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Los gauchos de Sarmiento frente a los gauchos de Hernández (página 2)




Enviado por Mauro Paradiso



Partes: 1, 2

Otro tipo de gaucho nos encontramos cuando abrimos las
páginas de Martín Fierro, que fue escrito en
otro momento histórico (se publica la primera parte de la
obra en 1872).

Antes de introducirnos en esta obra, quiero hacer una
breve reflexión. Tal vez en la actualidad nos resulte
difícil pensar en "el" gaucho, como una entidad cerrada
sobre si misma y ajena al devenir histórico, puesto que
fue precisamente ese devenir el que lo fue trasformando en el
tiempo, a la
vez que el gaucho fue reposicionándose social y
políticamente, para adoptar nuevos roles y
desafíos. Con esto lo que quiero decir es que una cosa es
pensar en el gaucho como el mestizo, descendiente inmediato de la
cruza entre el indio y el español,
que recorría libremente la llanura pampeana en busca del
cimarrón, y otra cosa es pensarlo como el
peón que a fuerza de la
extensión de la estancia ganadera tuvo que "sedentarizar"
su vida, para entrar al tipo de mercado de
trabajo que el modelo de
acumulación en ciernes necesitaba para
consolidarse.

El primer tipo de gaucho al que aludimos fue el que se
lanzó al experimento, en una llanura que no le
ofrecía más obstáculos que las fieras con
las que se podía topar en el camino, o el encuentro
violento con algún malón de indios que pudiese
resultarle hostil. Pero en todo caso, las investigaciones
históricas nos dicen que al menos este gaucho podía
errar libremente por campos en los que el alambrado
todavía no había delimitado los lugares prohibidos
y las autoridades no estaban en su búsqueda.

Ese gaucho vivía de su habilidad para sustraer de
la naturaleza su
sustento diario. Quiero decir, su destreza como jinete, su
habilidad para cazar el ganado salvaje o hacer artesanías
de cuero, le
permitían sostener las vaquerías como una
actividad vital, gracias a la cual podía reproducirse
socialmente.

El otro gaucho –al que va a hacer alusión
la obra de Hernández- ya convertido en peón de
estancia, va a encontrarse con obstáculos que
delimitarán el espacio por el cual puede moverse -el
alambrado le va a marcar la propiedad
inviolable, dentro de la cual ya no puede circular- y lo
exhortarán a cumplir una función
útil para la sociedad y
para la clase
terrateniente que por ese entonces se estaba consolidando: este
gaucho va a tener que trabajar para un patrón, en
relación de dependencia, para lo cual tendrá que
procurarse un lugar fijo de residencia. Es así como a
partir de aquí va a tener que adoptar comportamientos y
costumbres funcionales al tipo de sociedad y al modelo de
acumulación que se estaba gestando.

Concretamente, podemos decir que a mediados del siglo
XVIII, como consecuencia de la desaparición del ganado
salvaje y de la valorización del cuero -junto con la
concentración de tierras que llevó a la
consolidación de la gran hacienda- el gaucho de las
vaquerías empieza a cederle lugar al
gaucho-peón de estancia. Pero este tránsito no se
produce sin conflicto.
Tanto la clase terrateniente en formación, como las
autoridades políticas,
comenzaron a re-significar la existencia del gaucho: éste
pasó a ser visto como parte de un sector social al que
había que domesticar, fijándolo a un lugar de
trabajo, y exhortándolo a que forje una disciplina
laboral.

