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Influencia de la revolución materialista propuesta por Karl Marx (página 2)




Enviado por Natis P.



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Es fácil comprender la importancia tan enorme que
tiene la extensión de los principios del
materialismo
filosófico al estudio de la vida social, al estudio de la
historia de la
sociedad, la
importancia tan enorme que tiene el aplicar estos principios a la
historia de la sociedad y a la actuación práctica
del Partido del proletariado.

Si la conexión entre los fenómenos de la
naturaleza y
su interdependencia representan las leyes por las que
se rige el desarrollo de
la naturaleza, de esto se deduce que la conexión e
interdependencia de los fenómenos de la vida social
representan también no algo fortuito, sino las leyes por
las que se rige el desarrollo de la sociedad.

Esto quiere decir que la vida social y la historia de la
sociedad ya no son un conglomerado de hechos fortuitos, pues la
historia de la sociedad se convierte en el desarrollo de la
sociedad con arreglo a sus leyes, y el estudio de la historia de
la sociedad adquiere categoría de ciencia.

La actuación práctica del Partido del
proletariado debe basarse, no en los buenos deseos de las
ilustres personalidades, no en los postulados de la razón
de la moral
universal, etc. Sino en las leyes del desarrollo de la sociedad y
en el estudio de éstas.

Si el mundo es cognoscible, y nuestros conocimientos
acerca de las leyes que rigen el desarrollo de la naturaleza son
conocimientos veraces, que tienen el valor de
verdades objetivas, esto quiere decir que también la vida
social, el desarrollo de la sociedad, son susceptibles de ser
conocidos; y que los datos que nos
brinda la ciencia
sobre las leyes del desarrollo de la sociedad son datos veraces,
que tienen el valor de verdades objetivas.

La ciencia que estudia la historia de la sociedad puede
adquirir, pese a toda la complejidad de los fenómenos de
la vida social, la misma precisión que la biología, por
ejemplo, ofreciéndonos la posibilidad de dar una
aplicación práctica a las leyes que rigen el
desarrollo de la sociedad.

Es decir que en su actuación práctica, el
Partido del proletariado debe guiarse, no por estos o los otros
motivos fortuitos, sino por las leyes que rigen el desarrollo de
la sociedad y por las conclusiones prácticas que de ellas
se derivan.

El socialismo deja
de ser un sueño acerca de un futuro mejor de la humanidad,
para convertirse en una ciencia. La ciencia y la actuación
práctica, entre la teoría
y la práctica, su unidad, debe ser la estrella polar que
guíe al Partido del proletariado.

Si la naturaleza, el ser, el mundo material es lo
primario y la conciencia, el
pensamiento lo
secundario, lo derivado; si el mundo material constituye la
realidad objetiva, que existe independientemente de la conciencia
del hombre, y la
conciencia es la imagen refleja de
esta realidad objetiva, de aquí se deduce que la vida
material de la sociedad, el ser social, es también lo
primario y su vida espiritual, lo secundario, lo derivado; que la
vida material de la sociedad es la realidad objetiva, que existe
independientemente de la voluntad de los hombres, y la vida
espiritual de la sociedad el reflejo de esta realidad objetiva,
el reflejo del ser.

La fuente donde se forma la vida espiritual de la
sociedad, la fuente de la que emanan las ideas sociales, las
teorías
sociales, las concepciones y las instituciones
políticas, hay que buscarla, no en estas
mismas ideas, teorías, concepciones e instituciones
políticas, sino en las condiciones de la vida material de
la sociedad, en el ser social, del cual son reflejos estas ideas,
teorías, concepciones, etc. Si en los diversos
períodos de la historia de la sociedad nos encontramos con
diversas ideas, teorías, concepciones sociales e
instituciones políticas, si bajo el régimen de la
esclavitud
observamos unas ideas, teorías y concepciones sociales,
unas instituciones políticas, bajo el feudalismo y
otras distintas bajo el capitalismo,
la explicación de esto no reside en la "naturaleza", ni en
la "propiedad" de
las ideas, teorías, concepciones e instituciones
políticas mismas, sino en las distintas condiciones de la
vida material de la sociedad dentro de los diversos
períodos del desarrollo social. Según sean las
condiciones de existencia de la sociedad, las condiciones en que
se desenvuelve su vida material, así son sus ideas, sus
teorías, sus concepciones e instituciones
políticas.

En relación con esto, dice Marx: "No es la
conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el
contrario, el ser social es el que determina su conciencia", es
decir, para no equivocarse y no convertirse en una
colección de vacuos soñadores, el Partido del
proletariado debe tomar como punto de partida para su
actuación, no los "principios" abstractos de la
"razón humana", sino las condiciones concretas de la vida
material de la sociedad, que constituyen la fuerza
decisiva del desarrollo
social; no los buenos deseos de los "grandes hombres", sino
las exigencias reales impuestas por el desarrollo de la vida
material de la sociedad.

El fracaso de los utopistas, incluyendo entre ellos los
populistas, los anarquistas y los social revolucionarios, se
explica, entre otras razones, porque no reconocían la
importancia primordial de las condiciones de vida material de la
sociedad en cuanto al desarrollo de ésta y cayendo en el
idealismo
establecían su actuación práctica, no sobre
las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad,
sino, independientemente de ellas y en contra de ellas, sobre
"planes ideales" y "proyectos
universales", desligados de la vida real de la sociedad. La
fuerza y la vitalidad del marxismo
están precisamente en que toma como base para su
actuación práctica las exigencias del desarrollo de
la vida material de la sociedad, sin desligarse jamás de
la vida real de ésta.

Sin embargo, de las palabras de Marx no se desprende que
las ideas y las teorías sociales, las concepciones y las
instituciones políticas no tengan importancia alguna en la
vida de la sociedad, que no ejerzan de rechazo una influencia
sobre el ser social, sobre el desarrollo de las condiciones
materiales de
la vida de la sociedad. Hasta ahora, nos hemos venido refiriendo
únicamente al origen de las ideas y teorías
sociales y de las concepciones e instituciones políticas,
a su nacimiento, al hecho de que la vida espiritual de la
sociedad es el reflejo de las condiciones de su vida
material.

En lo tocante a la importancia de las ideas y
teorías sociales y de las concepciones e instituciones
políticas, en lo tocante al papel que desempeñan en
la historia, el materialismo
histórico no sólo no niega, sino que, por el
contrario, subraya la importancia del papel y la
significación que les corresponden en la vida y en la
historia de la sociedad.

Pero hay diferentes ideas y teorías sociales. Hay
ideas y teorías viejas, que han cumplido ya su misión y
que sirven a los intereses de fuerzas sociales caducas. Su papel
consiste en frenar el desarrollo de la sociedad, su marcha
progresiva. Y hay ideas y teorías nuevas, avanzadas, que
sirven a los intereses de las fuerzas de vanguardia de
la sociedad. El papel de éstas consiste en facilitar el
desarrollo de la sociedad, su marcha progresiva, siendo su
importancia tanto más grande cuanto mayor es la exactitud
con que responden a las exigencias del desarrollo de la vida
material de la sociedad.

Las nuevas ideas y teorías sociales sólo
surgen después que el desarrollo de la vida material de la
sociedad plantea a ésta nuevas tareas. Pero después
de surgir, se convierten en una fuerza de mayor importancia, que
facilita la ejecución de estas nuevas tareas planteadas
por el desarrollo de la vida material de la sociedad, que
proporciona los progresos de ésta. Es aquí,
precisamente donde se acusa la formidable importancia
organizadora, movilizadora y transformadora de las nuevas ideas,
de las nuevas teorías y de las nuevas concepciones
políticas, de las nuevas instituciones
políticas.

Las nuevas ideas y teorías sociales surgen
precisamente porque son necesarias para la sociedad, porque sin
su labor organizadora, movilizadora y transformadora es imposible
llevar a cabo las tareas que plantea el desarrollo de la vida
material de la sociedad y que están ya cerca de ser
cumplidas. Como surgen sobre la base de las nuevas tareas
planteadas por el desarrollo de la vida material de la sociedad,
las nuevas ideas y teorías sociales se abren paso, se
convierten en patrimonio de
las masas populares, movilizan y organizan a éstas contra
las fuerzas sociales caducas, facilitando así el
derrocamiento de estas fuerzas sociales caducas que frenan el
desarrollo de la vida material de la sociedad.

He aquí cómo las ideas y teorías
sociales, las instituciones políticas, que brotan sobre la
base de las tareas ya maduras para su solución planteadas
por el desarrollo de la vida material de la sociedad, por el
desarrollo del ser social, actúan luego, a su vez, sobre
este ser social, sobre la vida material de la sociedad, creando
las condiciones necesarias para llevar a término la
ejecución de las tareas ya maduras de la vida material de
la sociedad y hacer posible su desarrollo posterior.

