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Hugo Chavez y la guerra de resistencia (página 9)



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Habíamos predicho que la guerra
sería continental. Esto significa también que
será prolongada; habrá muchos frentes,
costará mucha sangre,
innúmeras vidas durante largo tiempo. Pero,
algo más, los fenómenos de polarización de
fuerzas que están ocurriendo en América, la clara división entre
explotadores y explotados que existirá en las guerras
revolucionarias futuras, significan que, al producirse la toma
del poder por la
vanguardia
armada del pueblo, el país, o los países, que lo
consigan, habrán liquidado simultáneamente, en el
opresor, a los imperialistas y a los explotadores nacionales.
Habrá cristalizado la primera etapa de la revolución
socialista; estarán listos los pueblos para
restañar sus heridas e iniciar la construcción del socialismo.

¿Habrá otras posibilidades
menos cruentas?

Hace tiempo que se realizó el
último reparto del mundo en el cual a los Estados Unidos le
tocó la parte del león de nuestro Continente; hoy
se están desarrollando nuevamente los imperialistas del
viejo mundo y la pujanza del mercado
común europeo atemoriza a los mismos norteamericanos. Todo
esto podría hacer pensar que existiera la posibilidad de
asistir como espectadores a la pugna interimperialista para luego
lograr avances, quizás en alianza con las
burguesías nacionales más fuertes. Sin contar con
que la política pasiva nunca trae buenos
resultados en la lucha de clases y las alianzas con la
burguesía, por revolucionaria que ésta luzca en un
momento dado, sólo tiene carácter transitorio, hay razones de tiempo
que inducen a tomar otro partido.

La agudización de la
contradicción fundamental luce ser tan rápida en
América que molesta el «normal» desarrollo de
las contradicciones del campo imperialista en su lucha por los
mercados.

Las burguesías nacionales se han
unido al imperialismo
norteamericano, en su gran mayoría, y deben correr la
misma suerte que éste en cada país. Aun en los
casos en que se producen pactos o coincidencias de
contradicciones entre la burguesía nacional y otros
imperialismos con el norteamericano, esto sucede en el marco de
una lucha fundamental que englobará necesariamente, en el
curso de su desarrollo, a todos los explotados y a todos los
explotadores
. La polarización de fuerzas
antagónicas de adversarios de clases, es hasta ahora,
más veloz que el desarrollo de las contradicciones entre
explotadores por el reparto del botín. Los campos son dos:
la alternativa se vuelve más clara para cada quien
individual y para cada capa especial de la población.

La Alianza para el Progreso es un intento de
refrenar lo irrefrenable.

Pero si el avance del mercado común
europeo o cualquier otro grupo
imperialista sobre los mercados americanos, fuera más
veloz que el desarrollo de la contradicción fundamental,
sólo restaría introducir las fuerzas populares como
cuña, en la brecha abierta, conduciendo éstas toda
la lucha y utilizando a los nuevos intrusos con clara conciencia de
cuáles son sus intenciones
finales.

No se debe entregar ni una posición,
ni un arma, ni un secreto al enemigo de clase, so pena
de perderlo todo.

De hecho, la eclosión de la lucha
americana se ha producido. ¿Estará su
vórtice en Venezuela,
Guatemala,
Colombia,
Perú, Ecuador…?
¿Serán estas escaramuzas actuales sólo
manifestaciones de una inquietud que no ha fructificado? No
importa cuál sea el resultado de las luchas de hoy. No
importa, para el resultado final, que uno u otro movimiento sea
transitoriamente derrotado. Lo definitivo es la decisión
de lucha que madura día a día; la conciencia de la
necesidad del cambio
revolucionario, la certeza de su
posibilidad.

Es una predicción. La hacemos con el
convencimiento de que la historia nos dará la
razón. El análisis de los factores objetivos y
subjetivos de América y del mundo imperialista, nos indica
la certeza de estas aseveraciones basadas en la Segunda
Declaración de La Habana.

[Cuba Socialista, septiembre de
1963.]

La cuestión de la acción
guerrillera es de sumo interés
para nuestro Partido y para las masas obreras. Ya nos hemos
referido de paso a ella más de una vez, y ahora, tal como
lo habíamos prometido, nos proponemos ofrecer una exposición
más completa de nuestras ideas al
respecto.

I

Comencemos por el principio.
¿Cuáles son las exigencias fundamentales que todo
marxista debe presentar para el análisis de la
cuestión de las formas de lucha? En primer lugar, el
marxismo se
distingue de todas las formas primitivas del socialismo pues no
liga el movimiento a una sola forma determinada de lucha. El
marxismo admite las formas más diversas de lucha;
además, no las "inventa", sino que generaliza, organiza y
hace conscientes las formas de lucha de las clases
revolucionarias que aparecen por sí mismas en el curso del
movimiento. El marxismo, totalmente hostil a todas las
fórmulas abstractas, a todas las recetas doctrinas, exige
que se preste mucha atención a la lucha de masas en curso que,
con el desarrollo del movimiento, el crecimiento de la conciencia
de las masas y la agudización de las crisis
económicas y políticas,
engendra constantemente nuevos y cada vez más diversos
métodos de
defensa y ataque. Por esto, el marxismo no rechaza
categóricamente ninguna forma de lucha El marxismo no se
limita, en ningún caso, a las formas de lucha posibles y
existentes sólo en un momento dado, admitiendo la
aparición inevitable de formas de lucha nuevas,
desconocidas de los militantes de un período dado, al
cambiar la coyuntura social. El marxismo, en este sentido,
aprende, si puede decirse así, de la práctica de
las masas, lejos de pretender enseñar a las masas formas
de lucha inventadas por "sistematizadores" de gabinete. Sabemos
— decía, por ejemplo, Kautsky, al examinar las formas de
la revolución social — que la próxima crisis nos
traerá nuevas formas de lucha que no podemos prever
ahora.

En segundo lugar, el marxismo exige que
la cuestión de las formas de lucha sea enfocada
históricamente. Plantear esta cuestión fuera de la
situación histórica concreta significa no
comprender el abecé del materialismo
dialéctico. En los diversos momentos de la evolución económica, según
las diferentes condiciones políticas, cultural-nacionales,
costumbrales, etc., aparecen en primer plano distintas formas de
lucha, y se convierten en las formas de lucha principales; y, en
relación con esto, se modifican a su vez las formas de
lucha secundarias, accesorias. Querer responder sí o no a
propósito de un determinado procedimiento de
lucha, sin examinar en detalle la situación concreta de un
movimiento dado, la fase dada de su desenvolvimiento, significa
abandonar completarnente la posición del
marxismo.

