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El desempleo y la inflación (página 2)




Enviado por jvillalva



Partes: 1, 2

Renta
personal

Derivada de las cifras de renta nacional, la renta
personal es la cantidad de dinero
recibida por los individuos para su uso particular. Se compone de
todo tipo de ingresos:
sueldos y
salarios, ingresos de los propietarios y rentistas,
dividendos, cobro de intereses y transferencias recibidas. Este
último concepto incluye
pensiones, seguros de
desempleo y
pagos provenientes de los servicios
sociales. En los últimos años las transferencias
recibidas han sido una parte creciente de la renta personal.
Cuando se restan la totalidad de impuestos
pagados, el remanente se denomina renta disponible, que se puede
gastar o ahorrar. A través de la medición de estas cifras de ingresos, el
gobierno
determina cuánto dinero de la renta es disponible y
cómo se tiene que distribuir.

Una medida habitual de la prosperidad económica
de una nación
es su producto
nacional bruto anual per cápita. Por ejemplo, el Banco Mundial
estima que el PNB per capita en 1991 iba desde los 32.250
dólares estadounidenses de Suiza hasta los 70
dólares de Mozambique.

Economía de libre mercado, modelo
económico según el cual, con la excepción de
determinadas actividades que se consideran propias del Estado (como
la defensa nacional, la promulgación de leyes y el
mantenimiento
del orden público), todas las actividades y transacciones
económicas dependen de un modo exclusivo de la libre
iniciativa de los individuos. Una economía de libre
mercado es
aquélla que genera un entorno en el que los individuos son
libres de intentar alcanzar sus objetivos
económicos de la forma que consideren más adecuada,
sin la intervención del gobierno.

En este contexto económico, los individuos toman
con libertad
decisiones sobre su empleo, la
utilización de su capital y el
destino de sus recursos; por
ejemplo, cómo distribuyen sus ingresos entre ahorro y
consumo, y
cómo distribuyen su consumo entre los distintos bienes
disponibles. Pero existen ciertos aspectos relativos al
funcionamiento de la economía de mercado que siguen siendo
polémicos.

En primer lugar, existe cierta controversia en torno a
qué actividades deben dejarse en manos del Estado y
cuáles pueden adjudicarse a la iniciativa privada.
Así, se suele defender que, puesto que el derecho a la
vida, a la libertad y a la protección ante el ataque de un
conciudadano es un derecho fundamental, no debe caer en manos del
mercado porque el derecho a la seguridad y al
orden público no debe depender de la capacidad adquisitiva
del individuo.
Además, hasta cierto punto los servicios de la ley y el orden
constituyen un bien público ‘puro’, en el
sentido de que si una patrulla policial ronda un barrio para
evitar robos, protegerá todas las viviendas por el mismo
precio, sin
tener que incurrir en nuevos costes por el hecho de que se
construya una nueva vivienda.

No obstante, existen muchas empresas privadas
de seguridad y algunos individuos incurren en elevados gastos para
garantizar su protección. Un guarda de seguridad
contratado por un banco no tiene
por qué evitar que se asalte a una anciana en la esquina
de la calle. Por lo tanto no se puede establecer una línea
divisoria entre las actividades que deben dejarse en manos del
sector
público y aquéllas que pueden confiarse a las
fuerzas del mercado. De forma semejante, en muchos países
se acepta que los derechos humanos
—por ejemplo, el derecho a la vida y por tanto a una
sanidad pública mínima— requieran que
el Estado
complemente los servicios sanitarios privados. Se pueden adoptar
argumentos similares para defender la educación
pública y otro tipo de servicios parecidos.

En muchos países que se consideran
economías de libre mercado el Estado asume numerosas
actividades como el transporte
ferroviario, los servicios postales o las
concesiones públicas, entre otras. Incluso en los
países en los que estos servicios los desempeñan
empresas del sector privado se considera necesario que exista
cierta reglamentación por parte del sector público
para evitar que se formen monopolios naturales.

En segundo lugar, incluso cuando las actividades
económicas las desempeñan empresas del sector
privado, suele existir cierta reglamentación
pública. La mayor parte de esta regulación responde
con frecuencia a consideraciones de tipo político y
filosófico sobre la necesidad de restringir la libertad de
los individuos cuando dicha libertad derive en una menor libertad
de los demás, es decir, que la libertad de un individuo
acaba donde empieza la de otro. Así, por ejemplo, la
libertad económica está restringida por leyes que
impiden adueñarse de forma indebida de la propiedad de
otra persona o que
refuerzan las cláusulas de los contratos. En
otras palabras, se acepta que el contexto económico en el
que opera una economía de libre mercado es un entorno
donde rige este tipo de regulaciones legales.

