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Las Competencias Comunicativas. De la puesta en escena a la puesta en esencia



    1. Formación por
      competencias
    2. Las competencias en
      comunicación
    3. Las competencias
      comunicativas
    4. Algunas ideas
      no-finales

    "La
    comunicación se convierte entonces en mecanismo de
    selección: solamente aquellos y
    aquellas que contacten podrán
    sobrevivir"

    "La escritura,
    como retoño formalizado del dibujo, y la
    comunicación vocal verbalizada, han sido,
    desde luego, perfeccionadas como nuestro medio principal de
    transmitir y registrar información, pero han sido también
    utilizadas, en enorme escala, como
    vehículos de exploración estética. La intrincada
    transformación de los gruñidos y chillidos
    ancestrales en complejas y simbólicas palabras nos ha
    permitido ‘jugar’ con las ideas y manipulas las
    series de vocablos (primariamente instructivos) con nuevos
    fines de juego
    estético y experimental"

    "Las palabras son así,
    disimulan mucho, se van juntando unas con otras, parece como si
    no supieran a dónde quieren ir, y, de pronto, por culpa
    de dos o tres, o cuatro que salen de repente, simples en
    sí mismas, un pronombre personal, un
    adverbio, un verbo, un adjetivo, y ya tenemos ahí la
    conmoción ascendiendo irresistiblemente a la superficie
    de la piel y de
    los ojos, rompiendo la compostura de los sentimientos, a veces
    son los nervios que no pueden aguantar más, han
    soportado mucho, lo soportaron todo, era como si llevasen
    armadura, decimos…"

    Introducción

    El lenguaje es
    tal vez una de las más poderosas herramientas
    jamás creadas por el hombre.
    Desde su invención, podemos considerarnos como
    verdaderamente humanos. Antes de serlo, éramos, acaso, una
    más de las especies animales
    pobladoras del planeta. Sin embargo, cuando pudimos expresar a
    otros nuestras ideas, logramos varios avances fundamentales en la
    configuración de ese complejo entramado de saberes,
    prácticas, objetos y discursos que
    denominamos cultura.

    En primer lugar, el lenguaje
    dio los fundamentos para ponernos de acuerdo. De manera
    que pudimos fortalecernos como grupo en
    tareas estratégicas como la caza. Igualmente, el lenguaje
    nos posibilitó separarnos de los objetos para poder hablar
    de ellos. Esto no es un avance insignificante, todo lo contrario.
    Antes del lenguaje, cuando alguien se iba a referir a algo,
    necesitaba de la presencia de ese algo para poderlo
    referenciar.

    Esto ponía la condición adicional de que
    debía ser un objeto tangible, presencial, para poder
    hablar de él. Así, se necesitaban los animales para
    poder contarlos ante un posible intercambio. Cuando
    apareció el lenguaje, el hombre pudo
    hablar, además, de lo que no estaba presente en ese
    momento, con lo cual le dio paso, adicionalmente, a la
    posibilidad de hablar de un antes, un ahora y un
    después. Esto es lo que llamamos pasado,
    presente
    y futuro.

    Esta idea es central. Si se necesitara la presencia de
    los objetos para poder hablar de ellos, el hombre no hubiera
    llegado a la concepción de que había una historia. El pasado, ese
    conjunto de hechos y personas que no están en este momento
    pero que han realizado acciones
    antes, es una consecuencia de que inventáramos el
    lenguaje, gracias a la cual nos sentimos pertenecientes a una
    cadena de hechos históricos, a un pasado al cual le
    debemos la existencia como individuos y como grupo
    social.

    Igualmente, la sensación de un presente es
    posible sólo por la existencia del lenguaje. Humberto
    Maturana, un estudioso del lenguaje, afirma que el hombre es el
    único animal que tiene plena conciencia de que
    está vivo. El hombre es conciente de sí, puede dar
    cuenta de sus comportamientos, de su tiempo, de su
    día a día, además, sabe que va a
    morir.

    De otro lado, la posibilidad de pensar en lo que no
    está ahora pero va a estar, es también una de las
    características esenciales de la humanidad, esto es,
    pensar en el futuro, adelantársele a los hechos. Pensar en
    lo que no está presente, pero que podría estar. Sin
    esta percepción
    del futuro, el hombre no planearía, y no pensaría
    en un futuro mejor; no tendría la idea de que el
    pasado es un tiempo por construir, y para el cual debemos
    dar lo mejor de nuestros esfuerzos en el presente para asegurar
    nuestra existencia de individuos y de especie.

    Como vemos, la invención del lenguaje, ese
    sistema
    articulado de símbolos mediante el cual podemos
    intercambiar ideas y conceptos, no es un invento accesorio a la
    condición humana. Muy por el contrario, se trata de un
    invento medular sin el cual no habríamos construido eso
    que denominamos cultura, ni los sistemas
    educativos, que son los encargados de preparar a las personas
    para asumir la vida. Eso es la
    educación.

    El lenguaje también da cabida a la
    invención de herramientas conceptuales, o herramientas del
    conocimiento
    (sobre estas últimas trabajaremos a lo largo del semestre
    cuando intentemos construir un camino para reconocer una
    temática de nuestro interés
    profesional), mediante las cuales nos acercamos a diferentes
    objetos para dominaros. Eso se denomina conocimiento.

