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Literatura Hispanoamericana



Partes: 1, 2

    1. Literatura
      hispanoamericana
    2. Periodos
    3. Conclusión
    4. Anexos
    5. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    En la Literatura Hispanoamericana
    tratamos con el habla de los países americanos donde sus
    residentes practican el idioma español.
    Tenemos dos países excepcionales: el Paraguay donde
    junto con el español se reconoce un idioma verdaderamente
    americano, el guaraní, como lengua
    oficial. El otro caso es los Estados Unidos de
    América. A pesar de ser el inglés
    la lengua oficial, residen en él más hablantes de
    la lengua española que en la mayoría de las otras
    naciones y también es donde muchos de los más
    notables escritores de América Hispana en algún
    momento de su vida han radicado.

    La Literatura Hispanoamericana tiene sus comienzos con
    la llegada de las tres carabelas de Colón. Cierto que en
    el Nuevo Mundo existían civilizaciones con culturas
    propias bien definidas. Desafortunadamente la mayoría de
    éstas fueron erradicadas. Aunque algunas han logrado
    sobrevivir, con las que trataremos en la literatura americana. Y
    todas, de una forma u otra, han influenciado las literaturas de
    nuestra América Hispana.

    Común entre estas literaturas hispanas en
    América son sus comienzos en las crónicas de los
    conquistadores y los catecismos de los evangelizadores. Avanzan a
    un período de transformación, afectado por la
    influencia española, donde la conciencia
    criolla se desarrolla en identidad
    nacional. Y de ahí en adelante es donde se ponen
    interesantes.

    Volverán a ocurrir transformaciones, de
    reflexión cultural, pero cada una de ellas, con cierta
    influencia de sus vecinos, toma su propio camino. Se vuelven a
    consolidar en el Modernismo,
    para sólo después retornar de nuevo a sus rumbos ya
    trazados.

    Las circunstancias y estímulos que contribuyeron
    al desarrollo de
    estas literaturas son tan variados como las tierras del Nuevo
    Mundo, y tan numerosos como su población.

    1. LITERATURA HISPANOAMERICANA

    Literatura de los pueblos de México,
    Centroamérica, Sudamérica y el Caribe cuya lengua
    madre es el español. Su historia, que comenzó
    durante el siglo XVI, en la época de los conquistadores,
    se puede dividir a grandes rasgos en cuatro periodos. Durante el
    periodo colonial fue un simple apéndice de las
    literaturas, pero con los movimientos de independencia
    que tuvieron lugar a comienzos del siglo XIX, entró en un
    segundo periodo dominado por temas patrióticos.

    Sin embargo, durante la etapa de consolidación
    nacional que siguió al periodo anterior,
    experimentó un enorme auge, hasta que alcanzó su
    madurez a partir de la década de 1910, llegando a ocupar
    un significativo lugar dentro de la literatura universal. La
    producción literaria de los países
    latinoamericanos forma un conjunto armónico, a pesar de
    las diferencias y rasgos propios de cada país. Para la
    literatura
    latinoamericana en portugués.

    2.
    PERIODOS

    2.1. PERIODO COLONIAL

    Las primeras obras de la literatura latinoamericana
    pertenecen tanto a la tradición literaria española
    como a la de sus colonias de ultramar. Así, los primeros
    escritores americanos —como el soldado y poeta
    español Alonso de Ercilla y Zúñiga, creador
    de La Araucana (1569-1589), una épica acerca de la
    conquista del pueblo araucano de Chile por parte de los
    españoles— no habían nacido en el Nuevo
    Mundo.

    Las guerras y la
    cristianización del recién descubierto continente
    no crearon un clima propicio
    para el cultivo de la poesía
    lírica y la narrativa, por lo cual la literatura
    latinoamericana del siglo XVI sobresale principalmente por sus
    obras didácticas en prosa y por las crónicas.
    Especialmente destacadas en este terreno resultan la Verdadera
    historia de la conquista de la Nueva España
    (1632), escrita por el conquistador e historiador español
    Bernal Díaz del Castillo, lugarteniente del explorador
    también español Hernán Cortés, y la
    historia en dos partes de los incas de
    Perú y de la conquista española de este
    país, Comentarios reales (1609 y 1617), del historiador
    peruano Gracilazo de la Vega, el Inca. Las primeras obras
    teatrales escritas en Latinoamérica, como Representación
    del fin del mundo (1533), sirvieron como vehículo
    literario para la conversión de los nativos.

    El espíritu del renacimiento
    español, así como un exacerbado fervor religioso,
    resulta evidente en los textos de comienzos del periodo colonial,
    en el que los más importantes difusores de la cultura eran
    los religiosos, entre los se encuentran el misionero e
    historiador dominico Bartolomé de Las Casas, que
    vivió en Santo Domingo y en otras colonias del Caribe; el
    autor teatral Hernán González de Eslava, que
    trabajó en México, y el poeta épico peruano
    Diego de Hojeda.

    México (actualmente Ciudad de México) y
    Lima, las capitales de los virreinatos de Nueva España y
    Perú, respectivamente, se convirtieron en los centros de
    toda la actividad intelectual del siglo XVII, y la vida en ellas,
    una espléndida réplica de la de España, se
    impregnó de erudición, ceremonia y artificialidad.
    Los criollos superaron a menudo a los españoles en cuanto
    a la asimilación del estilo barroco
    predominante en Europa.

