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Mujeres migrantes en España. Aproximación a sus proyectos migratorios




Enviado por Colectivo Ioé



Monografía destacada

     

    Colectivo Ioé

     

    PRESENTACIÓN

    "Ningún país del mundo trata a sus mujeres
    igual que a sus hombres".
    PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano,
    1993.

    La desigualdad entre los seres humanos, basada en la
    estructura de género/sexo, ha sido tan extensiva en
    todos los fenómenos sociales que tampoco ha quedado al
    margen en el caso de las migraciones contemporáneas. Hasta
    muy recientemente no se ha prestado atención a algo que
    estaba delante de los ojos: la feminización de los flujos
    como uno de los rasgos propios de los movimientos migratorios
    mundiales. En España la preocupación por abordar la
    situación de las mujeres migrantes tampoco ha escapado a la
    indiferencia de las investigaciones ni a la falta de
    preocupación de las instituciones. Sin embargo,
    algo parece estar cambiando. La celebración del Curs
    Dones i Migracions a la Mediterránia Occidental
    , en el
    ICM, que ha dado lugar a la presente publicación ,es un
    síntoma de ello.

    Por nuestra parte, con este trabajo para el libro Mujeres y Migraciones
    en el Mediterráneo Occidental
    pretendemos ofrecer a los
    lectores tres aproximaciones. La primera es la más general y
    presenta los últimos datos sobre la distribución por sexo y
    actividad de los colectivos migrantes en España, que
    confirman el avance de la presencia de las mujeres: en 1997
    éstas suponen el 48,4% del total, aumentando cinco puntos
    más que los varones en el período 92-97, aunque con
    grandes diferencias entre nacionalidades de origen. La segunda
    aproximación expone los resultados de una aproximación
    empírica realizada a la situación de tres colectivos de
    mujeres no comunitarias, a partir de los que se establece tanto
    la pluralidad de proyectos migratorios femeninos como la
    diversidad de trayectorias laborales. El artículo concluye
    con un ensayo de
    tipologización de las mujeres migrantes no comunitarias.
    Esperamos que estas páginas susciten el interés de los lectores y
    contribuyan a reflexionar de modo colectivo y abierto.

     

    COMPOSICIÓN POR SEXO DE
    LOS COLECTIVOS MIGRANTES EN ESPAÑA

    El conocimiento del número,
    nacionalidad de origen y
    distribución espacial de las personas de origen extranjero
    no es suficiente para superar una imagen abstracta y relativamente
    homogénea de la inmigración. Frente al
    estereotipo "nacionalista" de los autóctonos, que tienden a
    homogeneizar de forma reduccionista a los inmigrantes a partir
    del dato de su nacionalidad, interesa conocer
    los diferentes tipos realmente existentes, entre ellos los
    que emergen por la característica del sistema de género/sexo. La
    composición interna de cada colonia, los roles dominantes y
    las redes de relación que se
    establecen conforman las microestructuras sociales a partir de
    las que se desarrollan las diversas estrategias de inserción de
    estos colectivos y de los tipos específicos de los mismos.
    Sin embargo, en España estamos lejos aún de poder conocer con la
    suficiente precisión y actualidad la distribución por
    sexo, edad, estado civil (o grupo de convivencia) y nivel
    de instrucción de la población de origen
    extranjero.

     

    1. Residentes extranjeros,
    según sexo y procedencia.

    En cuanto a la composición por sexos, los
    únicos datos disponibles1 muestran que en el
    conjunto de la población extranjera existe un predominio
    leve de los hombres: las mujeres representan el 47% del total en
    1992 y el 48,4% en 1997. Sin embargo, esta distribución
    media esconde diferencias importantes. Por continentes de
    procedencia se observa que el conjunto de europeos presenta una
    distribución equilibrada; en cambio, entre los originarios
    de América existe una
    marcada mayoría femenina; por el contrario, los hombres son
    muchos más numerosos que las mujeres entre los llegados de
    África y, con menor intensidad, entre los
    asiáticos.

     

    VARONES Y MUJERES RESIDENTES
    SEGÚN CONTINENTE DE PROCEDENCIA, 1997

     

     

     Según los últimos
    datos oficiales disponibles, el total de mujeres extranjeras en
    situación regular en 1997 se sitúa alrededor de las
    280.000; cifra que representa el 0,7% respecto al total de la
    población femenina en España. La procedencia de estas
    inmigrantes muestra un marcado predominio de
    las europeas (49%), particularmente de las llegadas de
    países comunitarios (44%); el segundo gran grupo lo componen
    las originarias del continente americano, aunque su volumen (27%) es la mitad que el
    de las europeas. Con menor volumen aparecen las de origen
    africano (15%) y las asiáticas (8%).

     

    El análisis basado en
    grandes agregados no pasa de ser un artificio estadístico,
    puesto que conceptos como "la población extranjera" o "las
    mujeres comunitarias" no tienen como referente un grupo humano
    que constituya un conjunto social realmente interconectado. En
    general las personas de origen extranjero tienden a convivir y
    relacionarse en redes sociales basadas en la nacionalidad, o
    incluso en círculos de ámbito más reducido
    (personas provenientes de la misma provincia o comarca). Por
    tanto, es necesario matizar más el análisis. Las
    estadísticas de
    residentes referidas al año 1997 nos permite conocer la
    distribución por sexo de los residentes en situación
    legal. Sólo siete colonias superan los 10.000 efectivos,
    cuatro de ellas proceden de la Unión Europea (Reino
    Unido, Alemania, Portugal y Francia) y las otras tres son
    extra comunitarias (Marruecos, República Dominicana y
    Perú). Por encima de los 5.000 efectivos aparecen otros tres
    países comunitarios (Italia, Holanda, y Bélgica),
    tres latinoamericanos (Argentina, Cuba y Colombia), dos asiáticos
    (Filipinas y China), además de
    Estados Unidos (ver Tabla
    2).

     

     Gráfico 1.
    MUJERES RESIDENTES SEGÚN PAÍS DE PROCEDENCIA,
    1997

     

    Estos datos indican la importante magnitud del colectivo
    de mujeres procedentes de países de la U.E.. A pesar de su
    magnitud este contingente, quizá con la excepción de
    las portuguesas, se caracteriza por su invisibilidad
    social
    : ni los estudios existentes ni las imágenes difundidas por
    los medios de
    comunicación permiten suponer que casi la mitad de las
    mujeres extranjeras procede de la Europa comunitaria. Esta falta de
    visibilidad no puede atribuirse por completo a una ausencia del
    mercado de trabajo2,
    aunque buena parte de estas mujeres son jubiladas o rentistas; la
    explicación puede encontrarse en el terreno ideológico
    (los "europeos blancos" no son percibidos como inmigrantes ni
    como trabajadores, sino como turistas, residentes ricos o
    ejecutivos de transnacionales) y en el
    político-administrativo (mayor facilidad para obtener
    permisos de residencia y trabajo; "ocultación" de las
    trabajadoras comunitarias en las estadísticas laborales
    desde 1992, etc.).