    El lenguaje ha permitido construir gran variedad de
    conocimientos, divididos y clasificados por el mismo hombre en
    áreas, para facilitar su comprensión. El objetivo de la
    educación
    básica secundaria es, precisamente, dotar a la persona de unos
    contenidos básicos, una enciclopedia mínima para
    entender el mundo en el que vive. Complementariamente, en la
    educación
    superior (conformada por los niveles técnico,
    tecnológico y profesional), al estudiante se le prepara en
    la adquisición de unas competencias para interpretar,
    analizar problemas con
    el fin de que prepare, diseñe, proponga, gestione,
    alternativas de solución. Cada carrera está
    dirigida a resolver problemas
    sociales. Para resolverlos el profesional habrá de
    investigarlos, comprenderlos, analizarlos, generar juicios frente
    a ellos, y proponer estrategias para
    intervenirlos.

    Cada materia de los
    planes de estudio está concebida para darle determinadas
    competencias a los estudiantes de cara a cumplir con su objetivo
    de formación profesional. Llegados a este punto parece
    necesario hablar de las competencias.

    1. Hay muchas acepciones de competencia. Las nociones del pensamiento popular nos hacen pensar en
      competencia como una pugna, una competición. De
      entrada conviene dejar a un lado esta acepción, porque
      cuando en la educación hablamos de competencia, no nos
      referimos en este sentido. Las competencias con un conjunto
      de conocimientos (saber), habilidades (saber hacer), y
      actitudes
      (querer hacer), relacionados con la forma como el profesional
      está preparado para resolver problemas de su entorno.
      Estos componentes tienen que ver con las facetas del ser
      humano: hacer, sentir y pensar.

      El saber, tiene que ver con los conceptos,
      definiciones, datos,
      procesos,
      y otros elementos intangibles referidos al
      conocimiento.

      Las áreas del conocimiento poseen
      fundamentos, teorías, escuelas, paradigmas, principios,
      leyes,
      conceptos, y otra gran cantidad de componentes que deben ser
      dominados por cada profesional. Un abogado, por ejemplo, debe
      conocer el principio de la justicia,
      debatido desde la antigüedad, así como la
      historia de las leyes y los sistemas de gobierno.
      Por su parte, los ingenieros deben acceder a una base de
      conocimientos relacionados con el lenguaje matemático,
      compuesto de fórmulas, teoremas, planteamientos y
      reflexiones teóricas indispensables para su desempeño. Todas las carreras necesitan
      este elemento. Sin embargo, se ha abusado de él, y
      durante años han preparado profesionales con muy
      buenos conocimientos teóricos, pero con deficiencias
      para aplicarlos en contextos reales.

      La habilidad se refiere al saber
      hacer
      , tiene relación con el dominio de
      herramientas, instrumentos, dispositivos y equipos necesarios
      para la actividad del profesional. Hablamos de herramientas
      tanto externas como internas en la persona. En el caso, por
      ejemplo de un ingeniero de sistemas, se necesitan habilidades
      para buscar información, para diagnosticar equipos,
      para crear programas,
      etcétera.

      Por su parte, un Odontólogo deberá
      demostrar habilidad en el manejo de instrumentos para el
      tratamiento oral, en la aplicación de diferentes
      aditamentos en la boca de sus pacientes, así como
      tacto en el trato con ellos. Visto desde la habilidad, el
      profesional se asemeja al artesano. Sus manos son el contacto
      con el mundo exterior. Mediante ellas, transforma el barro,
      lo moldea, y hace utensilios en porcelana. En una
      época donde la tecnología pareciera ocultarle el
      rostro a lo humano, bien vale la pena reivindicar la
      condición de artesano, que tienen los
      profesionales.

      Igualmente importante resulta el componente volitivo
      o actitudinal del profesional. Se necesita querer
      hacer las cosas
      . Un profesional con actitud es
      alguien que demuestra la actitud adecuada ante cada
      situación. Actitud al aprendizaje
      constante, al reaprender de los errores, a escuchar a los
      otros, actitud de dar siempre el mejor esfuerzo. Sin ese
      componente, los dos anteriores quedan en peligro, en
      latencia. Abundan las historias de profesionales
      hábiles y conocedores, pero incapaces de relacionarse
      con los demás, de reconocer sus propios errores, o de
      prestar servicios
      más allá de sus obligaciones contractuales. Durante muchos
      años, las universidades se han concentrado sólo
      en la parte técnica y teórica de los
      estudiantes en formación; han descuidado el elemento
      humano de todo profesional. El proyecto de
      vida, la ética,
      la estética, el
      conocimiento y reconocimiento de su entorno, la capacidad
      para interactuar con otros, de trabajar en equipo, de
      aprender constantemente, son, entre otras, situaciones y
      actitudes fundamentales descuidadas en las universidades
      colombianas. Sólo unos años atrás, se
      comenzó una reflexión sobre la formación
      universitaria, donde se concluyó, dadas las
      equivocaciones del pasado, que de nada sirve formar
      excelentes profesionales, si no se les reconoce antes como
      ciudadanos y como personas.

      Sólo cuando el saber, el saber hacer y el
      querer hacer se encuentran equilibrados, se puede esperar un
      profesional con un desarrollo
      satisfactorio en su pensar, hacer y sentir. Sólo
      cuando esto se dé se puede hablar de un profesional
      competente
      . De tal manera que no es competente quien
      domina a la perfección aparatos. O quien conoce todas
      teorías relacionadas con su área de
      formación. O quien tiene muchas ganas de aprender. No.
      Se necesitan los tres componentes. De lo contrario, hay
      desequilibrio. Veamos un ejemplo.

