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Participación ciudadana y emancipación social




Enviado por Carlos Pereda



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    La participación de los ciudadanos en la vida
    social y política se ha
    convertido, en tanto que principio abstracto, en uno de los ejes
    principales de las modernas democracias. Pero tal principio
    está dotado de una gran polivalencia semántica, ya que puede ser utilizado en la
    práctica con connotaciones ideológicas y
    propósitos muy variados. Por tanto, se hace necesaria una
    delimitación precisa del tema y de los contextos en que es
    utilizado.

    Literalmente el concepto
    "participación" hace referencia a tomar o tener parte en
    algo. Ahora bien, tomar o tener parte en algo es una acción
    que implica dos sujetos diferenciados, donde uno se mueve para
    obtener, usar o disfrutar una parcela del otro, de ese algo que
    le es ajeno. Desde esta consideración suele derivarse que
    el plano del diseño
    y dirección de las macrointervenciones
    sociales es competencia de
    "otros" (políticos, profesionales, grandes instituciones
    no gubernamentales) y lo propio de los ciudadanos sería
    participar en las mismas, bien por invitación,
    cuando el otro toma la iniciativa, bien por
    irrupción
    , cuando los ciudadanos luchan o presionan
    ante los otros en defensa de sus propios intereses. Distinguir
    entre participación "por invitación" y "por
    irrupción" resulta de gran utilidad a la
    hora de analizar los cambios acontecidos en las formas de
    participación ciudadana, sindical y
    política antes y después de la llamada
    transición democrática1. La alternativa
    a estas dos acepciones se sitúa, trascendiendo el concepto
    "participación", en la autogestión, donde la
    participación en el sentido antes expresado carece de
    sentido ya que son los propios destinatarios quienes deciden y
    actúan por sí mismos.

    Estas consideraciones ponen el acento en una
    cuestión clave a la hora de determinar las
    características y alcance de la participación: la
    de los sujetos sociales actuantes, tanto de derecho como
    de hecho. Las formulaciones habituales tienden a escamotear la
    complejidad social bajo rúbricas neutras y en exceso
    generalistas, tales como "ciudadanos" o "administración". Pero en la vida real nos
    encontramos con que los ciudadanos pueden ser solventes o
    desheredados, integrados o marginados, explotadores o explotados,
    y con que la
    administración no es sólo un ente prestador de
    servicios
    sino, también y sobre todo, un aparato de
    regulación social que favorece a ciertos ciudadanos en
    desmedro de otros. Parece obvio que si descendemos del terreno de
    los principios al de
    los hechos sociales la participación adquiere
    caracteres diferenciales según quiénes la ejercen,
    en función
    de qué objetivos, con
    qué grado de autonomía y con qué poder o margen
    de maniobra para conseguir lo que pretenden
    .

    La participación no existe en abstracto sino en
    un medio social condicionado, entre otras cosas, por una
    estructuración de las actividades económicas
    ?actualmente bajo la égida del capitalismo
    global?, una institucionalización de la política
    ?en el caso de España, la
    monarquía parlamentaria? y unas
    ideologías o pautas culturales capaces de impregnar
    nuestra forma de ver la vida y de enfrentarnos a los
    acontecimientos ?en nuestro caso, el discurso
    dominante de la modernización neoliberal.

     

    1. CONCENTRACIÓN DEL
    PODER BAJO LA
    LÓGICA DEL CAPITALISMO
    GLOBAL

    En primer lugar, las estructuras
    económicas dominantes en la actualidad a nivel mundial ?y
    también en España? configuran profundas divisiones
    entre los colectivos humanos generando desigualdades y procesos de
    inclusión/exclusión en los más diversos
    ámbitos de la vida social: entre capital y
    fuerza de
    trabajo; entre
    élites dirigentes y masas sociales fragmentadas; entre
    países del centro y de la periferia, etc.

    La revalorización del capital, convertida en
    ley suprema
    del llamado "capitalismo global", ha desencadenado una carrera
    de acumulación
    , a través de las grandes
    corporaciones transnacionales, reforzando un modelo de
    desarrollo

    que se justifica en los criterios de eficiencia y
    competitividad
    pero que, en última instancia, tiene como eje más
    propio la rentabilización de los negocios
    emprendidos ?sean éstos cualesquiera?.

    En la actual coyuntura del capitalismo global, se han
    intensificado tanto el comercio como
    las inversiones
    financieras entre países pero con un formato centralizado
    y jerarquizado a través de las empresas
    transnacionales, los grandes centros financieros y los
    principales organismos internacionales. Una clase gerencial
    transnacional
    , con base en unos pocos estados
    (fundamentalmente Estados Unidos,
    la Unión
    Europea y el sudeste asiático), tiene un amplio poder
    para tomar decisiones políticas
    y económicas que afectan a toda la humanidad.

     

    1.1. Expansión del
    capital en la actual coyuntura de
    la
    globalización. Desregulación del empleo,
    privatización de los servicios
    públicos y deterioro ecológico

    El comercio mundial entre países se ha
    incrementado a lo largo del pasado siglo XX a un ritmo cada vez
    mayor: 4% anual en las primeras décadas, 6% en los
    años posteriores a la segunda guerra
    mundial y 7,5% a partir de 19852. Unos incrementos
    que son más significativos teniendo en cuenta que el
    crecimiento económico mundial por persona ha
    seguido un ritmo decreciente en los últimos 50
    años: de un 4% anual en la década de los sesenta se
    pasó a un 2,4% en los setenta, a un 1,3 en los ochenta y a
    un liviano 0,8% en los noventa3.

    Los agentes fundamentales de la
    internacionalización productiva y comercial son las
    empresas transnacionales que experimentaron un gran
    crecimiento desde los años sesenta. El proceso se
    inició por parte de algunas grandes empresas de Estados
    Unidos que decidieron invertir y montar filiales en otros
    países, gestionadas desde la empresa
    matriz. "Estas
    empresas se caracterizan por operar en el mundo entero bajo
    capitales que son propiedad de
    agentes situados en los países del centro, que organizan
    su producción y comercialización a nivel global pero de
    forma muy jerarquizada y desigual. Constituyen redes formadas por empresas
    dispuestas alrededor del planeta, que se articulan las unas con
    las otras, según una pura racionalidad económica
    para la obtención del máximo beneficio en el
    mínimo tiempo
    posible"4. La disminución del ritmo de
    crecimiento de la economía
    mundial no ha afectado a estas macro?empresas cuya
    participación en el PIB mundial ha
    pasado del 17% en los años 60 a más del 30% en los
    905.

    Al iniciarse el siglo XXI el número de empresas
    transnacionales se estima en cerca de 50.000 y de ellas depende
    directamente el 70% del comercio mundial (la mitad de éste
    consiste en transacciones internas entre las propias
    transnacionales). Al interior de estas empresas existe una fuerte
    jerarquización debido a permanentes procesos de
    fusión6 y concentración de los
    capitales, de tal suerte que el volumen de
    operaciones de
    las compañías más grandes supera el presupuesto de
    muchos estados.

    Para conseguir rentabilidad,
    las empresas transnacionales van a conjugar dos principios: la
    inversión en nuevas
    tecnologías
    y la reducción de costes salariales
    mediante la puesta en marcha de una serie de operaciones como la
    deslocalización de empresas y la
    desregulación de los mercados de
    trabajo. El resultado final, desde el punto de vista social,
    será un reforzamiento de los procesos excluyentes del
    capitalismo.

    La introducción de nuevas
    tecnologías
    , en especial en informática y telecomunicaciones, permite tomar decisiones de
    forma instantánea sobre los procesos de producción
    y comercialización en cualquier lugar del mundo. "La
    globalización neoliberal se ha visto
    acompañada de un puñado de desarrollos
    tecnológicos, entre los que se cuentan los vinculados con
    la producción en masa, con la segmentación de los procesos productivos
    ?que facilita la internacionalización?, con el control a
    distancia, con la rapidez y la eficiencia en el trasporte, y con
    la uniformización de productos,
    hábitos de consumo,
    sistemas de
    venta y
    financiación"7. Gracias a la informática
    los costes de tratamiento de la información se han reducido casi
    infinitamente y una llamada telefónica entre Europa y América
    ha pasado de 300 dólares en 1930 a 1 dólar en 1990.
    La red de internet se extiende
    rápidamente pero de forma muy desigual, lo mismo que
    ocurre con la distribución de la comunidad
    científica internacional8.

