Colectivo Ioé
- 1. Residentes extranjeros,
según sexo y procedencia - 2. Actividad
económica: diversificación ocupacional y nichos
laboral
"Ningún país del mundo trata a sus mujeres
igual que a sus hombres".
PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano,
1993.
La desigualdad entre los seres humanos, basada en la
estructura de género/sexo, ha sido tan extensiva en
todos los fenómenos sociales que tampoco ha quedado al
margen en el caso de las migraciones contemporáneas. Hasta
muy recientemente no se ha prestado atención a algo que
estaba delante de los ojos: la feminización de los flujos
como uno de los rasgos propios de los movimientos migratorios
mundiales. En España la preocupación por abordar la
situación de las mujeres migrantes tampoco ha escapado a la
indiferencia de las investigaciones ni a la falta de
preocupación de las instituciones. Sin embargo,
algo parece estar cambiando. La celebración del Curs
Dones i Migracions a la Mediterránia Occidental, en el
ICM, que ha dado lugar a la presente publicación ,es un
síntoma de ello.
Por nuestra parte, con este trabajo para el libro Mujeres y Migraciones
en el Mediterráneo Occidental pretendemos ofrecer a los
lectores tres aproximaciones. La primera es la más general y
presenta los últimos datos sobre la distribución por sexo y
actividad de los colectivos migrantes en España, que
confirman el avance de la presencia de las mujeres: en 1997
éstas suponen el 48,4% del total, aumentando cinco puntos
más que los varones en el período 92-97, aunque con
grandes diferencias entre nacionalidades de origen. La segunda
aproximación expone los resultados de una aproximación
empírica realizada a la situación de tres colectivos de
mujeres no comunitarias, a partir de los que se establece tanto
la pluralidad de proyectos migratorios femeninos como la
diversidad de trayectorias laborales. El artículo concluye
con un ensayo de
tipologización de las mujeres migrantes no comunitarias.
Esperamos que estas páginas susciten el interés de los lectores y
contribuyan a reflexionar de modo colectivo y abierto.
COMPOSICIÓN POR SEXO DE
LOS COLECTIVOS MIGRANTES EN ESPAÑA
El conocimiento del número,
nacionalidad de origen y
distribución espacial de las personas de origen extranjero
no es suficiente para superar una imagen abstracta y relativamente
homogénea de la inmigración. Frente al
estereotipo "nacionalista" de los autóctonos, que tienden a
homogeneizar de forma reduccionista a los inmigrantes a partir
del dato de su nacionalidad, interesa conocer
los diferentes tipos realmente existentes, entre ellos los
que emergen por la característica del sistema de género/sexo. La
composición interna de cada colonia, los roles dominantes y
las redes de relación que se
establecen conforman las microestructuras sociales a partir de
las que se desarrollan las diversas estrategias de inserción de
estos colectivos y de los tipos específicos de los mismos.
Sin embargo, en España estamos lejos aún de poder conocer con la
suficiente precisión y actualidad la distribución por
sexo, edad, estado civil (o grupo de convivencia) y nivel
de instrucción de la población de origen
extranjero.
1. Residentes extranjeros,
según sexo y procedencia.
En cuanto a la composición por sexos, los
únicos datos disponibles1 muestran que en el
conjunto de la población extranjera existe un predominio
leve de los hombres: las mujeres representan el 47% del total en
1992 y el 48,4% en 1997. Sin embargo, esta distribución
media esconde diferencias importantes. Por continentes de
procedencia se observa que el conjunto de europeos presenta una
distribución equilibrada; en cambio, entre los originarios
de América existe una
marcada mayoría femenina; por el contrario, los hombres son
muchos más numerosos que las mujeres entre los llegados de
África y, con menor intensidad, entre los
asiáticos.
VARONES Y MUJERES RESIDENTES
SEGÚN CONTINENTE DE PROCEDENCIA, 1997
Según los últimos
datos oficiales disponibles, el total de mujeres extranjeras en
situación regular en 1997 se sitúa alrededor de las
280.000; cifra que representa el 0,7% respecto al total de la
población femenina en España. La procedencia de estas
inmigrantes muestra un marcado predominio de
las europeas (49%), particularmente de las llegadas de
países comunitarios (44%); el segundo gran grupo lo componen
las originarias del continente americano, aunque su volumen (27%) es la mitad que el
de las europeas. Con menor volumen aparecen las de origen
africano (15%) y las asiáticas (8%).
El análisis basado en
grandes agregados no pasa de ser un artificio estadístico,
puesto que conceptos como "la población extranjera" o "las
mujeres comunitarias" no tienen como referente un grupo humano
que constituya un conjunto social realmente interconectado. En
general las personas de origen extranjero tienden a convivir y
relacionarse en redes sociales basadas en la nacionalidad, o
incluso en círculos de ámbito más reducido
(personas provenientes de la misma provincia o comarca). Por
tanto, es necesario matizar más el análisis. Las
estadísticas de
residentes referidas al año 1997 nos permite conocer la
distribución por sexo de los residentes en situación
legal. Sólo siete colonias superan los 10.000 efectivos,
cuatro de ellas proceden de la Unión Europea (Reino
Unido, Alemania, Portugal y Francia) y las otras tres son
extra comunitarias (Marruecos, República Dominicana y
Perú). Por encima de los 5.000 efectivos aparecen otros tres
países comunitarios (Italia, Holanda, y Bélgica),
tres latinoamericanos (Argentina, Cuba y Colombia), dos asiáticos
(Filipinas y China), además de
Estados Unidos (ver Tabla
2).
Gráfico 1.
MUJERES RESIDENTES SEGÚN PAÍS DE PROCEDENCIA,
1997
Estos datos indican la importante magnitud del colectivo
de mujeres procedentes de países de la U.E.. A pesar de su
magnitud este contingente, quizá con la excepción de
las portuguesas, se caracteriza por su invisibilidad
social: ni los estudios existentes ni las imágenes difundidas por
los medios de
comunicación permiten suponer que casi la mitad de las
mujeres extranjeras procede de la Europa comunitaria. Esta falta de
visibilidad no puede atribuirse por completo a una ausencia del
mercado de trabajo2,
aunque buena parte de estas mujeres son jubiladas o rentistas; la
explicación puede encontrarse en el terreno ideológico
(los "europeos blancos" no son percibidos como inmigrantes ni
como trabajadores, sino como turistas, residentes ricos o
ejecutivos de transnacionales) y en el
político-administrativo (mayor facilidad para obtener
permisos de residencia y trabajo; "ocultación" de las
trabajadoras comunitarias en las estadísticas laborales
desde 1992, etc.).
Además de su volumen absoluto, es necesario conocer
cuál es la importancia relativa de los sexos dentro de
cada colonia migrante, dado que -por lo general- las
principales personas de referencia y redes de solidaridad se establecen con
individuos de la misma nacionalidad. Desde la perspectiva de
género no es lo mismo pertenecer a un grupo caracterizado
por el equilibrio entre sexos
(situación que, en principio, facilita la reproducción de los roles
de la sociedad de origen), que a
otro donde las mujeres constituyen una mayoría clara
(circunstancia más propicia a un cambio de los papeles
tradicionales), o a un tercero en el que las mujeres son
minoría (lo que puede reforzar el control social masculino). Las
mujeres comunitarias son mayoría (52 a 53,5%) respecto a los
hombres de su misma nacionalidad, excepto en tres casos: Portugal
(45,7%), Italia (37%) y Grecia (36%). Esta
composición mayoritariamente femenina se explicaría por
la elevada edad de las personas: puesto que en la "tercera edad"
la mortalidad es mayor entre los varones, parece lógico que
entre contingentes de edad avanzada predominen las mujeres
viudas. Sin embargo, los mayores porcentajes de feminización
se registran entre los colectivos procedentes de República
Dominicana (80%), Colombia (72%), Ecuador y Brasil (69%), Guinea Ecuatorial
(66%), Filipinas y Perú (65%) y Cabo Verde (60%), entre los
que predominan las mujeres económicamente activas. En
cambio, las marroquíes -la principal colonia de mujeres no
comunitarias- sólo son el 33% de las personas procedentes de
ese país. El predominio masculino es marcado entre los
inmigrantes procedentes de África y algo menor entre los de
Europa del Este; las nacionalidades donde más destacada es
la presencia de varones son Senegal y Argelia (más del 80%),
Pakistán (79%), Gambia (72%), Marruecos (67%) e Italia
(64%)3. Los grupos en los que existe un claro
predominio de uno de los dos sexos están, en principio, en
situación más precaria debido a que encuentran mayores
dificultades para reproducir las pautas relacionales y las
modalidades de cooperación y solidaridad habituales en sus
países de origen, en los que las estructuras familiares adoptan
un papel central. Aunque las fuentes disponibles no
permiten contrastarlo fehacientemente, existe un alto número
de solteros y de casados cuyo cónyuge permanece en el
país de origen4, circunstancia que indica
también mayor inestabilidad del colectivo, que conserva
fuertes vínculos con la sociedad de origen y no acaba de
"instalarse" en España. Las posibilidades de inserción
de los casados que no conviven con su familia están restringidas
por la actual normativa gubernamental, que exige la
acreditación expresa de que se cuenta con empleo o recursos económicos estables
y vivienda de "características y amplitud consideradas
normales en la zona de residencia". La situación laboral de gran parte de la
inmigración dificulta el cumplimiento de dichos
requisitos.
