- Wikipedia y el frustrado ocaso de
las elites - Wikileft y
Copypedia - Llaneros del Copyleft,
maquinistas de la moral - Los dos principios de la
racionalidad en el intercambio - Reblogución, Copyfight:
Alguien no ha leído a Adorno - Haciendo amigos. Carta a David
Bravo y su tropa
1. Wikipedia y el
frustrado ocaso de las elites.
En general todas las mini-revoluciones virtuales en
Internet, que es
la Sierra Morena del comunismo
reciclado y de salón, me parecen ridículas, llenas
de ruido y furia,
pero faltas de
seso. La Wikipedia es un ejemplo más.
La Wikipedia parte de premisas inconfesables, como que
el saber es detentado por una minoría manipuladora que lo
utiliza con fines políticos. La solución a ese
supuesto vicio pasa, según ellos, por extender la facultad
de manipulación a la mayoría a fin de que se
autoneutralice.
Lejos de conseguirlo, convierte sus artículos en
tribunas de opinión, en conatos mutilados, en inaccesibles
trincheras, en burda propaganda o
en plagios insensatos (caso típico: de la versión
inglesa a la española); y a sus héroes de
cuño soviético -con derecho a condecoración
a mano alzada- en "cazadores de vándalos".
El sueño de la anarquía produce monstruos
y -se está demostrando- resulta contrario a la ciencia. Un
concurso de voluntades para el
conocimiento, condensadas pero inarticuladas, sin estructura
jerárquica ni estado
definitivo, sólo puede tender al caos. No cabe corregir
esas fallas sin transigir con la completa subversión de la
esencia del proyecto y, en
fin, acceder a equipararlo con los preexistentes. Cambiarlo todo
para que nada cambie.
Una enciclopedia más con la cuestionable novedad
de ofrecerse a satisfacer el ego de los lectores dándoles
una cuota ilusoria de participación.
Es posible que Wikipedia funcione gracias a la multitud
de individualidades brillantes que la integran, ya que la
afluencia de colaboradores es masiva; y puede también que
sepa preservar sus mejores aportaciones con una selección
ecuánime. Sin embargo, todo ello es gracias a Internet, al
providencial sentido común y muy a pesar de la propia
Wikipedia, que lo debilita irremediablemente mediante su
exacerbación ingenua.
A veces se pierde el hilo en un mismo artículo
porque ha sido modificado por cientos de zanganillos
discrepantes. Es como si pusiéramos a trabajar a diez
personas en un huerto de cinco metros cuadrados: se
acabarán molestando y lo harán peor que si fueran
dos o una sola.
Al final uno invierte más esfuerzo en pelearse
para que no le borren o le diluyan algo (pelea que conlleva un
chalaneo tácito de criterios, una claudicación
meramente política) que en
escribir ese algo.
Y, lo que es más grave, ese proyecto de fusión de
saberes, con incontables y novedosos mecanismos en su mano, no ha
logrado el trasvase interdisciplinar, manteniendo los moldes
tradicionales y las divisiones curriculares. Demasiadas comas
burguesas. A la vista de los resultados, puestos a optar por "el
pueblo", yo recomiendo de entrada alternativas menos
pretenciosas.
De la simple recopilación de datos de fuentes
secundarias no surgirá nunca nada grande. El wikipedista
medio no inquiere ni analiza, sólo copia, opina y
apelotona. La rapidez e inseguridad
del sistema no
incentivan a ir más allá.
Pues ¿qué?. Aunque se parta del conocimiento
existente, no hay que olvidar que todo está sujeto a
interpretación y reordenación, y que
en eso consiste la utilidad del
enciclopedismo, que es a la ciencia lo que
la cartografía a los navegantes. Dado que, si
bien no se investiga "strictu sensu", sí debería
hacerse "lato sensu", en una suerte de tarea fundamentadora o
estructuradora del saber, pareja a la del
epistemólogo.
Es desalentador ver cómo los nuevos sabios (con
una chabacanería y deshonestidad similares a las de los
nuevos ricos) llegan muy satisfechos a los mismos resultados que
su competencia,
aunque no tanto por la vía de la reflexión como por
la del ensayo-error.
Irracionalidad procedimental y mediocridad estadística.
Luego ¿qué tiene de sorprendente que la
Wikipedia se acerque a los estándares de la Britannica,
considerando que los que editan en aquélla pueden acceder
a ésta y a tantas otras?. Ni siquiera nos es lícito
hablar de retroalimentación; sí de plagio o
difusa intertextualidad, ya que no se ofrece nada a cambio a la
fuente de la que se hurta.
En fin, el nivel alcanzado en tan poco tiempo no es
en absoluto impresionante. Es un efecto óptico similar al
de la selección natural, donde no es el azar, sino la
inteligencia
de los mejor adaptados la que triunfa e impone el modelo a
seguir en lo sucesivo. Así, la mayor parte del contenido
de las mejores entradas de Wikipedia lo redactan escasas
personas. Se pierde muchísima información baldía y, al final, son
las elites intelectuales
y cibersociales las que deciden. Con todo, las deficiencias y el
plus de arbitraria subjetividad quedan ahí, pírrico
pendón del orgullo sobornado.
