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Leyendas y Tradiciones Quiteñas (página 2)



Partes: 1, 2

 

LAS LEYENDAS Y
TRADICIONES QUITEÑAS

Antes de hablar de los mitos y
leyendas quiteñas, primero debemos saber el significado de
estas palabras y por que se han originado y han quedado a
través de los años.

Los Mitos En La Comunidad Mestiza
Ecuatoriana

Sin duda la comunidad mestiza nacional constituye una
mezcla entre las sociedades
tradicionales y modernas, como lo evidencian de manera
irrefutable sus mitos.

Esta situación es consecuencia directa de un
proceso de
aculturación extensivo e intensivo impulsado por la
acción
colonizadora, así como un proceso de urbanización
repentino y violento. En estas circunstancias, las referencias
acerca de los hechos cosmogónicos y del origen de los
dioses vernáculares casi son inexistentes en la
actualidad.

La causa radica en el desprestigio y anulación de
dichos dioses por la obra de la acción evangelizadora. No
obstante, ésta no ha sido capaz de su erradicación
total, pues las referencias a los dioses vernáculares
aún sobrevive de manera fragmentaria o implícita en
ciertas leyendas o casos.

A los antiguos sumos se han sumado otros seres,
personajes y objetos mitológicos que la comunidad mestiza
ha sabido crear, condicionada por sus particulares vivencias
históricas. Estos y aquellos conforman una extensa
mitología, en base a la cual se puede
descifrar las creencias, conocimientos, impulsos, temores y
anhelos, que conforman la subjetividad del mestizo
ecuatoriano.
La Mitología Mestiza Y Sus
Características

Los elementos integradores de la mitología
mestiza se pueden agrupar en tres conjuntos:

 Seres imaginarios

 Objetos maravillosos

 Personajes legendarios.

Los seres imaginarios y los objetos maravillosos
representan en su mayoría creencias vigentes, mientras que
los personajes legendarios son objeto de rememoración por
cuanto pertenecen al pasado. Entre estos últimos se
incluyen los protagonistas de los carnavales
rituales populares representan a personajes históricos o
creencias ancestrales.

En la mitología mestiza existe la tendencia a
ubicar a los seres imaginarios en la tierra, ya
sea en la superficie o en las entrañas de los accidentes
más relevantes del entorno (cerros, montañas,
selvas), sin que existan seres que se sitúen en el cielo o
en el agua. El
énfasis por ubicar a estos seres en la tierra
está relacionado con el temor del incesto, temor que
parece obsesionar a los mestizos.

Necesidad E Importancia De Los Mitos

¿Por qué razón los mitos han
prevalecido en todos los tiempos
históricos?

  • Porque los mitos facilitan respuestas a las preguntas
    básicas de una comunidad acerca de su origen, existencia
    y destino.
  • Porque los mitos permiten expresar y realzar las
    creencias, y salvaguardar los preceptos de orden moral;
    gracias a ello la tradición adquiere mayor valor y
    prestigio, en fin, se fortalece.
  • Porque el Mito al
    permitir un acceso a lo eterno, posibilita una evasión
    del tiempo real
    o la temporalidad existencial del hombre que
    lo enfrenta con una realidad cruda y terrible: la
    muerte.

Los mitos satisfacen una necesidad no sólo de
conocimiento
sino emotiva y afectiva. Por todas estas razones, los mitos
aseguran la conexión de cualquier comunidad
histórico-cultural.

Gracias a los mitos los individuos aprehenden el sentido
de los preceptos de orden moral y el modo de cumplirlos.
Así por ejemplo, en la mitología de la comunidad
mestiza, las leyendas de ultratumba (aparecidos) indican con
claridad las consecuencias que pueden acarrear para un individuo la
profanación de ciertos preceptos morales, debido a la
adopción
de conductas reñidas con un patrón de
comportamientos socialmente establecido.

En conclusión, los mitos en uno u otro sentido,
constituyen modelos para
los comportamientos humanos, por tanto, confieren
significación y valor a la existencia.

Las Formas A Través De Las Cuales Cobran
Existencia Los Mitos.

