer política. En
    relación a lo primer, apenas se plantean alternativas,
    únicamente se alude a fórmulas cooperativas y de autoempleo que conjuguen la
    obtención de un salario con la satisfacción
    de desarrollar la empresa de forma colectiva; en
    cuanto a lo segundo, se defiende la movilización de los
    trabajadores, y en general de toda la población, a fin de
    evitar los abusos tanto de los sectores empresariales como de la
    clase política que solo
    busca defender sus intereses:

    "–Fíjate tu lo que pasó en Francia con los contratos
    basura, tú sabes como la gente se movilizó, lo mismo
    que en Alemania. Mira, aquí en
    España, si la gente quiere, también se puede
    movilizar.

    –Mira, yo me apunto con ella, pero yo conozco
    unos cuantos que seguro que no vienen.

    –Pues si no vienen de aquí, de este
    barrio, pues vendrán de otro barrio y a lo mejor no solo
    vienen gente joven, igual también acuden madres
    acompañándoles y las abuelas (risas)"
    (GT,24).

    Al interior del barrio de Nazaret, la asociación a
    la que se alude con más frecuencia como defensora de la
    movilización de los ciudadanos en pro de sus intereses, es
    la asociación de vecinos. Ante la falta de liderazgo de los
    partidos de izquierda y de los sindicatos, se apunta que la
    asociación de vecinos siempre está dispuesta a secundar
    las iniciativas de los jóvenes, como ya ha hecho con
    éxito en algunos casos
    puntuales:

    "–A nosotros en la asociación no nos
    daban el local para ensayar la banda de
    música.

    Después de hacer un mogollón de cosas,
    nos fuimos al ayuntamiento y entonces ya nos lo dieron"
    (GD,24).

    Hasta aquí hemos descrito las diversas posiciones
    que aparecen en los grupos y entrevistas realizados con los
    jóvenes del barrio de Nazaret. Más que posiciones
    perfectamente definidas, lo que aparece es una gama de
    diferencias y contraposiciones en cuyo marco se sitúan las
    personas concretas. Si comparamos esta gama de discursos con las
    ideologías que tienen más peso en el conjunto de
    España, observamos una notable correspondencia: prevalece el
    discurso normalizado– modernizador y quedan muy
    desleídos los restantes discursos. En nuestra opinión,
    la confrontación de intereses que resulta de una desigual
    distribución de la riqueza y
    del poder en la sociedad se produce también en el campo
    ideológico. Por una parte, el sistema social en su conjunto
    necesita, para su estabilidad, de un discurso legitimador
    suficientemente aceptado por la mayoría de la
    población; es la fuerza centrípeta de la discursividad
    social que tiende a crear una ideología hegemónica
    (discurso "normalizado" detectado en la juventud del barrio, con
    sus dos variantes). Por otra parte, la diferente posición de
    los grupos sociales y la atracción que pueden ejercer
    planteamientos alternativos tiende a producir discursos plurales,
    a veces enfrentados y hasta incompatibles; es la fuerza
    centrífuga de la discursividad social (en el barrio las dos
    fugas del discurso dominante, la subcultural y la
    contracultural).

    En España podemos distinguir un momento de
    inflexión importante en la transición del franquismo a
    la democracia. Coincidiendo con esa etapa, el tradicional
    enfrentamiento entre la derecha y la izquierda –las "dos
    Españas"– se fue diluyendo, dando paso a una nueva
    ideología hegemónica, la "modernizadora", y a su
    contrapunto crítico, el "comunitarismo". Además de
    estas figuras ideológicas dominantes, se pueden detectar
    otras dos tendencias con alguna relevancia social: el discurso
    tradicional–moralizante y el crítico. En cada uno de
    estos polos ideológicos las necesidades y problemas sociales son percibidos
    de forma diferente.

    El nuevo discurso hegemónico de la
    modernización es "unidimensional en lo macro y
    pluridimensional en lo micro, democrático, profesionalista
    (y en este sentido corporativista e intervencionista), apela a la
    igualdad de oportunidades
    frente a la inevitable desigualdad (el mito es el de la insolidaridad
    de base entre clases, grupos e individuos); propone la
    segregación del sujeto que tras un cierto umbral de ofertas
    se niega a integrarse y reivindica la capacitación de cada cual a
    la hora de resolver sus problemas (y en este sentido es
    neoliberal)" (A. ORTI Y D.

    COMAS (1988) p.223). Desde esta posición se acepta
    que existen factores económicos y políticos
    condicionantes, pero el marco socioinstitucional se presenta como
    unidimensional e inevitable. Su referente comprensivo se
    sitúa en el nivel de las teorías de rango medio,
    es decir, describir y operar en la situación dada, sin
    preocuparse por explicar el sentido global del sistema, que se da
    por supuesto, si bien en lo concreto se observa una gran
    pluralidad de opciones y posibilidades. La génesis de la
    problemática social se considera una cuestión
    básicamente individual, producida por desajustes de la
    persona en el sistema; desajustes que deben resolverse a
    través de los recursos del propio sistema social. Parte de
    un modelo ideal de individuo exento de coacciones externas,
    sumido en un mundo en el que las relaciones estructurales de la
    sociedad se han convertido en meras interacciones
    simbólicas.

