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Política económica, promoción industrial y desarrollo regional en la Argentina – 1958 /1962




Enviado por Jorge S. Zappino



    1. La experiencia
      desarrollista
    2. A modo de
      conclusión

    INTRODUCCION

    El tema del presente trabajo es
    solo un intento de estudiar las políticas
    económicas y su impacto regional durante la etapa
    denominada "desarrollista", correspondiente al gobierno del Dr.
    Arturo Frondizi, entre 1958 y 1962.

    Se trata de ver el modo en cómo esa política
    económica tuvo un impacto en lo que respecta a la
    distribución regional de los recursos, de las
    inversiones o
    de la generación de riqueza, o si, en cambio,
    estimuló solo determinadas áreas del país y
    excluyó o incorporó parcialmente a otras
    áreas.

    La idea es ir describiendo los perfiles, las herramientas y
    los modos de implementación de la política
    económica de Frodizi, y como éstas se expresaron en
    el ámbito regional.

    Desde el pensamiento
    liberal se pensaba el espacio argentino como uno donde la
    agricultura y
    la ganadería
    debían predominar, y cualquiera que viniese a alterar ese
    equilibrio
    histórico ponía en peligro la trayectoria
    económica del país.

    Desde el espacio militar, en cambio, sobre todo a partir
    de 1976, cualquier proceso de
    intensificación de una industria con
    cierto nivel de sofisticación, que tenia vínculos
    con otras actividades, que creaba relaciones de insumo-productos, que
    obligaba a ampliar el espacio industrial en las grandes
    aglomeraciones urbanas, eran potencialmente peligrosa desde el
    punto de vista de la concentración de fuerza de
    trabajo como caldo de cultivo de explosiones sociales. Sin
    embargo, existen pruebas que
    marcan que Argentina tenia condiciones naturales para el
    lanzamiento de un proyecto
    industrial al estilo de lo realizado por los países
    europeos.

    Es claro que las ideas desarrollistas no nacieron con
    Frondizi. Ya Belgrano y Fragueiro proponían medidas
    económicas para materializar la verdadera independencia
    argentina. Además, y ya en el siglo XX, hubo aportes tales
    como los de Mosconi y Savio, integrantes de una vertiente
    nacionalista y desarrollista en el ejercito. Ambos plantearon una
    búsqueda de opciones de desarrollo.

    En precisamente con la creación de Fabricaciones
    Militares cuando Argentina comienza a generar una gran cantidad
    de uso militar pero que también tenían utilidad civil,
    por ejemplo, el acero para
    fabricar armas.

    Y esto comienza a verse claramente en la ultima etapa
    del peronismo, cuando
    Perón
    intenta dar un paso adelante incorporando industria pesada y
    semipesada, por ejemplo con la Fabrica Militar de Aviones, con
    los automóviles y con las Industrias Kaiser
    en 1954 para fabricar jeeps. Además, de esta época
    es también el Plan
    Siderúrgico Nacional. Esta situación demuestra,
    entonces, que el enfoque desarrollista no viene de un día
    para otro, ni viene importado, etc..

    En cuanto a lo regional, el proceso agroexportador y el
    proceso de industrialización liviana, siguen, en grandes
    rasgos, el mismo patrón. El modelo
    Agroexportador impulsó la población del territorio, junto con el
    sistema
    ferroviario que llevó a la concentración
    demográfica. Sobre ese mismo patrón, es decir,
    donde estaba el mercado interno,
    se comienza con la sustitución liviana de importaciones.

    Sin embargo, cuando aparecen los primeros intentos en
    búsqueda de industrias más complejas, ese
    patrón cambia porque aparecen nuevos territorios y nuevos
    recursos hasta este momento no explotados, tales como
    hídricos, naturales no renovables, yacimientos de
    carbón, etc. Todos estos procesos
    llevan, de esta manera, a una modificación del
    patrón de ocupación territorial, ya no basado en el
    mercado de consumo sino
    en productos intermedios y bienes de
    capital.

    Para el objeto de este trabajo, lo que importa es ver al
    desarrollismo como una manera de intento de perfilar un nuevo
    patrón, que no altera demasiado el anterior, pero que hace
    emerger espacios de la geografía
    económica argentina desconocidos hasta ese momento,
    tales como el
    petróleo, el gas y la
    siderurgia.

