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Platón (página 2)



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La obra de
Platón. Agrupación en bloques de las
principales obras.

El conjunto de la obra que ha llegado hasta nosotros
bajo el nombre de Platón
comprende 41 diálogos, la Defensa de
Sócrates
, 13 cartas, y las Definiciones.
Tan vasta producción ha sido clasificada en diversas
ocasiones siguiendo variados criterios: Diógenes
Laercio distinguió entre diálogos
especulativos, prácticos, ejercitativos,
polémicos,etc. Aristófanes de Bizancio los
agrupó en cinco trilogías. Trásilo
los distribuye en nueve tetralogías. En época
moderna las divisiones se basan en criterios de anterioridad
o posterioridad a la fundación de la Academia, en
diálogos socráticos y postsocráticos,
etc.

Sin embargo no todas estas obras pertenecen a Platón,
hay algunas apócrifas y otras que parecen no ser
auténticas: teniendo en cuenta criterios internos, como la
coincidencia del contenido de la obra con la concepción
filosófica de Platón, igualdad de
estilo, etc, y externos, como la atribución de la obra por
varios autores, o su cita en otra obra del mismo Platón,
se consideran apócrifos varios de los diálogos del
corpus platonicum y las Definiciones. En cuanto a las
cartas se admite la VII como suya.

Queda por resolver el problema de la cronología
de los diálogos. Los criterios de contenido,
léxicos, estilométricos, edad de los personajes,
etc, solo han conducido a clasificaciones globales de
época inicial, de madurez y tardía del
filósofo, que no precisan la cronología entre los
diálogos de cada grupo. Tomando
como referencia los distintos viajes a
Sicilia, FRIEDLÄNDER establece la siguiente
sucesión:

  • Entre la muerte de
    Sócrates y su primer viaje a Sicilia:
    Laques, Cármides, Eutifrón, Lisis,
    Protágoras, Hipias Menor, Ión, Hipias Mayor,
    Apología, Critón y Gorgias.
  • Entre el primer y segundo viajes: Menón,
    Crátilo, Eutidemo, Menéxeno, Banquete,
    Fedón, República, Fedro, Parménides y
    Teeteto.
  • Entre el segundo y tercer viajes: El Sofista
     y El Político.
  • Posteriores al tercer viaje: Filebo, Timeo,
    Crítias
    y Las Leyes.
    También la carta
    VII.

La influencia de Platón a través de la
historia de la
filosofía ha sido inmensa. Su Academia existió
hasta el año 529, en que fue cerrada por orden del
emperador bizantino , que se oponía a la
difusión de sus enseñanzas paganas. El impacto de
Platón en el pensamiento
judío es obvio en la obra del filósofo alejandrino
del siglo I
Filón de Alejandría
.
El
neoplatonismo
, fundado en el siglo III por
el filósofo
Plotino
, supuso un importante desarrollo
posterior de las ideas de Platón. Los
teólogos
Clemente de Alejandría
,

Orígenes
y
san Agustín de Hipona
fueron los
primeros exponentes cristianos de una perspectiva
platónica. Las ideas platónicas tuvieron un papel
crucial en el desarrollo del cristianismo y
también en el pensamiento islámico
medieval.

Durante el
renacimiento
, el primer centro de
influencia platónica fue la Academia Florentina, fundada
en el siglo XV cerca de Florencia. Bajo la dirección de
Marsilio Ficino
, sus miembros estudiaron a
Platón en griego antiguo. En Inglaterra, el
platonismo fue recuperado en el siglo XVII por Ralph Cudworth y
otros que se dieron a conocer como la
Escuela de Cambridge
. La influencia de
Platón ha llegado hasta el siglo XX de la mano de
pensadores como
Alfred North Whitehead
, que una vez le
rindió tributo al describir la filosofía como una
simple "serie de anotaciones de Platón".

INFLUENCIA DE LA
FILOSOFÍA POLÍTICA DE PLATÓN Y
ARISTÓTELES

Los condicionantes internos y externos de la
filosofía política.

Aunque la presunción en la que se basaba la obra
de Platón
-que las relaciones
humanas pueden ser objeto de estudio racional y ser sometidas
a una dirección inteligente- o los principios
éticos más generales de la teoría
política de Aristóteles
-la convicción de que el estado debe
ser una relación entre ciudadanos libres moralmente
iguales, mantenida con arreglo a la ley y basada en
el consentimiento y la discusión más que en la
fuerza– no han
desaparecido nunca de la filosofía política
europea. No obstante, la filosofía griega no
ejerció influencia inmediata ni en el terreno
práctico ni en el teórico.