* * *
Mucho se ha dicho ya al respecto; gran estruendo,
grandes palabras. Wikipedia es demasiado ruido para tan pocas
nueces. Nada tiene de revolucionario, salvo que al trabajar
gratis -tesitura habitual para los leguleyos bisoños- se
le llame revolución: entonces sí.
Basta con pensar en el caso probable de que se
comercialice la Wikipedia en versión papel.
¿Quién se lucrará con ello? ¿Los
esclavos libres que la están dotando de contenidos?
Indudablemente no. No sólo no les pagan ni les
pagarán (el conocimiento es poder, pero el
poder no es dinero), sino
que encima sacan tajada de su tiempo generosamente cedido y, no
contentos con ello, piden donaciones para mantener el tinglado.
"Yo estoy haciendo esto por los niños
de África, que van a utilizar libros de
texto y de
consulta gratuitos", dice Jimmy Wales, el dadivoso fundador del
invento. E imaginamos que también les pagará el
ordenador con su sueldo. O con el de Ignacio Escolar, que afirma
que "En la era digital, el coste de una copia tiende a cero. La
distribución vale cero". ¿Una
ONG
omnipresente? Un fraude como la
copa de un pino.
La Enciclopedia ilustrada fue un proyecto cultural
exitoso con hondo calado político; la Wikipedia "posmo",
su hermanastra venida a menos, es un proyecto político
utópico con nulo calado cultural. La repetición del
drama, pues, es farsa, igual que la repetición del
conocimiento es plagio u ostentación pedante.
¿Conseguirán estos abnegados héroes
anónimos, como ya casi presumen de haberlo logrado, una
precisión y una calidad textual
mayores que la prestigiosa Britannica? Apuesto el meñique
a que no, a no ser que se restrinja el acceso a la edición, con lo que iba a tocar cambiar la
palabra "libre" del flamante y demagógico lema del
producto.
Pero, si se diera el caso, habría que reconocer que, con
todas sus miserias y su tortuoso camino de inseguridades y
mentiras, se ha aportado un factor de utilidad o mejora al
panorama previamente existente. La pregunta que a
continuación tendríamos que formularnos es:
¿Hasta cuándo? ¿Con qué coherencia
sistemática? ¿Con qué avales para quien
consulta en tiempo real y sin revisión
garantizada?
Todo el estudio de Nature, con sus ya de por sí
poco verosímiles y apañadas conclusiones, se basa,
si no me falla la memoria, en
la comparación de 42 muestras que se tomaron al azar de
artículos científicos en sus respectivos apartados
de la Britannica y la Wikipedia.
Ahora bien, ¿alguien ha hecho una comparativa del
peso específico de las distintas ramas de saber en la
Wikipedia? Me refiero, por supuesto, tanto a la cantidad como a
la calaña. Seguro que se
compadecen mal con los eufóricos resultados que acabamos
de citar.
Por ejemplo, los temas minoritarios y cuya
divulgación carece de un mercado editorial
robusto, como la filosofía, no encuentran especialistas
fácilmente. Y, en general, todos aquellos que no disponen
de una autoridad
institucionalizada como la de las ciencias
naturales, es decir, humanidades y aledaños, pueden
sufrir una censura mucho más voraz que los otros, ya que
son espacios "opinables", "privados", "ideológicos". Lo
real se impone a lo racional. Otra revolución
wikipediana.
¿No da que pensar que el artículo dedicado
al "pastafarismo" en la Wikipedia española sea tanto o
más completo (y probablemente más serio) que el de
la entrada "Dios"? ¿No es vergonzoso que una teoría
de la importancia de la Monadología, crucial para entender
los tiempos ilustrados, el idealismo o la
inteligencia
artificial, permaneciera casi inabordada en trazos
incompetentes hasta que un servidor se
encargó de ella?
Pero la Wikipedia es sólo un mojón
(dése al término el significado que se quiera entre
los tres posibles) en el psicodélico mundo del copyfight y
el neoderecho de los amos de la tecnología. Juego de suma
cero. "Quid pro quo" y exceso por exceso, como se
verá.
Estoy de acuerdo en que el mercado no debería
tener potestad implícita, por razones de interés
comercial, para confinar al olvido ninguna obra, y menos si esa
obra es relevante, aunque no sea muy conocida y venda
poco.
También concedo que la relativización del
derecho de
autor es una forma de cribar la cultura
basura, no
menos excremental por resguardarse en la propaganda pagada. Vale.
Pero se cambian los términos para que todo siga
inalterado. Ya que, ¿existe acaso alguna diferencia
palpable entre dejarse llevar por los altavoces de los grandes
almacenes a
hacerlo siguiendo la turba enloquecida? ¿Cambia mucho el
que la moda impuesta
desde arriba se imponga, tal vez con más fuerza y
disimulo, desde la víctima misma, desde abajo?
Como en la Wikipedia, hay en el tema del copyleft quien,
ávido de fácil notoriedad, se presta a trabajar
gratis: esta vez no son los articulistas voluntarios, sino los
publicistas voluntarios, enésimo rol del lacayo
inconsciente que llevamos dentro.
El copyleft es bueno para gente como yo, que sólo
quieren ser leídos y no están en la brecha para ir
tirando. Pero, en general, se está promoviendo una
concepción lúdica del trabajo,
contraria al esfuerzo y a la recompensa, igualitarista,
despersonalizada. Hasta las clases más humildes han podido
comprarse el libro o el
CD que les
gustaba con sus ahorrillos, y ahora preferirán destinar su
dinero a otras cosas. Con un poco de suerte lo donarán a
la Wikipedia.
