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Naturaleza de la filosofía (página 2)



Partes: 1, 2

 

La filosofía construye una interpretación de interpretaciones de la
realidad en general o de de aspectos de ella, que combina cuatro
actividades íntimamente relacionadas tras la cuales se
persiguen determinados propósitos, tanto teóricos
como prácticos:

En primer lugar, frente a saberes parciales, informales
o formales, que son parte del capital
cultural de una comunidad (la del
pueblo o la de los especialistas) la filosofía integra
saberes en torno a un asunto
para producir una interpretación multidimensional
integrada que de cuenta de la realidad total, o de un aspecto de
ella, en toda su complejidad y organicidad. La filosofía
es enemiga del reduccionismo, de las visiones parciales y
unilaterales diacrónicas o sincrónicas. Por eso su
desarrollo es
lucha constante contra estas tendencias. Aunque los filósofos han sido clasificados muchas
veces en idealistas o materialistas, todos intentan en una forma
u otra superar tales dualismos y construir interpretaciones
omnicomprensivas que integren o que, al menos, tomen en cuenta
todos las interpretaciones.

Por eso la filosofía ha supuesto, casi siempre,
como punto de partida un saber enciclopédico, ya sea
formal o informal, y suele ser la culminación de la
combinación integral de perspectivas. Hubo una
época histórica cuando aún no se
habían desarrollado como disciplinas los saberes
científicos, que hoy conocemos, en la cual la
filosofía los sustituía o se colocaba como la
interpretación metafísica
que los coronaba o unificaba porque tenía como objeto una
realidad que los trascendía. Con la modernidad se
tiende a reconocer que la filosofía no interpreta la
realidad, que no tiene objeto real propio de investigación. Su tarea es interpretar las
interpretaciones que otras disciplinas generan, incluyendo las
suyas, y con relación las cuales ella sintetiza, critica,
proyecta, y justifica.

En relación con nuestra interpretación
acerca de la naturaleza de
la filosofía, comenta Hostos en su Tratado de Lógica, que la Filosofía es "el
estudio de las causas en virtud de las cuales las cosas todas son
como son"; un "estudio que abarca a todo otro estudio, cualquiera
que él sea, siempre que su objeto es la
averiguación o indagación del porqué de una
cosa." A partir de esta idea general, Hostos advierte que "ha
cambiado la noción o concepto
fundamental de lo que es la Filosofía" pues ya no estudia
las causas primeras, que contrario a lo que pretendía la
metafísica no pueden ser conocidas, sino las correlaciones
de las causas y los efectos. "Ahora ?afirma- la Filosofía
se funda en el estudio de las ciencias
positivas."

Es en este contexto que tiene que entenderse la crítica
que hace Hostos a la filosofía. Como él lo dice
recordando a Kant:
"¿Está el nuevo ideal en una nueva
filosofía? La filosofía no podrá divorciarse
jamás de la metafísica, porque ésta no es en
suma otra cosa que la operación espontánea de las
facultades intelectivas en su busca del absoluto que las atrae, y
la ciencia
experimental demuestra la inanidad de esa operación
secreta del espíritu humano."

Ya para 1874 Hostos ha definido en términos
generales lo que será el núcleo de su
orientación filosófica: una síntesis
de las ideas de Kant, Comte, Krause y Proudhon:

"En las altas regiones, que pese a la historia aduladora y a los
aduladores de la fuerza y del
poder, son las
regiones del pensamiento,
divagan los embriones de un ideal de la humanidad, deber en Kant,
conciencia en
Krausse, justicia en
Proudhon, humanismo en
Comte, nivelación por la posesión, por la felicidad
o por el placer en los reformadores, libertadigualdad-fraternidad en los secuaces de la vieja
revolución; pero ese ideal en
embrión, que la filosofía funda en una
síntesis de todos los fines humanos bajo la norma del
deber, de la conciencia o de la humanidad como única
religión
positiva; que las ciencias físicas y naturales bosquejan
en la exclusiva indagación de las leyes de la
materia como
única realidad y única verdad; que la sociología contornea en la ley del movimiento
mecánico de las sociedades;
que el socialismo
sentimental busca en una reforma empírica de los males que
aquejan la vida colectiva; que el sentimiento espera ver
reaparecer en una nueva revelación mística; ese
ideal está en embrión."

En armonía con el rechazo kantiano y positivista
de la metafísica o la ontología fundada en ella, para Hostos los
principios
últimos de la realidad, que para él es tanto la
realidad física
como la espiritual o mental y cultural, son parte de la ciencias
positivas, de su parte "especulativa". En cada ámbito de
la realidad rigen principios o leyes que la interpretan como
orden y que son objeto de estudio de la parte especulativa de
dicha ciencia;
así, por ejemplo, en la sociología la
socionomia.

