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El Método Científico



    1. Pedro de
      Abano
    2. Galileo
      Galilei
    3. William
      Harvey
    4. René
      Descartes
    5. Isaac Newton
    6. Gottfried Wilhelm
      Leibniz
    7. John Locke
    8. Emmanuel
      Kant
    9. John
      Herschel
    10. Augusto
      Comte
    11. Francis
      Bacon
    12. John Stuart
      Mill
    13. Imre Lakatos
    14. Otros

    Antes de abordar el tema referente a la investigación es necesario establecer
    claramente qué es el método
    científico, porque resulta imposible referirnos a
    aquélla sin tener en cuenta a éste, ya que
    esquemáticamente puede decirse que entre la
    investigación y el
    conocimiento, justamente se encuentra el
    método.

    Por lo general se concibe al método
    científico a partir de la definición que de
    éste han hecho las ciencias
    naturales o positivas.

    Se dice que, en esencia, el método
    científico consiste en la percepción
    de aquellos hechos que hagan posible, al observarlos, el
    descubrimiento de las leyes que los
    rigen. Por lo tanto, el método científico,
    entendido así, tiene dos etapas fundamentales: la observación y la deducción de la ley.

    Muchos son los personajes cuyos nombres se encuentran
    vinculados muy estrechamente a la evolución del método
    científico.

    En esta oportunidad, únicamente
    mencionaré, muy brevemente, a algunos de ellos,
    sólo para esbozar una especie de contexto, en una apretada
    síntesis en la que pretendo señalar
    algunos rasgos que he considerado interesantes para el desarrollo de
    este tema. La intención de ello no es ofrecer la
    historia completa
    del método científico, sino de evidenciar que
    éste no es una idea concretizada de alguien en particular,
    sino el resultado de una serie de ideas, muchas veces opuestas,
    de una gran cantidad de autores, durante varios
    siglos.

    Platón (griego, 384?-322? a. J.C.).
    Propuso su Teoría de las Ideas, en la que considera
    que éstas existen verdadera y objetivamente y que son,
    además, perfectas y universales. Los objetos y los hechos
    son simples ejemplos imperfectos de las ideas.

    Estableció también, además de otras
    cuestiones, las diferencias entre mundo sensible y
    mundo inteligente, entre la mera opinión y
    el conocimiento filosófico, entre los cuatro
    estados mentales:

    Ilusión (eikasia).

    Creencia (pistis).

    Razón (dianoia).

    Pensamiento
    puro (episteme).

    Aristóteles
    (griego, 384-322 a. J.C.)

    Sus aportaciones principales al método
    científico son:

    La teoría del silogismo.

    La teoría de las definiciones.

    El método inductivo-deductivo.

    La teoría de la causalidad.

    Pedro de Abano
    (italiano, 1250?-1316?)

    Estableció la existencia de dos ciencias
    diferentes: una que trata los efectos derivados de sus causas y
    otra que analiza las causas a través de sus efectos.
    Complementariamente, el también italiano Hugo de Siena
    advierte que tanto el descubrimiento como sus
    consecuencias constituyen partes sucesivas y esenciales
    del método científico.

    Jacobo Zabarella (italiano, 1533-1589) Establece
    con claridad la diferencia entre lógica y
    ciencia, determinando que la primera constituye un
    método o instrumento que puede ser utilizado por la
    segunda,

    También estableció las diferencias
    existentes entre la observación no sistematizada y la
    observación propiamente científica.

    Galileo
    Galilei
    (italiano, 1564-1624)

    Empleó el experimento como recurso para explorar
    determinadas ideas e incorporó a las matemáticas a todas las actividades
    científicas.

    William Harvey
    (inglés,
    1578-1657)

    Exitosamente realizó experimentos para
    explorar la naturaleza,
    específicamente en el campo de la biología, ponderando
    siempre la importancia del análisis
    matemático y estableciendo, de manera permanente, lo
    insustituible de los experimentos como recurso elemental para
    estudiar lo real del mundo.

    René
    Descartes
    (francés, 1596-1650)

    Afirmó que el conocimiento
    puede ser alcanzado a priori, es decir, en ausencia de la
    realidad. Concibió a la ciencia
    como una especie de pirámide en cuya cúspide se
    ubica el conocimiento
    científico. Desde la base de la pirámide se
    llega al conocimiento científico por medio de
    inducciones progresivas, en tanto que éste llega a
    la base, o naturaleza real, a través de la
    deducción.

    Isaac Newton
    (inglés, 1642-1727)

    Es considerado por algunos como el más grande
    científico de todos los tiempos. Sus ideas acerca del
    método científico, constituyen la antítesis de las
    de Descartes,
    quien postulaba que las leyes físicas se derivan de
    principios
    metafísicos, mientras que para Newton las
    leyes físicas deben ser el producto del
    análisis detallado y cuidadoso de la
    realidad.

    Newton se refirió a la
    inducción-deducción aristotélica en
    términos de análisis y
    síntesis. Canceló el carácter excesivamente imaginativo con el
    que se estructuraba a las hipótesis al derivarlas de lo que
    podría ser cierto.
    Propuso cuatro reglas para el
    razonamiento:

    • No admitir más causas de cosas naturales
    que las que son suficientes y verdaderas para explicar sus
    apariencias.

    • Asignar las mismas causas a los mismos efectos
    naturales.

    • Considerar como propiedades universales de la
    totalidad de los cuerpos a aquellas que, existiendo en todos
    ellos, no puedan aumentarse o disminuirse
    gradualmente.

    • Aceptar como exactas o muy probablemente
    ciertas las proposiciones acerca de los fenómenos, y que
    han sido derivadas
    por inducción general, en tanto no ocurran
    otros fenómenos que puedan hacer más exactas
    dichas proposiciones.