En fin, bromas aparte, ¿qué especie de
mano invisible va a hacer que el lucro cesante para un autor se
convierta en beneficio años a venir? Sólo
funcionará en unos pocos supuestos. Burdas hipótesis. Ningún patrimonio
significativo se ha edificado sobre ellas, salvo los pelotazos y
los premiados en las loterías.
Se objeta que, además, al impulsarse el uso
social de una obra en varios medios
interactivos, se fomenta también su transformación
enriquecedora.
Mas si el talento fuera una moneda tan común y
espontánea, su intercambio estaría falto de
interés. ¿Por qué no, entonces,
empobrecedora? ¿Por qué no se habla de la
saturación de la oferta y del
desincentivo anejo? O, más crudamente, ¿por
qué se deja de lado el insuperable techo de la mediocridad
de las masas? Porque eso sería pecar de elitistas y puede
que los pobres niños africanos, persuadidos por Wales, nos
escupieran en mitad de nuestra burguesa cara.
Todo esto está muy bien (es un decir), pero
representa sólo y a duras penas una revolución en
la superestructura: Pseudomarxismo. ¿Cómo?
Evidente. El que se ocupa de esta clase de
bienes del
ámbito del ocio, o es un creador nato, o es que ya dispone
de tiempo bastante para ello, o puede esperar largamente a que su
labor se difunda y se popularice, con lo que tiene cubiertas sus
necesidades materiales
inmediatas. Al utilizar equipo de su propiedad,
como ordenadores, grabadoras e impresoras,
así como servicios
ajenos (webmasters, dibujantes, etc.), es cabal deducir que tales
individuos disponen de poder adquisitivo para dotarse de los
instrumentos de reproducción de los frutos del intelecto.
Aunque, por lo que parece, no lo tienen o no lo quieren emplear
para el producto final, tan maquiavélicamente tutelado
-dicen, y dicen medio bien- por los derechos de
autor. Pero cuelan mosquitos y tragan camellos. Al divulgador
y al promotor gratuitos se suma ahora, en alegre coro, el artista
de balde. Invita el "socialismo".
Es hipócrita. Los anti-derechos de copia se
defienden con las llamadas vías alternativas de reembolso
para el autor. Insisten en que cuanto más se difunda una
obra más mercado potencial gana: que si uno piratea un
libro y le gusta, puede regalarlo en formato legal; que si se
baja música
de su agrado, puede ir al concierto de ese grupo, que
acabará forrándose por este procedimiento (al
margen: ¿gozan los grupos o sus fans
del don de la ubicuidad?).
O sea, que los ciberanarquistas se guardan siempre un as
de legalidad y de
derecho en la manga. Pero, ¿qué hay del que, aunque
hace orbitar el producto en red las 24 horas, no tiene
dinero (o ganas) ni para comprarse ese libro ni para regalarlo?
¿O del que no lo tiene (ni ganas) ni para comprar el CD ni
para ir al concierto, pese a piratearlo? ¡Socialismo de
pega, a la carta del
consumidor y para
pijos desahogados! ¡Disneylandia! "Cuando el material es
libre no existe pirateo". Muerto el perro, sin duda, se
acabó la rabia.
* * *
3. Llaneros
del copyleft, maquinistas de la
moral.
Terminé por ir al seminario del
Copyfight, por si me redimen Nacho y su troupe ilusionista.
Quizá mañana lo logren, esos yuppies. Ha pasado
enfrente de mí la gran vedette, incorporada a
última hora, y se ha ido gritando "¡la
máquina es imparable!". Poco antes otro gurú,
Cervera, había dicho que el software es una
cuestión moral.
También la siesta. Vaguedades como
puños.
Con todo, he tomado con diligente respeto algunas
notas, que para eso se supone que están los seminarios,
para que germinen. Aunque me haya sentido como un extraterrestre,
incapaz de empatizar pese a mi buena disposición. En total
había unas 40-50 personas, contando a los cuatro ponentes,
entre los que figuraba una tonta del haba de buen ver y torpe
verbo. Ha habido un momento gracioso cuando el conferenciante que
oficiaba de maestro de ceremonias, un tal José Luis, se ha
referido a la muchacha como alguien que escribe "un blog que no
necesita presentación".
Sin embargo, el público que "in absentia" la ha
mentado varias veces lo ha hecho con expresiones tan poco
halagüeñas como "la chica aquella de antes". Lo que
me dice mucho de la escasa percepción
de la realidad y de sus propias posibilidades que tienen estos
alucinados.
El asunto del debate
requiere cierta familiaridad con la problemática y la
terminología. Sus líneas maestras: la propiedad
intelectual y la decadencia del actual modelo de copyright,
las grandes paradojas a las que conduce tras la revolución
tecnológica de internet (la máquina imparable). Et
alia.