Desde esta perspectiva, la interpretación de
interpretaciones más omnicomprensiva que puede elaborarse
es lo que legítimamente podemos llamar "ontología".
Por ende, si podemos hablar de una ontología hostosiana
ésta consiste de las leyes más generales en torno a
la realidad que se construyen en un proceso
interpretativo que parte de la intuición a la inducción, a la deducción y culmina en la
sistematización. Estos principios generales contestan a
las preguntas sobre la naturaleza de la realidad, que para Hostos
equivale a su orden, es decir, su origen genético, su
estructura,
procesos,
funciones y
finalidad.

La ontología estudia las condiciones de
posibilidad más generales de existencia de los entes y
corresponde a la parte abstracta de las ciencias. Pero sus
condiciones en el sentido de percibidos y conocidos. Las
categorías ontológicas generales no representan
pues los principios o causas "últimas" o "primeras" de la
realidad, sino las categorías más generales de
nuestro modo de interpretar la misma, de conocerla, que surgen
como inducciones, deducciones y sistematización de la
razón a partir de lo dado en la
intuición.

Ahora bien, las interceptaciones de interpretaciones, es
decir de síntesis integral y comprensiva, que construye la
filosofía se caracterizan porque son producto de
sus otras tres actividades. Esto significa que la
filosofía es autocrítica, somete a crítica
sus propias interpretaciones de síntesis. Implica
también que elabora síntesis integradoras con un
carácter creativo y proyectivo, es decir,
que van más allá de las interpretaciones existentes
y apuntan a tendencias inferidas a partir de ellas, pero
elaboradas gracias al punto de vista omnicomprensivo en el que se
coloca. Finalmente las interpretaciones de interpretaciones
elaboradas crítica y creativamente, sirven para construir
argumentos a favor o en contra de determinadas teorías
o prácticas, como las éticas, las políticas
y las formativas en general, que no pueden fundarse directamente
en la demostración científica, sino que descansan
en valoraciones y que encuentran justificación o legitimación en la argumentación o
persuasión racional.

La filosofía tiene una pretensión de
universalidad, es decir de que sus interpretaciones, aunque se
reconocen como surgidas de lo particular, lo trascienden
constituyendo, por su carácter sintetizador y critico, un
cosmos de sentido valido para una comunidad general.

En segundo lugar, la actividad filosófica, es
crítica de interpretaciones; otra forma de
interpretación de interpretaciones. Es el pensamiento que
se vuelve sobre sí mismo, autoconciencia, con el
propósito de evaluar sus propias construcciones en torno a
un asunto. Históricamente reconocemos cinco formas de
evaluación crítica de
interpretaciones que ya hacen acto presencia en la
filosofía y sofística griega. (1) la
evaluación lógica que examina la claridad de los
conceptos y si éstos se combinan en forma coherente en el
discurso. (2)
la evaluación epistemológica, es decir si la que
examina si lo que se afirma como conocimiento o
interpretación se sostiene como válido con
relación a criterios establecidos por la comunidad de
expertos. (3) la evaluación de interpretaciones en
relación al contexto histórico cultural en que se
construyen y que busca determinar en qué medida
éstas tiene un sentido a partir y más allá
del contexto en que se producen. (4) la evaluación de
interpretaciones en términos de los intereses, valores,
relaciones de poder de las que son portadoras; evaluación
que busca determinar en qué sentido y medida benefician o
perjudican intereses que están en juego en cada
situación interpretativa. (5) la evaluación de la
interpretación en comparación con otras;
evaluación que coloca en situación de diálogo a
las diversas interpretaciones en torno a un mismo asunto, para
determinarla en su identidad y
diferencia.

Esta dimensión critica de la
interpretación de interpretaciones, que es la
filosofía, se manifiesta en la "filosofía popular"
en "meta-refranes" como: "Todo es del color de cristal
conque se mira". O aquel otro: "El amor y el
interés
se fueron de paseo un día, pero más pudo el
interés que el amor que te
tenia."