      Hablemos de un Diseñador Gráfico.
      Supongamos que él es muy hábil en el manejo de
      los programas de diseño (Corel Draw,
      Pagemaker, PhotoShop,
      Flash,
      Ilustrator, etcétera), y que demuestra excelente
      dominio de las técnicas de ilustración, corte de papeles,
      manipulación de materiales
      y demás. Alguien desprevenidamente, al ver todas las
      capacidades de este profesional podría pensar que es
      competente. Sin embargo, si dado el caso se le preguntara a
      este profesional algún elemento teórico
      (conocimientos), como qué gama de colores
      son más efectivas para realizar una
      señalización en un hogar de ancianos, y
      él no supiera responder, encontramos un desbalance
      entre la habilidad y el conocimiento. Un Diseñador no
      será competente sólo porque sea hábil.
      Si no posee un capital
      conceptual sólido, muchas de sus decisiones
      podrán ser desacertadas. Podrá realizar
      dibujos
      bonitos, pero inadecuados al objetivo de comunicación
      propuesto.

      Cambiemos un poco la situación. Sigamos
      suponiendo hábil a nuestro diseñador, y esta
      vez también concedámosle grandes capacidades
      conceptuales para tomar decisiones. Pero supongamos ahora que
      trabaja en una empresa
      donde no se siente reconocido por su trabajo, o
      que tiene problemas en su familia, o
      que en realidad el Diseño
      Gráfico no era su verdadera vocación. Es
      muy posible, en cualquiera de los tres (indeseables) casos,
      que nuestro Diseñador presente problemas de
      rendimiento en la empresa
      para la cual trabaja.

      En ninguno de los tres casos podríamos hablar
      de un Diseñador competente. Tan grave es no
      conocer, como no saber hacer, o como no
      querer hacer. Estanislao Zuleta, uno de los más
      lúcidos pensadores colombianos, decía que nadie
      nos puede obligar a creer o amar. Se nos puede obligar a
      cualquier cantidad de situaciones no deseadas por nosotros,
      ante las cuales reaccionaremos porque no tenemos más
      remedio. Pero nadie nos puede obligar a sentir, a amar o a
      creer en algo. He ahí la importancia del querer
      hacer
      .

      Ninguno de los tres elementos se basta a sí
      solo para conformar un profesional competente. No basta con
      simplemente saber si no se pueden resolver problemas reales
      con eso que se sabe. No basta con el saber hacer porque si no
      se tienen conocimientos se queda relegado a las posibilidades
      que da la mera herramienta. Así mismo, no basta con
      simplemente querer, si no se cuentan con las posibilidades de
      pensar lo que se quiere hacer y hacerlo.

      Resulta relevante indicar, finalmente, que el
      criterio último para definir el verdadero grado de
      competencia de un profesional es su capacidad real para
      transformar el entorno
      . En el caso, por ejemplo, de un
      Administrador
      de Empresas, es
      su desempeño y el impacto generado por su labor lo que
      realmente define si es o no competente. Pues seguramente en
      esa transformación que ha realizado sobre el entorno,
      habrá requerido elementos conceptuales,
      prácticos y actitudinales.

      Éstas son tan sólo algunas ideas,
      mínimas, sobre el asunto de las competencias. En
      realidad, son muchos los autores que han abordado el mismo
      tema. De igual manera, debe advertirse que las nuevas
      directrices del men apuntan a la formación y evaluación por competencias. Las
      pruebas
      ecaes, dirigidas a los profesionales, se basan precisamente
      en la evaluación por competencias. Evaluar por
      competencias supone un cambio
      respecto a la forma tradicional de evaluación, pues
      antes se promovía la evaluación de contenidos,
      en la cual se le hacían preguntas sin contexto a un
      estudiante, y se esperaba de él que repitiera lo mismo
      que le habían enseñado. Este tipo de pruebas
      evaluativos permitía que muchos estudiantes
      contestaran bien los exámenes, pero no fueran
      necesariamente buenos profesionales, es decir, fuera
      incapaces para resolver problemas reales.

    2. Formación
      por competencias

      El nombre de este curso plantea, de entrada, una
      promesa: competencias
      comunicativas. Esto supone la formación en esos
      conocimientos, habilidades y actitudes necesarios para ser
      competentes en la comunicación
      . En esta siguiente
      parte nos vamos a dedicar a desentrañar qué
      consecuencias puede tener esta suposición.

      Una reflexión previa: La comunicación
      en los seres humanos

      ¿Qué relación existe entre
      comunicación y lenguaje? Ésta es una de las
      preguntas de fondo para construir un marco de referencias
      compacto para hablar de la comunicación en los seres
      humanos. La comunicación es el proceso
      mediante el cual los seres humanos, gracias a ese conjunto de
      símbolos compartidos que es el lenguaje, puede
      compartir ideas, pensamientos y sentimientos con los de su
      especie. Sin ella, sería imposible cualquier actividad
      humana que implique la presencia de otro. El ser humano es
      social por naturaleza, necesita de otro para realizar sus
      propios proyectos por
      individuales o personales que éstos sean. De esta
      manera, la comunicación, en todos sus niveles
      (intrapersonal, interpersonal, grupal y masivo) hace parte
      fundamental de la vida humana.

      En los contextos sociales y del trabajo, la
      presencia de la comunicación es decisiva, por lo cual
      la CUR diseñó el curso de competencias
      comunicativas, en el que pretende dotar al estudiante de los
      conocimientos necesarios para reflexionar sobre el proceso
      comunicativo entre personas, así como las actitudes y
      habilidades necesarias para interactuar consigo mismo y con
      los demás.

    3. Las competencias en
      comunicación

      Como se ha dicho hasta ahora, la discusión
      sobre el concepto de
      competencias es amplia. Las siguientes ideas, aunque no
      pretenden ser definitivas, hacen parte de las reflexiones que
      los docentes
      del Grupo Texturas hemos realizado al respecto. En todo caso,
      se trata de reflexiones apenas iniciales, y mínimas
      frente a toda la literatura
      existente. La lista se construye a partir de los aportes de
      varios teóricos de la comunicación, así
      como de las observaciones personales de los docentes del
      Grupo. Todas ellas deberían hacer parte de un curso
      que tiene por nombre competencias comunicativas; no obstante,
      por cuestiones de tiempo no se alcanzan a desarrollar
      todas.