    Esta aceptación quedó de manifiesto, en el
    terreno de la literatura, por la popularidad de las obras del
    dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca y las
    del poeta, también español, Luis de Góngora,
    así como en la producción literaria local. El
    más destacado de los poetas del siglo XVII en
    Latinoamérica fue la monja mexicana Juana Inés de
    la Cruz, que escribió obras de teatro en verso,
    de carácter tanto religioso —por
    ejemplo, El divino narciso (1688)— como profano.

    Escribió asimismo poemas en
    defensa de las mujeres y obras autobiográficas en prosa
    acerca de sus variados intereses. La mezcla de sátira y
    realidad que dominaba la literatura española llegó
    también al Nuevo Mundo, y allí aparecieron, entre
    otras obras, la colección satírica Diente del
    Parnaso, del poeta peruano Juan del Valle Caviedes, y la novela
    Infortunios de Alonso Ramírez
    (1690), del humanista y poeta mexicano Carlos Sigüenza y
    Góngora.

    En España, la dinastía Borbón
    sustituyó a la Habsburgo a comienzos del siglo XVIII. Este
    acontecimiento abrió las colonias, con o sin
    sanción oficial, a las influencias procedentes de Francia,
    influencias que quedaron de manifiesto en la amplia
    aceptación del neoclasicismo
    francés y, durante la última parte del siglo, en la
    extensión de las doctrinas de la
    ilustración. Así, el dramaturgo peruano Peralta
    Barnuevo adaptó obras teatrales francesas, mientras que
    otros escritores, como el ecuatoriano Francisco Eugenio de Santa
    Cruz y el colombiano Antonio Nariño, contribuyeron a la
    difusión de las ideas revolucionarias francesas hacia
    finales del siglo.

    Durante esta segunda época, surgieron nuevos
    centros literarios. Quito en
    Ecuador,
    Bogotá en Colombia y
    Caracas en Venezuela, en
    el norte del continente, y, más adelante, Buenos Aires, en
    el sur, comenzaron a superar a las antiguas capitales de los
    virreinatos como centros de cultura y creación y edición
    literarias. Los contactos con el mundo de habla no hispana se
    hicieron cada vez más frecuentes y el monopolio
    intelectual de España comenzó a decaer.

    2.1.1. INCA GARCILASO DE LA VEGA

    Garcilaso de la Vega (el Inca) (1539-1616),
    escritor y cronista peruano, uno de los mejores prosistas
    del
    renacimiento
    hispánico. Su
    visión del Imperio de los
    incas
    es fundamental en la historiografía
    colonial, y en ella brinda una imagen armoniosa,
    artísticamente idealizada y emocionalmente intensa del
    mundo precolombino y de los primeros años de la
    conquista.

    Nació en
    Cuzco
    y era hijo natural pero noble por
    ambas ramas: su padre fue el conquistador español

    Sebastián Garcilaso de la Vega y
    Vargas
    , vinculado a ilustres familias, y su
    madre la ñusta (princesa) inca Isabel Chimpo Ocllo,
    perteneciente a la corte cuzqueña. Escuchó
    tradiciones y relatos de los tiempos del esplendor inca y
    asistió a las primeras acciones de la
    conquista del Perú y las guerras civiles entre los
    conquistadores; resumió esa visión del fin de una
    era y el comienzo de otra muy distinta en una frase famosa:
    "Trocósenos el reinar en vasallaje".

    Sin derecho a usar el nombre de su padre (llevaba el de
    Gómez Suárez de Figueroa), de naturaleza
    tímida y reservada, la formación intelectual del
    Inca fue lenta, y tardía su producción madura.
    Escribe su obra enteramente en España, adonde
    viajó, en 1560, con el propósito de reclamar el
    derecho a su nombre (entre sus antepasados ilustres se
    encontraban el poeta
    Garcilaso de la Vega
    ,
    Jorge Manrique
    y el marqués de
    Santillana), lo que consiguió, y a él agregó
    orgullosamente el apelativo Inca, por el que se le conoce. Se
    estableció en la localidad cordobesa de Montilla (1561),
    ciudad en la que gozó de la protección de sus
    parientes paternos, y luego en
    Córdoba
    (1589), donde se
    vinculó a los círculos de humanistas
    españoles y se dedicó al estudio y la investigación que le permitirían
    escribir sus crónicas. Se inició en la vida
    literaria en 1590, con la notable traducción de los Diálogos de
    amor de

    León Hebreo
    , a partir del original
    italiano. Su primera crónica, La Florida del Inca (1605),
    epopeya en prosa, nada tiene que ver con el Perú sino con
    la conquista de la península de ese nombre (actualmente
    parte de Estados Unidos) por
    Hernando de Soto
    , pero prueba las altas
    virtudes del Inca como prosista y narrador.

    Su obra máxima son los Comentarios reales, cuya
    primera parte (1609) trata de la historia, cultura e instituciones
    sociales del Imperio inca; en tanto que la segunda,
    titulada
    Historia general del Perú

    (publicada póstumamente en 1617), se ocupa de la
    conquista de esas tierras y de las guerras civiles. La
    crónica ofrece una síntesis
    ejemplar de las dos principales culturas que configuran el
    Perú, integradas dentro de una concepción
    providencialista de los procesos
    históricos, que él presenta como una marcha desde
    los oscuros tiempos de barbarie al advenimiento de la gran
    cultura europea moderna. Se le considera y aprecia como
    excepcional y tardío representante de la prosa
    renacentista, caracterizada por la mesura y el equilibrio
    entre la expresión y los contenidos, así como por
    su sobria belleza formal.