    A la hora de intervenir ante problemas concretos,
    prevalece un enfoque profesionalista que segmenta el campo social
    e impone una programación y
    racionalización de los recursos sociales desde la competencia específica del
    saber técnico. No se cuestiona el orden social,
    supuestamente dado, y por ello se observan con optimismo las
    virtualidades de la organización social. Sin
    embargo, la práctica cotidiana infunde un cierto pesimismo
    sobre las posibilidades de recuperación de individuos o
    grupos ya marcados; se reconoce así la existencia de
    espacios de intervención a los que los "recursos" no llegan
    o sobre los que son ineficaces.

    Entre los sectores relacionados con el tratamiento de la
    marginación social tiene cierto peso otra posición
    ideológica, en parte complementaria y en parte alternativa,
    que puede designarse como comunitarista. En sus
    características básicas aparece como réplica
    invertida del discurso de la modernización: pluridimensional
    en lo macro (el sistema social es cuestionable) y unidimensional
    en lo micro (la pequeña comunidad no lo es). Además,
    hace hincapié en la dimensión participativa, que
    implica tanto la solidaridad redistributiva de los que tienen
    más con los que tienen menos como la llamada a actuar desde
    las bases, rechazando la burocratización de las
    instituciones; otro principio orientador es el respeto a la especificidad de las
    minorías y los sectores menos integrados.

    Desde esta posición se actúa como si
    existiesen espacios sociales sin fisuras, con gran potencialidad
    en su interior y amenazados de extinción desde el exterior.
    Así, se habla del "barrio" como unidad autónoma en el
    espacio metropolitano o de "sectores excluídos" en cuanto
    portadores de identidad colectiva y capacidad de autonomía,
    etc. Se trata de una posición que presenta un componente
    crítico en relación a la rigidez de un sistema social
    que excluye a los pobres y marginados y otro componente idealista
    en la medida que pretende intervenir en espacios cerrados o
    incontaminados, sin plantearse la necesidad de vincularse
    transversalmente con otros sectores y colectivos también
    perjudicados por la dinámica social de exclusión. En
    este último aspecto, el enfoque comunitarista se aproxima al
    "interaccionismo simbólico", también presente en la
    ideología de la modernización, que acaba diluyendo los
    conflictos sociales y políticos en un mundo de relaciones
    inmediatas (familia, vecinos, etc.).

    El discurso tradicional es adscriptivo (la grupalidad
    originaria constituye al individuo); de ahí que se
    añore una sociedad con valores establecidos por
    tradición y con jerarquías locales o comunitarias bien
    definidas. Por el contrario, y por las mismas razones, se rechaza
    tanto el pluralismo ideológico (que se identifica con
    libertinaje y confusión) como los valores de la sociedad de
    consumo (hedonismo, competitividad, individualismo,
    explotación de unos sobre otros, etc.). Desde la
    posición modernizadora, la mentalidad tradicional se
    considera intolerante y reaccionaria, sin reconocer los valores
    de solidaridad (gregaria) de que gozan sus miembros.

    Por su parte, la posición crítica sostiene que
    las principales necesidades son resultado de exclusiones
    estructurales sistemáticas, que hacen necesario un
    análisis y una respuesta global a los problemas, basada en
    la participación activa de los interesados a todos los
    niveles. En este sentido conectan con las intuiciones de una
    parte de la población carencial. Sin embargo, sus propuestas
    tienen escasa concreción en la práctica de las
    intervenciones sociales en la España actual.

    Madrid, 1997

    * * * * *

    Notas

    * A demanda de la Associació de Veins de Natzaret
    (València). 1) GRUPO DE INTERVENCION COMUNITARIA DE NAZARET,
    La mujer en el barrio de Nazaret, Institut Valencià
    d'Estudis en Salut Pública, Valencia, 1992.

    2) Los jóvenes en Nazaret. Informe memoria, Valencia, Mayo
    1995.

    3) M. MARCHIONI dirigió en junio de 1989 un
    seminario sobre su metodología de trabajo en la
    comunidad en el que participaron diversos colectivos del barrio.
    Ver MARCHIONI, M., La audición. Un método de
    investigación participativa y comunitaria, Ed. Benchormo,
    Santa Cruz de Tenerife, 1992.

    4) Al no grabarse y ni siquiera tomar notas escritas en
    el transcurso de la entrevista, sólo
    disponemos de un breve resumen elaborado subjetivamente por el
    entrevistador y de un resumen descontextualizado por temas del
    conjunto de las entrevistas (sistema de "perchas").

    5) Se hicieron 30 entrevistas con líderes de
    asociaciones del barrio, profesionales de servicios públicos
    (enseñanza, sanidad,
    servicios sociales, policía, etc.), propietarios de bares y
    comercios, etc.