    La deslocalización se produce cuando el
    capital dirige su inversión productiva desde el centro
    hacia la periferia o la semiperiferia ?caso de los países
    del este europeo candidatos a entrar en la Unión
    Europea9?. En tales casos se trata de aprovechar los
    salarios
    más bajos de estos países y las facilidades que dan
    sus gobiernos en materia
    fiscal y de
    control del medio
    ambiente. Como subraya Miren Etxezarreta, "el que las
    empresas transnacionales inviertan en el mundo entero no quiere
    decir que las condiciones del mundo se igualen. Al contrario, se
    trata de aprovecharse de la diferencia. Y los países
    pobres siguen siendo pobres (con algunas pocas excepciones que
    crecen) y los ricos mucho más ricos. Y en todos los
    países los propietarios de los grandes capitales son cada
    día más ricos y hay cada día más
    pobres"10. Mediante la deslocalización, las
    compañías transnacionales utilizan la amenaza de
    instalarse en otro país para que los trabajadores
    respectivos se hagan la competencia entre sí y acepten las
    condiciones que les imponen las empresas.

    La desregulación de los mercados de
    trabajo ha ido ganando terreno en todos los países
    desarrollados ?con momentos de mayor profundización como
    la etapa de Reagan en Estados Unidos, de Tratcher en Gran
    Bretaña o de Felipe González y José
    María Aznar en España?, lo que ha coincidido con la
    crisis del
    modelo de
    estado
    keynesiano y la reinstauración de un modelo neo?liberal de
    relaciones
    laborales. En la práctica esto se traduce en continuas
    reformas legislativas que tienden a flexibilizar a la baja las
    condiciones de trabajo: incremento de los contratos
    temporales (cada vez de más corta duración),
    despido libre o muy barato, polarización de los salarios,
    acceso más difícil y menor cobertura de las
    prestaciones
    por desempleo y
    jubilación, medidas encaminadas a privatizar y encarecer
    la sanidad, la educación, las
    pensiones, los servicios sociales, etc.11. La
    aplicación de nuevas
    tecnologías y el crecimiento constante de la escala de
    funcionamiento del capital han originado un fuerte desarrollo de
    la productividad
    que, además de aumentar la cantidad de bienes
    producidos, ha tenido el efecto de expulsar del mercado laboral a muchos
    trabajadores (paro oficial y
    paro encubierto de quienes no buscan empleo activamente porque no
    esperan encontrarlo).

    A resultas de estos procesos, ha crecido la
    competitividad y la confrontación entre los distintos
    segmentos de trabajadores asalariados, ya sea entre
    países12 o al interior de cada país. Los
    diversos fragmentos ocupacionales compiten mutuamente por unos
    puestos de trabajo cada vez más escasos y polarizados.
    Mientras los trabajadores que ocupan puestos clave para el
    funcionamiento de los negocios están mimados por el
    capital y generalmente se identifican con él, los estratos
    intermedios (impropiamente llamados "clases medias") tratan de
    mantener sus privilegios en relación a los estratos bajos,
    y tanto éstos como aquellos reclaman del estado una
    política proteccionista de los nacionales que restrinja
    los flujos
    migratorios y les dé prioridad a la hora de acceder a
    los empleos disponibles ("racismo del pobre
    blanco"13).

    El capital necesita expandirse para sobrevivir y ello lo
    hace, no sólo internacionalizando la producción y
    el comercio en busca de beneficios, sino también tratando
    de convertir en negocio las formas de trabajo no mercantil que
    tienen lugar en los intercambios recíproco y
    redistributivo
    . Aunque el capitalismo ha hecho grandes
    avances en el proceso de mercantilizar estas formas de
    producción de bienes y servicios, todavía en
    España el trabajo de
    tipo recíproco desplegado sólo en el ámbito
    doméstico supera en horas de ocupación al tiempo de
    trabajo mercantilizado, si bien con una importante diferencia
    entre los sexos14. En cuanto al trabajo redistributivo
    que es mediado por la administración
    pública, se asiste en todo el mundo ?y también
    en España? a un proceso acelerado de privatizaciones en beneficio del sector privado
    capitalista. Se privatizan las empresas públicas y se
    avanza en la privatización de la seguridad
    social y los servicios sociales (en Estados Unidos se han
    privatizado hasta las prisiones, que son uno de los valores en
    alza en Wall Street). La tendencia es dejar sólo algunas
    ayudas raquíticas para los muy pobres, que nunca
    podrían comprar esos servicios en el mercado, y traspasar
    los restantes al sector privado, sobre todo aquellos como las
    pensiones que pueden suponer amplios negocios para el capital
    financiero.

    Por último, el modelo de crecimiento del
    capitalismo global ha intensificado el deterioro
    ecológico
    . En primer lugar, por las agresiones
    medioambientales, a veces irreversibles, sobre el clima y las
    condiciones de vida en el planeta (desertización asociada
    al cambio
    climático, contaminación
    atmosférica y de mares y ríos, agujero de la
    capa de ozono
    y efecto
    invernadero, etc.); en segundo lugar, por el progresivo
    agotamiento de recursos
    naturales escasos, como los bosques, el
    petróleo y diversos minerales. Los
    especialistas destacan que mientras los países del centro
    son los mayores consumidores y contaminantes15, los de
    la periferia son los que más sufren los efectos de
    desertización y contaminación ambiental.

     

    1.2. Flujos financieros: la
    burbuja especulativa y la ley de
    hierro de la
    economía.
    Efectos de inflación, desempleo y deterioro de los
    servicios sociales

    Las inversiones transnacionales han experimentado
    un crecimiento mucho mayor que el comercio, sobre todo
    después de la desregulación financiera que tuvo
    lugar en los años setenta. Hasta entonces las
    transferencias de dinero entre
    países estaban controladas por sus respectivos bancos centrales
    que limitaban mediante tasas y exigencias burocráticas
    (como la autorización previa) las inversiones financieras
    en el exterior. Ya en los años sesenta los bancos
    comerciales descubrieron una forma de eludir esos controles por
    medio de unos créditos especiales llamados
    "eurodólares" y después, entre 1971 y 1973, se puso
    fin al sistema monetario
    de cambios fijos establecido en 1944 dejando flotar libremente
    las monedas, lo que facilitó su
    circulación16. La proporción de
    capitales foráneos en los mercados
    financieros pasó del 5% en 1960 al 40% a comienzos de
    los noventa, con tendencia a seguir
    creciendo17.

    Por otra parte, el capital invertido en valores y
    obligaciones
    de bolsa creció en la última década del
    siglo XX a un ritmo nueve veces mayor que la producción:
    mientras el PIB mundial entre 1990 y 1999 pasó de 22,2 a
    29,2 billones de dólares (+32%), el volumen de capital
    invertido en los mercados bursátiles pasó de 9,3 a
    36,0 billones (+287%)18. Como ocurría con las
    empresas transnacionales, los mercados de valores se concentran
    en algunos países, sobre todo en Estados Unidos donde se
    ubica el 46% de los fondos de valores de todo el mundo
    (fundamentalmente en la bolsa de Nueva York).

    Si al volumen de capitalización de Estados Unidos
    añadimos otros cuatro países (Japón,
    Gran Bretaña, Francia y
    Alemania) se
    alcanza el 75% del capital mundial invertido en bolsa.