Si se tiene en cuenta que un Mito es un conjunto de
ideas o concepciones, éste sólo puede adquirir
existencia a través del lenguaje, sea
verbal, plástico o
coreográfico. Por lo mismo un Mito es susceptible de
narración en forma de relatos orales o cantos, así
como de representación a través de imágenes
plásticas o ceremonias (representaciones lúdicas,
ritos, danzas dramáticas).
Esto significa que los mitos no sólo cobran existencia en
aquellas narraciones antiguas, especializadas exclusivamente en
la explicación de los hechos cosmogónicos
(orígenes del universo, del
hombre, de las plantas, y de los
animales) o
teogónicas (orígenes de los dioses).

Los relatos míticos en general abordan dichos
temas y otros de índole fantástica o de
irrupción de lo sobrenatural en la vida cotidiana, bajo la
forma de dos géneros
literarios básicos de la literatura oral: la leyenda
y el caso.

Leyendas

Las leyendas por lo general son de dos tipos, las que
aluden a los tiempos remotos o primigenios y las que se refieren
simplemente a los tiempos históricos pasados. Los
protagonistas de las leyendas son por lo general de cualidad
heroica.

Las leyendas ecuatorianas en su mayoría tienen su
origen en época de la conquista española. Nace de
anécdotas y experiencias  de celebres personajes de
ese tiempo  que al ser transmitidos de una a otra persona el
ingenio popular va dejando sus huellas  hasta convertirla en
una historia un tanto
real y un tanto ficticia.

Leyendas y tradiciones
quiteñas

Las leyendas constituyen solo una de las posibilidades
de comunicación a través de los
mensajes lingüísticos tradicionales, ya que estos
comprenden muchas formas, diferentes de expresión,
romances, coplas, refranes, las propias leyendas y
otros.

Quito es una larga historia de cuentos, de
leyendas, de una cultura oral
que se transmite de generación a generación. Desde
el origen mismo de su nombre, Quito
está hecho de incertidumbres, de misterios que se esconden
detrás de sus calles. La historia de Quito cuenta con
personajes que hicieron leyendas que se volvieron hechos reales,
a fuerza de
tanto contarlas.

Este es un espacio en homenaje al Quito antiguo, al que
nos enseñaron a querer nuestros abuelos, el Quito que se
lo reconoce cuando se camina por la Plaza Grande y que se aprecia
en todo su esplendor desde el Panecillo.

Estas son las principales leyendas que caracterizan a la
ciudad de Quito.

Cantuña…

Famosa es la leyenda que cuenta cómo el convento
de San Francisco de Quito fue construida por Cantuña
mediante pacto con el diablo. Ésta relata cómo
Cantuña contratista, atrasado en la entrega de las obras,
transó con el maligno para que, a cambio de su
alma, le
ayudara a trabajar durante la noche. Numerosos diablillos
trabajaron mientras duró la oscuridad para terminar la
iglesia. Al
amanecer los dos firmantes del contrato sellado
con sangre:
Cantuña por un lado, y el diablo por el otro, se reunieron
para hacerlo efectivo.

El indígena, temeroso y resignado, iba a cumplir
su parte cuando se dio cuenta de que en un costado de la iglesia
faltaba colocar una piedra; cuál hábil abogado
arguyó, lleno de esperanza, que la obra estaba incompleta,
que ya amanecía y con ello el plazo caducaba, y que, por
lo tanto, el contrato quedaba insubsistente .

Ahora bien, la historia, a pesar de haber contribuido al
mito, es algo diferente. Cantuña era solamente un guagua
de noble linaje, cuando Rumiñahui quemó la ciudad.
Olvidado por sus mayores en la historia colectiva ante el
inminente arribo de las huestes españolas, Cantuña
quedó atrapado en las llamas que consumían al Quito
incaico.

La suerte quiso que, pese a estar horriblemente quemado
y grotescamente deformado, el muchacho sobreviva. De él se
apiadó uno de los conquistadores llamado Hernán
Suárez, que lo hizo parte de su servicio, lo
cristalizó, y, según dicen, lo trató casi
como a propio hijo. Pasaron los años y don Hernán,
buen conquistador pero mal administrador,
cayó en la desgracia. Aquejado por las deudas, no atinaba
cómo resolver sus problemas cada
vez más acuciantes. Estando a punto de tener que vender
casa y solar. Cantuña se le acercó
ofreciéndole solucionar sus problemas, poniendo una sola
condición: que haga ciertas modificaciones en el subsuelo
de la casa.

