- Justificación
- Problemática
- Objetivos
- Pensamiento y filosofía
de Marx - Actividad
económica con la que no estaba de acuerdo Marx: el
capitalismo - Fracaso del
marxismo y su inoperancia - Influencia de
Marx en la época que vivió y en la
actual
Según Kart Marx la historia es consecuencia de
un desarrollo
dialéctico en la infraestructura económica y social
que es causante de hecho y de una evolución historia de la humanidad. Esta
relación es la que determina las clases
sociales y a una estructura
formada por la ética,
cultura,
religión y
un ordenamiento jurídico ya que Marx pensaba que la
ideología de una época es
desarrollada por la clase
dominante y de esta forma la burguesía, al apoderarse del
poder,
predomina y crea un sentido de la ética, una cultura y un
ordenamiento jurídico formando así una conciencia que es
favorable para el sistema.
En el curso de su desarrollo, las fuerzas productivas de
la sociedad
entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, y esas relaciones se
convierten en trabas de las relaciones productivas, de esta forma
se crea una revolución social afectando la estructura
ideológica de forma que los hombres adquieren conciencia
del conflicto.
Históricamente, las relaciones capitalistas de
producción serían la última forma
antagónica del proceso
histórico. El modo de producción del capitalismo
industrial conducirá a la superación de la propiedad
privada, no sólo por la rebelión de los oprimidos
sino por la propia evolución del capitalismo, en el que la
progresiva acumulación del capital
determinaría la necesidad de nuevas relaciones de
producción basadas en la propiedad colectiva de los
medios de
producción.
Superada la propiedad privada, el hombre
vencería la enajenación económica y a
continuación, todas las demás. "La sociedad sin
clases alcanzada mediante la praxis
(práctica) revolucionaria, sería la síntesis
del proceso histórico.
El marxismo busca
eliminar la propiedad privada de los medios que es realizada por
el trabajo social, y
no puede pertenecer a nadie privadamente, ya que esto
daría a entender un sector que determina la
explotación de otro e institucionaliza la
explotación del hombre por el
hombre. Para Karl Marx el
capitalismo no es una fuerza
personal, sino
que al contrario es una fuerza social, que se da gracias al
trabajo
colectivo.
Para el marxismo, el valor
está determinado por el trabajo que
los bienes
contienen, y este se mide por el tiempo
necesario para producirlo. Según él, sólo el
trabajo es lo que posibilita que un bien tenga valor. Con esto
quiere decir que hay bienes con un gran valor y cuya
obtención ha costado poco trabajo. En conclusión a
mayor tiempo de trabajo corresponde mayor valor e inversamente a
menor tiempo menos valor. Por eso, una máquina que tiene
una gran productividad,
proporcionará artículos más baratos,
mientras que si el mismo producto es
hecho a mano, costará más caro.
Si partimos de la premisa real de que no se puede sacar
más valor del realmente producido globalmente, queda claro
que, en realidad, todo lo que unos capitalistas pueden llegar a
ganar utilizando el engaño o la estafa, otros lo tienen
necesariamente que perder, única manera de que la masa de
ganancia del capital social global, coincida con la
plusvalía total producida, que la ganancia proviene de
comprar barato y/o vender más caro.
Marx consideraba que habiendo igualdad
había justicia
social y por esta razón estaba en contra del capitalismo y
de su organización económica, y
creó un pensamiento
contrario al capitalismo que fue llamado "comunismo" en
donde todos los hombres estaban en igualdad de condiciones. El
quería crear una revolución de tal magnitud en
donde el proletariado acabara por completo con el capitalismo y
se empezara a vivir con un pensamiento comunista.
Para que todos estuviéramos en igualdad de
condiciones y tanto proletarios como burgueses estuvieran al
mismo nivel sin que nadie fuera más que nadie y las
ganancias obtenidas con el trabajo fuera repartida a todos por
igual ya que habían hecho el mismo esfuerzo y trabajo para
ganarlas.
Karl Marx estaba en contra con las filosofías
anteriores puesto q las consideraba solamente especulativas,
teóricas y desvinculadas de la realidad, el objetivo de
él era cambiar la realidad, transformarla y de esa forma
mejorarla. Un ejemplo de esto fue su influencia
socio-filosófica en las guerras como
la de Rusia,
Cuba y
China.
Karl Marx estaba en total desacuerdo y criticó
duramente a la sociedad burguesa y pensaba que la raíz de
esta situación se encontraba la injusta
estructuración de la actividad económica y buscaba
con la ayuda de su amigo Friedrich Engels la forma de acabar con
ello para que la vida social dejara de ser injusta y
alienante.
El creía que la causa de esta injusticia social
era la propiedad privada y estaba en total inconformismo con
ella, ya que esto generaba la separación entre los
propietarios o burgueses y los no propietarios o proletarios. Los
burgueses reciben ganancias de todo el sudor y esfuerzo de los
proletarios y solo les dan una pago mínimo para subsistir;
el pensaba que este contexto no era justo ya que solo a
través del esfuerzo del trabajo se hacia riqueza y por lo
mismo los proletarios debían estar al mismo nivel de los
burgueses.
Quiero hacer un análisis mucho mas profundo de lo anterior
y además de esto compararlo con la actualidad lo que no
quiere decir que este en total acuerdo con todo su pensamiento y
filosofía.
Con esta monografía se analizara todo el pensamiento
de Karl Marx comparándolo con lo que se vive hoy en
día en el mundo, su influencia en la sociedad humana y
surgimiento de nuevos pensamientos basados en ello.
El nacimiento de nuevos grupos de
izquierda con la misma filosofía de Karl Marx y el
cambio que han
podido generar con esto. Básicamente el objetivo es
explicar todos aquellos puntos del pensamiento de Marx y
también refutarle algunos, al igual que demostrar que esta
filosofía no funcionó en la práctica, prueba
de ello es la caída de la Unión
Soviética.
OBJETIVOS ESPECIFICOS
- Analizar el pensamiento comunista de Karl Marx y su
objetivo con ello. - Analizar la estructuración de la actividad
económica con la que no estaba de acuerdo Karl Marx: el
capitalismo. - La demostración de su inoperancia y los
motivos que la causaron. - Influencia de Karl Marx en la época en que
vivió y también en la actual.
PENSAMIENTO Y FILOSOFIA DE
MARX
COMUNISMO
El comunismo tiene antecedentes muy antiguos incluyendo
La República de Platón
y las primeras comunidades cristianas. La idea de una sociedad
comunista surgió, a principios del
siglo XIX, como respuesta al nacimiento y desarrollo del
capitalismo moderno. En aquel entonces, el comunismo fue la base
de una serie de afirmaciones utópicas; sin embargo, casi
todos estos primeros experimentos
comunistas fracasaron; realizados a pequeña escala,
implicaban la cooperación voluntaria y todos los miembros
de las comunidades creadas participaban en el proceso de gobierno.
Posteriormente, el término comunismo pasó
a describir al socialismo
científico, la filosofía establecida por Karl Marx
quien nació el 5 de mayo de 1818 en Tréveris
(Alemania). Fue
el segundo de los ocho hijos de un abogado judío liberal,
que se convirtió al protestantismo con toda la familia.
Cursó estudios en el gimnasio jesuita de Trier y
posteriormente en las universidades de Bonn, Berlín y
Jena. En el año 1842 se publicó un artículo
suyo en la Rheinische Zeitung de Colonia, convirtiéndose
algún tiempo después en jefe de redacción. Tuvo problemas con
las autoridades por las críticas que realizó sobre
las condiciones sociales y políticas,
en sus artículos periodísticos y fue obligado a
dejar su puesto en el rotativo en 1843. Se casa con Jenny von
Westphalen y en 1844 se traslada a París de donde es
expulsado y se establece en Bruselas donde traba una amistad que dura
toda la vida con Federico Engels con quien intercambiaba
pensamientos y opiniones.
En sus obras, Marx y Engels intentaron analizar la
sociedad capitalista. Pusieron de manifiesto las contradicciones
existentes en el seno de la sociedad contemporánea: los
derechos
fundamentales no habían abolido la injusticia; los
gobiernos constitucionales no evitaban ni la mala gestión
ni la corrupción; la ciencia
posibilitaba el dominio de la
naturaleza
pero no el de las fluctuaciones de los ciclos económicos;
y la eficiencia de los
modernos modos de
producción no evitaba la existencia de barrios
marginales en medio de la abundancia.