    2.2. PERIODO DE INDEPENDENCIA

    El periodo de la lucha por la independencia
    ocasionó un denso flujo de escritos patrióticos,
    especialmente en el terreno de la poesía. La narrativa,
    censurada hasta el momento por la corona de España,
    comenzó a cultivarse y, en 1816, apareció la
    primera novela escrita en
    Latinoamérica —Periquillo sarniento, del escritor y
    periodista mexicano José Joaquín Fernández
    de Lizardi. En ella, las aventuras de su protagonista enmarcan
    numerosas vistas panorámicas de la vida colonial, que
    contienen veladas críticas a la sociedad.

    La literatura y la política estuvieron
    íntimamente relacionadas durante este periodo en que los
    escritores asumieron actitudes
    similares a las de los tribunos republicanos de la antigua
    Roma. Desde sus
    inicios dan claras muestras de su preocupación por
    destacar los aspectos costumbristas de la realidad así
    como de su interés
    por los problemas de
    la crítica
    social y moral. El
    poeta y cabecilla político ecuatoriano José
    Joaquín Olmedo alabó al líder
    revolucionario Simón Bolívar en
    su poema `Victoria de Junín' (1825), mientras que el
    poeta, crítico y erudito venezolano Andrés
    Bello ensalzó la agricultura
    tropical en su poema Silva (1826), similar a la poesía
    bucólica del poeta clásico romano Virgilio. El
    poeta cubano José María Heredia se anticipó
    al romanticismo
    en poemas como Al Niágara (1824), escrito durante su
    exilio en los Estados Unidos. Hacia ese mismo año, en el
    sur, comenzó a surgir una poesía popular
    anónima, de naturaleza política, entre los gauchos de la
    región de La Plata.

    2.2.1. JOSÉ JOAQUÍN
    FERNÁNDEZ DE LIZARDI

    José Joaquín Fernández de
    Lizardi
    (1776-1827), escritor autodidacta mexicano, primer
    novelista de México con El Periquillo Sarniento. Era
    conocido como El Pensador Mexicano, nombre del periódico
    que fundó cuando se instituyó la libertad de
    prensa en
    las
    Cortes de Cádiz
    .

    Nacido en la ciudad de México, comenzó a
    escribir poesía satírica para ridiculizar a
    determinados personajes de la sociedad capitalina de la
    época. En 1812 fundó El Pensador Mexicano, en el
    que se manifestó como abogado ardiente de la libertad de
    imprenta. En
    su noveno número, su ataque al virrey
    Venegas
    provocó la
    revocación de este derecho y sus críticas le
    condujeron a la cárcel, de la que salió seis meses
    después. Tras la independencia de
    México (1821), continuó su labor
    periodística en El hermano del Perico, Conversaciones del
    Payo y el Sacristán (1824), y finalmente, en 1826, en el
    Correo Semanario de México.

    Fernández de Lizardi es uno de los autores que
    está en las raíces del
    romanticismo hispanoamericano
    . Si el
    romanticismo se caracterizó por el ansia de libertad, el
    gusto por el pasado, lo legendario y lo exótico, la
    exaltación del yo y el sentimentalismo, en
    Hispanoamérica se acentuó además el
    sentimiento patriótico, la tendencia historicista y las
    actitudes humanitaristas de corte social.

    Así, a las formas literarias de la poesía,
    el teatro, el ensayo y la
    leyenda se une la novela, que se afianzaría gracias a
    escritores como Lizardi, autor de la que se considera primera
    novela mexicana moderna, El Periquillo Sarniento (1816), de corte
    picaresco (véase
    Novela picaresca
    ), aunque
    neoclásico, y de intención didáctica, que se publicaría por
    entregas.

    En esta obra se narran las andanzas desventuradas de un
    joven mimado en su niñez que, huérfano muy pronto,
    queda sin armas para
    sobrevivir en la feroz sociedad novo hispana, obligado a vivir de
    trampas y hurtos. Como su modelo, el
    Lazarillo de Tormes, este pícaro mestizo experimenta
    varios tipos de vida (en un rancho, en un monasterio, en una
    barbería, en una farmacia, en una plaza de toros), lo que
    le permite mal aprender una serie de oficios que le obligan a
    recorrer diversas regiones y moverse en distintas clases
    sociales del
    virreinato de Nueva España
    , cuando
    México está a punto de independizarse. Es un
    libro a la vez
    político y didáctico, cuyas grandes parrafadas
    moralizantes vuelven farragosa su lectura; es
    también una crítica a la anacrónica forma de
    educación
    de los hidalgos, que aún sobrevivía en los albores
    de la independencia.

    2.3. PERIODO DE CONSOLIDACIÓN

    Durante el periodo de consolidación que
    siguió al anterior, las nuevas repúblicas tendieron
    a dirigir su mirada hacia Francia aún más que hacia
    España, aunque con nuevos intereses regionalistas. Las
    formas neoclásicas del siglo XVIII dejaron paso al
    romanticismo, que dominó el panorama cultural de
    Latinoamérica durante casi medio siglo a partir de sus
    inicios en la década de 1830. Argentina entró en
    contacto con el romanticismo franco-europeo de la mano de Esteban
    Echeverría y, junto con México, se convirtió
    en el principal difusor del nuevo movimiento. Al
    mismo tiempo, la
    tradición realista hispana halló
    continuación a través de las obras llamadas
    costumbristas (que contenían retratos de las costumbres
    locales).