En relación con esto, dice Marx: "La
teoría se convierte en una fuerza material tan pronto como
prende en las masas" esto quiere decir que para poder influir
sobre las condiciones de la vida material de la sociedad y
acelerar su desarrollo, acelerar su mejoramiento, el Partido del
proletariado tiene que apoyarse en una teoría social, en
una idea social que refleje certeramente las exigencias del
desarrollo de la vida material de la sociedad y que, gracias a
ello, sea capaz de poner en movimiento a
las grandes masas del pueblo, de movilizarlas y organizar con
ellas el gran ejército del Partido proletario, presto a
aplastar las fuerzas reaccionarias y allanar el camino a las
fuerzas avanzadas de la sociedad.

 

 

MATERIALISMO HISTORICO

Es la ciencia de la totalidad orgánica o estructura que
constituye toda formación social. La estructura
social compuesta por la infraestructura económica, la
superestructura jurídico-política y la
superestructura ideológica será estudiada por esta
ciencia en todos sus niveles y articulaciones
como así también en cada región.

El materialismo histórico es la sociología científica, proporciona
la base teórica y metodológica de las investigaciones
sociológicas concretas y de todas las ciencias
sociales. Puede considerarse también como una
característica básica del marxismo en todas sus
variantes, salvo aquellas que, por apartarse tanto del
pensamiento de Marx, pueden apenas ser calificadas de
"marxistas".

El materialismo histórico ha descubierto el
carácter materialmente condicionado del
proceso
histórico-social, y en contraposición a las
teorías del materialismo vulgar -que niegan el papel de
las ideas, de las instituciones y organizaciones
políticas y de otras clases-, subraya su activa influencia
inversa sobre la base material que las ha engendrado.

El materialismo histórico constituye el
fundamento histórico-científico del marxismo, que
arma a los partidos marxistas, a la clase obrera y
a los trabajadores todos con el
conocimiento de las leyes objetivas del desarrollo de la
sociedad, les permite comprender la importancia del factor
subjetivo -la conciencia y organización de las masas, sin lo cual es
imposible la realización de las leyes de la historia. Los
rasgos fundamentales del materialismo histórico fueron
expuestos por primera vez por Marx y Engels en su trabajo
«La ideología alemana».

Se da una formulación genial de la esencia de esa
parte del marxismo en el prefacio de la
«Contribución a la crítica
de la economía
política» (1859). Pero el materialismo
histórico se convirtió en sinónimo de
ciencia social sólo cuando «El Capital»
vio la luz. A medida que
la historia avanza y se va acumulando nueva experiencia del
desarrollo histórico, también se desarrolla y
enriquece, necesariamente, el materialismo histórico,
así como el marxismo en su conjunto. Lenin dio un
magnífico ejemplo de este desarrollo en la época
del imperialismo,
de las revoluciones proletarias.

MARXISMO Y
PSICOLOGIA

Vigotsky

Uno de los méritos más señalados de
Vigotsky ha
sido el de intentar, y haber conseguido en buena medida, elaborar
una psicología
basada en las ideas marxistas. Esta era un empeño harto
difícil y un tanto paradójico. Difícil
porque si bien Marx, Engels y Lenin habían escrito
extensamente sobre los fenómenos sociales y culturales,
sus ideas sobre el comportamiento
humano, tal y como lo estudia la psicología, eran
más bien escasas y sólo era posible encontrarlas en
sus obras de una manera implícita y, desde luego, sin
desarrollar. Buena prueba de que era un intento difícil es
que, tanto antes como después de Vigotsky, en la
Unión Soviética han abundado los psicólogos
que utilizaban el llamado "método de
las citas" que consiste en exponer las investigaciones junto a
citas de algunos de los clásicos del marxismo, desde
Engels hasta Breznev, aunque la relación entre las citas y
el contenido específico del trabajo sólo sea remota
y de escasa utilidad.

Vigotsky se dedicó a tomar las posiciones
marxistas como punto de partida para reinterpretar y reelaborar
los problemas que
tenía planteados la psicología de su tiempo, que no
son, en realidad muy distintos a los actuales. No obstante,
anteriormente decíamos que este empeño de Vigotsky
era un tanto paradójico. Con ello queríamos indicar
que algunas posiciones marxistas no dejaban demasiado lugar para
una ciencia como la psicología. Veamos por ejemplo, una de
las más conocidas citas de Marx: "El modo de producción de la vida material determina
los procesos
sociales, políticos y espirituales.

No es la conciencia de los hombres lo que determina su
ser, sino por el contrario, es su ser social lo que determina su
conciencia". Como puede verse, ésta es una posición
bastante sociologista de la naturaleza
humana y no es extraño que muchos autores,
soviéticos o no, sólo hayan considerado, a partir
de ella, dos opciones: o bien la conciencia humana es un puro
reflejo de las condiciones sociales en que vive el individuo, o
bien no tiene sentido estudiar los procesos de génesis de
la conciencia -objeto de estudio que la psicología
occidental tardaría en recuperar más de treinta
años- porque quedarían diluidos entre los procesos
sociales.

Ante esta disyuntiva e incorporando otros elementos
teóricos del marxismo, Vigotsky supo producir una interpretación sumamente novedosa de la
cuestión. En primer lugar, realizó una
distinción de enorme importancia en su concepción
del desarrollo. Nos referimos a la idea de que el desarrollo
psicológico está determinado por dos tipos
claramente diferentes de influencias sociales, ambas igualmente
importantes. Por un lado, las influencias sociales en el amplio
sentido de la palabra, tal y como han sido admitidas por otras
corrientes psicológicas, como el conductismo
por ejemplo. Es decir, la determinación que ejercen
aspectos como la clase social, la estimulación cultural y
ambiental, etc. Y, por otro lado, lo cual hace la posición
de Vigotsky bastante más atractiva, la influencia social
en el sentido de las relaciones que el individuo mantiene con sus
semejantes, prácticamente desde el nacimiento.

Como ejemplo del lugar que ocupa el primer tipo de
influencias sociales en la teoría de Vigotsky suele
citarse la conocida investigación que inspiró y
organizó aunque su temprana muerte le
impidiera ver concluida (Luria, 1976).

A comienzos de los años treinta algunas zonas de
la Unión Soviética, como el Uzbekistán,
estaban experimentando un intenso proceso de cambio debido
a los programas de
alfabetización y educación
técnica y política que la revolución
había desencadenado.

Allí podían encontrarse individuos adultos
en grados muy diferentes de adquisición de conocimientos y
nivel cultural. De hecho, existían desde analfabetos hasta
personas que habían adquirido un nivel medio de
educación, sin embargo, y como puede imaginarse, todos
pertenecían a la misma cultura y se
habían desarrollado en el mismo ambiente.
Concretamente en el Uzbekistán predomina la cultura
islámica. El conjunto de pruebas que
Luria y otros colaboradores presentaron a los diferentes grupos de
individuos tenían que ver con una amplia gama de temas
psicológicos. Es decir, versaban sobre procesos
perceptivos de clasificación, deducción e inferencias, razonamiento y
solución de problemas.

Los resultados encontrados por el equipo de Vigotsky son
fácilmente imaginables a la luz de la psicología de
nuestros días, pero no se olvide que esta
investigación se llevó a cabo al comienzo de loa
años treinta. Las conclusiones de este trabajo indicaban
que todos los aspectos citados estaban enormemente influidos por
el grado de experiencia educativa y social que tenían los
individuos.

Así, por ejemplo, las personas analfabetas eran
incapaces de clasificar un conjunto de objetos de varias maneras,
siguiendo criterios abstractos. Es decir, sus clasificaciones
estaban completamente ligadas al uso cotidiano que realizaban
dichos objetos.

De la misma manera, también les era imposible
realizar un razonamiento basándose únicamente en la
forma de las premisas, prescindiendo del contenido. Dicha
investigación suponía, si se nos permite la
expresión, una crítica al estadio de las operaciones
formales de Piaget,
incluso antes de que fuera formulado por la Escuela de
Ginebra. Y se puede ir todavía más allá
porque, en nuestra opinión, la posición de Vigotsky
lo permite de manera legítima.

De hecho, al mantener que el desarrollo
psicológico se encuentra íntimamente ligado a las
experiencias educativas y culturales, Vigotsky no sólo
estaba rechazando la idea, un tanto innatista, de que existen
estadios o características comunes para todos los
individuos, al margen del medio social en el que viven sino que
también estaba siendo el precursor de una idea que
recogerá la psicología
evolutiva de nuestros días. A saber: la
concepción de que el desarrollo psicológico no se
encuentra totalmente acabado al llegar al fin de la adolescencia o
a la juventud sino
que dura toda la vida, ya que a lo largo de ella, en cualquier
etapa, el individuo se puede encontrar con experiencias que
modifiquen sus adquisiciones anteriores.