    Los avances telemáticos, a los que ya hemos
    aludido, permitieron a los inversores y agentes financieros
    operar en tiempo real en todo el mundo, dando lugar a gigantescas
    operaciones
    financieras y especulativas. La circulación de
    capitales en el mundo ha pasado a ser sesenta veces superior al
    volumen de los flujos comerciales, lo que es un fiel reflejo del
    peso que ha adquirido la llamada burbuja financiera
    especulativa
    a nivel mundial, una burbuja que presiona sin
    cesar sobre las empresas y sobre los estados para rentabilizarse
    continuamente. De este modo, las operaciones financieras, que
    teóricamente tenían como función
    proporcionar dinero para los negocios reales, multiplican
    artificialmente la magnitud de éstos y generan una esfera
    financiera mucho mayor. Desde el punto de vista de la
    distribución de la riqueza, conviene resaltar que mientras
    las rentas salariales se orientan fundamentalmente al consumo y,
    en esa medida, no se acumulan a las de años anteriores,
    los beneficios se orientan fundamentalmente a la
    inversión, por lo que tienden a incrementar la riqueza de
    sus titulares año tras año. Esto explica que el
    volumen del capital crezca a un ritmo mucho mayor que el PIB,
    ampliando la polarización de rentas y la presión
    especulativa del capital sobre el trabajo y sobre el conjunto de
    la sociedad.

    Un punto crítico de los flujos financieros
    internacionales es el relativo a la deuda externa. Los
    países de la periferia tienen que pagar a los
    países centrales una cantidad anual cinco veces mayor que
    la recibida desde estos en concepto de Ayuda Oficial al
    Desarrollo. Por otra parte, debido a los elevados intereses de
    los acreedores, se estima que en las dos últimas
    décadas del siglo XX los países del sur devolvieron
    una cifra cuatro veces mayor de la percibida
    inicialmente19. Aparte la injusticia histórica
    que representa esta situación si tenemos en cuenta el
    expolio ya aludido de la etapa de colonización, hay que
    recordar que los préstamos masivos y poco controlados a
    países de la periferia se produjeron en los años
    setenta a raíz de la crisis de rentabilidad y
    sobreacumulación de capitales en los países
    centrales y en los productores de petróleo.

    Pero, además, el pago de la deuda ha supuesto
    para muchos países (entre ellos, Marruecos y Ecuador, de
    donde proceden los dos principales colectivos de inmigrantes que
    hay en España) la pérdida de la autonomía
    económica al tener que pasar a depender de los criterios
    ultraliberales fijados por los organismos internacionales. En
    efecto, a partir de 198220 se pusieron en marcha los
    planes de ajuste estructural, que son dirigidos por el
    Fondo Monetario
    Internacional y El Banco Mundial,
    que pasaron a considerarse imprescindibles para obtener nuevos
    créditos y renegociar la deuda externa.
    Tales planes exigían, entre otras cosas, los siguientes
    requisitos: liberalizar el comercio (interno y externo) y el
    sistema
    financiero del país; desregular y flexibilizar el
    mercado de trabajo; y reducir el tamaño del estado
    eliminando subsidios, privatizando las empresas públicas y
    reduciendo el personal y las
    funciones del
    sector
    público.

    Al finalizar los años 90, los efectos de las
    políticas de ajuste en la mayoría de los
    países de la periferia no han sido los esperados: la deuda
    se mantiene ?y se sigue pagando?, el crecimiento es débil
    y dependiente, el precio de las
    materias primas ha vuelto a caer bruscamente y, sobre todo, las
    desigualdades sociales y la pobreza al
    interior de los países deudores y entre éstos y los
    países centrales se han agudizado. Si a todo esto
    añadimos la "ley de hierro de la economía" descrita
    por Thurow21, que se produce cuando el crecimiento del
    Producto
    Interior Bruto es inferior al crecimiento demográfico, la
    conclusión es muy sencilla: las relaciones de intercambio
    a nivel internacional enriquecen al centro y empobrecen a la
    periferia. "Entre 1985 y 1995, década en la que se
    aplicaron las políticas de ajuste estructural para reducir
    la deuda externa, El PIB per cápita de los diez
    países más ricos del planeta se duplicó
    mientras que el PIB per cápita de los diez países
    más pobres descendió un
    30%"22.

    En relación con lo anterior, otro efecto de la
    globalización neoliberal han sido las crisis financieras
    periódicas que han afectado a diversos países:
    México,
    Sudeste asiático, Rusia,
    Turquía, Ecuador, Brasil,
    Argentina… Cuando los capitales salen del país la
    confianza en el sistema financiero cae en picado, se reduce el
    crédito
    a las empresas y disminuye la producción. Los efectos
    sociales no se hacen esperar: inflación disparada,
    crecimiento del desempleo, deterioro de los servicios sociales e
    incremento de las presiones migratorias. Como señala R.
    Fernández Durán, "la expansión de un
    capitalismo global de base financiera está significando un
    verdadero terremoto en las estructuras sociales de todo el mundo.
    La distribución del ingreso (donde gana terreno el
    componente rentista) y, sobre todo, del patrimonio
    planetario es cada día más desigual, no sólo
    a nivel interestatal, sino también dentro de cada uno de
    los Estados y entre los géneros. Es más, la
    globalización financiera genera una estructura
    mucho más jerarquizada del sistema mundial de Estados,
    reforzando al mismo tiempo las relaciones de dominio entre el
    Centro y las Periferias Sur y Este. (?) Ante la ausencia de
    futuro para la inmensa mayoría de la humanidad, que hoy
    promueve la expansión imparable del capitalismo
    (financiero) global, surge en los últimos años, no
    por casualidad, un movimiento de
    movimientos: el llamado "movimiento antiglobalización",
    con una gran proyección mundial y hasta ahora importante
    repercusión social, en el que confluyen una enorme
    diversidad de sujetos sociales (movimientos campesinos,
    indígenas, de mujeres, sindicales, vecinales, ecologistas,
    de parados, precarios, excluidos, etc.) que se oponen a su
    despliegue, porque saben que la única dinámica que fomenta es una dinámica
    de explotación, degradación, alineación,
    dominio y muerte. Este
    retorno de la contestación social es un elemento
    más, muy importante, que contribuye a la crisis de
    legitimidad del actual modelo. Aunque en paralelo también
    se expande la degradación social, la cual lleva aparejada
    el auge de comportamientos desordenados de todo tipo.

    Las islas de "aparente orden" cada vez van siendo
    más limitadas y por ahora se sitúan principalmente
    en el Centro, mientras el caos se va apoderando, en general, de
    las Periferias. Pero la lógica
    de la expansión constante del capital (que lleva inscrita
    en sus propios genes) está empezando a chocar ya, por otro
    lado, con los límites
    ecológicos planetarios. El despliegue del capitalismo
    (financiero) global parece que ya sólo puede realizarse
    profundizando en la lógica de la "guerra global
    permanente" y en la destrucción sin "fin" del entorno
    natural"23.

     

    1.3. Jerarquización
    del poder. El centro y la periferia

    Como resultado de los procesos descritos se produce una
    gran concentración de capital y poder en un conjunto de
    empresas transnacionales y estados
    , que constituyen el centro
    del capitalismo globalizado. Según un estudio del
    Financial Times24 sobre las 500 empresas más
    grandes del mundo, casi el 90% tiene su casa matriz en Estados
    Unidos (48%), la Unión Europea (30%) y Japón (10%).
    En especial, Estados Unidos domina con su presencia los sectores
    económicos clave: 5 de los 10 primeros bancos, 9 de las 10
    primeras empresas de seguros, 9
    también de las 10 primeras empresas de comercio al por
    menor, 4 de las 10 primeras petroleras y 6 de las 10 más
    importantes compañías farmacéuticas y
    biotecnológicas. Los tres grandes centros regionales del
    poder capitalista (Estados Unidos, Unión Europea y
    Japón), con un 14% de la población mundial, generaban al iniciarse
    el siglo XXI el 75% de la producción del planeta, el 66%
    del comercio y el 60% de las inversiones25. En cambio
    los países que constituyen la periferia no tienen
    capacidad de compra ni tecnología avanzada
    ni elevada productividad, por lo que quedan satelizados y en gran
    parte excluidos de los flujos económicos y de las reglas
    de juego de la
    economía global. Como señalaba S. Amín hace
    ya 15 años, "desarrollo y subdesarrollo
    están ligados orgánicamente y constituyen el haz y
    el envés del mismo desarrollo global
    mundializado"26.