No existe un único factor que explique la diferente
composición por sexo de las distintas colonias; intervienen
aquí factores relacionados tanto con las sociedades de origen como con
la de destino. En el caso de los residentes europeos el relativo
equilibrio está relacionado con la presencia mayoritaria de
matrimonios jubilados. En otros casos lo que cuenta es la
extracción urbana del contingente migrante: en algunos casos
(especialmente el de magrebíes y africanos subsaharianos) el
éxodo de las mujeres rurales está fuertemente
estigmatizado, lo que explica el predominio de hombres en los
flujos procedentes de esos medios y el carácter preferentemente
urbano de las mujeres llegadas de dichos países. Junto a los
factores propios de las comunidades de origen inciden las
condicionantes del mercado laboral en la sociedad de destino: la
mayoría de los emigrantes de Filipinas hacia otros
países son hombres, sin embargo, a Italia y España
llegan principalmente mujeres debido a que encuentran
colocación en el servicio
doméstico.
Precisamente este tipo de demanda, y la política de contingentes del gobierno facilitan la creciente
feminización de la inmigración procedente de
países latinoamericanos y asiáticos.
2. Actividad económica:
diversificación ocupacional y nichos
laboral.
Principales nacionalidades, sexo y dependencia
laboral
Antes de analizar cuáles son las nacionalidades
más numerosas de trabajadores extranjeros conviene tener
presente la "ausencia" de los comunitarios de las
estadísticas oficiales a partir de 1992. Nuestro objetivo es dibujar una imagen
no distorsionada de la realidad de la mano de obra extranjera.
Por ello incluimos en nuestro análisis la información referida al
stock de trabajadores asalariados comunitarios de 1991, junto a
la de los no comunitarios de 1997, pues en nuestra opinión
es preferible utilizar datos no actualizados que prescindir
totalmente de ellos.
Al hacer esta operación los trabajadores
procedentes del "Primer Mundo" representan el 23% de la
inmigración extranjera. En todo caso estas cifras contrastan
de manera notable con las estadísticas de residentes: en
ellas los extranjeros del "Tercer Mundo" son algo menos de la
mitad, en cambio, representan el 77% de la mano de obra
extranjera. Estos datos ponen de manifiesto el carácter
preponderantemente económico de las migraciones procedentes
de los países de la periferia mundial.
Entre los trabajadores no comunitarios el
colectivo nacional más numeroso, con diferencia, es el
marroquí (67.744 trabajadores con permiso en 1997, el 38,5%
del total), seguido por peruanos (casi 15.000 efectivos,
equivalentes al 8,3%) y dominicanos (algo más de 12.000, que
representan el 6,9%), chinos y filipinos (alrededor del 5% cada
uno), argentinos (3,7%), senegaleses, colombianos, argelinos,
polacos y gambianos (algo más de 3.000, equivalentes al 2%
cada uno). A continuación un grupo de cuatro nacionalidades
que tienen entre dos y tres mil efectivos: Chile, India, Estados Unidos y Cuba
(ver Tabla 23 en anexo). Comparando las cifras de 1997 con las de
1992 se observa un importante crecimiento de los trabajadores de
Perú (135%) y República Dominicana (121%) y uno algo
menos notorio de chinos (59%), en tanto que marroquíes,
senegaleses y colombianos crecieron apenas por encima de la media
global (26%).
La disminución más notoria se registra entre
los argentinos, que pierden el 43% de sus efectivos debido al
acceso a la nacionalidad española. Por su parte, los polacos
sólo en 1997 lograron recuperar el volumen de permisos de
1992 (7,6%). Entre los comunitarios destacan portugueses y
británicos (más de 10.000 trabajadores cada uno),
alemanes (8.600) y franceses (6.100); sobre su evolución en los
últimos años nada podemos afirmar por falta de datos
oficiales.
El análisis comparativo de los trabajadores
extranjeros y autóctonos muestra algunas cuestiones de
interés. Por ejemplo, la proporción entre sexos es
prácticamente idéntica en ambos colectivos (dos tercios
de varones, un tercio de mujeres), circunstancia que pone de
relieve la importancia de
la mano de obra femenina en la inmigración extranjera en
España. Las trabajadoras no comunitarias con permiso son
60.938 y las asalariadas comunitarias unas 18.000; a éstas
hay que sumar otros dos grupos cuya magnitud desconocemos: las
procedentes de la U.E. que trabajan por cuenta propia y las no
comunitarias que lo hacen de forma irregular.
Las colonias más numerosas de hombres son las de
Marruecos, Portugal, China, Perú, Argentina, Reino Unido,
Francia y Senegal; los grupos más importantes de mujeres
proceden de Marruecos, República Dominicana, Perú,
Filipinas y Reino Unido. Las tendencias recientes muestran un
incremento continuo e importante de las mujeres trabajadoras no
comunitarias (52% entre 1992- 97) y una disminución, hasta
1994, y un crecimiento posterior menor (16%) de los varones. La
distribución por sexo de los trabajadores varía de
forma notable entre distintas colonias extranjeras.
Limitándonos a los grupos más numerosos, el predominio
masculino es destacado en el caso de argelinos, gambianos,
senegaleses, pakistaníes (alrededor del 95%), hindúes y
marroquíes (en torno al 85%); en cambio, las
mujeres son mayoría en las colonias dominicana (85%),
filipina, peruana, colombiana (alrededor del 65%) y
británica (51%). La distribución espacial de los
trabajadores de ambos sexos está fuertemente diferenciada:
casi la mitad de las trabajadoras no comunitarias reside en la
Comunidad de Madrid y el 26% en
Cataluña, entre las demás regiones sólo destaca
Andalucía con un 7%. Los hombres se distribuyen en un
espacio más amplio, en primer lugar en Cataluña (31%) y
Madrid (21%), luego Andalucía (11%), Murcia y Comunidad
Valenciana (7%). En el caso de los europeos comunitarios los
varones prefieren Madrid, Cataluña, Andalucía y la
Comunidad Valenciana (los portugueses, además, Galicia,
Castilla y León y el País Vasco); las mujeres trabajan
preferentemente en Madrid, pero también en Cataluña,
Baleares y Canarias.
