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Vulnerabilidad en adolescentes que estudian y trabajan




Enviado por Guillermo Molina



     

     

    1. Introducción

    Pareciera ser que la realización del ciclo
    completo de escolaridad media sigue siendo en nuestro
    país, a fin del milenio, una quimera para amplios sectores
    de una población juvenil en riesgo, cuyo
    futuro se torna más incierto aún ante una sociedad y un
    mercado laboral cada
    día más exigente en término de credenciales
    educativas, en tanto que la institución escolar
    escasamente preparada y dotada para garantizar el pasaje por la
    misma.

    Preocupados por esta situación, nos propusimos
    iniciar en el año 1997 un estudio de caso exploratorio y
    multidisciplinario en un establecimiento de enseñanza media nocturno con terminalidad
    comercial de la ciudad de Rosario. Nos interesó conocer
    los itinerarios educativos y laborales de adolescentes y
    jóvenes que transitan por el doble esfuerzo de estudiar y
    trabajar. Suponíamos una vulnerabilidad presente y futura
    ante el incremento de los fracasos y deserciones del sistema
    educativo formal, con riesgo latente de exclusión
    social. Desde una perspectiva de género,
    nos propusimos vincular esas trayectorias con estrategias
    familiares de sobrevivencia y con las representaciones colectivas
    que construyen los/las alumnos/as sobre el rol de la escuela y del
    trabajo en sus
    proyectos de
    vida.

    En una primera fase y desde un enfoque
    metodológico cuantitativo aplicamos dos modelos de
    encuestas en
    adolescentes y jóvenes –varones y mujeres que
    trabajan y/o que buscan trabajo (total: 160 encuestas).
    Continuaremos el estudio desde estrategias metodológicas
    cualitativas: grupos focales,
    entrevistas en
    profundidad e historias de vida. En este artículo se han
    seleccionado algunos de los datos
    obtenidos.

     

    2. Adolescentes que estudian
    y trabajan: el desafío diario de luchar por la
    inclusión social. Aspectos conceptuales

    Como consecuencia de los procesos de
    desindustrialización e hiperinflación registrados en la
    región, a fines de los ’80 y en el transcurso de los
    ’90 se cerraron una cantidad importante de fábricas,
    afectando al comercio e
    incluso al sector servicios. El
    desenlace fue la destrucción de un importante
    número de puestos de trabajos, impactando especialmente en
    trabajadores asalariados estables y jefes de hogar. Las
    posibilidades de reinsertarse en el mercado laboral para adultos
    mayores de cuarenta años se han ido progresivamente
    agravando, aumentando el tiempo de
    desempleo, el
    refugio en trabajos informales y el cuentapropismo. Actualmente,
    el Gran Rosario presenta una escasa creación de empleo (32,5%
    para el total de la población), en general de "mala
    calidad",
    temporarios.

    Muchos adolescentes, compelidos por necesidades
    económicas impostergables de sus grupos familiares, buscan
    ingresar tempranamente en la vida laboral con competencias
    mínimas, sin haber adquirido las habilidades esenciales
    requeridas por los nuevos puestos de trabajo, con insuficientes y
    frágiles redes de relaciones
    sociales. En un mercado laboral tan restringido y competitivo, el
    desenlace es previsible: resulta muy difícil obtener un
    primer empleo (desempleo como entrantes). Muchos abandonan la
    búsqueda, desalentados, con vivencias subjetivas de
    desvalorización personal y, en
    algunos casos, de discriminación (desempleo oculto). Los que
    logran emplearse, ingresan a trabajos precarizados, temporarios,
    sin cobertura previsional y social, "en negro". En general, se
    trata de trabajos que no califican ni potencian una
    proyección futura. Desde el Estado se
    vienen implementando programas de
    empleo (Trabajar), de capacitación (Proyecto Joven,
    Imagen, etc.)
    y promoviendo pasantías en empresas privadas
    y organismos públicos. Los trabajos que resultan de estas
    experiencias aún son limitados en su extensión y de
    escasa calificación laboral.