    La globalización neoliberal da lugar a una
    clase gerencial transnacional27, un colosal
    proceso de concentración de poder que abarca, no
    sólo el dominio de los mercados financieros mundiales y el
    monopolio
    tecnológico sino también el acceso a los recursos
    naturales, el control de los medios de
    comunicación y el monopolio de las armas de
    destrucción masiva. En todos estos aspectos se produce un
    ensamblaje de intereses o complicidad estratégica entre
    determinados grupos
    corporativos privados28, los organismos
    económicos internacionales (Banco Mundial,
    Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial del Comercio,
    Organización para la Cooperación y el Desarrollo
    Económico, etc.) y los gobiernos de los estados
    imperiales
    . Los grupos corporativos ejercen presiones
    directas sobre las instituciones políticas29 y
    los propios estados centrales velan por la defensa de un modelo
    de relaciones
    internacionales (financieras, comerciales y de flujos de
    población) que les beneficie a ellos a costa de los
    países de la periferia. En este sentido, "los estados
    imperiales no sólo están lejos de desaparecer, sino
    que además son cruciales para identificar y entender los
    centros neurálgicos del poder político y
    económico. (…) El poder económico se concentra en
    Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, y no en
    conceptos vacíos como ?imperio? sin imperialismo o
    corporaciones multinacionales ?sin territorio?. (…) La
    concentración de poder no es meramente producto de la
    eficiencia, la gestión
    y el know how, sino resultado directo de las políticas
    estatales de Estados Unidos y Europa"30.

    No obstante, el poder del centro tiene serias
    dificultades para sostener su imperio, tanto por razones
    ideológicas como presupuestarias, generando además
    tensiones internas crecientes al aplicar políticas
    neoliberales a la propia población que conllevan un
    incremento de la desigualdad y la exclusión
    social. En Estados Unidos el incremento del presupuesto
    militar en casi un 20% para el 2002?2003 ?a raíz del
    atentado de las Torres Gemelas? y las reducciones de impuestos para
    estimular las inversiones foráneas están
    conduciendo a un déficit comercial que se acercaba a los
    500 mil millones de dólares en el 2002 (diez veces
    más que en 1992), a mayores recortes del gasto social y a
    un incremento de la política penal y represiva (más
    de dos millones de personas presas, en su mayoría
    pertenecientes a las minorías étnicas y a los
    sectores empobrecidos). En la Unión Europea la crisis del
    estado de bienestar que se inició en los años 70 se
    ha acelerado a partir de los planes de convergencia y
    correspondientes planes de ajuste adoptados en Maastricht (1991)
    que han dado paso a la unión económica y monetaria,
    dejando de lado las demandas de una Europa
    social31.

     

    2. EL CONTEXTO
    POLÍTICO
    ESPAÑOL: AMBIVALENCIA DE LOS CAUCES DE
    PARTICIPACIÓN

    La evolución del concepto de
    participación ciudadana en España durante las
    últimas décadas ha tenido lugar en el contexto de
    un importante cambio de régimen, desde el autoritarismo
    franquista hasta la monarquía parlamentaria. La constitución de 1978 consagró la
    igualdad
    formal de todos los ciudadanos y su derecho a participar en
    la
    organización de la vida social
    . Esto implicaba un
    derecho básico que podría ser la garantía de
    otros muchos derechos pero, en la
    práctica, la configuración institucional posterior
    se llevó a cabo a través de pactos protagonizados
    por cúpulas dirigentes de distintas fuerzas sociales,
    subordinando la importante participación popular que
    había tenido lugar durante el proceso: "pactos y acuerdos
    se ofrecían como resultado de un proceso al que los
    ciudadanos asistían como meros espectadores… Esta
    sería la explicación de la apatía
    participativa de una población con la que sólo se
    ha contado en el momento del voto"32.

    La institucionalización de la
    participación ciudadana tiene actualmente diversos cauces,
    unos de tipo general, como las elecciones de los representantes
    públicos en el ámbito local, regional, estatal y
    europeo, y otros opcionales como la afiliación a partidos,
    sindicatos y
    otras organizaciones
    sociales, la cooperación en movimientos sociales o el
    ejercicio del derecho a manifestarse, acudir a la huelga y otras
    formas de reivindicación ciudadana, etc. Además, la
    participación política se manifiesta
    en el grado de información sobre cuestiones sociales, en
    el ejercicio activo de la libre expresión y del debate
    público y en la existencia de vías para conocer la
    opinión de los ciudadanos a través de consultas y
    referendos, etc.

    Según la Constitución española, los
    ciudadanos tienen el derecho a participar en los asuntos
    públicos a través de dos vías, "directamente
    o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones
    periódicas por sufragio
    universal" (art. 23). Sin embargo, la primera vía, la
    participación directa, no ha sido potenciada, sino
    dificultada legalmente y debilitada en la práctica. El
    protagonismo lo adquieren los partidos
    políticos que ocupan casi todo el espacio de la
    participación. Su estructura jerárquica, su
    funcionamiento rígido y su fuerte disciplina,
    los han convertido en organizaciones que acaparan el poder y la
    influencia política.

    De este modo, el segundo cauce constitucional ?el de los
    representantes? se ha convertido en la principal vía de
    participación establecida en España y la
    legitimidad de las instituciones se basa en el mecanismo de
    participación electoral. La transición
    política española (1975?1978) dio paso al
    desencanto hacia este sistema, pero sigue habiendo un
    índice de abstención relativamente bajo, entre el
    20 y el 35% (que ha sido más bajo en las elecciones al
    parlamento y al proyecto de
    Constitución europea).

    El papel asignado a las instituciones de democracia
    directa previstas en España se reduce a corregir los
    posibles defectos en el funcionamiento de la democracia
    representativa. Estas instituciones presentan las siguientes
    limitaciones:

    ? Referendo nacional: la iniciativa para
    llevarlo a cabo corresponde al presidente del gobierno, el
    Congreso de los Diputados lo autoriza y sólo los
    partidos políticos pueden hacer campaña,
    controlar la votación y el escrutinio e impugnar los
    resultados. Por tanto, la iniciativa de los ciudadanos en los
    referendos está supeditada a la voluntad de los
    representantes políticos. Además, si la principal
    característica exigible a un referendo es
    que sea vinculante, el referendo nacional en España se
    plantea como meramente consultivo.

    ? La iniciativa legislativa popular: se trata
    de una iniciativa ciudadana que, en el caso de conseguir el
    mínimo de firmas exigido, se limita a introducir una
    proposición de ley en el Congreso. Se prohiben las
    cuestiones referidas a la ley electoral, a las leyes
    orgánicas, a la hacienda pública o a asuntos
    internacionales.

    La propuesta se tramita en el Congreso pero no puede ser
    defendida por la comisión promotora ni conlleva un
    referendo. Más bien, lo habitual en España es que
    estas iniciativas populares sean rechazadas en su totalidad. El
    desprecio de la mayoría de los representantes
    parlamentarios a esta vía de participación popular
    se puede ejemplificar en lo que pasó en la sede del
    Congreso de los diputados la mañana del 11 de noviembre de
    1999 cuando se presentó a trámite la ILP por una
    ley de 35 horas de jornada semanal, con el apoyo de más de
    750.000 firmas: el hemiciclo estuvo casi vacío cuando se
    explicó la proposición, pero ello no impidió
    a la mayoría de los parlamentarios entrar en el momento de
    votar para no aceptar a trámite la propuesta popular. Y lo
    mismo pasó en 2003 con la ILP de estabilidad y seguridad en el
    empleo ?suscrita por 600.000 firmantes.

    En el ámbito local, contamos con la ley de
    Régimen local de 1985, que regula la participación
    ciudadana a nivel municipal. Como en el caso de la
    Constitución, se defiende como principio abstracto la
    participación directa de los ciudadanos pero,
    inmediatamente, la propia ley da prioridad al criterio de
    centralidad en la toma de
    decisiones ?sobre el de participación? y los
    mecanismos de gestión colectiva de los asuntos
    públicos quedan excluidos o bien sometidos a unas
    condiciones que los vuelven prácticamente inviables (como
    la fórmula del referendo local), salvo en el caso de los
    "consejos" en aquellos pueblos de Castilla donde todavía
    se conserva esta institución tradicional (que la ley
    respeta).