Lo primero que me escama de este zafarrancho, y que
debería haber hecho saltar las alarmas en todas partes, es
que los supuestos revolucionarios utópicos y los liberales
más acérrimos estén de acuerdo en casi cada
uno de los puntos. Arrojo varias ideas al aire:
1) Cuando desde estas instancias se dice que la
propiedad intelectual es libre, en realidad se la está
subyugando a la propiedad material de bienes de terceros capaces
de adquirirla, reproducirla e incluso manipularla sin pasar por
caja. La libertad tiene
aquí sólo el sentido liberal de libertad de
circulación, entendida ésta como imperativo frente
a la libertad de disposición. La industria de
los productos de
lujo (y la cultura es una de ellas, posiblemente la más
lucrativa) sirve, entonces, al cometido de evitar que la
propiedad se estanque en la calma chicha de ahorros y
especulaciones.
2) Hasta ahora no se había ordenado nunca:
¡Compra o te expropiamos! Pero hoy ya empieza a escucharse:
¡Regala o te expropiamos!. Al mismo tiempo adquiere forma
el entramado de incentivos,
virtuales como la red que los parió, destinados a
disimular el mandato subyacente y a hacerlo amable. Tal regalar
es un malvender, un arriesgar a fondo perdido. Es la
contrapartida del impulso ciego del consumidor: la producción ciega y ya sin ganancia, la
producción por la producción que mantiene vivo al
monstruo. La máquina imparable de Escolar.
3) Al margen de las discrepancias profundas,
observo ya fisuras en la presentación misma del asunto en
lo que respecta a su vertiente estratégica. Porque, si se
afirma que no se está en contra del copyright, sino de su
exclusividad asfixiante frente al más abierto copyleft,
modalizable y de naturaleza
contractual, que representaría su alternativa
simultánea, ¿por qué se justifica la
piratería con coartadas como el derecho a
la cultura, esto es, el derecho a consumirla pero no a producirla
con garantías de rentabilidad?
4) Ningún derecho es ilimitado. Luego, si
incluso el copyright tiene límites
temporales para no arruinar el uso social, aunque sean claramente
insuficientes, ¿no debería tenerlos también
el llamado derecho a la cultura, léase a su
difusión gratuita y universal?
Entonces me pregunto: ¿Son revocables las
licencias en copyleft? Es decir, ¿puedo adquirir de nuevo
los derechos a los que he renunciado? Si no lo son, el sistema no
resulta menos draconiano que el copyright en la actualidad,
salvando el detalle de que al otrora vilmente timado se le llama
hoy alma generosa.
Y si lo fueran, como no es el caso, ¿no habría que
considerarlo un copyright para pobres, recomendable en el
intervalo necesario para venir a mejor fortuna?
¿Qué cambia y a quién quieren
engañar?5) Contra el socialismo de mentirijillas
que practican los copyleftistas anarcoides y que aplauden los
liberales, objeto: Toda propiedad privada es un pequeño
monopolio y es
siempre, por definición, antisocial. Dado que, si
sólo puedo hacer lo que los demás me dejan hacer,
no se me concede un derecho, sino que se constata aquí y
ahora un estado de hecho que mañana quizá cambie
independientemente de lo que yo desee o acuerde. Sostener que las
ideas no pueden ser propiedad privada cuando la propiedad privada
en sí, su concepto, es una
idea que goza de mil protecciones resulta de un cinismo
aterrador. Pero yo lo he visto y lo he escuchado. Con mis ojos,
con mis oídos. Esta misma tarde.
6) El conflicto, en
consecuencia, es el siguiente: Crean los menos, reproducen los
más. ¿Pueden éstos imponer a aquéllos
su voluntad "de facto", privándoles de todo derecho o
reduciéndolo a lo simbólico sólo porque
están en minoría? En otras palabras: ¿Puede
el derecho de reproducción sobreponerse al de
creación? Y éste no es sólo la libertad de
crear, ya que se incluye también la de vivir de lo creado,
la de invertir un tiempo de forma seria para que determinada obra
reúna características competitivas, dignas y
perdurables.
7) En mi opinión, el copyleft parte de un
error de base y es el protegerse de las ansias de lucro ajeno,
entendido como explotación directa, y dejar desguarnecido,
en cambio, el flanco de la explotación indirecta y
negativa que supone el uso gratuito indefinido.
8) Se argumenta también que mientras que
el copyright regulaba la escasez cuando la
había, ahora, en tiempos de abundancia y vacas gordas
tecnológicas, lo que quiere es, mediante restricciones
artificiosas, generar las carencias necesaria para mantener los
privilegios de los que viven de rentas. O sea, antes había
escasez de medios para difundir las ideas y ahora no la hay,
debido a que el alcance de internet es potencialmente mundial e
inmediato.
Pero cuidado: que las ideas puedan transmitirse con suma
facilidad no significa que suceda otro tanto a la hora de
generarlas. Si las ideas no fueran escasas en su génesis,
si reservamos esa cualidad sólo a los bienes materiales,
no convertibles en bytes, estamos privilegiando la
posición en el mercado de los que detentan los recursos
tangibles en detrimento de los que, en base a su competencia
personal e
intelectual, sólo conservan expectativas de derecho. Y
todo para resguardar al consumidor, "id est", al empresario (y
su férula contractual). Porque no hay uno sin el otro,
Cervera dixit.
9) Estamos de acuerdo en que lo que no es
tradición es plagio, pero éste no es el tema. Que
lo que escribo o lo que compongo sea original o no es lo de
menos. No tiene por qué serlo y es suficiente con que
resulte novedoso en algún grado significativo, que aporte
utilidad con respecto a lo que le precede, que le añada
valor. Es
creación, por cierto, lo que no es natural, lo que tiene
fines humanos y una determinada plasmación en un lenguaje. Mas,
insisto, no es el tema.
