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Una propuesta de formación docente desde la pedagogía de la autonomía




Enviado por Ana Vogliotti



     

    En este trabajo nuestro objetivo se centra en inferir
    una propuesta curricular a partir de la concepción freireana
    acerca de la formación y de la configuración del perfil
    docente como educador crítico-reflexivo. Intentando
    coherencia con la teoría, en primer lugar,
    contextualizaremos el tema en el marco de las sociedades latinoamericanas
    actuales. En segundo lugar, después de explicitar el
    concepto de formación,
    delinearemos el perfil docente que puede constituirse sobre esa
    concepción y por último, presentaremos una propuesta
    curricular que podría viabilizar la consecución del
    perfil descripto.

     

    I. Un contexto
    problemático

    Desde los supuestos epistemológicos que sostienen
    que el conocimiento que se
    construye ha de estar ligado a la realidad situacional de los
    sujetos involucrados en ella y que las particularidades y
    situaciones históricas sólo pueden ser explicadas a
    partir de la comprensión de la totalidad, nos resulta
    necesario contextualizar la formación docente en el marco de
    nuestras realidades latinoamericanas actuales, aunque, por
    cuestiones de limitaciones de espacio, lo hagamos de manera
    genérica.

    En este final de siglo, nuestras incipientes democracias
    pueden ser entendidas en el marco del fenómeno llamado
    "globalización" que,
    más que una globalización cultural, es económica y
    política. Económica,
    por el establecimiento de un libre mercado neoliberal entre los
    países y al interior de los mismos, sustentado acciones individuales y
    competitivas, cuyas consecuencias impactan en la marginalidad, en la
    exclusión de la diversidad, en la expulsión de los
    más "frágiles" materialmente, en contraposición
    del fortalecimiento de las minorías monopólicas
    beneficiadas permanentemente por la acumulación y productividad de los capitales.
    Política, porque desde la ideología dominante,
    la globalización se
    entiende como una instancia necesaria de la propia evolución del capitalismo, por eso se la
    concibe como inevitable.

    Según Paulo Freire (1993, 1997), no
    se reconocen las particularidades de los diferentes países
    subdesarrollados y se generalizan (universaliza) rasgos del
    sistema capitalista y el modo de
    producción de los
    países hegemónicos "como si Brasil, México o Argentina, debieran
    participar de la globalización de la economía de la misma manera que
    Estados Unidos, Alemania o Japón" (Freire, 1997
    :121), sin preguntarse si en etapas anteriores, esos países
    hegemónicos que lideran la universalización,
    sustentaban esa apertura que hoy imponen a los otros. Sin duda,
    en tiempos anteriores ellos mismos han sabido resguardar sus
    propias economías, sin someterse a una competitividad "abierta" que
    conlleva a una inevitable jerarquización de posiciones en
    términos de ganadores y perdedores. Por eso hoy están
    en otro nivel y fijan las reglas de juego dominando la
    situación y haciendo más dependientes a los países
    más pobres.

    Desde la mirada freireana, el discurso de la
    globalización que sustentan los países dominantes
    revela una ideología fatalista, a la que no se puede
    escapar, es el destino predeterminado de los pueblos que
    engañosamente dice orientarse en la integración de la totalidad,
    en tanto en la realidad cotidiana latinoamericana se manifiesta
    "robusteciendo la riqueza de unos pocos y verticalizando la pobreza y la miseria de
    millones. El sistema capitalista alcanza en el neoliberalismo globalizante,
    el máximo de eficacia de su maldad
    intrínseca" (Freire, 1997 :122), aunque permanentemente
    aluda a la ética para justificar sus
    propias valoraciones, resaltando la dimensión individual de
    los sujetos; sin duda, ésta es la ética del mercado,
    del libre cambio, donde no sólo se
    "cambian" mercancías, sino personas, como si fueran
    fácilmente sustituibles, reemplazables según los
    criterios diferenciadores y exigidos en los diferentes sectores
    de la producción. Ésta es la ética del mercado, no
    la ética universal del hombre que lo prioriza como
    ser social y como persona.

    Desde una concepción progresista, se rechaza
    abiertamente el carácter inexorable,
    determinístico de la ideología hegemónica. En
    cambio se reafirman los principios de las auténticas
    democracias sustentadas en una conceptualización
    filosóficosocioantropológica que reconoce a los hombres
    como seres históricos e inacabados, forjadores de su propio
    destino, hacedores de su praxis, por ende,
    protagonistas de las luchas permanentes para su
    humanización, que sólo puede ser entendida en
    términos de una sociedad más libre con
    relaciones más igualitarias.

