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La imagen clásica de Horacio Quiroga y su desarrollo en la crítica uruguaya (página 3)



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3.2. Los grandes temas de Quiroga según
Garet.

Si dirigimos ahora nuestra atención a aquellos grandes temas que Garet
ha destacado en la obra de Quiroga, nos encontraremos con que, en
términos generales, sus ideas no difieren mayormente de
las de sus antecesores.

a) la Muerte: Por una parte, Garet persevera en
su intento de destacar los aspectos trágicos,
patéticos, lúgubres y bizarros
de la escritura
quiroguiana, lo cual es, si bien se mira, una consecuencia casi
inevitable de la perspectiva biograficista anteriormente
referida. Así, por sobre todos, el tema de la
muerte
.

En este sentido, señala Garet en su
artículo "El narrador en un cuento" ?que
es un extenso análisis entorno al relato "La
insolación"- que: "La no aceptación de la muerte y
las diversas formas de enfrentarla y sublimarla, es el tema casi
unánime de los cuentos de
Quiroga". También señaló que "La inquietud
creadora de Quiroga encontró su cauce seguro en el tema
de la muerte.
Exploró un abanico de asuntos, paisajes y formas
expresivas, pero fue un escritor esencialmente
monotemático: el hombre ante
la muerte, las distintas maneras de morir.

Por otra parte, el valor de sus
cuentos radica, fundamentalmente, en la convicción de sus
agonías". En este contexto, señala Garet que con el
advenimiento de Cuentos de amor de locura
y de muerte
(1917), Quiroga habría dado, a la vez que
con su estilo propio, con su "tema". Igualmente, señala
que "no es preciso recurrir a claves sicoanalíticas" para
advertir la presencia casi obsesiva en sus relatos de temas como
la muerte y el miedo.

b) la omnipotencia de los elementos naturales, la
hostilidad del clima, las
alternativas de "monte" y "campo", y el quehacer como la
prolongación de luchas, experimentaciones y transgresiones
. Así, explica que el tema de los elementos naturales
tiene fuerte presencia en relatos como "La insolación"
(sol) y "Los mensú" (frío y lluvia), o "El
simún" (tormenta de arena).

c) La Selva: explica que Quiroga fue el
conquistador de la selva para la literatura,
despojándola allí de todo "maniqueísmo y
decorado cartón". Explica que "Misiones o Chaco, son en la
producción de Quiroga, lugares
visualizables. Si algo no tiene su selva es un nombre de lugar
geográfico proveniente de la ficción. La selva son
los canales por donde se vierte la historia del hombre. La del
hombre de siempre y la historia total".

Sobre este punto, corresponde referir lo expuesto en su
artículo "El sistema
planetario de Horacio
Quiroga": allí Garet explica que, en un principio, la
"esfera" de la selva, Quiroga la realizó siguiendo la
senda iluminada por Kipling, conforme su sentimiento de la selva
construido desde la ciudad; sin embargo, de pronto Quiroga
advierte que su concepción del mundo no puede conformarse
con la técnica del escritor inglés,
pues así solo logra una caricatura de lo que
piensa.

Así, paulatinamente, Quiroga abandona el plano de
la "influencia literaria" para pasar al testimonio: deja que
Kipling se aleje y toma el paisaje por él directamente
conocido en su experiencia personal, lo
ilumina con la luz de su deseo y
lo transforma, y el resultado es, entre otros, Cuentos de la
selva para niños
. Sin embargo, explica también
que esta visión de la selva de Quiroga se encuentra muy
bien perfilada en los textos del libro Suelo natal
(resumen de un importante número de cuentos para niños
que fueron apareciendo en Billiken y Caras y
Caretas
) y en los relatos "Anaconda", "El regreso de
Anaconda", "La Señorita leona" y "Juan Darién".
La Naturaleza
como proyección del Yo
: Explica Garet que los grandes
escritores de todos los tiempos fueron intérpretes de la
desmesura: desmesura de la imaginación en el caso de los
que tuvieron como fuente a la mitología, desmesura de la fe en las obras
medievales, desmesura de los conflictos del
hombre en el Renacimiento.
"Pues bien, desmesura de la naturaleza parece ser la
tónica de la literatura americana: Rómulo Gallegos,
Eustasio Rivera, Gumaraes Rosa, Alejo Carpentier, García
Márquez y Horacio Quiroga. Pero de todos ellos,
Quiroga es el primero en sentirla como escenario de
sicologías complicadas, el que encuentra en ella algo
más que un simple telón de fondo de luchas
sociales".

e) El mundo invisible o el infinito
no-verificable
: Quiroga es uno de los precursores de la
literatura fantástica y de los fenómenos
paranormales de la ciencia y
la técnica. Así, sobre el relato "El diablito
colorado", Garet explica que en él se alterna la ternura
del mundo inmediato de los niños, con la poesía
y la fantasía propia de las leyendas de
hadas (si bien es cierto que es éste, dice, el
único cuento de hadas del gran contador de cuentos, y en
él la "esfera de la poesía" se superpuso a la
"esfera de la selva"). Sobre el libro Más allá
señaló también que debería ser
reconocido como un precursor de Borges y Bioy
Casares.

f) El absurdo: Explica que, por ejemplo, el libro
Los desterrados debe considerarse como un paradigma de
un tema constante en Quiroga: lo "absurdo de lo real". Se trata,
dice, del absurdo cotidiano (a diferencia del absurdo
simbólico, por ejemplo, de Kafka), como el absurdo del
valor de la vida en "Van-Houten", el de la acción
en "El techo de incienso", el del carácter de Juan Brown y Rivet en
"Tacuara-Mansión", o el absurdo de la muerte en "El hombre
muerto".

