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Agricultura y capitalismo en Colombia. La interpretación de las relaciones precapitalistas en las actividades agrícolas



Monografía destacada

    1. La integración de
      historias desde comunidades del Departamento del
      Atlántico
    2. Aproximaciones a la historia
      local
    3. La obligada complementariedad
      de la historia
    4. Origen y dinámica de
      oficios y grupos socioeconómicos. Abriendo nuevos
      senderos
    5. Situación
      socioeconómica en los oficios y actividades. Su
      posición frente a la
      producción

    1. LA
    INTEGRACIÓN DE HISTORIAS DESDE COMUNIDADES DEL
    DEPARTAMENTO DEL ATLÁNTICO

    "Las inteligencias son como los
    paracaídas: sólo funcionan

    cuando están abiertos". (L.
    Pauwels y J. Bergier)

    La última década del siglo XIX trae una
    serie de cambios que en materia
    agrícola se habían presentado a partir de la
    segunda mitad del siglo XVIII en la agricultura
    colonial, provocada por causas internas y externas, que van a
    determinar el desarrollo
    histórico del país durante el siglo XIX. Por
    ejemplo, como cambios internos – que fueron los primeros en
    presentarse-, la Mita Agraria establecida a principios del
    siglo XVII, empieza a perder importancia, al utilizar la Hacienda
    nuevas formas laborales a mediados del siglo XVIII, combinado con
    la decadencia de los Resguardos que eran los proveedores de
    fuerza de
    trabajo y
    alimento para los pequeños núcleos urbanos,
    afectados por la irrupción de la Mita, con la cual se
    había iniciado la disolución de las comunidades
    indígenas.

    Sobre el particular, Fabio Zambrano Pantoja se muestra de
    acuerdo con lo que plantea Margarita González con respecto
    a la extinción de los Resguardos, cuando dice: "La
    producción de alimentos
    comenzó a ser realizada por la Hacienda, la que no
    sólo se beneficiaba del deterioro de la economía de los
    Resguardos sino que lo propiciaba.

    En efecto, al ser desplazados los Resguardos, se
    traducía una buena parte en un engrosamiento de la
    población que residía en las
    Haciendas." (1982, 139). Por otro lado, al expandirse
    territorialmente la Hacienda, se presentaba la pérdida de
    bienes
    territoriales para los indios y el decrecimiento de la
    producción en los Resguardos como resultado de las
    normas de la
    Hacienda, la cual favorecía directamente, según
    Zambrano Pantoja, "el desarrollo de la productividad de
    éstas, vinculados a un comercio cada
    vez más extenso." (140).

    También el proceso
    acelerado de mestizaje durante el siglo XVIII cambia la
    composición étnica de la población colonial
    y permite que la Hacienda incorpore recurriendo a nuevas formas
    de contratación, fuerza de trabajo diferente a la
    indígena o a la esclava. Por eso, al poco tiempo de
    desaparecer la Mita Minera, sucumbe la Agraria, y empieza a
    surgir el arrendamiento y con ello aparece el peonaje agrario
    como forma de trabajo libre. Las causas externas se pueden
    remitir a las reformas borbónicas planteadas a mediados
    del siglo XVIII con las que la Corona Española comienza a
    establecer nuevas relaciones con sus colonias, obligada por el
    querer recuperarse económicamente. Carlos III con una
    nueva visión del Estado
    español
    establece una relación con las colonias, distinta a las
    que rigieron en los dos siglos anteriores. Comenzó a
    estimular las economías coloniales para que éstas
    se convirtieran en proveedoras de productos
    primarios, a la vez que se convertían en mercado para las
    manufacturas españolas.

    En el contexto colonial plantea el citado Zambrano,
    "estas transformaciones implicaban cambios internos en la
    economía colonial. Así, la tierra
    adquiere más importancia como factor productivo y comienza
    a convertirse en objeto de comercio, a ser poseída por
    propietarios privados con libertad para
    comprarla y venderla." (140).

    La comercialización de la tierra en aras
    de la productividad, si se le independiza (como en efecto
    ocurrió para defender la escalada de usurpación
    masiva) de los fenómenos conexos que generó en
    contra de los propietarios naturales, constituyó una clara
    ruptura con las antiguas relaciones, y la aparente
    benévola política de
    protección de los derechos de los
    indígenas sobre la tierra comunitaria fue consolidando a
    través del establecimiento de la Real Cédula (del 2
    de agosto de 1780) el dominio privado
    sobre la tierra. De todas estas transformaciones se fue gestando
    el aparecimiento del campesinado, de la fuerza laboral
    indígena que al decir de Orlando Fals Borda, "tomó
    cursos diferentes, con una parte permaneciendo libre o dispersa,
    otra organizándose en resguardos y otra fijándose a
    la Hacienda. Luego se añadieron los esclavos provenientes
    de Africa. Unos
    vinculados también a la Hacienda. Finalmente se sumaron
    otros grupos de
    labradores pobres provenientes de la misma España, o
    mestizos y otros desplazados de los pueblos de indios y de las
    parroquias de blancos recién fundadas". (1975,
    52).

    Al presentarse la propiedad
    individual sobre la tierra ? lo contrario de los Resguardos- de
    una clase de
    personas dispuestas a desarrollar la producción
    agropecuaria en beneficio de un mercado metropolitano
    (España), se quería justificar el sentido
    más racional de las reformas introducidas. En cierta
    medida, en la Costa Atlántica los hacendados se
    interesaron por impulsar una agricultura de exportación aprovechando las facilidades
    del transporte en
    comparación con las demás regiones del país,
    pero la expectativa por la vinculación al mercado mundial
    provoca o desata el apetito territorial. La consecuencia directa
    de esto último es la transformación de la gran masa
    rural en fuerza de trabajo disponible para la
    Hacienda.

    A su vez, las reformas contaron con dos
    obstáculos: por un lado los terratenientes criollos, las
    comunidades indígenas y demás agregados, y de otro,
    la gran población desposeída de mestizos y blancos
    pobres.

    Con el propósito de solucionar el conflicto, la
    Corona Española se inclinó por convertir a los
    hacendados criollos en los únicos propietarios posibles y
    les ofreció el mercado externo como alternativa para la
    acumulación de capital. Al
    respecto, se destacan por su importancia los planteamientos
    hechos por el citado Zambrano Pantoja con una clara exposición
    sobre el arrebato de tierras cuando dice que "la población
    desposeída, a la que se le impedía el acceso a las
    tierras libres, fue convertida en jornaleros o agregados." (141).
    Y se impuso el criterio como principio básico de
    considerar la gran propiedad individual como el único
    orden racional y natural.

    En resumidas cuentas, las
    reformas borbónicas introducen cualitativamente un
    cambio, que es
    el más importante en la historia de la propiedad
    agraria colombiana. Importante porque la tierra comienza a
    transformarse en mercancía a la que tienen acceso
    sólo aquellos que la pueden comprar. Esto se da por el
    afán de la Corona de incentivar la agricultura de
    exportación, creando expectativas entre los propietarios
    criollos que aprovecharon las facilidades ofrecidas para ampliar
    sus propiedades en una forma acelerada. Es este el proceso que,
    iniciado por la Corona Española y acelerado por los
    criollos cuando asumieron el poder, se
    extiende durante todo el siglo XIX, hasta 1920 cuando
    adquirió nuevas características.

    Para comienzos del siglo XIX existían en Colombia
    cuatro regiones socioeconómicas, basadas principalmente en
    el intercambio económico: la Región Central, la
    Región Caucana, la Región Antioqueña y la
    Región Costeña (177). En la Región
    Costeña, Cartagena era el centro, y estaba compuesta por
    Mompox, Santa Marta, Valledupar, Tenerife y Tolú. Su
    actividad económica fundamental era la ganadería
    acompañada por el cultivo de algodón
    y cacao.

    Fue ésta una de las regiones más
    prósperas al finalizar la colonia, y con mayores
    posibilidades de crecimiento (era la segunda en volumen, con el
    20.7% del total de la población del Virreinato; contaba
    con la segunda y tercera ciudad como eran Cartagena y Mompox,
    respectivamente); el aparecimiento de una burguesía
    comercial y el fomento del contrabando. A
    pesar de ser la ganadería su principal actividad
    productiva, con exportaciones de
    carnes y cueros hacia las Antillas, a partir de 1704, la salida
    de productos como algodón y cacao le dan incentivos al
    desarrollo agrícola en la Costa
    Atlántica.

    Desde inicios de la Colonia, el control de la
    fuerza de trabajo se realizó a través de la
    vigilancia en el acceso a la tierra. Con la implantación
    de las reformas borbónicas y las nuevas posibilidades de
    desarrollo, este proceso se acelera. La gran mayoría de
    las tierras en la Nueva Granada permanecían en manos de
    una minoría bastante reducida. Los que iniciaban algunas
    actividades de colonización difícilmente
    obtenían la propiedad sobre sus mejoras, al resultar
    éstas adjudicadas a los hacendados terratenientes. Fue
    este estilo de control de la propiedad sobre la tierra el que
    constituyó el factor que determinó la estructura
    agraria en la Colonia y en el siglo XIX. De aquí
    resultaron las formas de contratación de la fuerza de
    trabajo: aparceros, agregados, colonos, jornaleros.