    LA EXPERIENCIA
    DESARROLLISTA

    La vuelta al sistema constitucional en mayo de 1958,
    encuentra al país con una población con regular
    poder
    adquisitivo, pero superior a las deficientes posibilidades
    productivas, lo cual originaba al mismo tiempo
    disminución de los saldos exportables y gran demanda de
    importaciones.

    Además se mantenían el déficit
    fiscal, el de
    la balanza de pagos,
    la desocupación disfrazada, los desequilibrios
    monetarios y el proceso inflacionario.

    En ese momento las importaciones que más pesaban
    en el balance de pagos eran combustibles, hierro y
    acero, maquinarias, herramientas, productos químicos,
    papel, celulosa, en
    síntesis, todos ellos elementos
    indispensables para mantener en actividad una industria liviana
    que representaba el 25,2 % del producto
    global y que absorbía el 71,9 % de las
    importaciones.

    A partir de 1958 se inicia el último
    subperíodo de la ISI que se extiende hasta mediados de los
    ’70. Articulada en los complejos petroquímicos y
    metalmecánico, la industria tuvo su desempeño más destacado
    convirtiéndose en el motor de
    crecimiento generador de empleo y base
    de la acumulación de capital. Con la masiva
    participación de filiales de empresas
    transnacionales se ocuparon progresivamente los casilleros
    vacíos de la matriz
    insumo-producto en el marco de una economía altamente
    protegida con el objetivo de
    lograr un mayor nivel de autoabastecimiento.

    Mucho antes de su elección como presidente,
    Frondizi había llegado a compartir el enfoque "realista"
    de Rogelio Frigerio respecto del papel del capital extranjero en
    una sociedad en
    desarrollo: según Frigerio, era el propósito de la
    inversión y no la fuente del capital, lo
    que determinaba el fortalecimiento o el debilitamiento de la
    independencia económica de un país.

    Las inversiones en la industria pesada, en acero,
    petróleo, electricidad,
    petroquímica y celulosa eran necesarias.
    Dado el estado del
    tesoro, el objetivo inicial era la rápida expansión
    de la producción petrolífera. Con capital
    extranjero, se esperaba que el país estaría en
    condiciones de lograr el autoabastecimiento de los combustibles
    importados y posibilitar la utilización de esa
    generación de divisas en otros
    sectores de la economía.

    La doctrina desarrollista consideraba inexistente la
    limitación de ahorros en la asignación de los
    recursos. Todos los programas de
    inversión deseables podrían ser financiados
    rápida y simultáneamente con la entrada masiva de
    inversión externa, que al mismo tiempo mantendría
    en equilibrio el balance de pagos. Una vez que la corriente de
    capital comenzase a disminuir, la sustitución de
    importaciones debida a las inversiones anteriores podría
    ser suficiente para asegurar el equilibrio externo, con
    excepción tal vez del pago total de las obligaciones
    externas.

    La estrategia
    desarrollista implementada por Frondizi abarca una
    combinación de ideas entre las cuales se pueden
    destacar:

    • Desarrollar en la Argentina un complejo industrial
      integrado, poniendo mayor énfasis en las industrias de
      base;
    • Explotar en forma intensiva los recursos
      naturales de la nación y fortalecer el desarrollo
      regional para asegurar la completa integración de la economía
      nacional.
    • Rechazar el concepto de
      división internacional del trabajo, que dejaba a la
      Argentina como mera proveedora de materias primas.
    • Seguir una estrategia de desarrollo agrícola
      parecida a la industrial: rápida mecanización y
      mejoras tecnológicas.
    • Atraer un flujo masivo de capital extranjero para
      proveer los recursos requeridos por esta
      estrategia.
    • Una actuación importante del Estado en la
      planificación y en la realización
      de obras de infraestructura.
    • Facilitar la capacitación de la mano de obra y su
      transferencia hacia los sectores más eficientes de la
      economía.

    Para el cumplimiento de estas metas se determinaron
    prioridades que se irían desarrollando sin ordenamiento
    específico: siderurgia, energía, caminos, transporte,
    carbón y petroquímica.

    Los sectores donde las posibilidades de desarrollo eran
    más favorables fueron, el petróleo,
    la siderurgia y el reequipamiento industrial.

    A estas prioridades, se volcaron prácticamente el
    grueso de las inversiones y radicaciones de capital, provocando
    la creación de una intensa demanda de mano de obra. Esto
    trajo como consecuencia cambios en el proceso de
    capitalización de los distintos sectores de la
    economía, modificación en la participación
    en el producto bruto interno y en los niveles de ocupación
    entre los sectores productivos y no productivos por primera vez
    en 30 años.