    La consolidación económica y
    política y las luchas de la época influyeron en la
    obra de numerosos escritores. Muy destacable fue la denominada
    generación romántica argentina en el exilio de
    oponentes al régimen (1829-1852) del dictador Juan Manuel
    de Rosas. Este
    grupo, muy
    influyente también en Chile y Uruguay,
    contaba (además de con Echeverría) con José
    Mármol, autor de una novela clandestina, Amalia (1855), y
    con el educador (más adelante presidente de Argentina)
    Domingo Faustino Sarmiento, en cuyo estudio
    biográfico-social Facundo (1845) sostenía que el
    problema básico de Latinoamérica era la gran
    diferencia existente entre su estado
    primitivo y las influencias europeas.

    En Argentina, las canciones de los bardos gauchos fueron
    dejando paso a las creaciones de poetas cultos como Hilario
    Ascasubi y José Hernández que usaron temas
    populares para crear una nueva poesía gauchesca. El
    Martín
    Fierro (1872) de Hernández, en el que narra la
    difícil adaptación de su protagonista a la
    civilización, se convirtió en un clásico
    nacional, y los temas relacionados con los gauchos pasaron al
    teatro y a la narrativa de Argentina, Uruguay y el sur de
    Brasil.

    La poesía en otras zonas del continente tuvo un
    carácter menos regionalista, a pesar de que el
    romanticismo continuó dominando el ambiente
    cultural de la época. Los poetas más destacados de
    esos años fueron la cubana Gertrudis Gómez de
    Avellaneda, autora también de novelas, y el
    uruguayo Juan Zorrilla de San Martín, cuya obra narrativa
    Tabaré (1886) presagió el simbolismo.

    La novela progresó notablemente en este periodo.
    Así, el chileno Alberto Blest Gana llevó a cabo la
    transición entre el romanticismo y el realismo al
    describir la sociedad chilena con técnicas
    heredadas del escritor francés Honoré de Balzac en
    su Martín Rivas (1862). Escribió la mejor novela
    histórica de la época, Durante la reconquista
    (1897).

    Por otro lado, María (1867), un cuento
    lírico sobre un amor marcado por un destino aciago en una
    vieja plantación, escrito por el colombiano Jorge Isaacs,
    está considerada como la obra maestra de las novelas
    hispanoamericanas del romanticismo. En Ecuador, Juan León
    Mera idealizó a los indígenas de América al
    situar en la jungla su novela Cumyá (1871). En
    México el más destacado de los realistas
    románticos fue Ignacio Altamirano, en la misma
    época en que José Martiniano Alencar inició
    el género
    regional con sus novelas poemáticas e indianistas
    románticas (cuentos de
    amor entre indios y blancos), como El Guaraní (1857) e
    Iracema (1865). La más famosa es Cumandá (1879) del
    ecuatoriano Juan León Mera. Los novelistas naturalistas,
    entre los que se contó el argentino Eugenio Cambaceres,
    autor de Sin rumbo (1885), pusieron de manifiesto en sus obras la
    influencia de las novelas experimentales del escritor
    francés Émile Zola.

    El ensayo se
    convirtió en este periodo en el medio de expresión
    favorito de numerosos pensadores, a menudo periodistas,
    interesados en temas políticos, educacionales y
    filosóficos. Un artista y polemista muy
    característico del momento fue el ecuatoriano Juan
    Montalvo, autor de Siete tratados (1882),
    mientras que Eugenio María de Hostos, un educador y
    político liberal portorriqueño, llevó a cabo
    su obra en el Caribe y en Chile, y Ricardo Palma creó un
    tipo de viñetas narrativas e históricas muy
    peculiar denominada Tradiciones Peruanas (1872).

    El modernismo, movimiento de profunda renovación
    literaria, apareció durante la década de 1880,
    favorecido por la consolidación económica y
    política de las repúblicas latinoamericanas y la
    paz y la prosperidad resultantes de ella. Su
    característica principal fue la defensa de las funciones
    estética y artística de la
    literatura en detrimento de su utilidad para una
    u otra causa concreta. Los escritores modernistas compartieron
    una cultura cosmopolita influida por las más recientes
    tendencias estéticas europeas, como el parnasianismo
    francés y el simbolismo, y en sus obras fundieron lo nuevo
    y lo antiguo, lo nativo y lo foráneo tanto en la forma
    como en los temas.

    La mayoría de los modernistas eran poetas, pero
    muchos de ellos cultivaron, además, la prosa, hasta el
    punto de que la prosa hispana se renovó al contacto con la
    poesía del momento. El iniciador del movimiento fue el
    peruano Manuel González Prada, ensayista de gran
    conciencia social a la vez que osado experimentador
    estético.