    Estas formas de contratación se dieron por la
    concentración de la propiedad, teniendo en cuenta la
    población rural que forzosamente dependía de las
    Haciendas, ya fuese viviendo en ellas como los aparceros,
    agregados o esclavos; o trabajando ocasionalmente en ellas como
    los jornaleros y colonos.

    En todo caso, a pesar de la abundancia de tierras, en la
    frontera
    agraria el latifundio tiene acceso prioritario a ellas, en gracia
    al interés
    monopólico, con lo cual se genera otra dinámica: el latifundio siempre
    estará persiguiendo constantemente la frontera agraria.
    Precisamente, el acelerado interés por hegemonizar y
    ampliar el dominio sobre la tierra fue lo que propició los
    enfrentamientos agrarios a partir de la segunda mitad del siglo
    XIX. Desde este punto de vista, el latifundio en una
    economía agraria permite una alta concentración del
    ingreso y del poder político que fue lo que
    facilitó la prolongación (durante el siglo XVIII y
    XIX) de los privilegios de la Encomienda y la Mita Agraria a
    través del monopolio
    sobre la tierra.

    Las condiciones de crecimiento de la agricultura se
    dieron dentro de un marco tradicional, que a la vez
    respondía a los crecimientos de la demanda
    externa o interna, pero sin la incorporación de mejoras
    técnicas que la constante oferta
    permanente de tierra y la creciente oferta de fuerza de trabajo
    permitía, ayudado además por una legislación
    que facilitó el acaparamiento de la tierra. Al no
    responder esta agricultura tradicional con rapidez a la demanda
    interna de alimentos, comenzaría su modernización,
    algo no necesario antes, pues existía disposición
    de fuerza de trabajo que, aunque escasa, era económica,
    factor que determinaba los aumentos de la producción. La
    "modernización" en la agricultura sucedería
    después de 1920 con la decidida penetración del
    capital al campo.

    La exportación de productos agrícolas
    sufrió un serio problema al entrar en decadencia la
    única fuente de inmigración como era la mano de obra
    esclava en el siglo XVIII. Al existir dificultades en la trata de
    esclavos, la Corona se inclinó por la utilización
    de la población nativa compuesta por mestizos, blancos
    pobres e indígenas, alternativa avivada por la Hacienda,
    la que legalmente se utilizaría como forma de
    contratación hasta que la entidad entró en
    decadencia. La más común de las modalidades de
    vinculación fue la aparcería y puede ser
    considerada como puente intermedio entre las dificultades de
    aumento de la esclavitud y la
    posibilidad de desarrollar el trabajo
    asalariado. La aparcería y los otros tipos fueron las
    formas de contratación mas expeditos y de menor riesgo para el
    dueño de la tierra, porque entre otras razones así
    el terrateniente no cargaba con todo el riesgo de la
    producción, sino que era compartido con el aparcero o
    colono, empleando jornaleros asalariados para trabajos
    específicos.

    A pesar de que la mayor parte del trabajo de la
    población agrícola estaba destinado a producir los
    alimentos para subsistir, debido a la baja productividad, no se
    puede plantear que al finalizar la Colonia y a comienzos de la
    República, la agricultura era de subsistencia o una
    economía natural de auto-consumo.
    Cierto es, que en algunas regiones o comunidades se podría
    aludir a la existencia de este tipo de subsistencia pero que se
    acogía a la participación de las unidades
    productivas dirigidas en dos direcciones:

    – La vinculada al mercado cerca a las ciudades que
    podía denominarse agricultura de
    exportación

    – La de subsistencia, a la que se agrega la
    inmersión de la población en un sistema de
    autosuficiencia parcial que el acertado Zambrano define como "en
    el que, aunque la mayor parte producía su propia alimentación,
    también la suministraba, a través de la Hacienda, a
    la población no agrícola" (146).

    Según Zambrano Pantoja, para mayor
    precisión se podría dividir en dos las unidades
    productivas. Una es la parcela de subsistencia como la unidad
    económica más importante, en la que recae la
    actividad productiva y en la que se encuentra la mayor parte de
    la población, extendida por todo el país, basada en
    la agricultura y la pecuaria, con técnicas rudimentarias,
    de productividad mínima y aunque se dispusiese de capital
    y técnicas más adecuadas, el producto de su
    trabajo tendría poco o ningún valor
    económico por la estrechez de los mercados
    regionales, sin que se diga que estaba parcialmente ligada a
    éste, por el contrario, el campesino de
    la parcela no estaba por fuera. Estaba ligado además a
    otra unidad productiva, La Hacienda, conformada por varias
    parcelas cuyos propietarios normalmente eran poseedores de la
    tierra. La hacienda fue la encargada de comercializar el
    pequeño excedente de las parcelas que la
    integraban.

    Aunque la parcela de subsistencia es la unidad
    económica más importante, a largo plazo es
    más significativa la Hacienda, la más adecuada para
    desarrollar la acumulación de capital y establecer
    también la agricultura de exportación a partir de
    1850. Desde el punto de vista social y político, la
    Hacienda como sistema de poder, hace que una pequeña parte
    de la población domine al resto, mediante y a
    través del control de las tierras como ya se había
    anotado antes.

    En el conjunto de la historia nacional, la información que hace referencia a la vida
    colonial del departamento del Atlántico, en su gran
    mayoría se encuentra sepultada entre el polvo y el olvido,
    lo cual le hace aparecer en un inmenso y lamentable
    vacío.

    Los estudios al respecto no dan cuenta sobre cómo
    a partir del poblamiento del Partido de Tierra Adentro o
    Departamento del Atlántico actual a lo largo de los siglos
    XVI, XVII y XVIII, se fue consolidando una serie de actividades y
    oficios que al evaluar la historia de las ocupaciones desde los
    tiempos de esplendor de Grecia y el
    Imperio Romano,
    ya representaban para la sociedad de la
    época un aporte significativo en el desarrollo de estas
    sociedades.

    Se tiene conocimiento
    que desde el proceso de colonización por parte de
    España, y siguiendo la ruta empleada por Pedro de Heredia
    hacia Tierra Adentro, éstos eran territorios
    indígenas que fueron sufriendo transformaciones en la
    medida que se estableció el conquistador español.
    Se dieron traslados de tierras de indios hacia curatos o sitios
    libres como sucedió con Santa Ana de Baranoa (norte de
    Colombia). Por otro lado se destaca la extinción o la
    desocupación de algunos sitios de indios
    que posteriormente fueron ocupados por blancos pobres
    (españoles) y mestizos, en los cuales se establecieron e
    implantaron las formas de producción y las relaciones
    traídas desde la España feudalista.

    Es bastante probable que al dejar de existir la
    Encomienda, dice José Agustín Blanco, "suprimidas
    por Decreto de 29 de noviembre de 1718, complementándose
    esas normas el 12 de julio de 1720 y el 11 de Agosto de 1721"
    (1976, 54), algunos pueblos de indios fueron trasladados hacia
    otros, o extinguidos y ocupados por vecinos libres. En esta forma
    algunos sitios del departamento del Atlántico actualmente
    aparecen sin rastro de indígenas, como si la
    población que ahora los habita hubiese estado desde su
    origen asentados en ese mismo lugar.

    En su estudio sobre los Mocaná, el distinguido
    antropólogo atlánticense Aquiles Escalante Polo, se
    refiere a esta cultura y sus
    miembros como los primeros pobladores de la Costa
    Atlántica y Tierra Adentro antes de la llegada de los
    españoles. Descendientes de la gran familia de los
    Carib o Caribes; grandes y expertos marineros, los Mocaná
    fueron esencialmente pescadores que habían penetrado por
    todo el litoral Atlántico, después de haber pasado
    por las Costas Venezolanas en sus piraguas con fines comerciales
    o bélicos. Escalante dice que al llegar a la
    "región natural que se extiende al norte de Cartagena,
    sirviéndole de marco el Canal del Dique, el Río
    Grande de la Magdalena y el Mar de las Antillas, recibieron la
    denominación Mocaná y venían, según
    nos cuenta Fray Pedro Simón, de la región
    comprendida entre Maracapana y Caracas, vecina república
    de Venezuela"
    (1982, 37). Aunque todos estos naturales estaban denominados por
    un nombre común y todos se originaban de los que
    habían venido a poblar en canoas desde Maracapana, los
    mocanaes eran una tribu de los Malibú, pertenecieron a la
    gran familia de los Caribes. Complementa estas argumentaciones
    con lo señalado por Paúl Ribet y los
    descubrimientos de sitios arqueológicos de cuya existencia
    se encargó en divulgar el Instituto de Investigación Etnológica del
    Atlántico.

    De acuerdo con los estudios de la referencia, los
    Mocaná estaban ubicados en todo el centro y el norte del
    departamento del Atlántico, sirviéndole de
    límite el Río Grande de la Magdalena por el este y
    por los pueblos del oeste en los límites
    con el departamento de Bolívar.