    En estos principios se fundamenta la Pedagogía de
    la autonomía de Paulo Freire. Autonomía significa la
    superación de los estados de dependencia, la construcción de espacios
    propios en dónde se recobra la identidad
    históricocultural y se llenan con estados de derechos, que implican también
    compromisos y responsabilidades indeclinables en la toma de decisiones; así la
    autonomía va llenando el vacío que deja la dependencia
    cuando es reconocida y significada como tal, cuando se la
    enfrenta, se la desafía socialmente y se le va quitando
    terreno sobre la base de valores liberadores, de
    intereses compartidos que priorizan la lucha de la
    satisfacción de sus necesidades reales y
    colectivas.

    La Pedagogía de la autonomía, es la
    reconfirmación de los postulados básicos de la
    teoría freireana en este final de siglo, desde lo
    filosófico, epistemológico y científico; es la
    recreación de la
    pedagogía crítica de Freire en las
    realidades actuales que desde una óptica "esperanzadora" ve
    en la formación del docente situada en el contexto
    escolarizado una posible alternativa contribuyente a un cambio
    social, ante la inexorabilidad de las ideologías sustentadas
    por las políticas neoliberales
    dominantes en nuestras inexpertas y asediadas democracias
    latinoamericanas.

     

    II. Formación docente,
    una vía para la autonomía

    Para Freire, la educación es un proceso que necesariamente
    conlleva al conocimiento crítico de
    la situación histórica de los sujetos comprometidos;
    esto es, "descubrir la realidad", sacar la "cobertura" que
    impregna el modo en como los sujetos significan su realidad
    según los intereses hegemónicos que asimilan
    constantemente a través de los diferentes medios y prácticas
    sociales. Descubrir la realidad implica que los hombres se
    reconocen como sujetos históricos e inacabados, que pueden
    explicarse su situación en el mundo generando estrategias para su
    superación; superación que implica la conquista de su
    libertad a partir del
    conocimiento crítico, que sin dejar de ser ideológico,
    esta vez, responde a intereses propios.

    Educar es formar; desde este modo de entender la
    educación, Freire enmarca a
    la formación en general, como un proceso dialéctico
    entre sujetos y realidad, remarcando el carácter
    intersubjetivo en el cual, los participantes con roles de
    enseñar y aprender se interrelacionan dinámicamente
    reconociéndose mutuamente como sujetos que enseñan y
    aprenden conocimientos, aunque desde un bagaje diferente y en una
    interacción que implica
    la travesía de la heteronomía a la autonomía.
    Formar no es dar forma, paradójicamente es crear, porque
    aprender es construir y enseñar es ayudar a construir, a la
    vez que se construye.

    Como sostiene Freire:

    "Cuando vivimos la autenticidad exigida por la
    práctica de enseñaraprender participamos de una
    experiencia total, directiva, política, ideológica,
    gnoseológica, pedagógica, estética y ética,
    en la cual la belleza debe estar de acuerdo con la decencia y
    con la seriedad" (Freire, 1997 :25)

    Así, marca con claridad, las
    necesarias dimensiones gnoseológica,
    sociohistóricopolítica y ética de la
    educación crítica. Gnoseológica porque toda
    educación involucra un acto de conocimiento en el que se
    aprende y se enseña un objeto, un contenido, según una
    intencionalidad (dirección);
    sociohistóricopolítica porque se conoce y explica la
    situación contextual y en la intencionalidad perseguida se
    reconoce explícitamente el carácter ideológico del
    conocimiento y se lo orienta hacia metas transformadoras de las
    relaciones sociales dominantes; ética porque se compromete
    expresamente con valores inherentes a la constitución del hombre como
    sujeto "humanizado", "liberado", "democrático". Estas
    dimensiones constituyen diferentes facetas de un mismo proceso,
    son atravesamientos de la práctica educativa que en la
    realidad se expresan de manera integrada, siendo imposible que se
    desligue una de otra.

    Desde este modo de entender la formación en
    general, la formación docente en particular puede ser
    significada como una práctica social educativa en la que el
    contexto de formación (teóricopráctico) guarda una
    estrecha vinculación con el contexto en el que se
    desempeñará quien se está formando. Hay una
    coherencia profunda entre lo que aprenden y el modo en como lo
    hacen los "formandos" con lo que enseñarán y como lo
    harán cuando sean formadores; no hay disociación entre
    discurso teórico y acciones concretas de formación;
    dado que la finalidad perseguida en una formación
    crítica sólo se aprende conceptualmente a través
    de la práctica reflexiva, entonces es reflexión sobre
    lo que se hace. La teoríapráctica de formación es
    formadora "per se"; no se forma "para" (aplicar), se forma "con"
    (los otros) y "en" (situación). En la formación, los
    "formandos" se van "transformando" en sujetos reales de la
    construcción y de la reconstrucción del saber
    enseñado de manera conjunta con su "formador" (Freire,
    1997). La democracia se aprende
    practicándola. Por eso la formación no es "dar forma"
    según un modelo; la formación
    transforma.

    La formación docente como proceso revaloriza la
    profesionalización del
    educador y lo significa como enseñante. Ese es su perfil,
    sólo que como enseñante, sintetiza todas las
    dimensiones de la formación crítica. Enseñar es
    una especificidad humana, no es transmitir conocimientos como si
    fueran entidades separadas de los contextos, no es reproducir, no
    es repetir.

