- La ciudad de Lambayeque
colonial: Siglo XVI - La ocupación del suelo en
Lambayeque en el siglo XVI - La Visita de Gregorio
González de Cuenca (1566 – 1567) - El común de indios de
Lambayeque colonial - La población
indígena del pueblo de Lambayeque, siglo
XVIII - Cambios en la
población de Lambayeque entre 1784 y
1853 - Fuentes y
bibliografía
En este trabajo,
presentamos el proceso de la
historia del
común de indios de Lambayeque colonial, tal como es
posible reconstruir a partir de las fuentes
disponibles.
1. La ciudad de
Lambayeque colonial: Siglo XVI
La actual ciudad de Lambayeque, se inició como
simple reducción indígena, fue organizada a
partir del agrupamiento de algunas parcialidades
indígenas por el Oidor de la Audiencia de Lima, Doctor
Gregorio González de Cuenca, en su visita que con
intenciones de reordenamiento jurídico y administrativo,
hiciera al norte de la audiencia de Lima, en la segunda mitad
de los años sesenta del siglo XVI.
El Oidor Gregorio González de Cuenca fue el
"fundador" de Lambayeque, aunque estrictamente este adjetivo no
es correcto en este caso, ya que la "fundación de
ciudades" es un proceso que tanto ritual como sustancialmente
es muy diferente a la de creación de una
reducción o pueblo indígena, como fueron los
casos de Chiclayo, Lambayeque, Ferreñafe y tantos otros
antiguos "comunes de indios" del actual departamento de
Lambayeque.
Desde mediados del siglo XVI (1566) ya existía
el fundamento legal de la fundación de los pueblos de
Lambayeque, por las Ordenanzas de los indios dictadas por el
Doctor Cuenca en agosto de 1566. Cuando Toledo dicta sus
Ordenanzas sistematizadoras a partir de 1571, en Lambayeque ya
estaban estructuradas las poblaciones de Lambayeque,
Ferreñafe y Chiclayo, probablemente desde 1566 ó
1567. Así, la población de Jayanca que según
Sebastián de la Gama estaba dispersa en más de
200 aldeas y ranchos, fue distribuida y reducida por Cuenca en
tres grandes centros urbanos indígenas: Jayanca, Pacora,
Mochumí. Dentro de la lógica de la labor de González de
Cuenca, y de acuerdo a las órdenes que cumplía en
su visita, instituyó la
organización municipal en Chiclayo, dado el éxito
de modelo
ensayado en el Valle de Jayanca, y que luego sería
difundido en el Perú por Toledo.
El proceso de formación urbana que fuera uno de
los pilares de la reestructuración de lo que
sería el sistema
colonial hispanoamericano, y hoy América
Latina se realizó por dos formas urbanas
excluyentes, antagónicas, y sin embargo complementarias
de acuerdo a la racionalidad colonial: la ciudad de
españoles y el pueblo de indios. La ciudad es un
núcleo mixto de población, que reúne al
europeo, al africano y al aborigen, y tiene una
tipología fácilmente discernible: funcionalmente
podían ser centros administrativos, políticos,
militares; productivamente podían ser ciudades mineras,
agrícolas o ganaderas; por último, una
tipología de función
regional las clasificaría en centros de relación,
comercio y
de mercado (Cf.
GUARDA 1972, HARDOY 1979).
Las reducciones indígenas o pueblos de indios
serán el complemento rural que entorne el núcleo
medular, con la participación de la población
autóctona, regido por sus propios pobladores a
través de autoridades elegidas entre ellos, y gozando de
cierta autonomía. De este modo, desde el siglo XVI se
instaló en América un ordenamiento espacial y una
jerarquía urbana que perduraría por varios
siglos, hasta la actualidad (SIMPSON 1970). Hay, por supuesto
permanencias de espacios económicos y culturales que en
alguna medida son recogidos por los conquistadores: la
presencia de núcleos de población susceptibles de
ser aprovechados como mano de obra y fuente de tributo es uno
de los requisitos importante de la instalación de las
encomiendas.
Hay varias etapas del proceso urbanizador de la
población indígena. El primero es el
período entre 1492-1519, caracterizado por una
intensa actividad desplegada en torno al Mar
Caribe y por la necesidad del contacto permanente con España y
Santo Domingo, así como por la incertidumbre por el
riesgo que
implicaba el absoluto desconocimiento geográfico,
obligaron a la fundación de los centros urbanos en las
costas o cercanos a ellas. Estos centros urbanos representan el
tránsito de la factoría al propio núcleo
urbano, pero además son focos desde los que se comienza
la colonización agrícola, ganadera o/y minera de
cada zona y sirven de base de aclimatación del europeo,
de sus animales y
plantas,
así como de aprovisionamiento. Ejemplos: Navidad,
Isabela, Santa María de Urabá, San Germán
y Caparra, Santo Domingo, Santiago de Cuba, La
Habana, Nombre de Dios, Panamá,
entre otras.
Los sistemas
tradicionales de cultivo de los aborígenes les llevaba a
un poblamiento disperso, por lo que se estructuró su
concentración lo más cercanamente posible a las
ciudades y villas, por razones económicas y algo que es
recurrente en la historia colonial de América: La
necesidad de facilitar la aculturación. Como
decían las Ordenanzas para el buen tratamiento de los
indios (Valladolid, 23 de enero de 1513, conocidas como
"Leyes de
Burgos").
