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La venezolanidad en la obra de Arturo Uslar Pietri (página 2)




Enviado por irapavilo



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  1. El rescate del
    pasado

La tierra se
hace historia desde
que el hombre la
toca.

Arturo Uslar Pietri

Para el escritor nuestra Venezolanidad debe asentarse,
entre otras cosas, en un genuino y auténtico rescate del
pasado que se traduzca sobre todo "en rastrear en el presente las
grandes presencias del pasado."

No tiene empachos Uslar, al sostener que el rescate
del pasado
, frase que utilizó para denominar su
Discurso de
Incorporación a al Academia Venezolana de la Historia,
debe ser realizado prescindiendo de concepciones de la historia
patria que distorsionan el pasado y lo reducen a determinadas
dimensiones que el escritor rechaza categóricamente. En
este sentido, Uslar Pietri insiste en desechar visiones
imperantes de nuestra historia como las siguientes:

  • " Los viejos historiadores solían decir que la
    historia es la maestra de la vida y con ello apuntaban,
    más con un propósito moral que
    histórico, a la conveniencia de estudiar el pasado para
    no incurrir de nuevo en los mismos errores del presente."
    (Uslar Pietri, 1988, 314)
  • Si la historia no debe ser concebida con intenciones
    morales, mucho menos debe promover una visión heroica.
    Sobre esta extendida y cada vez más exaltada perspectiva
    de nuestra historia nacional como gesta épica y
    sobrehumana, Uslar expresa: "Si la imagen que la
    historia da a un pueblo de su propio ser colectivo y de su
    quehacer fundamental en los tiempos es una visión de
    orgulloso sacrificio y entrega a ideales intemporales,
    será difícil llevarlo a acometer las ordinarias
    tareas del taller, del camino y del mercado que
    es la ocupación de la gente organizada y productiva."
    (Uslar Pietri, 1988, 314)
  • El autor lamenta que la imagen de nuestro pasado sea
    generalmente "el resultado de una operación de
    mutilaciones, preferencias y prejuicios que los historiadores
    han hecho sobre la materia
    historiable (…) La historia de
    Venezuela, en la forma en que más activamente
    influye sobre la mente del venezolano medio, que es
    precisamente la de los manuales
    elementales que aprenden nuestros niños, es un relato parabólico
    segmentado en tres tiempos: Es decir, una historia
    caprichosamente organizada en torno a una
    perspectiva arbitraria, con un borroso arranque, una
    culminación breve y fulgurante y una interminable
    decadencia." (Uslar Pietri,1988, 314 y 315)

A la luz de estas
apreciaciones, el escritor propone una historiografía
nacional diferente que sea capaz de rescatar efectivamente
nuestro pasado, de "escribir una historia sin intenciones, que
sea a la vez el reflejo y la explicación del quehacer
humano en todas sus dimensiones y variedades, donde junto a la
fuerza del
hecho económico, esté el poder de la
creencia, donde junto a la acción
del héroe esté la del medio, donde junto a las
técnicas del trabajo
estén las obras del pensamiento;
donde junto a la estructura
social esté la concepción cultural; una
historia de los trabajos, de las acciones, de
los pensamientos y de las creaciones; una historia de los grandes
hechos y de las diarias tareas, una historia en que esté
lo universal junto a lo peculiar de cada pueblo. Una historia del
hombre entero
para la comprensión completa del hombre." (Uslar Pietri,
1988, 314 y 315)

En coherencia con su particular visión
historiográfica, el escritor desecha que nuestro pasado,
como ya lo hemos indicado, sea reducido a esos tres tiempos que
describe como "un borroso arranque, una culminación breve
y fulgurante y una interminable decadencia". En este orden de
ideas, confiesa con intimo tono que: "Muchas veces me he detenido
a reflexionar sobre esta manera de sentir y narrar la propia
historia y sobre todas las grandes consecuencias que involucra.
No es de extrañar que influidos por ella tantos
venezolanos hayan mirado con injustificado desdén la gran
labor constructiva de la época colonial, o hayan sentido
que todo lo que ocurrió después de la muerte del
Libertador, es tan sólo el melancólico recuento de
una especie de degeneración nacional." (Uslar Pietri,
1988, 315 y 316)

El múltiple y abierto rescate de nuestro variado
y rico pasado, es considerado por nuestro pensador como uno de
los requisitos fundamentales para la construcción de nuestra identidad como
venezolanos y para una mejor comprensión de nuestra
Venezolanidad. Enfático insiste: "Si carecemos de una
visión del pasado, suficiente para mirar nuestro ser
nacional en toda su compleja extensión y hechura,
carecemos de historia en dos sentidos, de historia como
explicación del pasado y de historia como empresa de
creación del futuro en el presente:" (Uslar Pietri,
1988,321)

  1. No sólo la lengua,
    sino una gran parte de las emociones

    y nociones de nuestra alma
    colectiva son herencia
    de

    la Edad Media
    Castellana.