    "Enseñar y aprender tienen que ver con el
    esfuerzo metódicamente crítico del profesor por desvelar la
    comprensión de algo y con el empeño igualmente
    crítico del alumno de ir entrando como sujeto en aprendizaje, en el proceso de
    desvelamiento que el profesor debe desatar. Eso no tiene nada
    que ver con la transferencia de contenidos y se refiere a la
    dificultad pero al mismo tiempo, a la belleza de la
    docencia y de la discencia"
    (Freire, 1997 :114).

     

    III. Educador como
    enseñante, un perfil que sintetiza una multiplicidad de
    condiciones

    Desde la perspectiva freireana, ser "enseñante"
    significa enseñar. Pero, enseñar, no es transferir
    conocimiento, es ayudar a construirlos, no sólo a nivel
    conceptual, sino también a nivel procesual y actitudinal.
    Por eso, enseñar involucra las tres dimensiones de la
    educación crítica que un proceso de formación
    docente ha de considerar.

    1. Desde la dimensión gnoseológica,
    enseñar requiere:

    a) Sólidos conocimientos de aquello que se
    enseña y que puede lograrse a partir de "rigor
    metódico" (1) con el que el sujeto cognoscente se aproxima
    al objeto cognoscible; es aprender la razón de ser de los
    objetos, apropiarse críticamente del conocimiento construido
    socialmente pero recreándolo en el propio proceso de pensar;
    "pensar acertadamente" (2) significa no poseer la seguridad de las certezas, sino
    la seguridad de la provisionalidad histórica, por eso
    enseñar, aprender e investigar "son prácticas
    requeridas por el ciclo gnoseológico" (Freire, 1997 :30). La
    investigación se sustenta
    en "una curiosidad" que siendo espontánea en primer momento,
    se convierte en "epistemológica" por la rigurosidad
    metódica y a través de la que es posible alcanzar el
    conocimiento cabal del objeto en tanto y en cuanto profesor y
    alumnos se asuman como sujetos epistemológicamente curiosos.
    No hay creatividad posible sin
    curiosidad.

    La aprehensión profunda del conocimiento científico
    que se ha de enseñar, ofrece un marco de seguridad sobre las
    que se constituyen las competencias necesarias
    (capacidades, habilidades, dominios) que otorgan autoridad al educador
    generando un clima de respeto ante los otros, quienes
    le reconocen como profesor enseñante.

    b) Conocer y respetar los saberes de los alumnos.
    Sólo reconociendo los saberes, las representaciones y las
    significaciones que los alumnos poseen al iniciar un proceso
    educativo, el educador puede ayudar a la transformación del
    conocimiento ingenuo al conocimiento crítico a través
    de la discusión de la razón de ser de esos saberes en
    relación con la enseñanza de nuevos
    contenidos disciplinarios. Enseñar implica vincular la
    realidad concreta con la disciplina que se enseña,
    sólo en la medida en que los sujetos articulen sus saberes
    cotidianos con los disciplinarios, pueden construir nuevos
    significados que gracias a la intersubjetividad pueden ser
    objetivados.

    c) Criticidad: La criticidad implica una dimensión
    cualitativa en la construcción cognitiva; es el conocimiento
    que se tiene entre las diferencias entre la ingenuidad y la
    crítica, entre el saber hecho de pura experiencia y el
    construido metódica y rigurosamente. Estas diferencias no
    significan rupturas, significan superaciones, dado que la
    curiosidad ingenua siendo siempre curiosidad se transforma en
    crítica y epistemológica sobre la base de una
    rigurosidad racional que conlleva a descubrimientos y
    construcciones de mayor exactitud.

    d) Reflexión sobre la propia práctica: "La
    práctica docente crítica, implícita en el pensar
    acertadamente, encierra el movimiento dinámico,
    dialéctico, entre el hacer y el pensar sobre el hacer"
    (Freire, 1997 :39). Reflexionar es asumir lo que se está
    haciendo como objeto de conocimiento, del mismo modo en cómo
    el hombre hace objeto de
    conocimiento a su propia conciencia; conocer el
    conocimiento descontextualizado, sin conocer el proceso
    histórico o circunstancial en que se ha construido, implica
    una parcialidad. En tanto que, adoptar como objeto los propios
    procesos implica
    disponibilidad para los cambios concientes sobre la base de
    razones explicativas. Por eso las prácticas educativas
    pueden ser modificadas.

    e) Reconocer los condicionamientos. Al reconocer el
    inacabamiento del hombre, se reconoce también su posibilidad
    de superación; lo mismo acontece con el conocimiento, al
    saberlo condicionado (no determinado), por razones materiales, económicas,
    socioculturales e ideológicas, también se reconoce su
    posibilidad de cambiarlo, desde un proceso sociocognitivo que
    implica la travesía
    nominacióndescripciónexplicación. Reconocer los
    condicionamientos permite identificar y explicitar lo sustancial
    del objeto de conocimiento con lo ideológico en la
    comprensión y significación del mismo.