      Las competencias comunicativas son esas formas
      mediante las cuales las personas pueden establecer
      interacciones con otras personas y con su entorno, partiendo
      de un previo reconocimiento de su ser. Estas competencias se
      adquieren mediante la incursión de las personas en los
      ámbitos familiares, escolares, sociales e
      institucionales, y pueden ser mejoradas si, en primera
      instancia se reconoce su importancia, y, luego, si se entra
      en un proceso autocrítico de mejoramiento, basado en
      los tres componentes de la competencia: conocimientos,
      habilidades y actitudes. Estas competencias son: Lingüística,
      Paralingüística, Pragmática, Textual,
      Quinésica, Proxémica y Cronética.
      Vayamos ahora brevemente el interior de cada una.

      1. Se relaciona con la adquisición y
        desarrollo del lenguaje. Como se ha dicho antes (ver
        Introducción), éste es el sistema de
        símbolos articulados que permiten el entendimiento
        entre las personas, porque se respalda en una
        convención social previa. La importancia de esta
        competencia, va más allá incluso de lo que
        el mismo lenguaje nos permite decir. El pensamiento
        está determinado por el lenguaje: sólo
        podemos pensar aquello que nuestras palabras nos
        permiten. Si hacemos el ejercicio reflexivo de estar en
        silencio, constataremos que cada cosa pensada
        silenciosamente, está determinada por las palabras
        con las que contamos. Aunque los demás no sepan de
        nuestros pensamientos, ellos se dan mediante las
        posibilidades del lenguaje. Incluso, cuando tenemos
        sensaciones para las cuales no tenemos nombre o palabras
        asignadas, vemos cuán difícil es explicarle
        dichas sensaciones a otros, o incluso cuán
        complicado es concebirlas para nosotros
        mismos.

        Así que el lenguaje no es sólo
        lo dicho, sino lo pensado, y, sobre todo,
        lo por decir. Savater habla de un querer
        decir
        . Usa el ejemplo de un extranjero, quien nos
        habla en otro idioma, desconocido para nosotros; a pesar
        de eso, sabemos que por su condición de Ser
        Humano, comunicante y social, esa persona está
        queriendo decir algo
        , así no comprendamos con
        precisión de qué se trata. Cuando vemos a
        otros seres humanos hablar, sabemos que están
        queriendo decir algo, y ese querer decir nos
        identifica como seres humanos. Él mismo narra de
        la sensación experimentada por los seres humanos
        con el lenguaje: ser concientes de que hablamos en una
        lengua
        no inventada por nosotros, nos hace sentir que
        compartimos muchas cosas con ellos: la lengua no me la
        inventé yo. No se la inventó nadie. Ha sido
        el continuo conversar entre los hombres y las mujeres de
        la historia lo que ha creado idiomas, dialectos, jergas y
        argot.

        Una de las principales características
        del lenguaje, es su condición de sistema
        simbólico abierto: no tiene limitaciones para
        producir gran cantidad de mensajes. Si bien las letras
        del alfabeto constituyen un conjunto cerrado, delimitado,
        no lo son ni la creación de palabras, ni menos aun
        la posibilidad infinitamente abierta de producir mensajes
        con esas palabras. A diario podemos crear palabras para
        designar objetos, costumbres, sensaciones o situaciones
        novedosas para las cuales puede o no haber palabras
        asignadas por la cultura. Año tras año se
        hace indispensable renovar los diccionarios, ante el inevitable desuso de
        algunas, y la incorporación de muchas nuevas
        palabras. Sebastià Serrano entiende el lenguaje
        como un logaritmo, es decir como una posibilidad
        adquirida de poder entender muchos mensajes posibles, a
        partir de unos mínimos básicos, como son
        las letras, y las reglas sintácticas que
        especifican las condiciones para su uso.

        Tal es la contundencia de estas ideas, que
        autores como los mencionados Savater, Maturana, y
        muchísimos otros como Lyotard, Morin, Santo
        Tomás, San
        Agustín, por sólo mencionar algunos, no
        han dudado en afirmar que el lenguaje nos da el
        certificado de existencia como seres
        humanos.

      2. Competencia Lingüística

        La anterior competencia le da lugar y
        pertinencia a las siguientes tres. En el caso de la
        Paralingüística, se trata de un conjunto,
        podría decirse infinito, de elementos adicionales
        que acompañan al lenguaje (bien sea escrito u
        oral), y que ayudan a complementarlo
        . Veámoslo
        con un ejemplo: un mensaje como "me gustan las rosas", puede variar de diversas maneras
        según la entonación e intencionalidad que
        le dé una persona al decirlo. Esta misma frase
        puede ser dicha en varios tonos, como serio,
        regaño, seducción, indiferencia, pregunta,
        afirmación, etcétera. Siendo el mismo
        mensaje, diferentes énfasis le otorgan diferentes
        interpretaciones.

        Para el caso del lenguaje escrito, son los
        recursos gráficos los que determina
        posibilidades paralingüísticas de
        expresión. El manejo de los espacios en blanco,
        las márgenes, la diagramación, el uso de
        negrillas, cursivas, mayúsculas,
        posibilitan distintos matices a un mismo texto,
        pues aunque el contenido de éste sea el mismo, la
        manera como se distribuye, se adorna o se dispone el
        texto, influye decisivamente en la forma como éste
        es interpretado por parte del lector.