ACTIVIDAD ECONOMICA CON LA QUE NO ESTABA DE ACUERDO
MARX:

EL CAPITALISMO

Para empezar es necesario hacer una definición
exacta de lo que es el capitalismo que es un sistema
económico y social basado en la propiedad privada de los
medios de
producción y en el capital como generador de riqueza. A
los caracteres esenciales del capitalismo se añaden otros
rasgos específicos como la libertad de
empresa, la
libertad de producir y de vender con el mínimo de
restricciones por parte de los poderes públicos y la no
participación, en general, del estado en las
tareas económicas dejadas en manos del sector privado. En
la teoría marxista es un régimen económico,
político y social que descansa en la búsqueda
sistemática del beneficio gracias a la explotación
de los trabajadores por los propietarios de los medios de
producción y de cambio.

Tanto los mercaderes como el comercio
existen desde que existe la civilización, pero el
capitalismo como sistema económico no apareció
hasta el siglo XIII en Europa
sustituyendo al feudalismo. Según Adam Smith,
los seres humanos siempre han tenido una fuerte tendencia a
"realizar trueques, cambios e intercambios de unas cosas por
otras". Este impulso natural hacia el comercio y el intercambio
fue acentuado y fomentado por las Cruzadas que se organizaron en
Europa occidental desde el siglo XI hasta el siglo XIII. Las
grandes travesías y expediciones de los siglos XV y XVI
reforzaron estas tendencias y fomentaron el comercio, sobre todo
tras el descubrimiento del Nuevo Mundo y la entrada en Europa de
ingentes cantidades de metales preciosos
provenientes de aquellas tierras.

El orden económico resultante de estos
acontecimientos fue un sistema en el que predominaba lo comercial
o mercantil, es decir, cuyo objetivo
principal consistía en intercambiar bienes y no en
producirlos. La importancia de la producción no se hizo
patente hasta la Revolución industrial que tuvo lugar en
el siglo XIX.

Sin embargo, ya antes del inicio de la
industrialización había aparecido una de las
figuras más características del capitalismo, el
empresario,
que es, según Schumpeter, el individuo que asume riesgos
económicos. Un elemento clave del capitalismo es la
iniciación de una actividad con el fin de obtener
beneficios en el futuro; puesto que éste es desconocido,
tanto la posibilidad de obtener ganancias como el riesgo de
incurrir en pérdidas son dos resultados posibles, por lo
que el papel del empresario consiste en asumir el riesgo de tener
pérdidas.

El camino hacia el capitalismo a partir del siglo XIII
fue allanado gracias a la filosofía del renacimiento y de
la Reforma. Estos movimientos cambiaron de forma drástica
la sociedad, facilitando la aparición de los modernos
Estados nacionales que proporcionaron las condiciones necesarias
para el crecimiento y desarrollo del capitalismo. Este
crecimiento fue posible gracias a la acumulación del
excedente económico que generaba el empresario privado y a
la reinversión de este excedente para generar mayor
crecimiento.

El capitalismo entonces existe desde que existe la
humanidad claro esta que se veía de una forma mas simple,
por ejemplo, cuando no se veía el dinero de
forma física y
se cambiaban alimentos por
otras cosas que servirían en un futuro o en ese mismo
instante es hacer un pequeño capital puesto que guardaban
sustento para después enriquecerse y pensar a futuro en el
beneficio que este traería. De esta forma se puede decir
que el capitalismo no nació como una creación o
invención de alguien sino que siempre ha estado hay, el
hecho de darle nombre a este, y descubrirlo y aprenderlo a
manejar se convierte ya en una forma de política y talvez
de vida, pero no se puede pelear contra algo que siempre va a
existir inconscientemente.

El termino capitalismo (kapitalism) fue
así nombrado a mediados del siglo XIX por Kart Marx.
Algunos sinónimos de este termino podrirán ser
"sistema de libre empresa o economía del mercado", que
finalmente se refieren a los sistemas
socioeconómicos no comunistas. Algunas veces se utiliza el
término economía mixta para describir el sistema
capitalista con intervención del sector
público que predomina en casi todas las
economías de los países
industrializados.

Aunque en si el capitalismo no tenga un fundador, por
que siempre a existido pero de forma implícita, el que le
dio su nombre y la describo como tal fue el filósofo Adam
Smith en donde describe los principios económicos
básicos que definen al capitalismo. En su libro
Investigación sobre la naturaleza y causas de la
riqueza de las naciones
(1776), Smith intentó
demostrar que era posible buscar la ganancia personal de forma
que no sólo se pudiera alcanzar el objetivo individual
sino también la mejora de la sociedad. Los intereses
sociales radican en lograr el máximo nivel de
producción de los bienes que la gente desea poseer. Con
una frase que se ha hecho famosa, Smith decía que la
combinación del interés
personal, la propiedad y la competencia entre
vendedores en el mercado llevaría a los productores,
"gracias a una mano invisible", a alcanzar un objetivo que no
habían buscado de manera consciente: el bienestar de la
sociedad.

El marxismo habla de abolir la propiedad de los medios
de producción en cuanto ello esta realizada por el
trabajo
social, y no puede pertenecer a nadie privadamente, ya que
tal situación configura un poder en manos de un sector que
determina la explotación de otro. Para el marxismo el
capital no es una fuerza personal, sino una fuerza social, que se
obtiene por medio del trabajo colectivo. Además sostiene
que la propiedad de los medios de producción debe ser
abolida porque institucionaliza la explotación del hombre
por el
hombre.

El capitalismo tiene una serie de características
básicas empezando por los medios de producción que
vendrían siendo la tierra y
capital que son de propiedad privada. Esto seria
básicamente los edificios, la maquinaria y herramientas
utilizadas para transformar el y producir bienes y servicios
destinados a un consumidor. En
segundo lugar podemos ver lo que es el comercio de estos bienes y
servicios en donde interactúan compradores y vendedores
que se produce en los mercados; en
tercer lugar los dueños de las tierras y los comerciantes
de estos buscan maximizar su bienestar sacándole la mayor
ganancia a sus recursos y del
trabajo que utilizan para producir. Los consumidores pueden
gastar su dinero en lo
que ellos gusten sus ingresos para
obtener la mayor satisfacción posible; este principio es
denominado "soberanía del consumidor", esto nos
explicaría que en un sistema capitalista los productores
se verán obligados debido a una competencia, en la que
buscan ser el que mejor satisfaga al consumidor utilizar sus
recursos de la mejor forma para así poder lograr su
objetivo. Este interés personal y la búsqueda de
beneficios les llevan a seguir esta estrategia. En
cuarto lugar, bajo el sistema capitalista el control del
sector privado por parte del sector público debe ser
mínimo; se considera que si existe competencia, la
actividad económica se controlará a sí
misma; la actividad del gobierno
sólo es necesaria para gestionar la defensa nacional,
hacer respetar la propiedad privada y garantizar el cumplimiento
de los contratos. Esta
visión decimonónica del papel del Estado en el
sistema capitalista ha cambiado mucho durante el siglo
XX.

Desde el siglo XV hasta el siglo XVIII, cuando
aparecieron los modernos Estados nacionales, el capitalismo no
sólo tenía una faceta comercial, sino que
también dio lugar a una nueva forma de comerciar,
denominada mercantilismo.
Esta línea de pensamiento económico, este nuevo
capitalismo, alcanzó su máximo desarrollo en
Inglaterra y
Francia.

El sistema mercantilista se basaba en la propiedad
privada y en la utilización de los mercados como forma de
organizar la actividad económica. A diferencia del
capitalismo, el objetivo fundamental del mercantilismo
consistía en maximizar el interés del Estado
soberano, y no el de los propietarios de los recursos
económicos fortaleciendo así la estructura del
naciente Estado nacional. Con este fin, el gobierno
ejercía un control de la producción, del comercio y
del consumo.

La principal característica del mercantilismo era
la preocupación por acumular riqueza nacional,
materializándose ésta en las reservas de oro y plata
que tuviera un Estado. Dado que los países no
tenían grandes reservas naturales de estos metales
preciosos, la única forma de acumularlos era a
través del comercio. Esto suponía favorecer una
balanza
comercial positiva o, lo que es lo mismo, que las exportaciones
superaran en volumen y valor a
las importaciones, ya
que los pagos internacionales se realizaban con oro y plata. Los
Estados mercantilistas intentaban mantener salarios bajos
para desincentivar las importaciones, fomentar las exportaciones
y aumentar la entrada de oro.

Históricamente el mercantilismo nace en Francia e
Inglaterra, donde los autores eran mercaderes que
escribían acerca de sus intereses y su relación con
la política
económica. Es la época en la que cada hombre
era su propio economista, y eso daba lugar a una gran diferencia
en los temas expuestos por cada uno; es decir, que la
universalidad en los criterios y temas era muy limitada. Sin
embargo, la riqueza y el poder eran los objetivos
comunes a todos ellos, y, por tanto, escribían acerca de
la política económica más oportuna para
lograrlos.