"El principal estorbo que tienen los indios para
enmendar sus vicios y que la doctrina no les aproveche, ni en
ellos imprima, es tener sus asientos y estancias tan lejos
como los tienen y apartados de los lugares donde viven los
españoles".
Otra disposición dada en Madrid el 13
de setiembre de 1516 (Instrucción dada a los
Jerónimos), señala que "debéis mirar la
disposición de la tierra,
especialmente la que es cerca de las minas de donde se saca el
oro".
Puntualiza esta disposición la manera precisa en que
deberían estructurarse los pueblos
indígenas:
"…débense hacer los pueblos de
trescientos vecinos, poco más o menos, en el cual se
haga tantas casas nuevas fueren los vecinos, en la manera que
ellos las suelen hacer, aunque se aumente la
familia, como Dios, mediante se aumentará, puedan
caber todos ellos.
Que se haga una iglesia,
lo mejor que pudieren, y plaza y calles en tal lugar. Una
casa para el cacique, cerca de la plaza, que sea mayor y
mejor que las otras, porque allí han de concurrir
todos sus indios, y otra casa para un hospital; (…) en cada
pueblo, término conveniente apropiado a cada lugar,
antes más que menos, por el aumento que se espera Dios
mediante; término que habéis de repartir entre
los vecinos del lugar, dando de lo mejor a cada uno de ellos
parte de tierra
donde pueda plantar árboles y otras cosas y hacer montones
para él y su familia, y al
cacique tanto como a cuatro vecinos, lo restante quede para
el pueblo para tejidos y
pastos y estancias para ganados".
Estas disposiciones incluían el mando del
cacique sobre todo el pueblo, pero eran complementadas con el
régimen municipal para que los indígenas "vivan y
estén seguros y de la
manera que tienen los vecinos de estos Reinos". La
catástrofe demográfica de la zona del Caribe
evidentemente rompió todas las expectativas de
aculturación y organización de las poblaciones
indígenas, pero aportó elementos importantes de
experiencia a ser tenidos en cuenta en las siguientes etapas
del proceso urbanizador en América.
El segundo período es el de 1520 a 1572.
Es el período de la urbanización hispana
netamente continental. En este período los europeos se
encuentran ya con culturas prehispánicas que han
conocido un desarrollo
urbano traducido en algunos casos en estructuras
ordenadas (casos de los Valles de México, Pátzcuaro, Texcoco,
Oaxaca, el Altiplano Andino y Costa del Perú: Chan
Chan). En ciertos casos hallamos trazados de calles y
densidades comparables a ciudades europeas. En otros casos,
hallamos más bien un poblamiento disperso, desordenado
alrededor de centros ceremoniales, con trazados no propiamente
urbanos, como sucede con el mundo maya, y probablemente el
reino Sicán o Lambayeque, donde encontramos muchos
pequeños pueblos ordenados en función del
control
teocrático/hidráulico de pirámides o
huacas significativas políticamente (Cf. SCHAEDEL 1951,
SHIMADA 1987).
En ambos casos hay una alta densidad
demográfica. Así, el patrón urbano
traído por los europeos y previamente probado en el
período anterior va a ser modificado y adaptado: Se van
a constituir las ciudades en los núcleos preexistentes o
cerca a zonas con una crecida densidad demográfica.
Ahora casi siempre al interior, sin recursos
mineros, pero con una importante población aborigen, muy
valiosa en términos económicos, y cuyo
adoctrinamiento religioso, vigilancia militar y control
fiscal
había que organizar.
En esta etapa se instalan también centros
urbanos en zonas poco pobladas, para crear puntos de
relación y de conexión con España. En
cualquier caso siempre fue una norma la colaboración de
la población aborigen. Para ello fue preciso al tiempo que
se estructuraba la ciudad (Ordenanzas de vecinos,
formación del cabildo, reparto de solares y tierras,
delimitación de los bienes
comunales), seguir con el doble objetivo
iniciado en la anterior etapa: Concentrar la población
indígena dispersa y formarla municipalmente.
Como dice la Real Cédula al Gobernador de
Guatemala y
al Obispo don Francisco Marroquín (Madrid, 10 de junio
de 1540):
"…porque estando como están ahora, cada
casa por sí, no pueden ser doctrinados, como
convendría, ni promulgarles las leyes que se hacen en
su beneficio, ni gozar de los sacramentos de la
Eucaristía y otras cosas de que se
aprovecharían y valdrían, estando en pueblos
juntos y no derramados."
Esta política sirve de
modelo para los otros territorios en proceso de
colonización, a los que se ordena regularse del mismo
modo: La Nueva España en 1538, 1540 y 1949;
Yucatán y Cozumel en 1548; Perú en 1540 y 1551
(Por Real Cédula al Presidente y Oidores de la Audiencia
de Lima, Valladolid, 9 de octubre de 1549 (Cedulario Indiano,
Tomo IV, p. 272), y Tierra Firme. Este modelo de
urbanización está muy teñido del clima
ideológico de la primera mitad del siglo XVI, en que
cristianización y urbanización, religiosidad
evangélica y "policía" formaban una entidad
única. Es en esta etapa en que se enmarca el problema de
la fundación de la ciudad de Chiclayo, objeto de este
trabajo.