Las proporciones entre asalariados y trabajadores por
cuenta propia son bastante diferentes entre inmigrantes y
autóctonos. Entre los extranjeros es mucho mayor el peso
de los – trabajadores por cuenta ajena que entre los
españoles (88% vs. 75%); la tasa de salarización
supera el 97% en los colectivos procedentes de Filipinas,
República Dominicana y Perú, y supera el 90% entre los
de Polonia, Argelia, Colombia, Guinea Ecuatorial y Cabo Verde
(exceptuando a polacos y argelinos, los demás son colectivos
formados por mujeres empleadas por cuenta ajena, generalmente en
la rama del servicio doméstico). Sólo el 13% de los
extranjeros tiene permiso por cuenta propia, en algunos
colectivos destacan los pequeños empresarios y profesionales
liberales (es el caso de gran parte del 43% de los hindúes,
el 38% de los chinos y el 33% de los argentinos), y en otros -la
mayoría- los artesanos, vendedores ambulantes u otras
figuras del sector informal que son, en realidad, un
sucedáneo ante la falta de empleo asalariado (situación
en la que se encuentra el 59% de los senegaleses5).
Entre 1992 y 1997 se ha producido un incremento del 39% de los
trabajadores por cuenta ajena y una disminución del 23% de
los autónomos; debido a ello durante estos cinco años
la tasa de salarización aumentó del 75% al 87%. Esta
evolución es, por un lado, lógica teniendo en cuenta
la reciente implantación de muchos de estos trabajadores en
España, que dificulta la adquisición de recursos para
establecerse de forma duradera por cuenta propia. Por otro,
muestra las dificultades que la dinámica del mercado
laboral y la política de permisos de trabajo oponen a la
consolidación del grupo de autónomos ya
existente.
Diversificación ocupacional y nichos
laborales Los espacios ocupados por los trabajadores extranjeros
en la estructura ocupacional muestran, por un lado, una
diversificación de situaciones, una polarización
potenciada por la globalización
económica internacional; por otro, la formación de
determinados "nichos" laborales en los que su presencia es
destacada. Los inmigrantes no comunitarios están ocupados
más frecuentemente que los autóctonos en la agricultura (18% y 8%,
respectivamente, a finales de 1997), los niveles son similares en
los servicios (65% y 62%) y en la
construcción (9% y 10%) y
bastante menores en la industria (7% y 20%). Respecto
a la media general los inmigrantes africanos destacan en
agricultura y construcción; los asiáticos y
latinoamericanos en los servicios y los europeos del Este en
construcción e industria. Por su parte, los asalariados de
países comunitarios trabajan muy frecuentemente en los
servicios y en la industria (ver Tabla 26). El 75% de los
trabajadores agrícolas se concentra en Murcia, Cataluña
y Andalucía; el 48% de los trabajadores de la industria
reside en Cataluña y más del 75% de los empleados en la
construcción y los servicios viven en Madrid o
Cataluña. La evolución entre 1992 y 1997 muestra un
incremento apreciable de los permisos en agricultura (en sentido
contrario a la evolución del empleo de los españoles) y
uno más moderado en los servicios, en tanto que decrecen los
de la construcción y la industria.
La incidencia de los trabajadores no comunitarios en
cada uno de los grandes sectores económicos varía de
forma notable en el ámbito espacial. Por cada cien personas
ocupadas en la agricultura la importancia de los inmigrantes
destaca en las provincias de Murcia (20%), Barcelona (19%),
Almería (15%) y Girona (9%). En el sector de la
construcción los índices más elevados se registran
en Girona (4,3%), Madrid (3,7%), Barcelona (2,7%), Segovia (2,2%)
y Baleares (2%). Los trabajadores de los servicios tienen
especial incidencia en Madrid (3,6%), Girona, Las Palmas (2%) y
Málaga (1,5%). En la industria sólo se registra una
incidencia apreciable en Girona y Lleida (1,6%). Como puede
comprobarse, sólo en el sector de la agricultura, y en unas
pocas provincias, la mano de obra inmigrante está jugando un
papel destacado; en el resto de los sectores y provincias su
aportación es claramente minoritaria6.
Los permisos de trabajo a extranjeros extra comunitarios
se concentran en unas pocas ramas de actividad. En 1997 el 74% de
los trabajadores no comunitarios en situación regular se
empleaba en sólo cinco ramas de actividad: servicio
doméstico (27,2%), agroganadería (16,9%),
hostelería (12,4%), construcción (8,9%) y comercio minorista (8,5%). La
importancia de estas actividades se ha incrementado continuamente
desde 1992, año en que representaban el 64,8% del total de
permisos de trabajo. Sin embargo, ni la evolución ni la
importancia relativa del empleo en estas ramas son
homogéneas. En cuanto a las tendencias, entre 1992 y 1997 se
registró un incremento notable de los permisos en
agroganadería (125%) y servicio doméstico (93%), uno
moderado en hostelería (18%), una disminución en
construcción (-15%) y un estancamiento en el comercio
minorista (1%). Esta evolución no obedece a la supuesta
espontaneidad de las fuerzas del mercado sino a una forma
específica de regulación estatal: el sistema de
contingentes laborales que viene potenciando la extensión de
permisos para agricultura y servicios domésticos.
Para tener una idea del "impacto" cuantitativo de esta
evolución sobre la dinámica ocupacional conviene poner
en relación el volumen de permisos de trabajo con el total
de ocupados en cada una de las ramas de actividad. Mediante dicha
operación se comprueba que la aportación de mano de
obra inmigrante sigue siendo reducida, incluso en las actividades
en las que se encuentra más presente. En la
construcción y el comercio minorista por cada cien ocupados
apenas hay más de un inmigrante; en la agroganadería y
la hostelería la cifra no llega al 3%; sólo en el
servicio doméstico la mano de obra no comunitaria alcanza un
peso destacado (13,7%). Obviamente estas cifras se refieren a la
media estatal, promedio que oculta concentraciones más
elevadas en ciertos mercados de trabajo locales. En
todo caso, salvando dichas excepciones, conviene precaverse
contra el prejuicio de que los
inmigrantes ocupan puestos de trabajo en ramas que está
siendo abandonadas por la población autóctona.
En caso de ocurrir tal proceso de sustitución no
podemos verificarlo en el conjunto de una actividad sino en
determinadas ocupaciones y regiones.
Gráfico 2.
Para evitar el riesgo de generalizaciones
simplificadoras y erróneas se hace necesario analizar de
forma monográfica el funcionamiento de sectores
ocupacionales concretos. Sobre esta cuestión volveremos en
los apartados siguientes.
El Gráfico 2 muestra la distribución por
actividades de hombres y mujeres de las nacionalidades no
comunitarias más numerosas. En cuanto a los varones es
notoria la importancia de los permisos agrícolas entre
argelinos, marroquíes y senegaleses; el sector de
hostelería y restaurantes agrupa a la mayoría de los
chinos y a segmentos notables de los filipinos, colombianos,
dominicanos y peruanos. Los senegaleses se dedican de forma
principal al comercio, actividad que también incluye a una
minoría significativa de argentinos. La construcción es
la actividad principal de los hombres polacos y tiene
también relevancia entre marroquíes, argentinos,
peruanos y dominicanos. El servicio doméstico, empleo
identificado tópicamente con la mano de obra femenina, tiene
un peso decisivo en el caso de los varones filipinos y es
significativo también en el caso de dominicanos y peruanos.
Colombianos, argentinos y polacos muestran la mayor incidencia de
otras actividades, entre las que destacan los servicios de mayor
cualificación. En el caso de las mujeres trabajadoras la
actividad dominante es el servicio doméstico, de forma
destacadísima entre filipinas, dominicanas y peruanas y
notable entre marroquíes, colombianas, polacas y argelinas.
La hostelería absorbe a la gran mayoría de las mujeres
chinas y a grupos minoritarios de las demás nacionalidades.
El comercio destaca sólo entre las senegalesas y, de forma
menos notoria, entre argentinas y chinas.
La agricultura atrae en proporciones no despreciables
sólo a mujeres argelinas, senegalesas y marroquíes.