    Sin embargo, el monto global de las radicaciones
    aprobadas entre 1958 y 1962 no representó un aporte
    sustantivo al proceso de acumulación de capital en la
    industria; oscila en torno al 10% de
    la formación de capital en el sector. Pero su
    concentración en unas pocas actividades
    estratégicas, trajo aparejado la transformación
    profunda de la estructura
    industrial y el liderazgo de
    empresas transnacionales en aquellas industrias que por su propia
    naturaleza,
    impulsaban el desarrollo manufacturero del país,
    configurando los polos dinámicos de la acumulación
    y reproducción de capital en la Argentina de
    la segunda posguerra.

    En efecto desde mediados de la década del
    cincuenta, las industrias manufactureras se convirtieron en el
    polo de atracción casi exclusivamente de los capitales
    extranjeros que se radicaron en el país. A lo largo de dos
    décadas, cualquiera sea el subperíodo
    político-institucional que se considere, dichas industrias
    captaron alrededor del 95% de la inversión
    extranjera autorizada a instalarse. Esta orientación
    sectorial se asocia, a la vez, con el desarrollo de una serie de
    actividades que, por su dinamismo y su potencialidades suponen
    una transformación estructural del sector industrial y de
    la economía en su conjunto.

    En el período bajo análisis, de las 254 radicaciones de
    empresas que autorizó el Poder
    Ejecutivo se concentraban en un 90% en industrias
    químicas, petroquímicas, derivadas del
    petróleo, metalúrgica y en la fabricación de
    material de transporte y maquinarias eléctricas y no
    eléctricas y apenas el 1,9% lo hizo hacia industrias
    tradicionales como la indumentaria y la textil.

    En lo que atañe al origen de los capitales que
    presentaron solicitudes de radicación, se constata que
    algo más del 60% del total de la inversión
    autorizada era de origen estadounidense, la presencia japonesa
    resulta prácticamente insignificante y el resto proviene
    del área europea, destacándose países como
    Suiza, Holanda, Alemania,
    Italia y Francia.

    En este sentido, las leyes 14.780 y
    14.781, aprobadas por unanimidad a fines de diciembre de 1958, se
    verifican en la magnitud de las inversiones amparadas por esas
    leyes. Ellas son el corte más importante entre la
    promoción de actividades productivas basadas en la
    industria liviana o en la actividad agropecuaria, a otra etapa
    con leyes de promoción sectoriales y regionales. Es decir,
    hay toda una arquitectura de
    promoción que muestra una
    intencionalidad de dar un salto basado en legislación de
    fondo.

    El paradigma del
    momento fue la industria automotriz. En ella se centró el
    modelo de industrialización sustitutiva en niveles tan
    complejos como la fabricación, con piezas de origen
    nacional, de automóviles y camiones. Esto
    acompañó un proyecto de achicamiento del sistema
    ferroviario y la expansión de la red vial, conjuntamente con
    los contratos
    petroleros.

    La cuestión era como pegar saltos cualitativos en
    la actividad productiva que garantizaran ganancias altas para los
    capitales y que vayan pasando de las actividades manufactureras
    con menor ritmo de crecimiento, a aquellas donde había un
    espacio muy grande para sustituir importaciones.

    En el trasfondo, aparece con el desarrollismo un nuevo
    modo de apropiación del ahorro para
    las inversiones productivas. Las inversiones extranjeras,
    amparadas por la promoción, son inversiones de punta que
    hacen ingresos en
    lugares muy estratégicos que producen fuerte efecto de
    arrastre, y la combinación de capital agrario-industrial
    que se transforma en el germen de los grupos
    económicos que van a hacer eclosión en los 90,
    donde entran todos. Es decir, todos los mecanismos del capital
    para conseguir rentas rápidas según las tendencias
    del mercado.

    Lo que importa para el tema del presente trabajo es
    cómo esto impacta en el espacio y produce algunos cambios
    en la orientación de la localización
    demográfica y económica que frena o modifica las
    tendencias de las que hablamos al principio: la
    concentración en el área metropolitana, migración
    rural urbana para ocuparse en las industrias de las ciudades, el
    vaciamiento de las áreas rurales más pobres del
    interior, el rol del Estado para proveer servicios
    públicos a la población que se multiplica; todo
    este proceso, que en los 40 y 50 tuvo una tendencia muy clara,
    comienza a sufrir, en los 60, un cambio de tendencia,
    relativo.