    Llomovate (1986) señala que generalmente ingresan
    entre los 12 y 13 años e incluso en edades aún
    inferiores, revelando la presencia de trabajo
    infantil. Konterllnik, I.; S. Feldman y M. A. Gallart (1996)
    consideran esas circunstancias como situaciones de vulnerabilidad
    y predicen trayectorias personales de postergación social.
    Tales perspectivas pueden agravarse si estos jóvenes
    pertenecen a hogares pobres (con NBI) o pauperizados, si
    registran sobreedad en el nivel de escolarización que
    cursan, si no han aprobado el ciclo básico de la escuela media
    y presentan niveles bajos de instrucción o si son
    inactivos que no estudian.

    Los requerimientos actuales para insertarse laboralmente
    en un contexto de profundas transformaciones del proceso
    laboral, tanto en el orden tecnológico como
    organizacional, acentúan la importancia de la educación para
    acceder a mejores condiciones laborales y demandan sujetos con
    capacidad de ser polivalentes, flexibles a procesos de aprendizaje y
    adecuación continuos, con aptitudes para operar en
    equipos de
    trabajo con iniciativa, eficiencia,
    creatividad,
    productividad
    y competitividad.

    Las carencias educativas, de capital
    cultural y social que plantea Bourdieu, P. (citado en Gallart,
    1996) vinculadas a inserciones laborales tempranas y a fracasos,
    interrupciones o bajos rendimientos escolares operan en negativo
    para el devenir laboral futuro de los mismos,
    destinándolos a circuitos de
    trabajos temporarios, con alta rotación de
    empleodesempleo–subocupación. Las bajas remuneraciones
    percibidas inmovilizan en la pobreza o sus
    proximidades y acentúan la desigualdad y segmentación de la sociedad
    actual.

    Para los adolescentes comprendidos entre 14 y 17
    años resulta difícil conciliar el trabajo con
    la asistencia regular a la enseñanza media y se registra
    una amplia gama de situaciones, desde el bajo rendimiento
    educativo hasta el fracaso y la deserción temprana del
    circuito escolar dada la extensión horaria que tienen las
    jornadas laborales. Los jóvenes de sectores menos
    favorecidos deben esforzarse el doble para acceder a su
    capacitación laboral, invertir ingresos propios
    para capacitarse específicamente en tanto aspiran a
    inserciones inmediatas en el mercado de trabajo o a mejoras en su
    situación laboral. Por lo tanto transitan por situaciones
    de grandes desventajas en el uso de las oportunidades educativas.
    Solo una minoría dedica este período de su vida a
    formarse. Es relevante la marginación por exclusión
    temprana, antes de que las habilidades básicas se hayan
    consolidado, y la marginación por inclusión,
    permaneciendo en el sistema formal
    sin lograr acceder y entrenarse en la adquisición de esas
    habilidades (Gallart,1996).

    En el caso de permanecer en el sistema educativo formal,
    acceden en general a sus segmentos más deteriorados,
    obteniendo credenciales devaluadas en relación a las
    obtenidas por otros sectores sociales. El riesgo es "la
    descalificación y la desocialización" (entendida
    como pérdida de identidad y
    aislamiento social) que condicionará sus perspectivas en
    tanto sujetos adultos (Tenti Fanfani, 1993).

     

    3. Caracterización de
    la población estudiada

    Se administraron encuestas a un total de 160 alumnos/as,
    conformado por personas comprendidas entre los 14 y 27
    años, con una edad promedio de 17 años. En función de
    las edades registradas, estimamos que se trata de
    población adolescente y joven.

    ***********

    A. Perfil
    socio-familiar:

    Conviven en familias nucleares el 54,8% y en familias
    monoparentales maternas el 22,6%. En las ocupacionales parentales
    predominan empleados administrativos y públicos,
    pequeños comerciantes, enfermero/as, personal
    gastronómico, servicio
    doméstico y cuentapropistas. Se registran solamente dos
    profesionales. Los niveles educativos parentales expresan
    mayoritariamente cursados de instrucción primaria completa
    y secundaria incompleta.