    Arturo Uslar Pietri

    El reconocimiento de nuestra hispanoamericanidad es
    otro de los elementos fundamentales de la Venezolanidad.
    Uslar Pietri así lo concibe y sin vacilaciones lo
    expresa: "Somos y no podemos ser otra cosa que
    hispanoamericanos (…) Somos hispanoamericanos y es
    esto y no otra cosa lo que nos da dignidad,
    valor y
    presencia ante el mundo." (Uslar Pietri.1986, 330)

    Este carácter de hispanoamericanos,
    definitorio también de nuestra manera de ser hombres y
    gentes a la venezolana se expresa de muchas maneras. Nuestro
    escritor es minucioso al detallar esas
    expresiones.

    En una apretada síntesis, expone los rasgos y elementos
    de la influencia de España
    en la conformación de nuestro ser nacional. Así
    expresa que además de la lengua, del idioma que nos
    permite comunicarnos sin mayores dificultades ni limitaciones
    con España y las demás comunidades hispano
    parlantes, otros conceptos, sentimientos e instituciones son producto
    directo e inmediato de esa influencia hispánica: "El
    concepto de
    la ciudad y la
    familia, la figura del alcalde y la del cura, la
    invocación de los santos patronos y la forma de las
    fiestas populares.

    La casa de zaguán y de ventana entejada, el
    estrado de las mujeres, el refrán ‘que dice la
    vieja detrás del fuego’, el concepto de la
    autoridad,
    de la obediencia, del honor y del buen orden. La idea de la
    riqueza y la importancia de la salvación del alma, el
    menosprecio del trabajo servil y el ideal de una vida
    señorial y caballeresca, todo eso surge y resurge,
    como la ola en la playa, en el combatido drama de nuestra
    historia nos viene por derecha vía, de los castellanos
    de la Edad Media." (Uslar Pietri.1986.318)

  2. El carácter de
    hispanoamericanos
  3. El mestizaje
    definidor

Es sobre la base de este mestizaje fecundo y
poderoso

donde puede afirmarse la
personalidad de la América hispana,

su originalidad y su tarea creadora. Con todo lo que
le llega

del pasado y del presente, puede la América
hispana definir un

nuevo tiempo, un
nuevo rumbo y un nuevo lenguaje para
la

expresión del hombre, sin adulterar lo
más constante y valioso

de su ser colectivo, que es su aptitud para el
mestizaje

viviente y creador.

Arturo Uslar Pietri

Enfáticamente Uslar Pietri afirma que "lo
verdaderamente importante y significativo fue el encuentro de
hombres de distintas culturas en el sorprendente escenario de la
América. Este y no otro es el hecho definidor del Nuevo
Mundo." Esta insistencia del escritor no implica, sin embargo, el
desconocimiento u omisión del hecho sanguíneo, es
decir, el mestizaje entre seres humanos provenientes de etnias
diferentes: la indígena con marcados rasgos de tipo
mongoloide, que era la originaría de las tierras
encontradas; la caucásica que vino de Europa y la
negroide que – forzada – provino del
África.

De estos encuentros interraciales surge, en su momento,
el término mestizo para nominar a los primeros
vástagos provenientes del cruce entre blancos y
aborígenes. Según la opinión de Garcilaso,
el Inca: "A los hijos de español y
de india, o de
indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos
mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los
primeros españoles que tuvieron hijos en indias, y por ser
nombres impuestos por
nuestros padres y por su significación, me llamo yo a boca
llena y me honro con él."