Sin embargo, la regulación gubernamental suele ir
más lejos, porque puede existir cierto intercambio
desigual entre el ejercicio de la libertad y otros derechos fundamentales. Por
ejemplo, las regulaciones que restringen la libertad de las
empresas para utilizar mano de obra infantil o esclavos, o la
emisión de gases
tóxicos a la atmósfera o a los
ríos, o la venta de productos
peligrosos (violando el supuesto de que el consumidor
siempre sabe lo que es mejor para él).

Así, los distintos puntos de vista sobre el
alcance de la intervención del Estado (en defensa,
seguridad, orden público, sanidad y educación, entre
otros) y el alcance de la regulación por parte del Estado
del sector público, implican que no existe una
definición exacta de lo que es o debiera ser una
economía de mercado. Pero también existen fuertes
discrepancias sobre los efectos benéficos de una
economía de esta índole.

La tradición política occidental
establece que la mejor sociedad es
aquélla en la que el individuo se responsabiliza de sus
propios actos, lo que implica que debe tener la máxima
libertad posible para poder tomar
decisiones económicas. Supone además que la
libertad económica es esencial para que exista libertad
política. También se piensa que las
economías de mercado son más eficientes en
términos económicos, pues los mercados crean
incentivos
para que las personas asignen sus recursos (como el trabajo y
el capital) entre las distintas actividades posibles, y
también incentiva a los empresarios para que produzcan los
bienes y servicios que demandan los consumidores y a que utilicen
las técnicas
de producción más eficientes. La
experiencia de las últimas décadas, sobre todo la
caída de los regímenes comunistas del bloque
soviético, ha demostrado los efectos negativos de una
excesiva intervención del Estado.

Al mismo tiempo, se
puede alegar en contra de las economías de mercado que la
distribución de la renta que genera este
sistema puede ser
injusta, pues ni siquiera puede evitar la extrema pobreza.
También permiten la acumulación de mucha riqueza y
poder en unas pocas manos, con amenaza de la libertad
política. Por ello, la existencia de economías de
mercado no determina que se deba olvidar la permanencia de
valores
sociales básicos y la defensa de la libertad
política.

La pobreza se hace
notar:

En la carencia que sufre una persona/hogar por la falta
de bienes y servicios considerados indispensables para cubrir las
necesidades vitales: vivienda y todo lo que comporta el
alojamiento, vestimenta, alimentación,
protección sanitaria, formación (escolar,
profesional, universitaria), etc.

En el grado de incapacidad para participar en todos los
aspectos de la vida (social, cultural, cívica,
profesional), así como en la imposibilidad de
comunicarse.

En los años 80, los conceptos y las medidas de
la pobreza
adquieren una nueva entidad, debido a la magnitud que ésta
llega a tener en el nuevo régimen de acumulación. A
la pobreza estructural que ya estaba presente en el mundo
(originada por una mala distribución de la riqueza) se le
agregan los "nuevos pobres", producto de los ajustes y de la
desarticulación generalizada de las nuevas
economías. Éstos incluyen a los sectores de
clase media,
jubilados, docentes,
trabajadores fabriles, que ven cómo sus condiciones de
vida elementales se van deteriorando significativamente.
1

Con la desaparición de la clase media, el abismo
entre pobres y ricos se profundiza y quien se encuentra entre los
mejor pagados quiere tener cada vez menos en común con los
estratos inferiores. La cohesión social está
desapareciendo, ahora lo que se propone es la vuelta de las
élites. La nueva norma es el encapsulamiento de los
ricos.

Es imprescindible mencionar que la pobreza tiene serios
efectos sobre las personas. La impotencia que sienten ante la
imposibilidad de modificar su situación se traduce en
menosprecio propio, menosprecio del país, depresión
anímica y social, violencia y
quebrantamiento de la ley. Además, provoca el
resentimiento hacia los que tienen, refuerza el racismo y mata la
sensibilidad humana.2

Planteado en estos términos el problema de la
pobreza se ve fundamentalmente influido por los componentes
inherentes a las variables
utilizadas en su medición, en tal sentido el Prof. Riutort
expresa: "La pobreza se reducirá siempre y cuando los
ingresos nominales medios crezcan
mas rápidamente que los precios"
5, por tanto el objetivo
central de una política de reducción de la pobreza
se fundamenta en la posibilidad de lograr una mejora del ingreso
real de las familias. Crecimiento
económico y control de la
inflación serían las metas por excelencia de una
política
económica que tratara de enfrentar con alguna
posibilidad de éxito
el problema de la pobreza. Esta afirmación, la cual no
deja de ser cierta, nos deja sin embargo con muchos asuntos aun
sin responder; tal como nos apunta el Prof. Luis Zambrano, la
relación existente entre el crecimiento económico y
la reducción de la pobreza dista mucho de ser una
relación lineal. 6