    Además de su volumen absoluto, es necesario conocer
    cuál es la importancia relativa de los sexos dentro de
    cada colonia
    migrante, dado que -por lo general- las
    principales personas de referencia y redes de solidaridad se establecen con
    individuos de la misma nacionalidad. Desde la perspectiva de
    género no es lo mismo pertenecer a un grupo caracterizado
    por el equilibrio entre sexos
    (situación que, en principio, facilita la reproducción de los roles
    de la sociedad de origen), que a
    otro donde las mujeres constituyen una mayoría clara
    (circunstancia más propicia a un cambio de los papeles
    tradicionales), o a un tercero en el que las mujeres son
    minoría (lo que puede reforzar el control social masculino). Las
    mujeres comunitarias son mayoría (52 a 53,5%) respecto a los
    hombres de su misma nacionalidad, excepto en tres casos: Portugal
    (45,7%), Italia (37%) y Grecia (36%). Esta
    composición mayoritariamente femenina se explicaría por
    la elevada edad de las personas: puesto que en la "tercera edad"
    la mortalidad es mayor entre los varones, parece lógico que
    entre contingentes de edad avanzada predominen las mujeres
    viudas. Sin embargo, los mayores porcentajes de feminización
    se registran entre los colectivos procedentes de República
    Dominicana (80%), Colombia (72%), Ecuador y Brasil (69%), Guinea Ecuatorial
    (66%), Filipinas y Perú (65%) y Cabo Verde (60%), entre los
    que predominan las mujeres económicamente activas. En
    cambio, las marroquíes -la principal colonia de mujeres no
    comunitarias- sólo son el 33% de las personas procedentes de
    ese país. El predominio masculino es marcado entre los
    inmigrantes procedentes de África y algo menor entre los de
    Europa del Este; las nacionalidades donde más destacada es
    la presencia de varones son Senegal y Argelia (más del 80%),
    Pakistán (79%), Gambia (72%), Marruecos (67%) e Italia
    (64%)3. Los grupos en los que existe un claro
    predominio de uno de los dos sexos están, en principio, en
    situación más precaria debido a que encuentran mayores
    dificultades para reproducir las pautas relacionales y las
    modalidades de cooperación y solidaridad habituales en sus
    países de origen, en los que las estructuras familiares adoptan
    un papel central. Aunque las fuentes disponibles no
    permiten contrastarlo fehacientemente, existe un alto número
    de solteros y de casados cuyo cónyuge permanece en el
    país de origen4, circunstancia que indica
    también mayor inestabilidad del colectivo, que conserva
    fuertes vínculos con la sociedad de origen y no acaba de
    "instalarse" en España. Las posibilidades de inserción
    de los casados que no conviven con su familia están restringidas
    por la actual normativa gubernamental, que exige la
    acreditación expresa de que se cuenta con empleo o recursos económicos estables
    y vivienda de "características y amplitud consideradas
    normales en la zona de residencia". La situación laboral de gran parte de la
    inmigración dificulta el cumplimiento de dichos
    requisitos.

    No existe un único factor que explique la diferente
    composición por sexo de las distintas colonias; intervienen
    aquí factores relacionados tanto con las sociedades de origen como con
    la de destino. En el caso de los residentes europeos el relativo
    equilibrio está relacionado con la presencia mayoritaria de
    matrimonios jubilados. En otros casos lo que cuenta es la
    extracción urbana del contingente migrante: en algunos casos
    (especialmente el de magrebíes y africanos subsaharianos) el
    éxodo de las mujeres rurales está fuertemente
    estigmatizado, lo que explica el predominio de hombres en los
    flujos procedentes de esos medios y el carácter preferentemente
    urbano de las mujeres llegadas de dichos países. Junto a los
    factores propios de las comunidades de origen inciden las
    condicionantes del mercado laboral en la sociedad de destino: la
    mayoría de los emigrantes de Filipinas hacia otros
    países son hombres, sin embargo, a Italia y España
    llegan principalmente mujeres debido a que encuentran
    colocación en el servicio
    doméstico.

    Precisamente este tipo de demanda, y la política de contingentes del gobierno facilitan la creciente
    feminización de la inmigración procedente de
    países latinoamericanos y asiáticos.

     

    2. Actividad económica:
    diversificación ocupacional y nichos
    laboral.

    Principales nacionalidades, sexo y dependencia
    laboral

    Antes de analizar cuáles son las nacionalidades
    más numerosas de trabajadores extranjeros conviene tener
    presente la "ausencia" de los comunitarios de las
    estadísticas oficiales a partir de 1992. Nuestro objetivo es dibujar una imagen
    no distorsionada de la realidad de la mano de obra extranjera.
    Por ello incluimos en nuestro análisis la información referida al
    stock de trabajadores asalariados comunitarios de 1991, junto a
    la de los no comunitarios de 1997, pues en nuestra opinión
    es preferible utilizar datos no actualizados que prescindir
    totalmente de ellos.

    Al hacer esta operación los trabajadores
    procedentes del "Primer Mundo" representan el 23% de la
    inmigración extranjera. En todo caso estas cifras contrastan
    de manera notable con las estadísticas de residentes: en
    ellas los extranjeros del "Tercer Mundo" son algo menos de la
    mitad, en cambio, representan el 77% de la mano de obra
    extranjera. Estos datos ponen de manifiesto el carácter
    preponderantemente económico de las migraciones procedentes
    de los países de la periferia mundial.

    Entre los trabajadores no comunitarios el
    colectivo nacional más numeroso, con diferencia, es el
    marroquí (67.744 trabajadores con permiso en 1997, el 38,5%
    del total), seguido por peruanos (casi 15.000 efectivos,
    equivalentes al 8,3%) y dominicanos (algo más de 12.000, que
    representan el 6,9%), chinos y filipinos (alrededor del 5% cada
    uno), argentinos (3,7%), senegaleses, colombianos, argelinos,
    polacos y gambianos (algo más de 3.000, equivalentes al 2%
    cada uno). A continuación un grupo de cuatro nacionalidades
    que tienen entre dos y tres mil efectivos: Chile, India, Estados Unidos y Cuba
    (ver Tabla 23 en anexo). Comparando las cifras de 1997 con las de
    1992 se observa un importante crecimiento de los trabajadores de
    Perú (135%) y República Dominicana (121%) y uno algo
    menos notorio de chinos (59%), en tanto que marroquíes,
    senegaleses y colombianos crecieron apenas por encima de la media
    global (26%).

    La disminución más notoria se registra entre
    los argentinos, que pierden el 43% de sus efectivos debido al
    acceso a la nacionalidad española. Por su parte, los polacos
    sólo en 1997 lograron recuperar el volumen de permisos de
    1992 (7,6%). Entre los comunitarios destacan portugueses y
    británicos (más de 10.000 trabajadores cada uno),
    alemanes (8.600) y franceses (6.100); sobre su evolución en los
    últimos años nada podemos afirmar por falta de datos
    oficiales.

    El análisis comparativo de los trabajadores
    extranjeros y autóctonos muestra algunas cuestiones de
    interés. Por ejemplo, la proporción entre sexos es
    prácticamente idéntica en ambos colectivos (dos tercios
    de varones, un tercio de mujeres), circunstancia que pone de
    relieve la importancia de
    la mano de obra femenina en la inmigración extranjera en
    España
    . Las trabajadoras no comunitarias con permiso son
    60.938 y las asalariadas comunitarias unas 18.000; a éstas
    hay que sumar otros dos grupos cuya magnitud desconocemos: las
    procedentes de la U.E. que trabajan por cuenta propia y las no
    comunitarias que lo hacen de forma irregular.

    Las colonias más numerosas de hombres son las de
    Marruecos, Portugal, China, Perú, Argentina, Reino Unido,
    Francia y Senegal; los grupos más importantes de mujeres
    proceden de Marruecos, República Dominicana, Perú,
    Filipinas y Reino Unido. Las tendencias recientes muestran un
    incremento continuo e importante de las mujeres trabajadoras no
    comunitarias (52% entre 1992- 97) y una disminución, hasta
    1994, y un crecimiento posterior menor (16%) de los varones. La
    distribución por sexo de los trabajadores varía de
    forma notable entre distintas colonias extranjeras.
    Limitándonos a los grupos más numerosos, el predominio
    masculino es destacado en el caso de argelinos, gambianos,
    senegaleses, pakistaníes (alrededor del 95%), hindúes y
    marroquíes (en torno al 85%); en cambio, las
    mujeres son mayoría en las colonias dominicana (85%),
    filipina, peruana, colombiana (alrededor del 65%) y
    británica (51%). La distribución espacial de los
    trabajadores de ambos sexos está fuertemente diferenciada:
    casi la mitad de las trabajadoras no comunitarias reside en la
    Comunidad de Madrid y el 26% en
    Cataluña, entre las demás regiones sólo destaca
    Andalucía con un 7%. Los hombres se distribuyen en un
    espacio más amplio, en primer lugar en Cataluña (31%) y
    Madrid (21%), luego Andalucía (11%), Murcia y Comunidad
    Valenciana (7%). En el caso de los europeos comunitarios los
    varones prefieren Madrid, Cataluña, Andalucía y la
    Comunidad Valenciana (los portugueses, además, Galicia,
    Castilla y León y el País Vasco); las mujeres trabajan
    preferentemente en Madrid, pero también en Cataluña,
    Baleares y Canarias.