    Todo parece indicar que los Malibú se
    habían adentrado por gran parte del departamento de
    Bolívar y del interior del país. Las guerras
    internas entre ellos ?se recuerda la pugna entre Cambayo, cacique
    de los Mahates y la tribu de los Cipacuas- fue factor de
    importancia aprovechado por el conquistador español para
    reducirlos y someterlos.

    La existencia de tribus que se dedicaban al rapto de las
    mujeres de otras congregaciones confirma el que hubiese cruce de
    naturales entre sí (la historia de la humanidad
    está llena de tantos encuentros, algunos complementarios
    de saberes entre hordas, otros impositivos y dominantes) y por lo
    tanto, el que algunos pueblos fueran quedando sin pobladores
    indígenas, abriendo la oportunidad posteriormente, durante
    el período de colonización y desalojo brutal por
    parte de los españoles hacia los naturales del territorio,
    convirtiendo esta parte del mundo (el Partido de Tierra Adentro)
    en asentamientos con el calificativo de vecinos libres, no evade
    la responsabilidad histórica que les compete
    con la despedida de las formas originales de producción y
    relaciones sociales, para instaurar de manera impositiva sus
    instituciones
    feudales. Estas razones dan paso a la propuesta del historiador
    Blanco en el sentido de situar asentamientos indígenas en
    el actual territorio del departamento del Atlántico,
    contra lo dispuesto en las informaciones básicas para el
    establecimiento de las reformas del Virrey Eslava en
    1745.

    El Mapa reelaborado por los investigadores y autores de
    Persistencia de Formas Precapitalistas en Santa Cruz,
    Atlántico (1984)*, es una ruptura con la
    información aceptada y difundida por la historia oficial
    lineal. La trashumancia cultural a la cual se hace referencia
    cuando Attali visiona al hombre de la
    modernidad en un
    nuevo re-corrido por el Planeta Tierra (1991, 55-65), auscultando
    líneas de horizontes ligadas a la vida humana y las
    expectativas del hombre por satisfacer sus necesidades, en medio
    de las amenazas y las incertidumbre que dominan el panorama
    mundial de la actual sociedad. Luego, la trashumancia no es un
    acto de movilización reciente. Esta indisolublemente
    ligada a la naturaleza
    misma de la humanidad, razones valederas para proponer que
    el hombre que
    habitó el antiguo Partido de Tierra Adentro, no
    dejó un palmo de territorio sin recorrer. Era su tierra y
    el sentido de propiedad que hacia ella sentían los nativos
    también incluía el amor, el
    afecto y el respeto.

    PUEBLOS DE INDIOS EN EL DEPARTAMENTO
    DEL ATLÁNTICO*

    Mapa del departamento del Atlántico. Es muy
    probable que mucho antes de la Reforma por orden del Virrey
    Eslava (1745), que convirtió a muchos pueblos
    indígenas en pueblos de vecinos libres, Santa Cruz ya
    fuese territorio habitado por blancos

    pobres, que aprovecharon la no existencia de tribus para
    esa época o la convivencia pacífica con los que
    quedaron después de los traslados o extinción en
    los territorios vecinos como Luruaco, la cabecera municipal
    actualmente.

    2.
    APROXIMACIONES A LA HISTORIA LOCAL.

    Para los años 1744 ? 1745, Santa Cruz*
    (departamento del Atlántico, norte de Colombia) aparece
    como un sitio de vecinos libres y Luruaco, la cabecera municipal,
    como pueblo indio extinguido, cobijado dentro del área
    geográfica de un pueblo indio grande como el denominado
    Turipaná (el mapa propuesto por Blanco evidencia tal
    ubicación). Para esa misma fecha en la historia oficial
    aparecen los pueblos del centro-norte del departamento del
    Atlántico, considerados como de indios y sitios de libres
    reformados por orden del Virrey Eslava, cuya ubicación,
    precisa Blanco (51-52) en el croquis del territorio del antiguo
    partido de Tierra Adentro.

    Es muy probable que, aprovechando las disposiciones de
    traslado establecidas por la Corona para algunos pueblos de
    indios que serían ocupados por vecinos libres, estos
    territorios de la parte sur del departamento del
    Atlántico, han podido estar desocupados debido a las
    guerras internas entre tribus o las libradas con los
    conquistadores en su ruta (sobre todo la de Heredia).

    Sin embargo, la fuerte presencia de poblamiento por
    parte de representantes de la raza negra en el sur del
    Atlántico, contribuyó notablemente en los lazos de
    relación entre vecinos libres (blancos pobres) ya
    asentados y los llegados de pueblos cercanos en el departamento
    de Bolívar. No necesariamente se podría atribuir el
    origen de pueblos como producto de los asentamientos de
    población negra procedente de los Palenques (San Basilio,
    La Matuna, Chambacú, Galerazamba, Los Pendales), sin antes
    formular interrogantes como: ¿Los naturales del territorio
    atlanticense dejaron algunos sitios sin poblar o sin hacer la
    mínima presencia en ellos?, ¿se puede creer que
    mientras no apareció la población negra en
    Colombia, el Sur del Atlántico estuvo despoblado?,
    ¿qué importancia tiene la presencia de algunos
    vestigios de cultura indígena en pueblos como Luruaco,
    Santa Cruz, Repelón? ¿el nombre del cacique Uruaco
    ?vocablo de origen mocaná- no es un llamado de atención sobre la presencia
    indígena?

    Las anteriores preocupaciones sugieren la posibilidad de
    considerar múltiples poblamientos en determinados
    períodos históricos, que la tradicional historia
    oficial ha desdeñado para no comprometerse con el intentar
    cambiar la teoría
    implantada, no obstante, los indicios divergentes. La fuerte
    presencia de un determinado grupo
    étnico en un período de vida de una
    población, no le atribuye el crédito
    absoluto de su origen, como tampoco le negaría su
    participación. ¿Cuántas veces fueron
    fundados estos lugares? Muchas. Tantas que, si por la
    tradición de los apellidos familiares se guiara el
    investigador, concluiría en que cada siglo tiene una
    fundación.

    En esto se sugiere tener cuidado. La historia oficial
    suele atribuir veracidad a la información que se origina
    de quienes ostentan poder en las comunidades que con una
    tradición rural, sobreviven a los embates de la
    modernización y la asimilación de las costumbres
    citadinas.

    La presencia de negros en comunidades o sitios del sur
    del departamento del Atlántico no evidencia que ellos
    hayan sido los fundadores. Tampoco lo serán los
    sometedores o esclavizadores. La trashumancia de los naturales
    que poblaron este territorio antes de la llegada de los
    españoles, confirma la permanente inauguración o el
    reconocimiento del paso de tribus por el lugar.

    Decir que el 80% de una población en el
    departamento del Atlántico es de origen negro en primera
    instancia es una ceguera del conocimiento que desconoce la
    traslación de los aborígenes por esta tierra que ha
    sido de su propiedad.

    En segundo lugar, responde la afirmación al culto
    a la historia oficial, lineal y ordenada del poblamiento por la
    vecindad geográfica, excluyendo la intencionalidad por las
    relaciones o por las posibilidades de aprovechamiento de "tanta
    tierra libre", que posteriormente se fortalecerían en la
    medida que las actividades y las ocupaciones serían
    compensadas con los buenos resultados generados por la
    propiedad.

    Los poblamientos múltiples y permanentes fueron
    una ocasión propicia para los grupos de color que en
    búsqueda de sitios seguros que le
    garantizaran protegerse de la persecución del blanco
    depredador, levantaron bohíos, hicieron rozas y procrearon
    hasta formar una considerable población que luego se
    entremezcló con los que ya estaban de antes o los que
    llegaban después hasta diluir etnias, dando origen a
    nuevos grupos, nuevas ocupaciones, nuevas relaciones;
    dinámicas vitales muchas veces aprovechadas para
    satisfacer intereses particulares.

    En el Suroccidente del departamento del
    Atlántico, en cuanto al poblamiento se pueden considerar
    dos aspectos: la combinación en la presencia de blancos
    pobres atraídos por la existencia de tierras libres ante
    el traslado de los aborígenes o la disminución de
    estas comunidades (Luruaco, Juan de Acosta); el aparecimiento de
    comunidades negras procedentes de los Palenques (Cartagena, La
    Matuna, Chambacú, Galerazamba, San Basilio), formando
    asentamientos únicos (Repelón) o compartiendo la
    estancia con los grupos existentes (Los Pendales, Santa Cruz).
    Frente a esta situación no se excluye el aumento
    importante de la población de origen negro, con
    relación a los otros grupos, pero ello no
    evidenciaría la exclusividad del poblamiento (a
    excepción de Repelón). Son entonces las
    actividades, las ocupaciones, los oficios, las costumbres y las
    relaciones de la actividad cotidiana las que propiciarían
    pistas sobre el origen, cuando los vestigios materiales o
    no existen, o no son suficientes para garantizar la certeza. Y es
    hora de hacer tales acercamientos que permitan correr el velo de
    la historia.