De esta extendida mezcla étnica emerge, desde los
mismos albores de la América Hispana, una sociedad
multirracial, una miscegenación que dependiendo de las
circunstancias de espacio y tiempo de la conquista y la
colonización, estuvo determinada por factores de diversa
naturaleza y
envergadura: densidad
demográfica de la población indígena, estructura
social aborigen, sistemas de
explotación colonial más o menos desarrollados,
entre otros. Este mestizaje sanguíneo, en criterio de
Uslar Pietri, "tiene su innegable importancia desde el punto de
vista antropológico y muy favorables aspectos desde el
punto de vista político," aunque tajante insiste en que:
"el gran proceso
creador del mestizaje americano no pudo ni puede estar limitado
al mero mestizaje sanguíneo. "

Este mestizaje étnico tuvo como elementos
conformadores las razas o etnias ya comentadas: la blanca, la
india y la negra, cada una de ellas, al decir de Uslar, le
otorgará también características propias
para que el mestizaje sea uno de los principales componentes de
nuestra Venezolanidad.

  1. Los Blancos

Recordemos que la discusión sobre la denominada
raza blanca, sobre el llamado hombre blanco es, al decir de Luis
Moreno Gómez, "tan genérica como la que se produce
alrededor de cualquier otro color para
denominar a los seres humanos." En efecto, esta
denominación, hace ya un tiempo dejada de lado por
antropólogos y etnólogos continúa, sin
embargo, siendo utilizada por aquellos que buscan establecer una
diferenciación entre seres humanos de origen
caucásico y de origen negro – africano. En el caso
de la Conquista y Colonización de América, la raza
blanca estuvo representada, en primer término, por
españoles – originarios fundamentalmente de Al –
Andalus y de Extremadura – que salieron durante los primeros
años de la Empresa de
Indias por los puertos de Cádiz y Sevilla, en
búsqueda de una nueva ruta para dirigirse a las Indias, y
se toparon súbitamente con este nuevo, desconocido y
desconcertante continente, ampliando así la visión
del ecumene que para chinos, árabes y europeos estaba
representada exclusivamente por el viejo mundo, al que ahora
habría que incorporar este Nuevo Mundo inédito,
ignoto y sin nomenclatura,
producto del encuentro fortuito entre dos razas, dos
civilizaciones, la blanca y la indígena, a la que
más tarde se añadiría la
africana.

En el caso de Venezuela,
podemos afirmar entonces que nuestra historia blanca comienza en
1498, cuando en su tercer viaje a las Indias Occidentales,
Colón se encuentra con la entonces denominada Tierra de
Gracia.

Uslar Pietri, al referirse al español que
llegó a aportar tanto su sangre como su
concepción imperante del mundo al Nuevo Mundo, nos
recuerda: " Los hombres que llegaron detrás de
Colón eran los portadores de un complejo pasado cultural.
Eran castellanos, cristianos viejos, hijos de la historia
mediterránea. (…) Estos castellanos que vinieron a
establecerse en la nueva tierra representaban la hora en que la
Romania, salida de la Edad Media, creaba el Renacimiento.
Eran hijos de las empresas y de los
motivos de esa hora, pero a la manera castellana." (Uslar Pietri,
1986, 316 y 317)

2. Los indios

A los blancos provenientes de España
inevitablemente se unieron, en ese indetenible proceso de
entrevero racial, los habitantes originales de América,
los indígenas amerindios, quienes, en pasadas
épocas, llegaron al continente americano provenientes del
Asia y de las
Islas del Pacífico, tal como lo evidencian las investigaciones
históricas, y en especial las genéticas, como la
desarrollada por el Dr. Tulio Arends, quien denominó
Diego a un factor sanguíneo encontrado tanto en la
sangre de los indios venezolanos como en otros contingentes
humanos de diversos países asiáticos.

Los aborígenes del Nuevo Mundo pertenecían
a muy variadas y diversas etnias que, en algunos casos, como
ocurrió básicamente con los incas y los
aztecas, eran
dueños de verdaderos imperios, de imponentes
civilizaciones, que podían competir en pie de igualdad, en
términos de organización social y política, de
construcciones e infraestructura, de protocolos y
riquezas, de gastronomía, con las de los europeos que
contaban, empero, con una mejor preparación para la
guerra, y con
mejores instrumentos para el combate y la exterminación de
sus semejantes. Recordemos entonces que a lo largo de la
conquista de América, los españoles se encontraron
con tres grandes áreas o civilizaciones de distinto nivel
de desarrollo
desde el punto de vista artístico, cultural, organizativo,
urbano y científico, a saber: Área
mesoamericana
: comprendía gran parte del actual
México,
Guatemala,
Honduras y parte de Nicaragua.