    Gottfried Wilhelm
    Leibniz
    (alemán, 1646-1716)

    Arremetió con toda su fuerza
    intelectual en contra de las concepciones científicas de
    Newton, al mismo tiempo que
    intentó explicar el origen y la naturaleza del universo,
    así como la existencia de Dios, para lo cual
    formuló algunos principios metafísicos, entre los
    que sobresalen dos:

    – El llamado principio de contradicción,
    que consiste en juzgar como falso lo que constituye una
    contradicción, y como verdadero aquello que contradice
    lo falso.

    – El principio de la razón suficiente,
    mediante el cual aceptamos que nada puede ocurrir o existir,
    sin que haya una razón suficiente para que ello sea de
    cierta manera y no de otra.

    John Locke
    (inglés, 1632-1704)

    Opositor de las afirmaciones de Descartes, niega que
    puedan existir ideas o principios intuitivos. Crea sobre esta
    afirmación el empirismo, postulando que todo
    conocimiento se deriva de la experiencia, exceptuando, tal vez,
    al de la lógica
    y al correspondiente a las matemáticas. Sus ideas fueron
    compartidas y ampliadas por otros personajes famosos como George
    Berkeley y David Hume.

    Emmanuel
    Kant
    (alemán, 1724-1804)

    Con la elaboración de sus antinomias
    criticó implacablemente a la metafísica
    o razón pura. Después de echar por tierra las
    pruebas
    ontológicas y físico-teológicas de la
    existencia de Dios, se propuso recrear dicha existencia,
    manejándola como un principio regulador y para efectos
    puramente pragmáticos.

    En otras palabras, y parafraseando a algunos autores
    contemporáneos, Kant logró
    impedir que Dios entrara por la puerta grande de los
    principios constitutivos, pero en cambio
    obsequiosamente le abrió la puerta de los principios
    reguladores
    , y al considerar que Dios está más
    cerca de la moral
    eterna que de los conocimientos meramente temporales,
    estableció la superioridad del espíritu sobre la
    materia.

    Para Kant, las cosas son incognoscibles en sí
    mismas, ya que lo que conocemos corresponde exclusivamente al
    ámbito de los fenómenos. Para explicar lo anterior
    recurre a la estructuración de patrones mentales o
    categorías por medio de las cuales las sensaciones e
    intuiciones del individuo
    adquieren sentido ya como objetos. Estas categorías son
    doce y se dividen en cuatro diferentes grupos:

    De cantidad

    De calidad

    De
    relación

    De modalidad

    Unidad

    Realidad

    Sustancia y accidente

    Posibilidad

    Pluralidad

    Negación

    Causa y efecto

    Existencia

    Totalidad

    Limitación

    Reciprocidad

    Necesidad

    John
    Herschel
    (inglés, 1792-1891)

    Estableció que la ciencia debe
    iniciarse con el análisis de los fenómenos, es
    decir, con el estudio de cada uno de sus elementos
    constituyentes.

    Afirmó también que las leyes no
    necesariamente deben proceder de una inducción rigurosa,
    sino que también pueden formularse a través de
    hipótesis y sus pruebas respectivas.

    Propuso las reglas para el establecimiento de relaciones
    causales correspondientes a un grupo
    heterogéneo de hechos, y que son las
    siguientes:

    – Búsqueda de conjunciones frecuentes de
    antecedentes y consecuentes.

    – Búsqueda de proporcionalidad entre
    antecedente y su consecuencia.

    – Búsqueda de la existencia de correspondencia
    entre la inversión de la consecuencia y del
    antecedente.

    Augusto Comte
    (francés, 1788-1857)

    Se opuso a la idea cartesiana de la existencia de un
    sólo método para guiar la razón, afirmando
    que los métodos
    básicos para tal efecto son tres: la observación,
    la experimentación y la comprobación.

    En este sentido, Comte tuvo muchos seguidores, entre los
    cuales se pueden mencionar a Ernst Mach, Charles Pierce y Henri
    Poncairé

    Podría continuar exponiendo una larga
    relación de personajes famosos y sus aportaciones al
    método científico. Sin embargo, como ya lo
    expliqué, no pretendo ofrecer una visión
    histórica de la evolución del método
    científico, sino exclusivamente fundamentar con algunos
    referentes el hecho de que el método científico no
    es la concreción única y estereotipada de la idea
    de un teórico, sino el complejo producto obtenido
    después de mucho tiempo, y que ha requerido el concurso de
    muchos autores.

    No obstante, enseguida citaré a algunos
    personajes cuyas ideas han sido especialmente decisivas para
    definir y dar consistencia a los modelos
    existentes del método científico. Me refiero a los
    siguientes autores:

    Francis Bacon
    (inglés, 1561-1626)

    Intentó corregir las ideas aristotélicas
    predominantes en su tiempo, estructurando básicamente dos
    cuestiones:

    – Un procedimiento
    para la realización de inducciones progresivas y
    graduales.

    – Un método de exclusión de factores,
    gracias al cual se hizo expedita la producción de todo conocimiento
    científico.

    Bacon cambió radicalmente el mundo de la ciencia,
    pues fue el primero en proponer la manera como debe proceder un
    científico: observando, experimentando, registrando
    sistemáticamente y formulando enunciados concretos. Tal
    procedimiento constituye la base de la
    inducción, para lo cual elaboró sus
    tres famosas tablas de la investigación:

    TABLA DE
    PRESENCIA

    Agrupa casos concordantes y elimina los aspectos
    que no son compatibles con la generalidad.

    TABLA DE AUSENCIA

    Agrupa aspectos negativos de la generalidad con la
    intención de eliminarlos cuando aparecen en ausencia
    de dicha generalidad.

    TABLA DE GRADOS

    Agrupa aspectos en los que la generalidad se
    manifiesta en mayor o en menor grado, eliminando aquellos
    aspectos que no resienten cambio alguno ante la
    variación cuantitativa de la generalidad.

    John Stuart
    Mill
    (inglés, 1806-1873).