    B. Perfil
    socio-educativo:

    Los alumnos que buscan trabajo (ver cuadro 1) presentan
    un alto grado de repitencia (78% en varones y un 85% en mujeres)
    y de interrupción del estudio (56% en varones y un 50,9%
    en mujeres). En los alumnos que trabajan, (ver cuadro 2) los
    porcentajes también son elevados, en repitencia (66,6% en
    varones y 94% en mujeres) y en interrupción (66,6% en
    varones y un 33,3% en mujeres). Manifiestan como motivos
    más frecuentes: el desinterés hacia los estudios
    formales y problemas
    familiares que implicaron tener que trabajar. No obstante ese
    apatía por el estudio, el 61,3% dice que estudia por
    decisión propia y por presión
    familiar sólo el 1%.

    Cuadro 1. Perfil socio-educativo de los alumnos que
    buscan trabajo

    ********

    Cuadro 2. Perfil socio-educativo de los alumnos que
    trabajan

    ********

    C. Perfil socio-laboral de
    los encuestado:

    El 36,5% de los alumnos trabaja, el 62,5% está
    desocupado, el 29% trabaja a veces y un 1% no busca trabajo (ver
    cuadro 3). La duración de la jornada laboral más
    frecuente es de 8 hs. (pudiendo llegar a jornadas más
    extensas en varios casos).

    Cuadro 3. Características de la población
    estudiada según género y situación laboral
    actual

    *****

    El 95% de los encuestados manifiestan trabajar sin
    contrato, "en
    negro". Trabajan con familiares el 31,6%, por cuenta propia el
    10,5%, en empleos privados el 36,9%, en servicio doméstico
    un 14% y en programas sociales ("Trabajar"), sólo el 5,2%.
    (ver cuadro 4).

    D. Perfil socio-laboral de
    los alumnos ocupados:

    En este estudio se han analizado 57 encuestas
    administradas a adolescentes y jóvenes ocupados, de ambos
    sexos, correspondiendo 39 encuestas al género masculino
    (69%) y 18 encuestas al género femenino (31%). La edad
    promedio del grupo en
    cuestión es de 18,3 años.

    Cuadro 4. Modalidad del empleo

    *******

    Se han considerado los siguientes aspectos:

    Tipo de ocupación: El grupo investigado se
    desempeña en una variada gama de actividades, siendo la
    heterogeneidad de las mismas lo más significativo cuando
    se trata de las vinculadas al sexo
    masculino, frente a una relativa homogeneidad en las
    prácticas observadas en el grupo femenino. Los varones
    mayoritariamente se encuentran participando en:

    a. oficios tradicionales como: plomero, pintor,
    yesero, ayudante albañil, electricista, carpintero,
    revestidor.

    b. actividades vinculadas al área de servicios
    (de apoyo periférico): repartidor, mozo, limpieza,
    cobranzas, cadete, chofer, diariero, empleado de
    stock.

    c. operarios en pequeñas o medianas industrias:
    en gas licuado,
    imprenta,
    electricidad, industria
    química,
    industria papelera.

    d. empleo público municipal (un
    caso)

    e. cuentapropismo como disc jockey (dos
    casos).

    En las mujeres, sin embargo, lo dominante son las
    actividades asociadas al rol doméstico, siendo las
    ocupaciones más reiteradas las de niñera, empleada
    doméstica, cocinera. Se registra algún desempeño en tareas ligadas al área
    comercial en calidad de empleadas de salón de ventas,
    promotoras, empleada en locutorio, así como también
    aparece mendicidad encubierta en el caso de una vendedora
    ambulante. Sólo una encuestada manifestó trabajar
    en el sector productivo como obrera en una fábrica de
    ventiladores.

    La heterogeneidad de desempeños relevada
    encuentra en la precariedad del vínculo (trabajo en negro,
    sin cobertura social) y en el escaso potencial calificatorio un
    común denominador que atraviesa todas estas
    prácticas laborales. A esto cabría agregar que en
    el caso de las mujeres, el 50% se concentra en tareas de servicio
    doméstico, reproduciendo estereotipos socioculturales que
    identifican a éste como uno de los ámbitos posibles
    para el trabajo femenino, particularmente cuando el nivel
    educativo es bajo.