El tercer período es el de 1573 hasta
1753. Es la última etapa, enmarcada por las Nuevas
Ordenanzas de 1573, y las Instrucciones sobre composiciones de
tierras de 1574. Está caracterizado por el fin de la
conquista y por el clima de estancamiento económico,
así como, concomitantemente, por el ansia de
posesión de tierras. Características de esta
etapa son: El desarrollo ganadero, las pandemias, las crisis
agrícolas, que provocan una serie de hechos que van a
dañar la propiedad
comunal de los pueblos indígenas. Todo ello lleva al
sostenimiento de una segregación de la población
indígena para salvaguardarla. Muchas disposiciones
legislativas provenientes del Consejo de Indias y de las
autoridades indianas pretenderán corregir estas
irregularidades y sus defectos, intentando limitar la
usurpación indebida en diversas ocasiones. Se
atenderá así a que aumenten los bienes comunales
y en general a solucionar los problemas y
las necesidades de la población indígena, tan
maltratada por la expansión de la propiedad y los
cultivos hispanos, la contraparte rural de la formación
urbana antes reseñada.
2. La
ocupación del suelo en
Lambayeque en el siglo XVI.
Desde el punto de vista de la expansión de la
frontera
agraria del Perú del Siglo XVI, íntimamente
vinculada al fenómeno de la expansión urbana, R.
Mellafe nos plantea tres etapas claramente definidas, cuya
cronología es interesante contrastarla con las etapas de
la formación urbana reseñadas más arriba
(MELLAFE 1972).
Una primera etapa es la que va entre los años
1532 y 1548 (con la derrota de Gonzalo Pizarro), período
de expansión fundamental, con pocos cambios
estructurales en la sociedad
indígena y con guerras
civiles entre los conquistadores.
Un segundo momento (1548 a 1564), caracterizado por el
predominio de las actividades tendientes a conocer la cultura y el
área geográfica que se había conquistado,
al tiempo que se intenta introducir nuevas estructuras en el
sustrato aborigen.
Por último, entre 1564 y 1581 (con el fin del
gobierno del
Virrey Toledo, se daría la extensión de los
anteriores ensayos al
tiempo que se dan ya cambios profundos en la sociedad
conquistada.
Hay algunos hitos que hay que tener en cuenta: Hacia
1546 ya se habían fundado las principales ciudades
españolas; hacia 1545 se abría ya el horizonte
minero de Potosí, junto con su importantísima
red agraria
comercial; hacia 1543 y años posteriores el gobierno
colonial se preocupa por la revitalización y
reacondicionamiento del sistema vial del territorio. Entre
1570-1580 se término de organizar el sistema laboral legal
que aseguraba el aprovechamiento de mano de obra para todas las
actividades económicas, con un severo control de la
sociedad indígena, europea, negra y mestiza (MELLAFE,
op. cit.).
En el norte del Perú, Lambayeque actual estaba
en la época prehispánica formando el llamado por
Waldemar Espinoza, reino de los mochica (ESPINOZA 1975),
formado por los valles de Jayanca, Túqueme, Cinto,
Collique y Pacasmayo. Más arriba ya hemos hecho
mención suficientemente detallada de los rasgos
sustantivos de la sociedad mochica lambayecana. En el resto del
siglo XVI se va a potenciar la disminución de la
población, como refiere Fray Domingo de Santo
Tomás, que fuera fundador del Convento de Chicama y
recorriera el norte peruano en afán catequista, en una
carta al
príncipe Felipe (1º de junio de 1550), en los
últimos diez años de su permanencia en estas
tierras:
"… no ay al presente la mitad y de muchas cosas
dellas [se refiere a las gentes , ganados, pueblos,
edificaciones, etc.] ni aun de tres de partes la
una…"
La lógica de la conquista concebía a la
población indígena y sus propiedades como mero
botín de guerra, sin
pensar en asegurar en lo mínimo las condiciones de su
subsistencia. Frente a esta situación de desorden es que
surgen un conjunto de alternativas desde el Consejo de Indias y
la Corona española, incluyen una política de
población y de protección de las tierras
indígenas, disposiciones que son compiladas en el
Cedulario Indiano y en la Recopilación de Leyes de
Indias, las que son asumidas por la Audiencia de Lima, para
proteger la supervivencia de la población
indígena y asegurar su reproducción, así como adecuadas
condiciones para su control ideológico,
catequización y aprovechamiento económico y
laboral (mitas, tributos).
3. La Visita de
Gregorio González de Cuenca (1566 – 1567)
La situación de los indios, caciques y
principales mereció no solo la atención del Derecho indiano, dictado
desde la metrópoli española, sino también
hubieron múltiples disposiciones emanadas de las
autoridades residentes en el Nuevo Mundo, que conplementaban y
afinaban el alcance de las disposiciones generales planteadas
desde el Consejo de Indias. En el Perú, son famosos los
pareceres y ordenanzas del Doctor Gregorio Gonzáles de
Cuenca sobre múltiples aspectos, como derechos de los caciques,
conflictos y
derechos de aguas, etc., que tendían a ordenar o
legitimar situaciones más o menos vigentes, desde la
época prehispánica, siempre adaptando esos
derechos a la situación colonial y a la herencia
cultural e histórica peninsular. Posteriormente el
Virrey Toledo sistematiza, ordena y generaliza el conjunto de
disposiciones más o menos desordenadas en sus famosas
Ordenanzas, que dan un modelo definitivo al sistema colonial
peruano.