g) El humorismo: dice que éste humorismo
es una forma de comprensión que no tiene nada que ver con
la risa, pues no es "el de golpe y porrazo", sino el de
situaciones a veces planteadas desde una imagen: el
caballo de Juan Brown doblándose bajo su peso; el
cochecito a los saltos en "La cámara oscura"; el comportamiento
de Orgaz ante los burros de Bouix; Orgaz arrastrando un lagarto
por la cola; la forma de resolver su obsesión
arquitectónica de Malaquías Ruvidarte, y su frase
que lo hace inolvidable; "cávalo de pau". Por lo
demás, señala Garet que en los cuentos de Quiroga
el tema del humor aparece muy relacionado con el del amor.
Así, explica, "Lucila Strindberg", entre serio y
humorístico, destaca el amor
frustrado, y "Un idilio" ostenta un final feliz que no es
más que el encuentro inicial de la pareja; el humorismo en
este caso es la vía de acceso a una situación
difícil. En todo el volumen Anaconda,
el tema del amor sigue los carriles del humor: un cisne declara
que muere por amor en "El canto del cisne"; un novio agoniza de
hambre al visitar a su novia y soportar las comidas […] de su
suegro dietético; una rosada relación sentimental
no es más que un sueño en "Miss Dorothy Phillips,
mi esposa". También, sobre el volumen El Salvaje,
dice que una de las novedades temáticas que trae es la
presencia del humor. Así, explica, en "Tres cartas… y un
pie", y en "Cuento para novios" se unen una actitud
humorística nacida de minuciosas observaciones. En ambos
cuentos, agrega, Quiroga logra los pocos momentos de risa que hay
en su obra, atendiendo respectivamente a los juegos del
galanteo y a las pequeñas desventuras de la vida
conyugal.

h) Los animales: explica en "El sistema
planetario de Horacio Quiroga", que, por ejemplo, todos y cada
uno de los Cuentos de la Selva, proponen un más alto ideal
de convivencia entre los animales y el
hombre, pues: "La gama ciega" es un canto a ala solidaridad en
esa imagen final del cazador esperando a la gamita para
agasajarla; lo mismo que en "La historia de dos cachorros de
coatí y de dos cachorros de hombre", donde se pone por
encima del dolor personal la felicidad del otro; en "La tortuga
gigante" y en "El paso del Yabebirí", la felicidad depende
de la bondad (y en el primer caso, además, de la salud),
estableciéndose un verdadero programa de vida;
se proclama la convivencia pacífica en "La guerra de los
yacarés"; la simpatía por el más
débil en "El loro pelado"; y la felicidad del trabajo en "La
abeja haragana".

i) La ciudad: Garet dice que el tema de la
Naturaleza en Quiroga no puede ser comprendido sin oponerlo al
tema de la ciudad. Así, la oposición ciudad ?
naturaleza aparece en toda su obra, pero con mayor énfasis
en el relato "El sueño" (El Salvaje). Otra forma de
presenatar esa dicotomía es a través del
símbolo de la fábula: "Juan Darién", "El
león" o "La señorita Leona", donde el animal es
siempre la libertad y
lealtad. Garet hace también referencia a la presencia de
otra esfera en los cuentos de Quiroga, la "esfera de la ciudad",
y pone como ejemplo de esto Pasado amor, "porque en esta
novela ?dice-
aparece en forma expositiva y sin metáforas, la
posición de su autor con respecto a la naturaleza y a la
dicotomía ciudad ? naturaleza".

El tema de la ciudad, dice Garet, es constante en
Quiroga. Sin embargo, señala con acierto que, a diferencia
de lo que ocurre con el tema de la selva, en la obra de Quiroga
la ciudad solo se adivina, es decir, no se palpita, no es
más que calles como distancia inevitable, pues
jamás aparece el placer de la ciudad o el orgullo
citadino.

Por ejemplo, en Los arrecifes de coral, la
ciudad, la calle, la relación humana de la sociedad,
aparece lejana o francamente inexistente. También es en la
ciudad dónde el gran quid de los personajes de Quiroga ?la
lucha heroica contra el entorno- menos se hace notar. De
ahí que sus argumentos ciudadanos sean reiterativos, como
el motivo de las inevitables y protocolares visitas a las
familias de las novias de los personajes. Además, garet
nota que la ciudad aparece siempre en Quiroga bajo un signo
negativo: en ella todo es corrupción
administrativa, inmoralidad absoluta en el ejercicio del poder. Sin
embargo, señala también que otros grandes temas de
Quiroga, como la locura, el amor y la poesía, solo
aparecen en los cuentos de ciudad.

j) La locura:. Define la locura como aquellos
momentos y obras en donde el Yo es en sí mismo
preocupación literaria y cuando sólo desde
él se explica y justifica la acción, cuando el
narrador acompaña los movimientos de la siquis como el
único acaecer literario y dicha siquis presenta,
obviamente, signos
notorios de anormalidad. Tal es un tema presente a lo largo de
toda la obra de Quiroga: los textos juveniles "Sadomasoquismo"
(1900), "Reproducción" (1900), "Fantasía
nerviosa" (1899), y "Para noche de insomnio" (1899); en Los
arrecifes de coral
; en El crimen del otro; en Los
perseguidos
(dónde se ve más claramente); en
Historia de un amor turbio; en Pasado amor; y en
los cuentos de Más allá "El conductor del
rápido" y "Su ausencia". No obstante, y si bien
según Garet, la locura es un tema importante de los textos
de Quiroga, ésta solo aparece en su total dimensión
en los relatos de ciudad. Esta opinión la repite,
asimismo, en su recopilación de cuentos: Horacio Quiroga.
Cuentos de ciudad, cuando dice que son excepcionales los casos de
personajes que sufran alguna alteración síquica en
la selva, mientras que en los textos de ciudad son más
frecuentes: "Fantasía nerviosa" (1899), "Para noche de
insomnio" (1899), "Sadomasoquismo" (1900), "Reproducción"
(1900), "Los perseguidos" (1905), "El almohadón de plumas"
(), Historia de un amor turbio (1905), "El conductor del
rápido" (..) y "Su ausencia" (…).

k) El Amor: según Garet, este tema
pertenece casi en exclusividad a los relatos de ciudad, pues en
la "esfera de la selva" no hay cuentos de amor, o en todo caso,
las parejas van allí a disociarse, o se trata directamente
de personajes viudos o solitarios. El amor aparece en los cuentos
de Quiroga siempre regidos por los convencionalismos sociales,
económicos o religiosos. Hay, en sus personajes, una
cierta incapacidad para el amor puro, como se ve en "Suicidio de
amor", 1910; "Las dos Julietas", 1909; "Una estación de
amor"; Las sacrificadas, o en Historia de un amor
turbio
. Por lo demás, en el amor de los personajes de
Quiroga nunca hay alegría, pues no pueden jamás
resolver la antinomia de idealización y concreción
sexual, polos de la realidad erótica, en gran parte, por
culpa de los prejuicios sociales anteriormente anotados . Dice
también: "En casi todos los cuentos ciudadanos de Quiroga
aparece el amor como asunto central. Todos ?salvo "La meningitis
y su sombra", de amor triunfante- están marcados con el
signo de la frustración: "Estefanía"; "Silvina y
Montt"; "El ocaso"; "Lucila Strindberg"; "Una estación de
amor"; "El solitario" y "La muerte de Isolda".

