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Reflexiones acerca de la noción de competencia (página 2)



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El eje principal de la educación por
competencias
es el desempeño entendido como "la
expresión concreta de los recursos que pone
en juego el
individuo
cuando lleva a cabo una actividad, y que pone el énfasis
en el uso o manejo que el sujeto debe hacer de lo que sabe, no
del conocimiento
aislado, en condiciones en las que el desempeño sea
relevante" (Malpica, 1996). Desde tal perspectiva, lo
determinante no es la posesión de ciertos conocimientos,
sino el empleo que se
haga de ellos. Este criterio obliga a las instituciones
educativas a replantear lo que comúnmente han considerado
como formación.Bajo esta óptica,
para determinar si un individuo es competente o no lo es, deben
tomarse en cuenta las condiciones reales en las que el
desempeño tiene sentido, en lugar del cumplimiento formal
de una serie de objetivos de
aprendizaje
que en ocasiones no tienen relación con el contexto y sus
demandas concretas. Para los autores del presente trabajo, este
contexto puede ser más o menos global, desde un puesto de
trabajo relativamente simple respecto a las exigencias que
plantea al desempeño del trabajador, hasta circunstancias
sociales sumamente complejas y que hacen imprescindible disponer
(de) y saber utilizar un grupo de
recursos o herramientas
adquiridas a través del curso de la
vida.Históricamente, las competencias han sido tratadas
desde diferentes enfoques (Echeverría, 2004). Se
identifica un primer enfoque predominante acerca de las
competencias, que se ha acuñado como centrado en la
tarea
, ya que se relaciona con la ejecución de
funciones o
actividades, mayoritariamente vinculado esto con el
desempeño en el puesto de trabajo.

Las competencias aparecen primariamente relacionadas con
los procesos
productivos en las empresas,
particularmente en el campo tecnológico.

Posteriormente se desarrolla un enfoque de las
competencias relacionado con la excelencia profesional, en el
marco del cual las competencias son comprendidas con un mayor
alcance y trascendencia. No sólo se coloca el
énfasis en los aspectos técnicos, sino en todo
aquello que maximice la calidad de la
actividad profesional. Se reconoció este enfoque
como centrado en el perfil. Ser un profesional competente
no significa asumir una categoría más, es una
visión más integral en la búsqueda de un
egresado capaz de dar respuesta eficiente
a la diversidad de problemas y
exigencias que el ejercicio de su profesión pueda
plantearle, incluso resolver aquellos no
predeterminados.

Finalmente se ha desarrollado, más recientemente,
un enfoque de mayor abarque, denominado de competencia
de naturaleza
holística y compleja
. En consonancia con el mismo, se
toman en consideración los elementos relativos a la tarea,
a la excelencia profesional, pero además se considera un
entorno más complejo y global en el marco del cual se
despliega la actividad profesional y un conjunto de atributos
personales imprescindibles para el ser y hacer
competente.

Incluso nos atreveríamos a decir que
hoy por hoy las competencias, tal y como son comúnmente
concebidas, rebasan el marco del quehacer profesional y se
extienden a todo el quehacer humano, a la convivencia social y en
tal sentido se constituyen en herramientas para el ser y el
convivir exitosos, para estudiar y aprender, desempeñarse
laboral y
profesionalmente con excelencia, entre otros beneficios. Las
competencias deben preparar al hombre para la
vida y hacerlo apto para su afrontamiento, no simplemente servir
para dar respuesta a las demandas puntuales de un puesto de
trabajo. Si hacemos alusión a la competencia
comunicativa y a la autoestima,
por solo citar dos ejemplos, no cabe lugar a dudas que su alcance
trasciende ampliamente la idea de trabajar bien o
desempeñarse profesionalmente de manera
pertinente.

