La Reforma Curricular de los 90, viene a consolidar el
proceso de
modernización iniciado en el sistema
educativo puesto que en esencia promueve la entrega de
más y mejores servicios a la
comunidad,
comprometiéndose a lograr resultados concretos, a corto,
mediano y largo plazo; además, a introducir con fuerza una
concepción de servicio
público de calidad orientado
al beneficiario.
Ahora, sin duda de lo anterior surge la necesidad de
aumentar y potenciar la capacidad de gestión
en la escuela y para
ello se requiere modificar cambios que modifiquen conductas y
aspectos estructurales de esta organización.
El proceso de la modernización de la
gestión, se propone que los establecimientos educacionales
se hagan cargo del contexto local en donde están insertos
y, reconociendo esta realidad, diseñen estrategias
pedagógicas que le permitan ofrecer una educación pertinente
con el contexto y relevante a las verdaderas necesidades de los
estudiantes.
Entonces el desafío es una nueva forma de hacer
escuela, o sea, que sea algo más que un espacio
físico, que pueda transformarse en una verdadera
organización de aprendizajes cuya modalidad de
gestión sitúe a directivos, profesores y alumnos
como reales protagonistas del quehacer pedagógico; donde
se perciba a la escuela como una comunidad viva, dinámica e innovadora.
En este espacio de contexto escolar, da la oportunidad
de reconstruir y recuperar el sentido y el valor de la
vida escolar, demandará un estilo de gestión
escolar más audaz y proactivo, no actuando como la
gran cantidad de comunidades escolares que se trasforman en
centros reactivos, se deberán abrir espacios de
transformación real y efectiva hacia toda la comunidad
escolar; desarrollar un liderazgo
transformacional y además construir redes de apoyo o alianzas
estratégicas desde y para su entorno.
En consecuencia el proceso de modernización de la
escuela busca re-encontrarse con una generación de
escuelas efectivas las que por definición son:
"aquellas que se organizan de manera tal que
poseen un claro sentido de misión,
con metas precisamente establecidas, liderazgo
pedagógico y un positivo clima o Ethos
escolar; cultivan altas expectativas académicas,
evalúan permanentemente su desempeño; los profesores asumen
plenamente sus responsabilidades profesionales; participan en
la programación de las actividades escolares
y juegan un papel activo a la hora de elegir modalidades
pedagógicas que hagan posible una enseñanza activa en la sala de clases; y
exista un compromiso de la comunidad con sus
escuelas"
Dada esta definición, se establece entonces un
punto de partida para las comunidades educativas; además,
señala el camino y, al mismo tiempo entrega
orientaciones para lograr el desafío. Sin embargo, no debe
desconocerse la realidad institucional de la escuela por el
efecto de estabilidad y por la inercia propia de un sistema
estandarizado, obliga necesariamente a aceptarla como una
organización donde se identifica una lógica
complementaria y contradictoria que se funda en las realidades de
los establecimientos educacionales.
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