    Entre los principales poetas modernistas se encontraban
    el patriota cubano José Martí,
    el también cubano Julián del Casal, el mexicano
    Manuel Gutiérrez Nájera y el colombiano José
    Asunción Silva, aunque fue el nicaragüense Rubén
    Darío quien se convirtió en el más
    destacado representante del grupo tras la publicación de
    Prosas profanas (1896), su segunda obra mayor, y él
    sería el verdadero responsable de conducir al movimiento a
    su punto culminante. Solía mezclar los aspectos
    experimentales del movimiento con expresiones de
    desesperación o de alegría metafísica, como en Cantos de vida y
    esperanza (1905), y tanto él como sus compañeros de
    grupo materializaron el mayor avance de la lengua y de la
    técnica poética latinoamericana desde el siglo
    XVII.

    A la generación más madura pertenecieron
    escritores como el argentino Leopoldo Lugones y el mexicano
    Enrique González Martínez, que marcó un
    punto de inflexión hacia un modernismo más
    íntimo y trató temas sociales y éticos en su
    poesía. El uruguayo José Enrique Rodó
    aportó nuevas dimensiones artísticas al ensayo con
    su obra Ariel (1900), que estableció importantes caminos
    espirituales para los autores más jóvenes del
    momento. Entre los novelistas se encontraban el venezolano Manuel
    Díaz Rodríguez, que escribió Sangre patricia
    (1902) y el argentino Enrique Larreta, autor de La gloria de Don
    Ramiro (1908). El modernismo, que llegó a España
    procedente de Latinoamérica, alcanzó su punto
    culminante hacia 1910, y dejó una profunda huella en
    varias generaciones de escritores de lengua hispana.

    Al mismo tiempo, otros muchos escritores ignoraron el
    modernismo y continuaron produciendo novelas realistas o
    naturalistas centradas en problemas
    sociales de alcance regional. Así, en Aves sin nido
    (1889), la peruana Clorinda Matto de Turner pasó de la
    novela indianista sentimental a la moderna novela de protesta,
    mientras que el mexicano Federico Gamboa cultivó la novela
    naturalista urbana en obras como Santa (1903), y el uruguayo
    Eduardo Acevedo Díaz escribió novelas
    históricas y de gauchos.

    El relato breve y el teatro maduraron a comienzos del
    siglo XX de la mano del chileno Baldomero Lillo que
    escribió cuentos de mineros, como Sub terra (1904), y de
    la de Horacio
    Quiroga, autor uruguayo de historias de la jungla quien, en
    Cuentos de la selva (1918), combinó un enfoque de tipo
    regional centrado en la relación entre los seres humanos y
    la naturaleza primitiva, con la descripción de fenómenos
    psicológicamente extraños en unos cuentos de
    misterio poblados de alucinaciones, mientras que el dramaturgo
    Florencio Sánchez enriqueció el teatro de su
    país con sus obras sociales de carácter
    local.

    2.3.1. JORGE ISAACS

    Jorge Isaacs (1837-1895), escritor colombiano
    cuya fama se debe a un pequeño volumen de
    poemas, Poesías
    (1864), y a una sola novela, María (1867), que obtuvo un
    éxito
    inmediato y se convirtió en la novela más popular,
    imitada y leída de Latinoamérica sólo
    superada, según la crítica, por Cien años
    de soledad, de
    Gabriel García
    Márquez
    .

    Isaacs descendía de una rica familia
    judía británica que se mudó desde

    Jamaica
    a una propiedad en
    el
    Valle del Cauca
    , cerca de Cali donde
    nació. Estudió en Bogotá y, en lugar de
    seguir la carrera de medicina, como
    había planeado, se enroló en el Ejército
    para combatir en la guerra del
    Cauca (1860-1863), un enfrentamiento civil que destruyó
    las propiedades de su familia y le privó de sus
    riquezas.

    Reducido a la pobreza,
    Isaacs se trasladó a Bogotá con el fin de dedicarse
    a la literatura. Su primera colección de poemas obtuvo un
    gran éxito, al igual que María, novela
    lírico sentimental y su mejor obra, que cosechó un
    éxito espectacular. Antes de finalizar el siglo XIX,
    llevaba 50 ediciones.

    La novela, un romance elegíaco, describe una
    idílica existencia en el valle del Cauca, y contiene
    pasajes ambientados en África en los que el autor idealiza
    el noble salvajismo y condena la esclavitud. La
    historia de los amores de María y su primo Efraín,
    a la que añade las de otras parejas de jóvenes, que
    pertenecen a clases sociales y etnias diferentes, se complementan
    entre sí. Al desarrollo amoroso de los protagonistas corre
    paralelo un ahondamiento progresivo de la realidad social. Se la
    puede considerar como novela realista romántica americana
    por antonomasia, aunque algunos la sitúan dentro del
    folletín. Además es la obra precursora de la novela
    regionalista de las décadas de 1920 y 1930.

    Isaacs fue incapaz de repetir el éxito de esta su
    primera novela, a pesar de que continuó
    intentándolo. Alternó la escritura con
    varios cargos dentro del funcionariado, y fue cónsul de su
    país en Chile. Sin embargo, se le denegó
    repetidamente la posibilidad de recuperar su fortuna familiar y
    en 1895 murió, en Ibagué, Tolima, en la pobreza.

    2.4. LITERATURA CONTEMPORANEA

    La Revolución
    Mexicana, iniciada en 1910, coincidió con un rebrote
    del interés de los escritores latinoamericanos por sus
    características distintivas y sus propios problemas
    sociales. A partir de esa fecha, y cada vez en mayor medida, los
    autores latinoamericanos comenzaron a tratar temas universales y,
    a lo largo de los años, han llegado a producir un
    impresionante cuerpo literario que ha despertado la
    admiración internacional.