Describían la historia de la humanidad como el intento, de
hombres y mujeres, por desarrollar y aplicar su potencial
creativo con el fin de controlar las fuerzas de la naturaleza
para poder mejorar la condición humana. Al realizar este
esfuerzo para desarrollar y controlar las fuerzas productivas, la
humanidad ha logrado grandes éxitos; la historia consiste
en la historia del progreso. No obstante, al buscar el desarrollo
de la productividad se han creado varias instituciones
que han provocado una explotación, dominación y
muchos otros males; el precio que la
humanidad tiene que pagar por el progreso
Es el tener una sociedad injusta.
Según Marx, todos los sistemas sociales
del pasado habían sido un medio para que unos pocos, ricos
y poderosos, pudieran vivir a costa del trabajo y la miseria de
una mayoría pobre. Por eso, todo sistema está
amenazado por un posible conflicto surgido de cada
contradicción histórica. Además, cada modo
de producción que se sucede en el tiempo tiene fallos que,
antes o después, terminarán por destruirlo, bien
por su propia desintegración, bien por una
revolución alentada por la clase oprimida.
Engels y Marx pensaban que el sistema capitalista
también tenía fallos y, por lo tanto, estaba
condenado a su autodestrucción. Intentaron demostrar que
cuanto más productivo fuera el sistema, más
difícil sería que funcionara: cuantos más
bienes fuera acumulando menos utilidad marginal
se obtendría de esos bienes; cuanto más preparada
estuviera la población, menos podrían utilizar
sus capacidades. En definitiva, el capitalismo acabaría
ahogándose en su propia riqueza.
Se creía que el colapso de la economía capitalista
culminaría en una revolución política en la que el
proletariado se rebelaría contra la clase opresora y
acabaría con la propiedad privada de los medios de
producción. Dirigida por y para el pueblo (tras un breve
periodo de dictadura
proletaria), la economía produciría, no en virtud
del lucro y la rentabilidad,
sino de las necesidades de la sociedad, con lo cual, una vez
satisfechas éstas, las desigualdades desaparecerían
a la par que los gobiernos coercitivos. Este proceso
ocurriría, según las previsiones de Marx y Engels,
en los estados más industrializados de Europa
occidental, donde el capitalismo había creado las
condiciones necesarias para que estos cambios tuvieran
lugar.
El comunismo es una ideología política
cuya principal aspiración es la consecución de una
sociedad en la que los principales recursos y medios
de producción pertenezcan a la comunidad y no a
los individuos. En teoría,
estas sociedades
permiten el reparto equitativo de todo el trabajo en función de
la habilidad, y de todos los beneficios en función de las
necesidades.
Algunos de los conceptos de la sociedad comunista
suponen que, en último término, no se necesita que
haya un gobierno coercitivo y, por lo tanto, la sociedad
comunista no tendría por qué tener legisladores.
Sin embargo, hasta alcanzar este último estadio, el
comunismo debe luchar, por medio de la revolución, para
lograr la abolición de la propiedad privada; la responsabilidad de satisfacer las necesidades
públicas recae, pues, en el
Estado.
SOCIALISMO
Debido a esto se dio algo que se llamo socialismo desde
principios del siglo XIX, designa aquellas
teorías y acciones
políticas que defienden un sistema económico y
político basado en la socialización de los sistemas de
producción y en el control estatal
(parcial o completo) de los sectores económicos, lo que se
oponía frontalmente a los principios del
capitalismo.
Aunque el objetivo final de los socialistas era
establecer una sociedad comunista o sin clases, se han centrado
cada vez más en reformas sociales realizadas en el seno
del capitalismo. A medida que el movimiento
evolucionó y creció, el concepto de
socialismo fue adquiriendo diversos significados en
función del lugar y la época donde
arraigara.
El socialismo es, desde su concepción, un
movimiento internacional que promueve la lucha entre clases
sociales y no entre países en contra de un sistema
capitalista, que según Marx, trae en su semilla su propia
destrucción. Por esto en el ámbito internacional,
las luchas se extienden desde Francia, donde
estudiantes y trabajadores luchan por mejorar sus condiciones de
vida, hasta Indonesia, donde se encuentran en medio de una
revolución.
En septiembre de 1844 pasó unos días en
París Federico Engels. En la primavera de 1847, se
afiliaron a una sociedad secreta de propaganda, la
Liga de los Comunistas, tomaron parte destacada en el II Congreso
de dicha organización (celebrado en Londres, en noviembre
de l847) y redactaron, por encargo del mismo, el famoso
Manifiesto del Partido Comunista, que fue publicado en febrero de
1848. Esta obra expone, con una claridad y una brillantez
geniales, la nueva concepción del mundo; el materialismo
consecuente aplicado también al campo de la vida social,
la dialéctica como la más completa y profunda
doctrina del desarrollo, la teoría de la lucha de clases y
del papel revolucionario histórico mundial del
proletariado como creador de una sociedad nueva,
comunista.
La época de la animación de los
movimientos democráticos, a fines de la década del
50 y en la década del 60, llamó de nuevo a Marx al
trabajo práctico. El 28 de septiembre de 1864 se
fundó en Londres la famosa I Internacional, la
Asociación Internacional de los Trabajadores. Alma de esta
organización era Marx, que fue el autor de su primer
Manifiesto y de un gran número de acuerdos, declaraciones
y llamamientos. Con sus esfuerzos por unificar el movimiento
obrero de los diferentes países y por traer a los cauces
de una actuación común las diversas formas del
socialismo no proletario. Después de la caída de la
Comuna de París (1871) analizó la situación
y concluyó que la Internacional no podía subsistir
en Europa.
La intensa labor en la Internacional y los estudios
teóricos, todavía más intensos, quebrantaron
definitivamente la salud de Marx. Este
prosiguió su obra de transformación de la Economía
Política y se consagró a terminar El Capital,
reuniendo con este objeto una infinidad de nuevos documentos y
poniéndose a estudiar varios idiomas (entre ellos el
ruso), pero la enfermedad le impidió dar cima a El
Capital.
El socialismo es una utopía que plantea la
autorrealización y bienestar, la influencia
política y el estatus social como una igualdad de
oportunidades.
Clases de socialismo
-Socialismo Corporativo
Ramificación del socialismo formulado en Gran
Bretaña a principios del siglo XX para reemplazar al
capitalismo. El principal líder
del movimiento creado para promover el socialismo corporativo fue
el economista británico George Douglas Howard
Cole.
El sistema social que pretendían instaurar los
socialistas corporativos se centraba en los sistemas de propiedad
y utilización de los medios de producción, distribución e intercambio industrial entre
naciones a través de gremios o corporaciones, que no
tenían nada que ver con los gremios de la edad
media.
Estos gremios modernos debían poseer una serie de
características: cada gremio estaría formado por
todos los trabajadores, gestores, empresarios y técnicos
de la industria,
profesión o comercio sobre
el que el gremio tuviera jurisdicción; dispondría
de autonomía en cuanto a los problemas relativos de la
producción; y representantes se elegirían
democráticamente. Incluso los gestores serían
elegidos democráticamente por los trabajadores y
debían poner en práctica lo que éstos
decidieran.
Los socialistas corporativos nunca se pusieron de
acuerdo sobre qué tipo de Estado
debería gobernar esta sociedad. Algunos pensaban que el
Estado tenía que desempeñar únicamente
funciones de
defensa del orden público, la defensa nacional y las
relaciones con el exterior. Otros, concretamente Cole,
defendían un sistema de gobierno mediante comunas, que
tendrían organizaciones
para representar a los consumidores y a los productores, y se
encargarían de la planificación económica nacional, de
legislar e interpretar las leyes, de
gestionar las finanzas y de
responsabilizarse tanto de la defensa nacional como de las
relaciones con el exterior.
Casi todos los socialistas corporativos pensaban que el
cambio del capitalismo al socialismo debía ser
fundamentalmente económico y no político, por lo
que consideraban que la acción
política era únicamente un medio para propagar sus
ideas. En lugar de la acción política desarrollaron
el principio de acaparar el control, para que los trabajadores,
unidos mediante sindicatos,
pudieran ir conquistando gradualmente el control de la
administración de las empresas
industriales y conseguir arrebatárselas a los propietarios
privados.
La primera organización creada para fomentar los
principios del socialismo corporativo fue el movimiento de
Restauración de los Gremios, creado en 1906 y reemplazado
en 1915 por la Liga Nacional de Gremios. El liderazgo de
esta organización fue disminuyendo a partir de la
década de 1920, a medida que el Partido Laborista
aumentaba el número de afiliados y su importancia. En 1930
la Liga ya no existía.