    Según una encuesta
    aplicada por el CIS en 2002 a una muestra de 4.250
    personas, la actitud hacia
    la política es principalmente de desconfianza. De hecho,
    el 65% no habla nunca o rara vez de política y el 68% no
    había participado en el plazo del último año
    en ninguna actividad de organizaciones sociales, clubes,
    asociaciones, partidos políticos o sindicatos. Dos
    terceras partes de los encuestados manifestaban que no
    tenían interés en
    participar activamente en la vida social y política; el
    tercio restante sí quería participar, pero muy
    pocos encontraban las organizaciones adecuadas.

    En este contexto no es de extrañar que una
    opinión frecuente en las encuestas a la
    población española sea que la participación
    de los ciudadanos no sirve para nada. Por ejemplo, en una escala
    de 0 a 10 sobre la capacidad de cambiar las condiciones de
    trabajo, se atribuye a los sindicatos 4,21, lo que puede explicar
    que el 70% de los trabajadores no vote en las elecciones
    sindicales y que el grado de afiliación de los
    trabajadores esté por debajo del 12%. En cuanto a los
    partidos políticos, la desconfianza de la ciudadanía es todavía mayor:
    según otra encuesta del CIS, de 2004, sólo el 3,2%
    de la población mayor de edad está afiliado a un
    partido político y el 63% no se siente identificado con
    ningún partido político. Para el 57% de los
    encuestados el motivo principal de los políticos
    profesionales a presentarse en las elecciones es "el poder y la
    influencia que se obtiene por el cargo"; a mucha distancia, con
    un 20%, se considera que el motivo principal es "la posibilidad
    de luchar por sus ideales"33.

    En lo que respecta al derecho de huelga, la
    principal barrera de acceso es la precariedad laboral: los
    contratos temporales, la facilidad de despido y el alto desempleo
    provocan que muchos trabajadores no secunden las huelgas por
    miedo a represalias. Y en cuanto al derecho de
    manifestación
    , que según la encuesta del CIS
    antes citada dice ejercer a menudo el 15% de los españoles
    y poco a menudo el 31%, las autoridades ponen con frecuencia
    dificultades, como cambiar la fecha o el recorrido, pedir los
    documentos de
    identificación personal o usar la fuerza policial, sobre
    todo si el objetivo de la
    manifestación desagrada al gobierno de turno (en
    ocasiones, estas medidas son tomadas sin que exista una
    razón legal que las avale).

    La consecuencia más visible de esta centralización y profesionalización de la
    participación ciudadana es que la mayoría de las
    personas apenas emplea tiempo en actividades
    sociopolíticas, tal como recoge de forma clara la
    última encuesta sobre usos del tiempo del INE, aplicada en
    2002?334. De las tres formas de relación
    económica descritas por Polanyi35, la
    reciprocidad ocupa 187 minutos en un día promedio;
    el trabajo remunerado, 149 minutos; y el intercambio
    ciudadano o político
    , 5 minutos).

    De estos últimos 5 minutos, cuatro se dedican a
    participar en actividades o reuniones y sólo uno a trabajo
    voluntario al servicio de
    una organización. Esto último lo podemos expresar
    de otra manera: sólo cuatro de cada mil personas acuden a
    reuniones y actividades colectivas (promedio diario de 1h.56? en
    el caso de las personas implicadas) y dos de cada mil ofrecen
    ayuda personal trabajando voluntariamente al servicio de un
    grupo o
    asociación (promedio de 2h.31?).

    De este modo, el régimen democrático
    establecido en España en las últimas décadas
    ofrece un marco institucional ambivalente para la
    participación ciudadana: por un lado, se afirma el derecho
    a la participación y se establecen algunos cauces
    concretos que antes no existían; por otro, la continuidad
    de las estructuras socioeconómicas y el énfasis en
    la delegación (mecanismos de representación)
    imponen unos límites a la participación directa de
    los ciudadanos.

     

    3. EL CONTEXTO
    IDEOLÓGICO: PREVALENCIA DEL DISCURSO DE LA
    MODERNIZACIÓN

    La confrontación de intereses que resulta de una
    desigual distribución de la riqueza y del poder en la
    sociedad se produce también en el campo ideológico.
    Por una parte, el sistema social en su conjunto necesita, para su
    estabilidad, de un discurso legitimador suficientemente aceptado
    por la mayoría de la población; por otra, la
    diferente posición de los grupos
    sociales y la atracción que pueden ejercer
    planteamientos alternativos tienden a producir discursos
    plurales, a veces enfrentados y hasta incompatibles.

    En la historia reciente de la
    sociedad española, podemos distinguir un momento de
    inflexión importante en la transición del
    franquismo a la democracia. Coincidiendo con esa etapa, el
    tradicional enfrentamiento entre la derecha y la izquierda ?las
    "dos Españas"? se fue diluyendo, dando paso a la nueva
    ideología hegemónica de la
    modernización
    36. Al final del franquismo se
    enfrentaban la mentalidad conservadora tradicional,
    caracterizada por una actitud autoritaria?represiva y la
    afirmación de unos valores únicos y permanentes, y
    un sistema de valores progresista, que planteaba un cambio
    de modelo social (democracia, libertades, justicia
    social, etc.).

    Para el pensamiento
    conservador, dominante en los años cincuenta y sesenta,
    las desigualdades sociales quedaban "naturalizadas" y su
    regulación se ponía en manos de instituciones
    especializadas, entre ellas la Iglesia
    católica. "El recurso al mito de la
    solidaridad
    frente a las desigualdades y los problemas
    sociales reales conducía a que tales problemas se
    ?resolvieran? mediante una estructura jerarquizada de
    instituciones sociales especializadas de apoyo a los sujetos con
    problemas, instituciones que creaban un espacio restringido y
    bien delimitado para los mismos y en el que aparecían
    garantizados unos mínimos materiales,
    siempre que el sujeto permaneciera vinculado a la
    institución y a sus reglamentos, es decir una
    segregación crónica y
    ordenada
    "37.

    Frente a este planteamiento conservador, el discurso
    progresista, dominante al iniciarse la década de los
    setenta, surgió y se articuló en torno a la
    "conciencia de
    clase" del
    movimiento obrero y a sus organizaciones
    político?sindicales, propugnando inicialmente que el
    cambio social haría desaparecer las desigualdades y los
    problemas existentes. Más adelante, algunos sectores de la
    burguesía se adhirieron a este discurso, si bien desde un
    planteamiento modernizador?tecnocrático que ya se
    venía prefigurando desde los años 5038.

    Ambas posiciones ideológicas limaron sus aristas
    en el momento de la apertura política de la
    transición. Los conservadores, reducidos al final al
    círculo más reaccionario del régimen ("el
    búnker"), sufrieron una profunda quiebra,
    deslizándose muchos de sus adeptos a posiciones
    políticas más liberales (los "conversos" a la
    democracia); por su parte, los progresistas recortaban sus
    aspiraciones más radicales (cambiar el modelo
    económico) en beneficio de la política de consenso.
    Se creó así un espacio ideológico de
    centro
    , que renunciaba a posiciones radicales y ponía
    fin no sólo a la dictadura
    franquista sino a las alternativas planteadas tradicionalmente
    por la izquierda (la Constitución de 1978 sería el
    fruto de este proceso). El nuevo marco ideológico no
    acepta una discusión abierta sobre otros posibles
    "modelos de
    sociedad" y considera anacrónico, atrasado o peligroso
    para la estabilidad social cualquier intento de reabrir la
    antigua confrontación ideológica.

    Entre los factores que hicieron posibles estos cambios
    hay que tener en cuenta, en primer lugar, la correlación
    de fuerzas existente entre los llamados "poderes fácticos"
    presentes en el aquel momento y las nuevas fuerzas emergentes que
    buscaban el cambio social; en segundo lugar, hay que considerar
    la influencia del modelo políticoeconómico vigente
    en el contexto de la Comunidad Europea de aquella época,
    con la que España mantenía un Acuerdo preferencial
    desde 1970, así como, para los sectores de izquierda, la
    pérdida de "conciencia de clase obrera" entre los
    asalariados, consecuencia de las nuevas pautas de la sociedad de
    consumo39.