La suerte del hombre cambió de la noche a la
mañana, sus finanzas se
pusieron a tal punto que llegaron a estar más allá
que en sus mejores días. Pero no hay riqueza que pueda
evitar lo inevitable: con los años a cuestas, al ya viejo
guerrero le sobrevino la muerte.
Cantuña fue declarado su único heredero y como tal
siguió gozando de gran fortuna. Eran enormes las
contribuciones que el indígena realizaba a los
franciscanos para la construcción de su convento e iglesia. Los
religiosos y autoridades, al no comprender el origen de tan
grandes y piadosas ofrendas,
resolvieron interrogarlo. Tantas veces acudieron a Cantuña
con sus inoportunas preguntas que éste resolvió
zafarse de ellos de una vez por todas. El indígena
confesó ante los estupefactos curas que había hecho
un pacto con el demonio y que éste, a cambio de su alma,
le procuraba todo el dinero que
le pidiese.

Algunos religiosos compasivos intentaron el exorcismo
contra el demonio y la persuasión con Cantuña para
que devuelva lo recibido y rompa el trato. Ante las continuas
negativas, los extranjeros empezaron a verlo con una mezcla de
miedo y misericordia. A la muerte de Cantuña se
descubrió en el subsuelo de la casa, bajo un piso falso,
una fragua para fundir oro. A un
costado había varios lingotes de oro y una cantidad de
piezas incas listas
para ser fundidas.

El Gallito de la Catedral…

En los tiempos en que Quito era una ciudad llena de
imaginarias aventuras, de rincones secretos, de oscuros zaguanes
y de cuentos de vecinas y comadres, había un hombre muy
recio de carácter, fuerte, aficionado a las
apuestas, a las peleas de gallos, a la buena comida y sobre todo
a la bebida. Era este don Ramón
Ayala, para los conocidos "un buen gallo de barrio".
Entre sus aventuras diarias estaba la de llegarse a la tienda de
doña Mariana en el tradicional barrio de San Juan. Dicen
las malas lenguas que doña Mariana hacía las
mejores mistelas de toda la ciudad. Y cuentan también los
que la conocían, que ella era una "chola" muy bonita, y
que con su belleza y sus mistelas se había adueñado
del corazón de
todos los hombres del barrio. Y cada uno trataba de impresionarla
a su manera.
Ya en la tienda, don Ramón Ayala conversaba por largas
horas con sus amigos y repetía las copitas de mistela con
mucho entusiasmo. Con unas cuantas copas en la cabeza, don
Ramón se exaltaba más que de costumbre, sacaba
pecho y con voz estruendosa enfrentaba a sus compinches:
"¡Yo soy el más gallo de este barrio! ¡A
mí ninguno me ningunea!" Y con ese canto y sin despedirse
bajaba por las oscuras calles quiteñas hacia su casa, que
quedaba a pocas cuadras de la Plaza de la Independencia.

Como bien saben los quiteños, arriba de la
iglesia Mayor, reposa en armonía con el viento, desde hace
muchos años, el solemne "Gallo de la Catedral". Pero a don
Ramón, en el éxtasis de su ebriedad, el gallito de
la Catedral le quedaba corto. Se paraba frente a la iglesia y
exclamaba con extraño coraje:
– "¡Qué gallos de pelea, ni gallos de iglesia!
¡Yo soy el más gallo! ¡Ningún gallo me
ningunea, ni el gallo de la Catedral!". Y seguía
así su camino, tropezando y balanceándose, hablando
consigo mismo, – "¡Qué tontera de gallo!"
Hay personas que pueden acabar con la paciencia de un santo, y la
gente dice que los gritos de don Ramón acabaron con la
santa paciencia del gallito de la Catedral. Una noche, cuando el
"gallo" Ayala se acercaba al lugar de su diario griterío,
sintió un golpe de aire, como si un
gran pájaro volara sobre su cabeza. Por un momento
pensó que solo era su imaginación, pero al no ver
al gallito en su lugar habitual, le entró un poco de
miedo. Pero don Ramón no era un gallo cualquiera, se puso
las manos en la cintura y con aire desafiante, abrió la
boca con su habitual valentía.