En todas estas regiones existieron rasgos comunes y
manifestaciones culturales parecidas. Entre ellos se
encuentran: las pirámides escalonadas; los patios
recubiertos de estuco; los juegos de
pelota; el sistema
numérico vigésimal y los meses de veinte
días; el doble calendario solar y litúrgico (el
tonalpuhalli): los ciclos de 52 años; el cultivo del cacao
en casi toda el área y también del maguey con el
que fabricaban papel, y una escritura
jeroglífica. Área circuncaribe: su centro de
actividad estaba situado en las tierras del Caribe, las Antillas,
los países meridionales de Mezo América y costas
del Caribe de Colombia y
Venezuela. Los principales elementos culturales de esta
área eran: el trabajo del
oro y la
tumbaga; el cultivo de la mandioca; una común ausencia de
construcciones de piedra y el trabajo artesanal de la madera. Eran
altamente guerreros y de carácter nómada.
Área andina: se extendió a lo largo de la
Cordillera de los Andes, desde Colombia hasta el Norte de Chile y
Argentina. En toda la región se practicó el culto a
los muertos y la conservación de cadáveres en
envoltorios y las tumbas en pozos; trabajan el cobre y el
bronce; su sistema numérico se asentaba en un conjunto de
nudos, el quipo, dispuesto de acuerdo con reglas precisas.
Cultivaban la coca, la papa, el maíz.

En Venezuela, como acertadamente lo recuerda Moreno
Gómez: "contrariamente a lo que sucedió en
Perú y en México, no hubo un imperio incaico ni
azteca (…) Lo cierto es que el indio venezolano
está allí desde el Génesis y toma sus
diferentes nombres según sus tribus u organizaciones
primitivas, organizaciones ad hoc para su entorno, sus
necesidades, sus aspiraciones y su comprensión del mundo y
del universo al cual
pertenecen. Hablan su propio idioma, que no es siempre el mismo
entre todos los grupos
según las regiones donde están establecidos. Tienen
sus nombres propios, los cuales resultaron ser
castellanizados…" (Moreno Gómez, 1988,
2002)

En el caso específico de Venezuela,
recordemos que al momento del encuentro de esos dos mundos,
existía un conjunto de etnias indígenas que
pertenecía a las familias Arahuac, caribe y chibcha con
una menor representación de la familia
tupí-guaraní. En la actualidad, persisten alrededor
de treinta etnias indígenas que representan
aproximadamente el 2% de la población venezolana, a
saber:

Acahuayo: también llamados akawaio o waika
de la familia lingüística Caribe. Están
ubicados en la frontera del
estado
Bolívar
con la Guayana y de características culturales semejantes
a los Pemones.

Arachuac del Delta Amacuro: de la familia Arawak.
Se trata de un grupo muy
aculturado, que vive en la frontera de Delta Amacuro con la
Guayana.

Arahuac del Río Negro: conocidos
también como baniva, baré, guarequena, curripaco y
piapoco, de la familia Arawak. Son un grupo muy aculturado e
integrados en una economía basada en la
explotación del chiquichique, (un tipo de fibra) y el
pendare (tipo de goma). Viven en la frontera del Territorio
Amazonas con Colombia.

Arutani: también Anaké. Es un grupo
casi extinto de filiación desconocida, ubicados en el Alto
Paragua, estado Bolívar.

Bari: también conocidos como motilones
bravos, su familia lingüística es la chibcha. Es un
grupo poco aculturado, situado en la Sierra de Perijá,
estado Zulia, cerca de la frontera entre Colombia y Venezuela.
Excelentes agricultores, portadores de la cultura
bastante integrada. Sus contactos con el elemento criollo fueron
violentos hasta el año 1960. Desde entonces ha tenido
lugar un pequeño incremento demográfico, inclusive
en Colombia.

Cariña: viven en pequeños enclaves
en el centro y sur del estado Anzoátegui y norte del
estado Bolívar. Se trata de grupos agrícolas muy
aculturados, provistos de una buena organización social,
pero sin una capa dirigente propiamente dicha.