Nuestra manera de concebir las competencias y su
trascendencia para la vida, la plenitud y convivencia humana
coincide con el criterio de Tobón, quien propone
conceptualizar las competencias como "procesos complejos que las
personas ponen en acción-actuación-creación,
para realizar actividades sistémicas y resolver problemas
laborales y de la vida cotidiana, con el fin de avanzar en la
autorrealización personal, vivir
auténticamente la vida y contribuir al bienestar humano,
integrando el saber hacer (aplicar procedimientos y
estrategias) con
el saber conocer (comprender el contexto) y el saber ser (tener
iniciativa y motivación), teniendo los requerimientos
específicos del contexto en continuo cambio, con
autonomía intelectual, conciencia
crítica, creatividad y
espíritu de reto. Esto implica pasar de las competencias
como "un saber en contexto" a procesos de desempeño
autocríticos y críticos de la realidad personal y
del contexto externo, para ejercer una transformación.
Sólo así puede superarse el reduccionismo que
actualmente hay en este enfoque, por la preeminencia del mercado. De esta
forma, se puede reconceptualizar las competencias como un marco
de acción para favorecer la formación humana
integral y la convivencia" (Tobón, Sergio, 2002). En
general se considera que el término competencias ingresa
al campo educativo desde dos vertientes diferentes. Por un lado,
este concepto es
retomado por las teorías
de la
comunicación a partir de los estudios de lingüística y uso de la lengua
realizados en 1965 por Noam Chomsky. El concepto de "competencia"
tiene su origen en la Gramática Generativa de Chomsky y tiene que
ver fundamentalmente con la capacidad verbal con que cuenta un
sujeto. Chomsky utiliza el concepto de competencia
refiriéndose en particular a las capacidades y
conocimientos lingüísticos que debe tener un
hablante–oyente ideal perteneciente a una comunidad
lingüística homogénea, y le permite producir y
reconocer los enunciados gramaticalmente válidos o no
(Sierra y Vanegas, 2002, pág. 26).Por otro lado, este
concepto es utilizado en el mundo empresarial a partir de las
propuestas de reingeniería ligando "las destrezas del
saber-hacer con la capacidad empresarial de competir, esto es, de
ganarle a los otros competidores en la capacidad de producir
rentabilidad"
(Barbero, 2004). Así, mientras en la
lingüística el concepto de competencia está
asociado a la "idea de destreza intelectual, y ésta a la
de innovación, y por tanto a la creatividad,
en el mundo de la reingeniería empresarial competencia
habla de otra cosa: de las destrezas que generan rentabilidad y
competitividad" (Barbero, 2004).Desde lo
empresarial, la historia del uso de las
competencias en educación se remonta
a los años treinta del siglo XX en los Estados Unidos,
cuando se propone la educación basada en normas de
competencias (EBNC, Posada, 2004). Sin embargo, Hyland
señala que en los años sesenta en
Norteamérica y posteriormente en Inglaterra en las
propuestas educativas se utilizó el concepto de competencias
laborales. De la misma manera, el autor presenta como
elementos comunes de estas propuestas los siguientes: ideología conservadora, una base en la
psicología
conductista y la necesidad de servir a las necesidades
específicas de la industria
(citado por Cariola, Leonor  y  Ana María 
Quiroz, 1997). Otros autores consideran su origen en los
países industrializados que tenían problemas para
vincular los sectores educativo y productivo en la década
de los 80. Los enfoques acerca de las competencias
también tienden a acentuar, ya bien lo estructural
o lo funcional (Mertens, citado por González, V.,
2002). Por ejemplo, en el ámbito empresarial, donde la
formación de la competencia se ha considerado como
demanda
apremiante, suele plantearse la importancia de los conocimientos,
habilidades, aptitudes y actitudes,
como pilares básicos de la competencia (componentes
estructurales) y la importancia de su estimulación a los
fines de lograr un desempeño efectivo.Por otra parte, el
enfoque dinámico, vincula la concepción de
competencia más al funcionamiento de la persona en el
contexto de su actuación (perseverancia, flexibilidad,
autonomía, responsabilidad) que a la simple
enumeración de cualidades o atributos (aptitudes,
actitudes, conocimiento, habilidades u otros) que la hacen apta
para un eficiente desempeño.La necesidad de la
flexibilidad como cualidad funcional de la competencia
profesional del sujeto para lograr un desempeño exitoso en
diferentes escenarios de actuación, es resaltada en la
definición de profesional competente que se ofrece en el
glosario del
documento "Análisis Ocupacional y Funcional del
Trabajo" (IBERPROF, OEI, 2000) cuando se plantea: "Competente:
Persona que posee un repertorio de habilidades, conocimientos y
destrezas y la capacidad para aplicarlas en una variedad de
contextos y organizaciones
laborales". Esta definición integra, en alguna medida, los
aspectos estructurales y funcionales inherentes a las
competencias; ya que aunque enfatiza en los atributos
constitutivos de la competencia, deja entrever su utilidad para el
desempeño en situaciones contextuales disímiles. La
complejidad de su naturaleza, el carácter multidimensional y su
expresión en las actuaciones del sujeto, con frecuencia
las profesionales, son peculiaridades atribuibles a las
competencias. Pérez Escoda (2001), incluye entre algunos
rasgos de las competencias, que nos parece importante traer a
colación, los siguientes (los comentarios en negrita
corresponden a los autores):