Aquí lo que está en juego es si
consideramos a la inteligencia como un capital o como
un servicio. Para
mí es un capital sin duda. Un capital es el conjunto de
bienes en cuya naturaleza está el generar rendimientos con
carácter regular para el que lo ostenta en
el todo o en la parte; mientras que un servicio los genera
normalmente de una sola vez al que lo presta; entiéndase:
al que se deshace de él o de sus condiciones de
posibilidad (tiempo, recursos, etc.). Pero nadie se deshace de su
inteligencia. Ésta es, pues, por naturaleza, un capital,
pero por convención del más fuerte, o sea, de
aquellos en disposición de hacerlo rendible, recibe el
tratamiento de servicio, cobrándose con plusvalía y
manteniendo al creador en precario.
10) Hoy se ha escuchado: "La industria cultural
no quiere venderte sus productos, sino alquilártelos".
Respondo: la función
del capital no es venderse ni alquilarse, sino rendir sin
consumirse. Repárese en que cuando nos venden un producto
nos están vendiendo sólo su hechura material, lo
que consumimos de él, no su forma o concepción. Lo
último depende de la inteligencia, que es capital. Y no
puede pretenderse la plena disposición, ni tampoco la
fragmentaria, sobre un capital ajeno que no nos ha sido
transmitido.
11) Escuché, además: "Necesitamos
filtros", filtros para cribar la sobreabundancia de
información. Y luego: "Deberíamos pagar a esos
filtros en lugar de perseguirlos". Pero, digo yo, ¿no son
tales "filtros" los mediadores de los que se quería
prescindir para hacer el producto más barato? ¡Y
ahora hay que pagarles! Se entrevé la nueva burocracia, los
nuevos intereses creados.
12) El único progreso tolerable, bajo mi
punto de vista, sería lograr el reconocimiento de la
inteligencia como capital mediante su redefinición
vinculante en una ley del Estado.
¿En qué casos? Cuando esa inteligencia, como
creatividad,
constituyera parte esencial del producto final vendido,
verbigracia, en toda obra o exhibición
artística.
13) Finalmente, aclarar qur no soy partidario de
una aplicación extensiva del copyright. Basta con que
quien usa una vez de algo de mi creación lo pague una vez,
siempre que no se lucre con ello en ulteriores ocasiones. El
copyright actual es abusivo porque no se pone límites
claros y, cómo no, desemboca en un absurdo.
¡Qué digo! En dos absurdos: el copyright (este
copyright) y el copyleft.
Como conclusión, quisiera comentar la frase
siguiente, que se ha esgrimido como un fetiche y no es más
que una perogrullada: "La cultura no existe sin espectador".
Estoy de acuerdo, pero luego se añade la paparrucha: "La
cultura no es unilateral", como dando a entender que el
espectador también es artista en un mismo e indisoluble
proceso.
A esta falacia se la contesta así: Si todos somos
artistas, no hay cultura, puesto que se ha convenido que para que
ésta se dé se requiere un espectador. Y si todos
somos espectadores, evidentemente tampoco la hay, porque no hay
nada que ver. Ahora bien, si somos ambas cosas, es una obviedad
postular que la cultura necesita al espectador, ya que es
imposible sustraerse a él.
Copyfight, Elástico, saltimbanquis, melenudos,
rojeras todos. Y yo a dos velas, pero encendidas todavía,
huyendo de la toxicidad discursiva que reinaba en el ambiente. Otra
broncínea máxima: "la cultura es un verbo, no un
sustantivo". Cultura verbosa e insustancial, he
pensado.
* * *
4. Los dos principios de la
racionalidad en el intercambio.
David Bravo, un colega, argumenta así en su blog
para justificar la piratería:
"¿Qué harías si no fuera tan
fácil conseguir agua?
Probablemente comprartela mineral en botella y desde el punto de
vista de Fontvella para ellos es como si les robaras cada vez que
abres el grifo.
¿Qué harías si no pudieras
grabar la película que echan hoy en Telecinco en tu viejo
video casero?
La verdad, no lo se. Igual la compro. Igual no. Pero no creo que
haya que argumentar imaginando mundos que no son en los que
vivimos. Hoy en día se puede grabar, la técnica lo
ha hecho posible y el negocio de la música se revoluciona
con ello.
Cuando apareció el magnetófono los
dueños de los teatros donde se exhibía la
música en directo podían decir "pero
¿qué harías si el magnetofono no existiera?
Probablemente vendrías a escuchar la música a mi
teatro en lugar
de escucharla desde tu casa". No lo sabemos y lo mejor es
olvidarse de las estadísticas de cuantos irían al
teatro y cuantos no. Lo que si sabemos con certeza es que el
magnetófono existe y sobre esa realidad hay que
discutir".
Esto es quedarse con el personal y, aunque sea propio de
abogados en su práctica diaria, deontológicamente
no es correcto. No puede compararse un intercambio de bienes y/o
servicios con una mera apropiación, aunque no se cause un
menoscabo real en el patrimonio de algún tercero. Pues en
un caso se está canjeando una propiedad o utilidad por
otra (el agua
corriente, el vídeo y el magnetófono por dinero),
que es la función del comercio
entendido como cooperación social. Con lo que, si se deja
de comprar un producto para pasarse a su equivalente, tal
función se mantiene.