Tercero, la filosofía en cuanto
interpretación de interpretaciones, es actividad
proyectiva, creativa, que trasciende los saberes existentes en
torno a un asunto. "Especula", no fantaseando, sino que construye
ideales a partir de las síntesis que elabora y de su
actitud
critica y justificadora para proponer lo inédito, lo
virtual, y lo utópico como posibilidad humana; siempre
reconociéndolo como tal para no incurrir en
ideologizaciones. La interpretación filosófica nos
habla entonces de ideales, de deberes, de valores, que nos
permiten criticar lo presente para trasformarlo. Decía
José
ingenieros al respecto:

"Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y
tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de
perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el
resorte misterioso de un Ideal. Es ascua sagrada, capaz de
templarte para grandes acciones.
Custódiala: si la dejas apagar no se reenciende
jamás. Y si ella muere en ti, quedas inerte; fría
bazofía humana. Sólo vives por esa partícula
de ensueño que te sobrepone a lo real.

La evolución
humana es un esfuerzo continuo del hombre para
adaptarse a la naturaleza, que evoluciona a su vez. Para ello
necesita conocer la realidad ambiente y
prever el nítido de las propias adaptaciones: los caminos
de su perfección. Sus etapas refléjanse en la mente
humana como ideales. Un hombre, un grupo o una
raza son idealistas porque circunstancias propicias determinan su
imaginación a concebir perfeccionamientos
posibles."

La dimensión creativa-proyectiva de la
interpretación característica de la
filosofía se manifiesta en la "filosofía de un
pueblo" en su capacidad para imaginar y moverse a actuar bajo el
ideal de otros mundos posibles, como vemos en los movimientos
milenaristas, o el atractivo que han tenido interpretaciones como
las contenidas en el Nuevo testamento o el Manifiesto
comunista.

Cuarto, la filosofía es justificación o
legitimación de interpretaciones mediante procesos
argumentativos y retóricos persuasivos sobre aspectos de
la realidad no sujetos a la demostración
científica. Si la ciencia nos persuade apelando a
explicaciones, la filosofía lo hace construyendo
argumentos que apelan a un conocimiento común, a la
tradición de la comunidad del pueblo o de los intelectuales
del caso , en el que se combinan experiencias, vivencias,
memorias,
intereses, valores, para constituir una interpretación
tácita del mundo o de un aspecto del mismo. A partir de
ese suelo
común la filosofía establece premisas de las cuales
por inferencia lógica nos vemos conducidos a aceptar
determinadas conclusiones. Esta actividad argumentativa
persuasiva ayuda a constituir la realidad misma porque la
realidad cultural sólo es tal si es reproducida y
sostenida por la conciencia de las nuevas generaciones. Esta
interpretación de la realidad, sostenida como la
"lógica" o legitima, puede funcionar como la
interpretación mas adecuada de la realidad accesible para
una comunidad en un momento de su desarrollo histórico o
como una ideología distorsionadora de la realidad
para satisfacer determinados intereses de unos sectores sociales
frente a otros.

A modo de ejemplo: Las realidades naturales (materiales)
son fácticas en sí mismas; es decir la naturaleza
es un orden cuya realidad fáctica subsiste por sí
misma y no depende para nada de la sensibilidad, voluntad o
acción
humana. Las realidades morales (o las humanas en general), en
cambio,
sólo existen por sí mismas idealmente. Para hacerse
fácticas requieren de la sensibilidad, la voluntad y la
acción humana, es decir de la conciencia.

El valor
establece la norma a la que debe conformarse la actividad humana
para que traiga a existencia fáctica un ideal o bien
moral. Las
realidades morales son bienes que
resultan de un entramado de valores que las sostienen. Cuando en
nuestro comportamiento
asumimos dicho entramado de valores, entonces las realidades
morales, hasta entonces meras realidades ideales, advienen
realidades fácticas. En la conciencia los valores se
han encarnado, es decir subjetivado y con ello han adquirido el
poder de afectar el orden real del mundo, es decir de las
relaciones
humanas; de los seres humanos entre sí, consigo mismos
y con la naturaleza.

La conciencia y los valores se construyen, pero no
arbitrariamente sino sobre la base de unos ideales de relaciones
humanas surgidos históricamente y concebidos y deseados
como formas de perfeccionamiento humano. La conciencia moral es
una fuerza; porque puede operar sobre el comportamiento
humano a través de los valores que se convierten en
deberes y virtudes.

Esta dimensión de la juega un papel decisivo en
la filosofía popular: persuadir a las nuevas generaciones
sobre la adopción
del sistema de
valores propio de su comunidad cultural como forma de vida buena
en la que se inician los "niños
buenos." De este modo la filosofía, persuadiendo y, con
ello, construyendo la conciencia, se convierte en un mecanismo de
poder engendrador de realidad humana. Históricamente esta
función
se ha cumplido a través de cuatro actividades formativas
de lo humano, de aquí la estrecha relación de la
filosofía con ellas: la psicología, la moral, el
derecho y la
educación.