Guajibo: llamados igualmente guahibo, chiricoa,
cuiva son independientes de otras familias. Se localizan al sur
del estado Apure y al noroeste del Territorio Amazonas (sin
contar la región del Meta y del Vichada en Colombia). En
Apure, también se les conoce con el nombre de Chiricoas y
Cuibas. Se trata de un grupo de extracción sabanera
originalmente dedicado a la recolección. Presenta un alto
grado de aculturación en las cercanías de los
centros urbanos (Puerto Ayacucho, San Juan de Manapiare, El
Amparo,
etc.).

Guajiro: (Arawak): ubicados principalmente en
el estado
Zulia y en Colombia. La incidencia de la cultura nacional es alta
en las zonas urbanas como Maracaibo, Santa Bárbara,
Sinamaica y Paraguaipoa, y escasa en la península de la
Guajira.

Guarao o Warao: viven en el Delta del Orinoco, en
Delta Amacuro, al este de Monagas y sur de Sucre y en Guayana.
Viven generalmente a orillas de los caños, dedicados a la
recolección, pesca y, en
menor grado, a la agricultura y
la caza.

Guayqueri: es un grupo muy aculturado que vive en
"El Poblado" isla de Margarita, estado Nueva Esparta.

Mapoyo o Yahuana: son de la familia Caribe. Se
encuentran al norte del estado Amazonas.

Maquiritare o yecuana: de la familia Caribe,
están ubicados en el este del estado Amazonas y sur del
estado Bolívar. Grupo agrícola medianamente
aculturado y de fuerte personalidad
étnica. Se localizan por las márgenes de los
ríos Cunucunumo, Erebato, Caura, entre otros.

Panare: zona noroeste del estado Bolívar
(Caicara, La Urbana, Turbia). A pesar de sus frecuentes contactos
con la población criolla, se trata de un grupo poco
aculturado de economía recolectora y en menor medida
agrícola.

Paraujano: (Arawak). Viven en el norte del estado
Zulia (laguna de Sinamaica), isla de Toas, el Moján, Santa
Rosa de Agua. Se
encuentran aculturados y mestizados.

Pemón: también conocidos como
arecuna, taurepang, comaracoto, de la familia Caribe.
Están ubicados en el centro y sureste del estado
Bolívar, principalmente por el río Paragua y la
Gran Sabana, en Guayana y Brasil. Se trata
de un grupo de tendencia demográfica ascendente,
medianamente aculturado. Su economía gira alrededor de la
agricultura y la minería
(en esta última en calidad de
asalariados).

Piaroa: Están situados al centro y norte
de Amazonas y en Colombia. Presentan un nivel de
aculturación mediano o escaso. Se dedican fundamentalmente
a la agricultura.

Puinabe: habitan cerca de San Fernando de Atabapo
(Amazonas) y en Colombia. Culturalmente se asemejan a las
poblaciones araucas del Río Negro

Sape: grupo casi extinto de filiación
desconocida del Alto de Paraguana, estado
Bolívar.

Yanomami: viven al sur del estado Bolívar
y sureste del estado Amazonas por el Alto Orinoco, el Ocamo, el
Padamo, etc. Su grado de aculturación es mínimo.
Sus actividades económicas son la recolección, la
caza y la pesca.

Yaruro: se encuentra en el centro y el sur del
estado Apure. Este grupo, prácticamente desahuciado por
etnólogos de comienzos de siglo, está dando
señales
de recuperación, sobre todo en Guachara y en el río
Cinaruco. Se dedican a la recolección y a la agricultura y
se caracterizan por un alto grado de conciencia
étnica y un fervor mágico-religioso intenso, a
pesar de su fuerte grado de aculturación.

Yucpa: también se conoce como motilones
mansos. Viven en la Sierra de Perijá en el Zulia.
(Frontera colombo venezolana). Medianamente aculturados y
dedicados al cultivo de conucos o rozas. (Aldeasa educativa:
la sociedad del conocimiento)
. Página de Internet )

Por su parte, Uslar refuerza la presencia decisiva del
elemento indígena en nuestra Venezolanidad: "Hubo, por
descontado, el indio, que representa el elemento más
telúrico en nuestro sentimiento de nacionalidad.
Sentimos la tierra personificada en el indio. Eso explica la
paradoja sentimental de que sintamos más como nuestro
héroe al Guacaipuro derrotado que al Losada vencedor, a
pesar de que nuestras características nacionales sean un
resultado de la victoria de éste. En vastos aspectos
sociales está presente el indio, en el maíz, en la
arepa, en el cazabe, en la coa de cultivar, en el rancho en que
habita nuestra gente humilde y en el gran hecho social y
económico del conuco, como sistema tradicional de trabajo,
vida y producción para la mayoría de
nuestro pueblo en lo más de su historia." (Uslar Pietri,
1986, 319)