Estas cinco ramas de actividad dan cuenta de más del 90% de
los permisos de trabajo otorgados a las mujeres de estos
países; en comparación, el abanico de opciones
laborales de las mujeres no comunitarias es más reducido que
el de los hombres del mismo origen. En comparación con
el conjunto de hombres ocupados en la economía española, los no
comunitarios están sobreespecializados en la agricultura y
los comunitarios en la industria y los servicios; por su parte,
las mujeres de cualquier procedencia (comunitarias y no
comunitarias) trabajan en mayor proporción que las
autóctonas en el sector servicios (ver Tabla 27). Entre los
trabajadores de origen comunitario con permiso de trabajo a
finales de 1991 los varones se concentraban en la industria,
seguida del comercio, la construcción y la hostelería;
en cambio las mujeres se distribuían entre la educación-investigación, la
hostelería, los transportes y comunicaciones, el comercio y
el servicio doméstico (en el que destacan las
portuguesas).
Con el fin de conocer la posición social que ocupan
los inmigrantes a partir de su inserción en el mercado
laboral hemos agrupado las categorías ocupacionales para
establecer tres niveles o estatus laborales: alto, medio y bajo
(ver Gráfico 3)7. A finales de 1997 el 11% de los
trabajadores no comunitarios en situación regular ocupan
empleos en las categorías superiores; la proporción se
eleva al 32% entre los comunitarios. Por tanto, no puede
afirmarse que los extranjeros ocupen de forma
sistemática las peores posiciones del mercado de trabajo
español.
En realidad existen situaciones muy diferenciadas, que
se aprecian analizando el origen de los inmigrantes. En el
estatus alto se posiciona la mayoría de los norteamericanos,
alrededor de un tercio de los europeos comunitarios y la cuarta
parte de los asiáticos y otros europeos; en cambio, en la
categoría inferior se concentra el 75% de los africanos, el
70% de los latinoamericanos y un 62% de los asiáticos (ver
Tabla 28). Estos datos muestran que existe una marcada
polarización: en los niveles altos predominan los
trabajadores del "Primer Mundo" y en las categorías más
bajas se concentran los inmigrantes del "Sur". La
comparación entre autóctonos e inmigrantes de distinto
origen muestra también una diversidad de situaciones. La
encuesta de población
activa ofrece información referida a la mano de obra
autóctona, a la que tiene doble nacionalidad y a la
extranjera, aunque subestima el número de esta última
(a finales de 1996 a pesar de incluir a trabajadores de la
Unión Europea contabiliza menos trabajadores extranjeros que
el stock de no comunitarios). Combinando las distintas
fuentes obtenemos los datos resumidos en la Tabla 29. Se observa
que en las categorías ocupacionales superiores destacada la
presencia de trabajadores de países de la Unión Europea
(más de la mitad son directivos, técnicos o
profesionales) y de los que cuentan con doble nacionalidad
(más de un tercio son profesionales y técnicos, en gran
parte de origen latinoamericano). El porcentaje de empleados
administrativos y similares es mayor entre los españoles y
los de doble nacionalidad que entre los extranjeros. La franja de
trabajadores de la hostelería, los servicios de seguridad y el comercio acogen a
un porcentaje similar de trabajadores en los cuatro grupos
analizados; aunque la heterogeneidad de situaciones que se
incluyen (empleado de comercio fijo, vendedor ambulante;
pequeño propietario hostelero, camarero eventual, etc.)
impide detectar una mayor polarización. Los empleos
cualificados de la agricultura, la industria, la
construcción y la minería destacan entre los
trabajadores españoles (un tercio del total de ocupados). En
cambio, la gama de ocupaciones no cualificadas destaca
especialmente entre los inmigrantes no comunitarios (más de
la mitad del total). En resumen, los trabajadores comunitarios
y los que gozan de doble nacionalidad cuentan con una mejor
inserción laboral que los trabajadores autóctonos; en
cambio, la media de los trabajadores extracomunitarios se
encuentra en peores condiciones que los
españoles.
Gráfico 3. ESTATUS OCUPACIONAL
SEGÚN ZONA DE ORIGEN
La distribución en categorías ocupacionales en
función del sector
económico muestra que la casi totalidad de los inmigrantes
en la agricultura (95%) ocupa el estrato ocupacional más
bajo.
En la construcción la mayoría (57%) se
adscribe al escalón inferior pero el 40% ocupa puestos de
cualificación media (oficiales, etc.). En la industria,
donde la presencia de inmigrantes es menos importante, la
polarización de estatus es notable: más del 80% de los
procedentes del Primer Mundo (excluido Portugal) ocupan puestos
de estatus alto o medio; en cambio, alrededor de la mitad de los
africanos y portugueses se insertan en el estrato bajo; los
sudamericanos y europeos del Este se encuentran más
habitualmente en ocupaciones intermedias. El sector servicios,
que reúne a dos tercios de los extranjeros con permiso de
trabajo, presenta una variación similar, en función de
la región de origen de los inmigrantes: estatus medio-alto
para más del 70% de los procedentes del Primer Mundo
(excluyendo Portugal), estatus bajo para centroamericanos,
asiáticos (excluido Japón), magrebíes y
portugueses (entre el 85% y el 65%).
Las diferencias entre hombres y mujeres se manifiestan
también en este caso: las trabajadoras no comunitarias
ocupan más frecuentemente las categorías inferiores que
los varones (81 y 61%, respectivamente); lo inverso ocurre con
los empleos de nivel medio (9 y 26%) y en el estrato superior (13
y 10%).
PROYECTOS MIGRATORIOS DE LAS
MUJERES NO COMUNITARIAS
Puesto que la emigración no es un acto derivado
mecánicamente de las condiciones objetivas de existencia, el
proyecto de los emigrantes condiciona de forma importante
su trayectoria posterior. ¿Cuál es la motivación que impulsa a
estas personas a dejar sus países para venir a España?
¿Qué proyecto las guía?. Para
conocer la situación específica de algunos colectivos
representativos de mujeres inmigrantes no comunitarias,
realizamos una aproximación empírica a tres de ellos:
mujeres marroquíes, dominicanas y filipinas8,
cuyos resultados exponemos a continuación.
1. Pluralidad de proyectos
migratorios.
No cabe afirmar, sin más, que todas las mujeres
salen de su país para escapar de situaciones de pobreza y penurias materiales. El estudio
realizado de distintos procesos migratorios nos
permite distinguir al menos las siguientes
modalidades:
– Emigrar para asegurar la subsistencia del grupo
familiar y, especialmente, la mejora social de los hijos
(generalmente a través de los estudios). En estos casos la
motivación económica es
predominante; en ocasiones son las mujeres las principales,
cuando no las únicas, proveedoras de rentas monetarias para
el grupo familiar que permanece en el país de origen. Por
tanto, las estrategias se dirigen a maximizar el ahorro con el fin de remitir
dinero, todo lo demás se
subordina a esta finalidad. En estos casos cuando falla la
inserción en el mercado laboral se producen situaciones
límite, pues las emigrantes se ven presionados para generar
ingresos a toda costa,
incluyendo prácticas alejadas de sus expectativas iniciales
(tráfico de drogas a pequeña escala, prostitución,
etc.).
– Solteras que emigran buscando una promoción personal,
además de apoyar a la familia de origen. Cuando
quienes emigran son mujeres originarias del tercer mundo,
éstas rompen con el estereotipo occidental que las percibe
como sometidas y resignadas a un contexto de dominación
patriarcal ineludible. En realidad, los procesos de cambio social
atraviesan transversalmente a todas las sociedades, en mayor o
menor medida; en particular, entre las mujeres jóvenes de
procedencia urbana se desarrollan aspiraciones que chocan con los
modelos dominantes en sus
respectivos países. Esta contradicción puede ser
salvada, o eludida, por las que consiguen una posición
económica desahogada, pero se convierte en vía sin
salida para quienes se ven constreñidas por las dificultades
económicas o la falta de posibilidades de formarse y
desarrollar una carrera profesional. De forma resumida puede
decirse que este tipo de emigrantes representa a personas que han
accedido en sus países a las expectativas de una vida
"moderna" y esperan encontrar más posibilidades de
desarrollarla emigrando al exterior. Generalmente se trata de
jóvenes que conviven con su familia paterna que, cuando
deciden emigrar, necesitan contar con la anuencia del entorno
familiar; ésta puede conseguirse bien por una actitud comprensiva de los
padres o bien porque ven en la emigración del hijo o la hija
la posibilidad de obtener unos ingresos que aseguren la
reproducción del hogar. Así, el proyecto migratorio
combina la función económica (enviar remesas a la
familia) con el proyecto personal (autonomía,
formación, promoción). En esta situación la
emigrante no subordinará toda su estrategia al objetivo
económico, y tendrá más facilidad para desarrollar
actividades sociales y formativas que faciliten su inserción
en la sociedad de destino.