    Más allá de que sea una de las figuras
    mundialmente prominentes del liberalismo
    económico por preconizar una moral
    utilitarista, a él se debe la formalización
    del proceso
    correspondiente a la inducción, a la que advierte
    como una búsqueda de causas y razones.

    Esta búsqueda debe remitirse a cinco reglas, que
    Mill denomina métodos, y que tienen su antecedente
    en Bacon:

    – Método de las concordancias

    – Método de la diferencia

    – Método conjunto de las concordancias y la
    diferencia

    – Método de los residuos y

    – Método de las variaciones
    concomitantes.

    Con la aplicación de estas reglas resulta posible
    determinar si un evento es la causa o razón de una
    situación determinada. Por lo anterior, puede afirmarse
    que Mill:

    • supone la aceptación absoluta de un principio
      universal: todo evento tiene una causa.
    • analiza el binomio causa-efecto considerando
      las nociones de ocurrencia contigua, contigüidad
      espacial
      y sucesión temporal.

    En el campo de la ciencia, el método inductivo ha
    alcanzado una importancia tan grande que muchos lo toman,
    literalmente, como el criterio fundamental para determinar
    qué es científico y qué no lo es.

    Uno de sus más connotados críticos
    contemporáneos es el austriaco Karl Raimund Popper
    (1902-1994), neopositivista en su origen y relacionado con el
    Círculo de Viena, aunque más tarde haya roto con
    ellos.

    Popper propuso el llamado criterio de
    falsación
    para establecer una demarcación entre
    lo científico y lo no científico.
    Este criterio puede resumirse así: una teoría
    determinada sólo es científica si su estructura
    admite la refutación.

    Los científicos inductivistas buscan la
    producción de enunciados con mayor grado de
    probabilidad. Popper, en cambio, considera que una
    teoría cuanto más información ofrezca, mayor
    contrastabilidad también contendrá y, por
    ende, mayor improbabilidad.

    Así pues, la categoría de
    científica de una teoría, para Popper no es
    su grado de probabilidad,
    sino su refutabilidad.

    Imre Lakatos
    (húngaro, 1922-1974)

    Aunque fue discípulo de Popper y heredero de su
    cátedra en la Escuela de
    Economía
    de Londres, evidenció diferencias teóricas
    específicas con su maestro.

    Popper advertía a la ciencia como una especie de
    lucha entre dos combatientes, una teoría y un experimento.
    De dicha lucha se obtendría un resultado: la
    falsación de la teoría.

    Lakatos, por su parte, afirma que si la ciencia se
    representa como una lucha, ésta no es entre dos
    contendientes, como afirma Popper, sino entre tres: dos teorías
    y un experimento; y que de tal conflicto se
    obtendrá un resultado que no es precisamente la
    falsación de las teorías, sino la
    confirmación de una de ellas.

    Lakatos estableció los llamados programas
    científicos de investigación,
    mismos que en
    realidad son grupos de teorías afines, productos de
    modificaciones sucesivas. Por lo anterior, Lakatos sostuvo que
    ninguna teoría científica deber ser eliminada,
    hasta no cubrir los aspectos siguientes:

    – Otra teoría T’ que encierre mayor
    contenido empírico que T.

    – T’ explica todo lo que explicaba
    T.

    – Alguna parte del exceso de contenido de
    T’, sobre T se confirma.

    Otro personaje muy
    relevante en la evolución del método
    científico es el estadounidense Thomas S. Kuhn,
    nacido en 1922, y cuyo idea acerca del paradigma
    constituye un concepto
    fundamental, pues de él derivan las reglas a las que se
    somete el proceso investigativo.

    De acuerdo con Kuhn, la característica
    básica de todo paradigma
    científico es que éste, de manera inicial, es
    incuestionable, aunque después de realizados estudios que
    aporten evidencias de
    irregularidades, es posible sustituirlo por un nuevo paradigma,
    más explicativo. Así describe Kuhn a la revolución
    científica. Y aunque el cambio científico es
    fundamentalmente revolucionario, Kuhn afirma que existen
    también lapsos no-revolucionarios, que él
    denomina períodos de ciencia normal.

    Las ideas de Kuhn han sido duramente criticadas, pues
    algunos autores, entre los que se encuentra M. Masterman, han
    localizado más de veinte sentidos diferentes que el propio
    Kuhn da al término paradigma.

    Sin embargo, tal vez el crítico más
    acerbo, tanto de Kuhn como de Popper, ha sido el austriaco
    Paul K. Feyerabend (1924-1994), considerado como uno de
    los máximos representantes del llamado anarquismo
    epistemológico
    , y que ha embestido impetuosamente en
    contra de todas las posiciones teóricas ortodoxas,
    afirmando que es totalmente inútil aspirar a que una
    teoría pueda ser desmentida o consolidada por su
    confrontación con los hechos, ya que el sentido que
    el lenguaje
    científico, mediante el cual se expresan los hechos, lo
    establece la propia teoría y, por lo tanto, se presupone a
    sí misma. Vistas así las cosas, la ciencia
    sólo progresará en la medida en que se inventen
    teorías nuevas.

    Feyerabend niega también la posibilidad de la
    existencia de una ciencia normal, como afirma Kuhn, pues,
    antes bien, resulta absolutamente indispensable un pluralismo
    teórico
    , ya que la limitación científica
    a un sólo conjunto de teorías consistentes entre
    sí, como implica la aceptación de una ciencia
    normal, condena a todo dato relevante para verificar una
    teoría, como ya he dicho, a presuponer a
    ésta.

    Feyerabend descalifica las ideas popperianas
    argumentando que su propuesta no incluye ni sugiere ningún
    lenguaje neutral observacional que se pueda utilizar para
    contrastar teorías.