    En comunidades a quienes la historia institucional, la
    tradición oral y los hallazgos materiales que aún
    se conservan como muestras fehacientes de su origen (norte,
    Noroccidente, centro y nororiente del departamento del
    Atlántico) indígena, evidencian similitudes en las
    ocupaciones, los oficios y las relaciones que ellas suscitaron
    antes de que perdieran sus características rurales,
    surgidas desde los intercambios y los contactos entre naturales y
    blancos pobres que, a la postre, derivaron en la
    disolución de los grupos desde la perspectiva
    étnica.

    Este es otro elemento que aporta a los aspectos del
    poblamiento, pero que también genera de paso preguntas
    que, además de sugestivas, pueden ser sorprendentes o
    insolentes: ¿qué tanta influencia tendrían
    los ritos y la historia de los palenques negros, precedidos de
    magia africana y misterios, en el abandono de las tierras en el
    sur del Atlántico?, ¿los blancos que esclavizaron
    en sus haciendas mano de obra negra, fueron víctimas de
    sus hechizos, con los cuales cruzaron hasta los tipos raciales?,
    ¿cuánto tiempo perduró la presencia
    única del negro en el sur del Atlántico?,
    ¿fueron acaso obligados a salir del territorio, sometidos
    o reconquistados hasta la imposición, o convencidos de su
    inferioridad racial y/o étnica?.

    Algunas respuestas se han dado, sólo que son
    simplistas y no trascienden la frontera de la historia lineal, la
    que algunas veces intenta reivindicar posiciones, dependiendo de
    quien la construye. Pero lo cierto es que, suministrar respuestas
    con mayor significado implica un viaje socio-cultural hacia el
    interior del Partido de Tierra Adentro, desde las ocupaciones y
    los oficios, es decir, una historia social de las actividades y
    sus relaciones profundas.

    3. LA OBLIGADA
    COMPLEMENTARIEDAD DE LA HISTORIA.

    Una propuesta de existencia de la comunidad de
    Santa Cruz a partir de 1890, se justifica
    metodológicamente por la dinámica de los
    acontecimientos de mayor impacto en su formación: los
    flujos
    migratorios, el decaimiento de algunas relaciones en la
    producción como La Hacienda y el aparecimiento de algunos
    tipos de cultivo que se fueron constituyendo en la base
    económica fundamental. Todo esto al lado de las primeras
    formas precapitalistas en la explotación de las
    principales actividades y en los primeros indicios de formaciones
    sociales en el campo de acuerdo a la participación en la
    producción. José Pérez, un campesino de
    Santa Cruz, con 73 años de edad, dice que cuando él
    empezó a darse cuenta de las cosas, la comunidad
    existía con ese nombre y los primeros habitantes eran
    personas que habían venido de Repelón, Villa Rosa y
    Sabanalarga.

    La actividad fundamental era la agricultura en menor
    escala, casi de
    autoconsumo, aunque una pequeña cantidad la utilizaban
    para el comercio. Al principio, la propiedad sobre la tierra se
    basaba en la ocupación y utilización de la misma:
    "La gente se metía por cualquier parte y
    cultivaba"*.

    A partir del incremento de la migración,
    el crecimiento de la población tanto geográfica
    como demográficamente fue planteando nuevas ocupaciones,
    nuevas fuentes de
    trabajo y una perspectiva económica que abriría las
    puertas del mercado nacional a la comunidad. De las formas
    tradicionales de producción campesina, es decir, la
    parcela de subsistencia, de la que dependía la
    población, se pasó a la producción
    capitalista que necesitó de las formas de
    contratación de la mano de obra propias de La Hacienda
    para ir arrancando poco a poco algunos pequeños parceleros
    de su fundo económico para vincularlos al trabajo
    asalariado de las fincas, en calidad de
    jornaleros, agregados o concertados.

    Para que se diera este viraje, se necesitó de que
    algunos de los migrantes crearan, abrieran o fomentaran la
    necesidad de utilizar las tierras en poder de pequeños
    agricultores para algo más rentable en beneficio de la
    comunidad, de sus habitantes: era, según éstos,
    alternativas para crear más trabajo con el cual todos
    ganarían. La historia
    universal cuando se ocupa del origen del imperialismo
    romano hace referencia a estas formas de usurpar la tierra ajena,
    ¿la conocían los inmigrantes y advenedizos
    terratenientes de Santa Cruz?. "Después ?dice José
    Pérez- vinieron los Villas y comenzaron a comprar terrenos
    en los que regularmente sembraron plátano. Compraron
    grandes extensiones de tierra poco a poco; es decir, de una a
    tres cabuyas de tierra a razón de diez
    pesos"*. En el año 1916 se
    comenzó a desarrollar la siembra de algodón
    criollo, denominado también permanente, porque no
    necesitaba ser plantado nuevamente.

    El cultivo del algodón abrió las puertas
    del mercado nacional a la comunidad: Se llevaba a Cartagena, que
    era el mercado más cercano y de más renombre, la
    plaza más conocida. A este cultivo estuvo vinculada la
    población de las pequeñas parcelas y lo alternaba
    con la producción netamente agrícola, lo que le
    mereció la característica de cultivo baluarte en la
    economía de la comunidad, de la gran mayoría. El
    algodón no creó fuentes de trabajo, porque
    siguió marcando las características de la
    producción de las parcelas, es decir, la pequeña
    economía campesina; asistido en forma rudimentaria y
    transportado en lomos de animal, fue motivo de un incremento en
    el nivel económico del campesino de la comunidad que
    ilusoriamente creyó haber encontrado su redención
    económica. No fue muy duradero. La ilusión
    quedó apocada con la cruda realidad, produciéndose
    una frustrante sensación de impotencia. Antes de salir de
    ella se dio inicio al galopante cultivo de caña de
    azúcar.

    Algunos de los migrantes que se fueron convirtiendo en
    terratenientes mediante la compra a pequeños propietarios
    o mediante el trueque o cambio de productos primarios como yuca,
    ñame, maíz,
    etcétera., por productos elaborados, entre ellos, aceite, arroz,
    sal, azúcar, también aprovecharon las épocas
    de escasez para
    hacer el intercambio, ya no por materia prima,
    sino por tierra. Tal circunstancia ha sido validada en las
    conversaciones con grupos focales; de los diálogos
    sostenidos con quienes vivieron los detalles de los
    acontecimientos o indirectamente los recibieron (transferencia de
    información generacional), es oportuno citar el siguiente
    pasaje: "El endeudamiento de una persona llegaba a
    tal extremo ?dice Javier Reales- que no teniendo con qué
    pagar al dueño de la tienda, el deudor tenía que
    darle un pedazo de su tierra o venderle la cosecha siempre,
    aunque fuera a menos precio del
    verdadero"*.

    A mediados de 1917, el cultivo del algodón estaba
    mermando por la abundancia de plagas y la no-existencia de
    medios
    adecuados por falta de capital en los pequeños
    propietarios, como equipos de fumigación, plaguicidas,
    herbicidas. Para ese mismo tiempo, el cultivo de caña se
    iniciaba en Santa Cruz y en algunos pueblos vecinos como Los
    Pendales e Ibacharo. Aquí el capital empieza a tener su
    participación y el cultivo de la caña al año
    siguiente va a comenzar a desplazar al algodón en todos
    los aspectos: En lo económico, en lo social, en lo
    laboral, en lo político.

    Sobre el particular, con el uso de la técnica
    Memoria de
    Ancianos (diálogo
    con las personas de más edad en la comunidad de Santa
    cruz), se recogieron las versiones aportadas por Romualdo Franco
    y José Pérez (hombres que pertenecen a la
    generación que nace entre los años 1910 y 1915),
    quienes de forma sintética colocan al cultivo del
    algodón permanente como un gran impulsor de la
    economía campesina: Con su cultivo, el campesino de Santa
    Cruz vivió una época de oro. "Cuando
    el algodón ? se transcribe textualmente lo que reconoce
    José Pérez – corrió la moneda de oro"
    **.

    En esta forma, trabajando de manera rudimentaria y en
    las peores tierras para cultivo*, el algodón
    fue decayendo en su producción hasta cuando quienes se
    dedicaban a su siembra desistieron y porque los sembradíos
    de caña venían incentivados por la gran oferta y la
    posibilidad de trabajo mejor remunerado. Es así como se
    tiene que para el año 1917, a mediados, la
    ocupación de la población estaba centrada en
    actividades netamente agrícolas: campesinos dedicados al
    cultivo del algodón en menor escala, combinado con la
    siembra de productos de autoconsumo; los pequeños
    propietarios, aparceros, dedicados a la explotación
    agrícola de autoconsumo en terrenos ajenos y vinculados en
    calidad de jornaleros a las fincas de caña cuyos
    propietarios lo eran a la vez de los cultivos de plátano,
    a los que se vinculaban personas en calidad de agregados y
    jornaleros. Como se puede apreciar, eran estas actividades
    netamente agrícolas que aún conservan rastros de
    las relaciones señoriales y serviles de la Colonia. Al
    lado de la gran finca y de la gran propiedad, existe la
    pequeña parcela de subsistencia que, a pesar de todo, no
    está desvinculada del mercado, pero sí se debate en una
    desigual lucha contra el latifundio que va rompiendo la frontera
    agraria y consolidando su dominio.