    Riesgo laboral: Requeridos acerca de su percepción
    frente a riesgos
    físicos a los que se exponen en sus actividades, 32
    varones identificaron riesgos laborales, uno se manifestó
    sin riesgos, mientras que seis (6) respondieron no saber. En las
    respuestas femeninas (10 sobre un total de 19 encuestadas) se
    dividieron entre las que afirmaron no correr ningún riesgo
    y las que no saben respecto del mismo.

    De todos los que expresaron su conciencia del
    riesgo a que se encuentran expuestos (el 72% en el sector
    masculino y el 45% en el sector femenino), los elementos
    contaminantes, los cortes, el ruido, el
    frío o calor
    excesivos, así como las quemaduras y esfuerzos posturales
    incorrectos, fueron, en este orden, los riesgos más
    destacados. El temor al robo y a la agresión física aparece como
    otro factor que se agrega como riesgo potencial (en un alumno que
    trabaja como cobrador).

    Se infiere que existe en la población estudiada
    una clara percepción de los riesgos que corren en su
    desempeño laboral, siendo notablemente alta la
    percepción de los varones, señalando en muchos
    casos más de tres riesgos asociados a la tarea que
    realizan. Estos datos adquieren una particular dimensión
    si se tiene en cuenta que se trata de sujetos que atraviesan una
    etapa en la cual aún no se ha completado el desarrollo
    psicofísico, lo que lleva a interrogarnos sobre las
    probables consecuencias en el mediano plazo para quienes no
    pueden sustraerse de estos trabajos, ya que estos adolescentes no
    trabajan sólo para obtener experiencia, sino por
    necesidades económicas impostergables.

    Accidentes de trabajo: Mayoritariamente responden
    no haber sufrido accidentes de
    trabajo. Los que sí manifiestan haber pasado por esa
    situación (8 casos, todos masculinos, un 21% de los que
    trabajan) se refieren a cortaduras, quemaduras, quebraduras,
    así como a problemas pulmonares por exceso de "humos
    químicos".

    Enfermedades padecidas durante el año: No
    aparecen en un primer análisis enfermedades que puedan
    provenir de la actividad laboral que realizan, sino que
    corresponderían a patologías estacionales (gripe,
    resfrío, etc.).

    Trabajos anteriores: Llama la atención la alta rotación en las
    actividades laborales desplegadas por estos adolescentes y
    jóvenes, si se tiene en cuenta la edad promedio de 18,3
    años. La mayoría (un 60%) refiere a trabajos
    anteriores, y en algunos casos, manifiestan haber transitado por
    más de siete rubros. Por ejemplo, en un caso femenino de
    20 años de edad y que se desempeña como vendedora
    ambulante, se registra el pasaje por las siguientes actividades:
    pintor, niñera, selección
    de granos, rotisera, panadera, cuidadora de ancianos. Esta joven
    se inició laboralmente a los 12 años. Otro caso es
    de un varón de 20 años que trabajaba en el momento
    de la encuesta en
    bobinado de motores y que
    manifiesta haber trabajado como: mozo, albañil,
    cargadescarga, seguridad
    privada, taller mecánico, cadete y pintor a partir de los
    13 años de edad. Otro joven relata haberse
    desempeñado como ayudante de albañil, zinguero,
    electricista, mecánico de refrigeración, panadero, promotor, etc.,
    etc. colocado por él mismo), de 25 años de edad,
    ocupado en cobranza en empresa de
    seguridad e iniciado en el trabajo a partir de los 14
    años.

    Edad de inicio laboral: La población
    encuestada tiene una edad promedio de 18,3 años, siendo de
    16,3 la edad promedio del primer año, de 19,2 la de
    segundo, de 20, 8 la edad del tercer año y
    paradójicamente menor, de 20,7 la de cuarto
    año.