Aquellos que no pudieron, o no quisieron, adaptarse a
las nuevas pautas de vida y siguieron recorriendo los campos sin
rumbo fijo, sin morada definitiva, o sin el papel firmado por el
juez de paz o "el patrón de estancia" que certificara que
estaba comprometido en una actividad laboral, pasaron a ser
objeto de persecución. Las autoridades los vieron como
sospechosos –podían robar ganado, o ser criminales
fugitivos- y cuando los capturaban solían enviarlos a "la
frontera", es
decir a los límites
territoriales que dividían las zonas que ya habían
sido conquistadas de aquellas que todavía estaban en manos
del indio. Es así como se fue gestando un régimen
social de acumulación (intrínsecamente ligado a un
sistema de ideas,
que no necesariamente eran un subproducto del mismo) que
entró en contradicción con los hábitos del
gaucho, generando una confrontación en la que el
régimen no contempló otra posibilidad que no fuera
la de disciplinar al gaucho o, de ser imposible, recluirlo
–en las cárceles o en la frontera- para que no
representase un obstáculo para el tipo de sociedad que se
quería construir. Martín Fierro constituye
un intento de comprender y resaltar la situación
del gaucho sumido en esta tensión. Pero empecemos, para ir
por orden cronológico, por el gaucho que aparece en
Facundo.

Los gauchos
que pintó Sarmiento

El Facundo constituye un análisis del gaucho argentino a
través de la
personalidad y el hombre
político de Facundo Quiroga, un caudillo que crece en las
llanuras riojanas, que como muchos gauchos –pensará
Sarmiento- llevó una vida errante, sin rumbo fijo,
sólo con su caballo y su cuchillo, sin sentirse atado a
nada: ni a un territorio en particular, ni a la escuela a la que
de pequeño concurrió (Facundo se iba de la escuela
cuando quería, golpeaba a las maestras, las desafiaba, es
decir, nunca pudo someterse a la autoridad). Vivió casi en
un estado de
naturaleza, teniendo que ser más fuerte que la naturaleza
misma, ganarse la vida
(Sarmiento nos cuenta en este sentido una anécdota en la
que perseguido por un tigre que lo quiere devorar, Facundo, con
la ayuda de sus amigos, se abalanza sobre la fiera y la destroza
con su cuchillo).

Es decir, este gaucho cultivó, de pequeño,
modales rudos, se hizo valiente a fuerza de sobrevivir en un
medio hostil, a la vez que se hizo fuerte y, fundamentalmente,
bruto. Pero vivió al margen de la ley, matrero,
perseguido. Su ámbito de encuentro eran las
pulperías, donde se emborrachaba, jugaba, y terminaba en
gresca con otros paisanos: era el momento en donde el cuchillo y
la muerte
definían la contienda.

La llanura, la pampa o la extensión, contribuyen
a modelar la figura de este gaucho. La extensión es
libertad sin
límites, es misterio de donde pueden surgir los
sentimientos más irracionales y hasta las alucinaciones o
el abismo. No está poblada, sólo hay
pequeños pueblitos separados por miles de
kilómetros, incomunicados. En el medio está el
desierto, los indios que atacan con sus malones y saquean todo lo
que encuentran. No hay caminos, no hay posibilidad de un comercio
estable, porque todo es inseguro. El costo del
transporte
recarga mucho el precio de las
mercaderías.

Sólo existe posibilidad de crecimiento, desarrollo del
comercio y de la industria, en las ciudades. El ejemplo es Bs.
As. , donde hay extranjeros, de origen europeo,
instruidos, que han leído las ideas de la
Ilustración, que tienen buenas costumbres, refinadas,
educados, civilizados.

Residen en un lugar fijo, se adaptan a las leyes, a la
vida en sociedad, en fin, a la civilidad. De chicos asisten a la
escuela, de grandes se dedican a su trabajo, a progresar, a ganar
dinero. Porque
la vida en la ciudad despierta necesidades, y eso lleva a querer
"tener más" y mejorar la calidad de
vida. En cambio el
gaucho no necesita nada. Vive tranquilo con su caballo, su
cuchillo, su poncho y su boleadora. Es frugal, y eso lleva al
atraso, porque ¿qué industria puede florecer,
qué comercio, con una persona que se
siente bien sin consumir, con lo poco que tiene, que ni siquiera
le interesa leer, porque la sabiduría que tiene le alcanza
para manejarse con éxito
en su medio natural?.