Ahora bien, en el supuesto de la adquisición sin
contrapartidas, uno -el consumidor- se aprovecha y los que han
posibilitado de manera imprescindible que este artefacto
esté en el tráfico se van, por decirlo así,
de vacío. Cabe agregar que aunque sean muchos los
beneficiados y sólo unos pocos los explotados por la
gorronería, el principio cooperativo se rompe, se niega de
raíz. Por la misma razón, aunque todos
fuéramos ladrones, seríamos todos
antisociales.
Imaginemos por un momento que, por arte de
birlibirloque, nos fuese dado prescindir universalmente del
principio de la escasez. La posibilidad de copiar, pongamos por
caso, coches y de enajenar la copia sin desprendernos del que ya
tenemos hundiría irremediablemente la industria del
automóvil. También la haría superflua, se
dirá. Pero, ¿qué hay del futuro? Al final
todos los coches mantendrían los mismos modelos que
hace cincuenta años; no se iba a permitir el progreso
tecnológico ni, por ende, la mejora de la calidad de
vida del consumidor.
A propósito de todo esto, piénsese que las
meras ideas, sin soporte material o virtual, no pueden venderse
como producto, ya que no son consumibles y no respetan el
principio de la escasez. Sí pueden, en cambio,
capitalizarse, como ya se ha explicado.
Pero el copyleft rechaza "a priori" todas las
posibilidades: tanto la venta de la idea
transformada en artículo como su capitalización
previa, alegando que es un bien no capitalizable, social, de
todos (luego, cuando estoy refutando a David Bravo, ¿se
refuta David Bravo a sí mismo, ya que compartimos el bien
social que acabo de generar en forma de letras?). En resumen: el
copyleft propone el invierno de las ideas.
* * *
5.
Reblogución, copyfight: Alguien no ha leído a
Adorno.
¿Qué es la industria cultural para
nuestros rebeldes? La industria lucrativa, regida por los
imperativos del mercado. La industria de los empleadores y
mediadores parasitando la industriosidad de los proletarios. Los
nuevos subversivos no quieren tratos con esta cosa.
Ellos lideran la nueva oleada tecnológica que
posibilitará que los profesionales independientes decidan
cómo rentabilizar su trabajo. La tecnología -dicen-
con su enorme radio de
difusión, nos hará más cultos, mientras que
la cultura, exenta ya de trabas físicas, comerciales y
políticas, aumentará nuestro nivel
de ahorro al
tiempo que multiplicará nuestra capacidad de lucro, con lo
que, en definitiva, nos convertirá en más ricos.
¿Fin de la historia? En este punto el
lector percibe que se le ha hurtado algo en el razonamiento.
Veamos de qué se trata.
Internet rompe el monopolio del negocio editorial y
discográfico de productoras y distribuidoras. No las
elimina, sino que se suma a ellas en competencia. Permanece el
predominio. Se opera, pues, una reconversión industrial
propiciada por una diversificación de la oferta. Sin
embargo, el esfuerzo del individuo
sigue sujeto al gravamen conjunto de la abundancia (el
número casi ilimitado de competidores) y de la escasez
(los destinatarios, forzosamente reducidos).
Hasta aquí todo se mantiene igual tras la
revolución de los pijamas. Por otro lado, el mismo auge
consolida el monopolio de las telecomunicaciones, beneficiando
básicamente a los 'mass media' junto con los sectores
empresariales que los rodean.
Con la interactividad cibernáutica la pescadilla
de la información se muerde la cola y el consumidor de la
crónica pasa a ser también su difusor subsidiario,
su efecto onda, su repetidor estadísticamente inofensivo.
A pesar de todo, los creadores capaces de llegar a la multitud
continúan siendo los menos. Mejor todavía:
proporcionalmente han sido menguados a la mínima
expresión al inflacionarse artificialmente su censo y
mezclárselos con los opinadores, mandatarios
tácitos de cadenas televisivas y periódicos.
Así, las tradicionales correas transmisoras de la cultura
(entendida como "visión del mundo") se ven parcialmente
relegadas, pero es sólo la apariencia falaz de su hondo
fortalecimiento. Las fuentes del disenso quedan definitivamente
absorbidas por los imperios de la
comunicación, que dictan sus "memes" a los siempre
dispuestos memos escribientes, en abrumadora
mayoría.
La profusión insensible del detalle de la que
hablaba Adorno. Luego no está tan claro que el renovado
panorama nos hará más cultos, ni más libres,
y apunta más bien hacia lo contrario. En la sociedad de la
información, la informática no es más que un
régimen de disciplina.
Ignacio Escolar se atreve a hablar en términos
peyorativos de la industria cultural oponiéndola a lo que
él hace en la red. El gacetillero es consciente de que su
esparcimiento bloguístico no es más que la
reducción a consignas de su trabajo intoxicador en
Telecinco, éste todavía sometido a ciertas reglas
de prudencia profesional. Aquí Nacho refleja las noticias;
allí éstas lo reflejan a él, con la preciada
imparcialidad como excusa para la radicalización del
sesgo. Ha extendido su trabajo al ocio y ha canalizado el ocio de
los demás, sus lectores y partidarios, en una estrategia de
retroalimentación que aumenta exponencialmente su
popularidad y sus rentas por propaganda. Pero, con todo, asegura
que no forma parte de la industria cultural, que nada tiene que
ver con ella.