Pero antes de que completara su primera palabra,
sintió un golpe de espuela en la pierna. Don Ramón
se balanceaba y a duras penas podía mantenerse en pie,
cuando un picotazo en la cabeza le dejó tendido boca
arriba en el suelo de la Plaza
Grande. En su lamentable posición, don Ramón
levantó la mirada y vio aterrorizado al gallo de la
Catedral, que lo miraba con mucho rencor.
Don Ramón ya no se sintió tan gallo como antes y
solo atinó a pedir perdón al gallito de la
Catedral. El buen gallito, se apiadó del hombre y con una
voz muy grave le preguntó:

– ¿Prometes que no volverás a tomar
mistelas?- Ni agua
volveré a tomar, dijo el atemorizado don Ramón.-
¿Prometes que no volverás a insultarme?,
insistió el gallito.- Ni siquiera volveré a
mirarte, dijo muy serio.- Levántate, pobre hombre, pero si
vuelves a tus faltas, en
este mismo lugar te quitaré la vida, sentenció muy
serio el gallito antes de emprender su vuelo de regreso a su
sitio de siempre.
Don Ramón no se atrevió ni a abrir los ojos por
unos segundo. Por fin, cuando dejó de sentir tanto miedo,
se levantó, se sacudió el polvo del piso, y sin
levantar la mirada, se alejó del lugar.
Cuentan quienes vivieron en esos años, que don
Ramón nunca más volvió a sus andadas, que se
volvió un hombre serio y muy responsable. Dicen, aquellos
a quienes les gusta descifrar todos los misterios, que en verdad
el gallito nunca se movió de su sitio, sino que los
propios vecinos de San Juan, el sacristán de la Catedral,
y algunos de los amigos de don Ramón Ayala, cansados de su
mala conducta, le
prepararon una broma para quitarle el vicio de las mistelas. Se
ha escuchado también que después de esas fechas, la
tienda de doña Mariana dejó de ser tan popular y
las famosas mistelas de a poco fueron perdiendo su encanto. Es
probable que doña Mariana haya finalmente aceptado a
alguno de sus admiradores y vivido la tranquila felicidad de los
quiteños antiguos por muchos años.
Es posible que, como les consta a algunos vecinos, nada haya
cambiado. Que don Ramón, después del gran susto, y
con unas cuantas semanas de por medio, haya vuelto a sus
aventuras, a sus adoradas mistelas, a la visión
maravillosa de doña Mariana, la "chola" más linda
de la ciudad y a las largas conversaciones con sus amigos. Lo que
sí es casi indiscutible, es que ni don Ramón, ni
ningún otro gallito quiteño, se haya atrevido
jamás a desafiar al gallito de la Catedral, que sigue
solemne, en su acostumbrada armonía con el viento,
cuidando con gran celo, a los vecinos de la franciscana capital de los
ecuatorianos.

La capa del estudiante

Todo comenzó cuando un grupo de
estudiantes se preparaban para rendir los últimos
exámenes de su año lectivo. Uno de ellos, Juan,
estaba muy preocupado por el estado
calamitoso en el que se hallaban sus botas y el hecho de no tener
suficiente dinero para
reemplazarlas.

Para él era imposible presentarse a sus
exámenes en semejantes fachas; sus compañeros le
propusieron vender o empeñar su capa, pero para él
eso era imposible?finalmente le ofrecieron algunas monedas para
aliviar su situación, pero la ayuda tenía un
precio; sus
amigos le dijeron que para ganárselas debía ir a
las doce de la noche al cementerio del El Tejar, llegar hasta la
tumba de una mujer que se
quitó la vida, y clavar un clavo, Juan aceptó.
Casualmente aquella tumba era la de una joven con la que Juan
tuvo amores en el pasado y que se quitó la vida a causa de
su traición. El joven estaba lleno de remordimientos?pero
como necesitaba el dinero, acudió a la cita.

Subió por el muro y llegó hasta la tumba
señalada?mientras clavaba, interiormente pedía
perdón por el daño
ocasionado. Pero cuando quiso retirarse del lugar no pudo moverse
de su sitio porque algo le sujetaba la capa y le impedía
la huida?sus amigos le esperaban afuera del cementerio, pero Juan
nunca salió.

A la mañana siguiente, preocupados por la
tardanza se aventuraron a buscarlo y lo encontraron muerto. Uno
de ellos se percató de que Juan había fijado su
capa junto al clavo?no hubo ni aparecidos ni venganzas del
más allá, a Juan lo mató el
susto.