    Durante el año 1918 se asiste a las
    últimas recogidas de algodón, aunque Javier Reales
    dice que ya acabado oficialmente, él recogió el
    "último poquito en 1940 y todavía conserva unos
    palos que ya no producen"**. De 1918 en adelante la
    producción de caña abarca todos los estamentos de
    la población; aglutina a la gran mayoría alrededor
    de las fincas; hasta los niños a
    edad temprana (12 años) se vincularon a la
    producción: había todo tipo de actividades dentro
    de las fincas de caña, era la división del trabajo
    que en muchas ocasiones por ser livianas las faenas no
    tenían remuneración. Esta era la situación
    laboral en la comunidad. De fuera vino mucha gente que se
    quedó, por eso es que José Pérez puntualiza:
    "En el pueblo no había vagos, desde pequeños se
    llevaban a los pelaos para las fincas a arrear bueyes con
    perreros"***.

    La agricultura tradicional, sobre todo la que ejerce la
    gran mayoría de la población, seguía pegada
    a la sombra del cultivo de caña y las personas fueron
    ubicándose socialmente de acuerdo a lo que cultivaban: el
    cultivo de caña y plátano en gran escala para los
    ricos y pudientes, el cultivo de algodón permanente para
    los pobres, combinado con los cultivos de yuca, maíz,
    ñame, para el consumo local.

    Según testimonio de la época, la
    ganadería apareció vinculada al cultivo de la
    caña, por la necesidad de los finqueros de ganado vacuno
    (bueyes) para tirar de las carretas cargadas de caña, y de
    los trapiches para molerla, hasta cuando los señores Villa
    (las estrategias que
    utilizaron para apropiarse de la tierra de los que llegaron
    antes, se puede comparar con la implementada por Marco Craso en
    la época de las revoluciones del sur de Italia, durante
    el siglo I antes de Cristo) trajeron los primeros trapiches con
    motores de
    A.C.P.M.

    En esta forma, los iniciados ganaderos fueron los
    dueños de fincas que ya tenían otro renglón
    económico para sentirse poderosos. Mientras que algunos
    pocos se hacían más ricos, la gran mayoría
    se iba empobreciendo, y la tierra que antes no tenía
    división (lo que facilitaba a la gente su ubicación
    en cualquier parte), ahora presentaba el sello de propiedad legal
    de aquellos que la adquirieron mediante las formas anotadas
    antes. Los terratenientes explotaron simultáneamente los
    cultivos de plátano en gran escala, caña de
    azúcar combinada con una incipiente ganadería
    (alguna parte para la venta local y
    otra parte para el mercado de otros sitios) y a las personas que
    se colocaron en calidad de sus trabajadores.

    El período 1930-1940 mostró la
    economía de la comunidad centrada y dependiente,
    fundamentalmente de dos tipos de cultivo, en su orden: la
    caña y el plátano. Este último poco a poco
    se incrementaba a medida que los pequeños propietarios
    cultivadores de algodón, decidieron abandonarlo y se
    dedicaron a sembrar plátano, de tal forma que la parcela
    de subsistencia fue quedando en un segundo plano sin que perdiera
    su importancia.

    El planteamiento de Karl Marx con
    relación a que la agricultura, al igual que la industria, se
    hallaba dominada por el régimen capitalista de
    producción, o sea, explotada por inversionistas que se
    distinguían de los otros por el elemento de que es objeto
    la utilización de su capital, sobre el cual recae el
    esfuerzo del asalariado y que el dinero pone
    en acción,
    estaba dando a entender que en el mismo momento que la tierra se
    destina para la producción con fines diferentes al de la
    explotación campesina clásica, se está
    pasando a una forma distinta de trabajo, no importa que ella
    lleve en su interior algunos elementos de la anterior, han sido
    validados por la experiencia que se dio en el Departamento del
    Atlántico, sobre el particular.

    En este caso, el capitalista disfrazado de campesino
    cambió el valor de uso de la tierra por el valor
    comercial; cambió la modalidad de los días
    prestados por el pago de jornal, bajo sus condiciones. Puso a
    producir la tierra que acababa de adquirir para un "beneficio
    general de la comunidad" que llevaba oculto un beneficio
    particular. Y en la medida que fue adquiriendo más tierra,
    se fue apoderando del destino de la comunidad y del de sus
    habitantes, convirtiéndola en algo así como su
    finca y a los residentes en sus siervos. De este tipo servil de
    relaciones hasta hace dos décadas se fue soltando la
    comunidad, y eso ocurrió cuando las fuerzas productivas
    aumentaron y comenzaron a emerger con fortaleza e
    interdependencia las antiguas formas de ocupación, con el
    dolor de quienes las querían sostener como algo absoluto,
    es decir, cuando surgieron del interior de las relaciones de
    iniquidad, nuevas ocupaciones, nuevos oficios, alternativas
    diferentes de marcar las diferencias o ampliar los horizontes del
    dominio.

    A partir de 1940 la producción agrícola
    aumentó en comparación con años anteriores,
    de tal forma que el consumo local era poco con relación a
    lo que se producía. El excedente de la producción
    fue considerable y para evitar su deterioro, se llevaba a los
    centros de consumo con mejor plaza para la venta: Barranquilla,
    Cartagena.

    Esta producción se sacaba a lomo de animales hasta
    las carreteras que conducían hacia los centros en
    mención, ante la inexistencia de vías carreteables
    en Santa Cruz. Lo importante de este excedente está
    sintetizado en dos aspectos: por un lado, proporcionó un
    ingreso a los pequeños productores que se tradujo en la
    obtención de artículos procesados y por otro lado,
    vinculó a un grupo de personas ?que no siendo de la
    comunidad- quienes se beneficiaron con una actividad que
    surgió del interior de la necesidad de mano de
    obra.

    Al desaparecer el cultivo del algodón como ya se
    había anotado, las tierras que antes se utilizaron para la
    siembra, fueron "preparadas para las rozas de maíz, yuca,
    ñame (tierras de lomas), cedidas por los propietarios a
    los que no la poseían, bajo la condición de
    entregarlas sembradas en pasto, es lo que se conoce como el
    terraje, modalidad que estuvo vigente hasta hace unos dos o tres
    años", según lo expresado por Cayetano
    Jiménez*, en los diálogos sostenidos con
    uno de los Grupos Focales conformados.

    Se había anotado además, que el excedente
    en la producción se venía dando desde cuando la
    parcela familiar constituía la unidad económica
    fundamental, pero que este excedente se utilizaba para el
    intercambio o trueque. De 1930 en adelante el aumento de la
    producción fue notable lo que originó que para 1940
    se hiciese necesario abrir "trochas" que facilitaran el acceso de
    los carros de carga al pueblo y transportar la producción
    hacia los centros de consumo, sobre todo en verano, ya que en el
    invierno se hacía difícil por lo pesado del
    terreno. Entonces se tenía que sacar hasta la carretera
    central, actualmente La Cordialidad, en lomo de animales.
    Aparejado al aumento de la producción agrícola, en
    la que de todas formas participó la clase terrateniente
    local, impulsándola con su inversión, surgió la actividad del
    bultaje. Más tarde, cuando la producción se fue
    ensanchando, surgieron los acaparadores, compradores de la
    mercancía agrícola (hoy son los llamados
    negociantes).

    En una secuencia dialéctica, es decir, con causas
    particulares fueron naciendo las demás actividades que
    giraron (actualmente giran) en torno a la compra
    venta de la producción agrícola; dicho mejor, de la
    circulación de la mercancía. Los individuos que se
    dedicaron a estas actividades, de alguna manera fueron sus
    explotadores recíprocos, alentados por el capital que las
    impulsó como una necesidad de sus intenciones en la que el
    campesino productor sólo tenía participación
    en dos momentos: en la producción de la materia prima y en
    su venta. Después no sabía de las direcciones que
    tomaba la mercancía por él producida hasta cuando
    nuevamente retornaba a sus manos procesada, excesivamente
    costosa, desconocida hasta los límites del rechazo o la
    resignación de no acceder a ella.

    Así, a partir de 1960 es cuando el bultaje
    adquiere su real dimensión como actividad remunerada, a
    pesar de que ya existía en estado embrionario a finales
    del siglo XIX no sólo en la comunidad de Santa Cruz, sino
    en las comunidades vecinas y las del resto del departamento con
    facilidades de transporte: Los Penales, Sabanalarga, Baranoa,
    Galapa, Luruaco, Arroyo de Piedra, Santa Catalina (todas ellas
    sobre la carretera La Cordialidad). Aquellas personas que
    ayudaban a cargar los bultos de algodón, los bultos de
    panela, cuando éstos eran los productos generados por los
    cultivos predominantes, aunque no fueron considerados como
    practicantes de una actividad fija, eran utilizados para esta
    faena. Hasta antes de que entrara el primer vehículo para
    transportar carga, esta faena era compartida entre hombres y
    animales, pero la historia no registra el que se les halla
    llamado bulteros o ayudantes: eran los mismos jornaleros cuya
    actividad concluía con este oficio. La actividad de
    bultero se fue despegando de la jornada agrícola a medida
    que la producción aumentó y la mayoría de
    jornaleros libres (hombres que trabajaban exclusivamente como
    tales) se vincularon a ella en calidad de "enganchados" para
    cargar los carros.