– Jóvenes que emigran ?por espíritu
aventurero? ("para conocer mundo"), animadas por un entorno
próximo de emigración generalizada. Este caso lo hemos
encontrado, por ejemplo, entre las inmigrantes filipinas, en cuyo
país de origen se registra un masivo proceso migratorio, en
primer lugar desde zonas rurales y ciudades menores hacia la zona
metropolitana de Metro Manila y, posteriormente, hacia una gran
variedad de países de Norteamérica, Oceanía, Asia y Europa. El contexto, pues,
está impregnado de la posibilidad de emigrar, opción
que facilitan las agencias que se encargan de tramitar papeles,
billetes, contactos y contratos en el país de
destino.
Aunque los estereotipos tienden a presentar el perfil de
la emigrante como una mujer de origen rural, con bajos
estudios, procedentes de clases humildes y pertenecientes a
familias numerosas, no es poco habitual que participen en estos
flujos mujeres con estudios universitarios y empleos de nivel
medio o alto. ¿Qué mueve a mujeres jóvenes,
profesionales y relativamente "situadas" en el mundo laboral, sin
responsabilidades familiares, a dejar el país de origen para
trabajar, casi siempre, como empleadas domésticas? En el
caso filipino se trata en general de mujeres procedentes de
sectores sociales medio-bajos, entre los que se ha dado
importancia a la formación de las hijas a la vez que se las
somete a un estricto control social. El modelo tradicional de mujer,
impregnado del sentimiento de resignación que transmiten las
formas de religiosidad dominantes, se convierte en un corsé
para las aspiraciones de las jóvenes profesionales urbanas;
sin embargo, éstas no se plantean una crítica frontal al modelo
y optan por eludirlo (o postergar la asunción del mismo)
mediante la "aventura" de salir hacia otro país, aún a
cambio de experimentar una movilidad social
descendente.
– Mujeres que salen de su país de origen por
seguir al marido en su proyecto migratorio. En este caso no
se trata de una decisión personal, y en ocasiones se produce
sin entusiasmo o con resignación. Entre tres colectivos que
hemos estudiado pormenorizadamente9 esta
situación se produce casi exclusivamente en el caso de las
mujeres marroquíes, dada la importante presencia de varones
en la inmigración procedente de ese país. En principio,
el proyecto migratorio pretende reproducir en España el
modelo de organización familiar
existente en la sociedad de origen, en el que la mujer tiende a quedar
circunscrita sólo al ámbito doméstico. La
situación de aislamiento produce dificultades para aprender
el idioma local y para establecer relaciones.
– Jóvenes ("segunda generación") que llegan
a España para reunirse con familiares ya emigrados. Este
caso es similar al anterior, en el sentido de que no se trata de
un proyecto migratorio autónomo sino llevado a cabo por la
decisión de otros. La diferencia estriba en que las
niñas y jóvenes pueden encontrar vías de
inserción relativamente autónomas si se insertan en el
sistema educativo local o en
el mercado laboral, mediante relaciones que trasciendan el
ámbito étnico-familiar. Sin embargo, las que superan la
edad de escolarización obligatoria se ven al principio
abocada al desempleo o a la ocupación
en los habituales nichos ocupacionales de sus
compatriotas.
2. Diversidad de trayectorias
laborales.
Una de las dimensiones importantes de los flujos migratorios es su
componente económico o de clase: las mujeres migrantes
parten de una inserción determinada en la estructura de
clases de la sociedad de origen y tienen que integrarse en la del
país de destino. En ese tránsito existen diversas
trayectorias posibles, que conducen a una inserción exitosa,
a una posición de integración estable pero
subordinada, a la precariedad permanente o a situaciones de
marginalidad y exclusión.
La "lógica económica" nunca explica el conjunto de las
trayectorias migratorias (pues, en ocasiones, lo económico
queda subordinado a constricciones legales, de género o
culturales) pero es un elemento fundamental para estudiar las
trayectorias migratorias.
Podemos distinguir los cambios que se dan entre el
país de origen y la llegada a España, y los que ocurren
a partir de ese momento.
a) Cambios entre el país de origen y el de
destino
La movilidad espacial a través de las fronteras
genera modificaciones en la situación económica de las
migrantes. Entre las principales cabe señalar cuatro
modalidades:
– Experiencias de movilidad descendente. Algunas
de las mujeres migrantes son profesionales o estudiantes
universitarios; en ocasiones contaban en el país de origen
con un empleo cualificado, sea como profesionales, como
directivas o pequeñas propietarias de negocios familiares. Al llegar
a España la principal, y casi única, vía de
entrada al empleo es el trabajo precario y poco
cualificado, sobre todo el servicio doméstico interno para
las mujeres. El acceso a un empleo permite garantizar la
manutención, la obtención de rentas para solventar
deudas (por ejemplo, los gastos del viaje) y la
posibilidad de conseguir o mantener en el futuro un permiso de
trabajo. A cambio se encuentra un contexto laboral que choca
profundamente con la experiencia anterior: de una ocupación
con estatus reconocido se pasa a una situación más o
menos vergonzante. Particularmente duro es el tránsito para
las mujeres que se emplean como internas puesto que pasan de
cumplir una función cualificada a ser mandadas por todo el
mundo, incluidos los niños de la casa y,
especialmente, dejan de actuar en la esfera pública y quedan
recluidas en un ámbito privado, con escasas posibilidades de
establecer relaciones personales y afectivas.
– Reproducción del nivel ocupacional aunque con
mayores ingresos. Una parte de las inmigrantes procede de
estratos económicos bajos y ha desarrollado actividad
laboral en su país de origen antes de emigrar.
Frecuentemente estas mujeres han trabajado en el servicio
doméstico, o en pequeños comercios. Por tanto, desde el
punto de vista del estatus sociolaboral no se producen cambios
significativos al llegar a España. La diferencia más
notoria, y positiva, es el nivel salarial que permite en poco
tiempo saldar las deudas del
viaje y comenzar a enviar remesas a la familia en el país de
origen. Cuando éste es el motivo principal de la
emigración, el éxito obtenido compensa
las desventajas de la nueva condición. Entre éstas
destacan las quejas respecto a las condiciones de trabajo y al
trato discriminatorio respecto a sus homólogas
autóctonas.
– Ascenso relativo: de la inactividad y la actividad
ocasional al empleo asalariado. Otra situación es la de
las mujeres que salen del país de origen sin experiencia
laboral. En este caso el acceso a un empleo y la disponibilidad
de unas rentas salariales suponen una trayectoria ascendente, al
menos desde la perspectiva personal del inmigrante. Aunque el
estatus familiar de origen sea superior al que brinda la nueva
inserción laboral, no cabe catalogar esta trayectoria como
descendente puesto que la movilidad espacial (la migración) permite
incorporarse al mundo laboral y establecer el punto de partida
para una eventual trayectoria económica autónoma
respecto a la familia paterna. En ocasiones la emigración
facilita el tránsito al mundo 17 del trabajo, debido a que
la debilidad de los lazos de control y prestigio social permiten
aceptar empleos que en su propio país rechazarían
debido a su baja consideración social.