    Pero el discurso modernizador, si bien domina en el
    panorama ideológico de la España actual, tiene que
    convivir y confrontarse con otros discursos que combinan ?en
    diversos grados? restos del pasado y nuevas ideas de
    transformación social. A continuación recogemos
    sintéticamente las principales características de
    estas diversas posiciones. El concepto que se tiene de la
    sociedad actual y el diagnóstico que se hace de la
    exclusión social y de la forma mejor de abordarla,
    presentan matices propios en cada orientación
    ideológica.

    • El discurso dominante
      modernizador:

    Esta posición ideológica considera
    válidas e incuestionables las bases del modelo social
    vigente, si bien admite una gran pluralidad de opciones y
    posibilidades dentro de ese marco general. Aunque se acepta que
    existen factores económicos y políticos que
    favorecen la marginación, se confía en la
    racionalidad del sistema y en la posibilidad de proporcionar
    respuestas y soluciones
    técnicas para los problemas que se
    presentan. Por ello da mucha importancia al papel de los
    expertos, que se sienten autorizados para administrar la
    racionalidad o normalidad social, bien sea como protectores de
    los sectores sociales integrados o bien como re?socializadores de
    los que están marginados.

    Desde este enfoque, hasta sus intervenciones coercitivas
    ?por ejemplo, el internamiento de delincuentes? aparecen como
    benignas y desprovistas de su carácter represor. A la hora de intervenir
    ante problemas concretos, prevalece un enfoque segmentador y
    profesionalista
    que elude una consideración global de
    los procesos sociales marginadores o excluyentes; más
    bien, se compartimentan los colectivos marginados y se impone una
    programación y racionalización de
    los recursos sociales desde la competencia específica del
    saber técnico.

    Los partidarios del discurso modernizador consideran
    inevitable la desigualdad
    social y, para paliarla, apelan a la igualdad de
    oportunidades
    que proporciona el sistema. Parten del supuesto
    de que todo individuo
    tiene un mayor o menor margen de maniobra y que, en esa medida,
    está exento de coacciones externas y es responsable de sus
    actos. La libertad de
    los individuos, solos u organizados, es el motor del cambio
    social, pero también el origen o raíz última
    de los problemas que se padecen. En consecuencia, el origen de la
    marginación (diversas formas de exclusión,
    desviación o delincuencia)
    se sitúa básicamente en el individuo, en los
    desajustes que se producen entre él y su medio de
    vida.

    La política
    social y las organizaciones voluntarias tratan de ayudar a
    esas personas mediante diversas fórmulas; pero esa ayuda
    tiene un límite cuando el sujeto afectado no acepta las
    ofertas que se le ofrecen y se niega a integrarse. En este caso,
    la mentalidad modernizadora afirma que cada cual es dueño
    de vivir como quiera, incluso como "excluido" "desviado" o
    "delincuente", pero entonces debe cargar con las consecuencias
    (pobreza material,
    rechazo social, castigos, cárcel, etc.).

    Dentro del discurso modernizador caben varias
    corrientes. Las dos más destacadas en la actual sociedad
    española son la social?orgánica, asimilable
    a los planteamientos defendidos tradicionalmente por la
    social?democracia, y la liberal?competitiva, asimilable a
    los planteamientos actuales del neoliberalismo.

    La primera, surgida en los países
    industrializados después de la segunda guerra
    mundial, insiste en los conceptos de prevención y
    reinserción, así como en la importancia de asegurar
    condiciones de empleo dignas o, si ello no es posible,
    prestaciones económicas y sociales suficientes; la
    segunda, más en boga a partir de la crisis
    económica de los años setenta, pone el acento en la
    capacidad de los individuos para salir al paso de sus problemas
    (capacidad que se vería frenada por las ayudas estatales
    que invitarían a la pereza y reforzarían las
    situaciones de marginación). Conviene destacar que estas
    dos corrientes, enfrentadas en muchos aspectos, asumen la misma
    base (la ideología de la
    modernización).

    Dentro de este terreno común varían por su
    mayor o menor insistencia en la intervención estatal o en
    la responsabilidad de los individuos; en la
    práctica se impone un híbrido de ambas
    tendencias
    .

    • Discurso comunitarista:

    Esta posición ideológica es en parte
    complementaria y en parte alternativa de la modernizadora. En sus
    características básicas aparece como réplica
    invertida del discurso que acabamos de describir ya que se
    presenta como pluridimensional en lo macro (el sistema social es
    cuestionable) y unidimensional en lo micro (la pequeña
    comunidad no lo es). Además, hace hincapié en la
    dimensión participativa, que implica tanto la
    solidaridad redistributiva de los que tienen más con los
    que tienen menos como la llamada a actuar desde las bases,
    rechazando la burocratización y profesionalización
    de las instituciones; otro principio orientador es el respeto
    a la especificidad de las minorías y a los sectores menos
    integrados
    .

    Desde la posición comunitarista se
    actúa como si existiesen espacios sociales sin fisuras,
    con gran potencialidad en su interior y amenazados de
    extinción desde el exterior. Así, se habla del
    barrio como unidad autónoma en el espacio metropolitano,
    de las mujeres o los estudiantes como nuevos "sujetos
    revolucionarios" o de sectores excluídos (minorías
    étnicas, parados, etc.) como portadores de identidad
    colectiva y capacidad de autonomía, etc. Se trata de una
    posición que presenta un componente crítico
    en relación a la rigidez de un sistema social que excluye
    a los pobres y marginados y otro componente idealista en
    la medida que pretende intervenir en espacios cerrados o
    incontaminados, sin plantearse la necesidad de vincularse
    transversalmente con otros sectores, colectivos y
    problemáticas también afectados por la
    lógica social de dominación. En este último
    aspecto, el enfoque comunitarista se aproxima al interaccionismo
    simbólico, también presente en la ideología
    de la modernización, que acaba diluyendo los conflictos
    sociales y políticos en un mundo de relaciones inmediatas
    (familia,
    vecinos, colectivos particulares, etc.).

    La fuerza simbólica de la posición
    comunitarista
    radica en su evocación de una
    situación mítica o idílica cuyo modelo
    más significativo es la pequeña aldea rural. Tal
    modelo estaría basado en un sentimiento de pertenencia,
    valores compartidos, compromiso con el grupo, etc.; todo lo
    opuesto a despersonalización, desarraigo o pérdida
    de vínculos sociales. Por ello dirigen su crítica
    hacia quienes impiden el despliegue de tales valores (el
    afán de lucro del capital y las políticas
    burocráticas del Estado); pero simultáneamente en
    muchos casos se pretende que sea el propio Estado quien financie
    y apoye sus intervenciones, lo que no deja de presentar una
    contradicción (¿qué lógica tiene
    pensar que las fuerzas que destruyeron la comunidad
    añorada vayan a apoyar su
    reconstrucción?).

    • Discurso
      tradicional?moralizante:

    Para los partidarios de esta posición, son los
    fallos morales los que generan desviación y
    exclusión; fallos de las personas particulares, pero
    también de los responsables políticos. Según
    esto, la marginación y los desajustes de la sociedad
    española son la consecuencia directa del nuevo orden
    político democrático, laico y liberal (critica
    más presente en las etapas de gobierno del PSOE): ya no se
    respeta la autoridad
    (incluso se ha perdido el "temor de Dios") y la libertad de
    pensamiento degenera fácilmente en confusión de
    valores y pérdida de ideales (sobre todo entre los
    niños y
    los jóvenes). Los nuevos valores del consumismo y el goce
    inmediato se enfrentan a la austeridad, al espíritu de
    trabajo y al sacrificio; el individualismo y la competitividad
    prevalecen sobre los valores de la solidaridad
    tradicional.