Estos son los dos principios
teóricos fundamentales que deben guiarnos. La historia del
marxismo en Europa Occidental
nos suministra innumerables ejemplos que confirman lo dicho. La
socialdemocracia europea considera, en el momento
actual, el parlamentarismo y el movimiento sindical como las
principales formas de lucha; en el pasado reconocía la
insurrección y está plenamente dispuesta a
reconocerla en el porvenir si la situación cambia, pese a
la opinión de los liberales burgueses, como los
kadetes
1
y los bezzaglavtsi2
rusos. La socialdemocracia negaba la huelga general
en la década del 70 como panacea social, como medio para
derribar de golpe a la burguesía por la vía no
política, pero admite plenamente la huelga política
de masa (sobre todo, después de la experiencia rusa de
1905) como uno de los procedimientos de
lucha, indispensable en ciertas condiciones. La socialdemocracia,
que admitía la lucha de barricadas en la década del
40 del siglo XIX, y la rechazaba, basándose en datos concretos,
a fines del siglo XIX, se ha declarado plenamente dispuesta a
revisar esta última opinión y a reconocer la
conveniencia de la lucha de barricadas después de la
experiencia de Moscú, que ha iniciado según las
palabras de Kautsky, una nueva táctica de las
barricadas.

II

Establecidos los principios generales del
marxismo, pasemos a la revolución
rusa. Recordemos el desarrollo histórico de las formas
de lucha que ha hecho aparecer. Primero, las huelgas
económicas de los obreros (1896-1900), después, las
manifestaciones políticas de obreros y estudiantes
(1901-1902), las revueltas campesinas (1902), el principio de las
huelgas políticas de masas combinadas de diversos modos
con las manifestaciones (Rostov 1902, las huelgas del verano de
1903, el 9 de enero de 1905), la huelga política en toda
Rusia con
casos locales de combates de barricadas (octubre de 1905), la
lucha masiva de barricadas y la insurrección armada
(diciembre de 1905), la lucha parlamentaria pacífica
(abril-junio de 1906), los alzamientos militares parciales (junio
de 1905-julio de 1906), las sublevaciones parciales de campesinos
(otoño de 1905-otoño de 1906). Tal es el estado de
cosas en el otoño de 1906, desde el punto de vista de las
formas de lucha en general. La forma de lucha con que la
autocracia "contesta" es el pogromo de las centurias negras,
comenzando por el de Kishiniov en la primavera de 1903, y
terminando por el de Siedlce en el otoño de 1906. Durante
todo este período la
organización de pogromos por las centurias negras y
las matanzas de judíos,
estudiantes, revolucionarios, obreros conscientes han ido
constantemente en aumento y se han ido perfeccionando,
uniéndose la violencia de
la chusma sobornada a la violencia de las tropas
centurionegristas, llegando hasta utilizar la artillería
en aldeas y ciudades, en combinación con expediciones
punitivas, trenes de represión,
etc.

Tal es el fondo esencial del cuadro.
Sobre este fondo se dibuja — evidentemente como algo particular,
secundario, accesorio — el fenómeno a cuyo estudio y
apreciación está consagrado el presente
artículo. ¿En qué consiste este
fenómeno? ¿Cuáles son sus formas? y
¿cuáles sus causas? ¿Cuándo
surgió y hasta dónde se ha extendido?
¿Cuál su significación en la marcha general
de la revolución? ¿Cuáles son sus relaciones
con la lucha de la clase obrera, organizada y dirigida por la
socialdemocracia? Estas son las cuestiones que debemos abordar
ahora, después de haber bosquejado el fondo general del
cuadro.

El fenómeno que nos interesa es la
lucha armada. Sostienen esta lucha individuos aislados y
pequeños grupos. Unos
pertenecen a las organizaciones
revolucionarias otros (la mayoría, en cierta parte de
Rusia) no pertenecen a ninguna organización revolucionaria. La lucha
armada persigue dos fines diferentes, que es preciso distinguir
rigurosamente : en primer lugar, esta lucha se propone la
ejecución de personas aisladas, de los jefes y subalternos
de la policía y del ejército; en segundo lugar, la
confiscación de fondos pertenecientes tanto al gobierno como a
particulares. Parte de las sumas confiscadas va al partido, parte
está consagrada especialmente al armamento y a la
preparación de la insurrección, parte a la
manutención de los que sostienen la lucha que
caracterizamos. Las grandes expropiaciones (la del
Cáucaso, de más de 200.000 rublos; la de
Moscú, de 875.000 rubios) estaban destinadas precisamente
a los partidos revolucionarios ante todo; las pequeñas
expropiaciones sirven en primer lugar, e incluso a veces
enteramente, al sostenimiento de los "expropiadores". Esta forma
de lucha ha tomado un amplio desarrollo y extensión,
indudablemente, tan sólo en 1906, es decir, después
de la insurrección de diciembre. La agudización de
la crisis política hasta llegar a la lucha armada y, sobre
todo, la agravación de la miseria, del hambre y del
paro en las
aldeas y en las ciudades han desempeñado un importante
papel entre las causas que han originado la lucha de que
tratamos. El mundo de los vagabundos, el "lumpenproletariat" y
los grupos anarquistas han adoptado esta forma de lucha como la
forma principal y hasta exclusiva de lucha social. Como forma de
lucha empleada en "respuesta" por la autocracia, hay que
considerar: el estado de
guerra, la movilización de nuevas tropas, los pogromos de
las centurias negras (Siedlce) y los consejos de
guerra.

III

El juicio habitual sobre la lucha que
estamos describiendo, se reduce a lo siguiente: esto es
anarquismo, blanquismo, el antiguo terrorismo,
actos de individuos aislados de las masas que desmoralizan a los
obreros, que apartan de ellos a los amplios círculos de la
población, desorganizan el movimiento y perjudican a la
revolución. En los hechos comunicados todos los
días por los periódicos se encuentran, sin
dificultad, ejemplos para confirmar este
juicio.

Pero ¿son convincentes estos
ejemplos? Para comprobarlo tomemos el hogar en que esta forma de
lucha está más desarrollada: la región de
Letonia. He aquí en qué términos se lamenta
Nóvoie Vremia
3
(del 9 y del 12 de septiembre), de la actividad de la
socialdemocracia letona. El Partido Obrero Socialdemócrata
Letón (sección del POSDR) publica regularmente
30.000 ejemplares de su periódico;
en las columnas de anuncios de éste se publican listas de
confidentes cuya supresión constituye un deber para cada
hombre
honrado; los que ayudan a la policía son declarados
"enemigos de la revolución" y deben ser ejecutados, y,
además, confiscados sus bienes; se
llama a la población a no dar dinero para el
Partido Socialdemócrata más que contra recibo
sellado; en la última rendición de cuentas del
Partido figuran, entre los 48.000 rublos de ingreso del
año, 5.600 rublos de la sección de Libava para la
compra de armas, procurados
mediante expropiaciones. Como es natural, Nóvoie Vremia
lanza rayos y centellas contra esta "legislación
revolucionaria", contra este "gobierno de
terror".