– Cambio entre distintas formas de "inactividad"
económica. En este tipo se incluyen algunas de las
mujeres que no han tenido empleo en el país de origen, que
han emigrado siguiendo los pasos de su cónyuge y que, al
llegar a España, se dedican exclusivamente al trabajo
doméstico en su propio núcleo familiar. La trayectoria,
desde el punto de vista de clase, dependerá de la
situación comparativa entre la de la familia paterna y la
que su marido haya establecido en España. En la medida en
que las condiciones económicas lo permitan, y el modelo
cultural lo sostenga, la mujer puede permanecer en esta
situación durante años, lo que le permite "ocuparse de
los suyos" (posibilidad que está vedada para las empleadas
internas, que no suelen tener a sus familiares consigo) pero
tiende a someterla al aislamiento. Cuando su lengua de origen no es la que
se habla en el lugar de destino, aumentan las dificultades para
establecer relaciones más allá del marco familiar y
étnico-nacional. En estas circunstancias se refuerza la
dependencia de las mujeres respecto al marido, e incluso a los
hijos, y su vida social depende de la existencia de otras
familias del mismo origen en el entorno cercano. Con todo, la
influencia del entorno social no deja de operar: en un medio
donde es creciente la participación laboral de la mujer,
algunas de estas emigrantes manifiestan su deseo de trabajar
fuera de casa; en cambio, otras se mantienen fieles al modelo
femenino limitado al ámbito privado.
b) Cambios experimentados en
España
Obviamente, las mujeres recién llegadas tienen un
margen de maniobra estrecho a la hora de desplegar estrategias de
inserción; en principio se trata de aceptar las primeras
oportunidades que se presentan. Sólo una vez garantizada la
supervivencia inmediata es posible comenzar a captar las claves
del nuevo entorno, conocer y comparar posibilidades y establecer
nuevas relaciones. A partir del mayor control que se adquiere del
nuevo medio, y de los condicionamientos que éste impone,
empiezan a desplegarse estrategias en función de las
expectativas propias. Como ejemplo de la amplia gama de
trayectorias posibles presentamos aquí las más
habituales entre las mujeres inmigrantes no
comunitarias:
– Perpetuación como interna. Algunas
inmigrantes gozan de una situación jurídica estable
(permiso de trabajo por cinco años) y llevan varios
años en España pero siguen empleadas como trabajadoras
domésticas internas, aunque hayan cambiado de hogar
contratante. Aparentemente se trata de un estancamiento en la
trayectoria ocupacional, que en algunos casos sanciona el
descenso social experimentado al abandonar el país de
origen. Son varias las circunstancias que explican esta
permanencia. En primer lugar, la prioridad que se otorga al
envío de remesas a la familia (generalmente para los hijos)
en el país de origen convierte a este empleo en el más
idóneo, pues permite ahorrar importantes gastos de mantenimiento (vivienda,
alimentación y transporte); cuando la
necesidad de las remesas se prolonga por muchos años la
inmigrante puede encontrarse finalmente sin fuerzas o recursos
para buscar una nueva situación ocupacional y vital. En
ocasiones se mantiene el empleo como interna después de
haber intentado sin éxito otras opciones: en estos casos
esta ocupación actúa como refugio ante la
inseguridad y la competitividad reinantes en el
mercado laboral, incluso en los casos en que la inmigrante tiene
una cualificación ocupacional notable, o debido a las
restricciones que impone el permiso de trabajo. Otra
situación es la derivada de la situación familiar de la
inmigrante. Las casadas son las que habitualmente pasan de la
situación de interna a la de externa, pero a veces la
única posibilidad de empleo para el marido inmigrante es la
de colocarse también como interno. Así, cuando la
inmigrante trae a su marido puede verse obligada, aunque sea
momentáneamente, a buscar colocación para ambos como
"matrimonio interno" (él
como chofer o jardinero, ella para limpiar, hacer comidas o
cuidar niños). Esta circunstancia puede obrar como freno, e
incluso retroceso, en la trayectoria laboral de la mujer
inmigrante.
– De interna a externa en el servicio
doméstico. Esta trayectoria es la más común
entre las mujeres que logran abandonar la condición de
interna. A cambio de un aumento de libertad y disposición
sobre su tiempo libre, que le permite ampliar su mundo de
relaciones y actividades, la inmigrante ve incrementados sus
gastos y, consecuentemente, puede ahorrar o enviar menos dinero a
la familia de origen. Por eso es habitual que este paso lo den
las mujeres que se casan estando en España o que traen a su
familia posteriormente; en estos casos el cuidado de los
niños supone un impedimento para continuar con el empleo
anterior, y la presencia del marido un apoyo para generar
más ingresos. Por otra parte, cuando la familia nuclear
reside en España las necesidades de enviar remesas
disminuyen cuando no desaparecen; de esta forma las mujeres
pueden centrar su estrategia fundamentalmente en el entorno
familiar cercano.
No sólo las inmigrantes casadas dan el paso hacia
el trabajo doméstico externo. Algunas de las que tienen
hijos en el país de origen también han recorrido esta
trayectoria; en estos casos incide favorablemente el que
disminuya la demanda de remesas, pero también la experiencia
de vida anterior y el proyecto de la mujer emigrante: si los
hijos crecen y se autonomizan (en su país o en España)
la madre puede afrontar gastos mayores, aunque esto no ocurra,
cuando la migración se produce tras una trayectoria de vida
adulta y autónoma es más difícil aceptar la
pérdida de autonomía e intimidad, en ese caso lo
económico queda subordinado a un mínimo bienestar.
También es el caso de las mujeres solteras que no tienen
cargas familiares que les impongan la necesidad de maximizar sus
ingresos. Al reunirse varias para compartir un alquiler,
generalmente en pisos antiguos no rehabilitados, logran minimizar
gastos y establecer una base para desarrollar otras estrategias,
en las que suele tener cabida alguna actividad formativa,
además de las relacionales. En estas trayectorias el
objetivo económico tiende a quedar subordinado al proyecto
migratorio que pone el acento en la autonomía y la
promoción personal.
– Apertura parcial hacia otras actividades.
Aunque buena parte de las mujeres no comunitarias trabajan en el
servicio doméstico (como internas o externas) existen
tentativas y proyectos para desarrollar otras actividades
económicas. Los obstáculos a vencer en este caso son
importantes: por un lado, el estereotipo social que no concibe a
las inmigrantes del tercer mundo en otro tipo de ocupación;
por otra, la situación ocupacional de la mujer en
España, que tiende a ofrecer más oportunidades en
empleos precarios y/o poco retribuídos10. Algunas
mujeres consiguen establecerse de forma autónoma, en
actividades característicamente "femeninas" (como las
peluquerías, en el caso de las dominicanas) o en negocios
familiares (comercio, en el caso de las marroquíes). En
estos casos la viabilidad de la empresa tiene que ver con la
densidad de las redes
étnicas, pues la clientela mayoritaria suele estar
constituida, al menos inicialmente, por personas de la misma
nacionalidad. Otro caso es el de las que compatibilizan ciertas
actividades con el servicio doméstico, procurándose
unos ingresos extra y sondeando la posibilidad de "dar el salto"
hacia la nueva actividad. Muchas quedan atrapadas en esta
situación ambigua debido a que no disponen de los medios
necesarios para establecerse de forma independiente, o carecen de
los recursos y contactos que se requieren para hacerlo; otras se
ven limitadas por sus responsabilidades familiares.
Las inmigrantes encuentran dificultades objetivas para
encontrar un trabajo aceptable fuera del servicio doméstico,
sin embargo, existe un sector activo que despliega estrategias
variadas con vistas a lograr una promoción
económica. Algunas lo hacen con la intención de mejorar
sus condiciones de inserción en el país de destino
(cursos de peluquería, informática, etc.). Otras,
en cambio, desarrollan actividades de formación con vistas a
abandonar el servicio doméstico, pero creen que tendrán
más posibilidades de aprovechar su nueva cualificación
en el país de origen que en el de emigración (es el
caso de mujeres dominicanas que realizan cursos de
hostelería pensando desarrollar alguna actividad en el
sector turístico en la República
Dominicana).
– Hostelería, ¿un trabajo "verdadero"?.
La segunda ocupación más habitual de las mujeres no
comunitarias, aunque a mucha distancia del servicio
doméstico, se encuentra en el sector de la hostelería.