Es necesario profundizar en el
conocimiento de las relaciones que se establecen entre los
principales agregados macroeconómicos, las
particularidades de los diferentes sectores de la
economía, las características del mercado laboral y los
salarios, la
estructura
distributiva de los ingresos y su incidencia en los niveles de
pobreza en un momento determinado. Resulta evidente que el
análisis de estas relaciones requiere
contar, por lo complejo de las mismas, con un conjunto de
herramientas
que permitan la construcción de "modelos
interpretativos" de la forma en que se establecen estas
relaciones.

Los miembros de este universo de
pobreza reconocen diferentes orígenes, son efectivamente
el resultado de una variedad de situaciones previas, no se
participa de la misma historia y por tanto
serán diversas las modalidades de enfrentarse a la
condición que los une, que resulta no ser otra que la
imposibilidad de lograr condiciones de vida aptas para el
ejercicio pleno de los derechos que le competen como ser humano.
La situación de carencia y deterioro no sólo
compromete el presente, con el debilitamiento de la trama social
sino

que involucran a las generaciones futuras, en la
perspectiva de la transferencia.

Persistencia de elevadas tasas de desempleo, el
incremento de la intensidad de la desocupación y la existencia de un gran
sector de ocupados en condiciones precarias o en tareas que
generan poco ingreso, fragilidad de los contratos laborales, la
inexistencia de beneficios sociales tradicionalmente relacionados
con la categoría de asalariado.

Se hace referencia a las formas usuales de
medición de la pobreza; por el método de
la Necesidades Básicas Insatisfechas se define la población categorizada como "pobres
estructurales", sectores que históricamente sufrieron
situaciones de carencia. La pobreza medida según los
niveles de ingreso posibilita identificar la magnitud y la
evolución de los "nuevos pobres" y de la
indigencia.

Es casi un "círculo perverso" donde se reproducen
las condiciones de marginalidad.
Cuando se apela al concepto de carencia para describir una
situación de pobreza también se está
haciendo referencia al deterioro de los vínculos
relacionales que se traduce en un alejamiento de la vida
pública donde la presencia política o su influencia
social se mantienen en el plano de lo formal antes que en el
real.

En esta línea de pobreza como carencia es a la
que se vinculan las nociones de vulnerabilidad y de
exclusión. Estos conceptos permiten una mayor
aproximación tanto a la diversidad de situaciones a las
que se enfrentan los que de una u otra manera son
partícipes de algún tipo de privación como
para indagar en el proceso por el
cual amplios sectores de la sociedad perdieron la
participación en una o varias formas de relación
social (ver Perona, 1997, 1998).

De esta forma la riqueza analítica del
término no sólo no restringe su aplicación a
las carencias actuales sino que también permitiría
aplicarse para describir situaciones de riesgo, de
debilidad, de fragilidad y de precariedad futura a partir de las
condiciones registradas en la actualidad. Es por ello que las
categorías de vulnerabilidad y exclusión se
presentan como sugerente tanto para distinguir las diferencias y
develar las heterogeneidades, es decir para la comprensión
del fenómeno como para diseñar e implementar
distintas acciones
posibles en materia de
políticas diversas; esto es darle
centralidad al problema de los derechos civiles, políticos
y sociales.

Wehle (1997) revisa los términos de la
discusión europea y señala que en esos
países la categoría de exclusión surge para
designar una de las características salientes de los
nuevos pobres, a partir de los análisis y trabajos que han
investigado el aumento de los fenómenos
socioeconómicos que hacen a una sociedad cada vez
más dual. Así el debate
sitúa los términos del problema no en el
crecimiento económico, ni en la producción de
riquezas, sino en la manera de repartirla y de tener acceso a
ella. "El dualismo social se plantea a partir de la creciente
división social entre los que participan de los beneficios
de la modernidad,
gozando de ingresos suficientes y estables, y aquellos que
excluidos de los beneficios de la modernidad, viven con ingresos
insuficientes y trabajan en situación precaria", pero
además con fronteras entre incluidos y excluidos
difíciles de delimitar.