Nadie se atreverá a calificar de
anarquismo, de blanquismo, de terrorismo, estas acciones de
los socialdemócratas letones. Pero, ¿por
qué? Porque en este caso es evidente la relación de
la nueva forma de lucha con la insurrección que
estalló en diciembre y que madura de nuevo. En lo que
concierne a toda Rusia, esta relación no es tan
perceptible, pero existe. La extensión de la lucha de
"guerrillas", precisamente después de diciembre, su
relación con la agravación de la crisis no
sólo económica, sino también
política, son innegables. El viejo terrorismo ruso era
obra del intelectual conspirador; ahora, la lucha de guerrillas
la mantiene, por regla general, el obrero combatiente o
simplemente el obrero sin trabajo.
Blanquismo y anarquismo se les ocurren fácilmente a gentes
que gustan de los clichés, pero en la atmósfera de
insurrección, que de un modo tan evidente existe en la
región de Letonia, es indudable que estas etiquetas
aprendidas de memoria no tienen
ningún valor.

El ejemplo de los letones demuestra
perfectamente que el método,
tan común entre nosotros, de analizar la guerra de
guerrillas al margen de las condiciones de una
insurrección, es incorrecto, anticientífico y
antihistórico. Hay que tener en cuenta esta
atmósfera insurreccional, reflexionar sobre las
particularidades del período transitorio entre los grandes
actos de la insurrección, comprender qué formas de
lucha surgen necesariamente como consecuencia de ello y no salir
del paso con un surtido de palabras aprendidas de memoria, que
son empleadas lo mismo por los kadetes y por la gente de
Nóvoie Vremia : ¡anarquismo, pillaje,
rufianismo!

Las operaciones de
guerrillas, se dice, desorganizan nuestro trabajo. Apliquemos
este razonamiento a la situación creada después de
diciembre de 1905, a la época de los pogromos de las
centurias negras y de la ley marcial.
¿Qué es lo que desorganiza más el movimiento
en dicha época: la falta de resistencia o
bien la lucha organizada de los guerrilleros? Comparad la Rusia
Central con sus confines del Oeste, con Polonia y la
región de Letonia. La lucha de guerrillas ha adquirido
indudablemente mucha más difusión y desarrollo en
esos confines occidentales. Y es no menos innegable que el
movimiento revolucionario en general y el movimiento
socialdemócrata en particular, están más
desorgenizados en la Rusia Central que en las regiones del Oeste.
Evidentemente, ni siquiera se nos ocurre la idea de deducir que
si los movimientos socialdemócratas polaco y letón
están menos desorganizados es gracias a la guerra de
guerrillas. No. La única conclusión que se
desprende de ello es que no puede imputarse a la guerra de
guerrillas el estado de desorganización del movimiento
obrero socialdemócrata en la Rusia de
1906.

Se invocan frecuentemente las
particularidades de las condiciones nacionales, lo cual revela
manifiestamente la debilidad de la argumentación
corriente. Si se trata de las condiciones nacionales, es que no
se trata de anarquismo, de blanquismo, de terrorismo — pecados
comunes a toda Rusia e incluso específicamente rusos –,
sino de algo diferente. ¡Analizad este algo diferente de un
modo concreto,
señores! Veréis entonces que la opresión o
el antagonismo nacionales no explican nada, pues siempre han
existido en los confines occidentales, mientras que la lucha de
guerrillas ha sido engendrada solamente por el período
histórico actual. Hay muchos sitios en que existen la
opresión y el antagonismo nacionales, pero no la lucha de
guerrillas, que se desarrolla a veces sin que se dé la
opresión nacional. Un análisis concreto de la
cuestión muestra que no es
del yugo nacional de lo que se trata, sino de las condiciones de
la insurrección. La lucha de guerrillas es una forma
inevitable de lucha en un momento en que el movimiento de masas
ha llegado ya realmente a la insurrección y en que se
producen intervalos más o menos considerables entre
"grandes batallas" de la guerra
civil.

No son las acciones de guerrillas las que
desorganizan el movimiento, sino la debilidad del Partido, que no
sabe tomar en sus manos tales acciones. Por eso, entre nosotros,
los rusos, los anatemas lanzados habitualmente contra las
acciones de guerrillas, coinciden con acciones de guerrillas
clandestinas, accidentales, no organizadas, que realmente
desorganizan al Partido. Incapaces de comprender cuáles
son las condiciones históricas que engendran esta lucha,
somos igualmente incapaces de contrarrestar sus aspectos
perjudiciales. La lucha no por eso deja de continuarse, pues la
provocan potentes factores económicos y políticos.
No tenemos fuerza para
suprimir estos factorcs ni esta lucha. Nuestras quejas contra la
lucha de guerrillas son quejas contra la debilidad de nuestro
Partido en materia de
insurrección.

Lo que hemos dicho de la
desorganización se aplica también a la
desmoralización. No es la guerra de guerrillas lo que
desmoraliza, sino el carácter inorganizado, desordenado,
sin partido de las acciones de guerrillas. De esta
evidentísima desmoralización no nos salvaremos ni
un ápice condenando o maldiciendo las acciones de
guerrillas; pues estas condenaciones y maldiciones son
absolutamente impotentes para detener un fenómeno
provocado por causas económicas y políticas
profundas. Se nos objetará que si somos incapaces de
detener un fenómeno anormal y desmoralizador, esto no es
razón para que el Partido adopte procedimientos de lucha
anormales y desmoralizadores. Pero tal objeción
sería puramente liberal-burguesa y no marxista, pues un
marxista no puede considerar en general anormales y
desmoralizadoras la guerra civil o la guerra de guerrillas, como
una de sus formas. Un marxista se basa en la lucha de clases y no
en la paz social. En ciertos períodos de crisis
económicas y políticas agudas, la lucha de clases,
al desenvolverse, se transforma en guerra civil abierta, es
decir, en lucha armada entre dos partes del pueblo. En tales
períodos, el marxista está obligado a tomar
posición por la guerra civil. Toda condenación
moral de
ésta es completamente inadmisible desde el punto de vista
del marxismo.

En una época de guerra civil, el
ideal del Partido del proletariado es un partido de combate. Esto
es absolutamente incontrovertible. Estamos completamente
dispuestos a conceder que, desde el punto de vista de la guerra
civil se puede demostrar, y se demuestra, la inconveniencia de
unas u otras formas de guerra civil en uno u otro momento.
Admitimos plenamente la crítica
de las diversas formas de guerra civil desde el punto de vista de
la conveniencia militar y estamos incondicionalmente de acuerdo
en que, en esta cuestión, el voto decisivo corresponde a
los militantes activos
socialdemócratas de cada localidad. Pero, en nombre de los
principios del marxismo, exigimos absolutamente que nadie intente
sustraerse al análisis de las condiciones de la guerra
civil con frases triviales y rutinarias sobre el anarquismo, el
blanquismo y el terrorismo; que no se haga de los procedimientos
insensatos empleadGs en la guerra de guerrillas en un cierto
momento por cierta organización del Partido Socialista
Polaco, un espantajo en la cuestión de la
participación de la socialdemocracia en la guerra de
guerrillas en general.