    El promedio de edad en que ingresan ambos sexos al
    circuito laboral está en 14 años, no obstante 14
    varones (23%) manifestaron haber ingresado antes de la edad
    mínima considerada para la incorporación al mundo
    laboral. Se observa que 3 ingresaron a los once años, 6 a
    los doce y 4 a los 13 años. Estos datos nos
    llevarían a caracterizar estas situaciones como trabajo
    infantil. Si a estos catorce alumnos se les suma los siete que se
    iniciaron a los 14 años (edad mínima de ingreso al
    trabajo) se llegaría a un total de 21 alumnos (31%) que
    indican una muy temprana iniciación en el mundo del
    trabajo.

    En las mujeres se encuentran 6 casos por debajo de los
    catorce años (33%), siendo de nueve años la que
    registra la edad mínima. El resto está compuesto
    por una ingresante al trabajo a los doce años y otra a los
    13 años.

    El tiempo promedio de permanencia en el circuito laboral
    para todo el grupo estudiado es de aproximadamente 4,4
    años, no registrándose diferencias significativas
    por género.

     

    De lo expuesto surge en un primer análisis lo
    siguiente:

    • Heterogeneidad laboral masculina y relativa
    homogeneidad asociada a los estereotipos culturales
    relacionados con el género en las mujeres, aunque todos
    participen de un tipo de trabajo caracterizado por la
    precarización y tareas escasamente
    calificantes.

    • Elevada rotación en empleos de escasa
    calificación que condicionan la futura empleabilidad del
    sujeto en contextos de reconversión tecnológica y
    organizacional.

    • Clara y discriminada percepción del
    riesgo laboral, particularmente en los varones.

    • Ingreso prematuro al circuito laboral, lo que
    llevaría a un futuro de vulnerabilidad y/o
    exclusión por inclusión temprana (presencia de
    trabajo infantil en varios encuestados varones y
    mujeres).

    • Los 14 años es la edad promedio de
    ingreso al mercado laboral para jóvenes con necesidades
    básicas insatisfechas o con estructuras
    socio familiares fragilizadas económicamente y que no
    pueden evitar su ingreso a espacios laborales degradados y / o
    precarios, de escaso potencial calificatorio y limitante serio
    de sus posibilidades de tiempo para su formación futura.
    Estos trabajos exponen a una serie de riesgos físicos en
    situaciones que incrementan su vulnerabilidad, particularmente
    considerando que se trata de una población
    mayoritariamente adolescente, en proceso de desarrollo
    psicofísico.

    E. Valoración en el
    trabajo:

    De los datos obtenidos en un alto porcentaje en ambos
    géneros los adolescentes y jóvenes encuestados se
    sienten respetados y valorados en su trabajo (84,6% en varones y
    un 89% en mujeres).

    F. Deseos de cambio de
    empleo:

    En la población masculina se observa una
    tendencia mayor a querer permanecer en el empleo actual que en el
    caso de las mujeres (59% de los varones en relación a un
    44,5% de las mujeres). En las mujeres, no se registran
    diferencias significativas en las respuestas por la positiva y
    por la negativa al cambio de empleo (55,5% desean y el 44,5% no
    lo desean). Nos llama la atención que sean las mujeres las
    que más deseen cambiar de actividad (55,5% en
    relación a los varones con un 33,3%). Suponemos que puede
    tener este dato alguna vinculación con el hecho de que la
    inserción laboral femenina más importante en esta
    muestra se
    ubica en rubro de Servicio Doméstico (44,4%), espacio
    laboral desvalorizado en nuestra sociedad y que tiende a emplear
    población femenina con bajo nivel educativo. Es posible
    que el cursado de estudios secundarios juegue aquí un
    papel importante en la expectativa de cambio hacia el
    futuro.

    G. Motivos por los cuales se
    desea el cambio de empleo:

    Entre los motivos masculinos de mayor frecuencia,
    predomina la expectativa de mejoras laborales y
    económicas. Resulta significativa la escasa motivación
    en ambos géneros ligada al deseo personal, al "gusto" en
    lo que refiere al cambio de empleo. En las mujeres se registra
    equitativamente el deseo de independizarse y variar de trabajo
    para salir del cansancio y la rutina. (Posiblemente asociado a
    trabajo en Servicio Doméstico y en empleo
    familiar).