    Así pues, para Feyerabend el único camino
    para verificar una teoría es el de emplear teorías
    incompatibles. Para el efecto, el autor propone:

    – una teoría básica común
    básica para las dos alternativas en cuestión,
    y

    – una teoría pragmática de la
    observación, con claras definiciones conductistas, en la
    que las sensaciones sean un indicador situacional y que estas
    sensaciones produzcan respuestas causales factibles de ser
    plasmadas en enunciados de observación.

    Recientemente las ideas de Feyerabend han sido
    cuestionadas abiertamente por autores como Putnam, Shapere y
    Scheffler, entre otros.

    Tradicionalmente se ha entendido el método
    científico como la aplicación de procedimientos de
    la lógica e instrumentos propios de la actividad
    investigativa, para poner a prueba determinadas hipótesis,
    con el propósito de resolver un problema
    específico.

    Ruy Pérez Tamayo, al referirse al método
    científico dice que es "la suma de los principios
    teóricos, de las reglas de conducta y de las
    operaciones
    mentales y manuales que
    usaron en el pasado y que hoy siguen usando los hombres de
    ciencia para generar nuevos conocimientos
    científicos.

    Creo que los principales esquemas propuestos sobre este
    método a través de la historia pueden clasificarse
    en las siguientes cuatro categorías:

    1) Método inductivo-deductivo. Para los
    proponentes de este esquema la ciencia se inicia con
    observaciones individuales, a partir de las cuales se plantean
    generalizaciones cuyo contenido rebasa el de los hechos
    inicialmente observados. Las generalizaciones permiten hacer
    predicciones cuya confirmación las refuerza y cuyo fracaso
    las debilita y puede obligar a modificarlas o hasta rechazarlas.
    El método inductivo-deductivo acepta la existencia de una
    realidad externa y postula la capacidad del hombre para
    percibirla a través de sus sentidos y entenderla por medio
    de su inteligencia;
    para muchos partidarios de este esquema, también nos
    permite explotarla en nuestro beneficio. Pertenecen a este grupo
    Aristóteles y sus comentaristas medievales,
    Francis Bacon, Galileo, Newton, Locke, Herschel, Mill, los
    empiristas, los positivistas lógicos, los operacionistas y
    los científicos contemporáneos en
    general.

    2) Método a priorideductivo. De
    acuerdo con este esquema, el conocimiento científico se
    adquiere por medio de la captura mental de una serie de
    principios generales a partir de los cuales se deducen sus
    instancias particulares, que pueden o no ser demostradas
    objetivamente. Estos principios generales pueden provenir de Dios
    o bien poseer una existencia ideal, pero en ambos casos son
    invariables y eternos. Entre los pensadores que han militado en
    este grupo se encuentran Pitágoras, Platón,
    Arquímedes, Descartes, Leibniz, Berkeley,
    Kant (con reservas) y Eddington, los idealistas y la mayor parte
    de los racionalistas.

    3) Método hipotético-deductivo. En
    este grupo caben todos los científicos y filósofos de la ciencia que han postulado
    la participación inicial de elementos teóricos o
    hipótesis en la investigación científica, que
    anteceden y determinan las observaciones. De acuerdo con este
    grupo, la ciencia se inicia con conceptos no derivados de la
    experiencia del mundo que está "ahí afuera", sino
    postulados en forma de hipótesis por el investigador, por
    medio de su intuición. Además de generar tales
    conjeturas posibles sobre la realidad, el científico las
    pone a prueba, o sea que las confronta con la naturaleza por
    medio de observaciones y/o experimentos. En este esquema del
    método científico la inducción no
    desempeña ningún papel; de hecho es evitada
    conscientemente por muchos de los miembros de este grupo.
    Aquí se encuentran Hume, Whewill, Kant (con reservas),
    Popper, Medawar, Eccles y otros (no muchos) científicos y
    filósofos contemporáneos.

    4) No hay tal método. Dentro del grupo de
    pensadores que niegan la existencia de un método
    científico podemos distinguir dos tendencias: por un lado
    están los que afirman que el estudio histórico
    nunca ha revelado un grupo de reglas teóricas y/o
    prácticas seguidas por la mayoría de los
    investigadores en sus trabajos, sino todo lo contrario; por el
    otro lado, se encuentran los que señalan que si bien en el
    pasado pudo haber habido un método científico, su
    ausencia actual se debe al crecimiento progresivo y a la variedad
    de las ciencias, lo que ha determinado que hoy existan no uno
    sino muchos métodos científicos. El mejor y
    más sobresaliente miembro de la primera tendencia es
    Feyerabend, mientras que en la segunda se encuentran varios de
    los biólogos teóricos, como Ayala, Dobshansky y
    Mayr, así como algunos de los racionalistas
    contemporáneos.

    En forma igualmente breve, a continuación voy a
    hacer un análisis crítico de cada uno de los cuatro
    grupos genéricos de métodos científicos
    señalados arriba, aunque sólo sea para indicar en
    forma somera algunas tendencias filosóficas
    relevantes.

    En relación con el método
    inductivo-deductivo
    , conviene considerar a los tres
    postulados del inductivismo, que son: 1) la ciencia se
    inicia con la observación de los hechos; 2) tal
    observación es confiable y con ella se puede construir el
    conocimiento científico, y 3) éste se genera
    por inducción, a partir de los enunciados observacionales.
    Comentaré en ese orden cada uno de los tres
    postulados.

    La ciencia se inicia con la observación de los
    hechos.
    Para el inductivista es fundamental que la
    percepción de los fenómenos sea objetiva, es decir,
    que esté libre de sesgos o parcialidades introducidas por
    la
    personalidad, experiencia o intereses del observador. Un
    corolario de este postulado es que diferentes investigadores
    colocados en las mismas circunstancias deben hacer las mismas
    observaciones. Sin embargo, en la realidad, ninguno de estos dos
    requerimientos se cumplen, pues no todos vemos lo mismo cuando
    miramos un objeto, y la capacidad de los sentidos del
    científico para registrar distintos tipos de
    fenómenos varía no sólo con su experiencia y
    educación,
    sino que depende de manera primaria de sus conceptos e ideas
    preconcebidas. Pero además, se ha insistido en que la
    ciencia no se inicia con la observación de los hechos,
    porque primero debe decidirse cuáles hechos vamos a
    observar, por qué los vamos a observar y cómo los
    vamos a observar.