González de Cuenca llega al Perú en
marzo de 1556 en el séquito que
acompañaba al Virrey Andrés Hurtado de Mendoza,
segundo marqués de Cañete. Fue Oidor de la
Audiencia de Lima, y como tal participó en un conjunto
de actividades como la visita de las provincias de Trujillo.
Permaneció como Oidor hasta 1572, luego fue Presidente
de la Audiencia de Santo Domingo hasta antes de 1576, en que
había retornado a su original villa de Roa, falleciendo
en 1576, después de una larga carrera como importante
funcionario colonial.
El Oidor Gregorio González de Cuenca
recibió el encargo del Presidente de la Audiencia de
Lima, Lope García de Castro, de visitar Trujillo,
Huánuco, Chachapoyas y Piura. Parte en 1566 a Trujillo y
en una carta dirigida al rey del 12 de diciembre de 1567,
manifestaba haber cumplido la visita de Trujillo, así
como la de Huánuco.
Alegaba motivos de salud para no continuar
con la visita, que debía continuar por Piura,
además que las personas a quienes había aplicado
justicia se
quejaban contra él y no se le agradecía el celo
al servicio del
rey.
Las más importantes Ordenanzas, publicadas, a
nuestro respecto son sus "Ordenanzas sobre Caciques e Indios
Principales" u "Ordenanzas de los Yndios", que fueron dictadas
en la villa de Jayanca el 29 de agosto de 1566.
En estas Ordenanzas, publicadas en 1975 por
María Rostworowski, a partir del reconocimiento de los
derechos de los caciques e indios principales, se ordenan el
funcionamiento de la vida cotidiana de la población
indígena. Se crea un orden colonial indígena
sobre la base del modelo de las comunidades de Castilla, con
sus alcaldes, regidores, oficiales, juez de agua,
nombrados en el caso de Jayanca por el mismo Oidor
Gonzáles de Cuenca, pero realmente serían cargos
elegibles entre los mismos naturales
"… en cumplimiento de lo que por su magestad me
ha sido mandado yo visité los yndios del dicho
repartimiento y moderé los tributos que aveis de pagar
a vuestro encomendero y los que se an de dar a vos el dicho
cacique y la comida para los sacerdotes que os an de
doctrinar y lo que para ello y los demás gastos
para la comunidad
cada yndio en particular a de pagar y mande reducir en tres
pueblos todos los yndios deste repartimiento y por que su
magestad manda que entre los yndios de cada repartimiento se
elijan alcaldes y regidores y juez de aguas y los
demás oficiales necesarios asi para la
administración de la justicia como para el buen
recaudo y guarda de los bienes de la comunidad donde se
recojan los tributos y demas bienes del
común…"
"… yo he nombrado los dichos alcaldes y
regidores y juez de aguas y he dado la horden que para
adelante se ha de tener en la eleción de los dichos
oficios y al huso y exercicio dellos y he hecho ordenancas
que vos el dicho cacique y los alcaldes y regidores y
demás oficiales aveis de guardar en el huso de los
dichos oficios y cargos y ordenancas generales y a todos los
yndios de ese repartimiento…".
Normaba así cómo se debía elegir
a los alcaldes y regidores, y otros oficiales que se
debían elegir cada año; los cargos elegibles iban
desde escribano, alcaldes, juez de aguas; estos últimos
podían nombrar sus auxiliares o aguaciles ("cargos de
confianza"), así como el carcelero y verdugo. Se fijan
así mismo todo el conjunto de atribuciones la
jurisdicción y limitaciones del poder de los
aguaciles, alcaldes, regidores; tendrían un papel muy
importante en el control ideológico y el cumplimiento de
las normas
cristianas, así como en el manejo de, los recursos de la
comunidad (la caja de Comunidad). Es muy escrupuloso
también al precisar los derechos y atribuciones del
Cacique, tratando de que "los caciques y principales, por el
cargo y mando que tienen sobre los indios a ellos sujetos, no
les agravien".
Es entre 1566 y 1567 que González de Cuenca
estableció el orden urbano a las antiguamente dispersas
parcialidades o "valles" de esta región. Esto se
demuestra con toda claridad cuando el 3 de marzo de 1567, en
las Ordenanzas de Riego del Taimi, el Oidor Gonzáles de
Cuenca señala que :
"… en cumplimiento de lo que por su magestad me
ha sido cometido y mandado, yo he visitado y tasado los
repartimientos de indios de Chuspo, Reque, Coyque, Sinto,
Lambayeque y Firriñafe, los cuales todos riegan
sus sementeras y tierras y algodonales con una acequia muy
antigua del tiempo del Ynga, llamada el Taymi, de la cual se
sacan acequias y regaderas para los dichos repartimientos…"
(Cf. BRÜNING 1923).
Entre agosto de 1566 y marzo de 1567 el doctor
Gregorio González de Cuenca visitó los
repartimientos de indios de Chuspo (Monsefú), Reque,
Coyque y Sinto (Chiclayo), Lambayeque y Ferreñafe, y
seguramente como eran sus instrucciones señaladas
explícitamente en las Ordenanzas de los Yndios dictadas
en Jayanca, redujo varias parcialidades en el pueblo de
Lambayeque, ya desde 1560 por lo menos.