Las ideas de Platón y Aristóteles se vinculaban estrechamente con
el destino de la ciudad-estado. Cuando
la polis fue sustituida por los más vastos imperios de
Macedonia y Roma, quedaron al
descubierto las premisas parroquiales de sus ideas: Entre ellas
cabe destacar:

– de la homogeneidad racial de la población;

– la magnitud óptima de la comunidad
política;

– y una estructura
social que ofreciera a una parte reducida de la
población tiempo
disponible para los asuntos políticos.

La asociación en que pensaban era
"política" por diversas razones:

– Llenaba necesidades que ninguna otra asociación
podía colmar;

– Reflejaba una parte de la vida del individuo que
éste vivía en común con otros
hombres;

– Era un todo compuesto por contribuciones mensurables
efectuadas por sus miembros.

Platón y Aristóteles eran conscientes de
que ninguna ciudad griega había realizado los ideales que
ellos creían implícitos en la ciudad-estado. De no
haber tenido presente con toda claridad en sus pensamientos la
necesidad de crítica
y corrección, nunca habrían intentado analizar la
sociedad en
que vivían, ni distinguir sus perversiones de sus
éxitos. Pero aunque el planteo fuese crítico,
seguían creyendo que en la ciudad-estado se daban en
cierta medida las condiciones necesarias para una vida buena. En
consecuencia, su crítica era fundamentalmente
amistosa.

La asociación, en suma era política porque
se relacionaba con temas de interés
común, y porque todos los integrantes tomaban parte en una
vida común (la vida buena implicaba la
participación en la vida del estado). La ciudad estado
estaba concebida como moralmente autárquica.

Pero el miedo y la desconfianza a lo "externo" eran el
acompañamiento psicológico de una incapacidad de
pensar políticamente en términos de un área
más vasta que la polis. No obstante, se intentaron
establecer ciertos procedimientos
para adaptar la vida de la polis a las nuevas circunstancias,
tales como el ordenamiento "isopolítico", donde el
ciudadano de una ciudad gozaba de ciudadanía en todas las ciudades miembros;
la forma conocida como "simpolítica", donde el
ciudadano de cada ciudad lo era, además, de la
unión federal. De todos modos la práctica del
federalismo
exigía un conocimiento
de técnicas de difícil
aplicación, como es el caso de la aplicación de una
política exterior que representara a varios estados
en lugar de uno sólo, qué patrón utilizar
para asignar representantes ante los organismos deliberativos y
ejecutivos, cómo distribuir los impuestos y
administrar un tesoro común .

La identificación de la actividad política
con la paideia -es decir, con la educación moral y
cultural de los integrantes de la sociedad, y su corolario, la
creencia de que la extensión de la polis
significaba la destrucción de la única
dimensión en la cual era posible profundizar la
paideia de aquellos- fue puesta a prueba en el curso del
siglo IV, cuando, debido a las presiones persas y
macedónicas
, los griegos comenzaron a advertir que las
guerras
intestinas entre ciudades griegas exponían a todo el mundo
helénico a la dominación extranjera.

Políticos como Gorgias, Isócrates y
Demóstenes intentaron alertar a los griegos respecto de la
urgente necesidad de superar las rivalidades surgidas del
particularismo de la ciudad estado (el título helenos se
aplica a quienes comparten nuestra cultura). El
sentimiento pan-helénico se basaba fundamentalmente en el
temor hacia los bárbaros persas y se puso de manifiesto en
cómo más tarde Isócrates imploraría a
Filipo de Macedonia a que se elevara hasta el sentido de lo
griego (338 a.C.). Las clases acomodadas estaban por lo general
al lado de Macedonia, y ésta es una razón
importante de por qué los elementos más
prósperos tendían a ver con complacencia el auge
del poder de
Filipo. Los grupos
democráticos tenían mayor patriotismo local. El
auge de Macedonia obligó a reconocer dos hechos que ya
existían, pero que Platón y Aristóteles
habían pasado por algo en gran parte. Uno de ellos era el
de que la ciudad-estado era demasiado pequeña y
belicosa para gobernar aún el mundo griego
y que
ningún perfeccionamiento posible hubiera sido capaz de
hacerla congruente con la economía del mundo en
que vivía. El segundo hecho era el de que, dadas las
relaciones económicas y culturales que habían
existido desde hacía mucho tiempo entre las ciudades
griegas y su hinterland asiático, la supuesta
superioridad política de los griegos sobre los
bárbaros no era viable en el Mediterráneo
oriental
.

El surgimiento del Imperio Macedónico en
el siglo IV a.C. inauguró una era de organización en gran escala, que
alcanzó más tarde su más plena
expresión en el estado mundial romano. Así, la
polis ya no era el núcleo político significativo,
eclipsada por formas estatales gigantescas, carentes de los
atributos de sociedades
vigorosamente políticas.
La creciente disparidad entre las nuevas realidades de la vida
política y los criterios políticos del pensamiento
griego clásico, provocaron una crisis intelectual
que persistió hasta el advenimiento del cristianismo. A
partir de la época helenística, se intentó
repetidamente adaptar las categorías del pensamiento
clásico a una situación sin precedentes, en la cual
masas de hombres, dispersos a grandes distancias y
de diferentes razas y culturas, habían sido
reunidos en una única sociedad y eran gobernados
por una única autoridad
.