    Y emergen algunos núcleos nuevos de
    atracción poblacional y productiva como consecuencia del
    nuevo perfil del proceso industrial. Esto está claramente
    impulsado por la legislación de promoción
    industrial y regional que el desarrollismo plantea como soporte a
    la apertura del espacio económico nacional a las
    inversiones internas y externas.

    Resumiendo, entonces, la etapa que arranca en 1958 tiene
    como característica saliente una fuerte presencia de la
    estrategia de industrialización compleja, pesada y
    semipesada.

    Está marcado por un proyecto claro enmarcado en
    toda la legislación de promoción extranjera,
    sectorial y regional. Y esta iniciativa supone un fuerte cambio
    de tendencias, y una estrategia que encuentra fuertes resistencias
    en los sectores tradicionales, sobre todo los vinculados a los
    economistas liberales.

    El proyecto, en su cara política cae en 1962,
    pero la tendencia del proceso de acumulación continua y
    las inversiones fueron madurando y marcando una trayectoria que
    se reflejó en lo que se considera la mejor década
    de la historia
    económica argentina contemporánea: 1963-1974, con
    11 años de crecimiento
    económico ininterrumpido, tasa de crecimiento del PBI
    promedio del 5 % anual, y una tasa de crecimiento de la industria
    del 7 % anual.

    Finalmente, si analizamos algunos datos que brinda
    el trabajo de
    Alejandro Rofman, es posible notar que la secuencia
    histórica de la aplicación de la ley de
    promoción del capital extranjero 14.780, tuvo un impulso
    inicial muy fuerte en el año 1959 y se va a convertir en
    el signo dominante del periodo, marcando la apertura,
    después de muchas décadas, al ingreso de capital
    extranjero, sobre todo en la actividad industrial, y que supone
    una incorporación de nueva tecnología, fuerza de
    trabajo con mayor nivel de especialización.

    Si se analiza esta legislación en base a los
    sectores que fueron beneficiados, podemos ver que hay tres ramas
    que acaparan el conjunto de las inversiones: química,
    petroquímica (30 %) y material de transporte (industria
    automotriz) y la industria metalúrgica de metales
    básicos.

    Entre las tres suman más del 75 % de las
    inversiones en la actividad en general. En la agricultura en
    ínfimo, al igual que en los sectores terciarios: no se
    invierte en servicios en
    la medida que siguen en poder del Estado y nadie discute la
    posesión estatal de esos servicios. El sector de la
    construcción también se ve poco
    beneficiado.

    Esta concentración se debe, principalmente, a que
    hubo regímenes de promoción sectorial aplicados a
    aquellas ramas que se consideraban prioritarias según el
    modelo del gobierno. Pero, además, la tendencia del
    capital extranjero concentrado era, precisamente, cubrir el
    espacio nacional porque había mercado de consumo
    insatisfecho, sobre todo de productos de consumo de la
    población.

    En esa época, la industria argentina tenia una
    gran capacidad de autonomía con respecto a la
    integración vertical: se lograba generar dentro del
    país la mayor parte de los insumos necesarios, excepto
    aluminio. El
    país tenia, en esos momentos, una protección
    arancelaria muy fuerte. Por ejemplo, la automotriz Ford
    prefería venir a fabricar el Ford aquí, porque
    importarlo resultaba mucho más caro. La producción
    de autos
    llegó, en esos momentos, a valores
    similares a los que llegaría durante la Convertibilidad de
    los 90. Aunque los precios eran
    altos para el poder adquisitivo, esto era compensado por varios
    factores como la venta en cuotas,
    la estabilidad laboral,
    etc.

    Si analizamos estos datos por el lado de su impacto
    regional, siguiendo el enfoque de Rofman, se puede dividir al
    país en tres zonas:

    • La zona I, con formas de desarrollo capitalista
      sofisticado.
    • La zona II, donde se mezclan formas de desarrollo
      capitalistas y no capitalistas, y donde no existen,
      prácticamente, sectores de punta.
    • La zona III, Patagonia,
      donde existe una incorporación creciente al espacio
      económico nacional, y una fuerte vocación por
      la explotación de recursos naturales a partir de
      procesos extractivos, en lugar de procesos
      agroindustriales.