Susan Ramírez nos informa además que la
población de Cinto pasó mayoritariamente al
pueblo de Lambayeque y San Miguel; parte de Collique al pueblo
de Eten y el resto de "pueblezuelos" a Chiclayo (RAMIREZ 1981,
MOGROVEJO 1920).
4. El común de
indios de Lambayeque colonial
De este modo el "Común de indios va a ser la
institución representativa de la población
indígena a lo largo de la época colonial, ante la
cual se tramitaría la solución nativa. Igualmente
sería la entidad que plantearía los reclamos por
reivindicaciones de derechos de tierras y aguas ante las
entidades dominantes en la colonia (Cabildo de Epañoles.
Corregimiento, Audiencia de Lima. Virrey).
Dentro del "Comúm de Indios" se expresaba
también la organización social de la
población indígena, ya que estaban representandas
las parcialidades que al parecer agrupaban a los campesinos con
derechos a determinada porción territorial. Ya hemos
señalado algunos nombres parcialidades reducidas en el
pueblo de Lambayeque (Ñan. Corñan, Xacap, Eten,
Esquén). La situación se complica cuando
observamos las parcialidades de origen de los feligreses de las
cuatro parroquias de Lambayeque, como vemos a
continuación:
Cuadro 1: Parcialidades en parroquias de | ||||
Ramadas | Santa Catalina | Santa Lucía | San Roque | San Pedro |
Parcialidades comunes | Forasteros | Forasteros | Forasteros | Forasteros |
Yanaconas | Yanaconas | Yanaconas | Yanaconas | |
Del cacique | Del cacique | Del cacique | Del cacique | |
Parcialidades Pares | Yéncala | Fill | Fill | Yéncala |
Jacap | Jacap | |||
Lizeros | Huerta | Huerta | Huicop | |
Parcialidades Singulares | Segundos | Nonchuc | Xieloc | Olleros |
Chanlobo | Enec | Jicloc | ||
Hebsquen | Sensiac | |||
Collocsil |
Fuente: Elaborado a partir de información de los libros
parroquiales de Lambayeque.
Dejando de lado las parcialidades que se repiten en
las cuatro ramadas, encontramos que el término
"parcialidad" se aplica a conocidas toponimias locales
(Yéncala, Huerta, Chalobo, Collocsil) así como
apellidos de mandones o nobles yungas locales (Hebsqen o
Esquén, Huicop, el mismo Huerta, p.ej.); y por
último se refiere a algunas especialidades laborales muy
concretas (chicheros, olleros, " lizeros" (sic). Hasta donde
estas connotaciones del término parcialidad corresponden
a contenidos o adaptaciones hispanas es algo que no podemos
responder aquí, pero la evidencia nos sirve para conocer
algo de la organización interna de nuestro común
de Indios de Lambayque. Señalemos de paso que las
parcialidades detectadas en pueblos vecinos como Chiclayo
Ferreñafe tienen sentido similar.
En Chiclayo son conocidas las parcialidades se Sinto.
Collique y Forasteros, mientras en Ferreñafe las de
Chiclef, Serquén. Falén Chanamé ,
Siensiec. Calansec, Senseg, Luchfac. (Vinculadas a apellidos de
mandones indígenas y toponimias locales), así
como las especializadas de Pescadores, Carpinteros,
Alcabaleros, al lado de las siempre comunes del Del Cacique,
forasteros y Segunda Persona..
El padre Justo Modesto Rubiños y Andrade, quien
en los años sesenta del siglo XVIII estaba a cargo de
una de las ramadas de Lambayeque, señalaba que desde la
época de la gentilidad (prehispánica) fue
Lambayeque
"matriz de
todos los cacicazgos de estos valles que fueron ramos del
tronco principal, que se plantó en este
pueblo".
En efecto, la leyenda de Naymlap contendida en la
Miscelánea Antárquica de Miguel Cabello
Valboa -tantas veces citada- recogida dos siglos antes que la
versión de Rubiños, coincide en señalar
que al desembarcar estos semimíticos inmigrantes,
levantaron un templo llamado Chot y fundaron la ciudad de
"Ñampallec" (CABELLO 1951), a partir de la cual se
irradiaron los descendientes de Naimlap en un conjunto de
unidades étnicas que durante la época colonial se
denominarían como "parcialidades".
Durante la llegada de los españoles al norte
peruano, en tránsito hacia Cajamarca, el cacique
Efquempisan dio buena acogida a los conquistadores,
supuestamente ya existía Lambayeque como centro poblado
y con ese nombre, según la versión de Ricardo
Miranda(MIRANDA 1927). Según el expediante "Querella de
los indios, caciques y principales contra los encomenderos,
desde el Callejón de Huaylas al pueblo de Olmos" que se
formó en 1578 (Cf. ALCOCER 1987), el río que lo
regaba se llamaba Collique (hoy Lambayeque y antiguamente
Faquisllanga), hasta que después de la reducción
de esta unidad étnica en Chiclayo, paulatinamente
desaparece el nombre antiguo hasta imponerse el de
Lambayeque.