3. Los negros

En lo concerniente al aporte sanguíneo africano
al mestizaje americano, es conveniente recordar que en los
tiempos de la colonización "al indígena americano
casi se le exterminó ‘porque su pereza, su resistencia
soberbia y su pensamiento profano’ no producían
beneficios importantes para Europa: como consecuencia de ello se
recurrió al negro africano para explotar al máximo
su fortaleza animal y su escaso valor cívico." (Guerra
Cedeño.1994.9)

Por estas razones, vino a dar a América un
importante contingente de negros que, en calidad de esclavos,
llegaron al Nuevo Mundo para contribuir también, con su
sangre primero y con su concepción del mundo
después, a conformar el mestizaje americano. En este
sentido, es conveniente recordar que las dos grandes procedencias
del negro que llegó a América en condición
de esclavo, se ubican en las regiones Sudán, al noroeste
de África, y Bantú, al suroeste del mismo
continente, de donde vendrían, respectivamente, los
genéricamente denominados mandinga y
angola.

España entra en el comercio
esclavista en los tiempos de la conquista y colonización
del Nuevo Mundo con el deseo de aumentar sus ingresos,
participando en las ganancias que deparaba la trata de
negros
iniciada por los navegantes portugueses, quienes
trajeron, primero a Lisboa, la metrópolis, y luego a
América, esclavos provenientes de las famosas Costas de
Guinea,
Costa de Marfil, de Malagueta, de Oro, de los
Esclavos, y de una que fue menos conocida: la Costa de las Buenas
Gentes, cuyos habitantes "parecen haber sido los únicos
que se negaron a practicar el tráfico de esclavos."(Guerra
Cedeño.1984.9)

En 1505, el Rey Fernando envió un pequeño
número de esclavos negros a trabajar en las Minas de la
Española, quienes respondieron muy bien a las exigencias
de las fatigosas tareas, propiciando que, en 1510, se le
encomendara a la Casa de Contratación de Sevilla el
traslado de 200 nuevos negros con el objetivo de
aliviarle el trabajo a los indígenas e incrementar las
ganancias de la actividad minera para beneficio de la Corona
Española. Después de esa fecha, sea a través
de la figura de las Reales Cédulas Especiales o del
Asiento de Negros, los españoles trajeron innumerables
esclavos provenientes del África que se constituyeron en
verdaderas Piezas de Indias.

De conformidad con los siguientes criterios
fenotípicos pasaron al Nuevo Mundo más de once
millones de esclavos provenientes de diversos confines del
África Negra que, en la opinión de los viejos
cronistas, viajeros, negreros y religiosos, tenían las
siguientes características en atención a su proveniencia
étnica:

«Los Congos propiamente dichos, son negros
magníficos, robustos, duros a la fatiga y, sin
contradicción, son los mejores de nuestras
colonias.

Los Ashanti no son propensos al trabajo de la
tierra, pero son excelentes para el trabajo doméstico,
fieles a sus amos.

Los Arara (Ewe), fuertes, acostumbrados al
trabajo y a las grandes fatigas. Aceptaban de buena gana la
esclavitud,
pues habían nacido en ella.

Los Ibos, propensos al suicidio al menor
castigo.

Los Lucumies (Yoruba), son un pueblo orgulloso y
guerrero, al principio de su esclavitud son difíciles de
manejar, pero después ceden a ella.

Los Carabelies (Efis) son perezosos y
descuidados.

Los Angolas, dóciles y alegres, capaces de
aprender oficios mecánicos.»
(García.1990.48)

De acuerdo con la investigación citada, "en Venezuela la
introducción de esclavos negros mediante
licencias, asientos y otras formas legales comenzó
alrededor de 1530. En 1543 se menciona la introducción por
el Cabo de la Vela y desde 1561 hasta 1565 por las costas
Borburata. En la Guaira desembarcaron esclavos a partir de 1580 y
desde allí fueron distribuidos a diversas regiones del
país principalmente a la provincia de Caracas, donde se
concentró gran parte de la población negra llegada
a Venezuela. Igualmente, hubo una alta entrada y
concentración de esclavos negros en las ciudades de San
Felipe, Coro y las Costas Orientales. En la provincia de Caracas,
una numerosa población de negros esclavos fue instalada en
la región de Barlovento para explotar el cultivo de
cacao."(García.1990.48)

Con la finalidad de aclarar con mayor precisión y
en términos más contemporáneos, la
relación entre sitio y etnia en el
África actual, nos parece conveniente reproducir el cuadro
aportado por el ya citado Jesús García.