El argumento de que la guerra de
guerrillas desorganiza el movimiento debe ser apreciado de manera
crítica. Toda forma nueva de lucha, que trae aparejada
consigo nuevos peligros y nuevos sacrificios, "desorganiza",
indefectiblemente, las organizaciones no preparadas para esta
nueva forma de lucha. Nuestros antiguos círculos de
propagandistas se desorganizaron al recurrir a los métodos
de agitación. Nuestros comités se desorganizaron al
recurrir a las demostraciones. En toda guerra, cualquier
operación lleva un cierto desorden a las filas de los
combatientes. De esto no puede deducirse que no hay que combatir.
De esto es preciso deducir que hay que aprender a combatir. Y
nada más.

Cuando veo a socialdemócratas que
declaran arrogante y presuntuosamente: nosotros no somos
anarquistas, ni ladrones, ni bandidos; estamos por encima de todo
eso, rechazamos la guerra de guerrillas, me pregunto:
¿comprenden esas gentes lo que dicen? En todo el
país se libran encuentros armados y choques entre el
gobierno centurionegrista y la población. Es un
fenómeno absolutamente inevitable en la fase actual de
desarrollo de la revolución. Espontáneamente, sin
organización — y, precisamente por eso, en formas a
menudo poco afortunadas y malas –, la población reacciona
también mediante colisiones y ataques armados. Estoy de
acuerdo en que, a causa de la debilidad o de la falta de
preparación de nuestra organización, podemos
renunciar, en una localidad y en un momento dado, a colocar esta
lucha espontánea bajo la dirección del Partido. Estoy de acuerdo en
que esta cuestión debe ser resuelta por los militantes
locales activos, en que no es cosa fácil reajustar
el trabajo de
organizaciones débiles y no preparadas. Pero cuando veo
que un teórico o que un publicista de la socialdemocracia,
no lamenta esta falta de preparación, sino que repite con
orgullosa suficiencia y entusiasmo narcisista las frases
aprendidas en su primera juventud sobre
el anarquismo, el blanquismo y el terrorismo, me causa una gran
pena el ver rebajar así la doctrina más
revolucionaria del mundo.

Se dice que la guerra de guerrillas
aproxima al proletariado consciente a la categoría de los
vagabundos borrachines y degradados. Es cierto. Pero de esto
sólo se desprende que el partido del proletariado no puede
nunca considerar la guerra de guerrillas como el único, ni
siquiera como el principal procedimiento de lucha; que este
procedimiento debe estar subordinado a los otros, debe ser
proporcionado a los procedimientos esenciales de lucha,
ennoblecido por la influencia educadora y organizadora del
socialismo. Sin esta última condición, todos,
absolutamente todos los procedimientos de lucha, en la sociedad
burguesa, aproximan al proletariado a las diversas capas no
proletarias, situadas por encima o por debajo de él, y,
abandonados al curso espontáneo de los acontecimientos, se
desgastan, se pervierten, se prostituyen. Las huelgas,
abandonadas al censo espontáneo de los acontecimientos,
degeneran en Alliances, en acuerdos entre obreros y patronos
contra los consumidores. El parlamento degenera en un burdel,
donde una banda de politicastros burgueses comercia al por mayor
y al por menor con la "libertad
popular", el "liberalismo",
la "democracia",
el republicanismo, el anticlericalismo, el socialismo y
demás mercancías de fácil colocación.
La prensa se
transforma en alcahueta barata, en instrumento de corrupción
de las masas, de adulación grosera de los bajos instintos
de la muchedumbre, etc., etc. La socialdemocracia no conoce
procedimientos de lucha universales que separen al proletariado
con una muralla china de las
capas situadas un poco más arriba o un poco más
abajo de él. La socialdemocracia emplea, en diversas
épocas, diversos procedimientos, rodeando siempre su
aplicación de condiciones ideológicas y de
organización rigurosamente determinadas
*.

IV

Las formas de lucha de la
revolución rusa, comparadas con las revoluciones burguesas
de Europa, se distinguen por su extraordinaria variedad. Kautsky
lo había previsto en parte cuando decía en 1902 que
la futura revolución (tal vez con excepción de
Rusia, añadía) sería no tanto una lucha del
pueblo contra el gobierno, como una lucha entre dos partes del
pueblo. En Rusia vemos que esta segunda lucha toma indudablemente
un desarrollo más extenso que en las revoluciones
burguesas de Occidente. Los enemigos de nuestra revolución
son poco numerosos entre el pueblo, pero se organizan más
y más a medida que la lucha se agudiza y reciben apoyo de
las capas reaccionarias de la burguesía. Es, pues,
completamente natural e inevitable que en una época
semejante, en una época de huelgas políticas en
escala nacional,
la insurrección no puede adoptar la antigua forma de actos
aislados, limitados a un lapso de tiempo muy breve y a una zona
muy reducida. Es completamente natural e inevitable que la
insurrección tome formas más elevadas y complejas
de una guerra civil prolongada y que abarca a todo el
país, es decir, de una lucha armada entre dos partes del
pueblo. Semejante guerra no puede concebirse más que como
una serie de pocas grandes batallas, separadas unas de otras por
intervalos relativamente considerables y una gran cantidad de
pequeños encuentros librados durante estos intervalos. Si
esto es así — y lo es sin duda –, la socialdemocracia
debe sin falta plantearse la tarea de constituir organizaciones
que sean lo más aptas posibles para dirigir a las masas en
estas grandes batallas y, en lo posible, en estos pequeños
encuentros. La socialdemocracia debe proponerse, en la
época en que la lucha de clases se agudiza hasta llegar a
la guerra civil, no solamente tomar parte en esta guerra civil,
sino también desempeñar la función
dirigente en ella. La socialdemocracia debe educar y preparar a
sus organizaciones para que realmente sean capaces de actuar como
una parte beligerante, no dejando pasar ninguna ocasión de
asestar un golpe a las fuerzas del
adversario.

Esta es — no es posible negarlo — una
tarea difícil, que no se puede resolver de golpe. Lo mismo
que todo el pueblo se reeduca y se instruye en la lucha en el
curso de la guerra civil, nuestras organizaciones deben ser
educadas, deben ser reorganizadas sobre la base de lo que
enseña la experiencia, a fin de estar a la altura de su
misión.