Los supuestos que se manejaban eran muy rudimentarios;
asumían la riqueza en el mundo como fija, que era lo mismo
que decir que en la relación económica no era
posible una ganancia sin incurrir en una pérdida por parte
del otro actor (este concepto llega de
la Escuela Escolástica).

A nivel nacional, es el comercio exterior
la llave al poder y la riqueza, a través de una balanza
comercial siempre positiva.

Por otra parte la línea mercantilista asume que
el propósito de la actividad económica es la
producción y que la riqueza de la nación
es diferente a la sumatoria de las riquezas individuales. Ellos
decían que al subir la producción se
aumentaría el nivel de exportaciones, pero manteniendo un
bajo nivel de consumo doméstico, así que abogaban
por bajos salarios como una ventaja competitiva. Para reforzar
esta última idea, decían que salarios por encima
del nivel de subsistencia reducen el esfuerzo de la mano de obra
y de horas de trabajo por trabajador al año, llegando a la
conclusión que la pobreza
individual beneficia a la nación
(el producto
nacional es más importante que el consumo nacional).
 

Entrando más en el tema mercantilista por
excelencia, la balanza comercial, estos eran muy precisos
al señalar que había que alentar las exportaciones
y desalentar las importaciones, para lo cual era necesaria la
intervención estatal, tanto en la sustitución de
importaciones como en la estimulación de la
producción, la creación de aranceles para
las manufacturas externas y la importación de materias primas a buen
precio.

Para medir la riqueza, utilizaron la cantidad de metales
preciosos, así que su acumulación se
convirtió en el objetivo y, ya que una balanza favorable
inyectaba metales a la nación, era preciso
apoyarla.

El punto de discusión de la época era si
la balanza comercial tenía que ser favorable con todas las
naciones o podía haber excepciones, para lo cual se
decía que si el tipo de importaciones era insumos no
había ningún problema; de hecho la exportación de oro era una acción
rechazada salvo si era para importar materias primas para
productos de
exportación.

En cuanto al dinero, no fueron muy profundos en sus
análisis en lo que tiene que ver con las
consecuencias del mismo en una economía. De hecho, el
flujo del metal de América
a Europa redujo fenómenos especiales que fueron mejor
abordados por los llamados Mercantilistas Tardíos, quienes
notaron la relación con el nivel de precios, la
cantidad del dinero y la velocidad de
circulación, como Jean Bodin y Locke,
respectivamente.

Hume evaluó la Balanza Comercial, la cantidad de
dinero y el nivel general de precios dentro de su estudio llamado
"Flujo especie – precio", que señala la
imposibilidad de mantener una balanza comercial positiva por
mucho tiempo, ya que al aumentar la cantidad de dinero y plata
(especie) se elevan los precios con una reacción espejo;
de esta manera, las exportaciones disminuyen y las importaciones
aumentan como fruto del precio menor en el exterior hasta que
finalmente sucede una auto – corrección. Por estos
hechos se considera que el lapso entre 1660 y 1776 los avances
literarios son muy importantes dentro de la cátedra por la
mejor comprensión del efecto del dinero en los precios y
la economía.

Un punto importante del pensamiento de corte mercantil
es que consideran los factores monetarios como los determinantes
del crecimiento y la actividad económica, más
allá de los factores reales y, por tanto, consideraban que
una oferta
monetaria traía cambios en el nivel de
producto.

La motivación
principal de los mercantilistas puede ser su afán por
encontrar elevados niveles de renta, dada su realidad de
mercaderes que aprovechan al gobierno y sus decisiones para
incrementar su capital, pero, más que eso, su
contribución al análisis económico
está en esa capacidad de hacerlo por separado de las
ciencias
sociales y la filosofía, al estilo de las ciencias
físicas, adoptando el cuadro de causa – efecto; sin
embargo, la transición no es completa y aún se
encuentran rasgos moralistas en sus
análisis.  

Para ellos al conocer las leyes de la causalidad
controlarían la economía, pero la
intervención no debe complicar las verdades
económicas básicas, como el hecho de fijar precios,
que pueden crear desequilibrios que llevan a escasez y
desarreglos en la demanda.

El hombre era igualado al homo economicus y
fijaron que su fin era buscar su ganancia, por lo tanto, lo
asumieron con rasgos egoístas.

Los mercantilistas siguientes vieron errores en los
supuestos de sus antecesores como los siguientes:

1.    La moneda no es la medida de
riqueza

2.   No todos los países pueden tener
una balanza comercial positiva

3.   Ningún país puede
sostener una balanza comercial favorable en el largo
plazo

4.   El comercio puede ser mutuamente
beneficioso para las naciones

5.   Las ventajas para países con
especialización y mayor especialización del
trabajo son mayores

6.  La intervención estatal debe reducirse
(según niveles planteados por los
mercantilistas)

Lastimosamente, la Escuela Mercantilista no fue capaz de
mostrar el funcionamiento total de la economía de mercado
(formación de precios, asignación de recursos
escasos, etc.).

Otra hipótesis mercantilista era la del conflicto
entre el interés privado y el bien público, en el
cual el estado
debía intervenir como canalizador. Esta creencia se rompe
con la llegada del clasicismo.

La nación: el
príncipe y el absolutismo.

A comienzos del siglo XVI aparece la obra de Nicolas
Maquiavelo
(1469-1527)
y con ella surge una nueva teoría del
estado considerado como un poder superior conducido por el
príncipe. Según Maquiavelo, los Estados
nacen de la violencia y
con frecuencia deben mantenerse gracias a ella. Por esa
razón resulta que las reglas de la eficacia
política, por supuestos en nombre de los intereses
superiores del Estado, contradicen las enseñanzas de la
moral y de la
iglesia.

Con mucha frecuencia, El príncipe se verá
"obligado, para mantener su Estado, a obrar en contra de la
caridad, en contra la humanidad, y en contra de la religión" (El
Príncipe, p.125
). "Siendo como son", los hombres
utilizarán su libertad para actuar en contra de los
intereses del Estado y esto nos conducirá al caos social
y, finalmente, a la disolución de la Nación. El
papel del Príncipe consiste entonces en obtener,
establecer y garantizar la prosperidad de la ciudad. Para ello,
debe conquistar, conservar y aumentar su poder. Estos
últimos son los objetivos de la política
.

Por encima de las metas y fines de cada persona se debe
anteponer "la razón de estado". Siempre que sean adecuados
a los fines para los que están destinados, "los medios se
considerarán honorables y adecuados. El vulgo no juzga
más que lo que ve y lo que le ocurre; y en este mundo no
hay más que lo vulgar; el número pequeño no
cuenta cuando hay en que apoyarse en el gran número"
(p.126). Así, Maquiavelo, el padre de la
razón de estado nos aporta la primera pieza del
absolutismo.

Por su parte Jean Bodin (1530-1596), en Los
Seis Libros de la
República (1576),
tratará de construir su
teoría del estado sobre el concepto de soberanía.
Para Bodin (o Bodino), la soberanía es la esencia
de La República, el principio mismo del Estado. Para que
exista la soberanía deben existir, a un mismo tiempo, un
marco jurídico (la ley) y una
autoridad (el
orden). Tal soberanía, indivisible, absoluta y perpetua es
una prerrogativa exclusiva del monarca y se impone al pueblo por
intermedio del gobierno. Sin embargo, Bodin era un
absolutista matizado que no dejó de advertir sobre los
peligros de una soberanía sin límite; estos
límites
deben estar, según Bodin, en la ley divina y en la
ley natural. Sin embargo estas ideas nos puede hacer caer
rápidamente en contradicciones; así, por ejemplo,
si según la ley divina, la voluntad del monarca no refleja
la voluntad de Dios, nadie podrá, por hipótesis,
erigirse en juez del soberano. Los límites a la
soberanía propuestos por Bodin son, en muchos
casos, más retóricos que efectivos y el poder del
soberano es absoluto. Sin embargo, como veremos más
adelante, la ley natural sí que puede suponer un
límite efectivo a lo que puede y no puede conseguir el
monarca en el ejercicio de sus poderes soberanos.