Castel (1991, 1995, 1995b, 1996) considera las
situaciones de carencia en función de
relacionar dos ejes: Un eje de integración-no integración con
relación al trabajo, es
decir la relación con los medios por los cuales un
individuo logra o no reproducir su existencia en el plano
económico; otro vinculado a la inserción, o no, en
una sociabilidad socio familiar, es decir la inscripción o
la ruptura con respecto al sistema relacional en el seno del cual
reproduce su existencia en el plano afectivo y social. Esta
intersección generaría tres zonas:

de integrados- estables, de vulnerabilidad y de
exclusión donde se encuentran los más
desfavorecidos. Sitúa el centro de la
metamorfosis en la precarización de las condiciones de
trabajo que rompe con la solidaridad y las
protecciones construidas en torno a las relaciones
laborales y plantea la aparición de "una nueva
matriz de
desigualdades: la desigualdad ante la precariedad".

Exclusión debe ser entendida no como un concepto
absoluto sino relativo en un doble sentido "por una parte
constituye la contrapartida de la inclusión, es decir se
está excluido de algo cuya posesión implica un
sentido de inclusión. Este algo puede significar una
enorme diversidad de situaciones o posesiones materiales y
no materiales, como trabajo, familia,
educación, vivienda, pertenencia comunitaria, etc. No es
un concepto dicotómico que divide a los individuos o
grupos en dos;
existe una serie de situaciones intermedias entre ambos estados".
Es también relativo porque varía espacial e
históricamente en los contextos situados;

por otra parte tiene mayor potencialidad
analítica para referirlo a aquellas situaciones que
implican "fuerte acumulación de desventajas" (Minujin,
1998, 169-173).concepto referido a uno de los problemas
estructurales más importantes de la actual sociedad en
América
Latina. La voz ha hecho fortuna…"

Con dicha categoría se hace referencia a
diferentes manifestaciones empíricas de los procesos
sociales globales: a la situación de barrios pobres
urbanos, a las condiciones de vida, a la
desocupación

La gravedad del problema no se reduce al aumento de la
magnitud de los excluidos, y a la diversidad que esa magnitud
encierra. Se trata de un proceso que atraviesa al conjunto de la
sociedad; por ello la exclusión
social representa un problema mayor ya que está
cuestionando a la sociedad como totalidad, a una sociedad con
presencia activa de sus miembros, con la ciudadanía como condición
común y que fue la "utopía de la modernidad". Los
excluidos, dirá Rosanvallon, resultan de un trabajo de
descomposición, de desocialización en el sentido
fuerte del término. La pobreza se acompaña de
aislamiento social y de una pérdida de la
ciudadanía. Cierto efecto de centrifugación aparece
en el horizonte que tiene a su vez rasgos de incertidumbre,
pesimismo y temor.

En suma se amplían los límites de
la escena y se complejizan los actores que están en el
escenario, sobre las que hay que tomar decisiones. Para concluir
Marginación social, situación de aislamiento
y exclusión de un individuo o grupo en un
sistema social, y que no participa ni goza de los privilegios de
los demás miembros de una sociedad.

El sociólogo estadounidense Robert Ezra Park
acuñó el término ‘marginado’
para definir a aquellos individuos o grupos que presentan un
desorden psíquico y social por su pertenencia a una doble
cultura, sin
participar plenamente en ninguna de ellas. Es marginado aquel que
no forma parte de un modo de vida participativa por acumular
‘malestar’ en sus relaciones de convivencia. Abarca a
grandes colectivos, como indigentes, prostitutas, drogadictos,
delincuentes o personas discapacitadas.

Algunos autores relacionan la marginación social
con la desviación social por el conflicto que
implican entre el comportamiento
del individuo y las normas y valores
que imperan en una determinada sociedad. Sin embargo, en la
desviación social la causa del malestar se imputa al
comportamiento del individuo, mientras que en la
marginación social la causa del malestar está en la
sociedad.

La situación de marginación puede estar
asociada a situaciones de pobreza. Desde el enfoque liberal, la
marginación es un fenómeno coyuntural e individual
en el que todo marginado es un individuo no apto, no cualificado
y no adaptado. Desde el enfoque socialdemócrata, la
marginación es una consecuencia estructural que afecta a
grupos y colectivos víctimas de las crisis
económicas, la privatización, la indiferencia del Estado o
la reducción de los gastos sociales. Hoy la
marginación se caracteriza por la presencia de niveles
más elevados de criminalidad, la desorganización
familiar o las perturbaciones afectivas.

la noción de marginalidad social ha sufrido
cambios significativos. En su origen tuvo un marcado sesgo
psicológico y cultural. Marginalidad fue, sucesivamente,
sinónimo de comportamiento problemático,
minorías étnicas o sexuales, cultura de la pobreza.
Cada cambio trajo
consigo adscripciones divergentes y posturas políticas que
han tenido consecuencias de peso en la concepción y el
desarrollo de
las políticas sociales. A la luz de la
existencia de vastos contingentes de desocupados, la marginalidad
social plantea la necesidad de ser analizada a través de
su relación con nociones de masa

marginal y empleabilidad.