l) Las supersticiones: Garet señala que la
constante tentativa de los críticos de encasillar
tranquila y seguramente a Quiroga como un escritor "realista", ha
llevado a que pierdan profundidad los estudios e interpretaciones
de los momentos alucinatorios que enriquecen los momentos
culminantes de sus mejores cuentos. Para ilustrar esto,
señala Garet algunos cuentos de Quiroga en que aparecen
supersticiones: "El Yaciyateré" (Anaconda),
dónde se presenta el tema de un animal cuyo canto presagia
la muerte; "La insolación" (Cuentos de amor de locura y
de muerte
) donde se presenta la creencia campesina de que los
perros ven la
muerte y al espectro; "La Patria", donde aparece una
superstición que involucra a la lechuza: "el estridente
pajarraco de la previsión"; "Los cazadores de ratas" y "La
serpiente de cascabel", dónde se expone la
superstición de que una víbora busca venganza en el
mismo lugar en que halló la muerte su pareja; "El
lobisón" y "En el yabebirí", en que se cuenta la
creencia de alguien que se transforma en animal, conforme el
mito
clásico de la licantropía; y "El Divino"
(Anaconda), en que aparece presentado
escépticamente el tema del curanderismo, los poderes
ocultos, y el fetichismo.

Garet señala también que junto a los de
Eduardo Acevedo Díaz y Javier de Viana, los cuentos de
Horacio Quiroga hablan a las claras de las supersticiones
uruguayas y rioplatenses, que son parte de la gran
tradición de las supersticiones americanas, presentes en
la obra de autores como Alejo Carpentier, García
Márquez y Jorge Amado.

3.3. Los mejores textos de Quiroga según
Garet.

Si, por último, consideramos el conjunto de
textos que el profesor
Leonardo Garet ha privilegiado al momento de abordar el estudio
de la obra de Quiroga, veremos..

Uno de los textos que, a juzgar por las afirmaciones de
Garet, mayor importancia le ha atribuido, ha sido el cuento "La
insolación" , texto al que
dedica un extenso análisis en una ponencia ocurrida en
ocasión de las Jornadas de homenaje a Horacio Quiroga.
Según Garet, la importancia de este relato es doble: por
una parte, considera que se trata de uno de los mejores logrados
estilísticamente; por otra parte, opina que también
que en él se encuentran consagrados muchos de los temas a
los que obsesivamente retorna Quiroga una y otra vez, como la
abrumadora omnipotencia de los elementos naturales, la hostilidad
del clima, las alternativas de "monte" y "campo", el quehacer
como la prolongación de luchas, experimentaciones y
transgresiones, y la soledad del hombre ante la muerte, y que, en
este sentido, "La insolación" puede considerarse un cuento
"en el que está todo Quiroga" . Si bien también
afirma, con toda razón, que "La insolación" es una
de las pocas ocasiones en que Quiroga da entrada a los motivos
"fantásticos" y "supersticiosos" que permiten incluirlo
junto a las imaginaciones espectrales de Juan Rulfo,
aunque, sin embargo, no arroja sobre este punto mayor
luz-.

El proceso de
canonización de textos de Quiroga llevada a acabo por
Garet continúa en el "Prólogo" a su edición
de los cuentos completos del narrador. Allí, y como
consecuencia casi necesaria de la perspectiva biograficista de la
obra del narrador que explícitamente ha asumido,
señala algunos cuantos textos que considera casos
paradigmáticos de la estrecha relación entre la
"vida" y la "escritura" del autor, como por ejemplo, la
mención del Diario de viaje a París y las
Cartas de un cazador. Igualmente, en aquel texto,
señala Garet algunos de los textos que considera
más representativos de la estética general de su literatura: "Los
buques suicidantes" (1906); "El almohadón de plumas"
(1907); "La insolación" (1908); "La gallina degollada"
(1909) ?recogidos en Cuentos de amor de locura y de muerte
(1917)-, "El hijo" ?Más allá (1935)-, "El
síncope blanco" (1920); "El espectro" (1921) ?El
desierto
(1924)-; y "La insolación" ?Los
desterrados
-.

En su libro Literatura de Salto, y que es un
intento de presentar un panorama histórico muy amplio de
la producción literaria salteña hasta la fecha, y
en que se incluyen no solo autores nacidos en el departamento
sino otros tantos llamados salteños" por adopción"-
más bien que consagrar un conjunto de textos, Garet
privilegia un "período" de la creación de Quiroga,
que incluye textos muy diversos. Este período, llamado de
"mayoría de edad" o "de madurez", no comenzó ?como
dice cierta crítica– con Cuentos de amor de locura y
de muerte
(1917), sino al menos unos diez años antes
de la publicación del libro, cuando comienzan a conocerse
los "cuentos misioneros", así como tampoco es este libro
?como quería Monegal- el principio de la decadencia que se
arrastraría hasta Mas allá (1926), pues muchos de
los relatos que componen este volumen fueron creados en el
período misionero. Posteriormente, luego de realizar un
repaso ?un poco caprichoso- por varias composiciones de Quiroga,
concluye: "No creemos que se pueda aceptar una superación
de los valores
estéticos logrados por Quiroga ya en 1908 con "La
insolación". Ya estamos ante una cumbre insuperable del
arte de
narrar, y ninguno de sus cuentos cimeros puede valorarse en
más que éste, escrito cuando aún estaba
acercándose al ambiente de la
selva".