En resumen, la filosofía es una forma de
interpretación sintética, creativa-proyectiva,
crítica y justificadora de interpretaciones, que nos ayuda
a entender, y con ello, a construir y trasformar la
relación de mediatización
lingüístico-cultural en que estamos en la realidad.
La aspiración última de la filosofía es
precisamente trascender lo inmediato, elevarse a la
sistematización en forma crítica, creativa, para
legitimar la historia, las estructuras y
los proyectos humanos
y promover su cambio. En este sentido la filosofía, por su
carácter reflexivo, sintetizador, creativo, critico y
legitimador, no es sino la expresión más compleja y
efectiva de la conciencia humana apropiarse la
realidad.

Ahora bien, aplicando a sí misma su actividad
crítica, la interpretaron filosófica se reconoce
como tal interpretación; reconoce que está inserta
en contextos histórico-culturales y relaciones de poder y
que, por ende, su actividad sintetizadora, creativa-proyectiva y
legitimadora puede tener por efecto servir intereses de la
dominación o la emancipación, de la
heteronomía o la autonomía, de la alineación
a la apropiación, de la reproducción o la transformación. En
este sentido pueden reconocerse, por sus efectos de poder, dos
grandes corrientes en la historia de la
filosofía, las filosofías liberadoras y las
ideologizantes.

Desde esta concepción de la filosofía que
aquí hemos esbozado, la filosofía de la educación no puede
ser sino un saber de síntesis de interpretaciones sobre
aspectos o la totalidad del fenómeno educativo, en cuanto
fenómeno antropológico, biopsicosocial,
histórico-cultural, ético-político,
comunicativo, epistemológico y pedagógico. Estas
síntesis permiten conocer el objeto educativo en toda su
complejidad y sirven de fundamento a la elaboración de
propuestas educativas para organizarlo formalmente. Por otro
lado, la filosofía educativa se ocupa de la crítica
del lenguaje de la
educación y de las prácticas e instituciones
educativas en general desde valores lógicos y
ético-político.

Finalmente, la filosofía educativa, creativa y
proyectivamente construye ideales, visiones y metas educativas
sobre las finalidades de formación humana plena individual
y colectiva a las que debe servir la educación en tanto
que actividad que puede estar al servicio de la
dominación o la emancipación. En esta corriente de
la filosofía de la educación de carácter
liberador se inscribe nuestro trabajo.

Hermenéutica, desarrollo
humano identidad
nacional y educación general

En esta segunda parte, apoyándonos en la
perspectiva filosófica antes expuesta, buscamos construir
una interpretación sobre la educación emancipadora
basada en la relación entre el desarrollo humano y la
identidad nacional.

Hermenéutica y desarrollo
humano

El desarrollo humano es el proceso por el cual nuestra
vida queda constituida en una forma diferenciada respecto a toda
otra forma de vida. Lo característico de la vida humana es
que es vida consciente, materia espiritualizada. El ser humano no
solo vive, sino que "se" vive. Es consciente, es decir asume su
vida entendiéndola, sintiéndola y
actuándola. Puede hacer de la realidad, la suya incluida,
historia, estructura y proyecto. Hostos
lo resumió en los siguientes términos:

"Para que el hombre
fuera hombre, es decir, digno de realizar los fines de la vida,
la naturaleza le dio conciencia de ella, capacidad de conocer su
origen, sus elementos favorables y contrarios, su trascendencia y
relaciones, su deber y su derecho, su libertad y su responsabilidad: capacidad de sentir y de amar lo
que sintiera; capacidad de de querer y realizar lo que quisiera;
capacidad de perfeccionarse y de mejorar por sí mismo las
condiciones de su ser y por sí mismo elevar el ideal de su
existencia."

En el desarrollo humano ontogenético, podemos
reconocer tres grandes momentos que interactúan a lo largo
del ciclo vital humano:

1. El desarrollo biológico evolutivo por el cual
se configuran las características propias de lo humano
como fenómeno biológico, lo cual incluye desde las
propiedades de estructura anatómica hasta las
complejidades de su sistema nervioso
cerebral. Lo propiamente humano a nivel biológico es la
plasticidad de su sistema nervioso, es decir su capacidad para
estructurarse y reestructurarse a través de la interacción con el medio natural y los
niveles de complejidad estructural que es capaz por ende de
desarrollar, que dotan al ser humano de una capacidad adaptativa,
es decir de asimilación y acomodación, única
en la naturaleza, y de una variedad casi infinita. A pesar de
esta plasticidad y diversidad, el proceso
evolutivo-genético ha fijado ciertas
características que se expresan como comportamientos
reflejos en el sistema cognitivo, afectivo y conductual de la
especie y que por ende parecen tener un carácter
universal. Así, por ejemplo, ciertas reacciones
emocionales, como el miedo.