-Socialismo Cristiano
Movimiento de mediados del siglo XIX surgido dentro de
la Iglesia de
Inglaterra que se
unió a la idea de que el socialismo es el resultado
directo del desarrollo del cristianismo
y, para ser efectivo, debe estar basado en principios cristianos.
Sus principales defensores eran Frederick Maurice, Charles
Kingsley y John Ludlow, quien en el año 1848 empezó
a publicar Políticas para la gente, un periódico
semanal que apoyaba a la clase trabajadora y animaba a los ricos
a practicar la justicia y la caridad imbuidos del espíritu
del compañerismo cristiano. Más tarde, este
organismo publicó Tratado sobre el socialismo cristiano,
fomentando la cooperación más que la competencia o
rivalidad entre los trabajadores.
En la práctica lo que ha ocurrido es que durante
las décadas en que la dictadura totalitaria ha gobernado
en nombre del socialismo y del comunismo, han dejado
profundamente desacreditadas las ideas de la liberación
social. En la mentalidad de las masas el socialismo se identifica
con la gran potencia, con el
autoritarismo, con la jerarquía de los funcionarios, con
el control ideológico total.
Por décadas, "la cortina de hierro" ha
impedido que las ideas y los proyectos de la
izquierda no estalinista llegasen a la URSS. Desde la
caída de "la cortina" el vacío de ideas ha
comenzado a ser llenado por diversas teorías
y doctrinas reaccionarias: desde los testigos de Jehová al
postmodernismo. Pero el pensamiento social occidental de
izquierda de los años veinte a los noventa, permanece
hasta ahora casi desconocido. No se puede tolerar más esta
situación.
El estalinismo ha aislado a la actual generación
de los socialistas rusos de las principales corrientes del
pensamiento socialista internacional y de la experiencia
teórica y práctica acumulada en el pasado por sus
antecesores. Todo lo que no provenía de la
ideología oficial de Estado era silenciado o completamente
distorsionado. El pensamiento revolucionario de la
liberación puede desarrollarse sólo a través
del diálogo
entre tendencias diversas. El sectarismo, la psicosis
aislacionista de distintos grupos es un callejón sin
salida.
La discusión, el enfrentamiento entre distintos
puntos de vista sobre los principales problemas del socialismo,
el estudio de las posiciones a favor o en contra de esta o
aquella teoría o programa,
representan la condición necesaria para la
elaboración de una concepción del mundo de
izquierda realmente científica y no
superficial.
Por esto, al igual que el resto de las ideologías
extremistas, no tiene un gran futuro, pues el planteamiento es un
tanto exagerado y sumamente utópico, con la diferencia que
ésta ideología sí se ha llevado a la
práctica, aunque como ya vimos, no con muy buenos
resultados, lo que le han merecido una falta de confianza tal,
que una sola nación
en la tierra
(Cuba) sigue creyendo en él (o por lo menos
llevándolo a la práctica) a pesar de que el mundo
entero opine (entiéndase en gran parte la oposición
que Estados Unidos de
América
manifiesta a esta forma de gobierno).
Si bien sus inicios se remontan a la época de la
Revolución
Francesa y los discursos de
François Nöel Babeuf, el término
comenzó a ser utilizado de forma habitual en la primera
mitad del siglo XIX por los intelectuales
radicales, que se consideraban los verdaderos herederos de
la
Ilustración tras comprobar los efectos sociales que
trajo consigo la Revolución
Industrial.
Entre sus primeros teóricos se encontraban el
aristócrata francés conde de Saint-Simon,
Charles Fourier y el empresario
británico y doctrinario utópico Robert Owen. Como
otros pensadores, se oponían al capitalismo por razones
éticas y prácticas. Según ellos, el
capitalismo constituía una injusticia: explotaba a los
trabajadores, los degradaba, transformándolos en máquinas o
bestias, y permitía a los ricos incrementar sus rentas y
fortunas aún más mientras los trabajadores se
hundían en la miseria. Mantenían también que
el capitalismo era un sistema ineficaz e irracional para
desarrollar las fuerzas productivas de la sociedad, que
atravesaba crisis
cíclicas causadas por periodos de superproducción o
escasez de
consumo, no
proporcionaba trabajo a toda la población (con lo que
permitía que los recursos
humanos no fueran aprovechados o quedaran infrautilizados) y
generaba lujos, en vez de satisfacer necesidades.
El socialismo suponía una reacción al
extremado valor que el liberalismo
concedía a los logros individuales y a los derechos
privados, a expensas del bienestar colectivo.
Sin embargo, era también un descendiente directo
de los ideales del liberalismo político y
económico. Los socialistas compartían con los
liberales el compromiso con la idea de progreso y la
abolición de los privilegios aristocráticos aunque,
a diferencia de ellos, denunciaban al liberalismo por
considerarlo una fachada tras la que la avaricia capitalista
podía florecer sin obstáculos.
Gracias a Karl Marx y a Friedrich Engels, el socialismo
adquirió un soporte teórico y práctico a
partir de una concepción materialista de la historia. El
marxismo sostenía que el capitalismo era el resultado de
un proceso histórico caracterizado por un conflicto
continuo entre clases sociales opuestas. Al crear una gran clase
de trabajadores sin propiedades, el proletariado, el capitalismo
estaba sembrando las semillas de su propia muerte, y, con
el tiempo, acabaría siendo sustituido por una sociedad
comunista.
En 1864 se fundó en Londres la Primera
Internacional, asociación que pretendía establecer
la unión de todos los obreros del mundo y se fijaba como
último fin la conquista del poder político por el
proletariado. Sin embargo, las diferencias surgidas entre Marx y
Bakunin (defensor del anarquismo y contrario a la centralización jerárquica que Marx
propugnaba) provocaron su ruptura. Las teorías marxistas
fueron adoptadas por mayoría; así, a finales del
siglo XIX, el marxismo se había convertido en la
ideología de casi todos los partidos que defendían
la emancipación de la clase trabajadora, con la
única excepción del movimiento laborista de los
países anglosajones, donde nunca logró
establecerse, y de diversas organizaciones anarquistas que
arraigaron en España e
Italia, desde
donde se extendieron, a través de sus emigrantes
principalmente, hacia Sudamérica.
También aparecieron partidos socialistas que
fueron ampliando su capa social (en 1879 fue fundado el Partido
Socialista Obrero Español).
La transformación que experimentó el socialismo al
pasar de una doctrina compartida por un reducido número de
intelectuales y activistas, a la ideología de los partidos
de masas de las clases trabajadoras coincidió con la
industrialización europea y la formación de un gran
proletariado.
Los socialistas o socialdemócratas (por aquel
entonces, los dos términos eran sinónimos) eran
miembros de partidos centralizados o de base nacional organizados
de forma precaria bajo el estandarte de la Segunda Internacional
Socialista que defendían una forma de marxismo
popularizada por Engels, August Bebel y Karl Kautsky. De acuerdo
con Marx, los socialistas sostenían que las relaciones
capitalistas irían eliminando a los pequeños
productores hasta que sólo quedasen dos clases
antagónicas enfrentadas, los capitalistas y los obreros.
Con el tiempo, una grave crisis económica dejaría
paso al socialismo y a la propiedad colectiva de los medios de
producción.
Mientras tanto, los partidos socialistas, aliados con
los sindicatos, lucharían por conseguir un programa
mínimo de reivindicaciones laborales. Esto quedó
plasmado en el manifiesto de la Segunda Internacional Socialista
y en el programa del más importante partido socialista de
la época, el Partido Socialdemócrata Alemán
(SPD, fundado en 1875). Dicho programa, aprobado en Erfurt en
1890 y redactado por Karl Kautsky y Eduard Bernstein,
proporcionaba un resumen de las teorías marxistas de
cambio histórico y explotación económica,
indicaba el objetivo final (el comunismo), y establecía
una lista de exigencias mínimas que podrían
aplicarse dentro del sistema capitalista.
Estas exigencias incluían importantes reformas
políticas, como el sufragio
universal y la igualdad de derechos de la
mujer, un sistema de protección social (seguridad
social, pensiones y asistencia médica universal), la
regulación del mercado de
trabajo con el fin de introducir la jornada de ocho horas
reclamada de forma tradicional por anarquistas y sindicalistas y
la plena legalización y reconocimiento de las asociaciones
y sindicatos de trabajadores.
Los socialistas creían que todas sus demandas
podían realizarse en los países democráticos
de forma pacífica, que la violencia
revolucionaria podía quizás ser necesaria cuando
prevaleciese el despotismo (como en el caso de Rusia) y
descartaban su participación en los gobiernos burgueses.