Lista de Topónimos y Etnónimos
Africanos

  

Topónimos-región de
África

Etnónimos

Angola – Angola

Mbundu, Imbangla, Congo

Mina – Ghana – Togo

Ashanti

Lucumí – Nigeria

Yoruba

Loango – Congo

Bavili

Tari – Togo

Ewe

Arara – Dahomey (Benín)

Ewe – Fon

Gelofe – Senegal

Wolof

Nakenba – Cabinda –
Angola

Bayombe

Cabinda – Angola

Bayombe – Bavili – Congo

Carabalí – Nigeria

Efik – Ibibio

Congo – Congo

Congo

Matamba – Angola

Mbundu – Imbangala

Enbuyla – Congo

Congo

Nago – Nigeria

Yoruba

En lo concerniente al aporte negro al mestizaje, a ese
clave elemento de nuestra Venezolanidad, Uslar comenta que: "En
la sentina de los barcos negreros con el cargamento de dolorosos
brazos encadenados, venían lenguas, creencias, mitos, cantos,
danzas, concepciones mágicas del mundo. Esta influencia,
no sólo como fuerza de trabajo en la producción de
los grandes cultivos coloniales como el cacao y la caña de
azúcar,
sino como contribución espiritual tuvo gran importancia
como pueblo. Se ha estudiado poco la que pudiéramos llamar
la pedagogía de los esclavos en la
formación de nuestra alma colectiva." (Uslar Pietri, 1986,
319)

Esa inconmensurable e indetenible mezcla de indios,
blancos y negros dio origen a veintidós castas diferentes,
embriones de nuevas e infinitas mixturas, de acuerdo con uno de
los cronistas del Nuevo Mundo:

De español e india, mestizo.

De mestizo y español, castizo.

De castiza y español, español.

De española y negro, mulato.

De español y mulato, morisco.

De español y morisca, albino.

De español y albino, torna
atrás.

De indio y torna atrás, lobo.

De lobo e india, zambayo.

De zambayo e india, cambujo.

De cambujo y mulata, albarazado.

De albarazado y mulata, barcino.

De barcino y mulata, coyote.

De coyote e india, chamizo.

De chamizo y mestiza, coyote mestizo.

De coyote y mestizo, allí te
estás.

De lobo y china,
jíbaro.

De cambujo e india, zambayo.

De zambayo y loba, calpamulato.

De calpamulato y cambuja, tente en el aire.

De tente en el aire y mulata, no te entiendo.

De no te entiendo e india, torna
atrás.

En referencia a las voces o denominaciones de esta
prolija y particular diferenciación étnica que se
derivó del entrevero racial en la América
Española, Juan Bautista Olaechea señala algunas
características que merecen ser tomadas en
consideración, y que a continuación
citamos:

  • Son voces derivadas y
    adaptadas en sentido traslaticio de raíces hispanas y en
    algunos casos de raíces indígenas, a veces de
    procedencia del reino animal.
  • Son denominaciones surgidas de un origen popular, no
    científico. Nadie pensó en raíces griegas
    o latinas para expresar las diferentes categorías de
    mezclas y
    precisamente por ello se advierte la falta de coincidencia
    morfológica y un cierto confusionismo
    semántico.
  • La tercera característica es la copiosidad.
    Las posibilidades de mezcla conjugando las tres razas, india,
    europea y africana, son realmente amplias, y aún sin
    agotar del todo dichas posibilidades, se llegó a una
    minuciosidad analítica sorprendente.
    (Olaechea.1992.260)

En el caso particular de nuestro país, en el
Diccionario de Historia de Venezuela (Tomo 3, p.152), se
constata que: "la rapidez y amplitud en la formación de la
población mestiza se explican, por un lado, porque entre
los españoles no existían trabas étnicas
para cohabitar con personas de cualquier grupo racial y por otro,
porque la conquista fue una empresa
masculina en la que escasearon, por consiguiente, las mujeres
blancas. El amancebamiento entre españoles e indias tuvo
que ser frecuente, y de él surgieron los más
importantes núcleos de mestizos venezolanos durante los
siglos XVI y XVII.