    En los varones aparecen en segundo lugar la
    búsqueda de independencia
    y el deseo de variar de empleo.

    H. Motivos para no cambiar de
    empleo:

    Se evidencia según lo expresado por estos
    jóvenes que el deseo de permanencia en su actual trabajo
    está vinculado al bienestar y comodidad que experimentan.
    Sólo en dos varones está ligado a la seguridad que
    encuentran en el trabajo actual.

    I. Interés en
    el trabajo por sus estudios:

    De acuerdo a los datos obtenidos un porcentaje
    significativo de alumnos (64,5%) y alumnas (50%) percibe que en
    su trabajo se interesan por los estudios que está
    cursando. El resto se distribuye en que no resulta de
    interés o es indiferente.

    J. El trabajo dificulta el
    estudio:

    El 72% de los varones asevera que el trabajo genera
    dificultades para estudiar. En las mujeres, sólo el 55,5%
    coincide con esa respuesta. Un 44,5% de ellas estima que no
    representa problemas el hecho de trabajar en los
    estudios.

    Consideramos que las diferencias de respuestas
    registradas entre géneros deberán correlacionarse
    con la cantidad de horas de trabajo (ocupación y
    subocupación) en cada situación, variable que
    incide directamente en el tiempo que resta para el
    estudio.

     

    Incidencia del trabajo en el estudio: Las respuestas
    femeninas apuntan a concentrarse en la falta de tiempo (39% y un
    11,1%). Un alto porcentaje no contesta o no sabe (50%) En el caso
    de las respuestas masculinas, si bien el mayor porcentaje lo
    representa la falta de tiempo para el estudio (25,6% y 15,3%)
    aparece un 10,3% relacionado con el horario y otro 10,3% con el
    cansancio.

     

    Primeras
    Conclusiones

    En una primera lectura se
    puede inferir que no existen grandes diferencias en las
    trayectorias laborales y educativas de padres e hijos, marcadas
    en gran parte por fracasos escolares y trabajos informales de
    baja calificación laboral en el caso de los que
    trabajan.

    En sus tempranas inserciones laborales se observa una
    mayor vinculación con la familia,
    como una "ayuda", acompañando a padres u otros familiares
    en sus tareas. En el caso de las mujeres, la ayuda familiar se
    traduce en trabajo doméstico (cuidar hermanos, suplir a
    sus madres en tareas del hogar, etc.). Ambas situaciones
    representarían estrategias protectivas frente a los
    riesgos que pueden encontrarse en trabajos extradomésticos
    en estas edades, que tienden a disminuir a medida que los
    adolescentes tienen mayor edad. Pueden llevar a dificultar la
    actividad escolar, expresada en tendencia a un alto ausentismo y
    asociada a bajo rendimiento (Feldman, 1997).

    Cuadro 5. Modalidad de empleo en porcentaje

    *******

    En el trabajo "como ayuda familiar", se desdibuja la
    condición de trabajador, consolidándose en cambio
    la imagen de solidaridad
    filial. El riesgo, sobre todo en las mujeres, lo constituye la
    tendencia a recluirse en el ámbito doméstico,
    limitando su participación social, fortalecido por los
    estereotipos culturales y sociales que portan estos sectores
    sociales acerca de un exclusivo rol femenino en el ámbito
    doméstico a diferencia del rol masculino, al cual se le
    asigna la necesidad de incluirse en el ámbito
    público. Sus estudios secundarios no se significan como
    importantes, pues de ellas sólo se espera futuras amas de
    casa y madres. Las mismas jóvenes adhieren en gran medida
    a estas representaciones y se "refugian" en sus hogares, en sus
    grupos primarios, estableciendo muy limitados vínculos en
    torno a otras
    formas de relación social. Cuando salen a trabajar fuera
    del hogar, un altísimo porcentaje se inserta en
    actividades ligadas al servicio doméstico, con similares
    efectos psicosociales: aislamiento social, inseguridad,
    sumisión, temerosidad en el trato con otros, etc.,
    expresando fragilidades individuales significativas.