    2.4.1. POESIA

    En el terreno de la poesía, numerosos autores
    reflejaron en su obra las corrientes que clamaban por una
    renovación radical del arte, tanto
    europeas —cubismo,
    expresionismo,
    surrealismo— como españolas, entre la
    cuales se contaba el ultraísmo, denominación que
    recibió un grupo de movimientos literarios de
    carácter experimental que se desarrollaron en
    España a comienzos del siglo.

    En ese ambiente de experimentación, el chileno
    Vicente Huidobro fundó el creacionismo, que
    concebía el poema como una creación
    autónoma, independiente de la realidad cotidiana exterior,
    el también chileno Pablo Neruda, que
    recibió el Premio Nobel de Literatura en 1971,
    trató, a lo largo de su producción, un gran
    número de temas, cultivó varios estilos
    poéticos diferentes e incluso pasó por una fase de
    comprometida militancia política, y el poeta colombiano
    Germán Pardó García alcanzó un alto
    grado de humanidad en su poesía, que tuvo su punto
    culminante en Akróteras (1968), un poema escrito con
    ocasión de los Juegos
    Olímpicos de México.

    Por otro lado, surgió en el Caribe un importante
    grupo de poetas, entre los que se encontraba el cubano
    Nicolás Guillén, que se inspiraron en los ritmos y
    el folclore de los pueblos negros de la zona.

    La chilena Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura
    (1945) otorgado por primera vez a las letras latinoamericanas,
    creó una poesía especialmente interesante por su
    calidez y emotividad, mientras que en México el grupo de
    los Contemporáneos, que reunía a poetas como Jaime
    Torres Bodet, José Gorostiza y Carlos Pellicer, se
    centró esencialmente en la introspección y en temas
    como el amor, la
    soledad y la muerte.
    Otro mexicano, el premio Nobel de Literatura de 1990 Octavio Paz,
    cuyos poemas metafísicos y eróticos reflejan una
    clara influencia de la poesía surrealista francesa,
    está considerado como uno de los más destacados
    escritores latinoamericanos de posguerra, y ha cultivado
    también la crítica
    literaria y política.

    2.4.1.1. PABLO NERUDA

    Pablo Neruda (1904-1973), seudónimo,
    después nombre legal, de Neftalí Ricardo Reyes
    Basoalto, poeta chileno considerado una de las máximas
    figuras de la poesía escrita en lengua española
    durante el siglo XX, galardonado con el Premio
    Nobel.

    VIDA:

    Nació el 12 de julio de 1904 en Parral. Era hijo
    de un ferroviario y una maestra de escuela.
    Huérfano de madre al poco tiempo de nacer, su familia se
    trasladó a la ciudad de Temuco. De 1910 a 1920
    realizó estudios en el Liceo de Hombres y se dedicó
    a escribir poesía en diversos diarios y revistas. Fue en
    1920 cuando comenzaría a utilizar el seudónimo con
    el que pasaría a la posteridad, elegido en memoria del
    escritor checoslovaco Jan Neruda. La gran escritora
    chilena
    Gabriela Mistral
    , que en aquella
    época dirigía el vecino Liceo de Niñas, lo
    inició en el
    conocimiento de los novelistas rusos, que el poeta
    admiró toda su vida. En 1921 se trasladó a Santiago
    para estudiar pedagogía francesa en la Universidad de
    Chile; sin embargo, abandonó los estudios poco
    después.

    En 1927 inició su carrera diplomática, que
    desempeñó hasta 1940. Fue cónsul en diversos
    países de Asia, en
    Argentina, España y México. Sus numerosos viajes le
    permitieron conocer a diversas personalidades literarias del
    momento, como
    Federico García Lorca
    o

    Rafael Alberti
    . En 1935 asumió la
    dirección de la revista
    Caballo verde para la poesía, en la que publicaron los
    poetas de la
    generación del 27
    . La Guerra Civil
    española y la muerte de
    Lorca lo marcaron profundamente y le llevaron a abrazar la causa
    republicana, primero en España y luego en Francia, donde
    empezó a escribir los poemas de España en el
    corazón
    (1937). En 1940 regresó a Chile, donde se afilió al
    Partido Comunista chileno y fue senador entre 1945 y 1948. En
    1970 fue designado candidato a la presidencia de Chile por su
    partido, pero renunció a favor de su amigo
    Salvador Allende
    . Fue nombrado embajador
    en Francia, cargo que desempeñó entre 1971 y 1972.
    Un año después, gravemente enfermo, regresó
    a Chile. Pablo Neruda falleció el 23 de septiembre de 1973
    en Santiago de Chile.

    OBRA:

    Su primer libro, cuyos gastos de
    publicación sufragó él mismo con la
    colaboración de amigos, fue Crepusculario (1923),
    integrado en parte por dos libros
    anteriores que no publicó, Las ínsulas
    extrañas y Los cansancios infantiles; esa primera obra fue
    bien acogida por la crítica y los escritores. Al
    año siguiente, su obra Veinte poemas de amor y una
    canción desesperada se convirtió en un éxito
    de ventas y lo
    situó como uno de los poetas más destacados de
    Latinoamérica; es, sin duda, su libro mejor conocido y
    también el más traducido.