Más tarde, Thomas Hobbes (1588-1679), en
el Leviathan (1651), en el que estudia con detalle la
guerra civil
inglesa que llevó a la ejecución de Carlos I,
concluye que las grandes desgracias de la sociedad ocurren cuando
las personas no saben a quién obedecer; cuando
la soberanía desaparece. Cuando esto ocurre, la
sociedad puede regresar al "estado de naturaleza"; es
decir, a esa situación en la que cada quien puede hacer
todo lo que considere útil para su supervivencia o su
felicidad, en la que es permanente la amenaza para la vida y para
los bienes de cada quien, y donde la vida de los hombres es
"solitaria, miserable, sucia, animal y breve".
Afortunadamente, en este como en muchos otros casos, el mal trae
consigo parte del remedio. El "miedo constante a la muerte"
lleva a todos al convencimiento de que, para salir del "estado de
naturaleza", es necesario que cada quien convenga en ceder sus
derechos a una
autoridad superior, a la que será confiada la
soberanía, que promulgará las leyes necesarias para
conseguir la paz civil y que garantizará su observancia
por medio del uso de la fuerza. La obediencia voluntaria al
soberano asegura entonces la supervivencia y la prosperidad de la
ciudad. Cada uno de los miembros de la sociedad se reconoce en su
representante, y este, una especie de Dios mortal, consigue y
representa la unidad de la nación.

En resumen, según el cuerpo doctrinal del
absolutismo, el príncipe, garante del orden civil y de la
unidad nacional, es la autoridad absoluta y la condición
necesaria para la prosperidad de la nación. La vida
económica se desarrolla entonces bajo su dirección, su control y su
protección. Estas ideas políticas del siglo XVI y
XVII harán parte del ambiente intelectual del
mercantilismo. Los mercantilistas, en consecuencia, escriben para
definir, expresar y defender los intereses de la nación y
utilizarán toda su capacidad de persuasión para
dirigirse a aquel que los encarna: el príncipe. La
nación y el príncipe son las referencias
esenciales, los pretextos para pensar y escribir, y la
justificación última de sus consejos y
recomendaciones.

Algunas veces se ha dicho que el mercantilismo
está basado en una falacia de composición: si algo
es bueno para una persona (por ejemplo un mercader),
también es bueno para la sociedad en su conjunto (es
decir, para la nación). La Nación, como el
comerciante, se enriquece cuando hace beneficios; es decir,
cuando vende más y más caro de lo que compra.
Además, estas ganancias del intercambio con otras naciones
se suman unas a otras y pueden acumularse en stock monetarios de
metales preciosos. El enriquecimiento se concibe entonces como
una acumulación de la riqueza por excelencia: los metales
preciosos. Los mercantilistas no entienden la riqueza como
bienestar o como mejora en los niveles de vida de los
súbditos, más bien de lo que se trata es de
construir e incrementar un patrimonio. De ahí que los dos
temas principales del mercantilismo sean precisamente el dinero y
balanza comercial.

Tampoco el mercantilismo reconoce ventajas mutuas y
compartidas entre las naciones que participen del comercio
internacional. Más que socios comerciales que buscan
acuerdos mutuamente favorables el mundo del comercio se conforma
entre naciones rivales. El comercio entre mercaderes y, por
analogía, entre naciones, se percibe necesariamente como
un juego de suma
cero, nadie puede ganar a menos que otro pierda. Los
mercantilistas no ignoran que un país sólo puede
conseguir un excedente en el comercio internacional a costa de
los déficit de otros. El objetivo de enriquecer la
nación es entonces conflictivo; para que unos prosperen
otros deberán empobrecerse; la riqueza propia se obtiene
en detrimento de la fortuna de los vecinos. Por esos motivos, no
es sorprendente que, junto con la diplomacia y con la guerra, las
políticas económicas de la época se integren
dentro de una estrategia general de poder. Aunque para nosotros
resulte chocante, tampoco sorprende la agresividad nacionalista y
a menudo xenófoba de los mercantilistas. De Rojas,
un mercantilista español
dirá, por ejemplo, que la riqueza: "se debe buscar
adquirirla por todos los medios sin excepción, incluso por
la fuerza de las armas: he
aquí una máxima invariable y susceptible de
demostración". También se puede citar la
fórmula del más ilustre mercantilista
francés, Antoine de Montchrestien (1576-1621):
"Todo lo extranjero corrompe".

Pero no debe perderse de vista que las ideas del
mercantilismo sirvieron de caldo de cultivo al liberalismo
que luego alcanzo su auge en la economía clásica. A
la agresividad y el conflicto con el extranjero se opone la
solidaridad y la
cooperación al interior del país. Al contrario de
lo que ocurre entre las naciones, para muchos mercantilistas,
excluyendo excepciones notables que veremos más adelante,
dentro del mismo país el interés privado y el
interés colectivo no están en conflicto. El
enriquecimiento de un individuo no constituye un obstáculo
al enriquecimiento de otros. Todo lo contrario, la prosperidad
individual se puede extender sin limitación dentro de las
fronteras nacionales. Los métodos
del éxito
se pueden copiar, y a través de la copia se generalizan.
Así, encontramos en los mercantilistas una
concepción elemental de la solidaridad
económica.

Si la fuente de la riqueza se adquiere a través
del comercio, ¿qué papel juega entonces la
producción interna? ¿Los bienes producidos son o
no  parte de la riqueza? Sobre este tema, los mercantilistas
tendrán ideas encontradas. Para Montchrestien en
casa de los trabajadores industria y
prosperidad son sinónimas. Sin embargo, muchos
mercantilistas sólo tuvieron en cuenta la
producción interior como una forma de orientar los
intercambios internacionales. Para éstos últimos,
producir es, en primer lugar, producir para exportar más e
importar menos. La producción podrá ser una fuente
de riqueza, pero sólo una fuente indirecta a través
de su influencia sobre la balanza de
pagos.

Para los mercantilistas los estados que prosperan son
los estados poderosos. La fuerza es la mejor garantía de
éxito de los intereses individuales,   el
comercio exterior sólo prospera cuando la armada del
príncipe protege al mercader, y cuando, eventualmente, la
expansión colonial y la guerra abren nuevos mercados. Del
mismo modo, el comercio interno sólo se desarrolla cuando
impera la paz civil y está protegida la propiedad
privada.

Tal vez fue Montchrestien el autor que
defendió con mayor convicción la omnipresencia del
Estado,y quien llevó más lejos el argumento de su
necesaria autoridad. En el Traitè de Economía
Politique
(1615) desarrolla este tema abundantemente. Las
áreas de intervención del Estado que menciona
Montchrestien pertenecen al fondo común del
mercantilismo: la ley, el orden, la seguridad, la
garantía de la propiedad, la seguridad del comercio, etc.
Pero el autor también aporta argumentos originales: el
Estado debe velar por el pleno empleo, ya que
el paro es un
desperdicio de recursos y crea un déficit de riquezas que
deberá ser cubierto comprando en el extranjero. Por ello
hay que obligar a las personas a trabajar y se deben crear
talleres con ese fin. Sus argumentos serían luego
recuperados por William Petty, para defender que el estado
"debe poner su máxima atención en utilizar la fuerza laboral
y mantener en orden sus aptitudes" Grampp (p.79). En
caso de necesidad los parados deberían emplearse en "…
construir una pirámide inútil en la llanura de
Salisbury, trasladar piedras de Stonehedge a Towerhill o hacer
cosas semejantes, ya que, por lo menos, esto mantendría
sus mentes disciplinadas y obedientes y sus cuerpos aptos para
realizar trabajos provechosos cuando fuera necesario" (citado por
Grampp). El estado debe jugar también un papel en
la formación de las personas a través del
desarrollo de la enseñanza y como responsable de la educación de los
huérfanos. Además, el Estado debe también
intervenir en la industria protegiendo las invenciones, creando
monopolios gracias a los privilegios que conceda, etc. En
materia de
comercio exterior, el estado debe proteger los bienes que
produzca o pueda producir la nación, pero debe defender la
libertad de comercio en lo que se refiera a los bienes que la
nación no produzca. Finalmente, el estado debe estimular
la colonización, ya que ésta permite reabsorber los
excedentes de población, aumenta la demanda de bienes y
da acceso a nuevas fuentes de
materias primas. Las ideas de Montchrestien son
representativas de la corriente mercantilista francesa. Pero
también se encuentran en Barthelemy de Laffemas, el
consejero de Enrique IV y, en cierto modo, se anticiparon
a la política económica que luego seguiría
Colbert.

El dinero es el concepto central de las reflexiones
mercantilistas. Si hay una recomendación clara de
política económica esta es la de acumular la mayor
cantidad de metales preciosos mediante la consecución de
saldos favorables en los intercambios exteriores. A partir de esa
premisa, se pueden deducir fácilmente las relaciones entre
el dinero y los precios, entre el dinero y la tasa de
interés, y entre el dinero, el tipo de cambio
y la balanza de pagos.

El dinero de la época mercantilista es el
dinero-mercancía; es decir, está constituido por
metales preciosos marcados, en forma de lingotes o monedas
marcadas con un sello que, en principio, garantiza su peso en oro
o en plata. Para ordenar la discusión sobre la
relación entre "la riqueza de una nación" y el
dinero, planteemos para empezar una cuestión
básica: ¿es el dinero, para los mercantilistas,
sinónimo de riqueza?