2. El desarrollo cultural heterónomo, es decir
socio-educativo por el cual el organismo humano, sobre la base de
su desarrollo biológico y plasticidad,
simultáneamente, se apropia, con el apoyo y guía de
un adulto, la cultura
producida por las generaciones anteriores y se constituyen las
funciones psíquicas humanas superiores que posibilitan tal
apropiación y la subjetividad.

Este apoyo que requiere la apropiación cultural
puede tener un carácter informal, o formal, es decir,
deliberado y organizado, y puede llevarse a cabo desde formas
autoritarias y coercitivas hasta liberales y emancipadoras. A
partir de este momento el ser humano queda inscrito, sobre todo a
través del código
lingüístico, en la red de interpretaciones que
constituye la tradición de la particular comunidad
cultural en que se inicia. El ser humano no solo interpreta sino
que se constituye a si mismo en sus procesos interpretativos
mediatizados por su particular comunidad cultural. Esto incluso
implica la modificación a través de la
interpretación de estructuras de base genética.
Así, por ejemplo, el miedo o el deseo se experimenta ante
determinados objetos culturalmente seleccionados.

3. El desarrollo
personal autónomo y autogestivo en el cual el
organismo, trasformado en subjetividad por la interacción
cultural, toma conciencia y control de
sí mismo y se deconstruye y reconstruye a la luz de valores y
de un proyecto de vida que la persona misma
elabora bajo la influencia mayor o menor de su particular
comunidad cultural. Este momento posibilita la pregunta por la
legitimación de la particular cultura de su comunidad, de
las interpretaciones en las que se nos ha inscrito y la
re-lectura
critica y creativa-proyectiva de la realidad.

El desarrollo humano entendido como programa adoptado
libremente implica el
conocimiento y cuidado de sí del que habla una
tradición que va de Sócrates a
Foucault. Ese
conocimiento de si implica el reconocimiento de nuestro ser
biológico y cultural y por ende de los condicionamientos a
los que hemos estado
sujetos, pero también de nuestro ser indeterminado frente
los mismos. Es sobre la base de lo que somos y se nos ha hecho
ser, como ser biocultural, que podemos asumirnos como libre
proyecto. Asumirnos como libre proyecto implica escogernos,
interpretarnos como una forma de vida frente a otras posibles.
Este es el fundamento de la ética y de
la educación emancipadora.

El sujeto, como argumenta Foucault, que es siempre
ontológicamente indeterminado, no pre-existe a las
relaciones entre sujetos, sino que se constituye en ellas. Estas
son relaciones de poder, es decir de juego de la libertad. Estas
relaciones pueden congelarse, hacerse rígidas y cancelar
el juego de libertad. Entonces frente a ella cabe la resistencia y la
liberación. Pero con la liberación solo se crea de
nuevo el juego de libertad que da paso a nuevas relaciones de
poder, que pueden transformares en relaciones de
dominación. Parece se que para ello no ocurra es necesaria
la practica del cuidado de sí. En el cuidado de sí
se practica la libertad reflexiva; es decir la liberta consciente
de sí que busca asegurase a sí mismas. El cuidado
de sí da pie a relaciones de poder en libertad.

Hermenéutica e identidad
nacional

Decía José Marti refiriéndose
la meta ultima
de su obrar político, moral y educativo: "Hombre haga
quien quiera hacer pueblos". Resumía con ello la tarea de
la construcción de la identidad nacional.
Tarea indispensable para asegurar la verdecerá independencia
de nuestros pueblos. La identidad nacional es la forma concreta
en que vivimos colectivamente nuestra humanidad, como la
personalidad en la forma concreta individual de hacerlo. La
identidad nacional se configura como interpretación de
síntesis de tres dimensiones de nuestra lectura de la
realidad de la comunidad natural, cultural e histórica de
la que somos partes. La identidad nacional es una
construcción (interpretación) que resulta del ser
humano:

(1) Interpretarse y sentirse nacido de una geografía, de una
tierra, de un
hogar, de en un espacio físico y arquitectónico, en
el que reconoce su "terruño"; su madre tierra; su punto de
partida que lo orienta en el viaje de la vida. Al decir de
nuestro Hostos: "Amamos la patria porque es un punto de partida.
La vida es un viaje; la razón no sabría encontrar
el punto de partida si no fuera por el terruño cuya
imagen
atrayente vemos por todas partes".