    4. ORIGEN Y
    DINÁMICA DE OFICIOS Y GRUPOS SOCIOECONÓMICOS.
    ABRIENDO NUEVOS SENDEROS

    La expresión sistematizada desde la
    interpretación de los integrantes del colectivo Memoria de
    Ancianos sobre la existencia de tierras libres para cultivar por
    doquier, representa una etapa en los antiguos pueblos, desde los
    inicios de la humanidad consciente, es decir, desde cuando el
    hombre asumió su papel como generador de
    trabajo.

    Al respecto, Héctor Polanco Díaz reconoce
    la acertada interpretación de Karl Marx quien
    planteó lo siguiente: "La forma de la libre propiedad
    parcelaria de campesinos que cultivan la tierra por su cuenta,
    como forma predominante, normal, constituía la base
    económica de la sociedad en los mejores tiempos de la
    antigüedad y la encontramos también entre los pueblos
    modernos como una de las formas que surgen al disolver el
    régimen feudal de propiedad de la tierra" (1980,
    79).

    Tal situación se pudo evidenciar al hacer
    referencia a la existencia de la economía de las parcelas
    o la producción de subsistencia y la producción de
    las Haciendas. Lo importante por ahora es destacar el nexo
    constante de la formación campesina con otras formas, una
    de ellas que actúa como dominante en una formación
    social (es decir, tomando como generalidad la comunidad), y
    presentar las consecuencias más importantes de esta
    ligazón que facilitaría la comprensión del
    aparecimiento de las actividades y la relación que guardan
    entre sí.

    La forma campesina asume papeles secundarios en todas
    las formaciones sociales, aunque en algunas históricamente
    quizás se puede encontrar que lo campesino jugó un
    papel importante, primordial, pero que al hacer la
    generalización en cada una de ellas, como dice Polanco,
    "el sector campesino asume económicamente un papel
    subordinado, el modo de producción campesino, pues es un
    modo de producción secundario y subordinado" (82). En la
    comunidad de Santa Cruz al igual que en otras comunidades del
    departamento del Atlántico, el nexo orgánico de la
    forma campesina con la sociedad global se establece a
    través de unas relaciones de explotación que es su
    característica.

    En efecto, el nexo implica unas relaciones de
    explotación manifiestas en los términos de
    intercambio económico que se produce entre la forma
    campesina y la sociedad global, es decir, en la transferencia
    constante de excedentes que tienen lugar de la forma campesina
    hacia la sociedad.

    Al partir del papel importante que la forma campesina ha
    podido jugar históricamente, se puede ubicar la comunidad
    de Santa Cruz dentro de un sistema predominantemente campesino en
    sus inicios, en el cual las actividades eran netamente
    agrícolas, con poca división y remuneración
    del trabajo. Con el inicio de la comercialización del
    excedente de los productos del agro ?mejor dicho, intercambio-
    producidos en alguna roza*, por los producidos en
    otra, se estaban dando las bases a una modalidad que
    después se hizo comercial. En otros términos, un
    intercambio económico que se inició a medida que la
    población fue creciendo; dinamizado el proceso por los
    flujos migratorios, que introdujeron en forma simultánea
    una fuerte natalidad (algunos migrantes contaron con el favor de
    ser preferidos) alrededor de las primeras décadas del
    siglo XX*. El intercambio comenzó siendo local
    y con fines de abastecimiento, después se hizo con otras
    comunidades con propósitos comerciales, hasta que
    aparecieron los intermediarios de la producción, los que
    actualmente son conocidos como negociantes.

    El negociante actual es una especie de émulo del
    que al principio cambiaba una producción por otra, o un
    artículo por otro. En la medida que las relaciones de
    intercambio fueron avanzando, es decir, fueron más
    abiertas, éstas se hicieron de tipo comercial.
    Surgió la compraventa de productos agrícolas y
    desde luego, nuevas relaciones entre actividades que sería
    interesante estudiar con más detalle y
    profundidad.

    De acuerdo con las afirmaciones de Marx (1972, 43),
    históricamente las actividades estaban adscritas a la
    economía campesina, a la producción de
    subsistencia, al trabajo de la familia sin
    que existiese una división más que la elemental,
    por edad o sexo que
    pudiera determinar la presencia de una comercialización de
    excedentes y estas actividades eran por su forma natural funciones
    sociales, ya que estaban institucionalizadas en la familia, en
    cuyo seno reinaba una división propia y elemental del
    trabajo, ni más ni menos que en la producción de
    mercancías.

    A pesar del gasto individual de las fuerzas de trabajo,
    graduada por la duración o por el tiempo empleado en
    determinada actividad, éste reviste la forma lógica
    de un trabajo determinado socialmente, ya que estas fuerzas
    individuales actúan de por sí sólo como
    órganos de la fuerza colectiva de la familia. En las
    comunidades fundamentadas en la agricultura, la forma de "los
    días prestados" es un claro ejemplo del carácter del trabajo tratado no como
    mercancía, sino como un intercambio de valor de uso, cuya
    contraprestación equivale al pago de un día de
    trabajo asistido.

    La figura simbólica de contraprestación a
    los días prestados no fue exclusiva de las comunidades en
    la Costa Norte de Colombia. En el Oriente del país el
    equivalente a la modalidad citada estaba representado (aún
    lo está) por el convite, una estrategia de
    compromisos conscientes de apoyo laboral entre campesinos vecinos
    que se ponían de acuerdo para limpiar o recoger
    maíz en la roza del uno hoy, en la del otro mañana
    y así sucesivamente hasta culminar en la
    satisfacción de todos los comprometidos. Hoy se le
    podría denominar trabajo comunitario en un medio urbano,
    cuya extensión ha tocado al ámbito
    cuasi-rural.

    Bajo esta modalidad, de acuerdo con la
    interpretación del Grupo Focal conformado por los
    agricultores y campesinos cuyos nombres aparecen en el Cuadro 1,
    se erigieron las primeras organizaciones en
    Santa Cruz para el trabajo, y después para todas las
    actividades, bajo la forma de ayuda mutua*. Esta
    modalidad fue desapareciendo a medida que la propiedad parcelaria
    de los campesinos se vino a menos, estableciéndose la
    propiedad individual sobre la tierra en manos de unos pocos que
    la comenzaron a usufructuar, dándole ya no valor de uso
    sino el comercial.

    La propiedad comercial e individual también
    dinamizó y estableció el pago del jornal, del
    día de trabajo, que hicieron añicos todas las
    relaciones de ayuda mutua, hasta tal punto que la tierra fue
    depositaria de un poder hechizante, al cual se refirió en
    una entrevista
    Manuel Yaya, un campesino de origen indígena, nacido y
    residente en la comunidad de Sibarco (Baranoa, centro del
    departamento del Atlántico). La tierra se tornó
    codiciada y generó enfrentamientos en Santa Cruz como el
    de 1973, cuyos recuerdos aún perduran entre quienes fueron
    sus protagonistas y víctimas.

    La agricultura en los inicios de la comunidad de Santa
    Cruz fue de subsistencia: abastecimiento del consumo local de
    acuerdo a la población existente. El intercambio del
    excedente con otras comunidades con fines de consumo propuso las
    bases incipientes del comercio con fines
    económicos.

    Con la introducción del cultivo del algodón
    permanente (a principios del Siglo XX) a través de una
    cooperativa
    con sede en Cartagena, producido bajo la forma establecida por la
    unidad familiar, se inicia la primera forma de adquisición
    de divisas, pero la
    responsabilidad limitada de la unidad familiar, no
    permitió la generación de empleo,
    asignándosele la categoría de poco rentable por las
    bajas aspiraciones económicas de la unidad, aunque, al
    campesino, este ingreso le reportara cierta y relativa utilidad. Ello es
    evidente en las respuestas de los integrantes de los colectivos
    grupales que han convenido en que esta fue una época de
    oro.

    El cultivo del algodón no fue una necesidad
    exclusiva de la economía de Santa Cruz, fue más
    bien una necesidad exterior motivada por la demanda de procesos de
    industrialización en el país, bajo la presión
    del capital extranjero que necesitaba materia prima
    semiprocesada. En conclusión, no fue rentable el cultivo
    ya que se hacia en las peores tierras y con técnicas
    demasiado rústicas.