La mayoría pensaba que su misión era
ir fortaleciendo el movimiento hasta que el futuro derrumbamiento
del capitalismo permitiera el establecimiento del socialismo.
Algunos (como por ejemplo Rosa Luxemburg) impacientes por esta
actitud
contemporizadora, abogaron por el recurso de la huelga general
de las masas como arma revolucionaria si la situación
así lo requería.
El SPD proporcionó a los demás partidos
socialistas el principal modelo
organizativo e ideológico, aunque su influencia fue menor
en la Europa meridional. En Gran Bretaña los poderosos
sindicatos intentaron que los liberales asumieran sus demandas
antes que formar un partido obrero independiente. Hubo, pues, que
esperar hasta 1900 para que se creara el Partido Laborista, que
no adoptó un programa socialista dirigido hacia la
propiedad colectiva hasta 1918.
Por el socialismo surgieron los Bolcheviques y socialdemócratas
ya que en la I Guerra Mundial y
la Revolución
Rusa provocaron la ruptura de la Segunda Internacional entre
los partidarios del bolchevismo de Lenin y los
socialdemócratas reformistas, que habían respaldado
en su mayoría a los gobiernos nacionales durante la
guerra a pesar
de las proclamaciones pacifistas de la Internacional. Los
primeros fueron conocidos como comunistas y los segundos
siguieron siendo, durante todo el periodo de entreguerras, la
corriente dominante del movimiento socialista europeo, contando
con el apoyo del electorado en general bajo una serie de nombres:
Partido Laborista en Gran Bretaña, Países Bajos y
Noruega, Partido Socialdemócrata en Suecia y Alemania,
Partido Socialista en Francia e Italia, Partido Socialista Obrero
en España, y Partido Obrero en Bélgica.
En estos años, en el seno de estos partidos
socialistas se produjo la escisión de grupos proclives al
comunismo leninista, apareciendo así los partidos
comunistas en diferentes países como Francia, Italia o
España (el Partido Comunista de España fue fundado
en 1921). En la Unión Soviética y, más
tarde, en los países comunistas surgidos después de
1945, el término socialista hacía referencia a una
fase de transición entre el capitalismo y el comunismo, la
etapa correspondiente a la dictadura del proletariado marxista.
En los demás países, los socialistas aceptaron
todas las normas
básicas de la democracia
liberal: elecciones libres, derechos fundamentales y libertades
públicas, pluralismo político y soberanía del Parlamento. La rivalidad
existente entre socialistas y comunistas sólo se
interrumpió de forma transitoria como ocurrió a
mediados de la década de 1930, para unir sus fuerzas
contra el fascismo en la
política denominada de ‘Frente
Popular’.
Después de 1945, los partidos socialistas se
convirtieron, en la mayor parte de Europa occidental, en la
principal alternativa frente a los partidos conservadores y
democristianos, siendo Suiza y la República de Irlanda las
principales excepciones. Aun manteniendo su antiguo compromiso
con el socialismo como ‘estado final’, es decir, una
sociedad en la que se anularan las diferencias sociales,
desarrollaron un concepto de socialismo ‘como
proceso’ propuesta que había sido anticipada por el
revisionista alemán Eduard Bernstein a finales del siglo
XIX.
En la práctica, esto significaba que, mientras
sus seguidores más comprometidos se aferraban a la idea de
un objetivo final, los partidos socialistas, por esta
época a menudo en el poder, se concentraban en reformas
socioeconómicas factibles dentro del sistema capitalista.
Aunque variaban según los países, las reformas
socialistas incluían, en primer lugar, la introducción de un sistema de
protección social (conocido como Estado de bienestar) que,
en la formulación tomada del reformista liberal
británico William Beveridge, protegiera a todos los
ciudadanos "desde la cuna hasta la tumba", y en segundo lugar, la
consecución del pleno empleo
mediante técnicas
de gestión macroeconómica desarrolladas por otro
liberal, John Maynard Keynes.
En Gran Bretaña estas reformas fueron llevadas a
cabo por los primeros gobiernos laboristas de la posguerra. En el
resto de Europa los socialistas alcanzaron algunos de sus
objetivos, ya
fuera en el seno de una coalición gubernamental con otros
partidos (como fue el caso de Bélgica y Países
Bajos, y, en la década de 1970 en Alemania) o ejerciendo
una presión
efectiva sobre los gobiernos no socialistas.
Fue sobre todo después de 1945 cuando se
relacionó el socialismo con la gestión de la
economía por parte del Estado y con la expansión
del sector
público a través de las
nacionalizaciones.
Aunque los activistas socialistas concebían la
propiedad estatal como un primer paso hacia la abolición
del capitalismo, las nacionalizaciones tenían por lo
general objetivos más prácticos, como rescatar
empresas capitalistas débiles o ineficaces, proteger el
empleo, mejorar las condiciones de trabajo o controlar las
empresas de servicio
público.
A pesar de que las nacionalizaciones han sido
relacionadas a menudo con los partidos socialistas fueron con
frecuencia los gobiernos de partidos no socialistas los que
recurrían a ellas, como ocurrió en Francia
(1945-1947), Austria (1945-1947) e Italia (1945-1947 y en la
década de 1960). Por el contrario, un partido socialista
triunfante como el Partido Socialdemócrata Sueco, en el
poder desde 1932 hasta 1976, entre 1982 y 1991 y de nuevo desde
1994, no recurrió a la propiedad estatal y optó en
cambio por controlar el mercado del trabajo y mantener el pleno
empleo, a la vez que creaba un sistema de ‘salarios
justos’ conocido con el nombre de ‘política
solidaria de salarios’. Los socialdemócratas
alemanes, que formaron varios gobiernos de coalición entre
1966 y 1982, se centraron en el desarrollo
económico y experimentaron con formas de democracia
industrial.
En el aspecto internacional, la mayoría de los
partidos socialistas se alinearon junto a Occidente durante la
Guerra
fría, aunque importantes minorías dentro de
cada partido intentaran hallar una vía intermedia entre la
democracia capitalista y el comunismo soviético,
denunciaron la política exterior estadounidense y
expresaron su solidaridad con
los países en vías de desarrollo.
En lo sustancial, el socialismo ha seguido estando
limitado a Europa occidental o a países cuya
población es o ha sido de origen europeo, como Australia,
Nueva Zelanda, Israel o varios
países latinoamericanos. La principal excepción la
constituyen los Estados Unidos, donde nunca ha existido un
partido socialista importante, algo que ha dejado a menudo
perplejos a los teóricos socialistas, que se equivocaron
al creer que la industrialización conlleva siempre el
advenimiento del socialismo. En el resto del mundo se
consideró al socialismo como una variante del comunismo,
de ahí las frecuentes referencias que se hacen al
socialismo africano y al socialismo árabe.
En Latinoamérica existen partidos socialistas
importantes en Chile, Ecuador,
Venezuela y
Uruguay; en
otros países forman frentes políticos con otras
organizaciones. El partido socialista más antiguo de
Latinoamérica es el argentino, fundado en 1896 por
socialistas alemanes e italianos. En Brasil el Partido
Socialista se fundó en 1916. En Chile los movimientos
socialistas se transformaron en partido político en 1915.
El primer diputado socialista del Uruguay fue elegido en 1911. En
Puerto Rico, Santiago Iglesias, hermano de Pablo Iglesias,
dirigente socialista español, fue elegido diputado en
1917. En Cuba, el Partido Socialista fue fundado en 1910. En
México
muchos socialistas están incluidos en el oficialista
Partido Revolucionario Institucional (PRI), así como en
partidos de la oposición de izquierdas. En general, y bajo
la denominación socialista, obrerista, trabalhista
(Brasil), los movimientos socialistas tienen gran importancia en
toda la América de habla hispana.
En Asia, más
que una doctrina de claro cuño anticapitalista, el
socialismo era sólo una ideología que
defendía la modernización por parte del Estado,
liberado de cualquier presión colonial o imperialista.
Aunque sólo en contadas ocasiones desembocaron en la
formación de partidos independientes basados en el modelo
occidental europeo, las ideas socialistas tuvieron una gran
influencia en los movimientos independentistas anticoloniales, en
especial sobre el Congreso Nacional Indio de la India, el
Congreso Nacional Africano de Sudáfrica y sobre algunos
regímenes poscoloniales, como fue el caso de Zambia,
Tanzania y Zimbabwe.
La relación entre el primer Estado comunista y el
resto del mundo fue, lógicamente, problemática.