    f) Aprehensión de la realidad: la capacidad de
    enseñar proviene de la capacidad de aprender; sólo se
    puede enseñar aquello que ha sido aprendido. Aprender es un
    proceso que implica la habilidad de aprehender la sustantividad
    del objeto de conocimiento en un desafío creador permanente
    y esa aprehensión sólo es posible en la medida que a
    través de un proceso rigurosamente construido se pueden
    "descubrir" las relaciones explicativas del objeto situado en el
    contexto de la totalidad.

     

    2. Desde la dimensión
    sociohistóricopolítica, enseñar
    requiere:

    a) El "reconocimiento" y la asunción de la
    identidad cultural, esto implica ofrecer todas las posibilidades
    para que los alumnos y profesores en sus relaciones
    intersubjetivas comunicantes puedan realizar la práctica de
    "asumirse como ser social e histórico, como ser pensante,
    comunicante, transformador, creador, realizador de sueños
    (…) asumirse como sujeto porque es capaz de reconocerse como
    objeto" (Freire, 1997 :42); y lo que posibilita la
    construcción del "nosotros", porque es en el reconocimiento
    de los "otros" que se constituye la identidad individual. En este
    proceso, la experiencia histórica, política, cultural y
    social de los sujetos tiene que formar parte necesaria del
    conflicto provocado en el
    proceso de la búsqueda y construcción de una identidad
    compartida.

    b) Conciencia del inacabamiento, implica ser conciente
    de aquello que es inevitable: la inconclusión, que es propia
    de la experiencia vital; porque donde hay vida hay
    inconclusión; sin embargo la capacidad de tomar conciencia
    de ello, es privativa del hombre. A partir de la existencia, el
    hombre fue creando el mundo, el lenguaje a través del
    cual le otorgó sentido y significado a las cosas y le
    permitió construir conocimiento; entonces, ya fue imposible
    "existir sin asumir el derecho o el deber de optar, de luchar, de
    hacer política" (Freire, 1997 :52) involucrando en sus actos
    la dimensión ética y esperanzadora: "sé que las
    cosas pueden empeorar, pero también sé que es posible
    intervenir para mejorarlas" (Freire, 1997 :52). La conciencia del
    inacabamiento es lo que funda la educación como permanente,
    entonces, la formación como proceso continuo.

    c) Lectura del mundo,
    comprensión del contexto, explicación de la
    situación, implica el conocimiento de la propia realidad
    histórica, en el marco de la totalidad; ello tiene un
    alcance muy amplio, leer el mundo implica comprenderlo y esto
    significa explicárselo. Esta explicación es posible a
    partir de las relaciones significativas que puedan establecerse
    entre la comprensión del contexto inmediato y de cómo
    se comprende, con el contexto de la globalidad. Es importante
    reconocer los límites de los saberes que
    ingenuamente se construyen a partir de la ideología
    dominante y que resultan insuficientes para explicar los hechos y
    avanzar hacia un conocimiento más objetivado, más
    científico y que responda a los auténticos intereses de
    los grupos, por ello más
    explicativo.

    d) Convicción que el cambio es posible y asumir el
    compromiso de intervención, implica problematizar el
    presente y asumir el futuro como problema; reconocer que el mundo
    no "es" sino "está siendo" y por eso "puede ser" diferente,
    lo cual requiere de los sujetos no sólo su comprobación
    sino el compromiso de la intervención (de la práctica)
    para cambiarlo. Esto no es mera adaptación, en todo caso es
    adaptación como camino para una inserción que
    involucra, elección, decisión e intervención
    comprometida y responsable. En la formación, estudiar
    sólo para comprender, es insuficiente.

    e) Libertad y autoridad. Sólo en el reconocimiento
    de los límites de la libertad, se justifica la lucha por
    ella; cuando más se reconozca críticamente los
    límites de la libertad, habrá también mayor
    autoridad ética. Enseñar implica hacer posible que la
    "necesidad del límite sea asumida éticamente por la
    libertad" (Freire, 1997 :101).