El Cristo de los Andes

Los sacerdotes no podían creerlo, Manuel Chili,
el pequeño indígena que se descolgaba de un lado a
otro entre andamios y pasadizos en el interior de la iglesia de
La Compañía, de pronto se convirtió en un
gran artista. Los jesuitas,
sorprendidos de la habilidad de este joven, decidieron tomarlo a
su cargo, darle vivienda, comida y un poco de dinero, pues los
talladores no tenían el reconocimiento de verdaderos
artistas.
También le ofrecieron una preparación especial en
el arte, para que
obtuviera un mejor dominio de la
escultura y la pintura.
Así nació el gran ¡Caspicara!

Manuel trabajaba doce horas al día sobre andamios
y bordes peligrosos. Esto le creó una extraña fobia
a las alturas. Cuentan que por esta fobia permanecía
largos ratos en silencio y con los ojos cerrados. El
capellán de la iglesia cuando lo veía se
enfurecía: él imaginaba que Manuel Chili estaba
dormido.

Su fama se extendió y sus obras empezaron a
cotizarse en grandes pesos en oro. Las iglesias de nuestro
país, como también las de Colombia,
Perú, Venezuela y
España,
gozaban con la majestuosidad de sus cristos, marías y
niños
dioses.
Es tanta la belleza de estas imágenes, que mucha gente les
ha dado virtudes milagrosas.
Actualmente sus obras no tienen precio, están valoradas en
millones de dólares y son patrimonio
cultural del país.
Irónicamente, el maestro Manuel Chili murió en
la pobreza
mayor, abandonado en un hospicio y despreciado por la
gente

El padre Almeida

En el convento de San Diego vivía hace algunos
siglos un joven sacerdote, el padre Almeida, cuya particularidad
era su afición al aguardiente y la juerga.
Cada noche, el padre Almeida sigilosamente iba hacia una
pequeña ventana que daba a la calle, pero como ésta
se hallaba muy alta, él subía hasta ella
apoyándose en la escultura de un Cristo yaciente. Se dice
que el Cristo, cansado del diario abuso, cada noche le preguntaba
al juerguista: "hasta cuando padre Almeida"?a lo que él
respondía: "hasta la vuelta, Señor"

Una vez alcanzada la calle, el joven sacerdote daba
rienda suelta a su ánimo festivo y el aguardiente
corría por su garganta sin control
alguno?con los primeros rayos del sol volvía al
convento.

Aparentemente, los planes del padre Almeida eran seguir
en ese ritmo de vida eternamente, pero el destino le jugó
una broma pesada que le hizo cambiar definitivamente. Una
madrugada, el sacerdote volvía tambaleándose por
las empedradas calles quiteñas rumbo a su morada, cuando
de pronto vio que un cortejo fúnebre se aproximaba. Le
pareció muy extraño este tipo de procesión a
esa hora y como era curioso, decidió ver en el interior
del ataúd, y al acercarse observó su cuerpo en el
féretro.
El susto le quitó la borrachera. Corrió como un
loco al convento, del que nunca volvió a escaparse para ir
de juerga.

La olla del Panecillo

Había en Quito una mujer que diariamente llevaba
su vaquita al Panecillo. Allí pasaba siempre porque no
tenía un potrero donde llevarla. Un buen día,
mientras recogía un poco de leña, dejó a la
vaquita cerca de la olla. A su regreso ya no la encontró.
Llena de susto, se puso a buscarla por los alrededores.
Pasaron algunas horas y la vaquita no apareció. En su
afán por encontrarla, bajó hasta el fondo de la
misma olla y su sorpresa fue muy grande cuando llegó a la
entrada de un inmenso palacio.
Cuando pudo recuperarse de su asombro, miró que en un
lujoso trono estaba sentada una bella princesa.
Al ver allí a la humilde señora, la princesa
sonriendo preguntó:
-¿Cuál es el motivo de tu visita?
– ¡He perdido a mi vaca! Y si no la encuentro
quedaré en la mayor miseria – contestó la mujer
sollozando -.La princesa, para calmar el sufrimiento de la
señora, le regaló una mazorca y un ladrillo de
oro.
También la consoló asegurándole que su
querida vaquita estaba sana y salva.
La mujer agradeció a la princesa y salió contenta.
Cuando llegó a la puerta, ¡tuvo la gran
sorpresa!
– ¡Ahí está mi vaca!
La mujer y el animalito regresaron a su casa.