De este modo, la fundación española de
Lambayeque en 1566 por el Oidor Gregorio González de
Cuenca no sería sino un acto simbólico, muy
propio de la mentalidad española, que le daría al
centro urbano una utilidad
diferente: sede de la fuerza de
trabajo para la mita y eficaz medio de control de la
población para el cobro del tributo, así como
para la catequización de la población
indígena. La antigua población de Lambayeque
fundada por el Oidor Gregorio González de Cuenca fue
destruida, así como muchas otras pueblos, entre los que
destaca Zaña, por las inundaciones de 1578 causadas por
las abundantes lluvias de ese verano. Producido el traslado, se
rehace la economía y se ubica
la población en el actual Lambayeque.
A pesar de su importancia hay pocas visitas conocidas,
lo que hace muy oscura nuestra visión de la
población colonial. La primera visita que conocemos con
valor
demográfico para Lambayeque es la de Toribio de
Mogrovejo. Antes de él sabemos de la existencia de la
visita de Cuenca en los años sesenta, que hasta ahora es
inédita. Para el área vecina, tenemos publicadas
la de Sebastián de la Gama a Jayanca, de 1540, publicada
por Waldemar Espinoza en 1975; y la de Ferreñafe,
publicada por Jorge Zevallos(1.568).
La importante visita general de Francisco de Toledo
(1570 – 1575) no ha dejado testimonios para el norte. Queda
sólo una relación resumida de población
tributaria hecha por Luis Morales y Figueroa, que se recoge en
la monografía de Carlos J. Bachmann (1921),
en que consta que en la encomienda de Lambayeque habían
1453 tributarios que debían pagar 5396 pesos tributo
anual y 1079 de quinto real.
El Arzobispo Toribio de Mogrovejo realizó tres
visitas pastorales a lo largo de su período pastoral.
Durante la primera hemos encontrado evidencias
de su presencia en nuestra región hacia 1.590, aunque no
hemos hallado la parte correspondiente al pueblo de Lambayeque.
Ha sido un ligero análisis de laos datos
demográficos de esta segunda visita de Toribio de
Mogrovejo, que fuera publicada por el padre Domingo Angulo en
1.920, tenemos que la población tributaria se
había reducido desde la época de la visita
toledana a 1.009 indios de edad de tributar (entre 18 y 50
años).
Pagaban efectivamente tasa y tributo 966 indios,
después de descontar los 23 ausentes fugitivos y
forasteros en otro pueblo lejano, así como 10 mandones y
10 pachacas que no pagaban tributo. Además habían
unos 10 indios que no pagaban tributo, quizá por
excederse de la edad límite de 50
años.
En total la población del pueblo de Lambayeque
en sus tres ramadas a cargo de los curas Roque Zejuela,
Francisco Sánchez y Diego Alfonso Gironda, llegaba a
5.256 "ánimas chicas y grandes", de los cuales 3.170
eran "ánimas menores". La disminución de la
población en los seis años siguientes fue muy
significativa, si tenemos en cuenta los datos que nos
proporciona el Licenciado Martínez, quien hiciera la
visita Pastoral de Lambayeque dentro de la tercera Visita
Pastoral de Toribio de Mogrovejo en 1.599.
A pesar del evidente carácter estimativo de las cifras de la
visita de Mogrovejo, se observa una reducción de
más del 25% de la población en el lapso de 6
escasos años, lo que no es raro si tenemos en cuenta la
dinámica de la población en
sociedades
arcaicas, en que las epidemias y los fenómenos
climáticos calamitosos tenían incidencia muy
fuerte en la elevación brusca de la mortalidad. Otro
hecho notable en estas dos visitas de la última
década del siglo XVI es la organización de los
indígenas en tres " ramadas" o "parroquias que en alguna
medida responden en su estructura
interna a la herencia prehispánica, como veremos
más adelante.
En fecha posterior, según nos refiere el padre
Menéndez Rúa, ya se hablaba -antes de 1.606- de
la existencia de las cuatro ramadas o curatos hoy conocidos de
Santa Catalina, San Roque, Santa Lucía y San Pedro.
Debemos recordar que ésta es la época de apogeo
de Zaña, en que importantes familias trujillanas van a
ser atraídos por el desembarco de mercancías y la
exportación de productos
locales, forma esta expansión y florecimiento de
Zaña influía negativamente en Trujillo, la que
exigía continuamente -a través de su cabildo-
medidas proteccionistas especiales a su actividad comercial y
agrícola.
A pesar de que en el siglo XVII han habido varias
visitas, no hemos hallado datos demográficos relevantes.
Recién hacia fines del siglo XVII hallamos valiosos
datos que nos permiten evaluar parcialmente las tendencias de
la población en el siglo.
Según una retasa realizada en el repartimiento
del pueblo de Lambayeque testimoniada por Antonio de Rivas,
Escribano Público, Unico Registro y Real
Audiencia de la ciudad de Zaña y sus jurisdicciones,
tenemos que en Lambayeque había una población de
2116 indígenas. De los que estaban en edad de tributar
hay que descontar 18 que no pagaban tasa, ocho de ellos por ser
caciques (primera y segunda persona a la usanza de la
época), cuatro por ser cantores de cada parroquia
respectivamente y el resto por ser maestro de capilla y
maestros de escuela
(MENENDEZ RÚA 1935).