Marginalidad(es). En principio, resulta
importante recordar que las primeras alusiones a la marginalidad
tuvieron lugar en el marco de los trabajos de la escuela de
psicología
behaviorista estadounidense, dedicada a investigar el
comportamiento de ciertos individuos y grupos
sociales caracterizados como
«problemáticos».

En esos estudios, la conducta marginal
era aquella observada en individuos en los que se daba una
subestimación del yo manifestada en una sensación
de inferioridad respecto de las normas del estatus social. Desde
este tipo de enfoques, se comenzó a pensar a la
marginalidad como una desorientación psicológica
(Stonequist).

Del énfasis psicológico se pasó al
cultural, los marginales entonces eran aquellos que tenían
una personalidad
evaluada como conflictiva a raíz de vivir en una continua
contradicción con la cultura conformada por valores
sociales imperantes. Esta marginalidad cultural se dio
primordialmente en países donde parte de la
población pertenecía a grupos étnicos
diferentes a los de la elite dominante. En ese entonces, lo
marginal remitía a la existencia de ciertas
minorías como la de los afroamericanos en Estados
Unidos.

Con el correr de los años, este enfoque inicial
fue incorporando distintos aportes. Entre ellos, merece una
mención especial la «superposición
cultural», según la cual el origen de la
marginalidad reside en la dominación de un grupo sobre
otro mediante una fuerte imposición de creencias y
valores, situación en que se encontraba una gran cantidad
de colectivos de indígenas en Latinoamérica.

De estar en una situación de
«contradicción» se pasó a una de
«imposición».

De hecho, en esos años surgió la idea de
que los sectores subalternos, es decir, los dominados, son
«portadores» de una singular cultura: la
«cultura de la pobreza»

Este tratamiento de la marginalidad centrado en aspectos
psicológicos y culturales encontró críticas
rápidamente. En general, éstas subrayaban la falta
de consideración de la realidad «material»
circundante a la producción de ese fenómeno. En
verdad, y más allá de los antecedentes arriba
consignados, el desarrollo del concepto de marginalidad tiene
lugar en Latinoamérica.

Esto se explica a partir de un proceso de
reflexión creciente alrededor de la presencia de grandes
sectores de la población con serios problemas de pobreza y
desocupación. De allí surge que gran parte de los
estudiosos latinoamericanos insistiera en que la marginalidad
presentaba cierta singularidad en los países de la
región. Existían y, de hecho existen, situaciones
similares en distintos sitios del globo con los que
Latinoamérica tenía y tiene al mismo tiempo
elementos en común y claras diferencias (Germani).
Quizás esta cuestión detonó los primeros
interrogantes sobre la marginalidad en la
región.

En este punto, y dejando de lado las antiguas
connotaciones esbozadas por la escuela behaviorista y los
enfoques culturalistas, algunos autores latinoamericanos
denominaron marginales a los asentamientos periféricos, ilegales y precarios
establecidos en torno de los grandes centros urbanos. Estos
barrios, llamados en múltiples formas a lo largo de la
región (villas miseria, favelas, cantegriles, etc.),
fueron producto del creciente proceso de urbanización
iniciado con la industrialización y el cambio en las
formas de explotación de la tierra, lo
que trajo aparejado un proceso de migración
interna en el que participó una importante cantidad de
personas.

Esta acepción de marginalidad fundada en la
cuestión espacial/habitacional resulta deudora en parte
del incipiente desarrollo del urbanismo latinoamericano, que
tenía como objeto de estudio e intervención la
situación de aquellas viviendas ubicadas en los
«bordes» de las grandes ciudades. Estas casillas, de
precaria construcción, carecían de las prestaciones
más básicas: agua, luz,
etc.

En reiteradas ocasiones, además, la cantidad de
individuos que las habitaban superaban con creces la recomendada,
produciéndose un importante hacinamiento. Queda claro que
los asentamientos marginales se definían de este modo a
partir de la existencia de un centro, en donde deberían
haber otras condiciones habitacionales distintas a las del
margen. Lo cierto fue que rápidamente esta
dimensión territorial de lo marginal comenzó a
desdibujarse, puesto que al interior del centro de cualquier gran
ciudad latinoamericana existían viviendas igualmente
susceptibles de ser calificadas como marginales. Su
construcción también era deficiente, muchas de
ellas no tenían acceso a servicios públicos y, en
gran cantidad de casos, sus habitantes vivían hacinados.
Por lo tanto, y casi por extensión, se pasó a
hablar de personas

marginales, para hacer referencia a los habitantes de
tales moradas, independientemente de dónde estuvieran
localizadas. De esta manera, la marginalidad, como
categoría seguía siendo tan imprecisa como en el
pasado, pudiendo denotar cuestiones de muy diversa
índole.