Sin lugar a dudas los primeros mercantilistas
darían a esta pregunta una respuesta afirmativa. Los
mercantilistas llamados bullionistas, principalmente
españoles y portugueses de la primera mitad del siglo XVI,
se proponen como ambición exclusiva la acumulación
y conservación de los metales preciosos en el reino. A
ellos les parecía que el valor intrínseco del oro y
de la plata, así como su carácter imperecedero,
convertían a los metales preciosos en la esencia misma de
la riqueza. Por eso proponen, entre otras medidas, la
prohibición de exportar el oro y la plata, el cobro de
sobre tasas de cambio para las monedas extranjeras, la
obligación de pagar las importaciones de bienes en
mercancías y no en metales preciosos, la obligación
de repatriar las ganancias obtenidas en el extranjero, etc. Todo
un conjunto de medidas artificiales, autoritarias,
burocráticas e ineficaces.

Pero ¿por qué razón dinero es
sinónimo de riqueza? La respuesta de los primeros autores
mercantilistas, es simple: el dinero es riqueza porque es poder
de compra. Esto es lo que por ejemplo concluye Davanzati:
"todos los hombres desean todo el oro posible para adquirir todas
las cosas, para satisfacer todos sus deseos y necesidades, y en
suma para ser felices" (Lezione della Monete, 1588). De
ahí a pensar que son los bienes, y no el dinero, los que
constituye la verdadera riqueza no hay más que un paso,
que algunos darían varios años
después.

El dinero, o los metales preciosos, poseen ventajas
indudables. Por ejemplo, mientras la mayoría de los bienes
son perecederos y difíciles de almacenar, los metales
preciosos son duraderos, de valor elevado y divisibles,
características todas ellas que los hacen adecuados para
efectuar pagos y para la conservación de la riqueza. En
todo ese razonamiento se encuentra el reconocimiento
explícito de las tres funciones
clásicas del dinero: unidad de cuenta, instrumento de
cambio y reserva de valor; son precisamente la segunda y
fundamentalmente la tercera de estas funciones las que permiten
aproximar hasta confundir en lo mismo el dinero y la
riqueza.

Además, los metales preciosos son absolutamente
indispensables para reglar los saldos del comercio exterior. Por
ello, Tomas Mun (1571-1641), insistirá sobre la
necesidad de detentar metales preciosos para las necesidades de
los intercambios internacionales. Por la misma razón, el
comercio interior debería servir para economizar encajes
monetarios y, según Mun, dentro del país el
papel del dinero lo puede cumplir adecuadamente los billetes a la
orden y las letras de cambio.

Además de las razones anteriores el
Príncipe debe poseer un tesoro, signo de nobleza, de
poder, esplendor y, más prosaicamente, porque el dinero es
el nervio de la guerra. El Príncipe debe conseguir
las armas, preparar la flota, conducir la guerra y todos los
gastos deben
cubrirse con dinero cantante y sonante.

Finalmente, para muchos mercantilistas, el dinero es
la vida y el alma del
comercio
. Esta idea, extendida en la literatura sin una
justificación teórica clara, se apoya en
consideraciones intuitivas que reflejan las preocupaciones de los
mercaderes. Con frecuencia tal metáfora sirve para
identificar dinero y capital; una falacia comprensible cuando la
prosperidad pasa por el comercio. Así, abundancia
monetaria significa también abundancia de capital para
prestar y tomar prestado, para la financiación de las
ventas y las
compras y para
permitir que los negociantes asuman mayores riesgos. Así,
unos medios de pago abundantes hacen más fácil la
expansión del mercado, mejoran las oportunidades de
negocio y las posibilidades de obtener beneficios.
¿Qué otra cosa puede pedir el comerciante?
Así se explica también el miedo a una falta de
liquidez que también constituye una constante del
pensamiento mercantilista.

De todas formas, como no podía ser de otro modo,
pasado el período bullionista empezaron a aparecer
numerosas matizaciones. Algunos autores distinguieron muy pronto
entre el valor comercial y el valor legal del dinero. Sin duda
alguna, El príncipe puede caer en la tentación de
multiplicar las monedas, los soles y los escudos, disminuyendo su
contenido metálico. En el siglo XVII, muchos
mercantilistas se opusieron a estas manipulaciones y sostuvieron
que el valor comercial y el valor legal del dinero
deberían coincidir (por ejemplo, en España, el
padre Mariana en De Monetae Mutatione Disputatio,
1609). Las razones para ello son diversas.

En primer lugar, como enunciaba la ley de Gresham
(1519-1579) "la mala moneda desplaza a la buena". Una vez que sea
posible distinguir entre la mala y la buena moneda, se
preferirán las primeras para realizar los pagos y las
segundas para el ahorro.

En segundo lugar, la manipulación monetaria
sólo es un recurso temporal para aliviar las finanzas
públicas. En un primer momento, el Príncipe
aumentará sus ingresos a corto plazo retirando la "buena
moneda" y poniendo en su lugar moneda depreciada. Pero,
más temprano que tarde, los súbditos tendrán
la ocasión de devolverle la "mala moneda" (por ejemplo con
el pago de los impuestos).

Por último, si el tipo de cambio no se ajusta al
contenido metálico, los comerciantes extranjeros
rechazarán las monedas depreciadas como medio de pago. Si,
como consecuencia de lo anterior, el tipo de cambio se deprecia,
de ello resultará un aumento de los precios de los bienes
importados y, eventualmente, una salida de oro del
país.

Población, trabajo e industria

Si para los mercantilistas el dinero es la riqueza, la
abundancia de brazos es una forma muy cercana al dinero. Un
tesoro y una población importante se presentan a menudo
como los dos pilares del poderío nacional. Para
Montchrestien, los hombres son incluso el elemento
esencial: "de estas grandes riquezas, dice, la más grande
es la incomparable abundancia de hombres". Pero los
mercantilistas también ofrecen matizaciones y precisiones
al respecto. En primer lugar, la población no debe
sobrepasar la oferta de bienes de subsistencia, como menciona por
ejemplo Botero (en Las causas de la grandeza y la
magnificencia de la ciudad
, 1588). Una población
numerosa crea, sin duda, condiciones económicas favorables
en el mercado de trabajo debido a su influencia sobre los
salarios. Pero también es necesario que tal
población encuentre un empleo; en caso contrario se
convierte en una carga y en un peligro. Son numerosos los
mercantilistas que consideran el paro, no sólo como una
pérdida de producción potencial, sino como la
fuente de hábitos de ociosidad de relajamiento y
finalmente de la decadencia de la nación. Para muchos hay
que obligar a las personas a trabajar.

El intervencionismo aparece ahora en el mercado de
trabajo. Es necesario emplear a la población, pero hay que
hacerlo racionalmente. En ese campo, el estado debe "disponer con
juicio que cada uno vaya al oficio adecuado"
(Montchrestien). De ahí la idea de desarrollar la
enseñanza, controlar el aprendizaje,
reglamentar la
organización de los talleres. Para muchos
mercantilistas existe sin duda un óptimo de
población. Si la población es insuficiente, hay que
atraer obreros del extranjero; en caso contrario, hay que
estimular la emigración hacia las colonias, lo que
además tiene la ventaja de eliminar "mentes calientes" y
de crear demanda en el exterior.

En general los mercantilistas no se interesaron
demasiado por desarrollar la producción interior. En este
caso fue también Montchrestien quien subrayó
la importancia de la iniciativa individual, de la búsqueda
de beneficios y de la división del trabajo como motores de la
economía. También fue él el primero en
insistir sobre el papel esencial del progreso técnico. El
progreso técnico alivia la carga del trabajo, disminuye
los costes hace bajar los precios y, en definitiva, aumenta la
productividad.
La agricultura es
para él, sin duda alguna, la base de la prosperidad, pero
el sector privilegiado del progreso técnico es el
industrial. En la industria y el comercio los beneficios son
mayores que en la agricultura. Finalmente, el progreso
técnico influye sobre la organización del mercado;
el empresario que innova goza de un monopolio lo
que aumenta sus ganancias. Esta situación será
modificada por los nuevos productores atraídos por las
ganancias excepcionales o por nuevas invenciones. Por primera vez
se establece una relación entre innovaciones, beneficios y
progreso.

Al final del período mercantilista, se relacionan
los tres conceptos, población, empleo e industria con el
concepto de balanza de la industria. Nicolás Barbon
(1640-1698) en su Discurso Sobre el Comercio (1690),
subraya que la compra de bienes extranjeros significa la compra
de mano de obra extranjera (y a la inversa). Una buena
política comercial debe entonces ser tal que el total de
salarios ingleses pagados por los extranjeros (a través de
las exportaciones), sea superior que el de los salarios
extranjeros pagados por los ingleses (a través de las
importaciones). Como se puede ver, la idea consiste en hacer
financiar al extranjero el empleo y las subsistencias nacionales.
El propio Barbon propone evaluar las exportaciones por la
cantidad de trabajo incorporado en su producción y juzgar
la política de importaciones de materias primas en
función
del empleo que ellas permiten.