Las tareas que desempeñan son diversas, aunque la
mayoría trabaja en actividades de limpieza o de cocina y son
menos las que se desempeñan como camareras. Frente al
servicio doméstico, que no goza del estatus de un "trabajo
verdadero" aunque procura ingresos suficientes para muchas, el
empleo en la hostelería aparece como un factor de
integración más normalizado, que acerca a la inmigrante
a la situación de las trabajadoras autóctonas. En
principio no existen las connotaciones de arbitrariedad y
servidumbre que se asigna al servicio doméstico, la
regulación laboral ofrece más garantía y los
años trabajados dan derecho a percibir prestaciones por desempleo,
etc. Sin embargo, en la práctica las cosas no resultan tan
claras: predominan las condiciones de trabajo precarias (falta de
contrato, contratos
temporales, con salarios y cotizaciones sociales
mínimos) y los abusos patronales (si no se admiten las
condiciones existe oferta suficiente para cubrir
todos los puestos de trabajo). Con todo, al realizarse en un
espacio público, las garantías en favor de la
trabajadora tienen más posibilidades de ser
defendidas.
– De la inactividad a la "ayuda" en el negocio
familiar. Este caso muestra la ruptura de la trayectoria de
la mujer-ama-de-casa que sale al mercado laboral por una quiebra en el proyecto inicial
(familiar patriarcal). Sea por el desempleo del marido o por la
necesidad de incrementar los ingresos familiares algunas mujeres
inmigrantes inician su vida laboral en España a una edad
adulta y después de haber tenido hijos. En este sentido
siguen una trayectoria similar a la de muchas españolas:
mujeres de clases trabajadoras, sin experiencia previa, que pasan
de la inactividad al servicio doméstico, generalmente como
asistentas por horas. Este caso, el más habitual, se ve
complementado por el de una minoría que posee un negocio
familiar en el que puede "colaborar", aunque sea de forma
eventual.
La emigración supone con frecuencia el
desplazamiento desde un sistema de relaciones de género
(sistema de poder que se establece en las relaciones entre
hombres y mujeres) a otro.
Por un lado, las distintas modalidades de las relaciones
de género en la sociedad de origen ayudan a explicar por
qué y cómo emigran las mujeres. Por otro, el proceso
migratorio incide de distintas maneras sobre el posicionamiento de género de
las mujeres migrantes11. Es posible identificar
trayectorias diferenciadas distinguiendo dos momentos: las
situaciones existentes en el país de origen que condicionan
el proyecto migratorio, y los cambios experimentados en la
sociedad de destino. Por falta de espacio no desarrollamos
aquí esta perspectiva, remitimos al lector interesado a
otros trabajos12.
SUMARIO Y TIPOLOGIZACIÓN
DE LAS MUJERES MIGRANTES NO COMUNITARIAS.
De modo general, y resumiendo algunas de las
afirmaciones anteriores, cabe destacar algunos elementos
centrales que caracterizan el lugar de las mujeres inmigrantes no
comunitarias en España:
1) La evolución registrada en los últimos
años muestra una tendencia hacia la reducción de las
diferencias entre grupos nacionales (los perfiles laborales
estaban mucho más polarizados en 1992 que en 1997). Se ha
producido una salarización y crecimiento del estatus
inferior (más trabajadoras del servicio doméstico entre
las latinoamericanas, más en la industria entre las
magrebíes, y más en el comercio entre las
asiáticas). También se incrementan los permisos de
larga duración (5 años) aunque aún la mayoría
cuenta con permisos de 1 año. Los perfiles de edad y de
estado civil también se han aproximado. No se trata de que
se haya producido una homogeneización interna a partir de la
desaparición de otros perfiles (técnicas, profesionales;
etc.) sino que la evolución de los flujos ha difuminado
estas diferencias. En todo caso, para una comprensión mayor
del fenómeno es necesario realizar análisis
específicos, referidos a colonias nacionales, que permitan
profundizar en las tendencias y características de los
distintos grupos.
2) A pesar de estas tendencias hacia la convergencia
existen diferencias entre distintos colectivos: mientras unos
están formados de forma mayoritaria por mujeres (es el caso,
por ejemplo, de dominicanas, peruanas y filipinas), en otros
éstas -aunque numerosas- son minoría respecto a los
varones (el ejemplo más destacado es el de las
marroquíes). También las formas de convivencia y las
redes sociales varían de forma considerable: en un caso
predominan las relaciones entre mujeres, en el otro es más
importante la presencia de núcleos familiares. Por otra
parte, estas diferencias (casadas, con familia en España o
en el país de origen, solteras, primera generación,
hijas de inmigrantes, etc.) se reproducen dentro de cada uno de
los colectivos nacionales.
3) La inserción laboral de las inmigrantes no
comunitarias sólo se comprende en el contexto de la
estructura ocupacional española, caracterizada por la
terciarización, precarización y segmentación del
empleo.
4) la importancia cuantitativa de estas inmigrantes es
aún limitada respecto al conjunto de la mano de obra
autóctona (el 1,1%); sin embargo, su alta concentración
en pocas ramas de actividad (especialmente en el servicio
doméstico) hace más visible y significativa su
presencia en el mercado laboral; 5) Queda por dilucidar si la
actual situación de la mayoría de estas mujeres
(recluidas en el trabajo doméstico) es una fase transitoria
en un proceso recién iniciado de movilidad social
ascendente, o bien se trata de la configuración de un
nicho cerrado, que se constituye en la única
opción laboral para la mayoría de las
inmigrantes.
Las situaciones diferenciales en que se
encuentran las mujeres inmigrantes nocomunitarias en España,
según se ha expuesto, permite establecer una
tipología de situaciones para poder seguir
profundizando en el análisis. Utilizando los criterios
expuestos en el punto primero y la información estadística del segundo,
obtenemos una panorámica que identifica los siguientes tipos
diversos:
– Estado-nación: existe una gama de
situaciones, comenzando por las nacionalizadas españolas (el
acceso a la nacionalidad es mucho más fácil para
latinoamericanas, filipinas, guineanas y andorranas que para el
resto), pasando por las de origen comunitario (que no necesitan
permiso de trabajo), las que tienen permisos de larga
duración (destacan las de Lejano Oriente y América
Central), las que poseen permisos de validez anual (especialmente
magrebíes y otras africanas), las no comunitarias que tienen
permiso de residencia pero no autorización para trabajar
(sudamericanas e hindúes) y las irregulares.
– Clase: recurriendo a la estratificación
que hemos utilizado en diversos trabajos podemos clasificar a las
económicamente activas en tres grupos: estatus alto
(en el que se observa mayor presencia de sudamericanas),
medio (con predominio de sudamericanas y asiáticas) y
bajo (en el que destacan las mujeres del Magreb y
América Central). Por falta de datos, no tenemos
posibilidades de clasificar en esta escala a las
económicamente "inactivas", más precisamente a las que
carecen de permiso de trabajo, estén o no empleadas fuera
del ámbito doméstico.
– Grupo étnico o"Raza": desde la perspectiva
de la población autóctona existe una
diferenciación clara entre blancas y no-blancas;
además, respecto a las últimas parece establecerse una
escala de preferencias que tiene en el punto de máximo
rechazo a las magrebíes (marroquíes) y en posiciones
intermedias no bien especificadas a mujeres negras de origen
africano (senegalesas, gambianas, guineanas) o americano
(dominicanas, estadounidenses), asiáticas (filipinas,
chinas), hindúes y amerindias (peruanas,
ecuatorianas).
– Cultura: se establece una
escala entre las más próximas a una identidad "occidental y
cristiana" (europeas), especialmente cuando se comparte como
lengua materna el castellano (latinoamericanas);
otro bloque lo constituyen grupos orientales pero de
adscripción cristiana (el caso de las filipinas); el extremo
más alejado lo representan las de fe musulmana
(magrebíes y africanas subsaharianas).