      3. Competencia
        Paralingüística

        Es el desarrollo de capacidades para
        convencer y persuadir a los demás
        . Nos
        comunicamos porque deseamos influir en las decisiones,
        opiniones, conocimientos, actitudes o preferencias de los
        otros. Siempre nuestra comunicación busca, como
        fin último, lograr algo de alguien. El escritor de
        un libro
        recurre a varias estrategias para hacernos creer su
        historia; el director de una película de cine,
        organiza de tal forma las escenas a fin de mostrarnos que
        su historia es verosímil; nuestro jefe nos habla
        de determinada manera para que nosotros obedezcamos sus
        órdenes; los adolescentes emplean ciertas estrategias
        para obtener ese permiso del papá o de la
        mamá sin el cual no podría salir con sus
        amigos; en la
        televisión, se nos muestran atractivos
        productos que los anunciantes esperan
        compremos; los periodistas nos muestran en
        periódicos y revistas cifras e imágenes para que creamos la
        información suministrada; los profesores nos
        explican paso a paso los pormenores de esa teoría, modelo, ecuación o concepto; en el
        metro, nos insisten permanentemente en una serie de
        comportamientos necesarios para un viaje seguro
        y agradable. Así, infinitamente, podríamos
        extender la lista. Con estos ejemplos es suficiente para
        ver cómo detrás de cada proceso de
        comunicación entre seres humanos, existe el
        propósito de influir en sus opiniones,
        conocimientos o actitudes.

        Ésa es la pragmática: el conjunto
        de recursos, estrategias, tácticas, que empleamos
        para influir en las decisiones y opiniones de otros. Como
        somos seres sociales, necesitamos de la aprobación
        de otros. Nuestras necesidades básicas (vestido,
        alimentación, vivienda…)
        tanto como las secundarias (confort, realización
        profesional…) dependen en muy buena medida de
        otros. Por eso necesitamos de sus favores, de su
        compañía, de su aprobación, de su
        conocimiento, de su experiencia… en
        fin.

        La pragmática es una competencia
        fundamental en los profesionales, pues a diario debemos
        tomar decisiones y necesitamos del apoyo de otros para
        que éstas se efectúen. También es
        importante por cuanto gran cantidad de actividades
        realizadas por los profesionales son propuestas que
        necesitan ser aprobadas por otros para ser realizadas. Un
        plan
        presupuestal, un programa de seguridad
        industrial, una propuesta de diseño, una
        iniciativa para mejorar el servicio al cliente de la
        organización, un proyecto
        de inversión, o una propuesta
        comercial… son algunos de los ejemplos de
        situaciones en que a diario los profesionales necesitamos
        de la pragmática para lograr nuestros objetivos laborales y
        personales.

      4. Competencia Pragmática

        Tareas como las anteriores exigen la producción y comprensión de
        textos escritos. Ése es el objetivo de la
        competencia textual. El texto es un tejido (del
        latín textus), y como tal, al ser
        leído requiere de un adecuado manejo de las
        herramientas para la comprensión. El lector
        deberá desplazarse por los entramados de sentido
        propuestos por el texto. Esto en cuanto a una faceta del
        texto, la faceta de la
        lectura – comprensión. Del otro lado, el
        de la producción, el escritor deberá contar
        con un repertorio de competencias propias de la escritura
        como lo son la cognitiva, la comunicativa y
        la técnica, cuyos aportes son
        simultáneos: la primera provee las
        categorías formales en el pensamiento de quien
        escribe, pues en el texto hay planteamientos,
        proposiciones, argumentos… que requieren de un
        determinado nivel intelectual. En cuanto a lo
        comunicativo, si se entiende al texto dentro de un
        proceso de intercambio entre personas, se deducirá
        fácil que se requiere de un manejo de los
        contextos comunicativos para producir textos que tengan
        claro su objetivo.

        En cuanto a la competencia técnica, se
        trata del manejo de dispositivos para escribir: la pluma,
        el lapicero, la máquina de escribir, el computador, y otros más.

        La competencia textual, referida al desarrollo
        de capacidades para comprender y producir textos es
        fundamental para todas las personas, en especial para los
        profesionales, pues gran cantidad de procesos relativos a
        las empresas e instituciones, tienen que ver, bien con la
        lectura (manuales de instrucciones, de procedimientos, etcétera), o con la
        escritura de todo tipo de textos (informes, cartas, proyectos, actas, protocolos, manuales,
        etcétera).

        En la academia es de especial interés la
        competencia textual, pues el texto escrito ha sido
        elegido por la cultura para ser el depositario de sus
        conocimientos, por lo cual buena parte del
        desempeño de los estudiantes tiene que ver con sus
        habilidades y posibilidades de lectura y escritura. En
        cuanto a lo primero (la lectura), el paso del colegio a
        la universidad le significa al estudiante el
        acceso a unos textos más complicados, con
        redacciones plagadas de tecnicismos. Los escritos a leer
        en la universidad difieren en forma y propósito a
        los del colegio. Por eso el estudiante encuentra
        dificultades para interpretarlos. En ocasiones, esto se
        debe a que el libro universitario no tiene el
        propósito didáctico de ayudar a otro a
        acceder a un determinado conocimiento (como
        ocurría en los libros
        de texto del colegio), sino que ha sido escrito por un
        experto que da cuenta de sus avanzados conocimientos en
        una materia.

        En otras ocasiones, se trata de libros cuyo
        propósito no es precisamente facilitar el
        conocimiento, es decir, no han sido escritos para
        divulgar alguna materia en especial, sino que han sido
        escritos, explícitamente, para ser estudiados. En
        otras palabras, no fueron escritos para ser disfrutados
        tanto como para ser analizados. A estos se les conoce
        popularmente en el mundo universitario como "ladrillos",
        y los estudiantes no hablan de "leerlos", sino de
        "meterles el diente".