Pero fue en su libro Encuentro con Quiroga, donde
Garet ha llevado a cabo una de sus más importantes y
explícitas valoraciones sobre los diferentes textos de
Quiroga, al proponer, en un apartado titulado "Repaso a sus
obras", y luego de un análisis breve de cada una, un
cierto juicio o una cierta valoración de las mismas.
Veamos así, a continuación, que dice Garet a
grandes rasgos sobre cada uno de los textos que componen la obra
de Quiroga:

A) Publicaciones iniciales: en diarios ("Para los
ciclistas. De Salto a Paysandú"; y "Diario de viaje a
París") y en revistas ("La Revista del
Salto"; "La Revista Social"; "Gil Blas"): Garet señala que
"todo Quiroga está en esas publicaciones iniciales", por
lo que debe considerárselas de suma relevancia en el
examen de su obra.

B) Cuentos publicados en revistas: ("Caras y
Caretas", "Fray Mocho", "Atlántida", "La Nación"; "Nosotros", "La Prensa", "El
Diario", "El Hogar", "Plus Ultra", "La Revista Popular", "Mundo
Argentino" y "El Gran Bonete"): Garet señala que gran
parte de estos cuentos no exceden ni por su forma, ni por su
ambición o profundidad, el hilván propio de la
anécdota, pues oscilan entre la figura del relato casi
oral y el cuento con pretensión literaria. Sin embargo,
hay textos en ese grupo en que
se encuentra "el verdadero Quiroga": "Los precursores" (1929),
"La vida intensa" (1908); "Los chanchos salvajes" (1909); "Los
guantes de goma" (1909); "En el Yabebirí" (1907) y "El
lobisón" (1906).

C) Nouvelles, bajo el seudónimo de "S. Frogoso
Lima":
("Las fieras cómplices, 1908; "El mono que
asesinó", 1909; "El hombre artificial", 1910; "El
devorador de hombres", 1911; "El remate del imperio romano",
1912; y "Una cacería humana en África", 1913):
Garet señala que no es lo mejor de Quiroga, que no
está allí su voz, pues "Frogoso se parece
más a Poe que a Quiroga".

D) Libros
publicados
.

  1. Los arrecifes de coral: Dice Garet que, en
    esta obra, Quiroga vierte confusamente mal asimiladas
    influencias literarias, sin guardar ponderado equilibrio
    sobre los temas. Cree que innova estéticamente y que
    socava con esto el orden burgués; pero en realidad el
    libro solo importa históricamente porque representa la
    aparición del simbolismo en el Uruguay
    ?conforme la misma opinión de Zum Felde-, y no por lo
    que hay de verdadero mérito en él.
  2. El crimen del otro: Garet comparte el
    descubrimiento que de los valores
    críticos de este libro hiciera José Enrique
    Rodó, cuando se los hizo saber al propio Quiroga: "Me
    complace muy de veras ver vinculado su nombre a un libro de
    real y positivo mérito, que se levanta sobre los
    comienzos literarios de usted, no porque revelaran falta de
    talento, sino porque acusaban, en mi sentir, una mala
    orientación. En cambio su
    nuevo libro me parece muy hermoso".
  3. Los perseguidos: Sobre este volumen dice Garet
    que "es el gran paso de Horacio Quiroga en el logro de su voz
    y, curiosamente, se trata de un cuento ?o nouvelle
    ciudadano […] Con respecto a Los perseguidos, Leopoldo
    Lugones lo reconoce como "la primera prosa intelectual del
    Plata" y le pronostica que será "uno de los primeros
    estilos del habla castellana".
  4. Historia de un amor turbio: Garet comparte el
    juicio que sobre esta novela hiciera una vez Washington
    Benavides: "…es una buena novela […] tiene una notable
    fluencia narrativa, que no revela lo trabajado de su
    creación".
  5. Cuentos de amor de locura y de muerte: Garet
    cree que con esta obra "América reconoció la voz de su
    primer cuentista", ya que este libro se ha convertido con
    justicia
    "poco menos que en emblema de la obra y el nombre de Horacio
    Quiroga".
  6. Cuentos de la selva para los niños:
    este libro es nada despreciable, dice Garet, ya que "El Quiroga
    experimentador de temas y estructuras"
    se hace presente en él, dando como resultado visible
    "muchos de los cuentos más queridos de los
    niños".
  7. El Salvaje: este libro es importante, dice
    Garet, porque con él se abre un abanico de perspectivas
    temáticas: la convivencia con épocas
    prehistóricas, la posición ante la religión y la
    guerra, los cuentos misioneros, los humorísticos y los
    de amor.
  8. Las sacrificadas: Dice Garet: "De verdadero
    fracaso hay que catalogar a esta obra tanto en
    realización técnica como en la liviandad en el
    trato de los temas".
  9. Anaconda: "Con Anaconda, uno de sus
    libros más populares por su cuento homónimo, se
    reafirma la valorización de Quiroga".
  10. El Desierto: es importante porque "preanuncia
    la unidad de Los desterrados, con su organización temática en tres
    secciones".
  11. Los desterrados: "En él ?dice Garet-
    confluye y se consuma lo mejor de Quiroga".
  12. Pasado amor: Se trata, dice Garet, de una
    nueva demostración de la "poca fortuna" de Quiroga en el
    género de la
    novela.
  13. Suelo natal: si tomamos en cuenta que el libro
    se publicó en 1931, y que hasta 1936 se reeditó
    anualmente, hemos de creer que fue importante.
  14. Más allá: En un apartado
    titulado "Afinando la puntería", discrepa con el lugar
    común al que han llegado otros críticos de
    Quiroga ?como Noé Jitrik, Nicolás Bratosevich y
    Emir Rodríguez Monegal- de creer que Los
    desterrados
    representa su culminación como escritor
    y como intérprete de la selva, y que, como tal, el libro
    Más allá indica ya un descenso de su arte
    -con la sola excepción confirmatoria de la regla del
    texto "El hijo", que aparece como el único sobreviviente
    del tema misionero. En cambio, y tomando en cuenta la fecha de
    la primera publicación de los once cuentos de
    Más allá (todos entre 1923-1933), Garet
    señala que seis de ellos son del mismo año o
    anteriores a Los desterrados, y que sólo cinco
    son de fecha posterior, incluido "El hijo", considerado el
    mejor de la serie. Así, descree Garet de la
    "simplificada parábola ascensión ? cima ?
    descenso", proponiendo un interesante rescate del libro
    Más allá. Por lo demás,
    señala también con acierto Garet que es imposible
    hablar de "declinación" cuando El crimen del otro,
    Los perseguidos
    e Historia de un amor turbio
    preanuncian tempranamente los temas de Más
    allá
    .