No tenemos la menor pretensión de
imponer a los militantes activos una forma de lucha cualquiera
inventada por nosotros, ni siquiera resolver, desde nuestro
gabinete, la cuestión del papel que una u otra forma de
guerra de guerrillas puede desempeñar en el curso general
de la guerra civil en Rusia. Lejos de nosotros la idea de ver en
la apreciación concreta hecha de una u otra acción
de guerrillas una cuestión de tendencia en la
socialdemocracia. Pero consideramos que constituye para nosotros
un deber contribuir en la medida de nuestras fuerzas a la justa
apreciación teórica de las formas nuevas de lucha
que la vida hace aparecer; que debemos combatir sin cuartel la
rutina y los prejuicios que impiden a los obreros conscientes
plantear como conviene esta nueva y difícil
cuestión y abordar como es debido su
solución.


*
Se acusa frecuentemente a los
socialdemócratas bolcheviques de asumir una actitud
irreflexiva y parcial frente a las acciones de guerrillas. Por
esto no será superfluo recoldar que en el proyecto de
resolución sobre las acciones de guerrillas (Nƒ 2 de
Partinie Izvestia
4
e informe de Lenin
acerca del Congreso
5)
el sector de bolcheviques que las defiende ha puesto las
condiciones siguientes para su aprobación: no son
toleradas en absoluto las "expropiacioncs" de bienes privados;
las "expropiacioncs" de bienes del Estado no son recomendadas;
sólo son toleradas a condición de que se hagan bajo
el control del
Partido y de que los recursos sean
destinados a las necesidades de la insurrección. Las
acciones de guerrillas que revisten la forma de actos terroristas
son recomendadas contra los opresores gubernamentales y los
elementos activos de las "centurias negras", pero con las
condiciones siguientes: 1) tener en cuenta el estado de
ánimo de las grandes masas; 2) tomar en
consideración las condiciones del movimiento obrero local;
3) preocuparse de no gastar inútilmente las fuerzas del
proletariado. La diferencia práctica entre este proyecto y
la resolución adoptada en el Congreso de
Unificación
6
consiste, exclusivamente, en que las "expropiaciones" de
bienes del Estado no han sido
admitidas.

La guerra de guerrillas ha sido utilizada
innumerables veces en la historia en condiciones diferentes y
persiguiendo distintos fines, últimamente ha sido usada en
diversas guerras populares de liberación donde la
vanguardia del pueblo eligió el camino de la lucha armada
irregular contra enemigos de mayor potencial bélico.
Asia,
África y América han sido escenario de estas
acciones cuando se trataba de lograr el poder en la lucha contra
la explotación feudal, neocolonial o colonial. En Europa
se le empleó como complemento de los ejércitos
regulares propios o aliados.

En América se ha recurrido a la
guerra de guerrillas en diversas oportunidades. Como antecedente
mediato más cercano puede anotarse la experiencia de
Augusto Cesar Sandino, luchando contra las fuerzas
expedicionarias yanquis en la Segovia nicaragüense. Y,
recientemente, la guerra revolucionaria de Cuba. A partir
de entonces, en América se han planteado los problemas de
la guerra de guerrillas en las discusiones teóricas de los
partidos progresistas del continente y la posibilidad y
conveniencia de su utilización es materia de
polémicas encontradas.

Estas notas trataron de expresar nuestras
ideas sobre la guerra de guerrillas y cuál sería su
utilización correcta.

Ante todo hay que precisar que esta
modalidad de lucha es un método; un método para
lograr un fin. Ese fin, indispensable, ineludible para todo
revolucionario, es la conquista del poder político. Por
tanto, en los análisis de las situaciones especificas de
los distintos países de América, debe emplearse el
concepto de
guerrilla reducido a la simple categoría de método
de lucha para lograr aquel fin.

Casi inmediatamente surge la
pregunta:

El método de la guerra de guerrillas
es la fórmula Única para la toma del poder en la
América entera, o será, en todo caso, la forma
predominante; o, simplemente, será una formula más
entre todas las usadas para la lucha y, en Ultimo extremo, se
preguntan, será aplicable a otras realidades continentales
el ejemplo de Cuba.

Por el camino de la polémica, suele
criticarse a aquellos que quieren hacer la guerra de guerrillas,
aduciendo que se olvidan de la lucha de masas, casi como si
fueran métodos contrapuestos. Nosotros rechazamos el
concepto que encierra esa posición; la guerra de
guerrillas es una guerra del pueblo, es una lucha de masas.
Pretender realizar este tipo de guerra sin el apoyo de la
población, es el preludio de un desastre
inevitable.

La guerrilla es la vanguardia combativa del
pueblo, situada en un lugar determinado de algún
territorio dado, armada, dispuesta a desarrollar una serie de
acciones bélicas tendientes al Único fin
estratégico posible: la toma del poder. Está
apoyada por las masas campesinas y obreras de la zona y de todo
el territorio de que se trate. Sin esas premisas no se puede
admitir la guerra de guerrillas.

En nuestra situación americana,
consideramos que tres aportaciones fundamentales hizo la Revolución
cubana a la mecánica de los movimientos revolucionarios
en América; son ellas:

Primero: las fuerzas populares pueden ganar
una guerra contra el ejercito.

Segundo: no siempre hay que esperar a que se
den todas las condiciones para la revolución; el foco
insurreccional puede crearlas.

Tercero: en la América
subdesarrollada, el terreno de la lucha armada debe ser
fundamentalmente el campo.

. "Guerra de Guerrillas:
un Método" II

Establecimos que es un método de
lucha para obtener un fin. Lo que interesa, primero, es analizar
el fin y ver si se puede lograr la conquista del poder de otra
manera que por la lucha armada, aquí en
América.

La lucha pacifica puede llevarse a cabo
mediante movimientos de masas y obligar —en situaciones
especiales de crisis— a ceder a los gobiernos, ocupando
eventualmente el poder las fuerzas populares que
establecerían la dictadura
proletaria. Correcto teóricamente. Al analizar lo anterior
en el panorama de América, tenemos que llegar a las
siguientes conclusiones:

En este continente existen en general
condiciones objetivas que impulsan a las masas a acciones
violentas contra los gobiernos burgueses y terratenientes,
existen crisis de poder en muchos otros países y algunas
condiciones subjetivas también. Claro está que, en
los países en que todas las condiciones estén
dadas, seria hasta criminal no actuar para la toma del
poder.

En aquellos otros en que esto no ocurre es
licito que aparezcan distintas alternativas y que de la
discusión teórica surja la decisión
aplicable a cada país. Lo Único que la historia no
admite es que los analistas y ejecutores de la política
del proletariado se equivoquen. Nadie puede solicitar el cargo de
partido de vanguardia como un diploma oficial dado por la
universidad.
Ser partido De vanguardia es estar al frente de la clase obrera
en la lucha por la toma del poder, saber guiarla a su captura,
conducirla por los atajos, incluso. Esa es la misión de
nuestros partidos revolucionarios y el análisis debe ser
profundo y exhaustivo para que no haya
equivocación.

