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Orientación: Conformación de un espacio asociativo



    1. La Economía
      Social
    2. ¿Qué es un espacio
      asociativo?
    3. Economía social y
      Estado
    4. Economía social y
      economía en general
    5. Tecnologías, pobreza y
      rentabilidad
    6. Líneas generales de
      trabajo
    7. El mapeo estratégico de
      nuestra realidad social
    8. Las comunidades
      autogestionarias de base o CAB
    9. Las redes de producción,
      distribución y consumo o RESA
    10. Las redes de
      redes
    11. Los incentivos
      instrumentales
    12. La
      formación
    13. El
      conocimiento
    14. La información y la
      comunicación
    15. El
      financiamiento
    16. La demanda, los bienes y la
      infraestructura de Estado
    17. Los nuevos
      mercados
    18. Estrategia y constituyente
      autogestionaria
    19. Etapas del proceso general de la
      constituyente autogestionaria
    20. Bibliografía

    Introducción

    Hablar de Economía Social y de
    conformar espacios asociativos aunque pueda parecerlo, no es algo
    nuevo y exclusivo del siglo XX. Ya en 1830 Charles Dunayer
    publicó en París un nuevo Tratado de la
    Economía Social y por esas mismas fechas, en Lovaina, se
    impartió un Curso de Economía Social. No obstante,
    durante muchos años, el término Economía
    Social ha sido uno más junto a otros como "Tercer Sector",
    "Nonprofit Sector", "Economía Asociativa", "Tercer
    Sistema",
    "Economía Solidaria" o "Economía de Interés
    General", entre otros.

    En este sentido, Francia
    destaca como pionera, en el esfuerzo por identificar el concepto y los
    componentes de la Economía Social. En 1975 nace en Francia
    el Comité Nacional de Coordinación de las actividades mutualistas
    cooperativas y
    Asociativas (CNLAMCA), que agrupa a Mutualidades, Cooperativas y
    Asociaciones, elaborándose y publicándose en 1.980
    la Carta de la
    Economía Social Francesa.

    En España es
    en 1.984 cuando se inician las primeras manifestaciones formales,
    tendentes a definir y ampliar el concepto a través de
    Jornadas de Universidades y Organizaciones de
    la Economía Social dirigidas, casi exclusivamente, al
    cooperativismo
    o movimiento
    cooperativo, que ciertamente, constituye la columna vertebral de
    la Economía Social. En 1986 se celebran las II Jornadas de
    Estudio sobre la Economía Social organizadas por el
    Ministerio de Trabajo y
    Seguridad Social
    en Torremolinos (Málaga), donde el Director General de
    Cooperativas y Sociedades
    Anónimas Laborales, introduce el debate con su
    intervención sobre "Algunos caracteres generales que
    permiten una aproximación al concepto de Economía
    Social."

    Posteriormente, en 1.992 se constituiría en esta
    comunidad el
    Comité de Entidades para la Economía Social de
    Andalucía (Cepes-Andalucía), organización que engloba a las diversas
    entidades empresariales de la Economía Social, desde
    cooperativas a autónomos, pasando por las sociedades
    laborales, con el fin de representar y defender los intereses del
    sector a la vez que actúa como instrumento de
    vertebración y coordinación del sector.

    Vinculado en la actualidad a una realidad
    económica, el término economía social no
    siempre ha presentado este mismo sentido intelectual. Es en los
    albores del proceso de
    emancipación de la ciencia
    económica, en las primeras décadas del siglo XIX,
    cuando la primera acepción del término toma
    fuerza.
    Entonces se desarrolla un duro debate epistemológico en el
    seno del pensamiento
    económico que concierne a las relaciones entre la
    economía, la política, los valores y
    la religión.

    La evolución de la corriente central de la
    economía es conocida: La opción por la
    locución economía
    política, primero, y por las voces de economía
    positiva, ciencia
    económica y teoría
    económica pura, posteriormente, revelan que esta corriente
    principal apostaba por una ciencia social neutra de valores,
    claramente disciplinar y cuyo foco de análisis central sería el
    intercambio y el modo de producción capitalista.

    La Economía Social

    La Federación Empresarial Andaluza de Sociedades
    Laborales (FEANSAL) (2005) explica el fenómeno de la
    Economía Social:

    El concepto de "economía social" designa a aquel
    conjunto de organizaciones microeconómicas caracterizadas
    por unos rasgos comunes marcados por una ‘ética
    social’. Siendo un concepto definido en positivo, va
    más allá de la clásica delimitación
    interinstitucional basada en identificarlo como un sector
    residual, integrado por aquellas organizaciones que no pertenecen
    al ámbito de la economía pública ni al de la
    economía privada capitalista.

    La Economía Social es una forma de
    economía empresarial de naturaleza
    asociativa y democrática, en la que la empresa es
    entendida como la
    organización de la actividad económica con
    objeto de generar riqueza y permitir la obtención de
    excedentes. Consumidores, trabajadores, agricultores y
    profesionales se asocian para producir, distribuir y dotarse de
    servicios, en
    mejores condiciones, bajo su directa organización y
    control,
    repartiendo los excedentes entre sus asociados y asociadas al
    tiempo que
    fortalecen y capitalizan las sociedades para garantizar su
    independencia
    y bienestar.

    En la actualidad el concepto señalado de
    economía social es sobre todo latino (países
    francófonos –Francia, Bélgica,
    Canadá-, España, Portugal y regiones
    iberoamericanas) con un reconocimiento creciente en Italia, Grecia, Suecia
    y Reino Unido, auspiciado especialmente por las instancias
    comunitarias y la actividad académica.

    La Carta de la
    Economía Social, de 22 de mayo de 1.982, caracteriza a las
    empresas de
    Economía Social como:

    "Aquellas entidades no pertenecientes al
    sector público que, con funcionamiento y gestión
    democrática e igualdad de
    derechos de base
    de los/as socios/as, practican un régimen especial de
    propiedad y
    distribución de ganancias, empleando los
    excedentes del ejercicio para el crecimiento de la entidad y
    mejora de los servicios a los socios y a la sociedad."

    En definitiva, se trata de empresas que surgen en el
    mercado desde el
    protagonismo de determinados colectivos con la finalidad de crear
    riqueza, generar trabajo o de resolver problemas
    sociales que la exclusiva acción
    de empresas públicas o del sector
    público, en su sentido más amplio, no han sido
    capaces de solventar de modo satisfactorio.

    Esta definición que sienta las bases de la
    filosofía del cooperativismo, acoge, en realidad a las
    siguientes entidades:

    • Sociedades Cooperativas
    • Sociedades Laborales (Soc. Anónima Laboral, Soc.
      Limitada Laboral).
    • Mutuas de Seguro y
      Previsión Social
    • Cajas de Ahorros
    • Sociedades Agrarias de
      Transformación
    • Sociedades de Garantías
      Recíprocas
    • Fundaciones y organizaciones no
      gubernamentales

    ¿Qué es un espacio
    asociativo?