El gaucho es un obstáculo para traer la Europa
civilizada y sus costumbres. La pampa también. Facundo,
caudillo, tirano, arbitrario y despótico, es el producto de
todo esto. Puede ejercer su tiranía sólo entre
gauchos que lo admiran , le temen, o lo respetan. Rosas puede
gobernar del mismo modo, gracias a las mismas circunstancias,
porque la barbarie se extendió por toda las ciudades hasta
abalanzarse sobre Bs As. La base de la dictadura
rosista es el gaucho y sus costumbres, la pampa y su
extensión.

El gaucho es una persona que hace gala de conservar sus
tradiciones, vestir siempre con su chiripa, su poncho, mientras
que rechaza la levita, el frac, la moda que llega a
Bs. As. gracias a que es una ciudad portuaria, abierta al mundo.
La moda es sinónimo de libertad, de no estar atado a un
tradición, de ir cambiando el modo de vestir, los usos y
costumbres. Pero el gaucho desdeña todo esto. No conoce
otro mundo que el que lo rodea, siempre igual, eternamente
inmutable. Es un bárbaro, un tártaro. Son muchas
las similitudes que Sarmiento encuentra entre la tiranía
de los caudillos y las tiranías asiáticas o
africanas.

Facundo, es decir, un tipo ideal de gaucho argentino,
tiene dificultades para vivir bajo los parámetros de la
ley, porque creció en un estado de naturaleza, obedeciendo
sólo a sus instintos, y eso lo lleva a chocar con sus
pares por una mujer, por una
payada, por una borrachera, y así nace la pelea y la
muerte.

Muchos gauchos deambulan sin llevar el "conchavo" -lo
que mostraría que trabaja para un estanciero, certificado
por él y por el juez de paz-. De esta forma, suelen quedar
enfrentados a la autoridad que se ve obligada a perseguirlos , a
detenerlos o a mandarlos a la frontera para que cumplan alguna
función útil. La mirada de Sarmiento es por tanto
la mirada de alguien que piensa en la construcción de un Estado, por eso se
sitúa desde las necesidades del poder central, y busca los
obstáculos que impiden estructurar ese poder. Por el
contrario, la mirada de Hernández, se sitúa
más abajo, en la repercusión que tiene en el gaucho
la aplicación del proyecto liberal europeísta que
Sarmiento contribuyó a diseñar.

Para Sarmiento el Gaucho ni
siquiera tiene las aptitudes que se requieren para formar un
ejército profesional, disciplinado, con cadena de
mando-obediencia, con disciplina para adiestrarse en el arte de la
guerra. Por eso es hábil sólo para formar las
montoneras, que son como malones que atacan de modo desordenado,
basando toda su estrategia en las
fuerzas de caballería.

La mirada negativa de Sarmiento respecto al gaucho hay
que entenderla dentro del contexto en que se escribe
Facundo. Es decir, un Sarmiento exiliado, en plena
dictadura Rosista, que sufre como periodista e intelectual la
censura en carne propia. A su vez, escribe su obra apurado por
los acontecimientos y por provocar un efecto político en
los lectores. Este elemento, sumado a otros, no le dio tiempo a
despegar la figura de Rosas como tirano respecto al gaucho a
quien veía como el elemento esencial que formaba la
plataforma social de la dictadura rosista.

Si bien Sarmiento tiene una concepción
antropológica negativa acerca del gaucho, no debemos
entender que se trata de una visión pesimista acerca de la
naturaleza
humana. Las características del gaucho están
determinadas por el lugar en el que vive, por la forma en que se
educó y creció. Pero el hombre en sí mismo,
no es visto como "el lobo del hombre", al menos en
Facundo.

Estas reflexiones las podemos registrar en algunos
pasajes de Facundo, cuando Sarmiento habla acerca de la obra que
va a realizar el futuro e hipotético gobierno que
reemplace a Rosas:

"Porque él –nos dice acerca de Rosas
ha desenvuelto todos los malos instintos de la naturaleza
humana………el nuevo
gobierno
..…trabajará por estimular las
pasiones nobles y virtuosas que ha puesto Dios en el corazón
del hombre….".