  • Suponen un conjunto de saberes (contenidos
    declarativos
    ), habilidades (saber hacer, contenidos
    procedimentales
    ) y actitudes (saber ser, contenidos
    actitudinales/valorales
    ), integrados armónicamente
    entre sí.Se inscriben en un contexto
    determinado.Constituyen un potencial de actuación
    importante para el sujeto.Son indisociables de las nociones de
    aprendizaje y desarrollo
    unido a la experiencia.

A lo anterior nos parece interesante añadir otras
consideraciones, basándonos en los criterios de V.
González, refiriéndose a J. Vargas
(González, Viviana, 2002, pág. 1) y los
propios:

  • Son características permanentes de la
    persona (estabilidad). Se aplican flexiblemente según
    la situación concreta en que se desarrolle el sujeto.
    Se configuran a través de la actividad y la comunicación interpersonal.Se
    desarrollan en un proceso en
    el que se va accediendo de manera gradual a estadios o
    niveles superiores.Se ponen de manifiesto cuando se ejecuta
    una tarea, se realiza una actividad o un trabajo.
    Están relacionadas con la ejecución exitosa de
    una actividad, sea laboral o de otra índole. Pueden
    ser generalizables (transferibles) a otras actividades y
    contextos. Se pueden identificar en ellas componentes
    estructurales y funcionales, los que determinan su alcance,
    en su vínculo dialéctico e
    indisoluble.

Si bien la cuestión de las competencias se
presenta como un campo de debate en
cuanto a su concepción e instrumentación, "en principio se puede
afirmar que se trata de construcciones complejas de saberes y
formas de acción que permiten responder inteligentemente
en diversas situaciones y distintos ámbitos" (Ministerio
de Educación, Ciencia y
Tecnología, 2002, pág. 2). Por ello, la
formación de competencias no se produce de manera
espontánea ni instantánea; necesita intencionalidad
educativa y trabajo sistemático y continuado. Es necesario
definirlas, aprenderlas y construirlas teniendo en cuenta los
diferentes saberes que las constituyen y su integración crítica. Las
competencias se construyen paulatinamente a medida que los
alumnos se apropian de un conjunto de saberes; se desarrollan en
la acción, en circunstancias específicas, e
involucran diferentes capacidades para el desempeño
profesional y por lo tanto suponen la puesta en juego de una
escala de
valores que
las dota de sentido dentro de cada contexto
específico.Existen definiciones muy diversas acerca de las
competencias. Comúnmente, tales definiciones guardan
relación con los enfoques ya mencionados y que tipifican
el decursar histórico del constructo,
hipertrofiándose, en consecuencia, uno u otro atributo en
su comprensión: así, suele identificarse con
conocimientos, una habilidad o una destreza, considerarse una
característica comportamental que le permite a una persona
rendir eficientemente, destacarse su papel en el entorno laboral,
su impacto en una determinada tarea o puesto de trabajo, o su rol
para la eficacia
profesional.Entre las definiciones que nos parece interesante
señalar, se encuentran la de Spencer y Spencer, (1993),
quienes la consideran como "una característica subyacente
de un individuo que está causalmente relacionada con un
rendimiento efectivo o superior en una situación o trabajo
definido en términos de criterios" (citado por
González, V., 2002, pág. 2).Rodríguez y
Feliú (1996), las describen como "conjunto de
conocimientos, habilidades, disposiciones y conductas que posee
una persona que le permiten la realización exitosa de una
actividad." (Ibídem).Para Gonzci y Athanasou, "la
competencia se concibe como una compleja estructura de
atributos necesarios para el desempeño de situaciones
específicas. Es una compleja combinación de
atributos (conocimiento, actitudes, valores y habilidades) y las
tareas que se tienen que desempeñar en determinadas
situaciones". (Gonczi, Andrew; Athanasou, James, 1996).Para
Pinto, competencia es la capacidad para actuar con eficiencia,
eficacia y satisfacción sobre algún aspecto de la
realidad personal, social, natural o simbólica.  Cada
competencia es entendida como la integración de tres tipos
de saberes: conceptual (saber), procedimental (saber hacer) y
actitudinal (ser). Son aprendizajes integradores que involucran
la reflexión sobre el propio proceso de aprendizaje
(metacognición)  (Pinto, L.
1999).