        La complejidad en la redacción de estos no va dada
        sólo por incapacidad del escritor de ser
        más claro en su escritura, sino de la complejidad
        misma del conocimiento del que da cuenta el texto. La
        oscura redacción de los tratados de filósofos como Kant,
        Habermas , Lukhman, entre otros, es reconocida por
        profesionales de diferentes áreas. Así las
        cosas, dotar de herramientas para la comprensión
        de textos es una obligación de la universidad y un
        compromiso del estudiante, quien debe declinar sus gustos
        personales de lectura.

        En términos de actitudes (querer hacer)
        éste es un elemento fundamental. La apatía
        por la lectura, asociada a múltiples factores, es
        uno de las razones por los cuales somos un país
        poco competitivo. Leer nos distancia del mundo, permite
        ver otras formas posibles de estar en él, conocer
        historias que nos pueden ayudar a enriquecer la nuestra.
        Pero no se lee sólo lo escrito con números
        y letras. La imagen, la apariencia personal, el
        espacio, la ciudad, la gente… son textos
        susceptibles de ser leídos. Alimentarse de la
        cotidianidad, conocer lugares dentro y fuera de la ciudad
        y el país, ver televisión y cine de otras
        latitudes, acceder comunidades virtuales del mundo,
        escuchar géneros musicales no
        acostumbrados… son ejercicios útiles no
        sólo para leer y escribir mejor, sino, ante todo,
        para ser mejores personas y profesionales. TODAS LAS
        PROFESIONES SE HAN CREADO PARA MEJORAR LA VIDA DE LA
        GENTE. Por lo tanto, todos los profesionales deben ser
        sensibles al entorno empresarial y social del cual hacen
        parte, en tanto el objetivo de su formación
        profesional es, justamente, reconocer en ese entorno
        situaciones que deban ser mejoradas.

      5. Competencia Textual

        El cuerpo comunica. La postura, los gestos, la
        mirada, el rostro, el cabello, las manos… todos
        son dispositivos de comunicación mediante los
        cuales estamos diciendo cosas permanentemente, aunque no
        lo sepamos. Hablamos ahora de la competencia
        quinésica, la encargada de aconsejarnos
        cómo debemos manejar nuestro cuerpo según
        el contexto en el cual nos encontremos. Una entrevista de trabajo, un salón de
        clase,
        una cafetería universitaria, un almuerzo de
        negocios, una obra de teatro, un concierto, un acto
        protocolario… son momentos diferentes de los
        cuales se espera un comportamiento diferente de nosotros, y
        dicho comportamiento tiene su equivalente en la
        disposición del cuerpo. En otras palabras, para
        cada situación habrá diferentes
        expectativas sobre el cuerpo.

        Las anteriores competencias tenían que
        ver con el lenguaje. Tanto ésta como las
        siguientes, tienen que ver más con el cuerpo y con
        la forma como lo manejamos. En nuestra
        comunicación habitual es menos importante la
        palabra que el gesto. Este último define
        intenciones, matiza los posibles "querer decir"
        (recuérdese lo visto antes en III.A.
        Competencia Lingüística
        ). Con el cuerpo
        podemos complementar, enfatizar o contradecir lo dicho
        con palabras. En ocasiones, incluso, podemos prescindir
        de éstas para intercambiar nuestros pensamientos.
        No obstante, la preocupación teórica por la
        comunicación no verbal y por
        entender el lenguaje del cuerpo es reciente en la
        teoría. Esto a pesar de que, según las
        culturas, el lenguaje no-verbal puede significar
        más del 80% de la comunicación.

        Sin embargo, a pesar de lo relativamente poco
        importante que en ocasiones resulta el lenguaje verbal
        (lo dicho y lo escrito), contamos con alfabetos y
        códigos sintáctico-léxicos a los
        cuales acudir para resolver nuestras dudas: diccionarios,
        compilación de normas
        gramaticales, ortográficas, y sintácticas;
        pero no tenemos los mismos diccionarios, normas de
        gramática y sintáctica para
        el lenguaje del cuerpo.

        Sólo tenemos aproximaciones vagas a lo
        que pueden significar unas cejas alzadas, unas piernas
        cruzadas, unas manos abiertas, o una espalda recta.
        Desconocemos el lenguaje del cuerpo (al menos en cuanto a
        teoría se refiere), a pesar de que a diario
        estamos comunicando con él. Confirmar un negocio,
        obtener un precio
        especial, postergar un compromiso, o incluso obtener una
        cita con alguien importante, son situaciones en las que
        el dominio de nuestro cuerpo, voz y gestos son
        fundamentales, sin importar cuán concientes seamos
        de ello. Un sujeto comunicativamente competente
        será quien haga uso estratégico de los
        recursos de la quinesis.

      6. Competencia Quinésica

        El cuerpo está ubicado en un espacio.
        La producción de significados a partir del
        manejo de las distancias se denomina
        proxémica
        . El cuerpo delimita unos espacios de
        acción a los cuales unos pueden
        acceder y otros no. Nuestra habitación es un claro
        ejemplo de ello. No todos pueden tocar nuestros objetos
        personales, ni nuestro cuerpo. No soportamos de ciertas
        personas que estén muy cerca de nosotros; en
        cambio, de otros solicitamos que estén
        cerca.

        La vida institucional de una organización es otro escenario para
        ejemplificar la vivencia de la proxémica.
        ¿Quiénes pueden acceder a determinados
        espacios y quiénes no? ¿Quiénes
        pueden almorzar en qué lugares y quiénes
        no? La forma de distribuir los espacios de las oficinas
        también habla de intencionalidad comunicativa por
        parte de quien tiene esta responsabilidad. Un escritorio amplio, una
        silla grande, detrás de la cual se ven una
        cantidad de diplomas y reconocimientos… hablan de
        un jefe que quiere mostrarse distante o imponente ante
        quienes entran a su oficina.