    Esta nueva modalidad asociativa es definida como
    "aquellas entidades económicas dedicadas a la
    producción de bienes y
    servicios en las cuales el trabajo
    tiene significado propio, no alienado, en la cual no existe
    discriminación social, no existen
    privilegios asociados a la posición jerárquica" y
    se caracteriza por la igualdad jurídica de sus
    miembros.

    La transformación de las empresas públicas
    comprende, según los apoyos gráficos empleados por el presidente de la
    República, cuatro fases de labor, a saber: simbiosis,
    gestación, conversión y consolidación de las
    EPS, además de las Unidades Productivas Comunitarias
    (UPC). Como ejemplo de este modelo se
    llamó a la alcaldía de Maracaibo a promover
    financiera y técnicamente a las Empresas de
    Producción Social del área.

    Economía social y Estado

     Hemos partido del principio de que, cualquiera que
    sea el propósito institucional-gubernamental que
    justifique en estos momentos la organización de una
    instancia institucional centrada en el desarrollo de
    la economía social, antes que todo debemos vislumbrar con
    claridad los principios,
    estrategias,
    objetivos y,
    sobre todo, experiencias a partir de las cuales habremos de
    emprender el trabajo.

     En primer lugar, está claro –incluso
    por razones de mandato constitucional– que el Estado
    tiene una obligación específica en el impulso de la
    economía social. Entendemos por ello la
    facilitación de recursos de
    financiación, creación de puentes con otros
    organismos de financiamiento
    nacional y mundial, estímulo específico a
    través de la utilización de la demanda del
    Estado,
    promoción de nuevos mercados
    nacionales e internacionales cónsonos con la naturaleza de
    la economía social, apoyo en los planos pedagógico,
    comunicacional, investigativo; así como una tarea de
    primer orden en este caso: la definición del lugar
    estratégico que pueda jugar la economía social
    dentro de los planes de desarrollo nacional.

     En otros momentos hemos caracterizado este
    recorrido como "proceso popular constituyente"; no obstante, en
    realidad, se trata de una historia que apenas
    comienza, resolviéndose a partir de modulaciones de
    organizaciones sumamente diversas, gestadas en lo que va de
    recorrido por iniciativas consensúales entre agentes de
    Estado y organizaciones populares, o por la pura iniciativa
    ciudadana.

    Una nueva cultura
    política, nuevas relaciones de poder
    –quizás inéditas en la historia
    democráticas están naciendo; corren por allí
    bajo la forma de redes pedagógicas,
    comités de tierra,
    asambleas populares, comités locales de desarrollo,
    contralorías sociales, redes de comunicación comunitaria y alternativa,
    consejos de trabajadores, consejos campesinos, etc.; ahora le
    toca a la economía social entrar dentro de esta historia y
    escarbar sus posibilidades.

    La propuesta que habremos de hacer para su
    enriquecimiento y debate con todos los agentes sociales que se
    interesen por ella supone, en primer lugar, la necesidad de
    construir instancias ligadas directamente a la economía
    social que puedan jugar ese papel dual como instancias de
    articulación del sistema de economía social,
    siendo, al mismo tiempo, espacios del poder ciudadano y
    popular.

     Todas esas tareas que obligan al Estado al apoyo e
    impulso de la economía social, deben ser asumidas
    fundamentalmente por las instancias síntesis
    de la economía social en el país. Su papel, por lo
    tanto, es superior al de las empresas de carácter asociativo que constituyen el
    tejido en sí de la economía social. Tampoco pueden
    ser confundidas con cualquier espacio de orden gremial que pueda
    coexistir con ellas, y cuya función se
    remite a la defensa corporativa de los derechos de los individuos
    participantes y de las empresas sociales en forma
    particular.

    Tales instancias que nombramos "Comunidades
    Autogestionarias de Base" y "Redes de Producción,
    Distribución y Consumo" o
    "Redes de Economía Social y Alternativa" (RESA), de cuya
    naturaleza y función hablaremos más adelante,
    proponemos que jueguen este papel como agentes orgánicos
    del poder popular ligado directamente al área de la
    economía social. Consideramos que a través de ellas
    podremos hacer viable la posibilidad de masificar el espacio de
    la economía social, siendo, de hecho, instancias de amplia
    participación donde cualquier ciudadano, ya sea como
    aprendiz, como veterano u organizador directo, pueda comenzar a
    hacerse parte de la constitución del tejido productivo que
    esperamos pueda convertirse en un centro de primera importancia
    en el desarrollo nacional.

    Economía social y economía en
    general

    Dentro del esquema neoliberal de desarrollo se le ha
    venido dando algún lugar a la economía social.
    Reconociendo que la sola racionalidad de mercado no puede
    resolver problemas tan
    dramáticos como el de la pobreza
    extrema y la marginalidad, se
    supone que además de las iniciativas en programas
    sociales, educación, salud, seguridad, en que ha
    de invertir el Estado junto a las organizaciones no
    gubernamentales, la economía social podría jugar un
    papel de equilibrio
    social de cierta importancia.

    En este caso la economía social ocupa un lugar
    complementario y periférico dentro del desarrollo
    económico y la conservación del equilibrio
    social, concentrada primordialmente en aquellos segmentos de la
    economía que por su baja rentabilidad
    dejan de ser apetecibles para los grandes capitales. De hecho,
    vemos cómo en muchos países latinoamericanos, bajo
    el título de economía solidaria o social, se han
    levantado muchas iniciativas particulares y estatales encaminadas
    a fortalecer este espacio. Sin embargo, la mayor de las veces
    quedan atrapadas dentro del sentido periférico y
    complementario que les ha asignado el modelo
    neoliberal.

     En lo que a nosotros respecta consideramos que, si
    hemos convenido abrirle paso a un modelo de desarrollo "desde
    abajo", el papel de la economía social se modifica
    sustancialmente, adoptando un lugar prioritario dentro del
    esquema de desarrollo económico general. La
    superación de la pobreza ya no se
    sitúa exclusivamente en la superación de los
    índices más impactantes de desnutrición, crisis de la
    salud, desescolarización, falta de vivienda y la
    precariedad del hábitat
    de vida en general. La pobreza se superará en forma
    radical sólo a través de la creación de
    condiciones para que las grandes mayorías excluidas se
    conviertan en agentes soberanos y protagónicos del proceso
    productivo y reproductivo de la vida social.

    La constitución de un campo económico
    donde reinen los principios del asociativismo solidario y
    autogestionario que involucre al productor inmediato, al mercader
    y la distribución en general, así como
    también al consumidor, es la
    única alternativa que tenemos para acercarnos a esta gran
    meta, aun reconociendo la hegemonía de la razón de
    mercado y la debilidad estructural a la cual está sometida
    cualquier economía socializante dentro de
    él.