Para Occidente, un gobierno comunista siempre constituiría
una amenaza y desde su implantación, se intentó
destruirlo por la fuerza; estos intentos no hicieron más
que reforzar los esfuerzos del gobierno comunista por
salvaguardar su integridad extendiendo la revolución al
resto del mundo. A pesar de su posición aislada y
amenazada, el régimen comunista también necesitaba
establecer relaciones comerciales y alianzas con otros
países.
Entre 1945 y 1975 el número de países comunistas
aumentó espectacularmente, en parte porque los
países vencedores de la II Guerra Mundial se repartieron
el mundo y, en parte, porque los movimientos revolucionarios
comunistas fueron ganando fuerza en muchos países del
Tercer Mundo.
Los rápidos cambios políticos ocurridos en Europa
del Este, la URSS y otros lugares del mundo entre 1989 y 1991
redujeron de forma dramática el número de
regímenes comunistas existentes. Los gobiernos comunistas
que aún perduran siguen leales a las doctrinas de Marx y
Lenin, pero difieren no sólo en tamaño y desarrollo
industrial, sino también en la interpretación de sus principios, objetivos
y forma de gobierno. El comunismo mundial también abarca
numerosos movimientos que luchan por el poder y son
todavía más heterogéneos que los
regímenes comunistas existentes.
Valor-Trabajo
Para el marxismo, el valor está determinado por
el trabajo que los bienes contienen, y este se mide por el tiempo
necesario para producirlo. Según él, sólo el
trabajo es lo que posibilita que un bien tenga valor. Con esto
quiere decir que hay bienes con un gran valor y cuya
obtención ha costado poco trabajo. En conclusión a
mayor tiempo de trabajo corresponde mayor valor e inversamente a
menor tiempo menos valor. Por eso, una máquina que tiene
una gran productividad, proporcionará artículos
más baratos, mientras que si el mismo producto es hecho a
mano, será más caro.
Marx analiza el movimiento económico de la
sociedad burguesa ajustándose a dos supuestos: que las
mercancías se intercambian por sus respectivos valores y que
el mercado se encuentra en condiciones de permanente equilibrio
entre oferta y demanda.
Estos dos supuestos son irreales, porque las mercancías no
se intercambian por sus valores sino por los precios de
mercado, que fluctúan permanentemente según los
desequilibrios entre la oferta y la
demanda:
cuando la oferta excede a la demanda los precios descienden por
debajo de su valor de mercado (valor de la oferta) y viceversa
cuando ocurre lo contrario.
Marx afirma en su libro "El
capital" que cuando la oferta y la demanda se anulan mutuamente,
dejan de explicar nada, no actúan sobre el valor de
mercado, y con más razón nos dejan a oscuras en
cuanto a por qué el valor de mercado se expresa
precisamente en esta suma de dinero y no en
otra.
Si partimos de la premisa real de que no se puede sacar
más valor del realmente producido globalmente, queda claro
que, en realidad, todo lo que unos capitalistas pueden llegar a
ganar utilizando el engaño o la estafa, otros lo tienen
necesariamente que perder, única manera de que la masa de
ganancia del capital social global, coincida con la
plusvalía total producida, que la ganancia proviene de
comprar barato y/o vender más caro, como lo nombra Marx al
decir que puede ocurrir que el poseedor de mercancías A
sea tan astuto, que engañe a sus colegas B o C y que
éstos, pese a toda su buena voluntad, no sean capaces de
tomarse la revancha. A vende a B vino por valor 40 libras
esterlinas y recibe a cambio trigo por valor de 50 libras.
Mediante esta operación A habrá convertido sus 40
libras en 50, sacando más dinero del que invirtió y
transformando su mercancía en capital. Observemos la cosa
más de cerca. Antes de realizarse esta operación,
teníamos en manos de A vino por valor de 40 libras
esterlinas y en manos de B trigo por valor de 50 libras, o sea,
un valor total de 90 libras esterlinas.
El valor circulante no ha aumentado ni un átomo: lo
único que ha variado es su distribución
entre A y B. Lo que de un lado aparece como
plusvalía, es del otro lado
minusvalía; lo que de una parte representa un
más, representa de la otra un menos. Si A hubiese robado
las 10 libras a B, sin guardar las formas del intercambio, el
resultado sería el mismo. Es evidente que la suma de
los valores
circulantes no aumenta, ni puede aumentar por muchos cambios que
se operen en su distribución, del mismo modo que la masa
de los metales preciosos
existentes en un país no aumenta por el hecho de que un
judío venda un céntimo del tiempo de la reina Ana
por una guinea. La clase capitalista de un país no puede
engañarse a sí misma en bloque.
El pensamiento positivo de Marx respecto del valor y del
plusvalor es el siguiente que cada trabajo concreto
produce un valor de uso específico, destinado a satisfacer
una necesidad social también específica. El
conjunto de los trabajos concretos da por resultado el universo de
los valores de uso que constituyen la riqueza de la sociedad.
Este trabajo colectivo o social que resume en sí al
universo de
trabajos concretos haciendo abstracción de todos ellos, es
trabajo general, o indiferenciado, gasto de energía humana
indistinta del cuerpo humano
de cada trabajador. De ahí que Marx le denomine "trabajo
abstracto".
Marx también dice que si ponemos a un lado el
valor de uso del cuerpo de las mercancías,
únicamente les restará una propiedad: la de ser
productos del
trabajo. Reduciendo se a trabajo humano indiferente, a trabajo
abstractamente humano.
De esta forma, a través de la competencia, en el
mercado opera la tendencia objetiva a actualizar una media o
promedio de trabajo social, que Marx denomina "trabajo
socialmente necesario" para la producción de cada
mercancía.
Obviamente, en la sociedad capitalista los trabajos se
valoran según el mayor o menor grado de complejidad
respecto del trabajo más simple que todo asalariado posee
por término medio sin necesidad de un desarrollo especial.
El carácter de este trabajo medio
simple varía según los diversos países y
épocas culturales, pero es un dato de la realidad para una
sociedad determinada. Así, en la España anterior e
inmediatamente posterior a la guerra civil, donde un 64% de la
población era analfabeta, el trabajo medio simple estaba
fijado por ese nivel cultural y la carencia de todo oficio,
mientras que hoy día exige como mínimo estudios
preuniversitarios y una formación profesional
específica.
Marx dice que en la sociedad de productores privados,
los particulares o las familias cargan con los costes de
formación del trabajador calificado; por eso corresponde a
los particulares el precio, más alto, de la fuerza de
trabajo calificada: el esclavo hábil se vende más
caro, y el obrero hábil cobra salario
más alto.
En la sociedad organizada de un modo socialista, es la
sociedad la que carga con esos costes, y por eso le pertenecen
también los costes, los valores mayores producidos por el
trabajo compuesto. El trabajador mismo no tiene derecho a
reclamar más que los otros.
La teoría de Marx es totalmente opuesta al
capitalismo que vivimos actualmente, a pesar de que esta
cimentada en principios que, como tales son buenos, a mi criterio
se necesitarían muchísimos valores de los cuales
carecemos en el presente para llevarla acabo.
Marx llegó al trabajo como la esencia de todo
valor; el valor es una propiedad objetiva de todas las
mercancías, por lo tanto tenía que encontrar su
raíz en algo más que en la oferta y la demanda, el
precio refleja un valor causado por el elemento común a
todas las mercancías: el trabajo.
Marx reconocía, como los clásicos, que en
condiciones de competencia los precios fluctúan en
torno a un
punto definido. Si el precio de venta de una
mercancía cae por debajo del coste de producción,
el productor se verá expulsado del mercado. Si el precio
de venta supera al de producción, aparece un exceso de
beneficios, que atrae a los competidores y lleva a un exceso de
producción, de manera que el precio disminuye. En
consecuencia el punto alrededor del cual fluctúan los
precios es el coste de producción, que para Marx es el
coste del trabajo; Marx consideraba que el valor viene
determinado por la producción.
Si el valor de cambio de las mercancías viene
determinado por el tiempo de trabajo que contienen
¿Cómo puede conciliarse esto con que los precios de
mercado de las mercancías discrepen de su valor trabajo?,
sabemos que la competencia garantiza una tasa uniforme de
beneficio en toda la economía, con la teoría
marxista del valor los beneficios tienen que ser más altos
en las empresas intensivas en trabajo, pero esto no sucede. Marx
creía que la solución del problema es que la
competencia entre las empresas tiende a establecer una tasa
uniforme de beneficio para todas las empresas.
Según Marx, el coste de una mercancía se
diferencia de su precio de venta en la cantidad media de
ganancia, "las desviaciones del precio se anulan mediante una
distribución uniforme de la plusvalía".
