Durante los últimos años, en nuestro
país es muy común escuchar a la gente hablar de los
partidos
políticos: en la
televisión, la radio o hasta
en nuestras propias casas.
Es un tema que ha surgido con mayor fuerza desde
las pasadas elecciones, en las cuáles se comprobó
que en México
sí puede existir una democracia.
Mucho se dice sobre estos "Partidos Políticos",
pero en realidad casi todos desconocemos a fondo su función.
Más aún, no sabemos de dónde
provienen y por qué se crearon en primer lugar.
Es cierto que desde el principio los partidos
políticos surgen como una manera del ser humano de ejercer
sus derechos y
externar sus ideas dentro del gobierno de una
sociedad pero
no siempre ha sido este su resultado, muchas veces se han usado
para manipular a la sociedad y lograr objetivos
personales.
Algunos mencionan que el concepto de
partidos políticos se creó en los Parlamentos, ya
que en ese entonces las personas sintieron la necesidad de
agruparse con los demás, considerando sus ideas comunes,
para así poder aumentar
su poder de decisión.
Después, surgieron las facciones
francesas, que eran grupos de
personas que se agrupaban para poder alcanzar sus objetivos
comunes dentro del poder.
Esta breve síntesis
de la de los partidos nos dice algo: su existencia proviene de la
libertad de
asociación de las personas. No tienen naturaleza de
poder público ni son órganos del Estado, y por
lo tanto sólo puede ejercerse sobre quienes los asumen al
integrarse voluntariamente en tales organizaciones.
En un Estado de
derecho, los partidos políticos expresan el pluralismo
político, concurren a la formación y
expresión de la voluntad del pueblo y son instrumento
fundamental para la participación política.
Respecto a los elementos de un partido político,
Max Weber
(1962, p.228-229) da una explicación muy clara: el partido
está en manos de los dirigentes y de un estado mayor, al
lado de los cuales aparecen los miembros activos, la mayor
parte de las veces sólo como aclamantes y en ciertas
circunstancias como instancias de control, de
decisión o de discusión.
Las masas que no son constantemente activas, sólo
son solicitadas en épocas de elección o
votación ("simpatizantes"); y la opinión de los
mismos sólo interesa como medio de orientación para
el trabajo de
reclutamiento
del cuadro dirigente en los casos de lucha efectiva por el
poder.
Un ejemplo de esto lo podemos lo podemos encontrar
claramente en nuestro país en temporada de
elecciones.
Cuántas veces los candidatos en campaña de
los diferentes partidos políticos no visitan
muchísimas comunidades, incluso las más escondidas
o alejadas para tratar de conseguir votos por parte de gente de
la que no se vuelven a acordar una vez que ganan.
Les prometen miles de cosas para ganarse su confianza,
algunos incluso empiezan obras para mejorar sus pueblos o
caminos, pero al final los únicos que se benefician con el
puesto son los más allegados al candidato.
La idea que obtenemos de esto es que los partidos,
desafortunadamente, son una oficina con
carácter de lucro o de beneficio
político, casi desesperados en la obtención de
cuadros administrativos. No es difícil entender que
también ello llevará a que los funcionarios se
sirvan de esos puestos burocráticos para poder
enriquecerse a costa del Estado, pero a eso llegaremos más
adelante.
De acuerdo con la definición más completa
que encontramos, los partidos políticos son organizaciones
que se caracterizan por su singularidad, de base personal y
relevancia constitucional, creadas con el fin de contribuir de
una forma democrática a la determinación de la
política
nacional y a la formación y orientación de la
voluntad de los ciudadanos, así como a promover su
participación en las instituciones
representativas mediante la formulación de programas, la
presentación y apoyo de candidatos en las correspondientes
elecciones, y la realización de cualquier otra actividad
necesaria para el cumplimiento de sus fines.
Su principal tendencia es durar y consolidarse, y su
finalidad última y legítima es obtener el poder
mediante el apoyo popular manifestado en las urnas.
En nuestro país, los partidos políticos
están aún lejos de esta definición
perfecta.
A pesar de que saben y reconocen claramente que tienen
una impresionante crisis de
credibilidad ciudadana, en la práctica no hacen otra cosa
más que intentar salir de esa desconfianza.
Tienen una idea equivocada de la
"ciudadanización" de los partidos, en cuestiones internas,
que los lleva incluso a abrir sus votaciones, aun cuando sean
votos secretos y directos, llevando los procesos
electivos a una cadena de manipulaciones que no contribuyen a que
los partidos políticos recuperen la credibilidad y sean
instituciones democráticas y representantes de la
sociedad.
La democracia, por definición, se basa en dos
grandes condiciones: una competencia
abierta a la participación y la posibilidad de cada
grupo de
promover sus intereses dentro del proceso
democrático, en el cuál los partidos
políticos aparecen como figuras indispensables, que asumen
la responsabilidad de representar los diferentes
intereses de la sociedad.