La patria es por ende en primer lugar el suelo, la
raíz sobre la que nos elaboramos; elaboración esa
que a su vez se convierte en suelo para nuevas elaboraciones. Es
el punto de partida, al cual se retorna física y
mentalmente una y otra vez; del que se vive enamorado por su
naturaleza y paisaje; el lugar que se guarda en la
imaginación; que se conoce y valora por encima de
cualquier otro; que se respeta y no se vende. Esa
vinculación al terruño base de la
construcción de la identidad no surge del mero haber
nacido en una determinada geografía; no se trata tanto de
un estado físico sino mental que brota de las experiencias
en al niñez por las cuales nos fuimos asociando a un
habitat u hogar que forma parte de nosotros. Esa
identificación es fundamental pues el habitat es el
sustento tanto de la vida individual como colectiva y de su
existencia y buen estado depende la propia
conservación.

Cuando viví durante varios años en los
Estados Unidos, en la década de los setenta, me
maravilló el conocer hijos de puertorriqueños
nacidos en los Estados Unidos
que me hablaban de Puerto Rico, del Yunque de las playas, de las
montañas y de los ríos con un entusiasmo que
traslucía en sus y palabras y el brillo de sus ojos, como
si le cantaran al paisaje que imaginaban o como si hubieran
nacido y vivido allí. Y es que desde niños sus
padres puertorriqueños les habían trasmitido la
vivencia del terruño a través de sus cuentos y
canciones. ¿No es acaso ese el sentimiento que embarga a
un Marc Anthony cuando canta y grita "preciosa te llevo
dentro………" Literalmente los puertorriqueños
embriagados de nuestra naturaleza cargamos con nuestras arenas
mentales a cualquier parte del mundo, algo así como el
judío errante las de su Jerusalén. Sobre esas
arenas mentales, que son como vivencias del terruño se
construye lo puertorriqueño en cualquier lugar del
mundo.

Desde luego este sentimiento por el terruño, como
rasgo de la puertorriqueñidad, tiene su origen
histórico primero en aquellos que en el siglo XIX a pesar
de ser ciudadanos españoles, se dieron cuenta que eran
distintos por el hecho de haber nacido en otra geografía y
por el trato de segunda categoría que sufrían;
incluso de parte de los gobiernos liberales españoles.
Sobre este sentir, autonomistas e independentistas construyeron
sus programas
políticos en defensa del terruño, primero frente a
España
y luego frente a los Estados Unidos. Lo "puertorriqueño"
se definía entonces en la literatura criolla de fines
de siglo XIX y principios del XX más por la
geografía que por la pertenencia a un pueblo o a una
historia. No es a la gente a la que se le canta. Esta política creo una
confusión en el puertorriqueño al extremo de amar a
su tierra y sentirse orgulloso de ella pero no de su gente. Por
eso la tierra, su
paisaje, no su gente, se convirtieron en objeto de
ostentación, de exhibición, de poesía
y canto. En efecto, observamos una admiración por la
tierra y una denigración del pueblo, en el mejor de los
caso paternalistamente entendido como "jíbaro". Por eso el
proyecto autonomista, en armonía con el anexionista,
considero, hasta muy recientemente, lo puertorriqueño como
patria pero no como nación.

2. Sentirse miembro de una colectividad humana que
llamamos pueblo; definir su identidad personal en el
marco de una colectiva y de la cual se siente orgulloso; lo que
algunos llaman "la raza" queriendo significar con ello una
"población" definida culturalmente: un
pueblo; es decir un colectivo humano, un a gran familia unida por
lazos de sangre,
sentimientos, valores, gustos, lengua, formas
de ver el mundo. Implica sentirse distinto frente a los otros e
identificado con los de uno.

Aquí conviene una aclaración -porque se
nos ha querido confundir- entre ciudadanía y patriotismo. Ciudadanía
es pertenencia a una civis, es decir a una sociedad
organizada por medio de una constitución que establece derechos y deberes y
distribuye el poder para la satisfacción de unos valores o
el logro de unos bienes.

De la civis se es miembro por un acto consciente y
voluntario o contrato, o por
medio de un acto unilateral de la metrópoli, como en el
caso de Puerto Rico, que
convierte al "hombre" "natural" en ciudadano. Implica la lealtad
a unos valores que resumen una forma de convivencia y que
están estrechamente ligados a la creación del
Estado. En este sentido se defiende la idea de una comunidad
democrática. La patria es por lo contrario el suelo
(geografía, clima) y la
comunidad histórico-cultural a la que naturalmente
pertenecemos, de la que surgimos, en las que nos formamos y nos
da nuestro sentido de identidad, frente a otras comunidades
geográficas y e histórico-culturales. Es la
herencia que
mamamos por el mero hecho de convivir en esa
comunidad.