Este hecho comunicó a esa población la
situación incómoda de un origen
ilegítimo…" Conviene recordar que nuestro mestizo
por antonomasia, nuestro Garcilaso, el Inca, fue el conquistador
Francisco Fajardo, hijo del español del mismo nombre en
Isabel, cacica guayquerí. Este mestizo hispanizado,
producto del cruce de español con india, quien,
además del idioma español dominaba varias lenguas
amerindias, fue a mediados del siglo XVI, uno de los
protagonistas y artífices de la conquista de la zona
Norcentral de Venezuela.

Para la época de la independencia
de España, de acuerdo con datos
suministrados por Eduardo Arcila Farias, en la Provincia de
Caracas el 37.8 % de la población estaba constituida por
pardos, término genérico utilizado para denominar
el producto racial de la mezcla de negro con blanco, mientras que
los blancos, incluyendo como blancos a los mestizos
hispanizados, alcanzaban sólo un cuarto de la
población, el 25.6 %, el resto eran negros e
indios.

En fin, concluyamos con esta abarcadora cita de Uslar
Pietri: "Este fecundo y original proceso de mestizaje que nos
caracteriza está presente en todas las formas de nuestra
vida social y cultural. Hay mestizaje vivo en nuestra lengua, en
nuestro folklore, en
nuestra literatura, en nuestras
costumbres: Son mestizas nuestras técnicas de
producción y nuestra arquitectura. La
chícura va con el arado romano y la pared de bahareque con
el techo de tejas. Junto a variantes activas del romancero
castellano,
está en la mente de nuestro pueblo, lleno de
enseñanzas e incitaciones, el vasto ciclo
pedagógico de las aventuras de Tío Tigre y
Tío Conejo que nos dieron los africanos.

Hay todo un muestrario del mestizaje, en una fiesta como
la de los diablos del Día de Corpus, y lo hay
también en la evolución del barroco en las
fachadas de nuestra iglesia, en el
mobiliario del hogar tradicional, y en muchas de prácticas
medicinales o mágicas. Es mestiza nuestra cocina (…)
Nuestro quehacer histórico, nuestra originalidad
histórica, tiene que ver esencialmente con ese proceso
consciente e inconsciente de creación de formas, de
concepciones y actitudes por
medio del mestizaje. (Uslar Pietri, 1986, 319)

BIBLIOGRAFÍA
BÁSICA

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Américo Vespucci y el enigma de América.
Instituto Italiano de Cultura. Centro de Estudios
Latinoamericanos Rómulo Gallegos – Caracas,
Primera Edición.

Becco, Horacio Jorge. (1991) Crónicas de la
naturaleza del Nuevo Mundo
. Cuadernos Lagoven,
Caracas.

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Fundación Polar. Caracas. Segunda
Edición.

García, Jesús. (1990) África en
Venezuela. Pieza de Indias
. Cuadernos Lagoven Caracas.
Primera

Edición.

Guerere Tabaré (1995) Las Diosas negras.
Alfadil Editores. Caracas Primera Edición.

Guerra Cedeño (1984) Franklin. Esclavos
negros, cimarroneras y cumbes de Barlovento.
Cuadernos
Lagoven, Caracas:

López de Gómara (1985) Francisco.
Historia General de las Indias. Biblioteca
de Historia, Ediciones Orbís, Barcelona.

Olaechea, Juan Bautista (1992) El mestizaje como
gesta
. Editorial MAPFRE, Madrid.

Pardo, Isaac J. (1988) Esta tierra de gracia.
Papeles de Tierra Firme. Ministerio de Relaciones Exteriores,
Caracas, Sexta Edición.

Uslar Pietri, Arturo (1986) Medio Milenio de
Venezuela
, con selección
de Efraín Subero. Cuadernos

Lagoven. Caracas.

Viloria Vera, Enrique (2005) El mestizaje
americano
. Universidad
Metropolitana / Caracas y Centro de

Estudios Iberoamericanos de la Universidad Rey Juan
Carlos de Madrid. Caracas.

Enrique Viloria Vera

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