E) De la vida de nuestros animales: no hay buena
crítica de esta serie, pero dice Garet que: "El
naturalista, el hombre práctico, el narrador y el poeta,
se conjugan de diversas maneras en estas observaciones que se
realizaron a lo largo de los años en distintas revistas de
Bs. As."

F) Cartas de un cazador: dice Garet: "Lo que es
relevante [en ellos] no es la variedad temática ?que se
mueve dentro del título de la serie- sino el
carácter orgánico que se pretende con recurso
variados".

G) "El Soldado", una obra de teatro: dice
Garet: "En términos valorativos se puede decir que a su
planteo sólo le faltó ?quizás- las
identidades cuestionadas para ser, inobjetablemente, un
experimento teatral de vanguardia. Lo
es igualmente, sobre todo por el sutil cambio de planos y la
resolución de innegable raigambre
cinematográfica".

H) La vida en Misiones: de esta serie de
artículos dice Garet, poco más o menos, que es
importante en la medida en que es perceptible en ella una
"evolución del testimonio de hechos y
circunstancias exteriores, al testimonio del yo, sus creencias y
recuerdos".

4. Consideraciones
finales.

De las anteriores formulaciones, creemos que es posible
desarrollar las observaciones siguientes:

1) Existe un acuerdo sustancial entre los tres
críticos estudiados (Zum Felde, Rodríguez Monegal y
Garet) acerca de aquellos grandes problemas que
normalmente suelen plantearse en el seno de la discusión
crítica sobre la obra de Horacio Quiroga: las influencias
literarias, los temas más representativos, y los textos
más importantes del escritor. En efecto, pues:

a – Por una parte, los tres críticos antedichos
parecen, en mayor o menor medida, unánimes al momento de
convenir sobre las influencias y las familias literarias a las
que pertenece la obra de Quiroga.

Como vimos, fue Zum Felde quien llevó a cabo una
primera selección
de los nombres que podrían considerarse "precursores" de
su arte, e indicó, en tal sentido, cinco autores muy
puntuales:

1) Charles Baudelaire, de quien Quiroga
habría aprendido básicamente el empleo de
algunas imágenes
bizarras y el estilo del decadentismo;

2) Leopoldo Lugones, a quien Zum Felde
consideraba la mayor influencia de Quiroga en sus publicaciones
iniciales en verso, tal como puede apreciarse nítidamente,
por ejemplo, en Los arrecifes de coral;

3) Edgar A. Poe, a quien señaló
como el autor más influyente de la primera etapa de
Quiroga, de quien habría aprendido no solamente el estilo
sugestionante y extraño de sus cuentos sino también
el influjo de las concepciones fantásticas (si bien
creía también que las relaciones entre Quiroga y
Poe acababan allí, pues en lo demás casi no hay
consenso posible);

4) Ruben Darío, de quien Quiroga
podría considerarse pariente literario, acaso
involuntariamente, por el simbolismo y el modernismo;
y

5) Rudyard Kipling, autor que, como ya
señalamos, Zum Felde decía que se parecía a
Quiroga sobre todo en lo que respecta a algunos determinados
motivos y tópicos literarios, como la selva o los animales
(aunque también es cierto que, en términos
generales, admitió que esta vinculación no es muy
fuerte. Si bien es cierto que Zum felde arrojó otros
nombres (como los de Herrera y Reissig y otros latinoamericanos),
estos cinco autores antes mencionados fueron, en su
opinión, las grandes vertientes literarias de
Quiroga.

Rodríguez Monegal, por su parte,
señaló también en varias partes de su obra
un repertorio de precursores de Quiroga, y puede decirse que, en
términos generales, no aporta grandes innovaciones a los
antecedentes señalados por Zum Felde. Al igual que aquel
crítico, Monegal admite cinco precursores básicos
de Quiroga: Baudelaire, Lugones, Poe, Darío y Kipling, a
los que señala explícitamente como las influencias
más perdurables de toda su producción. Sin embargo,
acota algunos otros nombres, tales como:

1) Fiodor Dostoievski, de quien Quiroga
habría aprendido sobre todo algunos motivos y recursos
puntuales, como se evidencia en libros como Cuentos de amor de
locura y de muerte
e Historia de un amor
turbio
;

2)Guy de Maupassant, maestro literario de quien
Quiroga habría aprendido, por sobre todo, algunas cuantas
anécdotas y temas de sus composiciones, aunque
también no pocos aspecto de la estructura de
sus composiciones;

3) Julio Herrera y Reissig, en cierto punto
hermanado con Quiroga a raíz de algunos experimentos
literarios, como el uso de la escritura automática o las
asociaciones verbales (herencia
ésta que, aunque muy tímidamente, ya había
sido notada por Zum Felde);

4) los autores del realismo
literario latinoamericano
, insertándose sus textos en
toda una familia de textos
de la literatura rioplatense y hasta americana del realismo
social, conformada por autores como Mariano Azuela, José
Eustasio Rivera, Ricardo Güiraldes y Rómulo
Gallegos;

5) Honoré de Balzac, a raíz de
algunos procedimientos
muy puntuales, como la composición estructural del libro
Los desterrados;

6) Gustavo A. Bécquer, en virtud de
ciertas afinidades estilísticas contenidas en el Diario
de viaje a París
; y

7) Max Nordeau, en especial su obra El mal del
siglo
.

Sin embargo, es posible afirmar que, en opinión
de Monegal, estos otros precursores y parientes literarios de
Quiroga no poseen tal fuerza en la
conformación de su obra como el quinteto Baudelaire ? Poe
? Darío ? Lugones ? Kipling, y apenas si, un poco
tibiamente, Dostoievski puede sumarse, el sexto, a
ellos.

Finalmente, también Leonardo Garet, quien no
discute en mayor profundidad el problema de los precursores de
Quiroga, admite en términos generales las anteriores
vinculaciones, y apenas si agrega por su propia cuenta tres
nuevas líneas de influencia, aunque, en su propia
opinión, de escasa importancia:

1) Nathaniel Hawthorne, a raíz de algunos
pocos motivos, temas e imágenes;

2) Antón Chejov, muy claramente no se sabe
por qué; y

3) los autores del realismo mágico,
familia literaria ésta a la que Quiroga pertenecía,
no por haber recibido nada de ella, sino por el contrario, por
haber sido su pionero y casi creador en Latinoamérica.