Según la OCDE, una competencia es más que
un conjunto de conocimientos y habilidades. Implica la capacidad
de satisfacer demandas complejas, movilizando recursos
psico-sociales (que incluyen habilidades y actitudes) en un
contexto particular. Cada competencia-clave debe de contribuir a
resultados valorados por la sociedad y los
individuos. Ayuda a los individuos a satisfacer demandas
importantes en una variedad de contextos (OCDE, 2005, pág.
4; citado por Castejón José Luis).

De forma general se aprecia, en las definiciones
anteriores, -a pesar de que existe reticencia por los autores a
modificar los rótulos de capacidad o habilidad al
referirse a un constructo cualitativamente diferente, como es el
de competencia-, que esta constituye una combinación
integrada de conocimientos, habilidades y actitudes conducentes a
un desempeño adecuado y oportuno en diversos contextos. La
flexibilidad y capacidad de adaptación resultan claves
para el nuevo tipo de logro que se promueve, para el sujeto
competente.

En el contexto cubano se han utilizado las
siguientes definiciones, dentro del enfoque
empresarial

  • Competencia laboral: Conjunto de conocimientos
    teóricos, habilidades, destrezas y actitudes que son
    aplicados por el trabajador en el desempeño de su
    ocupación o cargo en correspondencia con el principio de
    idoneidad demostrada y los requerimientos técnicos,
    productivos y de servicios,
    así como los de calidad, que se le exigen para el
    adecuado desenvolvimiento de sus funciones (según la
    resolución ministerial 21/99 del
    CETSS).
  • La competencia profesional: Es un sistema de
    conocimientos, habilidades, actitudes, valores, motivos,
    aptitudes y capacidades que debe poseer el individuo para el
    desempeño satisfactorio de su actividad laboral,
    comprometido con el proyecto social
    cubano (colectivo de autores del ISPETP,
    2002).
  • Las conceptualizaciones más actuales acerca de
    la competencia, particularmente en el contexto cubano y en el
    ámbito educativo, la enmarcan como configuración
    psicológica que favorece el desempeño exitoso del
    sujeto en un determinado tipo de actividad. Así, autores
    del Centro de Estudios Educacionales de la Universidad
    Pedagógica "Enrique José Varona" han considerado
    la competencia como "una configuración
    psicológica que integra diversos componentes cognitivos,
    metacognitivos, motivacionales y cualidades de personalidad
    en estrecha unidad funcional, autorregulando el
    desempeño real y eficiente en una esfera
    específica de la actividad, en correspondencia con el
    modelo de
    desempeño deseable socialmente construido en un contexto
    histórico concreto. " (Beatriz
    Castellanos et. al., 2003, pág. 16).