    Las proporciones entre asalariados y trabajadores por
    cuenta propia son bastante diferentes entre inmigrantes y
    autóctonos. Entre los extranjeros es mucho mayor el peso
    de los – trabajadores por cuenta ajena que entre los
    españoles
    (88% vs. 75%); la tasa de salarización
    supera el 97% en los colectivos procedentes de Filipinas,
    República Dominicana y Perú, y supera el 90% entre los
    de Polonia, Argelia, Colombia, Guinea Ecuatorial y Cabo Verde
    (exceptuando a polacos y argelinos, los demás son colectivos
    formados por mujeres empleadas por cuenta ajena, generalmente en
    la rama del servicio doméstico). Sólo el 13% de los
    extranjeros tiene permiso por cuenta propia, en algunos
    colectivos destacan los pequeños empresarios y profesionales
    liberales (es el caso de gran parte del 43% de los hindúes,
    el 38% de los chinos y el 33% de los argentinos), y en otros -la
    mayoría- los artesanos, vendedores ambulantes u otras
    figuras del sector informal que son, en realidad, un
    sucedáneo ante la falta de empleo asalariado (situación
    en la que se encuentra el 59% de los senegaleses5).
    Entre 1992 y 1997 se ha producido un incremento del 39% de los
    trabajadores por cuenta ajena y una disminución del 23% de
    los autónomos; debido a ello durante estos cinco años
    la tasa de salarización aumentó del 75% al 87%. Esta
    evolución es, por un lado, lógica teniendo en cuenta
    la reciente implantación de muchos de estos trabajadores en
    España, que dificulta la adquisición de recursos para
    establecerse de forma duradera por cuenta propia. Por otro,
    muestra las dificultades que la dinámica del mercado
    laboral y la política de permisos de trabajo oponen a la
    consolidación del grupo de autónomos ya
    existente.

    Diversificación ocupacional y nichos
    laborales Los espacios ocupados por los trabajadores extranjeros
    en la estructura ocupacional muestran, por un lado, una
    diversificación de situaciones, una polarización
    potenciada por la globalización
    económica internacional; por otro, la formación de
    determinados "nichos" laborales en los que su presencia es
    destacada. Los inmigrantes no comunitarios están ocupados
    más frecuentemente que los autóctonos en la agricultura (18% y 8%,
    respectivamente, a finales de 1997), los niveles son similares en
    los servicios (65% y 62%) y en la
    construcción (9% y 10%) y
    bastante menores en la industria (7% y 20%). Respecto
    a la media general los inmigrantes africanos destacan en
    agricultura y construcción; los asiáticos y
    latinoamericanos en los servicios y los europeos del Este en
    construcción e industria. Por su parte, los asalariados de
    países comunitarios trabajan muy frecuentemente en los
    servicios y en la industria (ver Tabla 26). El 75% de los
    trabajadores agrícolas se concentra en Murcia, Cataluña
    y Andalucía; el 48% de los trabajadores de la industria
    reside en Cataluña y más del 75% de los empleados en la
    construcción y los servicios viven en Madrid o
    Cataluña. La evolución entre 1992 y 1997 muestra un
    incremento apreciable de los permisos en agricultura (en sentido
    contrario a la evolución del empleo de los españoles) y
    uno más moderado en los servicios, en tanto que decrecen los
    de la construcción y la industria.

    La incidencia de los trabajadores no comunitarios en
    cada uno de los grandes sectores económicos varía de
    forma notable en el ámbito espacial. Por cada cien personas
    ocupadas en la agricultura la importancia de los inmigrantes
    destaca en las provincias de Murcia (20%), Barcelona (19%),
    Almería (15%) y Girona (9%). En el sector de la
    construcción los índices más elevados se registran
    en Girona (4,3%), Madrid (3,7%), Barcelona (2,7%), Segovia (2,2%)
    y Baleares (2%). Los trabajadores de los servicios tienen
    especial incidencia en Madrid (3,6%), Girona, Las Palmas (2%) y
    Málaga (1,5%). En la industria sólo se registra una
    incidencia apreciable en Girona y Lleida (1,6%). Como puede
    comprobarse, sólo en el sector de la agricultura, y en unas
    pocas provincias, la mano de obra inmigrante está jugando un
    papel destacado; en el resto de los sectores y provincias su
    aportación es claramente minoritaria6.

    Los permisos de trabajo a extranjeros extra comunitarios
    se concentran en unas pocas ramas de actividad. En 1997 el 74% de
    los trabajadores no comunitarios en situación regular se
    empleaba en sólo cinco ramas de actividad: servicio
    doméstico (27,2%), agroganadería (16,9%),
    hostelería (12,4%), construcción (8,9%) y comercio minorista (8,5%). La
    importancia de estas actividades se ha incrementado continuamente
    desde 1992, año en que representaban el 64,8% del total de
    permisos de trabajo. Sin embargo, ni la evolución ni la
    importancia relativa del empleo en estas ramas son
    homogéneas. En cuanto a las tendencias, entre 1992 y 1997 se
    registró un incremento notable de los permisos en
    agroganadería (125%) y servicio doméstico (93%), uno
    moderado en hostelería (18%), una disminución en
    construcción (-15%) y un estancamiento en el comercio
    minorista (1%). Esta evolución no obedece a la supuesta
    espontaneidad de las fuerzas del mercado sino a una forma
    específica de regulación estatal: el sistema de
    contingentes laborales que viene potenciando la extensión de
    permisos para agricultura y servicios domésticos.

    Para tener una idea del "impacto" cuantitativo de esta
    evolución sobre la dinámica ocupacional conviene poner
    en relación el volumen de permisos de trabajo con el total
    de ocupados en cada una de las ramas de actividad. Mediante dicha
    operación se comprueba que la aportación de mano de
    obra inmigrante sigue siendo reducida, incluso en las actividades
    en las que se encuentra más presente. En la
    construcción y el comercio minorista por cada cien ocupados
    apenas hay más de un inmigrante; en la agroganadería y
    la hostelería la cifra no llega al 3%; sólo en el
    servicio doméstico la mano de obra no comunitaria alcanza un
    peso destacado (13,7%). Obviamente estas cifras se refieren a la
    media estatal, promedio que oculta concentraciones más
    elevadas en ciertos mercados de trabajo locales. En
    todo caso, salvando dichas excepciones, conviene precaverse
    contra el prejuicio de que los
    inmigrantes ocupan puestos de trabajo en ramas que está
    siendo abandonadas por la población autóctona.
    En caso de ocurrir tal proceso de sustitución no
    podemos verificarlo en el conjunto de una actividad sino en
    determinadas ocupaciones y regiones.

     

     

    Gráfico 2.

     

    Para evitar el riesgo de generalizaciones
    simplificadoras y erróneas se hace necesario analizar de
    forma monográfica el funcionamiento de sectores
    ocupacionales concretos. Sobre esta cuestión volveremos en
    los apartados siguientes.

    El Gráfico 2 muestra la distribución por
    actividades de hombres y mujeres de las nacionalidades no
    comunitarias más numerosas. En cuanto a los varones es
    notoria la importancia de los permisos agrícolas entre
    argelinos, marroquíes y senegaleses; el sector de
    hostelería y restaurantes agrupa a la mayoría de los
    chinos y a segmentos notables de los filipinos, colombianos,
    dominicanos y peruanos. Los senegaleses se dedican de forma
    principal al comercio, actividad que también incluye a una
    minoría significativa de argentinos. La construcción es
    la actividad principal de los hombres polacos y tiene
    también relevancia entre marroquíes, argentinos,
    peruanos y dominicanos. El servicio doméstico, empleo
    identificado tópicamente con la mano de obra femenina, tiene
    un peso decisivo en el caso de los varones filipinos y es
    significativo también en el caso de dominicanos y peruanos.
    Colombianos, argentinos y polacos muestran la mayor incidencia de
    otras actividades, entre las que destacan los servicios de mayor
    cualificación. En el caso de las mujeres trabajadoras la
    actividad dominante es el servicio doméstico, de forma
    destacadísima entre filipinas, dominicanas y peruanas y
    notable entre marroquíes, colombianas, polacas y argelinas.
    La hostelería absorbe a la gran mayoría de las mujeres
    chinas y a grupos minoritarios de las demás nacionalidades.
    El comercio destaca sólo entre las senegalesas y, de forma
    menos notoria, entre argentinas y chinas.