    Por el contrario, el cultivo de la caña que se
    había iniciado poco después como una necesidad del
    capital para su circulación y poner a producir las tierras
    adquiridas bajo las modalidades ya establecidas anteriormente al
    tener como incentivo o estímulo económico, la
    remuneración del trabajo, condicionó a que los ya
    desvinculados de la propiedad sobre la tierra se colocaron como
    jornaleros asalariados unos, como agregados los que eran
    trabajadores permanentes de las fincas de caña o
    cuidadores de las fincas de plátano o de ganado, cuyo
    trabajo era pagado en dinero o en
    especie o se les daba la oportunidad de sembrar en una
    pequeña porción de tierra para su subsistencia
    familiar, para no correr con el riesgo de una competencia
    interna. La división del trabajo al interior de una
    actividad como la siembra de caña, si adquirió las
    proporciones de relaciones capitalistas en el campo, puesto que
    las fuerzas individuales del trabajo ya no estaban reguladas por
    la fuerza colectiva de la unidad familiar y porque ya no se
    trataba de una actividad al interior del modo de
    producción campesino. Estas actividades fueron: trapicheo,
    cortador, arreador, aguatero, emburrador, tractorista.

    Aunque las relaciones de trabajo, las formas de
    contratación de la mano de obra conservaron
    ?todavía conservan- resagos de las formas anteriores y los
    agricultores se disfrazaron de campesinos es clara y manifiesta
    la presencia omnipotente del capital que fue imponiéndose
    a las relaciones de la economía campesina, sin que las
    hiciera desaparecer definitivamente.

    En tales condiciones se produjo una lucha
    socioeconómica entre la producción campesina
    (cultivo de algodón y pequeña producción
    para el consumo: yuca, maíz, ñame,
    etcétera.) y la producción capitalista (cultivo de
    caña, cultivo de plátano, ganadería), no
    como competencia para el dominio por parte de la primera, sino
    como posibilidad de subsistir al interior de la que dominaba.
    Para el año 1918, los cultivos de caña y
    plátano son los que predominaban en el panorama
    económico de la comunidad, privilegio exclusivo de
    terratenientes que, comparado con los cultivos de algodón,
    plátano, yuca, maíz, ñame, etcétera.,
    de los pequeños agricultores, evidenciaba el papel
    secundario de la producción campesina.

    Hasta aquí son tres los elementos que
    constituyeron de base para el aparecimiento de las actividades
    que hasta ahora se han señalado. A medida que fue
    desapareciendo el cultivo del algodón a expensas de la
    consolidación del dominio de la caña y los grandes
    cultivos de plátano para la venta exterior, y la
    ganadería, los campesinos fueron bajando de las lomas en
    busca de mejores tierras para otro tipo de cultivos que les diera
    resultados económicos. Como quiera que las tierras bajas
    estaban ocupadas por los cultivos de caña y
    plátano, algunos campesinos se convirtieron en jornaleros
    de las fincas ?de caña o plátano- a la vez que
    trataban de mantener en asistencia su roza; otros se dedicaron a
    ser única y exclusivamente jornaleros.

    Con la disminución posterior de la
    producción de caña, algunas extensiones de tierra
    fueron quedando inactivas o destinadas a la improductividad. De
    estas tierras, un 30% sin actividad fue cedida a campesinos para
    que hicieran cultivos rápidos como yuca, ñame,
    maíz, etcétera, con la condición de
    entregarla sembrada en pasto; otra parte en calidad de
    aparcería, llamada también "en condueño",
    con la condición de repartir la cosecha, dándole un
    gran impulso a la agricultura, sobre todo a la siembra de
    plátano y yuca, debido a la fuerte inversión del
    capital. En esta forma, el capitalista terrateniente
    también hizo recaer la fuerza de su dinero en algo que
    hasta ahora parecía trabajo de campesinos.

    Bajo el auspicio del estímulo del capital
    surgieron nuevas actividades y la comunidad fue estableciendo
    nuevos tipos de comercialización, a la vez que la
    agricultura toma un auge considerable. La producción fue
    vinculando a otras personas en forma indirecta a participar en
    ella, de tal forma que de su esplendor fueron surgiendo otras
    actividades que se convirtieron en formas de obtener ingresos por
    parte de los que a ellas se dedicaron.

    Pero también se ha de decir que el
    estímulo del capital fue creando obreros libres, es decir,
    carentes totalmente de propiedad que no fuera su fuerza de
    trabajo, que se inició con el despojo de propiedades,
    luego con el condicionamiento de los sitios de trabajo, hasta
    llegar a incidir en los instrumentos y medios de
    producción, una especie de imposición de las
    condiciones objetivas de la ocupación; de la tierra y de
    la mano de obra campesina. Entonces el campesino y el agricultor
    en condiciones de pobreza fue
    lanzado hacia otras esferas de explotación, es decir,
    convertido en obrero libre.

    Los tipos de relaciones bajo las cuales la tierra fue
    pasando de unas manos a otras, ha permitido trazar un esquema
    histórico sobre la renta del suelo, hasta
    llegar a los momentos actuales, los de la explotación
    capitalista de la tierra, a la cual hizo referencia Marx en sus
    trabajos sobre la génesis de la renta capitalista del
    suelo, basado en las características más generales
    de la evolución de la renta en Europa.
    Según el esquema aludido, la manifestación
    más primitiva de la renta es la que se da en trabajo; le
    sigue la renta en producto, que surge de la primera y
    después la renta en dinero, sin que se quiera decir que
    este proceso ha de encontrarse en cualquier circunstancia o
    situación histórica, sino que éste
    dependerá y estará condicionado por las
    particulares condiciones históricas en que se
    desenvuelva.

    En la primera mitad del siglo XX (1950), la agricultura
    en Santa Cruz se acogió a un ritmo acelerado en su
    crecimiento, impulsada por el dinamismo de
    comercialización de los productos agrícolas en los
    centros urbanos de tal forma que el comercio adquirió una
    dinámica que obligó a reemplazar el transporte de
    tracción animal por el motorizado. Esta necesidad
    condicionó la apertura de caminos carreteables para el
    paso de vehículos.

    Las ocupaciones se diversificaron al quedar
    prácticamente sin uso la ayuda mutua: la construcción de vivienda adquiere un
    carácter remunerativo; el cercado de terrenos con alambre
    de púas, es trabajo pago y generó cierta
    especialización en el oficio; la construcción o
    apertura de canales de riego o pozas artificiales para abrevadero
    de animales, ya no fue función de
    los días prestados. Con la llegada de los vehículos
    para transportar la carga, la actividad del bultaje adquiere sus
    características definidas al interdependizarse de la faena
    agrícola.

    Fue tal el papel que asumió como actividad que
    hoy día conforma uno de los oficios que se mantiene activo
    durante el transcurso de todo el año, y en el cual se
    vislumbra un potencial humano que podría dar iniciativa a
    una cualificación en cuanto a organización. Pero la inestabilidad de las
    actividades cuyas características se estudiarán en
    otro aparte, ha sido el factor negativo para su
    organización, oscilamiento de los que a ellas se dedican,
    como causa directa de la situación actual de la
    agricultura.

    5.
    SITUACIÓN SOCIOECONÓMICA EN LOS OFICIOS Y
    ACTIVIDADES. SU POSICIÓN FRENTE A LA
    PRODUCCIÓN

    En una comunidad ya conformada, aunque no definida en
    cuanto a su formación social por la convergencia de
    relaciones que tratan de adaptarse e imponerse unas y/o de
    conservarse otras, aparentemente se manifiesta un estado
    socio-económico general que dependerá de la
    situación agrícola del momento. Una posible
    claridad queda en su mayor parte cubierta por las respuestas de
    la mayoría de personas que vivieron épocas
    históricas pasadas de la comunidad como "mejores que
    ahora".

    Pero dentro de la respuesta "antes se vivía mejor
    que ahora", se esconde la falta de identificación de las
    verdaderas intenciones de los que actuaban "de buena fe", y en
    beneficio de la comunidad, que es lo que se manifiesta ahora en
    estos tiempos difíciles. En todo caso, no es la
    intención esconder, que si bien es cierto, se pudo gozar
    de una buena situación, ésta estaba oculta por lo
    que posteriormente llamó la atención a todos los
    miembros de la comunidad.

    Romualdo Franco, campesino de muchas jornadas de agro
    dice: "De pronto nos encontramos que antes las tierras las
    cogía uno sin pedirlas a nadie, pero ahora tiene que
    mendigarse el pedacito para hacer la roza"*. Esta
    argumentación ha sido validada por el

    grupo y ella es punto de partida para caracterizar en el
    departamento del Atlántico y en la comunidad de Santa Cruz
    dos etapas históricas. La primera netamente de tipo
    campesino como lo predominante ?para no dejar por fuera algunos
    aspectos que están en formación dentro de esta
    forma campesina -, con una participación considerable de
    la mayoría de los integrantes en la producción. Con
    poca o ninguna división del trabajo diferente a la
    natural. La otra, la que se gestó al interior de la
    economía campesina como la dominante, que se
    articuló con ella y sirvió a la vez de
    vehículo para la integración de las demás instancias
    a las cuales se condicionaron sus características,
    haciéndolas dependientes, pero que no logró
    derrumbar. Es la de los momentos actuales, la que caracteriza y a
    la vez define la participación de las personas de acuerdo
    a la actividad que ejecutan y también establece su
    situación económica, social, política,
    cultural, etcétera.