     Al proponer este lugar para la economía
    social, naturalmente que estamos hablando de una realidad que
    evoluciona hacia la formación de un campo económico
    alternativo, un modelo de producción y de existencia
    social notablemente diferente, que se va expandiendo por todos
    los rincones sociales hasta convertirse en una alternativa de
    vida de grandes contingentes poblacionales, presente,
    además, en todos los lugares del mercado y la
    producción. Sin duda que es una opción
    difícil y débil en un inicio, por la ausencia de
    grandes bienes de capital, de
    tecnologías, de mercados propios, de fuertes recursos
    financieros a su disposición. Resolver con mucha creatividad
    estos pantanos originales es indispensable, pero, probablemente,
    no quede otra vía que pueda abrirnos algunas luces reales
    y materiales
    ante el caos y la miseria a la que nos ha empujado el modelo
    neoliberal.

     La economía social, además de
    reivindicar los principios y valores a los que hemos hecho
    alusión, constituye igualmente un lugar donde la
    relación entre la tecnología, la
    naturaleza y el hombre no
    está mediada por el utilitarismo y la ganancia, sino por
    relaciones de sana integración, respeto y
    solidaridad,
    las cuales al menos proveen las bases experimentales de una
    economía basada en la libre asociación y la
    prioridad del interés social sobre el egoísmo
    individual.

     Cuando hablamos de Comunidades Autogestionarias de
    Base y de Redes de Economía Social y Alternativa –en
    tanto que redes sociales de producción,
    distribución y consumo–, estamos intentando ofrecer
    una primera hipótesis de desarrollo masivo de la
    economía social que nos permita ir concretando en el
    tiempo los pilares sobre los cuales el modelo de desarrollo
    "desde abajo" encuentre un camino de viabilidad integral que
    permita efectivamente construir una economía "de los de
    abajo". Un sistema de relaciones sociales alternativo que, a su
    vez, empiece a dar respuestas en todos los campos donde
    efectivamente necesitamos diversificar, cualificar y desarrollar
    los ramales específicos de nuestra
    economía.

    Por ello se hace tan importante que ella no solamente se
    presente bajo la fachada de una sumatoria específica de
    empresas solidarias y bloques de ellas. Necesita expresarse como
    un poder social y popular que, además de permitir el
    decantamiento de la democracia
    participativa, se constituya en un sistema autorreferencial que
    opta por la construcción de una sociedad radicalmente
    distinta a la sociedad capitalista que conocemos.

    Tecnologías, pobreza y
    rentabilidad

    El tema de la eficiencia
    atraviesa en estos momentos toda la ideología del orden global de dominio. Como
    acicate de todo juicio se ha venido transformando en un nuevo
    principio inquisidor de la experiencia humana. Si una determinada
    iniciativa no justifica la cantidad de recursos que se invierten
    para los fines que ha sido emprendida, sencillamente es desechada
    al basurero de los recuerdos. Lo que parece ser un sano principio
    de mínima racionalidad de la acción termina
    convirtiéndose en un filtro por medio del cual se
    revientan desde el comienzo millones de experiencias que guardan
    consigo un extraordinario potencial transformador y de respuesta
    a los sufrimientos de las víctimas que ha venido dejando
    el orden global contemporáneo.

    De esta forma, sólo lo que ya está
    constituido bajo un ordenamiento sistémico de "alta
    eficiencia" –orden dominado obviamente por la gran empresa
    corporativa– tiene, en una relación de 100 a 1, las
    mayores probabilidades de imponerse y sobrevivir a los juicios
    darwinianos que pululan entre los organismos internacionales de
    financiamiento, las instituciones
    políticas, las universidades, los sistemas
    bancarios, y, en general, todos los que tienen en sus manos la
    facultad de generar en forma efectiva juicios sobre la
    experiencia humana, y decidir o no su respaldo.

    En lo que respecta a la economía social, ella
    debe suponer un criterio de eficiencia. Dato tan sencillo como
    aquel que nos muestra que
    mientras en los últimos 40 años entre el Estado y
    la empresa privada han logrado construir algo más de un
    millón de viviendas, el sistema de solidaridad establecido
    desde los cordones de miseria de los barrios ha logrado construir
    más de tres millones. Y no sólo esto, ahora empieza
    a reconocerse que al menos el modelo básico de
    hábitat urbanístico que allí se genera es
    marcadamente más humano, creativo, comunicante e
    integrador que la barbaridad de los grandes bloques
    populares.

    Primero: Necesitamos profundizar el criterio
    de sustentabilidad del desarrollo, empezando por adoptar nuevos
    criterios frente a la racionalidad tecnológica
    . En la
    medida en que se consolida la sociedad informática se acrecienta el desempleo, se
    rigidiza la división social del trabajo y se profundiza la
    dependencia y el desequilibrio norte-sur, situación que ha
    terminado por derribar gran parte del sueño moderno del
    progreso.

    Podemos, de todas formas, convenir en la necesidad de
    desarrollar una estructura
    tecnológica e informática compleja que multiplique
    nuestras competencias e
    interrelaciones globales; pensando que es mucho lo que la
    economía social debe aprender, pero también
    inventar al respecto. Sin embargo, no podemos seguir auspiciando
    el fetichismo tecnológico; se trata de adaptar las
    tecnologías complejas a las realidades locales y de
    integrarlas a las artesanías tecnológicas y de
    conocimiento
    que nos ofrecen las
    prácticas sociales de producción, tanto
    tradicionales como de nuevo tipo. La realidad está llena
    de estos ejemplos; saber integrar tecnologías complejas
    con tecnologías artesanales nos permitirá acelerar
    la apropiación colectiva de conocimientos, facilitar la
    producción propia de tecnologías y su
    adaptación a los fines de un desarrollo equitativo,
    participativo y sustentable.

    Segundo: ¿De qué pobreza y de
    qué riqueza estamos hablando a la hora de construir los
    índices de desarrollo y bienestar social?
    Por supuesto
    que nuestros pueblos son "pobres " y la pobreza, si por ella se
    entiende la miseria en que hemos quedado sumergidos luego de
    cinco siglos de colonialismo abierto o encubierto, hay que
    superarla como sea; en eso estamos perfectamente de acuerdo.
    Pero, si el patrón de liberación –en
    contraposición a tales circunstancias de miseria– es
    una sociedad ebria de consumo, repleta de deseos por obtener toda
    la cantidad de porquerías que día a día son
    arrojadas al mercado, sin ningún límite ni respeto
    a la vida y a lo que realmente necesitamos hoy en día los
    seres humanos, allí sí estamos en total
    desacuerdo.

    Sabemos que al hablar de "desarrollo
    humano" son muchos los avances que, desde algunas instancias
    internacionales y por presión de
    los movimientos sociales, se han producido. En efecto, se han
    construido nuevos índices de medición de calidad de
    vida muy interesantes. Sin embargo, todo ello está
    lejos de ser suficiente. Preferimos, por el contrario, trabajar
    con una máxima radical que nos permita construir un
    patrón de liberación frente a la miseria totalmente
    distinto.