    Las situaciones de exclusión social se asocian
    también a la falta de moralidad
    de las personas: más que pobreza, lo que existe es desidia
    y vicio en ciertos colectivos. Por tanto, los problemas deben
    solucionarse con una vuelta a los valores tradicionales de
    la familia
    cristiana, garantizados e impuestos por un Estado fuerte que
    tutele al conjunto de la sociedad. Esta postura es poco receptiva
    respecto a los programas
    sociales porque considera que protegen al vicioso y crean
    holgazanes. En esta conclusión (deslegitimación del
    Estado social) coinciden en la práctica con la
    posición modernizadora?liberal, que explica la
    existencia de pobres y marginados por su incapacidad para
    afrontar la competencia en un mercado libre.

    • Discurso
      crítico?electivo:

    Por último, en la sociedad española
    también aparece una tendencia que podemos calificar como
    crítica?electiva, según la cual los
    problemas sociales relacionados con la exclusión y la
    vulnerabilidad serían, principalmente, resultado de
    exclusiones estructurales sistemáticas, que harían
    necesario un diagnóstico y una respuesta global a los
    problemas, basados en la participación activa de los
    afectados a todos los niveles.

    Esta posición tiene poca influencia en la
    sociedad española actual. Sin embargo, sus propuestas
    sirven como revulsivo de las otras posiciones ideológicas.
    Así, en su polémica con la posición
    modernizadora, insisten en que el debate sobre el modelo social
    es imprescindible, ya que las "alternativas" que se plantean, sea
    desde la óptica
    neoliberal o del Estado social, no son tales para los sectores
    excluídos. Desde este análisis se cuestiona tanto el modelo de
    "desarrollo" generado por el sistema capitalista (sin fines
    sociales y destructor de la naturaleza)
    como la estrategia de las
    intervenciones sociales del Estado y del "tercer sector", que se
    limitan a "entretener" a los grupos más excluidos mediante
    ayudas y prestaciones que no resuelven sus problemas de fondo
    pero que, sin embargo, legitiman el sistema social y desmovilizan
    a los afectados. Por todo ello, plantean, no se pueden aceptar
    sin discusión los límites de la actual forma de
    organización social y es preciso salir de la encerrona
    buscando nuevos horizontes ("plantearse la ruptura"), pero
    poniendo el eje en la elaboración colectiva y desde la
    base (participativa) de diagnósticos y propuestas de
    acción política a todos los niveles.

    En relación al discurso comunitarista, la
    posición crítica considera que es necesario un
    enfoque global de las intervenciones, ya que los procesos
    generadores de dependencia y exclusión atraviesan a todos
    los espacios y sectores sociales. No se puede actuar como si
    existiesen espacios neutros, no contaminados por las
    contradicciones sociales, en los cuales se desplegaría una
    acción universalmente benéfica. A partir de esta
    crítica, se reconoce que las intervenciones deben ser
    necesariamente concretas, pero que no deben plantearse como
    problemas particulares sino articuladas en un horizonte de
    transformación general de la sociedad.

     

    Notas

    *Encuentro de políticas participativas. Granada,
    21 y 22 de octubre de 2005.

    1. Ver COLECTIVO IOÉ, "Consolidación de la
    democracia y desmovilización popular", en Alfoz,
    Nº 29, Madrid, 1986,
    págs. 1?15; y ROCA, J.M., "Consenso,
    desmovilización y proceso constituyente en la
    transición española", en Política y
    Sociedad
    , Nº 16, 1994, págs. 274ss.

    2. LANGHORME, R. The coming of globalization,
    Palgrave, Londres, 2001, pág. 19.

    3. Elaboración propia a partir de las estadísticas económicas y
    demográficas del Banco Mundial. Ver BANCO MUNDIAL,
    Informe sobre el desarrollo mundial 2000?2001, Ed.
    Mundi?Prensa, Madrid,
    2001.

    4. IGLESIAS, J., "La globalización capitalista",
    en IGLESIAS, J. y BUSQUETA, J.M., Todo sobre la renta
    básica
    , Virus, Barcelona,
    2001, pág. 23.

    5. CLAIRMONT, F., "Vers un gouvernement planétaire
    des multinationales. Ces deux cents sociétés qui
    contrôlent le monde", en Le Monde Diplomatique,
    abril 1997.

    6. Entre 1980 y 2000 se ha multiplicado por siete el
    volumen de capital afectado por fusiones entre
    grandes empresas. AMÍN, S., "¿Nueva fase del
    capitalismo?", en MONEREO, M. y RIERA, M., Porto Alegre. Otro
    mundo es posible
    , El Viejo Topo, Barcelona, 2001, pág.
    72.

    7. TAIBO, C., Cien preguntas sobre el nuevo
    desorden
    , Punto de lectura,
    Madrid, 2002, pág. 45.

    8. El 85% de la comunidad científica
    internacional reside en Estados Unidos, la Unión Europea y
    Japón. DOLLFUS, O., La mundialización,
    Bellaterra, Barcelona, 1999, pág. 86.

    9. Según datos de EUROSTAT
    correspondientes a 2002 el salario medio de
    los países candidatos en los sectores de la industria y
    los servicios es cuatro veces menor que el español y
    nueve veces inferior al de Francia o Alemania.

    10. ETXEZARRETA, M., "Algunos rasgos de la
    globalización", en FERNÁNDEZ DURÁN, R. y
    otros, Globalización capitalista. Luchas y
    resistencias
    , Virus, Barcelona, 2001, págs.
    17?18.

    11. En el caso de España, el decreto sobre
    prestaciones de desempleo que dio pie a la huelga general del 20
    de junio de 1998, supone otra vuelta de tuerca en la misma
    dirección que las reformas anteriores de 1984, 1994 y 1997
    (en muchos casos con el acuerdo de los sindicatos mayoritarios)
    en el marco de una estrategia desreguladora que tiene,
    entre otros objetivos, generalizar la contratación
    temporal, la movilidad geográfica y la "empleabilidad" de
    los trabajadores (que trabajen en lo que sea y en cualquier
    condición); reducir todavía más las cuotas
    de los empresarios a la Seguridad Social, eliminar el Salario
    Mínimo Interprofesional para aplicar remuneraciones
    por debajo de ese nivel, eliminar la negociación colectiva y sustituirla por
    contratos individuales, etc.

    12. Se estima que mientras en la segunda mitad del siglo
    XIX la diferencia media de salarios entre los países
    más ricos y los más pobres era de 1 a 5, a mediados
    del siglo XX lo era de 1 a 20, es decir, cuatro veces mayor. En
    el año 2003, según el último informe de la
    OIT, la mitad de los trabajadores del mundo ganan menos de dos
    dólares al día y 550 millones menos de un
    dólar. Ver OIT, World Employment Report 2004?2005,
    Ginebra, 2004.

    13. Según Wieviorka, los sectores más
    propensos al racismo serían los adscritos al concepto
    moderno de estado surgido de la
    ilustración pero que se sienten víctimas o ven
    amenazado su estatus dentro de él. Esta forma de racismo
    contemporáneo sería manifestación de una
    crisis de la modernidad, del
    momento en que se quiebra el vínculo entre nación
    y razón. Ver WIEVIORKA, M. (Dir.), Racisme et
    modernité
    , La Découverte, Paris,
    1993.

    14. Según una encuesta aplicada a nivel estatal
    en 2002?3, las mujeres adultas dedicaban un promedio semanal de
    11 horas a trabajo remunerado y 29 a trabajo doméstico
    mientras los hombres dedicaban 25 y 10 respectivamente. Ver
    INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA, Encuesta de empleo
    del tiempo 2002?2003
    , INE, Madrid, 2004, pág.
    17.

    15. Un informe de la ONU señala
    que los países del Norte consumen aproximadamente tres
    cuartas partes de la energía, el 85% de los productos
    obtenidos por la explotación forestal y un 72% del hierro,
    además de generar dos terceras partes de los residuos del
    planeta. Citado por TAIBO, C., Cien preguntas sobre el nuevo
    desorden
    , Suma de letras, Madrid, 2002, pág.
    161.

    16. En España la plena liberalización de
    capitales con el exterior no se logró hasta 1991 (Real
    Decreto 1818/1991) por exigencia de una directiva de la
    Unión Europea de 1988.