    Los adolescentes que ingresan al sector formal de la
    economía,
    lo hacen en trabajos precarios, eventuales, donde es mayor la
    explotación que el aprendizaje,
    con salarios menores
    a los de convenio y caracterizados por el incumplimiento de
    normas
    legales. (dicen "trabajar en negro" la mayoría de los
    encuestados que trabajan).

    En estos jóvenes es frecuente la tendencia a
    abandonar el ciclo de escolarización media para
    convertirse en trabajadores secundarios o reemplazar con sus
    ingresos al jefe de familia que ha
    quedado desocupado y proclive a no poder
    reinsertarse, o al padre ausente (significativa frecuencia de
    familias monoparentales maternas). Entre las causas de abandono o
    interrupción de los estudios, finalizada la primaria,
    figuran además de la presión económica de
    sus hogares para buscar empleo (en los varones) y las tareas
    domésticas (en las mujeres), causas personales: muchos
    adolescentes se autoculpan por su falta de interés por la
    escuela, o por sus dificultades escolares. A pesar de estas
    dificultades, la escuela aún mantiene una
    valoración positiva para ellos en sus representaciones
    respecto al papel de habilitadora para el empleo y su futura
    movilidad social (Gallart, 1996).

     

    Se observa, además, que los requerimientos
    actuales en lo referido a competencias y habilidades exigidos
    para la obtención de empleo y la tendencia imperante a
    flexibilizarlo, estarían agravando la situación de
    vulnerabilidad a la que están expuestos estos
    jóvenes en sus perspectivas futuras.

    La adolescencia
    significa una etapa de la vida de gran fragilidad. Algunos
    autores, como Efrom, estiman que existe urgencia para intervenir
    con políticas
    públicas orientadas, no a enfocar a los adolescentes como
    potenciales desviados a los que es necesario corregir en su
    comportamiento
    individual tempranamente, sino insistir en el diseño
    de acciones para
    apoyar y posibilitar el acceso a oportunidades educativas que
    potencien mejores condiciones de vida.

    Estos tiempos de fuerte individualismo y alta
    competitividad conllevan el riesgo de ruptura de los lazos
    sociales y la disolución de valores como
    la solidaridad y la cooperación. Siguiendo a este autor,
    uno de los interrogantes que se abre, es cómo
    podrán gestarse los procesos identificatorios y
    vínculos afectivos de los adolescentes, en tanto las
    imágenes que ofrecen sus adultos en forma
    creciente expresan incertidumbre, angustia, inestabilidad y
    precariedad emocional.

    En esta etapa de la vida en donde son esperables las
    conflictivas intergeneracionales, las fragilidades paternas (ex
    rol de proveedor por estar desocupado, por ejemplo) pueden llevar
    a situaciones de alta tensión y descalificación
    filial y a producir efectos singulares al tener muchas veces que
    transformarse el joven, en un trabajador secundario o en el
    proveedor principal de ingresos en su grupo familiar, exigido por
    circunstancias ajenas a su propio proceso de desarrollo
    personal.

    La entrada del adolescente y, en algunos casos del
    niño, a este mundo del trabajo estaría expresando
    la incapacidad o imposibilidad de su núcleo social de
    pertenencia de sustraerlo de un conjunto de prácticas
    laborales que no califican para el futuro y que resultan
    significativamente deteriorantes para su salud. El 72% de los
    encuestados masculinos y el 45% de las alumnas encuestadas,
    expresaron que se encuentran expuestos a factores contaminantes,
    cortes, ruidos, frío o calor excesivo, así como a
    quemaduras y esfuerzos posturales incorrectos. El temor al robo y
    a la agresión física aparecen como riesgos
    potenciales. Por otra parte, el tiempo dedicado al trabajo se
    convierte en un factor condicionante para la formación
    limitando las horas dedicadas al estudio.