    Tercero: Precisamente, los puntos sobre la
    tecnología y la pobreza nos obligan, dentro de la gerencia
    productiva, a construir necesariamente nuevos índices de
    mediación de la labor productiva
    . Si por eficiencia
    (en buena lid) entendemos la relación existente entre los
    recursos o esfuerzos invertidos y los frutos concretos que nos
    deja una determinada experiencia, entonces también
    debemos ir creando nuevos criterios para evaluar la
    rentabilidad de cualquier inversión
    . Hasta los
    momentos, hemos propuesto trabajar con un conjunto de criterios
    universales de rentabilidad que nos permitan arrojar un criterio
    de equilibrio general de resultados que trascienda el
    conservadurismo político, el productivismo ciego y la no
    responsabilidad ante el interés social.
    Ellos son:

    – La rentabilidad productiva: Necesariamente tenemos que
    incentivar dentro de la economía social modelos de
    eficiencia en los índices de producción y capacidad
    de mercadeo que
    puedan sobrevivir dentro de una sociedad controlada de arriba a
    abajo por las grandes maquinarias corporativas del capitalismo
    global.

    – La rentabilidad societaria: Ella puede entenderse como
    la capacidad para responder a las necesidades sociales reales
    tanto de una comunidad como del conjunto nacional, integrando el
    mayor número de ciudadanos a su proceso y abriendo sus
    compuertas para reproducir diversas experiencias
    participativas. 

    Líneas generales de trabajo

    Por nuestro lado, hemos estado haciendo un conjunto de
    consultas y reflexiones que nos han permitido armar, primero, un
    orden de ideas que juegan el papel de abrebocas para un debate
    que es sin duda muy complejo; y, luego, una propuesta de trabajo
    que en principio debería llevarnos a desarrollar una
    experiencia investigativa y de organización social lo
    suficientemente extensa como para hacer de ella el punto de
    partida de una experiencia ampliada que, en articulación
    con otras experiencias emprendidas en el país, pueda ser
    el punto de apoyo fundamental de una acción social y
    gubernamental centrada en el desarrollo de la economía
    social.

    Proponemos –como síntesis
    metódica– que las resultantes institucionales, ya
    sean en el ámbito social o gubernamental, deben ser
    inmanentes a la propia experiencia y no al revés. Sin
    embargo, es importante contar desde ya con algunas propuestas
    que, una vez arrojadas a la experiencia, nos hagan saber de su
    pertinencia o no, contando asimismo, claro está, con todos
    los añadidos que la experiencia quiera darle.

    El
    mapeo estratégico de nuestra realidad
    social

    Pensemos desde ya en la posibilidad de inyectar
    –sobre un universo social
    que vayamos mapeando progresivamente en sus potencialidades,
    experiencias y realidades– los recursos materiales e
    inmateriales que le permitan dar ese salto cualitativo
    fundamental, promoviendo dentro de él nuevas visiones de
    desarrollo integral de las comunidades centradas en la propiedad
    social, el desarrollo local sustentable y la reinversión
    de un componente importante de los excedentes generados dentro de
    los ecosistemas
    sociales y naturales que envuelven a la totalidad de la
    comunidad.

    Ayudar a liberar las fuerzas productivas aplastadas en
    estos momentos por los efectos de la explotación, la
    marginalidad y la exclusión es una tarea central del
    proyecto
    revolucionario. Para ello necesitamos empezar desde ya a crear
    las metodologías y formas de análisis que nos
    permitan elaborar un mapeo o geografía
    estratégica de la economía social en nuestro
    país (de acuerdo con los criterios de rentabilidad
    ofrecidos), e indicar sus cualidades y necesidades concretas de
    manera que pueda construirse un criterio justo de racionalidad de
    la inversión, y se ayude así a
    potenciar todas las formas de interacción posibles entre dichas
    realidades. Hecho esto con la participación directa de los
    actores sociales, cualquiera podría contar con dicho
    conocimiento para aprovecharlo y seguir enriqueciéndolo.

    Las comunidades autogestionarias de base o
    CAB

    Cuando nos referimos a los mapas
    estratégicos y hablamos de una multiplicidad de
    economías sociales existentes, nos ubicamos en la
    necesidad, en primer lugar, de ir reconociendo el conjunto de
    comunidades que sinteticen en su seno el ciclo económico
    de producción, distribución-mercadeo y consumo,
    reales o potenciales que existen en muchas localidades.
    Así, pues, definimos una comunidad autogestionaria de base
    en los siguientes términos:

    En primer lugar, como una suma de saberes,
    culturas, experiencias, intereses, voluntades colectivas que en
    acto o en potencia tienen
    todas las posibilidades de desarrollar una realidad productiva,
    distributiva y de consumo basada en la propiedad colectiva, en la
    acción económica solidaria y en el interés
    social, tanto del colectivo en su conjunto, como del ciudadano en
    tanto agente individual de consumo. En segundo lugar, son
    comunidades de libre participación que juegan el papel de
    células
    primarias para la promoción de todos aquellos valores de
    los cuales hemos hablado: la autogestión, el trabajo
    asociado, el equilibrio entre la distribución individual y
    social del excedente, la plena autonomía del colectivo, el
    igualitarismo democrático, etc.

    En tercer lugar, su función de partida
    puede ser la de incentivar en forma planificada y consensuada la
    pequeña iniciativa microempresarial, asociativa o cooperativa, o
    la articulación de la experiencia ya acumulada en
    cualquiera de estos campos que es necesario potenciar, e incluso
    impulsar la posibilidad de la reapropiación colectiva de
    medios de
    producción ociosos en manos del gran capital. Son
    comunidades que juegan un papel determinante y anterior a la
    formación propiamente del espacio empresarial o de
    consumidores, en la organización, formación,
    divulgación y planificación del proceso de desarrollo de
    todas las formas y ramales de la economía social.
    Además, crean las posibilidades para articular el conjunto
    de empresas autogestionarias que seguirán
    desarrollándose desde ella, creando un ambiente
    favorable a la promoción de todas las formas de
    solidaridad y apoyo mutuo dentro del territorio donde
    actúan.