    Según los datos recogidos por Rofman, puede verse
    que el 80 % de las inversiones aprobadas a partir de 1958,
    corresponde al área I, la cual ya contaba con procesos de
    industrialización por sustitución de importaciones,
    y que se relaciona con el hecho de que esas inversiones
    están vinculadas a los productores de insumos intermedios
    existentes o a la radicación de la industria automotriz.
    Hay años, como 1960, donde más del 90 % fue captado
    por esa región.

    En cambio, en las zonas que deberían haber sido
    favorecidas para lograr una integración nacional y para
    compensar la brecha de crecimiento entre las áreas de
    mayor y menor nivel de desarrollo relativo, prácticamente
    no se hizo nada hasta 1961.

    Siguiendo el mismo esquema, y estudiando la
    distribución geográfica del producto bruto
    industrial, vemos que existe un incremento de la
    participación de la zona I que llega al 90,2 %.
    Además, se produce una caída muy fuerte en la
    Capital Federal debida, sobre todo los costos de
    la tierra, las
    dificultades de transporte, y las regulaciones de ordenamiento
    urbano, que provocaron una progresiva emigración al
    interior y, sobre todo, al Gran Buenos Aires, de
    actividades industriales que requieren mucho espacio. Las que
    quedaron eran las poco intensivas en tecnología, por
    ejemplo los laboratorios medicinales.

    Se verifica un aumento muy fuerte de la provincia de
    Buenos Aires, que es el Gran Buenos Aires básicamente. Hay
    también un aumento en Santa Fe, con la química y la
    petroquímica, y en Córdoba por la industria
    automotriz. El área II, en cambio, aporta solo el 8 %, que
    se va a mantener hasta 1963. En el área III, por otra
    parte, todavía no estaban los grandes proyectos
    patagónicos, ni la explotación petrolífera,
    ni las industrias de electrodomésticos en Tierra del
    Fuego.

    Si se toman los datos de población, y se cruzan
    con los desarrollados más arriba, vemos que dentro del
    área I la población, sobre todo en la región
    más avanzada, aumenta casi dos puntos, llegado casi al 72
    %, como reflejo del proceso de industrialización acelerada
    en las áreas más intensas del
    país.

    Si se comparan estos datos con los del producto, se ve
    que el área I generaba el 80 % de la industria, pero
    tenía solo el 72 % de la población, lo cual indica
    un altísimo nivel de productividad,
    mucho más alto que en el promedio nacional.

    El área II, por su parte, explica el 8,8 % del
    producto bruto industrial, pero tiene el 24 % de la
    población, lo que revela un proceso de
    industrialización regional muy débil y de baja
    productividad.

    Finalmente, el área III, tiene el 3 % de la
    población y el 1 % de la industria, porque en ese momento,
    la industria era anterior a las grandes inversiones del 72 y
    73.

    Si se estudia el producto bruto total, se ve que este
    crece a partir de 1958 en el área I, mientras baja en el
    área II y sube un poco en el área III.

    Esto muestra, indudablemente, un país que se
    concentra en el área metropolitana, pero sobre todo, se va
    concentrando en el área más distante de esa
    área, es decir, en el tercer cordón
    industrial.

    Se da, entonces, una concentración de la pobreza,
    marcada por la presencia creciente de migración interna
    que no se incorpora a la trama urbana más armada,
    más estable e integrada, sino que se incorpora a los
    segmentos más desarticulados y con menor nivel de calidad de
    vida.

    Resumiendo, es un proceso de industrialización
    que sigue con fuerza en la región más desarrollada,
    pero básicamente localizado en el Gran Buenos Aires, junto
    a una disminución de la ciudad de Buenos Aires. Hay
    también una reducción significativa en el
    área de menor desarrollo relativo, que cada vez es
    más pobre. Esto va acompañando una
    intensificación de la concentración del PBI en la
    región más desarrollada, no solo de la industria,
    sino también el resto de las actividades del sector
    primario y terciario.

    Es decir, todo lo que la promoción supuestamente
    debió hacer, no lo hizo. Actuó de manera
    procíclica con respecto a las tendencias históricas
    de concentración económica, de población,
    etc.

    Es un proceso que acompañó una segunda
    etapa del desarrollo industrial en manos del capital más
    concentrado, en su mayor parte extranjero, y que no generó
    condiciones de redistribución espacial ni de la
    población ni de la actividad productiva. Es decir, como
    plantea Rofman, fue ineficaz en cuanto a los objetivos que
    se planteó, y con un costo muy
    alto.