     

    3. Desde la dimensión ética, enseñar
    requiere:

    a) Estética y ética: la travesía del
    conocimiento ingenuo al crítico ha de implicar una
    formación ética y estética; en oposición al
    adiestramiento técnico, si
    se respeta la naturaleza humana de los
    alumnos, la enseñanza de los contenidos ha de estar ligada
    estrechamente con su formación moral. Porque educar es formar
    y formar supone conocer profundamente, disponibilidad para la
    revisión de lo conocido, posibilidad de cambiar de opciones,
    de elecciones y el derecho a hacerlo, lo que no puede existir al
    margen de los principios éticos y estéticos por la
    belleza que implica la finalidad de justicia social.

    b) Coherencia entre el discurso teórico y las
    propias acciones. Cuando se enseña en el marco de la
    rigurosidad metódica, la coherencia entre lo que se
    enseña y el modo en cómo se enseña es
    condición necesaria; quien enseña buscando la seguridad
    en la argumentación, no puede caer en la contradicción
    en la práctica de los mismos principios que dice defender
    teóricamente; porque el alumno no sólo aprende el
    qué, sino también el modo en cómo lo aprende,
    incluida la actuación del profesor.

    c) Compromiso, asumir las responsabilidades, con sus
    riesgos y posibilidades.
    Enseñar críticoreflexivamente implica la
    problematización, el cuestionamiento permanente y el
    compromiso de la intervención lo cual supone un desafío
    permanente a lo establecido, un riesgo político; sin embargo
    también la posibilidad de la generación de nuevos
    conocimientos y de alternativas involucrando decisiones
    éticas que apuntan a la responsabilidad: hacerse cargo
    de las implicaciones de las decisiones.

    d) Apertura y desafío ante los cambios y la
    novedad: enseñar con apertura implica al mismo tiempo,
    rechazo hacia la reproducción de un orden
    social vigente y hacia cualquier forma de discriminación, pero
    simultáneamente la posibilidad de formar competencias que
    conlleven a la elaboración de instancias superadoras de lo
    que se rechaza.

    e) Capacidad dialógica y afectividad: no es
    hablando a los otros, como portadores de la verdad como hay que
    enseñar; enseñar supone escuchar, porque es "escuchando
    como aprendemos a hablar con los otros" (Freire, 1997). El
    diálogo supone hablar con
    los alumnos como sujetos de la escucha y no como objetos de un
    discurso: es escuchando cuando el profesor puede ir transformando
    su discurso; escuchar no es sólo oír, es apertura al
    habla del otro con quien se puede acordar o disentir. En la
    relación dialógica se hace necesario la afectividad
    como condición de la cognoscibilidad; la apertura hacia los
    otros permite la comunicación pero
    también la afectividad. El afecto es componente fundante de
    la intersubjetividad formadora.

    f) Humildad, tolerancia y generosidad.
    Enseñar implica asumir explícitamente los límites
    de los saberes, su provisionalidad; humildad no es servilismo, es
    reconocer los límites y equívocos, pero también su
    posibilidad de superación. La tolerencia, implica reconocer
    diferencias y oposiciones, a la vez que rechazar toda forma de
    discriminación humana y
    ofrecer toda la cognoscibilidad para que los alumnos puedan
    construir las suyas orientados hacia una superación (Freire,
    1989).

    g) Alegría y esperanza: Enseñar supone
    enfrentar con alegría la posibilidad de creación de
    nuevos conocimientos transformadores y la esperanza de
    construir con ellos alternativas para resistir obstáculos
    que se oponen a su búsqueda, a su praxis y a la libertad de
    los alumnos (Freire, 1993).

    h) La propia autonomía y la contribución a la
    construcción de la autonomía de los alumnos.
    Enseñar es ayudar a construir nuevo conocimiento que los
    alumnos pueden resignificar significando gradualmente una mayor
    autonomía; en este proceso de posibilitar la autonomía
    a los otros, se implica también la mayor autonomía del
    profesor como profesional.

    i) Solidaridad y colaboración
    en la defensa de los derechos profesionales. Enseñar no se
    restringe a la relación con los alumnos; implica
    también la participación con sus pares en la lucha en
    defensa de sus derechos y de su dignidad; lucha política
    que no es ajena a la propia profesionalidad dado que los docentes necesariamente "deben
    verse como profesionistas idóneos, pues es en la competencia que se organiza
    políticamente donde tal vez radica la mayor fuerza de los educadores"
    (Freire, 1997 :66).

     

    Para cerrar este parágrafo, desde la posición
    de Freire enseñar como síntesis del perfil del
    docente críticoreflexivo, es una tarea que rebasa el
    contexto inmediato e incluye un auténtico compromiso
    epistemológico, político y ético en una
    práctica educativa en la que

    "la enseñanza de los contenidos implica el
    testimonio ético del profesor (…) se compone del anhelo
    vivo de competencia del docente y de los discentes y de su
    sueño ético. No hay lugar en esta belleza para la
    negación de la decencia (…) No hay lugar para
    puritanismo. Sólo hay lugar para pureza" (Freire, 1997
    :91)

     

    IV. Una propuesta curricular
    para la viabilidad del perfil docente como
    enseñante

    No ha sido preocupación central de Paulo Freire
    desarrollar la problemática curricular en la
    escolarización formal, no obstante, creemos que sus
    concepciones sobre la educación y sobre el docente nos
    permiten identificar ciertos principios sobre la selección, organización y métodos
    de enseñanza de los contenidos, competencias y actitudes que conforman el
    perfil del docente como enseñante que desarrollamos en el
    parágrafo anterior. En otros términos, nos proponemos
    delinear un código curricular
    (Lundgren, 1992) (3) para la formación docente coherente con
    el pensamiento freireano.
    Desarrollaremos, entonces, una serie de principios para la
    selección, organización y
    enseñanza de contenidos curriculares, atravesados por las
    dimensiones gnoseológicas,
    socio-histórico-política y ética.