Para Marx, los economistas clásicos raramente
intercambiaban unas mercancías por otras, sino por dinero.
Los escritos de Marx establecen una revolución mundial,
que crearía una sociedad sin propiedad privada, "el
comunismo conlleva una apropiación de la esencia humana y
un retorno del hombre social, es decir humano, se soluciona el
conflicto entre hombre y naturaleza y entre existencia y
esencia".
El comunismo soviético
Conviene que utilicemos el nombre de comunismo
soviético para referirnos al sistema económico
dominante en el este de Europa, Rusia, China y otros
países durante gran parte del siglo XX y
diferenciarlo así de los sistemas socialista y comunista
previstos por Karl Marx o propuestos por otros autores
clásicos o contemporáneos.
El imperio ruso había estado creciendo y
consolidándose hasta que, a principios del siglo XX,
ocupaba un amplísimo territorio, en gran parte desierto,
muy mal comunicado. Parte de su población
seguía en formas de vida neolíticas, en
poblaciones agrícolas incomunicadas. Una
pequeña proporción de la población
vivía en ciudades. Los bajos índices de
alfabetización de la población habían
impedido el triunfo de la revolución burguesa y liberal de
otros países europeos. La forma de gobierno se
había destacado siempre por una extraordinaria
concentración de poder en un estado monárquico
absolutista. Pero la primera guerra
mundial hizo que la dinastía zarista, ya muy
debilitada antes de la guerra, entrara en crisis y cayera. Los
conflictos por
la toma del poder vacante enfrentaron dos programas de
gobierno radicalmente diferentes, el proyecto liberal
encabezado por Kerensky, y el estatalista encabezado por el
bolchevique Lenin. Fue este último el que se hizo con el
poder e inicia un experimento social a una escala sin
precedentes. Un nuevo sistema económico del que no
había más que bosquejos teóricos, se impone
a un inmenso país.
A lo largo de la historia de la humanidad, el
conflicto entre los administradores de la sociedad y el individuo
había sido una constante. Ese conflicto se había
resuelto siempre en tablas. En algunas sociedades los individuos
tenían mucha capacidad de iniciativa y libertad para
adoptar decisiones, por ejemplo, en la Grecia
Clásica; en otras, el estado concentraba mucho poder, como
en algunas dinastías faraónicas. Pero siempre
habían coexistido ambas formas de adopción
de decisiones económicas. En el comunismo
soviético, por primera vez, se intenta montar un sistema
en el que todas las decisiones económicas sean
planificadas por el estado.
A mediados de los años treinta Stalin anuncia
haberlo conseguido. Toda la propiedad privada sobre medios de
producción ha desaparecido. La tierra y las
fábricas, el comercio, la construcción, todos los medios de transporte,
comunicación e información son propiedad y están
controlados por el aparato del estado. Todos los ciudadanos
trabajan en los puestos que les ha asignado el gobierno; todos
los bienes y servicios que
adquieren o reciben son proporcionados por el estado. En los
demás países comunistas China, Europa oriental,
sudeste asiático y Cuba no se alcanza ese grado, pero el
gasto del estado representa en todos los casos más del 95%
de la renta pero todo este sistema finaliza con un notable
fracaso que será explicado posteriormente.
Marx asume de Hegel que la
realidad no es estática,
sino dinámica y cambiante; que la realidad se
encuentra en proceso de superación constante y que son las
contradicciones u oposiciones el motor del cambio
o transformación. Pero, a diferencia de Hegel, que con su
idealismo
concebía esta superación como un proceso guiado por
una racionalidad, una idea o conciencia (un Dios), Marx, con su
materialismo, ve el proceso guiado y determinado por las
condiciones concretas materiales y
económicas.
El idealismo hegeliano establecía que las ideas
gobiernan los acontecimientos del mundo. El materialismo marxiano
defensa que las condiciones materiales y económicas
determinan nuestras ideas. Las ideas no son entidades
autónomas, sino esencias o verdades que descubrimos; son
ideología o "pensamiento deformado". Mis ideas y mi
conciencia son un resultado o una consecuencia del propio proceso
vital. Así, Marx concibe la misma filosofía de
Hegel como resultado de la realidad alemana del momento. Las
condiciones de orden económico, fundamentales y
determinantes, constituyen la infraestructura de una sociedad;
las ideologías, instituciones, religión, normas,
moral, etc.,
que dependen de ella, constituyen la superestructura.
También de Hegel toma Marx los tres momentos del
proceso de superación o dialéctico. Un proceso
hecho de oposiciones o contradicciones que se reconcilian: una
afirmación (una tesis o una
situación inicial), una negación (antítesis o la negación,
alienación, de la situación inicial) y una
negación de la negación (una síntesis o una
reconciliación de los opuestos). Ahora bien, Marx rechaza
el uso abstracto y alejado de la vida cotidiana del método
dialéctico. Para él, las contradicciones son
concretas y materiales: el capitalismo industrial engendra su
negación concreta en el proletariado, la clase de los que
no tienen, la clase negada, y esta contradicción se
superará en una sociedad sin clases, la negación de
la negación. Es más, toda la historia de la
humanidad está llena de contradicciones
concretas.
Marx introdujo la expresión materialismo
histórico para referirse a su método
científico de análisis de la realidad
histórica, un método que aspira a descubrir causas
materiales y establece el carácter dialéctico de la
historia. Insistía en la necesidad de realizar una
científica anatomía de la
sociedad; a menudo repetía que para comprender los
fenómenos sociales es preciso penetración
científica y un poco de amor a los
hombres.
La expresión materialismo dialéctico, no
es de Marx, sino que fue introducida por Engels; la
acuñó recogiendo la concepción
dialéctica implícita en el materialismo
histórico pero extendiéndola o aplicándola a
todos los ámbitos de la realidad, incluso a la
naturaleza.
Con el materialismo dialéctico se señala
la filosofía oficial del comunismo, en cuanto
teoría dialéctica de la realidad. Más que de
un materialismo se trata en realidad de una dialéctica
naturalista cuyos principios fueron expuestos por Marx, y
desarrollados por Engels, en una forma que más tarde ha
sido más o menos servilmente seguida por los filósofos del mundo comunista, que son los
únicos discípulos de tal filosofía.
Según Engels, Hegel reconoció perfectamente las
leyes de la dialéctica, pero las consideró como
«puras leyes del pensamiento» y de tal manera no
fueron sacadas de la naturaleza y de la historia, sino otorgadas
a ellas desde lo alto como leyes del pensamiento. Pero si damos
vuelta a la cosa, todo resulta simple: las leyes de la
dialéctica que en la filosofía idealista aparecen
como extremadamente misteriosas, resultan en seguida simples y
claras y serán expuestas después con mucha
claridad. El conjunto de estas leyes determina, según
Engels, la evolución necesaria, y necesariamente
progresiva, del mundo natural. La evolución
histórica sigue a la natural, con las mismas leyes. El
sentido del proceso total es optimista. La
organización de la producción según un
plan, tal como
se hará en la sociedad comunista, está destinada a
elevar a los hombres por encima del mundo animal desde el punto
de vista social, como el uso de los instrumentos de la
producción lo ha hecho desde el punto de vista de la
especie. Según se ve, el materialismo dialéctico de
Engels no es más que la teoría de la
evolución interpretada según los términos de
las fórmulas dialécticas hegelianas, y conducida a
su resultado más optimista.
Se consideran actualmente como partes integrantes del
materialismo dialéctico, el materialismo histórico
y el materialismo metafísico. Acerca del segundo han
insistido, más que Marx y Engels, Lenin y los comunistas
rusos. Lenin recapituló así la tesis del
materialismo: 1) Hay cosas que existen independientemente
de nuestra conciencia, independientemente de nuestras
sensaciones, fuera de nosotros. 2) No existe y no puede
existir ninguna diferencia de principio entre el fenómeno
y la cosa en sí. La única diferencia efectiva es
entre lo conocido y lo que aún no lo es. 3) Acerca
de la teoría del
conocimiento, como en todos los otros campos de la ciencia, se
debe razonar dialécticamente, es decir, no suponer nunca
nuestro conocimiento,
como invariable y ya hecho, sino analizar el proceso por el cual
el
conocimiento nace de la ignorancia o gracias al cual el
conocimiento vago o incompleto resulta conocimiento más
adecuado y preciso. Como se ve, tampoco estas tesis expresan una
concepción materialista, sino que constituyen una
reivindicación del realismo
gnoseológico.