    La agricultura atrae en proporciones no despreciables
    sólo a mujeres argelinas, senegalesas y marroquíes.
    Estas cinco ramas de actividad dan cuenta de más del 90% de
    los permisos de trabajo otorgados a las mujeres de estos
    países; en comparación, el abanico de opciones
    laborales de las mujeres no comunitarias es más reducido que
    el de los hombres
    del mismo origen. En comparación con
    el conjunto de hombres ocupados en la economía española, los no
    comunitarios están sobreespecializados en la agricultura y
    los comunitarios en la industria y los servicios; por su parte,
    las mujeres de cualquier procedencia (comunitarias y no
    comunitarias) trabajan en mayor proporción que las
    autóctonas en el sector servicios (ver Tabla 27). Entre los
    trabajadores de origen comunitario con permiso de trabajo a
    finales de 1991 los varones se concentraban en la industria,
    seguida del comercio, la construcción y la hostelería;
    en cambio las mujeres se distribuían entre la educación-investigación, la
    hostelería, los transportes y comunicaciones, el comercio y
    el servicio doméstico (en el que destacan las
    portuguesas).

    Con el fin de conocer la posición social que ocupan
    los inmigrantes a partir de su inserción en el mercado
    laboral hemos agrupado las categorías ocupacionales para
    establecer tres niveles o estatus laborales: alto, medio y bajo
    (ver Gráfico 3)7. A finales de 1997 el 11% de los
    trabajadores no comunitarios en situación regular ocupan
    empleos en las categorías superiores; la proporción se
    eleva al 32% entre los comunitarios. Por tanto, no puede
    afirmarse que los extranjeros ocupen de forma
    sistemática las peores posiciones del mercado de trabajo
    español.

    En realidad existen situaciones muy diferenciadas, que
    se aprecian analizando el origen de los inmigrantes. En el
    estatus alto se posiciona la mayoría de los norteamericanos,
    alrededor de un tercio de los europeos comunitarios y la cuarta
    parte de los asiáticos y otros europeos; en cambio, en la
    categoría inferior se concentra el 75% de los africanos, el
    70% de los latinoamericanos y un 62% de los asiáticos (ver
    Tabla 28). Estos datos muestran que existe una marcada
    polarización
    : en los niveles altos predominan los
    trabajadores del "Primer Mundo" y en las categorías más
    bajas se concentran los inmigrantes del "Sur". La
    comparación entre autóctonos e inmigrantes de distinto
    origen muestra también una diversidad de situaciones. La
    encuesta de población
    activa ofrece información referida a la mano de obra
    autóctona, a la que tiene doble nacionalidad y a la
    extranjera, aunque subestima el número de esta última
    (a finales de 1996 a pesar de incluir a trabajadores de la
    Unión Europea contabiliza menos trabajadores extranjeros que
    el stock de no comunitarios). Combinando las distintas
    fuentes obtenemos los datos resumidos en la Tabla 29. Se observa
    que en las categorías ocupacionales superiores destacada la
    presencia de trabajadores de países de la Unión Europea
    (más de la mitad son directivos, técnicos o
    profesionales) y de los que cuentan con doble nacionalidad
    (más de un tercio son profesionales y técnicos, en gran
    parte de origen latinoamericano). El porcentaje de empleados
    administrativos y similares es mayor entre los españoles y
    los de doble nacionalidad que entre los extranjeros. La franja de
    trabajadores de la hostelería, los servicios de seguridad y el comercio acogen a
    un porcentaje similar de trabajadores en los cuatro grupos
    analizados; aunque la heterogeneidad de situaciones que se
    incluyen (empleado de comercio fijo, vendedor ambulante;
    pequeño propietario hostelero, camarero eventual, etc.)
    impide detectar una mayor polarización. Los empleos
    cualificados de la agricultura, la industria, la
    construcción y la minería destacan entre los
    trabajadores españoles (un tercio del total de ocupados). En
    cambio, la gama de ocupaciones no cualificadas destaca
    especialmente entre los inmigrantes no comunitarios (más de
    la mitad del total). En resumen, los trabajadores comunitarios
    y los que gozan de doble nacionalidad cuentan con una mejor
    inserción laboral que los trabajadores autóctonos; en
    cambio, la media de los trabajadores extracomunitarios se
    encuentra en peores condiciones que los
    españoles
    .

     

     

    Gráfico 3. ESTATUS OCUPACIONAL
    SEGÚN ZONA DE ORIGEN

     

    La distribución en categorías ocupacionales en
    función del sector
    económico muestra que la casi totalidad de los inmigrantes
    en la agricultura (95%) ocupa el estrato ocupacional más
    bajo.

    En la construcción la mayoría (57%) se
    adscribe al escalón inferior pero el 40% ocupa puestos de
    cualificación media (oficiales, etc.). En la industria,
    donde la presencia de inmigrantes es menos importante, la
    polarización de estatus es notable: más del 80% de los
    procedentes del Primer Mundo (excluido Portugal) ocupan puestos
    de estatus alto o medio; en cambio, alrededor de la mitad de los
    africanos y portugueses se insertan en el estrato bajo; los
    sudamericanos y europeos del Este se encuentran más
    habitualmente en ocupaciones intermedias. El sector servicios,
    que reúne a dos tercios de los extranjeros con permiso de
    trabajo, presenta una variación similar, en función de
    la región de origen de los inmigrantes: estatus medio-alto
    para más del 70% de los procedentes del Primer Mundo
    (excluyendo Portugal), estatus bajo para centroamericanos,
    asiáticos (excluido Japón), magrebíes y
    portugueses (entre el 85% y el 65%).

    Las diferencias entre hombres y mujeres se manifiestan
    también en este caso: las trabajadoras no comunitarias
    ocupan más frecuentemente las categorías inferiores que
    los varones (81 y 61%, respectivamente); lo inverso ocurre con
    los empleos de nivel medio (9 y 26%) y en el estrato superior (13
    y 10%).

     

    PROYECTOS MIGRATORIOS DE LAS
    MUJERES NO COMUNITARIAS

    Puesto que la emigración no es un acto derivado
    mecánicamente de las condiciones objetivas de existencia, el
    proyecto de los emigrantes condiciona de forma importante
    su trayectoria posterior. ¿Cuál es la motivación que impulsa a
    estas personas a dejar sus países para venir a España?
    ¿Qué proyecto las guía?. Para
    conocer la situación específica de algunos colectivos
    representativos de mujeres inmigrantes no comunitarias,
    realizamos una aproximación empírica a tres de ellos:
    mujeres marroquíes, dominicanas y filipinas8,
    cuyos resultados exponemos a continuación.

    1. Pluralidad de proyectos
    migratorios.

    No cabe afirmar, sin más, que todas las mujeres
    salen de su país para escapar de situaciones de pobreza y penurias materiales. El estudio
    realizado de distintos procesos migratorios nos
    permite distinguir al menos las siguientes
    modalidades:

    Emigrar para asegurar la subsistencia del grupo
    familiar
    y, especialmente, la mejora social de los hijos
    (generalmente a través de los estudios). En estos casos la
    motivación económica es
    predominante; en ocasiones son las mujeres las principales,
    cuando no las únicas, proveedoras de rentas monetarias para
    el grupo familiar que permanece en el país de origen. Por
    tanto, las estrategias se dirigen a maximizar el ahorro con el fin de remitir
    dinero, todo lo demás se
    subordina a esta finalidad. En estos casos cuando falla la
    inserción en el mercado laboral se producen situaciones
    límite, pues las emigrantes se ven presionados para generar
    ingresos a toda costa,
    incluyendo prácticas alejadas de sus expectativas iniciales
    (tráfico de drogas a pequeña escala, prostitución,
    etc.).

    Solteras que emigran buscando una promoción personal,
    además de apoyar a la familia de origen. Cuando
    quienes emigran son mujeres originarias del tercer mundo,
    éstas rompen con el estereotipo occidental que las percibe
    como sometidas y resignadas a un contexto de dominación
    patriarcal ineludible. En realidad, los procesos de cambio social
    atraviesan transversalmente a todas las sociedades, en mayor o
    menor medida; en particular, entre las mujeres jóvenes de
    procedencia urbana se desarrollan aspiraciones que chocan con los
    modelos dominantes en sus
    respectivos países. Esta contradicción puede ser
    salvada, o eludida, por las que consiguen una posición
    económica desahogada, pero se convierte en vía sin
    salida para quienes se ven constreñidas por las dificultades
    económicas o la falta de posibilidades de formarse y
    desarrollar una carrera profesional. De forma resumida puede
    decirse que este tipo de emigrantes representa a personas que han
    accedido en sus países a las expectativas de una vida
    "moderna" y esperan encontrar más posibilidades de
    desarrollarla emigrando al exterior. Generalmente se trata de
    jóvenes que conviven con su familia paterna que, cuando
    deciden emigrar, necesitan contar con la anuencia del entorno
    familiar; ésta puede conseguirse bien por una actitud comprensiva de los
    padres o bien porque ven en la emigración del hijo o la hija
    la posibilidad de obtener unos ingresos que aseguren la
    reproducción del hogar. Así, el proyecto migratorio
    combina la función económica (enviar remesas a la
    familia) con el proyecto personal (autonomía,
    formación, promoción). En esta situación la
    emigrante no subordinará toda su estrategia al objetivo
    económico, y tendrá más facilidad para desarrollar
    actividades sociales y formativas que faciliten su inserción
    en la sociedad de destino.