     

    1. Principios de
    selección.

    Para la consecución del ideario de Freire de formar
    enseñantes críticos proponemos la consideración de
    los siguientes principios en la selección curricular:
    negociación, criticidad,
    incorporación del componente utópico e inclusión
    de "voces olvidadas" (Lundgren, 1992) del currículo.

    El principio de negociación se refiere a la
    participación del docente y de los alumnos en la
    selección de contenidos, los que los dota de
    significación e instala un particular modo de
    elaboración del proyecto curricular, entendido
    como hipótesis en permanente
    construcción y reelaboración. El contenido curricular
    es delimitado, no en función del logro de
    objetivos predeterminados por
    el profesor sino a partir de los problemas de la prácticas
    educativas de los sujetos del acto pedagógico. En este
    sentido, dice Freire:

    "Para el profesor-alumno que se plantea problemas,
    dialógico, el programa de contenidos de la
    educación nunca es un regalo ni una imposición…sino
    más bien la representación organizada, sistematizada
    y desarrollada para los individuos de las cosas sobre las que
    se quiere saber más" (Freire, 1972 :65)

    El punto de partida para la selección de contenidos
    es la problematización de las experiencias de los actores
    involucrados y de la realidad actual. Esto implica la
    inserción de los alumnos (futuros docentes) en las
    prácticas educativas, en la realidad de las escuelas y aulas
    desde el comienzo de su proceso formativo, de manera tal que esas
    experiencias sean luego tematizadas, codificadas y descodificadas
    con el auxilio de las disciplinas científicas.

    Inspirándonos en la metodología freireana pero
    con las adaptaciones que requiere el contexto de educación
    formal de los profesorados podríamos señalar los
    siguientes momentos en la selección del contenido
    curricular:

    a) Aproximación a la realidad (aulas, escuelas)
    para inventariar experiencias y problematizarlas. La realidad
    se problematiza porque se expone ante el sujeto pero
    también se le opone, le ofrece resistencias que tienen que
    ver con la distancia entre el objeto y el sujeto cognoscente.
    Se identifican problemas, se los selecciona y se los
    conceptualiza desde los marcos de significados preexistentes de
    los sujetos.

    b) Delimitación y organización del universo temático. Los
    diferentes especialistas intentan comprender y analizar la
    síntesis experiencial captada anteriormente, a través
    de sus enfoques disciplinarios específicos. Aquí
    interviene la formación teóricoepistemológica
    del formador de formadores que incorporará temas bisagras
    que, aunque no hayan surgido de la problematización de la
    primera etapa, se los considera necesarios para la
    comprensión del todo y representan su aporte al
    diálogo educadoreducando, educandoeducador. En esta etapa
    la realidad es discriminada conceptualmente, reconstruida y
    objetivada.

    c) Se devuelven las temáticas a los alumnos
    sistematizadas y ampliadas y en forma de problemas y no como
    contenidos depositados; éstos se podrán ir
    renegociando en la continuidad dialéctica de vuelta a la
    experiencia práctica y nueva tematización.

    En síntesis, alumnos y docente negocian el
    currículo diciendo cada cual su palabra y compartiendo el
    poder. No obstante es el
    docente quien tiene el papel central al organizar el universo temático e
    incluir temas bisagras lo que es posibilitado por la
    asimetría que le brinda su formación específica en
    un campo disciplinario.

    El principio de criticidad supone incorporar lo
    sociopolítico, lo histórico y lo ideológico como
    dimensiones constitutivas del currículo de formación
    docente. Se trata de situar las teorías y prácticas
    pedagógicas, el conocimiento y el propio currículo en
    los contextos institucionales y socio-políticos que los
    producen generando un pensamiento relacional. Al establecer
    relaciones entre experiencias o subjetividades y las condiciones
    contextuales, el futuro docente podrá desvelar la esencia de
    la realidad, descubrir su causalidad histórica y la lógica social,
    institucional y personal que le dio origen. Cada
    experiencia personal es considerada como síntesis de
    condicionamientos sociales y políticos, como construcciones
    culturales, estructuralmente situadas.