El materialismo dialéctico se opone al idealismo,
en el sentido en que considera que no existe más realidad
fundamental que la materia; pero
la materia no es una realidad inerte, sino dinámica, que
contiene en sí la capacidad de su propio movimiento, como
resultado de la lucha de los elementos contrarios, (siendo la
contradicción la esencia de la realidad, al igual que para
Hegel), que se expresa en el movimiento dialéctico.
Así, el movimiento hegeliano de la idea a la cosa y a su
reconciliación, queda invertido, según la famosa
frase de Marx, pasando a convertirse en un movimiento que va de
la cosa a la idea y a su futura reconciliación. Todo el
bagaje conceptual de la dialéctica hegeliana es conservado
por el materialismo dialéctico, pero orientado ahora en la
dirección opuesta.
El materialismo dialéctico no se opone
sólo al idealismo hegeliano, sino a toda concepción
mecanicista y atomista de la naturaleza, es decir, no finalista.
Se opone, pues, a la concepción que había
predominado en la ciencia en el siglo XVIII y que lo
seguiría haciendo en los siglos XIX y XX. Es propia del
idealismo hegeliano la afirmación de un final feliz de la
historia, de una reconciliación de la realidad consigo
misma en el Espíritu Absoluto, como resultado mismo del
movimiento dialéctico, una finalidad que no
desaparecerá del materialismo dialéctico, al
conservar, como lo hace, la dialéctica hegeliana para
explicar el movimiento en la naturaleza.
Las propiedades que el materialismo dialéctico
atribuye a la materia derivan de su concepción de la misma
como única realidad objetiva, que es captada mediante
los sentidos,
permitiendo así su conocimiento. Del análisis de la
materia se desprende que es infinita en duración,
extensión, profundidad y movimiento. Que la materia es
infinita en duración quiere decir que es eterna, increada
e indestructible, por lo que el tiempo será concebido como
una forma de existencia de la materia, constituyendo la eternidad
y la temporalidad dos contrarios dialécticos de la
materia. Que es infinita en extensión supone afirmar la
infinitud del espacio. La afirmación de que es infinita en
profundidad se refiere a la inagotable variedad de formas
materiales, que se encuentran sometidas a un cambio perpetuo, es
decir, a un movimiento infinito: movimiento y materia son
inseparables.
En cuanto a la conciencia, se distinguen cuatro formas o
tipos de conciencia: la conciencia de sí, por la que
accedemos al conocimiento de nuestro propio ser; la conciencia
psicológica, por la que conocemos nuestra propia identidad y la
diferenciamos de la de los demás y de las otras cosas; la
conciencia de clase, por la que accedemos al conocimiento de los
intereses del grupo social
al que pertenecemos; y la conciencia social, que se forma en las
sociedades humanas como una especie de trasfondo
ideológico, por el que asumimos creencias y costumbres al
margen de toda consideración crítica. La relación de la materia
con la conciencia no dejará de plantear problemas, al ser
concebida la conciencia como el resultado de las fuerzas
materiales, que la determinan, no quedando, según la
formulación tradicional del problema, espacio para la
acción de una conciencia libre, de una conciencia que se
autodetermina. La conciencia es necesariamente un producto, una
manifestación, de la materia, inseparable de ella. Como
tal, representa la capacidad que tiene el ser humano de
comprender, pero también de amar y de decidir
libremente.
Retomando otra vez el tema de las leyes el materialismo
dialéctico nos propone una interpretación de la
realidad concebida como un proceso material en el que se suceden
una variedad infinita de fenómenos, a partir de otros
anteriormente existentes. Esta sucesión, no obstante, no
se produce al azar o arbitrariamente, ni se encamina hacia la
nada o el absurdo: todo el proceso está regulado por leyes
que determinan su evolución desde las formas más
simples a las más complejas, y que afectan a toda la
realidad, natural y humana.
Las leyes según las cuales la materia se mueve y
se transforma son leyes dialécticas. Al igual que ocurre
con la dialéctica hegeliana, que es simultáneamente
un método y la expresión misma del dinamismo de la
realidad, la dialéctica de Marx y Engels encerrará
ese doble significado. No se puede convertir, sin embargo, la
dialéctica en un proceso mecánico, en el que se
suceden los tres momentos del movimiento (tesis, antítesis
y síntesis), como se hace a menudo con Hegel, en un
esquema mecánico sin contenido alguno. La
dialéctica nos ofrece, pues, leyes generales, que son el
fundamento de toda explicación de la realidad, pero
también que afectan a toda la realidad (naturaleza,
sociedad, pensamiento) y que son objetivas, independientes de la
naturaleza humana. Marx y Engels enunciarán las siguientes
tres leyes de la dialéctica:
1. Ley de la unidad
y lucha de contrarios
Siguiendo los pasos de Heráclito y Hegel, Marx y Engels consideran
que la realidad es esencialmente contradictoria. Todos los
fenómenos que ocurren en la Naturaleza son el resultado de
la lucha de elementos contrarios, que se hallan unidos en el
mismo ser o fenómeno, siendo la causa de todo movimiento y
cambio en la Naturaleza, en la sociedad y en el pensamiento. Con
esta ley se explica, pues, el origen del movimiento. Entre los
argumentos que se aportan para justificar esta explicación
predominan los procedentes de las ciencias
(Física,
Ciencias
naturales, Matemáticas, Economía), pero
también de la Historia y de la filosofía. Entre las
parejas de contrarios puestas como ejemplos podemos citar:
atracción y repulsión, movimiento y reposo,
propiedades corpusculares y ondulatorias, herencia y
adaptación, excitación e inhibición, lucha
de clases, materia y forma, cantidad y cualidad, sustancia y
accidentes.
2. Ley de transición de la cantidad a la
cualidad
Hablamos de cambio cualitativo cuando una cosa se
transforma en otra que es esencialmente distinta. Según la
ley de transición de la cantidad a la cualidad, el aumento
o disminución de la cantidad de materia influye en la
transformación de una cosa en otra distinta. La
acumulación o disminución de la materia es
progresiva, mientras que el cambio de cualidad supone una
modificación radical de la cosa, una revolución.
Con esta ley se explica el desarrollo de los seres y los
fenómenos naturales, sociales, etc.
Todos los objetos de la naturaleza poseen
características mensurables, por lo que su esencia, su
cualidad, es inseparable de los aspectos cuantitativos. Cuando
una cosa pasa de poseer una cualidad a poseer otra hablamos de
"salto cualitativo". Como todo movimiento es el resultado de la
lucha de elementos contrarios, el salto cualitativo supone la
resolución de una contradicción, que da lugar a una
nueva realidad, que representa un avance en el desarrollo de la
Naturaleza. El salto cualitativo no supone el mero cambio de una
cualidad por otra, sino por otra que supera, de alguna manera, a
la anterior.
3. Ley de negación de la
negación.
La ley de negación de la negación completa
la anterior, explicando el modo en que se resuelve la
contradicción, dando paso a una realidad nueva que
contiene los aspectos positivos de lo negado. El primer momento
del movimiento dialéctico, el de la afirmación,
supone la neta existencia de una realidad; el segundo momento, el
de la negación, supone la acción del elemento
contrario que, en oposición con el primer momento, lo
niega. El tercer momento, negando al segundo, que era ya, a su
vez, la negación del primero, se presenta como el momento
de la reconciliación, de la síntesis, recogiendo lo
positivo de los dos momentos anteriores. Una vez alcanzado este
estadio del movimiento nos encontramos ante una nueva realidad
que entrará de nuevo en otro ciclo de
transformación dialéctica, dando lugar, así,
al desarrollo progresivo de la Naturaleza, de la sociedad humana
y del pensamiento. Un desarrollo que se dirige hacia formas
más completas, más perfectas, más
integradoras, de la realidad.
El materialismo dialéctico es llamado así
porque su modo de abordar los fenómenos de la naturaleza,
su método de estudiar estos fenómenos y de
concebirlos, es dialéctico y su interpretación de
los fenómenos de la naturaleza, su modo de enfocarlos, su
teoría, materialista.
El materialismo filosófico marxista se
caracteriza por los siguientes rasgos fundamentales:
A) En oposición al idealismo, que
considera el mundo como la encarnación de la "idea
absoluta", del "espíritu universal", de la "conciencia",
el materialismo filosófico de Marx parte del criterio de
que el mundo es, por su naturaleza, algo material; de que los
múltiples y variados fenómenos del mundo
constituyen diversas formas y modalidades de la materia en
movimiento; de que los vínculos mutuos y las relaciones de
interdependencia entre los fenómenos, que el método
dialéctico pone de relieve, son
las leyes con arreglo a las cuales se desarrolla la materia en
movimiento; de que el mundo se desarrolla con arreglo a las leyes
que rigen el movimiento de la materia, sin necesidad de
ningún "espíritu universal".