    Partiendo de estas metas, la primera tarea de toda
    comunidad autogestionaria de base es la de descubrir, promover,
    mapear y ayudar a articular el conjunto de posibilidades e
    inventivas asociativas, tecnológicas, técnicas,
    o disposiciones éticas y políticas, que siempre han
    sido marginadas por tener poco o ningún acumulado
    importante de capital. Estamos hablando de organizar en forma de
    espacios de libre participación el capital humano y
    experiencial más importante que tenemos como país
    para la promoción de un modelo alternativo de desarrollo.
    Una comunidad autogestionaria de base no es, por tanto, una suma
    de empresas en sí. Es, más bien, una promotora
    inmediata de ellas que va cumpliendo tareas de estímulo,
    formación, investigación, comunicación y
    planificación, llegando incluso a jugar el papel de agente
    intermediario para la consecución y dotación de los
    recursos físicos y financieros necesarios para el
    desarrollo de un espacio determinado de economía social.
    Sus lugares o territorios primigenios de organización
    pensamos que pueden ser básicamente cuatro:

    Primero, aquellas que se asientan en los
    territorios locales, y de los cuales se derivan tareas propias de
    toda comunidad. Segundo, aquellas que se montan sobre
    territorios más bien transversales a distintas realidades
    locales o las involucran a todas ellas, y donde cobra pleno
    sentido aquello de que la economía social se encuentra, en
    realidad, basada en una multiplicidad de economías reales
    o potenciales (economías de género, de
    jóvenes y niños,
    de buhoneros, de servicios urbanos, economías
    comunicacionales, culturales, etc.). Tercero, aquellas
    comunidades que se organizan no sobre un lugar o una
    función de interconexión sino para facilitar la
    movilización de distintos contingentes sociales hacia
    otros territorios donde podrán desarrollar o una
    experiencia de trabajo solidario temporal o un nuevo proyecto de
    vida. Estas comunidades de movilización serán
    fundamentales para el logro del equilibrio territorial y la
    promoción de proyectos
    autogestionarios ejemplares (saraos, etc.). Cuarto,
    aquellas que se establecen sobre territorios virtuales, y que
    estarán, por tanto, destinadas a gestionar el uso de los
    bienes y servicios inmateriales que hoy son fundamentales a toda
    economía: conocimientos, sistemas informáticos e
    instrumentos de comunicación.

    Las
    redes de producción, distribución y consumo o
    RESA

    No obstante, si queremos hacer de esta iniciativa en pro
    del desarrollo de la economía social un postulado central
    del proceso de transformación socio-económico del
    país, necesariamente tenemos que forzar la mirada hacia
    una realidad ampliada, donde se articulen extensas zonas de
    producción, distribución-mercadeo y consumo que, en
    suma, constituyan la base para la organización de un
    amplio sistema de economía social
    .

    Este aspecto sistémico del asunto no es posible
    diseñarlo en abstracto (modelos societarios ideales), ni
    mucho menos reconocerlo exclusivamente a partir de los flujos
    monetarios y de mercancías que todo proceso
    económico genera. Estaríamos hablando, más
    bien, de un flujo colectivo (flujo de pueblo y multitud)
    sustentado, como dijimos, en necesidades muchas veces primarias;
    así como de las posibilidades de trascendencia que se
    encuentran, primeramente, en colectividades de producción
    que al reunirse ayudan a la multiplicación y sinergia de un
    conjunto de empresas que producen valores de uso determinados,
    pero que tienden a establecer conexiones naturales o inducidas
    por el desarrollo del sistema mismo. De allí se generan,
    progresivamente, las bases para la realización de todo un
    amplio sistema de solidaridad e interacción
    intrasistémica.

    Estos amplios territorios de interacción y
    solidaridad de agentes de producción, distribución-
    mercadeo y consumo es lo que llamaríamos las Redes de
    Economía Social y Alternativa (RESA), las cuales se
    subdividen en redes más específicas de acuerdo con
    la naturaleza y fines de cada uno de los espacios empresariales
    que se han ido construyendo. Son redes que no están atadas
    a la sola racionalidad del mercado, sino que hacen de los frutos
    del debate consensual, la solidaridad y el compromiso entre los
    actores participantes del sistema mismo su fuente primordial de
    crecimiento y concreción de nuevos mercados, lo que nos
    acerca todavía más a la definición
    estratégica de un modelo alternativo de desarrollo,
    así como al salto que la economía social debe dar
    hacia la creación de un sistema autorreferencial que
    abarque amplios tejidos sociales.
    Así, pues, toda red de economía
    social y alternativa:

    Primero: Produce los sujetos de su propia
    conformación, a la vez que determina las funciones y las
    particularidades de cada uno de ellos. De ella surgen las
    condiciones para el desarrollo multiplicado de una diversidad de
    colectividades productivas que constituyen el principio de una
    economía cada vez más soberana y con posibilidades
    de autogobernarse.

    Segundo: Genera las bases para el desarrollo de
    un mercadeo asociativo y cooperante que, por los valores que lo
    sostendrían y la calidad de sus
    prácticas, ayudará en forma sustancial a promover
    la transparencia de la economía y a derrotar las colas
    especulativas que se han ido creando en casi todos los
    mercados.

    Tercero: Crea las condiciones objetivas y
    subjetivas para que el carácter en principio local desde
    el cual habrá de nacer toda comunidad autogestionaria
    pueda incorporarse a un vasto espacio de distribución y
    mercadeo asociativo, encontrando así rápidamente
    posibilidades de "nacionalizar", "continentalizar" e incluso
    "globalizar" su propias potencialidades. Siempre en la medida en
    que todo sujeto que conforme e intervenga dentro de los espacios
    de distribución y mercadeo de la red, actuando
    efectivamente bajo la lógica
    de una red social
    cooperante y asociada, garantice de hecho la extensión
    continua de las fronteras productivas. No estamos con ello
    intentando sabotear o burlar la importancia que pueda tener el
    rescate de las culturas de la autosustentación dentro de
    un modelo alternativo de desarrollo; nos referimos, más
    bien, a la necesidad de combinar dentro de un justo equilibrio el
    carácter a la vez integral y expansivo de este modelo. Por
    el contrario, todas estas economías autárquicas,
    que no producen valores de cambio sino
    exclusivamente valores de uso (conuqueros y sobre todo la
    economía doméstica), podrían formar sus
    propias redes y subsistemas convirtiéndose en paradigmas de
    una sociedad más sana y humana.

    Cuarto: Finalmente, incorporamos dentro de estas
    redes la dimensión del consumo; ello, bajo la figura de un
    sujeto social organizado que jugaría un papel clave en el
    establecimiento de un subsistema de organización masiva
    que permitiría desarrollar en forma ampliada la
    contraloría social sobre la economía en lo que se
    refiere a calidad, precios,
    resistencia a la
    especulación y a la basura
    consumista. El consumidor consciente y organizado pasaría
    a constituirse en un sujeto económico estratégico
    en la medida en que cada espacio o esfera de producción y
    distribución asociada estableciera, a su vez, las
    condiciones para el nacimiento de dicho sujeto social;
    cabría incluso la posibilidad de que cualquier individuo,
    aunque formara parte de algunas de las colectividades (o
    empresas) insertas en cualquiera de las realidades de
    producción o de distribución y mercadeo, a la vez
    participara de la contraloría social de estos mismo
    espacios, a través de las instancias de
    organización del consumidor.

    Las redes de redes

    El fenómeno de las redes sociales constituye una
    experiencia que recorre en estos momentos enormes conjuntos del
    mundo popular, basándose todas ellas en núcleos
    primarios de organización participativa. Los poderes
    sociales y populares tienen allí su lugar de
    realización, sea en el campo de la salud,
    pedagógico, comunicacional, cultural, de la tierra, de
    la organización local, etc.