    Se trata también de ubicar las prácticas
    pedagógicas y a sí mismos como futuros docentes en un
    contexto histórico para comprender su proceso de
    génesis y constitución. La toma de conciencia de
    sí mismos como seres históricos y sociales implica la
    revisión de lo que Ana Quiroga (1991) llama matrices de aprendizaje.
    Según la autora, la forma con que cada sujeto organiza y
    significa sus experiencias, sensaciones, pensamientos y
    sentimientos y su encuentro con lo real se construye social e
    históricamente a lo largo de sus trayectorias de
    aprendizaje. Estas matrices, a su vez, condicionan los modos de
    pensar, hacer, sentir y aprender de los futuros docentes. De
    aquí, entonces la importancia de la revisión de estas
    matrices de aprendizaje que permitan identificar los
    condicionamientos que inhiben la autonomía y la
    libertad.

    Este pensamiento situacional, relacional e
    histórico, en un currículo que incorpora las
    dimensiones sociales en relación permanente con las
    dimensiones pedagógicas y didácticas, posibilita la
    crítica ideológica, es decir la identificación de
    los componentes ideológicos tanto en el afuera o mundo
    socioeducativo como en el adentro o las propias subjetividades.
    Se apunta a diferenciar lo cultural de lo natural, a
    desnaturalizar, desmitificar o desfetichizar las prácticas
    poniendo en cuestión los significados hegemónicos que
    impregnan las conciencias. Esto posibilita el pasaje del sentido
    común a la conciencia crítica y abre las posibilidades
    de liberación de la opresión de la ideología
    dominante.

    El tercer principio es la incorporación del
    componente utópico. El análisis crítico no
    alcanza si no se organiza la acción en pos de ideales
    de democracia, justicia y libertad. La desnaturalización de
    lo dado, la crítica ideológica, el develamiento de las
    determinaciones políticas e históricas, conduce a
    procesos de creación y recreación y a la
    elaboración de propuestas alternativas. De aquí la
    necesidad de incluir espacios curriculares donde se vuelva a la
    acción con intención transformadora de manera tal que
    la dinámica
    acción-reflexión-acción engendre una praxis
    liberadora. La investigación-acción podría
    constituir un dispositivo de formación docente dentro de
    tales espacios curriculares. Este componente utópico
    estará posibilitado también por la inclusión de
    contenidos actitudinales que promuevan en los futuros docentes
    una ética constituida por valores de solidaridad, justicia y
    equidad.

    Un último principio lo constituye la inclusión
    de las "voces olvidadas" del currículo en la formación
    de profesores (Liston y Zeichner, 1992). Nos referimos a las
    voces de los indígenas de nuestra América, de los pobres,
    los excluidos, del sindicalismo docente, de
    la mujer, perspectivas no siempre
    representadas en las propuestas curriculares vigentes.

     

    2. Principios de
    organización.

    En relación a la organización de los
    contenidos del currículo el perfil docente delineado nos
    induce a sugerir los siguientes principios para la
    estructuración del formato curricular: práctica docente
    como eje organizador vertical y la interacción entre
    práctica docente y contextos sociopolítico,
    institucional y del aula como ejes horizontales e
    integración.

    El primer criterio es la constitución de la
    práctica docente, entendida como práctica
    pedagógica (relativa a los procesos de enseñar),
    práctica institucional y práctica política, en eje
    organizador vertical del currículo de formación de
    profesores. El recorrido formativo que tiene como eje la
    práctica docente garantiza la inclusión de los tres
    momentos del método dialéctico: a)
    momento de síntesis y descripción de la realidad a
    partir de la inserción en ella; b) momento de análisis
    que profundiza las dimensiones constitutivas de esa realidad
    (dimensiones políticosociales, institucionales,
    epistemológicas, pedagógicodidácticas y
    psicológicas); c) momento de nueva síntesis o
    integración de la realidad como totalidad compleja. Este
    recorrido implica un ir y venir permanente de la experiencia a la
    teorización.

     

    El segundo criterio consiste en tomar las interacciones
    entre la práctica docente eje vertical y los contextos
    sociopolítico, institucional y del aula como ejes
    organizadores horizontales del currículo de formación
    de profesores. La permanente relación entre prácticas
    docentes y los contextos en los que se desenvuelve
    permitiría el desarrollo de la conciencia
    crítica al comprenderlas y explicarlas a partir de su
    subsunción en estructuras más amplias
    que las abarcan desocultándose así los
    condicionamientos socio históricos, políticos e
    institucionales que las constriñen.

    El tercer principio enunciado se refiere a la
    integración de los contenidos a través de espacios
    curriculares tales como áreas, módulos o núcleos.
    Si el eje organizador del currículo lo constituye la
    práctica docente en los contextos sociohistórico,
    institucional y del aula, tal como se desprende de los principios
    antes analizados, las diferentes perspectivas disciplinarias se
    articulan, coordinan y cooperan para su tratamiento con sentido
    complejo, amplio y profundo. En otros términos, el
    currículo debe sustentar una formación que integre las
    dimensiones teóricas, prácticas y metodológicas de
    diferentes disciplinas en el continuo
    acciónreflexiónacción, de tal forma que permita al
    futuro docente comprender e intervenir en una realidad cuya
    complejidad excede los límites disciplinarios.