El problema del copyleft es que no se plantea, como
sostiene, a modo de opción personalísima, sino bajo
la forma de un verdadero movimiento
organizado con consecuencias a escala global. No
es más que una mascarada del consumismo de nueva
generación que pretende devorar justamente lo que dice
defender: el sujeto.
El copyleft es un engendro liberal, la última
vuelta de tuerca al sentido ordinario de las palabras. Si la
izquierda adolescente lo ha integrado en su discurso es
por su pobreza de ideas
congénita, que la obliga a prostituirse y a travestirse
con asiduidad, esta vez con tintes mesiánicos y
totalizantes. En la nueva dimensión "libre" de los bits el
trabajador ha adquirido a la postre una condición
política que el capitalismo
primerizo le negaba: ser la marioneta de un ideal, vender
valores,
erigirse en pseudoempresario, agente del pan y el circo del
pueblo. "Expande, obrero, tu trabajo; tu trabajo eres tú.
Hazte uno con tu labor: lucha, carga, faena, por la dignidad". Por
pequeño que sea su margen de ganancia, el inútil
socializado se lo debe todo al sistema en su conjunto, que se
dirige a él autoritaria y despreciativamente.
¿Y qué sucede con el lucro? Como la
energía, no desaparece. Ni siquiera cambia de manos. Pero,
por virtud del subterfugio de la gratuidad, sí se blanquea
en las conciencias de muchos. Rotativos que se regalan como "20
minutos" convierten al periodista en una nueva clase de agente
mediador entre el comercial y el gran público.
La realidad descrita en forma de noticia adquiere la
categoría de producto anónimo, configurado por la
reducción de costes -menos personal- y el aumento del
beneficio ?más anuncios, dinámica diabólica que llena los
impresos de inevitables rótulos
espónsor.
La información es por lo pronto más
escueta y telegráfica, deviene ella misma un
artículo de consumo para
el ajetreado viandante, a quien el régimen de continua
excepción política que es la democracia
liberal obliga a estar al día permanentemente. La noticia
se muestra al cabo
como envoltorio superfluo y pasajero de la propaganda partidista,
fusionada con la mercantil, y como plasmación
sintética del deber del ciudadano, cuya libertad
desregulada es cada vez más un cheque en
blanco para los deseos en suspenso del poder
ejecutivo.
* * *
6. Haciendo
amigos. Carta a David
Bravo y su tropa.
Estimados copyfighters,
Ya he visto el debate en Canal Sur, perdonad que
estuviera un poco torpe y no lo haya encontrado antes. Aunque
creo que ambas partes lo han hecho bien, la liderada por David
Bravo me ha parecido la más convincente. Eso no significa
que tenga razón, sólo que supo ocultar sus puntos
débiles y exagerar los fuertes, al tiempo que
señalaba alguna que otra conocida miseria de la SGAE. Pero
he percibido demagogia. Demagogia a raudales. Veamos varios
ejemplos.
En primer lugar, no podéis pedir una
reconversión industrial del sector si no permitís
que entren ingresos para que
el empresario la lleve a cabo. Les estáis diciendo a
él y a sus contratados: "Arruinaos y dejadnos paso,
cuidándoos mucho de llamarnos piratas a los que os ponemos
en la calle con nuestra tacañería selectiva".
Realmente es para enfadarse.
En segundo lugar, habéis afirmado que la
propaganda, venga de donde venga, beneficia al creador.
¿Por qué no estáis a favor entonces de
legalizar el "top manta"?
Eso también es propaganda y de la buena.
¿Que hay ánimo de lucro? Y qué. Que se
cambie la ley y se adapte a la realidad, con independencia
de que se persigan los fines delictivos a los que se dirigen
muchas veces esos fondos. Porque, veamos, sed un poco
inteligentes (David Bravo, tú el primero): Si la ley
considera punible el ánimo de lucro en detrimento de la
propiedad intelectual, y no así el uso privado, ¿a
qué se debe si no es a que el que se lucra en este
mundillo lo hace por regla general a media o a gran escala (nadie
tira adelante un negocio con dos o tres clientes),
causando un grave perjuicio o lucro cesante al autor parasitado,
mientras que el que comparte de forma altruista ha venido siendo
tradicionalmente alguien ceñido al ámbito familiar?
Pero eso cambia con internet y la distribución masiva de
escaso coste. ¿No debería entonces cambiar la ley y
endurecerse, en lugar de volverse más laxa como vosotros
estáis pidiendo? Y, en fin, ¿por qué
defendéis al usuario con ADSL y tarifa
plana y no al negrito que sale corriendo cuando vienen los
guardias?
Sin entrar ya en que lo que alegáis sea justo o
no, ¿no se supone que vosotros representáis las
izquierdas sin representación? No sólo no sois
generosos al barrer para casa, sino que ni siquiera
resultáis coherentes.
En tercer lugar, el comercio no se reduce al dinero.