Perspectivas
actuales: masa marginal y empleabilidad

En la actualidad la situación social de gran
parte de los latinoamericanos empeoró drásticamente
respecto de los años 60 y 70, época en la que
surgieron estos conceptos. En este sentido, y al igual que ayer,
existen muchas interpretaciones que –de un modo contrario
al de la masa marginal– hacen recaer en las propias
víctimas la responsabilidad por su condición de tales.
En el campo de las asociaciones empresariales, la herramienta
elegida para «cargar las tintas» en los marginales
fue la noción de empleabilidad; de este modo, se los
categorizó como «inempleables». La
empleabilidad hace hincapié en que, tanto quienes
están ocupados como quienes no lo están, deben
encargarse de, y esforzarse por, desarrollar ciertas aptitudes y
actitudes que
la crítica
de Cardozo a la tesis de la
masa marginal –reproducida en Nun– intenta demostrar
la incorrecta interpretación de ciertos conceptos
marxistas efectuada por Nun. En su artículo «Nueva
visita a la tesis de masa marginal», Nun (p. 257) comenta
que Cardozo reconoció años después la
existencia de excedentes de población no funcional en
Latinoamérica. Supuestamente los habilitan para ingresar y
permanecer en un determinado puesto de trabajo.

La empleabilidad, surgida a mediados de la década
de los 80, enfatiza que los trabajadores pueden mejorar su
desempeño a través de la
adquisición de nuevas habilidades y saberes. De
allí también su particular postura sobre la
educación y, sobre todo, la formación profesional,
a la que caracteriza como una inversión. No en vano, la empleabilidad se
inscribe en la teoría
del capital humano En
la práctica, esta teoría dio lugar a estrategias de
recursos
humanos y lobbys en instancias como cámaras
empresariales y organismos internacionales. En este sentido, se
puede mencionar el papel asumido por la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico en materia educativa. Esta organización ha recuperado en parte
elementos de la teoría del capital humano con el objeto de
influir en el diseño
de políticas educativas de los países en
desarrollo. De hecho, propuso introducir en los contenidos
curriculares elementos destinados a potenciar la empleabilidad de
la fuerza de
trabajo, refiriéndose de este modo a la necesidad de
asegurar las competencias de
los futuros trabajadores

En reiteradas ocasiones, y desde la esfera estatal, los
desocupados latinoamericanos también fueron interpelados a
través de distintas acciones tendientes a dotarlos de
mejores capacidades para su incorporación y desarrollo en
el mercado de trabajo. En esta línea se creó una
gran cantidad de programas
públicos de capacitación, formación y entrenamiento
laboral. En su mayoría, esas acciones partieron de un
supuesto según el cual una «adecuada
formación para el trabajo es aquella que consigue
disminuir el cuello de botella entre la demanda de
personal para ocupaciones calificadas y la sobreoferta de
trabajadores sin calificaciones adecuadas …» (Gallart, p.
102).

En relación con este aspecto cabe preguntarse
qué proporción de la masa de desocupados puede
explicarse por este «desfase» entre un tipo y otro de
demanda y de oferta de
fuerza de trabajo. Es decir, si todos los desocupados contaran
con los certificados y calificaciones adecuados,
¿conseguirían un empleo? En este punto, hay al
menos dos comentarios a introducir respecto de las
políticas públicas y las acciones empresariales
destinadas a promover la empleabilidad de la fuerza de trabajo.
El primero es que en la actualidad, y con justa razón, no
existen posturas contrarias a la incorporación de saberes
y conocimientos por parte de la fuerza de trabajo, y sostener lo
contrario es a todas luces un absurdo. De hecho, hoy son muchos
los sindicatos
latinoamericanos que se ocupan de llevar a cabo tareas de
capacitación y formación de sus
afiliados.

Ahora bien, otra cuestión (y muy distinta) es, a
partir de estos enfoques, ver a los desocupados como responsables
por no saber y, como corolario, trasladarles la carga de serlo.
Dicho de otro modo, empezar a verlos como los principales
causantes de su propia condición. En cualquier caso, y
como segundo comentario, puede sostenerse que la noción de
empleabilidad remite a la posibilidad de
«funcionalizar» los excedentes poblacionales
–afuncionales o disfuncionales– a los que hace
mención la tesis de la masa marginal. En el campo de las
hipótesis de trabajo podría
sostenerse, además, que este proceso de
funcionalización opera en dos instancias: una objetiva y
otra subjetiva. En la primera, la empleabilidad conforma un
conjunto de atributos –siempre variantes– que debe
adquirir la fuerza de trabajo, con la idea de extender, dentro de
la superpoblación relativa, la proporción ocupada
por el ejército industrial de reserva frente a la masa
marginal. Entran aquí las acciones concretas destinadas a
mejorar las competencias
laborales de los trabajadores ocupados pero, y sobre todo, de
los desocupados.