    En el caso de las comunidades y redes ligadas a la
    economía social necesariamente tendrán que accionar
    en conjunto con estos otros espacios, por al menos tres razones:
    primero, porque se comparten fines y valores muy semejantes;
    segundo, porque nacen de las mismas o muy parecidas realidades
    sociales confundiéndose muchas veces unas con otras; y
    tercero, porque se necesitan entre ellas y, en particular, la
    economía social necesitará de la competencias de
    todas ellas para poder sumar el mayor número de recursos
    humanos y conocimientos a ella; pero, además, toda
    esta multiplicidad de redes debe estar interesada en hacer de la
    economía social un espacio potente donde ellas participen,
    de modo que les ayuden a la consecución en forma gratuita
    o más barata de muchos de los bienes y servicios que
    obviamente ellas no producen.

    Es necesario entonces que toda experiencia de comunidad
    productiva o de red, desde un primer momento, empiece a construir
    los puentes e incluso incentive otros lugares de
    participación y desarrollo del poder popular de distinta
    naturaleza, haciendo el llamado a todos para que adopten la misma
    mentalidad pluriconstructiva y no se queden encerrados en un
    focalismo corporativo que les quita la posibilidad de aprovechar
    el expediente infinitamente rico que cada experiencia de
    participación va acumulando y convirtiendo en el gran
    capital social y cultural sobre el cual habremos de construir un
    nuevo país.

    Los
    incentivos
    instrumentales

    Anteriormente nos referimos a la relación
    sustancial que habrá de darse entre la construcción
    del nuevo Estado, ajustado a la Constitución nacional y
    materializado a través del proceso popular constituyente,
    y la economía social. Pero hay cosas más
    específicas que no deben dejar de mencionarse en cuanto a
    las tareas de las instituciones públicas frente al
    desarrollo de este nuevo espacio económico.

    Recordemos, además, que la revolución
    bolivariana en su visión constitucional permitió la
    superación del viejo esquema del "Estado de
    derecho" introduciendo el concepto de "Estado de justicia y de
    derecho", siendo el principio de justicia prioritario sobre la
    simple condición normativa y reguladora del Estado. Pasos
    como éste debemos recalcarlos en todo momento, ya que se
    trata –a nuestro juicio– de un paso fundamental en la
    concepción de Estado que rompe de plano con las premisas
    del Estado delegativo, disciplinario y controlador sobre el cual
    se edificaron las democracias liberales. Ahora, además de
    actuar a favor de un Estado que se funde en la sociedad civil,
    también es necesario construir todos los espacios que
    viabilicen el desarrollo de un Estado que se convierta en agente
    justiciero ya sea por su condición "benefactora", como, y
    sobre todo, por servir de instrumento para la liberación
    de las fuerzas productivas y creadoras regadas por la
    sociedad.

    La formación

    Dentro de este orden de ideas, tanto las instituciones
    educativas en manos del gobierno central
    como aquellas que dependen de los gobiernos estatales y
    municipales (sistema de educación básica, sistemas
    de educación técnica y universitarias,
    instituciones culturales, etc), y muy especialmente las
    comunidades autogestionarias y redes sociales, deberían
    empezar a estrechar sus lazos de colaboración permanente
    con la economía social.

    Ponemos el énfasis sobre las tareas formativas de
    las comunidades autogestionarias como poderes populares y
    células primarias de articulación de este sistema
    productivo, siendo el sitio donde decantan la mayoría de
    los esfuerzos y de las tareas específicas de este orden,
    en la medida en que se vaya constituyendo. Desde ellas tenemos
    por delante una larga tarea de formación que debe comenzar
    por establecer las bases de una amplia campaña de
    "alfabetización productiva" de la población que permita homologar y
    enriquecer los conocimientos técnicos, gerenciales,
    organizacionales, tecnológicos, societarios,
    históricos, que nos pongan a tono con el reto
    revolucionario planteado.

    No estamos abrogando por el enquistamiento de estas
    tareas dentro de instituciones específicas (llámese
    "institutos de economía social" o cual sea). Consideramos,
    por el contrario, que esto necesita de una dinámica mucho más viva y flexible
    que adopte para sí tanto la concepción como los
    procedimientos
    de la
    educación popular en su versión patrimonial
    latinoamericana. Se trata de crear el ambiente y las condiciones
    para que todos nos enseñemos a levantar un orden
    económico distinto. Son años de trabajo, sin duda;
    siendo además un proceso formativo sin ningún final
    en el espacio y el tiempo; una praxis social
    formativa que se amplía, cualifica y ramifica en la medida
    en que se va desarrollando y armando el mismo tejido
    autogestionario por todos los linderos de la sociedad.

    El conocimiento

     Producir y reproducir la vida es
    prácticamente el centro del conocimiento humano y
    razón del desarrollo. Sobre este asunto discurren
    cualquier cantidad de investigaciones y
    descubrimientos, como de viejos bolsones de saber en manos de
    infinidad de individuos y comunidades que el capitalismo se ha
    dado las formas para apropiarse hasta convertir en una de las
    mercancías más preciadas en el mundo de hoy, que
    tiende a quedarse en manos de muy pocos. La democracia del saber
    es, por tanto, una de las aspiraciones transformadoras más
    urgentes a las cuales nos enfrentamos, estando conscientes,
    además, de que será imposible desarrollar un modelo
    económico alternativo sin tener resueltas al menos las
    primeras vías que nos permitan resolver este
    dilema.

    Mucho se ha hablado de la
    investigación-acción como instrumento colectivo
    para la creación de un conocimiento nacido del esfuerzo
    constructivo y la inteligencia
    colectiva. Allí está una vía, pero a estas
    alturas ésta ya no es suficiente.

    Necesitamos, partiendo de los valores e instrumentos que
    inspiran a la economía social, crear un campo de
    acumulación de conocimiento donde empecemos la larga tarea
    de reapropiación voluntaria de muchos saberes
    especializados y colectivos, emprendiendo desde allí el
    proceso de redistribución y retroalimentación de dichos conocimientos
    dentro de los espacios de desarrollo práctico de la
    economía social. Sugerimos, desde ya, la
    formación de una primera comunidad autogestionaria
    centrada en el territorio inmaterial del conocimiento
    como
    punto de arranque para este fin, cuyos alcances, si lo logramos,
    podrían abarcar rápidamente el campo
    latinoamericano y hasta global.

    La información y la
    comunicación

    Obviamente, al tomar conciencia de la
    superposición de incentivos instrumentales que se van
    sumando para garantizar el desarrollo de un sistema de
    economía social, nos enfrentamos rápidamente con el
    punto de los escenarios informáticos y comunicacionales a
    través de los cuales se divulgan y canalizan valores,
    experiencias, saberes y datos, pero
    también se articulan y coordinan dentro de un plan conjunto las
    actividades implícitas a la economía social
    emprendidas por los sujetos involucrados.