    Jóvenes que emigran ?por espíritu
    aventurero?
    ("para conocer mundo"), animadas por un entorno
    próximo de emigración generalizada. Este caso lo hemos
    encontrado, por ejemplo, entre las inmigrantes filipinas, en cuyo
    país de origen se registra un masivo proceso migratorio, en
    primer lugar desde zonas rurales y ciudades menores hacia la zona
    metropolitana de Metro Manila y, posteriormente, hacia una gran
    variedad de países de Norteamérica, Oceanía, Asia y Europa. El contexto, pues,
    está impregnado de la posibilidad de emigrar, opción
    que facilitan las agencias que se encargan de tramitar papeles,
    billetes, contactos y contratos en el país de
    destino.

    Aunque los estereotipos tienden a presentar el perfil de
    la emigrante como una mujer de origen rural, con bajos
    estudios, procedentes de clases humildes y pertenecientes a
    familias numerosas, no es poco habitual que participen en estos
    flujos mujeres con estudios universitarios y empleos de nivel
    medio o alto. ¿Qué mueve a mujeres jóvenes,
    profesionales y relativamente "situadas" en el mundo laboral, sin
    responsabilidades familiares, a dejar el país de origen para
    trabajar, casi siempre, como empleadas domésticas? En el
    caso filipino se trata en general de mujeres procedentes de
    sectores sociales medio-bajos, entre los que se ha dado
    importancia a la formación de las hijas a la vez que se las
    somete a un estricto control social. El modelo tradicional de mujer,
    impregnado del sentimiento de resignación que transmiten las
    formas de religiosidad dominantes, se convierte en un corsé
    para las aspiraciones de las jóvenes profesionales urbanas;
    sin embargo, éstas no se plantean una crítica frontal al modelo
    y optan por eludirlo (o postergar la asunción del mismo)
    mediante la "aventura" de salir hacia otro país, aún a
    cambio de experimentar una movilidad social
    descendente.

    Mujeres que salen de su país de origen por
    seguir al marido en su proyecto migratorio
    . En este caso no
    se trata de una decisión personal, y en ocasiones se produce
    sin entusiasmo o con resignación. Entre tres colectivos que
    hemos estudiado pormenorizadamente9 esta
    situación se produce casi exclusivamente en el caso de las
    mujeres marroquíes, dada la importante presencia de varones
    en la inmigración procedente de ese país. En principio,
    el proyecto migratorio pretende reproducir en España el
    modelo de organización familiar
    existente en la sociedad de origen, en el que la mujer tiende a quedar
    circunscrita sólo al ámbito doméstico. La
    situación de aislamiento produce dificultades para aprender
    el idioma local y para establecer relaciones.

    Jóvenes ("segunda generación") que llegan
    a España para reunirse con familiares ya emigrados
    . Este
    caso es similar al anterior, en el sentido de que no se trata de
    un proyecto migratorio autónomo sino llevado a cabo por la
    decisión de otros. La diferencia estriba en que las
    niñas y jóvenes pueden encontrar vías de
    inserción relativamente autónomas si se insertan en el
    sistema educativo local o en
    el mercado laboral, mediante relaciones que trasciendan el
    ámbito étnico-familiar. Sin embargo, las que superan la
    edad de escolarización obligatoria se ven al principio
    abocada al desempleo o a la ocupación
    en los habituales nichos ocupacionales de sus
    compatriotas.

     

    2. Diversidad de trayectorias
    laborales.

    Una de las dimensiones importantes de los flujos migratorios es su
    componente económico o de clase: las mujeres migrantes
    parten de una inserción determinada en la estructura de
    clases de la sociedad de origen y tienen que integrarse en la del
    país de destino. En ese tránsito existen diversas
    trayectorias posibles, que conducen a una inserción exitosa,
    a una posición de integración estable pero
    subordinada, a la precariedad permanente o a situaciones de
    marginalidad y exclusión.
    La "lógica económica" nunca explica el conjunto de las
    trayectorias migratorias (pues, en ocasiones, lo económico
    queda subordinado a constricciones legales, de género o
    culturales) pero es un elemento fundamental para estudiar las
    trayectorias migratorias.

    Podemos distinguir los cambios que se dan entre el
    país de origen y la llegada a España, y los que ocurren
    a partir de ese momento.

    a) Cambios entre el país de origen y el de
    destino

    La movilidad espacial a través de las fronteras
    genera modificaciones en la situación económica de las
    migrantes. Entre las principales cabe señalar cuatro
    modalidades:

    Experiencias de movilidad descendente. Algunas
    de las mujeres migrantes son profesionales o estudiantes
    universitarios; en ocasiones contaban en el país de origen
    con un empleo cualificado, sea como profesionales, como
    directivas o pequeñas propietarias de negocios familiares. Al llegar
    a España la principal, y casi única, vía de
    entrada al empleo es el trabajo precario y poco
    cualificado, sobre todo el servicio doméstico interno para
    las mujeres. El acceso a un empleo permite garantizar la
    manutención, la obtención de rentas para solventar
    deudas (por ejemplo, los gastos del viaje) y la
    posibilidad de conseguir o mantener en el futuro un permiso de
    trabajo. A cambio se encuentra un contexto laboral que choca
    profundamente con la experiencia anterior: de una ocupación
    con estatus reconocido se pasa a una situación más o
    menos vergonzante. Particularmente duro es el tránsito para
    las mujeres que se emplean como internas puesto que pasan de
    cumplir una función cualificada a ser mandadas por todo el
    mundo, incluidos los niños de la casa y,
    especialmente, dejan de actuar en la esfera pública y quedan
    recluidas en un ámbito privado, con escasas posibilidades de
    establecer relaciones personales y afectivas.

    Reproducción del nivel ocupacional aunque con
    mayores ingresos
    . Una parte de las inmigrantes procede de
    estratos económicos bajos y ha desarrollado actividad
    laboral en su país de origen antes de emigrar.
    Frecuentemente estas mujeres han trabajado en el servicio
    doméstico, o en pequeños comercios. Por tanto, desde el
    punto de vista del estatus sociolaboral no se producen cambios
    significativos al llegar a España. La diferencia más
    notoria, y positiva, es el nivel salarial que permite en poco
    tiempo saldar las deudas del
    viaje y comenzar a enviar remesas a la familia en el país de
    origen. Cuando éste es el motivo principal de la
    emigración, el éxito obtenido compensa
    las desventajas de la nueva condición. Entre éstas
    destacan las quejas respecto a las condiciones de trabajo y al
    trato discriminatorio respecto a sus homólogas
    autóctonas.

    Ascenso relativo: de la inactividad y la actividad
    ocasional al empleo asalariado
    . Otra situación es la de
    las mujeres que salen del país de origen sin experiencia
    laboral. En este caso el acceso a un empleo y la disponibilidad
    de unas rentas salariales suponen una trayectoria ascendente, al
    menos desde la perspectiva personal del inmigrante. Aunque el
    estatus familiar de origen sea superior al que brinda la nueva
    inserción laboral, no cabe catalogar esta trayectoria como
    descendente puesto que la movilidad espacial (la migración) permite
    incorporarse al mundo laboral y establecer el punto de partida
    para una eventual trayectoria económica autónoma
    respecto a la familia paterna. En ocasiones la emigración
    facilita el tránsito al mundo 17 del trabajo, debido a que
    la debilidad de los lazos de control y prestigio social permiten
    aceptar empleos que en su propio país rechazarían
    debido a su baja consideración social.