    Entre las numerosas obras que le siguieron destacan:
    Residencia en la tierra
    (1933-1935), poemas impregnados de trágica
    desesperación ante la visión de la existencia del
    hombre en un
    mundo que se destruye, Tercera residencia (1947) y Canto general
    (1950), poema épico-social en el que retrata a
    Latinoamérica desde sus orígenes precolombinos y
    que fue ilustrada por los famosos muralistas mexicanos

    Diego Rivera
    y
    David Alfaro Siqueiros
    . Esa obra, de
    fuerte contenido político y social, se compone de 250
    poemas reunidos en 15 ciclos literarios. Después
    publicaría: Versos del capitán (1952), Odas
    elementales (1954-1957), Estravagario (1958), Cien sonetos de
    amor (1959), Memorial de Isla Negra (1964), Fulgor y muerte de
    Joaquín Murieta (1967), Las piedras del cielo (1971) y La
    espada encendida (1972). Como obra póstuma, el mismo
    año de su fallecimiento se publicaron sus memorias
    Confieso que he vivido.

    Neruda ganó numerosos premios a lo largo de su
    vida; los más importantes fueron: el Premio Nacional de
    Literatura, que recibió en 1945; el Premio Lenin de la
    Paz, en 1953, y el
    Premio Nobel
    de Literatura, en 1971. Poeta
    de enorme imaginación, fue simbolista en sus comienzos,
    para unirse posteriormente al surrealismo y derivar, finalmente,
    hacia el realismo, sustituyendo la estructura
    tradicional de la poesía por unas formas expresivas
    más asequibles. Su influencia sobre los poetas de habla
    hispana ha sido incalculable y su reputación internacional
    supera los límites de
    la lengua.

    2.4.1.2. GABRIELA MISTRAL

    Gabriela Mistral (1889-1957), seudónimo de
    Lucila Godoy Alcayaga, poetisa y diplomática chilena, que
    con su seudónimo literario quiso demostrar su
    admiración por los poetas
    Gabriele D’Annunzio
    y

    Frédéric Mistral
    .

    Hija de un profesor
    rural, Gabriela Mistral, que mostró una temprana
    vocación por el magisterio, llegó a ser directora
    de varios liceos. Fue una destacada educadora y
    visitó
    México
    (donde cooperó en la
    reforma educacional con
    José Vasconcelos
    ), Estados Unidos y
    Europa, estudiando las escuelas y métodos
    educativos de estos países. A partir de 1933, y durante
    veinte años, desempeñó el cargo de
    cónsul de su país en ciudades como
    Madrid
    ,
    Lisboa
    y
    Los Ángeles
    , entre
    otras.

    PRIMER PREMIO NOBEL DE LATINOAMÉRICA

    Sus poemas escritos para niños
    se recitan y cantan en muy diversos países. En 1945 se
    convirtió en el primer escritor latinoamericano en recibir
    el
    Premio Nobel
    de Literatura.
    Posteriormente, en 1951, se le concedió el Premio Nacional
    de Literatura de su país. Su fama como poetisa (aunque
    ella prefería llamarse "poeta") comenzó en 1914
    luego de haber sido premiada en los Juegos
    Florales de Santiago por sus Sonetos de la muerte, inspirados en
    el suicidio de su
    gran amor, el joven Romelio Ureta. A este concurso se
    presentó con el seudónimo que desde entonces la
    acompañaría toda su vida.

    A su primer libro de poemas, Desolación (1922),
    le siguieron Ternura (1924), Tala (1938), Lagar (1954) y otros.
    Su poesía, llena de calidez, emoción y marcado
    misticismo, ha sido traducida al inglés, francés,
    italiano, alemán y sueco, e influyó en la obra de
    muchos escritores latinoamericanos posteriores, como

    Pablo Neruda
    y
    Octavio Paz
    .

    Considerada como una escritora modernista, su modernismo
    no es el de
    Rubén Darío
    o

    Amado Nervo
    , ya que ella no canta
    ambientes exóticos de lejanos lugares, sino que se sirve
    de su estética y musicalidad para poetizar la vida
    cotidiana, para "hacer sentir el hogar", en palabras de la
    autora.

    2.4.1.3. OCTAVIO PAZ

    Octavio Paz (1914-1998), poeta y ensayista
    mexicano galardonado con el Premio Nobel de Literatura,
    considerado "el más grande pensador y poeta de
    México".

    PRIMEROS AÑOS

    Nacido en Mixcoac, ciudad de México, pasó
    su niñez en la biblioteca de su
    abuelo, Ireneo Paz. A los 17 años publicó su primer
    poema "Cabellera" y fundó la revista Barandal, con la que
    inició su actividad relacionada con la creación y
    difusión de revistas literarias. En 1933 apareció
    su primer poemario Luna silvestre y fundó la revista
    Cuadernos del Valle de México. En 1937 se trasladó
    a Yucatán como profesor rural y poco después se
    casó con la escritora
    Elena Garro
    , con quien asistió ese
    mismo año al Congreso de Escritores Antifascistas
    celebrado en Valencia (España). En esta última
    ciudad publicó Bajo tu clara sombra y otros poemas sobre
    España (1937) y entró en contacto con los intelectuales
    de la II República y con el poeta chileno

    Pablo Neruda
    .