Neomercantilismo

El sistema de librecambio, que prevaleció durante
el siglo XIX, empezó a perder fuerza a principio del siglo
XX, al replantearse los elementos filosóficos del
mercantilismo que originaron el Neo-Mercantilismo. Se volvieron a
imponer fuertes aranceles a la importación, por razones
políticas y estratégicas y se fomentó la
autarquía económica como sistema contrapuesto a la
interdependencia comercial de los países. Esta tendencia
volvió a cambiar de signo más tarde, pero fue
asociada con el nacionalismo y
la competencia estratégica que provocaron, entre otras
causas, la I Guerra Mundial,
demostrando de esta forma que el mercantilismo tenía una
fuerte base política.

El mercantilismo tuvo gran éxito al estimular el
crecimiento de la industria, pero también provocó
fuertes reacciones en contra de sus postulados. La
utilización de las colonias como proveedoras de recursos y
su exclusión de los circuitos
comerciales dieron lugar, entre otras razones, a acontecimientos
como la guerra de la independencia
estadounidense, porque los colonos pretendían obtener con
libertad su propio bienestar económico. Al mismo tiempo,
las industrias
europeas que se habían desarrollado con el sistema
mercantilista crecieron lo suficiente como para poder funcionar
sin la protección del Estado. Poco a poco se fue
desarrollando la doctrina del librecambio. Los economistas
afirmaban que la reglamentación gubernamental sólo
se podía justificar si estaba encaminada a asegurar el
libre mercado, ya que la riqueza nacional era la suma de todas
las riquezas individuales y el bienestar de todos se podía
alcanzar con más facilidad si los individuos podían
buscar su propio beneficio sin limitaciones. Este nuevo
planteamiento se reflejaba sobre todo en el libro "La riqueza de
las naciones" (1776) del economista escocés Adam
Smith.

El primer requerimiento para un acuerdo de libre comercio es
la eliminación de todas las tarifas, cuotas, y
convenciones comerciales bilaterales o multilaterales que inhiban
la libre operación de los mercados internacionales. Cada
nación debe tener la libertad de vender sus bienes en la
otra, y cada nación debe estar abierta a los productos de
la otra. Desgraciadamente, el afán de proteccionismo
está muy arraigado entre las naciones. Esta reminiscencia
de un mercantilismo anacrónico reaparece cuando una
nación obtiene una ganancia o ventaja en los precios en un
producto o línea de productos particular.

Más tarde, algunos teóricos de la
economía comprendieron que la riqueza de una nación
no se asentaba en la cantidad de metales preciosos que tuviese
almacenada, sino en su capacidad productiva. Se dieron cuenta que
la entrada de oro y plata elevaría el nivel de actividad
económica, lo que permitiría a los Estados aumentar
su recaudación impositiva, pero también
supondría un aumento del dinero en circulación, y
por tanto mayor inflación, lo que reduciría su
capacidad exportadora y haría más baratas las
importaciones por lo que, al final del proceso, saldrían
metales preciosos del país. Sin embargo, pocos gobiernos
mercantilistas comprendieron la importancia de este
mecanismo.

Fueron dos acontecimientos los que propiciaron el
surgimiento del capitalismo moderno producidos durante la segunda
mitad del siglo XVIII. El primero de este fue la aparición
en Francia de los fisiócratas desde mediados de este siglo
y el segundo fue la publicación de las ideas de Adam Smith
sobre la teoría y practica del mercantilismo.

A continuación se describirán cada uno de
estos dos acontecimientos; el termino fisiocracia aparece o se
aplica a una escuela de pensamiento económico, esta
sugería que en la economía existía un orden
natural en la que no requería intervención del
Estado para asi mejorar las condiciones de vida de la
gente.

La figura más destacada de la fisiocracia fue el
economista francés François Quesnay, que
definió los principios básicos de esta escuela de
pensamiento en Tableau économique (Cuadro
económico, 1758), un diagrama en el
que explicaba los flujos de dinero y de bienes que constituyen el
núcleo básico de una economía. Los
fisiócratas pensaban que estos núcleos eran
circulares y de esta forme se alimentaban. Sin embargo la idea
más importante de los fisiócratas era su
división de la sociedad en tres clases: una clase
productiva formada por los agricultores, los pescadores y los
mineros, que constituían el 50% de la población; la
clase propietaria, o clase estéril, formada por los
terratenientes, que representaban la cuarta parte, y los
artesanos, que constituían el resto.

El Tableau économique fue un gran aporte gracias
a su idea de que sólo la clase agrícola era capaz
de producir un excedente económico, o producto neto. El
Estado podía utilizar este excedente para aumentar el
flujo de bienes y de dinero o podía cobrar impuestos para
financiar sus gastos. El resto de las actividades, como las
manufacturas, eran consideradas estériles porque no
creaban riqueza sino que sólo transformaban los productos
de la clase productiva. Este principio fisiocrático era
contrario y/o diferente a las ideas mercantilistas. Si la
industria no crea riqueza, es inútil que el Estado intente
aumentar la riqueza de la sociedad dirigiendo y regulando la
actividad económica.

Adam Smith

Las ideas de Adam Smith fueron un tratado
sistemático d economía y además un ataque
frontal a la doctrina mercantilista. El al igual que los
fisiócratas intentaba demostrar que existía un
orden económico natural el cual funcionaria mucho mejor
entre menos interviniera el Estado, lo que lo diferenciaba de los
fisiócratas era que no creía que la industria no
fuera productiva y que el sector agrícola era el
único capaz de crear un excedente económico sino
que la división del trabajo y la ampliación de los
mercados abrían posibilidades ilimitadas para que la
sociedad aumentara su riqueza y su bienestar mediante la
producción especializada y el comercio entre las
naciones.

Adam Smith ayudo a que a extender las ideas de que los
poderes económicos de los Estados debían ser
reducidos y de que existía un orden natural aplicable a la
economía. Sin embargo fue Smith más que los
fisiócratas, quien abrió el camino de la
industrialización y de la aparición del capitalismo
moderno en el siglo XIX.

Una época importante y de grandes cambios para el
capitalismo fue la industrialización, la
característica principal de este proceso fue la introducción de la mecánica y de las máquinas
de vapor para reemplazar la tracción animal y humana en la
producción de bienes y servicios; esta mecanización
del proceso productivo supuso una serie de cambios fundamentales:
el proceso de producción se fue especializando y
concentrando en grandes centros denominados fábricas; los
artesanos y las pequeñas tiendas del siglo XVIII no
desaparecieron pero fueron relegados como actividades marginales;
surgió una nueva clase trabajadora que no era propietaria
de los medios de producción por lo que ofrecían
trabajo a cambio de un salario
monetario; la aplicación de máquinas de vapor al
proceso productivo provocó un espectacular aumento de la
producción con menos costes. La consecuencia última
fue el aumento del nivel de vida en todos los países en
los que se produjo este proceso a lo largo del siglo
XIX.

Al principio la industrialización se caracterizo
por el trato inhumano que se les daba a los trabajadores como lo
era la explotación infantil y jornadas laborales de 16 a
18 horas, además la insalubridad y peligrosidad de las
fábricas donde laboraban. Estas malas condiciones llevaron
a que surgieran los socialistas utópicos que eran
críticos del sistema los cuales defendían
diferentes sistemas de propiedad comunitaria o socializada. El
primero en desarrollar una teoría coherente fue Karl
Marx
quien paso la mayor parte de su vida en Inglaterra ya
que era el país precursor del proceso de
industrialización, el creo la base intelectual de los
sistemas comunistas que predominaron en la antigua Unión
Soviética y atacaba el principio fundamental del
capitalismo que era la propiedad privada de los medios de
producción y pensaba que la tierra y el
capital debían pertenecer a la comunidad y que
los productos del sistema debían distribuirse en
función de las distintas necesidades.

Con el capitalismo aparecieron los ciclos
económicos que son los cambios que se producen en la
economía y aunque no es predecible la duración de
un ciclo sus fases si pueden anticiparse las cuales son el auge,
recesión, depresión
y recuperación. Estos se caracterizaban por la discriminación de la actividad productiva y
el aumento del desempleo. Los
economistas no podían explicar estos altibajos de la
actividad económica y consideraban que era el precio
inevitable que había que pagar por el progreso que
permitía el desarrollo capitalista. Las críticas
marxistas y las frecuentes depresiones económicas que se
sucedían en los principales países capitalistas
ayudaron a la creación de movimientos sindicales que
luchaban para lograr aumentos salariales, disminución de
la jornada laboral y mejores condiciones laborales.