Según Viviana González Maura, la
competencia (se refiere a la profesional) es
"una configuración psicológica
compleja que integra en su estructura y funcionamiento
formaciones motivacionales, cognitivas y recursos
personológicos que se manifiestan en la calidad de la
actuación profesional del sujeto, y que garantizan un
desempeño profesional responsable y eficiente"
(González, V., 2002).

De forma general se reconoce que la competencia es una
categoría psicológica que integra determinados
componentes figurativos, procedimentales, actitudinales y
personológicos en función de
lograr un desempeño eficiente en un contexto concreto de
actuación, tal como se destacó previamente
(Castellanos, B. y otros, 2003).

Las competencias, según Rayda Dusú
(Dusú, R., 2004), se pueden definir como configuraciones
psicológicas que se constituyen en una unidad integradora,
tanto de los recursos personológicos como de las
características esenciales de la actividad
específica que realiza el sujeto, que se construyen y
reconstruyen en el proceso dialéctico de
objetivación de sus capacidades. Según la
posición de esta autora, reflejada en el estudio de lo que
denomina competencia investigativa, las competencias como
configuraciones psicológicas integran diversas formaciones
de la
personalidad y otros múltiples elementos
dinámicos de la misma y del sujeto; por consiguiente
responden tanto a elementos intrapsíquicos como a aquellos
relacionados con la actividad pensante e interactiva del
sujeto.De las definiciones anteriores es factible extraer algunos
elementos comunes, esenciales y generales, atribuibles a la
noción de competencia:

  • La competencia es una configuración
    psicológica compleja.La competencia se manifiesta en la
    calidad de la actuación.La competencia garantiza un
    desempeño responsable y eficiente. En relación
    con lo anterior, puede decirse que su potencial regulador es
    notorio.La competencia integra en su estructura y
    funcionamiento elementos de orden cognitivo y motivacional.Ser
    competente implica disponer de recursos personológicos
    que le permiten al sujeto funcionar con flexibilidad,
    reflexión personalizada, iniciativa, perseverancia,
    autonomía y perspectiva futura en su
    actuación.

Coincidimos con Rayda Dusú y con Beatriz
Castellanos, M. Jorge Llivina y otros autores, al considerar que
la competencia está conformada a partir de componentes
cognitivos, metacognitivos, motivacionales y cualidades de la
personalidad que condicionan la actuación competente del
sujeto, pero no la determinan per se (Dusú, R., 2004;
Castellanos, B.; Llivina J.; Hernández, A., 2003).
La verdadera significación de estos componentes
estructurales tiene lugar en su unidad con los componentes
funcionales (su rol en la toma de
decisiones, resolución
de conflictos, etc.).Para recrear la idea antes expuesta, es
importante reafirmar la noción acerca de la complejidad de
la competencia en el orden estructural, lo que implica que en
ella se incluyen componentes no sólo cognitivos sino
también motivacionales y personológicos.Lawshe y
Balma plantean que la competencia comprende tres aspectos
(Lawshe, C. H y Balma, Michael J., 1966): la potencialidad para
aprender a realizar un trabajo, la capacidad real para llevarlo a
cabo y la disposición (motivación o interés)
para realizarlo. (Spencer y Spencer plantean que las competencias
están compuestas por características que incluyen
la
motivación, los rasgos psicofísicos, las formas
de comportamiento, el autoconcepto, los conocimientos
y destrezas manuales, las
destrezas mentales o cognitivas (Spencer, I. M. y Spencer, J. M.
1993).De una u otra manera es admitido que el ser competente
implica contenidos específicos, componentes estructurales.
"Estos componentes se relacionan y, a partir de esta
interconexión, las competencias logran su integridad y su
unidad como sistema complejo" (Dusú, R., 2004). La
estructura de las competencias tiene un carácter general,
pero su contenido se concreta en dependencia de la actividad
específica que despliega el sujeto. El componente
cognitivo suele integrar conocimientos declarativos y
procedimentales diversos, habilidades y capacidades generales y
específicas. .Aspectos tales como la memoria, la
atención, la percepción, la capacidad de
análisis, la síntesis,
la comprensión y el razonamiento, son elementos que se
asocian a este tipo de recurso. Por su parte, el componente
metacognitivo incluye conocimientos, habilidades y recursos
estratégicos diversos que garantizan la
autorregulación y el control del
proceso conducente al desempeño exitoso por parte del
sujeto. Lo motivacional se manifiesta a través de las
necesidades, los intereses, las expectativas y los motivos que en
general estimulan el comportamiento del sujeto,
concediéndole una dirección y sentido concretos. Mientras que
las cualidades de la personalidad reflejan los valores
que se asumen y los rasgos caracterológicos que tipifican
y le conceden un sello determinado a las actuaciones del sujeto.
Entre tales cualidades suelen ser importantes para un
desempeño competente el autocontrol emocional, la
responsabilidad, el compromiso, la perseverancia, la
autonomía, la creatividad, la iniciativa y la audacia,
entre otras.