    Ya de regreso a México se acercó a

    Jorge Cuesta
    y
    Xavier Villaurrutia
    y publicó
    ¡No pasarán! y Raíz del hombre. Con

    Efraín Huerta
    y Rafael Solana,
    entre otros, fundó la revista Taller en 1938, en la que
    participaron los escritores españoles de su
    generación exiliados en México. Un año
    después publicó A la orilla del mundo y Noche de
    resurrecciones. En 1942, a instancias de
    José Bergamín
    , dio la
    conferencia
    titulada "Poesía de soledad, poesía de
    comunión", en la que estableció sus diferencias con
    la generación anterior y trató de conciliar en una
    sola voz las poéticas de Villaurrutia y Neruda.

    En 1944, gracias a una beca Guggenheim, pasó un
    año en Estados Unidos, donde descubrió la
    poesía de lengua inglesa. En 1946 se incorporó al
    Servicio
    Exterior Mexicano y fue enviado a París. A través
    del poeta surrealista Benjamin Péret conoció
    a
    André Breton
    y entabló
    amistad
    con
    Albert Camus
    y otros intelectuales
    europeos e hispanoamericanos del París de la posguerra.
    Esta estancia definirá con precisión sus posiciones
    culturales y políticas:
    cada vez más alejado del marxismo, se
    fue acercando al surrealismo y empezó a interesarse por
    otros temas.

    ELABORACIÓN DE SU POÉTICA

    Durante la década de 1950 publicó cuatro
    obras fundamentales: Libertad bajo palabra (1949), que incluye el
    primero de sus poemas largos, "Piedra de sol", una de las grandes
    composiciones de la modernidad
    hispanoamericana; El laberinto de la soledad (1950), ensayo que
    retrata de forma muy personal la
    sociedad y la idiosincrasia del pueblo mexicano;
    ¿Águila o sol? (1951), de influencia surrealista, y
    El arco y la lira (1956), su esfuerzo más riguroso por
    elaborar una poética. En 1951 viajó a la India y en
    1952 a Japón,
    países que influirán de forma decisiva en su obra.
    Un año después regresó a México,
    donde hasta 1959 desarrolló una intensa labor literaria.
    En 1956 le fue concedido el Premio Xavier
    Villaurrutia.

    En 1960 volvió a Francia y en 1962 a la India
    como embajador de su país. Conoció a Marie-Jose
    Tramini, con quien contrajo matrimonio en
    1964. Publicó los libros de poemas Salamandra (1961) y
    Ladera Este (1962), que recoge su producción de la India y
    que incluye su segundo poema largo "Blanco". En 1963 obtuvo el
    Gran Premio Internacional de Poesía. Publicó el
    ensayo Cuadrivio (1965), escritos sobre poesía dedicados
    al español Luis Cernuda, al portugués Fernando
    Pessoa, al mexicano Ramón López Velarde y al
    nicaragüense Rubén Darío. Más tarde
    verían la luz Puertas al
    campo (1966) y Corriente alterna
    (1967), en los que muestra el crisol
    de sus intereses: la poesía experimental, la antropología, Japón y la India, el
    arte de Mesoamérica, la política y el Estado
    contemporáneos. En 1968 renunció al cargo de
    embajador en la India a raíz de los sucesos de Tlatelolco
    y en 1971 fundó en México la revista Plural, en la
    que colaboraron algunos de los escritores más importantes
    de la generación posterior a él.

    Ese mismo año publicó El mono
    gramático, poema en prosa en el que funde reflexiones
    filosóficas, poéticas y amorosas; en 1974 Los hijos
    del limo, recapitulación de la poesía moderna, y en
    1975, Pasado en claro, otro de sus largos poemas, que fue
    recogido al año siguiente en Vuelta, obra con la que
    obtuvo el Premio de la Crítica en Barcelona,
    España.

    RECONOCIMIENTO UNIVERSAL

    En 1977 Octavio Paz abandonó Plural e
    inició Vuelta, revista literaria que dirigió hasta
    el final de su vida y que fue cerrada unos meses después
    de su muerte. Continuó con sus reflexiones
    políticas en su obra El ogro filantrópico (1979) y
    en 1981 obtuvo el
    Premio Cervantes
    . En 1982 se editó
    Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe, retrato
    de
    sor Juana
    y la sociedad mexicana del
    siglo XVII; en 1987, Árbol adentro, último
    volumen de poesía. En 1990 se le concedió el Premio
    Nobel de Literatura y publicó La otra voz y Poesía
    de fin de siglo, que recoge sus últimas reflexiones sobre
    el fenómeno poético. En 1993, La llama doble: amor
    y erotismo, y en 1995, Vislumbres de la India.

    De una personalidad
    exigente y exigida, su escritura ha sabido recoger distintas
    tradiciones e hilar los más variados intereses en una sola
    voz y una herencia plural.
    Además de sus poemas, ha buscado en otras áreas de
    la cultura coincidencias y cercanías que alimenten su obra
    y abran espacios para la comprensión del mundo. Si su
    poesía viaja del vacío del yo a la plenitud del
    mundo y el amor, sus ensayos son un
    mosaico de reflexiones puntuales sobre los aspectos más
    diversos de nuestra época. Su muerte, acaecida el 19 de
    abril de 1998 tras una larga enfermedad, supuso la pérdida
    del poeta mexicano por excelencia.

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