    Cambio entre distintas formas de "inactividad"
    económica
    . En este tipo se incluyen algunas de las
    mujeres que no han tenido empleo en el país de origen, que
    han emigrado siguiendo los pasos de su cónyuge y que, al
    llegar a España, se dedican exclusivamente al trabajo
    doméstico en su propio núcleo familiar. La trayectoria,
    desde el punto de vista de clase, dependerá de la
    situación comparativa entre la de la familia paterna y la
    que su marido haya establecido en España. En la medida en
    que las condiciones económicas lo permitan, y el modelo
    cultural lo sostenga, la mujer puede permanecer en esta
    situación durante años, lo que le permite "ocuparse de
    los suyos" (posibilidad que está vedada para las empleadas
    internas, que no suelen tener a sus familiares consigo) pero
    tiende a someterla al aislamiento. Cuando su lengua de origen no es la que
    se habla en el lugar de destino, aumentan las dificultades para
    establecer relaciones más allá del marco familiar y
    étnico-nacional. En estas circunstancias se refuerza la
    dependencia de las mujeres respecto al marido, e incluso a los
    hijos, y su vida social depende de la existencia de otras
    familias del mismo origen en el entorno cercano. Con todo, la
    influencia del entorno social no deja de operar: en un medio
    donde es creciente la participación laboral de la mujer,
    algunas de estas emigrantes manifiestan su deseo de trabajar
    fuera de casa; en cambio, otras se mantienen fieles al modelo
    femenino limitado al ámbito privado.

    b) Cambios experimentados en
    España

    Obviamente, las mujeres recién llegadas tienen un
    margen de maniobra estrecho a la hora de desplegar estrategias de
    inserción; en principio se trata de aceptar las primeras
    oportunidades que se presentan. Sólo una vez garantizada la
    supervivencia inmediata es posible comenzar a captar las claves
    del nuevo entorno, conocer y comparar posibilidades y establecer
    nuevas relaciones. A partir del mayor control que se adquiere del
    nuevo medio, y de los condicionamientos que éste impone,
    empiezan a desplegarse estrategias en función de las
    expectativas propias. Como ejemplo de la amplia gama de
    trayectorias posibles presentamos aquí las más
    habituales entre las mujeres inmigrantes no
    comunitarias:

    Perpetuación como interna. Algunas
    inmigrantes gozan de una situación jurídica estable
    (permiso de trabajo por cinco años) y llevan varios
    años en España pero siguen empleadas como trabajadoras
    domésticas internas, aunque hayan cambiado de hogar
    contratante. Aparentemente se trata de un estancamiento en la
    trayectoria ocupacional, que en algunos casos sanciona el
    descenso social experimentado al abandonar el país de
    origen. Son varias las circunstancias que explican esta
    permanencia. En primer lugar, la prioridad que se otorga al
    envío de remesas a la familia (generalmente para los hijos)
    en el país de origen convierte a este empleo en el más
    idóneo, pues permite ahorrar importantes gastos de mantenimiento (vivienda,
    alimentación y transporte); cuando la
    necesidad de las remesas se prolonga por muchos años la
    inmigrante puede encontrarse finalmente sin fuerzas o recursos
    para buscar una nueva situación ocupacional y vital. En
    ocasiones se mantiene el empleo como interna después de
    haber intentado sin éxito otras opciones: en estos casos
    esta ocupación actúa como refugio ante la
    inseguridad y la competitividad reinantes en el
    mercado laboral, incluso en los casos en que la inmigrante tiene
    una cualificación ocupacional notable, o debido a las
    restricciones que impone el permiso de trabajo. Otra
    situación es la derivada de la situación familiar de la
    inmigrante. Las casadas son las que habitualmente pasan de la
    situación de interna a la de externa, pero a veces la
    única posibilidad de empleo para el marido inmigrante es la
    de colocarse también como interno. Así, cuando la
    inmigrante trae a su marido puede verse obligada, aunque sea
    momentáneamente, a buscar colocación para ambos como
    "matrimonio interno" (él
    como chofer o jardinero, ella para limpiar, hacer comidas o
    cuidar niños). Esta circunstancia puede obrar como freno, e
    incluso retroceso, en la trayectoria laboral de la mujer
    inmigrante.

    De interna a externa en el servicio
    doméstico
    . Esta trayectoria es la más común
    entre las mujeres que logran abandonar la condición de
    interna. A cambio de un aumento de libertad y disposición
    sobre su tiempo libre, que le permite ampliar su mundo de
    relaciones y actividades, la inmigrante ve incrementados sus
    gastos y, consecuentemente, puede ahorrar o enviar menos dinero a
    la familia de origen. Por eso es habitual que este paso lo den
    las mujeres que se casan estando en España o que traen a su
    familia posteriormente; en estos casos el cuidado de los
    niños supone un impedimento para continuar con el empleo
    anterior, y la presencia del marido un apoyo para generar
    más ingresos. Por otra parte, cuando la familia nuclear
    reside en España las necesidades de enviar remesas
    disminuyen cuando no desaparecen; de esta forma las mujeres
    pueden centrar su estrategia fundamentalmente en el entorno
    familiar cercano.

    No sólo las inmigrantes casadas dan el paso hacia
    el trabajo doméstico externo. Algunas de las que tienen
    hijos en el país de origen también han recorrido esta
    trayectoria; en estos casos incide favorablemente el que
    disminuya la demanda de remesas, pero también la experiencia
    de vida anterior y el proyecto de la mujer emigrante: si los
    hijos crecen y se autonomizan (en su país o en España)
    la madre puede afrontar gastos mayores, aunque esto no ocurra,
    cuando la migración se produce tras una trayectoria de vida
    adulta y autónoma es más difícil aceptar la
    pérdida de autonomía e intimidad, en ese caso lo
    económico queda subordinado a un mínimo bienestar.
    También es el caso de las mujeres solteras que no tienen
    cargas familiares que les impongan la necesidad de maximizar sus
    ingresos. Al reunirse varias para compartir un alquiler,
    generalmente en pisos antiguos no rehabilitados, logran minimizar
    gastos y establecer una base para desarrollar otras estrategias,
    en las que suele tener cabida alguna actividad formativa,
    además de las relacionales. En estas trayectorias el
    objetivo económico tiende a quedar subordinado al proyecto
    migratorio que pone el acento en la autonomía y la
    promoción personal.

    Apertura parcial hacia otras actividades.
    Aunque buena parte de las mujeres no comunitarias trabajan en el
    servicio doméstico (como internas o externas) existen
    tentativas y proyectos para desarrollar otras actividades
    económicas. Los obstáculos a vencer en este caso son
    importantes: por un lado, el estereotipo social que no concibe a
    las inmigrantes del tercer mundo en otro tipo de ocupación;
    por otra, la situación ocupacional de la mujer en
    España, que tiende a ofrecer más oportunidades en
    empleos precarios y/o poco retribuídos10. Algunas
    mujeres consiguen establecerse de forma autónoma, en
    actividades característicamente "femeninas" (como las
    peluquerías, en el caso de las dominicanas) o en negocios
    familiares (comercio, en el caso de las marroquíes). En
    estos casos la viabilidad de la empresa tiene que ver con la
    densidad de las redes
    étnicas, pues la clientela mayoritaria suele estar
    constituida, al menos inicialmente, por personas de la misma
    nacionalidad. Otro caso es el de las que compatibilizan ciertas
    actividades con el servicio doméstico, procurándose
    unos ingresos extra y sondeando la posibilidad de "dar el salto"
    hacia la nueva actividad. Muchas quedan atrapadas en esta
    situación ambigua debido a que no disponen de los medios
    necesarios para establecerse de forma independiente, o carecen de
    los recursos y contactos que se requieren para hacerlo; otras se
    ven limitadas por sus responsabilidades familiares.

    Las inmigrantes encuentran dificultades objetivas para
    encontrar un trabajo aceptable fuera del servicio doméstico,
    sin embargo, existe un sector activo que despliega estrategias
    variadas con vistas a lograr una promoción
    económica. Algunas lo hacen con la intención de mejorar
    sus condiciones de inserción en el país de destino
    (cursos de peluquería, informática, etc.). Otras,
    en cambio, desarrollan actividades de formación con vistas a
    abandonar el servicio doméstico, pero creen que tendrán
    más posibilidades de aprovechar su nueva cualificación
    en el país de origen que en el de emigración (es el
    caso de mujeres dominicanas que realizan cursos de
    hostelería pensando desarrollar alguna actividad en el
    sector turístico en la República
    Dominicana).