3. Lo puertorriqueño no es producto meramente de
una geografía o de un pueblo culturalmente definido , sino
de la experiencia histórica. Gustavo Le Bon,
sociólogo francés muy citado en la década de
los 30´ en la que se da al el debate en
torno a nuestra identidad, dice al respecto: "La comunidad de
sentimientos, de ideas, de creencias, de intereses, creadas por
acumulaciones hereditarias, dan a la constitución mental
de un pueblo una gran identidad y una gran fijeza. Ella les
asegura también a los pueblos un gran poder. Ha existido
siempre en todos los pueblos y en todas las edades ese complejo
de ideas, de tradiciones y de creencias hereditarias que forman
el alma de una
colectividad de hombres; pero su extensión progresiva se
ha realizado de una manera muy lenta. Restringida primeramente en
la familia, y
gradualmente propagada a la aldea, a la ciudad, a la provincia,
el alma colectiva no se extiende a toso los habitantes de un
país hasta una época muy moderna. Sólo
entonces ha nacido la idea de la patria tal como nosotros la
conocemos hoy, la cual no es posible sino cuando se ha formado el
alma nacional. ?.. Cuando las ciudades o las provincias han
gozado durante largo de tiempo de una
vida independiente, acaban por poseer un alma colectiva, tan
peculiar y permanente, que su fusión con
otras ciudades o provincias vecinas para formar un alma nacional,
se hace casi imposible"

Desde luego como en una gran familia hay grandes
diferencias de carácter. Y no todos nos parecemos entre
sí por las mismas razones. No es sino recientemente,
gracias a los logros a escala mundial de
más y más puertorriqueños que comienza a
manifestarse un orgullo por el puertorriqueño. Bernardo,
el puertorriqueño feo de West Side Story es sustituido por
Ricky Martin.

Es puertorriqueño aquel que expresa una historia
de vida colectiva. Aquel que recoge en su carácter los
surcos que las experiencias históricas han marcado en
nuestra vida colectiva. Decía Menéndez
Muñoz, en ese intento de estudio
sociológico-literario del jíbaro que son sus
Cuentos del cedro refiriéndose al jíbaro,
símbolo de la puertorriqueñidad: "digno en su
pobreza,
fuerte en su debilidad" . Dialogaba con mis estudiantes en el
curso de Humanidades sobre el significado de este texto, a la
vez que ese mismo día escuchaba , por boca de su
mamá ?una jibarita de Sabana Grande, un poco de la
historia de John Ruiz, el ex campeón mundial del peso
completo. El contexto me leía el texto. "Pobre pero
digno", con razón señala el evangelio la pobreza como
lugar de revelación y alumbramiento. Y en efecto,
más allá del espejismo de las ideologías, de
esas distorsiones partidistas del a realidad, está la
realidad del jíbaro puertorriqueño, del
puertorriqueño jíbaro, que pese a los más
violentos intentos de americanizarnos, de desbandarnos se
mantiene firme en su puertorriqueñidad.

Una parte importante de esa historia compartida que nos
hace ser puertorriqueños es que también somos un
pueblo de la diáspora y que muchas veces es esa
diáspora la que nos ayudó a los que estamos
acá en la isla a no olvidarla. ¿No fue acaso esa
generación la que en los 30, a través de los
Davilita, y los Rafael Hernández, desde allá
cantó a esta tierra y a este pueblo para que su ser en
sí puertorriqueños se convirtiera en ser para
sí puertorriqueños?. Lo puertorriqueño es
mas que nada una historia, una narrativa

En resumen, lo puertorriqueño es el punto de
partida que nos constituye en lo que somos, una forma concreta de
humanidad. El punto de partida de la tierra, la
población-cultura y la historia a la que se pertenece. Ser
puertorriqueño en sí y para sí es sentirse,
saberse, quererse y plantarse frente a otros en nuestro amor al
terruño, en identificarse y sentirse por nuestro pueblo y
cultura, por nuestra gente, y en estar marcado por nuestra
historia.

La educación como hermenéutica emancipadora de la personalidad
individual y colectiva

Desde nuestro entendimiento de la filosofía como
hermenéutica emancipadora, y de los concepto de desarrollo
humano e identidad nacional aquí esbozados, concebimos la
tarea de la educación en general como el de propiciar el
que el ser humano pase del estado de "ser en sí" a ser
"para sí".