En otro pasaje nos dice lo siguiente:

"…..es desconocer mucho la naturaleza humana
creer que los pueblos se vuelven criminales, y que los hombres
extraviados que asesinan, cuando hay un tirano que los impulse a
ello, son, en el fondo, malvados. Todo depende de las
preocupaciones que dominan en ciertos momentos, y el hombre que
hoy se ceba en sangre, por
fanatismo, era ayer un devoto inocente, y será
mañana un buen ciudadano, desde que desaparezca la
excitación que lo indujo al
crimen…".

Es decir, los gauchos que hoy
–pensará Sarmiento- apoyan la dictadura rosista, o
se suman a sus crímenes constituyéndose en
eslabones funcionales de su máquina del terror,
están siendo estimulados por un régimen que desata
sus instintos más salvajes. Eso no quiere decir que sean
irrecuperables, o que sean esencialmente malos. Habrá un
futuro gobierno, que encaminándose por la senda de la
razón y del progreso, los conducirá por los caminos
del buen ciudadano.

En este punto queda planteada, a nivel teórico,
una oportunidad para el gaucho, un lugar en el nuevo
régimen que supuestamente reemplazará a Rosas.
Pero, para que el gaucho tenga un lugar en aquel régimen,
Sarmiento le pide demasiado: debe dejar de ser gaucho.

Estas últimas reflexiones, si bien no forman
parte del texto literal
de la obra de Sarmiento, se desprenden de la lógica
general con la cual está escrita. El gaucho, tal como lo
ve Sarmiento cuando escribe Facundo, sería
inútil para el tipo de proyecto político y
social que él está pensando. Un proyecto en el que
para salir de la barbarie –los caudillos, Rosas, el modo de
vida del gaucho argentino- hay que importar la
civilización, que se caracteriza por estar en sus antípodas, con lo cual ambos
términos se transforman en dos realidades
incompatibles.

El proyecto socio-político que se terminó
imponiendo en la Argentina, extrajo en parte propuestas y
visiones planteadas por Sarmiento en Facundo. La
opción dicotómica entre civilización o
barbarie representa una de ellas. Las consecuencias que esto
generó en el tejido societal vernáculo, del que el
gaucho formaba parte, constituyeron los móviles que
llevaron a José Hernández a escribir Martín
Fierro.

El
gaucho bajo la pluma de José
Hernández

Martín Fierro, en una de sus estrofas iniciales,
nos cuenta algo acerca del gaucho y de su vida antes de que se
tope con la ley o la autoridad:

"……mi gloria es vivir tan libre

como el pájaro del cielo

no hago nido en este suelo

ande hay tanto que sufrir;

y naides me ha de seguir

cuando yo remonto vuelo….".

Es decir, aquí tenemos al gaucho errando por las
pampas, sintiéndose libre, en su ambiente
natural: es el gaucho que tipificamos al comienzo.

Pero más adelante nos cuenta cómo empieza
su pesar:

"……pero empecé a padecer

me echaron a la frontera

¡y qué iba a hallar al volver

tan sólo hallé una
tapera!…..".

Es así como comienza el padecimiento de Fierro,
que por haber concurrido a la pulpería –uno de los
pocos lugares de encuentro o de esparcimiento que tenía el
gaucho en ese momento- fue capturado por el Juez de Paz y enviado
más tarde a la frontera. Los jueces de Paz, los
comandantes de frontera, y en general todas las autoridades que
Hernández cita en su poesía,
aparecen para dejar en blanco sobre negro cuál era la
función del gaucho en ese momentos histórico
particular: cargar sobre sus espaldas la tarea de consolidar y
extender el Estado Nacional que se pretendía construir.
Así es como la frontera se transformaba en un lugar de
reclusión, donde el gaucho defiende el territorio de los
embates de los indios, a la vez que realiza tareas productivas
generalmente mal remuneradas:

"….primero sembré trigo

y después hice un corral,

corté adobe pa’ un tapial

hice un quincho, corté paja-

la pucha que se trabaja

sin que le larguen ni un rial…..".