    Hostelería, ¿un trabajo "verdadero"?.
    La segunda ocupación más habitual de las mujeres no
    comunitarias, aunque a mucha distancia del servicio
    doméstico, se encuentra en el sector de la hostelería.
    Las tareas que desempeñan son diversas, aunque la
    mayoría trabaja en actividades de limpieza o de cocina y son
    menos las que se desempeñan como camareras. Frente al
    servicio doméstico, que no goza del estatus de un "trabajo
    verdadero" aunque procura ingresos suficientes para muchas, el
    empleo en la hostelería aparece como un factor de
    integración más normalizado, que acerca a la inmigrante
    a la situación de las trabajadoras autóctonas. En
    principio no existen las connotaciones de arbitrariedad y
    servidumbre que se asigna al servicio doméstico, la
    regulación laboral ofrece más garantía y los
    años trabajados dan derecho a percibir prestaciones por desempleo,
    etc. Sin embargo, en la práctica las cosas no resultan tan
    claras: predominan las condiciones de trabajo precarias (falta de
    contrato, contratos
    temporales, con salarios y cotizaciones sociales
    mínimos) y los abusos patronales (si no se admiten las
    condiciones existe oferta suficiente para cubrir
    todos los puestos de trabajo). Con todo, al realizarse en un
    espacio público, las garantías en favor de la
    trabajadora tienen más posibilidades de ser
    defendidas.

    De la inactividad a la "ayuda" en el negocio
    familiar
    . Este caso muestra la ruptura de la trayectoria de
    la mujer-ama-de-casa que sale al mercado laboral por una quiebra en el proyecto inicial
    (familiar patriarcal). Sea por el desempleo del marido o por la
    necesidad de incrementar los ingresos familiares algunas mujeres
    inmigrantes inician su vida laboral en España a una edad
    adulta y después de haber tenido hijos. En este sentido
    siguen una trayectoria similar a la de muchas españolas:
    mujeres de clases trabajadoras, sin experiencia previa, que pasan
    de la inactividad al servicio doméstico, generalmente como
    asistentas por horas. Este caso, el más habitual, se ve
    complementado por el de una minoría que posee un negocio
    familiar en el que puede "colaborar", aunque sea de forma
    eventual.

    La emigración supone con frecuencia el
    desplazamiento desde un sistema de relaciones de género
    (sistema de poder que se establece en las relaciones entre
    hombres y mujeres) a otro.

    Por un lado, las distintas modalidades de las relaciones
    de género en la sociedad de origen ayudan a explicar por
    qué y cómo emigran las mujeres. Por otro, el proceso
    migratorio incide de distintas maneras sobre el posicionamiento de género de
    las mujeres migrantes11. Es posible identificar
    trayectorias diferenciadas distinguiendo dos momentos: las
    situaciones existentes en el país de origen que condicionan
    el proyecto migratorio, y los cambios experimentados en la
    sociedad de destino. Por falta de espacio no desarrollamos
    aquí esta perspectiva, remitimos al lector interesado a
    otros trabajos12.

     

    SUMARIO Y TIPOLOGIZACIÓN
    DE LAS MUJERES MIGRANTES NO COMUNITARIAS.

    De modo general, y resumiendo algunas de las
    afirmaciones anteriores, cabe destacar algunos elementos
    centrales que caracterizan el lugar de las mujeres inmigrantes no
    comunitarias en España:

    1) La evolución registrada en los últimos
    años muestra una tendencia hacia la reducción de las
    diferencias entre grupos nacionales (los perfiles laborales
    estaban mucho más polarizados en 1992 que en 1997). Se ha
    producido una salarización y crecimiento del estatus
    inferior (más trabajadoras del servicio doméstico entre
    las latinoamericanas, más en la industria entre las
    magrebíes, y más en el comercio entre las
    asiáticas). También se incrementan los permisos de
    larga duración (5 años) aunque aún la mayoría
    cuenta con permisos de 1 año. Los perfiles de edad y de
    estado civil también se han aproximado. No se trata de que
    se haya producido una homogeneización interna a partir de la
    desaparición de otros perfiles (técnicas, profesionales;
    etc.) sino que la evolución de los flujos ha difuminado
    estas diferencias. En todo caso, para una comprensión mayor
    del fenómeno es necesario realizar análisis
    específicos, referidos a colonias nacionales, que permitan
    profundizar en las tendencias y características de los
    distintos grupos.

    2) A pesar de estas tendencias hacia la convergencia
    existen diferencias entre distintos colectivos: mientras unos
    están formados de forma mayoritaria por mujeres (es el caso,
    por ejemplo, de dominicanas, peruanas y filipinas), en otros
    éstas -aunque numerosas- son minoría respecto a los
    varones (el ejemplo más destacado es el de las
    marroquíes). También las formas de convivencia y las
    redes sociales varían de forma considerable: en un caso
    predominan las relaciones entre mujeres, en el otro es más
    importante la presencia de núcleos familiares. Por otra
    parte, estas diferencias (casadas, con familia en España o
    en el país de origen, solteras, primera generación,
    hijas de inmigrantes, etc.) se reproducen dentro de cada uno de
    los colectivos nacionales.

    3) La inserción laboral de las inmigrantes no
    comunitarias sólo se comprende en el contexto de la
    estructura ocupacional española, caracterizada por la
    terciarización, precarización y segmentación del
    empleo.

    4) la importancia cuantitativa de estas inmigrantes es
    aún limitada respecto al conjunto de la mano de obra
    autóctona (el 1,1%); sin embargo, su alta concentración
    en pocas ramas de actividad (especialmente en el servicio
    doméstico) hace más visible y significativa su
    presencia en el mercado laboral; 5) Queda por dilucidar si la
    actual situación de la mayoría de estas mujeres
    (recluidas en el trabajo doméstico) es una fase transitoria
    en un proceso recién iniciado de movilidad social
    ascendente, o bien se trata de la configuración de un
    nicho cerrado, que se constituye en la única
    opción laboral para la mayoría de las
    inmigrantes.

    Las situaciones diferenciales en que se
    encuentran las mujeres inmigrantes nocomunitarias en España,
    según se ha expuesto, permite establecer una
    tipología de situaciones para poder seguir
    profundizando en el análisis. Utilizando los criterios
    expuestos en el punto primero y la información estadística del segundo,
    obtenemos una panorámica que identifica los siguientes tipos
    diversos:

    – Estado-nación: existe una gama de
    situaciones, comenzando por las nacionalizadas españolas (el
    acceso a la nacionalidad es mucho más fácil para
    latinoamericanas, filipinas, guineanas y andorranas que para el
    resto), pasando por las de origen comunitario (que no necesitan
    permiso de trabajo), las que tienen permisos de larga
    duración (destacan las de Lejano Oriente y América
    Central), las que poseen permisos de validez anual (especialmente
    magrebíes y otras africanas), las no comunitarias que tienen
    permiso de residencia pero no autorización para trabajar
    (sudamericanas e hindúes) y las irregulares.

    – Clase: recurriendo a la estratificación
    que hemos utilizado en diversos trabajos podemos clasificar a las
    económicamente activas en tres grupos: estatus alto
    (en el que se observa mayor presencia de sudamericanas),
    medio (con predominio de sudamericanas y asiáticas) y
    bajo (en el que destacan las mujeres del Magreb y
    América Central). Por falta de datos, no tenemos
    posibilidades de clasificar en esta escala a las
    económicamente "inactivas", más precisamente a las que
    carecen de permiso de trabajo, estén o no empleadas fuera
    del ámbito doméstico.

    – Grupo étnico o"Raza": desde la perspectiva
    de la población autóctona existe una
    diferenciación clara entre blancas y no-blancas;
    además, respecto a las últimas parece establecerse una
    escala de preferencias que tiene en el punto de máximo
    rechazo a las magrebíes (marroquíes) y en posiciones
    intermedias no bien especificadas a mujeres negras de origen
    africano (senegalesas, gambianas, guineanas) o americano
    (dominicanas, estadounidenses), asiáticas (filipinas,
    chinas), hindúes y amerindias (peruanas,
    ecuatorianas).

    Cultura: se establece una
    escala entre las más próximas a una identidad "occidental y
    cristiana" (europeas), especialmente cuando se comparte como
    lengua materna el castellano (latinoamericanas);
    otro bloque lo constituyen grupos orientales pero de
    adscripción cristiana (el caso de las filipinas); el extremo
    más alejado lo representan las de fe musulmana
    (magrebíes y africanas subsaharianas).