    La creación de los sistemas informáticos
    que garanticen la socialización de todo tipo de conocimientos
    es la primera cuartilla que tenemos que empezar a llenar. Pero
    con ello debe ir anexo un plan divulgativo que nos permita, a
    través de la imagen y la
    palabra, vernos y oírnos, haciendo y construyendo esta
    experiencia inédita para la mayor parte de nuestros
    pueblos. La integración entre los conocimientos de la
    razón y la pasión ligada a la sensibilidad y al
    afecto, son nutrientes básicos de un modo de
    producción alternativo que rompe progresivamente con los
    parámetros en que se ha edificado la alienación
    capitalista. La
    comunicación –e incluso la estética y el arte (nuestro
    teatro, nuestro
    canto, nuestros murales y muñecos)– que
    acompañe los nichos locales autogestionarios y la
    producción audiovisual, impresa, radial que podamos
    incluir dentro del sistema de economía social son aspectos
    de un mismo reto comunicacional sobre el cual tendremos que
    montarnos como conjunto.

    El financiamiento

     Nos topamos con el capítulo del
    financiamiento; punto sangrante de un mundo dispuesto a producir,
    pero absolutamente descapitalizado. En nuestra
    consideración, son tres los aspectos clave a resolver:
    Primero: Crear por medio de las mismas comunidades
    autogestionarias como punto de estacionamiento y
    redistribución financiera un sistema confiable de
    síntesis de las enormes cantidades de dinero que en
    suma se mueven dentro de las comunidades y, en general, dentro de
    los espacios donde se desarrolla la economía llamada
    informal. Se trataría, en primer término, de crear
    un sistema de ahorro
    solidario homogéneo que pueda garantizar la
    concentración de porcentajes crecientes de las masas
    dinerarias que allí se mueven, sin lugar común de
    decantamiento y mucho menos de inversión, para ser
    redistribuidas en forma de proyectos de
    inversión dentro del sistema de economía
    social.

     Segundo: Garantizar por medio de mecanismos
    de ley o de alianza,
    la posibilidad de que una parte importante de los acumulados que
    se concentren dentro de los nuevos sistemas de seguridad
    social por crear sean igualmente reinvertidos dentro del
    espacio de la economía social. Allí se encuentra un
    punto fundamental de articulación entre un sistema y otro,
    ligados ambos por una misma razón social. Tercero:
    Profundizar y extender la actividad de financiamiento que
    actualmente adelanta el Estado a la microempresa,
    así como al resto de las empresas ligadas a la
    economía social. Incluso sería necesario fijar por
    ley una cuota de subsidio presupuestario a la economía
    social, para que ésta no quede a las anchas del mercado y
    las desgracias presupuestarias, y, sobre todo, sería
    necesario que se establecieran los mecanismos de alianza entre el
    sistema comunitario y autogestionario de ahorro y su propio
    sistema de bancos e
    institutos ligados al financiamiento de la economía
    social.

     Cuarto: Quedan abiertos los mercados
    internacionales de financiamiento, para cuyo acceso es
    fundamental la sistematización informativa y las
    estrategias de formación de bloques negociantes que puedan
    hablar con fuerza dentro de estos mundos, cuestión para lo
    cual es mucho lo que también pueden hacer en bloque Estado
    y sociedad.

    La
    demanda, los bienes y la infraestructura de Estado

     Complementario del punto de financiamiento,
    consideramos fundamental la posibilidad de dirigir una buena
    parte de la demanda de Estado hacia la economía social.
    Sobre esta demanda se han alimentado por años los
    correajes de corrupción
    que todavía florean alrededor de todas las instituciones
    públicas. No cabe duda que gran parte de la conflictividad
    de estos años se sitúa en la pérdida de
    privilegios que han tenido muchos contratistas, importadores,
    licitadores, receptores de subsidios, etc. La demanda del Estado,
    desde las tecnologías necesarias hasta los servicios,
    alimentos y
    bienes básicos, al diversificarse, racionalizarse y estar
    vigilada por los sistemas de contraloría social, debe
    pasar a convertirse en una fuente del desarrollo sustentable y
    equitativo del país. Razón por la cual, al toparse
    con la economía social en forma gradual y planificada,
    encontraría, de hecho, uno de sus principales lugares de
    realización.

    Pero no sólo vemos al Estado por el lado de la
    demanda; existe igualmente toda una infraestructura de inmuebles,
    de maquinarias inutilizadas, inclusive de empresas de
    producción y de servicios semiabandonadas, que
    podrían pasar a manos del sistema de economía
    social mediante la utilización de principios normativos
    sencillos y formas de contratación que se adecuen al
    principio de corresponsabilidad sobre los bienes del Estado.

    Los nuevos mercados

     Terminamos el capítulo instrumental con la
    necesaria extensión de los mercados internacionales y
    latinoamericanos ligados a la economía social, las
    propuestas básicas y criterios para ello. Ninguna
    economía puede en estos momentos encerrarse sobre
    relaciones autárquicas, aunque estemos de acuerdo, como ya
    dijimos, en revalorizar todas las formas de autarquía
    económica, empezando por el conuco o la empresa
    doméstica y algunas experiencias de empresa comunitaria.
    Por el contrario, la síntesis de una valoración
    conjunta tanto de los intercambios sin fronteras –ligados
    al paradigma
    global– como de los circuitos
    autárquicos, nos permite vislumbrar la posibilidad de
    plantear un modelo de intercambio donde entren en juego tanto
    los elementos formales de todo intercambio mercantil como la
    introducción en ellos de los principios de
    "rentabilidad social y societaria" de los cuales ya hemos
    hablado.

    Es, por supuesto, un reto al cuadrado, pero que
    consideramos fundamental si no queremos perdernos dentro del
    salvajismo que impera actualmente dentro del escenario fluido y
    archimonopólico de la
    globalización. La comunidad autogestionaria de
    conocimientos como fórmula para comenzar a concretar
    dichos sueños es sólo un primer eslabón.
    Ahora es imprescindible ir más allá, necesitamos
    abrir las posibilidades para que el avance en la movilidad de
    mercancías sea acompañada por el libre flujo de los
    conocimientos, como también de los pueblos y comunidades
    de carne y hueso, es decir, la movilidad real de las comunidades
    autogestionarias
    .

    Sabemos que el mundo de la globalización ha estructurado su
    fórmula básica de dominio político sobre la
    imposición del libre flujo de capitales, frente al control
    estricto del movimiento de los pueblos. Para romper de
    raíz ese dominio al menos necesitaremos equilibrar esta
    fórmula hasta llegar a invertirla.