La carga de sostener los fortines, es doblemente pesada
para el gaucho en la medida en que, según los lamentos de
Fierro, no se lo provee de armas, de
vestimenta adecuada o alimentos
suficientes para poder afrontar los desafíos que se le
presentan. Queda de esta forma el gaucho expuesto a los ataques
de los indios que, sin darle tiempo a pertrecharse, lo toman por
sorpresa y arrasan con todo, llevándose lo poco que
tiene.

Las autoridades y los comandantes de frontera, por otra
parte, se distribuyen discrecionalmente los recursos,
raciones o pertrechos destinadas a abastecer la tropa. "Los
gringos", según nos cuenta Fierro, en nada contribuyen ya
que no poseen las habilidades que el trabajo en
la frontera demandan. Aún así, reciben un trato
especial por parte de la autoridad, con lo cual aumenta la
indignación del gaucho.

Martín Fierro constituye un extenso poema
–y si se prefiere una novela relatada
poéticamente- que encierra la desdicha de un gaucho que se
encuentra solo frente al mundo, amenazado y perseguido por la
autoridad dentro de su tierra, o por
los indios en los fortines. Es en todo caso el relato que tal vez
millares de gauchos no pudieron contar, condenados a vivir en los
confines de una historia que se estaba
construyendo sin incorporarlos como protagonistas.

Cuando hablo de la soledad del gaucho, tan trabajada en
el poema de Hernández, me refiero a la situación de
un Martín Fierro que desde el momento en que, es apartado
de su familia,
padecerá una vida condenada al destierro, sin saber lo que
le ocurre a su mujer o a sus hijos, en un mundo que les es ajeno
y hostil, donde ya no podrá decidir su destino porque ni
siquiera su cuerpo le pertenece. Frente a esta situación
tan adversa, a Martín Fierro no le queda otra alternativa
que huir de la frontera para volver con su familia. Pero cuando
lo hace se sorprende al no encontrar nada de lo que antes
había dejado: mujer, hijos, ni siquiera rancho. Es en ese
punto, después de padecer la frontera, y de sentirse
arrancado de sus seres queridos y ultrajado por la autoridad, que
decide hacerse gaucho matrero, con lo cual
Hernández deja en claro su posición acerca de las
fuerzas que impulsan al gaucho a situarse al margen de la ley:
son los abusos de la autoridad los que hacen del gaucho un ser
fugitivo, más lejos de la ley cuanto más ella lo
amenaza, lo enviste, lo encierra o le quita sus bienes y sus
afectos.

Una vez que Fierro se encuentra sin su rancho, sin su
mujer y sus hijos, se siente "como un tigre al que le roban sus
cachorros". Todo ese resentimiento lo va a canalizar por donde
suelen hacerlo los pobres aún hoy: sin poder encontrar al
responsable de sus males hunden el puñal en el que tienen
más cerca, por medio de un acto reactivo, despojado de
toda premeditación.

Es eso lo que representa la escena donde Fierro,
borracho, mata al moreno en el baile. Fierro, en medio de su
desdicha, se había enterado de que habría un baile
en donde podría encontrarse con muchos amigos o tal vez
con sus hijos. Esto le genera la alegría que lo lleva a
concurrir y a emborracharse. Pero un gaucho desdichado, que se
emborracha para escapar por un momento de sus pesares, bien puede
transformarse en un gaucho descontrolado, que necesita adrenalina
para sentirse vivo.

En el baile encuentra una morena por la que se siente
atraído. La provoca: "…vaca…yendo gente al
baile…..". La morena responde ofendida y Fierro queda
enredado en una discusión que en seguida atrae al moreno
que la acompañaba: el moreno "había estado juntando
rabia", nos cuenta Fierro. La tensión se resuelve en un
enfrentamiento a cuchillo entre Fierro y el moreno que pone fin a
la vida de este último.