La Caja Ronca

Había una vez en San Juan Calle un chiquillo
curioso que quería saber en qué sueñan los
fantasmas.
Pues este pequeño había escuchado sobre unos
aparecidos que merodeaban en las noches de Ibarra, sin que nadie
supiera quiénes eran, pero que de seguro no
pertenecían a este Mundo.
-¡Ay Jesús!, decía Carlos, ojalá no
salgan la noche en que tengo que regar la chacra. Sin embargo,
este muchacho de 11 años era tan preguntón que se
enteró que las almas en pena vagaban a medianoche para
asustar a todos los que salían. Estos seres, según
decían, penaban porque dejaron enterrados fabulosos
tesoros y hasta que alguien los encontrara no podían ir al
cielo.
Estos entierros estaban en pequeños baúles de
maderas duras para que resistieran la humedad de las paredes.
Carlos moría de ganas de conocer a esas almas en pena,
aunque sea de lejos y fue a la casa de su amigo Juan José
para que lo acompañara al regadío.
-¡Qué estás loco!, dijo Juan José.
Yo estaba en el barrio cuando
hablaron de la Caja Ronca, que
era como habían denominado a
esa procesión fantasmal.
-No seas malito, le dijo Carlos.
Y luego de insistir, los dos chicos caminaron hasta el barrio San
Felipe. Empezaron a regar los sembríos y después
prendieron una fogata y esperaron que el tiempo transcurriera,
eso sí evitando hablar de la temible Caja Ronca.
Atraídos por la magia del fuego no tardaron en dormirse,
mientras un ruido
pareció entrar por el portón
del Quiche Callejón. Despertaron y el sonido se hizo
cada vez más fuerte. Entonces se acercaron a la
hendidura y lo vieron todo:
Un personaje extraño rodeado de fuego daba órdenes
a sus fieles, que caminaban lentamente como
arrepintiéndose.
Los curiosos estaban pegados al portón como si fueran
estatuas. Y entonces la puerta sonó. A su lado se
encontraba un penitente con una caperuza que ocultaba sus ojos.
Les extendió dos enormes velas aún humeantes y se
esfumó como había llegado.
A Juan José le pareció que una carroza
contenía la temible Caja Ronca, que no era otra cosa que
algún baúl lleno de plata perdido en el tiempo y el
espacio y que buscaba unas manos que lo liberaran de su antiguo
dueño.
Ni cuenta se dieron cuando se quedaron dormidos, ni aún en
el momento en que sus pies temblorosos los llevaron hasta sus
casas de paredes blancas.
En San Juan Calle, las primeras beatas que salieron a misa los
encontraron echando espuma por la boca y aferrados a las velas
fúnebres. Cuando fueron a favorecerles comprobaron que las
veladoras se habían transformado en canillas de
muerto.
Fue así como, de boca en boca, se propagaron estos sucesos
y los chicos fueron los invitados de las noches cuando se
reunían a conversar de los sucesos de la Caja
Ronca…

En la Casa 1028
Había una vez una
niña llamada Bella Aurora. Era hija de padres ricos y
cariñosos. En aquel tiempo la Plaza de la Independencia no
tenía el monumento a la Libertad, sino
una pila al centro. Allí se realizó una gran
corrida de toros.
En segundo lugar salió un toro negro. Luego de mirar a su
alrededor se acercó lentamente hacia Bella Aurora, quien
se desmayó del susto. Sus padres la llevaron a curarla del
espanto.
Dicen que el toro negro se desesperaba en la plaza. Buscaba a la
niña. Al no encontrarla saltó la barrera y se fue a
la casa 1.028. Rompió la puerta de la calle. Subió
al corredor. Olfateó por todas partes. Entró al
dormitorio de Bella Aurora. Al ver al toro, ella quiso huir, pero
no tubo fuerzas.
Solo alcanzó a dar un grito fuerte, mientras el toro la
embestía. El animal desapareció después. Se
hizo humo.
-¿Y los padres de Bella Aurora?
-Lloraron bastante por la muerte de su querida hija.

El Penacho de Atahualpa

 Cuenta la leyenda que muerto el último
shyri, los jefes del Reino de Quito proclamaron como
legítima dueña de la corona a la joven y bella
Pacha, hija única del último jefe shyri.

Huayna Cápac, el conquistador inca, fue donde la
reina Pacha a ofrecerle su amistad. La
soberana escuchó con orgullo sus promesas de paz. Sin
embargo, la inteligencia y
hermosura de Pacha conquistaron el corazón de Huayna
Cápac, que desde aquel día sólo quiso
agradarla. La princesa aceptó ser su esposa.