– Género: dentro de un sistema patriarcal de
alcance universal existen modalidades diferentes. Según la
conocida distinción de Walby, habría dos tipos
principales: el privado, que se centra en el hogar y se basa en
una estrategia de exclusión de la mujer, y público que
se desarrolla en ámbitos extradomésticos y se funda en
prácticas de segregación. El estado del bienestar ha
permitido el paso del primer tipo al segundo, generando formas de
dominación específicas sobre las mujeres (nueva pobreza
ligada a la responsabilidad sobre los
hijos, pornografía en los
medios de comunicación,
etc.). En general, puede establecerse una distancia entre el
modelo autóctono dominante (patriarcado público) y las
pautas que afectan originariamente a las inmigrantes del tercer
mundo (patriarcado privado); en cambio, buena parte de las
extranjeras de origen comunitario estarían en una
situación más "avanzada" que las autóctonas
respecto al modelo dominante13. A las diferencias
reales, en cuanto pautas de comportamiento, se suman los
estereotipos ideológicos que unos grupos atribuyen a otros
(europeas "degradadas moralmente", orientales "sumisas",
musulmanas "sometidas", etc.).
Tal como hemos señalado, el abordaje de la
situación social de las mujeres migrantes debe realizarse
desde una perspectiva multidimensional. Si los cinco ejes
señalados tienen su importancia, el cruce de sus efectos
sobre colectivos particulares de mujeres es lo que proporciona
una aproximación más compleja y rica a su
situación real.
Notas
1) La distribución por sexo de los ciudadanos con
permiso de residencia sólo se ha publicado en 1992 y 1993;
existen también datos aún no publicados
correspondientes a 1997. Es previsible que a partir de esta fecha
los organismos oficiales publiquen de forma habitual las cifras
de residentes por sexo Aunque los censos y padrones registran
esta variable, hasta la fecha resultan un instrumento menos
útil puesto que en general vienen subestimando el
número de extranjeros, y probablemente ofrezcan una
información distorsionada respecto a la estructura
demográfica de estas poblaciones.
2) Aunque una parte de las residentes comunitarias son
ancianas que ya se han retirado de la vida activa, alrededor de
la tercera parte de trabajadoras extranjeras en situación
regular procede de países de la Unión
Europea.
3) Entre 1992 y 1996 se ha producido un incremento
considerable del número de mujeres, a juzgar por los datos
de permisos de trabajo concedidos: gran parte de ellos
corresponden a mujeres que se emplean en el servicio
doméstico. Ante la falta de datos actualizados sólo
podemos constatar el incremento numérico de la
inmigración femenina y suponer que en algunos colectivos
puede haber aumentado el índice de feminización (es el
caso de peruanas, dominicanas, colombinas y
ecuatorianas).
4) Una encuesta aplicada al 10% de los regularizados en
1991 estableció que el 63% eran personas solteras y que el
46,8% tiene familiares dependientes en el país de origen (en
cambio, el 38,6% no tiene ningún familiar dependiente
económicamente). Ver DIRECCIÓN GENERAL DE MIGRACIONES,
Encuesta cualitativa sobre inmigrantes regularizados,
Madrid, 1992 (ciclostil) y ARAGÓN BOMBÍN, R. Y CHOZAS,
J. La regularización de inmigrantes durante
1991-1992, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid,
1993.
5) No cabe afirmar sin más que la condición de
vendedor ambulante sea sinónimo de precariedad; un estudio
realizado en Francia sobre la comunidad senegalesa puso de
manifiesto la importancia y potencialidad de las redes de
comercio ambulante (vid. SALEM, G., "Les marchands ambulants et
le système commercial sénégalese", en SIMON, G.
(coord.), Marchands ambulants et commerçants etrangers en
France et en Allemagne Fédérale, CUEM, Poitiers,
1984, págs. 7-50. En el caso español esta cuestión
está por estudiar.
6) Los porcentajes para Ceuta y Melilla son del 26% en
agricultura, el 22% en construcción, el 3,8% en industria y
el 3% en servicios. En estas ciudades la estadística de
permisos de trabajo na da cuenta suficientemente de la
importancia de la mano de obra inmigrada, por ello preferimos no
incluir las referencias en el texto.
7) En el nivel "alto" incluimos las categorías de
profesionales-técnicos y directores de empresa; en el "medio" los
administrativos, capataces, trabajadores manuales cualificados y
comerciantes (aunque entre estos existen vendedores ambulantes,
que no podemos cuantificar, y debieran incluirse en el apartado
siguiente); y en el estrato "bajo" los trabajadores manuales del
resto de los servicios, la industria, construcción y
agricultura.
8 COLECTIVO IOÉ, Procesos de inserción y
exclusión social de las
mujeres inmigrantes no comunitarias (inédito), INSTITUTO
DE LA MUJER, Madrid, 1997.
9) Se trata de las procedentes de la República
Dominicana, Marruecos y Filipinas.
10) Además, la mayoría de las inmigrantes se
ven excluidas de las ramas en que las autóctonas encuentran
mejores condiciones: a las administraciones públicas acceden
-como funcionarias- sólo las españolas, en ramas como
la sanitaria es necesaria una titulación que la mayoría
no posee (en algunos caso incluso poseyéndola, no cuentan
con la convalidación de título o con el permiso de
trabajo necesario).
11) Aunque el enfoque de género es importante, a
nuestro juicio y siguiendo el análisis de Carmen Gregorio en
"El proceso de integración social de las mujeres
inmigrantes", en DÍAZ-AGUADO, Mª J., Las mujeres
inmigrantes y su integración social, Instituto de la
Mujer, Madrid, mayo, 1995, el abordaje del tema concreto de la inserción
social de las mujeres inmigrantes debe hacerse desde una
perspectiva multidimensional, teniendo en cuenta, al
menos, los siguientes ejes de análisis:
– Lógica del estado-nación: sistema
jurídico que introduce la separación entre nacionales
y extranjeros, a partir de la que se establece una
jerarquía en la atribución de derechos.
– Lógica de la cultura dominante:
atravesada a su vez por diversas contradicciones, pero erigida
como norma de referencia obligada también para las
culturas minoritarias, nacionales o extranjeras (en especial
los inmigrantes de otras religiones, lenguas, etc.).
-Lógica de clases: basada en el
funcionamiento del sistema socioeconómico, que atraviesa
al conjunto de la sociedad (autóctonos e inmigrados),
generando grupos dominantes, subordinados y
excluidos.
– Lógica racial: basada en el modelo
fenotípico dominante en la sociedad receptora (en nuestro
caso, población "blanca"), que marca diferencias y,
eventualmente, jerarquías con quienes se alejan de dicha
pauta (negros, asiáticos, árabes, amerindios,
etc.).
-Lógica de género: transversal a
todas las demás, derivada del funcionamiento de un sistema
patriarcal que restringe sistemáticamente el acceso de las
mujeres a situaciones de poder social, sean en el ámbito
público como en el privado.
Las mujeres inmigrantes quedan inscritas en el marco de
estas cinco claves de identificación social. Su
posición depende, objetivamente, del lugar en que se
encuentren respecto al modelo dominante (varón, de elevada
posición socioeconómica, con plenos derechos de
ciudadanía, blanco y
adscrito a la cultura dominante) y, subjetivamente, de la mayor o
menor centralidad que se otorgue a cada uno de los elementos
descritos y al tipo de orientación que adopte ante ellos
(pasiva, reivindicativa o emuladora del modelo
dominante).
12) Ver, COLECTIVO IOE, "Mujeres migrantes en
España. Proyectos migratorios y trayectorias de
género", OFRIM, Madrid, dic. 1998,pp. 28-32.
13) Según Naciones Unidas en los
países industrializados las diferencias en perjuicio de la
mujer se establecen en el mercado laboral (salarios y acceso al
empleo); en los países del Sur se suman, además,
déficits educativos (dos tercios de los analfabetos son
mujeres), sanitarios (ligados especialmente a las pautas
reproductivas) y nutricionales. Ver PNUD, Informe sobre
desarrollo humano 1993,
op. cit., pág. 19.
Colectivo Ioe
Equipo de investigación sociológica ubicado en Madrid y
compuesto por Carlos Pereda, Walter Actis y Miguel Ángel de
Prada.
URL: http://www.nodo50.org/ioe/
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