    – Género: dentro de un sistema patriarcal de
    alcance universal existen modalidades diferentes. Según la
    conocida distinción de Walby, habría dos tipos
    principales: el privado, que se centra en el hogar y se basa en
    una estrategia de exclusión de la mujer, y público que
    se desarrolla en ámbitos extradomésticos y se funda en
    prácticas de segregación. El estado del bienestar ha
    permitido el paso del primer tipo al segundo, generando formas de
    dominación específicas sobre las mujeres (nueva pobreza
    ligada a la responsabilidad sobre los
    hijos, pornografía en los
    medios de comunicación,
    etc.). En general, puede establecerse una distancia entre el
    modelo autóctono dominante (patriarcado público) y las
    pautas que afectan originariamente a las inmigrantes del tercer
    mundo (patriarcado privado); en cambio, buena parte de las
    extranjeras de origen comunitario estarían en una
    situación más "avanzada" que las autóctonas
    respecto al modelo dominante13. A las diferencias
    reales, en cuanto pautas de comportamiento, se suman los
    estereotipos ideológicos que unos grupos atribuyen a otros
    (europeas "degradadas moralmente", orientales "sumisas",
    musulmanas "sometidas", etc.).

    Tal como hemos señalado, el abordaje de la
    situación social de las mujeres migrantes debe realizarse
    desde una perspectiva multidimensional. Si los cinco ejes
    señalados tienen su importancia, el cruce de sus efectos
    sobre colectivos particulares de mujeres es lo que proporciona
    una aproximación más compleja y rica a su
    situación real.

     

    Notas

    1) La distribución por sexo de los ciudadanos con
    permiso de residencia sólo se ha publicado en 1992 y 1993;
    existen también datos aún no publicados
    correspondientes a 1997. Es previsible que a partir de esta fecha
    los organismos oficiales publiquen de forma habitual las cifras
    de residentes por sexo Aunque los censos y padrones registran
    esta variable, hasta la fecha resultan un instrumento menos
    útil puesto que en general vienen subestimando el
    número de extranjeros, y probablemente ofrezcan una
    información distorsionada respecto a la estructura
    demográfica de estas poblaciones.

    2) Aunque una parte de las residentes comunitarias son
    ancianas que ya se han retirado de la vida activa, alrededor de
    la tercera parte de trabajadoras extranjeras en situación
    regular procede de países de la Unión
    Europea.

    3) Entre 1992 y 1996 se ha producido un incremento
    considerable del número de mujeres, a juzgar por los datos
    de permisos de trabajo concedidos: gran parte de ellos
    corresponden a mujeres que se emplean en el servicio
    doméstico. Ante la falta de datos actualizados sólo
    podemos constatar el incremento numérico de la
    inmigración femenina y suponer que en algunos colectivos
    puede haber aumentado el índice de feminización (es el
    caso de peruanas, dominicanas, colombinas y
    ecuatorianas).

    4) Una encuesta aplicada al 10% de los regularizados en
    1991 estableció que el 63% eran personas solteras y que el
    46,8% tiene familiares dependientes en el país de origen (en
    cambio, el 38,6% no tiene ningún familiar dependiente
    económicamente). Ver DIRECCIÓN GENERAL DE MIGRACIONES,
    Encuesta cualitativa sobre inmigrantes regularizados,
    Madrid, 1992 (ciclostil) y ARAGÓN BOMBÍN, R. Y CHOZAS,
    J. La regularización de inmigrantes durante
    1991-1992,
    Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid,
    1993.

    5) No cabe afirmar sin más que la condición de
    vendedor ambulante sea sinónimo de precariedad; un estudio
    realizado en Francia sobre la comunidad senegalesa puso de
    manifiesto la importancia y potencialidad de las redes de
    comercio ambulante (vid. SALEM, G., "Les marchands ambulants et
    le système commercial sénégalese", en SIMON, G.
    (coord.), Marchands ambulants et commerçants etrangers en
    France et en Allemagne Fédérale
    , CUEM, Poitiers,
    1984, págs. 7-50. En el caso español esta cuestión
    está por estudiar.

    6) Los porcentajes para Ceuta y Melilla son del 26% en
    agricultura, el 22% en construcción, el 3,8% en industria y
    el 3% en servicios. En estas ciudades la estadística de
    permisos de trabajo na da cuenta suficientemente de la
    importancia de la mano de obra inmigrada, por ello preferimos no
    incluir las referencias en el texto.

    7) En el nivel "alto" incluimos las categorías de
    profesionales-técnicos y directores de empresa; en el "medio" los
    administrativos, capataces, trabajadores manuales cualificados y
    comerciantes (aunque entre estos existen vendedores ambulantes,
    que no podemos cuantificar, y debieran incluirse en el apartado
    siguiente); y en el estrato "bajo" los trabajadores manuales del
    resto de los servicios, la industria, construcción y
    agricultura.

    8 COLECTIVO IOÉ, Procesos de inserción y
    exclusión social de las
    mujeres inmigrantes no comunitarias
    (inédito), INSTITUTO
    DE LA MUJER, Madrid, 1997.

    9) Se trata de las procedentes de la República
    Dominicana, Marruecos y Filipinas.

    10) Además, la mayoría de las inmigrantes se
    ven excluidas de las ramas en que las autóctonas encuentran
    mejores condiciones: a las administraciones públicas acceden
    -como funcionarias- sólo las españolas, en ramas como
    la sanitaria es necesaria una titulación que la mayoría
    no posee (en algunos caso incluso poseyéndola, no cuentan
    con la convalidación de título o con el permiso de
    trabajo necesario).

    11) Aunque el enfoque de género es importante, a
    nuestro juicio y siguiendo el análisis de Carmen Gregorio en
    "El proceso de integración social de las mujeres
    inmigrantes", en DÍAZ-AGUADO, Mª J., Las mujeres
    inmigrantes y su integración social
    , Instituto de la
    Mujer, Madrid, mayo, 1995, el abordaje del tema concreto de la inserción
    social de las mujeres inmigrantes debe hacerse desde una
    perspectiva multidimensional, teniendo en cuenta, al
    menos, los siguientes ejes de análisis:

    – Lógica del estado-nación: sistema
    jurídico que introduce la separación entre nacionales
    y extranjeros, a partir de la que se establece una
    jerarquía en la atribución de derechos.

    – Lógica de la cultura dominante:
    atravesada a su vez por diversas contradicciones, pero erigida
    como norma de referencia obligada también para las
    culturas minoritarias, nacionales o extranjeras (en especial
    los inmigrantes de otras religiones, lenguas, etc.).

    -Lógica de clases: basada en el
    funcionamiento del sistema socioeconómico, que atraviesa
    al conjunto de la sociedad (autóctonos e inmigrados),
    generando grupos dominantes, subordinados y
    excluidos.

    Lógica racial: basada en el modelo
    fenotípico dominante en la sociedad receptora (en nuestro
    caso, población "blanca"), que marca diferencias y,
    eventualmente, jerarquías con quienes se alejan de dicha
    pauta (negros, asiáticos, árabes, amerindios,
    etc.).

    -Lógica de género: transversal a
    todas las demás, derivada del funcionamiento de un sistema
    patriarcal que restringe sistemáticamente el acceso de las
    mujeres a situaciones de poder social, sean en el ámbito
    público como en el privado.

    Las mujeres inmigrantes quedan inscritas en el marco de
    estas cinco claves de identificación social. Su
    posición depende, objetivamente, del lugar en que se
    encuentren respecto al modelo dominante (varón, de elevada
    posición socioeconómica, con plenos derechos de
    ciudadanía, blanco y
    adscrito a la cultura dominante) y, subjetivamente, de la mayor o
    menor centralidad que se otorgue a cada uno de los elementos
    descritos y al tipo de orientación que adopte ante ellos
    (pasiva, reivindicativa o emuladora del modelo
    dominante).

    12) Ver, COLECTIVO IOE, "Mujeres migrantes en
    España. Proyectos migratorios y trayectorias de
    género"
    , OFRIM, Madrid, dic. 1998,pp. 28-32.

    13) Según Naciones Unidas en los
    países industrializados las diferencias en perjuicio de la
    mujer se establecen en el mercado laboral (salarios y acceso al
    empleo); en los países del Sur se suman, además,
    déficits educativos (dos tercios de los analfabetos son
    mujeres), sanitarios (ligados especialmente a las pautas
    reproductivas) y nutricionales. Ver PNUD, Informe sobre
    desarrollo humano 1993
    ,
    op. cit., pág. 19.

     

    Colectivo Ioe
    Equipo de investigación sociológica ubicado en Madrid y
    compuesto por Carlos Pereda, Walter Actis y Miguel Ángel de
    Prada.

    URL: http://www.nodo50.org/ioe/
    El
    contenido del presente trabajo está gobernado por la
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