Pacha y Huayna Cápac vivieron en un hermoso
palacio llamado Incahuasi. Allí nació el futuro
soberano, el
príncipe Atahualpa, quien desde muy pequeño
aprendió la importancia de acatar y cumplir las leyes y las
decisiones que impartía su padre.
Un día que practicaba con su lanza, le llamó la
atención una linda guacamaya de hermosos
colores. Al
instante sacó su arco, disparó con certeza y la
mató. Con la guacamaya muerta corrió en busca de su
madre. Pacha no lo recibió contenta, al contrario, le hizo
notar que había incumplido con la ley.

Le recordó el mandato de su tribu: "Se mata al
enemigo solamente en la guerra, porque
él también posee armas para
defenderse. No así a las aves, que
adornan la naturaleza con
sus colores y la llenan de encanto con sus trinos". Pacha
arrancó una pluma de la guacamaya y la puso en el penacho
del pequeño, para que no olvidara nunca la lección
aprendida.

La Iglesia del Robo

Varios sacerdotes subía cierta
mañana por la quebrada de Jerusalén. Iván
llenos de preocupación. A poco rato se detuvieron.
¡Cuál no sería su sorpresa al ver en el suelo
el copón y las hostias perdidos!

¿Qué había sucedido?

-Unos ladrones habían cometido ese sacrilegio.
Hasta dar con ellos hubo procesiones. Españoles e indios
salieron a las calles de Quito. Llevaban imágenes de
santos y crucifijos e iban arrastrando cadenas y grillos. Algunas
personas caminaban azotándose o puestas en
cruz.

-¿Y para qué hacían todo
eso?

  • Para calmar la furia de Dios. Decían que a
    Quito llegaría una terrible peste.
  • La procesión salió de la Iglesia de
    Santa Clara. Siguió hasta el convento de Santo Domingo.
    De allí pasó a Santa Catalina. Luego se
    dirigió a las iglesias de la Compañía y La
    Catedral.
  • ¿Qué pasó con los
    ladrones?
  • No aparecían por ningún lado. Entonces
    se organizó otra procesión tan grande y devota
    como la primera pero tampoco se dio con los ladrones. Cierto
    día fueron descubiertos por una india.
    Habían pensado que la caja del Santísimo era de
    plata maciza y guardaba joyas muy finas. Pero no hallaron sino
    el copón y las hostias. Por eso los botaron en la
    quebrada y luego huyeron a Conocoto.
  • ¿Qué castigo recibieron los
    ladrones?
  • El morir ahorcados, arrastrados y
    descuartizados.
  • ¿Se cumplió esa orden?

Al pie de la letra. En el lugar donde los religiosos
encontraron los objetos sagrados se levanta hoy la Iglesia del
robo.

Último Ensueño de
Manuelita

Cuenta la Sra. Laura Pérez de Oleas que Manuelita
Sáenz estaba agonizando. Llenos de fiebre, sus
enormes ojos negros vivieron un lucero errante. La enferma
imaginó que era el alma de Bolívar
diciéndole:

  • Manuelita, toma esta corona de rosas. Es la
    misma que tú me arrojaste desde un balcón aquella
    mañana de mi entrada triunfal a Quito.
    ¿Recuerdas?
  • !Bolívar! … !Bolívar! _
    exclamó la moribunda, extendiéndole los brazos.
    ¿Dices que soy hermosa con este vestido blanco y los
    colores de la Libertad?
  • Sí, Libertadora _respondió el alma de
    Bolívar.
  • Tú fuiste la dueña de mi vida. Tu me
    salvaste de la muerte, en la noche septembrina. Dame tus manos
    y vamos juntos a la cumbre de la inmortalidad.

Entonces Manuelita quiso levantarse, más no puedo
sino gritar angustiada:

  • !Bolívar, no te vayas! !No te separes de
    mí!
  • Amada mía_ contestó el eco lejano de
    Bolívar.

Cierra bien tus ojos y sígueme: tú
coronada de rosas y espinas: yo, de laureles y cardos.

En vano trató Manuelita de correr hacia la sombra
de su amado, pues hallábase paralítica y
agonizante. En medio del amargo llanto, volvió a
escuchar:

  • Mi Manuelita … en vida estuvimos atados por
    el Amor, en
    la Muerte nos unirá la Gloria…
  • No te vayas!… !No te vayas, por Dios!… !Vuelve a
    mis brazos, amor
    mío!, clamaba Manuelita.