"La concepción materialista del mundo — dice
Engels — significa sencillamente concebir la naturaleza tal y
como es, sin ninguna clase de aditamentos
extraños"
Refiriéndose a la concepción materialista
de un filósofo de la antigüedad, Heráclito,
según el cual "el mundo, que es la unidad de todo lo
existente, no ha sido creado por ningún dios ni por
ningún hombre, sino que ha sido, es y será
eternamente un fuego vivo que se enciende y se apaga con arreglo
a leyes", dice Lenin: "He aquí una excelente
definición de los principios del materialismo
dialéctico".
B) En oposición al idealismo, el cual
afirma que sólo nuestra conciencia tiene una existencia
real y que el mundo material, el ser, la naturaleza, sólo
existe en nuestra conciencia, en nuestras sensaciones, en
nuestras percepciones, en nuestros conceptos, el materialismo
filosófico marxista parte del criterio de que la materia,
la naturaleza, el ser, es una realidad objetiva, que existe fuera
de nuestra conciencia e independientemente de ella; de que la
materia es lo primario, ya que constituye la fuente de la que se
derivan las sensaciones, las percepciones y la conciencia, y la
conciencia lo secundario, lo derivado, ya que es la imagen refleja de
la materia, la imagen refleja del ser; de que el pensamiento es
un producto de la materia que ha llegado a un alto grado de
perfección en su desarrollo, y más concretamente,
un producto del cerebro, y
éste el órgano del pensamiento, y de que, por
tanto, no cabe, a menos de caer en un craso error, separar el
pensamiento de la materia.
"El problema de la relación entre el pensar y el
ser, entre el espíritu y la naturaleza es dice Engels —
el problema supremo de toda la filosofía. Los
filósofos se dividían en dos grandes campos,
según la contestación que diesen a esta pregunta.
Los que afirmaban el carácter primario del espíritu
frente a la naturaleza formaban en el campo del idealismo. Los
otros, los que reputaban la naturaleza como lo primario,
figuraban en las diversas escuelas del materialismo"
Y más adelante "El mundo material y perceptible
por los sentidos, del que formamos parte también los
hombres, es el único mundo real. Nuestra conciencia y
nuestro pensamiento, por más suprasensibles que parezcan,
son el producto de un órgano material, corporal: el
cerebro. La materia no es un producto del espíritu, y el
espíritu mismo no es más que el producto supremo de
la materia"
Refiriéndose al problema de la materia y el
pensamiento, Marx manifiesta que no es posible separar el
pensamiento de la materia pensante ya que la materia es el sujeto
de todos los cambios
Lenin dice caracterizando el materialismo
filosófico marxista que el materialismo en general
reconoce la existencia objetivamente real del ser (la materia),
independiente de la conciencia, de las sensaciones, de la
experiencia. La conciencia no es más que un reflejo del
ser, en el mejor de los casos su reflejo aproximadamente exacto
(adecuado, ideal en cuanto a precisión)
Es materia lo que, actuando sobre nuestros
órganos sensoriales, produce las sensaciones; la materia
es la realidad objetiva, que las sensaciones nos transmiten. La
materia, la naturaleza, el ser, lo físico, es lo primario;
el espíritu, la conciencia, las sensaciones, lo
psíquico, es lo secundario. El cuadro del mundo es el
cuadro de cómo se mueve y cómo piensa la materia y
lo mas importante es que el cerebro es el orégano del
pensamiento.
C) En oposición al idealismo, que discute
la posibilidad de conocer el mundo y las leyes por que se rige,
que no cree en la veracidad de nuestros conocimientos, que no
reconoce la verdad objetiva y entiende que el mundo está
lleno de "cosas en sí", que jamás podrán ser
conocidas por la ciencia, el materialismo filosófico
marxista parte del principio de que el mundo y las leyes por que
se rige son perfectamente cognoscibles, de que nuestros
conocimientos acerca de las leyes de la naturaleza, comprobados
por la experiencia, por la práctica, son conocimientos
veraces, que tienen el valor de verdades objetivas, de que en el
mundo no hay cosas incognoscibles, sino simplemente aún no
conocidas, pero que la ciencia y la experiencia se
encargarán de revelar y de dar a conocer.
Tocando un poco mas a fondo el idealismo el sugiere ver
a la materia como producto del espíritu. La primera
manifestación de idealismo fue producto de la
superstición e ignorancia del hombre primitivo, salvaje.
Pero con el desarrollo de la producción, la
separación entre trabajo manual y trabajo
intelectual fue responsable de poner el idealismo como la primera
entre las corrientes de pensamiento filosófico. Con el
desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad, hizo su
aparición la división del trabajo; el ulterior
desarrollo de la división del trabajo presenció el
surgimiento de personas dedicadas por completo y exclusivamente
al trabajo intelectual. Pero cuando las fuerzas productivas son
aún débiles, la división entre los dos no
alcanza la etapa de separación completa.
Sólo después de que aparecen las clases y
la propiedad privada y la explotación se convierten en el
fundamento de la existencia de la clase dominante sí
ocurren grandes cambios. El trabajo intelectual se convierte
entonces en privilegio exclusivo de la clase dominante, mientras
que el trabajo manual se convierte en destino de las clases
oprimidas. La clase dominante comienza a analizar la
relación entre ellos mismos y las clases oprimidas
viéndola al revés: No son los trabajadores los que
le proporcionan a ellos los medios de subsistencia, sino en
cambio son ellos los que les proporcionan a los trabajadores
estos medios. De ahí que desprecian el trabajo manual y
desarrollan concepciones idealistas. Eliminar la
diferenciación entre trabajo manual y trabajo intelectual
es una de las precondiciones para eliminar la filosofía
idealista.
La raíz social que hace posible el desarrollo de
la filosofía idealista reside principalmente en el hecho
de que este tipo de conciencia filosófica es la
manifestación de los intereses de la clase explotadora. El
declive final del idealismo vendrá con la
eliminación de las clases, luego del establecimiento de
una sociedad comunista.
La fuente que le permite al idealismo desarrollarse y
profundizarse y le da la fuerza para luchar contra el
materialismo tiene que buscarse en el proceso del conocimiento
humano. Cuando los hombres piensan, tienen que utilizar
conceptos. Esto puede causar fácilmente que nuestro
conocimiento se divida en dos aspectos: realidad, que es de
carácter individual y particular; y conceptos, que son de
carácter general… En la naturaleza de las cosas, lo
particular y lo general están inseparablemente ligados;
una vez desunidos, se apartan de la verdad objetiva. Separar lo
general de lo particular, y ver lo general como realidad objetiva
y lo particular simplemente como la forma en la que existe lo
general, este es el método adoptado por todos los
idealistas.
Todos los idealistas ponen la conciencia, el
espíritu, o los conceptos en lugar de la realidad objetiva
que existe independientemente de la conciencia humana… Ellos no
pueden apuntar a la verdad materialista según la cual la
conciencia está limitada por la materia, sino que creen
que sólo la conciencia es activa, en tanto que la materia
es sólo una entidad compleja inerte. Incitados
además por su propia naturaleza de clase, los idealistas
entonces utilizan todos los métodos
para exagerar la actividad de la conciencia, desarrollando
unilateralmente este aspecto…
El idealismo en economía exagera inmensamente un
aspecto no esencial del intercambio, elevando la ley de la oferta
y la demanda al status de ley fundamental del capitalismo… Los
historiadores idealistas consideran que los héroes son los
hacedores de la historia. Los políticos idealistas
consideran la política como omnipotente. Los
líderes militares idealistas practican los métodos
de combate desesperado [p’ing-ming-chu-i-ti tso-chan]. Los
revolucionarios idealistas propugnan por el blanquismo. Los
reaccionarios dicen que la única manera de revivir nuestra
nación
es restaurar la vieja moralidad.
Todo esto es producto de exagerar inmensamente los factores
subjetivos.
El materialismo pre-marxista (materialismo mecanicista) no
destaca el proceso de pensamiento en el desarrollo del
conocimiento, sino que considera el pensamiento como el objeto de
acción, como el espejo que refleja la naturaleza.
Sólo el materialismo dialéctico muestra
correctamente el papel activo del pensamiento, y al mismo tiempo
señala la limitación impuesta al pensamiento por la
materia. Señala que el pensamiento surge de la
práctica social y al mismo tiempo moldea activamente la
práctica. Sólo este tipo de teoría
dialéctica de la unidad de conocimiento y acción
puede triunfar completamente sobre el idealismo.
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