    Al volver al análisis de los grupos
    socioeconómicos actuales, se ha de estar alertas a no
    juzgar su condición o situación económica de
    acuerdo a su posición o participación en la
    producción. La participación va a estar dirigida en
    varias direcciones, que van determinando su situación
    económica. Ante tales circunstancias es de suma
    importancia la propuesta de caracterizar los grupos existentes en
    la comunidad de Santa Cruz, ligados a la actividad que cada uno
    realiza, la forma como la ejecuta y alguna aproximación a
    la interpretación que han hecho éstos de su
    participación en la vida comunitaria.

    El Cuadro que a continuación se muestra
    está elaborado sobre la base de la ocupación de los
    grupos existentes, enfatizando en las diferentes direcciones que
    genera su participación*. Al momento de
    recolectar la información existía un debate en la
    comunidad de Santa Cruz, al interior de los grupos productivos y
    las diferentes ocupaciones que realizaban, relacionada con la
    posibilidad de constituir una cooperativa que se encargara de
    comercializar los productos de la agricultura: todos eran
    agricultores campesinos.

    Similar situación también se pudo
    evidenciar en otros lugares del departamento del
    Atlántico, a los cuales por extensión de la
    ocupación de los bulteros, se dirigió la
    intención y la atención de este estudio.

    Cuadro 1. Participación de los grupos de
    acuerdo a las ocupaciones.

     

    GRUPOS

    ACTIVIDAD
    FUNDAMENTAL

    PARTIC

    %.

    TOTAL

    %

    IMPLEMENTOS
    E INVERSIÓN

    Campesinos

    Agricultura

    22.32

    22.32

    Trabajo rústico. Unidad
    Familiar

    Propietarios de carros
    para transporte

    Agricultura

    3.57

    8.04

    Capital. Contrato mano de obra

    Capital. Contrato mano de
    obra

    Transporte de carga

    4.47

    Terratenientes

    Agricultura.
    Ganadería

    4.47

    4.47

    Capital. Contrato mano de
    obra

    Jornaleros
    libres

    Cualquiera del agro

    22.32

    22.32

    Fuerza de trabajo por
    salario

    Bulteros

    Trabajo en carros

    8.93

    24.10

    Fuerza de trabajo por
    salario

    Pequeña producción
    familiar

    Agricultura

    13.93

    Albañilería

    1.24

    9.28

    Fuerza de trabajo por
    salario

    Choferes

    Trabajo en los
    camiones

    8.04

    Albañiles

    Construcción

    1.78

    6.25

    Contrato

    Producción
    familiar

    Agricultura

    4.47

    Corraleros

    En las haciendas.
    Ganadería.

    4.46

    4.46

    Trabajo por salario

    TOTALES

    100.00

    100.00

     

    FUENTE: Encuestas a
    una muestra intencional de trabajadores en Santa Cruz,
    Atlántico. Mayo ? Junio 1982.

    El porcentaje de la participación de los choferes
    está referido a los que trabajan en los carros dedicados
    al transporte de carga para los centros de consumo, no obstante
    haber tomado la muestra del universo de estos
    trabajadores, es decir, incluidos quienes cubren la ruta Santa
    Cruz- Barranquilla con el transporte de pasajeros y carga
    generada por la agricultura.

    Al observar los porcentajes registrados por
    participación, aparentemente ésta debería
    indicar una mejor posición económica tanto para
    campesinos, como para jornaleros libres y bulteros. No
    está demás decir que la simple observación de los datos
    podría conducir a errores, pero la forma en que se tiene
    participación en la producción es la que establece
    claridad del por qué una mínima
    participación produce más ganancia, mejor
    situación económica. Mientras que la agricultura
    tradicional ?la de la unidad familiar- es practicada en forma
    rudimentaria y en las tierras de lomas o laderas aunque vinculada
    al mercado, está bien lejos de competir con la agricultura
    comercial ?sin que se haga la separación entre dos tipos
    de agricultura -; ésta última tiene la ventaja del
    capital que se invierte y que por lo tanto suelta un poco las
    amarras de las relaciones en el campo. Jesús Antonio
    Bejarano, economista colombiano, en su ponencia sobre
    Contribución al debate sobre el problema agrario
    presentada en el Primer Seminario
    Nacional de Desarrollo Rural en 1976, anotaba al respecto de esta
    desigualdad competitiva lo siguiente: "Lo que cabría
    preguntar ?y este es el problema que nos parece esencial- es
    cómo ante estas condiciones, la agricultura tradicional
    puede subsistir al lado de la gran explotación capitalista
    porque, ante el notable avance de la agricultura comercial, el
    subsector tradicional resiste a la descomposición a
    despecho de su evidente desventaja; cuáles son, en fin,
    los factores que bloquean la penetración de la agricultura
    comercial en el área de especialización de la
    agricultura tradicional" (1977, 81).

    Bejarano responde por lo que ya Kausky había
    indicado como una respuesta en donde la persistencia de la
    pequeña explotación no estaría dada por su
    capacidad para sostener la competencia a la gran
    explotación, sino por el contrario, cesa de hacer la
    competencia y de tener importancia como vendedora de productos
    que la grande produce al lado de ella. Estos es, la
    pequeña explotación ya no vende cuando se
    desarrolla a su lado la gran explotación capitalista, se
    convierte de vendedora en compradora del excedente de los
    productos de la gran explotación y la mercancía que
    ella produce en exceso es precisamente el medio de
    producción que necesita la gran explotación: la
    fuerza de trabajo.

    El citado Bejarano retoma textualmente los siguientes
    planteamientos de Kausky: "En esta forma, ambas explotaciones no
    se excluyen en la agricultura, sino que conviven como el
    capitalista y el proletario, aunque el pequeño campesino
    adquiera cada vez más el carácter de este
    último" (82). Para el autor que se viene referenciando
    esto es una parte del problema y seguramente la menor, lo
    más importante es quizás la integración de
    los pequeños agricultores minifundistas al mercado de
    productos, que es lo que garantiza la supervivencia de la
    agricultura tradicional. Luego esta especie de supervivencia es
    contribuyente en una participación directa mayoritaria en
    el proceso productivo con una baja participación
    económica de los beneficios que es lo que le da el
    carácter de no competitiva, ante la poca
    participación de capital que no alcanza sino para utilizar
    una técnica rudimentaria.

    Aún más, aquí se encuentran las
    fuentes para el oscilamiento de las actividades que de la
    agricultura dependen, destacando que éstas no fungen ser
    condicionadas o determinadas por la existencia de una agricultura
    comercial, más bien, son generadas por la
    articulación de estos dos tipos de agricultura que en la
    comunidad se dan.

    Al incluir en el análisis la participación
    del grupo de bulteros en la circulación de los productos
    agrícolas frente a sus ingresos económicos
    referidos a un año se observa que a mayor
    participación, menor ingreso económico. Mientras
    que la participación del grupo en la totalidad es de
    22.32% (una participación individual de 0.89%) sus
    ingresos individuales están en un porcentaje de 0.01%. Si
    esto ocurre para un grupo que tiene una sobresaliente
    participación, es necesario explicar el por qué del
    fenómeno.

    Ahora bien, al revisar la participación del grupo
    de los propietarios de carros, por ejemplo, aunque éste es
    minoritario con relación al anterior, sus ingresos
    económicos están por encima en términos de
    porcentaje a su participación (ver Cuadro 1), pero si se
    persiste en una observación a otros grupos mayoritarios en
    participación, los bulteros, por ejemplo, ésta
    tiene la característica de ser también doble. La
    razón de esta situación está en la
    inversión de cada grupo, los medios de que dispone para la
    participación en el proceso.

    En todo caso, si la participación es
    mínima en el proceso, y se dispone de bajos elementos para
    vincularse en él, la situación económica es
    baja y si a esto se agrega una sola dirección en la participación (el
    grupo de los corraleros), las condiciones económicas y la
    calidad de
    vida van en deterioro cada vez más. Para el caso
    específico de los bulteros, no sólo de Santa Cruz,
    sino del departamento del Atlántico, el retiro de la
    actividad como bien lo había dicho un trabajador del grupo
    con más de 20 años de servicio
    ininterrumpido, "es doloroso porque uno siente que sale con las
    manos vacías, enfermo y sin quien responda: sin mucha
    oportunidad de volver a ser agricultor, ya que las fuerzas no
    alcanzan. Al igual que a mí y mis compañeros en el
    pueblo, también le ocurre a los de Luruaco,
    Repelón, Sabanalarga, con quienes hemos hablado a ver si
    nos organizamos para vivir mejor"*.

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    Historia Social y de la Cultura No. 10. Bogotá:
    1982.

     

    Por:

    Rosario Joaquín Reales Vega

    Sociólogo colombiano residente en
    Barranquilla.

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