La interacción de los componentes precisados
compromete el comportamiento competente del sujeto. Pero a la
vez, sobre su base y en estrecho vínculo con ellos, es
posible elaborar representaciones, identificar las
contradicciones que se generan en el proceso de enfrentamiento de
una tarea y tomar decisiones, funciones inherentes a este y
que determinan, finalmente, su competencia (Dusú, R.,
2004). Sobre este fundamento, R. Dusú identifica como
componentes funcionales de la competencia a la
representación, la toma de decisiones y el enfrentamiento
de conflictos. En
la figura 1, adjunta a este material, hemos colocado el propio
esquema que propone esta autora para representar la
composición de una competencia desde su estructura y
funciones, con solo dos precisiones:

  • La primera consiste en modificar el término
    de representación por el
    de construcción de
    representaciones
    , para acentuar el matiz
    funcional de este componente. La representación posee
    un rol básicamente orientador, de guía para las
    actuaciones del sujeto. Ella permite conformar un sistema de
    anticipaciones y expectativas, de manera tal que hablar de la
    elaboración de representaciones connota el despliegue
    de una acción sobre la realidad.
  • La segunda consiste en añadir a los
    componentes funcionales el denominado por nosotros
    "evaluación y
    reformulación de estrategias"
    ,
    con la finalidad de destacar el rol de la
    competencia (más bien del sujeto competente) para
    monitorear el proceso de actuación, la coherencia del
    producto
    con el propósito planteado y en consonancia con ello,
    la adopción de una nueva estrategia
    para el afrontamiento a la tarea o actividad, en
    relación con las condiciones ambientales. Acentuamos
    la idea de que replantear o reformular la estrategia no solo
    depende de la ejecución del sujeto, de sus habilidades
    y capacidades, sino también del contexto.

Un contexto cambiante exige de una actuación
flexible del individuo, por ende un comportamiento que pudiera
considerarse competente en condiciones determinadas, puede no
serlo exactamente así en condiciones diferentes, ante
demandas de mayor complejidad. La competencia se sistematiza en
la autovaloración continua de un sujeto para realizar su
actividad profesional u otra, resolver un problema, realizar un
proyecto. Y esta actuación debe estar en consonancia con
la heterogeneidad y diversidad de las condiciones de existencia
del ser humano, por lo cual implica un alto grado de plasticidad
por parte de su ejecutor.

FIGURA 1: Componentes estructurales
y funcionales de la competencia

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Autores de este trabajo:

Dra. C. Silvia Colunga Santos.

Doctora en Ciencias
Pedagógicas. Profesora Titular e Investigadora del Centro
de Estudios de Ciencias de la
Educación "Enrique José Varona" de la
Universidad de Camagüey, Cuba.

Dr. C. Jorge García Ruiz.

Doctor en Ciencias Pedagógicas. Profesor
Auxiliar. Decano de la Facultad de Profesores Generales
Integrales de Secundaria Básica. Instituto Superior
Pedagógico "José Martí"
de Camagüey, Cuba.

jgarcia[arroba]ispcmw.rimed.cu

jorgegarciaruiz[arroba]yahoo.com

Carlos Joaquín Blanco Colunga.

Estudiante de 4 to. año de Licenciatura en
Psicología. Universidad de Oriente, Santiago de
Cuba.

Partes: 1, 2
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