En el campo de la subjetividad, la empleabilidad permite
que cientos de desocupados puedan «sentirse parte»
–mientras, por caso, se capacitan– del
ejército industrial de reserva. En este plano, la
empleabilidad opera para que los propios desempleados no presten
atención a explicaciones de su
situación centradas en la existencia de causas
estructurales, y si a esto se le agrega aquella idea asociada a
que los desocupados «no pueden nutrir un proyecto
común y no parecen capaces de superar su desasosiego en
una organización colectiva …» (Castel, p. 414),
todo parece facilitar el ostracismo de estos sectores afectados
por la falta de empleo. Cosa que en Latinoamérica, y en
especial en el caso argentino, parece darse exactamente al
revés: en ciertas circunstancias los desocupados lograron
agruparse y movilizarse, dando lugar así al proceso
constitutivo de su identidad y de
inserción dentro del actual escenario económico y
social (Colectivo Situaciones).

Comentarios
finales

El persistente deterioro social latinoamericano exige
imperiosamente profundizar los análisis y renovar los
lazos que unen a la comunidad de
científicos sociales con el resto de la sociedad, cuyo
claro propósito es buscar alternativas para el incremento
de la calidad de
vida en toda la región. En este sentido, los datos disponibles
son contundentes: la tasa de desempleo de América

*En primer lugar, la generación de empleo de
calidad
dependerá de una política económica que,
además de colocar el empleo como un objetivo central de la
misma, no se limite únicamente a garantizar la estabilidad
de precios, combine políticas macro, meso y
microeconómicas, además de políticas activas
de empleo y de gasto social focalizado.

* En segundo lugar que, tratándose de
economías abiertas en un contexto de globalización, el aumento de la competitividad
de las empresas, y con ello de la economía en su conjunto,
es crucial. A este aumento de la competitividad, y
consecuentemente del empleo, la política laboral puede
contribuir decisivamente, en especial mediante el desarrollo de
la capacitación y la formación profesional, y la
promoción de la negociación colectiva así como de
los demás Derechos Fundamentales en el Trabajo.

*En tercer lugar afirma que la generación de
empleo de calidad es un proceso lento; esto requiere prestarle
una especial atención a las políticas de
protección social, en la perspectiva de desarrollar el
carácter sistémico de la
misma.

Finaliza puntualizando que la responsabilidad de generar
trabajo decente es de todos, gobiernos, trabajadores, empleadores
y organismos internacionales; que existen los medios y se tiene
experiencia y que a través del diálogo
social entre estos actores se puede avanzar hacia el logro de
estos objetivos.

  • No hay empleo sin educación;
  • No hay empleo sin formación profesional que
    permita la reinserción laboral o la inserción de
    quien ha abandonado la educción formal.
  • No hay empleo sin la mejora continua de la
    empleabilidad de los trabajadores activos
  • No hay empleo sin inversión
  • No hay empleo sin acciones de gobierno que brinden
    estabilidad para que el circuito económico y financiero
    funcione
  • No hay empleo sin política de
    transporte
  • No hay empleo sin salud
    pública
  • No hay empleo sin paz social
  • No hay empleo sin estabilidad
    jurídica
  • No hay empleo sin comprender las culturas
    aborígenes
  • No hay empleo sin diagnóstico
    social-cultural-educacional
  • No hay empleo sin inversión

Volviendo a términos más generales, que
todos podemos conocer, podríamos sintetizar que la
realidad que los gobiernos enfrentan hoy se caracteriza por los
grandes cambios que se han producido en las últimas dos
décadas a nivel mundial en lo que respecta a
producción, consumo e inversión de bienes,
servicios, capital y tecnología y el
desfasaje educativo entre necesidades productivas y sistemas
educativos en general. Se han borrado fronteras y reducido
distancias, trayendo con ello cambios fundamentales en la
organización de los negocios y las
técnicas que en ellos se emplean.

Esto ha afectado todas las economías
domésticas y altera el contexto dentro del cual las
empresas producen, comercializan y los gobiernos actúan,
para influenciar los patrones nacionales, regionales e
internacionales de producción y
distribución.

La responsabilidad de los Estados es garantizar la
coherencia y sinergia entre
las directrices para el empleo y las orientaciones generales de
la política económica.