    La integración disciplinar permite instalar, a
    diferencia de la estructuración puramente disciplinaria, un
    modo de pensamiento relacional, problematizante, totalizante,
    susceptible a la provisionalidad y abierto a las contradicciones
    que motorizan el cambio.

     

    3. Formas de enseñanza.

    Entendemos que una propuesta como acabamos de explicitar
    requiere reflexión acerca de las formas de enseñanza
    para desarrollarlo efectivamente. Un currículo de
    formación docente en el marco de una pedagogía de la
    autonomía supone incorporar dispositivos que aseguren una
    lógica crítica y reflexiva, a la vez que su
    dimensión social. En este sentido consideramos que la
    reflexión, el diálogo y la teorización serían
    los pilares fundamentales en las estrategias a implementar al
    interior del currículo de formación de profesores. Este
    trípode se concreta en una secuencia formativa que incorpora
    los siguientes momentos:

    a) la reflexión sobre la experiencia,

    b) la teorización que conceptualiza las
    dimensiones de la práctica en el seno de un grupo que ayuda a la
    objetivación del análisis,

    c) la planificación de nuevas
    acciones como hipótesis de actuación
    futura,

    d) el desarrollo de acciones para poner a prueba las
    hipótesis y e) nuevamente la reflexión que revisa,
    reconstruye y modifica la acción.

    Así se sintetizan la formación, la
    investigación y la práctica docente, sobre la base de
    la intersubjetividad y la construcción social de los
    conocimientos.

     

    V. Consideraciones
    finales

    En el marco de nuestra situación sociopolítica
    actual, la Pedagogía de la autonomía de Paulo Freire
    representa una visión crítica y "esperanzadora" de la
    educación como contribuyente a los cambios sociales. Desde
    esta Pedagogía puede significarse la formación del
    docente como alternativa ante las propuestas curriculares
    sustentadas por las políticas neoliberales
    actuales.

     

    La formación sistematizada está atravesada por
    las dimensiones gnoseológicas,
    socio-histórico-políticas y éticas y configura un
    currículo sustentado en: 1) Principios de selección, en
    tanto la delimitación de los contenidos de la enseñanza
    son "negociados", posibilitan un pensamiento utópico, dan
    lugar a la crítica e incluyen la diversidad. 2) Principios
    de organización de los contenidos en torno a la relación
    teoría pedagógicapráctica docente como eje
    estructurante vertical y considerando los diferentes contextos
    sociopolítico, institucional y de la relación educativa
    como ejes horizontales. 3) Formas de enseñanza que
    involucran a la investigación, el diálogo y la
    reflexión sobre la práctica docente.

    Por estos principios el currículo de formación
    docente, tanto en su elaboración como en su desarrollo
    supone una racionalidad crítica a partir de la
    interacción teoría-práctica y su potencialidad
    transformadora.

     

    Notas

    1. Expresión utilizada por Freire.

    2. Expresión utilizada por Freire.

    3. Lundgren denomina código curricular al conjunto
    homogéneo de principios sobre cómo debe seleccionarse,
    organizarse y transmitirse el conocimiento y las competencias
    necesarias para la conformación de un determinado perfil
    (Lundgren, 1992:20).

     

     

    Referencias bibliográficas

     

    Freire, Paulo 1972 Pedagogía del oprimido. Siglo
    XXI Editores. Buenos Aires.

    Freire, Paulo 1989 La educación para una
    transformación radical de la sociedad. En Ander-Egg,
    Ezequiel (Comp) Una educación para el desarrollo. Hvmanitas.
    Buenos Aires.

     

    Freire, Paulo 1990 La naturaleza política de la
    educación. Paidós. Barcelona

     

    Freire, Paulo 1993 Pedagogía de la esperanza. Siglo
    XXI Editores. México,

     

    Freire, Paulo 1997 Pedagogía de la autonomía.
    Siglo XXI Editores. México.

     

    Liston Daniel y Kenneth Zeichner 1992 Formación del
    profesorado y condiciones sociales de escolarización.
    Morata. Madrid.

     

    Lundgren Ulf 1992 Teoría del curriculum y
    escolarización. Morata. Madrid.

     

    Quiroga, Ana 1991 Matrices de aprendizaje.
    Constitución del sujeto en el proceso de conocimiento.
    Ediciones Cinco. Buenos Aires.

     

    Este trabajo ha sido aprobado y presentado en el
    Congreso Internacional de Educación: Paulo Freire,
    ética, utopía e educação, organizado por la
    Universidade do Vale do Río dos Sinos, Centro de Ciencias Humanas en São
    Leopoldo, Brasil del 08 al 10 de Junio de 1998.

    Trabajo enmarcado en el Proyecto de Investigación
    aprobado y subsidiado por SeCyTUNRC, según Res. Rectoral
    N° 432/96.

     

    * Publicado originalmente en Revista Contextos

     

    Ana Vogliotti
    .

    Viviana Macchiarola

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