    La observación científica es
    confiable.
    Existen tres factores que restringen el
    otorgamiento de confianza ilimitada a la observación
    científica: I) el nivel de desarrollo del campo
    específico al que se pretende incorporar el nuevo
    conocimiento, que si es muy primitivo garantiza una vida media
    muy breve a la información reciente, por la sencilla
    razón de que muy pronto vendrá otra más
    precisa o diferente a sustituirla: II) la moda
    científica del momento, un factor muy complejo pero no por
    eso menos real, que determina (a veces dolorosamente) si la
    observación reportada se incorpora o no al corpus
    aceptado oficialmente por el "colegio invisible" relevante;
    III) la existencia del fraude
    científico que, aunque excepcional, socava la confianza
    ciega en la observación científica. Sin embargo,
    con las reservas mencionadas, concluyo que la observación
    científica es confiable dentro de ciertos límites.
    Pero dada la naturaleza del conocimiento, ésta no es una
    propiedad
    absoluta, permanente y ni siquiera muy importante. Es cierto que,
    cuando hablamos o escribimos, los científicos tenemos el
    interés
    común de decir "el menor número de mentiras por
    minuto". Pero también tenemos conciencia de que
    nuestras observaciones no son perfectas y que con mejores
    métodos seguramente las podremos hacer más
    precisas.

    El problema de la inducción. En 1748, el
    filósofo escocés David Hume publicó su
    libro An
    inquiry concerning human understanding (Un examen del
    entendimiento humano)
    en donde demuestra que la creencia de
    que con base en experiencias previas es posible utilizar el
    presente para predecir el futuro es lógicamente
    insostenible. Esta conclusión afectó en forma grave
    al pensamiento científico, en vista de que tanto la
    causalidad como la inducción resultan ser operaciones sin
    fundamento lógico, y ambas son fundamentales para la
    ciencia. El propio Hume se dio cuenta de que sus ideas iban en
    contra del sentido común y de creencias intuitivas
    universales, determinantes de la mayor parte de sus actos y
    pensamientos cotidiano; sin embargo, aunque lo intentó
    seriamente, no encontró argumentos en contra de la
    lógica inexorable de su pensamiento, y lo mismo ha
    sucedido desde entonces hasta nuestros días con la
    mayoría de los filósofos que han intentado
    reivindicar a la inducción como una operación
    lógicamente legítima.

    ¿Cuál es la posición actual del
    método inductivo-deductivo? Desde luego, entre el
    público no profesional de la ciencia, así como
    entre la gran mayoría de los científicos, la idea
    más generalizada de cómo se hace la ciencia es la
    siguiente: existe un mundo exterior histórico y real, cuyo
    conocimiento es el objetivo de la
    investigación científica; los hombres de ciencia
    invierten su tiempo en la observación cuidadosa de ese
    mundo, anotando absolutamente todo lo que registran con sus
    sentidos. Poco a poco, de ese noble esfuerzo irán
    surgiendo los principios generales que explican los hechos
    registrados y que además nos permitirán predecir
    gran parte de la majestuosa totalidad de la naturaleza. En
    cambio, para la mayor parte de los filósofos y para unos
    cuantos hombres de ciencia (ciertamente, de muy alto nivel), la
    objeción de Hume es válida e impide aceptar a la
    inducción como parte del método científico.
    Recientemente Sir Harold Himsworth, un médico
    inglés con un antiguo, sólido y bien ganado
    prestigio como profesor e
    investigador biomédico, publicó un librito (apenas
    tiene 99 breves páginas) con el título
    Conocimiento científico y pensamiento filosófico
    (Scientific Knowledge and Philosophic Thought)
    , en el que se
    pregunta si las proposiciones con estructura lógica
    impecable son necesariamente válidas, aun cuando
    contradigan a la experiencia derivada directamente de la
    realidad.

    Himsworth acepta que en su rechazo de la
    inducción, la lógica de Hume es irrefutable, pero
    se pregunta si la solución al problema no estará
    más bien en las premisas del planteamiento. Cuando Hume
    considera que el curso de la naturaleza puede cambiar,
    sólo está tomando en cuenta una de las dos
    alternativas posibles; la otra es que el curso de la naturaleza
    no cambie. Himsworth señala:

    Por lo tanto, según empecemos por la
    proposición de que el curso de la naturaleza puede
    cambiar, o por la proposición de que puede no cambiar, la
    lógica nos llevará inexorablemente a conclusiones
    diametralmente opuestas. Si optamos por la primera de estas
    proposiciones nos veremos obligados, como Hume, a concluir que es
    imposible razonar del pasado al presente y que nuestra creencia
    en la causalidad está equivocada. En cambio, si optamos
    por la segunda proposición, nos veremos inclinados con la
    misma fuerza a concluir que sí es posible razonar de esa
    manera y que nuestra creencia en causa y efecto está
    completamente justificada. Según la proposición de
    que se parta, ambas conclusiones son igualmente lógicas.
    Por lo tanto, es imposible decir entre ellas en esa
    base.