Hoy por hoy, se ve en América un
estado de equilibrio
inestable entre la dictadura oligárquica y la presión
popular. La denominamos con la palabra oligárquica
pretendiendo definir la alianza reaccionaria entre las burguesas
de cada país y sus clases de terratenientes, con mayor o
menor preponderancia de las estructuras
feudales.

Estas dictaduras transcurren dentro de
ciertos marcos de legalidad que
se adjudicaron ellas mismas para su mejor trabajo durante todo el
periodo irrestricto de dominación de clase, pero pasamos
por una etapa en que las presiones populares son muy fuertes;
están llamando a las puertas de la legalidad burguesa y
ésta debe ser violada por sus propios autores para detener
el impulso de las masas.

Sólo que las violaciones descaradas,
contrarias a toda legislación preestablecida —o la
legislación establecida a posteriori para santificar el
hecho—, ponen en mayor tensión a las fuerzas del
pueblo. Por ello, la dictadura oligárquica trata de
utilizar los viejos ordenamientos legales para cambiar la
constitucionalidad y ahogar más al proletariado, sin que
el choque sea frontal. No obstante, aquí es donde se
produce la contradicción. El pueblo ya no soporta las
antiguas y, menos aún, las nuevas medidas coercitivas
establecidas por la dictadura, y trata de
romperlas.

No debemos de olvidar nunca el
carácter clasista, autoritario y restrictivo del estado
burgués. Lenin se refiere a él así: "El
estado es, producto y
manifestación del carácter irreconciliable de las
contradicciones de clases. El estado surge en el sitio, en el
momento y en el grado en que las contradicciones de clase no
pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia
del estado demuestra que las contradicciones de clase son
irreconciliables." (El estado y la
revolución.)

Es decir, no debemos admitir que la palabra
democracia, utilizada en forma apologética para
representar la dictadura de las clases explotadoras, pierda su
profundidad de concepto y adquiera el de ciertas libertades
más o menos Optimas dadas al ciudadano. Luchar solamente
por conseguir la restauración de cierta legalidad burguesa
sin plantearse, en cambio, el problema del poder revolucionario,
es luchar por retornar a cierto orden dictatorial preestablecido
por las clases
sociales dominantes; es, en todo caso, luchar por el
establecimiento de unos grilletes que tengan en su punta una bola
menos pesada para el presidiario.

En estas condiciones de conflicto, la
oligarquía rompe sus propios contratos, su
propia apariencia de "democracia" y ataca al pueblo, aunque
siempre trate de utilizar los métodos de la
superestructura que ha formado para la opresión. Se vuelve
a plantear en ese momento el dilema: Que hacer? Nosotros
contestamos: La violencia no es patrimonio de
los explotadores, la pueden usar los explotados y, más
aún, la deben usar en su momento. Martí
decía: ''Es criminal quien promueve en un Pals la guerra
que se le puede evitar; y quien deja de promover la guerra
inevitable".

Lenin por otra parte, expresaba: "La
social-democracia no ha mirado nunca ni mira la guerra desde un
punto de vista sentimental. Condena en absoluto la guerra como
recurso feroz para dilucidar las diferencias entre los hombres,
pero sabe que las guerras son inevitables mientras la sociedad
está dividida en clases, mientras exista la
explotación del hombre por el hombre. Y
para acabar con esa explotación no podremos prescindir de
la guerra, que empiezan siempre y en todos los sitios las mismas
clases explotadoras, dominantes y opresoras." Esto lo
decía en el año 1905; después, en "El
programa
militar de la revolución proletaria", analizando
profundamente el carácter de la lucha de clases, afirmaba:
"Quien admita la lucha de clases no puede menos que admitir las
guerras civiles, que en toda sociedad de clases representan la
continuación, el desarrollo y el recrudecimiento
—naturales y en determinadas circunstancias
inevitables— de la lucha de clases. Todas las grandes
revoluciones lo confirman. Negar las guerras civiles u olvidarlas
seria caer en un oportunismo extremo y renegar de la
revolución socialista."

Es decir, no debemos temer a la violencia,
la partera de las sociedades
nuevas; sólo que esa violencia debe desatarse exactamente
en el momento preciso en que los conductores del pueblo hayan
encontrado las circunstancias más
favorables.

¿Cuáles serán
éstas? Dependen, en lo subjetivo, de dos factores que se
complementan y que a su vez se van profundizando en el transcurso
de la lucha: la conciencia de la necesidad del cambio y la
certeza de la posibilidad de este cambio revolucionario; los que,
unidos a las condiciones objetivas —que son grandemente
favorables en casi toda América para el desarrollo de la
lucha—, a, la firmeza en la voluntad de lograrlo y a las
nuevas correlaciones de fuerzas en el mundo, condicionan un modo
de actuar.

Por lejanos que estén los
países socialistas, siempre se hará sentir su
influencia bienhechora sobre los pueblos en lucha, y su ejemplo
educador les dará más fuerza. Fidel Castro
decía: "Y el deber de los revolucionarios, sobre todo en
este instante, es saber percibir, saber captar los cambios de
correlación de fuerzas que han tenido lugar en el mundo, y
comprender que ese cambio facilita la lucha de los
pueblos.

El deber de los revolucionarios, de los
revolucionarios latinoamericanos, no está en esperar que
el cambio de correlación de fuerzas produzca el milagro de
las revoluciones sociales en América
Latina, sino aprovechar cabalmente todo lo que favorece al
movimiento revolucionario ese cambio de correlación de
fuerzas y hacer las revoluciones!"

Hay quienes dicen "admitamos la guerra
revolucionaria como el medio adecuado, en ciertos casos
específicos, para llegar a la toma del poder
político; De dónde sacamos los grandes conductores,
los Fidel Castro que nos lleven al triunfo?" Fidel Castro, como
todo ser humano, es un producto de la historia. Los jefes
militares y políticos, que dirijan las luchas
insurreccionales en América, unidos, si fuera posible, en
una sola persona,
aprenderán el arte de la
guerra en el ejercicio de la guerra
misma.

No hay oficio ni profesión que se
pueda aprender solamente en los libros de
texto. La
lucha, en este caso, es la gran maestra. Claro que no será
sencilla la tarea ni exenta de graves amenazas en todo su
transcurso.

Durante el desarrollo de la lucha armada
aparecen dos momentos de extremo peligro para el futuro de la
revolución. El primero de ellos surge en la etapa
preparatoria y la forma en que se resuelva, da la medida de la
decisión de lucha y claridad de fines que tengan las
fuerzas populares. Cuando el estado burgués avanza contra
las posiciones del pueblo, evidentemente tiene Qué
producirse un proceso de
defensa contra el enemigo que, en ese momento de superioridad,
ataca. Si ya se han desarrollado las condiciones objetivas y
subjetivas mínimas, la defensa deba ser armada, pero de
tal tipo que no se conviertan las fuerzas populares en meros
receptores de los golpes del enemigo; no dejar tampoco que el
escenario de la defensa armada simplemente se transforme en un
refugio extremo de los perseguidos.