Sin embargo, como decíamos, Garet es
partícipe sobre que aquel quinteto de autores que
señalaba Zum Felde, y que apoyaba Monegal, debe ser
considerado el conjunto de influencias más fuerte y
persistente a lo largo de toda la obra de Quiroga, pues toda otra
influencia solo puede relacionarse ocasionalmente con sus textos,
y de allí que sus opiniones puedan considerarse similares
a las acotadas por sus antecesores.

b ? Por otra parte, es también posible hablar de
un consenso entre estos tres críticos acerca de los
grandes temas de la obra de Horacio Quiroga, vale decir, de los
temas más representativos entre todos aquellos que es
posible ubicar en su producción.

Zum Felde, quien fue el primero en señalar los
grandes temas de la obra de Quiroga, decía que, en su
opinión, los temas más característicos del
escritor son básicamente estos seis:

1) el realismo costumbrista, es decir, la
representación vívida de la realidad cotidiana, una
vez dejadas de lado sus primeras estériles incursiones
imaginativas a lo Poe;

2) el agonismo o la lucha perpetua del hombre,
ora contra el Destino, ora contra sus instintos, ora contra la
Naturaleza omnipotente, es decir, una clara vinculación de
sus personajes con el destino de los héroes de la
tragedia clásica.

3) el horror y la muerte, motivo presente con
especial énfasis desde sus primeras composiciones pero
asimilado con mayor maestría en los relatos
misioneros;

4) lo "raro" y lo "extraño", es decir, la
fascinación de Quiroga hacia los temas extraordinarios,
misteriosos, anormales e incluso abiertamente
"fantásticos"; y

5) la locura, a raíz de la pintura de
Quiroga de caracteres rayanos en la demencia alucinatoria, las
cárceles y los hospitales.

Empero, y si bien es cierto que Zum Felde acotó
otros muchos temas en la prosa de Quiroga, puede decirse sin
temor a error que éstos son, en su opinión, los
más importantes.

Rodríguez Monegal, por su parte, reconoce
también en gran medida estos temas indicados por Zum
Felde. Dice, en efecto, que todos aquellos poseen gran fuerza en
su obra, pero agrega también, por su cuenta, otros motivos
tales como:

1) la omnipotencia de la naturaleza, es decir, el
resultado siempre desfavorable para el hombre de su constante
agonismo con la entorno (elemento sobre el que se refiriera Zum
Felde);

2) la ternura, esto es, el inocultable
cariño que en todas sus composiciones demuestra hacia sus
personajes, humanos o animales;

3) la rebelión del hombre ante la
injusticia
, faceta crítica y comprometida del escritor
sobre la que refiere por vez primera, y que será, con el
correr de los años, uno de los grandes argumentos para
señalar el parentesco de Quiroga con otro escritor
reconocido como "comprometido": Rudyard Kipling;

4) el amor, motivo presente a lo largo de toda su
obra;

5) el humor, ingrediente que considera apenas
esbozado en algunos cuentos;

6) el erotismo, tal como se aprecia sobre todo
en las novelas de
Quiroga; y

7)las supersticiones, pues en muchos de sus
relatos Quiroga habría recurrido a elementos
fantásticos pertenecientes a la gran tradición
mitológica universal, como el tema del doble (o
dopelganger) o el vampirismo.

Sin embargo, de todos estos temas, según se
desprende de la lectura de
Monegal, únicamente el amor puede considerarse como una
presencia decisiva e importante, capaz de asimilarse a algunos
otros también muy fuertes que ya señalara Zum Felde
(como la muerte, la locura, el horror, la bizarre o el agonismo),
pues los otros no poseen por sí solos una fuerza
suficiente como para considerarse aisladamente, y apenas si
aparecen como accesorios de aquellos grandes temas
principales.

Finalmente, Leonardo Garet también parece repetir
ideas semejantes. No obstante, agrega por su propia cuenta otros
cuantos motivos presentes en la obra de Quiroga, tales
como:

1) el absurdo, esto es, la proliferación
en los cuentos de Quiroga de situaciones sobre las que no se
arrojan mayores justificaciones;

2) los animales, motivo ya señalado
tímidamente por los otros críticos pero que Garet
retoma en profundidad;

3) la ciudad, es decir, la pintura de elementos
característicos de la vida urbana, en el que se dan cita
algunos motivos especiales (como los temas de la locura y del
amor, que según Garet, nunca acontecen en los relatos de
la selva); y

4) las supersticiones regionales, pues,
además de las referencias mitológicas universales,
hay en los cuentos de Quiroga la asimilación de
innumerables motivos de las creencias populares.

Sin embargo, parece admitir Garet que estos temas
tampoco poseen fuerza por sí mismo, sino que deben ser
explicados y valorados desde la óptica
de otros temas más importantes, y que son, sobra decirlo,
aquellos grandes temas ya advertidos por Zum Felde.

Por esto, pues, es que decimos que, en nuestra
opinión, los tres críticos estudiados pueden
considerarse unánimes en su respuesta al problema de los
temas más característicos y representativos de
Quiroga, y que son, además del tópico del amor que
señaló Monegal, los mismos que por primera vez
señalara Zum Felde.

c ? Finalmente, creemos que es posible afirmar
también la existencia de un relativo consenso entre los
tres críticos acerca de cuales son los mejores textos de
Quiroga, es decir, aquellos documentos de su
autoría en que se cifra la mejor medida de su
arte.

Así, Alberto Zum Felde realizaba tres grandes
selecciones. Por una parte, decía, lo mejor de Quiroga
debe buscarse en sus textos de prosa, pues sus versos carecen de
mayor relevancia literaria. Por otra parte, decía
también que, entre los textos de prosa, no todos poseen
igual valor, sino que, por el contrario, hay algunos mejores que
los otros: los cuentos, de todo punto superiores a sus novelas.
Por último, realiza una nueva selección, al
destacar entre todos los cuentos del narrador un grupo selecto:
los textos de ambiente misionero, en los que Quiroga
habría encontrado su "voz", pues los de ambiente ciudadano
no poseen tal fuerza y originalidad, y apenas si corresponden a
influencias mal asimiladas.