    El criterio que Himsworth propone para decidir si la
    naturaleza es o no regular no es lógico sino experimental;
    después de señalar que cualquier alteración
    en el curso regular de la naturaleza sería un hecho
    observable, cita el ejemplo siguiente:

    Si arrojo una piedra al aire espero, con
    base en experiencias previas, que tarde o temprano caiga al
    suelo. Sin
    embargo, si la fuerza de la gravedad se suspendiera, la piedra no
    caería sino que continuaría su viaje hacia el
    espacio exterior… Sin embargo, esto da una imagen totalmente
    inadecuada de lo que pasaría si cesara la fuerza
    gravitacional. El efecto no se limitaría a ninguna
    clase
    particular de objetos. Todo lo que tiene peso se vería
    afectado; por ejemplo, este planeta ya no sería capaz de
    retener su atmósfera. Como
    resultado, todos los organismos vivos que dependen del aire para
    respirar morirían, y no quedaría nadie para
    experimentar algo. Por lo tanto el hecho de que hoy haya tales
    criaturas vivas significa que mientras ha existido la gravedad
    han estado
    operando; además, que mientras continúen
    existiendo, la gravedad no cesará de operar.

    El problema de la inducción parece centrarse en
    la posibilidad de que la regularidad de la naturaleza se
    suspenda; naturalmente, todos reconocemos la casi infinita
    variabilidad del mundo exterior, junto con nuestra inmensa
    versatilidad interior, pero también tenemos conciencia de
    que tales oscilaciones ocurren dentro de rangos de tolerancia bien
    definidos.

    Las violaciones a las leyes naturales no se refieren a
    la aparición de diferencias cuantitativas o cualitativas
    dentro del mismo tipo, género o
    especie, sino a la ocurrencia de un episodio que viola los
    mandatos aceptables dentro del orden definido. En última
    instancia, el problema es que puestos ante la alternativa de una
    posibilidad lógica y su ocurrencia real, Hume le da
    más peso a la primera mientras que Himsworth se inclina
    por la segunda. Mi conclusión es que aunque Hume
    pensó que estaba determinando los límites del
    conocimiento humano, lo que en realidad demostró fueron
    las limitaciones del pensamiento abstracto, por más
    lógico que sea, como instrumento parar avanzar el
    conocimiento de la realidad.

    Respecto al método a
    priori
    deductivo, en realidad tiene dos vertientes
    distintas: la platónica o cartesiana y la kantiana. La
    vertiente cartesiana postula que por medio de la razón es
    posible establecer los principios más generales que
    regulan a la naturaleza y a partir de ellos deducir a la
    realidad; en cambio, la vertiente kantiana sostiene que la
    razón pura es incapaz de alcanzar conocimiento alguno
    sobre el mundo exterior y que se requiere de la experiencia de
    nuestros sentidos, pero que esta experiencia sólo la
    conocemos después de que ha sido elaborada y estructurada
    por medio de los imperativos categóricos (realmente,
    categorías imperativas).

    Además, la vertiente kantiana afirma que la
    verdadera realidad nos está vedada, ya que lo único
    que percibimos de ella son las sensaciones que estimula en
    nuestros órganos de los sentidos; si tuviéramos
    otros órganos sensoriales, capaces de percibir propiedades
    distintas del mundo exterior, nuestra imagen de la realidad
    sería muy diferente, pero ella seguiría siendo la
    misma, y también seguiría siendo inalcanzable. A
    pesar de que las dos vertientes del método a
    priori-deductivo son tan distintas, ambas postulan que
    nuestro contacto con el mundo exterior no es directo sino que
    ocurre a través de estructuras
    previamente establecidas (o sea, a priori), en el
    primer caso por la razón pura y en el segundo caso por la
    razón crítica.

    El destino histórico de estas dos vertientes ha
    sido interesante; por un lado, el mismo Descartes se dio cuenta
    de que la deducción de la naturaleza, a partir de sus
    principios generales a priori, no lo llevaba muy lejos y
    pronto se vio obligado a echar mano de otros elementos
    empíricos, como el análisis geométrico de
    problemas
    ópticos, el uso de analogías, hipótesis y
    modelos y hasta la práctica personal de
    disecciones (transformándose en otro preclaro ejemplo de
    que para conocer el método científico no hay que
    prestar atención a lo que los investigadores dicen
    que hacen, sino a lo que realmente hacen); por el otro lado,
    gracias a metamorfosis más o menos sutiles, los 12
    imperativos categóricos kantianos originales se
    incorporaron a la psicología del siglo
    XIX y muchos de ellos sobreviven hasta hoy, protegidos por
    diferentes disfraces, como las "nociones psicológicas de
    tiempo y espacio", o los conceptos de causalidad, reciprocidad,
    posibilidad, existencia y otros más.

    El método hipotético-deductivo
    postula que el investigador se asoma a la naturaleza bien
    provisto de ideas acerca de lo que espera encontrar, portando un
    es quema preliminar (pero no por eso simple) de la realidad; en
    otras palabras, la ciencia se inicia con problemas, que son el
    resultado de las discrepancias entre las expectativas del
    científico y lo que se encuentra en la realidad. La
    ciencia empieza en el momento en que la estructura
    hipotéticamente anticipada de un segmento de la naturaleza
    no corresponde a ella.

    Pues bien, una de las objeciones más graves al
    esquema de Popper es que no toma en cuenta que en la
    confrontación de las hipótesis con los hechos, los
    responsables de la discordancia no siempre son las
    teorías: también los hechos pueden estar
    equivocados. No hay nada en la lógica de la
    situación que exija que siempre deba ser la
    hipótesis la rechazada cuando hay discrepancia con la
    "realidad". Todos los investigadores científicos activos sabemos
    lo difícil que es estar seguro de que los
    experimentos, observaciones, analogías o comparaciones con
    que trabajamos son realmente como parecen ser; existen numerosos
    ejemplos de rechazos de "hechos" y conservación de la
    hipótesis que parecía haber sido falseada por
    ellos.

    El mismo Popper sugiere que sólo se usen los
    resultados observacionales que ya han sido repetidos y
    confirmados por otros investigadores (los llama "enunciados
    básicos") y que se guarde reserva para los que
    todavía están en espera de esa confirmación.
    Pero el argumento le roba su carácter nítido y
    definitivo al método hipotético-deductivo,
    pues resulta que las hipótesis no se pueden falsear en
    forma clara y concluyente porque las pruebas a las que se someten
    tampoco arrojan resultados absolutos y completamente confiables,
    sino más bien probables y perfectibles.