     Hacia estos fines hoy podemos avanzar gradualmente
    dentro del espacio latinoamericano, contando con la solidaridad y
    la movilidad de los movimientos populares y cooperativos, pero
    también aprovechando algunas regulaciones de mercando
    común que existan o sobre las cuales habrá que
    presionar. Podemos concretar una cantidad de acuerdos de
    intercambio de gentes, mercancías y comunidades donde
    llevemos y traigamos las mercancías que necesitamos, pero
    también los conocimientos, culturas, afectos, cantos,
    valores, que constituyen el soporte móvil de un verdadero
    sistema global de economía social. El Mercado
    Común de Nuestra América
    (nuestra economía social
    de intercambio) tiene que darse sobre estos principios,
    fórmula donde quizás por primera vez la
    interrelación entre mercado, Estado y solidaridad
    planteada por el ministro Felipe Pérez pueda realizarse y
    jugar realmente a nuestro favor.

     Si además de garantizar este flujo integral
    de las comunidades autogestionarias en cualquiera de los
    territorios, ramales y zonas de las economías sociales,
    tenemos por necesidad que resolver paralelamente muchas
    fórmulas de intercambio restringidas a la lógica
    fetichista de la mercancía y el capital, eso no tiene la
    más mínima importancia. Incluso, también en
    este campo podemos llegar a acuerdos interesantes y formalizar
    hasta legalizar campos de mercado donde impere al menos el
    principio de "precios y financiamientos solidarios". Ésa
    es una escala intermedia
    que debe aprovecharse como posibilidad perfectamente factible si
    trabajamos con agentes dispuestos a desarrollar este principio,
    vengan de donde vengan.

    Pero lo sustancial en el principio bolivariano y nuestro
    americano de la economía –en nuestra
    consideración debe ser perfilado hacia este fin
    básico de los intercambios integrales;
    una suerte de integración radical entre la movilidad
    pura propia del nomadismo y el gitanismo, con la quietud de la
    identidad y el
    arraigo que hacen parte de los impulsos de libertad que
    hacen a todo ser humano
    . Quizás sea éste el
    camino que nos conduzca a la ruptura con el modelo estructural de
    dominio del neoliberalismo
    global y que nos aproxime a una tesis propia
    de construcción de un mundo distinto.

    Estrategia y constituyente
    autogestionaria

     No quisiéramos extendernos demasiado sobre
    este tema, ya que esperamos poder desarrollar una estrategia
    factible y apropiada a nuestra realidad nacional, no a partir de
    una "visión de oficina" que
    establezca en forma apriorística dónde se va a
    actuar y cuáles son en general, los ramales de
    producción y desarrollo, sobre los cuales se va a
    priorizar.

    Por el contrario, partimos del principio de que en la
    medida en que se vayan extendiendo en cantidad, calidad y
    diversidad territorial las comunidades autogestionarias de base,
    por su propio conocimiento del espacio y las condiciones en que
    se mueven, irán dibujando los movimientos
    estratégicos principales sobre los cuales avanzará
    el sistema de economía social. Por supuesto, hay mucha
    información y programas de Estado que deben ser
    socializados para visualizar mejor los caminos; también se
    torna importante consensuar prioridades como, por ejemplo, la
    producción de alimentos, el quebrantamiento de las redes
    especulativas, servicios básicos, ambiente, minería,
    pesca,
    turismo, etc. En
    su condición de "planificadores atómicos y
    sociales", las comunidades autogestionarias deben guardar la
    mayor autonomía y soberanía en su propia
    planificación.

    El problema estratégico se centra, por tanto, en
    el propio desarrollo organizativo de las comunidades y redes, y
    en la posibilidad de integración de planes y sistemas
    (básicamente financieros) entre el cuerpo social
    autogestionario, las instancias de gobierno o cualquier otra que
    quiera colaborar con este difícil sueño.

     En tal orden de ideas, la estrategia a plantear
    es principalmente constituyente
    . Necesitamos generar un
    movimiento constituyente que debata la pertinencia de estas
    ideas, las ponga a prueba y se convierta en el espacio integrador
    de todos los agentes interesados en promover este modelo
    alternativo de desarrollo. La activación de un poder
    constituyente organizado federalmente es fundamental, en este
    caso, por la magnitud de la tarea y por la imposibilidad de
    actuar de manera diseminada, tratándose de un nuevo modelo
    de desarrollo que esperamos pueda extenderse y convertirse en una
    alternativa de vida para la mayoría de la
    población.

     Tal estrategia –como proceso popular en
    manos, fundamentalmente, de todas las organizaciones de base y
    espacios cooperativos existentes y abiertos a estas ideas–
    necesita de un esquema común de etapas constitutivas que
    podrían ser evaluadas y procesadas en conjunto. No
    quisiéramos suscribirla como tal a ninguna "metodología" vista desde el punto de vista
    académico; sin embargo, es importante reiterar la
    necesidad de hacer de esta vasta iniciativa un campo privilegiado
    para el desarrollo de la inteligencia y el conocer colectivo. El
    trabajo se haría enteramente sobre experiencias concretas
    que se activarían de inmediato, sintetizando los
    siguientes elementos:

    Etapas del proceso general de la constituyente
    autogestionaria

     Primera: Encuentro y diagnóstico concreto de la
    gente como constituyente productivo y solidario:
    ¿qué hacemos?, ¿qué sabemos?,
    ¿quiénes somos?, ¿dónde estamos?,
    ¿qué buscamos? (momento de encuentro y
    reconocimiento natural de organización de la solidaridad
    social y productiva).

     Segunda: Visualización del proyecto
    posible y apertura de nuevos horizontes que fortalezcan y
    multipliquen los potenciales económicos existentes
    (momento inicial de la espiral analítica: conciencia
    crítica-horizontes de liberación
    posible a través de la práctica de la
    economía social).

     Tercera: Diseño
    de estrategias de desarrollo: solución a los
    condicionantes socio organizativos, de producción y
    mercadeo, institucionales, financieros, comunicantes,
    movilizadoras (momento estratégico).

     Cuarta: Activación del plan o de la
    experiencia previamente existente pero potenciada dentro del
    encuentro de comunidad (momento práctico).

     Quinta: Balance de los primeros escalones
    logrados: límites y
    nuevos horizontes, incorporación de nuevos agentes
    solidarios y productivos, nuevo diseño general (momento
    constitutivo).

     Sexta: Paso a la integración de
    redes (RESA), y junto a ellas la clarificación de sus
    respectivos modelos de orden comunicacional y formativo,
    coordinación de experiencias, diseños del flujo de
    financiamiento, formatos de planificación y cálculo
    económico, intercambios y formas de solidaridad propios,
    investigación de mercados nacionales e internacionales,
    estrategias de movilización, etc. (momento
    extensivo).

    Bibliografía

    1 Revista
    Venezolana de Economía y Ciencias
    Sociales
    ISSN 1315-6411 versión impresa
    ().

    2 http://www.monografias.com/trabajos16/papel-universidad/papel-universidad

     

    Realizado por :

    Yaddy Rangel Vargas

    Estudiante de ingenieria de sistema

    Republica Bolivariana de Venezuela

    Ministerio de educación y deporte

    Misión Sucre

    5 de febrero de 2006

    El Vigía, Edo Mérida

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