La educación puede concebirse como un constante
acto de lectura, de interpretación (hermenéutica)
de la realidad, de descubrir y construir unas ideas y valores que
le dan sentido o lógica. Por eso la educación
busca, sobre todo, desarrollar la capacidad para el lenguaje y
el pensamiento que nos permiten descubrir y construir ese sentido
o lógica de la realidad. En sentido estricto, la realidad
que nos ha tocado vivir no es lógica, sino
dialógica o multilógica. Esto significa que en las
prácticas, en las relaciones y en las instituciones
sociales se dan interpretaciones diferentes y hasta opuestas
sobre los diversos aspectos de la realidad. De aquí no
haya una, sino varias posibles interpretaciones o lecturas de la
realidad.

Nuestra concepción liberal de la educación
responde al conocimiento de este carácter dialógico
de la vida social. Requiere que el aprendizaje
que lleva al desarrollo humano no sea algo impuesto. La
educación debe ser una práctica de la libertad, es
decir, el proceso de aprender no solo a interpretar la realidad
desde una tradición que heredamos sino de tomar conciencia
de que siempre interpretamos y que debemos hacer nuestra propia
lectura de la realidad.

En este proceso, la libertad del ser humano es
autonomía, es decir, la capacidad para participar
activamente en la conciencia y elaboración del
diálogo que es la cultura y la vida social. El individuo
tiene ante sí dos alternativas, a saber:

Por un lado, vivir con una conciencia ingenua. Es decir,
hacer la lectura "de
memoria" de la
realidad, memorizar según un esquema de estímulos y
respuestas condicionadas, y actuar por asociación. A esta
conciencia ingenua se le imponen las ideas y valores como algo
"nutural" y acepta pasivamente las interpretaciones que la van
configurando. Éstas se le imponen impone de modo
hermético, es decir, cerrado. No sujeto a
interpretación. En un mundo complejo como el nuestro esto
lleva al individuo a asumir actitudes
intolerantes y autoritarias, pues cree que la realidad
sólo puede interpretarse a su manera. También puede
llevar a que se sienta confundido y que el relativismo y nihilismo
metodológico, que el pensamiento crítico implica,
como rebelión contra las interpretaciones absolutas
oficiales, se convierta en postura ontológica, igualmente
ingenua y paralizante.

Por otro lado, la persona puede vivir con una conciencia
crítica que le permita reconocer el carácter
interpretativo de su relación con el mundo, reconocer que
se mueve en una tradición que constituye su horizonte de
interpretación, volverse críticamente sobre le
mismo interpretar, reconocer su carácter dialógico
y comprometerse con una lectura del mundo siempre sujeta a
revisión. Se trata de entender la realidad
hermeneuticamente, en el sentido filosófico
señalado anteriormente. Desde esta perspectiva, la
naturaleza y la importancia de la educación en general
consiste en que nos enseña a construir, de-construir y
re-construir en forma autónoma la realidad, incluida la
propia personalidad.

Pero en vista de que el desarrollo de la personalidad
individual se enmarca en el proceso mas amplio
bio-histórico que tiene lugar en una comunidad cultural
concreta y particular, el paso del estado de "ser en sí" a
ser "para sí" implica el interpretarnos
críticamente como miembros de dicha comunidad.

En nuestro caso, la educación debe ayudar a
desarrollar esa conciencia de ser puertorriqueño de amar
con conciencia el suelo, el pueblo, la historia. Conciencia es
percibir, sentir, saber, deber y tendencia a la acción.
Puertorriqueñizar la educación formal es hacer de
ella un espacio para el entendimiento, aprecio y defensa de lo
puertorriqueño.

De lo aquí emergen tres objetivo
generales para la educación orientada al desarrollo
humano, en cuanto desarrollo concreto y
particular, es decir, puertorriqueño: (1) promover la
conciencia acerca del patrimonio
natural puertorriqueño; (2) promover la conciencia de
identificación con nuestro pueblo y cultura
puertorriqueña; (3) promover la conciencia de nuestra
historia e historicidad puertorriqueña y con ello nuestro
proyecto de pueblo soberano.

En este sentido la filosofía, entendida como
interpretación de interpretaciones de carácter
critico y emancipador, tiene en el proceso educativo orientado a
la formación humana la tarea fundamental de ayudarnos a
interpretar, reconstruir y reconstruir nuestra
puertorriqueñidad.

 

Ángel R. Villarini Jusino, Ph.
D.

Proyecto para el Desarrollo de Destrezas de
Pensamiento

Universidad de Puerto Rico

Organización para el Fomento

del Desarrollo del Pensamiento Internacional

Categorías: Filosofía, filosofía
educativa, hermenéutica, identidad nacional,
puertorriqueño

Partes: 1, 2
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