Rodríguez Monegal, por su parte, desarrolla
aún más esta línea de lectura. En su
opinión, parece de recibo las afirmaciones de Zum Felde
acerca de que son los cuentos de ambiente misionero lo mejor de
Quiroga; sin embargo, para Monegal, tampoco todos los cuentos
misioneros poseen igual valor. Así, lleva a cabo una nueva
selección, destacando, en ese grupo, un nuevo conjunto de
textos: aquellos en que es apreciable la tan mentada
"objetividad" de Quiroga, es decir, aquellos textos en que el
narrador toma una especie de distancia con los eventos narrados
y no deja advertir siquiera un vestigio de sus sentimientos hacia
los mismos. Conforme esta perspectiva, cree que el libro Los
desterrados
es lo mejor de Quiroga. Sin embargo, y no
obstante estas perspectivas principales, Monegal cree preciso
matizarlas un poco, pues en algunos de sus textos acaba aceptando
que, en el fondo, las novelas de Quiroga no son tan malas como
suele creerse, si bien es cierto que nunca llegó a
considerarlas de igual valor que sus cuentos.

Finalmente, Leonardo Garet lleva a término una
especie de consolidación de estas ideas, al señalar
en varias partes de su obra que es precisamente en los relatos de
ambiente misionero donde debe buscarse lo mejor de Quiroga, pues
ellos representan la "madurez" o la "mayoría de edad" de
su arte. Sin embargo, Garet introduce una muy leve discrepancia
con Monegal sobre un punto: cuales textos deben ser llamados,
propiamente, de "ambiente misionero". Para Monegal, como para
otros críticos, se consideran textos de ambiente misionero
el conjunto de textos de Quiroga comprendidos entre la
publicación de Cuentos de amor de locura y de
muerte
(1917) y la publicación de Más
allá
(1935), período en que se describe una
especie de parábola del arte de Quiroga que encuentra su
punto más alto en el libro Los desterrados (1926).
En cambio, para Garet, por una parte, los relatos misioneros
deben considerarse anteriores en por lo menos diez años a
Cuentos de amor de locura y de muerte, y por otra parte,
la época de "madurez" de Quiroga no acaba en Más
allá
, pues muchos de los cuentos que componen este
volumen fueron escritos por Quiroga en años anteriores.
Sin embargo, y a pesar de este leve matiz, Garet no introduce
mayores innovaciones críticas respecto de sus
predecesores, pues, en efecto, amén de algunas salvedades,
continúa repitiendo una y otra vez el viejo tópico
de Zum Felde: que el único y verdadero Quiroga existe
únicamente en aquellos cuentos que tienen por escenario la
selva de Misiones.

Pues bien, si tenemos en cuenta las anteriores
observaciones, no podemos menos que experimentar cierta sorpresa
ante algunas afirmaciones como las de Leonardo Garet cuando
señala, en una visión de conjunto de la obra
quiroguiana, que esta presenta "rostros innumerables", y que su
misterio radica, precisamente, en que a cada nueva lectura se
ponen al descubierto nuevas facetas o nuevos rostros de su obra.
En efecto, a nuestro modo de ver, la larga tradición
crítica iniciada con Zum Felde, continuada por Monegal y
perpetuada por Garet, se ha limitado a repetir poco más o
menos siempre las mismas cosas, y que los matices que aparecen
entre sus respectivas afirmaciones no son suficientes para hablar
de una innovación esencial. Todos, por una parte,
plantean una y otra vez los mismo problemas, las mismas
discusiones, transitan, una y otra vez, por los mismos lugares
del debate. Por
otra parte, todos también proporcionan una y otra vez las
mismas respuestas. Esto vale, sino para el conjunto de los
aspectos que comprenden la obra de Quiroga, al menos para tres
aspectos que, como vimos, se consideran problemas clásicos
de la discusión sobre Quiroga, es decir, problemas que
todos los críticos, unos tras otros, han intentado
resolver: las influencias literarias de Quiroga, sus temas
más representativos y sus textos más
importantes.

2) Todas estas posturas, han contribuido en no escasa
medida a conformar lo que podríamos llamar una "imagen
clásica" o "canónica" de Horacio Quiroga, es decir,
algo como una figura arquetípica, hecha de un conjunto de
símbolos e imágenes, en la que
inmediatamente todos pensamos cuando escuchamos su
nombre.

Cierta vez, a propósito de la imagen de un
escritor, Jorge L. Borges escribió: "No hay escritor de
fama universal que no haya amonedado un símbolo […]
Homero tiene a
Príamo, que besa las homicidas manos de Aquiles;
Sófocles tiene un rey que descifra enigmas y a quien los
hados harán descifrar el horror de su propio destino;
Lucrecio tiene el infinito abismo estelar y las discordias de los
átomos; Dante, los nueve ciclos del Infierno y la Rosa;
Shakespeare,
sus orbes de violencia y de
música;
Cervantes, el
afortunado vaivén de Sancho y de Quijote; Swift, sus
repúblicas de caballos virtuosos y de yahoos
bestiales; Melville, la abominación y el amor de la
Ballena Blanca; Franz Kafka,
sus crecientes y sórdidos laberintos".

Pues bien, a nosotros nos ha parecido que, al igual que
ocurre con estos famosos nombres de la tradición literaria
universal (a los que podríamos agregar incluso otros),
Quiroga posee y llega a confundirse con mucha facilidad con
algunos grandes símbolos, y que incluso habría que
considerar alguna vez más detenidamente acerca de si, por
acaso, el prestigio de Quiroga como escritor no debería
atribuirse, precisamente, a esa facilidad con que su nombre suele
asociarse a determinados símbolos. Estos símbolos,
parece ocioso recordarlo, son cercanos a la tragedia, como
la Locura, la Soledad o la Muerte (incluso el Amor, en Quiroga,
nuca dejó de estar asociado a todo una gama de
connotaciones trágicas) y de allí la imagen que
todos tenemos de Quiroga como un escritor oscuro, un poco
huraño, bizarro y hasta algo desequilibrado, y de
allí también la imagen ordinaria que tenemos sobre
su obra, de la que recordamos primeramente sus momentos
patéticos.