Es en esta escena donde, repito, podemos ver
gráficamente qué tipo de desenlace puede tener la
vida de un gaucho, y si se quiere la de un pobre –un
cabecita negra de nuestros días que tal vez mucho tenga de
sangre gaucha- que condenado política y socialmente se
entrega al escape que representa un momento de adrenalina. Tanto
en 1872 –momentos en que se publica la primera parte del
Martín Fierro- como en la actualidad. Hoy son las
bailantas, donde concurren los morenos que alguna vez vivieron en
el campo -o cuyos padres o abuelos lo hicieron- y ayer eran las
pulperías.

En ambos casos se trata de la diversión y del
espacio de encuentro social de un sector marginado o expulsado de
una civilización que eligió un modelo de progreso
en el cual ellos no tienen lugar. Hoy y ayer: espacios donde
explota de golpe el resentimiento que la marginación
alimenta día a día, para que finalmente se dispare
de esta forma, entre los mismos gauchos, los mismos pobres, ya
que los dispositivos de control social no
permiten que se proyecte en otra dirección.

Pero estábamos con Martín Fierro en su
momento matrero. Profundicemos un poco en esta
situación. Por gaucho matrero podríamos entender
distintas cosas, pero lo que a mí me sugiere la idea es a
una persona que, en un intento de escaparse de la autoridad que
la oprime, se lanza a vivir libremente, a campo abierto, sin otra
ley que la que le dicte su conciencia, en
una situación donde la amenaza es permanente: el juez
–y si se quiere el mismo Estado- lo busca para enviarlo a
la frontera; el sistema
político lo necesita como instrumento que lo legitime
aunque sea de modo fraudulento. Es decir, el gaucho en su
condición de matrero, es un ser inútil, que
no está sirviendo para satisfacer las necesidades sociales
de reproducción del régimen
sociopolítico dominante.

Para este régimen, un gaucho que no reside en un
punto fijo, que no está ligado a un acuerdo laboral con un
patrón, que no se alista en las tropas que van a defender
la frontera contra el indio, o que ni siquiera sirve para
legitimar electoralmente a las autoridades del régimen, no
sólo no tiene utilidad
pública alguna sino que incluso se transforma en un
estorbo.

Porque el régimen social de dominación que
se está gestando en esta época necesita a un
gaucho domesticado, que cumpla con las funciones -o
deberes sociales- a las que aludimos pero que además tenga
la mínima capacidad de consumir , para que con esto
se pueda desarrollar un mercado, sin el cual el modelo de
acumulación no podría consolidarse. Es por eso que
molesta tanto el gaucho matrero.

Con esto no quiero decir que la criminalidad que pudiese
estar asociada a la vida del gaucho matrero no constituya
también una de las causas por las cuales las autoridades
del momento lo persigan. Es decir, la concepción del
delito-castigo,
predominante en aquel momento histórico, también
nos ayuda a comprender la dinámica de aquella
persecución.

Hecha esta aclaración, se nos abren algunos
horizontes de análisis que nos permiten ampliar nuestra
mirada acerca de aquel gaucho y de aquella época.
Indudablemente existieron factores ideológicos,
éticos, morales, que penetrando primero por los centros
urbanos –como ocurrió con Bs. As. ciudad-puerto
abierta a Europa, de donde llegaban con toda su potencia las
ideas de la ilustración y del liberalismo
se extendieron paulatinamente hacia el resto del territorio,
constituyéndose en fuerzas que dinamizaron el decurso de
la historia.