A finales del siglo XIX, sobre todo en Estados Unidos,
empezaron a aparecer grandes corporaciones de responsabilidad limitada que tenían un
enorme poder financiero. La tendencia hacia el control
corporativo del proceso productivo llevó a la
creación de acuerdos entre empresas,
monopolios o trusts que permitían el control de toda una
industria. Las restricciones al comercio que suponían
estas asociaciones entre grandes corporaciones provocó la
aparición, por primera vez en Estados Unidos, y más
tarde en todos los demás países capitalistas, de
una legislación antitrusts, que intentaba impedir la
formación de trusts que formalizaran monopolios e
impidieran la competencia en las industrias y en el
comercio.

A pesar de estas dificultades iniciales, el capitalismo
siguió creciendo y prosperando casi sin restricciones a lo
largo del siglo XIX. Logró hacerlo así porque
demostró una enorme capacidad para crear riqueza y para
mejorar el nivel de vida de casi toda la población. A
finales del siglo XIX, el capitalismo era el principal sistema
socioeconómico mundial.

En el siglo XX es conocido otro gran economista llamado
John Maynard Keynes

Quien creo una nueva escuela de pensamiento economico
llamado keynesianismo, el demostró que puede haber que un
gobierno puede utilizar su poder económico, su capacidad
de gasto, sus impuestos y el control de la oferta monetaria para
paliar, e incluso en ocasiones eliminar, el mayor inconveniente
del capitalismo: los ciclos de expansión y
depresión. Según Keynes,
durante una depresión económica el gobierno debe
aumentar el gasto
público, aun a costa de incurrir en déficit
presupuestarios, para compensar la caída del gasto
privado. En una etapa de expansión económica, la
reacción debe ser la contraria si la expansión
está provocando movimientos especulativos e
inflacionistas.

Sin embargo a principios de la década de 1960 la
inflación y el desempleo empezaron a crecer en todas las
economías capitalistas, en las que las fórmulas
keynesianas habían dejado de funcionar. La menor oferta de
energía y los crecientes costos de la
misma (en especial del petróleo) fueron las principales causas de
este cambio. Aparecieron nuevas demandas, como por ejemplo la
exigencia de limitar la
contaminación medioambiental, fomentar la igualdad de
oportunidades y salarial para las mujeres y las minorías,
y la exigencia de indemnizaciones por daños causados por
productos en mal estado o por accidentes
laborales. Al mismo tiempo el gasto en materia social de los
gobiernos seguía creciendo, así como la mayor
intervención de éstos en la
economía.

Todos estos acontecimientos muestran que el capitalismo
ha logrado afianzarse en la economía consiguiendo evitar
que las grandes recesiones económicas puedan prolongarse y
crear crisis y se ha
podido alcanzar sin limitar las libertades personales ni las
libertades políticas que caracterizan a una democracia.

El principal objetivo de los países capitalistas
consiste en garantizar un alto nivel de empleo al tiempo que se
pretende mantener la estabilidad de los precios. Es, sin duda, un
objetivo muy ambicioso pero, a la vista de la flexibilidad del
sistema capitalista, no sólo resulta razonable sino,
también, asequible.

En general el capitalismo es un sistema económico
en el que los individuos privados y las empresas de negocios
llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes y
servicios mediante complejas transacciones en las que intervienen
los precios y los mercados.

Plusvalía y Capitalismo.

Pago al propietario de un factor de producción
(trabajo, energía) de una cantidad inferior al valor del
producto. Este término puede tener dos significados
básicos: el primero es el uso de bienes materiales,
normalmente con un suministro fijo, para los fines establecidos
por los que se realiza su manipulación, y el segundo,
más negativo, es un elemento clave de la teoría
marxista sobre la lucha de clases. Esta teoría establece
la teoría del valor del trabajo, que a su vez conlleva el
concepto de plusvalía. Sostiene que el capitalista paga al
trabajador el coste de su producción, pero recibe el
precio de mercado del producto, paga costes externos (alquileres,
etc.) y se embolsa el resto (la plusvalía) como ganancia.
Esta idea de la plusvalía o ganancia nunca fue postulada
por los economistas liberales y, en cualquier caso, parece estar
en desacuerdo con la doctrina clásica del intercambio de
equivalentes económicos.

 

 

FRACASO DEL MARXISMO Y SU
INOPERANCIA

Hacia el final de la década de 1950, los partidos
socialistas de Europa occidental empezaron a descartar el
marxismo, aceptaron la economía mixta, relajaron sus
vínculos con los sindicatos y
abandonaron la idea de un sector nacionalizado en continua
expansión. El notable desarrollo
económico desde postulados capitalistas durante las
décadas de 1950 y 1960 puso fin a la creencia que
mantenía que la clase trabajadora sería cada vez
más pobre o que la economía sufriría un
colapso que favorecería la revolución social. Ya
que un sector considerable de la clase trabajadora seguía
votando a partidos de centro y de derecha, los partidos
socialistas intentaron de forma paulatina captar votantes entre
la clase media y abandonaron los símbolos y la retórica del
pasado.

Este revisionismo de finales de la década de 1950
proclamaba que los nuevos objetivos del socialismo eran ante todo
la redistribución de la riqueza de acuerdo con los
principios de igualdad y justicia
social. Los socialdemócratas alemanes dejaron constancia
de estos principios en el Congreso de Bad Godesberg de 1959,
principios que habían sido popularizados en Gran
Bretaña por Anthony Crosland (El futuro del
socialismo,
1956).

Los socialdemócratas creían que un
crecimiento
económico continuado serviría de apoyo a un
floreciente sector público, aseguraría el pleno
empleo y financiaría un incipiente Estado de bienestar.
Estos supuestos eran a menudo compartidos por los partidos
conservadores o democristianos y se ajustaban de una forma tan
estrecha al desarrollo real de las sociedades
europeas que el periodo comprendido entre 1945 y 1973 ha recibido
a veces el nombre de ‘era del consenso
socialdemócrata’. Coincidía, de modo
ostensible, con la edad de oro del fordismo,
supuesta modalidad pura del capitalismo.

El fuerte incremento sufrido por los precios del
petróleo en 1973 fue el desencadenante de
la crisis económica que puso fin a esta hipotética
edad de oro. Durante el final de la década de 1970 se
pensó que, en general, para restaurar el crecimiento
económico, patronos y gobiernos tendrían que
alcanzar algún tipo de entendimiento con los
sindicatos.

En estas circunstancias, los partidos socialistas
obtuvieron el poder en Portugal, España, Grecia y
Francia, países en los que nunca o rara vez habían
gobernado, y que en los tres primeros casos se produjeron
después del fin de sistemas dictatoriales.

El creciente desempleo, sin embargo, debilitó a
los sindicatos y, al hacer aumentar la pobreza y los
problemas con ella asociados, hizo que la protección
social del sistema del bienestar fuera mucho más costosa
de lo que lo había sido en los días del pleno
empleo. Mantener los niveles de bienestar con una tasa elevada de
desempleo exigía un alto nivel de impuestos, medida que no
gozó del favor de los ciudadanos.

Los partidos conservadores se distanciaron del consenso
político, aduciendo que era necesario "hacer retroceder al
Estado", reducir el gasto público y privatizar las
compañías estatales. Acusados de estadistas,
burocráticos y derrochadores, los socialistas fueron
poniéndose cada vez más a la defensiva. Hacia 1980
el proletariado industrial se había convertido en
minoritario en toda Europa, y las nuevas
tecnologías agravaban la división existente en
sus filas. Los incrementos de la productividad ya no
suponían la creación de nuevos empleos. Por el
contrario, estas nuevas tecnologías hacían posible
un mayor volumen de producción en detrimento del empleo,
mientras que los sectores en proceso de expansión eran
incapaces de absorber a los trabajadores despedidos por culpa de
las reconversiones industriales.

La prosperidad de la que gozaban los trabajadores
cualificados en las empresas de éxito contrastaba con el
número creciente de trabajadores temporales y no
cualificados, muchos de los cuales eran inmigrantes o mujeres,
empleados a tiempo parcial. Considerar, pues, a la clase obrera
como una clase universal que prefiguraba un futuro poscapitalista
parecía algo cada vez más anacrónico. La
creciente interdependencia económica que se
extendió con gran rapidez durante las décadas de
1970 y 1980 suponía que las políticas
macroeconómicas tradicionales del keynesianismo ya no eran
efectivas y que la relación interna (en cuanto
política que activa instrumentos monetarios y fiscales
destinados a frenar el desempleo) originaba problemas con la
balanza de pagos, así como medidas inflacionarias, tal y
como descubrieron, a sus expensas, los gobiernos socialistas
británico y francés en las décadas de 1970 y
1980.

Partes: 1, 2, 3
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