En el terreno de la filosofía política el
desdén y la oposición comenzó a manifestarse
de un modo más o menos vertebrado. La forma común
adoptada por esas diversas filosofías de protesta o
indiferencia -y su significación alarmante en los siglos
IV y III a.C.- sólo puede ser comprendida teniendo
presente la presunción ética que
había tras de todo lo que Platón y
Aristóteles escribieron acerca del estado. Y esa
presunción consistía en que una vida buena implica
la participación en la vida del estado. Por consiguiente,
la esencia de la protesta consistió en negar dicha
presunción. La autarquía que Platón y
Aristóteles habían concebido como atributo del
estado, pasa a serlo del ser humano considerado como
individuo
. El bien se convierte en algo que no es
estrictamente concebible dentro de los confines de la
ciudad-estado -un bien de intimidad y retraimiento-.

Aunque la vida de las ciudades griegas siguió
siendo activa mucho después de la conquista
macedónica del siglo IV a.C., las realidades de la
existencia exigían repensar por entero la naturaleza de
lo político. Aunque el vocabulario griego subsumiera la
diminuta polis y las ligas de ciudades desparramadas bajo
una palabra única: koinon, no se podía dejar
de advertir que la ciudad denotaba una asociación
intensamente política, en tanto que las ligas,
monarquías e imperios subsiguientes a la
declinación de la polis eran organizaciones
esencialmente apolíticas. En consecuencia, mientras que
la teoría política griega había tenido como
tarea histórica descubrir y definir la naturaleza de la
vida política, tocó al pensamiento
helenístico y romano posterior redescubrir el significado
que podía tener la dimensión política de la
existencia en una era imperial.

La expansión de Roma, desde una ciudad-estado
típicamente pequeña hasta un enorme imperio, se
llevó a cabo primordialmente durante el período de
la república. El intento de gobernar este enorme espacio
conservando los valores e
instituciones
de una pequeña comunidad política impuso al
sistema graves
presiones. Al mismo tiempo, las exigencias de espacio y los
objetivos
institucionales era acompañada por una
intensificación del conflicto y la
rivalidad políticos
.

Antes la lealtad provenía de un
sentimiento de participación común; ahora
debía centrarse en una común reverencia hacia el
poder personificado
. La persona del
gobernante servía de meta para las lealtades, de centro
común que vinculaba las partes dispersas del imperio. Esto
se conseguía transformando la monarquía en un culto y rodeándolo
con un complicado sistema de signos,
símbolos y devoción. La
"actividad política visual" de una época
anterior, cuando los hombres podían ver y sentir las
formas de la acción
pública y establecer comparaciones significativas con su
propia existencia, daba paso a la "actividad política
abstracta"
, la actividad política desde la distancia,
en que los hombres eran informados acerca de acciones
públicas poco o nada semejantes a la economía
doméstica ni a los problemas de
mercado. En este
sentido, los símbolos eran indicadores
esenciales de la existencia de una autoridad
. La
megalópolis había desplazado a la polis; y en esta
nueva dimensión espacial resultaba anacrónica la
antigua concepción de la asociación
política, tal como la mantenida mediante una amistad entre
familiares.

Es lógico que el ocaso de la ciudad-estado
pondría de manifiesto sentimientos de rechazo. Una
actitud
derrotista, una desilusión y una tendencia a apartarse de
la vida pública y crearse una vida privada en la
que los intereses públicos tuviesen un papel
pequeño y aún negativo, se tradujo en que una
carrera política pasó a resultar algo indiferente o
incluso una desgracia real. El fracaso obligó por primera
vez a los hombres a crear ideales de carácter personal y de
felicidad privada
de un tipo tal que un griego educado en los
ideales de la ciudad-estado difícilmente podría
considerar como una renuncia. Dentro de estas corrientes se
destacan, los epicúreos, los cínicos y los
estoicos.

La importancia de su vida en la formación de su
pensamiento político  fue capital,
porque siempre estuvo encaminada a la implantación de su
Estado Ideal, cosa que intento sin conseguirlo, donde los ideales
de justicia,
solidaridad,
orden, moderación, virtud y leyes ecuánimes
imperaran. Además, siguiendo los pasos de su maestro
Sócrates, fundó la Academia para dedicarse a la
enseñanza de sus teorías. Por último decir que la
muerte de
Sócrates, víctima de resentimientos reaccionarios,
hizo comprender a Platón que la política de su
ciudad estaba separada de su criterio personal.

 

Autora:

Yaumara Esquivel Rodríguez

3er año de Comunicación
Social.

Partes: 1, 2
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