Con la potencia de las flamantes ideas liberales e
iluministas, una nueva concepción del mundo comenzaba a
filtrarse por las pampas de Martín Fierro. Estas ideas,
dejaron una huella profunda en cierta clase media urbana y en una
aristocracia terrateniente en formación, que vieron en las
naciones industrializadas de Europa y en Estados Unidos los
modelos de
referencia para una nación
que se debía construir haciendo tabula rasa con su pasado.
El paradigma que
se encontraba detrás de estas ideas ha recibido y
aún hoy recibe distintas denominaciones. En todo caso lo
que nos interesa rescatar aquí es su centramiento en el
sujeto racional, propietario de una verdad absoluta, relacionada
con la evolución de occidente y con su historia.
Newton y
Descartes
fueron tal vez los que sentaron las bases de este paradigma al
que Edgar Morin denominó como paradigma de la
simplicidad, o positivismo.
Basando sus prácticas en
este paradigma,
occidente encontró la forma universal de catalogar
al mundo y de llenarlo de sentido, a partir de verse él
mismo en el centro de la escena. Los triunfos de la
técnica, la revolución
industrial, o las revoluciones políticas que
venían a instalar el reino de la igualdad y de
la libertad, le proporcionaban la evidencia que le
permitían verse de ese modo. A los pueblos que no
seguían su recorrido los catalogó como
bárbaros, primitivos, salvajes, o bien periféricos.

El grito de Martín Fierro, es fruto de la herida
que provoca este paradigma al atravesar el suelo pampeano.
Es el grito no escuchado del gaucho que sufrió en carne
propia su estigmatización. Quiero decir, ese paradigma no
estaba en condiciones de aprehender conceptualmente de forma
plural y abierta –en síntesis
democrática- una figura como la del gaucho. Por el
contrario, el gaucho aparecía como un ser primitivo,
atrasado en "la marcha de la historia", ignorante, porque no
conocía las verdades universales, fruto del ejercicio de
la razón, que opera a través "la" lógica,
que sólo occidente había llegado a conocer.
Etnocentrismo o eurocentrismo:
en ambos casos Martín Fierro queda sólo,
des-encajado y primitivo con su caballo, su poncho y su cuchillo,
que no hacen más que hablar de una vida en estado de
naturaleza,
incivilizada y bárbara.

Hasta ese momento, la historia había demostrado
que el hombre progresa en la medida en que su conocimiento
mejora sus posibilidades de comprender las leyes de la naturaleza
para, a partir de allí, poder dominarla, explotarla y
extraer riquezas que le sirvan no sólo para reproducirse
como especie sino también para mejorar sus condiciones de
vida.

El avance tecnológico cumplía en este
sentido un rol fundamental: multiplicaba la productividad del
trabajo humano y permitía obtener mayores riquezas con
menores costos. De esta
forma el hombre se iba diferenciando cada vez con mayor
intensidad de la naturaleza y de los animales,
obteniendo una forma de vida donde la comodidad, el confort e
incluso el lujo, distinguía a quienes tenían
éxito de quienes no lo obtenían en este recorrido
hacia el progreso.

Este paradigma fue trasplantado a América
de forma quirúrgica, sin tener en cuenta la realidad
vernácula de la cual gauchos e indios formaban parte. La
fórmula que se impuso fue la que propuso Sarmiento en
Facundo: o se optaba por la civilización o se
optaba por la barbarie. Así planteada la propuesta,
cualquier opción que se adoptase eliminaría al otro
extremo de la dicotomía. Como sabemos, finalmente se
optó por "la civilización" y el que quedó
fuera de juego fue el
gaucho.

Frente a la agonía que sufre el gaucho
-después de que este paradigma comienza a calar hondo al
interior de sus llanuras- Martín Fierro representa una
apuesta política que intenta poner luz sobre los
rincones que el paso de la historia dejaba bajo sombras: "he
relatao a mi modo, males que conocen todos, pero que naides
contó", nos dice en uno de sus versos. Es tal vez por eso
que la historia –a través de innumerables
intelectuales– ha vuelto reiteradamente sobre Martín
Fierro, siempre con intencionalidades o interpretaciones
diferentes, confirmando de esta forma que el gaucho fue un sujeto
políticamente molesto al que se vio o creyó
obligada a eliminar.

Son muchas las cosas que se han dicho y se siguen
diciendo acerca de la obra de Hernández. Particularmente,
me llamaron la atención algunos puntos. Si volvemos sobre
el tema del paradigma al que aludimos, que llega para chocar
contra el modo de concebir el mundo del gaucho, pero finalmente
para imponerse en esa lucha, podemos decir que se trató de
dos concepciones antagónicas que libraron un combate cuyo
resultado fue el predominio de una por sobre la otra.