        Una mesa cuadrada o redonda marca
        diferentes relaciones entre quienes ocupan los
        respectivos asientos. Si es redonda, se supone muestra igual distancia entre todos. Pero
        si es cuadrada o rectangular… ¿quién
        ocupa la cabecera? ¿En qué piso del
        edificio está ubicada la presidencia?
        ¿Cuántas puertas deben cruzarse antes de
        ingresar a ella? ¿Cuántos metros de
        distancia hay entre los escritorios de los empleados?
        ¿Se encuentran distribuidos de forma que se den
        mutuamente la espalda, o uno enseguida del otro?
        Preguntas como éstas nos ayudan a visualizar la
        forma como los seres humanos comunicamos mensajes a
        través de como distribuimos el espacio.

        Esta distribución da lugar a lugares
        sagrados, lugares olvidados, lugares comunes, lugares
        excesivamente visibles, ocultos, transitorios,
        cómplices, iluminados, oscuros, etcétera.
        Así lo comprobamos en nuestra casa. Desde
        pequeños se nos enseñó a respetar
        espacios como la habitación de nuestros padres; en
        esa cama sólo se pueden sentar algunos. Igualmente
        se nos dijo que la gente de la calle no tenía por
        qué entrar a nuestra cocina o abrir nuestra
        nevera. La codificación producida al
        distribuir el espacio, está determinada por una
        codificación previa, que está definida por
        metros de distancia entre nuestro cuerpo y el resto del
        mundo.

        Fue Edgard Hall quien nos habló de este
        sistema de demarcación del territorio (los seres
        humanos también tenemos territorio y
        estrategias para defenderlo). Dicho sistema
        funcionaría por capas o burbujas. En primer lugar,
        se encuentra la burbuja íntima, el
        espacio preciso de nuestro cuerpo. Sólo nosotros
        tenemos poder de decisión sobre qué hacer
        con nuestro cuerpo. No todos conocen nuestra desnudez. A
        ella acceden pocos. La intimidad es el espacio sagrado
        del cuerpo
        . La defendemos con todo tipo de atuendos,
        llaves, puertas de acceso, manejo de luces, y
        demás. No permitimos a cualquiera tocar nuestro
        cuerpo. En la burbuja íntima se de el encuentro
        del yo con el yo.

        Unos treinta centímetros después
        de la burbuja íntima, encontramos la burbuja
        interpersonal
        . En ella interactuamos con quienes
        conocemos. Es donde se da el intercambio verbal y gestual
        entre dos o más personas. Importante: este
        intercambio exige como condición fundamental el
        conocerse mutuamente, reconocer el pasado de la otra
        persona, su origen, su relación conmigo, sus
        intenciones, sus propósitos, sus objetivos ante la
        vida y ante mí. En la burbuja interpersonal hablo
        con mis familiares, amigos y compañeros. Hablo con
        quienes conozco y me conocen.

        Desde el límite de la burbuja
        interpersonal y unos dos metros, se encuentra la
        burbuja social. En ella se registra la
        aparición casual, no deliberada, de otras personas
        de quienes se puede presumir quiénes son, pues el
        espacio en el que se da el encuentro permite intuir
        algunas pistas. En la universidad, en la calle de una
        ciudad, o en la empresa, me encuentro con personas cuyo
        nombre desconozco, pero de quienes sé alguna
        mínima información: que estudian, viven o
        trabajan en el mismo lugar que yo. No sé el nombre
        de estas personas, ni reconozco su rostro, pero
        definitivamente tengo alguna mínima
        información para orientarme.

        Como ciudadano perteneciente a un grupo social
        con un pasado y una cultura popular (una
        cierta forma de sabiduría), puedo reconocer en
        esta burbuja quién es confiable y quién no.
        Así que me alejo de quienes sospecho, por su
        aspecto personal o por su forma de mirarme, que pueden
        tener intenciones no gratas conmigo. Sin embargo,
        fácilmente puedo caer presa de los estereotipos:
        diario ocurre, juzgamos mal a quien va a nuestro lado en
        la calle o en el bus, por
        determinada forma de vestir o hablar. Se trata, a pesar
        de ello, de unos códigos de supervivencia que
        hemos aprendido a manejar, pues sabemos que los ladrones
        o estafadores, aparecen justo en la burbuja social, y a
        través de artimañas buscan ingresar a la
        interpersonal. Por eso buscan vínculos con
        referentes cercanos a nosotros, como tratar de mostrar su
        parentesco con alguien conocido por nosotros o
        estrategias similares.

        Finalmente, se encuentra el resto del mundo, es
        la burbuja pública. En ella existen
        personas de las cuales desconocemos la mayoría de
        su información. Cuando en casa nos dicen que al
        trabajar vamos a enfrentar a todo el mundo, nos hablan de
        las precauciones que debemos tener en esta burbuja. De
        los demás, sólo sabemos que son seres
        humanos, seguramente poseedores de un lenguaje, moradores
        de una vivienda, habitantes de alguna ciudad y
        país… es decir, aunque no sepamos detalles,
        necesitamos incluso saber esa información. A estas
        inquietudes corresponden, precisamente, las preguntas
        más comunes que intercambiamos al conocer a
        alguien.