En el auto de esta doctrina, se indican los tributos a
pagar tanto para el Hospital del pueblo de Lambayeque, como se
establecen los derechos del Cacique a la tributación de
sus dependientes. Se señala por ejemplo que
"les han de sembrar y cojer y cada uno media
fanega de trigo maíz
por mitad y darles para su servicio a cada uno un indio
viejo, un muchacho y una india
vieja sin sospecha y todo y según y con las cualidades
expresadas en las partidas de dicho cassique
principal…"
5. La
población indígena del pueblo de Lambayeque,
siglo XVIII
De este modo el "Común de indios va a ser la
institución representativa de la población
indígena a lo largo de la época colonial, ante la
cual se tramitaría la solución nativa. Igualmente
sería la entidad que plantearía los reclamos por
reivindicaciones de derechos de tierras y aguas ante las
entidades dominantes en la colonia (Cabildo de Epañoles.
Corregimiento, Audiencia de Lima. Virrey).
En Chiclayo son conocidas las parcialidades se Sinto.
Collique y Forasteros, mientras en Ferreñafe las de
Chiclef, Serquén. Falén Chanamé ,
Siensiec. Calansec, Senseg, Luchfac. (Vinculadas a apellidos de
mandones indígenas y toponimias locales), así
como las especializadas de Pescadores, Carpinteros,
Alcabaleros, al lado de las siempre comunes del Del Cacique,
forasteros y Segunda Persona. Los trabajos que están
haciendo César Sevilla, Alfonso Samamé y Pedro
Chimoy en la actualidad, contribuirán a eludicidar la
naturaleza y
características de éstas parcialidades y su
función dentro del orden colonial indigena.
La población tributaria indígena se
desenvolvía en actividades agrícolas que eran su
fuente principal de ingreso, de donde conseguía recursos
para el pago del tributo.
La población indígena que residía
en el pueblo de Lambayeque estaba disponía de cuatro
parcialidades o "suertes de tierras" llamadas Culpón,
Chancay, Cadape y Sialup, que en 1712 tenían un total de
6888 fanegadas, conforme lo establece una visita de deslinde de
tierras hecho por el Visitador Antonio Sarmiento de Sotomayor
ese año. Teniendo en cuenta esta extensión de
tierras este visitador debía asignar la cantidad de
tierras adecuadas para la población indígena, y
según sus instrucciones, acordes con la política
vigente entonces, rematar las tierras sobrantes a los vecinos
españoles que ofrezcan las sumas adecuadas de dinero.
Según la información proporcionada por
los curas de Lambayeque, la que fuera confrontada con el
padrón de tributarios del pueblo existía una
población de 1134 indios originarios, de los cuales 596
eran tributarios por lo que les correspondía, de acuerdo
a las reales ordenanzas dos fanegadas de tierras a cada uno;
538 eran indios reservados, a los que les correspondía
una fanegada a cada uno. De esta manera, se distribuyó
las tierras, en tal forma que se repartieron 2136 fanegadas de
tierras a la población indígena, de las 6888
disponibles en las cuatro parcialidades. Quedaron 4721 tierras
"vaças o realengas", para las cuales se hizo una
composición y remate, en que se favorecieron vecinos
criollos.
Esta distribución se ejecutó el 5 de
agosto de 1712 ante el cacique principal Don José
Bernardino Temoche Farrochumbi, así como ante el
Procurador y alcaldes, y en presencia del Protector de
Naturales, quien al requerírsele por los sitios en que
se les asignaría las 2167 fanegadas para la
población indígena, en nombre del "común
de indios" señaló se les asigne en las tierras
Cadape y Sopillent.
En estas mismas tierras de Cadape y Sopillent se
realizó la composición y venta de las
tierras realengas, las que fueron adjudicadas a los siguientes
personajes:
Cuadro 2 Composición y venta | |
Adjudicatario | Extensión |
Capitán Diego de Soto | 120 fanegadas |
Lic. Don Julián Ternero | 122 fanegadas |
Lic. Don José de Vera y | 123 " |
Don Sebastián de | 26 |
Don Tomás Huycop del | 64 |
Colegio de la | 20 |
Don Francisco Antonio | 7 |
Mujer de Fco. Antonio | 10 |
Herederos de Don Miguel | 8 |
Herederos de Miguel de | 66 |
Sobrante | 19 fanegadas |
El sobrante sumado a las otras "suertes de tierras"
vacías suman un total de 4,147 fanegadas de "tierras
vacas y realengas".
Un detalle interesante es que varios de los rematistas
de las tierras realengas fueron caciques indígenas:
Azabache, Huycop, Infuc y su esposa, los herederos de Huerta,
lo cual es sumamente interesante y nos demuestra el estatus
especial que conservaban todavía los herederos de los
antiguos caciques lambayecanos, ahora seguramente más
"españolizados", como anunciaba, en los años
setenta del siglo XVI Fray Reginaldo de
Lizárraga.
Como vemos, de haber ocupado antes de la llegada de
los conquistadores todo el espacio agrícola disponible,
como lo señalan evidencias histórico
demográficas y arqueológicas, la población
indígena de Lambayeque de había visto reducida a
una "suerte de tierras", a un área geográfica que
incluso no llegaban a ocupar completamente.
Es evidente la caída en estos casi doscientos
años de presencia colonial, de la población
cíclicamente, así como la sujeción a los
fenómenos ecológicos, frente a los cuales
habían perdido mucho de su capacidad resistencia por
la relativa desarticulación social que implica la
presencia colonial, que impedía o dificultaba, por
ejemplo, la limpia y mejora de las acequias existentes, frente
a lo cual la abundancia de aguas rea fatal y generaba quiebras
de las acequias y las consiguientes inundaciones y
pérdidas de las cosechas, con lo que permanentemente se
sensibilizaba más la población a las
epidemias.