Esta tensión la vemos en Martín Fierro,
donde los gauchos exponen sus versos disculpándose por su
"ignorancia". Pero –podríamos preguntarnos-
¿ignorancia respecto a qué? ¿ignorancia por
qué? ¿de dónde salió la sentencia que
le otorgó a su saber el titulo de "la ignorancia"?. Lo que
en verdad ocurre, es que el relato de Fierro muestra un mundo
en el que el resultado del choque entre aquellos saberes se
resolvió en favor del hombre letrado, de la ciudad, culto,
de linaje europeo, cuyas normas o razones
se trasforman cada vez más en razón de
Estado, en juez que persigue al gaucho, en comandante de
frontera que lo hace trabajar, o en cárceles que lo
recluyen.

Tal vez el recorrido triunfante del paradigma occidental
sobre "la barbarie" también podemos rastrearlo en las
palabras que el mismo Fierro destina al indio. Un ser ignorante,
"bárbaro, cruel", que "todo lo arregla con lanza y con los
gritos":

El indio pasa la vida

robando o echao de panza

la única ley es la lanza

a que se ha de someter

lo que le falta en saber

lo suple con desconfianza.

Otra vez, podríamos preguntarnos
¿Cuál es "el saber" que al indio le falta?. Sin
duda, se trata del saber del que Martín Fierro conoce
parte, porque él ya no es un indio. Su condición de
mestizo le permite acceder a parte del saber occidental. Pero
digo "parte", porque no lo posee en su totalidad, justamente por
ser mestizo, lo cual lo lleva a seguir siendo un
ignorante.

Martín Fierro –es decir José
Hernández – tiene una relación con el indio,
dentro de su relato, donde predomina la hostilidad y el rechazo.
Aún compartiendo el destino que para ambos reservó
la modernidad,
gaucho e indios aparecen en la obra de Hernández en un
estado de guerra que lo lleva a Martín Fierro a dedicarle
los versos más hostiles y lapidarios. Pero aún
así, su sentencia permanece en cierta ambigüedad que
por momentos hace del indio un potencial aliado o por lo menos un
modelo del que algo se podía aprender.

El aliado potencial aparece cuando Fierro le propone a
Cruz cruzar el desierto para llegar a las
tolderías:

Yo se que allá los caciques

amparan a los cristianos,

y que los tratan de <hermanos>

cuando se van por su gusto

a qué andar pasando
sustos…

alcemos el poncho y vamos.

Pero en la segunda parte de la obra, cuando Cruz y
Fierro llegan a las tolderías, tienen la mala suerte de
encontrar a los indios "en parlamento" tratando el tema de las
invasiones, y "…el indio en tal ocasión, recela
hasta de su aliento…". Es decir, al encontrarlos en una
situación de guerra, los trataron como enemigos. Es por
eso que los recluyen y los mantienen cinco años cautivos.
A partir de ahí el relato de Fierro hacia los indios se va
a endurecer, destacando crueldades, atrocidades, "ignorancias".
Todo lo cual no hace más que reflejar el clima de
época en el que la guerra colocó a indios y a
gauchos en bandos opuestos.

Tal como lo hemos dicho a lo largo del trabajo
Martín Fierro y Facundo representan dos
miradas encontradas respecto del gaucho. Ambas han sido
relevantes y dejaron profundas huellas en la historia del
pensamiento nacional. Pero si Facundo se constituyó
en una de las plataformas de numerosos intelectuales que
intentaron fundamentar la necesidad del progreso de cara a Europa
y de espaldas a la realidad vernácula, tal vez
Martín Fierro haya sido el plafón político y
literario de algunos proyectos que
quisieron romper con la dicotomía irreconciliable entre
civilización y barbarie.

Fin

Bibliografía

-Hernández; José: "Martín Fierro".
Bs As (1991): Centro Editor de América
Latina.

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