Creemos entonces que la democracia en los partidos
políticos consiste en contar con un orden legal, realizar
procesos electorales claros y justos, respetar los valores y
promover la participación política de la
sociedad.
Dichos resultados van a favorecer siempre a unos
más y a otros menos, en un ambiente que
en la actualidad está definido por muchos factores que
pueden ir desde la eficiencia en el
cumplimiento de sus responsabilidades hasta la simpatía,
carisma y una buena campaña de publicidad y
relaciones publicas.
En este punto, lo importante es que las reglas del
juego no se
violen ni se rompan, pues el interés de
todos es mantenerlas y conservar la democracia.
Esto no quiere decir que la respuesta a los problemas
entre los diversos personajes que buscan acceder al gobierno
garantice que exista la justicia en el
proceso; al contrario, la participación de muchas
personas, en ocasiones se convierte en libertinaje y la
diversidad en anarquía, por lo que es importante colocar a
la democracia en la base de la política nacional, pues de
ella surge el resto de la estructura de
los estados.
Weber (1962 p. 228-229) nos habla con
mayor claridad de lo que son los partidos y sus formas de
"socialización" bajo un reclutamiento libre
destinado a proporcionar poder a sus dirigentes para otorgar a
sus miembros determinadas probabilidades materiales,
provisionales o con una cierta duración.
Weber afirma que la orientación de los partidos
puede inclinarse hacia intereses personales y a éste tipo
los llama "partidos de patronaje".
Ante el hecho de que los partidos se estén
convirtiendo en "oficinas de clientelaje", como los describe
Vladimir Arandia, nos estamos olvidando que un sistema de
partidos es la mejor alternativa para eliminar las malas
costumbres del país.
El sistema de Partidos no es más que la suma de
todos los partidos de una nación
que compiten electoralmente y alguno de ellos llega al poder,
pero no hemos entendido que este sistema es vital para el
país, es un organismo pensante y vivo que va a medir el
pensamiento
nacional y tiene la capacidad de interpretar y sugerir mejoras en
la política.
Stefano Bartolini (1988 p.218-219) explica que lo que
hace vivo a un sistema de partidos es la interacción competitiva que se genera en
cada uno de ellos.
Una interacción que no solamente se ve en tiempos
de elecciones; sino sobre todo en la convivencia
democrática del día a día.
Es en este momento cuando un partido o el sistema de
partidos debe jugar un papel protagónico, al acercar al
gobierno o proponer planes alternativos de gobierno, como
también la inspección de los actos
públicos.
Se dice que los partidos políticos surgieron con
la necesidad de darle a las personas el poder de elegir a quienes
los gobernarán para así poder tener una
representación suya en el poder y hacer valer sus
ideales.
Pero el régimen actual de México es
producto de
los conflictos
políticos y militares que trajo como consecuencia la
revolución
mexicana de 1910, la cual se inicio con el lema "sufragio
efectivo, no reelección".
Por lo tanto, podemos asegurar, y coincidir con Maurice
Duverger (1980 p. 459), en que "el sistema mexicano tiene la
marca de
origen de la revolución
mexicana, con todo lo que ella implica de integración nacional, aspiraciones
sociales, cultura, a la
vez que manifestación extrema de lucha por el poder, con
su participación de masas, su recurso a la violencia y
disposición a la lucha armada, así como la
insuperable competencia personal por la jefatura
nacional"(1).
Esta forma de interpretar la existencia del Sistema
Político Mexicano se encuentra en un proceso de
redefinición, ya que el triunfo de Vicente Fox en las
elecciones del 2 de julio de 2000, representó la llegada
de un presidente ajeno al Partido Revolucionario Institucional, a
la Revolución Mexicana y a todo lo que este movimiento
represento, y a la clase
política gobernante.
Este hecho fue la uno de los cambios más
significativos en la titularidad del poder
ejecutivo federal en un largo tiempo.
Las personas que creían tener un México
asegurado sexenio tras sexenio tuvieron que
reaccionar.
Los mexicanos por primera vez demostraron que no estaban
conformes con la situación actual y que iban a hacer lo
necesario para ser escuchados, aunque esto significara
"rebelarse" en contra del gobierno establecido o tratar de estar
de acuerdo con algo que no creían simplemente porque esto
representaría un cambio, una
oportunidad para el país de tener alternativas.
Ante esto no había ninguna otra opción
más que "renovarse o morir".
En estos momentos, lamentablemente sólo nos resta
esperar.
Esperar a lo que está por venir en las
próximas elecciones para ver si la gente creyó en
el aparente "cambio radical" de los partidos políticos,
que ahora se juran reformados y totalmente rehabilitados; para
ver si recuperaron la confianza que perdieron en las pasadas
elecciones y que sugirieron una reorganización del
país, y más que eso, para ver si estos
podrán mantener lo que en estos momentos prometen y
defienden a capa y espada.
Flaviano Guisa