    El otro interrogante que se abre es en torno al papel
    que le cabría a la institución escolar para
    optimizar la empleabilidad y sus trayectorias educativas futuras
    con el propósito de superar el circuito histórico
    de la generación parental, ya que ante estas cuestiones la
    escuela se advertiría impotente para afrontar el doble
    reto: formar en el sentido de lo exigido por las competencias
    requeridas por un mercado laboral en constante mutación y
    garantizar el acceso a un conjunto de bienes
    simbólicos que permitan la integración del joven a escenarios
    caracterizados por la velocidad del
    cambio.

    Construida desde falsos supuestos de homogeneidad, la
    "democratización del ingreso" al nivel no ha sido
    acompañada por la "democratización de permanencia"
    entendiendo por esta última la adecuación de la
    estructura
    organizativa, pedagógica y de apoyo al perfil de su
    poblaciónobjetivo, dados los altos índices de
    deserción que se manifiestan en este nivel y las
    "historias de fracasos" y /o profecías
    autocumplidas.

    Repensar la estructura educativa, dotarla de un
    equipamiento técnicoprofesional que acompañe el
    proceso de aprendizaje, construir estrategias de inclusión
    y optimización asumiendo las contradicciones provenientes
    de un medio que fragmenta y excluye, es el desafío de la
    institución escolar que atiende a estos sectores para el
    próximo milenio.

     

    Referencias
    bibliográficas

    • Beccaria, L. y otros. 1996 Sin Trabajo. Losada.
      Buenos
      Aires.
    • Burin, M. y E. Bleichmar 1996 Género, psicoanálisis y subjetividad.
      Paidós. Buenos Aires.
    • Castel, R. 1991 Los desafiliados: precariedad del
      trabajo y vulnerabilidad relacional. Rev. Topia Año 1.
      Nro. III. Noviembre de 1991. Buenos Aires.
    • Castel, R. 1991 La dinámica de los procesos de
      marginalización: de la vulnerabilidad a la
      exclusión. En Acevedo, M. José y J. C. Volnovich,
      El espacio institucional/1. Lugar Editorial. Buenos
      Aires
    • Castel, R. 1997 Las metamorfosis de la
      cuestión social. Una crónica del salariado.
      Paidós. Buenos Aires.BarcelonaMéxico.
    • Feldman, S. 1997 Los niños
      que trabajan. Cuadernos del Unicef. Unicef Argentina.
      Argentina.
    • Galende, E. 1997 De un horizonte incierto.
      Psicoanálisis y Salud Mental
      en la sociedad actual. Paidós. Buenos Aires.
    • Konterllnik, I. y C. Jacinto (compiladoras) 1996
      Adolescencia, pobreza,
      educación y trabajo. UnicefLosada. Buenos
      Aires.
    • Lipovetsky, G. 1994 El crepúsculo del deber.
      Anagrama. Barcelona.
    • Llomovate, S. 1986 Adolescentes trabajadores, su
      vida, escuela y trabajo. FLACSO. Buenos Aires.
    • Rifkin, J. 1996 El fin del Trabajo. Paidós.
      Buenos Aires.
    • Tosi, A. 1998 Vicisitudes del empleo y desempleo en
      jóvenes del Gran Rosario: 1991 1997. Trabajo
      monográficoMaestría en Ciencias
      Sociales FLACSOUNRRosario.

     

    Notas

    Este trabajo forma parte del subprograma de la investigación "Escuela y trabajo, entre la
    vulnerabilidad y la exclusión: análisis
    multidisciplinario del trabajo de niños y adolescentes en
    el área del Gran Rosario". Director: J. Kohen y co
    directorras M. Abonizio y A. Tosi. Subsidio: PID SECYT Psicología 1998/1999.
    UNR. Dirección: Riobamba 250 Bis. 2000 Rosario.
    ArgentinaTel/Fax: 041808523
    al 28.

    * Publicado originalmente en Revista
    Contextos
    http://www.unrc.edu.ar

     

    Guillermo Molina // Ana Tosi // María
    Alejandra Battaglia

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