La guerrilla, movimiento defensivo del
pueblo en un momento dado, lleva en sí, y constantemente
debe desarrollarla, su capacidad de ataque sobre el enemigo. Esta
capacidad es la que va determinando con el tiempo su
carácter de catalizador de las fuerzas populares. Vale
decir, la guerrilla no es autodefensa pasiva, es defensa con
ataque y, desde el momento en que se plantea como tal, tiene como
perspectiva final la conquista del poder
político.

Este momento es importante. En los procesos
sociales la diferencia entre violencia y no violencia no puede
medirse por las cantidades de tiros intercambiados; responde a
situaciones concretas y fluctuantes. Y hay que saber ver el
instante en que las fuerzas populares, conscientes de su
debilidad relativa, pero al mismo tiempo de su fuerza
estratégica, deben obligar al enemigo a que dé los
pasos necesarios para que la situación no retroceda. Hay
que violentar el equilibrio dictadura
oligárquica-presión
popular.

La dictadura trata constantemente de
ejercerse sin el uso aparatoso de la fuerza; el obligar a
presentarse sin disfraz, es decir, en su aspecto verdadero de
dictadura violenta de las clases reaccionarias,
contribuirá a su desenmascaramiento, lo que
profundizará la lucha hasta extremos tales que ya no se
pueda regresar. De cómo cumplan su función las
fuerzas del pueblo abocadas a la tarea de obligar a definiciones
a la dictadura —retroceder o desencadenar la lucha—,
depende el comienzo firme de una acción armada de largo
alcance.

Sortear el otro momento peligroso depende
del poder del desarrollo ascendente que tengan las fuerzas
populares. Marx recomendaba
siempre que una vez comenzado el proceso revolucionario, el
proletariado tenga que golpear y golpear sin descanso.
Revolución que no se profundice constantemente es
revolución que regresa.

Los combatientes, cansados, empiezan a
perder la fe y puede fructificar entonces alguna de las maniobras
a que la burguesía nos tiene tan acostumbrados. Estas
pueden ser elecciones con la entrega del poder a otro
señor de voz más meliflua y cara más
angelical que el dictador de turno, o un golpe dado por los
reaccionarios, encabezados, en general, por el ejército y
apoyándose, directa o indirectamente, en las fuerzas
progresistas. Caben otras, pero no es nuestra intención
analizar estratagemas tácticas.

Llamamos la atención principalmente
sobre la maniobra del golpe militar apuntada arriba.
¿Qué pueden dar los militares a la verdadera
democracia? ¿Qué lealtad se les puede pedir si son
meros instrumentos de dominación de las clases
reaccionarias y de los monopolios imperialistas y como casta, que
vale en razón de las armas que posee, aspiran solamente a
mantener sus prerrogativas?

Cuando, en situaciones difíciles para
los opresores, conspiren los militares y derroquen a un dictador,
de hecho vencido, hay que suponer que lo hacen porque
aquél no es capaz de preservar sus prerrogativas de clase
sin violencia extrema, cosa que, en general, no conviene en los
momentos actuales a los intereses de las
oligarquías.

Esta afirmación no significa, de
ningún modo, que se deseche la utilización de los
militares como luchadores individuales, separados del medio
social en que han actuado y, de hecho, rebelados contra
él. Y esta utilización debe hacerse en el marco de
la dirección revolucionaria a la que pertenecerán
como luchadores y no como representantes de una
casta.

En tiempos ya lejanos, en el prefacio de la
tercera edición
de La guerra civil en Francia,
Engels decía: "Los obreros, después de cada
revolución, estaban armados; por eso, el desarme de los
obreros era el primer mandamiento de los burgueses que sé
hallaban al frente del estado. De ahí que, después
de cada revolución ganada por los obreros, se llevara a
cabo una nueva lucha que acababa con la derrota de
estos…n (Cita de Lenin, El estado y 1a
revolución.)

Este juego de
luchas continuas en que se logra un cambio formal de cualquier
tipo y se retrocede estratégicamente, se ha repetido
durante decenas de años en el mundo capitalista., Peor
aún, el engaño permanente al proletariado en este
aspecto lleva más de un siglo de producirse
periódicamente.

Es peligroso también que, llevados
por el deseo de mantener durante algún tiempo condiciones
más favorables para la acción revolucionaria
mediante el uso de ciertos aspectos de la legalidad burguesa, los
dirigentes de los partidos progresistas confundan los
términos, cosa que es muy común en el curso de la
acción, y se olviden del objetivo
estratégico definitivo: la toma del
poder.

Estos dos momentos difíciles de la
revolución, que hemos analizado someramente, se obvian
cuando los partidos dirigentes marxistas-leninistas son capaces
de ver claro las implicaciones del momento y de movilizar las
masas al máximo, llevándolas por el camino justo de
la resolución de las contradicciones
fundamentales.

En el desarrollo del tema hemos supuesto que
eventualmente se aceptaría la idea de la lucha armada y
también la fórmula de la guerra de guerrillas como
método de combate.

¿Por Qué estimamos que, en las
condiciones actuales de América, la guerra de guerrillas
es la vía correcta?

Hay argumentos fundamentales que, en nuestro
concepto, determinan la necesidad de la acción guerrillera
en América como eje central de la
lucha.

Primero: aceptando como verdad que el
enemigo luchará por mantenerse en el poder, hay que pensar
en la destrucción del ejército opresor; para
destruirlo hay que oponerle un ejército popular enfrente.
Ese ejército no nace espontáneamente, tiene que
armarse en el arsenal que brinda su enemigo, y esto condiciona
una lucha dura y muy larga, en la que las fuerzas populares y sus
dirigentes estarían expuestos siempre al ataque de fuerzas
superiores sin adecuadas condiciones de defensa y
maniobrabilidad.

En cambio, el núcleo guerrillero,
asentado en terrenos favorables a la lucha, garantiza la seguridad y
permanencia del mando revolucionario. Las fuerzas urbanas,
dirigidas desde el estado mayor del ejercito del pueblo, pueden
realizar acciones de incalculable importancia. La eventual
destrucción de estos grupos no haría morir el
alma de la
revolución, su jefatura, que, desde la fortaleza rural,
seguiría catalizando el espíritu revolucionario de
las masas y organizando nuevas fuerzas para otras
batallas.

Además, en esta zona comienza la
estructuración del futuro aparato estatal encargado de
dirigir eficientemente la dictadura de clase durante todo el
periodo de transición. Cuanto más larga sea la
lucha, más grandes y complejos serán los problemas
administrativos y en su solución se entrenarán los
cuadros para la difícil tarea de la consolidación
del poder y el desarrollo
económico, en una etapa
futura.