Esta imagen clásica de Quiroga, es decir, este
conjunto de símbolos con los que se confunde su nombre, no
ha sido constituida de la noche a la mañana, sino que, por
el contrario, es posible decir de ella que es producto de
una evolución histórica en la que intervienen, sin
duda, muchos factores. Por una parte, el impulso de las instituciones
educativas, empeñadas desde hace décadas en
transmitir a los alumnos jóvenes los aspectos más
macabros de la obra de Quiroga, presentándoles una y otra
vez los mismos textos escogidos a la sazón ("El
almohadón de plumas", "La gallina degollada", "El hijo" o
"El hombre muerto"). Por otra parte, el falso sentido de lo
trágico que, casi desde siempre, se ha instalado entre los
lectores, que parecen encontrar una especie de gusto inexplicable
hacia esas ocasiones lacrimógenas. Pero también, y
en no menor medida, creemos que la imagen clásica de
Quiroga se debe a la lectura que, desde los inicios, ha llevado
adelante la crítica uruguaya de su obra, empeñada
como siempre ha estado en
destacar y discutir, según hemos visto, estos aspectos de
su producción. No intentamos en modo alguno censurar o
enjuiciar un hecho. Simplemente, nos limitamos a constatarlo,
pues creemos que el mismo puede considerarse decisivo en lo que
hemos denominado la imagen clásica que tenemos de
Horacio Quiroga.

3) En términos muy genéricos,
podríamos decir que esa evolución histórica
que la imagen clásica de la obra y la figura de Horacio
Quiroga ha tenido en la crítica uruguaya, comprende,
básicamente, tres grandes etapas:

a- Una etapa de nacimiento, es decir, un
período en que se proponen los lineamientos generales de
la misma. Si tuviéramos que indicar, caprichosamente, la
ubicación cronológica de esta etapa,
diríamos que ella comprende los años habidos entre
la muerte de Horacio Quiroga y los primeros años de la
década de los sesenta. En nuestra opinión, el autor
más decisivo de esta etapa fue Alberto Zum Felde, a cuya
obra nos hemos referido anteriormente. Sin embargo, no es el
único autor que integra esta etapa de la
conformación de la imagen clásica de Horacio
Quiroga. Otros nombres destacados (uruguayos ye xtranjeros), por
ejemplo, fueron los de Pedro Orgambide… y Anderson
Imbert.

b- Una etapa de desarrollo, vale decir, una etapa
en que aquellos lineamientos generales establecidos en el
período de nacimiento fueron recogidos y difundidos por
otros autores. Arbitrariamente, podrímoas decir que esta
etapa comprende los primeros años de la década de
los sesenta hasta los primeros de la década de los
ochenta. En nuestra opinión, el autor más
representativo de esta etapa ha sido Emir Rodríguez
Mongal, quien, como hemos podido ver, llevó adelante una
gran consolidación de las ideas de Zum Felde. Sin embargo,
no ha sido el único de este grupo. Otros nombres
(uruguayos o extranjeros) que podrían incluirse en esta
etapa son los de Noé Jitrik, Nicolás Bratosevich y
Saúl Yurkievich.

c- Una etapa de consolidación, es decir,
un período de la crítica uruguaya en que aquella
imagen clásica, ya universalmente aceptada, es
revitalizada merced de nuevos empujes críticos que la
mantienen vigente e inalterada. En términos generales,
diremos que esta etapa comprende desde los primeros años
de la década de los ochenta hasta nuestros días.
Varios críticos pueden considerarse partícipes de
esta etapa. Nosotros hemos considerado en este trabajo el caso de
Leonardo Garet. Sin embargo, no es el único. Así,
entre los contemporáneos, cabe destacar los nombres de
Blas Matamoro, Pablo Rocca y Amir Hamed.

4) Finalmente, y a modo de cierre, debemos admitir que,
a nuestro juicio, esta canonización de la obra de Horacio
Quiroga, o mejor, que esta imagen clásica del Quiroga que
ha pasado al canon nacional, presenta aspectos muy
contradictorios en lo que respecta al mejor conocimiento
de la obra del escritor.

En efecto, y tal como decíamos, por una parte, la
consolidación de esta imagen clásica ha sido muy
beneficiosa para el reconocimiento universal del escritor, pues
teniendo en cuenta la célebre advertencia borgeana de que:
"No hay escritor de fama universal que no haya amonedado un
símbolo", esta imagen clásica que se ha constituido
sobre Horacio Quiroga por parte de la crítica uruguaya ha
posibilitado con mayor facilidad no solamente su reconocimiento
público, sino también su acceso como objeto de
estudio.

Sin embargo, y por otra parte, creemos que esta imagen
clásica ha sido en cambio muy perniciosa en cuanto al
conocimiento cabal e íntegro de la obra quiroguiana. De
hecho, no han sido pocos los autores que se han pronunciado
acerca de los muchos obstáculos que una lectura
clásica de la obra de Quiroga pone a un mejor conocimiento
de la misma, tal como es el caso, por ejemplo, de Ruben Tani,
quien en una reciente conferencia, ha
puesto nuevamente en un primer plano la idea de que el
tópico actual, iniciado por Zum Felde, acerca de que es en
los relatos misioneros donde la originalidad y maestría de
Quiroga han encontrado su punto más alto, "conduce a la
desvalorización lamentablemente injustificada de otros
campos temáticos abordados por el autor". Sin embargo, no
ha sido Tani el único autor que ha expresado una cierta
reacción hacia la imagen clásica de Quiroga a lo
largo de la crítica sobre el autor, al punto de que
incluso sería posible referir sobre la existencia de una
cierta tradición entre los críticos que se
caracteriza por discutir, contradecir y en ocasiones incluso
censurar abiertamente aquella imagen. Tal es el caso, para citar
algunos ejemplos de relevancia, de nombres como los de Enrique
Amorim, Jaime Alazraki, Carlos Dámaso Martínez,
Ezequiel Martínez Estrada y Elsa Gambarini.

Mucho podría decirse, por supuesto, al respecto
de esta "otra" imagen de Quiroga que existe en los
críticos. Sin embargo, el presente trabajo no versa sobre
ella, sino que, por el contrario, ha tenido por objeto considerar
sobre los aspectos generales de la imagen clásica de
Horacio Quiroga y su desarrollo en
algunos autores de la crítica uruguaya, tarea que, sin
mayores dilaciones, concluimos aquí.

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Diego Moraes

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