    Otra objeción al método
    hipotético-deductivo
    es histórica. Si los
    científicos se hubieran atenido rigurosamente al
    falsacionismo, muchas de las teorías más
    sólidas de la ciencia nunca hubieran podido alcanzar su
    desarrollo actual; en efecto, habrían sido rechazadas
    cuando se propusieron pues fueron confrontadas con distintos
    "hechos" que las contradecían o falseaban. Sin embargo,
    esas teorías siguieron en boga, crecieron y poco a poco
    superaron a los "hechos" contradictorios, una vez que se
    demostró que eran equivocados o producto de las
    limitaciones técnicas
    de su tiempo.

    Otro de los principios centrales en el método
    hipotético-deductivo
    es que no existen las
    observaciones puras, o sea aquellas que se hacen en ausencia de
    algún tipo de esquema o hipótesis preconcebida.
    Pero si esto es así, entonces las hipótesis deben
    surgir de manera independiente de las observaciones.

    Para llegar a esta conclusión, Popper se
    pregunta, "¿qué es primero, la hipótesis o
    la observación?", lo que inmediatamente recuerda la otra
    pregunta "¿qué es primero, la gallina o el huevo?".
    Como Popper responde a esta segunda interrogación
    diciendo, "un tipo anterior o primitivo de huevo", la respuesta a
    su primera pregunta es, naturalmente, "un tipo anterior o
    primitivo de hipótesis". Pero esto lo coloca de inmediato
    en algo que en lógica se conoce como regresión
    infinita, porque cada hipótesis irá precedida por
    otra anterior, y así sucesivamente.

    Para escapar de esta trampa Popper postula que el
    homo sapiens posee genéticamente una serie de
    expectativas a priori (o sea, anteriores a cualquier
    experiencia) que le hacen esperar regularidades o que le crean la
    necesidad de buscarlas. Pero los científicos activos
    sabemos muy bien que no todas las observaciones van precedidas de
    hipótesis, sino que a veces surgen hechos sorpresivos o
    fortuitos, o resultados totalmente inesperados, para los que
    entonces es necesario construir una hipótesis. Incluso los
    científicos hemos adoptado un nombre específico
    para designar este tipo de episodio, "serendipia", que significa
    "capacidad de hacer descubrimientos por accidente y sagacidad,
    cuando se está buscando otra cosa". Himsworth se refiere
    al papel de estos episodios en la investigación como
    sigue:

    Por lo tanto, debemos reconocer que, en la vida real,
    las observaciones van desde las que son totalmente inesperadas
    hasta las que están completamente de acuerdo con las
    expectativas. Sin embargo, la mayoría caen entre esos dos
    extremos. En otras palabras, la observación excepcional es
    la que no contiene elementos inesperados y, por lo tanto, no
    buscados. De hecho, si las cosas no fueran así, no
    tendría sentido hacer investigación.

    Finalmente, recordemos que Popper acepta el juicio de
    Hume y rechaza cualquier proceso inductivo en la ciencia, o sea
    que no se puede citar el resultado de un experimento como prueba
    favorable a una hipótesis determinada. Si tal resultado
    fue predicho a partir de la hipótesis, lo único que
    puede decirse es que no ha sido refutada. No es válido
    sugerir que el resultado apoya o refuerza a la hipótesis
    porque sería un pensamiento inductivo. Muchos de los
    científicos que han aceptado las ideas de Popper realmente
    no lo han tomado en serio y mientras ostensiblemente aplauden el
    esquema hipotético-deductivo, continúan actuando
    subrepticiamente dentro del concepto inductivo-deductivo
    clásico.

    Sin embargo, si se enfrentaran a algunas premisas claves
    del pensamiento popperiano, como que no existen criterios para
    determinar la verdad de cualquier teoría, que las
    observaciones (los llamados "hechos") son irrelevantes como
    criterios de verdad, y que además son inútiles para
    inferir o construir teorías y que sólo sirven parar
    falsificarlas, quizá reconsiderarían su
    afiliación popperiana.

    La postura anarquista en relación con el
    método científico incluye a los que niegan que tal
    método haya existido en otros tiempos o existe actualmente
    pero va más allá, al predicar que además
    está bien que así sea, pues de otra manera
    introduciría restricciones perniciosas en la
    práctica de la ciencia.

    Como ya mencionamos, los argumentos de Feyerabend son de
    dos tipos, históricos y de exhortación moral. En
    relación con los primeros, Feyerabend usa ejemplos de
    descubrimientos realizados en física y astronomía en los que no parece reconocerse
    método alguno, sino todo lo contrario, incluyendo
    maniobras de supresión de datos opuestos a
    las hipótesis favoritas, trucos propagandísticos,
    apelación emocional, etc.; pero generalizar a partir de
    esos ejemplos, como él lo hace, a todas las ciencias de
    todos los tiempos, parece peligroso no sólo porque se
    trata de una inducción sino porque es utilizar un
    método científico para demoler el método
    científico.

    Es seguro que si Feyerabend fuera experto no en la
    historia de los trabajos científicos de Galileo sino en
    los Laude Bernard y los fisiólogos de su tiempo, su
    opinión sobre la realidad del método
    científico sería diferente. Feyerabend
    también señala que las dos reglas usadas por los
    filósofos de la ciencia, la "condición de
    consistencia" y el "principio de autonomía", pueden ser
    sustituidas por las reglas opuestas que, a pesar de ser
    igualmente plausibles, llevan a resultados contrarios. La
    condición de consistencia exige que "las nuevas
    hipótesis estén de acuerdo con las teorías
    aceptadas", mientras que el principio de autonomía postula
    que "los hechos pertenecientes al contenido empírico de
    alguna teoría son accesibles al margen de que se
    consideren o no otras teorías alternativas". Pero la
    condición de consistencia enunciada por Feyerabend
    simplemente no es la utilizada por la mayor parte de los
    filósofos de la ciencia; por ejemplo Newton-Smith la
    enuncia como sigue:

    En igualdad de
    circunstancias, las nuevas teorías deberán estar de
    acuerdo con los aspectos observacionales comprobados de las
    teorías aceptables y aceptadas actualmente.