        La disposición de estas burbujas se da a
        como en círculos concéntricos, a
        través de una rigurosa reglamentación que a
        diario defendemos. Cuando alguien de otro nivel ingresa
        en la burbuja no correspondiente, buscamos procedimientos
        para volver a poner las cosas en orden, como vivimos
        cuando el metro abre sus puertas, momento en el cual las
        personas caminan rápido para recuperar su espacio
        personal; o en un ascensor: al cerrar las puertas se
        siente transgredida la intimidad, porque tenemos a otros
        desconocidos más cerca de lo que
        quisiéramos permitir. Cuando nos despedimos de
        alguien en un aeropuerto, o en la portería de
        nuestro edificio, nos encontramos efectuando un ritual
        mediante el cual oficializamos el paso de la burbuja
        íntima o interpersonal a la burbuja social o
        pública. Esto ocurre en el caso de un familiar que
        se va de viaje, de un hijo que toma su transporte para dirigirse al colegio, de
        un amigo que se devuelve para su casa luego de haber
        estado
        un fin de semana con nosotros, o de un novio o novia con
        quien terminamos nuestra relación. Dar la
        bienvenida, es justo lo contrario: recibir nuevamente en
        la burbuja íntima o interpersonal, a alguien que
        se encontraba en otro país o ciudad, es decir, en
        la burbuja pública. En términos del citado
        Sebastià Serrano: "En cualquier sociedad humana, la mayor parte de las
        actividades rituales –procesos estandarizados de
        comportamientos sociales- se encuentran al servicio de
        complejas ideas simbólicas".

        Es importante reconocer el manejo del espacio
        como una de las formas como nos comunicamos, y desde la
        cual nos comunicamos. El manejo de la territorialidad,
        sin embargo, no se da sólo en espacios
        físicos. Cotidianamente desplazamos nuestro
        territorio en objetos, palabras, personas, olores,
        canciones, es decir, en símbolos…
        Cuántas veces, por ejemplo, reconocemos a alguien
        por sus accesorios, su vestimenta, o sus chistes.

      7. Competencia Proxémica
      8. Competencia Cronética

      Los seres humanos nos movemos en dos coordenadas:
      tiempo y espacio. La segunda la abordamos en la
      proxémica. La primera, el tiempo, es del dominio de la
      cronética, entendida como el manejo de la
      comunicación en el tiempo, la producción de
      significados con y desde la coordenada
      tiempo
      ¿Cuánto nos demoramos en responder,
      o cuánto tiempo esperamos para decir algo? Los abuelos
      nos hablaban del don de la oportunidad. En muchas ocasiones
      generamos problemas, no tanto por lo que decimos, sino por el
      momento en que lo decimos. Tan importante es lo uno como lo
      otro.

      La cronética también se las ve con
      reconocer la temporalidad propia de cada suceso. La pregunta
      de la cronética es ¿cuándo es el momento
      más apropiado para decir algo? Los griegos
      distinguían dos acepciones del tiempo con dos palabras
      distintas: cronos y kairós. El primero
      lo podríamos representar hoy con el reloj. Es el
      tiempo, digamos, objetivo. ¿Cuántos minutos
      componen una hora? Sesenta, se responderá con
      precisión. Pero… no es lo mismo una hora en una
      clase aburridora, que esos "mismos" sesenta minutos en
      compañía de la persona amada. No es lo mismo.
      El ejemplo nos muestra el kairós de los
      griegos, referido no tanto al tiempo, sino la
      temporalidad de cada cosa.

      Los seres vivos estamos llenos de temporalidades, de
      circunstancias particulares de cada tiempo. A pesar de que un
      mes sea un mismo mes, no podemos esperar que sea el mismo
      para todo el mundo. La vivencia de cada ser en el tiempo
      difiere tanto como sus huellas digitales. Por otro lado, si
      bien podemos alegar diferencias económicas, o
      sociales, nunca podremos discutir diferencias en el tiempo
      asignada a cada uno. Objetivamente hablando, a todos nos dan
      el mismo tiempo: 24 horas al día, 7 horas a la semana,
      52 semanas al año. Obviamente, la vivencia del tiempo
      de cada uno de nosotros, y la forma como lo aprovechamos o
      desaprovechamos, no es igual. Las edades también
      marcan diferentes temporalidades.

    4. Las
      competencias comunicativas
    5. Algunas ideas
      no-finales

    El conjunto de estas ideas proporciona un panorama sobre
    lo que se espera de la formación en competencias
    comunicativas. Más allá de llenar la materia de
    contenidos extensos, se trata más de lograr un equilibrio
    entre los contenidos teóricos, los ejercicios para
    desarrollar las habilidades (saber hacer) y orientaciones para
    complementar las actitudes (querer hacer). Esto significa una
    presencia constante de lecturas teóricas, ejercicios
    prácticos y reflexiones en torno al
    componente actitudinal.

    Con todas estas ideas, se busca un acercamiento desde
    varios enfoques a la comunicación: aproximación
    reflexiva, teórica y práctica. Se trata, entonces
    de una línea que pretende atravesar las herramientas,
    técnicas, posibilidades y repertorios de la
    comunicación, en un curso que no se quede en la simple
    recomendación de técnicas para la
    comunicación
    (puesta en escena), sino que logre
    llegar a lo medular de la comunicación: el encuentro de
    las personas, el consenso, la construcción de tejido social, de cultura y
    conocimiento
    . Es decir, sobrepasar el tradicional enfoque de
    la puesta en escena, para llegar a una puesta en
    esencia
    .

     

    Carlos Andrés Arango,

    Agosto de 2005.

    Colombia. Comunicador y Relacionista Corporativo.
    Candidato al Magíster en Filosofía, Universidad
    Pontifica Bolivariana, Medellín. Director de Comunicaciones
    en Empresas Publicitarias. Docente Universitario. Director de
    grupos de
    investigación en las áreas Semiótica y Comunicación Organizacional.

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