Semejante súplica fue oída por la
sirvienta mulata, quien, suponiendo que llamaba, se acercó
de inmediato.- No es a ti, Imaya. Es a Bolívar…
¿No lo viste salir de aquí?, le respondió
Manuelita muy molesta.

No, mi niña. No he visto de la muerte, la
Libertadora del Libertador tuvo junto a sí el
espíritu de quién expresó:

He arado en el mar y cosechado en el viento.
También es así como detrás de un hombre
ilustre está una gran mujer.

Cuando las campanas de las capilla vecina daban las seis
de la tarde, murió Manuelita en Paita, en 1856.

El Duende

El duende es uno de por personajes del que se tiene
referencia en todo país, sin embargo lo describiremos
según la versión de la provincia de Manabí:
Este duende es travieso por excelencia, coqueto, mirón y
enamoradizo.

Sea para tratar de llevarse a muchachas jóvenes
de cabellos largos o grandes ojos para embarazarlas; sea para
echar a perder los guisos arrojando sal o ceniza, o sea para
esconder los objetos más queridos de señoras y
señoritas, lo cierto es que este personaje condensa las
más profundas inquietudes y temores, deseos y curiosidades
de los hombres con respecto al mundo femenino, que es el universo
favorito del duende para hacer gala de su ingenio ambiguo y
peligroso.

Es un personaje chiquito con los tobillos torcidos
atrás, se viste de rojo; otra descripción habla de una especie de animal
pequeño y feo. Sea como fuere su apariencia cuando se
enamora 'lo hace de verdad' y empieza a desplegar estrategias como
molestar haciendo travesuras o impidiendo que el novio se
acerque, es muy celoso.

Se dice de un secreto para protegerse del duende, que
consiste en colocar una guitarra desafinada y un espejo en el
cuarto de la mujer. La idea es que se enoje cuando quiera tocar
la guitarra y se refleje en el espejo su rostro horrible,
entonces se aleja avergonzado de su fealdad. Se dice
también que existen 'duendas' que persiguen a los hombres
solteros o casados, que son objeto de sus amores.

De su apariencia se sabe que son gorditas, chiquitas y
de pies virados. Un rasgo importante de estos seres del
imaginario popular, es que se no se trataría de duendes
aislados, sino de toda una 'nación'
dispersa en cuevas, huecos, barrancos, quebradas, que son sus
sitios preferidos para vivir y recrear sus costumbres y formas de
procreación similares a las delos humanos.

CONCLUSIONES:

  1. Podemos darnos cuenta que la historia de Quito guarda
    celosamente todas estas tradiciones
    quiteñas.
  2. Se encuentran objetos como el "Gallo de la Catedral"
    a los que se les escribió estas leyendas y se han
    respetado hasta estos días.
  3. En las bibliotecas
    que existen en la ciudad de Quito hay sitios que guardan
    celosamente todos los libros que
    tienen que ver con estas leyendas.
  4. Dentro de la ley de estudios del Ministerio de
    Educación se mantiene dentro de la
    historia un espacio pequeño para hablar de estas
    leyendas. Este espacio se debería ampliar para bien de
    todos.
  5. Aprendí a respetar los mitos que
    existían antes y que eran completamente respetadas en
    ese tiempo.
  6. Al leer estas leyendas se despierta el interés
    para concentrarse en averiguar más sobre este
    tema.
  7. Encontramos información de estas leyendas en
    diferentes medios de
    comunicación en especial en las radiodifusoras
    antiguas como por ejemplo: la radio
    municipal.
  8. En el ámbito religioso se guarda
    también un respeto muy
    importante tanto en las iglesias de las parroquias como los
    religiosos y religiosas personalmente.
  9. Pienso que no debería descuidarse esta parte
    de la historia de Quito.
  10. Encontramos en la ciudad muchos barrios y calles
    protagonistas de estas leyendas.

BIBLIOGRAFÍA

www.inquito.com

www.quitovende.com

www.quito.gov.ec

www.teletica.com

 

Por

Andrea Barrezueta Guerrero

Estudios: "Santo Domingo de Guzmán"

Año: quinto curso

Fecha: 12-06-06

 

Partes: 1, 2
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