    Este proceso se cierra a fines de los 60 cuando dejan de
    funcionar las leyes de promoción. A principios de los
    70 empiezan a funcionar otras políticas de
    promoción, la de favorecer determinadas provincias, fruto
    de pactos entre el poder central y los gobiernos de las distintas
    provincias.

    A MODO DE
    CONCLUSION

    Se puede concluir que, en este período, la
    aplicación de medidas tendientes al cambio estructural,
    acompañadas de inversiones y radicaciones de capital
    orientadas a los sectores productivos, tendieron al pleno empleo.
    Asimismo, el aprovechamiento intensivo de los recursos
    productivos posibilitó una política de
    sustitución de importaciones, requerida por el
    cambio.

    El error fundamental de Frondizi, según esta
    consideración, consistió en persistir en un
    conjunto de políticas que no daban los resultados
    esperados.

    Por un lado, el ingreso masivo de IED y el aumento de
    las inversiones realizadas por empresas nacionales, generó
    efectivamente la reactivación del sector industrial,
    profundizando la expansión de las industrias
    básicas gestadas durante los años cuarenta y la
    conformación de un poderoso complejo metal-mecánico
    que en el transcurso de la década siguiente se
    constituirá en el eje del modelo de desarrollo industrial
    y del proceso de acumulación capitalista en la
    Argentina.

    Pero paralelamente se agudizaron las contradicciones ya
    existentes, ya que el capital extranjero pasó a liderar la
    estructura industrial frente al capital nacional. Las fracciones
    del capital más concentrado consolidan su posición
    frente a los sectores pequeños y medianos que continuaron
    su proceso de declinación.

      Asimismo, el modelo de industrialización
    adoptado tuvo un sesgo capital intensivo que derivó en
    cierto incremento en materia de
    competitividad, pero no produjo, en cambio, un
    efecto satisfactorio en el plano de la generación de
    puestos de trabajo, cediendo al Estado el rol de
    empleador.

    El resultado de la experiencia desarrollista por un lado
    reforzó el proceso de concentración de inversiones
    en las áreas más desarrolladas del territorio
    nacional (con la única excepción de la Patagonia),
    pero por otro lado, al interior de aquellas la
    distribución geográfica de las nuevas radicaciones
    tendió a hacerse más dispersa, con un número
    de conjuntos
    urbano-industriales considerablemente superior al de las etapas
    previas.

    La radicación de capital industrial en las
    áreas receptoras significó una experiencia de
    dudosa solidez. Los tipos de actividades relocalizadas no
    muestran mayores vinculaciones con los recursos naturales ni con
    los mercados locales.
    Asimismo, no se observa la formación de encadenamientos
    productivos, ni relaciones interempresariales horizontales
    significativas, ni realización de tareas de investigación y desarrollo, ni
    aparición de sectores de servicios vinculados a los
    requerimientos de la producción industrial que se lleva a
    cabo en las áreas promocionadas.

      En la mayoría de los casos, los
    regímenes de promoción industrial indujeron a la
    radicación de empresas dedicadas a actividades muy
    variadas sin que localmente existieran ramas claramente
    dominantes. 

       En el plano político, el frondizismo
    quedó atrapado entre dos presiones cruzadas: por un lado
    las provenientes de las organizaciones
    obreras en su búsqueda de recomponer el salario real y de
    terminar con la proscripción al peronismo. Por otro lado,
    una serie interminable de planteos militares que se centraron en
    la profundización de los programas de
    estabilización monetaria y contención del gasto
    público, de modernización y
    tecnificación del aparato industrial, de permanencia de la
    proscripción del peronismo a la par que resistían
    también el discurso y
    algunas actitudes
    superficialmente progresistas del presidente y algunos
    funcionarios de su gestión.

      Finalmente, el proyecto de modernización
    eficientista necesitó, para imponerse, de la
    instauración de regímenes autoritarios dotados de
    capacidad represiva para contener los desbordes y protestas
    populares generados por el costo social del cambio
    estructural.

      Sin embargo, a pesar de sus matices y su elevado
    nivel de conflictividad social, como consecuencias de esta
    política desarrollista, entre 1963 y 1975 se
    verificó un largo período expansivo de la
    economía y de la industria nacional que nunca más
    se repetiría en la Argentina.

     

     

    Jorge S. Zappino

    Lic. En Ciencia
    Política (UBA)

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