Jorge Zevallos señala para el siglo XVIII
epidemias en los años 1758,1760-66 y 1775, 1784 que
tuvieron influencia significativa en el estancamiento de la
población (ZEVALLOS 1959). La explicación
común a la mortandad era la que daba José Ignacio
de Lequanda en 1793, quien señalaba que la causa era que
los indios no se habían desprendido de la
idolatría, lo que los hacía muy
infelices,
"… así se han visto unas pestes que los
han desolado, naturalmente permitidas por la providencia para
su castigo" (LEQUANDA 1793)
A pesar de esto, hacia el último tercio del s.
XVIII la situación tendía a cambiar, al parecer.
Según la "Matrícula de Tributarios de la
Provincia de Lambayeque (Zaña) en 1780" hecha
por la Comisión de la Visita General había habido
un significativo aumento de la población.
Frente al evidente incremento de la población
indígena de Lambayeque que así llegaba a igualar
al volumen de
población de fines del quinientos (muy menor, sin
embargo, del volumen de la población
prehispánica), el cacique principal Eugenio Victorio
Temoche Farrochumbi Puiconsoli con fecha 4 de abril de 1781
pide se haga un deslinde de medida y repartición
de tierras de Sialupe, que se hallaban "vacas y
realengas", adjudicándoseles a los tributarios de
Lambayeque. Denunciaba el cacique Temoche la usurpación
del cura Villada quien, sin derecho alguno, ocupaba Sialupe.
Fundamentaba el cacique que había habido un considerable
aumento de la población, que llegaba a 4108 entre
originales y forasteros, por lo que se requería ampliar
las tierras asignadas.
El pedido fue acogido por el señor Juan
Muñoz y Villegas, juez Comisionado para la Visita
General de la Provincia de Zaña, cuyo máximo
director era el hoy famoso José Antonio de
Areche.
De acuerdo a las Ordenanzas Reales, a los tributarios
de tasa entera se les debía asignar dos fanegadas de
tierras y a los de segunda categoría (media tasa) se les
asignaba una fanegada, mientras que a los otros grupos no se
les asignaba cantidad alguna de tierra,
Para completar los requerimientos de tierras de
acuerdo a esta nueva dimensión de la población
eran necesarias 3781 fanegadas (incluidas las tierras del
cacique y según la persona). Las tierras de Sialupe y
Cadape sumaban 4,150 fanegadas sobrando 369
fanegadas.
Hay que recordar que la parcialidad de Corñian
o Corñán, la que según algunos testimonios
estuvo reducida en la ramada de San Roque, y tenía
algunas peculiaridades por la posesión de algunas
salinas en sus tierras, lo que le daba a esta parcialidad un
estatus especial al interior del común de Lambayeque.
Corñán poseía 61 fanegadas en
Culpón. Otros indios de Lambayeque poseían 230
fanegadas en total, lo que significaba que la población
indígena de Lambayeque poseía 4.441
fanegadas.
El reparto de estas tierras en las áreas o
"suertes de tierras solicitadas", se hizo a cargo del propio
cacique Eugenio Victorio Temoche Farrochumbi Puiconsoli, previa
convocatoria del común de indios de las cuatro ramadas
de Lambayeque. Así, el 25 de noviembre de 1.781, Eduardo
Uchofan, secretario del Cabildo de los Naturales del Pueblo de
Lambayeque hizo saber al común de indios del auto de
Juan Muñoz y de Villegas en que se asignaba las tierras
mencionadas a la población. Previamente el pregonero
público Antonio Pisfil hizo la convocatoria para esta
reunión, en las cuatro ramadas, "donde estaban juntos en
sus respectivas doctrinas" Así se realizó el
reparto de tierras dentro de los linderos indicados por Juan
Muñoz de Villegas en 1.781.
En esta provisión se señala claramente
los límites
de la propiedad de las tierras asignadas en hitos doblemente
interesantes pues se trataba de huacas que entonces conservaban
sus nombres originales. Estas tierras no podían
enajenarse, ni venderse, salvo comunicando a la autoridad
del Juez Real y "solo para los efectos de pagos de tributos
ú otras necesidades del común". Estas
operaciones
no menoscababan el derecho de
propiedad perteneciente a su Majestad : sólo se
asignaba el derecho de uso y usufructo a los indios.
A manera de balance, podemos decir que el siglo XVIII
fue un siglo de expansión de la población de
Lambayeque, expansión poblacional que probablemente sea
un fenómeno colonial en general (SÁNCHEZ-ALBORNOZ
1985, WACHTEL 1980). En el caso de Lambayeque, este crecimiento
fue tan notable que motivó a los caciques hacer el
reclamo que permitió quede documentada una serie de
informaciones que hemos anotado.
Este proceso debe haber sido lento, pero sostenido. Se
habría consolidado a partir de 1720, por razones de
ordenamiento urbano-político, al convertirse Lambayeque
en sede regional del poder colonial, por el traslado de
éste desde la arruinada Zaña, que sufrió
una catastrófica inundación, que es ilustrada en
un acta que es transcrita por Carlos J. Bachmann en
1921.
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