    Además, la regla opuesta que propone Feyerabend
    es la de la proliferación de las teorías,
    especialmente aquellas incompatibles con las aceptadas
    corrientemente, que aunque tiene algo a su favor ("La variedad de
    opinión es necesaria para el conocimiento objetivo")
    llevaría muy pronto el caos si cada quien estuviera
    inventando continuamente teorías sobre un mismo
    tema."

    En el mismo orden de consideraciones, el método
    científico, según Ezequiel Ander-Egg, acumula las
    siguientes características:

    Fáctico, porque su base es
    empírica, en cuanto que se circunscribe a
    hechos.

    Trascendente, porque penetra profundamente en
    la realidad y no se detiene en lo aparente.

    Verificativo, para apoyar así sus
    propios enunciados.

    Autocorrectivo y progresivo, en tanto
    que se encuentra permanentemente abierto a la innovación.

    Generalizante, porque confiere a todos los
    hechos la condición de clasificables.

    Objetivo, porque trata de evitar al
    máximo la distorsión de los hechos.

    A partir de las características anteriores,
    pueden apreciarse con mayor precisión las etapas
    clásicas del método científico, mismo que
    conjuga la deducción y la inducción con el fin de
    propiciar el pensamiento reflexivo:

    – Detección de un problema.

    – Identificación y definición del
    problema.

    – Formulación de hipótesis.

    – Deducción de las consecuencias de las
    hipótesis.

    – Verificación de las
    hipótesis.

    Los elementos fundamentales del método
    científico son, según William Goode y Paul Hatt,
    los conceptos y las hipótesis.

    Todas las ciencias poseen un sistema
    conceptual, porque precisamente a través de los
    conceptos registran y comunican sus avances.

    En este sentido, los conceptos son abstracciones
    y no existen como fenómenos reales en sí, sino como
    construcciones lógicas formadas a partir de experiencias o
    de percepciones sensoriales.

    En cuanto a las hipótesis, éstas son
    respuestas tentativas a un problema determinado y que,
    además de orientar el proceso de la investigación,
    hacen posible el establecimiento de relaciones entre distintos
    fenómenos.

    Sin embargo, no debe considerarse que cualquier
    suposición sea una hipótesis científica,
    pues ésta siempre se encuentra relacionada con un
    conocimiento anterior. De tal manera que el verdadero valor de una
    hipótesis radica en su posibilidad de reunir lo ya
    conocido con lo nuevo que se investiga. Posteriormente
    abordaré el tema correspondiente a las
    hipótesis

    No obstante, por lo general se concibe al método
    científico a partir de la definición que de
    éste han hecho las ciencias naturales o
    positivas.

    Se dice que, en esencia, el método
    científico consiste en la percepción de aquellos
    hechos que hagan posible, al observarlos, el descubrimiento de
    las leyes que los rigen. Por lo tanto, el método
    científico, entendido así, tiene dos etapas
    fundamentales: la observación y la deducción de la
    ley.

    Sin embargo, para algunos teóricos, como el
    británico Bertrand Russell (1872-1970), el método
    científico presenta algunas limitaciones, entre las cuales
    pueden citarse:

    • La duda acerca de lo válido de la
      inducción, como su vía privilegiada de
      acceso.
    • La dificultad para obtener inferencias derivadas de
      lo que ha sido objeto de experimentación y de lo que no
      lo ha sido.
    • El carácter extremadamente abstracto de las
      inferencias derivadas de lo que no ha sido experimentado
      (aún aceptando, sin conceder, que de la
      no-experimentación pudiera derivarse inferencia
      alguna).

    Con lo anterior, Russell, lejos de descalificar a las
    llamadas ciencias sociales como tales, contribuyó a
    la desmitificación de una malentendida infalibilidad
    científica, ya que lo que verdaderamente debe constituir
    la característica principal del espíritu
    científico es una mesurada ración de sano
    escepticismo, aún ante las teorías que tengamos en
    la más alta estima.

    Evoco, en este momento, una idea que Imre Lakatos
    expresó en una conferencia sobre
    la ciencia, transmitida por la radio en el
    año de 1973: La profesión de la fe ciega en una
    teoría no es una virtud intelectual, sino un crimen
    intelectual
    .

    Sin que, tal vez, esa haya sido su intención, las
    reflexiones de Bertrand Russell han sido un rudo golpe para las
    posiciones positivistas y empiriocentristas, que expresan su
    rechazo absoluto a la aceptación del carácter
    científico de las disciplinas que se ocupan del estudio de
    lo humano.

    Sin embargo, tampoco se trata de conferir este
    carácter a estas disciplinas recurriendo simplemente a la
    aprobación o el consenso general.

    La cientifización de las ciencias
    sociales, y en especial la de la pedagogía, debe atender a un proceso
    indispensable de convertir en institucional, y profesional, la
    producción, la evaluación
    y la transmisión del conocimiento.

    Y en esta empresa tiene
    condición primaria la investigación, considerando
    que ésta permite al hombre abrigar un sano grado de
    confianza y certeza en la actividad que realiza.

     

    Pablo Rico Gallegos,

    en "La praxis posible
    (teoría e investigación para la práctica
    docente)", Unidad 164 de la Universidad
    Pedagógica Nacional, Zitácuaro, Michoacán,
    México,
    2000, pp. 15-35

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