    6) Las citas que se reproducen entre comillas son
    literales, eliminando a veces expresiones reiterativas para
    facilitar la lectura. Al final de cada
    cita se hace referencia al número de página del grupo
    de discusión (GD) o grupo triangular (GT), de la
    correspondiente transcripción mecanográfica. En el caso
    de las entrevistas a jóvenes y a testigos privilegiados,
    especificamos en cada caso sus características.

    7) Sobre la técnica del grupo de discusión ver
    IBAÑEZ, Jesús, Más allá de la sociología. El Grupo de
    Discusión: teoría y crítica, Siglo XXI, Madrid, 1979; y sobre el grupo
    triangular, CONDE, Fernando, "Algunas reflexiones sobre las
    prácticas cualitativas en los análisis de discursos:
    las dinámicas de grupo y los
    grupos triangulares", en Curso sobre metodologías de
    participación, CIMS–EDE–COLECTIVO IOÉ,
    Madrid, 1993.

    8) MARTÍN SERRANO, Manuel, Juventud Valenciana
    1994, Generalitat Valenciana, Valencia, 1995, pág.
    65.

    9) Según un informe elaborado por la
    Asociación de Vecinos de Nazaret, casi el 30% de la
    población activa del barrio tenía entre 16 y 25
    años y, de ellos, casi el 60% estaba en paro. AA.VV., Barrio
    de Nazaret. Propuestas 92, Federació Associacions de
    Veíns, Valencia, 1992, pág. 83.

    10) El 61% de los jóvenes ocupados en la Comunidad
    Valenciana encontraron su empleo gracias a redes familiares y de
    amigos. MARTÍN SERRANO, M., o.c., pág. 85.

    11) AGUILAR, S. y ROCA, J., "14–D: Economía política de
    una huelga", en Boletín de la
    Fundación Jaume Bofill, Barcelona, 1989, pág.
    10.

    12) ORTI, A., "Transición postfranquista a la
    monarquía parlamentaria y
    relaciones de clase: del desencanto programado a la social
    tecnocracia transnacional", en Política y Sociedad Nª
    2, Madrid, 1988.

    13) BILBAO, Andrés, Obreros y ciudadanos. La
    desestructuración de la clase obrera, Ed. Trota, Madrid,
    1993.

    14) DEL AGUILA, R. y MONTORO, R., El discurso
    político de la transición española, CIS, Madrid,
    1984, pág. 218.

    15) Ver, entre otros, OFFE, C, Partidos políticos y
    nuevos movimientos sociales, Sistema, Madrid, 1988; DALTON, R.J.
    y KUECHLER, M. (comp), Los nuevos movimientos sociales, ed.
    Alfons el Magnànim, Valencia, 1992; y VILLASANTE, T.R., Las
    democracias participativas. De la participación ciudadana a
    las transformaciones de la sociedad, ed. HOAC, Madrid,
    1994.

    16) De los cincuenta jóvenes entrevistados en el
    curso 1994–95, el 32% no había terminado el nivel de
    estudios primarios.

    17) Tanto la familia nuclear como la escuela única
    estuvieron ligadas, en su origen, a las prácticas e
    intereses de la burguesía. Cuando ésta se
    convirtió en clase hegemónica, las pautas de la familia
    nuclear y la obligatoriedad de la escuela única se
    impusieron como norma única del comportamiento social. Todos
    los grupos sociales se vieron sometidos a esta normatividad, cada
    vez más regulada por el Estado, de manera que el
    carácter sociopolítico que tenía el choque entre
    clases, se fue transformado progresivamente en un fenómeno
    de "desviación" social. Hemos tratado este tema en COLECTIVO
    IOÉ, Infancia moderna y desigualdad social, Nº 74
    Monográfico de Documentación Social,
    Madrid, 1989.

    18) ALONSO, L.E. y CONDE, F., Historia del consumo en España: una
    aproximación a sus orígenes y primer desarrollo, ed.
    Debate, Madrid, 1994,
    pág. 212.

    19) VARELA, J. y ALVAREZ–URIA, F., Sujetos
    frágiles, Paideia, Madrid, 1989, pág.
    158–59.

    20) PIZARRO, N., Metodología sociológica y
    teoría lingüística, Alberto
    Corazón, Madrid, 1979,
    pág. 198.

    21) Si bien el modelo del Estado del Bienestar es el que
    aparece como referente político en la actual coyuntura de la
    sociedad española, los componentes básicos del discurso
    clientelar se corresponden también con el tardofranquismo,
    momento en que se pusieron las bases en España del Estado
    del Bienestar, o con algunas formas de socialismo de Estado (centralista
    y clientelar).

    22) En este mismo sentido, el antropólogo Oscar
    Lewis se refería a una "cultura de la pobreza" propia de las
    familias más pobres de los suburbios de México. Ver LEWIS, Oscar,
    Los hijos de Sanchez, Mortiz, México, 1979.

    Colectivo Ioé
    (Miguel Ángel de
    Prada, Walter Actis y Carlos Pereda)

    URL: http://www.nodo50.org/ioe/
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