Farré (buen abogado, pero retórico deficiente) lo
ha establecido para que no quepan dudas: el intercambio de
canciones en ficheros mp3, que son
bienes en especie, es una forma de trueque: "do ut des". Luego,
si en las redes de pares
se comercia, hay una suerte de lucro. Ergo, dado que la copia
privada no reporta utilidad mercantil en sí, sino cuando
se usa como pago en especie de otra, en este último caso
hay verdadero lucro, mas no en el primero.
En cuarto lugar, el libre comercio se
basa en la legalidad. El resto es mafia y venta de camisetas.
Mafia es lo que predicáis, no la SGAE.
En quinto lugar, y esto seguro que los señoritos
liberales como Enrique Dans lo tienen bien aprendido, las
empresas
están en perfecta disposición de embolsarse
el dinero que
el consumidor considere oportuno pagar por lo que ofrecen. Al fin
y al cabo ni hay régimen de monopolio ni hablamos de
productos de primera necesidad.
Ahora bien, que el precio sea muy
elevado tendrá sus causas: en parte será por la
piratería incontrolada (no incontrolable); en parte -no me
duele admitirlo- por los intermediarios abusivos. Pero lo que no
se puede hacer es cuestionar la raíz misma del derecho a
cobrar por tu trabajo, o disolverla en "formas alternativas de
reembolso", que está por ver que sean
eficientes.
Para Ignacio Escolar, al menos, no lo son. Pues, aunque
le guste presentarse como músico y tenga una promoción digital envidiable, come de
Telecinco, intermediario cultural éste -igual que la SGAE-
que por ahora no regala nada… salvo basura a cambio
de tu tiempo y capacidad para tragar anuncios. Quizá sea
el modelo a seguir.
En sexto lugar, comento a raíz de la
polémica de las definiciones de "lucro": una cosa es la
actividad personal y comprometida sin ánimo de lucro, el
voluntariado por ejemplo, y otra diametralmente distinta una
entidad sin ánimo de lucro, como las fundaciones, en las
que no obstante sus miembros sí que cobran un salario, por
más que no repartan dividendos. Yo no caigo ahora en si
esa distinción es de primero o de cuarto de carrera, pero
un abogado que se dice experto en algo y debate en público
debería tenerla más que memorizada.
En séptimo lugar, la cultura y el arte que hacen
los hombres habitan este mundo material y fungible, no el
etéreo y olímpico de las ideas platónicas.
Obviando, claro está, que dichas producciones sean de
dominio
público, que es lo que estáis intentando con todas
vuestras fuerzas. Y el único modo de lograrlo es que el
autor renuncie a sus derechos. Porque -mucha atención a este punto- si realmente hubiera
un derecho
natural del consumidor a apropiarse del trabajo ajeno sin
pagar nada, esa renuncia sería innecesaria. Gran
descubrimiento.
El copyleft confiesa con esta manera de proceder
(insisto, la única que tiene) el derecho natural del autor
a difundir su trabajo en mayor o menor medida y, en consecuencia,
en tanto que nadie más se añada a la cadena de
producción agregándole utilidad, su derecho a
explotarlo en exclusiva y en el grado que desee, dentro de los
límites que le señale la sociedad según una
política de equilibrio de
intereses.
En octavo lugar, a diferencia de las salchichas, que
sí pueden revenderse sin dar ocasión a delito, la
propiedad intelectual no protege sólo el continente, el
plástico
famoso, cederrónico y obsoleto, sino también y
principalmente el contenido, la creación en abstracto.
Éste y no otro es el fundamento de que su difusión
lucrativa aparezca contemplada en el Código
Penal. En plata: la ley fija que las ideas tienen un precio que
debe percibir siempre (y subrayo: siempre), salvo renuncia, el
autor de las mismas.
En noveno lugar, transijo con que el derecho del autor
tiene un límite, pero no con que se reduzca a una
mención honorífica de rentabilidad
hipotética y a una facultad de veto sobre el lucro de los
demás (Creative Commons). Es como afirmar que la sociedad
tiene derecho a que yo le regale mi trabajo, sin perjuicio de que
un servidor luego reciba por vías misteriosas la oferta de
su vida. Demasiado cínico. Ni el estalinismo
planteó eso, excepto para los reos de trabajos
forzosos.
En décimo y postrer lugar, todo derecho natural
-derecho que el copyleft reconoce implícitamente a los
autores, como se ha demostrado- guarda una proporción con
aquello que se hace para meritarlo. Pues bien, yo no veo
proporción alguna entre pasarme cinco años de mi
vida escribiendo una novela y que,
casi a modo de favor (así lo pide Escolar para sus
cancioncitas), mi nombre aparezca en ella a través de sus
reproducciones piratas, suponiendo que sea exitosa, sin obtener
compensación segura por el tiempo empleado a la hora de
crearla. Claro que, si me he estado diez minutos con ella, mi
talento es más bien penoso y además con la
satisfacción del ego ya tiro, de acuerdo. Pero eso es
acabar con la cultura profesional y desterrar las elites
intelectuales para favorecer las mediáticas y comerciales.
Que es, al cabo, lo que esperan y ardientemente desean -contando
con vuestra inestimable colaboración- la Wikipedia y
demás proyectos
fraudulentos.
Id con Dios.
* * *
Debates aparecidos en:
ÁREA: DERECHO / PROPIEDAD
INTELECTUAL.
Autor:
DANIEL VICENTE
PERFIL: ABOGADO, 26, BARCELONA.
FECHA: 2006.