    17. Si el volumen de inversiones en el exterior lo
    medimos en relación al Producto Bruto Mundial, la
    proporción se habría triplicado entre las dos
    fechas citadas, pasando del 7% al 21%. SCHOLTE, J.A.,
    Globalization. A critical introduction, Palgrave, Nueva
    York, 2000.

    18. BANCO MUNDIAL, Informes sobre el desarrollo
    mundial
    , Ed. Mundi?Prensa, Madrid, varios
    años.

    19. CASSEN, B. et al., Attac contra la dictadura de
    los mercados
    , Icaria, Barcelona, 2001, págs.
    107?8.

    20. En este año, coincidiendo con la llamada
    crisis de la deuda externa de América
    Latina, tuvo lugar en Washington una conferencia entre
    banqueros y funcionarios de organismos internacionales en la que
    se acordó el después llamado Consenso de
    Washington
    , consistente en aplicar de manera estable y
    homogénea políticas de ajuste y de
    liberalización de mercados en todo el mundo. Más
    tarde, a mediados de los 90, el propio Presidente del Banco
    Mundial, James D. Wolfensohn, acuña la expresión
    "post? Washington Consensus" que pretendía devolver un
    mayor protagonismo a los estados de la periferia ante la
    ingobernabilidad creciente que estaban generando las
    políticas de ajuste y adelgazamiento del sector
    público. Ver SANAHUJA, J.A., "¿Una nueva
    visión del desarrollo?. El Banco Mundial en la etapa
    Wolfensohn (1995?2001)", en Tiempo de Paz, Nº 62,
    2001, págs. 19?32.

    21. THUROW, L., El futuro del capitalismo, Ariel,
    Barcelona, 1996.

    22. UGARTECHE, O., "Deuda externa: cinco tesis
    básicas", en la rev. Envío, nº 210,
    1999, pág. 42.

    23. FERNÁNDEZ DURÁN, R., Capitalismo
    (financiero) global y guerra permanente. El dólar, Wall
    Street y la guerra contra Irak
    , Virus, Madrid, 2003,
    pág. 214 y 219?220.

    24. Suplemento del 10 de mayo de 2002.

    25. HIRST, P. Y THOMPSON, G., Globalization in
    question
    , Polity, Cambridge, 1999, págs.
    72?73.

    26. AMIN, S., La desconexión, IEPALA,
    Madrid, 1988, pág. 28.

    27. Concepto introducido por R.W. Cox en los años
    80, que explicaba así: "En la cima de una estructura de
    clases global emergente se encuentra la clase gerencial
    transnacional
    , con su propia ideología, estrategia e
    instituciones de acción colectiva. (?) Sus puntos focales
    de organización, la Comisión Trilateral, el Banco
    Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la OCDE, constituyen
    tanto un marco de pensamiento como una guía de
    acción para las políticas. COX, R.W., "Fuerzas
    sociales, estados y órdenes mundiales", en MORALES, A.
    (Comp.), Poder y orden mundial, FLACSO, San José de
    Costa Rica,
    1993, págs. 172?73.

    28. Entre ellos, la Cámara Internacional de
    Comercio (CIC), el Consejo de Estados Unidos para el Comercio
    Internacional (USCIB), el Diálogo
    Transatlántico para los Negocios (TBD), la Mesa Redonda
    Europea de Industriales (ERT), la Patronal Europea UNICE,
    etc.

    29. Comités permanentes de TBD y de la ERT
    presentan a la Comisión Europea y al Gobierno
    norteamericano la lista de lo que se llama deliberable,
    que viene a ser la lista de lo que les interesa que los gobiernos
    les faciliten; del mismo modo, las federaciones de la industria
    hacen peticiones a la OMC para evitar
    obstáculos al comercio (por ejemplo, hace poco pidieron
    que se privaticen los servicios de correos).

    30. PETRAS, J., ¿Quién gobierna el
    mundo?
    , artículo aparecido en Página/12, mayo
    2002.

    31. Ver FERNÁNDEZ DURÁN, R., Contra la
    Europa del Capital y la globalización
    económica
    , Talasa, Madrid, 1996.

    32. DEL ÁGUILA, R. y MONTORO, R., El discurso
    político de la transición española
    , CIS,
    Madrid, 1984, págs. 218 y sig.

    33. CIS, Ciudadanía, participación y
    democracia
    , Estudio Nº 2.450, marzo?abril 2002. En
    www.cis.es.

    34. INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA,
    Encuesta de empleo del tiempo 2002?2003, (2004). En
    www.ine.es.

    35. Hemos trabajado estas categorías de Polanyi
    en COLECTIVO IOÉ, Mujer, inmigración y trabajo, Ministerio de
    Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2001, págs. 28?34. (en
    www.colectivoioe.org).

    36. Utilizamos el concepto de "modernización" en
    un sentido más restringido que el de "modernidad". Esta
    última expresión remite ambiguamente a dos
    contenidos: uno positivo, relacionado con las propuestas
    liberadoras de la Ilustración (emancipación racional,
    secularización) frente al Antiguo Régimen
    (autoridad, tradición, estamentalismo, etc.); otro
    negativo, que sirve para justificar una praxis
    irracional de violencia
    desde la versión burguesa y eurocéntrica de la
    modernidad. Este segundo contenido de la modernidad no libera
    sino que produce víctimas: "el mundo periférico
    colonial, el indio sacrificado, el negro esclavizado, la mujer
    oprimida, el niño y la cultura
    popular alienadas, etc. Son las víctimas de la
    modernidad
    , como contradicción del ideal racional de
    la misma modernidad". DUSSEL, E., "Dos paradigmas de
    la modernidad", en 1492: el encubrimiento del otro. Hacia el
    origen del mito de la modernidad
    , Nueva Utopía,
    Madrid, 1992, pág. 209.

    37. ORTÍ, A., y COMAS, D., "Génesis de las
    drogodependencias y discursos sociales", en RODRÍGUEZ
    CABRERO, G., La integración social de
    drogodependientes
    , Ministerio de Sanidad y Consumo, Madrid,
    1988, pág. 221?2.

    38. Los tecnócratas del franquismo se
    referían a la necesaria modernización de
    España como "mística del desarrollo". Ver AA.VV.,
    Las ideologías en la España de hoy,
    Seminarios y Ediciones, Madrid, 1972, pág. 144 y
    sig.

    39. Carlos Pereda(Colectivo Ioé)**

    **Colectivo Ioe Equipo de investigación sociológica ubicado en
    Madrid y compuesto por Carlos Pereda, Walter Actis y Miguel
    Ángel de Prada.
    www.colectivoioe.org



    URL: http://www.nodo50.org/ioe/
    El
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    siguiente Licencia de Creative Commons: ver
    http://creativecommons.org/licenses/by?nc?nd/2.0

    Ignacio Fernández de Castro y el equipo EDE
    describen así este cambio: "Hoy ya no es posible hablar de
    sujeto revolucionario de la historia, ni tampoco de la
    identificación de ese sujeto abstracto con la ?clase
    obrera?: hoy el término ha ido siendo sustituido por el de
    ?clase trabajadora? (…) La clase trabajadora es un
    término mucho más amplio que tiene que ver con una
    utopía (?) ?reformista?, de adaptación a los
    valores democráticos, donde caben prácticamente
    todos los asalariados, pequeños empresarios… y donde ya
    no se habla de confrontación sino de
    consenso". EDE (FERNÁNDEZ DE CASTRO, I. y otros),
    Cambios en las relaciones sociales y en las formas de vida de
    la población trabajadora madrileña durante la
    crisis (75?85)
    , Consejería de Ordenación del
    Territorio, Medio Ambiente y
    Vivienda, Madrid, 1985, pág. 235.

     

    Carlos Pereda(Colectivo Ioé)**

    **Colectivo Ioe Equipo de investigación sociológica
    ubicado en Madrid y compuesto por Carlos Pereda, Walter Actis y
    Miguel Ángel de Prada.
    http://
    www.colectivoioe.org



    URL: http://www.nodo50.org/ioe/
    El
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