VENEZUELA:

Venezuela registró un aumento del PIB del orden
del 24.2% en los seis primeros meses del año 2004, con
relación a igual período de 2003. Este resultado
incorpora un importante efecto estadístico, tomando en
cuenta la baja base de comparación que muestra

el primer semestre de 2003, como consecuencia de la
paralización convocada en ese entonces por la
oposición al gobierno, que se prolongó de diciembre
de 2002 a principios de
febrero de 2003. Asimismo, los dos siguientes trimestres de 2003
también mostraron significativas caídas del
producto, ya que la actividad petrolera se mantuvo relativamente
estancada al igual que el resto de los sectores
económicos. De ahí que la mayoría de los
indicadores
muestren un importante crecimiento. Dado el incremento del precio
del petróleo y la reactivación del resto
de sectores no petroleros, las proyecciones a fin de 2004
señalaban que Venezuela
tendría la más alta tasa de crecimiento de la
región, estimada en 13%.

Por otro lado el Presidente Chávez se consolida
en el poder. Están teniendo tratamiento futuras leyes que
versan sobre el código
penal, la Corte de Justicia
regulación y contenidos de radio y televisión, todo lo cual lleva a concentrar
el poder político y judicial en el presidente. La ley
laboral fue ya completamente reformada. También se
establecieron aumentos impositivos.

Los ingresos, en términos
económicos, hacen referencia a todas las entradas
económicas que recibe una persona, una familia, una empresa, una
organización, un gobierno, etc.

El tipo de ingreso que recibe una persona o una empresa u
organización depende del tipo de actividad que realice (un
trabajo, un negocio, una venta, etc.). El ingreso es una
remuneración que se obtiene por realizar dicha
actividad.

Por ejemplo, el ingreso que recibe un trabajador
asalariado por su trabajo es el salario. Si
ésta es la única actividad remunerada que hizo la
persona durante un periodo, el salario será su ingreso
total. Por el contrario, si esta persona, además de su
salario, arrienda un apartamento de su propiedad a un amigo,
el dinero que
le paga el amigo por el arriendo también es un ingreso. En
este último caso, el salario más el dinero del
arrendamiento constituyen el ingreso total. Los ingresos pueden
ser utilizados para satisfacer las necesidades.

Cuando una empresa vende su producción o sus
servicios a un cliente, el
valor de la
compra, pagada por el cliente, es el ingreso percibido por
la empresa.
Estos ingresos pueden ser utilizados por las empresas para pagar
los salarios de los trabajadores, pagar los bienes que utilizaron
para la producción (insumos), pagar los créditos que hayan obtenido, dar utilidades
a los dueños de la empresa, ahorrar, realizar nuevas
inversiones,
etc. |

Cuando el ingreso proviene de actividades productivas,
se puede clasificar en varios tipos:

Ingreso marginal: Generado por el aumento de la
producción en una unidad.

Ingreso medio: Ingreso que se obtiene, en
promedio, por cada unidad de producto vendida; es decir, es el
ingreso total dividido en el total de unidades
vendidas.

Ingreso del producto marginal: Ingreso generado
por la utilización de una unidad adicional de algún
factor de producción (trabajo, capital), por ejemplo, la
utilización de un trabajador más, etc.

En general, las personas, las familias, las empresas,
etc., buscan aumentar sus ingresos. Si éstos se elevan, su
consumo y su ahorro pueden aumentar, llevando, en muchos casos, a
un mejor nivel de vida y de bienestar.

Los Estados también reciben ingresos, llamados
ingresos públicos. El Estado recibe ingresos por el cobro
de impuestos, por la venta de bienes producidos por empresas
públicas, por utilidades que generan éstas mismas,
por ventas o
alquileres de propiedades, por multas impuestas, por
emisión de bonos u
obtención de créditos, entre otros. Cuando los
ingresos provienen de impuestos se denominan ingresos
tributarios, por el contrario, cuando provienen de fuentes
distintas a los impuestos se denominan ingresos no tributarios.
Con los ingresos, los gobiernos pueden realizar sus gastos, sus
inversiones, etc.

Los ingresos también pueden clasificarse en
ordinarios y extraordinarios. Los ingresos ordinarios son
aquellos que se obtienen de forma habitual y consetudinaria; por
ejemplo el salario de un trabajador que se ocupa en un trabajo
estable, o las ventas de una empresa a un cliente que compra
periódicamente o de forma habitual. Los ingresos
extraordinarios son aquellos que provienen de acontecimientos
especiales; por ejemplo un negocio inesperado por parte de una
persona o una emisión de bonos por parte de un
gobierno.

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JUANA VILLALVA

PUERTO LA CRUZ – VENEZUELA

Partes: 1, 2
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