Segundo: la situación general del
campesinado latinoamericano y el carácter cada vez
más explosivo de su lucha contra las estructuras feudales,
en el marco de una situación social de alianza entre
explotadores locales y extranjeros.

Durante los días 4, 5 y 6 de junio de
2005, se realizó en Caimancito y Guayacán, estado
Sucre, el primer simulacro de guerra asimétrica en el cual
pueblo y Fuerzas Armadas trabajaron juntos en maniobras que
simulan la invasión por parte de un ejército
extranjero, y la confrontación de la misma por parte de
fuerzas cívico-militares
conformadas por tropas regulares del ejército trabajando
hombro a hombro con reservistas y la población de la
zona.
Los reportajes fueron realizados por Venezolana de Televisión.

  • En el primer video, se
    muestran las maniobras desde dos puntos de vista: el del
    ejército azul que invade a Caimancito vía
    marítima (reportaje realizado por Emma Carolina Aburto),
    y el del ejército rojo, formado por las tropas y la
    población que repelen al agresor, realizado por Boris
    Castellano.
    Haga
    click aquí para ver o descargar el video

    (3,7 MB, requiere WIndows
    Media Player)
  • En el segundo video, la población,
    el ejército y reservistas de Caimancito se enfrentan a
    tropas que han invadido el lugar, a través de maniobras
    nocturnas que tienen la finalidad de desgastar a los invasores
    y forzarlos a hacer revisiones casa por casa, para entonces
    confrontarlos con barricadas. Realizado por Boris
    Castellano

La
Guerra de todo el Pueblo (1
Parte)

Horacio Benitez 24.07.2005 23:11

http://ecuador.indymedia.org/es//2005/07/10625.shtml

Los desafios que plantea la Guerra
de todo el Pueblo como respuesta a la agresion imperialista
contra la Republica Bolivariana de
Venezuela.

La Guerra de todo el Pueblo. (1
parte)

Por: Horacio
Benítez

"La FAN necesita con urgencia organizar sin
restricciones juegos de
guerra para mejorar su capacidad de lidiar un ejercito
invasor"

Frente a una agresión bélica
del imperialismo gringo a nuestra patria – muy similar a la que
estamos presenciando durante los dos últimos años
contra Irak-, parte
de la cual es la estrategia del
Plan Colombia
patrocinada por el gobierno norteamericano y ejecutada por el
régimen fascista de Uribe Vélez, la ficha del
narcotráfico y los escuadrones de la muerte en
la vecindad, el pueblo bolivariano con el liderazgo del
Presidente Hugo
Chávez, debe profundizar los preparativos para la
Defensa Integral de la Nación.
Una de cuyas piezas es la formulación de una Nueva
Doctrina Militar Bolivariana, que conlleva la más amplia
incorporación del pueblo a la tarea de repeler la
agresión neocolonial imperialista y la
modernización de la dotación de nuestra Fuerza
Armada Nacional.

Desde luego, la reorganización de la
FAN en función de las nuevas prioridades defensivas,
obliga la adopción
de un marco legal que regule la misión, la visión,
la organización, el funcionamiento y las nuevas tareas del
aparato armado popular bolivariano.

Con la experiencia de la valiente y heroica
resistencia de pueblo iraquí, que ha empantanado y
colapsado la fuerza invasora imperialista, lo planificadores
militares gringos (Boot) y británicos están
enfatizando aceleradamente la promoción y el impulso de Guerras
Asimétricas con Fuerzas Especiales y métodos
idiosincrásicos para quebrar la rebelión popular en
todo el planeta, cuando la globalizacion
del capitalismo
plantea nuevos desafíos a la lucha revolucionaria de los
pueblos.

Obviamente, una guerra de Cuarta
Generación, mediante un "conflicto ético" (Boyd),
implementado por ejércitos mercenarios y completamente
ajenos a cualquier concepción democrática y
revolucionaria, esta condenada al fracaso y la ruina porque su
objetivo básico es defender los intereses egoístas
de un capitalismo globalizado y voraz.

El pueblo bolivariano de Venezuela, como le
hemos planteado hasta ahora, debe acudir, para defender su
destino, soberanía y revolución, a la Guerra
de Todo el Pueblo (según la doctrina cubana) o a la Guerra
Popular Prolongada (según la experiencia China y
Vietnamita).

Tenemos que preparar una guerra de todo el
pueblo (GTP), prevista en un horizonte de tiempo prolongado, en
la que con habilidad debemos manejar los metodos no
convencionales de la guerra de guerrillas, que nos hara
imbatibles frente al invasor.

Como bien lo sugieren los expertos
(Dieterich), frente a la enorme superioridad tecnológica y
del poder de fuego del invasor imperialista, el éxito
de la defensa reside en la combinación de los siguientes
elementos: i) Amplias fuerzas especiales para la guerra no
ortodoxa; ii) Uso extensivo de minas terrestres y
marítimas; iii) Adiestrar a decenas de miles de
francotiradores con fusiles especiales; iv) Utilización
masiva de equipos de visión nocturna; v)
Organización de pequeños equipos móviles con
cohetes antiaéreos; vi)Organización militar
descentralizada, con sistemas de
comunicación confiables, no solo entre las
unidades de resistencia, sino entre el comando central y esas
unidades.

Los mismos expertos plantean que son cuatro
las condiciones básicas que tiene que reunir una nación
agredida para alcanzar la victoria: i) Debe tener unidad interna
alrededor de un proyecto histórico compartido por la
mayoría de la población; ii) Necesita un liderazgo
a la altura del desafío, con una doctrina de guerra
claramente centrada en torno a la
definición de los puntos de gravedad de la defensa
estratégica; bajo las circunstancias latinoamericanas
actuales, esa doctrina solo puede ser la Guerra de todo el
Pueblo; iii) Requiere apoyo internacional; iv) Necesita ser
autárquica en aspectos fundamentales de logística, inteligencia y
retaguardia.

Elementos y condiciones que ordenadamente
organiza nuestro Estado, tal como lo ha señalado en sus
intervenciones el nuevo Ministro de la Defensa
Nacional.

Como quiera que es necesario profundizar
tales elementos y condiciones, conviene acercarse con amplitud al
tema de la Guerra de todo el Pueblo y la Guerra Popular
Prolongada según la experiencia y tradición del
movimiento revolucionario internacional. De igual manera es
conveniente mirar la actual organización de nuestra Fuerza
Armada Nacional y valorar los alcances de la nueva Ley que
regulara el funcionamiento de la FAN.

Los próximos artículos los
dedicaremos a estos aspectos con la intención de propiciar
un debate que
debe involucrar a todos los ciudadanos y sus múltiples
formas de organización y participación en la vida
publica de nuestro Estado.

Caracas, 24 de julio de
2005


II Parte
|
III Parte
|
IV Parte
|
Venezuela
| www.agp.org

Ramiro Anzit
Guerrero

Especialista en Contraterrorismo y
Seguridad.

 

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
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